Descubren restos humanos de hace 7.000 años en Tagua Tagua, Chile

Un equipo de investigadores liderado por el Dr. Rafael Labarca, académico de la Escuela de Arqueología la Universidad Austral de Chile, sede Puerto Montt, descubrió nuevas evidencias de ocupación de grupos cazadores y recolectores antiguos de 7.000 y 12.600 años de antigüedad aproximadamente, en excavación arqueológica en lo que fue alguna vez la ribera de la laguna de Tagua Tagua, en la Región de O’Higgins.

“Hicimos sondeos en el sector de la ex laguna de Tagua Tagua para encontrar nuevas evidencias tempranas y documentar el ambiente y las variaciones que experimentó la zona al final del Pleistoceno y principios del Holoceno, hasta hace 20.000 años atrás y detectamos una posible ocupación humana, de unos 7.000 años, ya documentada, de cazadores-recolectores y otros restos que parecen ser de otro grupo mucho más antiguo”, cuenta Rafael Labarca (izquierda), doctor en arqueología de la Universidad Austral y líder de esta investigación, financiada por Fondecyt y la Municipalidad de Tagua Tagua y apoyado por la Fundación Añañuca.
La investigación que se concretó con una primera excavación de diez días en el mes de diciembre, luego de haberse realizado un primer escaneo con tecnología GPR (que permite detectar bajo la tierra formas que pueden ser hallazgos de grandes huesos fósiles), por científicos del Núcleo de Investigación en Riesgos Naturales y Antropogénicos (RiNA) de la Universidad Austral de Chile.

Asimismo, prospecciones mediante barrenos e inspecciones de perfiles expuestos, permitió definir un nuevo sector de interés paleontológico y arqueológico, denominado Tagua Tagua 3, en donde se practicó un sondeo en un reducido rectángulo de excavación de 2 metros por 1 metro extensión, donde se encontraron evidencias de ocupación humana presumiblemente datadas en torno a los 7.000 años de antigüedad a unos 80 cm de profundidad. Pero también en ese mismo lugar a 1,70 metros de la superficie actual, descubrieron dos instrumentos líticos, restos de carbón y huesos de fauna pequeña de una antigüedad estimada en torno a los 12.600 años de antigüedad, es decir hacia finales de la Edad de Hielo.

Las muestras de sedimentos obtenidos en la intervención serán enviados a Zaragoza, España, para realizar diversos estudios que permitirán reconstruir el ambiente durante los distintos momentos en que los grupos humanos se asentaron en la ribera de la laguna. Pero, además, se desarrollará un estudio con una nueva técnica denominada “Paleo ADN”, que permite poder evidenciar restos de ADN de animales y plantas que pudieran haber existido en esa época.

Actualmente el equipo de investigación liderado el Dr. Rafael Labarca, académico de la Escuela de Arqueología la Universidad Austral de Chile, sede Puerto Montt, está nuevamente a la zona para realizar una prospección con equipo GPR de RINA UACh, que permite un estudio geofísico del área para colaborar en la detección de posibles nuevos hallazgos arqueológicos y paleontológicos, para definir nuevos sectores de excavaciones en lo que fue la costa de esta laguna.

UNA DE LAS PIEZAS ENCONTRADAS POR EL GRUPO DE INVESTIGADORES.

La Laguna y sitio arqueológico

La localidad arqueológica elegida por los investigadores está ubicada en el valle del Cachapoal, Región de O’Higgins, a 13 kilómetros del centro urbano más próximo, la ciudad de San Vicente de Tagua Tagua. Se relaciona con una historia de hallazgos previos y se caracteriza por la alta variedad en evidencia arqueológica y paleontológica de diferentes periodos.

Su importancia para la prehistoria quedó en evidencia en 1841 cuando se excavara un canal para desecar la laguna Tagua Tagua, quedando a la vista gran cantidad de fósiles de mamíferos extintos, que hasta hoy se conservan en colecciones del Museo de Historia Natural. Posteriormente se realizaron estudios científicos en la década del 60 y 80 del siglo pasado, constatándose la presencia de dos ocupaciones humanas separadas por casi 5.000 años; la más joven en torno a los 7.000 años antes del presente y la más antigua comprendida entre los 11.600 y 12.600 antes del presente. En los sitios más antiguos se pudo constatar una asociación directa entre huesos de animales extintos y artefactos de piedra.

Según detalló el investigador de la U. Austral, Rafael Labarca, los nuevos trabajos buscan reconstruir la historia ambiental de la laguna durante los últimos 18.000 años, para conocer cómo el paisaje fue cambiando junto con el nivel del espejo de agua, cómo fue modificándose la existencia de diferentes tipos de animales y plantas en respuesta al cambio medioambiental, y cómo esto se relaciona con la ocupación humana.

El científico UACh destacó que el trabajo se vio facilitado por las investigaciones previas en el lugar, las que habían descrito en detalle la estratigrafía de la laguna, esto es qué tipo de sedimentos se encuentran en el subsuelo y a qué profundidad, así como la morfología de los instrumentos de piedra y su antigüedad.

Otro aspecto que ayudó al éxito de la campaña fue el carácter multidisciplinario del equipo, ya que interrogantes como la composición de los sedimentos o la identificación de los distintos fósiles extraídos, eran discutidas y resueltas por los distintos especialistas. De esta manera, los paleontólogos y zooarqueólogos del equipo identificaron diversas especies de roedores, ranas, patos, taguas, reptiles y peces que habitaron allí y que murieron con o sin intervención humana.
Tras 30 años de inactividad científica en el lugar, en el mes de diciembre 2019, en un sector cercano al borde del canal, y entre los dos sitios anteriores, se realizó la nueva excavación la que permitirá continuar escribiendo la prehistoria de la laguna y su evolución en el contexto ambiental, investigación que continuará durante el año 2020.

Fuente: latercera.com| 14 de enero de 2020

Un abrigo con pinturas rupestres es hallado en el Castillo de Castellar (Cádiz)

Figura oculada junto a otros motivos esquemáticos pintados en el abrigo / SIMÓN BLANCO

El espeleólogo Simón Blanco Algarín ha descubierto recientemente un nuevo yacimiento rupestre entre cuatro viviendas en el Castillo de Castellar (Cádiz). El abrigo, según detalla el miembro de la Asociación para la Protección del Arte Sureño (APAS), sigue conservando un friso con varios signos esquemáticos a pesar de que su interior fue excavado para ampliarlo en algún momento histórico indeterminado y de que cuenta con algunos escalones tallados en su exterior para facilitar su acceso.

Entre los símbolos que pueden apreciarse en el abrigo, Blanco destaca la presencia de un ídolo oculado simple que queda definido por dos grandes círculos a modo de ojos con dos puntos inscritos a modo de pupilas, acompañados de algunos radios exteriores. El espeleólogo indica que en su conjunto puede considerarse como uno de los tipos conocidos como ojos-soles.

“Estas representaciones simbólicas son elementos relevantes de las primeras sociedades sedentarias campesinas y se vinculan con el rostro de una divinidad prehistórica femenina relacionada con los cultivos y la fertilidad, contando con una gran difusión por todo el sureste peninsular y buena parte de la región mediterránea”, explica Simón Blanco (izquierda), que resalta que esta figuración oculada “amplía nuestro conocimiento sobre la ocupación protohistórica permanente en la zona donde se asienta actualmente el Castillo de Castellar y permite retrotraer este modo de vida aldeano, al menos, al tercer milenio a.C.”.

El denominado abrigo del Castillo, debido a su vulnerabilidad por encontrarse en el núcleo de la villa villa de Castellar, ya ha sido puesto en conocimiento de la delegación territorial de Cultura en Cádiz y por el Seprona “por tratarse de unos vestigios gráficos que se encuentran estrechamente relacionados con el medio natural”. La intención de la Asociación para la Protección del Arte Sureño es que los residentes en las viviendas colindantes sean advertidos para evitar que estas pinturas puedan sufrir daños derivados del desconocimiento de esta situación y que pueda conservarse este yacimiento, desde el que puede disfrutarse una espléndida vista del pantano de Guadarranque.


Vista general del abrigo del Castillo y el embalse del río Guadarranque / SIMÓN BLANCO

“Este asentamiento al aire libre permite vislumbrar un poblamiento continuado desde los inicios de la Prehistoria reciente y es un nuevo recordatorio de este grandísimo potencial campogibraltareño legado por nuestros antepasados, que actualmente se encuentra desaprovechado, marginado y en este caso concreto en vías de desaparición por la insistente ocupación y alteración a lo largo de los siglos del entorno donde se ubica el castillo de Castellar”, afirma Simón Blanco.

El descubrimiento en 2014 del abrigo de las Estrellas (derecha), junto a otros conjuntos gráficos postpaleolíticos destacados como son los abrigos de los Maquis, los Molinos o la Ventana, constatan que el hombre paleolítico habitó en el entorno que hoy ocupa Castellar de la Frontera. “Estos yacimientos convierten a este término municipal, enclavado en pleno corazón del parque natural de los Alcornocales, en uno de los destinos punteros para el estudio del Arte Sureño y el desarrollo de un turismo cultural que redundara en el conocimiento y la protección de este patrimonio universal”, destaca el miembros de APAS.

"Todos estos abrigos se articulan en por la cuenca del río Guadarranque, a través de un centenario bosque alcornocal que desafortunadamente se encuentra en un severo proceso de desertización, con la emblemática finca de la Almoraima como uno de los máximos exponentes del envejecimiento, falta de regeneración y mala gestión que está conduciendo a esta especie forestal, tan vinculada a la conservación del Arte Sureño, a su total extinción en las sierras del Aljibe”.


Vista del abrigo junto a una de las cuatro casas que lo rodean / SIMÓN BLANCO

Los yacimientos prehistóricos se encuentran alrededor de un cerro prominente, que se encuentra rematado por un afloramiento de arenisca sobre el que se asienta la villa-fortaleza de Castellar Viejo.
Esta atalaya de arenisca, recuerda Simón Blanco, estuvo ocupada desde la prehistoria, según puede deducirse de las piezas cerámicas de la edad del Bronce recuperadas por Manuel Sotomayor en excavaciones arqueológicas en los pocos suelos no rocosos sobre los que se asienta el castillo: “Hasta ahora esta atalaya no había ofrecido ningún abrigo con arte rupestre sureño, circunstancia que se justifica en buena medida por la propia construcción del castillo y la villa que se van acomodando a los distintos estratos de arenisca que afloran en la cumbre rocosa y que eran más susceptibles de albergar patrimonio rupestre”, indica el espeleólogo, que halló el abrigo el pasado 23 de diciembre.

Fuente: europasur.es | 7 de enero de 2020

Los 'Homo antecessor' ya habían perdido su capacidad de trepar, según un nuevo estudio

Un nuevo estudio publicado en la revista Journal of Human Evolution, liderado por José María Bermúdez de Castro, coordinador del Programa de Paleobiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), revela que el Homo antecessor de la Sierra de Atapuerca ya había perdido por completo su capacidad para trepar con facilidad, y sugiere que tenía el esqueleto de un homínido marchador habitual.

Las dos escápulas de Homo antecessor, halladas durante las campañas de excavación de 2005, 2006 y 2007, pertenecieron a un niño o a una niña de unos tres años (ATD6-116), y a un menor de sexo desconocido de edad equivalente a la de un adolescente actual (ATD6-118). Los dos ejemplares abren un nuevo camino para conocer la forma de los omóplatos y las características de este hueso de la espalda de esta especie.

“Falta por averiguar si su crecimiento seguía las mismas pautas que las de Homo sapiens, una investigación en curso, que aún puede generar mucha información vital para conocer las características biológicas de Homo antecessor”, comenta José Mª Bermúdez de Castro (izquierda).

Además, el estudio debate la hipótesis de que una de las características de la escápula (anchura de la cavidad glenoidea) pueda informar sobre la posibilidad de arrojar o no objetos a larga distancia: “Si esa hipótesis fuera correcta, Homo antecessor habría sido incapaz de arrojar piedras y otros objetos con relativa precisión. Puesto que apenas hay escápulas en el registro fósil, la pregunta queda en el aire”, afirma Bermúdez de Castro.
Restos únicos en el mundo

En el registro fósil de homínidos solo existen cuatro ejemplares completos de esta parte anatómica del esqueleto en el período que transcurre entre hace 6.000.000 y 100.000 años. El resto de escápulas de todo este largo período están incompletas y solo proporcionan información parcial.
Ambas escápulas han podido ser comparadas con los otros dos ejemplares completos: un ejemplar muy completo de la especie Australopithecus afarensis (La niña de Dikika, Etiopía), con una antigüedad de algo más de tres millones de años y el ejemplar del esqueleto KNM-WT 15000 (El Chico de Turkana), atribuido a Homo ergaster,datado en 1,6 millones de años.

“Nada menos que el 50 % de todas las escápulas del registro del Plioceno y del Pleistoceno se han encontrado en el nivel TD6 del yacimiento de la Gran Dolina, lo que sugiere de manera indirecta las características de la ocupación humana de este nivel”, señala Bermúdez de Castro.

Escápula derecha de Selam, la niña de Dikkika, Etiopía.

Las escápulas son extremadamente delicadas y se rompen con gran facilidad tras la muerte de los individuos, especialmente en niños y jóvenes. Es por ello que en el nivel TD6 de Gran Dolina tuvieron que existir uno o más campamentos de duración indeterminada, en los que se llevaran a cabo eventos de canibalismo.

“Los restos quedaron prácticamente en la misma posición en la que fueron dejados hace más de 800.000 años. El estudio de este aspecto también está en curso y en pocos meses conoceremos los resultados”, comenta el investigador.

Debido a la fragilidad de estos restos, la labor de restauración llevada a cabo en el Instituto de Ecologìa Humana i Evolució Social (IPHES) de Tarragona por Lucía López-Polín (izquierda), coautora del estudio, ha sido lenta y minuciosa. De hecho una de las escápulas es tan frágil, que no ha podido ser extraída del bloque de arcilla calcificada en el que se encontraba, y la extracción se ha tenido que realizar de manera virtual mediante el micro-CT del Laboratorio de Microscopía y Microtomografía Computarizada del CENIEH.

Fuente: agenciasinc.es | 13 de enero de 2019

Los neandertales buceaban varios metros para recoger conchas

Herramientas a partir de conchas marinas encontradas en la cueva de Moscerini en Italia. / Paola Villa et al.

En 1949 un grupo de arqueólogos desenterró en la cueva Grotta dei Moscerini (Italia) 171 conchas marinas, todas de una especie local de molusco llamado almeja lisa (Callista chione), que los neandertales habían recogido y transformado en herramientas hace unos 90.000 años.

Ahora, un estudio de la Universidad de Colorado (EE UU) ha revelado que estos homínidos no solo las cogían de la playa, sino que buceaban para buscar la concha perfecta. Su análisis se publica hoy en la revista PLoS ONE.

"Comenzamos a estudiar las herramientas como parte de un trabajo general en el sitio de la cueva italiana”, explica a Sinc Paola Villa (izquierda), autora principal del trabajo y científica en la universidad estadounidense.

Lo que no se esperaban los investigadores fue que muchas de ellas tenían un exterior brillante y liso, lo que demostraba que fueron arrancadas directamente del fondo marino como animales vivos. “Es muy posible que los neandertales recolectasen conchas de dos a cuatro metros de profundidad”, dice Villa. “Por supuesto, no tenían equipo de buceo”.

El resto de las conchas tenían exteriores ligeramente erosionados por el paso del tiempo. Es lo que se esperaría en conchas que han sido arrastradas hasta la playa, según los autores.
El análisis de las capas arqueológicas muestra que la abundancia de herramientas de piedra variaba, pero a menudo era baja, lo que sugiere que la cueva se usaba esporádicamente o no estaba muy ocupada. Sin embargo, el equipo descubrió que las herramientas de concha marina eran más comunes cuando las herramientas de piedra eran particularmente escasas, con la posible explicación de que los neandertales solo usaban piedra cuando la misma estaba cerca o que preferían el borde delgado y afilado de las conchas para hacer herramientas.

Villa dijo que si las almejas se comieron, además de convertirse en herramientas, está menos claro, aunque señaló que se recolectaron otros moluscos, incluidos los mejillones, recolectados posiblemente por encima del agua, y que probablemente eran comidos.


Herramientas sacadas del mar

La arqueóloga afirma que usaban martillos de piedra para desmenuzar las cubiertas de los moluscos, formando bordes cortantes que han permanecido afilados durante mucho tiempo.
El equipo también encontró un gran número de piedras pómez que utilizaban como herramientas de abrasión. Según los investigadores, este material podría haber llegado a la playa de Moscerini por las erupciones de los volcanes del Golfo de Nápoles, a 70 kilómetros al sur de la cueva.
Piedras pómez halladas en distintas capas arqueológicas del yacimiento.

Esta no es la primera vez en la que se relaciona a estos homínidos con el mar. Un estudio publicado en agosto pasado desveló que muchos neandertales sufrían el ‘oído de surfista’, una dolencia en el que uno de los huesos del canal auditivo crece en exceso como resultado del contacto reiterado con el agua fría y el viento que es habitual entre los deportistas acuáticos.

Para Villa los hallazgos son una prueba más de que los neandertales fueron tan flexibles y creativos como sus parientes humanos modernos cuando se trataba de ganarse la vida, un fuerte contraste con su representación en la cultura popular.

“La gente está empezando a entender que los neandertales no solo cazaban grandes mamíferos. También hacían cosas como pescar en agua dulce e incluso buceo”, concluye.

Fuentes: agenciasinc.es | theguardian.com | 15 de enero de 2020

Cristóbal Colón estaba en lo cierto: encontró ‘caníbales’ en su primer viaje a América

Los investigadores han analizado los “puntos de referencia” faciales de 100 cráneos antiguos (Florida Museum)

El diario de navegación de Cristóbal Colón era claro y conciso. El 15 de enero de 1493, durante su primer viaje a América, el navegante escribió: “Dize también que oy a sabido que la fuerça del oro estava en la comarca de la villa de La Navidad de Sus Altezas, y que en la isla de Carib avía mucho alambre en el Matinino, puesto que será dificultoso en Carib porque aquella gente diz que come carne humana”.

Sus relatos sobre el Caribe, basados en las explicaciones de los indígenas que encontró en Cuba y en La Española (actual República Dominicana y Haití), incluyen desgarradoras descripciones de feroces asaltantes que secuestraban mujeres y comían otros hombres, historias que muchos investigadores dieron por hecho que se trataban de mitos o exageraciones.

Expansión de las distintas tribus por el Caribe (Florida Museum).

Primer viaje a América

Arqueólogos de la Universidad de Carolina del Norte y del Museo de Historia Natural de Florida señalan ahora, en un estudio publicado en la revista Scientific Reports, que Colón quizás estaba diciendo la verdad en su diario de viaje. Según estos especialistas, los caribes sí invadieron Jamaica, La Española y las Bahamas.
Hasta ahora se creía que esta tribu precolombina -que agrupaba un conjunto de pueblos que ocupaban el norte de Colombia, el noreste de Venezuela y varias Antillas Menores- nunca había llevado su expansión territorial más al norte de la isla de Guadalupe. Pero análisis faciales de los cráneos de los primeros habitantes del Caribe han aportado nuevos detalles.

”Pasé años tratando de demostrar que Colón estaba equivocado, pero tenía razón: había caribes en el norte del Caribe cuando llegó”, explica William Keegan (izquierda), conservador del Museo de Historia Natural de Florida, en un comunicado. “Vamos a tener que reinterpretar todo lo que creíamos saber”, añade el investigador.

Colón contó cómo los pacíficos arawaks, que residían en Bahamas, estaban aterrorizados por saqueadores que describió erróneamente como Caniba, los súbditos asiáticos del Gran Khan (teniendo en cuenta que el almirante genovés creía haber llegado a las Indias). Sus sucesores españoles corrigieron el nombre a Cariba unas décadas más tarde.

Luchas tribales


Los investigadores están divididos sobre las prácticas caníbales de los 'cariba' (Florida Museum)

Aún así, la mayoría de los arqueólogos consideraron durante años que estas referencias eran una confusión. ¿Cómo podían los caribes haber estado en las Bahamas cuando su puesto de avanzada más cercano estaba situado casi 1.600 kilómetros al sur? Los cráneos estudiados revelan, sin embargo, que la presencia de esta tribu en el Caribe era mucho más importante de lo que se creía.

Estudios anteriores se basaron en artefactos como herramientas y cerámica para rastrear el origen geográfico y el movimiento de personas a través de la zona situada al sureste de América del Norte, al este de América Central y al norte de América del Sur. Agregar un componente biológico ha permitido dar un “enfoque más agudo” a la historia de la región.

Ann Ross, autora principal del estudió, utilizó “puntos de referencia” faciales en 3D, como el tamaño de la cuenca del ojo o la longitud de la nariz, para analizar más de 100 cráneos que datan de entre aproximadamente el año 800 y el 1542. Estas áreas de la cara actúan como un indicador genético para determinar si las personas están relacionadas entre ellas.

El análisis no solo reveló tres grupos étnicos distintos en el Caribe, sino también sus rutas de migración. Los primeros colonos llegaron de Yucatán y se establecieron en Cuba y las Antillas del Norte, lo que respalda una hipótesis previa basada en similitudes en las herramientas de piedra de ambos lugares.

Rutas de migración

Los hablantes de arawak de la costa de Colombia y Venezuela emigraron a Puerto Rico entre el 800 y el 200 antes de Cristo. Pero los primeros habitantes de las Bahamas y La Española no eran de Cuba, como comúnmente se pensaba, sino del noroeste del Amazonas. Alrededor del año 800 después de Cristo, los caribes se dirigieron hacía el norte.

Primero llegaron a La Española y Jamaica y más tarde alcanzaron las Bahamas, donde la tribu estaba ya bien establecida cuando Cristóbal Colón llegó con la Pinta, la Niña y la Santa María. “Los arawaks y los caribas eran enemigos, pero a menudo vivían codo con codo e incluso realizaban matrimonios ocasionales en épocas de paz”, indican los investigadores.

Restos de cerámica Meillacoid (Florida Museum)

William Keegan se había pasado años preguntándose por qué un tipo de cerámica conocida como Meillacoid aparece en La Española en el año 800, en Jamaica alrededor del 900 y en las Bahamas hacia el año 1000. “¿Por qué esta cerámica era tan diferente de todo lo que vemos? Eso me tenía preocupado”, explica.

La aparición repentina de los objetos de tipo meillacoide también se corresponde con una reorganización general de los habitantes del Caribe después de un período de tranquilidad de alrededor de 1.000 años, otra evidencia de que “los invasores caribas estaban en movimiento”, señala Keegan.

Los caribas provenían del noroeste del Amazonas, y los arqueólogos creyeron que nunca se expandieron al norte de las Antillas Menores. Detalle de una pintura de John Gabriel Stedman.

Invasión ‘cariba’

Este arqueólogo acepta, además, la posibilidad de que esta tribu tuviera prácticas antropófagas. “Tal vez hubo algo de canibalismo involucrado (en la nueva dinámica entre pueblos rivales). Si necesitas asustar a tus enemigos, esta es una muy buena manera de hacerlo“, asegura el experto del Museo de Historia Natural de Florida.
Tuvieran o no apetito por la carne humana, la realidad es que la invasión protagonizada por los caribas tuvo un impacto muy importante en la región, según escriben los autores del estudio. Los Reyes Católicos inicialmente insistieron en que a los indígenas se les pagara por su trabajo y se los tratara con respeto, pero cambió de opinión cuando Colón informó que eran caníbales y se negaban a convertirse al cristianismo.

”La corona española lo resolvió considerando que, si iban a comportarse de esa manera, podían ser esclavizados”, asevera Keegan. “De repente, cada persona nativa de cualquier lugar del Caribe se convirtió en un cariba a ojos de los colonizadores”, concluye.

Fuentes: la vanguardia.com | floridamuseum.ufl.edu | 15 de enero de 2020

El relieve hallado en Camporramiro es una lápida funeraria romana

La piedra labrada descubierta recientemente en el cementerio de la parroquia chantadina de Camporramiro tiene todo el aspecto de ser una lápida o estela funeraria de la época romana. Así lo cree Gonzalo Meijide, arqueólogo de la Dirección Xeral do Patrimonio Cultural, que ayer se desplazó a esta localidad para examinar directamente la pieza. «Hay que estudiarla mejor, pero en mi opinión es un hallazgo de mucho valor y de mucho interés», comenta.

La pieza será ahora incluida en el inventario de patrimonio histórico y arqueológico de la provincia, pero Meijide considera que además de proceder a su catalogación sería conveniente examinarla con más detenimiento y en mejores condiciones que las que ofrece su ubicación actual. La piedra -que fue descubierta por Roi Fernández, fotógrafo de La Voz- se encuentra sirviendo como dintel de la puerta de una pequeña construcción situada en una esquina del cementerio parroquial que en tiempos sirvió para realizar las autopsias y que ahora se usa para guardar algunos aperos de jardinería. Las figuras grabadas en la pieza se hallan en el lado interior del dintel y la caseta carece de iluminación, por lo que resulta difícil examinarlas con precisión.

Parcialmente tapado

Por otro lado, el arqueólogo señala que la jamba de la puerta tapa parcialmente el relieve y no permite verlo en su totalidad. Lo que se puede apreciar es una representación muy esquemática de un rostro humano, unas manos talladas con más detalle y otro elemento que parece ser una pieza de vestimenta. «Parece que en la parte de arriba hay gravada alguna cosa más, pero en las condiciones actuales no se puede ver ben», explica. «Se parece a otras estelas funerarias de los últimos tiempos del Imperio Romano, pero tiene unos trazos muy peculiares, como la figura de las manos, que merecen un estudio detallado», agrega.


Meijide señala por otro lado que desde su departamento se intentará hacer lo posible por estudiar mejor la pieza y por garantizar su conservación. «No puedo decir todavía si habrá que retirar la piedra del sitio donde se encuentra, pero es evidente que tal como está ahora no presenta las mejores condiciones para su estudo ni para su conservación», indica.

En el lado opuesto del bloque de piedra -que puede verse en el exterior del edificio- no hay ninguna figura labrada. Lo que hay en esta cara son cuatro agujeros practicados en tiempos relativamente recientes para meter los clavos que sostenían un letrero de madera que estuvo colgado hasta hace unos treinta años sobre la puerta de esta construcción. Los vecinos de Camporramiro recuerdan que el letrero rezaba: «Aquí acaban los placeres y los gustos y empieza la carrera de los justos».

Otra obra similar fue descubierta en Chantada en el 2014

La estela fúnebre descubierta en Camporramiro, según indica Gonzalo Meijide, es un tipo de pieza arqueológica del que hay muy pocas muestras en Galicia. Estos relieves corresponden a la etapa final del período romano y presentan unos rasgos propios de un sencillo arte popular, muy alejado del refinamiento de la escultura clásica. Entre las escasas lápidas de esta clase que se conocen figura otra pieza que fue descubierta en el 2014 en otra localidad del municipio de Chantada. Se trata del lugar de Andemil, perteneciente a la parroquia de Vilaúxe. En este relieve también puede verse una representación muy sumaria de un rostro humano.

La estela de Andemil formó parte del muro de cierre de una finca particular y fue descubierta por la familia propietaria del terreno. Tras ser examinada y catalogada por los técnicos de la Dirección General del Patrimonio Cultural, la pieza fue depositada en el museo del castro de Viladonga a finales del mencionado año.

Otra pieza similar a la estela de Andemil -procedente de la localidad de Tines, en el municipio de Vimianzo- está guardada desde hace mucho tiempo en el museo arqueológico de A Coruña (derecha). Esta lápida, además de la representación de una cara humana, contiene una inscripción en latín que permitió a los investigadores deducir la época en que se fabricó. Según los arqueólogos, este relieve data de la segunda mitad del siglo IV y está probablemente relacionado con las comunidades cristianas que existieron en Galicia en ese período. A juicio de Meijide, es posible que las estelas descubiertas en Chantada tengan un origen parecido.

Fuente: lavozdegalicia.es | 9 de enero de 2019