Reabre la Casa del Bicentenario, la última maravilla de Herculano rescatada de las cenizas del Vesubio

Casa del Bicentenario en Herculano - REUTERS

Es la última maravilla recuperada en Herculano, famosa en todo el mundo por las excavaciones arqueológicas de la ciudad romana fundada, según la leyenda, por Hércules, y destruida por la erupción del Vesubio, al igual que Pompeya, en el 79 d.C. Se ha abierto al público la Casa del Bicentenario, cerrada en el 1983, una de las más suntuosas de la antigüedad.


Con tres plantas y un total de 600 metros cuadrados, no es de las más grandes, pero sí es una de las más bellas de Herculano. Es un ejemplo de mobiliario de buen gusto, como una puerta de madera que se encuentra casi intacta.

Se descubrió también una famosa «cruz», que se llegó a considerar como uno de los primeros testimonios cristianos, un símbolo de la precoz difusión del cristianismo en la época romana. Incluso hoy la Casa del Bicentenario es famosa por el descubrimiento de esa «cruz». En realidad, análisis posteriores establecieron, gracias a una comparación con otros descubrimientos similares, que se trataba de un soporte de un estante.


La famosa «cruz» de la Casa del Bicentenario - REUTERS

La domus fue construida en época de Giulio-Claudia, la dinastía a la que pertenecieron los primeros cinco emperadores romanos (Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón) que gobernaron el imperio entre el 27 a.C y el 68 d.C. Debe su nombre a que fue excavada justamente dos siglos después de las primeras excavaciones de 1738, conducidas por el célebre arqueólogo Amedeo Maiuri. La casa se cerró en el 1983 por su inseguridad, debida a las carencias estructurales.


Una casa patricia

La Domus del Bicentenario perteneció seguramente a la familia Petronii-Calatorii, empresarios de Herculano, con tres estatuas honorarias en el teatro otorgadas por el Senado local. La riqueza de esta familia de la clase social alta de Herculano se ve reflejada en esta residencia patricia, construida y decorada con todo tipo de lujos, comenzando por su rico pavimento con mosaico a la entrada, que conduce al atrio con el «impluvium» de mármol, una especie de estanque rectangular para recoger el agua de lluvia. En la casa abundan los frescos con dibujos de elementos arquitectónicos, de animales y escenas mitológicas.


Los turistas pueden ver ya algunos ambientes de la domus, pero continúan los trabajos de restauración de esta espléndida residencia, que ofrece una muestra singular de vida doméstica y de los usos y costumbres de los antiguos habitantes. Se encontraba en un lugar estratégico, a pocos pasos del Foro y del Teatro. Los visitantes pueden admirar las reconstrucciones realizadas por el arqueólogo Maiuri y las recientes restauraciones de las pinturas.



La importancia de esta apertura se ha destacado con la presencia del ministro de Bienes Culturales, Dario Franceschini. En la ceremonia se ha resaltado la propia autonomía que han adquirido, desde el 2016, las excavaciones de Herculano como Parque Arqueológico independiente de Pompeya.

Actualmente, unos 600.000 turistas visitan anualmente Herculano, mientras Pompeya bate récord año tras año: Más de 3.600.000 personas la visitaron el pasado año.

Fuentes: abc.es | napoli.repubblica.it | 27 de octubre de 2019

El ‘supertrigo’ de hace 4.200 años que resistió la primera crisis climática de La Mancha

Semillas carbonizadas de trigo, de hace 4.200 años halladas en la Motilla del Retamar / Ana Mª Herranz


El equipo científico que investiga la Motilla del Retamar (Argamasilla de Alba) halla evidencias de la resiliencia desarrollada por los primeros pobladores del Alto Guadiana para adaptarse a un clima hostil

En torno al año 2.200 a.C. la Tierra padeció una de las crisis climáticas más graves de su larguísima historia y los humanos, que ya poblaban todo el planeta y practicaban la agricultura, tuvieron que cambiar su sistema de vida.

Es lo que pasó en La Mancha, en el entorno del río Guadiana, un territorio difícil desde la Prehistoria. De repente llegaron siglos de sequía extrema y frío, los ríos se secaron, la gente dejó de encontrar agua en los manantiales y se tuvieron que organizar de otra forma. Empieza la Edad del Bronce y con ella la jerarquización social en las “motillas”, asentamientos humanos diseñados para controlar el agua subterránea disponible y almacenar cereales durante los siglos de aridez.

Otro detalle de los restos vegetales hallados en la Motilla del Retamar / Ana María Herranz

Trigo de hace más de 4.000 años

Los científicos que investigan la Motilla del Retamar, construida aguas abajo de las Lagunas de Ruidera, en medio del cauce del río Guadiana en Argamasilla de Alba, acaban de hallar evidencias de la resiliencia desarrollada por esos hombres y mujeres para no perecer. “Esta semana hemos encontrado semillas carbonizadas, probablemente sean de un trigo que se adaptó a las condiciones de clima frío y seco, que se utilizaron para hacer pan. Calculamos que tienen más de 4.200 años”, explica el arqueólogo Luis Benítez de Lugo, director del equipo multidisplinar que investiga el cambio climático y social que vivió La Mancha a finales del III milenio antes de Cristo, en los restos de esta motilla.

Cambio climático astronómico, no humano

Los paralelismos con la actualidad son evidentes, la diferencia es que aquella crisis climática que hizo surgir las motillas por todo el territorio del Alto Guadiana, “se produjo por causas astronómicas, no humanas”, subraya Benítez de Lugo.
El arqueólogo de la Universidad Autónoma de Madrid y un equipo que cuenta con una restauradora, un técnico arqueólogo y expertos de disciplinas como la paleohidrología, además de personal del Instituto Geográfico y Minero han retomado las excavaciones en un yacimiento en el que no se intervenía desde los primeros años noventa.

El Ayuntamiento de Argamasilla de Alba quiere consolidar y hacer visitable este yacimiento arqueológico / Lanza

Un recurso turístico para Argamasilla de Alba

“La Motilla del Retamar es un recurso interesantísimo, incluido en el plan desarrollo turístico de Argamasilla de Alba como motor de descongestionamiento de Ruidera”. El proyecto que han iniciado los arqueólogos este año, con trabajo sobre el terreno en septiembre y octubre, es el primer paso de un plan que incluye además la consolidación y restauración, para musealizarla al modo de la Motilla del Azuer, en Daimiel.

¿Qué tiene de especial la Motilla del Retamar? Para empezar que está en medio del río Guadiana, en la zona de desembalse del pantano de Peñarroya, y era un sitio para almacenar grano, lo que evidencia que cuando se construyó el cauce estaba completamente seco, más que ahora.

Entender el río para entender las motillas

“No se puede entender una motilla sin entender el río, uno de los esfuerzos principales de este proyecto es entender el río. Hemos hecho sondeos hidrogeoarqueológicos fuera de la motilla para ver la dinámica del río, y dentro de ella limpieza de conejos, retama, y derrumbes”, comenta el arqueólogo.
Las semillas carbonizadas han aparecido mezcladas con fragmentos de vasijas, “en esa época conocían la arcilla, pero no el torno”. Los restos vegetales los ha recuperado el arqueólogo Edu Vera.

Sondeo hidrogeoarqueológico abierto en medio del cauce del río para conocer y estudiar la evolución / Lanza

Una pieza destinada a matar personas

“Pero no sólo hemos encontrado recipientes con semillas de cereales, también restos de la fauna consumida allí y otros objetos de la vida cotidiana, además de una pieza destinada exclusivamente a matar personas”, señala Benítez de Lugo.

La excavación arqueológica de este año, cofinanciada por la Junta de Comunidades, el Ayuntamiento y un patrocinador privado, ha servido para constatar la gran cantidad de derrumbes y material arqueológico que se han perdido por los años de abandono.

Cementerios en las motillas

Dentro de los derrumbes también se ha localizado alguna tumba. Lo que más se conoce de las motillas es que eran espacios fortificados para guardar los bienes más preciados en ese momento, el agua y el grano, pero también se utilizaban como lugares de enterramiento.
“Las sociedades del tercer milenio a.C. estaban completamente sacralizadas. Todo se interpretaba con un sentido divino, lo que hacen estas gentes es monumentalizar el territorio. Sus muertos estaban en torno a los pozos. La gente ve esos túmulos y entiende que ahí hay muertos”, aclara el profesor de la UAM.

Inicio de la ganadería ovina en La Mancha

Las motillas, entendidas como una red de aguada, se relacionan también con el origen de la ganadería en La Mancha y las ovejas. “El mayor número de huesos de animales que hemos encontrado son de oveja. Se supone que existían estaciones para que abrevara el ganado a lo largo del río”.
Con estos hallazgos la prioridad ahora es vallar el yacimiento y dedicar los siguientes meses al trabajo de laboratorio y gabinete, para continuar en 2020 con la conservación y la investigación. “Los objetivos de la campaña se han cumplido bien”.


El arqueólogo Luis Benítez de Lugo, que dirige el proyecto, explicando sobre el terreno los trabajos arqueológicos de esta campaña / Lanza

Los pozos, un éxito de supervivencia

Según el proyecto ‘Cambio climático y social en La Mancha a finales del III milenio a.C’, del equipo de Benítez de Lugo, las motillas son yacimientos arqueológicos presentes en La Mancha, considerados como el ‘fósil director’, o referente principal, de la cultura más antigua (Calcolítico-Edad de Bronce) capaz de captar agua subterránea a nivel regional en Europa.

La construcción de estos pozos fue una exitosa solución que pervivió casi un milenio y formó parte principal de los procesos de cambio hacia una sociedad más compleja y jerarquizada en la que jugaron un papel principal los varones procedentes del oriente de Europa, que precisamente en ese momento -a finales del Calcolítico- reemplazaron casi por completo a los varones peninsulares.

Las excavaciones arqueológicas desarrolladas en varias de estas motillas, a lo largo de más de tres décadas, han revelado que son instalaciones en zonas llanas, de planta tendente al círculo, con doble o triple línea de muralla y, en ocasiones, con una torre central.

La Motilla del Azuer en las cercanías del río Azuer / J. Jurado

En varias motillas se identificó inicialmente una especie de patio interior, que ha resultado ser un pozo de grandes dimensiones para alcanzar el nivel freático con los medios y tecnología prehistóricos. Así se ha revelado en la excavación más profunda, de unos dieciocho...
Las motillas coexistieron en La Mancha con otro tipo de ocupaciones durante la Edad del Bronce, como los poblados en altura, campos de silos, cuevas o lugares sagrados astronómicamente como el Castillejo del Bonete, en Terrinches, en el que también investiga Benítez de Lugo.

Visita científica en el Castillejo del Bonete, Terrinches, relacionado con la cultura de las motillas, y el equipo de la Motilla del Retamar / Lanza

Visita de un grupo de científicos

En la recta final de la campaña 2019 han visitado los trabajos arqueológicos en la Motilla del Retamar Juan Antonio González y Concepción Fidalgo (catedráticos de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid); la doctora Isabel Martínez Navarrete (CSIC) y el prestigioso profesor Antonio Gilman (USA). En la investigación colaboran el hidrogeólogo Miguel Mejías (Instituto Geológico y Minero de España) y el paleohidrólogo y geomorfólogo fluvial Andrés Díez Herrero (IGME).

Además de financiación de Junta de Comunidades y Ayuntamiento de Argamasilla de Alba en la investigación de la cultura de las motillas colabora como patrocinador privado la empresa E2IN2, cuyo administrador único, Valentín de Torres Solanot, también ha verificado el avance de la campaña que finaliza el jueves.

Fuente: lanzadigital.com | 27 de octubre de 2019

El ADN sitúa el origen de la humanidad en Botsuana hace 200.000 años

Cráneo de Homo sapiens idaltu. Fuente: Nature.

Nuevo giro de tuerca en la ya de por sí compleja historia de la humanidad. Un equipo internacional de investigadores, liderados por la genetista Vanessa Hayes, del Instituto Garvan de Investigaciones Médicas en Sídney (Australia), concluye que todos los seres humanos que hoy pisan la faz de la Tierra procedemos de una única población que habitó hace 200.000 años una región al sur del río Zambeze, al norte de Botsuana.

Esa zona, la actual Makgadikgadi-Okavango hoy desértica, entonces era un extenso humedal, con una vegetación exuberante, rico en recursos, y acogió a la población fundacional de la humanidad, aseguran los autores de este trabajo que publica Nature.

Cuándo, dónde y por qué surgieron los humanos modernos, la especie Homo sapiens, continúa siendo un enigma. Hasta hace apenas dos años el consenso científico era que habíamos aparecido en África 200.000 años atrás; la fecha se basaba en los restos fósiles más antiguos que se habían encontrado, en lo que ahora es Etiopía.

Sin embargo, el hallazgo en 2017 en el yacimiento de Jebel Irhoud, en el oeste de Marruecos, de restos de tres adultos jóvenes de 315.000 años de antigüedad pertenecientes al linaje sapiens obligó a reescribir la historia de nuestra especie y rompió con el consenso científico de las últimas décadas.
“Los fósiles hallados hasta el momento apuntaban hacia un origen en el este de África, mientras que los estudios basados en análisis genético habían sugerido que los humanos modernos surgieron en el sur de África”, resumió en rueda de prensa Hayes. “Nosotros queríamos despejar esa incógnita”.

Para ello, los investigadores utilizaron ADN mitocondrial de grupos que viven en la actualidad en África del sur, incluidos los Joisán, poblaciones nómadas cazadora-recolectoras que se caracterizan por incorporar en sus lenguas consonantes que son una especie de chasquidos. El ADN mitocondrial está contenido en las mitocondrias, las ‘fábricas’ encargadas de producir energía en la célula, y es más pequeño que la copia completa de ADN que hay en el núcleo de todas las células del organismo. El ADN mitocondrial se hereda exclusivamente de madres a hijos, por lo que resulta muy útil para realizar estudios genealógicos.

En este sentido, Hayes y su equipo lo utilizaron para encontrar la línea materna más antigua conocida de los humanos actuales, el llamado linaje L0. Y concluyen que su origen se sitúa en la región del lago Makgadikgadi-Okavango hace 200.000 años.


Vanessa Hayes discutiendo la importancia de la región con el jefe ǀkun ǀkunta de una extensa familia Ju / ’hoansi en la región de Kalahari en Namibia. Hayes ha visitado a esta familia durante más de una década para el estudio/ Chris Bennett.

El modelo paleoclimático, clave

A continuación, usaron datos geológicos, arqueológicos y evidencia fósil para generar un modelo paleoclimático que arrojó una imagen de aquel primer hogar de los sapiens muy distinta de la actual, ahora desértica.

Entonces era un lago de proporciones titánicas -mayor incluso que el actual Victoria, que se extendía desde Namibia hasta Zimbabue, cruzando Botsuana-, el cual, cuando los humanos anatómicamente modernos llegaron allí, se había fragmentado en lagos más pequeños y había formado una zona de humedales, rica en recursos tanto para ellos como para la fauna salvaje.

“Sabemos desde hace tiempo que los humanos modernos se originaron en el sur de África pero hasta este trabajo no podríamos localizar exactamente dónde”, afirmó Hayes, para quien “la zona de humedales Makgadikgadi-Okavango fue posiblemente el origen de los humanos modernos”, aunque, puntualiza, “no podemos excluir la posibilidad de un origen policéntrico”.
Según las conclusiones de este estudio, tras llegar a la zona, durante 70.000 años los sapiens se quedaron allí y luego comenzaron a dispersarse hacia el norte y hacia el sur, seguramente motivados por los cambios en el clima. En concreto, el análisis genético muestra que hace 130.000 años un grupo del linaje L0 emigró hacia el noroeste y 20.000 años después, otro partió hacia el suroeste.

El primer grupo, siempre según los autores de este trabajo, dio lugar a poblaciones de agricultores, mientras que los que fueron hacia el sur subsistieron recolectando alimentos en la costa. Esos resultados que arroja el ADN coinciden, dicen los autores, con los del modelo paleoclimático con el que han reconstruido la evolución temporal de la lluvia y la vegetación de los últimos 250.000 años en el sur de África.

La investigadora Vanessa Hayes comenta su investigación sobre el origen de la humanidad con miembros de una comuniad de Namibia que han donado ADN mitocondrial para el proyecto. (Chris Bennett / Evolving Picture).

Una cuestión aún abierta

No obstante, las conclusiones del trabajo ya han despertado recelos y estupor en los expertos que trabajan en el ámbito de la evolución humana, que consideran que la historia que cuentan Haye y su equipo es “una simplificación”.

En palabras de María Martinón Torres (izquierda), al frente del Centro Nacional de Investigación de la Evolución Humana (CENIEH) “Hay que abandonar esa historia lineal de que las dispersiones [humanas] son salidas lineales, como flechas, con un origen y un destino”.

Para los expertos consultados por La Vanguardia, la cuestión sobre el origen geográfico de nuestra especie está todavía abierta.

“Desde el punto de vista fósil tenemos en Sudáfrica poblaciones como las de 'die Kelders' o 'Klasies River Mouth', en torno a los 90.000 y 100.000 años, que podrían ser perfectamente candidatos para representar la fuente de las primeras dispersiones por el sur. Pero tampoco podemos descartar otras zonas y que el origen, además, fuese más complejo y reticulado, con poblaciones interconectadas y con mucha movilidad”, considera Martinón para quien probablemente hubo muchos ‘out-of-Africa’ y muchos “into Africa”, o más bien un flujo de poblaciones en ambas direcciones una vez las “puertas climáticas y geográficas estuvieron abiertas. En este sentido, añade, el periodo de los 125.000 años se conoce como el 'Green Sahara' y “fue un momento muy propicio para que los humanos modernos hubieran abandonado África por primera vez”.

Para Carles Lalueza-Fox (derecha), paleogenetista del Institut de Biologia Evolutiva (IBE, UPF-CSIC), "El trabajo tiene un problema de muestreo”, a su juicio insuficiente. Además, que Hayes y su equipo se hayan basado únicamente en ADN mitocondrial es un punto flaco. “Este tipo de trabajos requiere que se analice el ADN nuclear, porque el mitocondrial no puede dar un tipo de información como es el origen”.

Además, incide Lalueza, "Hasta el momento el linaje basal más antiguo de cromosoma Y [masculino], que es el A00, no se encuentra en Sudáfrica, sino en regiones de África central y occidental y tiene entre 300.000 y 350.000 años de antigüedad”, lo que no casaría con una población fundacional de hace 200.000 años en el sur de África. Tampoco resulta coherente, afirma este investigador, presuponer como hace el trabajo de Hayes que la distribución actual de linajes es la misma de hace 200.000 años.

“Siempre estuvimos aquí. Cuenten nuestra historia”

En la región del desierto el Kalahari, que ocupa el 70% de Bostwana y parte de Namibia y Sudáfrica, habitan diversas poblaciones de cazadores-recolectores en la actualidad que representan en muchos aspectos la forma de vida ancestral del ser humano. Los Khoisan o Joisán son el grupo étnico más importante, el cual está integrado a su vez por otros dos grupos, los Joi y los San. Quizás la característica más identificativa de los Joisán es que utilizan chasquidos o cliqueos al hablar. Cuando los investigadores entraron en contacto con clanes Joisán en la actual Botsuana, y les explicaron que pretendían tomarles muestras de ADN para estudiar el origen de la humanidad, los Joisán “Desde un principio querían que se explicara su historia. Dicen que ellos saben que siempre han estado aquí, en esta región, es una historia que se cuentan de generación en generación desde tiempos ancestrales”, explicó Vanessa Hayes durante la rueda de prensa para presentar los resultados de su estudio.

Fuente: lavanguardia.com | 29 de octubre de 2019
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El río Okavango, en la zona que, según un nuevo estudio, procede el ser humano moderno.

La genética sugiere que nuestra especie surgió en un paradisiaco humedal de Botsuana

Un estudio publicado hoy reaviva una larga polémica científica que se centra en responder una pregunta aparentemente sencilla: ¿en qué lugar se originó nuestra especie?

La respuesta aceptada por casi todos es África. Pero cuando se intenta afinar en qué país está la cuna del ser humano actual empieza la guerra. Es sencillamente imposible reconciliar lo que dice la genética —que los ancestros del Homo sapiens actual surgieron en África hace unos 200.000 años— con lo que muestran los fósiles más antiguos de esta especie, hallados en lugares tan dispares como Marruecos o Etiopía.

Ahora, un estudio liderado por Vanessa Hayes, de la Universidad de Sidney (Australia), afirma que los ancestros de los humanos actuales, los Homo sapiens con una fisonomía como la actual, provienen de un paradisiaco humedal situado en el norte de Botsuana. Se basan en el análisis de la mayor base de datos de ADN mitocondrial de los Joisán, tribus africanas que siguen manteniendo un estilo de vida nómada basado en la caza y la recolección.

La investigadora Vanessa Hayes aprendiendo a hacer fuego con la población local de cazadores hoansi en la tierra natal ahora seca del gran Kalahari en Namibia / Chris Bennett.


El ADN mitocondrial es una información genética que pasa de madres a hijos. En manos de los genetistas funciona como un reloj evolutivo que muestra el grado de parentesco por vía materna entre diferentes poblaciones y permite calcular la antigüedad del linaje original, conocido como L0, el más antiguo conocido que sigue existiendo en la actualidad.

El estudio, publicado en Nature, ha leído el genoma mitocondrial de 1.217 africanos de ese linaje. Los autores del trabajo sitúan su origen hace unos 200.000 años entorno al lago Makgadikgadi, que fue el mayor de África. En aquella época el lago ya había empezado a secarse y formó una plétora de lagunas menores y humedales idóneos para que prosperasen grupos de cazadores recolectores.
Los investigadores han reconstruido el clima de los últimos 250.000 años. Según sus resultados este entorno, que en la actualidad es un desierto, pudo mantener a los primeros humanos modernos durante 70.000 años. Después, hace unos 130.000 años, se abrió un pasillo verde hacia el noreste que facilitó la primera migración humana hacia esa zona. Hace 110.000 años, otro grupo salió de esa patria original en Botsuana para dirigirse hacia el suroeste de África.

Estudios genéticos anteriores han desvelado que justo en esa época sucedió la primera gran migración de humanos fuera de África. Esa oleada no prosperó, pues ninguna población actual de fuera de África lleva su ADN. Sería otra migración posterior, hace unos 70.000 años, la que tuvo éxito y pobló el resto del planeta. Mientras, los descendientes del primer grupo de humanos en los que se centra el estudio de Hayes nunca dejaron África, de hecho nunca dejaron de ser cazadores y recolectores, pero su distribución geográfica actual sigue reflejando las antiguas migraciones desde ese “hogar ancestral” en el norte de Botsuana.

Aunque no se puede descartar que haya múltiples orígenes para el Homo sapiens dentro de África, los autores del estudio sostienen que el humedal del Makgadikgadi es la “posible patria” de la humanidad actual, al menos por vía materna.

Reconstrucción virtual de una mandíbula 'sapiens' hallada en Misliya, Israel, de unos 180.000 años (Gerhard Weber, University of Vienna).


Sorprendentemente el estudio no menciona que hay muchos fósiles que no encajan en su relato. Los restos más antiguos de Homo sapiens que se han hallado hasta el momento son de hace unos 300.000 años, 100.000 antes que el hogar ancestral, y aparecieron en Jebel Irhoud (Marruecos), lejísimos de Botsuana. Los otros restos fósiles de sapiens más antiguos conocidos, de hace unos 200.000 años, se encontraron en Etiopía, en una zona también alejada del norte de Botsuana. Incluso fuera de África, en el Monte Carmelo, en Israel, han aparecido fósiles de sapiens muy antiguos, de hace unos 180.000 años.

Sobre los restos de Marruecos, Hayes aduce que su trabajo se ha limitado al análisis genético de personas actuales y que hasta que no sea posible extraer ADN de esos fósiles, algo extremadamente complicado debido a la pobre preservación del material genético en estos climas y con tanta antigüedad, no hay forma de saber si estaban emparentados o no con los humanos actuales.

Probablemente este trabajo no zanje la polémica de si los humanos provienen de un único origen o son resultado de mezclas entre diferentes grupos llegados de lugares diferentes. “Este trabajo presupone que la humanidad ha estado congelada los últimos 100.000 o 200.000 años, es decir, que allí donde surgieron los linajes más basales es allí donde se encuentran hoy en día”, advierte el genetista del CSIC, Carles Lalueza-Fox. “Otro problema es que el ADN mitocondrial es un único marcador genético, e inferir los cambios genómicos a partir de éste es problemático. Por ejemplo, en un reciente trabajo, veíamos que una migración básicamente masculina transformó toda la ancestralidad ibérica hace unos 4.000 años pero dejó intacta la composición materna (mitocondrial). En África, mi equipo tiene en prensa un trabajo paleogenómico con muestras antiguas africanas donde mostramos que había varias poblaciones ancestrales en el continente que contribuyeron al origen de nuestra especie y que proporcionan un panorama mucho más complejo que el mostrado aquí”, resalta.

“Es un estudio interesante pero, como muchos otros que se concentran solo en una pequeña parte del genoma, en una sola región, en un solo tipo de herramientas de piedra, en un fósil excepcional, no logra capturar toda la complejidad de nuestros orígenes”, resalta Chris Stringer (izquierda), paleoantropólogo del Museo de Historia Natural de Londres.

“Si se analiza el ADN masculino, el del cromosoma Y, las poblaciones más ancestrales provienen del oeste de África mientras que otro trabajo que analizaba el genoma de las poblaciones ancestrales que salieron de África las situaba en el Este del continente”, añade.

Fuentes: elpais.com | agenciasinc.es | 28 de octubre de 2019

Nuevas evidencias sugieren que los neandertales fueron capaces de hacer fuego

Una representación de un artista muestra a neandertales alrededor de una fogata. Foto: James Ives

Aunque los neandertales usaron fuego de forma regular, durante años los arqueólogos se han preguntando si fueron capaces de hacerlo o si consiguieron el fuego de otras fuentes naturales. Sin embargo, nuevas evidencias geoquímicas sugieren que los neandertales poseían la capacidad cultural para, por así decirlo, organizar sus propias barbacoas en la época paleolítica.

Me cuesta admitirlo, pero si yo estuviera perdido en la naturaleza y necesitara hacer fuego sin unas astillas o un mechero, bueno, estoy seguro de que pasaría una noche muy fría. En realidad, la habilidad de poder hacer fuego me recuerda a la magia. Por lo tanto, imagine lo que significó para los primeros humanos.

En un momento determinado, nuestros ancestros utilizaron el poder del fuego para mantener el calor, hacer comida, producir nuevos materiales, mantener lejos a los depredadores o iluminar cuevas oscuras. Y, por supuesto, también proporcionó una nueva actividad social: reunirse alrededor de una fogata.

Los estudios arqueológicos sugieren que varias especies de homínidos empezaron a usar el fuego hace por lo menos 1,5 millones de años, pero nadie sabe cómo conseguían ese fuego. Esta habilidad, o la capacidad de hacer y controlar el fuego, se conoce como pirotecnología, y cambió el paradigma. En general, se había pensando que solo nuestra especie, Homo sapiens, poseía esta habilidad.

No obstante, nueva evidencia presentada esta semana en Scientific Reports sugiere que los neandertales también tenían la capacidad para hacer fuego. Investigadores de la Universidad de Connecticut demostraron que así era al combinar evidencias arqueológicas de hidrocarburos e isótopos derivadas de interacciones humanas con el fuego con lo que era el clima hace decenas de miles de años. De acuerdo con los investigadores, los neandertales tuvieron un pobre acceso a los incendios forestales, lo cual significa que la única forma de conseguir fuego era hacerlo ellos mismos.

“Se asumía que el fuego era un dominio del Homo sapiens, pero ahora sabemos que otros humanos antiguos, como los neandertales, podían hacerlo”, afirma Daniel Adler (izquierda), uno de los autores del nuevo estudio y profesor adjunto de antropología en la Universidad de Connecticut, en una declaración. “Al final, quizá no somos tan especiales”.

Sabemos que los neandertales y otros homínidos usaron fuego porque existe evidencia arqueológica para demostrarlo, como restos de los fosos de fuego o los huesos quemados de diferentes animales. Pero también existe evidencia que muestra que los neandertales tenían los materiales necesarios para hacer fuegos, específicamente bloques de dióxido de manganeso. Pequeñas cantidades de este material pueden ayudar a las personas a hacer fuego, ya que se puede encender en temperaturas más bajas que otros materiales.

Dicho esto, hay evidencia de Francia que afirma que el fuego que hicieron los neandertales está relacionado con periodos de temperaturas más cálidas, o épocas en las cuales los bosques estaban llenos de materiales inflamables y en las que había más probabilidades de impactos de relámpagos. Se ha citado este y otros casos como ejemplos de que los neandertales no tenían habilidades pirotécnicas, dado que era fácil que consiguieran fuego de los arbustos en llamas.

Para el nuevo estudio, Adler y sus compañeros tenían como objetivo realizar una prueba de hipótesis, o determinar si el uso de fuego por los neandertales estaba asociado con los incendios forestales.
Una parte crítica de la investigación es una molécula llamada hidrocarburo aromático policíclico, o PAH por sus siglas en inglés. Se liberan PAHs cuando se queman materiales orgánicos, y pueden proporcionar un historial de fuego a lo largo de la escala geológica temporal. También vienen en dos variedades. Los lPAHs tienen PAHS de un peso molecular menor, mientras que los hPAHs tienen PAHS con un peso molecular alto. Los lPAHs pueden atravesar largas distancias, mientras que los hPAHs se mantienen en la zona local.
Lusakert Cueva 1 y Cueva 2 a lo largo de un canal del río paleo-Hrazdan. (Ellery E Frahm et al. / Unidades de materia prima lítica basadas en propiedades magnéticas . Semantic Scholar).

Para el estudio, los investigadores analizaron lPHAs dentro de la cueva Lusakert 1 en Armenia, una cueva neandertal, y consideraron que eran evidencia del uso de fuego. Los hPHAs fuera de la cueva, por el otro lado, eran evidencia de incendios forestales. Los científicos también analizaron los datos isotópicos de plantas fosilizadas, específicamente de la cera encontrada en las hojas, para determinar cómo eran las condiciones climáticas de aquella época.

Se analizaron 18 capas sedimentarias de hace 60.000 y 40.000 años de la cueva Lusakert 1. Los hHPAs en estas capas, junto con otros datos arqueológicos, indicaron que los neandertales habían usado el fuego de forma extensa en la cueva. Durante el mismo periodo, se constató que se habían producido pocos incendios forestales fuera de la cueva. Además, los datos isotópicos demostraron que no había condiciones en el medioambiente, como la sequedad excesiva, que facilitaran la creación de fuego.

Esto condujo a los autores a rechazar la hipótesis que afirma que el uso del fuego por los neandertales “dependía de su ocurrencia natural en el entorno regional”, según el estudio. De hecho, la investigación indica que los neandertales usaron fuego de forma frecuente “durante periodos en los cuales se producían pocos incendios forestales”, escriben.

Alex Brittingham (izquierda), un químico y autor del estudio, describió los hallazgos de la siguiente manera: “Parece que pudieron controlar el fuego y que no dependían de los incendios forestales”.

Los investigadores se enfrentaron a un desafío a la hora de recoger todos los datos y asegurarse de que pertenecían a la misma época. “En un contexto arqueológico como el que existe en la cueva Lusakert, nos vemos obligados a responder a todas las preguntas utilizando escalas temporales más largas”, le dijo Brittingham a Gizmodo en un email.

“Así que todo los datos que presentamos en la publicación, ya sea información sobre el clima deducido por la cera encontrada en las hojas, los datos de fuego de PAHs o datos de la ocupación humana por restos de herramientas líticas, se basan en un promedio de tiempo. Por lo tanto, cuando comparamos estos conjuntos de datos independientes, lo hacemos con diferentes capas estratigráficas”.

Al final, el estudio presenta evidencia indirecta, en lugar de evidencia directa como bloques de dióxido de manganeso u otras pistas, que apoya la idea de que los neandertales dominaban la pirotecnología. Se necesitarán más evidencias para que la teoría sea más aceptada, pero el estudio es un buen primer paso.

Infografía correspondiente a la Cueva del Humo (Alicante) y representa los hogares encontrados en dicho complejo donde vivieron en exclusividad preneandertales y neandertales. © Centro de Interpretación Yacimientos Arqueológicos de la Araña

Otra potencial limitación del estudio es la posibilidad de que los materiales sedimentarios se hubieran movido a lo largo de los años, o que se hayan degradado o diluido debido a la erosión.
“Sin embargo, dada la buena preservación de los otros hidrocarburos en la zona, no creemos que esto sea un problema”, le dijo Brittingham a Gizmodo.

El hecho de que los neandertales tenían la capacidad de crear fuegos no es una gran sorpresa. Estos homínidos demostraron que poseían el pensamiento abstracto con sus pinturas rupestres. También crearon herramientas y fabricaron su propio pegamento, así que está claro que eran muy creativos y trabajadores. Además, pudieron vivir en Eurasia durante unos 360.000 años, un logro impresionante. Las ideas de que sobrevivieron durante tanto tiempo sin la habilidad de hacer fuegos o que su extinción se debe a que no tenían capacidades pirotécnicas parecen ser las que son improbables.

Brittingham piensa aplicar las mismas técnicas de investigación para analizar otras cuevas ocupadas por humanos primitivos. Actualmente está trabajando con un equipo en Georgia, entre otros lugares, para determinar si la utilización del fuego se empleó de forma independiente por otros grupos en diferentes áreas geográficas.

"¿Era algo que la gente en Armenia podía hacer pero la gente en Francia no podía hacer? ¿Se desarrolló su uso de forma independiente?", pregunta Brittingham.

Fuentes: es.gizmodo.com |eurekalert.org | 26 de octubre de 2019

Hallan objetos desconocidos en la sepultura de un niño Selk’nam en Tierra del Fuego

Cráneo del niño. Aparece rota al haber aflorado de la tumba que se había erosionado / Foto cedida por Cedidas por Thierry Dupradou

El pueblo Selk’nam de Tierra del Fuego era una tribu que vivía en el extremo sur de América del Sur. Estaba formado por cazadores recolectores nómadas que subsistían en sus orígenes gracias a los guanacos salvajes, aves, roedores, marisco y pinnípedos (focas, lobos marinos y morsas) que cazaban. A principios del siglo XX, enfermedades infecciosas y un genocidio perpetrado por colonos británicos, argentinos y chilenos acabaron con la mayoría de ellos.

Junto a sus vecinos, los Haush, esta tribu era de los pocos grupos de cazadores recolectores en América cuyo sustento estaba restringido a una isla. Su registro arqueológico es abundante, sin embargo, poco se sabe sobre sus prácticas mortuorias.
Un estudio internacional, liderado por la Universidad de Magallanes en Punta Arenas (Chile), con participación del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC), ha descrito un entierro infantil de esta tribu con características únicas, localizado en Bahía Inútil. La datación por radiocarbono sitúa el entierro al comienzo del período postcolombino.

“Ni en Tierra del Fuego chilena o argentina se había hallado un ajuar parecido junto a restos humanos de cazadores recolectores terrestres. Los enseres eran mucho más sencillos, pero en general se trataba de enterramientos de adultos”, dice a Sinc Alfredo Prieto (izquierda), investigador de la Universidad de Magallanes, que lidera el estudio publicado en la revista The Journal of Island and Coastal Archaeology.

En el trabajo, Prieto y su equipo describen los materiales arqueológicos hallados junto al esqueleto de un niño muy bien conservado. Lo que llama la atención son los artículos funerarios que lo acompañan, inusuales en esta región.

“Hay varios elementos misteriosos cuyo uso desconocemos. Ni siquiera sabemos si se trata de copias o de herramientas en uso de la época. Podrían ser, por ejemplo, reproducciones de herramientas de madera que nunca perduraron. Tampoco podemos aventurar nada al respecto. Algunas de ellas simulan herramientas conocidas, como pinzas para el fuego. Otras, como unas bolas con surcos o herramientas de piedra sí sabemos que se usaban”, añade el científico.

Pares mandibulares de guanaco adulto que formaban parte del ajuar singular del enterramiento / Fotos cedidas por Thierry Dupradou.

Huesos agrupados por pares

Los restos del niño estaban acompañados por diseños únicos de artefactos óseos. En su mayoría eran fragmentos de picos de pingüino rey (el 75 % de los restos) y de las mandíbulas de guanaco organizadas en pares para que parezcan picos, algo inusual y no observado anteriormente en otras sepulturas. El pingüino rey forma parte de la mitología Selk’nam.
La abundancia, densidad y diversidad de las tumbas documentan un conjunto material y cultural complejo, además de una habilidad técnica que no se había descrito hasta ahora en este grupo de cazadores recolectores.

“Los pares de mandíbulas de guanaco son notables. Aparecieron juntos de a dos y uno tiene incluso evidencias de amarre. Por el tipo de corte y el tamaño parece que su función era utilizarlos como picos, algo muy extraño”, asegura Prieto. En la literatura arqueológica no se encuentra nada parecido en ninguna parte del mundo.
Hallaron también materias primas líticas, ligeramente grabadas, algo relativamente raro en estos yacimientos. Muchos de estos componentes no habían sido vistos nunca en el registro arqueológico ni etnográfico de la Tierra del Fuego.

“Una extraña pieza que evoca una lanzadera nos revelaría técnicas de tejido de redes, pero es el único fragmento cuya forma parece inducir una función. Además, la totalidad de las piezas son juegos por pares estructurales; entre lo puntiagudo y lo rajado, o entre lo abierto y lo cerrado, hechos de diversos materiales. Como perdemos la integridad de la colocación original, no sabemos bien si formaban parte de ‘mecanismos’ mayores”, continúa.
“Hay varios elementos misteriosos cuyo uso desconocemos", dice Alfredo Prieto.

Una genética particular

Hombres Selk'nam pintados con dibujos totémicos.

Según los registros arqueológicos, parece que la población Selk’nam apenas excedió las 1.500 personas, en un territorio de casi 48.000 km2. Además, hasta el momento los científicos no saben determinar si estos individuos fueron descendientes directos de los primeros grupos que poblaron la isla, o si llegaron más tarde.

Los restos humanos del niño revelan que perteneció a un joven de corta edad que tenía una dieta predominantemente terrestre. Los análisis osteológicos no mostraron problemas óseos o patologías, lo que sugiere que era un individuo sin ninguna anomalía. “Desconocemos las causas del fallecimiento”, añade el experto.
La información etnográfica señala que las muertes infantiles no debidas a accidentes eran incomprensibles para los Selk’nam, que generalmente culpaba de ello a un chamán de un grupo enemigo y promovían actos de venganza.

Otra particularidad de este hallazgo es que proporciona la primera evidencia genética del subhaplogrupo mitocondrial D1g5 en la población de Selk'nam en Tierra de Fuego. Este hecho podría indicar que sus orígenes están en la primera ola de colonización humana de América del Sur.

“El haplotipo mitocondrial D1g5 no fue descrito hasta 2012 y en parte es porque tiene una distribución bastante restringida al sur de Sudamérica. Localmente, en el sur de Chile y Patagonia puede ser bastante frecuente. Se le ha calculado una antigüedad de unos 15.000 años, es decir, resultado de la llegada de algunos de los primeros colonizadores de América y su subsiguiente dispersión por el cono sur”, explica a Sinc Carles Lalueza Fox (izquierda), investigador del Instituto de Biología Evolutiva (UPF-CSIC) y coautor del estudio.

Es la primera vez que se describe en Tierra del Fuego, pero es coherente con la posibilidad de que hubiera contactos con poblaciones locales al norte del Estrecho de Magallanes. “También cuadra con indicaciones de restos marinos, ya que el niño se encontró en la costa del canal y aunque los Selk'nam eran cazadores recolectores terrestres, indicaría menos aislamiento del que se suponía por testimonios etnográficos y más contactos con poblaciones vecinas”, argumenta Lalueza Fox.
Actualmente su equipo está secuenciando algunos genomas de aborígenes de Tierra del Fuego para integrarlos en el contexto de la diversidad genómica del continente americano. “Es posible que podamos encontrar algunas evidencias de selección natural y adaptación al frío en algunos genes relacionados con el metabolismo”, concluye.

Tan solo otros cinco haplogrupos de ADNmt se han descubierto hasta ahora en muestras de poblaciones antiguas en esta región: la de este niño Selk’nam, dos Yamana y dos Kawesar.

Lugar del hallazgo junto a la costa de la Bahía Inútil, Tierra del Fuego / Universidad de Magallanes

Interacción con otras culturas

El entierro proporciona evidencia de interacciones de largo alcance con otras culturas tanto en el continente, como en otras partes de la isla. Sus vecinos inmediatos eran otros grupos nómadas, dos marítimos (Yamana y Kawesar) y dos terrestres (Haush en la isla y Aonikenk en el continente).
Los Selk’nam no eran navegantes, por lo que todos los artículos de este tipo que se encontraron en el enterramiento provendrían de fuera de Tierra del Fuego, obtenidos de sus vecinos cercanos.

Contactos directos e indirectos con estos grupos serían cruciales para obtener acceso a animales exóticos y materias primas, como por ejemplo, el ñandú de Darwin (Rhea pennata), la obsidiana verde o los restos de molusco D. magellanicum hallados en yacimientos de esta región.

El ñandú de Darwin se extinguió en Tierra del Fuego a finales del Pleistoceno, y su presencia entre las tumbas significa que probablemente fue traído de la estepa continental. La obsidiana ya se había descubierto previamente en Bahía Inútil, no muy lejos de este enterramiento. D. magellanicum habita las profundidades marinas de Magallanes y probablemente fue recogido por mar en botes. “Los Selk’nam no eran navegantes”, apunta Prieto.

Este entierro proporciona una ventana única para descubrir aspectos previamente desconocidos de la sociedad Selk'nam.

Fuente: agenciasinc.es | 23 de octubre de 2019

Hallazgos romanos cuestionan el origen árabe de Madrid

Reciente hallazgo del suelo de una casa romana en la Casa de Campo de Madrid. EFE

Los orígenes de Madrid se han vinculado tradicionalmente a una medina árabe, hecho que choca con los recientes hallazgos arqueológicos de la Casa de Campo, que se suman a las distintas zonas donde se concentran restos de dominación romana en la ciudad.

La Casa de Campo, enclave donde se ha encontrado recientemente el suelo empedrado de una casa, tejas, una moneda, parte de dos piscinas o depósitos de agua y restos de cerámica entre trincheras de la Guerra Civil que han sido asociados a un asentamiento romano del siglo II A.C., es el último descubrimiento de una región que cuenta con 533 yacimientos registrados por la Dirección General de Patrimonio Cultural.

Si bien es cierto que el grueso de los descubrimientos se encuentran a lo largo y ancho de la Comunidad, la ciudad de Madrid también cobija algunos vestigios de la época de la dominación romana, donde Carabanchel se erige como un ejemplo claro para entender la magnitud de la extensión del Imperio Romano hasta la capital.

La asociación Carabanchel Historia y Patrimonio tiene constancia de que, al menos desde el siglo XVIII, ya se conocía que la finca Eugenia de Montijo podría alojar un mosaico romano (abajo) y una Minerva de Bronce, objetos que se pueden encontrar en el Museo de los Orígenes de Madrid.

Restos en el Metro Marqués de Urquijo

“En Carabanchel se han encontrado restos en el Metro Marqués de Urquijo, donde la superficie que puede contener se distribuye desde el mosaico de la Villa de Carabanchel hasta las obras de Vía Carpetana, por lo que hay unos 500 metros de superficie que pueden esconder un yacimiento de grandes dimensiones”, aseguran desde la asociación Carabanchel Historia y Patrimonio.
La asociación sostiene que la obra “no interesa a nadie, ni a la Administración central, ni al Ayuntamiento ni a la Comunidad de Madrid”. “A la Administración no le interesa porque el terreno pertenece al Ministerio de Interior y, tras derribar la cárcel, se planteó que el terreno fuera urbanizable; al Ayuntamiento, porque afecta al trazado de una vía que quieren urbanizar; y a la Comunidad, por el gasto que supondría”, lamentan.

No obstante, y gracias a la “presión popular”, el Colegio de Arqueólogos se ha puesto manos a la obra y ha creado un grupo de expertos para estudiar la dimensión del yacimiento y solicitar la declaración del área como "Bien de Interés Cultural", lo cual supondría un impulso para una zona “abandonada”.
Foto: Ara del Puente de los Franceses. MAN.38.313
A principios de siglo fue descubierta esta ara en una huerta cercana al Manzanares, junto al Puente de los Franceses. Este pequeño monumento en granito corresponde a un sepulcro doble, donde fueron enterrados una mujer de nombre Emilia Heuticia y un niño de siete años, de nombre perdido. Posteriormente, en esta misma zona se encontraron cerámicas romanas y alguna moneda, lo que llevó a interpretar el conjunto como perteneciente a una necrópolis. Los más recientes hallazgos, en la cercana Ciudad Universitaria, de unos basureros romanos, podrían servir para reinterpretar esta lápida, relacionándola con un poblado o una explotación agraria situado en las inmediaciones.

Vicálvaro, otro foco de restos romanos

Vicálvaro es el otro foco principal de dominación romana que persiste en la actualidad, una zona cuya existencia se conocía desde finales del siglo pasado, pero que adquirió relevancia a partir de los trabajos arqueológicos realizados entre 2007 y 2010 por la investigadora Alexandra Uscatescu.
En concreto, las excavaciones sacaron a la luz “unas tres hectáreas de terreno” enmarcadas en la ermita Virgen de la Torre, en un llano cercano al Cerro Almodóvar, concretamente entre el arroyo de los Migueles y el Cerro de los Castillejos, según datos proporcionados por la asociación Vicus Albus y extraídos de una investigación llevada a cabo por Uscatescu.

En aquel trabajo arqueológico, Uscatescu constató que el asentamiento descubierto fue “una fundación ex novo” -esto es, que los primeros pobladores lo levantaron de la nada- datada entre los siglos I-II y asociada tanto a la dinastía Julio-Claudia como a un momento indeterminado del siglo II.
La autora destaca el hallazgo de decoración pintada en el interior de las casas, en las que también se encontraron cornisas molduradas además de signos de decoración con estucos en relieve, que albergaban “finos diseños de dientes de lobo” propios de la época Flavia.

Vasija romana decorada hallada en Vicálvaro (Ermita de la virgende la Torre)

Numerosos asentamientos en la Comunidad

Fuera de la ciudad, en distintos lugares de la Comunidad de Madrid, existen numerosos asentamientos romanos como la Ciudad Romana de Complutum, en Alcalá de Henares; el conjunto arqueológico de Dehesa de la Oliva, en Patones, las calzadas romanas de Cercedilla y Galapagar o el yacimiento de El Beneficio, ubicado en Collado Mediano.

La Dirección General de Patrimonio Cultural asegura que algunos de los hallazgos se han preservado como “reservorios de ciencia para las futuras generaciones”, mientras que “otros muchos están en fase de investigación y estudio”.


Detalle de la ciudad romana de Complutum

De entre todos los yacimientos descubiertos, destaca especialmente la Ciudad Romana de Complutum, en Alcalá de Henares, construida en la época de Augusto y reformada hacia el año 50 en la época del emperador Claudio Nerón, cuyo diseño urbano “se ciñe a un formato característico del urbanismo romano, una trama ortogonal con límites discernibles de más de 50 hectáreas”, según la Dirección General de Patrimonio Cultural.

En 2018, la Comunidad comenzó un proyecto de investigación, con la colaboración de la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad de Educación a Distancia para “estudiar la Vía XXIV del Itinerario de Antonino e implementar una serie de visitas a algunos yacimientos romanos de Madrid para posibilitar el conocimiento de los ciudadanos de este importante legado cultural”.
“En la actualidad, se está estudiando la Vía XXIV del Itinerario de Antonino para que funcione como elemento vertebrador y permita comprender mejor y facilitar el recorrido por estos yacimientos visitables de la Comunidad de Madrid”, explica la directora general de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, Elena Hernando.

Fuente: rtve.es| 24 de octubre de 2019

Fuertes tormentas de polvo de invierno pudieron haber causado el colapso del Imperio Acadio

Existe una clara correlación entre las antiguas anomalías climáticas de invierno (verde, azul y rojo) y el área de la civilización de Mesopotamia y el Imperio Acadio (negro) a través del tiempo, con el lado derecho del gráfico que representa la actualidad. Las anomalías están en relación con los valores actuales.

Los registros de corales fósiles proporcionan nuevas evidencias de que los frecuentes vientos shamal invernales, que producen grandes tormentas de arena, y una prolongada y fría estación invernal contribuyeron al colapso del antiguo Imperio Acadio en Mesopotamia, según un nuevo estudio.
El Imperio Acadio (siglos XXIV al XXII a.C.) fue el primer imperio unido en Mesopotamia y prosperó con el desarrollo de la irrigación. Sin embargo, los asentamientos parecen haber sido abandonados repentinamente hace unos 4.200 años, causando su colapso. La zona no se recuperaría hasta unos 300 años después.

Mapa en el que se señalan los lugares de las muestras obtenidas de corales fósiles (estrellas rojas) con respecto a Mesopotamia (puntos verdes) y la dirección del viento / foto Watanabe T.K. et al, The Geological Society of America.

Investigadores de la Universidad de Hokkaido, el Instituto de Ciencias de Arrecifes Coralinos KIKAI, la Universidad de Kyushu y la Universidad de Kiel realizaron reconstrucciones paleoclimáticas de la temperatura y los cambios hidrológicos de las áreas alrededor del yacimiento arqueológico de Tell Leilan, en Siria cerca del río Djarrah, considerado el centro del Imperio Acadio. Además examinaron seis corales fósiles Porites de 4.100 años de antigüedad procedentes del Golfo de Omán en la dirección del viento. Las muestras obtenidas fueron datadas por radiocarbono y analizadas geoquímicamente para confirmar que no estaban alteradas significativamente en su estado actual.

El Imperio Acadio en la época de Sargón I el Grande

Los datos de esos corales fósiles se compararon con muestras de coral modernas e información meteorológica. Aunque es normal que el área de estudio reciba una cantidad significativa de lluvia en el invierno, los datos de los corales sugieren que, durante el tiempo del colapso del Imperio Acadio, el área sufrió importantes períodos de sequía. Los datos anteriores y posteriores al colapso son, además, comparables a los datos modernos sobre los corales, por lo que los períodos de sequía habrían sido repentinos e intensos.

La evidencia fósil muestra que hubo una temporada prolongada de vientos shamal de invierno acompañada de días de shamal frecuentes. El impacto de las tormentas de polvo y la falta de lluvia habrían causado grandes problemas agrícolas, posiblemente conduciendo a la inestabilidad social y la hambruna, factores que anteriormente se habían asociado con el colapso del imperio.

Uno de los fósiles de 4.100 años de antigüedad / foto Hokkaido University

La evidencia fósil muestra que hubo una prolongada temporada de vientos shamal en invierno acompañada de frecuentes días de tormentas de arena. El impacto de estas tormentas y la falta de lluvias habría causado grandes problemas agrícolas que pudieron llevar a la inestabilidad social y al hambre, ambos factores que se han asociado previamente con el colapso del imperio.

"Aunque el momento oficial del colapso del Imperio Acadio es la invasión de Mesopotamia por otras poblaciones, nuestras muestras fósiles son ventanas en el tiempo que muestran que las variaciones en el clima contribuyeron significativamente al declive del imperio", dijo Tsuyoshi Watanabe del Departamento de Ciencias de Historia Natural de la Universidad de Hokkaido. "Una mayor investigación interdisciplinaria ayudará a mejorar nuestra comprensión de las conexiones entre el cambio climático y las sociedades humanas en el pasado".


Tsuyoshi Watanabe (centro) y sus colaboradores con el Mausoleo de Bibi Maryam en Qalhat en Omán en el fondo.

Fuente: Universidad de Hokkaido | 24 de octubre de 2019

Identifican veinte campamentos romanos a lo largo de Galicia y Asturias

Distribución de emplazamientos militares romanos en el noroeste de Iberia. En amarillo y numerados (ver tablas 1 y 2), los sitios estudiados en este trabajo. En rojo, otros sitios (cuadrado = campamento; círculo = castellum / puesto avanzado; cuadrado con cruz = fortaleza / fortaleza).

En la primavera del año 26 a. C., el primer emperador de Roma, César Augusto, abrió en persona las puertas del templo de Jano (el dios de las dos caras), todo un símbolo de la declaración de guerra. Se trataba de conquistar el último territorio independiente del poder imperial en la península Ibérica, las áreas de los cántabros y los astures, que mantuvieron un duro conflicto con los conquistadores que quedó para las crónicas de los historiadores. Más de 2.000 años después, una tecnología inimaginable entonces, fotografías aéreas combinadas con análisis por satélite, han permitido fijar a los investigadores toda una red de un total de 20 campamentos y fortificaciones romanas en el noroeste peninsular para asegurar el control militar de una zona tan compleja orográficamente.

La mayoría de ellos están en Galicia, y han servido también para ofrecer a los arqueólogos un nuevo enfoque sobre la entrada de las tropas romanas en las tierras de los galaicos. Publicado por los investigadores de Roman Army, el estudio parte de los trabajos de José Manuel Costa-García, de la Universidad de Santiago de Compostela; João Fonte, del CSIC; y Manuel Gago, también de la universidad compostelana. Han aprovechado imágenes obtenidas mediante la tecnología LiDAR (Light Detection and Ranging), que permite radiografiar zonas boscosas o de tupida vegetación para fijar en el mapa varias decenas de asentamientos romanos, lo que les ayudó a comprender la manera en la que los romanos fueron concretando su dominio sobre el noroeste de la península ibérica. De esta manera, los investigadores plantean la hipótesis de que los recintos estén relacionados con un episodio o escenario secundario del conflicto cántabro-astur (29-19 a.C.).

Recintos del grupo 1: O Penedo dos Lobos (A), Cova do Mexadoiro (B), O Coto do Rañadoiro (C), Alto da Pedrada (D). Visualización SAGA GIS Filtro de remuestreo. (Conrad et al., 2015).

El estudio destaca las muy escasas fuentes documentales sobre la invasión romana del territorio que en la actualidad comprende Galicia y el norte de Portugal, frente a los relatos sobre la conquista de los astures y los orígenes como fortificación militar de la capital astur en la meseta, Asturica Augusta, hoy Astorga. En este sentido apuntan que «aunque no cerramos la puerta a otras posibilidades interpretativas, planteamos la hipótesis de que estemos quizá ante recintos relacionados de algún modo con un episodio o escenario secundario del conflicto cántabro-astur (29-19 a.C.). Durante el mismo se buscaría asegurar dominio romano sobre unas áreas montañosas que en buena medida se encuentran todavía dentro de los límites de la Asturia histórica, lo que explicaría la ausencia de alusiones a los galaicos en las fuentes textuales que aluden a este conflicto».

Los arqueólogos destacaron que sus hallazgos se dividen en asentamientos de distinto tamaño. Así, los «pequeños» tendrían capacidad para entre dos o tres cohortes (entre 100 y 1.500 hombre) y se corresponderían con los identificados en O Penedo dos Lobos (Manzaneda), Cova do Mexadoiro (Trazo, A Coruña), Coto do Rañadoiro (Carballedo, Lugo) y Alto da Pedrada (Arcos de Valdevez, Viana do Castelo.

La siguiente modalidad son los campamentos «medianos», de entre 4 y 7 hectáreas y con alrededor de 4.000 legionarios. Se caracterizaban por estar en zonas con destacamentos que les permitieran defenderse con facilidad. Según lo observado, los investigadores los sitúan en Cabianca (Láncara), Campos (Vila Nova de Cerveira, Viana do Castelo), A Cortiña dos Mouros (Cervantes, Lugo / Balboa, León) y Santa Baia (A Laracha).

El tercer grupo aumenta la dimensión a las 15 hectáreas y la capacidad a 6.000 soldados. Se construyeron, en su mayoría, en la zona oriental de Galicia, en concreto en los montes de Chá, Medorra (Sarria) y Ventín (Pol), A Penaparda (A Fonsagrada, / Santalla d’ Ozcos, Asturias) y O Cornado (Negreira).

Los denominados de «enormes dimensiones» podían albergar hasta 14.000 legionarios. Se localizaban en Lomba do Mouro (Viana do Castelo, Ourense) y Chaira da Maza (Lobeira).
Mención aparte a los «castella» o fortificaciones pequeñas, que serían los campamentos encontrados en A Recacha (Navia de Suarna), Outeiro de Arnás (Verín), O Castrillón (Touro), Alto de la Cerca (Villa Real) y O Castelo (A Estrada).

Campamento de Santa Baia. Vistas oblicuas. Visualización SAGA GIS. Filtro de remuestreo (Conrad et al., 2015).

En el caso del hallazgo en Los Oscos se trata de uno de los grandes campamentos temporales (los romanos contaban entre sus tropas con especializas capaces de levantar fortificaciones en una jornada) y que podría acoeger a una legión, unos 6.000 soldados, con «gran independencia operativa, al modo de una brigada contemporánea». La descripción del terreno es de «una cima de suave pendiente desde la que se obtiene un notable control visual de los cordales próximos, pero su disposición general parece indicarnos que el recinto estaría orientado hacia el Sur. No es posible encontrar en el entorno inmediato poblados de tipo castro, ya que estos se encuentran en la comarca en terrenos de menor altitud, ocupando preferentemente elevaciones y espolones con un mejor control de los valles».

Los autores señalan que «resulta muy sugerente la hipótesis de que A Penaparda y los campamentos localizados en las sierras de Penouta-Ouroso conformen un conjunto que revele el uso estratégico por parte del ejército romano de un cordal montañoso, del mismo modo que ocurriría en áreas como La Carisa o La Mesa», un cerco de kilómetros para asediar los reductos de resistencia astur.



De la crudeza de las guerras cántabras y astures dieron cuenta los historiadores romanos. Los arquólogos han señalado que «en el ámbito astur, las fuentes indican que los romanos plantearon una estrategia militar similar, de modo que en la Meseta Norte y el piedemonte cantábrico se habrían desarrollado acciones a gran escala frente a un enemigo que parece haber mostrado una gran capacidad organizativa y de movilización de efectivos, así como una notable autonomía política».

Al norte de la cordillera, en la Asturias actual, la lucha tampoco fue sencilla: «la arqueología revela que el objetivo habría sido la división del ejército en fuertes columnas que avanzarían a un mismo tiempo siguiendo distintos cordales con el fin de controlar la totalidad del territorio y ahogar cualquier foco de resistencia».

Fuentes: lavozdegalicia.es | la vozdegalicia.es | 22 de octubre de 2019