Descubren en el sur de Suecia restos de un perro de más de 8.400 años de antigüedad enterrado junto a hombre de la Edad de Piedra

Restos del perro hallado en el yacimiento de Ljungaviken cerca de la localidad de Sölvesborg, en el sur de Suecia.

Enterrado a un costado de un hombre de la Edad de Piedra, un grupo de arqueólogos encontraron los restos de un perro de hace más de 8.400 años en unas excavaciones realizadas en Ljungaviken cerca de la localidad de Sölvesborg, en el sur de Suecia, de acuerdo a lo informado el jueves pasado por el Museo Blekinge.

Los arqueólogos indicaron que en la tumba de la Edad de Piedra también encontraron varios artilugios funerarios, objetos con valor material o sentimental que se colocaban con los muertos en sus sepulturas.

"Los restos del perro están bien conservados y el hecho de que esté enterrado en medio de un asentamiento de la Edad de Piedra es único. Constituye uno de los hallazgos de tumbas de perros más antiguos del país", aseguró Ola Magnell (izquierda), osteólogo del Museo Blekinge.

"Es difícil decir qué tipo de perro era. En la actualidad, no hay ninguna raza con la que realmente se le pueda comparar, pero se parecería mucho a un galgo más poderoso", agrega.

El director del proyecto del Museo de Blekinge, Carl Persson, explicó que el yacimiento, que antiguamente estuvo habitado por cazadores-recolectores, quedó cubierto bajo una capa de lodo provocada por un repentino y violento aumento del nivel del mar.

Carl Persson informando a la prensa de los hallazgos que se están realizando en el yacimiento de Ljungaviken.

Tal situación, agregó, permitió que grandes cantidades de pedernal, chimeneas y restos de 51 estructuras de casas se hayan conservado en buen estado.

"Un hallazgo como este te hace sentir aún más cerca de las personas que vivían aquí. Que un perro haya sido enterrado muestra de alguna manera lo similares que somos a través de los milenios en cuanto a los sentimientos como la pena y la pérdida", señaló.

Panorámica del yacimiento de Ljungaviken cerca de la localidad de Sölvesborg, en el sur de Suecia.

El investigador subrayó que este tipo de descubrimientos representa un mayor acercamiento a las personas que habitaron el lugar en el pasado.

Añadió que una vez concluyan los trabajos de investigación, que se han extendido debido a la gran cantidad de hallazgos, se planea que encima de los terrenos que ocupa el sitio arqueológico se construya un área residencial.

"Hallazgo único"

Christoffer Sandahl (izquierda), director de las colecciones del Museo Blekinge, está abrumado por el gran interés que ha suscitado en los medios informativos el descubrimiento de los restos del perro.

"Es absolutamente fantástico. Sabíamos que este era un hallazgo especial y único. Pero es increíble que nos pongan en el mapa de esta manera con este proyecto. He visto una selección de los medios internacionales que lo recogieron, pero han sido muchos", dice Christoffer Sandahl.

"Increíblemente frágil"

Después de más de 8.400 años en su tumba, los restos del perro han sido levantados del suelo para ser trasladados al Museo Blekinge, en Karlskrona, para su estudio.

"El esqueleto es extremadamente sensible y frágil y los hueos de las piernas muy quebradizos. Se ha levantado cuidadosamente junto con la tierra y la arena del entorno circundante en una caja de metal. Es estupendo que haya ido todo tan bien", dice Christoffer Sandal.

Foto: La tumba del perro se levantó del suelo con la ayuda de una caja de metal especialmente construida al efecto. Foto: Museo Christoffer Sandahl / Blekinge.

Dar más respuestas

Ahora continuarán las investigaciones del hallazgo. El resultado dará más respuestas a lo que era un perro que vivía en una sociedad de la Edad de Piedra en el Sölvesborg actual y que después de su muerte obtuvo un enterramiento que se ha conservado a lo largo de los milenios.

"Espero que los análisis de ADN puedan dar más información sobre los restos del perro hallado", concluye Christoffer Sandahl.

Ver vídeo sobre el hallazgo en este enlace.

Fuentes: elimparcial.com | blekingemuseum.se | svt.es | svt.es 1 | 25 de septiembre de 2020

Los trabajos del MARQ en el yacimiento de Cabezo del Molino descubren un ‘complejo industrial’ del periodo ibérico

Restos hallados en el yacimiento rojaleño

La tercera campaña de excavaciones del MARQ en el yacimiento del Cabezo del Molino, en Rojales (Alicante) , ha concluido con el hallazgo de varios hornos ibéricos que podrían evidenciar la existencia de un importante complejo industrial datado entre los siglos IV y III a.C.

Tres semanas de trabajos de campo en la sierra de la Bernarda han permitido añadir una nueva fase de ocupación, inédita hasta hoy, a la compleja secuencia arqueológica del yacimiento ya conocida. Los hornos documentados han sido hallados en el mismo lugar en el que cerca de mil años después se instalaría la ya conocida necrópolis de época bizantina.

Además, el hallazgo pone de manifiesto la importancia estratégica que tuvieron en la Antigüedad las lomas y cerros más cercanos a los ríos, en este caso al Segura, al ser éstos puntos clave, no solo por su alta capacidad productiva, sino por haber constituido también vías de comunicación fluvial a través de las cuales los asentamientos más cercanos accedían a materias primas tan poco comunes en su entorno como el plomo.

Los trabajos, que también han continuado su labor de investigación en relación a la populosa necrópolis que desde 2018 está en proceso de excavación, ha sido codirigidos por Mª Teresa Ximénez de Embún y Juan Antonio López Padilla.

Foto

La vicepresidenta y diputada de Cultura, Julia Parra, ha felicitado a todo el equipo “por los descubrimientos en este yacimiento incluido en el Plan de Excavaciones del Museo Arqueológico Provincial que impulsa la Diputación de Alicante y en el que se ha invertido ya un total de 38.000 euros para la investigación del conjunto arqueológico”.

La rigurosa documentación arqueológica de este tipo de contextos funerarios le ha valido al MARQ el liderazgo de un proyecto europeo relacionado con el estudio de los procesos migratorios y la movilidad de personas durante el final del mundo tardío y la Alta Edad Media. E

l proyecto, denominado Population dynamics of Late Roman and Medieval in Alicante del que son responsables el director del museo alicantino, Manuel Olcina, Mª Teresa Ximénez de Embún, de Fundación CV-MARQ, y el doctor Johannes Krause del Instituto Max Plank de Jena (Alemania), pone el foco de atención en la caracterización genética de poblaciones, a través de la reconstrucción de los genotipos de ochenta individuos localizados en varias necrópolis de la provincia de Alicante, entre las que destacan el propio Cabezo del Molino o la Maqbara islámica del Tossal de Manises.

Fuente: diariodealicante.net | 18 de septiembre de 2020

Un rostro de más de 9.000 años para el nuevo museo geológico de Quiroga (Lugo)

Recreación a tamaño de la mujer prehistórica Elba en el museo geológico de Quiroga. CARLOS CORTÉS

En el museo municipal de geología de Quiroga (Lugo) -reabierto el pasado 29 de agosto tras su ampliación- ocupa un lugar destacado la recreación a tamaño natural de Elba, una mujer que vivió hace 9.000 años en la sierra de O Courel, cuyos restos fueron descubiertos en el 2006 en la llamada Cova do Uro. Un hecho que llama la atención de esta figura es que tiene la piel negra, pero de acuerdo con los descubrimientos realizados en los últimos años sobre las poblaciones prehistóricas europeas, esta circunstancia no tiene nada de anómala ni de extraordinaria.

La reconstrucción de Elba fue realizada por iniciativa del Instituto Universitario de Geología de La Coruña y en una primera versión tenía la piel más clara. Pero según explica la paleontóloga Aurora Grandal - (izquierda) una de las personas que llevaron a cabo la investigación-, cuando se inició este trabajo todavía no estaban disponibles los datos de las secuenciación de ADN que realizó la genetista Gloria González Fuertes. «Cuando la recreación forense estaba a medio hacer, supimos que Elba tenía el pelo oscuro, casi negro, y los ojos de color castaño oscuro», señala.

La primera versión reflejó estos datos. «Más adelante, con un análisis genético más refinado, se vio que tenía la piel oscura», añade Grandal, quien apunta por otra parte que este resultado era esperable teniendo en cuenta los hallazgos realizados en los últimos tiempos en diversas partes de Europa. «Todos los individuos de esa época en los que se pudo hacer una secuenciación genética tenían esa tonalidad de piel», agrega la investigadora.

Lejanos orígenes africanos

Grandal apunta, asimismo, que en la época en la que vivió Elba -el Mesolítico, un período intermedio entre el Paleolítico y el Neolítico-, los grupos humanos que poblaban el continente tenían piel oscura y vivían de la caza y la recolección de vegetales silvestres. Los primeros Homo sapiens o humanos modernos llegaron a Europa hace unos 45.000 años -a la península ibérica hace unos 40.000-, procedentes de África. Hasta entonces, el continente había estado poblado solo por los neandertales, que por cierto eran de piel clara y en gran parte pelirrojos.

Durante muchos milenios, los Homo sapiens europeos conservaron la tonalidad de piel heredada de sus antepasados, aunque su aspecto físico difería mucho del de las actuales poblaciones negras africanas. «La piel blanca apareció mucho más tarde, cuando entraron en Europa las poblaciones neolíticas de Anatolia [la actual Turquía] , que practicaban la agricultura y la ganadería», añade Aurora Grandal.

El blanqueamiento de la piel en las poblaciones neolíticas de Oriente Medio -según todo parece indicar- se debió al cambio de dieta y a la adaptación gradual al clima del hemisferio norte. Con el paso del tiempo, los agricultores y pastores neolíticos que avanzaban desde el este hacia el oeste fueron ocupando todo el continente y arrinconando a los cazadores-recolectores mesolíticos de piel oscura, mucho menos numerosos. Estos grupos humanos arcaicos acabaron siendo absorbidos por los nuevos pobladores hasta desaparecer por completo.

En las poblaciones europeas actuales parece haber permanecido algún rastro genético de los grupos humanos del Mesolítico a los que perteneció Elba, pero en un grado muy reducido. «Según Gloria González y otros genetistas, la herencia que puede quedar hoy de ellos es muy pequeña», concluye Grandal.

Ropas de pellejo de ciervo y un bastón para la cojera

La recreación de Elba que se muestra en el museo geológico de Quiroga tuvo en cuenta los conocimientos científicos actuales sobre las poblaciones del Mesolítico europeo y también algunas características personales de este individuo. Las ropas que viste son de piel de ciervo. «No podían ser de oveja porque en esa época aún no se criaban ovejas en Europa», dice Aurora Grandal.

Por otro lado, la figura de Elba aparece empuñando un bastón porque los científicos creen que esta mujer tenía problemas para andar debido a una fractura -no de tipo traumático, sino causada por el desgaste- en un hueso metatarso del pie. En cuanto a la edad que tenía cuando murió, no se puede saber con certeza porque los huesos pélvicos que podrían indicarlo no se han conservado. «Calculamos que tenía entre 20 y 40 años, pero más bien cerca de los 40», agrega.

Otros casos conocidos

A finales del 2013 se dio a conocer el resultado de los estudios genéticos efectuados sobre los restos de dos hombres de hace 7.000 años que fueron descubiertos en la cueva de La Braña, en el municipio leonés de Valdelugueros.

Reconstrucción del aspecto del hombre de La Braña (León).

De acuerdo con los análisis, estos individuos eran de piel oscura y ojos azules. Arriba un retrato robot de uno de los hombres de La Braña. Por otro lado, en el 2018 se divulgó una investigación realizada sobre el esqueleto del llamado hombre de Cheddar, hallado en 1903 en el suroeste de Inglaterra y datado hace unos 10.000 años. La secuenciación genética reveló también tenía piel negra y ojos azules. Todos estos individuos vivieron en el mismo período cultural que Elba, el Mesolítico.

Fuente: lavozdegalicia.es | lavozdegalicia.es | 17 de septiembre de 2020

El ADN antiguo está revelando el paisaje genético de las gentes que se establecieron por primera vez en el este de Asia

La genetista Qiaomei Fu, jefe del Laboratorio de Paleontología Molecular del Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados en Beijing, prepara muestras para la extracción de ADN antiguo. Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de China, CC BY-ND

Los primeros seres humanos surgieron originalmente en África antes de extenderse por Eurasia hace unos 60.000 años. Después de eso, la historia de la humanidad ha recorrido muchos caminos diferentes, algunos más estudiados que otros.

Las regiones orientales de Eurasia albergan aproximadamente 2.300 millones de personas en la actualidad, aproximadamente el 30% de la población mundial. Los arqueólogos saben, a través de fósiles y artefactos, que los humanos modernos han ocupado el sudeste asiático desde hace unos 60.000 años y el este de Asia desde hace unos 40.000 años.

Sin embargo, queda mucho por desenredar. ¿Quiénes fueron las personas que vinieron por primera vez a estas regiones y acabaron por inventar la agricultura? ¿De dónde vinieron las diferentes poblaciones? ¿Qué grupos terminaron predominando y cuáles desaparecieron?

El ADN antiguo está ayudando a responder algunas de estas preguntas. Al secuenciar los genomas de personas que vivieron hace muchos milenios, los científicos como yo estamos comenzando a completar la imagen de cómo estaba poblada Asia.

Analizando genomas antiguos

En 2016, me uní al Laboratorio de Paleontología Molecular de la Dra. Qiaomei Fu, en el Instituto de Paleontología y Paleoantropología de Vertebrados de la Academia de Ciencias de China, en Pekín. Nuestro desafío: resolver la historia de los humanos en el este de Asia con la ayuda de colaboradores que murieron hace mucho tiempo: los humanos antiguos que vivieron hace decenas de miles de años en esta región.

Los miembros del laboratorio citado han podido extraer y secuenciar ADN antiguo a través de restos humanos obtenidos en yacimientos arqueológicos. Luego, la Dra. Fu y yo hemos empleado herramientas genómicas computacionales para evaluar cómo su ADN se relaciona con el de los humanos antiguos y actuales, los cuales han sido previamente secuenciados.

El esqueleto de una persona que vivió hace unos 8.700 años en Xiaogao, Shandong, China, cerca del río Amarillo. La ascendencia del norte de Asia oriental de este individuo se puede encontrar en los restos de personas que vivían en las estepas orientales de Siberia. Jianfeng Lang, Universidad de Shandong , CC BY-ND

Una de las secuencias obtenidas proviene del ADN extraído de los huesos de las piernas del Hombre de Tianyuan, un individuo de hace 40.000 años descubierto cerca de un famoso enclave paleoantropológico en el oeste de Pekín. Este es uno de los primeros humanos modernos encontrados en el este de Asia, cuya secuencia genética lo marca como un antepasado temprano de los asiáticos y nativos americanos de hoy en día. El hecho de que viviera donde se encuentra la actual capital de China indica que los antepasados ​​de los asiáticos actuales comenzaron a echar raíces en el este de Asia hace unos 40.000 años.

Más al sur, dos cazadores-recolectores del sudeste asiáticode hace entre 8.000 y 4.000 años, procedentes de Laos y Malasia y asociados con la cultura Hòabìnhian, tienen un ADN que, como el hombre de Tianyuan, muestra que son antepasados ​​tempranos de asiáticos y nativos americanos. Sin embargo, ambos cazadores-recolectores provienen de un linaje completamente diferente al del Hombre de Tianyuan, lo que sugiere que muchas poblaciones genéticamente distintas ocuparon Asia en el pasado.

Ahora bien, hoy en día ningún ser humano comparte la misma estructura genética que los habitantes de la cultura Hòabinhian o del Hombre de Tianyuan, tanto en el este como en el sudeste asiático. ¿Por qué estos ancestros, que persistieron durante tanto tiempo, desaparecieron del acervo genético de las personas que viven actualmente? Los agricultores antiguos tienen la clave a esa pregunta.

El Hombre de Tianyuan, en la cercana Pekín actual, y la gente de Hòabinhian, en las actuales Laos y Malasia, representan dos linajes muy antiguos, pero son distintos de los asiáticos orientales de hoy en día. Mapa © Colaboradores de OpenStreetMap, modificado por The Conversation, CC BY-SA

El ADN lleva marcas de migraciones antiguas

Según los restos de plantas encontrados en yacimientos arqueológicos, los científicos saben que la gente domesticó el mijo en la región del río Amarillo del norte de China hace unos 10.000 años. Y casi al mismo tiempo, la gente de la región del río Yangtze, en el sur de China, domesticó el arroz.

A diferencia de Europa, la domesticación de plantas comenzó a nivel local y no se introdujo desde otros lugares. Este proceso llevó miles de años, y las sociedades del este de Asia se volvieron cada vez más complejas con el surgimiento de las primeras dinastías chinas hace unos 4.000 años.

Es también entonces cuando el cultivo de arroz parece haberse extendido desde sus orígenes hacia áreas más al sur, incluidas las tierras que pertenecen a los países actuales del sudeste asiático. El ADN ayuda a contar la historia. Cuando los productores de arroz del sur de China se expandieron más hacia el sur, no solo introdujeron su tecnología agrícola, sino también su genética en las poblaciones locales de cazadores-recolectores del sudeste asiático.

La abrumadora afluencia de su ADN terminó inundando el acervo genético local. Hoy en día, quedan pocos rastros de la ascendencia de los cazadores-recolectores en los genes de las personas que viven en el sudeste asiático.

Más al norte, se desarrolló una historia similar. Los antiguos cazadores-recolectores siberianos muestran poca relación con los asiáticos orientales actuales, pero los agricultores siberianos posteriores sí están estrechamente relacionados con ellos. Los agricultores del norte de China se trasladaron más hacia el norte, hacia Siberia, llevando consigo su ADN, lo que provocó una fuerte disminución en la prevalencia de la anterior ascendencia local de cazadores-recolectores.

Los productores de arroz, posiblemente de los alrededores del río Yangtsé, se trasladaron al sur, hacia el sudeste asiático, mientras que los productores de mijo de los alrededores del río Amarillo se trasladaron al norte, hacia Siberia. Crédito: Colaboradores de OpenStreetMap, modificado por The Conversation, CC BY-SA

Las poblaciones del pasado eran más diversas que en la actualidad

En términos genéticos, los asiáticos orientales actuales no son muy diferentes entre sí. Se necesita analizar mucho ADN para poder distinguir genéticamente entre personas con diferentes historias culturales.

Lo que nos sorprendió la Dra. Fu y a mí fue lo diferente que era el ADN de varias poblaciones antiguas de China. Nosotras y otros investigadores hemos encontrado ADN compartido en la región del Río Amarillo, un lugar importante en el desarrollo de la civilización china. Este ADN compartido ostenta una ascendencia del norte de Asia oriental distinta de una ascendencia del sur de Asia oriental, y que hemos localizado en la costa del sur de China.


Cuando llevamos a cabo el análisis del ADN de las personas que vivían en la costa sur de China hace 9.000-8.500 años, nos dimos cuenta de que ya para entonces gran parte de China compartía una herencia común. Debido a que su arqueología y morfología eran diferentes de las de los agricultores del río Amarillo, pensamos que estas personas de la costa podían provenir de un linaje no estrechamente relacionado con los primeros asiáticos agrícolas del este. Quizás la ascendencia de este grupo era similar a la del Hombre Tianyuan o a los hombres de la cultura Hòabinhian.

Las personas con diferentes estilos de vida que vivían muy alejadas en el norte de China cerca del río Amarillo y a lo largo de la costa sur de China desde hace 9.000 años pasaron su ADN distintivo a los asiáticos orientales y sudorientales de la actualidad. Los austronesios son los descendientes más cercanos de la antigua población de la costa sur de China. Mapa © Colaboradores de OpenStreetMap, modificado por The Conversation , CC BY-SA

Sin embargo, todas las personas que analizamos estaban estrechamente relacionadas con los asiáticos orientales actuales. Eso significa que hace 9.000 años, el ADN común a todos los asiáticos orientales actuales ya estaba muy extendido en China.

Las poblaciones actuales del norte y sur de China tienen más en común con las antiguas poblaciones del río Amarillo que con las antiguas poblaciones de la costa del sur de China. Por lo tanto, los primeros agricultores del río Amarillo emigraron tanto al norte como al sur, contribuyendo al acervo genético de los seres humanos en el este y el sudeste de Asia.

Este individuo, que vivió hace unos 8.300 años en la isla Liang, en el Estrecho de Taiwán, tiene la ascendencia sureña que se encuentra en los habitantes de la costa continental del sur de China. Hunglin Chiu, Instituto de Antropología, Universidad Nacional Tsinghua , CC BY-ND

No obstante, la ascendencia de la costa sur de China no desapareció. Persistió en pequeñas cantidades y, con el tiempo, aumentó en la región norte del río Amarillo. La influencia de los antiguos asiáticos del sudeste es baja en el continente, pero tuvieron un gran impacto en otros lugares. En las islas que se extienden desde el estrecho de Taiwán hasta la Polinesia viven los austronesios, más conocidos por su pericia en navegación. Ellos poseen, en la actualidad, la mayor cantidad de ascendencia del sur de Asia oriental, destacando las raíces ancestrales proveniente de la costa sur de China.

Otros patrones genéticos emergentes muestran conexiones entre los tibetanos y los antiguos habitantes de Mongolia y el norte de China, lo que plantea interrogantes acerca de la población de la meseta tibetana.

El ADN antiguo revela cambios rápidos en la ascendencia durante los últimos 10.000 años en Asia, probablemente debido a la migración y al intercambio cultural. Hasta que pueda ser posible recuperar ADN humano más antiguo, los científicos solo pueden especular sobre exactamente quién, genéticamente hablando, vivió en el este de Asia antes de eso.

Por

Profesor asistente de biología, Universidad de Richmond

Fuente: theconversation.com | 15 de septiembre de 2020

El pueblo turmogo no se rindió ante las legiones romanas, sino que presentó batalla en los campos de Burgos

Cerro Castarreño donde se ubican los restos del 'oppidum' celta de Olmillos de Sasamón. ROMANARMY

Roma siempre hacía la misma proposición a los pueblos de Hispania que se encontraba en su avance: rendición o muerte. Así que los turmogos —un pueblo de origen céltico que habitaba, entre otras, una ciudad fortifica (oppidum) sobre una colina del actual municipio de Olmillos de Sasamón (Burgos)— tuvieron que decidir. Y decidieron rendirse sin luchar, según ha mantenido siempre la historiografía clásica y se enseña en las universidades. Abandonaron pacíficamente así su oppidum en el cerro Castarreño y se establecieron en la ciudad romana de Segisamone (actual Ayuntamiento de Sasamón), a unos dos kilómetros de distancia de su otero. Sin embargo, esta historia no es cierta.

Las nuevas tecnologías arqueológicas —teledetección por infrarrojos, imágenes satelitales, reconstrucciones en 3D a partir de drones, radares que penetran en el terreno o el empleo del sistema LIDAR (radiografía del terreno mediante láser)— señalan en otra dirección: los turmogos fueron valientes y ofrecieron batalla a las tropas romanas, posiblemente a las que encabezaba el mismísimo César Augusto, que había desembarcado en la Península para acabar con las revueltas de las tribus cántabras (29 al 19 a.C).

Foto: Los arqueólogos trabajando entre Olmillos y Sasamón.

Y es que los romanos solo consiguieron pacificar la campiña de Sasamón, en la comarca del Odra-Pisuerga, a finales del siglo I antes de Cristo, y eso que llevaban en Hispania desde el 218, cuando arribaron a Ampurias (Girona) para combatir a los cartagineses. No obstante, su expansión por lo que hoy es el norte de la provincia de Burgos obligó a los indígenas a abandonar sus poblados fortificados y habitar forzosamente las nuevas ciudades fundadas en los llanos por los hijos de Roma.

La ciudad de Segisamone, fue una de ellas, según recuerda el reciente El oppidum del cerro de Castarreño, historiografía y arqueología de un hábitat fortificado de la Segunda Edad del Hierro, firmado por Jesús García Sánchez (izquierda), del Instituto de Arqueología de Mérida-CSIC y colaborador de las universidades de Leiden y Évora, y por José Manuel Costa-García (derecha), de la Universidad de Santiago de Compostela.

La investigación se ha completado con los trabajos de campo que se han llevado a cabo en la comarca (entre el 19 de agosto y el 3 de septiembre pasados) y que buscaban responder a la pregunta: “¿Se trató de una transición pacífica como señalan los textos clásicos para esta ciudad celta?"

Para hallar la respuesta, arqueólogos procedentes del Reino Unido, República Checa, Alemania, Holanda, Portugal, Estados Unidos, España, Bulgaria e Italia han venido estudiando desde 2017 dos campamentos militares romanos próximos (Carrecastro y Santa Eulalia), además del cerro turmogo, así como el subsuelo del actual municipio de Sasamón. En este último caso, los expertos usaron técnicas de prospección geofísica y generaron cartografías a partir de fotografías tomadas por drones.

Con estos datos preliminares en sus ordenadores, según explica Costa-García, los arqueólogos decidieron abrir una trinchera en el espolón septentrional del oppidum celta de 15 por 2 metros y, de esta forma, descubrieron un potente foso de 2,5 metros de profundidad acompañado de un talud de grandes rocas. Allí, aparecieron ante ellos cerámicas y numerosos huesos de animales domésticos y salvajes, que han sido estudiados por el grupo de investigación EvoAdapta, de la Universidad de Cantabria, dirigido por Ana Belén Marín. Pero también hallaron objetos de metal turmogos y del ejército romano –una punta de flecha trilobulada y diversas tachuelas de calzado-, lo que podría indicar que “el abandono del poblado no fue pacífico”, sino que los célticos ofrecieron resistencia, sospecharon los expertos.

Tachuelas, puntas de flecha y diverso material cerámico hallado en el yacimiento de Sasamón y Olmillos. ROMANARMY

Para comprobar esta hipótesis, los arqueólogos del colectivo de investigación Romanarmy.eu, volvieron a realizar otros dos sondeos ya en el interior del oppidum. Los “resultados son concluyentes”: cerámicas indígenas fragmentadas, numerosos huesos animales (incluidos caballos) y las omnipresentes tachuelas de las botas de los legionarios romanos. “Sin duda, restos de una lucha a muerte”, indica Costa-García.

Igualmente, en los niveles inferiores más profundos del yacimiento, se han encontrado restos humanos de dos individuos: un varón y niño que conserva los dientes de leche. El equipo de antropólogos que encabeza Olalla López, de la Universidad de Santiago, ha comenzado los análisis que permitirán conocer qué les ocurrió.

En lo que se refiere a la ciudad romana de Segisamone, en la llanura, adonde fueron a instalarse los supervivientes celtas tras la lucha, los trabajos de fotografía aérea han desvelado la impronta de sus calles y edificios. Algunos de estos espacios fueron residencias privadas al gusto mediterráneo, con viviendas dispuestas en torno a atrios y pórticos columnados, "mientras que otros edificios serían posiblemente construcciones públicas ubicadas en las partes más altas”, se lee en el estudio arqueológico.

Entre el material arqueológico recuperado hasta el momento, se enumeran numerosas vasijas, restos de decoración arquitectónica —hermosos frisos, antefijas, restos de pequeñas pilas de agua…— y un pequeño altar romano (derecha) relacionado con el culto doméstico a los ancestros y dioses protectores del hogar. “Todas estas evidencias muestran el elevado grado de refinamiento que alcanzó la ciudad”, explica Costa-García.

La intervención de campo de este verano (financiada por la Diputación de Burgos, la Junta de Castilla y León, y los Ayuntamientos de Sasamón y Olmillos de Sasamón) está cerrada, pero se preparan futuras campañas. Aún quedan por excavar sistemáticamente los campamentos romanos que sitiaron a los celtas, la ciudad donde fueron obligados a establecerse tras perder la guerra y seguir explorando el oppidum de los turmogos a los que la tecnología les ha devuelto el honor que nunca perdieron.

Fuente: elpais.com | 15 de septiembre de 2020

El acero al cromo se fabricó por primera vez en la antigua Persia hace un milenio

Escoria adherida en el interior de un crisol para la fabricación de acero al cromo. Crédito: Rahil Alipour, UCL.

El acero al cromo, similar a lo que conocemos hoy como acero para herramientas o inoxidable, se fabricó por primera vez en Persia, casi un milenio antes de lo que los expertos pensaban anteriormente. El descubrimiento, publicado en el Journal of Archaeological Science, se realizó con la ayuda de varios manuscritos persas medievales, lo que llevó a los investigadores a un sitio arqueológico en Chahak, en el sur de Irán.

Los hallazgos son significativos dado que los científicos de materiales, historiadores y arqueólogos han considerado durante mucho tiempo que el acero inoxidable -aleación de acero con un 10-12% de cromo contenido en la masa-- fue una innovación del siglo XX.

La doctora iraní Rahil Alipour (izquierda), del Deparatamento de Arqueología del University College London (UCL), autor principal del estudio, dijo en un comunicado: «Nuestra investigación proporciona la primera evidencia de la adición deliberada de un mineral de cromo en la producción de acero. Creemos que fue un fenómeno persa».

«Esta investigación no solo ofrece la evidencia más antigua conocida de la producción de acero al cromo que se remonta al siglo XI d. C., (la evidencia previa de acero al crisol, estudiada por académicos, pertenece a los centros de producción de acero al crisol en India, Sri Lanka, Turkmenistán y Uzbekistán, pero ninguno de estos muestra rastros de cromo), sino que también proporciona un trazador químico que podría ayudar a identificar los artefactos de acero al crisol -elaborado mediante diferentes técnicas fundamentadas en el lento proceso de calentamiento y enfriamiento del hierro puro en un crisol- en museos o colecciones arqueológicas desde su origen en Chahak, o la tradición Chahak».

El enclave de Chahak se describe en una serie de manuscritos históricos que datan del siglo XII al XIX como un centro de producción de acero que alguna vez fue famoso, y es el único sitio arqueológico conocido dentro de las fronteras de Irán con evidencia de fabricación de acero al crisol.

Si bien Chahak está registrado como un sitio de importancia arqueológica, la ubicación exacta de la producción de acero al crisol en Irán sigue siendo un misterio y difícil de localizar en la actualidad, dado que numerosas aldeas en Irán se llaman Chahak.

Imagen de microscopio electrónico de barrido (SEM) de un gran trozo de acero atrapado en la escoria del crisol. Fuente: Rahil Alipour / UCL

El manuscrito 'al-Jamahir fi Marifah al-Jawahir' ('Un compendio para conocer las gemas'), siglos X-XI d.C.) escrito por el erudito persa Abu-Rayhan Biruni, fue de particular importancia para los investigadores dado que proporcionó la única receta conocida de fabricación de acero al crisol.

Esta receta registró un ingrediente misterioso que identificaron como mineral de cromita para la producción de acero al cromo en crisol. El equipo utilizó la datación por radiocarbono de una serie de piezas de carbón extraídas de una escoria del crisol y una escoria de forja (subproductos que quedaron después de que el metal se separó) para fechar la industria entre los siglos XI y XII d. C.

Fundamentalmente, los análisis con microscopía electrónica de barrido les permitieron identificar restos del mineral cromita, que se describió en el manuscrito de Biruni como un aditivo esencial para el proceso.

También detectaron 1-2 por ciento en peso de cromo en partículas de acero conservadas en las escorias del crisol, lo que demuestra que el mineral de cromita sí formó una aleación de acero al cromo, un proceso que no vemos que se vuelva a utilizar hasta finales del siglo XIX y principios del XX.

El profesor Thilo Rehren (izquierda), también del UCL y coautor del estudio, dijo: «En un manuscrito persa del siglo XIII traducido por la Dra. Alipour, el acero Chahak se destaca por sus patrones finos y exquisitos, pero sus espadas también eran quebradizas, por lo que perdieron su valor de mercado. Hoy el sitio es un pueblo pequeño y modesto, que antes de ser identificado como un sitio de interés arqueológico, solo era conocido por su agricultura».

Los investigadores creen que marca una tradición persa distinta de la fabricación de acero al crisol, separada de los métodos de Asia Central más conocidos en Uzbekistán y Turkmenistán, para la producción de acero con bajo contenido de cromo (producido en alrededor del 1 por ciento en peso de cromo).

El profesor Marcos Martinon-Torres (derecha) de la Universidad de Cambridge, último autor del estudio, dijo: «Lo más importante de este descubrimiento es que hemos encontrado evidencia de producción de acero de crisol que data de unos 900 años antes de lo que inicialmente se creía. Esta invención se atribuía a la ciudad británica de Sheffield, durante la Revolución Industrial. Ahora hay datos que indican que se trata de una invención persa. La moraleja es que todo lo que parece nuevo estaba ya inventado. Por lo tanto, hay que ser más humildes».

«El proceso de identificación fue bastante largo y complicado y esto se debe a varias razones. En primer lugar, el lenguaje y los términos utilizados para registrar procesos o materiales tecnológicos pueden haber dejado de utilizarse, o su significado y atribución pueden ser diferentes a los utilizados en la ciencia moderna».

Base de crisol Chahak rota donde se solidificaría el lingote de acero al crisol. Fuente: Rahil Alipour / UCL

Esta aleación es la misma que ha sido encontrada en las espadas de Damasco, según el investigador. «Este material permite hacer hojas afiladas y resistentes, por lo que es particularmente útil en espadas, dagas y otras armas. El metal tiene en la superficie de las hojas unos patrones, unas texturas, que evidencian la calidad que subyace. Tiene un efecto práctico y también estético», explicó Martinon-Torres.

Al contar con mineral de cromo, se trata de una receta diferente a otras que se conocían, lo que demuestra que esta creación es anterior. El hallazgo también se logró gracias a varias fuentes históricas. «Combinamos los exámenes de laboratorio con antiguas recetas del mundo persa que indican cómo producir acero, y hay una de ellas que habla de un misterioso ingrediente que le daba propiedades especiales. Este ingrediente misterioso lo podemos identificar como mineral cromita», detalló el profesor.

La importancia de estos resultados es significativa en términos históricos. «Por una parte, esto nos obliga a rescribir la historia de este metal que conocemos y desempeña un papel tan importante en Europa desde la Revolución Industrial. Por otra parte, en el estudio identificamos una huella digital química, el cromo, que nos permite examinar otras armas y escudos para rastrear en el resto del mundo esos aceros persas a fin de llegar a una comprensión del pasado más rica y exacta», concluyó Martinon-Torres.

Fuentes: lasprovincias.es | lavozdegalicia.es | gizmodo.com | interestingengineering.com | eurekaalert.org | 23 de septiembre de 2020