Este taller de momificación del antiguo Egipto era un proveedor integral de servicios funerarios

En una tumba en las profundidades del desierto, el egiptólogo Ramadaan Hussein (izq.) y la especialista en momias Salima Ikram (dcha.) examinan el ataúd de una mujer a quien enterraron dentro de un sarcófago de caliza que pesaba más de siete toneladas. FOTOGRAFÍA DE LINA ZILINSKAITE, NATIONAL GEOGRAPHIC

Cuando se anunció en julio de 2018, el descubrimiento figuró en titulares de todo el mundo: un equipo de arqueólogos había desenterrado una «funeraria» del antiguo Egipto bajo las arenas de Saqqara, una vasta necrópolis ubicada a orillas del Nilo a menos de 30 kilómetros al sur de El Cairo.
En los dos años que han transcurrido desde entonces, un análisis minucioso de los restos y nuevos hallazgos en un pozo cercano lleno de tumbas han revelado mucha información sobre el negocio de la muerte en el antiguo Egipto. Durante siglos, la arqueología en la tierra de los faraones se ha centrado en descubrir las inscripciones y los objetos de las tumbas reales en lugar de los detalles de la vida cotidiana. Es probable que existieran talleres de momificación en las necrópolis de todo Egipto, pero generaciones de excavadores ansiosos por llegar a las tumbas subyacentes los han pasado por alto.

Esto ha cambiado gracias a los descubrimientos de Saqqara, donde se han desenterrado y documentado en detalle por primera vez las evidencias arqueológicas de una vasta industria funeraria.

Lugar del hallazgo, a los pies de la pirámide de Unas, en Saqara.

«Las evidencias que hemos descubierto demuestran que los embalsamadores tenían un buen sentido empresarial. Eran muy inteligentes a la hora de ofrecer alternativas», afirma Ramadan Hussein, egiptólogo de la Universidad de Tubinga, Alemania.

«¿Una máscara mortuoria de lujo elaborada con oro y plata es demasiado cara? Podrían haberle ofrecido el paquete «lámina de oro y yeso blanco», indica Hussein.
«¿No hay dinero suficiente para almacenar las vísceras en vasijas de lustroso alabastro egipcio? ¿Qué tal un conjunto de bonitas vasijas de arcilla pintada?»

«Hemos leído todo esto en los textos [antiguos], pero ahora podemos contextualizar el negocio de la muerte», afirma Hussein.

Ramadan Hussein echa un vistazo dentro de un sarcófago de piedra en busca de momias. El equipo descubrió más de 50. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Un descubrimiento inesperado

Hussein empezó a trabajar en Saqqara en 2016, cuando investigaba tumbas ocultas a gran profundidad que databan del 600 a.C. Los egiptólogos anteriores habían ignorado los profundos pozos para concentrarse en las tumbas de periodos más antiguos de la historia egipcia. Mientras exploraban un área examinada por última vez a finales del siglo XIX, Hussein y su equipo descubrieron un pozo lleno de arena y escombros excavado en el lecho de roca.

Tras retirar 42 toneladas de relleno, los arqueólogos llegaron al fondo de un pozo de 12 metros y descubrieron una cámara espaciosa de techos altos. También estaba hasta arriba de arena y rocas que tuvieron que sacar. Entre los escombros había miles de fragmentos de cerámica, cada uno de los cuales tuvieron que documentar y conservar detenidamente. La laboriosa excavación llevó meses.
Cuando acabaron de vaciar la cámara, el equipo descubrió con sorpresa que no había tumba. La sala tenía una zona elevada con una mesa y canales poco profundos tallados en el lecho de roca a lo largo de la base de una pared. En una esquina había un recipiente del tamaño de un barril lleno de carbón vegetal, ceniza y arena oscura. Un túnel más antiguo (que formaba parte de un laberinto de pasadizos tallados en la roca bajo Saqqara) movía el aire fresco por el espacio.

El yeso pintado decora el ataúd de madera de una mujer llamada Tadihor. Los jeroglíficos del yeso forman un hechizo del Libro de los Muertos que ayuda a los difuntos a sortear a los demonios del inframundo. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Según Hussein, las pistas apuntan a que la cámara había sido un taller de momificación que albergaba un quemador de incienso de potencia industrial, canales de drenaje para la sangre y un sistema de ventilación natural.

«Si practicabas la evisceración aquí abajo, habrías necesitado que el aire se moviera para deshacerte de los insectos. Quieres un movimiento constante del aire cuando manipulas cadáveres», explica Hussein.

Con poco margen de maniobra en una cámara funeraria claustrofóbica, los obreros usan gatos de acero e ingeniería para levantar la tapa de cinco toneladas de un sarcófago enorme. FOTOGRAFÍA DE BARNEY ROWE, NATIONAL GEOGRAPHIC.

En el último año, los expertos en cerámica han logrado recomponer los fragmentos y han reconstruido cientos de jarrones y recipientes pequeños, cada uno con una etiqueta inscrita.
«Cada recipiente lleva el nombre de la sustancia que contenía y los días del procedimiento de embalsamamiento en que se usaba. Las instrucciones estaban inscritas directamente sobre los objetos», indica Hussein.

Más de 2500 años de calor y humedad han pasado factura a la momia descompuesta, pero decenas de cuentas y otras pistas indican que formaba parte de la élite. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Los ritos sagrados y la cruda realidad

El descubrimiento ha sido una bendición para los académicos que estudian las prácticas funerarias del antiguo Egipto, ya que aporta una información valiosísima sobre los ritos sagrados (y la cruda realidad) de la momificación. Aunque el complejo proceso está documentado ampliamente en fuentes antiguas e incluso en representaciones artísticas en las paredes de las tumbas egipcias, ha sido difícil conseguir pruebas arqueológicas.

«Muy pocos talleres dedicados a este proceso se han excavado propiamente. Esto ha dado pie a una gran brecha en nuestro conocimiento», afirma Dietrich Raue (izquierda), conservador del Museo Egipcio de la Universidad de Leipzig.

Según Hussein, los hallazgos de Saqqara están salvando esa brecha: «Por primera vez, podemos hablar de la arqueología del embalsamamiento».
Para los antiguos egipcios, que creían que el cuerpo debía permanecer intacto para albergar el alma en la vida eterna, el embalsamamiento era una mezcla de un rito sagrado y un procedimiento médico. El proceso era un ritual planeado de forma muy minuciosa, con ritos y oraciones específicos realizados en los 70 días que se tardaban en convertir a una persona fallecida en una momia.


Recipientes 'canopos' hallados en la sala de embalsamamiento.

En primer lugar, se retiraban los órganos internos y se colocaban en recipientes que los arqueólogos denominan canopos. A continuación, secaban el cuerpo con sales especiales como natrón. Después ungían al difunto con aceites aromáticos y lo envolvían en vendas de lino. Entre los pliegues de la tela introducían amuletos y hechizos. Finalmente, sepultaban a la momia en una tumba llena de provisiones para el más allá, tan lujosas como pudiera permitirse el difunto.

Las grandes pirámides de los faraones y el oro resplandeciente de la tumba de Tutankamón nos recuerdan los extremos a los que llegaban los egipcios más ricos para asegurarse de pasar la eternidad con estilo. «Era una industria enorme», afirma Hussein.

Con todo, el viaje de la momia (ni el flujo de ingresos) no terminaba con el embalsamamiento y la sepultura. Además de servir como sacerdotes y sepultureros, los embalsamadores del antiguo Egipto también eran agentes inmobiliarios.

Un sacerdote llamado Ayput fue enterrado en un sarcófago de piedra tallado en forma de humano, un estilo denominado antropoide. El vendaje de la momia estaba cubierto de brea o resina, que le proporcionan este color oscuro. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Cuidados (y beneficios) perpetuos

Aunque los faraones y la élite egipcia eran momificados y enterrados en ataúdes con decoraciones elaboradas y tumbas espaciosas con ajuares funerarios, la investigación de Hussein pone de manifiesto que los sepultureros de la antigüedad ofrecían paquetes con descuento para cada bolsillo. En la jerga empresarial actual, estaban integrados verticalmente, ya que ofrecían varios servicios (como la evisceración de los cadáveres, entierros o el cuidado y mantenimiento de las almas de los difuntos) a cambio de un precio, por supuesto.

Solo a unos pasos del taller de momificación de Saqqara, los arqueólogos descubrieron un segundo pozo que descendía hasta un complejo de seis tumbas. Dentro de esas tumbas había más de 50 momias.


Un modelo digital creado con un escáner 3D revela el pozo principal que conduce hasta un complejo de cámaras funerarias. Las tumbas más prestigiosas estaban ubicadas en la parte más profunda, que estaba más cerca del inframundo. FOTOGRAFÍA DE SHADOW INDUSTRIES, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Los obreros usan un cabrestante con manivela para bajar las herramientas al taller de momias y las tumbas a 30 metros de profundidad. El complejo funerario se encontraba en una ubicación privilegiada en Saqqara, ya que se veía la pirámide escalonada de Zoser, uno de los monumentos más antiguos y sagrados de Egipto. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Las tumbas del fondo del pozo (a casi 30 metros bajo la superficie, donde los espacios son más caros por su proximidad al inframundo) eran particularmente elaboradas y caras. Había una mujer sepultada dentro de un sarcófago de piedra caliza que pesaba siete toneladas y media. En una cámara cercana había una mujer con la cara cubierta con una máscara de plata y oro, la primera máscara de este tipo hallada en Egipto en más de medio siglo (izquierda).

Para llegar al taller de momificación y las cámaras funerarias, los arqueólogos tuvieron que retirar 42 toneladas de arena y escombros de este pozo vertical de 30 metros excavado en el lecho de roca arenisca. FOTOGRAFÍA DE WILL CHURCHILL, NATIONAL GEOGRAPHIC

El complejo también albergaba a egipcios de clase media y clase trabajadora enterrados en ataúdes de madera sencillos o simplemente envueltos en lino y colocados en fosos de arena.
Mediante herramientas de cartografía tridimensional, Hussein pudo recomponer la disposición de las tumbas. Sus hallazgos confirman que los documentos en papiro hallados en Saqqara hace más de un siglo sugieren que los embalsamadores emprendedores acumulaban decenas de cadáveres en el pozo y después recogían el pago o intercambiaban parcelas de tierra a cambio del mantenimiento espiritual de cada momia.
La sociedad del antiguo Egipto incluía a toda una clase de sacerdotes dedicados a cuidar de los espíritus de los difuntos. Las tareas de su oficio incluían mantener las tumbas y rezar por los fallecidos que albergaban. Algunos tenían decenas de tumbas con cientos de momias en cada una.

«La gente debía llevar ofrendas semanales a los muertos para mantenerlos con vida. Los muertos son dinero. Eso es lo básico», explica Koen Donker van Heel (izquierda), egiptólogo de la Universidad de Leiden que ha pasado años estudiando los contratos legales que firmaban los sacerdotes con las familias de los difuntos.

Por primera vez, las evidencias arqueológicas confirman lo que hasta ahora se había deducido de las inscripciones y los documentos legales de hace milenios. Estos datos hacen que la excavación de Saqqara sea especial. Forma parte de un giro en la egiptología: los investigadores están analizando más los detalles que esclarecen las vidas de los egipcios comunes en lugar de centrarse en las tumbas más lujosas.

«Ramadan está consiguiendo muchísima información que se había perdido en el pasado. Había toda una infraestructura en la superficie que se retiró sin documentarse», afirma Raue, el conservador de Leipzig.

Los arqueólogos Maysa Rabeeh (izq.) y Mohammed Refaat (dcha.) examinan el ataúd de madera deteriorado de un sacerdote llamado Ayawet a quien enterraron con los brazos cruzados, una posición divina que normalmente se reservaba a los faraones. FOTOGRAFÍA DE PIERS LEIGH, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Eso quiere decir que el futuro nos depara muchos más descubrimientos como este si los excavadores tienen la paciencia suficiente para buscarlos. Mientras escrutaba informes de excavaciones pasadas, Hussein se percató de que el pozo que llevaba al taller de momificación estaba ubicado a menos de un metro de donde los excavadores franceses y egipcios dejaron de buscar en 1899. La arena había ocultado la cámara y su contenido.

«Quizá tengamos que volver a los sitios explorados en el siglo XIX y a principios del siglo XX y volver a excavarlos», señala Hussein.

La paleorradióloga Sahar Saleem (entre los dos técnicos) usa una unidad de rayos X para revelar los secretos que oculta el vendaje del sacerdote momificado Ayput. Su nombre es masculino, pero el tamaño y la forma de la pelvis de la momia, así como la redondez de su cráneo, sugieren a Saleem que el sacerdote podría ser en realidad una sacerdotisa. FOTOGRAFÍA DE BARNEY ROWE, NATIONAL GEOGRAPHIC.

Fuente: National Geographic | 4 de mayo de 2020

Simulaciones para estudiar la expansión de culturas neolíticas de la Amazonia

Distribución de los enclaves datados de cuatro culturas arqueológicas del Holoceno tardío en América del Sur tropical superpuesta a la distribución de las familias lingüísticas más grandes del continente.

Las expansiones de grupos humanos fueron comunes durante la prehistoria, tras la adopción de la agricultura. Entre otros factores, esto se debe al crecimiento poblacional de los agricultores, superior al de los cazadores-recolectores. Un ejemplo lo encontramos durante el periodo Neolítico, cuando la agricultura fue introducida en el continente europeo por migraciones procedentes de Oriente Próximo.

Sin embargo, en Sudamérica no estaba claro si habría pasado lo mismo, ya que se argumentaba que ningún grupo cultural se había expandido a través de distancias tan largas como en Europa o Asia. Además, se creía que el tipo de agricultura practicado por pueblos precolombinos en la Amazonia no permitiría que se expandieran a la misma velocidad.

Ahora, una investigación realizada por tres miembros del Grupo de Investigación Complexity and Socio-Ecological Dynamics (CaSEs) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona muestra que las expansiones de algunas culturas arqueológicas en Sudamérica se pueden simular de manera computacional a través de crecimiento poblacional y de migraciones, al igual que el Neolítico en Europa. Es el caso de la llamada cultura Saladoide-Barrancoide, que se extendió desde el río Orinoco hasta varios puntos de la Amazonia, y llegó incluso hasta el Caribe.

“El uso de simulaciones por ordenador para testear migraciones humanas en la prehistoria ha sido productivo en otros continentes, pero no había sido aplicado en la zona de los trópicos de Sudamérica” afirma Jonas Gregorio de Souza (izquierda), investigador de la UPF y coautor del trabajo que se publica en la revista PLOS ONE.

Según los resultados, explica de Souza, el equipo ha demostrado que “algunas expansiones culturales que han tenido lugar desde la Amazonia pueden haber resultado de procesos demográficos similares a los del Neolítico en Eurasia”.

Tasa de crecimiento poblacional

El estudio adoptó un abordaje computacional para simular expansiones humanas en la prehistoria. “Utilizamos parámetros derivados de la etnografía de pueblos agricultores en la Amazonia para simular la tasa de crecimiento poblacional, la fisión de las aldeas, hasta qué distancia se mueven y con qué frecuencia", afirman los autores. En base a estos parámetros, crearon un modelo de ordenador para simular expansiones desde diferentes puntos y fechas, y compararon los resultados con datos arqueológicos.
Los investigadores utilizaron fechas radiocarbónicas de diferentes culturas arqueológicas de gran extensión territorial en los últimos 5.000 años, que fueron comparadas con la predicción del modelo, para evaluar si el ritmo de su expansión territorial podría ser explicado como un fenómeno demográfico (y no de otra tipología, como por ejemplo la difusión cultural).

Distribución de las edades de radiocarbono para cada cultura arqueológica. Los primeros sitios y los cinco sitios con mayor r están marcados con contornos negros. Los sitios utilizados como posibles orígenes geográficos en las simulaciones están etiquetados.

Las culturas o tradiciones arqueológicas analizadas fueron la Saladoide-Barrancoide, la Arauquinoide, la Tupiguarani y las tradiciones estrechamente relacionadas Una, Itararé y Aratu. En la mayoría de regiones donde se instalaron, estas culturas introdujeron el cultivo de plantas domesticadas, marcaron la transición hacia asentamientos más permanentes y difundieron un modelo económico llamado agroforestal de policultivo.

Los autores, sin embargo, advierten que algunas expansiones no pudieron ser predichas por las simulaciones, lo que sugiere que fueron motivadas por otros factores.
"Si bien algunas expansiones arqueológicas se pueden predecir, a través de las simulaciones, como procesos demográficos, otras no son fácilmente explicables de la misma manera. Este hecho se debe posiblemente a diferentes procesos que impulsan su dispersión, como la difusión cultural, o porque los datos arqueológicos son problemáticos o insuficientes", concluyen.

Fuente: agenciasinc.es | 30 de abril de 2020

El castro de Las Labradas (Zamora) ¿La auténtica Lancia astur?

Foto: Entrada al castro de Las Labradas

La noticia saltó cuando cinco investigadores cántabros y leoneses difundieron el hallazgo de evidencias arqueológicas del asedio romano al castro de Las Labradas en Arrabalde (Zamora). La importancia del descubrimiento va más lejos, porque, con la ayuda de una técnica de teledicción óptica concluyen que el oppidum (lugar elevado con defensas naturales reforzadas por el hombre) se extendía entre Las Labradas y El Marrón, entre Arrabalde y Villaferrueña, ocupando 40 hectáreas. Tal es la envergadura del asentamiento y de tal calibre fue el asedio que el descubrimiento reabre el debate sobre la verdadera localización de Lancia, la gran ciudad astur de la que hablaron Ptolomeo, Plinio el Viejo, Floro, Dion Casio y Orosio.

¿Estuvo la Lancia astur en el asentamiento leonés de Villasariego, o en Las Labradas-El Marrón? Les hemos preguntado a los cinco investigadores sobre su opinión y su respuesta es sencilla: con este hallazgo la localización de Las Labradas-El Marrón ha ganado puntos. Lo que dejan claro sobre todo es que el castro celta de Arrabalde y Villaferrueña es un yacimiento potencial prácticamente intacto que podría aportar información valiosa y ser un verdadero revulsivo económico para la zona.
Los investigadores han localizado dos establecimientos militares romanos de campaña junto al castro de Las Labradas (Arrabalde), muy probablemente relacionados con el asedio y conquista del importante oppidum astur durante la primera fase de las campañas de Augusto contra cántabros y astures, en el año 25 a.C.

Los dos recintos fueron identificados en noviembre de 2018 mediante el procesado de datos LiDAR disponibles en la web del Instituto Geográfico Nacional. El LiDAR es una técnica de teledetección óptica que permite obtener modelos digitales del relieve y que se emplea en la prospección arqueológica. Los hallazgos fueron comunicados inmediatamente al Servicio de Patrimonio Cultural de la Junta de Castilla y León, y a su delegación territorial en Zamora, y es ahora cuando se dan a conocer.

Castro de Las Labradas con un indicador que explica la ubicación de la muralla oriental.| J. A. G.

El más grande de los recintos romanos ocupa casi toda la cima del alto de La Mina, en el municipio de Villaferrueña, y se localiza unos 750 m al este de las defensas más orientales del castro de Las Labradas, situadas en la zona conocida como El Marrón. Tiene casi 6 hectáreas de superficie, planta irregular adaptada al terreno abrupto sobre el que se levanta y capacidad para alojar a más de media legión, unos 3.000 hombres. Sus defensas consisten en un terraplén de tierra y piedras -los romanos lo llamaban agger- que se combina con los afloramientos rocosos y cortados naturales y presenta una puerta en clavícula interna en su lado occidental. Las puertas en clavícula, que obligaban a los atacantes a dejar al descubierto su lado desprotegido, en el que portaban el arma y no el escudo, son exclusivas de los campamentos romanos y su presencia sirve para identificar este tipo de yacimientos arqueológicos con un alto grado de fiabilidad. El tamaño y las características del campamento de La Mina permiten suponer para él una función principal dentro del asedio.

El otro recinto, de alrededor de 1 hectárea, se localiza a apenas 200 m en línea recta de la muralla indígena, sobre una cresta rocosa cuyas defensas naturales se complementan con un doble agger a base de piedras, ya en terrenos del término municipal de Arrabalde. Por su situación avanzada y su reducida superficie puede interpretarse como un castellum o pequeño campamento, uno de los varios que formarían parte, junto a los principales, del dispositivo de cerco al oppidum astur. Su función pudo consistir en hostigar a los defensores con catapultas, escorpiones y otra artillería de torsión, tal y como ha sido documentado en otros conjuntos similares de época romana.

Aunque el entorno del castro se encuentra muy alterado por repoblaciones forestales y por la instalación de un parque eólico, los investigadores creen que el dispositivo de asedio tuvo que contar con varios campamentos más, situados en torno al oppidum indígena, cuya localización es desconocida hasta la fecha. Confían en que futuras prospecciones sistemáticas sobre el terreno permitan realizar nuevos hallazgos.

Vista de Arrabalde desde los riscos del castro.| J. A. G.

El yacimiento de Las Labradas es conocido por el hallazgo en su interior de dos importantes ocultamientos de joyas astures -y algunas monedas- de oro y plata, los conocidos como primer y segundo tesoro de Arrabalde. Desde su descubrimiento, en los años 80 del siglo XX, se ha dado por hecha la relación entre el enterramiento de estos dos conjuntos de orfebrería prerromana y la conquista romana del asentamiento indígena. Sin embargo, hasta ahora, la presencia legionaria en la zona se limitaba a algunos objetos documentados en el interior del oppidum y al cercano campamento estable de Petavonium (Rosinos de Vidriales). Este recinto, situado a más de 7 kilómetros al suroeste, está demasiado lejos como para haber tenido algún tipo de participación en la expugnación del castro, aunque en ocasiones se le haya supuesto una función de ese tipo.

Ahora, con el hallazgo de estos dos recintos comienza a aclararse la forma en que las legiones de Augusto tomaron el castro de Las Labradas, al tiempo que se contextualizan mejor los ocultamientos de joyas indígenas, en el marco de un asedio en toda regla y del que se empiezan a vislumbrar sus verdaderas e importantes dimensiones.

Tanto el descubrimiento como sus implicaciones históricas son objeto de un trabajo de investigación que verá la luz en el próximo número de la revista Estudios Humanísticos, editada por la Universidad de León. En ese trabajo, firmado por los responsables del hallazgo -J. A. Hierro Gárate, E. Gutiérrez Cuenca y R. Bolado del Castillo, del colectivo AGGER; E. Peralta Labrador, del Proyecto Guerras Cántabras; y J. M. Vidal Encinas, de la Junta de Castilla y León- se estudian con detalle los dos campamentos, así como otras posibles evidencias del asedio. También se certifica que Las Labradas y El Marrón forman un único yacimiento, configurando un gran oppidum astur de más de 40 hectáreas de superficie y con un aparato de murallas de dimensiones y características únicas hasta la fecha en el territorio ocupado por ese pueblo prerromano. Y, finalmente, se introducen nuevos elementos para la discusión académica sobre la localización de la Lancia tomada por Publio Carisio durante su campaña contra los astures del año 25 a.C., tradicionalmente situada en Villasabariego (León), pero que algunos autores proponen identificarcon el castro de Las Labradas.

El circuito propuesto dentro del asentamiento astur de Las Labradas.| J. A. G.

Los investigadores creen que que el relativamente reciente debate sobre la ubicación de Lancia está abierto en estos momentos y que tanto la ubicación tradicional en Villasabariego (León) como la alternativa en Las Labradas "cuentan con argumentos arqueológicos e históricos que permiten su defensa".

A su juicio, el hecho de que Las Labradas-El Marrón constituya un gran oppidum de unas 40 hectáreas, con unos muy potentes aparatos de murallas indígenas y que sufrió un asedio y fue tomado por los romanos hace que la opción de la Lancia zamorana gane puntos, indudablemente. "Al yacimiento leonés le faltan, precisamente, estas dos cosas, que no han sido documentadas de forma sólida hasta la fecha. Sin embargo, éste cuenta con el apoyo de la toponimia y las fuentes escritas antiguas y medievales y tiene una característica de la Lancia astur que, también de momento, no parece existir en Las Labradas: una ciudad romana de entidad", agregan.

De cualquier modo, sostienen que solo una profunda investigación arqueológica en Las Labradas podrá arrojar luz y aclarar las dudas. "La situación de ambos yacimientos no resiste la comparación, porque mientras en Villasabariego hay un proyecto de investigación con décadas de recorrido, financiación y continuidad garantizada, las excavaciones en Las Labradas han sido escasas, esporádicas y sin un gran proyecto de investigación que las enmarque", precisan.

La muralla de acceso al castro visto desde la pendiente lateral.| J. A. G.

Por este motivo consideran que "estos hallazgos pueden servir como un revulsivo en la zona y suponer un punto de inflexión en la historia del yacimiento, contribuyendo a que se le haga justicia desde el punto de vista arqueológico y se intervenga en él con medios, financiación y un proyecto sólido y a medio-largo plazo". "Más allá de si se trata de Lancia o no, estamos ante un gran yacimiento de la II Edad del Hierro que ve truncada su vida con la conquista romana del territorio astur y que puede enseñarnos mucho acerca de la vida antes de Roma y de cómo se produjo su integración en el por entonces naciente imperio", añaden.

"La importancia del hallazgo arqueológico radica en que sirven para contextualizar los importantes ocultamientos de joyas indígenas que han dado fama al lugar desde su hallazgo en los años 80 del siglo XX", explican los investigadores.

"Siempre se había dado por hecho que los 'tesoros' fueron enterrados durante las guerras con Roma, concretamente durante el asedio al castro, pero hasta ahora no se habían identificado evidencias materiales de ese asedio; aunque ha llegado a plantearse que se hizo desde el campamento de Petavonio, que era estable y no de campaña, está muy alejado para ese fin y probablemente sea posterior al final de la guerra".


La impresionante vista del valle del Tera y del sur de Vidriales desde el asentamiento.| J. A. G

Jose Ángel Hierro Eduardo Peralta, Julio Manuel Vidal, Enrique Gutiérrez y Rafael Bolado, creen que El Marrón era una ampliación del oppidum de Las Labradas, no un castellum romano. Ahora, con la identificación de estos dos recintos y de otras evidencias indirectas o más dudosas, como las dobles murallas interiores, el posible agger del Camino de las Vacas y algunos otros restos al oeste del castro, "parece confirmarse que ese asedio existió y comienza a apreciarse cuáles fueron sus características: un cerco con campamentos y 'castella' alrededor del castro astur (como, por otra parte, era la norma en esos momentos por parte de las legiones y ya se ha documentado en otras zonas de la Península, como en el territorio de los cántabros, por ejemplo). Eso nos permite subir de escala y mencionar un tercer motivo por el que los resultados de esta investigación son importantes, en este caso para el estudio de las guerras de conquista del norte peninsular por Roma: porque están certificando que en el territorio de los astures el proceso de conquista fue similar al documentado en Cantabria".

El hallazgo lleva a creer también a los investigadores que si su interpretación es correcta, la identificación de las murallas dobles de El Marrón, con sus características formas triangulares o de media luna, "nos está indicando que los conocimientos poliorcéticos de los astures de esta zona eran muy elevados y les permitían adoptar soluciones defensivas complejas y propias del mundo grecorromano, algo que nos indica una sofisticación mucho mayor en ese aspecto de lo que tradicionalmente se les ha supuesto".

Fuente: laopiniondezamora.es | 2 de mayo de 2020

Evidencia de colonización humana de las islas más allá de la 'Línea de Wallace' (Indonesia) durante el Pleistoceno tardío

Mapas que muestran la ubicación de los sitios estudiados dentro de Wallacea: Asitau Kuru, Lene Hara, Matja Kuru 1 y 2 (Timor), Makpan y Tron Bon Lei (Alor).

Un nuevo artículo publicado en Nature Communications ha aplicado el análisis de isótopos estables a una colección de dientes humanos fósiles de las islas de Timor y Alor, en Wallacea, a fin de estudiar las adaptaciones ecológicas de los primeros miembros de nuestra especie al llegar a esta parte aislada del mundo. Debido a que las islas de Wallacea se consideran entornos extremos y de escasos recursos, los arqueólogos siempre han supuesto que estos primeros navegantes se habrían movido de modo rápido a través de esta región sin establecer comunidades permanentes. Sin embargo, hasta ahora esto ha sido difícil de probar.

El estudio, dirigido por científicos del Departamento de Arqueología del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI SHH), en Alemania junto con colegas de la Universidad Nacional de Australia y la Universitas Gadjah Mada, en Indonesia, ha utilizado la metodología isotópica, las cual revela los recursos consumidos por estos humanos durante el período de formación de sus dientes. Así, han podido demostrar que el fósil humano más antiguo encontrado hasta ahora en la región, que data de hace unos 42.000-39.000 años, dependía de los recursos costeros. Sin embargo, desde hace 20.000 años, tales humanos muestran que tenían una dependencia cada vez mayor de los ambientes derivados de los bosques tropicales, lejos de las costas de las islas. Los resultados apoyan la idea de que una característica distintiva del Homo sapiens es su alta flexibilidad ecológica, especialmente cuando se compara con otros homínidos conocidos en la misma región.

Excavaciones en la isla Alor, en el enclave de Makpan. Crédito: Sue O'Connor

Adaptaciones de homínidos del Pleistoceno en el sudeste asiático
Durante las últimas dos décadas, las evidencias arqueológicas halladas en desiertos, entornos de gran altitud, selvas tropicales y hábitats marítimos, parecen sugerir cada vez más que los humanos del Pleistoceno tardío se adaptaron rápidamente a una serie de entornos extremos. Por el contrario, nuestros parientes homínidos más cercanos, como el Homo erectus y los neandertales, aparentemente se movieron en entornos de bosques y praderas, aunque en lugares tan distantes como el Levante, Siberia y Java. Sin embargo, esta aparente distinción necesita ser probada, especialmente porque se han encontrado en la meseta tibetana, de gran altitud, hallazgos de un homínidos estrechamente relacionado, los denisovanos.

Tal como dice uno de los autores del nuevo artículo, Sue O'Connor (izquierda), de la Universidad Nacional de Australia: "Las islas más allá de la Línea de Wallace son lugares ideales para probar las diferencias adaptativas entre nuestra especie y otros homínidos. Estas islas nunca se conectaron al sudeste continental de Asia durante el Pleistoceno, y se ha asegurado que los homínidos tuvieron que cruzar los espacios marítimos para poder alcanzarlo".
Los entornos de bosques tropicales como los de Wallacea a menudo se han considerado barreras para la expansión humana y están muy lejos de las amplias 'sabanas', con abundancia de mamíferos medianos y grandes, en los que se cree que los homínidos se han desarrollado.

Restos esqueléticos y anzuelos junto a los mismos hallados por la profesora Sue O'Oconnor en la isla indonesia de Alor, al noroeste de Timor Oriental.

Los fósiles y las herramientas de piedra muestran que los homínidos arribaron a las islas de Wallacea hace al menos un millón de años, incluido el famoso Hobbit, u Homo floresiensis, en la isla de Flores (Indonesia). Cuando nuestra propia especie llegó hace 45.000 años (o tal vez antes), se cree que desarrolló rápidamente el uso especializado de hábitats marinos, como lo demuestra uno de los anzuelos más antiguos del mundo encontrado en la región. Sin embargo, como dice el coautor de la Universidad Nacional de Australia, Ceri Shipton (derecha), "el alcance de esta adaptación marítima ha sido muy debatido y difícil de probar mediante sólo instantáneas basadas en restos de animales, a menudo mal conservados".


Este anzuelo, realizado en concha, se recuperó en el sitio de Lene Hara (Timor Oriental) y data de hace 11.000 años. Un ejemplo anterior y menos completo se recuperó de Asitau Kuru (también en Timor Oriental), lo que indica una temprana especialización marina por parte de los humanos que llegaron a las islas de Wallacea. Crédito: Sue O'Connor.

Análisis de isótopos estables y humanos del Pleistoceno tardío

Este nuevo artículo de investigación ha utilizado, pues, isótopos estables de carbono medidos a partir de dientes humanos fósiles para reconstruir directamente las dietas de poblaciones pasadas en el largo plazo. Y aunque este método se ha utilizado para estudiar las dietas y los entornos de los homínidos africanos durante casi medio siglo, hasta ahora apenas se ha aplicado a los primeros miembros de nuestra propia especie que se expandieron dentro y más allá de África. En consecuencia, tTeniendo en cuenta el principio "eres lo que comes", los investigadores analizaron el esmalte de los dientes de 26 individuos que datan entre 42.000 y 1.000 años atrás, a fin de explorar los tipos de recursos alimenticios que consumieron durante la formación de sus piezas dentales.

El trabajo publicado muestra que el fósil humano más antiguo disponible en la región, excavado en el sitio de Asitau Kuru, en Timor, dependía de los recursos marinos, lo que sugiere una buena adaptación y colonización de las zonas costeras. "Esto encaja con nuestros modelos existentes sobre los rápidos movimientos humanos a través de Wallacea en camino hacia Australia", dice la coautora Shimona Kealy (izquierda), de la Universidad Nacional de Australia.

No obstante, desde hace unos 20.000 años, las dietas humanas parecen haber cambiado hacia los recursos más pobres de los bosques de las islas. Aunque algunos individuos mantuvieron la explotación de los hábitats costeros, la mayoría aparentemente comenzó a adaptar su dieta a pequeños mamíferos y plantas forestales tropicales de la región.

Excavaciones llevadas a cabo por el equipo de la Universidad Nacional de Australia.


Como dice la coautor Mahirta (derecha), de Universitas Gadjah Mada, "los recursos costeros como los mariscos y los peces de arrecife eran fáciles de explotar y estaban disponibles durante todo el año; sin embargo, las crecientes poblaciones humanas probablemente obligaron a los primeros ocupantes de las islas a buscar tierra adentro otros recursos".

Una especie definida por la flexibilidad

Este estudio proporciona las primeras ideas directas sobre las adaptaciones de nuestra propia especie, ya que se estableció en una serie de desafiantes entornos insulares en Wallacea. "Las primeras poblaciones humanas aquí, y en otros lugares, no solo podían desarrollarse con éxito en la enorme variedad de ambientes del Plesistoceno, a menudo extremos, sino que también podían especializarse en los mismos durante sustanciales períodos de tiempo. Como resultado de ello, incluso si algunas poblaciones locales fracasaban, la especie en su conjunto llegó a ser tremendamente prolífica", sugiere Patrick Roberts (izquierda), autor principal del estudio y líder de grupo en MPI SHH.
A medida que las densas selvas tropicales reemplazaban los patizales y los bosques mixtos, otros homínidos del sudeste asiático se extinguieron. Por el contrario, la flexibilidad ecológica, respaldada por tecnologías únicas y la capacidad para las relaciones sociales y el simbolismo, parecen haber llevado al Homo sapiens a superar las fluctuaciones climáticas del Pleistoceno tardío.

Vista al mar desde Tron Bon Lei, Alor (Indonesia). Fotografía tomada por Sue O'Connor.

Los autores reconocen que se necesita más trabajo para probar de manera concluyente la distinción ecológica entre las distintas especies de homínidos. El descubrimiento de poblaciones denisovanas en los ambientes tropicales de Asia, o la aplicación de este enfoque isotópico a otros homínidos en los trópicos, aún podría mostrar que el Homo sapiens no era tan excepcional. Con todo, por ahora parece que fue nuestra especie la que mejor pudo adaptarse a la variedad de ambientes de todo el planeta, lo que le permitió quedar como el último homínido en pie al final del Pleistoceno.

Fuentes: phys.org | Max Planck Institute | Universidad Nacional de Australia | 29 de abril de 2020

Los cráneos deformados de Hungría que explican el final del Imperio Romano

Cráneo artificialmente deformado de una mujer adulta. La unión permanente durante la infancia provocó el alargamiento de la caja cerebral y las depresiones en el hueso. Crédito: Balázs G. Mende. Centro de Investigación de Humanidades, Academia Húngara de Ciencias, Budapest, Hungría.

La grandeza del Imperio Romano se iba al traste y la inestabilidad política amenazaba sus fronteras. Los ‘bárbaros’, extranjeros que no hablaban lenguas civilizadas como el latín o el griego, invadieron grandes regiones dominadas hasta entonces por el poder de Roma. Godos, francos, suevos, anglos, sajones, vándalos, frisones, alanos o alamanes no solo cambiaron las límites territoriales, sino que también modificaron la vida cotidiana de muchas personas durante el siglo V d. C.

Los arqueólogos del Institute of Archaeological Science de Budapest llevan años analizando los restos humanos de las 96 tumbas del cementerio de Mözs-Icsei dűlő, cerca de la ciudad húngara de Szekszárd y excavado por primera vez en 1961. Sus estudios han permitido conocer cómo cambiaron las tradiciones romanas tardías y fueron apareciendo nuevas costumbres hasta que ambas se acabaron “fusionando en nuevas expresiones culturales”, según explican en un estudio publicado en la revista Plos ONE .

Parte superior del cuerpo de la tumba 43 durante la excavación. La niña tenía un cráneo deformado artificialmente, y fue colocada en una tumba con un nicho lateral y ricamente equipada con un collar, aretes, un peine y cuentas de vidrio. La niña pertenecía a un grupo de personas de origen no local y hábitos alimenticios similares, que parecían haber llegado al sitio unos 10 años después de su establecimiento. Crédito: Museo Wosinsky Mór, Szekszárd, Hungría.

“La Cuenca de los Cárpatos es un área privilegiada para investigar estos cambios históricos tanto en la población como en los asentamientos. Los datos obtenidos muestran que la mayoría de los miembros de la generación fundadora del sitio exhibieron prácticas funerarias de tradiciones antiguas tardías, a pesar de que sus lugares de origen y hábitos alimenticios eran heterogéneos”, escriben los autores del artículo.

Foto: Este entierro revestido de ladrillos representa tradiciones antiguas tardías, que prevalecieron entre la supuesta generación fundadora del cementerio (Plos One)

Los trabajos en el laboratorio han revelado, sin embargo, que en esa zona de Hungría residió también una comunidad de ‘bárbaros’ que llegaron al lugar unas décadas después de la generación fundadora “y siguieron principalmente tradiciones extranjeras”. La principal característica de estos pueblos, según explican los investigadores, era “la modificación artificial del cráneo”.

Esos pueblos inmigrantes, que se acostumbra a vincular a los nómadas hunos y que llegaban de los actuales territorios de Rumanía, Bulgaria y el norte de Grecia, tenían por costumbre deformar los huesos propios de las cabezas de sus bebés.

En una tradición que probablemente se remonta a la era del Paleolítico y ha persistido hasta los tiempos modernos, los padres envolvían las cabezas de sus recién nacidos con vendajes durante unos meses para lograr la forma deseada de la cabeza. Esta práctica se extendió por Asia central en el siglo II a. C., se expandió por Europa alrededor de los siglos II y III d. C. y era cada vez más popular en Europa central en la primera mitad del siglo V después de Cristo, indican los especialistas.
Los investigadores analizaron 51 cráneos alargados de Mözs, que hace 1.500 años formaba parte de la provincia romana de Panonia Valeria, que se extendía a lo largo del río Danubio desde Altinum (la actual Mohács) hasta Brigetio (Komárom). Los restos fueron extraídos de diferentes tumbas que representaban tres generaciones distintas que fueron sepultadas desde el 430 hasta el 470 d. C., cuando el cementerio fue abandonado.
Foto: Distintos tipos de deformaciones craneales encontradas en el cementerio de Mözs (Plos One)

Los hunos acabaron llegando a Panonia a principios del segundo tercio del siglo V. Los romanos ya habían abandonado el territorio en el 433, lo que provocó que disminuyera la población -muchas personas huyeron a las provincias romanas occidentales en busca de protección- y cambiaran drásticamente los tipos de asentamientos y los roles políticos, sociales y económicos. Con el tiempo, aprovechando las disputas internas entre los hunos, aparecieron en la región otros pueblos como los godos, suevos, rugios, alanos…

Los entierros más antiguos analizados por los arqueólogos húngaros tienen un marcado estilo romano, los segundos muestran una tradición que se originó fuera de las fronteras del Imperio y, los más recientes, combina prácticas funerarias que mezclan ambas culturas. Lo sorprendente es que había cráneos alargados en los tres grupos.

La práctica fue in crescendo. Del 32% de los restos iniciales al 65 y 70 por ciento de las dos siguientes fases. “Las variaciones en la ubicación y dirección de las ranuras en los cráneos sugieren que se utilizaron diferentes técnicas”, señalan los arqueólogos. Encontrar personas de diferentes orígenes mezcladas en un mismo cementerio sugiere que las distintas comunidades vivían juntas y que compartieron costumbres en los últimos días del Imperio Romano.

Fuentes: lavanguardia.com | phys.org | 1 de mayo de 2020

La expedición española en el yacimiento egipcio de Oxirrinco halla restos de 65 momias y objetos funerarios

Distribución de los enclaves datados de cuatro culturas arqueológicas del Holoceno tardío en América del Sur tropical superpuesta a la distribución de las familias lingüísticas más grandes del continente.

Las expansiones de grupos humanos fueron comunes durante la prehistoria, tras la adopción de la agricultura. Entre otros factores, esto se debe al crecimiento poblacional de los agricultores, superior al de los cazadores-recolectores. Un ejemplo lo encontramos durante el periodo Neolítico, cuando la agricultura fue introducida en el continente europeo por migraciones procedentes de Oriente Próximo.

Sin embargo, en Sudamérica no estaba claro si habría pasado lo mismo, ya que se argumentaba que ningún grupo cultural se había expandido a través de distancias tan largas como en Europa o Asia. Además, se creía que el tipo de agricultura practicado por pueblos precolombinos en la Amazonia no permitiría que se expandieran a la misma velocidad.

Ahora, una investigación realizada por tres miembros del Grupo de Investigación Complexity and Socio-Ecological Dynamics (CaSEs) de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona muestra que las expansiones de algunas culturas arqueológicas en Sudamérica se pueden simular de manera computacional a través de crecimiento poblacional y de migraciones, al igual que el Neolítico en Europa. Es el caso de la llamada cultura Saladoide-Barrancoide, que se extendió desde el río Orinoco hasta varios puntos de la Amazonia, y llegó incluso hasta el Caribe.

“El uso de simulaciones por ordenador para testear migraciones humanas en la prehistoria ha sido productivo en otros continentes, pero no había sido aplicado en la zona de los trópicos de Sudamérica” afirma Jonas Gregorio de Souza (izquierda), investigador de la UPF y coautor del trabajo que se publica en la revista PLOS ONE.

Según los resultados, explica de Souza, el equipo ha demostrado que “algunas expansiones culturales que han tenido lugar desde la Amazonia pueden haber resultado de procesos demográficos similares a los del Neolítico en Eurasia”.

Tasa de crecimiento poblacional

El estudio adoptó un abordaje computacional para simular expansiones humanas en la prehistoria. “Utilizamos parámetros derivados de la etnografía de pueblos agricultores en la Amazonia para simular la tasa de crecimiento poblacional, la fisión de las aldeas, hasta qué distancia se mueven y con qué frecuencia", afirman los autores. En base a estos parámetros, crearon un modelo de ordenador para simular expansiones desde diferentes puntos y fechas, y compararon los resultados con datos arqueológicos.
Los investigadores utilizaron fechas radiocarbónicas de diferentes culturas arqueológicas de gran extensión territorial en los últimos 5.000 años, que fueron comparadas con la predicción del modelo, para evaluar si el ritmo de su expansión territorial podría ser explicado como un fenómeno demográfico (y no de otra tipología, como por ejemplo la difusión cultural).

Distribución de las edades de radiocarbono para cada cultura arqueológica. Los primeros sitios y los cinco sitios con mayor r están marcados con contornos negros. Los sitios utilizados como posibles orígenes geográficos en las simulaciones están etiquetados.

Las culturas o tradiciones arqueológicas analizadas fueron la Saladoide-Barrancoide, la Arauquinoide, la Tupiguarani y las tradiciones estrechamente relacionadas Una, Itararé y Aratu. En la mayoría de regiones donde se instalaron, estas culturas introdujeron el cultivo de plantas domesticadas, marcaron la transición hacia asentamientos más permanentes y difundieron un modelo económico llamado agroforestal de policultivo.

Los autores, sin embargo, advierten que algunas expansiones no pudieron ser predichas por las simulaciones, lo que sugiere que fueron motivadas por otros factores.

"Si bien algunas expansiones arqueológicas se pueden predecir, a través de las simulaciones, como procesos demográficos, otras no son fácilmente explicables de la misma manera. Este hecho se debe posiblemente a diferentes procesos que impulsan su dispersión, como la difusión cultural, o porque los datos arqueológicos son problemáticos o insuficientes", concluyen.

Fuente: agenciasinc.es | 30 de abril de 2020