Los pobladores neolíticos de Cataluña ya usaban hongos para hacer fuego

Ejemplar de 'Ganoderma adspersum' con señales de carbonización. / Equipo Draga.

Una investigación en la que ha participado la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) ha desvelado que las comunidades neolíticas del poblado de La Draga (Banyoles, Girona) usaban hongos como yesca para encender o transportar el fuego hace 7.300 años. El descubrimiento es fruto de las diversas intervenciones arqueológicas, que han permitido también poner al descubierto una singular colección de estos organismos, única en la prehistoria europea. El estudio se ha publicado en la revista PLOS ONE.
Según explica Raquel Piqué (izquierda), investigadora de Prehistoria de la UAB y una de las autoras, "aunque el uso del fuego está bien documentado en La Draga, hasta ahora no habíamos encontrado ningún indicio sobre los materiales que utilizaban para encenderlo o transportarlo. Los datos apuntan a que la mayoría de los hongos recuperados en el yacimiento fueron seleccionados, trasladados de los bosques de los alrededores del poblado, secados y almacenados para ser utilizados como yesca".
Además, añade, "dos de los ejemplares que hemos analizado presentan muestras evidentes de haber sido manipulados con esta finalidad, lo que avala nuestra hipótesis".
Las condiciones excepcionales de este yacimiento para la conservación de restos arqueológicos, que permanecen sumergidos en el nivel freático, han permitido a los investigadores recuperar hasta 86 restos de hongos –algunos completos– y realizar el estudio taxonómico, identificando la presencia de seis especies: Skeletocutis nivea, Coriolopsis gallica, Daedalea quercina, Daldinia concentrica, Ganoderma adspersum y Lenzites warnieri.

“Es un hecho excepcional que se hayan podido recuperar estos hongos, dado que su conservación como material arqueológico es muy difícil, al ser muy sensibles a la descomposición”, destaca Antoni Palomo (derecha), investigador del Museo de Arqueología de Cataluña y de la UAB y coautor del trabajo.

La mayoría de los ejemplares recuperados son políporos, pudiendo crecer sobre los troncos de árboles muertos o parasitar árboles vivos. Son especies no comestibles, que, sin embargo, han sido tradicionalmente utilizadas para encender fuego, por lo que se las conoce también como hongos yesqueros.

Altamente inflamables

Su estructura leñosa les hace altamente inflamables y, por tanto, ideales para iniciar y transportar el fuego. Entre las especies utilizadas para este fin, se encuentran Daedalea quercina, diversas especies de Ganoderma, Coriolopsis gallica y Daldinia concentrica, todas ellas documentadas en La Draga. El hongo yesquero se utilizaba para prender las chispas que se desprendían de golpear una roca silícea contra un mineral rico en sulfuro férrico, como la pirita o la marcasita.

Hongo 'Ganoderma adspersum' con evidencias de manipulación

El hallazgo hace de La Draga un caso excepcional para el estudio del uso de hongos en la prehistoria, aseguran los científicos. Es uno de los yacimientos donde mayor cantidad y diversidad de especies se han recuperado hasta ahora.

Hasta el momento, los escasos hallazgos arqueológicos de hongos se restringían a yacimientos del norte y centro de Europa, aunque sólo en contadas ocasiones se había podido demostrar su uso tecnológico. Destacan los del yacimiento mesolítico de Starr Carr (Reino Unido), también interpretados como resultado de su transporte intencionado para ser usados como hongos yesqueros. Otro ejemplo notable, pero de cronología más reciente son los restos que transportaba Ötzi entre su equipo, la momia humana natural más antigua de Europa, hallada en los Alpes.

Vista general de la excavación del sector B de La Draga, donde han aparecido los hongos yesqueros. / Equipo Draga.

La importancia del yacimiento gerundense de La Draga

Los restos de hongos estudiados ahora forman parte del conjunto de hallazgos recuperados en el poblado neolítico de La Draga, situado en la orilla oriental del lago de Banyoles, en Girona. La importancia de este yacimiento prehistórico radica en que fue uno de los primeros lugares donde las sociedades campesinas neolíticas se establecieron en el noreste de la península Ibérica transformando el espacio que les rodeaba para desarrollar prácticas agrícolas y ganaderas para su subsistencia.
El rasgo más singular del yacimiento es la conservación de elementos elaborados en madera y otras materias orgánicas, hecho excepcional para cronologías tan antiguas que posibilita un acercamiento diferente y más completo a la comprensión de las primeras sociedades campesinas del Mediterráneo occidental.

La Draga se descubrió en 1990 y desde entonces se han sucedido las campañas de excavación bajo la coordinación del Museo Arqueológico de Banyoles y la participación de la Universidad Autónoma de Barcelona, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (IMF, Barcelona) y el Museo de Arqueología de Cataluña.

Las excavaciones de La Draga han sido financiadas por un proyecto del Departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, mientras que la investigación ha recibido apoyo del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad mediante un proyecto coordinado entre el CSIC y la UAB, así como de Recercaixa.

Fuente: SINC| 25 de abril de 2018

¿Qué podemos saber de las capacidades cognitivas de Homo erectus?

Reproducción del cráneo de Mojokerto. Fuente: Smithsonian.

En alguna ocasión me han preguntado sobre la posibilidad de que los neandertales o quizá algún otro ancestro de la genealogía humana tuvieran suficientes capacidades (habilidades) cognitivas como para lograr cotas de conocimiento similares a las nuestras. En otras palabras, caso de haber vivido en el siglo XXI, ¿podría un neandertal estudiar en la universidad y llegar a ser médico, ingeniero…, por ejemplo? Sobre este tema he charlado en alguna ocasión con algún colega en plan distendido y no siempre hemos llegado a un acuerdo. Estamos en el resbaladizo terreno de la especulación. Los habitantes del Pleistoceno tendrían que viajar al futuro y nacer en el siglo XXI para comprobar nuestras ideas. Todo muy sugerente, aunque esa posibilidad cae en el ámbito de la ciencia ficción. Sin embargo, ¿podemos intentar conocer las posibilidades cognitivas de algún ancestro lejano? ¿es posible aproximarnos a este debate desde un punto de vista estrictamente científico? Vamos a verlo.
El llamado niño de Mojokerto consiste en una calvaria (zona del cráneo que protege el cerebro), recuperada en 1936 en la isla de Java (Indonesia) por el equipo que dirigía el paleontólogo y geólogo alemán Gustav Heinrich Ralph von Koenigswald. Este investigador utilizó inicialmente la denominación Pithecanthropus modjokertensis para este cráneo. Pero ya sabemos que desde 1950 todos los fósiles de Pleistoceno de Java terminaron por ser incluídos en la especie Homo erectus.

Por otro lado, La cronología de este fósil siempre ha sido muy controvertida. Durante muchos años se consideró que podría tener un millón de años de antigüedad, que era la máxima edad geológica admitida para los humanos fuera de África. Los expertos Carl Swisher y Garniss Curtis lanzaron hace algunos años las campanas al vuelo con su nueva datación del cráneo de Mojokerto. Sus resultados apuntaban a una fecha de 1,81 millones de años, que rompía con toda lógica. Su trabajo fue publicado por la revista Science en el inicio de la década de 1990 y causó una pequeña revolución en aquellos años. Cuando se dataron los restos fósiles del yacimiento de Dmanisi, en la República de Georgia (1,8 millones de años) todo el mundo quedó convencido de que los primeros homininos en salir de África lo hicieron hace unos dos millones de años. La fecha de Swisher y Curtis sonó entonces más convincente. No obstante, nuevos estudios más recientes han fijado la cronología del fósil de Mojokerto en un máximo de 1,5 millones de años.

El debate sobre este fósil no solo se limitó a la cronología, sino que se centró también en la edad de muerte del niño/a al que perteneció. Los expertos tampoco se pusieron de acuerdo. Tal era la controversia, que se han llegado a sugerir edades de muerte para este niño/a tan dispares como seis meses y nada menos seis años. Con unas discrepancias tan enormes es imposible obtener conclusiones sobre aspectos tan interesantes como el desarrollo cerebral en Homo erectus. Pero la ciencia avanza. Las investigaciones con técnicas más sofisticadas, como la tomografía computarizada, han permitido visualizar las posibles fontanelas del cráneo y la sutura metópica, que en los niños más pequeños separa el hueso frontal en dos mitades simétricas hasta los 15 meses, aproximadamente. En algunos casos, la sutura no se cierra (metopismo). En el caso del cráneo de Mojokerto, la sutura metópica ya estaba cerrada, pero la fontanela anterior todavía no se había cerrado. Así que todo apunta hacia una edad temprana para este niño/a de Homo erectus. Quizá falleció cuando tenía algo más de un año de vida.

Los científicos Zachary Cofran, de la universidad de Astana (Kazajistán) y Jeremy DeSilva (Universidad de Boston), han colaborado en un estudio sobre la posible tasa de velocidad de crecimiento del cerebro del cráneo de Mojokerto, comparando con datos de humanos modernos, gorilas y chimpancés. El estudio considera todas las posibles edades de muerte asignadas a este niño/a, pero se centra sobre todo en la edad más probable de entre 1,5 y 2,5 años de edad. Si esta edad de muerte es la correcta, el niño/a de Mojokerto habría tenido una tasa de crecimiento cerebral intermedia entre la de los chimpancés y la de los humanos actuales. En cambio, si el niño/a falleció entre 0,5 y 1,5 años, como han sugerido otros autores, la tasa de crecimiento cerebral se encontraba ya en el rango de los humanos actuales.

Los datos de Cofran y DeSilva no son totalmente concluyentes debido a la imposibilidad de certificar la edad de muerte del niño/a de Mojokerto y nos deja todavía algunos interrogantes. Aquellos investigadores que defienden una similitud entre Homo erectus y Homo sapiens en muchos aspectos de su crecimiento y desarrollo se apuntarían a la posibilidad de un crecimiento cerebral similar, incluyendo la altricialidad secundaría; es decir, los bebés de Homo erectus habrían nacido tan desvalidos como nuestros hijos. Ello implicaría un cuidado de los hijos tan intenso como en la actualidad, con un gasto energético enorme por parte de los padres. Por el contrario, si el niño/a de Mojokerto tenía un desarrollo cerebral intermedio entre el de los humanos actuales y los chimpancés, implicaría que Homo erectus estaba a mitad de camino de conseguir un modelo cerebral como el nuestro. Como bien sabemos, la especie Homo erectus se quedó en la “cuneta de la evolución”, como otras especies de homininos.

Si se me pregunta mi opinión personal, pienso que Homo erectus nunca llegó al modelo de crecimiento y desarrollo del cerebro que tenemos en la actualidad. Sus bebés habrían nacido más espabilados que los nuestros y habrían alcanzado una cierta madurez mucho antes que nuestros hijos. Su capacidad para el aprendizaje habría concluido antes y, por tanto, sus posibilidades cognitivas habría sido menores. No creo que, de haber continuado su evolución, la especie Homo erectus hubiera llegado a las cotas de conocimiento cultural de Homo sapiens. Y lo digo sin ánimo de aseverar que nuestra especie haya alcanzado la culminación de las posibilidades del grupo de los homininos. Pienso que somos mucho menos “sapiens” de lo que nos hemos llegado a creer.

Fuente: quo.es | 19 de abril de 2018

La población mesolítica británica resistió cambios climáticos abruptos

Reconstrucción artística de Dominic Andrews del poblado de Star Carr, donde excavaciones recientes han descubierto evidencia de un próspero asentamiento mesolítico.

Las poblaciones mesolíticas de la isla de Gran Bretaña sobrevivieron a múltiples y abruptos cambios climáticos al comienzo del Holoceno, hace unos 11.000 años, según revela un estudio publicado hoy por la revista Nature.

La investigación, liderada por las Universidades de Londres y York, arroja luz sobre la capacidad de adaptación de estas comunidades de cazadores-recolectores a la vida en Europa después del último periodo glacial, así como su resistencia a eventos climatológicos extremos.

Foto: núcleos de sedimentos en capas conservan restos de plantas, insectos y vida silvestre acuática, lo que proporciona pistas del entorno climático en el Mesolítico.
Los expertos analizaron capas de sedimentos depositados en el lago Flixton próximo a Starr Carr, un yacimiento arqueológico del mesolítico situado en el norte del condado de Yorkshire (norte de Inglaterra) y muy apreciado por su alto grado de conservación.

De esos estratos extrajeron muestras de plantas y animales fosilizados y restos de ceniza de volcanes lejanos, al tiempo que estudiaron isótopos estables de carbono para establecer líneas de tiempo.

Después compararon esos datos con los obtenidos directamente de Starr Carr y lograron establecer, por primera vez, un registro de los diferentes medioambientes de aquella época y relacionarlos con las actividades de este asentamiento mesolítico.

En sus orígenes, los habitantes de Starr Carr, explican los autores, ya eran capaces de trabajar la madera y otros materiales duros, como las antenas de los ciervos, que creen que usaban para fabricar máscaras y ornamentos para decorar la cabeza en ceremonias rituales.

También se han descubierto estructuras elevadas de madera que podrían haber sido casas y plataformas construidas a lo largo de los humedales que rodean al "Paleolago Flixton".

Los expertos constataron que en ese periodo, durante apenas un siglo, hubo, al menos, dos eventos climáticos que provocaron que la temperatura descendiera bruscamente en torno a 10 y 4 grados centígrados, respectivamente.

Ese enfriamiento repentino, sostienen, afectó al crecimiento de los bosques de la zona, pero, a pesar de la inestabilidad climatológica, los habitantes del asentamiento lograron mantener su estilo de vida.

"Los pobladores de Starr Carr demostraron tener un alto nivel de resistencia al cambio climático, lo que sugiere que las poblaciones posglaciares no fueron necesariamente rehenes del interruptor del cambio climático", señalan los autores en el estudio.

Al contrario, subrayan, "los cambios locales e intrínsecos" detectados en este ecosistema de humedales tuvieron más influencia sobre la actividad humana que "los eventos climáticos abruptos ocurridos a gran escala en el Holoceno Temprano".

Esta conclusión, agregan, es clave para entender los "patrones de colonización de Europa" en aquella época.

Fuente: elpais.com.uy | 27 de marzo de 2018

Arago y Atapuerca: claves de la evolución europea en el Pleistoceno

Vista general del valle donde se localiza la cueva de Arago, muy cerca de la cara norte de los Pirineos. Foto: José María Bermúdez de Castro

Hace un par de semanas la revista Quaternary Science Reviews ha publicado un trabajo realizado por nuestro equipo de antropología dental, en el que por primera vez se lleva a cabo una comparación sistemática de los dientes fósiles de los yacimientos de Arago, en el sur de Francia, y la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. El yacimiento de la Caune de l´Arago, se localiza muy cerca de Perpiñán, en un precioso valle con vista al macizo del Canigó. La distancia entre este yacimiento y la sierra de Atapuerca es de unos 750-800 kilómetros, bien pasando a través del País Vasco, bien viajando por la cuenca del Ebro y atravesando la frontera por Cataluña. Los Pirineos representan una barrera geográfica importante, pero se puede salvar perfectamente a través de los pasos naturales cercanos al Cantábrico y al Mediterráneo. Las especies de mamíferos pleistocenos a un lado y otro de los Pirineos delatan que, salvo casos excepcionales, la cadena montañosa no fue un obstáculo insalvable. En particular, durante las épocas glaciales, con descensos significativos del nivel del mar por acumulación de hielo en el hemisferio norte, las áreas de paso eran mucho más amplias que en la actualidad.

Los niveles fosilíferos del yacimiento de Arago se han datado entre 90.000 y 700.000 años, pero la gran mayoría de los fósiles humanos se han obtenido en niveles cuya cronología se ha estimado entre 400.000 y 450.000 años. El yacimiento de la Sima de los Huesos se ha datado en 430.000 años, por lo que los humanos de uno y otro yacimiento pueden considerarse prácticamente contemporáneos. Aunque los restos humanos de la Caune de l´Arago empezaron a recuperarse en 1974, los datos se han ido conociendo muy poco a poco. La costumbre francesa de publicar grandes monografías de los yacimientos, retrasa durante años la posibilidad de que la comunidad científica tenga acceso a los datos, que van apareciendo con cuentagotas y de manera fragmentada en algunas revistas especializadas. Se trata de una tradición propia de Francia, surgida de la cultura enciclopédica del siglo XVIII, que tenía como objetivo difundir los vastos conocimientos de la época de la Ilustración. Aunque ya se conocían bastantes datos sobre la morfología externa y el tamaño de una buena parte de la colección de dientes de Arago, no teníamos hasta el momento una visión global del conjunto.

Nuestro estudio ha recopilado parte de la información ya publicada, así como una ingente cantidad de datos obtenidos en repetidos estudios de las colecciones de Arago, gracias a la gentileza de los directores de las excavaciones e investigaciones, los Profesores Henry y Marie Antoinette de Lumley. Considerando la distancia temporal y geográfica entre la Caune de l´Arago y la Sima de los Huesos, nuestra hipótesis de partida (hipótesis nula) postuló que no encontraríamos diferencias significativas ni en la morfología ni en el tamaño de los dientes fósiles de los dos yacimientos. Pero esa hipótesis ha sido rechazada de manera categórica por los datos. Los dientes de uno y otro yacimiento presentan diferencias muy llamativas, tanto en el tamaño como en la morfología.
Desde hace algunos años, el registro fósil del Pleistoceno Medio de Europa se ha enriquecido con hallazgos sorprendentes. Por ejemplo, el cráneo italiano de Ceprano (aprox. 400.000 años) tiene reminiscencias con los cráneos de Homo erectus, mientras que la mandíbula de Mala Balanica (Serbia) carece de rasgos neandertales. La última datación de esta mandíbula también apunta a los 400.000 años. Otros restos recuperados hace algunas décadas comparten con Ceprano y Mala Balanica un aspecto arcaico, mientras que fósiles como los de Steinheim (Alemania) y los de Swanscombe y Pontnewyyd (Reino Unido) son muy similares a los de la Sima de los Huesos y su aspecto más progresivo apunta claramente hacia los neandertales.

Algunos expertos han propuesto que en Europa hubo al menos dos genealogías humanas, sin que nadie se atreva, por el momento, a proponer que coexistieron dos especies. Homo heidelbergensis (cuyo ejemplar tipo es la mandíbula de Mauer) sería la especie más arcaica, mientras que el nombre de la otra especie es motivo de reflexión y debate y estaría muy próxima a los neandertales del Pleistoceno Tardío.

Las diferencias de las muestras dentales de Arago y Sima de los Huesos son tan marcadas, que la hipótesis de las dos genealogías cobra mucha fuerza. Algunas similitudes nos han forzado a también reflexionar sobre el grado de parentesco entre los humanos de Arago y los de la Sima de los Huesos: ¿primos hermanos o primos lejanos? La pregunta que nos queda en el aire se plantea del siguiente modo: ¿cómo es posible que dos grupos humanos convivieran o coexistieran en Europa al mismo tiempo sin exterminarse? Si las dataciones que conocemos de la mayoría de los yacimientos son correctas, tenemos que aceptar esa coexistencia. Y también tendríamos que aceptar que esas poblaciones (especies) se mezclaron y experimentaron procesos genéticos complejos. Por ejemplo, el cráneo portugués de Aroeira (390.000-430.00 años), recuperado hace pocos años, tiene caracteres que recuerdan a los de Arago, Sima de los Huesos y Ceprano. Un problema complejo, que hemos de abordar con la mente despejada, sin apriorismos y con visión de conjunto.

A la vista de las diferencias y similitudes entre las muestras dentales de Arago y Sima de los Huesos, nuestra conclusión es que los humanos de estos yacimientos representan poblaciones diferentes, que penetraron en Europa en momentos distintos. Esa hipótesis daría cuenta de las diferencias. Pero las innegables similitudes solo se podrían explicar si consideramos que tuvieron un origen común en algún lugar, seguramente fuera de Europa. La población “madre” podría haber evolucionado en el suroeste de Asia, una región privilegiada desde el punto de vista climático, que desde siempre ha enviado contingentes de población hacia Europa. Recordemos que el continente europeo no es sino una península de Eurasia; una especie de “fondo de saco”, cuya región más extrema es Iberia. Con los datos que todos vamos conociendo, nos esperan años apasionantes de debate para resolver el puzzle de la evolución humana en Europa.

Fuente: quo.es | 26 de abril de 2018

La enfermedad de Vincent Van Gogh: diagnósticos posibles

Autorretrato del pintor holandés Vincent Van Gogh

Es diciembre de 1888 y el famoso pintor holandés, Vincent Van Gogh, acaba de cortarse su oreja izquierda.

El artista, con la cabeza vendada, entró a un prostíbulo de la ciudad de Arles, en el sur de Francia y le entregó la oreja a una joven que trabajaba limpiando el lugar.

Este es el primer episodio documentado que indicaría un comportamiento errático de uno de los pintores más famosos de la historia.

Ahora, un equipo de 30 investigadores -entre los que hay psiquiatras historiadores- ha analizado algunas de las cartas del artista en posesión del Museo Van Gogh de Ámsterdam, llegando a la conclusión que este sufría de episodios de psicosis intermitentes, síntoma de varias enfermedades.

Psicosis intermitente

La Asociación Psiquiátrica Estadounidense explica que la psicosis puede definirse como una "grave incapacidad para interpretar la realidad", y está relacionada con la esquizofrenia, los desórdenes bipolares e, incluso, la depresión.

Los investigadores aseguran que los relatos de Van Gogh en las cartas analizadas muestran episodios recurrentes de alucinaciones y delirio correspondientes a la psicosis.

La noche del 23 de diciembre de 1888, el también artista Paul Gauguin llevaba unos meses colaborando con Van Gogh en su estudio en Arles.

Los hombres tuvieron una discusión y al amenazar Gaugain con irse, Van Gogh tomó un cuchillo y se cortó su oreja izquierda.

Los investigadores creen que el alcohol, la falta de sueño, el estrés y la mala relación con su amigo fueron el detonante del primer episodio psicótico registrado del artista.

Enfermedades crónicas

Los registros de la época muestran que los médicos que trataban al pintor holandés lo habían diagnosticado con epilepsia, pero la definición de la enfermedad ha cambiado en más de un siglo de investigaciones científicas.

Según las cartas recopiladas, la completa recuperación del artista de sus episodios de psicosis lleva a los científicos a pensar que podía padecer un desorden bipolar, epilepsia o, incluso, sífilis.

Para ellos, la esquizofrenia está descartada pues "es duradera, crónica" y no concuerda con el perfil del pintor.

El 29 de julio de 1890, Van Gogh murió de un disparo. La teoría más difundida es que el autor de "La Noche Estrellada" se suicidó.

Y aunque las cartas reveladas por el museo Van Gogh no pongan un punto final a la discusión, permiten acercarse de manera más profunda a la mente de uno de los pintores más importantes del siglo XIX.

Vía| BBC Mundo
Imagen| Wikipedia

Los neandertales desarrollaron la técnica de conservación de alimentos

Excavaciones en Jarama VI (Gudalajara).

Las comunidades neandertales que vivieron en la península ibérica desarrollaron la técnica de conservación de los alimentos y, por ejemplo, extraían en tiras carne de las patas de los venados para su conservación, probablemente secadas al sol o ahumadas.

Esta es una de las conclusiones de un estudio sobre los restos de fauna del yacimiento de Jarama VI, en Guadalajara, en el que ha participado la Universidad del País Vasco (UPV), y que ha sido publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences.

El investigador del área de Prehistoria del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología del campus de la UPV en Vitoria, Antonio J. Romero (izquierda), ha explicado en un comunicado algunos detalles de este estudio en el que ha colaborado.

En el trabajo publicado se ha realizado una aproximación a las comunidades neandertales que vivieron en el corazón de la península Ibérica a partir del yacimiento de Jarama VI en Guadalajara.

Ese antiguo asentamiento neandertal fue frecuentado por humanos en tres fases diferentes hace unos 50.000 años.

En la fase más antigua, detalla Romero, las sociedades neandertales establecieron en el abrigo rocoso del yacimiento, cercano al río Jarama, un campamento residencial de larga estancia en el que vivían durante todo el año. Los cazadores llevaban a ese campamento base carne de ciervos abatidos en otros lugares y los investigadores han comprobado cómo los neandertales repartían y consumían la carne de esos animales. Parte de la misma "era extraída en tiras de las patas de los venados para ser conservada, probablemente secada al sol o ahumada" y también trabajaban las pieles de los ciervos para confeccionar ropa de abrigo, mantas y otros accesorios para los campamentos, ha señalado el investigador de la UPV.

También se comprobó que, en una fase posterior, los grupos neandertales visitaron esporádicamente el yacimiento y cazaban en el entorno algunos herbívoros entre el verano y el otoño, trasladando algunas porciones de esos animales al yacimiento, donde las consumían. Teniendo en cuenta que en esta fase existió un clima muy húmedo y las crecidas del río fueron muy frecuentes, posiblemente las sociedades neandertales "Estuvieron más interesadas en los recursos vegetales que en la caza y en este sentido se han hallado en esta fase una serie de guijarros probablemente empleados para procesar juncos y otras plantas de ribera comestibles", añade.

Por último, en el siguiente nivel, la fase más reciente, los grupos neandertales utilizaban Jarama VI como un cazadero, sobre todo de caballos salvajes, entre finales de primavera y el verano. "Los animales eran abatidos en el mismo sitio o en las cercanías del yacimiento, donde hacían un primer procesado de los cadáveres, consumiendo algunas partes (como los costillares y el espinazo) y trasladando las partes más ricas en carne (los cuartos traseros y delanteros) hacia otros campamentos", según relata el investigador.

Así, el estudio concluye que las sociedades neandertales supieron cómo gestionar su entorno y aprovechar los recursos en cada época del año.
"Son las comunidades neandertales, por tanto, las que desarrollan la tecnología de conservación de los alimentos", afirma Antonio J. Romero.

Además, el cambio de estrategias de estos grupos a lo largo del tiempo en "las diferentes fases de ocupación de ese lugar permite asegurar que tenían una planificación importante a largo plazo, así como una cultura compleja y dinámica que les llevaba a tener una serie de preferencias en cuanto a los recursos disponibles en el entorno", concluye.

Fuente: cope.es | 23 de abril de 2018