Descubren el kit de tatuajes más antiguo hasta la fecha

Los huesos afilados eran empleados para realizar tatuajes - Tennessee Division of Archaeology.

No es ninguna novedad que varias sociedades ya portaban tatuajes hace siglos. Tanto que ya son varios los yacimientos en los que se han encontrado restos humanos con dibujos sobre su piel, algunos datan de hace 5.000 años. Ahora varios investigadores han llevado a cabo el hallazgo de utensilios empleados expresamente para realizar tatuajes; estos tienen una antigüedad de 3.600 años y fueron encontrados en Williamson County, Tennessee.

El kit, conformado por varios huesos afilados y huecos, fue desenterrado en 1985. Sin embargo, permanecieron durante varios años echando polvo en un alamacén. Los encargados de salvar del olvido estas piezas han sido el arqueólogo Aaron Deter-Wolf (izquierda), de la Tennessee Division of Archaeology, y la zoóloga Tanya Peres (derecha), de la Universidad Estatal de Florida.

El método que se seguía para tatuar con estos huesos consistía en colocar la tinta en la punta afilada y punzar repetidamente en la piel. «Con la llegada de los europeos, prácticamente todos los grupos de nativos americanos en Great Plains y Eastern Woodlands practicaban el tatuaje», dijo Deter-Wolf a la publicación Mental Floss . «Si se trata de algo tan generalizado y tan importante, sospechamos que estaba muy arraigado en la historia de los nativos americanos», añadió.


Que los nativos americanos se tatuaban lo han demostrado distintos yacimientos ubicados entre la costa este de Canadá y las islas hawaianas. El arte corporal, a menudo, se usaba para identificarse como parte de una determinada tribu, aunque algunas comunidades también las usaban para prácticas espirituales y terapéuticas. Un relato de los colonos del siglo XVII afirma que un jefe iroqués, llamado Nero, tenía 60 tatuajes en su muslo, cada uno simbolizaba a un enemigo que había matado.

Punta ósea teñida de ocre rojo en su extremo y que se usó para tatuar.

Sin embargo, la práctica del tatuaje data de mucho más atrás. El tatuaje más antiguo conocido pertenecía a Ötzi, el hombre de hielo tirolés, una momia naturalmente conservada que se encontró en los Alpes, en la frontera austríaco-italiana, y que tiene una antigüedad de unos 5.000 años.

Fuente:abc.es | 14 de mayo de 2018

Un estudio global de cerámicas y adornos aporta luz sobre el proceso de neolitización en el Mediterráneo occidental

La diversidad de cerámicas (A) y adornos (B) expresan dos geografías culturales diferentes/Rigaud et al. 2018.

Un equipo de investigadores del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS, por sus siglas en francés), la Universidad de Burdeos, la Universidad de Toulouse Jean Jaurès y la Universidad de Valladolid (UVa) ha realizado un estudio global a partir del análisis estadístico de cerámicas y adornos neolíticos para profundizar en el conocimiento del proceso de neolitización en el Mediterráneo occidental.

Ambos objetos de análisis, cerámicas y adornos, expresan diferentes grados de interacción cultural que pueden haber facilitado la rápida y exitosa expansión de las primeras sociedades agrícolas en esta región, un proceso que tuvo lugar en apenas 300-400 años.

Como explica a DiCYT el investigador del Departamento de Prehistoria de la UVa Iñigo García-Martínez de Lagrán (izquierda), "El Neolítico es un proceso de expansión no sólo de elementos materiales sino de nuevas tecnologías, como la agricultura y la ganadería, y aún más, de toda una nueva visión del mundo y de relación con la naturaleza”.

Aunque el proceso de neolitización del Mediterráneo occidental está relativamente claro en la actualidad, existen ciertas “lagunas” en los momentos iniciales, hace aproximadamente entre 7.800 y 7.300 años, en que los datos arqueológicos no son muy abundantes.
Por ello, el objetivo principal del trabajo, publicado en la revista PLOS One, ha sido profundizar en esa rápida expansión y en las interacciones entre las distintas comunidades, los grupos neolíticos colonos y las comunidades locales mesolíticas. “Se ha buscado, por un lado, definir las características principales de la neolitización a gran escala, en amplios territorios y entre grandes conjuntos arqueológicos y, por otro, caracterizar la microescala de este proceso, detallando las interacciones entre los grupos y su relación evolutiva, a partir del potencial interpretativo que nos ofrecen las cerámicas y los adornos”, precisa el investigador de la UVa.
Tanto las cerámicas como los adornos presentan dos grandes ventajas respecto a otros elementos arqueológicos. En primer lugar, son muy abundantes en el registro del Neolítico antiguo y de la Prehistoria reciente en general, especialmente la cerámica. Además, se conservan muy bien y presentan una gran cantidad de variables de estudio, como la tipometría, la tipología o la decoración. De su análisis, se pueden extraer gran cantidad de datos y de interpretaciones. De hecho, estudios previos tanto arqueológicos como etnográficos han demostrado su enorme potencial a la hora de establecer y definir grupos culturales y procesos de relación y evolución entre ellos a lo largo del espacio y del tiempo.

“Estos dos elementos nos permiten estudiar dos realidades distintas pero complementarias del proceso de neolitización, por un lado, una tecnología novedosa que llega al territorio desde otras zonas, como la cerámica, y, por otro, los adornos personales, que contaban con una tradición antigua en las comunidades locales de cazadores-recolectores y en las colonas neolíticas”, detalla.
El estudio realiza interesantes aportaciones. "En el caso de la cerámica, varió más a lo largo del espacio y del tiempo, lo que indica que la circulación y el préstamo de sus rasgos culturales y simbólicos ocurrieron a nivel local, tal vez, con el objetivo de reforzar la identidad grupal”.
Las características de los adornos personales, en cambio, no circularon ni se intercambiaron tanto. “La tradición ornamental fue mucho más conservadora que la cerámica, muy probablemente debido a que no era una tecnología novedosa para los grupos implicados. Los valores simbólicos e incluso personales de los adornos se mantuvieron, con unos reajustes culturales distintos en ambos elementos”, resume el experto.

No obstante, “el estudio conjunto de estas diferencias muestra un proceso mucho más variado y complejo en el que debemos analizar cada elemento arqueológico individualmente pero interpretarlo en un marco global”, agrega.
El estudio, también ha permitido comprobar que las unidades arqueológicas, los grupos o comunidades que los prehistoriadores definen a partir de los restos de las excavaciones para realizar los estudios, tienen validez.

Cerámicas recuperadas de la cueva de Els Trocs, en la alta Ribagorza (Huesca). FOTO: Manuel Rojo Guerra.

Primera aportación de un proyecto amplio

“Los estudios globales no son muy abundantes en la investigación, y es imposible saber cómo llega el Neolítico a la Meseta sin conocer cómo lo hace al valle del Ebro o a la zona mediterránea, y hasta allí desde el sur de Francia o el Norte de África, etc. Tal vez este sea uno de los puntos más destacables de nuestro trabajo”, asegura el investigador de la UVa.

Por otro lado, el hecho de que "los estudios desarrollados por diferentes equipos investigadores tengan una metodología similar que permita su comparación y estudio conjunto, tiene un gran valor científico porque no es una situación muy frecuente”.

El estudio surge en 2013 en el marco de la estancia posdoctoral de García en el CNRS y la Universidad de Toulouse Jean Jaurès, bajo la supervisión de la doctora Claire Manen. A través de un proyecto para investigar la implantación del Neolíti..., se integró la doctora Solagne Rigaud, especializada en los adornos personales de ese mismo periodo. En ese momento surge la idea de combinar el estudio de las cerámicas del Neolítico antiguo en el sur de Francia, en el alto valle del Ebro y la Meseta norte en España y los adornos personales, ampliando el territorio mediante colaboraciones con investigadores de las universidades de Valencia o País Vasco.

De este modo, el trabajo publicado en PLOS One es solo la primera aportación de un proyecto más amplio que pretende integrar el estudio de las colecciones cerámicas y de otros elementos arqueológicos del Mediterráneo occidental. Este será el principal objetivo de investigación de García durante los dos próximos años, en los que estará vinculado a la Universidad de Valladolid con un contrato de investigación Juan de la Cierva, bajo la dirección del catedrático de Prehistoria de la UVa, Manuel A. Rojo Guerra.

Fuente: dicyt.com | 16 de mayo de 2018

Los restos arqueológicos que enmarcan el reino de David y Salomón

Los reyes David y Salomón (Wikipedia)

Las excavaciones en una residencia situada a unos 20 kilómetros de la ciudad de Qiryat Gat muestran evidencias de la existencia del reino unido de Israel

¿Existió el reino de David y Salomón? El texto bíblico dice que ambos fueron los últimos reyes del reino unido de Israel (1030-930 a.C.). Tanto el padre (el pastor que, según la tradición, venció al gigante Goliat con una honda) como el hijo lograron reinar sobre un extenso territorio. El problema era que no había evidencias arqueológicas que certificara que estos hechos fueron reales.

Por eso el debate ha sido tan intenso, especialmente en los últimos 25 años, con los investigadores cuestionando la figura de ambos monarcas hasta reducirlos a poco más que jefes tribales que gobernaban sobre Jerusalén y su entorno más inmediato. Para contrarrestar esa hipótesis era necesario encontrar construcciones en el corazón de la región donde supuestamente estuvo ese reino. Y parece que es algo que han conseguido unos investigadores de la Universidad Bar-Ilan.

Tel 'Eton. Crédito: Griffin Higher Photography

Durante la última década, los arqueólogos han excavado una mansión conocida como “casa de cuatro habitaciones”

Un equipo liderado por el profesor Avraham Faust y el doctor Yair Sapir ha descubierto nuevas pruebas que apoyan la existencia de la monarquía unida de Israel e indican que el Reino se extendió más allá de las cercanías de Jerusalén, según explican en un estudio publicado en la revista Radiocarbon.

Durante la última década, los arqueólogos de Bar-Ilan han estado excavando una gran mansión conocida como la “residencia del Gobernador” o la “casa de cuatro habitaciones”, que fue destruida en un incendio en el siglo VIII antes de Cristo durante una de las campañas asirias. El hogar se encontraba en Tel‘Eton, en Shephelah, unos 20 kilómetros al sureste de la ciudad de Qiryat Gat.

La “residencia del Gobernador”

Este gran edificio tenía al menos dos pisos y su planta baja se extendía sobre unos 225 metros cuadrados

Este gran edificio tenía al menos dos pisos y su planta baja se extendía sobre unos 225 metros cuadrados. La estructura se construyó en la parte más alta del montículo, sobre cimientos profundos, utilizando materiales de construcción de alta calidad y de acuerdo con un plan meticuloso, colocando piedras grandes y de alta calidad en las esquinas y entradas del edificio.

“Sorprendentemente, las fechas de la datación por radiocarbono indican que el edificio ya se había erigido entre finales del siglo XI a.C. y el tercer trimestre del X“, dice Faust en un comunicado. La construcción de una residencia tan grande en la cima del montículo, visible desde una gran distancia, junto con el crecimiento significativo del tamaño de la ciudad al mismo tiempo, fue un evento importante en la historia de Tel‘Eton, uno de los mayores sitios arqueológicos de Judá, aproximadamente a mitad de camino entre Gaza y Jerusalén.

Restos de la construcción

La duda era quién construyó este edificio, aunque los investigadores lo tienen claro. “El hecho de que la residencia fue levantada como una casa clásica de cuatro habitaciones, un estilo que era muy predominante en los sitios israelitas y que falta o es raro en las zonas de dominio cananeo y filisteo, parece enviar un mensaje claro sobre la identidad de los constructores: La política israelita procedente de las tierras altas”, señala el estudio.

Curiosamente, la casa no fue destruida y los cambios en la construcción no fueron el resultado de batallas o la aparición de una nueva población dominante. “Estos hallazgos indican que había una impresionante construcción pública en curso ya en el siglo 10 antes de Cristo. Cuando los descubrimientos de Tel‘Eton se combinan con los aparecidos en otros sitios en la región, se puede reconstruir el proceso a través del cual el gobierno de las tierras altas se apoderó del Shephelah (el centrosur de Israel) y lo colonizó gradualmente”, apuntan.

Otros restos de la construcción

Faust y Sapir saben perfectamente que la asociación de esta residencia con David y Salomón “no se basa en evidencia arqueológica directa, sino únicamente en motivos circunstanciales”. El origen de los cambios en Tel‘Eton (la construcción de la residencia de cuatro habitaciones y el crecimiento del sitio) parece que hay que buscarlo en las tierras altas. “Y dado que estos cambios tuvieron lugar en el momento en que se suponía que David gobernaba en las tierras altas, el vínculo es plausible“, señalan los expertos.

El Reino unido Israel (Wikipedia)

“Si alguien piensa que esto no certifica que hubo un rey con el nombre de David, quizás deberíamos encontrar otro nombre para llamar al monarca que logró unificar las tierras altas de Judá y las bajas llanuras costeras filisteas durante su reinado”, explican Faust y Sapir.

Autor| David Ruiz Marull
Vía| La Vanguardia
Imágenes| Wikipedia, Griffin Higher

La revolución artística de los pintores ‘autistas’ de la Edad de Hielo

Pintores 'autistas' provocaron la revolución artística del Paleolítico superior (Wikipedia)

Es probable que gran parte del arte más antiguo del mundo haya sido creado por humanos primitivos dotados en el espectro del autismo, según sugiere una nueva investigación de científicos británicos.
Los arqueólogos que trabajan en conjunto con expertos en autismo han llegado a la conclusión de que los humanos fueron capaces de producir el primer arte realista hace unos 33.000 años porque las condiciones de la Edad del Hielo impulsaron la selección de combinaciones particulares de genes.
Las condiciones adversas favorecieron la selección natural de genes, lo que predispuso a algunos seres humanos a desarrollar la capacidad de concentrarse en tareas con gran detalle durante largos períodos; a percibir sus entornos en términos tridimensionales de una manera mejorada; a desarrollar una mayor capacidad de retención de imágenes; y a desplegar mayores aptitudes para identificar y analizar patrones de geografía y movimiento.

Todas estas aptitudes, que a menudo se encuentran en personas del espectro autista, permitieron a los seres humanos de la era glaciar fabricar puntas de lanza de sílex más eficientes para la caza (un proceso que consume mucho tiempo y que requiere un intenso enfoque preciso), trasladarse a través de miles de kilómetros cuadrados de terreno de caza, recordar múltiples detalles y analizar patrones de comportamiento animal.

Bifaz de Silex de Mucientes (Valladolid)

Pero estas mismas habilidades también hicieron posible producir arte realista, con imágenes espectaculares y dinámicas de animales hechas de memoria y dibujadas en perspectiva (para imitar la realidad 3D) en composiciones artísticas que reflejan los modelos de la naturaleza.

El investigador médico Barry Wright (izquierda) y la arqueóloga Penny Spikins (derecha), ambos de la Universidad de York, llevaron a cabo investigaciones entre estudiantes de la universidad y encontraron que el 4 por ciento estaban dentro del espectro autista.

La mayoría nunca se había dado cuenta de su estado autista y que debían algunas de sus habilidades y destrezas a tal condición. Significativamente, los niveles más altos de autismo hereditario se encuentran en poblaciones con origen en el norte de Europa, muchos de cuyos ancestros habrían experimentado los desafíos de la Edad de Hielo.

La Dra. Spikins es especialista en cultura prehistórica y ha estudiado el arte de la Edad del Hielo.
"Sospechamos que el desarrollo temprano del autismo hereditario fue en parte una respuesta evolutiva a las condiciones climáticas ultra duras en el apogeo de la última Edad del Hielo. Sin el desarrollo de las capacidades relacionadas con el autismo en algunas personas, es posible que los seres humanos no hubieran podido sobrevivir en un ambiente helado en el que encontrar comida requería de habilidades mejoradas", indica.

"La precisión en los detalles es lo que determina si puedes dibujar de manera realista; lo necesitas para ser un artista realista con talento. Este rasgo se encuentra muy comúnmente en personas con autismo y rara vez ocurre en personas que no lo tienen", agrega.

Vista general del techo de polícromos en la Cueva de Altamira/Wikipedia

La nueva investigación, publicada esta semana por la revista académica británica Open Archaeology (en PDF), señala que muchos aspectos importantes de la existencia humana, desde la supervivencia hasta la expresión artística, deben ser vistos en términos neurológicos y evolutivos, no sólo culturales.
Los investigadores examinarán ahora otros aspectos clave del desarrollo cultural humano (incluyendo tecnologías anteriores, rituales y arte precedente no realista) para ver si también son producto de la presión ambiental y evolutiva y del cambio neurológico resultante.

La nueva investigación muestra que la evolución dentro de los humanos modernos ocurrió mucho después de la aparición de los humanos anatómicamente modernos hace unos 250.000 años. Demuestra claramente que la evolución, incluso en nuestra propia especie, nunca se detiene.
Los ejemplos clave del arte dinámico de la Edad del Hielo se encuentran en Francia y España en sitios como Chauvet, Lascaux o Altamira.

Fuentes: pressdigital.es | independent.co.uk | 15 de mayo de 2018

El estudio de varios cráneos de 'Homo naledi' desvela rasgos sorprendentemente similares a los del ser humano moderno

Cráneo del 'Homo naledi'. J. HAWKS.


El hallazgo de más de 1.500 fósiles humanos en una angosta cueva de Suráfrica presentados en 2015 sacó a la luz al Homo naledi, un misterioso homínido con un cerebro del tamaño de un chimpancé que vivió en el este de África junto a los primeros Homo sapiens. Los restos pertenecían a al menos 15 individuos y no tenían huellas de haber sido devorados, ni arrastrados por crecidas de agua o movimientos de tierra. Según sus descubridores, los habían depositado allí como acto funerario, un rasgo típicamente humano en una especie que muchos expertos no consideran digna de pertenecer al mismo género que el Homo sapiens.

Los descubridores del Homo naledi van hoy un paso más allá e intentan bucear en su cerebro. Los investigadores han reconstruido el hemisferio izquierdo del encéfalo de esta especie extinta desde hace unos 250.000 años basándose en las marcas que el órgano dejó en las paredes internas del cráneo de cinco individuos. El Homo naledi tenía una capacidad craneal de medio litro, más o menos un tercio la de una persona. El nuevo trabajo muestra que el giro frontal inferior, parte de la corteza cerebral donde se concentran capacidades de razonamiento complejo y el lenguaje, presentan similitudes claras con el Homo sapiens. A su vez, las circunvoluciones cerebrales del naledi son distintas a las de los grandes simios, apunta el estudio, publicado en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU. Las ondulaciones de la corteza del naledi son parecidas también a las de otros miembros del género Homo con cerebros más grandes como Homo habilis, el Homo erectus, que fue el primero de su género en salir de África, y el Homo floresiensis, el hobbit de la isla de Flores.

“Los humanos actuales tienen cerebros muy grandes comparados con el resto de primates, pero su forma también es diferente”, explica John Hawks (izquierda), antropólogo de la Universidad de Wisconsin en Madison y coautor del estudio. “Hasta ahora no sabíamos cuándo sucedieron los cambios en la forma del cerebro y si estos eran en parte debidos al crecimiento del órgano. El Homo naledi nos muestra ahora que parte de la forma característica del cerebro de los humanos actuales ya existía en otras especies con cerebros mucho más pequeños”, resalta.
Probablemente la forma del cerebro típicamente humano ya existía hace unos dos millones de años, cuando vivió el último ancestro común de Homo naledi y Homo sapiens, señala el estudio.“Es muy difícil especular sobre qué efecto tiene la forma del cerebro en el comportamiento. Pero haber hallado que el Homo naledi compartía rasgos con nosotros nos hace preguntarnos si compartía también ciertos comportamientos, incluidas las prácticas mortuorias”, añade Hawks.

Expertos independientes resaltan la importancia del estudio, aunque recuerdan las dificultades de intentar reconstruir un órgano blando que desapareció hace cientos de miles de años y el tipo de pensamientos de los que era capaz. “El estudio es un buen recordatorio de que el tamaño del cerebro no es lo único importante”, opina María Martinón-Torres (derecha), directora del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (Cenieh). “Uno de los ejemplos más obvios es el de humanos modernos y neandertales, quienes a pesar de tener grandes cerebros, presentan formas significativamente diferentes, lo que probablemente se tradujo en habilidades diferentes aunque es muy difícil precisar en qué”, añade.

La investigadora recuerda “que no se pueden asignar funciones específicas a regiones del cerebro específicas”, por lo que es difícil valorar el significado de la reorganización del cerebro del naledi. El mismo equipo que forma este estudio había descubierto cambios similares en australopitecos, primates de los que pudo originarse el género Homo y que tenían cerebros de un tamaño similar al naledi, lo que hace “cuestionable” la inclusión de esta última especie dentro del mismo género que el Homo sapiens, resalta Martinón-Torres.

Emiliano Bruner (izquierda), experto en paleoneurobiología de homínidos del Cenieh, considera “muy interesante que no es el tamaño el que genera la combinación de surcos cerebrales típica del género humano”, aunque apunta que para poder sacar conclusiones es necesario analizar muestras más grandes e individuos más completos, lo que no siempre será fácil. La cueva Rising Star de Suráfrica es una de las mayores concentraciones de fósiles humanos jamás encontrada. El único yacimiento que rivaliza en cantidad e importancia es la sima de los Huesos en Atapuerca (Burgos), que también puede tener un origen funerario surgido cientos de miles de años antes de la llegada de nuestra especie.

Fuente: elpais.com | 14 de mayo de 2018

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Foto: Homo naledi DH3 endocasto.

El hombre de pequeño cerebro también pudo ser inteligente
El Homo naledi ha sido una caja de sorpresas desde el anuncio de su descubrimiento en Sudáfrica en 2015. A la familia humana se unía una nueva especie con características anatómicas muy antiguas y un pequeño cerebro (un tercio del nuestro) que, sin embargo, pudo coincidir con nosotros, los humanos modernos, en lugar y tiempo, hace entre 226.000 y 335.000 años. Ahora, un nuevo estudio ha reconstruido la forma del cerebro de ese homínido a partir de los cráneos de cinco individuos y ha concluido que, aunque diminuto, se parecía sorprendentemente al nuestro. El hallazgo, publicado en la revista PNAS, refuerza la hipótesis de que los 'Homo naledi' podían haber sido inteligentes y pone en duda la creencia de que la evolución humana haya sido una marcha inevitable hacia cerebros más grandes y complejos.

Homo naledi fue descubierto por el equipo de Lee Berger (izquierda), profesor de la Universidad de Witwatersrand, en las cuevas de Rising Star, a 50 kilómetros de Johannesburgo. En el yacimiento aparecieron 1.500 restos óseos, pertenecientes a quince indiviudos. El hallazgo fue aclamado como uno de los más importantes del siglo XXI en su campo. No solo se trataba de una nueva e inesperada especie, sino de una que parecía capaz de un comportamiento tan sofisticado como el enterramiento de sus muertos.

Antes de ser datada, los investigadores llegaron a creer que esta especie tenía varios millones de años de antigüedad, e incluso se la consideró un posible «eslabón perdido» entre los últimos australopitecos (aún no humanos) y los primeros del género Homo. Pero en 2017, se demostró que era mucho más «moderna» y que posiblemente «acompañó» a los primeros humanos modernos en África. Este es un enigma para los científicos, ya que durante mucho tiempo habían sostenido que hubo una única especie en el continente madre en este período tardío: el Homo sapiens. ¿Cómo pudieron existir los Homo naledi junto a otra especie con un cerebro tres veces más grande? El nuevo estudio sugiere que, en realidad, su comportamiento pudo haber reflejado la forma y la estructura del cerebro más que su tamaño. Es decir, que este no es tan importante.

Huella del cerebro

Los investigadores reconstruyeron las huellas de la forma del cerebro de Homo naledi (lo que se llama endocastos) a partir de una extraordinaria colección de fragmentos de cráneos -algunos parciales, otros completos- de al menos cinco individuos adultos. Uno de ellos tenía una huella muy clara de los pliegues cerebrales en la superficie del lóbulo frontal izquierdo del cerebro. «Este es el cráneo que he estado esperando durante toda mi carrera», asegura Ralph Holloway (derecha), de la Universidad de Columbia y autor principal de la investigación.

La anatomía del lóbulo frontal de naledi ha resultado ser similar a la de los humanos, y muy diferente de los grandes simios. Otros miembros de nuestro género, desde Homo erectus hasta Homo habilis y los «hobbits» de cerebro pequeño, Homo floresiensis, también compartían estas características del lóbulo frontal con los seres humanos vivos. Pero parientes anteriores, como el antiguo Australopithecus africanus, tenían una forma mucho más simiesca en esta parte del cerebro, lo que sugiere que los cambios funcionales en esta región del cerebro surgieron con los Homo. «Es muy pronto para especular sobre el lenguaje o la comunicación en Homo naledi -dice el coautor del estudio, Shawn Hurst (izquierda)-, pero hoy el lenguaje humano se basa en esta región del cerebro».

Fabricación de herramientas

La parte posterior del cerebro también se parecía más al nuestro en comparación con el de homininos más primitivos como los australopitecos. Los cerebros humanos suelen ser asimétricos, con el lado izquierdo desplazado hacia adelante en relación con el derecho. El equipo encontró signos de esta asimetría en uno de los fragmentos de un cráneo de Homo naledi más completo. También halló indicios de que el área visual del cerebro, en la parte posterior de la corteza, era relativamente más pequeña en estos homínidos que en los chimpancés, otro rasgo similar a los humanos.

El cerebro del Homo naledi era diminuto pero tenía algunas características sorprendentemente humanas - John Hawks

Los cerebros grandes eran costosos para los ancestros humanos, y algunas especies pudieron haber pagado esos costes con dietas más ricas, la caza y la recolección, y una infancia más larga. Pero ese escenario no parece funcionar bien para Homo naledi, que tenía las manos adecuadas para la fabricación de herramientas, piernas largas, pies humanos y dientes que sugerían una dieta de alta calidad. Según el coautor del estudio, John Hawks, uno podría atribuir el cerebro nadeli al Homo habilis, de hace dos millones de años, pero resulta que el suyo era más grande.

En este sentido, los investigadores creen que los Homo nadeli pudieron compartir algunas conductas con nosotros, como la fabricación de herramientas, a pesar de tener un cerebro de tamaño mucho más pequeño. Lee Berger, coautor del artículo, cree que el reconocimiento de esa complejidad tendrá un impacto significativo en el estudio de la arqueología africana. «Los arqueólogos han asumido demasiado rápido que las complejas industrias de herramientas de piedra fueron creadas por humanos modernos. Pero como 'Homo naledi' se encuentra en el sur de África, al mismo tiempo y en el mismo lugar en que surgió la industria de la Edad de Piedra, tal vez hemos estado contando la historia equivocada todo este tiempo»

Fuente: abc.es | 14 de mayo de 2018

Marylène Patou-Mathis: “El canibalismo es típicamente humano”

Marylène Patou-Mathis, en el Museo del Hombre de París. LEA CRESPI

La prehistoriadora francesa es experta en los neandertales, unos antepasados tan remotos como desconocidos. Desaparecieron hace 40.000 años, pero cada vez hay más pruebas de lo mucho que compartimos. Se niega a establecer jerarquías entre grupos humanos: no hay, dice, unos inferiores a otros. Y nada indica que las mujeres no cazaran.

No resulta habitual que una científica se convierta en una estrella de los medios de comunicación, pero es lo que ha ocurrido con la investigadora francesa Marylène Patou-Mathis. Su sentido del humor y su forma franca y directa de explicar asuntos tan delicados como la remota afición de los humanos a comerse los unos a los otros ha logrado que se convierta en un personaje muy conocido en Francia. Sin embargo, el mundo del que más sabe no puede ser más remoto: es una prehistoriadora experta en los neandertales, la especie humana más cercana a nosotros, que desapareció hace unos 40.000 años, y en los primeros Homo sapiens que llegaron a Europa más o menos en ese periodo. Investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS, el equivalente francés del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) y del Museo de Ciencias Naturales de París, es una reputada arqueóloga, autora de numerosos libros, asesora de películas, y acaba de participar en la organización de una exposición sobre los neandertales en París.

Su último libro se titula Neanderthal de A à Z y entre sus títulos más difundidos se encuentran Histoires de mammouth (2015), Préhistoire de la violence et de la guerre (2013) o Mangeurs de viande: de la Préhistoire à nos jours (2009).

Nacida en París, se niega a confesar su edad —"Es un dato que no doy nunca"—, aunque puede servir de pista que terminó la carrera en 1981 y defendió su tesis en 1984. La conversación tuvo lugar en abril en el Museo del Hombre, que alberga la muestra sobre nuestros primos prehistóricos desaparecidos.

La visión de los neandertales ha cambiado mucho en los últimos años, porque los científicos han ido descubriendo que estaban mucho más cerca de nosotros de lo que pensábamos. ¿La dificultad para comprender a esta especie humana durante tanto tiempo refleja la dificultad para comprender al otro?

Sin duda. Siempre he creído que no se deben establecer comparaciones. Yo investigo sobre los neandertales, pero también sobre los primeros sapiens europeos, los auriñacienses. Sin embargo, creo que es un error juzgar en función del otro. Mi investigación no busca saber quién era superior. Lo interesante es que seamos capaces de reconstruir los comportamientos: la jerarquización no debe ser nunca el enfoque. Incluso por motivos éticos, no debemos jerarquizar. Yo he vivido con los nómadas del Kalahari y disponían de una tecnología de cazadores-recolectores con instrumentos como el arco. Podíamos pensar que tecnológicamente estaban menos evolucionados que otras sociedades, pero mostraban una riqueza enorme en sus historias, en la forma en la que conocían la naturaleza. Lo que nos hace humanos no es solo la tecnología. Cuando alguien sostiene que los cazadores-recolectores son inferiores se equivoca. El hombre es siempre singular. No querer aceptar que el otro que tenemos enfrente es diferente, convertirle en inferior, es muy malo y ha sido un problema durante mucho tiempo.

Marylène Patou-Mathis. LEA CRESPI

Usted ha dicho en una entrevista que el hecho de que los neandertales fuesen caníbales no les aleja de nosotros, sino que les acerca... ¿No es un poco inquietante?
El canibalismo es algo típicamente humano, por ejemplo en su ritualización, porque el canibalismo ritual es algo muy sofisticado. Hasta hace muy poco, en lugares como Nueva Guinea sobrevivían ritos funerarios que consistían básicamente en comerse un trozo de la abuela. Se trata de algo muy complejo. Es un comportamiento muy humano, que empieza en Atapuerca hace 800.000 años y que continúa con el canibalismo como forma de aterrorizar a los enemigos que se da todavía hoy en algunos conflictos. Es algo tan fuerte que lo hemos transformado en símbolo con la eucaristía, cuando hablamos de comer la sangre y el cuerpo de Cristo. Y que ha dejado huellas en nuestro vocabulario: decimos que alguien "está como para comérselo" o, al revés, que no podemos tragarlo. Es muy interesante, pero también muy fuerte.

En su último libro, Neanderthal de A à Z, explica que siempre se representa la prehistoria con las mujeres trabajando en la cueva y los hombres cazando, pero que no existe ninguna prueba de que existiese esa separación de sexos.

Ninguna. Es algo que me interesa muchísimo. Son imágenes que responden a prejuicios. ¿Por qué no podemos concebir que las mujeres tallasen los utensilios? Cuando representamos un pintor, por ejemplo en Lascaux, siempre ponemos a un hombre. ¿Por qué tiene que ser así? Se trata de prejuicios sexistas. ¿Quién dice que es imposible? Muchos chamanes son mujeres, muchos pintores de poblaciones aborígenes de Australia son mujeres. Es algo que me irrita muchísimo. Cuando me dicen que en los grupos de cazadores-recolectores las mujeres no cazan, primero es algo que no es cierto: lo que no hacen es herir al animal y hacer correr su sangre. Pero participan en la caza de muchas otras maneras. Y los pueblos de los que hablamos actualmente tienen una historia muy larga, no son hombres prehistóricos que se hayan quedado parados en el tiempo. No me gusta que calquemos los comportamientos de tribus actuales para interpretar la prehistoria. Me encanta la etnografía, pero son pueblos que, como nosotros, tienen una historia. Podemos aprender de asuntos técnicos, ver cómo resuelven problemas en un determinado entorno. La visión de la mujer en la prehistoria es algo sobre lo que quiero trabajar, para demostrar que se trata de una cuestión ideológica.

¿Qué le llevó al desierto africano del Kalahari cuando acabó sus estudios? ¿Qué aprendió conviviendo con cazadores-recolectores?

Antes de entrar en el CNRS recibí una beca para viajar allí. Lo que quería comprobar era la presión del medio ambiente sobre los comportamientos humanos. Me encantaba estudiar la relación de los humanos con la caza y con los animales, pero vivía en París, investigaba en una oficina. Quería ir sobre el terreno. Hay cosas que pensamos que son imposibles en la caza y sin embargo ocurren. Aprendí que un pueblo es rico por otras cosas que no tienen nada que ver con su tecnología. Las relaciones sociales, los mitos: todo eso es muy importante. Modificó mi visión de las cosas.


Entonces, ¿la capacidad de construir y manejar tecnología no nos hace más inteligentes?

En absoluto. Además, ¿quién sabe ahora cómo funciona nada, ni siquiera la electricidad? ¿Quién sabe cómo funciona la televisión? Simplemente, apretamos botones, y solo un puñado saben construir esas máquinas. ¿Quién comprende los algoritmos? Sin embargo, si nos dejasen sueltos en la naturaleza, nos moriríamos inmediatamente. Por eso estoy de acuerdo con Claude Lévi-Strauss cuando sostiene que no hay pueblos inferiores, solo pueblos que han respondido de forma diferente a problemas similares.

¿Cree que lo que nos fascina de los neandertales es su desaparición, que coincide con la llegada de nuestra especie, los Homo sapiens, a Europa?

Pienso que desaparecieron sobre todo por un problema de demografía. No tenemos pruebas de que cuando llegaron los sapiens se produjesen contactos entre las dos especies, por lo menos en las regiones en las que he trabajado, sobre todo en Crimea y Ucrania. Mi impresión es que se evitan. En periodos anteriores veíamos un pequeño nomadismo estival y, sin embargo, más tarde los restos arqueológicos nos indican que las ocupaciones fueron muy cortas, como si estuviesen en constante movimiento.

¿Y quedan huellas arqueológicas de violencia entre las dos especies?

No. En ese periodo no hay nada. Constatamos de forma clara que hasta el Neolítico no aparecen los auténticos conflictos. Lo que nos encontramos de vez en cuando es una persona que ha sufrido un golpe en la cabeza. ¿Qué quiere decir? No lo sabemos, puede ser un accidente. La mayoría están cicatrizadas, con lo que la persona no murió. No quedan restos de matanzas, ni siquiera de varios cuerpos juntos. Los únicos restos de violencia que tenemos, como en la cueva de El Sidrón, en Asturias, corresponden a canibalismo.

Usted además sostiene que en la prehistoria la ausencia de pruebas no quiere decir nada...

No significa nada, y tampoco la ausencia de pruebas puede utilizarse para demostrar nada. No podemos decir que los neandertales no hayan realizado arte parietal porque no haya aparecido...

De hecho se acaba de demostrar que sí hicieron...

Es algo que se sospechaba. Creo que nuestra visión cambiará todavía más porque cada vez más gente está convencida de que muchas cosas eran posibles con los neandertales. Cuando pensamos que algo es imposible no lo encontramos. Fue Pasteur el que pensaba así. Todo comenzó a cambiar en 2010, cuando se descubrió que teníamos genes de neandertal, porque nadie quiere tener los genes de un simio.

¿Es la prehistoria el periodo del pasado que encierra más sorpresas según avanza la ciencia, por ejemplo con el ADN o los nuevos métodos de dataciones?

Todo puede cambiar en cualquier momento, aunque también existe un fondo que se mantiene. Por muchos trabajos que se hagan por ejemplo en China, los humanos más antiguos siguen siendo africanos. Muchas cosas se confirman: por ejemplo, que los neandertales tenían una tecnología muy desarrollada y que su capacidad de adaptación era enorme porque estuvieron aquí 400.000 años.

¿Y el clima no tuvo nada que ver con su desaparición?

No creo. Es una hipótesis de la que ahora se habla mucho, que tiene que ver con una visión general de que la existencia humana está muy relacionada con el medio ambiente. Pero no debemos olvidar que las tradiciones culturales nos ayudan a adaptarnos, por ejemplo migrando hacia el sur cuando hace demasiado frío, como ocurre con los animales. No es algo que pueda explicar la desaparición de los neandertales, porque además conocieron muchos periodos fríos y cálidos.

¿Y es posible que fuese la suma de nuestra llegada más un periodo especialmente frío?

No tiene mucho sentido porque también desaparecen de zonas que nunca padecieron periodos glaciares, como Oriente Próximo o Gibraltar. Es un problema demográfico. No son suficientes para mantener una población estable y podemos ver una debilidad en su diversidad genética. Pienso que el problema fue sobre todo la falta de individuos. Es lo mismo que ocurrió con los mamuts, que es un tema en el que he trabajado mucho. En un momento los grupos son muy pequeños y están muy dispersos, y estos animales acaban por desaparecer...

Ya que habla de los mamuts, ¿por qué cree que en lugares como el sur de Francia, donde había muy pocos mamuts, aparecen estos animales dibujados en las ­paredes de las cuevas?

Es algo muy interesante. Estoy convencida de que hubo personas que dibujaron mamuts pese a no haber visto nunca ninguno, que era algo que estaba en su cultura, en su imaginario. Creo que el arte parietal es muy complejo: no dibujaban los animales que iban a comerse, era otra cosa. Realicé ­excavaciones en Lascaux y descubrimos que su alimento principal eran los renos, pero que, en cambio, no los pintaban en las paredes. El imaginario de los mamuts es tan fuerte que, incluso cuando ya no convivían con ellos, siguieron dibujándolos.

¿Quiere decir que en la prehistoria había muchos más intercambios de los que imaginamos? Porque también han aparecido estatuillas realizadas con colmillos de mamuts en zonas donde no existían.

Podemos imaginar que había intercambios entre unos grupos y otros de cosas como el marfil. Los objetos viajaban de un grupo a otro enormes distancias...

¿Por qué cree que nos interesa tanto la prehistoria? Tanto en España como en Francia hay cada vez más ­publicaciones, museos, exposiciones...

Creo que entre la gente que tiene tiempo y dinero para reflexionar existe un malestar, una inquietud, cierta desesperanza con respecto a aquello en lo que nos hemos convertido. El éxito del libro Sapiens, de Yuval Noah Harari, tiene que ver con esto. Nos vemos como una especie que ha destruido la naturaleza, siempre en guerra, cuando tal vez podríamos no haber seguido ese camino. A mucha gente no le gusta esto y por eso se refugia en un mundo que idealizan, cuando vivíamos en armonía con la naturaleza.

¿Cuándo y por qué decidió dedicarse a la prehistoria?

Soy geóloga de formación. De ahí salté a la paleontología y me di cuenta de que cuando estaba el hombre por medio era mucho más interesante. Lo que me apasionó enseguida fue la relación del hombre con los animales, por eso escribí Mangeurs de viande, precisamente porque creo que tenemos una relación con el animal muy profunda. El lado cultural es muy importante: me interesa ver cómo nacen y se forjan ciertos comportamientos como la construcción del otro. Pienso que hay cosas en nosotros que se remontan muy lejos en nuestra historia y que están siempre presentes, de forma consciente o inconsciente. Nos obliga a plantearnos muchas cosas y, sobre todo, nos obliga a ser modestos, porque sabemos que desde luego no somos los primeros, pero tampoco los últimos. Somos un eslabón más en una cadena.

Fuente: elpais.com | 14 de mayo de 2018