Orígenes de la música

Posible instrumento musical hallado en el yacimiento de la cueva de Divje babe I. Eslovenia. Imagen de T. Lauko, Museo Nacional de Eslovenia.

El hallazgo de un trozo de fémur de un oso juvenilen el yacimiento de Divje babe I (Eslovenia) con cuatro perforaciones alineadas data de 1995. Los investigadores Ivan Turk y Janez Dirjec, que condujeron las excavaciones en este yacimiento entre 1990 y 1995, siempre expresaron sus dudas de que este resto fósil hubiera sido realizado por un ser humano con intencionalidad artística. Según estos investigadores, las cuatro perforaciones alineadas estarían relacionadas con la mordedura de algún animal.

Cómo expliqué en el post anterior, cuando se excava un yacimiento arqueológico con determinados prejuicios sobre las habilidades de quienes fueron responsables del registro recuperado en ese yacimiento, podemos equivocarnos en las interpretaciones. El yacimiento de Divje babe I está formado por varios metros de sedimentos, dispuestos en hasta 26 niveles geológicos bien organizados. Las dataciones realizadas en este yacimiento han revelado una antigüedad máxima en torno a los 100.000 años, en los niveles más profundos, y una antigüedad mínima en torno a los 35.000 años en los niveles 2 y 3. El nivel 8a, del que procede el fósil perforado, ha sido datado entre 54.000 y 58.000 años y ha proporcionado abundantes restos instrumentos de piedra atribuidos a la tecnología musteriense. En otras palabras, ese nivel se depositó tras el paso por la entrada de la cueva de grupos neandertales.

En 1995, la comunidad científica no estaba todavía preparada para admitir que los neandertales tuvieran habilidades artísticas. Los enterramientos intencionados no eran una evidencia suficiente para convencer a los expertos sobre una cierta capacidad simbólica de la mente de los neandertales. Es más, la posibilidad de que estos humanos realizaran trazos de pinturas abstractas en las paredes de las cuevas no cabía en el escenario que se planteaba a priori. Es por ello que el artículo científico publicado hace pocos meses sobre posibles manifestaciones artísticas de los neandertales en varias cuevas de la península ibérica recibió una crítica negativa casi inmediata.

Así que no puede extrañar que los propios descubridores de un posible instrumento musical realizado por un grupo de neandertales atribuyeran la presencia de los agujeros en el fémur de un oso a causas naturales. En 1997, Ivan Turk se atrevió por primera vez a plantear que aquel hueso podría haber sido perforado de manera intencionada por un ser humano. A ese trabajo siguieron nuevos estudios de Turk y otros colegas, admitiendo de manera clara que los neandertales pudieron haber fabricado un instrumento para producir sonidos musicales. Como los lectores podrán comprender, esa interpretación ha sido ignorada o contestada con duras críticas por otros colegas.

El último trabajo sobre este posible instrumento musical acaba de ser publicado en la revista francesa L´Anthropologie por Matija Turk, Ivan Turk y otros colegas. Antes de seguir, es interesante recordar que esta revista tiene escasa difusión en la arqueología anglosajona, que en la actualidad domina este ámbito científico. Sin embargo, el estudio está ahí y no se puede ignorar. La nueva investigación ha sido exhaustiva, incluyendo estudios experimentales. Se han realizado perforaciones en huesos de oso fresco con utensilios similares a los hallados en el yacimiento. El aspecto de los huesos experimentales ha resultado ser muy similar a los del fósil original. La reconstrucción del posible instrumento de manera artificial ha demostrado que era posible obtener sonidos musicales con un “instrumento musical” como el encontrado en la cueva de Divje babe I.

Ante estos resultados solo caben dos opciones: 1) considerar que toda la investigación en Divje babe I está equivocada, incluyendo las dataciones; 2) aceptar que los neandertales tenían capacidades artísticas inimaginables hace tan solo unas pocas décadas. ¿Por qué se les niega estas capacidades a estos humanos, incluyendo la posibilidad de pintar en las paredes de las cuevas? Si el registro arqueológico sigue dando evidencias de ciertas habilidades simbólicas de los neandertales, está claro que existen prejuicios interfiriendo con la realidad de los hechos.

Puesto que Homo neanderthalensis y Homo sapiens compartimos un antecessor común, que pudo vivir hace unos 800.000 años (según las estimaciones más optimistas) solo caben dos interpretaciones: 1) ellos y nosotros heredamos las mismas capacidades potenciales de ese ancestro; 2) adquirimos esas habilidades de manera convergente. Puesto que nuestro cerebro y el suyo tienen mucho en común, la opción 1 implicaría que las dos especies tendrían un potencial similar, que empezaron a manifestar de manera intensiva hace unos 50.000 años. Sin embargo, los neandertales desaparecieron antes de que nuestra especie desarrollara todo ese potencial en los últimos milenios.
La última época de los neandertales pudo ser terrible, con el intenso rigor de la última glaciación del Pleistoceno. Aun así, algunos grupos tuvieran tiempo para dejarnos testimonio de las posibilidades de su mente artística. No me cabe duda de que los refugios del Mediterráneo fueron la fuente de su inspiración.


Fuente: quo.es | 15 de noviembre de 2018

Así es el singular «rostro» de Cristo descubierto en una iglesia bizantina en ruinas de Israel

A la izquierda, la pintura en el ábside. A la derecha, la reconstrucción propuesta - Dror Maayan/ Cambridge University Press.

Con el pelo corto y rizado, la cara espigada, grandes ojos y una nariz alargada. Así es el singular «rostro» de Jesucristo que unos investigadores han descubierto en las ruinas de Shivta, una aldea situada en el desierto israelí de Negev que durante los siglos V y VI llegó a tener hasta tres iglesias.
En un ábside de una de ellas, de época bizantina, se descubrieron los restos de una pintura mural muy mal conservada que ahora la historiadora del arte Emma Maayan-Fanar (izquierda) ha logrado identificar como la representación del bautismo de Cristo. A pesar de que solo se aprecian fragmentos de la obra, la experta de la Universidad de Haifa distingue la cara que representa a un joven Jesús junto a otro rostro de mayores proporciones a su izquierda, muy probablemente de Juan el Bautista. Ambas figuras debieron de formar parte de una escena más amplia que fue pintada sobre la pila bautismal del templo.
«Su rostro está justo ahí, mirándonos», asegura al diario Haaretz Maayan-Fanar, que ha publicado su hallazgo en la revista arqueológica Antiquity junto a los arqueólogos Ravit Linn, Yotam Tepper y el profesor Guy Baz-Oz, del Instituto de Arqueología Zinman de la Universidad de Haifa.

«El rostro de Cristo en esta pintura es un descubrimiento importante en sí mismo», aseguran los autores de este estudio que estiman que la escena fue pintada en el siglo VI.


Iglesia norte de Shivta con el ábside donde se encontraron los fragmentos de la pintura - Dror Maayan/ Cambridge University Press.


Iglesia norte con baptisterio, Shivta. Dror Maayan

Los evangelios no describen la apariencia de Jesucristo y en imágenes antiguas, como la de Cristo entre Pedro y Pablo (s. IV) descubierta en el cementerio de una villa imperial que pertenecía a Constantino o el Pantocrátor del Sinaí (s.VI), se representa con el pelo largo y con barba.
La representación de Shiva «sigue el esquema iconográfico de un Cristo de pelo corto, que estaba especialmente extendido en Egipto y en Siro-Palestina» en la época, explican los expertos que seguirán estudiando la pintura, con detalles ahora ocultos por polvo y barro, para asegurar su conservación.

«El descubrimiento de esta pintura es extremadamente importante», a juicio de los investigadores porque «es la única escena de bautismo de Cristo que se conozca hasta la fecha en la Tierra Santa pre-iconoclasta» (en el siglo VIII el emperador León III emprendió una implacable campaña en contra de las imágenes religiosas en el Imperio bizantino).

Fuente:abc.es | 15 de noviembre de 2018

Un cambio climático probablemente provocó la migración y posterior desaparición de la antigua civilización del valle del Indo

Restos urbanos de Mohenjo-daro, una antigua ciudad de la civilización del valle del Indo construida alrededor de 2600 a.C. y que fue abandonada después de 1900 a.C. (Crédito de la foto: suronin / Shutterstock.com)

Hace más de 4.000 años la cultura Harappa prosperó en el valle del río Indo, en lo que hoy es el moderno Pakistán y noroeste de la India, donde construyeron ciudades sofisticadas, inventaron sistemas de alcantarillado y se dedicaban al comercio de larga distancia con asentamientos en Mesopotamia.

Sin embargo, hacia 1800 a. C., esta avanzada cultura había abandonado sus ciudades, trasladándose a pueblos más pequeños en las estribaciones del Himalaya. Ahora, un nuevo estudio llevado a cabo por la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) ha encontrado evidencias de que un cambio climático fue probablemente lo que llevó a los harappenses a reasentarse lejos de las llanuras aluviales del Indo.

A comienzos de aproximadamente 2500 a.C., un cambio en las temperaturas y en los patrones climáticos del valle del Indo causó que las lluvias monzónicas de verano escasearan gradualmente, dificultando o imposibilitando la agricultura cerca de las ciudades Harappa, dice Liviu Giosan (izquierda), geólogo del WHOI y autor principal de un trabajo de investigación al respecto publicado en la revista Climate of the Past.

"Aunque los volubles monzones de verano dificultaron la agricultura en el Indo, en las estribaciones del Himalaya la humedad y la lluvia se producía con mayor frecuencia", dice Giosan. "Cuando las tormentas de invierno del Mediterráneo azotan el Himalaya, crean lluvia en el lado de Pakistán y alimentan las pequeñas corrientes de agua. En comparación con las inundaciones de los monzones a las que estaban acostumbrados los harappenses a ver en el valle del Indo habría sido relativamente poca agua, pero al menos era segura".

Es difícil encontrar en muestras del terreno evidencias de este cambio en la precipitación estacional, así como del cambio de los harappenses de pasar de confiar en las inundaciones del Indo a confiar en las lluvias cerca del Himalaya para regar cultivos. Es por ello que Giosan y su equipo se centraron en analizar los sedimentos del fondo del océano frente a la costa de Pakistán. Después de tomar muestras en varios sitios del Mar Arábigo, él y su equipo examinaron las conchas de organismos unicelulares del plancton llamados foraminíferos (o forams) que ese hallan en los sedimentos, lo que les ayudó a comprender cuáles prosperaron en verano y cuáles en invierno.

La civilización del Indo fue la más grande, pero menos conocida, de las primeras grandes culturas urbanas que también incluyen a Egipto y Mesopotamia. La cultura Harappa, llamada así por una de sus ciudades más grandes, dependía de las inundaciones de los ríos para alimentar sus excedentes agrícolas. Hoy en día, numerosos restos de los asentamientos de la cultura Harappa se encuentran en una vasta región desértica lejos de cualquier río que fluya. (Liviu Giosan, Woods Hole Oceanographic Institution; Stefan Constantinescu, Universidad de Bucarest; James PM Syvitski, Universidad de Colorado).

Una vez que identificaron la temporada estacional basándose en estos restos fósiles de los foraminíferos pudieron profundizar en las claves sobre el desarrollo del clima en la región a partir del análisis de fragmentos de material genético antiguo preservado en los sedimentos.
"El lecho marino cerca de la boca del Indo es un ambiente con muy poco oxígeno, por lo que todo lo que crece y muere en sus aguas se conserva muy bien en el sedimento", dice Giosan. "Básicamente, puedes obtener fragmentos de ADN de casi cualquier cosa que haya vivido allí".
Durante los monzones de invierno, señala, los fuertes vientos provocan que los nutrientes de las profundidades de los océanos salgan a la superficie, lo que alimenta una oleada de vida vegetal y animal. Del mismo modo, los vientos más débiles en otras épocas del año proporcionan menos nutrientes, lo que causa una productividad ligeramente menor en aguas de la costa.

"El valor de este enfoque es que te da una imagen de la biodiversidad pasada que te perderías al confiar solo en restos óseos o en un registro fósil. Y como ahora podemos secuenciar miles de millones de moléculas de ADN en paralelo, tal circunstancia nos proporciona una imagen de resolución muy alta de cómo el ecosistema cambió con el tiempo", agrega William Orsi (izquierda), paleontólogo y geobiólogo de la Universidad Ludwig Maximilian de Munich, quien colaboró con Giosan en el trabajo de investigación.

Es bastante seguro, basándose en la evidencia del ADN, que el hallazgo de que los monzones de invierno parecían hacerse más fuertes y los monzones de verano más débiles, hacia los últimos años de la civilización Harappa, se corresponda con el traslado de las gentes desde las ciudades a las aldeas.

"No sabemos si se movieron hacia las laderas en cuestión de meses o si esta migración masiva tuvo lugar durante siglos. Lo que sí sabemos es que cuando concluyó, su forma de vida urbana había terminado", afirma Giosan.

Las lluvias en las estribaciones del Himalaya parecen que fueron suficientes para mantener a los harappenses rurales durante el siguiente milenio, pero incluso esas lluvias habrían menguado, contribuyendo probablemente a la desaparición definitiva de la cultura Harappa.

Monzones debilitados y la escorrentía de las montañas domesticaron el Indo salvaje y sus afluentes del Himalaya lo suficiente como para permitir la agricultura a lo largo de sus valles. Durante las fases tempranas y maduras de la civilización Harappa, los asentamientos florecieron a lo largo del Indo desde la costa hasta las colinas que bordean el Himalaya, así como en el curso más probable del mítico río Sarasvati, en lo que hoy es una región sin agua que forma parte del desierto de Thar. Con la continua aridificación la población se movió hacia el este, hacia la cuenca del Ganges, donde las lluvias del monzón de verano continuaron siendo seguras, mientras que las lluvias del monzón de invierno aumentaron provocando una migración hacia pequeñas comunidades agrícolas y el declive de las ciudades durante los últimos tiempos de la cultura Harappa.

"No podemos decir que desaparecieron por completo debido solo al clima, pues, al mismo tiempo, la cultura indo-aria estaba llegando a la región con herramientas de la Edad del Hierro, caballos y carros. Pero es muy probable que el monzón de invierno haya jugado un papel en tal hecho", explica Giosan.

La gran sorpresa de la investigación, señala Giosan, es lo lejos que geográficamente pueden haber estado las raíces de ese cambio climático. En ese momento se estaba estableciendo una "nueva era glacial", lo que provocaba que un aire frío llegara desde el Ártico hasta el Atlántico y el norte de Europa. Eso a su vez empujó las tormentas hacia el Mediterráneo, provocando un aumento de los monzones de invierno sobre el valle del Indo.

"Esto fenómeno fue notable, y hay una importante lección que sacar para hoy en día", indica. "Si miras a Siria y África, la migración en esas áreas tiene algunas raíces en el actual cambio climático. Eso es solo el comienzo. El aumento del nivel del mar debido al cambio climático puede llevar a enormes migraciones en regiones de costa baja como Bangladesh, o en regiones propensas a los huracanes como en el sur de los EE. UU. En aquel entonces, los harappenses pudieron hacer frente al cambio climático trasladándose de lugar, pero hoy en día uno se encontraría con todo tipo de fronteras. Convulsiones políticas y sociales podrían entonces surgir", concluye.

Fuente: whoi.edu | 13 de noviembre de 2018

El falso mito de la vida violenta de los neandertales

Los neandertales usaban técnicas de caza que no implicaban armas arrojadizas, lo que hacía que tuvieran que acercarse mucho a las presas. (Gleiver Prieto & Katerina Harvati).

Los crímenes y los accidentes que cuentan las noticias son historias individuales, pero también nos dicen mucho sobre las sociedades en las que suceden. Si son comunidades marcadas por la violencia o, en cambio, entornos pacíficos en los que la vida parece transcurrir sin grandes contratiempos. Lo mismo se puede decir de los grupos formados por nuestros ancestros en la Prehistoria. Aunque es difícil reconstruir el pasado, nadie que viviera en el Paleolítico pudo tener una vida fácil, enfrentándose a una naturaleza salvaje plagada de peligros armado tan solo con piedras o puntas de sílex, amén de los conflictos y la barbarie más o menos intensa que se produjera entre los individuos.
Hasta ahora, se creía que los neandertales, la otra especie humana inteligente que durante cientos de miles de años habitó Eurasia, tuvieron una existencia especialmente dura y peligrosa. Esta interpretación se sustenta en las numerosas fracturas, deformaciones y agujeros hallados en sus fósiles, especialmente en la cabeza y el cuello. Sin embargo, un nuevo estudio desmiente este viejo mito. Los investigadores de la Universidad de Tubinga (Alemania) han examinado el número de lesiones craneales que sufrieron los neandertales y los Homo sapiens, la especie a la que todos pertenecemos, y han llegado a la conclusión de que fueron muy parecidos. Según los autores, parece que los niveles de muertes violentas, enfrentamientos y brutalidad entre estos homínidos no superaban a los nuestros en el pasado.

Dos neandertales se acercan a un grupo de rinocerontes y mamuts lanudos (Kurt Miller/Stocktrek Images / Getty)

Que las lesiones se concentraran con mayor frecuencia en la cabeza de los neandertales puede ser el resultado de varias causas posibles: un comportamiento social violento, un estilo de vida móvil de cazadores-recolectores en entornos de la Edad de Hielo donde los accidentes serían bastante comunes, y los ataques de carnívoros como los osos de las cavernas o las hienas. Además, los neandertales utilizaban armas de corto alcance, como puñales o lanzas de empuje, y, por lo tanto, se enfrentaban de cerca a grandes presas durante la caza. Los altos niveles de esas lesiones craneales se han utilizado para inferir no solo estilos de vida peligrosos, sino también comportamientos violentos y técnicas de caza inferiores.

Sin embargo, los investigadores de Tübingen señalan que esas conclusiones se basaban principalmente en informes de lesiones en esqueletos específicos, en lugar de análisis estadísticos de toda la población. En su nuevo estudio, los autores aplicaron un análisis cuantitativo del trauma craneal en toda la población de neandertales y humanos modernos del Paleolítico Superior de Eurasia Occidental (hace entre 80.000 y 20.000 años). Para ello, utilizaron una base de datos recién compilada de varios cientos de especímenes fósiles (114 cráneos neandertales y 90 sapiens), con y sin lesiones, y modelos estadísticos rigurosos que explican el sexo, la edad de la muerte, la geografía y el estado de conservación de los huesos.

Ninguno de sus modelos reveló diferencias significativas en la prevalencia de las lesiones entre los dos grupos. «Nuestros hallazgos refutan la hipótesis de que los neandertales eran más propensos a las lesiones en la cabeza que los humanos modernos, en contra de la percepción común», explica la profesora Katerina Harvati (izquierda), responsable del estudio. «Por lo tanto, creemos que los comportamientos neandertales comúnmente citados que conducen a altos niveles de lesiones, como la violencia y las capacidades de caza inferiores, deben ser reconsiderados», subraya.

Más lesiones entre los varones

Los investigadores también descubrieron que, tanto en los neandertales como en los sapiens, los varones sufrían lesiones con más frecuencia que las mujeres. El hallazgo, explican en la revista Nature, es consistente con las observaciones en grupos humanos más recientes, explicado por la división del trabajo o por otras conductas y actividades específicas de cada sexo determinadas culturalmente.

Pero los investigadores también encontraron diferencias interesantes entre las dos especies: mientras entre los sapiens la prevalencia de lesiones craneales es consistente en todos los grupos de edad, entre los jóvenes neandertales es notablemente más alta. Esto podría significar que los neandertales tenían más probabilidades de lesionarse a una edad más joven que los humanos modernos del Paleolítico superior. Alternativamente, podría estar relacionado con diferencias en la supervivencia a largo plazo después de una lesión no letal. Curiosamente, los neandertales con una lesión en el cráneo tenían más probabilidades de morir antes de los 30 años que los sapiens. Esta intrigante cuestión quizás podría ayudar a explicar por qué esta especie desapareció hace 40.000 años, mientras nosotros prosperamos.

Cráneos neandertales.

Aunque este patrón relacionado con la edad es un hallazgo novedoso, «en general, nuestros resultados sugieren que los estilos de vida neandertales no eran más peligrosos que los de nuestros antepasados, los primeros europeos modernos», subraya Havarti. Y una vez más viene a redundar en la idea de que tampoco eran los seres toscos y bestiales que se creía.

Como explica en un artículo que acompaña al estudio en Nature, Marta Mirazón Lahr (izquierda), del departamento de Arqueología de la Universidad de Cambridge, en Gran Bretaña, desvelar el misterio de estas fracturas y laceraciones en los neandertales continuará siendo un reto durante muchos años, pero su resolución permitirá responder a una gran variedad de cuestiones, desde si fueron provocadas por accidentes de caza, conflictos interpersonales o entre grupos o en qué medida los que sobrevivían erancuidados por los más cercanos. Todo esto nos ayudará a entender quiénes eran estos humanos, cómo vivían y por qué se fueron para siempre.

Fuente: abc.es | lavanguardia.com | 14 de noviembre de 2018

«Es lo mismo que están haciendo en Chauvet hace 40.000 años»

Banteng pintado hace 35.500 años en Borneo. / PINDI SETIAWAN

«Es lo mismo que están haciendo en Chauvet hace 40.000 años», dice el prehistoriador Diego Garate. Para el investigador de la Universidad de Cantabria, lo más sorprendente es lo que se parecen temáticamente el arte rupestre de aquellos humanos de Borneo y el de sus contemporáneos del arco atlántico, desde el 'templo' francés de Chauvet hasta la cueva cántabra de El Castillo con sus manos en negativo.

«Da la sensación de que los humanos de ambos extremos de Eurasia, separados por miles de kilómetros, compartían una misma tradición cultural. Hay siluetas de manos, figuras animales con líneas en el interior para representar el pelo...».

A su juicio, se abre ahora un extraordinario terreno inexplorado para los investigadores. «Coincidiendo con la llegada de 'Homo sapiens' a Europa y el sudeste asiático, aparece casi de forma simultánea en las dos regiones el arte parietal. O surge independientemente en ambas zonas o los humanos llegan ya a esos dos lugares con arte».


Foto: Exploradores británicos, en la cueva de Borneo / Robbie Shone / Barcroft Media / Getty Images

El parecido temático le hace sospechar, en principio, que esa habilidad sale con nuestros antepasados de África o surge poco después de abandonar el continente. «Tiene que haber algo anterior, en Europa del Este, Oriente Próximo, Tailandia, Camboya, India...», aventura el experto del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria.
«Hasta hace cuatro años, nadie pensaba que hubiera arte rupestre tan antiguo en el otro extremo del mundo. Este final del eurocentrismo es muy sano. Nos abre la mente», afirma Garate, para quien el trabajo de Aubert «hace gala de una metodología muy depurada con protocolos muy estrictos. Es muy sólido».

Fuente: elcorreo.com | 7 de noviembre de 2018

Un grupo de arqueólogos localiza la antigua ciudad griega de Tenea

Esta foto sin fecha, proporcionada por el Ministerio de Cultura de Grecia hoy martes 13 de noviembre de 2018, muestra restos de paredes y pisos, probablemente de casas, de la zona oriental de la antigua ciudad perdida de Tenea. (Ministerio de Cultura griega a través de AP)

Arqueólogos griegos han encontrado la prueba final de la localización de la antigua ciudad de Tenea, en el noreste del Peloponeso, de la que hasta ahora solo había referencias epigráficas, según informó hoy el Ministerio de Cultura de Grecia.

Los investigadores se centraron en dos excavaciones cerca de la actual Jiliomodi, a unos 20 kilómetros de Corinto y 95 kilómetros de la capitalina Atenas: el área donde un cementerio organizado de los períodos helenístico y romano se junta con varios edificios y un segundo lugar donde se identificaron los primeros restos residenciales de Tenea.


Restos de la zonal occidental excavada.

Según las leyendas, la antigua Tenea fue fundada por prisioneros de la guerra de Troya a los que Agamenón -rey de Micenas y hermano de Menelao, que encabezó la expedición griega contra dicha ciudad- permitió construir su propia urbe.

La arqueóloga que dirige las excavaciones en el área desde 2013, Elena Korka (izquierda), dijo a The Associated Press que su equipo solo había estado trabajando en los ricos cementerios que rodean a Tenea hasta este año. En uno de ellos, los contrabandistas de antigüedades desenterraron en 2010 dos notables estatuas de mármol de hombres jóvenes del siglo VI a. C., y trataron de venderlas por 10 millones de euros. "Este año hemos excavado parte de la ciudad", dijo Korka.

En la zona del cementerio se identificaron siete nuevas tumbas, cuatro de las cuales datan de la época romana y otras tres son de la época helenística, aunque una de ellas fue reutilizada por los romanos.

Los restos encontrados en ellas pertenecían a dos hombres y cinco mujeres, así como dos niños. Todas ellas estaban decoradas con jarrones, monedas y joyas de oro, bronce y hueso. Entre los hallazgos hay un anillo con un sello que representa a la deidad Serapis en un trono junto al can Cerbero, representado con sus tradicionales tres cabezas, un espejo con una representación de la diosa Higía -deidad de la curación, la limpieza y la sanidad-, y varias monedas, entre las cuales tres datan de los primeros días de Corinto como colonia romana, en torno al 44-40 a. C.

Anillo de hierro de época romana con un grabado representado a Serapis y al can Cerbero.

Al norte del cementerio, en la segunda excavación, se identificaron varias edificaciones en un espacio de 672 metros cuadrados, dentro de las cuales se encontraron suelos de arcilla en buen estado, así como porciones de azulejos de mármol y piedra. Algunas de ellas cuentan con elementos arquitectónicos bien conservados como columnas y arquitrabes.

Entierramiento de tiempos helenísticos. Lucerna de época romana. Pendientes de oro de época romana. Moneda. Ejemplos de alfarería helenística.

En esta misma zona se encontraron más de doscientas monedas, que datan desde comienzos del helenismo hasta finales de la época romana, muchas de las cuales pertenecieron a Lucio Septimio Severo, el primer emperador romano de origen norteafricano.

Esto muestra que probablemente Tenea creció económicamente de forma considerable durante la dinastía de los Severos. El Ministerio de Cultura informó de que estos descubrimientos prueban que Tenea sufrió las consecuencias de la invasión del Peloponeso del rey visigodo Alarico I en el 396-397 a. C. y que pudo haber sido abandonada a finales del siglo VI d. C.

Izquierda y abajo: detalles del espacio excavado donde con espacios expuestos y pisos de arcilla. Derecha arriba: dados de hueso de época romana; una inscripción decorativa en mármol de la época romana; restos de estatuillas.

Fuentes: lavanguardia.com| newsit.gr | washingtonpost.com | 13 de noviembre de 2018