Así vivían los neandertales costeros y la megafauna en Doñana, su último refugio europeo

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Rastro de tres pasos de un adulto neandertal hallado en Matalascañas (Huelva), en la misma superficie que un conjunto de huellas de elefantes de colmillos rectos, algunos neonatos. JOSÉ MARÍA GALÁN

Doñana hace 106.000 años. El sol empieza a iluminar una inmensa playa (llegó a tener hasta seis kilómetros de anchura) y un pequeño grupo de neandertales aprovecha las primeras horas de luz para seguir el rastro de una manada de elefantes de colmillos rectos (Palaeoloxodon antiquus), la última especie de estos grandes paquidermos que habitó en el sur de la Europa continental. La senda ha sido recorrida por lobos, ciervos, jabalíes (Sus scrofa scrofa) de hasta 300 kilos de peso y uros (Bos primigenius primigenius), el antecesor salvaje de los bovinos domésticos que llegó a medir dos metros de altura hasta la cruz en el caso de los machos. Los herbívoros buscan agua y pastos en las zonas de laguna, entre las dunas, que aún no se han conformado como los acantilados actuales en el área, conocida como el Asperillo. Los neandertales y los lobos buscan presas, carroña y también agua. En la zona no hay cuevas. Nunca las ha habido. Todos sobreviven a la intemperie. Una serie de estudios sobre las huellas fosilizadas descubiertas en Matalascañas (Almonte-Huelva), junto a Doñana, permite reconstruir la vida de los neandertales y de varias especies de megafauna europea. El último, publicado este jueves en Scientific Reports, del grupo Nature, desvela la primera secuencia de huellas de un neandertal adulto y otras aisladas coetáneas a los rastros de hembras y crías de elefante de colmillos rectos en la zona.

(a) Entorno geográfico del área de estudio y su ubicación en la península ibérica. (b) Vista general de la 'Superficie Pisoteada de Matalascañas' expuesta efímeramente durante las marejadas ciclónicas de primavera de 2020 y generalmente cubierta por una gruesa capa de arena de playa. (c) Sección estratigráfica simplificada del Acantilado 'El Asperillo'

Fernando Muñiz (izquierda), icnólogo (que estudia las huellas o señales de actividad dejadas en los sedimentos o las rocas por organismos vivos), profesor de la Universidad de Sevilla y coautor de la serie de investigaciones, detalla los hallazgos más relevantes del último estudio: “Son el rastro claro de tres pasos de un adulto neandertal y un conjunto de huellas aisladas en la misma superficie donde aparecen los rastros de elefantes, algunos neonatos. Esta relación es muy importante”.

Estos neandertales no fueron ni los primeros (algunos estudios datan los restos más antiguos en Eurasia hace 400.000 años) ni los últimos, ya que la huella más reciente de esta especie, perteneciente a un adolescente de aproximadamente 1,30 metros de altura y hallada en una cantera de Gibraltar, es de hace 28.300 años. Sin embargo, la asociación de sus huellas con la fauna de la zona es clave para entender la vida de una singular colonia costera. Según el estudio, “la reconstrucción de la paleoecología de los homínidos es fundamental para comprender las dietas, las organizaciones sociales y las interacciones con otros animales”.

Estas huellas de neandertales de Matalascañas son coetáneas a otras 34 huellas de distintos rastros de elefantes de colmillos rectos. Algunas reflejan el paso de dos hembras que caminaban juntas tras alguna cría más lenta. De los ejemplares más jóvenes se han hallado pisadas y sucesiones de estas que se corresponden con neonatos y crías de corta edad, que pesaban entre 70 y 200 kilos, y otras de adolescentes de entre 8 y 15 años. También hay huellas aisladas de machos, de hasta 50 centímetros de longitud, que indican la presencia de ejemplares gigantes que pesaban hasta siete toneladas.

Huellas de elefante de colmillos rectos de hace 106.000 años halladas en Matalascañas (Huelva). PAULA GÓMEZ

La presencia de estas huellas demuestra que el pasto y las reservas de agua dulce de la zona fueron propicias para la reproducción de los elefantes, cuyas crías tienen menos capacidad para viajar largas distancias en busca de estos recursos. Y ello, según Muñiz y Carlos Neto de Carvalho (derecha), geólogo, paleontólogo e investigador portugués, pudo ser fundamental para la presencia de neandertales, pues hay referencias de que estos encontraban en los elefantes más jóvenes y en las debilitadas hembras parturientas presas más fáciles y “una fuente muy rica de proteínas”, sin descartar el recurso de la carroña de los ejemplares muertos al nacer o de madres fallecidas en el parto.

Esta abundancia de recursos y el clima benigno, similar al actual, mientras en el resto de Europa se sobrevivía en ambientes gélidos, hizo que los neandertales se asentaran en la zona, pese a la ausencia de abrigos rocosos. Joaquín Rodríguez Vidal (izquierda), catedrático de Geodinámica y Geomorfología de la Universidad de Huelva, también coautor de los estudios de la zona, explica: “Es importante resaltar que este es un yacimiento en zona costera donde no tenían más remedio que vivir al aire libre. Es y era un paisaje abierto porque, geológicamente, en el entorno de Doñana nunca han existido afloramientos rocosos ni formaciones cercanas con cuevas, como en el Guadalete (Cádiz) o Gibraltar, donde sí se han hallado muchos restos de industria musteriense [término relacionado con el abrigo rocoso de Le Moustier (Francia) y que da nombre a la elaboración de herramientas en el Paleolítico medio]”.

En cualquier caso, la existencia de rastros de huellas de neandertal confirmada por este equipo de investigadores y de la fauna asociada evidencian una presencia estable de homínidos en este entorno costero. El catedrático onubense considera que el conjunto de huellas distintas muestra el paso de varios individuos, aunque no cree que se tratara de un grupo numeroso. “No eran como los 'sapiens', que vivían en comunidades más grandes. Los neandertales solían formar grupos familiares y, posiblemente, esa fue una de las causas de su extinción, ya que tenían que mezclarse entre sí: la endogamia y vivir en un grupo reducido les aportaban menos ventajas”.

El investigador del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada y director del ProyectORCE, Juan Manuel Jiménez Arenas (derecha) lo respalda en una investigación publicada en Quaternary Science Reviews y difundida por la institución académica: “Somos [Homo sapiens] una especie muy gregaria que debimos vivir en grupos relativamente grandes, posiblemente de más de 30 individuos. Esto nos daba una ventaja evolutiva importante para hacer frente, por un lado, a la endogamia (probablemente uno de los factores desencadenantes de la desaparición de los neandertales) y por otro a la presencia de depredadores. Asimismo, la cohesión social contribuiría a la supervivencia en un medio complejo y conflictivo”.

Huella de una cría recién nacida de elefante de colmillos rectos donde se aprecian las marcas de las uñas. PAULA GÓMEZ

Fuente: elpais.com | 16 de septiembre de 2021

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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