Los humanos ya asaban ‘patatas’ hace 170.000 años

Algunas de las muestras chamuscadas de los rizomas de las patatas africanas. LYN WADLEY

El hallazgo de una serie de tallos tostados prueba que los humanos ya cocinaban plantas hace al menos 170.000 años. Las muestras serían rizomas o tubérculos de una especie de patata. Aunque se pueden comer crudos, multiplican su aporte nutricional una vez cocinados. Para las autoras del descubrimiento, los restos chamuscados de la fotografía debieron ser parte fundamental del desarrollo de la dieta humana y de la propia evolución de la especie.

"Se trata de las partes subterráneas de plantas comestibles más antiguas halladas en el mundo", afirma la investigadora del Instituto de Estudios de la Evolución de la Universidad de Witwatersrand (Johannesburgo, Sudáfrica) y principal autora de la investigación, Lyn Wadley (izquierda). La observación al microscopio y su comparación con varias especies actuales ha permitido a Wadley y sus colegas determinar que 55 de las muestras analizadas serían rizomas de Hypoxis angustifolia, planta que pertenece al género de las patatas africanas. "Aún se comen hoy en muchas zonas rurales de África cocinándolas sobre las ascuas de una hoguera", añade. De hecho, los restos encontrados en la Cueva de la Frontera, en la cordillera de Lebombo, en el nordeste de Sudáfrica, estaban entre las cenizas de un fuego.

"Es extraordinario que restos tan frágiles de plantas hayan sobrevivido durante tanto tiempo", dice la doctora Christine Sievers (derecha), científica de la Universidad de Witwatersrand, quien completó el trabajo arqueobotánico con Wadley. "La especie que más crece hoy en día en KwaZulu-Natal es la 'Hypoxis angustifolia', de hojas delgadas, lo que la favorece como alimento", agrega Sievers. "La misma tiene pequeños rizomas de pulpa blanca, lo que la hace más sabrosa que la pulpa amarga y anaranjada de los rizomas de las especies medicinales de 'Hypoxis' más conocidas (incorrectamente llamadas patata africana)".


Gracias a varias técnicas de datación y a su posición en el estrato, las autoras del estudio estiman que los tallos fueron asados hace unos 170.000 años, con un margen de error de unos pocos miles de años. "Se han hallado semillas aún más antiguas en otros yacimientos", aclara Wadley. "Pero la relevancia de los rizomas de 'Hypoxis' es que son ricos en almidón (como las patatas) y altamente nutritivos", añade la veterana arqueóloga.

Excavación en la Cueva de la Frontera (Sudáfrica). Crédito: Dra. Lucinda Backwell

El almidón es el carbohidrato de reserva de la mayoría de los vegetales y en el intestino humano tiene un papel que resulta vital. Como recuerda la investigadora sudafricana, la carne de caza africana es muy magra y escasa en grasas, en especial en la temporada seca. "Las proteínas de la carne magra no pueden ser metabolizadas por los humanos si no intervienen los carbohidratos o las grasas", dice. Así que la incorporación de los azúcares de los rizomas de Hypoxis angustifolia habría permitido a los primeros Homo sapiens procesar las proteínas y obtener una dieta más equilibrada.

En la columna de la izquierda, vistas al microscopio de muestras actuales de 'Hypoxis' chamuscadas intencionadamente y, a la derecha, las de hace 170.000 años. LYN WADLEY

Lyn apunta un detalle en apariencia menor: "Una vez cocinados, son más fáciles de pelar y la fibra se descompone, haciendo que los rizomas sean más digeribles. Esos beneficios debieron ser relevantes para los mayores del grupo y para los más pequeños". Sobre este hecho argumenta: "Al ser los miembros más vulnerables, no formarían parte de las salidas a recolectar, debiendo esperar en la cueva. El hecho de que la comida fuera transportada hasta el hogar y luego cocinada aporta información extra sobre la conducta social y cómo compartían la comida hace 170.000 años".

Las autoras de la investigación, publicada en Science, aportan otro elemento en sus conclusiones. Los humanos necesitan un mínimo de 100 gramos de carbohidratos al día para que su órgano estrella, el cerebro, funcione de forma óptima. Con estos rizomas podrían cubrir sus necesidades. "Por los huesos de animales que hemos encontrado, sabemos que los habitantes de la cueva también comían carne", comenta Lyn y añade: "Los 'Homo sapiens' tienen cerebros grandes y exigentes [en energía], pero intestinos pequeños (comparados con homininos anteriores). La única manera de mantener esta relación era que comieran comida de gran calidad". Lyn también recuerda que la Hypoxis angustifolia se da en casi toda África, así que bien pudo ser un sostén en la expansión humana por el continente y más allá.

"Desde el punto de vista alimenticio no es sorprendente que los homínidos que frecuentaban este asentamiento eligieran estos rizomas como una parte fundamental de su alimentación, ya que tienen un alto contenido calórico, necesario para sustentar poblaciones tan activas de cazadores recolectores", comenta la investigadora del Museo Británico, Lara González Carretero (izquierda). "Sin embargo, desde el punto de vista arqueobotánico es muy interesante, ya que confirma el consumo humano de rizomas y tubérculos desde una edad muy temprana y no solo el consumo de carne", añade esta científica, no relacionada con el estudio.

Sin embargo, González Carretero no descarta la posibilidad de que estos rizomas fueran quemados accidentalmente o como leña. La misma duda plantea la arqueobotánica de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), Amaia Arranz-Otaegui (derecha), ajena también a esta investigación. Aunque destaca su relevancia, recuerda que en los hogares prehistóricos no solo hay comida, sino también combustibles vegetales y otros restos de plantas que "pudieran estar ahí antes de la propia combustión".
Ambas científicas creen que habría que hacer más estudios sobre las muestras para determinar si fueron preparadas antes de cocinarlas. En caso contrario, no se sostendría el argumento central del estudio y solo se trataría de unos antiguos rizomas chamuscados.

Fuentes: elpais.com | elmundo.es | phys.org | 2 de enero de 2019

Fiestas a gran escala en la antigua capital del Ulster (Irlanda) atraían a multitudes durante la Edad del Hierro

Una de las mandíbulas de cerdo analizadas para el estudio. Crédito: Dr. Richard Madgwick

Una investigación, publicada en Scientific Reports, ha concluido que un gran número de personas transportaron animales a grandes distancias para realizar reuniones masivas en uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos de Irlanda.

El Dr. Richard Madgwick (izquierda), de la Universidad de Cardiff, que dirigió el estudio, llevó a cabo el análisis de los restos óseos de 35 animales excavados en Navan Fort, la legendaria capital de la antigua provincia de Ulster. Especialistas de Queen's University Belfast, Memorial University Newfoundland y British Geological Survey también participaron en la investigación.

Navan fort ha sido considerado durante mucho tiempo como un centro de reuniones rituales, ya que las excavaciones realizadas en el mismo encontraron restos de un enorme edificio de 40 metros de diámetro y el cráneo de un macaco, probablemente procedente de Iberia. Los investigadores no saben si este mono fue sacrificado o simplemente exhibido como una curiosidad, pero su presencia insinúa que los animales exóticos eran llevados a este centro de reunión culturalmente importante.

El cráneo de un macaco de Berbería encontrado en el sitio. No se sabe si el mono fue comido, o simplemente un invitado a la fiesta. F. MCCORMICK

Los resultados de la investigación sugieren que los cerdos, vacas y ovejas, fueron traídos de toda Irlanda y criados en lugares tan lejanos como Galway, Donegal, Down, Tyrone y Antrim. Las evidencias sugieren que algunos de los animales fueron traídos desde distancias de más de 160 Km.


El Dr. Madgwick, de la Escuela de Historia, Arqueología y Religión de la Universidad de Cardiff, dijo: "Nuestros resultados proporcionan evidencia clara de que las comunidades en la Edad del Hierro en Irlanda eran muy móviles, y que el ganado también se movía a distancias más grandes de lo que se pensaba anteriormente".

"La alta proporción de restos de cerdos que se han encontrado es muy rara en este período. Ello sugiere que Navan Fort era un centro de banquetes, ya que los cerdos son muy adecuados para una celebración y en la literatura irlandesa temprana el cerdo es el alimento preferido de cualquier fiesta".

"Está claro que el enclave de Navan Fort tenía una gran atracción y que la influencia del mismo era de gran alcance".


Navan Fort visto desde el anillo exterior con el túmulo de 40 metros al fondo, cortesía de pdphoto.org.


Una reconstrucción del gran recinto de la Edad del Hierro en Ulster, donde la evidencia arqueológica sugiere que se celebraban fiestas masivas. D. WILKINSON.

Los investigadores realizaron análisis de múltiples isótopos en muestras de esmalte dental para descubrir los orígenes de cada animal. Los alimentos y el agua tienen composiciones químicas vinculadas a las áreas geográficas donde se obtienen. Cuando los animales comen y beben, estas señales químicas se alojan en sus dientes, lo que permite a los científicos saber el lugar donde fueron criados.

El coautor de la investigación, el Dr. Finbar McCormick (derecha), de la Universidad de Queen, en Belfast, dijo: "En ausencia de restos humanos, el análisis de isótopos múltiples en animales encontrados en Navan Fort nos proporciona la mejor indicación de los movimientos de gentes en ese momento".

"Festejar, casi siempre está asociado con el sacrificio de animales. Era una necesidad de las primeras sociedades, en la que se llevaba a cabo un gran consumo de carne en un corto período de tiempo".

A principios de 2019, una investigación del Dr. Madgwick sobre 131 cerdos encontrados en sitios cercanos a Stonehenge reveló que los animales provenían de lugares tan lejanos como Escocia y de otros enclaves de las Islas Británicas. Antes de esto, los orígenes de las personas que visitaban esta área, así como el alcance de los movimientos de la población en ese momento, habían sido un enigma de larga duración en la prehistoria británica.

Sin embargo, el profesor Madgwick puntualiza: "Los cerdos de Stonehenge fueron criados en un tiempo en el que los cerdos estaban en todas partes, pero eso no es el caso durante la Edad del Hierro en Irlanda, pues los cerdos era una especie muy periférica en ese periodo".

El Dr. Madgwick agregó: "El transporte de animales por todo el país habría implicado una gran cantidad de tiempo y esfuerzo, por lo que nuestros hallazgos demuestran el importante papel que este hecho desempeñó en la sociedad del momento. La comida era claramente una parte central de los intercambios y tradiciones de las personas".



Fuentes: phys.org | dailymail.co.uk | atlasobscura.com | smithsonianmag.com | 24 de diciembre de 2019

Hallan restos de una tabla de medidas de volúmen de 2.000 años de antigüedad en Israel

Parte de una tabla de 'volumen estándar', descubierta en el sitio arqueológico de 'Camino del Peregrino' en Jerusalén. Crédito de la foto: Autoridad de Antigüedades de Israel.

Un equipo de arqueólogos israelíes presentaron este lunes una tabla de medidas de 2.000 años de antigüedad lo que, según ellos, podría indicar que en aquella época hubo un mercado cerca del Monte del Templo, lugar sagrado del judaísmo, en Jerusalén.

Se trata de la tercera tabla descubierta en esta zona del centro de Jerusalén, según uno de los directores de las excavaciones de la Autoridad de Antigüedades de Israel, Ari Levy.

El arqueólogo Ary Levy mostrando parte de la mesa de medidas hallada.

"Hasta ahora, las excavaciones en Jerusalén sólo habían conducido al hallazgo de dos tablas similares, utilizadas para medir volúmenes: una, en los años 1970 en el barrio de las excavaciones judías; y otra, en las excavaciones de Shuafat, en el norte de Jerusalén", indicó el arqueólogo Ronny Reich.

La tabla de piedra presentada este lunes servía para crear unidades de medida estándar para líquidos como el vino y el aceite de oliva, y pertenecía al prefecto del mercado, explicó Levy a la AFP.

Parte de la tabla de medición de volúmenes.

El hallazgo "es una prueba de que hubo actividades comerciales, pues la única persona que poseía este tipo de instrumentos era el prefecto del mercado", subrayó.

La Ciudad de David abarca desde las murallas de la Ciudad Vieja hasta Silwan, barrio palestino de Jerusalén Este, una parte de la ciudad anexionada y ocupada por Israel. El lugar constituye un sitio de excavaciones israelíes muy intensivas y controvertidas, habida cuenta de la querella entre israelíes y palestinos sobre la soberanía de Jerusalén Este.

Una calzada romana conocida como 'Camino del Peregrino' se está excavando en el sitio arqueológico de la Ciudad de David en Jerusalén (Luke Tress / Times of Israel)

La Ciudad de David está administrada por la organización nacionalista Elad, cuyo objetivo es reforzar la presencia judía en los barrios árabes de Jerusalén Este. Según esta organización, el complejo arqueológico y turístico está situado en la antigua ciudad levantada por el rey David.

Fuentes: larazon.com | timesofisrael.com| 6 de enero de 2019

Aparecen otros 200 guerreros de terracota en la tumba del primer emperador chino

Soldados de terracota en un museo. (Pixabay)

Un equipo de arqueólogos ha desenterrado 200 figuras de terracota en el mausoleo del primer emperador chino, Qin Shi Huang, una tumba situada en la provincia de Shaanxi, al noroeste del país. Junto a las estatuas de los guerreros, los investigadores han hallado varias armas, una docena de esculturas de caballos esculpidas en el mismo material y los restos de dos carruajes; todo ello, parte del ajuar con el que fue sepultado el dirigente.

Según informa la agencia estatal Xinhua, los soldados se pueden dividir en dos grupos: unos sostienen un arco y otros, una lanza; y estaban colocados en diferentes posiciones dentro del pozo, lo que muestra sus diferentes estatus dentro del ejército y las distintas labores que desempeñaban.

Vista general de la tumba de Qin Shi Huang. (Pixabay)

Estas particulares figuras, que representan a los soldados de las tropas del emperador y que pueden llegar a medir 1,80 metros de alto, fueron descubiertos en la tumba del patriarca de la dinastía Qin (221 a.C - 206 a.C.) de forma casual en 1974 durante las obras de reparación de un conducto de abastecimiento de agua.

Según la tradición, si el monarca se enterraba con sus huestes —con las que, en vida, unificó el país— seguía contando con el poder para comandarlas tras la muerte. Desde 1987, los guerreros forman parte de la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Los arqueólogos calculan que en el mausoleo subterráneo —un socavón de 14.260 metros cuadrados y 5 metros de profundidad— puede haber más de 8.000 esculturas de hombres y caballos hechas con terracota (arcilla cocida).

Cada una de estas estatuas reproduce al detalle desde los diversos rasgos faciales —peinado, bigote, atributos étnicos e incluso gestos— de los soldados hasta su equipamiento militar (armadura, lanzas, flechas, espadas, escudos...).

Soldados de terracota desenterrados en el mausoleo. (Pixabay)

Además, las figuras estaban policromadas, pero el color de las pinturas se oxida y pierde pocas horas después de entrar contacto con el aire, por lo que las esculturas, en su día decoradas con vivas tonalidades, lucen hoy un color grisáceo.


Fuente: elconfidencial.com | 3 de enero de 2019

Descubren la sepultura de cuatro amazonas escitas con un tocado de oro en Rusia

Una expedición arqueológica de la Academia de Ciencias de Rusia, dirigida por Valeri Guliáyev, descubrió el mes pasado en la región de Vorónezh, suroeste del país, un enterramiento de cuatro mujeres guerreras pertenecientes al pueblo escita. Recibieron sepultura hace unos 2.500 años y representan tres generaciones distintas.

Vestigios de amazonas escitas se habían encontrado ya, pero no enterradas juntas, con edades diferentes y con sus adornos prácticamente intactos. Se trata de un mujer de unos 45-50 años de edad, dos más jóvenes de entre unos 20 y 35 años y una adolescente de unos 12-13 años. Los arqueólogos rusos desconocen por ahora la razón por la que fueron inhumadas en la misma tumba, pero el hallazgo ha vuelto a poner de actualidad las viejas leyendas sobre la existencia de mujeres guerreras.


Vista general del entierro. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia.

Según el comunicado difundido por Guliáyev, el descubrimiento se ha hecho en el túmulo denominado Devitsa V. Es un paraje situado en el cauce medio del río Don, en el distrito Ostrogozhski de la región de Voronezh. La mujer de más edad llevaba todavía sujeto a la cabeza el tocado ceremonial dorado propio de las clases altas.


Elementos del tocado ceremonial que llevaba la mujer de más edad. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia
En expediciones anteriores en la misma región se habían encontrado fragmentos de este tipo de diademas, pero no en su totalidad y tan bien conservadas. Son piezas de enorme valor arqueológico hechas de una aleación de oro de hasta un 70%, cobre, plata y un pequeño porcentaje de hierro. Según Guliáyev, "Estamos ante un hallazgo único, ya que este es el primer tocado completo en los monumentos de la época escita encontrados en el Don medio".

Cerca del cuerpo de la mujer había un cuchillo de hierro y una punta de flecha. Los restos de una de las dos jóvenes estaban en pose de jinete. Los antropólogos han determinado que para ello, una vez muerta, tuvieron que cortarle los tendones de las piernas. Junto a ella había un espejo de bronce, lanzas y, en su mano, un brazalete de piezas de vidrio.
Espejo de bronce y puntas de lanzas de hierro funerarias. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia

Se estima que jinetes femeninos existieron en la era escita entre las tribus nómadas y seminómadas de lengua persa en el este de Europa. Estas amazonas probablemente custodiaban ganado, propiedades y las viviendas cuando los hombres se ausentaban durante largas campañas militares. En declaraciones a medios rusos, el jefe de los arqueólogos de la Academia de Ciencias sostiene que "Solo en el Don medio, durante la última década, nuestra expedición ha descubierto unos 11 sepulcros de mujeres jóvenes armadas". "Pero por primera vez nos enfrentamos al enterramiento de cuatro amazonas a la vez, y de edades tan diferentes", señaló Guliáyev.

En este mismo yacimiento de Devitsa se hallaron más de 30 puntas de flechas de hierro, un garfio en forma de pájaro, elementos de los aperos para las caballerías, ganchos de hierro para colgar las riendas, cuchillos de hierro, fragmentos de recipientes, numerosos huesos de animales y un antiguo jarrón griego.

Diferentes recipientes hallados en la tumba. Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia.

El montículo funerario de Devitsa V es conocido por los arqueólogos ya desde el año 2000, pero los trabajos de excavación se intensificaron a partir de 2010. Está formado por 19 terraplenes y en el túmulo número 9, una pequeña elevación de 40 metros de diámetro, fueron encontrados los restos de las cuatro amazonas. Notaron que el conjunto había sido saqueado ya en la época antigua.

Guliáyev cuenta que "Cuando los escitas vivían en estos lugares, había hermosos bosques de robles. El roble es un excelente material de construcción y, gracias a él, podemos calcular cuándo ocurrió el pillaje". Según sus palabras, "Los salteadores penetraron en la tumba cuando el techo ya se había derrumbado, algo que no pudo suceder 100 años o incluso 200 años después de levantado el monumento funerario". "Afortunadamente encontraron solo una parte de enterramiento (...) pero no a las cuatro mujeres", afirmó Guliáyev.

Fuentes: hoy.es | mailchi.mp | 2 de enero de 2020

¿Qué hacían los iberos aparte de pelear?

Jinete alanceando al enemigo. Escultura procedente del yacimiento de Cerrillo Blanco (Porcuna, Jaén). (Ángel M. Felicísimo / CC BY-2.0)

No cabe duda, los iberos forman parte de nuestra historia, pero también de nuestra actualidad. No hay más que ver el interés que despertó en los medios el año pasado la noticia de que, gracias al georradar, la Universidad de Barcelona halló en Banyeres del Penedès un poblado ibero de grandes dimensiones. En total, son 200 estructuras que lo hacen comparable en importancia al poblado de Ullastret.

En realidad, nuestro conocimiento de la existencia de los iberos viene de lejos. La primera vez que aparecen mencionados es en la Ora maritima de Avieno, un texto del siglo IV, que se supone basado en un itinerario doscientos años más antiguo escrito por marinos de Massalia (la moderna Marsella). Según el poeta latino, los iberos son las gentes que habitan la costa mediterránea de Hispania, claramente diferentes de las gentes del interior, que, a su decir de romano, estaban menos “civilizadas”.

Curiosamente, pese a que el de Avieno fue un texto muy leído en España durante el Renacimiento –las referencias romanas daban caché histórico al por entonces país más poderoso del mundo–, la identificación arqueológica de la cultura ibera solo se produjo a finales del siglo XIX, y no sin ciertos problemas. Fue en 1830 cuando se empezaron a descubrir en el Cerro de los Santos (Albacete) una serie de esculturas en piedra que el informe oficial de 1860 no supo situar cronológicamente sino en época visigoda.

A su entender, como se trataba de obras de mérito, solo podían ser posteriores a los romanos, que fueron quienes trajeron la civilización a España. Además, la habitual lentitud que mostramos a la hora de proteger nuestro patrimonio consiguió que esos hallazgos no tardaran en ser objeto de venta a coleccionistas. Viendo el negocio, un avispado relojero de la cercana Yecla fabricó varias estatuillas falsas que hizo pasar como verdaderas.

Su trabajo acabó presentado en las exposiciones universales de Viena en 1873 y de París en 1878. El problema es que la superchería fue desenmascarada, con lo que la sospecha recayó sobre el resto de las esculturas y retrasó el reconocimiento de la cultura ibera por los sabios de la época. Con estos antecedentes, no es de extrañar la enconada resistencia mostrada pocos años después por la comunidad científica internacional a considerar legítimas las pinturas de la cueva de Altamira.
Por fortuna, el arqueólogo francés Pierre Paris –que excavaba en España y adquirió la Dama de Elche para el Louvre– publicó en 1904 un libro, titulado Ensayo sobre el arte y la industria de la España primitiva, con el que dio a conocer la cultura ibera al mundo científico europeo.

'Caja de los Guerreros', pieza ibera hallada en la necrópolis de Piquía, en el yacimiento de la Cuesta del Parral. (Ángel M. Felicísimo / CC BY-SA-4.0)

De monarquías a jefaturas

Desde entonces, nuestro conocimiento de la cultura ibera no ha dejado de mejorar. Hasta el punto de que, ahora, esa cronología que tanto desconcertó a los excavadores del Cerro de los Santos está bastante definida. Tras el período ibérico antiguo, en el siglo VII a. C., es posible distinguir un período clásico, del siglo V al III a. C., momento álgido en el que se vivirá una transición de las monarquías a las jefaturas aristocráticas guerreras.

Después del triunfo de Roma contra Cartago en la segunda guerra púnica, la cultura ibera se diluirá poco a poco en la romana, que se instala enérgicamente en la península. Fueron muchos los “pueblos” iberos establecidos a lo largo del litoral meridional y oriental de la península, hasta casi alcanzar el Ródano, en el sur de la Francia actual: túrdulos, bastetanos, mastienos, indigetes... No conformaron una unidad política. Culturalmente es imposible diferenciarlos mediante las evidencias arqueológicas, pero las fuentes los demarcan con cierta precisión por áreas geográficas.

Estas poblaciones se organizaron primero en monarquías sacras, que terminaron transformadas en jefaturas aristocráticas clientelares, teniendo los caudillos guerreros un control político más absoluto en la zona meridional que en la nororiental. No obstante, para terminar de complicar esta imagen a vuela pluma de la estructura política ibera, en las descripciones de las fuentes también aparecen mencionados órganos colegiados para la toma de decisiones, como consejos de ancianos o senados.

Quizá sea este tipo de matiz político el que explique la existencia de tantos pueblos iberos diferentes. En cualquier caso, está claro que el clientelismo era llevado al extremo, como demuestran las instituciones de la fides y la devotio. La primera era una dependencia personal, y la segunda, colectiva.

Ligaban al cliente con su jefe militar hasta la muerte, pues no podían sobrevivir al fallecimiento de este en la batalla, viéndose obligados a suicidarse. A cambio de semejante sacrificio, los clientes disfrutaban de la protección proporcionada por el jefe y, sin duda, de beneficios económicos añadidos.

Con contactos y cultivados

Los caudillos vivían en las casas señoriales que se han encontrado en los distintos oppida (poblados fortificados) iberos, sus asentamientos más grandes. En los oppida podían llegar a convivir varios miles de personas. Las viviendas estaban distribuidas según un plano más o menos ortogonal, trazado sobre una pequeña meseta fácilmente defendible a la que se añadía una muralla.

Además de los oppida, en el territorio ibero había pueblos o aldeas –tanto en el llano como en las laderas de pequeños cerros–, caseríos o granjas fortificadas para explotación agropecuaria, así como atalayas, pequeñas instalaciones fortificadas destinadas al control del territorio.
Una parte importante de la economía del mundo ibero fueron los intercambios comerciales con fenicios y griegos, reemplazados después por los cartagineses. Los iberos mercadeaban con metales, cereales, aceite y vino a cambio de productos de lujo para sus élites (cerámicas decoradas, telas, joyas...). Los contactos con estas culturas permitieron desarrollar las técnicas alfarera y escultórica iberas, y se llegó incluso a acuñar algunas monedas.

Jinete ibero del siglo III a. C, parte del llamado Relieve de Osuna, y que se puede contemplar en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid. (Luis García (Zaqarbal) / CC BY-SA-3.0)

Una de las primeras cosas que llama la atención de los iberos es que se trató de un pueblo alfabetizado que poseía escritura propia. En total, se conocen aproximadamente un par de millares de inscripciones. Las hallamos en monedas, cerámicas, objetos de prestigio, estelas funerarias y láminas de plomo. Sin embargo, pocas poseen una extensión amplia que posibilite un análisis filológico detallado, y ninguna forma parte de un texto bilingüe que aporte pistas para su desciframiento, al permitir comparar el ibero con alguna lengua conocida de la época, como el fenicio, el griego o el latín.

Y es que la lengua ibera tiene una peculiaridad: sabemos cómo leerla y pronunciarla, pero no cómo traducirla... Al menos, no todavía. El desciframiento de su fonología se debe a Manuel Gómez Moreno, que en 1922 la identificó como una escritura mixta, en parte alfabética (las vocales) y en parte silábica (consonantes oclusivas). Sus trece signos alfabéticos y quince silabogramas se escribían de izquierda a derecha.

En realidad, estamos generalizando, porque estas características describen solo uno de los varios sistemas de escritura utilizados por los iberos, en concreto, la escritura levantina, o noroccidental, que encontramos desde Murcia hasta aproximadamente la desembocadura del río Hérault (entre Montpellier y Narbona). Es la única que ha podido leerse, sobre todo porque es en la que está escrita la inmensa mayoría de los textos conocidos.

Desde Alicante hasta el sur de Portugal, en cambio, encontramos la escritura ibérica meridional, o suroccidental, formada por 29 signos (con muchas variantes en pocas inscripciones, lo que dificulta el desciframiento) y escrita de derecha a izquierda. Estos serían los dos sistemas de escritura realmente ibéricos, a los que cabría sumar otros surgidos por su contacto con otras culturas.
El primero sería la escritura grecoibérica, que es una simplificación del alfabeto jónico usada entre el siglo V y el IV a. C. en la zona de Alicante y Murcia. Nació, claro está, de los intercambios comerciales con mercaderes griegos. Además, hacia el interior de la península, gentes de cultura celta realizaron unas pocas variaciones en la escritura ibérica para escribir su propia lengua.

Los misterios de su sociedad

En cualquier caso, además de jefes y aristócratas, dentro de las poblaciones iberas encontramos agricultores, comerciantes, artesanos, mujeres, niños y esclavos. Resulta por ahora imposible saber si hubo sacerdotes y, de haberlos, si actuaban como únicos intermediarios entre los dioses y sus fieles o como meros representantes de los jefes, demasiado ocupados para dedicar todo su tiempo a los ritos y ceremonias. Igual de difícil resulta identificar el trabajo de los comerciantes, sin duda vinculados a los jefes y la aristocracia, a quienes proveían de productos de lujo.

El grueso de la población lo formaban los campesinos y artesanos, distribuidos según unas redes clientelares de cuya estructura lo desconocemos todo. Respecto a las mujeres, parece que su imagen está cambiando entre los historiadores. Según indican las fuentes, a menudo se las prefería como rehenes a los hijos de los jefes, lo cual parece indicar que la posición social de algunas de ellas era importante. Una conclusión que también parece desprenderse de imágenes como la Dama de Elche y la Dama de Baza, tanto como de su presencia en los cementerios, donde, por otra parte, no se enterraba toda la población.

La Dama de Elche, obra maestra del arte ibero. (José Luis Filpo Cabana / CC BY-SA-2.0)

Este aparente peso social, por supuesto, no impidió que la dureza de la vida en la Antigüedad se cobrara su precio sobre las mujeres. Los estudios paleopatológicos sugieren que fallecían con unos 22 años de edad como media, y los hombres con 33. Solo un 6,67% de ellas alcanzaba los 40 años, comparado con el 28,57% de los hombres. Ese solía ser el resultado de dar a luz en pésimas condiciones higiénicas. Y algo parecido puede decirse de los niños, cuya mortalidad total se calcula en un 50%.

Esto implica que muchos de ellos no alcanzaban la edad mínima que los definía como miembros de la sociedad y les facultaba para ser sepultados en los cementerios. Cuando la muerte sucedía antes, muchos eran enterrados bajo el suelo de las casas, quizá como una ceremonia propiciatoria, que algunos investigadores han interpretado como un sacrificio ritual más que como una muerte natural.

De la guerra y la muerte

De entre su grupo de clientes, el jefe y los aristócratas escogían a los hombres que los seguirían a la batalla, porque parece que guerrear era una actividad estacional que tenía lugar durante la temporada de buen tiempo en primavera-verano. Se ha de descartar también que fuera la guerrilla el método preferido de combate, pues ya antes de la llegada de los cartagineses se produjeron enfrentamientos entre unidades cerradas.

A esta táctica se llegó después de haber pasado por un período de combates singulares, donde los héroes de cada bando luchaban entre sí por la victoria final. Cuando, durante el siglo V a. C., la monarquía se transformó en jefatura, lo mismo sucedió con la guerra, en la que ahora participaban los clientes del jefe, vinculados a él por las ya mencionadas instituciones de la fides y la devotio. En los combates no participarían sino unos cientos de soldados por cada campo, pues, al fin y al cabo, la población general no debía de ser demasiado elevada.

Con respecto al armamento, hay que señalar que la famosa falcata ibérica no es sino uno de los cuatro tipos de espadas conocidas y utilizadas por los iberos. A ella se sumaban la de frontón, la espada de antenas y la recta tipo La Tène. Pese a no ser guerreros, sino a tiempo parcial, la ferocidad con que se empleaban en combate, tan loada por los clásicos, hizo que las potencias mediterráneas reclutaran grupos de combatientes iberos como auxiliares de sus unidades principales.
Con tantos choques bélicos, y dadas las pobres condiciones de vida, resulta lógico que la muerte y los dioses ocuparan un lugar destacado en el pensamiento de los iberos. Los cadáveres eran incinerados y las cenizas enterradas, tras lo cual se celebraba un banquete funerario. Los enterramientos podían ser de varios tipos. El más sencillo era un simple agujero en el suelo, en algunos casos con una pequeña estructura cuadrada superpuesta.

Se conocen otros en pozos con las paredes revestidas de piedra o adobe, tumbas de cámara con un túmulo encima, otras turriformes (en forma de torre) y, por último, las simbólicas, en las que la urna funeraria es sustituida por una piedra. Las tumbas se agrupaban en necrópolis situadas siempre cerca de los recintos urbanos, donde podían ser vistas con facilidad.
De algún modo, es como si se hubiera querido destacar la existencia de las tumbas, pues algunas de ellas han aparecido con esculturas pintadas de rojo, mientras que los propios cementerios aparecen desprovistos de árboles que pudieran impedir la vista al transeúnte.

Figurilla conocida como 'El guerrero de Mogente' (Museo de Prehistoria de Valencia / CC BY-SA-3.0)

La religión y el arte

Por lo que respecta a la religión, solo se conoce el nombre de un dios, Betatun, aunque se sabe que los sacrificios tuvieron gran relevancia en ella, a diferencia de los templos, no muy significativos.
No son muchos los que se conocen, pero los lugares de culto sí son muy numerosos. En las zonas urbanas podemos encontrar alguno de esos pocos templos, capillas domésticas y santuarios empóricos, donde tenían lugar los intercambios comerciales bajo la protección de los dioses. Los santuarios estaban situados cerca de las ciudades. Fuera del recinto urbano se encontraban los templos supraterritoriales, vinculados a grandes territorios y no a una única población.
Vinculado al mundo funerario figura uno de los elementos más reconocibles de la cultura ibérica: la escultura. En ella se aprecian influencias griegas y fenicias, pero adaptadas al modo de hacer ibérico, lo que da lugar a obras con mucha personalidad. Para crear sus trabajos, los escultores iberos utilizaban piedras blandas, que en muchos casos pintaban para dotarlas de más vistosidad. Otro elemento escultórico relacionado con la religiosidad ibera son los exvotos de bronce, realizados a la cera perdida y de calidad diversa.

Si bien se encuentran prácticamente por todas partes, se han recuperado por millares en dos santuarios: Collado de los Jardines y Castellar, ambos en la provincia de Jaén. Finalmente, entre la información que no podemos interpretar del todo sobre la ideología ibérica, se encuentran los dibujos que adornan las cerámicas y algunas urnas funerarias. Se trata de escenas de origen variado, con protagonistas humanos, animales y vegetales, a veces llegados del mundo heleno (como las gárgolas), otras del púnico (símbolos de Tanit) y muchas más propias del ibero (como el águila).
Estas piezas representan una perfecta síntesis de esta cultura, porque, aunque el mundo ibérico aceptó muchos influjos culturales del Mediterráneo oriental, lo hizo adaptándolos a sus propias necesidades ideológicas, una característica de las culturas con un carácter definido. Los importantes beneficios económicos que obtenía Cartago de su relación con el mundo ibero no tardaron en generar las envidias de Roma.

De modo que esta buscó la menor de las excusas para desencadenar una serie de enfrentamientos que, a duras penas, le permitieron librarse del único competidor de talla existente en el Mediterráneo occidental. A partir del siglo III a. C., la llegada de la cultura romana a la península dio comienzo a un importante proceso de aculturación que acabó con la cultura ibera y con sus miembros convertidos en romanos.

Fuente: lavanguardia.com | 28 de diciembre de 2019