El origen ibérico de los cartagineses, los enemigos de Roma

El hombre de Birsa, recontruido por expertos a partir de un esqueleto - Wikimedia Commons

En 1994 unos jardineros estaban plantando árboles en el monte Birsa (Túnez), muy cerca del lugar donde se levantó Cartago y una imponente ciudadela del Imperio Cartaginés. Sin quererlo, dieron con un sarcófago dejado allí por los antiguos pobladores, siglos antes de que en el año 146 a. C., el romano Escipión el Africano arrasara la ciudad y acabara con la Tercera Guerra Púnica.

Este pequeño accidente llevó a un importante descubrimiento. En el interior del sarcófago encontraron un esqueleto (izquierda) de más de 2.500 años de antigüedad que perteneció a un joven cartaginés. Se le llamó «El joven de Birsa» o «Ariche» (que significa «el hombre deseado», por la voluntad de las autoridades tunecinas de tenerlo en su territorio) y se comenzó a estudiar sus restos. Gracias a esto, los expertos reconstruyeron sus facciones y le dieron un rostro. Años después de que ocurriera todo esto, un estudio publicado en PLOS ONE este miércoles ha concluído que aquel cartaginés tenía raíces europeas, y que probablemente sus antepasados vivieron en la Península Ibérica.

El hallazgo se ha producido después de secuenciar (leer) el ADN mitocondrial, un material genético que está presente en las mitocondrias, las fábricas de energía de las células, y que se hereda exclusivamente de las madres. Este análisis ha permitido revelar que «Ariche» perteneció a una «rara familia» europea. Se trata del haplogrupo U5b2cl, un conjunto de individuos que comparten una serie de rasgos genéticos y un ancestro común a todos ellos.

«Se cree que U5b2cl es uno de los haplogrupos más antiguos de Europa y que está asociado a poblaciones de cazadores-recolectores. Es bastante raro en las poblaciones actuales, y apenas aparece en Europa en el uno por ciento de la población», ha explicado Lisa Matisoo-Smith (derecha), investigadora en el Departamento de Anatomía de la Universidad de Otago y primera autora del estudio. Esto indica, en su opinión, «que las ciudades cartaginesas eran bastante cosmopolitas».

La odisea de los genes «primitivos»

La historia de U5b2cl es compleja y convulsa. En anteriores investigaciones se comprobó que estos genes «primitivos» quedaron relegados a algunos refugios. Por ejemplo, Matisoo-Smith ha recordado en el artículo que en anteriores investigaciones se ha informado de la presencia de U5b2c1 en poblaciones de cazadores recolectores hallados en el yacimiento de La Braña, en León, y en otras zonas del noreste de Europa.

Pero en realidad, U5b2cl estuvo a punto de desaparecer: «Una oleada de granjeros del Próximo Oriente reemplazó a los cazadores-recolectores, aunque algunos de sus linajes pudieron persistir más tiempo», ha explicado Matisoo-Smith. En opinión de esta investigadora, fueron las rutas comerciales las que permitieron que «estos genes fueran trasladados desde la Península Ibérica y algunas islas, hasta el crisol de Cartago, en el Norte de África».

¿Fue esta la historia del joven fenicio? Podría ser. Se sabe que los fenicios proceden de la zona del actual Líbano y que su influencia se expandió como la pólvora gracias al comercio en el Mediterráneo. Así es como comenzaron a fundar asentamientos y puestos comerciales que luego se convertirían en ciudades como Cádiz, Cartagena, Barcelona o la propia Cartago, en el actual Túnez, conectadas con las importantes ciudades de Tiro o Sidón.

Gracias a esto, la cultura fenicia y el comercio tuvieron un fuerte impacto en la civilización occidental. Por ejemplo, tal como ha recorado la autora del estudio, fueron ellos los que introdujeron el primer alfabeto.

Parte del alfabeto fenicio- LUCA/WIKIPEDIA

«Sin embargo, aún sabemos muy poco sobre los fenicios, excepto por las referencias de romanos y griegos. Esperamos que nuestros resultados y otras investigaciones aclaren los orígenes y el impacto de los fenicios y de su cultura», ha concluido la investigadora. Por ello, los científicos tratarán de buscar este material genético mitocondrial en otros asentamientos fenicios, y al final «recrar la mobilidad humana en el pasado para entender las variaciones que vemos hoy en día», ha dicho la científica. Y además, hacer estos análisis con el ADN nuclear, que puede proporcionar mucha más información.

La historia de los navegantes

De momento, al menos sí se sabe algo acerca del «Joven de Birsa». Gracias al trabajo de expertos en reconstrucción dermoplástica, se puede intuir qué aspecto tenía. Gracias a un estudio antropológico, se concluyó que aquel hombre medía 1,70 metros, que era bastante robusto y que frisaba los 19 o 24 años. Estaba enterrado junto a dos ánforas, una lámpara y una caja de marfil cargada de ricos amuletos y ofrendas de comida, por lo que se cree que formaba parte de las élites de Cartago.
Los fenicios suelen ser reconocidos como una de las más grandes civilizaciones del mediterráneo. Descendían de los cananeos, habitantes de las costas del Mediteráneo, y fueron los creadores del primer alfabeto. Documentaban su historia en papiros, pero el tiempo los desintegró y las guerras y conquistas en sus ciudades principales, como Tiro, Sidón o Biblos, hoy en Siria y Líbano, dificultaron que fueran exploradas en profundidad por los científicos.

Conocidos por sus capacidad para viajar, comerciar y construir barcos, se ganaron su nombre de los griegos por ser los únicos capaces de acceder al tinte púrpura en el Mediterráneo. Sea como sea, sus viajes les llevaron desde Líbano hasta España y Marruecos, y algunos han sugerido que incluso circunnavegaron Africa o que llegaron al sur de Gran Bretaña. Por todo eso, su herencia parece estar profundamente sumergida en las raíces de Europa.

Fuente: ABC.es | 25 de mayo de 2016

El topónimo romano de Jerez se aclara a partir del hallazgo de unas monedas

Francisco Jordi Páez, mostrando dos de las monedas 'Cerit' del siglo I y II a.C. mejor conservadas.

Francisco Jordi Páez es un jerezano de 23 años estudiante de Derecho y amante de la historiografía local desde que era un niño. Lleva varios meses sumergido en la investigación de la procedencia de unas monedas 'Cerit' datadas del siglo I y II a.C que halló en las colecciones privadas de varios aficionados a la numismática. El buen estado de conservación de varios de los ejemplares le ha permitido estudiar con detenimiento cada uno de los detalles vinculados a estas monedas, lo que le ha llevado a detectar pistas que clarifican la ubicación de la casa que acuñaba estos ejemplares durante el Imperio Romano, así como a descubrir uno de los pasos de la evolución del topónimo de nuestra ciudad. Todos los entresijos de su labor investigadora saldrán publicados próximamente en un estudio monográfico titulado 'Tras las pistas de Cerit a través de sus monedas' y editado por Peripecias Libros.

"Hay constancia de muy pocas monedas 'Cerit'. Se conserva una en el Museo Arqueológico de Jerez, otra en el Museo de Villamartín y una en la Real Academia de la Historia de Madrid. Los historiadores Eugenio José Vega y Francisco Antonio Romero García documentaron el hallazgo de una moneda en un cortijo de Nueva Jarilla, y según Sáez Bolaños y Blanco Viñero hay otras tres en los cuerpos numismáticos. Yo por ahora he podido localizar 15 de las 22 existentes. Sobre los ejemplares que pueda haber en las colecciones privadas no puede saberse con exactitud", aclara Francisco.
Moneda de Cerit. Anverso y reverso. Museo Arqueológico Jerez.

Durante la entrevista muestra tres de las monedas mejor conservadas de todas las emisiones que ha localizado. Piensa que dos fueron acuñadas durante los siglos II y I a. C., y la otra, al tratarse de una variante, corresponde a una versión posterior datada del siglo I d. C. Todas pertenecen a emisiones de Hispania Ulterior, de la provincia Bética. En el reverso se encuentra inscrito el topónimo 'Cerit' acompañado de dos espigas horizontales, una arriba y otra abajo. En el anverso se aprecia el rostro de la diosa Ceres. "Hay cierta disconformidad sobre si la diosa porta en el pelo espigas o una corona radiada, siendo esto último algo anómalo al no corresponder con el modelo estándar en una deidad femenina. Yo creo que es una trenza de espigas o simplemente espigas, pues es la diosa del trigo y tiene sentido que estos elementos la representen", afirma.

Encontrar estas monedas en varias colecciones privadas le han permitido elaborar un mapa de localización que lo acerca a la ceca que pudo emitir este tipo de ejemplares. "Según mis indagaciones todo indica que se encontraba en la Sierra de Gibalbín", asegura. Francisco basa su hipótesis en la cercanía a este lugar de los diferentes puntos de localización en los que se han hallado las monedas, lo que evidencia que si la moneda circuló por esta zona, debió existir un núcleo urbano administrativo. "Entre todas las monedas Cerit encontradas, tan sólo de 6 de ellas se conoce su procedencia. Una se halló en Mesas de Santiago, otra en Esperillas, otra en Mesas de Asta, dos en la cima de la Sierra de Gibalbín, cerca del cortijo de Mazmorra, y una última en Utrera, la más alejada de Gibalbín", aclara.

Foto: Sierra de Gibalbín desde las marismas de Morabita. A. García Lázaro

El perfecto estado de conservación y el color verde oliváceo de algunas de las monedas le ha llevado a pensar que en realidad no fueron objeto de circulación, sino que se utilizaron para colocarlas sobre difuntos, de ahí el deterioro en el color provocado por la putrefacción del cadáver. Además, la buena preservación ha llevado a Francisco a descartar que las razones filológicas del topónimo urbano latino 'Ceret' o 'Ceri' sean ciertas, postulando que 'Cerit' es realmente el nombre con el que se debió conocer a Jerez en aquel periodo de tiempo.

"La leyenda urbana no sería 'Ceri' ni 'Ceret', sino 'Cerit', puesto que los errores en los trazados de las leyendas eran muy habituales en los talleres del bajo Guadalquivir debido a la falta de pericia de los abridores de cuños. No es por tanto extraño que nos encontremos con monedas cuyos rasgos paliográficos sean anómalos. En la ceca de Carissa, muy cercana, ocurre lo mismo. Además, muchas veces se retocan los cuños debido a su desgaste y esto crea este tipo de alteraciones en el resultado final de la moneda. Es cierto que no existe unanimidad sobre la ceca de Cerit, pero de ahí que los hallazgos sean claves para decantarse por la ubicación. Estas monedas procedentes de las inmediaciones de Gibalbín y sus alrededores se sumarían a otros hallazgos ya conocidos que apoyarían esta propuesta de ubicación. Esto lo han corroborado especialistas en epigrafía latina y numismática", explica Francisco.

Según este amante de la historia, tanto 'Ceret' como 'Ceri' bien podrían ser maneras de representar topónimos mediante abreviaturas, acortando y eliminando consonantes, y provocando que el término sufriera modificaciones con el paso del tiempo. "El étimo está muy claro. De 'Cerit' podría haber derivado a 'Sharish', después a 'Xerez' y por último terminar en 'Jerez', como se nombra hoy", puntualiza.

Jordi asegura que en ningún caso las monedas de estos coleccionistas son falsificaciones - siendo esto un delito contra el patrimonio español- aunque afirma que durante su investigación se topó con varias monedas Cerit que se subastaban por internet y que resultaron no ser auténticas.

"Es una pena que Gibalbín todavía no se haya excavado, no se sabe lo que hay allí, pero el descubrimiento de estas monedas indica que puede haber muchos restos debajo de tierra de gran valor histórico", señala Francisco quien dice sentirse muy agradecido por que estos coleccionistas le hayan permitido estudiar estas monedas, pues "tener cosas las tiene cualquiera, pero pocos son los que dan un paso hacia delante y las promulgan para la comprensión y deleite del público".

Fuente: diariodejerez.es | 1 de mayo de 2016