Arqueólogos israelíes descubren la ciudad romana donde nacieron tres apóstoles

Estudiantes y arqueólogos en el sitio de la excavación en el norte de Israel. Crédito:
Zachary Wong.

Arqueólogos israelíes creen haber encontrados los restos de la antigua ciudad de Betsaida, mencionada en el Nuevo Testamento, de la que procedía los apóstoles Pedro, Andrés y Felipe. El hallazgo de los investigadores es un lugar llamado El Araj, ubicado en la costa norte del mar de Galilea, en la Reserva Natural del Valle de Bethsaida, informa “Haaretz”.

Hasta ahora los especialistas creían que El Araj era un pequeño pueblo de pescadores, pero tras encontrar una casa de baños de estilo romano cambiaron drásticamente de opinión, dado que este descubrimiento indica la existencia de una antigua ciudad del Imperio Romano. Además, en las descripciones que el historiador Flavio Josefo hace de Betsaida, a la que llamaba Julias, menciona que un gobernador transformó lo que no era más que una aldea de pescadores en una verdadera polis romana.

Una casa de baños romana con fragmentos de mosaico. Crédito: Zachary Wong

“Josefo reportó que el gobernador había convertido el pueblo de Betsaid en una polis, una verdadera ciudad”, comentó a “Haaretz” el doctor Mordechai Aviam, del Kinneret College. “No dijo si había sido construida encima, al lado o debajo. En realdad durante todo este tiempo no sabíamos dónde estaba, pero la casa de baños atestigua la existencia de cultura urbano”, dijo.

Un suelo lleno de maravillas

Los arqueólogos encontraron la casa de baños en un estrato de tierra que data del período romano tardío, del siglo l al lll a. C., dos metros por debajo del nivel bizantino. Ese estrato romano contenía fragmentos de cerámica, un mosaico y los restos de la casa de baños. Además, en esa capa se encontraron dos monedas, una de bronce de finales del siglo ll a. C., y un denario de plata con el retrato del emperador Nerón datado en los años 65-66 d. C.

La excavación arqueológica en lo que se cree que es Julias, hogar de tres de los apóstoles de Jesús, en la orilla del Kinneret. Crédito: Zachary Wong.

Aparte de todos estos valiosos descubrimientos, los especialistas han encontrado otra indicación de que su hallazgo sería la ciudad nativa de los apóstoles: unas paredes con restos de mosaicos dorados que señalan que en la ciudad hubo una iglesia rica e importante. Precisamente este santuario podría haber sido descrito por un obispo de Baviera que visitó Betsaida en el año de 725 d. C.

En su obra el clérigo relató que la iglesia había sido construida en el lugar donde se ubicaban las casas de los apóstoles Pedro y Andrés.

Actualmente los investigadores israelíes continúan las investigación en el sitio. Se espera que próximamente aparecerán más confirmaciones de que El Araj fue realmente el lugar de nacimiento de tres de los discípulos de Jesús.

Los secretos que guarda la tribu que ha vivido durante 40.000 años en el lugar donde se originó el Homo sapiens

La tribu Hadza es una de las últimas sociedades cazadoras recolectoras que existen en el mundo.

Los Hadza son una de las últimas tribus cazadoras-recolectoras del mundo. Se cree que han vivido en la misma tierra en el norte de Tanzania, comiendo bayas, tubérculos y 30 mamíferos diferentes durante 40.000 años. Dan Saladino, de la BBC, fue con ellos a buscar comida y cazar, ya averiguar si su dieta contiene lecciones para todos.

Tumbado boca abajo, metí la cabeza en el oscuro túnel y olfateé. Olía a animal... Lo que no podía creer era que alguien fuera a deslizarse allá dentro a sacar a ese animal. Ese alguien era Zigwadzee. ¿Y el animal? Un puercoespín.

Después de entregar su arco y flecha y el hacha de miel a uno de sus compañeros cazadores hadza, Zigwadzee se quitó la ropa, tomó un palo corto y afilado, y desapareció por el agujero.

Después de entregar su arco y flecha y el hacha de miel a uno de sus compañeros, Zigwadzee se quitó la ropa, tomó un palo corto y afilado, y desapareció por el agujero.

Tal vez, pensé, él era el más pequeño del grupo y por eso lo habían elegido. Pero me di cuenta de que era porque Zigwadzee era el que le tenía menos miedo a lo que podría estar allí adentro: serpientes cobra, reptiles, pulgas y garrapatas, aparte del puercoespín, con sus púas de 35 centímetros de largo.

Hasta ese momento, mi dieta con los hadza había sido estrictamente vegetariana, como lo es la mayor parte del tiempo para ellos. Habíamos recogido puñados de bayas en los arbustos mientras recorríamos la sabana arbolada. Ocasionalmente comimos algún tubérculo húmedo crujiente que habían desenterrado y cocinado en un fuego rápidamente conjurado.

Bayas y tubérculos, recogidos por las mujeres hadza, son el pilar de la dieta.

También habíamos comido un montón de fruta de baobab. Las vainas de frijoles gruesos del árbol de baobab combinadas con un polvo blanco picante, se convierten en una bebida de fibra pura y vitamina C.

La fruta del baobab es rica en vitamina C.

Los antropólogos observaron hace décadas que los hadza siempre tienen hambre pero nunca mueren de inanición. Su afición por la comida es igualada por la abundancia de ingredientes que los rodean, así como por su talento para rastrearlos y su habilidad para encontrarlos.
Alrededor nuestro había alimentos que yo no podía ver, pero que hasta los niños hadza de tan sólo 4 años son expertos en encontrar.


Con palos recostados contra el árbol de baobab escalan hasta llegar a donde está una colmena de abejas.

Aunque quedan unos 1.000 hombres, mujeres y niños hazda, se estima sólo de 200 a 300 siguen siendo cazadores-recolectores puros, que no cultivan ningún alimento y no se alimentan de ningún animal domesticado.

A estos hadza los agricultores les parecen curiosos y divertidos.

Uno me preguntó: "¿Por qué pasan días enteros en un campo y esperan semanas o meses por comida cuando se pueden tomar bayas de los arbustos, encontrar suficiente miel para comer hasta hartarse o pasar una hora dentro de la guarida de puercoespín y alimentar a todo un campamento?".

"¿Porqué cultivar si hay comida por todas partes?", se preguntan los Hazda.

Así era como nuestros antiguos antepasados ​​obtenían sus alimentos. Las manera en la que los Hazda se alimentan es nuestro último vínculo con las dietas con las que los seres humanos evolucionaron y a través de las cuales nuestro sistema digestivo se desarrolló, incluyendo la compleja comunidad de bacterias intestinales que todos tenemos, que pesa entre 1 y 2 kilos en un adulto y que se llama microbioma.

Actualmente hay un creciente consenso en el mundo médico de que nuestros microbios intestinales desempeñan un papel importante en el funcionamiento de nuestro sistema inmunológico y que cuanto más ricos y diversos sean nuestros microbiomas, menor será nuestro riesgo de enfermedad.
Y sucede que los hadza, debido a su dieta, poseen los microbiomas humanos más diversos del planeta.

Para cazar animales tan grandes como las cebras usan flechas envenenadas

Las cebras son más fáciles de cazar en la temporada seca pues hay menos lugares en los que pueden tomar agua, pero ya no hay tantas porque los pastores las están espantando para quedarse con tierras para su ganado.


Entre mis compañeros de viaje estaba Tim Spector, profesor de Epidemiología Genética en el Kings College de Londres, quien quería saber si, si comía como un hadza, su propio microbioma se volvería más parecido al de ellos. Así que tomó muestras de sus propias heces antes y después de tres días en una dieta hadza, con el fin de comprobar si la variedad de bacterias presentes cambiaba.
Los resultados fueron impresionantes.

Después de sólo tres días, la diversidad de bacterias en su microbioma había aumentado en un 20%, y fue capaz de detectar formas raras de bacterias a menudo asociadas con una buena salud.

Los cazadores caminan kilómetros con la parte de carne que les corresponde.

Pueden pasar años hasta que la investigación de Spector llegue a una conclusión definitiva sobre nuestra dieta óptima. Pero hay cierta urgencia, porque las cosas están cambiando rápidamente para los hadza.

Durante muchos años, los agricultores han estado extendiendo sus territorios dentro de las tierras de los hadza. En la última década han despejado 160 hectáreas de bosques cada año, bosques que eran la despensa silvestre hadza.
Los pastores y su hambriento ganado también han llegado en gran número, asustando a muchos de los 30 mamíferos salvajes diferentes que los hadza han cazado y comido durante decenas de miles de años.

Un animal antes de ser cocinado.

Para mí, sin embargo, la mayor sorpresa fue una incursión de otro tipo. A 30 minutos en auto de donde fuimos a cazar al puercoespín había una choza de barro en un cruce de caminos, y adentro, estantes llenos de latas de refrescos azucarados y paquetes de galletas.

Me había tomado 9 horas de camino sobre terrenos difíciles llegar allá, sólo para encontrar que las marcas más grandes del mundo habían llegado antes que yo.

Ya se están vendiendo bebidas azucaradas en territorio hadza.

Sin embargo, Zigwadzee mantenía viva la llama de la sabiduría hadza. Poco después de que desapareciera por el hueco, oímos la voz distante de Zigwadzee. Estaba a 2 metros bajo tierra dentro de una red de túneles y cámaras calientes, donde estaba escondido un puercoespín.
Mientras exploraba el mundo subterráneo del animal, les gritaba instrucciones a sus compañeros cazadores para que cerraran todas las rutas de escape. Después de 40 minutos, volvió a emerger, cubierto de polvo y unas pocas pulgas, listo para excavar más allá, en el lugar exacto donde se encontraba el puercoespín.

Su final sería rápido y eficiente.

Cara a cara con el animal, Zigwadzee lo empujó con un palo gritándole: "Sal puercoespín... ven a mí... ¡ven aquí puercoespín!".

Aparecieron no uno sino dos puercoespines crestados, con sus largas púas blancas y negras y sus pesados cuerpos de 30 kilos. Lo más sorprendente fue el ruido. Un muro de sonido creado por las púas que los animales agitaban para advertir de peligro llenó el ambiente y se intensificó a medida que Zigwadzee golpeaba fuertemente las cabezas de los puercoespines. Pronto, todo terminó.

Los cazadores hadza comparten todo.

La suya es una sociedad igualitaria. No tienen estructuras de liderazgo y con la carne, especialmente, hay una obligación de dividir lo que se captura por igual. Las entrañas, el corazón, el hígado y los pulmones se cocinaban en el lugar y se comen de inmediato. Las carcasas son cortadas, llevadas de vuelta a los campamentos y distribuidas.

Mientras observaba, y mordisqueaba nerviosamente un pedazo de hígado de puercoespín, me di cuenta de que había presenciado algo especial. Una cacería y una comida, que me había permitido conectarme con el más antiguo de los pasados.

Los arcos y las flechas son de las posesiones más preciadas de los hazda.

Todas las fotografías son cortesía de Jeff Leach, del King's College de Londres
Fuente: mdzol.com | 6 de agosto de 2017

La excavación en el yacimiento de Driebes (Guadalajara) permite hallar el foro de la ciudad romana de Caraca

Caraca fue la primera ciudad romana con rango jurídico en la provincia de Guadalajara”. Así lo confirma Emilio Gamo, codirector del ‘Proyecto Driebes’, a eldiarioclm.es, después de que las excavaciones arqueológicas que actualmente se desarrollan al sur de la localidad de Driebes, en la comarca de la Alcarria Baja, hayan podido confirmar la existencia de este asentamiento de época romana, tal como apuntaba la investigación llevada a cabo mediante la técnica del georradar.

Caraca data del primer milenio antes de nuestra era. Y no es la única constatación fehaciente. Los trabajos a pie de campo, que se iniciaron a mediados de julio, han revelado los restos del pórtico y la cabecera del foro, una prueba que cumple con una de las mayores expectativas de esta investigación. “Nos encontramos ante la ciudad romana más primitiva de la provincia de Guadalajara”, admite el arqueólogo. De hecho, la existencia de un foro, centro de la vida social en el Imperio romano, es precisamente el criterio por el que se otorgaba el estatus de ciudad a una población.

El paisaje bajo el que yace Caraca es mesetario, casi lunar. Se trata del Cerro de la Virgen de la Muela, al sur del municipio de Driebes. Es un paraje a 600 metros de altitud, abierto, vasto, rodeado de barrancos esteparios, casi desérticos por la pobre vegetación de matorral. Este alto en el que también se emplazan los restos de la Ermita Nueva contrasta con la deliciosa imagen de la fértil vega, regada por el río Tajo que puede otearse en el horizonte. Una paleta de diversidad y cromatismo que tanto caracteriza a Guadalajara.

Pasear por esta loma es como reencontrase con la historia antigua y experimentar la sensación de caminar encima de unas termas o un mercado de época romana. La ubicación de la que fue la antigua Caraca hace que el viajero pueda toparse con todo tipo de vestigios. Por ejemplo, valiosas cerámicas, piedras de granito u otros objetos que formaban parte de la vida cotidiana de nuestros antecesores.

Pedro Rincón, alcalde de Driebes, en la ciudad romana de Caraca. FOTO: Raquel Gamo

Caraca, según los especialistas que trabajan en su emplazamiento, debió de ser una ciudad mediana en su tiempo con una población de entre 1.500 y 1.800 habitantes. Otra relevante infraestructura que refuerza la hipótesis de que ésta se trataba de una urbe administrativa es el acueducto de tres kilómetros que abastecía a los pobladores desde el manantial de Lucus o ‘bosque sagrado’ en latín y que, gracias a la arqueología, se ha recuperado parcialmente.

El punto geográfico escogido por los romanos para construir Caraca no fue casual, como nada que tenga que ver con esta avanzada civilización que sentó las bases de la ingeniería civil hace 2000 años. Al contrario, el Cerro de La Muela, que es donde asienta, estuvo considerado, según puntualiza Emilio Gamo, una zona “estratégica” de la meseta sur desde donde la población dominaba el Tajo por el norte y controlaba diversos arroyos y vegas circundantes. Esta situación privilegiada permitió a los romanos, por un lado, defenderse de las invasiones enemigas y, por otro, abastecerse de abundante agua para sostener su próspera economía basada en la explotación del lapis specularis -mineral usado en el Imperio Romano para construir ventanas- y en la fabricación de esparto, una planta empleada antiguamente para la minería y la cordelería de los barcos.

De ahí que los romanos decidieran asentarse en Caraca, ciudad ubicada en la vía Complutum-Carthago Nova -principal centro portuario de la época-, a medio camino entre Alcalá de Henares (Complutum) y Segóbriga, otro yacimiento cercano en la provincia de Cuenca. “Probablemente la ciudad se abandonó en el siglo II después de Cristo por el fin de las actividades mineras que se llevaban aquí a cabo”, explica Gamo al hablar sobre el ocaso de Caraca.

“Gran descubrimiento”

El yacimiento del cerro de la Virgen de la Muela está ubicado sobre un amplio cerro amesetado situado en la orilla derecha del Tajo, cuando traza un amplio meandro, y está delimitado por barrancos con un curso de agua irregular. Se sitúa una altitud de 610 metros y la extensión del yacimiento de época imperial es de al menos 8 hectáreas.
A nivel geológico, la zona a estudio está compuesta de gravas, arenas y limos del cuaternario Superior. Se trata de un área, por tanto, óptima para el asentamiento antrópico. Esta visión queda reforzada por la situación estratégica del enclave, dominando el Tajo desde el norte, el arroyo del Barranco al este, el arroyo Salobre al oeste y una fértil vega a sus pies, al sureste.

Emilio Gamo y Javier Fernández dirigen las excavaciones del yacimiento. FOTO: Raquel Gamo

Juan Manuel Abascal, catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Alicante, sostiene que “Caraca es, sin duda, el gran descubrimiento arqueológico de los últimos años en Castilla-La Mancha. Especialmente, por la luz que arroja acerca del trazado de las principales vías romanas a su paso por la actual provincia de Guadalajara”.

La campaña arqueológica en el yacimiento de Driebes está siendo ejecutada por un equipo técnico encabezado por los arqueólogos Emilio Gamo y Javier Fernández, y un equipo multidisciplinar del que forman parte los también arqueólogos Saúl Martin y David Álvarez. Además, un grupo de nueve peones naturales de Driebes, contratados mediante el Plan de Empleo de la Junta de Castilla-La Mancha, se encarga de excavar con pico y pala cada mañana durante seis horas en las tres catas que se han abierto en el yacimiento: dos en las que, según apuntan los estudios previos, se situaría el foro; y otra que pertenecería al decumano o calle principal del enclave que se cruzaba perpendicularmente con el cardo, la otra gran vía del plano urbano que discurría de norte a sur de la ciudad.

El objetivo esencial del trabajo de campo que se llevará a cabo en el Cerro de la Virgen de la Muela hasta el próximo 16 de agosto es verificar los resultados del georradar tridimensional que durante la fase previa de prospección arqueológica del terreno arrojaron “la presencia de una planta urbanística plenamente establecida en las dos calles principales de una ciudad romana, el foro, unas posibles termas y un posible ‘macellum’ o mercado”.
En noviembre de 2016, el grupo de arqueólogos desarrolló una prospección arqueológica sobre 1,3 hectáreas del Cerro de la Virgen de la Muela a través de la tecnología del georradar con la que se determinó que estas ruinas correspondían probablemente a una población con su foro, sus termas y su acueducto, entre otros edificios. Se trataba de una ciudad romana reconstruida sobre un poblado carpetano existente anteriormente.

Tras varios meses, las expectativas depositadas por los arqueólogos en la información aportada por la técnica se van cumpliendo punto por punto. “De momento las excavaciones están confirmando lo que habíamos visto en las prospecciones”, reconoce Gamo. De este modo, la información que ofrezcan los restos hallados servirá para “analizar cómo se produjo el proceso de romanización en la provincia de Guadalajara y en Castilla-La Mancha”, mediante la evolución histórica de Caraca desde el primer mileno a.C. hasta el Siglo II d.C.

FOTOS: Raquel Gamo

La primera visita guiada que el grupo de arqueólogos organizó al yacimiento el pasado jueves despertó una gran expectación. Contó con la participación de cerca de un centenar de visitantes de Driebes y otras localidades que, a pesar del incesante calor que caía sobre el cerro, no faltaron a la cita con Caraca. Esa misma tarde tuvo lugar otra visita por la tarde y, además, hay programadas otras dos: el día 10, organizada por la Asociación de los Amigos del Museo de Guadalajara y, al día siguiente, otra de la Asociación de Mujeres de Brea del Tajo.

Durante el recorrido por Caraca, Emilio Gamo describió con todo lujo de detalles los avances que se han alcanzado en apenas 20 días de trabajo. Y, aunque aún no hay nada asegurado y los especialistas recomiendan conceder tiempo y prudencia a las investigaciones, lo cierto es que los trabajos realizados hasta la fecha permiten alumbrar la esperanza sobre la confirmación de los hallazgos detectados por el georradar. En primer lugar, el arqueólogo se detuvo en las inmediaciones de la Ermita Nueva de Driebes, sobre la que aún perviven varias leyendas a su alrededor y desde donde puso en situación a los visitantes sobre el contexto de la investigación.


En la primera cata que los técnicos han abierto en el yacimiento arqueológico, los trabajos se enfocan a encontrar una zona característica del foro: el pórtico. Según Gamo, “la presencia de un espacio diáfano, rodeado al sur por una columnata a modo de pórtico y al norte por dos habitáculos de grandes dimensiones al sur de la actual ermita hace pensar que podría tratarse de un foro”, es decir, el área pública y administrativa del núcleo.

En una segunda excavación, situada a escasos metros de la anterior, la investigación se propone “documentar una parte del ‘decumano’ cercana a su conexión con el cardo máximo”. Aquí se puede observar un rebaje de la calzada empedrada para la conducción de las aguas residuales, que ratifica la hipótesis del georradar de que en esta ciudad romana hubo un sofisticado sistema de alcantarillado. También es visible un muro que pudo pertenecer a una villa e incluso restos de una viga de madera que formaría parte de la sujeción de la citada casa.

Y, finalmente, en la tercera cata podría ubicarse un complejo de instituciones públicas, civiles o religiosas aún por determinar. “Hemos hallado todo lo que esperábamos y a partir de este momento pueden venir las sorpresas. Queremos llegar al nivel ocupacional de las catas y en este punto que alberga la cabecera del foro podríamos encontrar el Templo Imperial, la Curia o la Tesorería”, asegura Javier Fernández Ortea, codirector del ‘Proyecto Driebes’.

FOTOS: Raquel Gamo

Apoyo de la Junta
La ruta arqueológica culminó a la entrada de la antigua ciudad romana, una pronunciada pendiente desde donde se contempla idéntico paraje árido y desmochado. En medio de este entorno se conserva la vía que daba acceso al municipio, la conocida como Vía Espartaria, que se prolonga hasta llegar al río Tajo y sobre el que los romanos debieron construir un puente, hoy desaparecido. Caraca debió contar con una extensión de entre 8 y 12 hectáreas.

Entre los asistentes a la visita se encontraba Faustino Lozano, director provincial de Cultura, quien reiteró el compromiso del Gobierno regional con la continuación de las excavaciones arqueológicas interesantes que se están ejecutando en la provincia de Guadalajara. “Sigue habiendo mucha expectativa, pero hay que seguir con prudencia los trabajos cuya continuidad dependen de las subvenciones públicas que convoca anualmente la Junta. Es una pena que a veces algunos yacimientos se queden sin ayudas, porque Guadalajara es muy rica en estos recursos”, admitió.
La financiación de las excavaciones en el enclave de Caraca ha corrido a cargo de la Junta de Castilla-La Mancha, que ha aportado 16.000 euros; además de las aportaciones del Ayuntamiento de Driebes, la Asociación de Mujeres de Brea de Tajo y la Asociación de Amigos del Museo Provincial de Guadalajara. Mediante un canal de crowdfunding, destinado a incrementar los fondos para la investigación, se recaudaron 11.000 euros en solo tres meses, lo que da una idea del fervor que este hallazgo ha causado entre la población de Driebes y su entorno.

Pueblo ilusionado

“La gente de Driebes es sencilla y tiene una gran humanidad, un corazón muy grande. Somos especiales”. Así califica el alcalde, Pedro Rincón a sus conciudadanos. Y es que Driebes vive con enorme entusiasmo el hallazgo de la ciudad romana de Caraca, a escasos 6 kilómetros de este municipio de la Alcarria Baja, rayano con la Comunidad de Madrid.

El alcalde, Pedro Rincón, y el arqueólogo Emilio Gamo. / Foto: E.C

Con un censo municipal de alrededor de 300 habitantes, la materialización de este hito arqueológico actuaría como foco cultural y turístico para atraer viajeros a toda la comarca. “De momento ya hemos ganado mucho. Recibimos la visita de gente de toda España y del extranjero, que pasan por el pueblo, preguntan, compran algo y eso da más vida al pueblo”, asegura el primer edil a eldiarioclm.es. En cuanto a los planes que imagina para Caraca, el regidor reconoce que “todos tenemos un sueño: que haya un centro de interpretación, un pequeño museo… pero todo esto depende de los resultados que vayamos obteniendo y de las ayudas”.

La entrega de los driebanos al proyecto para desenterrar a su ciudad romana del olvido encuentra un claro ejemplo en la solidaridad de los hermanos Ángel y Pedro Zorita, propietarios durante décadas de los terrenos bajo los que se asientan los vestigios de Caraca.

Ambos se los compraron a una monja de Driebes en 1979 y, según cuenta, siempre sospecharon que ahí debajo había algo extraordinario. “Vaya campos más malos que hemos hecho, no salen más que piedras”, le decía Ángel a su hermano. Casi 40 años después, el mayor de los hermanos Zorita, de 82 años, cree que el proyecto “tiene buena pinta”. Los dos han colaborado con la causa cediendo sus dominios agrícolas. La participación de su hijo y su nieto en las excavaciones demuestra la ligazón que existe entre el pueblo de Driebes y Caraca, convertida desde este año en un insólito aliciente en la oferta cultural y turística de Guadalajara en el futuro.

Fuente: eldiario.es | 7 de agosto de 2017

Descubren el mayor puerto púnico del Mediterráneo en Cádiz

Miembros de la Universidad de Cádiz escanean con un georradar el terreno sobre el antiguo puerto fenicio, en el poblado de Doña Blanca. JUAN CARLOS TORO


Los últimos rayos de sol tiñen de dorado el pasto de la finca ganadera de Miguel y Manuel Lavi. Las vacas no pierden de vista a un invitado desconocido. Al remolque de una ranchera conducida por el profesor de Historia Antigua de la Universidad de Cádiz, Lázaro Lagóstena, un novedoso georradar escanea el subsuelo en profundidades de hasta cuatro metros. Aunque los terrenos lindan con el yacimiento fenicio de Doña Blanca, situado en El Puerto de Santa María (Cádiz), a simple vista no hay indicios de vestigios en la zona. De repente, el ordenador del georradar comienza a dibujar la retícula de lo que parecen calles y edificios. Lagóstena y su equipo acaban de confirmar lo que ya sabían: bajo esas tierras fértiles se esconde el desconocido puerto púnico de Doña Blanca, “el más extenso y mejor conservado del Mediterráneo”, como apostilla el profesor.

No es la primera vez que Lagóstena, coordinador de la Unidad de Geodetección de la universidad, visita la zona con su georradar. En la primavera de 2016 ya acudió a ese punto, ubicado en la falda de la Sierra de San Cristóbal y cercano al antiguo cauce del río Guadalete, para probar y entrenar su equipo de arqueología no invasiva. Exploró superficies no excavadas, pero sí documentadas del yacimiento. De paso, escaneó cinco hectáreas en los terrenos de los hermanos Lavi, inexploradas arqueológicamente y sin protección alguna, pero donde el conservador del museo de El Puerto, Juan José López Amador, ya teorizó, en 2008, sobre la posible existencia de estructuras enterradas. Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula hasta para el propio Amador. La geofísica permitió averiguar la presencia de un gran asentamiento de 250 metros de largo, 125 de ancho; un perímetro de 700 metros y tres hectáreas aproximadas de superficie. Las estructuras comienzan a aparecer a 50 centímetros de profundidad y alcanzan hasta los 1,80 metros.

“Interpretamos que es el espacio portuario de la ciudad fenicia y púnica”, explica Lagóstena (izquierda), mientras escanea de nuevo, en los últimos días de julio, algunos puntos del terreno que se quedaron por analizar en la anterior campaña. Los hallazgos dejan poco lugar a la duda. Con sus pasadas de dos metros de ancho, el georradar dibuja una amplia e intrincada trama urbanística. “Se identifican diversos edificios con probable funcionalidad portuaria como almacenes, espacios productivos o edificios religiosos”, añade. A eso se suman estructuras como calles y espacios abiertos que permiten plantear “la hipótesis de su identificación con el área portuaria de la ciudad del Castillo de Doña Blanca durante el período púnico-cartaginés" (siglos V-III a.C.).
Tanto Lagóstena, como el profesor José Antonio Ruiz Gil (derecha), del área de Prehistoria de la Universidad, tienen claro que el espacio, de una única fase constructiva, se puede asociar a la etapa púnica, ya que presenta una trama “de tipo ortogonal o hipodámica”. “De clara influencia helenística muestra características urbanas conocidas en el Mediterráneo Central (Sicilia y Magna Grecia), sin olvidar sus similitudes con el barrio portuario de Cartago”, añade el coordinador de la Unidad de Geodetección.

La importancia del hallazgo es mayúscula y no solo porque hasta ahora se pensaba que la ciudad fenicia de Doña Blanca era una ciudad portuaria en sí, en lugar de una ciudad con puerto anexo, como se ha descubierto ahora. “La amplia extensión del yacimiento, su buena conservación, y su poca afección por construcciones de épocas posteriores, convierten este espacio portuario probablemente en el más extenso y mejor conservado de los conocidos para la antigüedad púnica en toda la cuenca mediterránea”, añade Lagóstena con rotundidad. De hecho, el doctor da un paso más y afirma que la trama urbana descubierta denota que se encuentran ante “uno de los puertos más importantes de la época”. La infraestructura denota el destacado peso en el comercio marítimo que todavía seguía teniendo la ciudad de origen fenicio, del siglo VIII a. C., durante su etapa púnica.


Detalle de la imagen del georradar que muestra (en blanco) la trama urbana descubierta.
Todo lo conocido hasta el momento ha sido posible gracias al georradar y el posterior estudio de las imágenes registradas, sin realizar excavación alguna ni estudio de material arqueológico. Ahora, Lagóstena y Ruiz Gil, junto a investigadores y doctorandos de su equipo, preparan un análisis detallado del hallazgo, con la idea de presentarlo a la comunidad científica a través de artículos en diversas publicaciones.

El nuevo hallazgo confirma el destacado peso del yacimiento de Doña Blanca para comprender la presencia de los fenicios en el sur español. En litoral gaditano están documentados hasta tres núcleos de asentamiento fenicios: Cádiz, el yacimiento del Castillo de Chiclana de la Frontera y la propia Doña Blanca, ubicada donde antes se encontraba la desembocadura del Guadalete. De ellas, la última es la más destacada, dada su extensión excavada y su buen estado de conservación. Todo ello cuando hasta ahora se creía que solo había salido a la luz un 5% (unos 8.500 metros cuadrados) de la ciudad. Sin embargo, este descubrimiento confirmaría que la urbe tiene un tamaño mucho mayor de lo estimado y una historia oculta que depara muchos más secretos por explorar.

Fuente: elpais.com | 5 de agosto de 2017

Gonzalo Fernández de Oviedo: la tumba desconocida del primer cronista de Indias

El sitio de lo que se cree es la tumba de Gonzalo Fernández de Oviedo, en la catedral de Santo Domingo. VÍCTOR SILADI

Esta crónica comienza como muchas películas y libros de misterio: un grupo de hombres realizan una obra en un edificio religioso con varios siglos de antigüedad y, por casualidad, levantando el subsuelo, se encuentran con una cripta en cuyo centro, cubierta de escombros y abandonada por el tiempo, aparece lo que a todas luces es la tumba de una persona. Con la diferencia de que lo que cuenta esta crónica está ocurriendo en la realidad. El templo es la catedral de Santo Domingo, en la capital de República Dominicana, y la cripta fue descubierta en 1992, durante las obras para trasladar el panteón donde fue enterrado Cristóbal Colón a un nuevo emplazamiento con motivo de la celebración del V Centenario.

Justo debajo del mausoleo del navegante genovés, en el trascoro de la catedral, a varios metros de profundidad, apareció una cripta con la bóveda de ladrillo destruida, de 8,46 metros de largo por 3,80 de ancho. ¿El misterio? Quién es el personaje, sin lugar a dudas ilustre, que está enterrado en el banco que se encuentra en el centro de esta cripta.

Según Esteban Prieto Vicioso (izquierda), responsable de conservación de la catedral de Santo Domingo, todo apunta a que los restos que alberga esta tumba son los de Gonzalo Fernández de Oviedo (derecha), un nombre tan ignorado por el gran público como imprescindible para conocer la historia de América: nacido en Madrid en 1478 y muerto en Santo Domingo, en 1557, se trata del primer cronista oficial de Indias, nombrado por orden del emperador Carlos V, el primer historiador que de forma sistemática informó y publicó libros no solo sobre los hechos de los españoles en América, desde el primer viaje de Colón en 1492, hasta la sublevación de los Pizarro en Perú, en 1549, sino también el primero que comenzó la descripción física, botánica, zoológica y etnográfica del continente.

"Sabemos que hasta mediados del siglo XVI hubo en este sitio un altar dedicado a Santa Lucía, que fue construido por instrucción de Oviedo, y que justo debajo mandó hacer una bóveda donde fue enterrado. Ningún documento acredita que fuese cambiado de lugar por lo que todavía debe estar ahí", según Prieto Vicioso.

Según todos los indicios, cuando se levante el banco central de la cripta, proyecto para el que se busca financiación, los forenses podrán identificar los restos de un hombre de 80 años, edad a la que murió Oviedo y que pocos alcanzaban a mediados del siglo XVI. También encontrarán, según las crónicas, una llave de hierro, la de la fortaleza de Santo Domingo, con la que fue enterrado por haber sido su alcaide durante los últimos 25 años de su vida. Un último detalle que autentificaría los restos es una lesión en el cráneo que sufrió al ser apuñalado por otro español durante una pelea en el Darién (hoy en Panamá). Oviedo no fue solo testigo sino que también participó de los violentos enfrentamientos que marcaron a la generación de conquistadores de la que formó parte.

Grabado de uno de los libros de Gonzalo Fernández de Oviedo.


La Historia entró como un vendaval en la vida de Gonzalo Fernández de Oviedo cuando apenas contaba 13 años de edad. Entre 1492 y 1522, durante esas tres décadas en las que españoles y portugueses cambian la historia de la humanidad, expandiendo las fronteras del mundo hasta límites hasta entonces desconocidos, Fernández de Oviedo está presente en todos los grandes acontecimientos que marcaron su época, y se relaciona con todos sus grandes protagonistas: acompaña a los Reyes Católicos cuando entran por primera vez en Granada y ocupan el palacio de la Alhambra el 6 de enero de 1492; es testigo en Barcelona del primer encuentro de los reyes con Cristóbal Colón tras regresar de su primer viaje a América en la primavera de 1493.

Posteriormente se muda a Italia, donde conoce a Leonardo da Vinci y a los principales miembros de la familia Borgia, como el papa Alejandro VI y su hija Lucrecia, para terminar como secretario de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran capitán. En 1514, emprende su primer viaje a América como miembro de la expedición de Pedrarias Dávila y es testigo de sus enfrentamientos con Vasco Núñez de Balboa, el descubridor del Pacífico, al que terminó ajusticiando.

De regreso a la Península publica en Toledo, en 1526, Sumario de la natural historia de las Indias, que alcanzó un éxito inmediato, siendo reeditado hasta en 15 ocasiones durante el siglo XVI y traducido al francés, inglés e italiano. En 1532 recibe, por orden de Carlos V, el cargo de Cronista Oficial de Indias y de Alcaide de la Fortaleza de Santo Domingo. Allí pasa el resto de su vida, en una casita de dos habitaciones repleta de libros y documentos, junto a la orilla del río Ozama, manteniendo correspondencia con gobernadores, veedores y otros funcionarios reales repartidos por todo el continente, y entrevistando a descubridores y conquistadores a su paso por la isla, recopilando información para su gran obra, Historia general y natural de las Indias, cuya primera parte fue publicada en 1535, aunque los dos volúmenes restantes no vieron la luz hasta mediados del siglo XIX. El descubrimiento de su tumba permitirá reivindicar el legado de un nombre imprescindible para la historia del conocimiento de América.
LA PRIMERA CATEDRAL DE AMÉRICA

En 1504, apenas 12 años después del descubrimiento de América, se inicia el procedimiento que concluirá con la construcción de la primera catedral de América, la Arquidiócesis de Santo Domingo o Basílica de Santa María de la Encarnación (derecha). La decisión la adopta en Roma, a miles de kilómetros de distancia de la isla La Española, el papa Julio II, el mismo que encargó a Miguel Ángel la Capilla Sixtina forzando su vocación inicial de escultor. La construcción comienza pocos años después, en 1514, e intervienen masones, artistas y pedreros que venían de trabajar en las catedrales de Sevilla o Burgos y cuyas firmas, en forma de muescas en la piedra, todavía se pueden descubrir en algunos rincones.

“Se trata de un edificio cien por cien español”, reconoce el arquitecto Esteban Prieto Vicioso, responsable de la conservación de esta obra. “Aunque se emplearon indígenas taínos como mano de obra en la construcción, sus conocimientos arquitectónicos eran muy rudimentarios y no pasaban del sencillo bohío de madera de una planta con techo de dos aguas. El referente de esta catedral es el estilo arquitectónico gótico tardío y la decoración plateresca de la Castilla medieval. Solo se introdujeron algunos cambios puntuales, como el recubrimiento del tejado con ladrillos, en vez de tejas, para proteger mejor a la catedral de los terremotos y huracanes que asolan el Caribe pero que eran desconocidos en España”.

La construcción concluyó en 1540, siendo consagrada al año siguiente y recibiendo en 1546 el rango de Catedral Metropolitana y Primada de América por parte del papa Paulo III, a petición del emperador Carlos V, en reconocimiento a Santo Domingo por su papel de trampolín en la expansión del catolicismo en América.

Fuente: elpais.com | 27 de julio de 2016

El Arco de Jano de Roma se levantó en honor al emperador Constancio II

Imagen del Arco de Giano, objeto de la investigación / Universidad de Córdoba.

Pese a que en la Ciudad Eterna puede parecer que todos los monumentos y edificios están datados y documentados, la realidad es bien distinta. Aún pueden encontrarse edificaciones que, aún teniendo gran presencia en la ciudad, son unas grandes desconocidas, ya que se han mantenido al margen durante años de los estudios sobre la antigüedad romana.

La investigación desarrollada por el profesor titular de Arqueología de la Universidad de Córdoba, Ángel Ventura (izquierda), en colaboración con los investigadores del Instituto de Arqueología del CSIC de Mérida, Pedro Mateos y Antonio Pizzo ha permitido desvelar las respuestas a tres preguntas históricas básicas: quién, cuándo y por qué se puso en pie el conocido comúnmente como “Arco di Giano”, ubicado junto a la iglesia romana de San Giorgio al Velabro.

Un exhaustivo análisis de la estructura arquitectónica, un examen de la epigrafía y la exploración arqueológica en el área del monumento han llevado a este equipo científico a afirmar que este arco monumental cuadrifronte –de cuatro caras– fue construido bajo la dirección del senador de Roma Memmio Vitrasio Orfito a mediados del siglo IV para conmemorar el triunfo del emperador Constancio II tras vencer a Magnencio, asesino de su hermano.


Este trabajo de investigación, publicado recientemente en la revista Journal of Roman Studies, ha permitido desmentir la creencia de que el arco se situaba en una plaza para afirmar que se ubicaba entre dos calles, una que se dirigía hacia el Foro Boario y el Palatino y otra al Circo Máximo y el Foro Romano. Así, el monumento está justo en la vía triunfal por donde desfilaban los generales o emperadores de la época para celebrar sus victorias.

El estudio contiene un análisis topográfico realizado en colaboración con la Universidad de La Sapienza en Roma, lo que ha permitido generar la planimetría completa del monumento con aplicación de las últimas novedades tecnológicas en esta materia. Gracias a ellos, se ha concluido que el monumento se construyó a base de distintos añadidos.


Según explica Ángel Ventura, en los siglos III y IV a la ciudad de Roma llegaba poco mármol, lo que provocó que este arco se levantara con material de expolio de otros edificios que estaban en ruinas. Así, en esta edificación se han encontrado piezas procedentes, por ejemplo, del templo de Venus y Roma, muy cercano al Coliseo Romano y que sufrió un incendió a finales del S.III.

La clave para conocer el motivo por el que se construyó el arco y aquilatar la cronología del mismo ha sido el estudio de las inscripciones repartidas por el arco, destacando la dedicatoria con que cuenta el ático del monumento. En esta última, señala Ventura, especialista en la materia, se hace referencia a Constancio II indicando que “visitó solo una vez Roma, en la primavera del 357 y fue entonces cuando se celebró su triunfo por haber vencido a los enemigos del Estado, igualando así las proezas de su padre Constatino el Grande”.

Esta investigación tiene una trascendencia añadida, puesto que ha contribuido a que se emprenda, por parte de las autoridades culturales de Roma, la restauración del arco. El estudio publicado en Journal Roman Studies está aportando información para estos trabajos que permitirán sacar al monumento de la situación de decadencia en la que encontraba hasta el momento.


Fuente: SINC| 2 de agosto de 2017