HÉRCULES GADITANUS, UN BRONCE EN LAS VITRINAS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE CÁDIZ


En 1993, tuve la suerte de recuperar, no sin un arduo trabajo de investigación, para las vitrinas del Museo Arqueológico de Cádiz, una de las piezas preponderantes que se  ubica en una de sus salas principales.Se trata de una estatuilla de Hércules adulto, barbado, con tres manzanas en su mano izquierda, con incrustaciones de plata en sus ojos, resellos de restauración antigua e inscripción romana en el vientre HG (Hércules Gaditanus), con una altura de 22 cm y de peso 1700 gramos, elaborada con la técnica de la cera perdida, siendo maciza la cabeza, brazos y piernas y hueco su tronco.

Presentaba un estado de conservación deficiente, faltandole parte de las piernas y el brazo derecho con la clava. La estatuilla corresponde a una técnica de fundición muy antigua y refinada, en la que las piezas correspondientes a los miembros se funden independientemente y se sueldan después al cuerpo, tras añadir pequeñas piezas de plata para el relleno interior de los ojos, que se completarían con incrustaciones de pasta vítrea; igualmente, los labios y los pezones están resaltados mediante la soldadura de pequeñas láminas de cobre, para acentuar con esta delicada policromía las diferencias de la textura natural de la piel.


Por otra parte, la disposición de la figura, con las piernas firmemente asentadas, un leve movimiento de inclinación de las caderas que se compensa con el movimiento de los brazos sin alterar la horizontalidad de los pectorales y los hombros, la interpretación de la musculatura como grandes placas simétricas y la actitud de el rostro, coinciden con las versiones más antiguas de este tipo iconográfico de Hércules con las manzanas de las Hespérides, que deben fecharse a mediados del siglo V a.C.


La observación del rostro y el peinado confirman la atribución de esta pieza al estilo de Mirón, quien realizó una famosa escultura con esta misma iconografía para el Herakleión de Samos, cuyas copias romanas coinciden con este bronce en su iconografía, que tuvo una gran difusión en versiones posteriores de las que se han encontrado diversos ejemplos en España, y que es la utilizada para representar a Hércules Gaditanus en las monedas de época imperial.

Nos encontramos, por tanto, con un posible original griego de gran antigüedad, que puede ser por su técnica contemporáneo del original de Mirón, es decir, una copia reducida de la escultura de Samos, destinada como exvoto al templo gaditano.

Por: Juan Antonio Cerpa Niño

EN BUSCA DE LA ATLÁNTIDA

Los que hayan leído la obra de sir Arthur Conan Doyle "Maracot Profundo", recordarán  su fantástica descripción de la raza de superhombres que habitaban el seno del océano Atlántico, inspirada en la leyenda de la Atlántida, el "Continente desaparecido" o "perdido".

Generalmente se cree que la Atlántida es una fábula creada por algún poeta de épocas pretéritas y, sin embargo, habría que preguntarse si no será más bien una realidad. ¿Que fue la Atlántida? Se cree que, en tiempos remotos, grandes continentes ocupaban gran parte del lugar en que hoy se encuentran las aguas del océano Atlántico, en forma de archipiélago. La mayor parte de las islas, llamada Atlántida, poseía una civilización avanzada.

Platón dio una versión de Atlántida. Lo que no se sabe es si contó una tradición verídica heredada de sus antepasados, o bien si su relato fue pura ficción.

Es notable que la historia de la Atlántida, situada en el extremo occidental del mundo conocido por los antiguos, haya perdurado en los escritos de los griegos y los romanos. Seis siglos antes que Platón, el divino Homero hacía alusión a aquel Continente en la "Odisea", y Solón, Eurípides, Estrabón, Dionisio de Halicarnaso, Diodoro de Sicilia, Plinio, para no citar a otros muchos, hablan con mayor o menor extensión del " Continente desaparecido". Teopompo y Marcelo conocieron igualmente la Atlántida.

Cuentan que los atlantes, expulsados de su país por la invasión de un mar irritado, penetraron en tierra de los celtas de la Europa Occidental. Las tradiciones druídicas que nos ha transmitido el historiador Timigenio concuerdan exactamente con los relatos de Marcelo y de Teopompo.

¿Cual es la versión de Platón? El gran filósofo griego, en dos obras tituladas "El Timeo o De la Naturaleza" y "Critias o De la Atlántida", nos transmite la tradición que en su viaje a Egipto le contó a él un sacerdote de Sais en el delta del Nilo. Nos dice que frente a las Columnas de Hércules, es decir, frente al estrecho de Gibraltar, existía una isla más grande "que Libia y el Asia reunidas", desde la que los viajeros podían pasar a otras islas y de allí a un Continente mucho más vasto.

Habitaba aquellos parajes una raza poderosa, los atlantes, cuyos reyes extendían sus dominios hasta Libia y Egipto,y en Europa, hasta las costas del mar Tirreno. La Atlántida poseía fértiles llanuras, altas montañas cubiertas de bosques, en las que abundaban las minas de oro, cobre y oricalco, "metal del que se ignora el nombre, pero que era muy conocido, muy abundante y el más preciado después del oro".

Las costas de la Atlántida estaban constituidas por acantilados de "rocas negras, blancas y rojas" y el terreno aparecía "muy elevado y escarpado en las zonas lindantes al mar". Poblaciones con suntuosas mansiones albergaban por doquier a los indígenas, y casi en el centro alzábase la capital. Bella sobre toda ponderación era, en verdad, Poseidonis, la ciudad de las puertas de oro, rodeada de un triple cinturón de canales, y que lucía orgullosa, bajo el sol de los trópicos, sus palacios y sus templos, cubiertos "de oro, plata y oricalco".

Al parecer, los atlantes emprendieron numerosas guerras y, tras diversos intentos, penetraron en el Continente. Pero los ejércitos egipcios del faraón Ramsés II el Grande les asestaron los primeros golpes; a las puertas de Tebas sufrieron las cohortes invasoras una grave derrota y se les reconquistó la Libia. Los atlantes fueron lanzados entonces contra el litoral de la Hélade, en la cual los esfuerzos combinados de los griegos y los getulos los rechazaron hasta los confines mismos de su Imperio. A poco, unas violentas inundaciones y unos espantosos temblores de tierra devastaron aquellos parajes, y en el espacio de un día y una noche, toda la Atlántida desapareció bajo las aguas sin dejar más rastro que algunas islas de reducida extensión.

Ésta es a grandes rasgos, la leyenda de Platón; la interpretación de lo que podríamos llamar los datos históricos del problema ha sido extraordinariamente variada. Mientras unos veían en aquélla un relato puramente mitológico, otros han tratado de reconstituir el "Continente desaparecido".
No obstante, si la existencia de la Atlántida se redujera al mencionado relato, podría atribuirse a la fantasía de Platón, pero investigaciones de orden geológico y paleontológico y ciertos descubrimientos realizados en el seno del mar, han dado margen a que se crea en la existencia de la enigmática Atlántida.

Por otra parte, diversos autores sitúan la Atlántida en los lugares más diversos. Eurenius, Serranus, Olivier y Baer la "ven" en la cuenca oriental del Mediterráneo; Oviedo, MacCulloch, C. de Paw, y otros, convienen en que se trata de América, en tanto que Rudbeck la ve en Suecia, y Bailly en una tierra ignota, en los aledaños del Polo Norte.


Paralelamente a esas interpretaciones excesivamente fantásticas, otros autores más racionales consideran que las islas Azores, las Madeiras y las Canarias son vestigios de la antigua Atlántida. Idea apuntada ya por Bechmann y Kircher y aceptada por Voltaire, la desarrolló Bory de Saint-Vincent en su célebre obra titulada "Ensayo sobre las Islas Afortunadas y la antigua Atlántida, o Compendio de historia general de las Canarias".

Esta concepción de la Atlántida, la más lógica en definitiva, es la que admiten actualmente quienes han estudiado tan apasionante problema. También cuenta con muchos defensores la idea que supone que la Atlántida se hallaba en la desembocadura del Guadalquivir y la identifican o relacionan con Tartessos.

Hasta la fecha, tres han sido las soluciones dadas al problema de la situación geográfica de la Atlántida. El primer grupo de investigadores sostiene que es inútil buscar la Atlántida, porque nunca existió. El segundo grupo trata de localizarla en diferentes partes del Globo, utilizando para ello medios puramente científicos. Y el tercer grupo afirma que sólo las ciencias ocultas, la antroposofía y la astronomía pueden arrojar alguna aclaración sobre el mito de la Atlántida.
En la literatura antigua se citó algunas veces al "Continente desaparecido"; y al decaer el imperio romano se dejó de hablar por completo en torno a este enigma, continuando el silencio durante toda la Edad Media. Fue a raíz del descubrimiento de América cuando volvió a tener actualidad la cuestión de la Atlántida.

Pocas han sido las regiones de la Tierra donde no se haya localizado la Atlántida, hasta tal punto, que el investigador alemán y erudito plotonista Susemihl aseguró en una ocasión: " La enumeración de todas la hipótesis sobre la Atlántida sería una importante contribución a la historia de la estupidez humana".

Es muy difícil, incluso hoy día, distinguir las hipótesis basadas en investigaciones más o menos razonables de las fantasías seudocientíficas. El historiador Delisle de Sale, suponía que Ceilán era la verdadera Atlántida, más el mismo se contradijo luego, al afirmar que fue el Cáucaso a donde emigraron los atlantes, procedentes de una isla mediterránea, que él cree ser Cerdeña. El Mediterráneo ha sido el mar donde más veces se ha localizado la Atlántida. Bartoli afirmaba que la Atlántida fue en realidad Ática, es decir, la provincia griega donde queda situada Atenas, opinión que compartía Letreille en 1829, aunque antes la había situado en Persia. No se olvide que en aquella época resurgía el helenismo en Europa Occidental,cuya figura preeminente era lord Byron. También el geógrafo americano Balch y el francés Butavand localizan la Atlántida en el Mediterráneo, y Moreau de Jones, en 1879, la supone en el mar de Azof.


Al ir desapareciendo las porciones de tierra incógnita de los mapas por los constantes descubrimientos geográficos realizados, los espíritus inquietos se han preocupado más que nunca del misterio de la Atlántida, tratando de encontrar el sitio exacto de esa remota "tierra enigmática". Tan es así que en Francia, donde la sensación causada por la novela "La Atlántida", de Pierre Benoit, fue enorme y de efecto duradero, existe una sociedad dedicada exclusivamente a los estudios atlantes, y edita una revista que ha publicado abundante literatura referente a la Atlántida.

A las teorías antes citadas cabe añadir las que identifican la Atlántida con Nigeria y África del Norte. León Frobenius, basándose en los hallazgos hechos el año 1910, durante la época de la expedición del capitán Elgée, realizó importantes descubrimientos en el reino de Benin, Nigeria, que, por el tipo de civilización, correspondían a una cultura semejante a la del África Occidental  y que coincidía con la descrita por Platón en su "Critias".

En Marruecos, el francés Berlioux y los españoles Fernandez y González, y Saavedra, han tratado de encontrar el sitio donde habitaban los atlantes. El investigador Knötel, por su parte, afirmó en 1893 que los atlantes no eran un pueblo aborigen, sino una secta de Babilonia que, al ser derrotada en una guerra religiosa, emigró hacia el norte de África, siguiendo el camino de la costa.

Después de los hallazgos del conde Byron Kunn de Porok, que pretendió haber encontrado en el Sahara vestigios humanos y de animales atlantes, el geólogo Pablo Borchardt descubrió, cerca del lago tunecino Chott-el-Djerit, importantes restos de una población prehistórica que coincidía en muchos puntos con la ciudad de Poseidonis, descrita por Platón. Borchardt sostiene que los montes Haggar son las verdaderas montañas del Atlas, y no las que, por error, se conocen geográficamente por montes Atlas. Según esa hipótesis, en este verdadero Atlas vivieron los atlantes líbicos. Alberto Herrmann sostiene la misma teoría. En realidad, la flora y la fauna del África de Norte y, sobre todo, la existencia de elefantes, metales preciosos y canteras de mármol, la relación entre las palabras euenor (los antepasados de los atlantes) y quennor (los antepasados de los bereberes), además de muchas otras coincidencias en el lenguaje, son importantes factores que apoyan la teoría norteafricana.

Infinidad de eruditos e investigadores han intentado en muchas ocasiones hallar dónde pudo estar la Atlántida, o las huellas que conduzcan a su descubrimiento como ciudad o isla desaparecida. Estos hombres de ciencias, aun careciendo de una base geológica en apoyo de su argumento, consideran las algas marinas y la hierba del famoso mar de los Sargazos, entre las Azores y las Antillas, como un resto del desaparecido Continente. Es digna de mención la inscripción maya, descifrada por Ronald Straht en Yucatán, en la cree haber descubierto un relato del cataclismo que terminó con la Atlántida. Según la inscripción, un cometa que atravesó el espacio cercano a la Tierra, al rozarla por la región de la Atlántida, originó la catástrofe que hizo desaparecer dicho Continente. Al mismo tiempo levantó una nube de polvo que sumió nuestra atmósfera en las tinieblas durante año y medio.

Varias veces, sobre todo en 1912, la boga y el entusiasmo por  la Atlántida llegó hasta el paroxismo. Aquel año Paul Schliemann, sobrino del descubridor de Troya, contribuyó a ensombrecer más aún el velo de misterio en torno a la Atlántida con un intento de fraude científico. A raíz  de los descubrimientos llevados a cabo entonces por su tío, aseguró que en una de las vasijas encontradas entre las ruinas había descifrado una inscripción que decía: "Del rey Cronos, de la Atlántida". Desgraciadamente, toda aquella historia de inscripciones y de monedas atlantes de Paul Schliemann fue pura fábula. El afán por llegar a demostrar que la Atlántida existió tropezó, al fin, con un espíritu criminal que aprovechó hallarse en contacto con medios científicos para especular con turbias finalidades.


Las citas se harían interminables... Si bien lo que resulta indudable es que la geología y la oceanografía coinciden en líneas generales con el mito y la leyenda. Incontables han sido los que han evocado como leit motiv histórico, geográfico, erudito, etnográfico, folklorico y literario, el gran hundimiento de la Atlántida, tan excelentemente descrito por el profesor Termier, y mejor plasmado en el mayor poema épico de nuestro tiempo:" L´Atlántida" de Jacinto Verdaguer.

La antropología ha aportado también, al efecto, su contingente. Opinamos muchos arqueólogos que fue a Europa hace muchos miles de años cierta raza nómada. Esta raza, estaba formada de hombres fuertes y civilizados; el cerebro femenino era superior al del hombre normal de esta época. Eran artistas, a juzgar por las pinturas, bajorrelieves de correctos diseños, técnicas y gusto estético que adornaban las cuevas en que fueron encontrados. Que dicha raza llegó a Europa por tierra es incontrovertible, pues no se ha podido descubrir la más mínima huella de embarcación.

En algunos credos religiosos y tradiciones místicas de la Antigüedad hay grandes coincidencias, sobre todo en cuanto a lo del Diluvio universal. Las costumbres y el parecido de las culturas y las civilizaciones son prueba irrecusable de que ha existido un tronco común. Incluso las leyendas son semejantes entre los asirios, caldeos, indios de Tupi Guaraní, indios caribes e indios mejicanos.

Dados los antecedentes expuestos, no es de suponer que pueblos enteros pertenecientes a razas tan distintas, con el océano de por medio, poseyeran tantas cosas en común, muchas hasta idénticas, en épocas de la Historia de la Humanidad en que materialmente resultaba imposible atravesar el mar. Algunos investigadores han descubierto que los egipcios y los aztecas y mayas presentan muchas características comunes, lo que sugiere la existencia, hace muchísimos años, de un puente terrestre entre África y América. ¿Como de explicaría, si no, que los hombres de los frescos babilónicos sean auténticos pieles rojas? ¿ Y como se explicaría, que solo dos pueblos de la Antigüedad, los egipcios y los indios peruanos, adorasen a un "dios del Sol"? ¿Por qué estos dos pueblos fueron los únicos en enterrar a sus muertos en pirámides? ¿De donde y cómo llegaron a Sudamérica las culturas negras que existían allí antes del Descubrimiento? ¿Por qué motivos son tan extraordinariamente parecidas las lenguas de los mayas, los incas, los aztecas... y los vascos?

Podría decirse que gran parte de la influencia, principalmente egipcia, encontrada en América, llegó a ésta por medio de Asia y parte más estrecha del Pacifico. Ello es inverosímil, ya que, al pasar por China e India, tenía que haber dejado huellas imborrables. En cuanto a que los egipcios hayan cruzado el Atlántico, si así hubiera sucedido, tanto Egipto como otras naciones hubieran seguido cruzándolo y se habría escrito mucho antes la página gloriosa de Cristóbal Colón.

Suponemos, ademas, algunos arqueólogos que mucho de lo que se considera actualmente como egipcio, tuvo origen primitivo en el Oeste. Si la Atlántida existió y formó parte del Continente que divide ahora el océano Atlántico, desintegrándose, después de una catástrofe  hacia el Este y Oeste, todos los referidos puntos quedarían más lógicamente esclarecidos.

Han quedado perfectamente comprobados los grandes movimientos que se efectúan en el seno del océano Atlántico, y tal vez pronto pueda la ciencia arrancar, de sus profundidades, algunos de sus secretos. Mientras tanto, la Atlántida seguirá siendo una incógnita.

Por: Juan Antonio Cerpa Niño

LA EXTRAORDINARIA INVENCIÓN FENICIA DEL ALFABETO

La invención de la escritura alfabética se viene atribuyendo a los fenicios. Alrededor del siglo X a.C., ya han quedado plenamente establecidas las formas escritas, a base de un alfabeto de veintidós consonantes que no incluye ninguna vocal.

En 1904, el inglés Flinders Petrie descubrió cerca de Sarabit el-Kkdem, en el Sinaí, un centro minero egipcio.Entre los hallazgos hechos por sus obreros bajo los arenales había unas tabletas de piedra, con signos de una escritura hasta entonces desconocida; símbolos individuales juntos, como si fueran letras.

Entusiasmado con el hallazgo, mandó Petrie empaquetar las tabletas cuidadosamente y se las llevó a Inglaterra, donde al cabo de diez años el genial sir Alan Gardiner logró descifrar el texto. Un signo parecido al cayado de un pastor, que aparecía a menudo, le hizo caer en la cuenta de que los signos individuales no eran símbolos de palabras o silábicos, sino en realidad símbolos fonéticos. Cuatro de ellos, que aparecían en la sucesión B-´-l-t, acabó por interpretarlos por el nombre de Baalat.


Esto también era un indicio de la gente que había rasguñado la inscripción de la piedra.Sabido es que Baalat era la diosa principal de la antigua Biblos, cuyos habitantes comerciaban regularmente con el país de Egipto, del que a cambio de madera de cedro recibía, entre otras cosas, turquesas y cobre de las minas del Sinaí. No tendría nada de extraño que los reyes o mercaderes de Biblos tuviesen allí representantes para supervisar la extracción y el transporte del metal y las piedras finas. Y en tal caso, todo hacía creer que aquella gente dedicó las inscripciones pétreas a su reina celestial.

Que tal suposición responda o no a la realidad, en lo que, en todo caso, los expertos están de acuerdo es en que la escritura del Sinaí es el ejemplo más antiguo conocido de aplicación del alfabeto. El hecho se sitúa hacia el año 1500 a.C. Sus autores eran realmente cananeos, a sea, protofenicios del área libanesa-palestina.

También los cananeos desarrollaron más tarde la transcripción fonética. Los arqueólogos encontraron en Ugarit un verdadero silabario anterior a 1200 a.C., que contenía todos los signos de un alfabeto completo. Los habitantes de la ciudad destruida por los Pueblos del Mar parecen haber reducido el número de caracteres posibles desde los treinta originales a veintidós  y además lo simplificaron considerablemente en comparación con los signos del Sinaí.

A partir del signo en forma de cabeza de buey, con el que se abría el alfabeto fenicio, resultó una letra muy semejante a nuestra A; de un signo similar a una forma de valla la H, y la K de un signo parecido orientado hacia la izquierda.


Algo más tarde, hacia el 1000 a.C., se usaban en Biblos 23 signos que designaban consonantes desde la B a la W, algunas de las cuales no figuran en nuestras lenguas modernas. Si se juntaban estos signos formando palabras, por el sentido sentido podían deducirse las vocales omitidas.

Hacia la misma época que las letras, o algo después, se inventaron también nombres para ellas, pero eran descripciones que no correspondían a su valor fonético, sino que probablemente sólo servían de ayuda mnemotécnica.Así tenemos que la primera se llamaba aleph la cabeza del buey; la segunda, la casa, beth, y la tercera, la puerta, daleth.

Tal es el origen de las letras griegas alfa, beta,delta y de nuestras a, b, y d. Los fenicios no conocieron la c.

La hermosa escritura cursiva que adorna el sarcófago del rey Ahiram, y que se ha encontrado en otros catorce documentos pétreos más, también evolucionó, hacia el año 1000 a.C., a partir de variantes de los primeros símbolos sinaicos. Solamente se conocen estos ejemplos, que bastan, sin embargo, unidos a los hallazgos de Ugarit, para demostrar que fueron los fenicios los que de aquellos complicados sistemas egipcios y mesopotámicos adaptaron el instrumento simplificado, que entonces debió de ser casi una escritura taquigráfica.

Es de suponer que los primeros documentos escritos fueran cartas comerciales fenicias, pero como no se grababan en monumentos de piedra, como los textos dedicatorios, no se han encontrado ninguno.
Cómo y cuándo conocieron los griegos el alfabeto fenicio y lo adoptaron. tampoco lo sabemos. Herodoto supone que con Cadmos llegó a Beocia y que de allí paso a Atenas. También dice que los jónicos de las islas y del litoral "aprendieron" la escritura alfabética. Se cree que esta clase de "cursos" tuvieron lugar sobre todo en Melos, Tera y Creta, es decir, en las islas que estaban parcialmente ocupadas por los fenicios y que mantenían estrecho contacto con ellos. En todo caso, con lo inteligentes que eran, los griegos advertirían pronto las ventajas del nuevo sistema y comprenderían también que se basaba en un análisis lógico de los sonidos. Jamás olvidaron enteramente de dónde procedía, y la prueba es que durante mucho tiempo llamaron a su alfabeto phoinikia grammata, con caracteres fenicios.

Tuvieron, naturalmente, que modificar considerablemente la serie de letras de Biblos antes de poderlas usar en su propio idioma, tan rico en vocales. No les bastaban las solas consonantes semíticas. Con símbolos que no correspondían  con sonido alguno de los utilizados por ellos hicieron su allpha y su ómicrom, de una de las dos H semíticas formaron su epsilón y de la jot fenicia su ypsilón.

Inventaron, además, todo lo que faltaba: phi, chi, psi, y la gran O abierta, la omega.

Las ventajas del nuevo sistema eran obvias, enormes. En el espacio de un año sabían leer y escribir, el analfabetismo disminuyó y, a partir del siglo VIII a.C., ya se utilizaba la escritura den literatura. Aunque los rapsodas que entonces recorrían el país recitaron los versos de memoria, siempre los llevaban escrito consigo. Es muy posible que sin el alfabeto no existieran los grandes poemas épicos. Pero sobre todo, y esto fue casi lo más importante, en Gracia ya no tuvo razón de ser casta alguna de los escribas. La educación intelectual perdió el carácter profesional y monopolista. Todo aquel que no fuera tonto podía tomar parte en la vida cultural, y así podía enterarse realmente de quién era, a saber, un miembro de un poblado dotado de determinado carácter espiritual.

Sin la escritura, los griegos probablemente no habrían podido desarrollar su propia conciencia nacional, ni tampoco aquella ideología europea antiasiática que inspiró y dio alas a todas sus grandes empresas. También en este aspecto somos sus herederos...gracias a los fenicios.

TARTESSOS Y LA INFLUENCIA FENICIA DE GADIR

Durante muchos miles de años, las ciudades antiguas durmieron bajo densas capas de tierra, con sus antañas orgullosas murallas derruidas por las destrucciones y el tiempo, y sus dirigentes sepultados en tumbas.Sobre aquellas tinieblas, bajo la luz del sol, la vida continuaba, las gentes iban y venían, y las civilizaciones conocían su cenit y su ocaso.Con el paso de los años, otras ciudades aparecieron sobre las ruinas y, a su vez, se hundieron en el olvido.


Después, miles de años más tarde, los hombres empezaron a excavar a través de las capas de tierra y de ruinas, hasta llegar a las ciudades y abrirse paso hacia un lejano pasado de leyendas, héroes y misterio.

Los escritores y científicos siempre han soñado en lograr dar un vistazo al pasado, e incluso visitarlo.Pero los miles de años transcurridos antes de que el hombre escribiera sistemáticamente los sucesos de la vida cotidiana se hallaban aparentemente perdidos para nosotros hasta que la arqueología se convirtió en ciencia.
Desde luego, no existe una máquina del tiempo que nos lleve a los primeros días de la civilización, ni siquiera una que nos permita observar lo que hacia la gente de aquellas épocas. No obstante, las técnicas arqueológicas que se han ido perfeccionando son lo más cercano que existe a tan fantástico invento.

La raza humana siente curiosidad por sus inicios.Es uno de tantos rasgos que nos distinguen de los animales. Como miembro de la raza humana, deseamos poseer un sentido de continuidad, una línea directa a través de toda la historia. Sabiendo como se desarrollaron nuestras costumbres, políticas y religiones, lograremos aprender más acerca de nosotros mismos.

Formamos una especie inquisitiva, interesadisíma en saber de donde venimos y es muy posible que  un estudio de nuestros orígenes nos ayude a comprender adonde vamos. Por consiguiente, los hombres siguen registrando los lugares del mundo que habitaron los pueblos antiguos.

La historia antigua nos ha legado una serie de relatos acerca de hechos heroicos y conquistas fabulosas. Unos personajes sobrehumanos hollaron la tierra, se mezclaron con los dioses y realizaron grandes proezas. Sus nombres nos son familiares: Hércules, Aquiles, Ulises y muchos otros.Surcaron los mares, derrotaron a los gigantes, y fundaron ciudades. Sus nombres resaltan en las leyendas dramáticas que datan de un tiempo en que el hombre empezaba a ampliar sus dominios y trataba de controlar el mundo en que vivía.



En el siglo IV a.C., el historiador griego Herodoto recopiló muchos de estos relatos épicos y trató de averiguar si se basaban en la realidad. La mayor parte de leyendas se referían a ciudades que ya en aquellos tiempos habían desaparecido. Herodoto recorrió el pequeño mundo de su época, visitando antiguos lugares, tomando notas y elaborando sus observaciones y deducciones. En realidad, fue unos de los primeros arqueólogos, y sus escritos, estudiados siglos más tarde, proporcionaron algunas de las primeras pistas que conducirían a las fabulosas ciudades de leyenda. El llamado "padre de la Historia" tiene a los fenicios como los inventores del alfabeto y, cabe añadir que las descripciones de Herodoto, que fueron con frecuencia puestas en duda por los historiadores modernos, han experimentado a través de los años una brillante confirmación.

Volviendo sobre el título del presente artículo, realizaremos una breve incursión en unos de los temas más fascinantes de los últimos años: Tartessos.

El mito de Tartessos, poderoso y enigmático reino de Andalucía, sigue apasionando a los amantes de la Historia de España. Y seguirá apasionando aún más cuantos más trabajos se sigan realizando sobre su misteriosa formación y desaparición. Si su ubicación ya resultara sumamente problemática para los antiguos, para nosotros será harto difícil por no decir imposible que lleguemos a localizarla. Bien es cierto, que el número de yacimientos de época Tartésica han aumentado considerablemente y ello nos da pie para conocer bien lo que fue aquella civilización, aunque la supuesta capital siga siendo un enigma.

El investigador alemán Shulten, consagró cincuenta años de su vida a las investigaciones arqueológicas en España. Él fue quien sacó a la luz la heroica ciudad de Numancia que durante siglos permaneció sepultada, y el que despertó el interés de la legendaria Tartessos. Convencido de que en alguna parte de las marismas existentes junto a la desembocadura del Guadalquivir, dormía una de las ciudades más ricas y misteriosas de la Antigüedad. Y ante la gran cantidad de coincidencias existentes, no vaciló en afirmar que la supuesta ciudad de Tartessos, si es que en realidad existió, se hallaba enclavada en la desembocadura del río Betis.



Sabemos que todas las fuentes conocidas llevan a la conclusión de que aquella civilización estaba situada en el suroeste de España, o sea, en lo que hoy conocemos como Andalucía, región que ya desde las épocas más primitivas, con raíces que llegan al tercer milenio a.C., a la cultura megalítica, fue no sólo la más rica y fértil de la Península Ibérica, sino incluso del mundo conocido.
Pero ¿cuando se forma estructuralmente Tartessos?.Posiblemente con el impacto colonizador. Mientras que en Oriente las regiones se organizan en Estados cada vez más desarrollados y entran en una nueva fase histórica, los pueblos de Occidente siguen sumidos en el Neolítico o en los primeros albores de la Edad del Bronce.

Cuando los fenicios, después de unas incursiones precedentes en busca de prospeccionar metales, fundaron Gadir en el año 11oo a.C., sabían perfectamente lo que buscaban en Occidente y lo que hacían ubicándose en un lugar estratégico con características ideales para guarnecerse de posibles ataques locales. Así, el indigenismos megalítico recibió el choque colonizador que vino a producir una rápida elevación del nivel de vida de esta población autóctona.Estos cambios culturales permitieron que toda la zona se adaptase a la nueva cultura metalúrgica de los nuevos conquistadores aumentando las riquezas de ciertas poblaciones indígenas que potenciaron la creación de estructuras políticas y como consecuencia la aparición de monarquías localistas.

Entre los siglos IX-VI a.C., las poblaciones del sur de Portugal y de toda Sierra Morena fundieron plata y otros metales, como cobre y estaño procedente de las Casitérides (islas gallegas) en grandes cantidades, para proporcionarlos a los fenicios asentados en las costa e intercambiarlos por aceite, telas y productos de lujo (perfumes, joyas, piedras preciosas, marfiles, etc.).

En Tartessos debía haber una gran cantidad de talleres, que trabajaban el metal en lingotes y objetos manufacturados, diseminados por todo el sur y que copiaban los modelos recibidos de Oriente, como se desprende de la gran cantidad de joyas y objetos de bronce y plata. Posiblemente, Gadir fuera, el centro productor más importante de estos objetos, que tuvieron tan gran aceptación entre las poblaciones autóctonas.
Los fenicios de Gadir, bien asentados, fueron haciéndose con el control de las rutas y de las zonas mineras, lo que provocaría el estrangulamiento de Tartessos, con el lógico enfrentamiento entre ambos pueblos donde los tartesios sufrieron severas derrotas. Cartago, interesada en poner orden en la zona, acaba con los intentos griegos de penetración comercial destruyendo muchos yacimientos ibéricos en el siglo IV a.C.

Por lo tanto, la formación de Tartessos, corre paralela con la llegada de los fenicios a Gadir, que al recibir los influjos de una potencia organizada contribuyó a crear las condiciones necesarias para ello. Y así, por las mismas circunstancias que surgió, debió desaparecer, y el poderoso reino terminaba su paso por los campos de la historia entrando en el mundo fantástico del mito.

Los hallazgos arqueológicos a través de los años: el cántaro de Valdegamas, el tesoro del Carambolo, el bronce de Carriazo, los aderezos de la Aliseda y otros muchos más, manifiestan la fuerte presencia fenicia, los bronces, las joyas, la cerámica, los dioses, la agricultura y otros aspectos demuestran esta acción colonial en la civilización Tartésica. De todos modos, a la arqueología le queda mucho más que decir en este sentido. Será  preciso, por tanto, un tiempo de espera.

Por: Juan Antonio Cerpa Niño

LOS SACRIFICIOS HUMANOS EN EL TEMPLO DE MELKART


Por: Juan Antonio Cerpa Niño

La biblia denomina cananeos a los habitantes de esta franja costera; de raza semita, los cananeos no parecen ser los primeros habitantes de la zona, sino que proceden de una zona de emigraciones semíticas que quizás comenzaran a partir de la expediciones  militares de Sargon en el tercer milenio y de la creación del estado Akkadio. Sin embargo los habitantes de Biblos, que ya mantenían un comercio con Egipto desde varios siglos antes, no soportaron ninguna invasión semita. Lo más probable es que la población de la costa libanesa se hallase muy mezclada desde tiempo atrás pero con clara preponderancia de los semitas.

En cuanto al nombre, los cananeos se autodenominaron Kinachu, empleando la lengua Akkadia, ya en el segundo milenio. La época homérica es la que utiliza por vez primera el término Phoenix, que pasará al latín en forma de Phoenices con la que los romanos denominaron a los fenicios. Así pues, mientras que los fenicios nunca se denominaron como tales, sino como cananeos, los griegos les bautizaron por su cuenta con el nombre con el que le conocemos hoy, aludiendo sin duda a la rama cananea que mantuvo su independencia y desarrolló las ciudades comerciales de la costa.

Los fenicios adquieren verdadera entidad histórica pasada la segunda mitad del segundo milenio antes de nuestra era; su ciclo llegará en Oriente hasta que las tropas de Alejandro Magno asalten Tiro, pero en Occidente perdurará en la ciudad de una de sus colonias: Cartago. Su historia termina con la caída del imperio cartaginés ante los embates de Roma, en el 146 antes de nuestra era.

Como pueblo, comenzarán a extender se influencia por medio del comercio y la colonización a partir del 1200 a.C., época en la cual comienza la historia fenicia. Esta es la razón de que su panteón y sus cultos fuesen básicamente cananeos, aunque también hubo influencias en su religión de otros pueblos (egipcio). Fruto de sus contactos con distintas áreas del Mediterráneo, donde iban los colonizadores trasmitieron las creencias religiosas de la Fenicia de origen.

Su dios Baal, fue sustituido en cada ciudad por nuevos apelativos debido al fraccionamiento político de Fenicia a inicios del primer milenio, así es conocido por Baal Hammon en Cartago, Eshum en Sidón, Adonis en Biblos, Elum en Berito y Melkart en Tiro.Es en honor a este último por el que se levanta, en las primeras incursiones tirias, el santuario a Melkart en el entorno a actual islote de Sancti-Petri en San Fernando (Cádiz).

Los navegantes procedentes de Tiro establecieron la colonia de Gadir y eligieron para ello el extremos sur de la gran isla gaditana. La erosión marina ha separado el Área del templo de la isla primitiva, convirtiéndola en el actual islote, sonde no se conserva más que las ruinas de una fortaleza moderna. El Templo de Melkart llegó a convertirse en uno de los santuarios más importantes del mundo antiguo y su divinidad alcanzó una extraordinaria difusión, especialmente durante el alto imperio romano.

El templo debía tener como elemento principal un gran recinto o área sagrada, dentro de la cual estaría el edificio propiamente dicho, con las puertas de bronce decoradas y las restantes reliquias y altares. Había allí dos pozos, uno de ellos de agua dulce, cuyo régimen de caudal era inverso al de las mareas, fenómeno estudiado directamente por el geógrafo griego Posidonio. Debido a al origen oriental del culto, no existía una imagen del dios en el templo, sino solamente los altares destinados a los sacrificios.

Quizá sea este, el sacrificio, el elemento esencial de la religión fenicia. Conservando el antiguo sentido cananeo, el ofertante fenicio sacrificaba generalmente ganado mayor y menor, pájaros  ofrendas de grano, aceite, leche, vino, etc. Pero también realizaba sacrificios humanos.

El sacrificio de primogénitos era ya una practica antigua. Quizá debe remontarse a mediados del III milenio y los fenicios no lo suspendieron. La mayor parte de los restos de las incineraciones aparecidas en Salambó (Cartago),entre otros muchos lugares, demuestran que un 80% no superaba los dos años de edad, aunque no faltaban victimas de mayor edad; se han encontrado en las urnas de los sacrificios las pruebas de que habían sido entregados al fuego purificador, niños incluso de 12 años.


El ritual consistía en la entrega al sacerdote por parte de los padres de su hijo, este llevaba al niño en sus brazos ocultándolo de la vista de los presentes en el momento del preciso golpe de cuchillo. Cuando se incinera el cuerpo, la música y la alegría del pueblo redimido con el sacrificio anulaban los gritos desconsolados de los padres, mientras su hijo se reunía con la divinidad. No debemos llevarnos ninguna sorpresa ni considerar por ello que la religión fenicia era especialmente sangrienta, pues ni siquiera los griegos habían perdido por completo esta práctica en el siglo IV a.C. Según Diodoro, los niños continuaban siendo quemados en aquella época en sacrificios rituales.

Aunque los nombres de Tanit y Baal desaparecen después de la caída de Cartago en el 146 a.C., ambos sobreviven bajo los nombres de los dioses romanos Juno Caelestis y Saturno.Los sacrificios humanos cesaron por completo, aunque es posible que siguiesen realizándose en secreto.
Hasta la fecha, no han podido localizarse restos de estos sacrificios  en nuestro templo, su existencia puede ser dada como segura ya que las diferentes colonias fenicias de occidente, han aportado una amplísima documentación en cuanto a restos de amplios recintos en los cuales eran depositados los huesos calcinados de niños y, en ocasiones de pájaros y otros pequeños animales.

Desvelado el secreto del rojo y el amarillo en las pinturas prehistóricas de Parpalló

Las plaquetas (piedras calizas de superficie plana y diversos grosores) de la cova del Parpalló presentan representaciones zoomórficas, ramiformes, y geométricas ejecutadas con pigmentos rojos y amarillos. / Valentín Villaverde

La cueva del Parpalló, en Gandía, es uno de los yacimientos paleolíticos más importantes de la península ibérica. En su interior se han encontrado plaquetas de caliza con grabados zoomórficos y geométricos pintados hace más de 14.000 años. Los pigmentos naturales que utilizaron los artistas prehistóricos contenían óxidos de hierro, como los hematites para los tonos rojizos y la goethita para los amarillos, según han comprobado investigadores de la Universidad de Valencia.

El análisis de los pigmentos rojos y amarillos de las plaquetas de la cueva o cova del Parpalló (Gandía) demuestra que fueron obtenidos de óxidos de hierro naturales como la hematites y la goethita. Estos compuestos aparecen en combinación con carbonatos de calcio, arcillas y cuarzo, cuya presencia es común en las tierras rojas y amarillas. El estudio, publicado en la revista científica Plos One, y desarrollado por investigadores de la Universidad de Valencia (UV) mediante técnicas no destructivas, constituye la primera caracterización de estos pigmentos en uno de los yacimientos paleolíticos más importantes de la península ibérica.

Los científicos valencianos han analizado las plaquetas de la cueva (piedras calizas de superficie plana y diversos grosores), que muestran en su superficie representaciones zoomórficas, ramiformes, y geométricas ejecutadas con pigmentos rojos y amarillos. La cova del Parpalló abarca una cronología entre hace 23.500 y 14.000 años y su material arqueológico está formado por grabados y pinturas realizados en más de 5.000 plaquetas de piedra caliza que muestran la expresión cultural de las poblaciones cazadoras y recolectoras del Paleolítico superior de la franja mediterránea peninsular.

Los análisis de fluorescencia de rayos-X y espectrofotometría se han realizado in situ en el Museo de Prehistoria de Valencia

Clodoaldo Roldán, investigador del Instituto de Ciencia de los Materiales (ICMUV) y coautor del trabajo, destaca que los motivos figurativos fueron realizados con pigmentos naturales basados en óxidos de hierro rojos (hematites), amarillos (goethita) y otros óxidos de hierro inespecíficos procedentes del entorno geográfico de la cova del Parpalló.

Los análisis se han desarrollado mediante fluorescencia de rayos-X dispersiva en energía (EDXRF) y mediante espectrofotometría en la región visible, y se han realizado in situ en el Museo de Prehistoria de Valencia, donde se hallan las piezas. Completan otro estudio efectuado hace tres años que ya se centró en los pigmentos negros en las plaquetas de la misma cueva.

El estudio también tiene como objetivo analizar la evolución del color de los pigmentos y comprobar si estos se degradan y en qué medida. El espectrofotómetro (también denominado colorímetro) es la herramienta que detalla qué tonos se han empleado en las plaquetas de la Cova del Parpalló. Estas coordenadas cromáticas, analizadas al cabo del tiempo, permitirán conocer si los dibujos pierden intensidad o luminosidad y en qué medida.

Actualmente las plaquetas del yacimiento arqueológico se encuentran en el Museu de Prehistòria de Valencia, en cajas de almacenamiento o en vitrinas de exposición. “Si al cabo de un periodo de tiempo no hay variación de las coordenadas cromáticas es que no hay degradación del color”, completa Clodoaldo Roldán.

Técnicas similares en el arte mueble y parietal

Valentín Villaverde, catedrático de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua y miembro del equipo investigador, ha destacado que los resultados obtenidos “confirman que en este yacimiento se utilizaron las mismas técnicas y colorantes que se han señalado hasta ahora en los análisis de figuras parietales pintadas de la misma cronología. Esta coincidencia resulta muy interesante, ya que constituye un argumento a favor de la similitud de los procedimientos empleados durante el Paleolítico en el arte mueble (pequeños objetos transportables) y en el arte parietal (en grandes superficies de piedra)”.

Los pigmentos se elaboraron con una paleta de colores básica de rojo y amarillo
El trabajo se ha estructurado en tres fases: la adquisición de datos experimentales, que se realizó in situ en el Museo de Prehistoria de Valencia; el análisis de los datos experimentales; y la elaboración de conclusiones referidas a los pigmentos rojos y amarillos que se desarrolló en el ICMUV y en el Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la UV.

Para analizar los pigmentos, elaborados con una paleta de colores básica (rojo y amarillo), se usaron técnicas no destructivas portátiles. La espectrometría EDXRF se utilizó para identificar la composición elemental de los pigmentos; y la espectrofotometría, con el fin de registrar las coordenadas cromáticas, las curvas de reflectancia espectral de los pigmentos y estudiar y evaluar la evolución temporal del color. Adicionalmente, micromuestras desprendidas de las plaquetas se analizaron mediante espectroscopia de infrarrojos.

La investigación es fruto de una colaboración multidisciplinar del ICMUV y del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la UV y se desarrolla en el marco de un proyecto centrado en el Paleolítico medio y superior del Mediterráneo español, cuyos objetivos son, entre otros, la caracterización de las materias primas y sus sistemas de gestión, la definición de las cadenas operativas líticas y óseas, y la caracterización de las materias colorantes. El proyecto cuenta con el apoyo del Ministerio de Economía y Competitividad y del programa Prometeo de la Generalitat Valenciana.

Referencia bibliográfica:

Roldán García C, Villaverde Bonilla V, Ródenas Marín I, Murcia Mascarós S. "A Unique Collection of Palaeolithic Painted Portable Art: Characterization of Red and Yellow Pigments from the Parpalló Cave (Spain)". PLoS ONE 11(10): e0163565, 2016. doi:10.1371/journal.pone.0163565.

Fuente: SINC