El Manuscrito Voynich: El libro que ni la CIA logra descifrar

Ni los más complejos ordenadores ni las agencias especializadas en descifrar códigos han podido desvelar el extraño lenguaje de este manuscrito del siglo XV. Unos investigadores han demostrado que es un idioma real y puede esconder mensajes secretos 

Los jesuitas de Villa Mondragone, un colegio de la Compañía de Jesús cerca de Roma, estaban al borde de la ruina. Era el año 1912. No les quedaba otra: tenían que vender su biblioteca.
Avisaron a un coleccionista, Wilfrid M. Voynich, de origen polaco. Voynich compró allí 30 manuscritos; entre ellos, uno que nadie ha podido leer hasta la fecha. Está escrito en una lengua misteriosa de la que no se ha descifrado ni una sola palabra. Y desde hace un siglo obsesiona a criptógrafos, historiadores, paleógrafos, lingüistas, filólogos, matemáticos, ingenieros e incluso astrónomos y botánicos, pues el libro está adornado con extrañas ilustraciones cosmológicas y plantas quiméricas que tampoco nadie ha podido identificar. Hasta la controvertida Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA) intentó descifrar el código durante tres décadas. No pudo, informa en un interesante reportaje la revista XL Semanal.
 
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¿Esconde un tesoro? ¿La resolución de un crimen? ¿Conocimientos secretos que cambiarían la historia de la ciencia? ¿Acaso una profecía? La frustración es tal que desde 2004 la teoría más extendida sobre el manuscrito Voynich es que se trata de un fraude: no se puede descifrar porque no hay nada que descifrar; es un galimatías, una broma. Pero un reciente estudio de la Universidad de Mánchester (Reino Unido) demuestra que no es así. El texto está escrito en una lengua auténtica y puede contener mensajes cifrados. ¿Qué lengua es y qué mensajes oculta? No se sabe. Los investigadores, dirigidos por el físico Marcelo Montemurro, analizaron la frecuencia de las palabras en el manuscrito y las compararon con textos de similar extensión en inglés, chino, latín, un lenguaje informático y fragmentos del código del ADN. Los textos analizados entre ellos, Las confesiones de san Agustín y El origen de las especies, de Charles Darwin tienen entre 500 y 700 palabras claves, mientras que el sistema de programación ronda las 300, y el genoma, las diez. El voynichés, como se conoce el presunto idioma del manuscrito, tiene 800. «Su estructura es compatible con la de una lengua humana», afirma Montemurro.

Además, en el voynichés, la distribución estadística de las letras y palabras es cualquier cosa menos aleatoria. Por ejemplo, cumple a rajatabla la ley de Zipf, que establece que en todas las lenguas humanas la palabra más frecuente en un texto extenso aparece el doble de veces que la segunda más frecuente, el triple que la tercera, etcétera. Lenguajes artificiales como los élficos de Tolkien o el klingon de Star Trek no cumplen esta regla. Poco se sabe con certeza del manuscrito, un pergamino de 240 páginas. La Universidad de Arizona demostró mediante la prueba del carbono 14 que podía datarse entre 1404 y 1438. Su autor es anónimo. El emperador Rodolfo II de Bohemia está acreditado como el primer propietario conocido del manuscrito, por el que pagó 600 ducados de oro, unos 70.000 euros. Rodolfo II, sobrino de Felipe II, fue un monarca excéntrico aficionado a las ciencias ocultas. Coleccionaba juguetes mecánicos, autómatas, recetarios de magia y manuales de alquimia.

Una curiosa página del libro de Voynich. XL Semanal

El manuscrito lo heredó su farmacéutico, Jacobus Sinapius, favorito del emperador, al que curó presuntamente de una grave enfermedad con un elixir de su invención. La panacea tuvo una enorme demanda y Sinapius ganó una fortuna. Fue el primero que intentó descifrarlo. En la larga lista de traductores frustrados sobresalen dos: uno es William Newbold, profesor de Filosofía en Pensilvania a principios del siglo XX y condecorado por descifrar mensajes de los espías alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Dedicó los últimos años de su vida a examinar el manuscrito, hasta que perdió la noción de la realidad. Murió loco. el otro es William Friedman, considerado el mejor criptógrafo de la era moderna y uno de los fundadores de la NSA. Friedman descifró el Código Púrpura que protegía las comunicaciones navales japonesas durante la Segunda Guerra Mundial. Pero no pudo con el manuscrito Voynich, aunque su hipótesis de trabajo se considera plausible. No se trataría de un idioma inventado, sino de una lengua probablemente europea 'oscurecida' mediante un algoritmo que desplaza letras individuales.
 
Con la potencia de los ordenadores actuales desentrañarlo debería ser cosa de niños. Pero no es así. Se han hecho pruebas con el hebreo; también con un cóctel políglota de lenguas orientales (chino, tibetano, vietnamita...); con escritura esteganográfica (textos que carecen de significado en su mayor parte, pero que contienen la información oculta en detalles arbitrarios y discretos). Todo, en vano.El propósito del libro también intriga a los estudiosos. Teorías recientes lo relacionan con secretos de los gremios de artesanos de Milán que incluyen la elaboración de venenos y la producción de vidrio, cuya transmisión a potencias extranjeras estaba sujeta a la pena de muerte. Y hay incluso quien lo relaciona con conocimientos pioneros en la energía atómica. Pero llega un punto en que se mezclan la leyenda y los pocos datos fehacientes. No es extraño que se hayan escrito unas treinta novelas sobre el manuscrito. Como escribe Reed Johnson, de la Universidad de Virginia: «Tanta gente ha dedicado tanto tiempo a intentar descifrarlo que si fuera un fraude sería trágico. Nos impulsa el afán de descubrir algún significado trascendente. Por lo menos, que no sea una lista de la compra o un catálogo de chistes verdes de los monjes del siglo XV».

Si quieres saber más sobre el dueño del documento Voynich, quién lo escribrió y las características del pergamino, sigue leyendo este interesante artículo en XL Semanal.

Resuelven el enigma de la estatua egipcia que giraba sola

Una serie de misterio de la cadena británica ITV ha descubierto a qué se debe el movimiento de una estatua egipcia de 3.800 años de antigüedad, que giraba sola en una vitrina y tenía "perplejos" a los expertos del museo de Manchester.Se trata de la estatua Neb Senu, de 24 centímetros de altura y esculpida hacia el año 1800 antes de Cristo como médium espiritual del alma de un funcionario del antiguo Egipto con ese nombre. Propiedad del museo de Manchester (norte de Inglaterra) desde hace 80 años, la estatua, tallada en serpentina -una piedra de color verdoso casi tan dura como el mármol-, fue reubicada hace un año en un armario de la planta baja y pronto empezó a rotar sigilosamente.

Según ha descubierto la serie "Mistery Map" de la ITV, que investiga historias sin resolver, el misterioso movimiento, que se produce siempre en hora punta, se debe a las vibraciones de tráfico y las pisadas de los peatones cercanos. Este movimiento, en el sentido contrario a las agujas del reloj, a veces rápido y otras lento y que comenzó de repente, ha sido uno de los mayores atractivos para los turistas de Manchester, que no querían perderse cómo la estatua les daba la espalda o los miraba de frente según el momento del día.

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La serie de ITV encargó a un grupo de especialistas que colocaran sensores debajo del armario en el que se exhibía la estatua para detectar las vibraciones, lo que permitió dar con la explicación definitiva.
El papel de Steve Gosling
El experto Steve Gosling realizó un seguimiento de los movimientos de la figura durante 24 horas, a través de unos sensores que colocó debajo del mueble que exhibía la obra. "La vibración detectada es una combinación de diferentes fuentes como autobuses que están en el exterior o pisadas de peatones en la calle abarrotada de gente", explicó Gosling. Según dijo, la forma convexa de la base de la estatua hace que sea "más susceptible" a las vibraciones que las que tienen una base plana.

A través de los sensores, Gosling descubrió que, hacia las seis de la tarde, había un pico en las vibraciones que coincidía con el movimiento propio de ese momento -hora punta en el Reino Unido- mientras durante la noche la estatura dejaba de girar. La figura iniciaba no obstante su misterioso baile a las siete de la mañana del día siguiente, hora en que de nuevo se registraban vibraciones al despertar la ciudad. Antes de que se resolviera el enigma, varias hipótesis místicas intentaron explicar el extraño movimiento de Neb Senu.
Por ejemplo, la egiptóloga Anna Garnett atribuía el movimiento a una "fuerza más allá de lo físico", mientras que el estudiante Yulan Li lo describía como "una señal de magia".

Fuente: www.elmundo.es