Herba Vettonica


Por Carlos González Wagner

(Publicado originalmente en: Debita Verba. Estudios en Homenaje al prof. Julio Mangas Manjarrés, vol. 2, Oviedo, 2013, 581-596.)

Se puede comprobar como la magia y la hechicería practicada durante la Antigüedad clásica utilizaba un amplio abanico de recursos vegetales para alterar el funcionamiento de la mente, los estados ordinarios de la consciencia, hasta el punto de que el empleo de plantas y drogas obtenidas de dichas plantas, parece ser, a todas luces, uno de los componentes esenciales de la magia antigua. La magia también estaba muy relacionada con los efectos terapeúticos de las plantas, y así se creía, por ejemplo, que las virtudes curativas de la peonia  (Peonia officinalis), planta que debe su nombre al dios Peón, presentado en la Illiada como el padre de la herboristería, procedían de su relación con el astro lunar.

1. Las hierbas de Hécate.

Asimismo, magos y hechiceros extraían sus poderes de determinadas plantas a las que se les atribuía orígenes fabulosos. Esto es lo que vemos cuando Ovidio nos habla del origen del acónito (Aconitum napellus), nacido de los dientes de Equidna e introducido en Grecia por Medea desde las riberas de Escitia. La gran hechicera, paradigma de todas sus congéneres, es presentada por el poeta como mujer muy familiarizada con un amplio repertorio botánico del que extrae parte importante de sus facultades para ejercer todo tipo de sortilegios (VII, 224 ss):

Y allí estaba el carro, descendido del cielo. Tan pronto como subió a él y dio unas suaves palmadas a los embridados cuellos de los dragones y sacudió en sus manos las ligeras riendas, es arrebatada a las alturas y divisa allá abajo el tesalio Tempe y dirige sus serpientes hacia regiones bien determinadas; y va reconociendo las hierbas que produce el Osa y las que produce el alto Pelio y el Otris y el Pindo y el Olimpo mayor que el Pindo, y, de las que estima útiles, unas las arranca de raíz y otras las corta con la curva hoja de una hoz de bronce. También escogió muchos céspedes de las riberas del Apídano, y muchos también del Anfriso, y tampoco tú, Enipeo, dejaste de contribuir; como también el Peneo y también las ondas del Esperquío aportaron algo, y lo mismo las orillas, abundantes en juncos, del Bebe; cogió además en la eubea Antédone el vivaz tallo que todavía no era célebre por la transformación del cuerpo de Glauco. Y ya ocho días y ocho noches la habían visto recorriendo los campos, llevada por su carro y por las alas de los dragones, cuando volvió; los mismos dragones no tuvieron más contacto con las hierbas que el olor, y aun así se desprendieron de su piel de añosa vejez. (Ovidio, Met., VII, 224 ss).

Muncho antes, Homero había escrito, en relación a la hechicera Agamede que "conocía todos los fármacos que produce la vasta tierra" (Il., XI, 741) y refiriéndose a Helena, que vierte la bebida del olvido en la copa de los afligidos héroes: "Para ella produce la tierra fecunda abundantes fármacos y muchas mixturas, tanto saludables como funestas" (Od., IV, 229).

También, y de acuerdo con Lucio Apuleyo, este rasgo constituye un lugar común de la hechicería y magia antigua. Distinguía de esta forma entre la magia de los filósofos y los físicos -que no persigue sino el conocimiento y el acercamiento a la divinidad- y la hechicería, que se vale de toda una serie de sortilegios para conseguir sus propósitos, El mismo fue acusado de mago por los parientes de su mujer y, aunque salió absuelto, pasaría a la posteridad como uno de los mayores magos de la Antigüedad, junto con Apolonio de Tiana, según el testimonio de Lactancio o San Agustín. En su defensa, en el proceso en el que se le acusa, entre otras cosas, de buscar ciertos peces para sus artes mágicas, replica, no sin ironía:

Desde los tiempos a los que se remonta la memoria humana, sois vosotros los únicos que trasferís el poder mágico de las hierbas, de las raíces, de los retoños tiernos y de los guijarros, como si se tratase de una aportación aluvial de la naturaleza, desde la cumbre de los montes hasta el mar y lo encerráis, como en el fondo de un saco, en el vientre de los peces. (Apuleyo, Apol., 31, 8).
Virgilio, por su parte, asociaba la adormidera a los hechizos de la guardiana del templo de las Hespérides, y hablando de la magia amatoria cuyos encantamientos nublaban los sentidos menciona: "El zumo de aquellas vellosas hierbas segadas a la luz de la luna con podadera de cobre...” (En., IV, 513) y sabemos por el testimonio de otros autores, como Plinio o Dioscórides de la utilización de plantas con propiedades psicotrópicas, como el eléboro (Helleborus niger) o la mandrágora (Mandragora officinarum), por magos y hechiceros del mundo clásico. Tal debía ser el caso de la “hierba de Hécate” que cita también Ovidio en sus Metamorfosis a la que atribuye la trasformación de Aracne:
Tras estas palabras se apartó y la regó con los jugos de una hierba de Hécate, e inmediatamente sus cabellos, tocados por la droga siniestra, se consumieron y al mismo tiempo la nariz y los ojos; la cabeza se le torna diminuta y también es pequeña Aracne en el conjunto de su cuerpo; en el costado tiene incrustados, en lugar de piernas unos dedos finísimos; lo demás lo ocupa el vientre, de que, a pesar de todo, hace ella brotar el hilo, y como araña trabaja sus antiguas telas. (Ovidio, Met., IV, 140).

o las hierbas empleadas por la hechicera Canidia, en palabras de Horacio (Epodos, 5):
...rodeándose los cabellos y la cabeza despeinada con pequeñas víboras, manda que se ponga a cocer sobre las llamas de Colcos higos silvestres arrancados de los sepulcros, ramas del fúnebre ciprés, huevos untados de sangre sucia de rana y las plumas de la nocturna lechuza, hierbas enviadas desde Yolco e Iberia, fecunda en venenos, y huesos arrancados de las fauces de una perra hambrienta. (Horacio, Epodos, 5).
Estaban consagradas a Hécate, entre otras, la mandrágora, la belladona (Atropa belladona) y el solanun nigrum o hierba mora. Las “virtudes” de este tiplo de plantas, asociadas a la hechicería, y capaz de transformar a las personas en animales, eran ya conocidas desde antiguo, como se observa en el relato de Apolodoro sobre los conjuros de Circe, que Virgilio atribuía a hierbas de poderes mágicos:
Con una sola nave llegó a la isla Eea; allí vivía Circe, hija de Helios y Perse, y hermana de Eetes, experta en toda clase de brebajes mágicos. después de distribuir a sus compañeros, Odiseo, de acuerdo con el sorteo, se quedó en la nave, y a Euríloco, con otros veintidós, le correspondió ir ante Circe. A la llamada de ésta acudieron todos excepto Euríloco; ella dio a cada uno un brebaje de queso, miel, cebada y vino, mezclados con una droga. Una vez que lo hubieron bebido, tocándolos con su vara transformó a unos en lobos, a otros en cerdos, a otros en asnos y a otros en leones. Euríloco lo vio y fue a comunicárselo a Odiseo. Entonces éste se presento a Circe con el moly que había recibido de Hermes, y enchándolo en el brebaje bebió y fue el único que no sufrió el sortilegio (Apolodoro, Epit., 7, 14).

Por lo que parece existía un antídoto con el que el propio Ulises se salvó gracias a otro tipo de planta, moly, según narró también Homero:
Al terminar de hablar el dios me dio el remedio, arrancando una planta cuya naturaleza me enseñó. Tenía negra la raíz y su flor era blanca como la leche; llámanla moly y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero no para ellos que todo lo pueden (Od., X, 302-306).

que Teofrasto identificaba con el ajo negro (Allium nigrum), aunque investigaciones farmacológicas modernas la identifican con Galanthus nivalis L., un antídoto contra los efectos de estramonio, que se cree era la droga que usaba Circe. El mismo Teofrasto nos informa de que la raíz del ciclamen (Cyclamen persicum) se utilizaba en los hechizos para provocar el parto y también como filtro amoroso. Los bulbos y rizomas de esta planta contienen un poderoso tóxico: ciclamina.

Los primeros escritores cristianos también estaban al corriente de la utilización de todos estos recursos vegetales con propiedades psicoactivas por los magos y hechiceros de la Antigüedad. El propio Eusebio de Cesaréa, en su Praeparatio evangelica, en la que trata de demostrar la excelencia del cristianismo sobre todas las religiones y filosofías paganas, alude a las plantas utilizadas por magos y sacerdotes para producir visiones.

2. Plantas mágicas en papiros griegos.
El empleo de plantas a las que se atribuye propiedades mágicas está documentado en una serie de papiros griegos encontrados en Egipto que pertenecen al periodo helenístico tardío y sobre todo a la época imperial romana. Siguiendo la tradición anterior, en este caso de doble raíz -griega y egipcia-, muchas de ellas son tóxicas o psicoactivas. En el primero de ellos, del siglo II de nuestra era, se encuentra una fórmula para conseguir un daimon asesor, en la que se puede leer lo siguiente:

Así pues de esta manera el dios sólo será comtemplado por ti y nadie eschuchará tampoco su voz cuando hable, salvo tú únicamente.Te hablará sobre la enfermedad de un hombre, si vivirá o morirá, en qué día o en qué hora de la noche. Te proporcionará también plantas silvestres y el modo de curar y recibirás homenajes propios de un dios teniendo al dios por amigo. Estas cosas las cumplirá bien el poderoso asesor. (Calvo Martínez y Sánchez Romero, I, 187 ss).

En otro de estos papiros de la misma fecha, encontramos como parte de una fórmula para comunicarse con Apolo y conseguir un oráculo:
Comunícate tu mismo con el dios de esta manera: toma un gallo enteramente blanco y una piña. haz una libación de vino en su honor, úngete, y permance suplicando hasta que la ofrenda se consuma; úngete todo el cuerpo con la siguiente mixtura: semillas de laurel, comino de Etiopía, adormidera y dedo de Hermes". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, II, 74 ss).

La planta "dedo de Hermes" se piensa que podría ser Mercurialis annua u ortiga muerta, una planta muy común pero aún poco conocida farmacológicamente que contiene pequeñas cantidades de alcaloides, utilizada como purgante y considerada muy tóxica.
En otro papiro de este grupo el mago, que pretende comunicarse con Helios, ha de coronarse con hiedra negra de la que Dioscórides señala que su jugo y sus frutos perturban el sentido. En el mismo documento se encuentra la llamada "Liturgía de Mitra" en la que se puede leer (IV, 4, 475):

Sedme propicias, Providencia y Psique, a mi que escribo estos misterios que no ueden ser vendidos, que se enseñan: para mi hijo único pediré la inmortalidad, oh iniciados en los misterios de nuestra Fuerza (es necesario pues, hija, que tomes zumos de las plantas y especias que te van a ser mostradas al final de mi escrito sagrado), Fuerza que el gran dios Helios-Mitra ordenó me fuera transmitda por su propio arcángel, para que sólo yo entre en el cielo como peticionario y lo examine todo. (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 4, 475).
Las escenas visionarias que se relatan a continuación sugieren la utilización de algún tipo de alucinógeno, por más que los nombres de las plantas permanezcan ocultos. Asimismo se afirma que el visionario estará en un estado de éxtasis y "lleno de entusiasmo profético" (IV, 4, 735).

También se ha detectado, entre este conjunto de papiros griegos sobre magia, la presencia de otras plantas psicoactivas como el beleño (Hyoscyamus niger) y una variedad de vicia, sativa o tal vez ervilia, que resulta venenosa, pero que en pequeñas dosis produce alteraciones de la mente, en fórmulas en las que están asociadas con sus efectos pero cuyo uso no produciría ninguno de ellos. Además, en al menos tres ocasiones se realizan fumigaciones de artemisa o ajenjo (Artemisa absinthium) que contiene tujona, y cuyos vapores son inhalados, y en otra (IV, 1830) el opio forma parte de un incienso:
Esta es la ofrenda que da aliento a Eros y a toda la práctica: 4 dracmas de polvo de incienso, 4 dracmas de goma, 4 dracmas de opio, 4 dracmas de mirra, incienso, azafrán y bdélla como media dracma. Añade oleosa lechetrezna, mezcla todo a partes iguales con vino oloroso y utilízala para la práctica. Al realizarla, quema primero todo ello y úsalo de este modo". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 1830).

En otra ocasión, la artemisa o ajenjo, planta que gozaba también de reputación para alejar monstruos y serpientes es mencionada, junto con otras plantas tóxicas, como un ingrediente en una fórmula de conjuro para todo fin mágico, de la que también forma parte el kyphi:
Ofrenda de la práctica: cuatro dracmas de incienso, cuatro dracmas de mirra, una hoja de laurel, unas dos onzas de pimienta blanca, una dracma de gomorresina de bálsamo africano, una dracma de semilla de asfódelo, de amono, de azafrán, unas dos dracmas de trementina de teberinto, una dracma de artemisa, planta de katanánke, kyfi hierático, el cerebro completo de un carnero negro. Mézclalo con vino blanco mendesio y con miel y has con ello una pasta. (Calvo Martínez y Sánchez Romero. IV. 11, 1305 ss).

El asfódelo (Asphodelus albus) si bien posee virtudes medicinales tiene también propiedades tóxicas debido a que contiene asfodelina que aumenta el ritmo cardiaco. La fermentación de sus tubérculos produce alcohol. Los griegos lo plantaban sobre las tumbas y se decía que cubría las praderas de los Campos Elíseos y la antesala del Hades. La planta llamada, katanánke, palabra que en griego significa "conmoción", se ha identificado con un tipo de arveja, y también con la llamada "hierba de Cupido" (catananche caerulea), y con la cornicabra (Ornithopus compressus L.) de la que en la Antigüedad se decía que era estimulante y afrodisiaca y formaba parte de muchos filtros de amor.

En un vaticinio a través de un medium que ha entrado en estado de trance y se ha desplomado, podemos leer como la artemisa es considerada una planta sagrada: "Tú siéntate sobre los adobes y pregúntale; y te expondrá la verdad minuciosamente. Tienes que coronarlo con una guirnalda de artemisa amarilla, a él y también a tí. El dios se complace también con esta planta". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 6, 914 ss).

Otras veces, la artemisa aparece ritualmente asociada a sueños inducidos para que se aparezca en ellos la divinidad, lo que nos recuerda una visión de Elio Aristídes, retórico de la segunda sofística y seguidor de Asclepio, que permaneció en el asklepeión de Esmirna, uno de los tres principales centros de culto al dios, diecisiete años como paciente y devoto, famoso también por la facilidad con que entraba en trance para asombro de sus contemporáneos:

Era artemisa, clara de una cierta manera. Tan clara cuanto era posible, apenas como incontables otras cosas tenían claramente la presencia del dios. Era como si se tuviera la impresión de tocarlo y se percibiera que él mismo había venido en persona, como estar entre el sueño y el despertar.. y prestando oidos atentos oír algunas cosas tan en un sueño, otras como en un trance de despertar... (Discusos sagrados, II, 31-2).
También aparece en una ocasión la belladona en un conjuro en el que la artemisa forma parte de un ungüento de ingredientes extraños y en el que esta solanácea es introducida en una tinta, que contiene la planta de Artemis, que luego será quemada. En otro conjuro destinado a enviar sueños y producir visiones en estos, en el que también la artemisa está presente formando parte de un incienso, se quema madera de enebro (Juniperus oxycedrus), cuyos aceites esenciales contienen un compuesto muy similar a la tujona.

3. Herba Vettonica.
La planta que atrae ahora nuestra atención gozó también de una amplia reputación y se le atribuían un buen número de propiedades beneficiosas para la salud así como el poder de alejar las desgracias:

Los vettones descubrieron en Hispania la hierba que se llama vettonica en la Galia, en Italia serrátula, entre los griegos krestón o también psicotrofón, muy alabada entre todas. Tiene un tallo angular de dos codos de altura, y tira las hojas desde la raíz, con bordes de sierra, y muy parecidas a las del lapathum. La semilla es de color púrpura: las hojas son secadas y trituradas y se utilizan para numerosos fines. Se elabora también un vino a partir de ella, y un vinagre, notablemente beneficioso para el estómago y la vista. De hecho, esta planta goza de una reputación tan extraordinaria, que incluso es una creencia común que la casa que la contiene está asegurada contra todo tipo de desagracias. (Plinio, N.H., XXV, 84)

Parece que los romanos la conocieron ya en el siglo I, siendo Celso y Plinio los primeros que la citan. Se atribuye a Antonio Musa, médico personal de Augusto, un tratado incompleto sobre ella, De Herba Vettonica liber, si bien hay coincidencia en que su autoría es bastante posterior. A pesar de la afirmación del naturalista, Dioscórides distingue entre Kestrón o Psychotrophon, al que dice que los romanos llaman vettonica, y la Bettonike, Betónica o Vettonica, siendo los efectos de ambas distintos. Respecto a la Betónica afirma:
Sus raíces, en la parte de abajo, son finas como las del eléboro y bebidas con hidromiel provocan el vómito de flemas. Se administra el peso de 1 dracma de las hojas con hidromiel <o agua> contra espasmos, desgarros, afecciones de la matriz y los sofocos causados por ella, y 3 dracmas  con 2 cótilas de vino contra las mordeduras de animales venenosos. Aplicada como emplasto, la hierba beneficia a los mordidos por animales venenosos, y una dracma bebida con vino va bien contra los venenos mortales; si alguien la bebe previamente, ningún daño habrá de sufrir aunque tome algún veneno mortal.
Es, asimismo, diurética y purgativa del vientre. Cura a los epilépticos y a los locos si se bebe con agua, y el peso de 1 dracma disuelta en vinagre o miel cura a los que padecen afecciones del hígado o del bazo. Ayuda también a hacer la digestión si se bebe después de la comida en la cantidad de una haba disuelta en miel cocida. Asimismo se administra a quienes padecen acidez de estómago, y a los que sufren del estómago se les da a mascar o a beber [su jugo], y que después de tomarla echen un trago de vino rebajado.
Se administra también a los que escupen sangre el peso de tres óbolos disueltos en 1 ciato de vino mezclado con leche, y, disueltos en agua, se les da a los afectados de ciática, del riñón o dolores de vejiga; a los hidrópicos, cuando tienen fiebre, se les administra el peso de 2 dracmas con hidromiel, y, si no tienen fiebre, con vino mezclado con miel. El peso de una dracma bebida con vino restablece a los afectados de ictericia y provoca la menstruación. Y 4 dracmas bebidas con 10 ciatos de hidromiel purgan el vientre. Es eficaz también, bebida con miel, para los que sufren consunción y para los que supuran. Hay que almacenar las hojas, cuando están secas y majadas, en una vasija de barro. (De mat. med. IV, 2-4).

También hablaron de ella, además de Dioscórides y Plinio, Galeno, Marcelo, Paulo Egineta, Pelagonio, Sereno Sammonico, Escribonio Largo y el Pseudo Apuleyo y la encontramos en todos los grandes tratados de botánica desde la Antigüedad hasta la Edad Media y el Renacimiento. Luego cayó en un prolongado olvido hasta que ha sido rescatada por la medicina naturista.

Su identificación botánica corresponde con la Betonica officinalis o Stachys officinalis, de cuyas ojas frescas se ha dicho que tienen un efecto intoxicante, al igual que la raíz. Aunque para los antiguos se trataba de una especie de panacea aplicable a las más diversas dolencias en múltiples remedios, la farmacopea actual la considera eficaz como tónico nervioso, pues su acción es ligeramente sedante e hipnóptica y además tiene propiedades antipirépticas e hipotensoras. Dioscórides, por su parte, afirmaba que el vino hecho con las semillas maduras y las ramas de la betónica y dejado reposar durante siete meses es útil para alejar la melancolía, al igual que la misma planta.

Tambien se ha usado para cicatrizar las heridas, aliviar el asma y otras enfermedades respiratorias y resulta, con su efecto astringente, un buen tónico gastrointestinal. En infusión es ligeramente estimulante. La tradición popular la ha tenido, por otra parte, como una planta protectora contra los espíritus malignos, casi al mismo rango que la hierba de San Juan (Hypericum perforatum  L.que resulta útil contra la depresión, y a menudo ha sido utilizada por ello como amuleto pues se pensaba que alejaba a los demonios, la desesperación y las visiones que infunden temor. Colocada debajo de la almohada protegerá al que duerme de visiones y pesadillas. Parece bastante claro, por tanto, que se la ha considerado como una planta de virtudes mágicas y como tal aparece en diversos tratados medievales. Alberto Magno afirmaba que había que nombrar las virtudes de la planta y el uso que se la iba a dar según se la estaba recolectando, lo que se hacía durante toda la etapa de la floración, mientras que el Pseudo Antonio Musa recoge esta plegaria dirigida a la planta:

Betónica, tu que has sido descubierta por Asclepio o por el centauro Quirón, se favorable a mis plegarias. Te lo suplico, hierba poderosa, por aquellos que han dado la orden de que fueras creada y que sirvas a una tan grande cantidad de remedios, ayúdame a componer los 47 remedios que deseo (De herba vettonica liber,185).
Una plegaria similar encontramos en el Liber de simple medicina de Mateo Platearius, médico de la Escuela de Palermo: "Hierba betónica que fue encontrada por Esculapio, te requiero mediante esta oración, a ti que eres llamada Señora de todas las hierbas, para que me ayudes en todas las cosas que deseo."

Se dice que la recolección de las flores y las hojas, que era mejor realizar en la mañana de un día seco, producía aturdimiento, vértigos y una especie de embriaguez, lo que parece indicar la existencia de un principio narcótico en estado fresco.
Ya en el siglo XII, Hildegarda de Bingen, monja asceta y visionaria y autora de compendios de botánica y medicina, había escrito:

Para uno que es estúpido y tonto y le falta el conocimirnto, machaque betónica para sacar su jugo y póngala por la noche encima de todo su pecho. Ate por delante un paño hasta la mañana. Si esto hace a menudo, volverá a sus sentidos.
Si alguién se atormenta regularmente con sueños inoportunos, tenga al lado hojas de betónica cuando se acueste, y verá y sentirá menos pesadillas.
Si un hombre es engañado por una mujer, o una mujer por un hombre, por virtud de las artes mágicas, o tocado por alguna ilusión, o conjurado por encantaciones fantásticas y diabólicas para que el hombre esté loco de amor por la mujer o la mujer esté loca de amor por el hombre, deben buscar betónica que no se haya usado previamente para mnedicina o magia. Porque si ha sido utilizada anteriormente para magia inutilizaría su valor como remedio médico. Cuando la encuentre, debe ponerse una hoja en cada orificio nasal, y una bajo la lengoa. Sostenga una hoja en cada mano y una bajo cada pie. La persona debe fijar sus ojos atentos en la betónica. Hágalo hasta que las hojas se calienten con su cuerpo. Debe repetirlo hasta que mejore. Esto le soltará de la locura de su amor, si no ha comido o ha bebido ni ha introducido en su cuerpo nada que incite a la pasión. Si alguién, sea hombre o mujer, ha sido enganchado en la trampa del amor por palabras mágicas de otro, tenga siempre betónica con él, y mejorará. Si es invierno y las hojas de betónica no están disponibles para el remedio anterior, debe hacer lo mismo con la raíz.. Nadie debe comer betónica, pues comerla daña la comprensión y el intelecto, y lo vuelve casi demente” (Physica, CXXVIII).

La investigación farmacológica han demostrado que la betónica es rica en taninos, aceites esenciales, ácidos fenólicos y alcaloides, entre los que destacan betaína y betonicina que están presentes también en otras plantas, como la Canavalia maritima, o la Achillea millefolium, o "milenrama", otra fuente de remedios medicinales conocida desde antiguo, entre cuyos variados efectos se citan los de tónico y estimulante y que en dosis elevadas puede producir convulsiones y vértigos. Al igual que la betónica se trata de una planta a la que se otorgan propiedades mágicas y a la que se la relaciona incluso con el Demonio, pero a diferencia de ella contiene tujona. En la Antigüedad era muy utilizada por las hechiceras para preparar filtros de amor y se le atribuía poder para la adivinación y provocar visiones y ensueños amorosos.

La Canavalia, de la que Schultes y Hofmann trataron ya sucintamente carece de literatura al respecto. Al parecer se ha venido utilizando en ciertas partes de Méjico como sustituto de la marihuana y recientemente se utiliza como uno de los ingredientes de la mixtura para fumar llamada "spice", por lo que se sospecha que la betonicina puede ser el principio psicoactivo, lo que ha llevado a considerar en algunos foros de psiconautas la posible piscoactividad de la Betonica officinalis. No obstante, no debería descartarse tampoco la posible toxicidad de la betaína que puede llegar a producir confusión, somnolencia, cambios de conducta así como dolor de cabeza, vómitos, convulsiones y pérdida del conocimiento. Por otra parte, se conoce todavía bastante poco de los componentes químicos de la Betónica en la que análisis recientes han determinado la presencia de pequeñas cantidades de tujona. En fin, se trata de una cuestión que requiere mucha más investigación.

4. Los vettones

Según Plinio, como hemos visto, sus descubridores fueron los vettones, pueblo de raigambre o influencia céltica, situado al Oeste de la Meseta central, entre el Duero y el Guadiana y que limitaban al N. con los astures, al NE. con los vacceos, al E. con los carpetanos y al O. los lusitanos, ocupando las actuales provincias de Salamanca y Ávila y zona oriental de Cáceres y Badajoz. Vivían en asentamientos fortificados (castros) sobre elevaciones naturales, siendo muy conocidos el de Ulaca, en el que se ha documentado un recinto ceremonial al aire libre y una “sauna” de posible utilización ritual, y el Raso de la Candelera, ambos en Avila, además de la ciudad de Helmántica. Un rasgo característico de su cultura es la existencia de esculturas zoomorfas de cerdos, toros y jabalíes, popularmente conocidas como verracos, que tienen una indudable relación con su economía de base ganadera, pero que también pueden estar conectados con un culto de tipo funerario y tener un carácter protector sobre territorios, pastos y ganados.

Poco es lo que sabemos de su religión, en la que las prácticas mágicas, como en el conjunto del mundo celta, debieron adquirir una gran importancia, si bien conocemos el nombre de algunas de sus divinidades, el dios Vaelicus, una divinidad lobo perteneciente al inframundo, aunque otros le consideran un dios sanador que proporcionaba oráculos en sueños, y la diosa Ataecina, la "Nacida de Nuevo", según una interpretación, que en algunas inscripciones de época romana aparece sincretizada con Proserpina, por lo que se le supone una naturaleza similar a la Perséfone griega. Además había una serie de divinidades menores vinculadas a accidentes topográficos y a elementos de la naturaleza (montañas, bosques, rocas, ríos, manantiales...), a grupos familiares (genios protectores), a espacios territoriales (dioses del poblado), a imágenes astrales (sol, luna) o actividades humanas (guerra, pactos, ganadería...), siendo las más importantes las de las aguas y las de signo tutelar o protector. Por lo demás, se sospecha la existencia de hermandades de guerreros, prácticantes de ritos y ceremonias de iniciación, en las que el agua, etendida como elemento terapéutico y purificador, ocuparía un papel central, en algunos recintos ceremoniales, como el ya mencionado de Ulaca.

Tampoco sabemos mucho más acerca de sus creencias sobre el más allá, si bién en algunas tumbas de sus necrópolis han aperecido elementos (morillos, tenezas, parrillas, calderos o asadores) que se pueden relacionar con el banquete funerario y se piensa que su ancestral vinculación con un culto a las aguas debió ejercer también aquí un papel esencial. En una tumba de la necrópolis de La Osera han aparecido, formando parte del ajuar funerario contenido en un caldero que hacía las veces de urna funeraria, unas placas de bronce repujado, revestidas de chapa de plata, que presentan una escena en la que un águila captura una paloma rodeada de lo que parece, en mi opinión cápsulas de adormidera, de claro simbolismo funerario. También, y desde la perspectiva de la Arqueoastronomía, se ha relacionado la orientación de esta misma necrópolis así como variadas piezas del ajuar que contienen sus tumbas y que presentan distintos símbolos astrales, con los conocimientos astronómicos de los "sacerdotes" vettones y la posibilidad de que el espacio celeste fuera considerado la definitiva morada de ultratumba.

Por otra parte, en la tumba nº 50 de la necrópolis de Las Ruedas, perteneciente a un varón de unos 30-40 años y fechada en un momento de plenitud del siglo II a. C., se han detectado en un kernos residuos de una potente poción psicotrópica elaborada con solanaceas que habían sido disueltas en cerveza. La riqueza de las piezas de su ajuar indican que debió de pertencer a la elite guerrera, y los restos de fauna que se han encontrado junto con vestigios de un ritual de quema de sustancias aromáticas, apuntan a la celebración de un banquete ceremonial en honor al difunto en el que la droga ha podido ser consumida con una intencionalidad vehicular.

Llegados a este punto, la pregunta parece obligada: ¿Utilizaron los vettones su reputada hierba, de la que habla Plinio en numerosas ocasiones, con fines rituales o mágicos?. ¿Emplearon las hojas frescas de la planta para conseguir un efecto inebrante?. ¿Se organizaban en cofradías de licantropos (guerreros lobo) para combatir bajo sus efectos a los enemigos?. Al fin y al cabo la relación entre la licantropía y las plantas mágicas capaces de provocar un estado de la mente en el que el sujeto cree haberse convertido en el animal, está bien documentada Y no sería algo de extrañar, habida cuenta de la existencia de estas cofradías entre los pueblos célticos e íberos de la Península. No obstante, hemos de ser cautos ya que aunque la hipótesis pueda parecer atractiva, no poseemos un evidencia sólida al respecto.

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