La miniaturización de herramientas destacó a los homínidos sobre los demás primates

A la izquierda, la icónica hacha de mano con forma de lágrima que llenaba una palma humana y requería un kit de herramientas grandes para elaborarla. A la derecha, kit de herramientas pequeñas para obtener lascas diminutas. Crédito: Emory University

Los antropólogos siempre han argumentado que la fabricación de herramientas es uno de los comportamientos clave que separan a nuestros ancestros humanos de otros primates. Sin embargo, un nuevo trabajo de investigación sostiene que no fue la creación de herramientas lo que distinguió a los homínidos, sino la miniaturización de las herramientas mismas.


Así como los pequeños transistores transformaron las telecomunicaciones hace unas décadas, y los científicos ahora tienen el desafío de hacerlos aún más pequeños, nuestros antepasados de la Edad de Piedra sintieron la necesidad de fabricar herramientas pequeñas. "Es una necesidad con la que siempre nos hemos enfrentado y por la que nos hemos visto impulsados en tal sentido. Lo que hacemos es miniaturizar las cosas", dice Justin Pargeter (izquierda), antropólogo de la Universidad de Emory (Sudáfrica) y autor principal de un artículo publicado en Evolutionary Anthropology en el que realiza una descripción general sobre la miniaturización de herramientas prehistóricas. En el mismo propone que dicha miniaturización es una tendencia central en las tecnologías de los homínidos que se remonta a por lo menos 2,6 millones de años atrás.

"Cuando otros monos usaron herramientas de piedra, decidieron hacerlas grandes y establecerse en los bosques donde evolucionaron", dice el coautor del artículo John Shea (derecha), profesor de antropología en la Universidad de Stony Brook. "Los homínidos, en cambio, optaron por hacer herramientas pequeñas, fueron a todas partes y transformaron los hábitats, incluso hostiles, con el fin de satisfacer sus necesidades cambiantes", añade.

El artículo analiza cómo lascas de piedra de menos de 3 centímetros de largo, utilizadas para perforar, cortar y raspar, aparecen en el registro arqueológico en lugares de todos los continentes, y se remontan a algunos de los conjuntos de herramientas líticas más antiguos que se conocen. Estas pequeñas lascas de piedra, dice Pargeter, eran como las hojas de afeitar desechables o los clips de papel de hoy en día: estaban generalizadas, eran fáciles de hacer y de reemplazar.

Pargeter ha identificado tres fases en la miniaturización llevada a cabo a lo largo de la evolución humana. La primera fase ocurrió hace aproximadamente 2 millones de años, impulsada por la creciente dependencia de nuestros antepasados de utilizar lascas de piedra en lugar de uñas y dientes para tareas como cortar, trocear y perforar.

Pargeter demuestra cómo nuestros primeros ancestros probablemente usaron pequeñas lascas de piedra para cortar carne.

Una segunda fase aconteció en algún momento después de hace 100.000 años, con el desarrollo de armas como el arco y las flechas, las cuales requerían insertarles pequeñas y ligeras piedras puntiagudas.

Una tercera fase, caracterizada por una mayor miniaturización, ocurrió hace unos 17.000 años. La última Edad de Hielo estaba terminando, lo que obligó a los humanos a adaptarse al rápido cambio climático reinante, a la subida del nivel del mar y al incremento de la densidad de población. Estos episodios provocaron la necesidad de conservar los recursos, incluidas las piedras y minerales necesarios para elaborar herramientas.

Nativo de Sudáfrica, Pargeter co-dirige un trabajo de campo en ese país a lo largo de su costa escarpada y remota del Océano Índico y las montañas interiores cercanas. También es miembro postdoctoral del Centro para la Mente, el Cerebro y la Cultura de la Universidad de Emory y del Laboratorio de Tecnología Paleolítica del Departamento de Antropología. Los miembros del laboratorio realizan herramientas de piedra para comprender mejor cómo aprendieron estas habilidades nuestros ancestros, y cómo ese proceso dio forma a nuestra evolución. El director del laboratorio, Dietrich Stout (izquierda), se centra en hachas de mano que se remontan a más de 500.000 años atrás. Estas grandes herramientas se consideran un punto de inflexión en la evolución biológica y cognitiva humana, debido a la complejidad que implica su elaboración.

El trabajo de Pargeter con pequeñas herramientas agrega otra faceta a la investigación de la evolución humana. "Él está explorando lo que puede haber llevado a producir pequeños artefactos, es decir, la relación existente entre las herramientas y el cuerpo humano, el cerebro y los probables usos de las mismas", dice Stout.

Al buscar un tema para su tesis de doctorado, Pargeter primero se centró en las colecciones de artefactos grandes, considerados típicos dentro del kit de herramientas de la Edad de Piedra. Revisó los hallados en un enclave sudafricano llamado Boomplaas, los cuales estaban almacenados en el Museo Iziko, en Ciudad del Cabo. Mientras rebuscaba en una bolsa etiquetada como desechable, y que contenía pequeñas lascas que se creían restos de elaborar grandes herramientas, algo llamó su atención: una astilla de cuarzo cristalino que parecía haber sido moldeada utilizando un método altamente técnico llamado descamación por presión.

"Era una astilla diminuta, de aproximadamente el tamaño de una pequeña pasa, y pesaba menos que medio penique", recuerda. "Podías literalmente aplastarla con un solo dedo".

La diminuta astilla de cuarzo cristalino que primero llamó la atención de Pargeter. (Fotos y gráfico de Justin Pargeter.)

Pargeter examinó la astilla bajo una lupa y notó que tenía una fractura distintiva, un escalón en su punta. Tras una investigación experimental se demostró que tal fractura estaba asociada con un daño producido en un contexto de caza.

"De repente, se me ocurrió que los arqueólogos pueden haber estado perdiéndose un componente importante en el registro de herramientas líticas", dice Pargeter. "En nuestro deseo de hacer 'grandes' descubrimientos, es posible que hayamos pasado por alto detalles pequeños pero importantes. Toda una tecnología podría estar quedando oculta detrás de nuestros métodos de trabajo, relegada a bolsas que se consideran material de desecho".
Entonces, ¿cómo interpretar el uso de una herramienta tan pequeña que podía fácilmente aplastarse con un solo dedo?

De los 'chips' de la prehistoria a los 'microchips' de la actualidad.



Pargeter comenzó a pensar en esta pregunta en términos de su antigüedad, unos 17.000 años, y el medio ambiente reinante en ese momento. La última Edad de Hielo estaba terminando y el derretimiento masivo del hielo en los polos hizo que el nivel de los mares aumentara. En determinadas zonas de Sudáfrica, la crecida de los océanos provocó que se tragaran un área del tamaño de Irlanda. A medida que desaparecían las marismas y los pastizales costeros, junto con gran parte de la vida acuática y animales de caza, los cazadores-recolectores que vivían en tales zonas huyeron tierra adentro, a sitios como Boomplaas, actualmente ubicado a unos 80 kilómetros de la costa. Las montañas alrededor de Boomplaas proporcionaban manantiales permanentes y otras fuentes fiables de agua dulce.

El clima, sin embargo, fue menos predecible, con cambios bruscos de temperaturas y lluvias. La vegetación estaba cambiando dramáticamente, las temperaturas aumentaban y los grandes mamíferos eran cada vez más escasos. La arqueología en Boomplaas muestra que la gente comía caza menor como liebres y tortugas. Estos pequeños animales habrían sido fáciles de atrapar, pero proporcionaban elementos nutricionales limitados.

"Estas son fuentes de alimentos de baja recompensa que indican una señal de estrés en la actividad de caza y forrajeo", dice Pargeter. "Boomplaas pudo incluso haber servido como un tipo de campamento de refugiados, con grupos de cazadores-recolectores alejándose de la costa tratando de sobrevivir en entornos marginales, ya que los recursos se agotaban rápidamente mientras el cambio climático iba a más".

Las puntas de flecha de unos tres centímetros de ancho ya están en la literatura arqueológica, pero las puntas de cuarzo de cristal de Boomplaas tenían la mitad de ese tamaño. Para derribar a un animal, según la hipótesis de Pargeter, dichas puntas necesitarían veneno en las mismas -derivada de plantas o insectos- y un sistema para lanzarlas a alta velocidad como un arco y una flecha.
Pargeter usó su propio y extenso conocimiento en elaboración de herramientas prehistóricas y arqueología para suponer que la pequeña punta podría haber sido enmangada, usando una resina de origen vegetal, en un eje de unión también hecho probablemente de material vegetal, tal como una caña. Ese eje de unión, de aproximadamente el tamaño de un dedo, encajaría a su vez en un eje de flecha.

Caña con la punta de Boomplaas para ser ensartada en una flecha.

"Esa flecha se introduciría en el animal, sacrificando la pequeña punta, pero el eje de flecha se abriría para que tú pudieras recuperar este componente más costoso", explica Pargeter. "Nuestros antepasados eran maestros de la aerodinámica y actuaban como ingenieros, no, tal como los solemos considerar, como 'gentes de las cavernas'. Aplicaban redundancia en sus sistemas tecnológicos, lo que les permitía reparar fácilmente sus herramientas y reducir el impacto derivado de los errores o fallos".

Nuestros antepasados también conocían el tipo de rocas de grano fino necesarias para la fabricación de sus herramientas. Sin embargo, los suministros de tales materias primas vitales para la fabricación de las mismas probablemente disminuyeron a medida que los océanos crecientes inundaban zonas terrestres y las personas se veían forzadas a concentrarse, lo que obligaba a conservar más cuidadosamente lo que podían encontrar en el paisaje.

Nuestros antepasados ​​habrían aprendido a transportar pequeñas lascas sobre una base como estas que Pargeter hizo con cuarzo.

Como los paleoantropólogos se enfrentan a "cosas" de más de tres millones de años relacionadas con los homínidos, una de las preguntas perennes a la que siguen buscando respuesta es: ¿qué nos hace únicos a los humanos? "Por lo general, decimos que el uso de herramientas nos hizo humanos, pero esa es una respuesta insuficiente, ya que cada vez más se acumulan evidencias de uso de herramientas por parte de otros animales", dice Pargeter.

Los macacos, por ejemplo, usan piedras para abrir ostras. Los chimpancés usan también piedras como martillos y yunques para romper nueces, y modifican ramas o palos para cavar y capturar termitas. Estas herramientas, sin embargo, son grandes. "Las manos de otros primates no se han desarrollado para una manipulación fina y repetida en tareas de gran fuerza", argumenta Pargeter. "Hemos desarrollado un agarre de precisión único que aumenta nuestra capacidad para la tecnología miniaturizada".

Los humanos también son maestros en trasladarse a ambientes novedosos, a diferencia de otros primates que permanecen en los paisajes de sus antepasados. "Las herramientas más pequeñas son la elección tecnologica para una población móvil y dispersa", aduce Pargeter. "Cuando el Homo sapiens se fue de África no llevaba hachas de mano voluminosas, sino arcos, flechas y pequeños utensileos de piedra".



Fuente: phys.org | news.emory.edu | 12 de marzo de 2019

El tesoro hallado en la tumba de una 'princesa' escita en Ust-Alminsky (Crimea)

Cientos de joyas 'invaluables', incluida una impresionante corona de laurel de oro, fueron encontradas en la tumba de una antigua 'princesa' en Crimea. Se cree que la rica mujer pertenecía a la élite de las tribus nómadas escitas, las cuales vagaron por Europa y Asia en el siglo I d.C.

La 'princesa' fue engalanada para su viaje al más allá, rodeándola con 140 piezas de joyería que incluyen aretes, un collar y placas en sus mangas. También se encontraron dos placas de oro para los ojos, si bien las mismas estaban ubicadas en su pecho.



Los enterramiento escitas normalmente suelen incluir varios restos humanos, pero esta tumba solo contenía el esqueleto de la mujer. Los expertos argumentan que, tal circunstancia, es un indicio de su alto estatus en la sociedad escita, particularmente cuando si ello se combina con los artículos opulentos que se han descubierto.



Asimismo, se encontraron dos anillos de oro, uno con una gema de cristal, y el otro con una coralina translúcida grabada con una imagen de Eros y un perro. Otros hallazgos incluyen cuentas de vidrio en sus mangas, una jarra conteniendo posiblemente vino antiguo, y otra con incienso junto a un quemador del mismo.



Muchas otras tumbas en este enclave de Ust-Alminsky, en la península de Crimea (anexionado por Rusia a costa de Ucrania hace cinco años), fueron saqueadas.


El político ruso Ruslan Balbek dijo: "Algunos elementos decorativos en forma de corona de laurel, ánforas doradas y anillos, son únicos en sus características. Son fascinantes en su novedad".



Los hallazgos son tan significativos y valiosos como otro famoso tesoro hallado en una necrópolis a unos 50 kilómetros al suroeste de la capital regional, Simferopol. El conjunto de estos hallazgos se encuentra en la actualidad retenido en los Países Bajos, donde fueron exhibidos cuando Rusia se anexionó Crimea.



Con motivo de ello, Ucrania está involucrada en una disputa legal para recuperar la posesión de esta rica colección de joyas escitas (y por la cual su seguro alcanzó los 1,7 millones de libras), aunque Rusia insiste en que debe ser devuelta a Crimea. La próxima semana se celebrará una audiencia en la corte de apelaciones de Amsterdam para resolver el litigio.

Fuente: dailymail.co.uk | 6 de marzo de 2019

La macroexposición "aTémpora" podrá verse en Burgos de abril a octubre de 2019

A unos días de su clausura “aTémpora Talavera, seis mil años de Castilla la Mancha” sigue dando grandes satisfacciones. La muestra no cerrará definitivamente. La colección podrá volver a verse en Burgos, en el "Forum Evolución" de abril a octubre de este año 2019 merced a un acuerdo entre la Fundación Impulsa Castilla la Mancha, promotora de la muestra y la Fundación VIII Centenario de la Catedral de Burgos 2021.

En declaraciones a Cope, José Domingo Delgado (izquierda), coordinador de la exposición, ha contado que en su día la muestra suscitó el interés de tanta gente que vinieron a visitarla los responsables de la Fundación del VIII Centenario y les pareció tan interesante que la han seleccionado para ser la primera de todas las que van a llevar a cabo con motivo de la conmemoración. “Es un orgullo y una satisfacción, ha dicho, que una exposición de este tipo trascienda las fronteras regionales y lleve al corazón de Castilla todo lo mejor de la cerámica de los seis mil años de historia común de Castilla la Mancha”.

Según las estimaciones de los promotores, "ATémpora" podría recibir el martes el visitante número cien mil. Pero más allá de las cifras, la muestra ha sido un éxito en muchos otros aspectos como la exaltación de una seña de identidad talaverana o su incidencia en aspectos científicos, culturales y económicos de la ciudad.

Reunir en un solo lugar la cantidad de piezas, y sobre todo la calidad de las mismas, ha sido un esfuerzo “que ha merecido la pena”. Hasta ahora, era una minoría la que conocía la enorme riqueza y variedad de las piezas salidas de los hornos de Talavera en los siglos de oro de la cerámica (del XVI al XVIII). No sólo las que están en el Museo Ruiz de Luna sino otras muchas que se han dado a conocer con la exposición, como las piezas traídas del Museo Arqueológico Nacional que guarda “colecciones de cerámica importantísimas de las que se ha hecho una pequeña selección y creo que van a seguir dando sorpresas muy del agrado de los amantes de la cerámica”. Y junto a ellas, las 20 del Museu del Disseny de Barcelona o las del Museo Nacional de Artes Decorativas “que también cuenta con fondos espectaculares”.


Cerámicas de la exposición "aTémpora".

A todo esto hay que añadir las piezas cedidas por tantos coleccionistas privados como Ángel Sánchez Cabezudo “que han configurado un lote importantísimo”. Piezas que están recogidas en un catálogo que ha sido un éxito editorial porque ya está prácticamente agotado.
A Burgos llegarán alrededor del 90 por ciento de las 900 piezas que componen la exhibición toledana. En cualquier caso, estarán las más importantes y tendrán el privilegio de estrenar un nuevo espacio expositivo en la ciudad, en la primera planta del Fórum Evolución, con entrada directa por la puerta que está entre la terraza y el Museo de la Evolución Humana.

La exposición supone un repaso a lo largo de la historia en la que destaca la etapa de mayor esplendor de la cerámica de Talavera y Puente del Arzobispo, de los siglos XVI a XIX. En la muestra habrá un mapa con la localización de yacimientos y colecciones representativas de la región. Se vertebrará en seis apartados: Prehistoria y protohistoria; Iberos, romanos y visigodos; Época medieval; Mudéjar y Toledo ciudad; Talavera de la Reina; Ruiz de Luna.

Fuentes: cope.es | burgosconecta.es | 12 de marzo de 2019

Hallan una pieza "única" de arte rupestre con humanos y grullas en Margalef (Tarragona)

Muestra de arte rupestre hallada en el yacimiento de L’Hort de la Boquera / Domingo et al.

Si en el arte paleolítico es poco habitual encontrar representaciones de escenas en lugar de figuras individuales, aún lo es menos que los protagonistas de dichas escenas sean aves en vez de mamíferos, como cabras, ciervos o caballos.

De hecho, en Europa los prehistoriadores solo habían localizado hasta el momento tres escenas de arte paleolítico compartidas por aves y seres humanos. Ahora, la revista L’Anthropologie describe cómo investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) han encontrado en el yacimiento de L’Hort de la Boquera (Tarragona) una creación artística de hace 12.500 años en la que interactúan las dos especies.

“Se trata de una de las pocas escenas encontradas hasta ahora que empiezan a apuntar al nacimiento de un arte narrativo en Europa, y además la temática es única, ya que combina una posible cacería con una imagen de maternidad: una ave con su cría”, explica Inés Domingo, investigadora de la UB y la primera firmante del artículo.

De hecho, esta pieza se enmarca en un momento de transición en el que hay un cambio en la manera de representar los dibujos: "Hay un cambio cognitivo por el que dejan de representar figuras y empiezan a hacer asociaciones escénicas", añade.

La pieza encontrada es una piedra caliza de unos 30 centímetros de longitud en la que se pueden distinguir dos figuras humanas y dos pájaros, que los investigadores han identificado como grullas. Según el estudio, las figuras parecen protagonizar una narración sobre caza y sobre maternidad.
“En la escena representada las aves captan la atención de dos figuras humanas, que las imitan o las persiguen. Aunque desconocemos el significado de la escena para los habitantes prehistóricos, lo que sí nos dice la pieza es que las aves no solo fueron valoradas como presas de caza, sino que también tuvieron un valor simbólico para las sociedades paleolíticas europeas”, precisa Inés Domingo.

Inés Domingo (a la derecha) con miembros del equipo de investigación de la Universidad de Barcelona (Jordi Nadal, Josep María Fullola y Pilar García-Argüelles).

Las figuras se grabaron en el bloque de piedra con un buril de sílex, formando una composición bien ordenada, en contraposición a otras obras del mismo período. Desde que se encontró en 2011, la pieza ha pasado por distintos procesos de limpieza, restauración y copia en 3D necesarios para poder estudiarla en profundidad.
Para los científicos, se trata de un hallazgo muy relevante dadas las pocas muestras de arte paleolítico en Cataluña, que sitúa este territorio dentro de las corrientes de producción artística del Paleolítico superior en el Mediterráneo.

“No hay duda de que nos encontramos ante un hito excepcional del arte rupestre paleolítico europeo por su rareza, su excelente conservación y las posibilidades de estudiarlo dentro de un contexto general de excavación que conocemos muy bien”, señalan en el trabajo los autores, todos ellos miembros del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP) de la UB.

El arte paleolítico del valle del Montsant

Las demás pinturas rupestres con seres humanos y pájaros que hasta ahora se habían localizado en Europa son las del yacimiento de Lascaux, un bastón perforado descubierto en el abrigo de Mège (Teyjat, Dordoña, Francia) y la plaqueta del gran cazador del yacimiento de Gönnersdorf (Alemania).

Los investigadores del SERP excavan desde 1979 en la zona del valle del Montsant, un área excepcional en hallazgos de la época del final del Paleolítico superior. En concreto, el abrigo de L'Hort de la Boquera se excava desde 1998 y ha proporcionado un numeroso conjunto de herramientas de sílex y de estructuras de habitación como chimeneas.

“El hallazgo de la escena grabada es excepcional y confirma la importancia del yacimiento y de la zona en temas de arte paleolítico en el noreste peninsular”, subraya la directora de la excavación, Pilar García-Argüelles.

“Muy cerca tenemos el único grabado paleolítico en cueva de Cataluña, el ciervo de la cueva de La Taverna (Margalef de Montsant), y a poco más de 40 kilómetros está el abrigo del Molí del Salt (Vimbodí), con un interesante conjunto de bloques de piedra con animales grabados y una representación de cabañas”, concluye.

La piedra donde fue encontrada. Foto: Jordi Nadal.

El primero en identificar el grabado fue el codirector de la excavación, Jordi Nadal, que recuerda el momento con sorpresa y emoción: «Desde el primer instante fui consciente de la importancia del hallazgo, de su excepcionalidad; son cosas que te pasan pocas veces en la vida, volver a ver una figura que se ha pasado 12.500 años enterrada y olvidada».

Fuentes: agenciasinc.es | elnacional.cat | ub.edu | 11 de marzo de 2019

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La grulla que llegó de la prehistoria

La investigadora Ines Domingo junto a la piedra paleolítica con la escena de grullas y humjanos. JOAN SÁNCHEZ

La migración primaveral de las aves viene precedida este año de un avistamiento excepcional: una grulla llegada desde la prehistoria. El pájaro, representado esquemáticamente pero completo en relieve en una piedra calcárea de 30 centímetros de longitud, es la figura predominante de una misteriosa escena narrativa de arte paleolítico portable en la que aparece otra ave, que los expertos identifican como una cría de la primera, dos seres humanos y lo que podría ser un símbolo. El excepcional hallazgo (pues solo se conocen otros tres casos en Europa de arte paleolítico en el que aparezcan escenas de interrelación de humanos y aves) lo efectuaron investigadores de la Universidad de Barcelona (UB) en el yacimiento de l'Hort de la Boquera (Margalef de Montsant, Tarragona) y ha sido presentado este lunes en el Aula Magna de la UB. El estudio de la obra, una creación artística de 12.500 años realizada con un buril de sílex, aparece publicado en el último número de la prestigiosa revista L'Anthropologie.

En la piedra, que tiene una forma similar a la de un pollo asado y ha sido exhibida en la presentación, se aprecian las fascinantes figuras, especialmente bajo una luz lateral. La más grande, la de la grulla adulta, es notable por su realismo y hace pensar en que acaso la dibujó un pionero prehistórico del birdwatching, un Jordi Sargatal del paleolítico superior, vamos. Los investigadores (del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas, SERP, de la UB), sin embargo, han matizado que, pese al naturalismo del grabado y lo fidedigno de la grulla, seguramente el ave tenía un significado simbólico.

Inés Domingo, Pilar García Argüelles, Jordi Nadal y Josep Maria Fullola, que firman con José L. Lerma y Miriam Cabrelles el artículo Humanización en el arte paleolítico europeo: nuevas pruebas visuales de la interacción humanos / aves en el yacimiento de L'Hort de la Boquera (Margalef de Montsant, Tarragona, España),explicaron y valoraron el hallazgo, considerado "un hito excepcional del arte rupestre paleolítico europeo por su rareza y su estado de conservación" y "un descubrimiento capital en el contexto catalán, atendiendo a las pocas muestras de arte paleolítico en Cataluña".

Dibujo del relieve con la grulla adulta (4), los dos humanos (1-2), el signo (3) y la cría del ave (5).

Domingo ha explicado que dos de las figuras son bípedas y con detalles que las identifican en el arte paleolítico como humanas (asexuadas) o a medio camino entre lo humano y lo animal. Otras dos "son claramente aves", la grulla adulta y la otra figura más difícil de interpretar que la precede pero que se define como una cría que estaría siendo protegida por la madre. Una quinta representación, relacionada con uno de los humanos, es la de un motivo no identificado que podría ser un boceto descartado de una figura, un signo o incluso un arma.

La grulla adulta está en una postura que apunta a que podría tratarse de un animal muerto, interpretación reforzada por un impacto o muesca en la piedra de la zona del pecho del ave como si se quisiera sugerir que el animal había sido cazado, ya fuera por motivos culinarios, para obtener las plumas u otro propósito simbólico. En todo caso, en el yacimiento, un abrigo rocoso de nueve metros de largo que fue ocupado estacionalmente, no hay evidencias de que se cazaran y consumieran aves de ningún tipo (los restos animales que han aparecido son en su inmensa mayoría de cabra montés, con algunos conejos).

Símbolo de longevidad

Foto: Grulla común.

La investigadora ha recalcado que no hay muchas representaciones de aves en el arte paleolítico (de ellas, la mayoría especies acuáticas, aves de presa y córvidos, aunque más de la mitad del conjunto no son identificables) y poquísimas de grullas —entre ellas las de Arancou, Bruniquel o Laugerie-Basse—. Pero sobre todo lo que hace única la piedra de l'Hort de la Boquera a nivel europeo, ha destacado Domingo, es la combinación de grullas y humanos en una escena narrativa. Las cuatro figuras están alineadas en fila en la misma dirección, vemos que algo ocurre, pero "se nos escapa el sentido". Solo se conocen otras tres escenas semejantes con aves en toda Europa (Lascaux, Teyjat y Gönnersdorf). "Vemos que en el paleolítico superior las aves no solo servían para comer sino para pensar", ha reflexionado la estudiosa. "Eran significativas en el mundo simbólico". Hay que recordar que las grullas han sido vistas en distintas culturas, desde la celta a la china pasando por los pueblos nativos de Norteamérica, como aves símbolo de longevidad, prosperidad y pureza.

Fullola ha abundado en lo enigmático de la escena protagonizada por la grulla. "Siempre está el misterio, hemos perdido los referentes, no sabemos y acaso nunca podamos saber qué significa lo que representó el artista paleolítico, es como si alguien ajeno a nuestra cultura tratara de entender nuestras señales de tráfico o las figuras sagradas de nuestras iglesias". Haría falta un Panovsky o un Lévi-Strauss magdalenienses. Domingo, que ha estudiado las representaciones de animales en los mal llamados pueblos primitivos actuales, para comparar, ha añadido al respecto que al antílope Eland, por ejemplo, se representaba en África para atraer las lluvias. Y ha recordado los vínculos totémicos con los animales en las sociedades indígenas australianas.

El hallazgo de la piedra ilustrada se produjo en 2011 pero no se ha hecho público hasta ahora. "Ha hecho falta restaurar la obra, una larga preparación previa, acabar la excavación y años de investigación para llegar a publicar; un protocolo muy riguroso", ha explicado Nadal. En el abrigo rocoso han aparecido más de 34.000 restos, aunque ninguna otra pieza similar.

Nadal, que es arqueozoólogo, ha señalado que creen que la grulla representada es una grulla común (Grus grus), aunque ha recalcado que no está claro que los humanos del magdaleniense tuvieran el mismo afán taxonómico que nosotros. "Y no sabemos qué les interesaba representar, es muy posible que algo que superara lo físico, un sentido o una fuerza sobrenatural o espiritual. Es un arte sagrado".

Fuente: elpais.com | 11 de marzo de 2019

El CSIC observa que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social

Los detalles del estudio se publican en Scientific Reports

- Un estudio realizado por Incipit (CSIC, Santiago de Compostela) e IN (Valencia) con la colaboración de la USC y basado en cerámica prehistórica de Galicia analiza los procesos de atención selectiva que determinan la manera en la que exploramos e interactuamos con nuestro entorno.

- Los investigadores han estudiado el recorrido que realizan los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos.

Principales cerámicas analizadas en los experimentos y mapa de densidades de las fijaciones visuales en cada uno de ellos. Las imágenes están organizadas, de izquierda a derecha, en orden cronológico de más antiguo a más reciente. Se observa como en el sentido del tiempo, el sentido de las fijaciones cambia de horizontal a vertical.

Santiago de Compostela, 8 de marzo de 2019. Un estudio liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), a través del Instituto de Ciencias del Patrimonio (Santiago de Compostela) y el Instituto de Neurociencia (Valencia) y en colaboración con la Universidad de Santiago de Compostela (USC) ha analizado, mediante técnicas de seguimiento ocular, los procesos de atención selectiva que determinan la manera en la que exploramos e interactuamos con nuestro entorno. Para ello, los investigadores han estudiado el recorrido que realizan los ojos al observar diferentes patrones decorativos representados en objetos cerámicos prehistóricos. Los resultados, publicados en la revista Scientific Reports, indican que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y la complejidad social.
El estudio se engloba dentro de un nuevo campo científico: la neuroarqueología, una disciplina que combina la neurociencia con la paleontología humana, la arqueología y otras ciencias sociales y humanas.

Los investigadores han examinado la respuesta visual de 113 individuos al observar piezas cerámicas prehistóricas pertenecientes a diferentes estilos y sociedades. Las cerámicas analizadas cubren 4000 años de la prehistoria de Galicia (del 4000 a.C. al cambio de era), son representativas de estilos cerámicos, como la cerámica campaniforme, presente en regiones mucho más amplias y son cerámicas representativas de los principales periodos de la prehistoria reciente de Galicia y norte de Portugal. Destaca, entre ellas, el vaso campaniforme de As Pontes de García Rodríguez, guardado en la colección de la Universidad de Santiago; el cacharro del Dolmen de Parxubeira (Coruña), otro de un poblado calcolítico de Chaves (norte de Portugal) y una jarra del mundo castrexo del procedente del Castro de O Neixón (Boiro) y característica del bien conocido tipo “jarra Toraia”.
Para realizar este análisis, las cerámicas fueron reproducidas replicando la tecnología prehistórica por un equipo de ceramistas de la “Fundación Terra Termarum Castrolandín”, dirigidos por la restauradora Yolanda Porto, de la empresa de Restauración Fráxil.

 “Los voluntarios fueron fichados, sus datos anonimizados y firmaron consentimientos informados. Cuando se iniciaron los trabajos, a fines del 2014, no estaban generalizadas las convenciones de protección de los datos personales en todos los campos de la ciencia, por lo que si no hubiéramos tomado estas precauciones, hoy esta investigación no podría ser publicada en la mayor parte de las revistas por no alinearse con la nueva política de protección de datos personales que en mayo del año pasado aprobó la Unión Europea”, explica Elena Cabrejas, del Incipit, responsable de la coordinación de los voluntarios.

 “En el estudio planteamos la posibilidad de que la vida cultural y social influya en el proceso cognitivo. Los movimientos oculares son la prueba más objetiva de que existe una evolución paralela entre el proceso cognitivo, el desarrollo material y los cambios en la complejidad social”, explica Felipe Criado Boado, profesor de investigación del CSIC y director del Incipit, quien añade que “la prominencia visual de cada estilo cerámico produce una respuesta visual distinta. La cerámica prehistórica comprende una parte importante del mundo material que rodeaba a los individuos de esa época. Por eso un análisis de este tipo no es únicamente factible, sino que aporta resultados muy significativos”.

Luis Martínez Otero, investigador del IN, explica que “en nuestro cerebro existen circuitos neuronales, o mapas, que representan nuestro espacio personal y peripersonal. Estos circuitos determinan la manera en que nos relacionamos socialmente y también con el mundo que nos rodea. Con este tipo de experimentos, estamos demostrando que estas representaciones se ven alteradas por el uso y diseño de herramientas y otros artefactos culturales; lo que estamos descubriendo es que se incorporan de manera muy rápida a estos mapas neuronales pasando a formar parte de nuestro esquema corporal como si de una extensión del mismo se tratase. Estos experimentos demuestran inequívocamente que existe una interacción muy estrecha entre cambios culturales y plasticidad cerebral, lo que proporciona una nueva perspectiva sobre cómo el cerebro permite la transmisión de valores culturales, creencias y costumbres”.

Los resultados apuntan a que el sistema de reconocimiento visual humano interioriza de forma muy activa el objeto que observa, lo que demostraría que existe un acoplamiento perceptual entre los observadores y las estructuras materiales de su entorno. “Por ello la percepción no puede separarse de la forma. Desde esta perspectiva puede postularse que la forma de los objetos (la cerámica en este caso) y el patrón de exploración visual que producen han cambiado a lo largo de la historia, y están conectadas con el comportamiento cognitivo de la misma forma que lo están con el ámbito social, incluida la complejidad social”, continúa Criado.

Los análisis fueron realizados en el Laboratorio de Percepción de la Universidad de Santiago de Compostela (Facultade de Psicoloxía de la USC), dirigido por Manuel Blanco, especialista en estudios de percepción visual y eye-tracking, actuando Diego Alonso como analista. Con esta técnica se han detectado y analizado los movimientos visuales que hacen las pupilas humanas al observar la cerámica, registrando 500 medidas por segundo, lo que permite medir los más pequeños gestos visuales. Como señala Manuel Blanco, “tendemos a creer que miramos lo que queremos, pero esto no es totalmente cierto: nuestros ojos están explorando sistemáticamente el mundo para seleccionar estímulos y guiar la atención de la forma que sea más eficiente para los humanos. La técnica que hemos utilizado, con el nivel de resolución que tiene, permite detectar cómo la forma de lo que miramos, guía esa exploración instintiva del mundo”.
Criado añade que lo relevante en este caso es que lo que miramos ha sido construido por los propios humanos, y añade: “dado que mientras exploramos el mundo, construimos mapas mentales de éste, los principios de diseño que dieron forma a los objetos, terminan retroalimentado y reemergiendo en nuestra mente”.

A partir de aquí surge otra de las conclusiones de este trabajo que muestra que la tecnología es un factor importante en los aspectos mentales de la vida de los humanos. Esto ofrece una nueva perspectiva que ayuda a comprender los procesos de innovación y cambio tecnológico que se producen en todas las épocas históricas, incluidas aquellas en las que aún estamos inmersos. “Se cree que en 2020 habrá 100.000 millones de sensores por todo el mundo captando información de todo tipo y procesándola digitalmente, todos conectados entre sí y funcionando como un gran cerebro humano. Si se cumple esta previsión, la investigación en el campo de los procesos cognitivos y la cultura material a lo largo de la historia puede ser de utilidad en el futuro, de manera que pueda mostrar la forma en que los humanos confían en las imágenes que les ayuden a formar un imaginario colectivo”, concluye el investigador.

Felipe Criado-Boado, Diego Alonso-Pablos, Manuel J. Blanco, Yolanda Porto, Anxo Rodríguez-Paz, Elena Cabrejas, Elena del Barrio-Álvarez, and Luis M. Martínez. Coevolution of visual behaviour, the material world and social complexity, depicted by the eye-tracking of archaeological objects in humans. Scientific Reports. DOI: www.nature.com/articles/s41598-019-39661-w


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Las cerámicas fabricadas desde el Neolítico contienen pruebas de cómo y cuándo cambió nuestra forma de mirar. Analizando la decoración de las vasijas, un equipo de investigadores españoles ha extraído información muy valiosa sobre cómo comprendían el mundo nuestros antepasados. En la imagen: puntos de calor registrados mediante 'eye tracking' en vasijas de diferentes periodos. Criado, Martínez Otero et al.

¿De qué hablarían un arqueólogo y un neurocientífico en el ascensor? Estos dos campos de investigación raramente se tocan, pero quizá no están tan distanciados como parece. En el caso del arqueólogo Felipe Criado-Boado (izquierda) y el experto en el funcionamiento del sistema visual Luis Martínez Otero (derecha), la mezcla de estas dos perspectivas científicas ha conducido a una serie de preguntas interesantes. ¿Y si los objetos y estructuras construidas por nuestros antepasados contienen información sobre su forma de mirar y entender la realidad? ¿Y si la neurociencia pudiera ayudar a desentrañar la mente de los primeros humanos a partir de estos objetos?

Criado-Boado lleva años investigando sobre “arqueología del paisaje”, analizando la orientación y disposición de construcciones como las megalíticas y su posible relación con los esquemas mentales de los antiguos humanos. Y lo que ha visto es que en las primeras etapas el modelo espacial era esencialmente horizontal y circular, en consonancia con las relaciones sociales de los grupos pequeños, pero a medida que las poblaciones crecían y se volvieron más jerárquicas, las representaciones se hicieron más verticales y predominaba la línea y el ángulo recto. El círculo es sustituido por el cuadrado”, explica. “Esa es la diferencia que vemos entre Stonehenge y las pirámides”. Para Martínez Otero, investigador del Instituto de Neurociencias de Alicante, este cambio en la forma de representar el mundo y mirar la realidad tiene un gran interés. ”Nuestros ojos están lateralizados y nuestro campo visuales predominantemente horizontal”, explica. “Mover los ojos de arriba a abajo es mucho más costoso porque se mueven contra la gravedad. Para ver en vertical tienes que mover la cabeza”.

Criado-Boado y Martínez Otero no coincidieron en un ascensor, sino que contactaron a través de colegas científicos. “En un momento determinado pensé: si esas formas de entender y construir los modelos espaciales era algo tan arraigado tendrá que dejar algún tipo de huella cognitiva. Y eso me condujo a Luis”, asegura el arqueólogo, que también dirige Instituto de Ciencias del Patrimonio (Incipit) del CSIC. “Le comenté que, desde mi perspectiva, esas diferentes formas de entender el espacio habrían dado lugar cada una a una forma específica de mirar”, recuerda. “En aquel momento a Luis se le iluminó la cara y dijo 'pero si es así, eso es muy fácil de comprobar con ‘eye tracking’”, algo de lo que yo no había oído hablar hasta entonces”.

Registro de la mirada en distintos estilos cerámicos Criado-Boado et al.

A partir de aquel momento, ambos se pusieron a trabajar en la posibilidad de medir estos cambios en las representaciones, y encontraron en la cerámica prehistórica (desde el Neolítico a la Edad del Hierro) un campo perfecto para poner a prueba su hipótesis. “Escogimos analizar los patrones de decoración de cinco grandes estilos cerámicos que ocupan 4.000 años de la historia de Galicia”, indica Criado-Boado. “Cinco momentos cronológicos diferentes en cinco sociedades muy distintas, partiendo de sociedades con rasgos más igualitarios y comunitarios hasta llegar a las sociedades anteriores a la llegada de los romanos, jerarquizadas y aristocráticas”. Y para comprobar cómo se leen visualmente las decoraciones de estas cerámicas, y si existe un cambio de organización, seleccionaron a más de 100 sujetos a los que estudiaron el movimiento de los ojos mediante la técnica de eye tracking mientras las observaban.

El resultado de este experimento se publica este viernes en la revista Scientific Reports y aporta las primeras pruebas empíricas en el campo de la “arqueología cognitivao “neuroarqueología”. “En general vimos que los resultados claramente mostraban que la hipótesis se confirmaba, que cada estilo cerámico generaba un patrón de conducta visual específico y distinto a los demás y lo que ocurría en el tiempo era que pasaban de un patrón horizontal a uno vertical, lo cual es muy fácil de correlacionar con el desarrollo de la complejidad social”, asegura Criado-Boado. En otras palabras, cuando los voluntarios observaban la cerámica de los tipos 1 y 2 -de entre 2500 y 4000 años de antigüedad en sociedades basadas en valores comunitarios y con grupos de población de alrededor de 100 individuos-, el patrón de movimiento de los ojos era claramente horizontal. Cuando observaban las cerámicas de tipo 3, 4 y 5 -desde la cultura campaniforme en adelante, basada en poblaciones mas grandes y sociedades guerreras más altamente jerarquizadas- lo que vieron fue que en el patrón de movimiento ocular predominan los movimientos verticales.

Para comprobar que no estaban ante un resultado engañoso, los autores intercambiaron las formas y los patrones de las cerámicas (ponían el patrón de un tipo 1 en una vasija de tipo 5, por ejemplo) para observar qué pasaba con la mirada de los individuos. “El resultado es muy interesante”, revela Martínez Otero, “porque lo que vimos es que predomina la decoración sobre los artefactos. Es decir, puedes tener delante algo con aspecto vertical, pero le pones una decoración de los periodos 1 y 2 y el patrón de movimiento de tus ojos pasa a ser de visualización horizontal”.

Todos estos elementos les llevan a concluir que el comportamiento visual es una clave subyacente que puede contribuir a explicar de otro modo los cambios en los estilos materiales y cambios socioculturales. “Es fascinante ver esta evolución en los objetos elaborados desde el Neolítico hasta la Edad de Hierro”, indica Criado-Boado. “A medida que el desarrollo social se jerarquiza también lo hace la mirada y la representación, y vas subiendo peldaños en un avance hacia lo vertical”.
Para Martínez Otero el resultado nos recuerda que somos animales totalmente culturizados, es decir, que aprendemos socialmente cómo se distribuye el espacio. Lo que aporta este estudio es el conocimiento de que todas las sociedades, a partir de un nivel de complejidad elevado, han producido estímulos visuales donde se complementan relaciones horizontales y verticales. Y, según el contexto, priman unas u otras.

“Nosotros nos hemos criado toda la vida bajo un patrón vertical, pero variamos el esquema en función del contexto social”, recalca Martínez Otero. “Por eso tu actitud es distinta cuando estás en una fiesta entre amigos charlando, con relaciones horizontales, que cuando estás en un besamanos”.

Esta organización de la mirada deja su huella en muchos aspectos de la vida cotidiana, como cuando preferimos los vídeos horizontales frente a los verticales en internet o cuando un realizador de televisión hace un plano contrapicado de una persona poderosa. “Y es que uno de los factores de cohesión mayor para los seres humanos es la mirada”, insiste el neurocientífico. “Sabemos cómo nos miran y viendo la mirada del otro entiendes el mundo en el que estás; si todo el mundo mira en vertical, estás en un contexto jerarquizado”.

“Por eso cuando estás en el Valle de los Caídos todos miran para arriba, un patrón muy distinto de cuando estás en Stonehenge o en un paisaje neolítico”, añade Criado-Boado. También podría ser un factor para explicar por qué en algunas sociedades actuales de cazadores recolectores prima el círculo sobre la línea recta, que a veces les cuesta interpretar. “Lo que muestra nuestro estudio es que antes de un cierto momento, que además es muy reciente, sobre todo dominaban los ambientes horizontales y en particular era así al tratar el ambiente construido por los seres humanos. En esas sociedades los estímulos verticales eran principalmente naturales (las montañas, los árboles o el cielo). Pero en cuanto la complejidad social aumentó, nuestra mirada también se jerarquizó".

Extensión de la cultura del vaso campaniforme y lugares donde se han hallado vasosWikimedia Commons

El trabajo presentado ahora señala un instante muy concreto de la historia en el que se pudo producir este cambio y que coincide con la introducción de la cultura del vaso campaniforme (entre el 2500 hasta el 1800 a.C.). Se trata de una cerámica muy homogénea que se extiende con rapidez por toda Europa y que algunos estudios recientes atribuyen a la llegada de una etnia que se extendió por el norte y cuyas sociedades estaban basadas en cierta jerarquización. “Un tipo de sociedad guerrera con señores de la guerra que se hacen sistemáticamente la guerra unos contra otros y en la que se empiezan a romper los valores igualitaristas de otro tiempo”, señala el Criado-Boado.

El campo que se abre ahora es muy interesante, según estos investigadores, puesto que se podría trabajar en desarrollar algoritmos que analicen los patrones visuales e interpreten a qué modelo pertenecen sin necesidad de hacer un seguimiento de ojos. “También podríamos estudiar estadísticamente cómo reaccionan visualmente las personas ante una iglesia románica, una fachada barroca, etc.”, afirma. “En teoría, los movimientos visuales que una persona hace ante una fachada barroca deben ser los mismos para un retablo barroco. Nuestra conjetura es que el estilo debería dejar una firma cognitiva”. E incluso podríamos ir más allá y estudiar si estas interpretaciones formales del mundo influyen en la toma de decisiones morales. “Estoy seguro de que con los patrones de movimientos oculares cambiará el modo en que se toman decisiones, porque el cerebro está haciendo el mismo proceso, está muy relacionado”, concluye Martínez Otero.

Fuente: vozpopuli.com | 8 de marzo de 2019

Rosario García Huerta relata los últimos hallazgos en la necrópolis ibérica de Alarcos (Ciudad Real)

Cerro y asentamiento ibero de Alarcos.

Esta tarde ha tenido lugar en el Museo de la Merced, dentro del ciclo de conferencias ‘Los Iberos: Arqueología y Cultura’, la ponencia ‘La necrópolis ibérica de Alarcos en Ciudad Real’, a cargo de la profesora de la UCLM, Dña. Rosario García Huerta.
Alarcos tiene una ocupación ibérica muy amplia, desde el siglo VI al siglo I a.C., y faltaban encontrar las necrópolis durante ese periodo hasta que en 2013 se encontraron, la más moderna del siglo III al siglo I a.C. Este yacimiento se ha excavado en tres fases, y se ha publicado un libro sobre el tema el verano pasado, ha recordado la profesora.
Los iberos practicaban la incineración con sus muertos. “Hemos encontrado en buen estado unas 95 tumbas en relativo buen estado comparadas con el resto de las halladas”, explicaba Rosario García Huerta. "También se han hallado dos tumbas de dos niños inhumados, lo cual no era muy frecuente en esa población”.

Además, han aparecido piezas de ajuar con diferentes calidades y valores, lo que indica que pertenecieron a personas de diferentes clases sociales. Estos ajuares, añadió, reflejan datos muy importantes sobre cómo estaba estructurada la sociedad de aquella época. "Mediante estudios analíticos hemos podido comprobar el sexo e incluso la edad de los cadáveres, y también se ha descubierto qué tipo de árboles y plantas existían, es decir, qué combustible se utilizaba para las cremaciones en estos rituales mortuorios”. Los restos indican que hacían enterramientos con animales como ofrendas. Las necrópolis ofrecen información sobre la mentalidad de esas personas y esos pueblos.


En el trabajo de investigación llevado por Rosario García han colaborado también profesores como Javier González y David Rodríguez; además han trabajado con un equipo multidisciplinar formado por muchas personas especialistas en diferentes campos. “Una investigación arqueológica necesita de personas expertas en ciencias que son auxiliares para nosotros, por ejemplo químicos para estudiar y trabajar con el carbono 14, antropólogos, análisis de fauna a cargo de los paleontólogos”, ha comentado antes del inicio de la charla.

Como algo curioso de destacar, la profesora habla del hallazgo de un túmulo de piezas calizas. Otro descubrimiento llamativo es el de tres falcatas o espadas, y una de ellas con una empuñadura con detalles en plata “lo que es raro de encontrar en este tipo de arma”. Asimismo, se ha descubierto el emplazamiento principal del enterramiento de la élite de la sociedad ibera de entonces.


Falcata íbera. La empuñadura remata en una cabeza de felino. La hoja estaba decorada con motivos embutidos en plata. Museo Arqueológico Nacional. Madrid.

En cuanto a cómo se han encontrado las tumbas, la profesora comenta que objetos hechos con metales como el hierro se conservan muy mal, por lo que han tenido que restaurar muchas piezas hechas con hierro. En cambio las piezas de cerámica, aunque rotas o despedazadas se ha conseguido “unirlas” y todo esto se puede ver -una vez extraído de la necrópolis- en el Museo Provincial de Ciudad Real.

Fuente: miciudadreal.es | 7 de marzo de 2019