Una exposición en el MEH de Burgos muestra a través de 90 piezas la evolución de la farmacopea desde la Edad Media

El Museo de la Evolución Humana de Burgos acoge una exposición sobre la evolución de la farmacopea desde la Edad Media - R. ORDÓÑEZ

La relación del hombre con las enfermedades se remonta a hace miles de años. Veían la enfermedad como algo misterioso que provocaban fuerzas ocultas o los dioses. Pero casi tan antiguo es el uso de la botánica como medio para combatir las dolencias. Algunos estudios acreditan que nuestros antepasados, los neandertales, ya consumían en la prehistoria manzanilla.

Es el punto de partida que ha llevado al Consejo de Colegios de Farmacéuticos de España a promover, con el apoyo de la Junta de Castilla y León y la Obra Social de La Caixa, una exposición de documentos y piezas históricas de farmacias de monasterios y hospitales del Camino de Santiago. La muestra permanecerá en el Museo de la Evolución Humana (MEH) hasta el 15 de enero bajo el título «Hortus sanitatis: boticas monásticas y hospitalarias en los caminos de peregrinación».

El Museo acoge una exposición que muestra a través de 90 piezas, que incluyen instrumentos de antiguas boticas, libros, grabados e imágenes, la evolución de la farmacopea desde la Edad Media hasta nuestros días. Llaman especialmente la atención varios elementos procedentes de las antiguas boticas de los monasterios de San Juan, de la capital burgalesa, y Santo Domingo de Silos.

Todo tipo de utensilios

El uso de plantas medicinales ya se ha acreditado en la prehistoria, señala la directora general de Políticas culturales de la Junta de Castilla y León, Mar Sancho, quien recuerda que los investigadores han podido confirmar que los neandertales ya ingerían manzanilla. En esta exposición se recoge su evolución desde la Edad Media, con vitrinas que reúnen documentos y tratados de farmacia de diferentes momentos y varios expositores en las que se pueden ver botiquines y orzas de farmacia del siglo XIX, albarelos del siglo XVIII, balanzas de precisión, morteros de metal o redomas de vidrio.

En la muestra se pueden ver todo tipo de utensilios utilizados a lo largo del tiempo - R. ORDÓÑEZ

La historia de la farmacia está muy ligada a la de la ciudad de Burgos, hasta el punto de que fue en esta provincia en la que se fundó en 1938 el consejo que ahora preside, según destaca el presidente del Consejo de Colegios de Farmacéuticos de España, Jesús Aguilar. Por eso se ha querido enmarcar la muestra en relación con los tres patrimonios de la humanidad de Burgos. Por una parte, se enmarca en los actos del VIII centenario de la Catedral, por otra recoge elementos de boticas del Camino de Santiago, y por último se ha elegido como escenario el Museo de la Evolución Humana, directamente vinculado a Atapuerca.

La botica del monasterio

El comisario de la exposición, Juan Ruiz Carcedo, destaca la importancia de los monasterios en el origen de la ciencia farmacéutica actual. En prácticamente todos los monasterios había una botica, un huerto con plantas medicinales y alguno o algunos monjes especializados en manejar esas plantas y hacer preparados o tratamientos. Esas pócimas se administraban como medicamentos al resto de monjes o a la población que se acercaba a los monasterios para buscar ayuda. En los huertos de los monasterios se cultivaban plantas medicinales para elaborar de forma artesanal remedios curativos, jarabes y licores reconstituyentes, que se guardaban en el botamen de la botica.


Los monjes no solo cuidaban el huerto, sino que estudiaban la recolección de las plantas, sus propiedades curativas y la composición de las pócimas para tratar todo tipo de afecciones. De esa labor salieron cuadernos y recetarios, los «hortus sanitatis», que servían para instruir a otros monjes en lo que ahora denominaríamos ciencia farmacéutica.

Ruiz Carcedo recuerda que no era una práctica nueva y que existen tratados clásicos sobre la materia de Hipócrates, Dioscórides, Galeno, Celso, Plinio e Isidro Sevilla, entre otros. Entre sus herederos, aparecen en la Edad Media algunos boticarios y farmacéuticos burgaleses, como fray Esteban de la Villa, Hipólito Ruiz López, Lucas Jimeno, fray Isidoro Saracha u Obdulio Fernández. Algunos incluso alcanzaron gran fama internacional, como Juan de Jaraba o Conrad Gesner.

Fuente: abc.es | 13 de octubre de 2018

Arde el yacimiento de Lancia (León)

Dos imágenes reveladoras de cómo ha quedado el yacimiento ubicado en Villasabariego, tras sufrir un incendio. DL

Las llamas han arrasado el yacimiento de Lancia. El alcalde de Villasabariego, Pedro Cañón, que alertó a la Guardia Civil y a los servicios de extinción de incendios forestales, afirma que el fuego fue intencionado. «El candado de la valla no se rompe solo».

Al parecer, primeramente ardió la caseta del vigilante, «donde sólo hay herramientas, pero nada inflamable» y, posteriormente, las llamas se extendieron a todo el yacimiento. Afortunadamente, la zona excavada —donde la Diputación ha llevado a cabo 17 campañas desde 1996 en busca de nuevos vestigios— ha resultado intacta. Y es que toda el área donde se hallan los restos que se muestran a los visitantes «había sido desbrozada la semana pasada», cuenta el alcalde.

Lancia estuvo ardiendo durante horas. Los indicios apuntan a que el fuego, claramente provocado, comenzó el jueves por la noche y finalmente se acabó propagando a todo el yacimiento, según cuenta Cañón, quien avisó a los bomberos ayer al mediodía. Una valla agujereada es toda la protección que tiene esta gigantesca acrópolis que los romanos conquistaron a los astures. De hecho, el yacimiento también ha sido objeto de saqueos en alguna ocasión.

El incendio no ha afectado a la extensa zona baja de la ciudad romana descubierta durante las obras de construcción de la autovía A-60.

Los restos de Lancia ocupan una extensión de aproximadamente 100 hectáreas, aunque no todas pertenecían a la ciudad, y de ellas la Diputación ha excavado en unas 4,5 hectáreas. El pasado mes de junio el presidente de la Diputación, Juan Martínez Majo, y la consejera de Cultura de la Junta, Josefa García Cirac, firmaban un ambicioso protocolo para rescatar un yacimiento de un valor incalculable.

Detalle de cómo estaban los restos de Lancia hace dos meses. RAMIRO

Lancia, que en su época de máximo esplendor, en el siglo II, llegó a tener entre 5.000 y 8.000 habitantes, cuenta ya con una inversión de 235.000 euros para poner en marcha un centro de interpretación o museo en el entorno del yacimiento que sirva para proteger y difundir los vestigios más relevantes. Hasta la fecha han aparecido vestigios de termas, el foro, almacenes y viviendas. La Dirección General de Patrimonio se ha comprometido a facilitar «la asistencia técnica necesaria en la redacción del proyecto de conservación y puesta en valor de los restos hallados en la acrópolis y en la zona baja de la ciudad romana durante la construcción de la A-60».

A pesar de las denuncias de varios colectivos, la Junta siempre sostuvo que las obras de la autovía León-Valladolid hayan provocado daños en el yacimiento arqueológico de Lancia. «Desde el primer momento ha habido una estrecha colaboración entre los técnicos de la Consejería de Cultura y los del Ministerio de Fomento para salvaguardar los restos romanos de Lancia», aseguró García Cirac hace un año. Recordó que la Comisión Territorial de Patrimonio aprobó «una serie de prescripciones» que han sido «respetadas en la ejecución de la obra».

Fue un descubrimiento colosal. Las obras de la A-60 permitieron desenterrar un barrio industrial en el que existían fundiciones, la primera necrópolis de incineración localizada en León, un tramo de calzada romana, un horno de finales del siglo I dedicado a la cocción de tejas, otro medieval, unas termas y un edificio de planta basilical, entre otras construcciones.

Pocos temas se han ‘enquistado’ como Lancia, que movilizó a varias asociaciones, quienes crearon una plataforma para evitar la destrucción de uno de los mayores yacimientos arqueológicos del país. Además, Lancia provocó un pequeño ‘cisma’ en la propia Junta, cuando en una reunión de la Comisión Territorial de Patrimonio dos de sus miembros votaron en contra de enterrar los restos, lo que provocó que la decisión final recayera en una instancia superior, en Valladolid.

Cuatro meses después, la Comisión de Patrimonio Cultural acordaba que el proyecto debía modificarse para hacer viable la conservación de los vestigios. Además, dejaba claro que los restos debían ser visibles y visitables y exigía a Fomento completar el estudio arqueológico. En abril de 2012, Fomento tapaba las ‘reliquias’ halladas en Lancia con una capa protectora de geotextil y arena, después de que se hubieran producido varios saqueos.

La conocida como "Fíbula de Lancia", fíbula celtíbera de bronce hallada en Lancia (siglo III o II a. C., M.A.N., Madrid)

Una desidia secular

La destrucción y abandono de Lancia es secular. El Iryda (Instituto Nacional de Reforma y Desarrollo Agrario) trazó caminos sobre Lancia sin tener en cuenta los tesoros del subsuelo y dejó las cunetas sembradas de cientos de restos arqueológicos. La Dirección General de Bellas Artes, la Diputación y otras administraciones se lavaron las manos. Y los excavadores furtivos y los buscadores de tesoros expoliaron ‘a la carta’ el que pudo haber sido uno de los mejores yacimientos arqueológicos del país.
Las administraciones siempre acusaron a los agricultores de dañar la zona con los tractores y de esquilmar las piezas localizadas en sus fincas, reutilizadas para los usos más inverosímiles, como, por ejemplo, abrevadero de animales. En 1941, el político y escritor Mariano Domínguez Berrueta denunciaba en un artículo publicado en este periódico el abandono del yacimiento de Villasabariego, esporádicamente excavado en tiempos de Isabel II y después abandonado a su suerte. Contaba Berrueta que un vecino le había regalado una fíbula, «uno de tantos objetos que aparecen en Lancia tras un día de lluvia». Denunciaba el escritor hace siete décadas cómo las piezas extraídas de Lancia y desperdigadas bastaban para formar un verdadero museo.

Fuente: diariodeleon.es | 13 de octubre de 2018

Descubren el salón de recepción más grande del Imperio Romano en Noheda (Cuenca)

Foto: Excavaciones en Noheda.

La campaña de excavaciones arqueológicas que financia el Gobierno de Castilla-La Mancha en el yacimiento de la villa romana de Noheda, en Villar de Domingo García (Cuenca), ha permitido localizar toda la planta de la villa y descubrir el salón de recepción más grande conocido hasta la fecha de todo el Imperio Romano, con una superficie aproximada de 750 metros cuadrados.
El vicepresidente primero del Gobierno regional, José Luis Martínez Guijarro, que ha visitado este impresionante yacimiento coincidiendo, con el fin de la campaña de excavaciones, acompañado por la Comisionada del Gobierno frente al Reto Demográfico, Isaura Leal, ha destacado el interés del Ejecutivo autonómico por seguir impulsando estas campañas que permiten avanzar en la investigación y puesta en valor de nuestro patrimonio.

Martínez Guijarro ha asegurado que la puesta en valor del patrimonio es una de las claves para luchar contra el despoblamiento y el yacimiento de Noheda es “uno de los mejores ejemplos que hay en España”. Por este motivo, el Ejecutivo autonómico lleva apoyando durante muchos años las excavaciones para próximamente ponerlo a disposición de los visitantes y “generar actividad económica y empleo de carácter estable”.


Foto: Planta del espectacular mosaico de Noheda.

Además, el Ejecutivo autonómico va a organizar el próximo mes de marzo una exposición para que los ciudadanos puedan conocer el medio millar de piezas que han aparecido en las distintas campañas y que pueden suponer, una vez unidas, una treintena de figuras.

El Gobierno de Castilla-La Mancha ha destinado este año un total de 490.000 euros, 40.000 más que el año anterior, a financiar un total de 41 proyectos en toda la región. Una iniciativa que, además, tiene un beneficio directo en el empleo por las contrataciones que llevan aparejadas estos trabajos, así como fomentar un mayor conocimiento de nuestra riqueza arqueológica y paleontológica encaminada al turismo.

En el caso del yacimiento de Noheda, la campaña ha contado con una financiación del Ejecutivo regional de casi 12.000 euros a través de la Universidad de Castilla-La Mancha, como entidad solicitante, además de la colaboración de la Facultad de Letras de Ciudad Real y el Ayuntamiento de Villar de Domingo García.

Resultados espectaculares

El arqueólogo e investigador responsable del equipo interdisciplinar que ha dirigido la campaña, Miguel Ángel Valero (izquierda), ha explicado que la aplicación de las nuevas tecnologías, empleando la teledetección por georradar, ha ayudado a conocer el alcance de los restos soterrados en un área de unas dos hectáreas, en una parte decisiva de la Villa.

Los trabajos han sido realizados por la Universidad de Cádiz y, aunque aún están en fase de procesado y no es posible avanzar más detalles, los resultados son espectaculares. No en vano, una primera aproximación de la morfología y dimensiones del complejo apunta a que es mayor de lo esperado.

Qué comían los habitantes de la Villa

Además, gracias a la arqueozoología, en esta campaña se han podido obtener los primeros datos para conocer la reconstrucción y evolución de la fauna y la dieta de los habitantes de la villa romana de Noheda en cada una de las etapas de uso del enclave.


Por último, gracias a un grupo de estudiantes de la UCLM, la UNED, la Universidad Complutense y la Universidad de Évora, se ha avanzado en el conocimiento de la morfología del espacio residencial de la villa.

Concretamente, se ha descubierto que el sistema constructivo del complejo se basa en la ejecución de tres terrazas artificiales de unos 25-30 metros cada una de ellas con un desnivel entre ellas de dos metros. En la terraza inferior se han centrado las excavaciones y se ha descubierto uno de los peristyla (patio abierto columnado) que tiene unas vistas privilegiadas a un sistema de estanques monumentales que caen en cascada. Dichos estanques parecen configurar la fachada sur del complejo, lo que le otorgaría una monumentalidad inusual.

Fuente: lacerca.com | 5 de octubre de 2018

Reconstruyen en 3D la cueva del Conte de Pedreguer (Alicante) con hallazgos de hace 22.000 años

22.000 años de evolución tecnológica median entre las pinturas y grabados hallados en la Cova del Comte de Pedreguer (Alicante) y el modelo informático en tres dimensiones que recrea hasta el recoveco más escondido de esta gruta.

La séptima campaña de excavaciones ha arrancado ahora. Participan Ana Macarulla, de la Universitat de Barcelona, Silvia Monterrosa y Miquel Serra, de la Universitat de València, y Ferran Lloret, de la Uned. Retiran con minuciosidad extrema la tierra de un nivel que ya no está removido y que corresponde al periodo solutrense del Paleolítico superior (es, por tanto, coetáneo del arte rupestre datado hace 22.000 años). Además, los arqueólogos han descubierto en este estrato una punta escotada de flecha, que es un avance lítico precisamente de la cultura solutrense. La tierra se criba luego con un cedazo. Los microhallazgos de fragmentos de hueso, moluscos o pequeños sílex aportan información valiosísima.

Foto: Algunos de los materiales que han salido a la luz tras la cuarta campaña de excavación de la Cova del Comte de Pedreguer

Pero, al mismo tiempo que ayer los arqueólogos excavaban, el investigador Marco Aurelio Esquembre terminaba de encajar el modelo informático en 3D que reconstruye la cavidad. La Cova del Comte es compleja. La amplia entrada se ha utilizado históricamente como aprisco. Luego hay un estrechísimo pasadizo (hay que acceder rectando). Lleva hasta la amplia galería interior, donde están los grabados de caballos y ciervos y las espirales.

Para el alzado en tres dimensiones se han encajado como en un puzle más de 4.000 fotografías. Permite recorrer a paso de ratón (el ratón del ordenador, claro) la intrincada gruta. Falta, sin embargo, completar el modelo en 3D con el tramo final de la cueva, apenas explorado.


La séptima campaña promete. No hay excavación en la que la Cova del Comte no desvele alguno de sus secretos. Es un santuario de arte paleolítico. Los arqueólogos han encontrado también arte mueble, plaquetas con pinturas y grabados. Los artistas prehistóricos aprovecharon las curvas de las rocas para dar volumen a las figuras que representaban. De ahí que tengan cualidad escultórica.

La investigación de este yacimiento la impulsa la Fundació Cirne de Xàbia y la patrocina el Ayuntamiento de Pedreguer. La Diputación de Alicante también ha concedido este año una subvención. La dirigen, además del citado Esquembre, los arqueólogo Pasqual Costa, Josep Casabó, Joaquim Bolufer y Joan de Déu Boronat. La cueva se asoma a un escarpado barranco. Desde antiguo ha sido refugio de pastores. Ahora es un yacimiento de trascendencia internacional.

Fuente: diariodeinformacion.com | 10 de octubre de 2018

El análisis de residuos en recipientes cerámicos revela la dieta de los habitantes de Çatalhöyük

Ejemplos de depósitos calcificados en recipientes cerámicos, antiguos y modernos, de Çatalhöyük. a) Ejemplo de una extensa acumulación de cal en una tetera moderna utilizada cerca de Çatalhöyük. b) Un primer plano de depósitos de cal en una muestra de cerámica antigua. c) Un recipiente relativamente intacto (no analizado en este estudio) que muestra la forma de un tazón. d) Una selección de 4 restos cerámicos analizados en el estudio que muestran calcificaciones adheridas en la superficie interior de los mismos.

Un equipo internacional liderado por investigadores del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, la Universidad Libre de Berlín y la Universidad de York, ha descubierto detalles sobre la dieta de los primeros agricultores del asentamiento de Çatalhöyük, en Anatolia central (Turquía).
Al analizar las proteínas de los residuos depositados en potas y jarras antiguas excavadas en este enclave, los investigadores pudieron encontrar evidencias de los alimentos que se consumían en el mismo. Aunque trabajos anteriores ya habían analizado residuos encontrados en recipientes de este yacimiento, este es el primer estudio en analizar las proteínas, las cuales permiten identificar plantas y animales de un modo específico, y a veces determinar, incluso, los tipos de especies.

Mapa de Çatalhöyük. a) Ubicación del sitio y b) plano del sitio de Çatalhöyük. Çatalhöyük consiste en dos montículos distintos; el montículo este, que data de alrededor del año 7100–5900 a.C., y el montículo oeste, que data de alrededor del año 6000–5600 a.C. (Jessica Hendy et al.)

Uno de los yacimientos clave de la agricultura temprana en el Viejo Mundo

Çatalhöyük fue un gran asentamiento habitado desde aproximadamente el 7.100 a.C. hasta el 5.600 a.C. por los primeros agricultores, y está ubicado en lo que ahora es el centro de Turquía. Dicho asentamiento presenta un diseño fascinante en el que las casas se construyeron directamente una al lado de la otra en todas las direcciones, y que destaca por la excelente conservación de los hallazgos. Después de más de 25 años de excavación y análisis, se considera uno de los asentamientos de agricultura temprana mejor investigados del Viejo Mundo.

Para este estudio, los investigadores analizaron fragmentos de vasijas del montículo oeste de Çatalhöyük, las cuales datan de un estrecho período de tiempo, de 5.900-5.800 a.C., esto es, hacia el final de la ocupación del lugar. Los recipientes analizados lo constituían cuencos y tarros abiertos, tal como se muestra en las reconstrucciones, los cuales tenían residuos calcificados en las superficies internas. En esta región, hoy en día, los residuos de cal en el interior de las ollas de cocinar es muy común. Los investigadores llevaron a cabo análisis avanzados de proteínas en los residuos depositados en los restos cerámicos hallados, a fin de determinar qué sustancias contenían los recipientes.

Reconstrucción de Ҫatalhöyük. Ilustración de John Swogger.

Proteínas alimenticias depositadas en recipientes cerámicos

El análisis reveló que tales recipientes contenían granos, legumbres, carne y productos lácteos. Se demostró que los productos lácteos provenían principalmente de ovejas y cabras, y también de la familia bovina. Si bien los huesos de estos animales se han encontrado en todo el yacimiento, y que los anteriores análisis de lípidos han identificado las grasas de la leche en los recipientes, esta es la primera vez que los investigadores han podido identificar qué animales se estaban utilizando para obtener leche.

En línea con los residuos de plantas encontrados, los cereales incluían cebada y trigo, y las leguminosas incluían guisantes y vezas. Los productos animales no lácteos, que podían incluir carne y sangre, provenían principalmente de cabras y ovejas, y en algunos casos de bovinos y ciervos. Curiosamente, muchas de las ollas contenían evidencias de múltiples tipos de alimentos en un solo recipiente, sugiriendo que los habitantes de Çatalhöyük mezclaban alimentos al cocinar, potencialmente papillas o sopas, o bien que algunos recipientes se usaron sucesivamente para diferentes alimentos, o ambas cosas a la vez.

Quesería temprana

Sin embargo, un recipiente en particular, un tarro, solo tenía evidencia de productos lácteos en forma de proteínas que se encuentran en el suero de la leche. "Esto es particularmente interesante porque sugiere que los residentes pudieron haber estado usando métodos de elaboración de lácteos en los que separaban de la leche fresca la cuajada y el suero. Tal circunstancia, también sugiere que tenían un recipiente especial para mantener el suero después, lo que significa que usaban el suero para propósitos adicionales después de que se había separado la cuajada", afirma Jessica Hendy (izquierda), autora principal del estudio y perteneciente al Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. Estos resultados muestran que la producción de leche había estado en curso en esta área de Anatolia por lo menos desde el VI milenio a.C., y que se utilizaba la leche de múltiples especies de animales, incluyendo vacas, ovejas y cabras.

Sin embargo, los investigadores enfatizan que, según el registro arqueológico, probablemente se comía en Çatalhöyük una variedad aún mayor de alimentos, especialmente vegetales, que, o bien no estaban contenidos en los recipientes estudiados, o bien no están presentes en las bases de datos que se usaron para identificar las proteínas. Los enfoques proteómicos de "escopeta" utilizados por los investigadores dependen en gran medida de las bases de datos de secuencias de referencia, y muchas especies de plantas no están representadas o tienen una representación limitada. "Por ejemplo, solo hay 6 secuencias de proteínas para las vezas en las bases de datos, pero para el trigo hay casi 145.000", explica Hendy. "Un aspecto importante del trabajo futuro será ampliar estas bases de datos con más secuencias de referencia".


Foto: Restos de cebada hallada en Çatalhöyük

El potencial del análisis de proteínas en cerámicas arqueológicas

Otras técnicas moleculares aplicadas a la cerámica antigua pueden revelar amplias clases de alimentos -tal como evidenciar lácteos o grasa animal-, pero el análisis de proteínas permite obtener una imagen mucho más detallada de la cocina del pasado.

Los resultados de este estudio muestran el poder de los análisis de proteínas, los cuales pueden identificar los alimentos in situ hasta el nivel de especie, en muestras de hasta hace 8.000 años. En particular, los residuos en el interior de las cerámicas analizadas estaban excepcionalmente bien conservados y contenían una gran cantidad de información. La eliminación de estos residuos puede ser una práctica común entre los arqueólogos en el proceso de conservación y limpieza de los materiales hallados. "Estos resultados resaltan lo valiosos que pueden ser estos depósitos, y alentamos a los colegas a retenerlos durante el proceso de excavación y antes de llevar a término su posterior limpieza", declara Eva Rosenstock (izquierda), de la Universidad Libre de Berlín y autora igualmente del trabajo de investigación llevado a cabo.

Fuente: sciencedaily | 3 de octubre de 2018

Los muertos del Vesubio sufrieron más de lo que se creía: les hirvió la sangre y les estalló el cráneo

Incrustaciones minerales rojas y negras detectadas en los cráneos de las víctimas. A. Cráneo de niño que muestra un área redonda con gruesos residuos minerales rojos incrustados en el hueso parietal derecho; A1. Superficie ósea interna de un fragmento parietal con incrustación de residuos minerales rojos; B. Cráneo que muestra manchas oscuras y residuos negros incrustados (flecha blanca) en los huesos parietales y temporales; B1. Restos de un individuo adulto; C. Cráneo de un joven que muestra áreas manchadas oscuras y suturas abiertas carbonizadas (flechas negras); C1. Cavidad intracraneal que muestra un límite claro (flechas blancas y negras) entre una zona interna sin cambios de color (a) junto a una zona teñida en negro (b).


El desastre natural acaecido en Pompeya tras la erupción del Vesubio en el 79 a. C. ya fue señalado por Marco Valerio Marcial, pocos años después, en algunos de sus versos que incluía en «Epigramas»: «Todo yace sumergido en llamas y triste ceniza. Ni los dioses hubieran tenido poder para hacer algo parecido». Desde entonces, aquella catástrofe se ha contado innumerables veces e investigado otras tantas, apareciendo nuevos datos de cómo fueron las últimas horas en la antigua ciudad romana hasta épocas muy recientes.

El descubrimiento de esta ciudad en el siglo XVIII bajo metros de ceniza ya abrió una ventana inédita para conocer la vida cotidiana en la antigua República (509-27 a. C) y descubrir la capacidad de destrucción de los fenómenos naturales. Tanto impresionó su hallazgo que varios músicos, artistas, investigadores y escritores como Goethe, Stendhal, Picasso, Mozart, Cocteau, Klee y Freud viajaron hasta el sur de Italia para encontrar respuestas bajo la montaña asesina.

Un último descubrimiento ha sido publicado en la revista PLOS One. El estudio ha revelado que algunas de las víctimas sufrieron una muerte mucho más horrible de la que se creía. En concreto, un grupo de unos 300 habitantes que se refugió en 12 cámaras frente al mar cerca de la ciudad de Herculano. Ocurrió poco después de que comenzara la erupción entre las 11 y las 12 de la mañana del 24 de agosto con una pequeña explosión de vapor. Al principio, esta solo provocó una lluvia de ceniza fina al este del volcán que, probablemente, puso en alerta a las ciudades y las villas más cercanas.

"Últimos días de Pompeya", obra realizada por Karl Briulov entre 1830 y 1833. Óleo sobre tela de 456.5 x 651 cm. exhibido en el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, Rusia.

Aunque en un primer momento este grupo consiguió huir, todo cambió cuando se produjo la erupción principal al mediodía, con una explosión mucho mayor que lanzó una columna de piedra pómez hasta una altura de entre 15 y 30 kilómetros, sumiendo a los asentamientos ubicados bajo la nube en la más absoluta oscuridad. Tal y como contó Plinio el Joven, testigo ocular del desastre, en unas cartas dirigidas al senador Cornelio Tácito: «Recorrimos con ojos todavía atemorizados los objetos sepultados en una profunda capa de ceniza como si se tratase de nieve».

No fue solo Pompeya y sus 20.000 habitantes los que finalmente quedaron sepultados bajo aquel manto de piedra derretida. También sufrieron ese destino Oplontis, ciudad balnearia; Boscoreale, el pequeño puerto de Estabia y, por último, Herculano, la ciudad marítima de 5.000 habitantes situada más al norte.

Excavaciones de Pompeya en 2003 - ABC

Casi 2.000 años después, los restos de un centenar de aquel grupo de Herculano han sido analizados por un equipo de científicos italianos que han determinado cómo fueron sus últimos instantes antes de morir. Las investigaciones han sido realizadas por un equipo de arqueólogos de la Universidad Federico II de Nápoles, que determinaron que la avalancha de flujos piroclásticos que les cubrió —compuestos de material volcánico y gases venenosos con 1000 grados de temperatura, y que pueden alcanzar velocidades de hasta 700 kilómetros por hora tras la erupción— provocó que les hirviera la sangre y que sus cabezas explotaran.

Molde de uno de los fallecidos en Pompeya- ABC

Llegaron a esta conclusión tras el análisis de los huesos, cuyos resultado sugirió que en este centenar de víctimas se repitió, según refiere literalmente el informe, «un patrón generalizado de hemorragia inducida por el calor, aumento de la presión intracraneal y estallido del cráneo».

En los restos óseos descubrieron un detalle que otros investigadores anteriores habían pasado por alto: un polvo negro y rojizo que impregnaba los huesos. Investigaciones precedentes aseguraban que dicho residuo se genera al quemar huesos cerca de objetos metálicos, lo que coincidía con el hecho de que ese polvo albergara partículas de hierro.
El estudio posterior del material a través de una espectroscopía de plasma reveló, sin embargo, que los residuos estaban compuestos mayoritariamente de óxido de hierro, pero que los restos humanos no habían estado en contacto con objetos metálicos. Un dato importante al que se suman también las evidencias encontradas de que los cráneos acabaron reventados debido, probablemente, a la vaporización de la materia cerebral.

Pompeya

El estudio de la universidad napolitana también concluye que las primeras víctimas se produjeron en Pompeya como resultado del derrumbe de los techos y los pisos de las casa por la acumulación de piedra y cenizas en sus tejados. Una angustia que Plinio el Joven ya describió en sus cartas con pasajes tan detallados como este precisamente de Herculano, la ciudad donde falleció su tío Plinio el Viejo: «Una nube negra y espantosa, desgarrada por ardientes vapores que se retorcían centelleantes, se abría en largas lenguas de fuego, semejantes a los relámpagos, pero de mayor tamaño».

Arqueóloga limpiando un cráneo en Pompeya en agosto de 2018- ABC

O este otro que podía leerse a continuación: «Volví la vista atrás: una densa nube negra se cernía sobre nosotros por la espalda y nos seguía como un torrente que se esparcía sobre la tierra [...]. Podías oír los lamentos de la mujeres, los llantos de los niños, los gritos de los hombres. Unos llamaban a sus padres, otros a sus hijos, otros a sus mujeres, e intentaban reconocerlos por sus voces. Unos se lamentaban de su destino, otros del de sus parientes. Había algunos incluso que por temor a morir, pedían la muerte. Muchos rogaban ayuda a los dioses, otros, más numerosos, creían que ya no había dioses en ninguna parte y que aquella noche sería eterna, la última del universo».

Efectos térmicos sobre la cavidad craneal: A. Cráneo de un hombre adulto que muestra manchas oscuras en la zona ósea intracraneal. B. La superficie interna del hueso cambia progresivamente de amarillo pálido a negro (α – γ). C. Residuos pardos incrustados en los surcos vasculares.

La mayoría de aquellos habitantes de Herculano y los de las otras ciudades cercanas no pudieron huir a tiempo y fueron aplastados por las nubes piroclásticas. Sin embargo, según el investigador principal de la Universidad Federico II, la muerte de los habitantes de Pompeya fue «menos trágica». «En esta ciudad, ubicada a unos 10 kilómetros del volcán, la temperatura fue más baja, de entre 250 y 300 grados centígrados. Fue suficiente para matar a las personas al instante, pero no como para vaporizar la carne de sus cuerpos», explicó a la revista Newsweek.

Fuente: abc.es | 11 de octubre de 2018