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Los primeros neandertales de Atapuerca ocuparon la Galería de las Estatuas hace 115.000 años

Reconstrucción de un neandertal por Fabio Fogliazza. Museo de la Evolución Humana (Burgos).

La imaginación ayuda a visualizar a algunos de nuestros primeros neandertales caminando por la sierra de Atapuerca hace unos 115.000 años. La investigación los sitúa concretamente en la Galería de las Estatuas en el complejo Cueva Mayor - Cueva del Silo. Actualmente, solo se puede acceder a esta cueva por el Portalón de Cueva Mayor, después de recorrer unos 300 metros.

Hace 115.000 años, esta galería se comunicaba con el exterior y permitía la entrada de los neandertales. Con el tiempo, la boca se colmató de sedimentos y la cavidad quedó aislada impidiendo a los Homo sapiens entrar y observar las columnas que dan nombre a la galería. Sobre el suelo por el que pisaron los neandertales se formó una gruesa plancha de calcita que selló el yacimiento para siempre. Porque 'para siempre' es mucho tiempo, incluso para la Geología.

Los restos de sus actividades cotidianas quedaron protegidos, esperando a los investigadores del futuro. Y, gracias a esos restos, concretamente gracias a los dientes de caballo que acumularon, hemos podido reconstruir la historia de nuestros primeros neandertales, y los geocronólogos datar el momento en que ocuparon la Galería de las Estatuas.

Viajando 150.000 años atrás, al mundo neandertal

Calcular la edad de un yacimiento es hacer un viaje en el tiempo. Solo necesitamos una máquina que nos envíe al pasado y algo de combustible que la haga funcionar. En 2008, una máquina llamada “Equipo de Investigación de Atapuerca” comenzó este viaje rompiendo la plancha de calcita que había sellado el yacimiento durante 150.000 años.

En aquel momento se hicieron dos pozos de sondeo, los pozos GE-I y GE-II de apenas 9 m² y 6 m² respectivamente. Así entramos en el mundo neandertal.

Estos sedimentos resultaron ser un verdadero tesoro. Aparecieron herramientas de piedra de clara afinidad musteriense; restos fósiles de animales, incluyendo una gran cantidad de dientes de caballo; ADN mitocondrial y nuclear neandertal extraído de los sedimentos y el primer fósil neandertal encontrado en una cueva de la sierra de Atapuerca, una falange que corresponde probablemente al quinto dedo del pie derecho de un neandertal.

Falange que corresponde probablemente al quinto dedo del pie derecho de un neandertal. Hallada en la Galería de las Estatuas, Atapuerca.

¿Cuántas primaveras tienen los neandertales de Galería de las Estatuas?

El último trabajo publicado en Quaternary Geochronology propone una edad bastante antigua para este yacimiento. Entre 92.000-104.000 años para GE-I y unos 115.000 años para GE-II.

El combustible utilizado para calcular estas fechas fue el esmalte dental de los dientes fósiles de caballo. La máquina que nos permitió viajar en el tiempo fue la Resonancia Paramagnética Electrónica (ESR).

Los resultados de nuestro estudio coinciden con las edades obtenidas en otro trabajo publicado en 2019. En este caso, los geocronólogos de la Universidad de Adelaide (Australia), analizaron granos de cuarzo para datar la edad del sedimento de la Galería de las Estatuas de Atapuerca. La técnica aplicada fue la Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL).

Las edades obtenidas por OSL para el pozo GE-I son 80.000-112.000 años y unos 70.000-79.000 años para GE-II.

Estos trabajos confirman la edad del Pleistoceno superior del yacimiento de la Galería de las Estatuas. Y lo convierten en uno de los yacimientos neandertales más antiguos de la península ibérica. Además, de ser el primer yacimiento con fósiles neandertales dentro de las cuevas de la sierra de Atapuerca.

Excavaciones en el yacimiento de Galería de las Estatuas / Javier Trueba.

El making of del viaje en el tiempo

En este reciente estudio se utilizaron siete dientes fósiles. Seis fueron recogidos en GE-I y uno, en GE-II. El objetivo principal era obtener las primeras edades aplicando el método de ESR combinado con las series de Uranio. La combinación de estos dos métodos radiométricos nos permite conocer la fecha de la muerte del animal.

Cuando el diente es enterrado, el esmalte dental comienza a absorber radiación natural. Esta radiación procede de los rayos cósmicos y de los radioelementos presentes en el sedimento y en los propios tejidos dentales.

Además, estos tejidos son sistemas abiertos para los elementos de la serie del Uranio-238. Eso significa que el Uranio puede entrar (incorporación) y salir (lixiviación) en cualquier momento del proceso de fosilización del diente. La principal dificultad de este tipo de datación es la complejidad del propio diente formado por dentina, cemento y esmalte.

Dientes fósiles de caballo utilizados para realizar la datación del yacimiento de Galería de las Estatuas / www.losojosdeantecessor.com.

Se trata de un método de datación destructivo. La preparación en el laboratorio de cada diente supone la separación de cada tejido. Esmalte, dentina y cemento son, posteriormente, pulverizados para poder ser analizados. La relación Uranio/Torio de cada tejido es medida para modelizar la cinética de incorporación del Uranio en el diente. Y el esmalte dental es medido por ESR con un espectrómetro de Resonancia Paramagnética Electrónica. El cruce de todos estos datos permite obtener una edad final para cada diente.

Hay un refrán que dice La basura de uno es un tesoro para otro. ¿Acaso podrían imaginar los neandertales que los restos de su cena permitirían conocer su historia a los arqueólogos del futuro? Sin saberlo, nos dejaron migas de pan en forma de dientes de caballo. Unos dientes desechados por no aportarles nada nutritivo que comer, pero que para los geocronólogos son una fuente de información incalculable. Gracias a estas migas hemos podido confirmar que hace 115.000 años habitaron Atapuerca nuestros primeros neandertales.

Fuente: the converstion.com | 2 de octubre de 2022

Por

Investigadora en datación por Resonancia Paramagnética Electrónica, Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH)

Hallan en Azerbaiyán restos humanos en una posible tumba de hace 10.000 años

Una imagen de los restos humanos hallados en una posible tumba de hace 10.000 años (EFE).

Un equipo internacional de arqueólogos ha descubierto en Azerbaiyán los restos humanos de un individuo joven, de entre cuatro y ocho años de edad, que se encontraba en posición anatómica y que posiblemente fue enterrado hace unos 10.000 años.

Los científicos también han recuperado varias herramientas de piedra, huesos de animales (oveja, cabra, caballo y bóvido), adornos personales, restos cerámicos y numerosos huesos de pequeños animales y carbones que permitirán conocer cómo ha sido el clima en ese lugar en los últimos 10.000 años.

Los hallazgos, realizados en una montaña del entorno de Ana Zaga -integrada en la reserva nacional de Gobustán de Azerbaiyán-, son resultado de una colaboración internacional entre arqueólogos españoles, azerbaiyanos e italianos iniciada en 2019.

Sus investigaciones, promovidas por la Reserva Nacional Artística e Histórica de Gobustán (Azerbaiyán), la Universidad Complutense de Madrid y la Universidad de Ferrara (Italia), y financiadas por la Fundación Palarq y la Fundación Atapuerca, se centran en las representaciones de arte rupestre de Gobustán, que es Patrimonio Mundial por la Unesco desde 2007.

Grabados de figuras humanas como posibles cazadores. Gobustán.

Figuras humanas grabadas. El conjunto es interpretado como una posible danza. Grupo de Prehistoria de la UCM.

Arte rupestre de Gobustán

Gobustán alberga al menos 7.000 grabados en roca de una calidad excepcional y una variedad temática, cronológica y estilística excepcional. Los grabados, que muestran las actividades cotidianas y la complejidad cognitiva y simbólica de los cazadores-recolectores, son un testimonio excepcional de esa época prehistórica y reflejan las primeras creencias de la Humanidad.

En la campaña de este año, los investigadores han localizado en la montaña de Boyükdaş, en el entorno de Ana Zaga, una pequeña cuevacon cientos de figuras grabadas y con restos arqueológicos de ocupaciones humanas excavadas en la década de los años 60 y 70 del siglo pasado.

También han realizado una pequeña excavación o ‘refresco’ del corte estratigráfico para precisar la cronología de las ocupaciones humanas prehistóricas que cubrían una parte de los grabados, y poder datar de este modo con edades mínimas el arte rupestre.

Todos estos trabajos arqueológicos, cuyo estudio se encuentra en fase preliminar, han puesto al descubierto 5 niveles arqueológicos que contienen ocupaciones arqueológicas desde la Edad Media (en torno al siglo XV) hasta momentos Mesolíticos (aproximadamente hace unos 10.000 años).

Reserva Nacional Artística e Histórica de Gobustan, Azerbaiyán. ©Fundación Atapuerca.

Restos humanos

El hallazgo más destacado ha sido el descubrimiento de restos humanos en el nivel 5, atribuido al Mesolítico, un momento de hace unos 10.000 años en el que los grupos humanos eran poblaciones cazadoras-recolectoras. Se trata de parte de un pie de un individuo joven (entre cuatro y ocho años) que se encontraba en posición anatómica, probablemente son restos de una tumba.

Los próximos estudios precisarán la edad estimada del individuo, y deberán determinar la relación entre los restos humanos y los localizados previamente, ya que cabe la posibilidad de que se trate del mismo individuo; ello permitirá determinar el tipo de enterramiento y la posible existencia de un ritual funerario. Tales restos humanos de Ana Zaga son claves para estudiar el comportamiento simbólico y los ritos ancestrales de los últimos grupos cazadores-recolectores.

Dichos restos humanos se unen al selecto y escaso conjunto de restos óseos humanos conocidos anteriores a las primeras poblaciones ganaderas y agricultoras, con quienes los enterramientos y el ritual funerario asociado se generaliza.

Futuros estudios permitirán identificar el ADN del individuo descubierto y su relación con otras poblaciones euroasiáticas, mientras que los análisis isotópicos aportarán datos sobre la dieta de estas poblaciones.

Fuente: infobae.com | 29 de agosto de 2022

No hay dudas: el hombre de Orce descubierto por José Gibert es el primer homínido europeo

Réplica del hueso VM-0 exhibida en el Museo de Prehistoria de Orce, siendo el soporte una mera recreación del endocráneo para facilitar la ubicación del fragmento.

"Encontrada la cara del primer europeo" El titular es de este pasado mes de julio y, en las notas de prensa, se explicaba que se trataba de los restos de un homínido con una datación de entre 1,2 y 1,4 millones de años.

Pero la noticia deja de lado que en la provincia de Granada, en Orce, se descubrió hace exactamente 40 años, en 1982, un cráneo en el yacimiento de Venta Micena que se dató con una antigüedad de 1,5 millones de años. Su descubridor fue José Gibert, un hombre al que ese hallazgo no le supuso el premio Príncipe de Asturias, como en el caso de los descubridores del yacimiento de Atapuerca.

Foto: El Dr. Gibert en el yacimiento de Venta Micena. Créditos: Luis Gibert Beotas.

Al contrario, desde que desenterraron los restos del Hombre de Orce, José Gibert vivió en el descrédito hasta que finalmente falleció en 2007. La polémica sobre si el cráneo era de un homínido o de un équido le acompañó desde entonces y precisamente ahora, 40 años después de que los estudiantes Maite y Jordi desenterraran los restos, la revista Biology recupera la tesis doctoral de Concepción Borja en la que, mediante el estudio de las proteínas, certifica que se trata de un ser humano y que el hombre más antiguo de Europa está en la península ibérica, sí, pero no en Atapuerca, sino en Orce.

El pasado 17 de agosto se celebró en Orce un homenaje a José Gibert en el que participó Enrique García Olivares (izquierda), director de la tesis de Concha Borja y catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Granada. García Olivares es el autor del artículo que acaba de publicarse en Biology, titulado 'Paleoprotoémica del siglo XX. Lecciones de los fósiles de Venta Micena', donde repasa desde el punto de visa actual la tesis de 1996 y recuerda que "el cráneo de Orce ha sido sometido a estudios morfológicos y moleculares".

Los primeros estudios "tienen el inconveniente de que se asocian a un componente subjetivo importante, por lo que están sujetos a la polémica, mientras que los estudios moleculares que realizamos en Granada por parte de mi grupo, y en EEUU por el Dr. Jerold Lowenstein, dan lugar a resultados objetivos, por lo que los restos descubiertos por Gibert son humanos y estos estudios no han sido contestados hasta ahora", afirma el catedrático de la Universidad de Granada.

García Olivares se apoya también en las tesis de Philip Tobias, "quizás el mejor paleoantropólogo que ha existido hasta ahora" y que ha sido propuesto tres veces al Premio Nobel, además de ser el descubridor del Homo habilis. "Al analizar los restos biológicos y moleculares ratificó que los mismos eran humanos", subraya sobre este hallazgo de repercusión mundial "dado que podrían suponer los restos de presencia humana más antiguos de Europa, además de reforzar la teoría de la posible llegada del hombre a Europa a través del Estrecho de Gibraltar", desde donde pudo expandirse posteriormente hacia otros territorios, como Atapuerca.

García Olivares recuerda que la Universidad de Granada coordina en la actualidad los trabajos de excavación en Orce, algo que ve totalmente adecuado, aunque matiza que las posibilidades de excavación deberían de estar abiertas a todos los equipos que demuestren solvencia científica. Y también apunta a que Orce debe de ser autónomo y no debe estar controlado por otro yacimiento.

Foto: Luis Gibert Beotas (izq.), Phillip Tobias (centro) y José Gibert Clolls (der.) durante el Congreso de Paleontología Humana celebrado en Sudáfica. Créditos: Luis Gibert Beotas.

El catedrático defiende la necesidad de volver a estudiar el cráneo de Orce con las técnicas actuales, que son mucho más precisas, aunque el primer inconveniente es que el propio Gibert le confesó que no se podían tomar más muestras sin deteriorar su morfología. "Antes se identificaban las proteínas mediante anticuerpos, pero ahora se hace una secuenciación de las proteínas, dado que, si conocemos la secuencia de aminoácidos, podemos saber si es un resto humano", señala García Olivares.

Pero para eso el cráneo debería de salir de la caja fuerte en el Ayuntamiento de Orce, donde lleva años guardado a cal y canto, o bien investigar los húmeros que se encontraron y que fueron publicados en revistas científicas, pero que están custodiados en el Museo Arqueológico de Granada sin tener mayor publicidad.

"El problema de este país es que hay dos yacimientos muy importantes", apunta el investigador, que no se explica por qué se ha tapado con arena el corte 3 de Venta Micena donde apareció el cráneo, más allá de que es una actuación necesaria para su conservación. "Pero no se puede parar la investigación, porque si hay fósiles humanos en Venta Micena es allí, y si ahora se ha descubierto que Gibert tenía razón mucha gente queda en evidencia, desde el punto de vista político y desde el científico", continúa.

Diente leche de un homínido datado en 1,4 millones de años.

Más evidencias en Orce

La revista Journal of Human Evolution, la más prestigiosa del mundo sobre paleontología humana, publicó en 2013 el descubrimiento del diente de leche de un homínido en Orce que está datado en 1,4 millones de años, lo que probaría en esta zona arqueológica la presencia humana más antigua de Europa Occidental. Se trata del molar de un niño de 10 años que fue estudiado por expertos del Museo Nacional de Historia Natural de París y de la Universidad Autónoma de Barcelona, entre otras instituciones científicas. "Anatómicamente es incontestable que se trata de un diente humano de lo que podemos llamar el Niño o la Niña de Orce", indicó el por entonces director de las excavaciones, Bienvenido Martínez, que aprovechó para decir que el cráneo encontrado por Gibert era el de un équido.

Lo curioso es que fue descubierto en la campaña de excavaciones de 2002 y su hallazgo no se publicó hasta once años después. "Atapuerca sale continuamente en los medios diciendo que es el yacimiento más antiguo de Europa y aquí nadie dice nada, eso no puede ser", apunta Luis Gibert (izquierda), el hijo del descubridor del hombre de Orce, que encontró además un molar cuya existencia se ha perdido en la nebulosa de los tiempos.

Y apunta a que este largo tiempo para dar a conocer el hallazgo obedece a esta 'colonización' de los responsables de Atapuerca, ya que José María Bermúdez de Castro, codirector del yacimiento burgalés, ayudó a identificar el diente de Orce como humano y es uno de los firmantes del artículo científico que presentó al mundo el nuevo hallazgo.

Otro codirector del yacimiento ubicado en Burgos, Eudald Carbonell, que también es director del Instituto Catalán de Paleontología Humana y Evolución Social (IPHES), ha participado muy activamente en las excavaciones de Barranco León, en Orce. "Es como poner al zorro a guardar las gallinas", lamenta Luis Gibert, para poner de manifiesto a continuación "la abismal diferencia entre el apoyo institucional que ha recibido Atapuerca y el olvido al que se ha sometido al yacimiento granadino de Orce".

Foto: Trozo craneal VM-0, encontrado en 1982 en el yacimiento de Venta Micena y conocido como el Hombre de Orce.

Cómo se descubrió el hombre de Orce

En el verano de 1982, durante las excavaciones dirigidas por José Gibert en Venta Micena, apareció un fósil distinto. Lo encontraron dos estudiantes: Maite y Jordi. Se trataba de un fragmento de cráneo diferente y sus curvaturas indicaban que pertenecía a un individuo con un cerebro muy grande. Al fósil se le dieron las siglas VM-0 y se estudió en Barcelona, consultando con muchos expertos, incluido el propio Dr. Miquel Crusafont, catedrático de Paleontología y director del Instituto citado. Todos concluyeron que se trataba del cráneo de un homínido. El Dr. Peter Andrews, experto en primates del British Museum of Natural History, visitó el Instituto de Paleontología en aquel momento, lo clasificó como humano y aconsejó su publicación en la revista Nature.

El trabajo se publicó finalmente en la revista Paleontologia i Evolució y estaba firmado por José Gibert, Jorge Agustí y Salvador Moyà. Tuvo mucha repercusión, pues representaba el primer resto de homínido fuera de África, envejeciendo la presencia del género Homo en Europa en 0,7 millones de años (Ma) y 0,5 Ma en Asia.

El 16 de agosto de 1983 murió el Dr. Crusafont, autoridad que avalaba la humanidad del fósil, mientras apareció por Orce el matrimonio Marie-Antoinette y Henry de Lumley, a quienes el fósil VM-0 terminaron por no considerarlo un homínido, sino un miembro juvenil del género Equus, concretamente un asno. La polémica no tardó en llegar y la humanidad de VM-0 fue rápidamente cuestionada.

Aunque con muchas dificultades se siguieron haciendo descubrimientos en Venta Micena: dos fragmentos humerales humanos, 16 rocas jurásicas junto a huesos rotos por percusión y una pequeña pieza de sílex junto a huesos con marcas de estrías de descarnación. Todo se publicó en amplias monografías al estilo de los grandes yacimientos de África.

La polémica hizo daño, las excavaciones se interrumpieron y poco se permitió trabajar. Los dos colaboradores de José Gibert que le acompañaron en sus primeras campañas se apartaron del equipo. En 1987 publicaron un artículo donde proponían que VM-0 perteneció a un équido a partir de la presencia de una supuesta sutura coronal. En la publicación, los autores pedían perdón por su error al pueblo de Orce y por "haberle hecho vivido un sueño".

La solución llegó de la mano de la Universidad de Granada, que lideró un estudio pionero en Europa sobre proteínas fósiles, una tesis doctoral de Concepción Borja, sobre detección de proteínas fósiles, dirigida por el ahora catedrático de Inmunología Enrique García Olivares.

Foto: Zona en el que se localiza el yacimiento paleontológico de Venta Micena / G. H.

VM-0 es un fósil humano

La identificación de proteínas específicas de especímenes Homo en los restos de Venta Micena no dejaba lugar a dudas: VM-0 es un fósil humano. Así se publicó en la prestigiosa revista American Journal of Physical Anthropology. Además, en esos años, la imposibilidad de excavar favoreció las campañas de prospección anuales, lo que permitió descubrir nuevos yacimientos en Orce con evidencias de presencia humana, como son Barranco León y Fuente Nueva 3. Con estos datos se llegó al Congreso Internacional de Paleontología Humana organizado por José Gibert en Orce en 1995 en el que participaron más de 300 personas de 18 países.

Pero el equipo se rompió, VM-0 pasó a ser una cabra y el corte 3 de Venta Micena, donde VM-0 fue descubierto, se enterró bajo toneladas de sedimento. José Gibert fue expulsado de Orce, acusado de expolio y perseguido hasta su prematura muerte.

Las excavaciones prosiguieron, lideradas por los escépticos de VM-0, mientras se publicaban estudios como el de Domingo Campillo (izquierda), quien encontró un resto craneal con anatomía humana idéntica a VM-0. Además, el ilustre profesor sudafricano Phillip Tobías publicó en Human Evolution que existía presencia humana en Venta Micena, en lo que coincidía con las opiniones de Yves Coppens, codescubridor de la australopiteco Lucy.

En 1983 murió el Crusafont, en 2007 José Gibert, en el año 2012 el doctor Phillip V. Tobías... Todos los grandes defensores de la humanidad del Hombre de Orce han ido desapareciendo, pero queda un grupo de irreductibles que no ceja en su empeño de defender que el primer europeo era granadino. Y lo descubrió un hombre llamado José Gibert.

Fuente: elconfidencial.com| 27 de agosto de 2022

Bermúdez de Castro, codirector de Atapuerca: 'En España no somos conscientes de su impacto'

Jose María Bermudez de Castro, paleontólogo y codirector del yacimiento de Atapuerca. — JOSE CARMONA.

José María Bermúdez de Castro se jubila el año que viene. Después de una vida dedicada a la antropología, da por superadas sus expectativas laborales. No todo el mundo puede decir que sus hallazgos hayan cambiado los libros de Historia. Ahora, dice, ya solo le queda la curiosidad de saber qué más se encontrará en Atapuerca, descubrimientos que disfrutará, pero ya como jubilado.

Lleva de codirector desde el año 1991. ¿Ha naturalizado en su día a día lo que es Atapuerca?

Yo creo que no somos conscientes de lo que es Atapuerca. En Eurasia no hay ninguno igual. Los chinos han empezado ahora a excavar y tienen muchísimo material que ya estaba excavado y que en muchos casos nosotros estamos ayudando. Están explorando nuevos yacimientos, pero todavía no tienen equipos como tenemos aquí.

Yo creo que no somos conscientes de su impacto. Hace poco estuvo el príncipe de Mónaco, y viene porque sabe que es el yacimiento más importante que hay en Europa. Pero sí, yo lo tengo normalizado, voy al yacimiento en el que he trabajado toda mi vida desde 1983. Si tú tienes un padre famoso a tu padre lo ves normal, no ves al famoso. Aquí pasa lo mismo.

¿Solo venimos de África? Paleontólogos españoles cuestionan la trayectoria de nuestra especie

José María Bermúdez de Castro, codirector de Ataouerca. El 'Homo sapiens' salió de África, pero es probable que sus antecesores evolucionaran en Oriente Próximo, según una hipótesis que cambia el paradigma de la paleoantropología EFE/Santi Otero).

En los últimos días, José María Bermúdez de Castro se ha visto sorprendido por un aluvión de correos electrónicos de colegas paleoantropólogos de todo el mundo. No se lo esperaba, pero es lo que pasa cuando publicas una hipótesis bien fundamentada que puede revolucionar toda una disciplina científica. En este caso, el nuevo paradigma cambiaría un pilar fundamental de lo que creíamos saber sobre el linaje de nuestra especie. El Homo sapiens apareció en África, eso está claro, pero los expertos han dado por sentado que sus antecesores siempre pertenecieron a este continente y ahora algunos expertos se atreven a cuestionarlo.

Bermúdez de Castro, uno de los codirectores de las excavaciones de Atapuerca (los otros dos son Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell), acaba de publicar junto a María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh, con sede en Burgos), un artículo en la revista Quaternary International que pone en duda las ideas actuales sobre el árbol genealógico de nuestra especie y, en particular, sobre la localización geográfica de sus antecesores. Al revisar el registro fósil, los autores no encuentran pruebas de que el continente africano fuera el hogar del último ancestro común de los sapiens y los neandertales (Homo neanderthalensis). En cambio, parece haber indicios que apuntan a Asia y, en particular, a Oriente Próximo.

"Vamos contra el paradigma actual que, por inercia, afirma que todo está en África. Lo que hacemos en este artículo es mover el cesto y hacer reflexionar a los colegas. En ciencia no hay nada resuelto, todo es dinámico y está sujeto a las evidencias que hay", explica Bermúdez de Castro en declaraciones a Teknautas. Cuando en los años 90 los investigadores de Atapuerca descubrieron y definieron la especie Homo antecessor, que vivió hace más de 800.000 años, la propusieron como ese ancestro común desconocido, pero precisamente la situación de la península ibérica, en el extremo más occidental de Europa, hizo que se descartara esta hipótesis. Parecía poco probable que las demás especies humanas se hubieran dispersado y hubieran evolucionado desde esta esquina tan aislada si vemos el mapa de Europa, Asia y África en conjunto.

Desde entonces, nadie se ha atrevido a situar ninguna rama del linaje que desemboca en nuestra especie fuera de África, pero la realidad es que "sigue quedando la duda de dónde está el ancestro común" de los humanos modernos, con origen en el continente africano, y de los neandertales, vinculados tradicionalmente a Europa, pero también a Oriente Próximo, según estudios recientes. La mayor parte de los investigadores admiten que esa especie desconocida podría tener entre 550.000 y 765.000 años. Es difícil precisar más, porque la genética está basada en la tasa de mutación, que es variable, y no sirve para datar.

María Martinón-Torres, coautora del artículo y directora del Cenieh. (EFE).

La falta de evidencias en África

Su ubicación tampoco está clara y esta cuestión es la que ponen sobre la mesa Bermúdez de Castro y Martinón-Torres en el artículo de Quaternary International, que revisa todos los hallazgos relevantes de África. Para algunos autores, los fósiles del yacimiento de Jebel Irhoud (Marruecos), con 300.000 años de antigüedad, ya se podrían considerar de Homo sapiens. En cambio, otros afirman que los primeros fósiles con los rasgos que definen claramente a nuestra especie desde el punto de vista anatómico serían los de Omo Kibish (Etiopía), que tienen 230.000 años. En cualquier caso, el problema es que en este continente no se han encontrado registros que marquen una tendencia evolutiva hacia Homo sapiens. Más bien, al contrario, hay hallazgos que se alejan mucho de ese ancestro común que debería presentar características ya muy próximas a nosotros, por ejemplo, el cráneo de Bodo (también de Etiopía), de hace 600.000 años.

Cráneo de Bodo (Etiopía), datado en 600.000 años.

"Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, no encontramos ninguna evidencia que nos diga que el ancestro común está en África, pero eso es lo que propone la mayor parte de la gente, simplemente, porque siempre hemos pensado que todo sale de este continente. Sin embargo, nosotros y otros colegas creemos que Eurasia también tiene un papel destacado en la evolución durante los últimos dos millones de años", comenta el paleoantropólogo. De hecho, además del Homo antecessor de Atapuerca, en Asia se han encontrado el Homo floresiensis, el Homo luzonensis y los desinovanos (aún no clasificados como especie o subespecie).

Estos ejemplos muestran que algunas especies humanas evolucionaron lejos de su origen africano, pero la cuestión es encontrar al misterioso pariente común que iba a dar lugar a los neandertales europeos y a los sapiens de África. ¿Dónde deberíamos buscarlo? "Nuestra propuesta es fijarnos en un punto intermedio. En Oriente Próximo hay fósiles de hace 300.000 o 400.000 años que se denominan mosaicos, es decir, tienen características que recuerdan a los europeos, a los asiáticos y a los africanos. Esto nos está diciendo que pueden estar relacionados con ese ancestro que nadie encuentra", aclara el experto, que también es investigador del Cenieh.

¿Por qué Oriente Próximo?

En ese sentido, "siempre se dice que hemos salido de África, desde las primeras especies humanas hasta nosotros; pero ¿y si volvimos a entrar?", se pregunta el experto. La paleoclimatología y la paleogeografía apoyan esta idea. Algunos trabajos explican que el paisaje del noreste de África y de la península arábiga ha sufrido transformaciones radicales. "Durante las fases interglaciares, las lluvias son abundantes y el Sáhara reverdece, así que los homínidos se pudieron mover con facilidad en estas condiciones", apunta Bermúdez de Castro. Además, hay yacimientos en la península arábiga, hoy desértica, que evidencian la existencia de fases tan húmedas como para albergar hipopótamos. En definitiva, en ciertos momentos del Pleistoceno, era un lugar propicio para el movimiento de especies. "Los humanos pueden haber salido de África, pero también pudieron regresar, porque en realidad Oriente Próximo no es más que es una prolongación de este continente o también una zona de transición o un cordón umbilical entre continentes", añade el experto.

Foto: Reconstrucción de los fragmentos del espécimen denominado Nesher Ramla, el cual vivió en la zona del actual Israel hace entre 400.000 y 130.000 años. (Universidad Complutense).

El puzle de la evolución humana es cada vez más complejo, pero los investigadores del Cenieh creen que si se encuentra la pieza del ancestro común en Oriente Próximo, encajaría perfectamente con todo lo que sabemos hasta ahora. "Sería una especie 'hermana del 'Homo antecessor' de Atapuerca, que probablemente habría coincidido o estaría muy próxima en el tiempo, pero no en la ubicación, y que habría evolucionado en esta zona para después migrar hacia África, ya convertida en 'Homo sapiens', y a Europa, como 'Homo neanderthalensis'".

¿Cómo sería exactamente esa especie aún no encontrada? Algunos investigadores tratan de resolver la cuestión mediante algoritmos matemáticos. El resultado une las características que encontramos en fósiles de neandertales y en 'sapiens' antiguos y actuales, pero hay expertos que consideran que la realidad sería diferente. Por ejemplo, el británico Chris Stringer considera que el ancestro común debe ser un mosaico con caracteres arcaicos y modernos, pero no una mezcla intermedia. "Nosotros estamos totalmente de acuerdo. Por ejemplo, la cara de 'Homo antecessor' es moderna y podría ser una característica común", apunta Bermúdez de Castro.

Una especie muy próxima a Atapuerca

De hecho, considera que el ancestro común podría parecerse mucho a esta especie de Atapuerca. Un trabajo publicado por Nature en 2020 avala esta idea. Los investigadores lograron secuenciar proteínas del esmalte de un diente de Homo antecessor de 800.000 años y encontraron que tenían una estrecha relación con Homo sapiens, neandertales y denisovanos. A pesar de que la península ibérica es un lugar muy aislado, rodeada por el mar y los Pirineos y apartada del meollo de la evolución, hasta aquí habría llegado este grupo emparentado con el antepasado de los humanos modernos que aún no ha aparecido.

¿Por qué aún no se han encontrado los fósiles clave en Oriente Próximo? "Estoy seguro de que hay numerosos yacimientos por explorar, que nos darían muchas pistas", comenta el codirector de Atapuerca. Sin embargo, apenas se ha explorado esta posibilidad. Aunque en Israel se está excavando mucho, en otras zonas de la región es mucho más difícil debido a los conflictos bélicos o a problemas económicos. "Son lugares muy complicados", lamenta, pero tarde o temprano, la única manera de confirmar o refutar la hipótesis de los paleoantropólogos españoles será que aparezcan nuevos fósiles que encajen en el edificio de la evolución humana.

Mientras tanto, Bermúdez de Castro sigue revisando la bandeja de entrada de su correo. Los expertos internacionales han acogido de forma bastante favorable su planteamiento. "Al menos, no están en desacuerdo, no hay reacciones adversas", comenta. "La mayoría coincide en que el paradigma actual está un poco anquilosado". Por eso, si en el futuro los hallazgos confirman la nueva hipótesis, "estaré encantado de haber levantado la liebre".

Fuente: elconfidencial.com | 20 de agosto de 2022

Hallan más evidencias de la presencia de humanos hace 6.000 años en la Cueva de los Toriles de Carrizosa (Ciudad Real)

Trabajos en la Cueva de los Toriles. Ayuntamiento de Carrizosa.

El equipo multidisciplinar de 12 personas que ha estado trabajando cerca de dos semanas en la Cueva de los Toriles de Carrizosa (Ciudad Real), ha encontrado más evidencias de cerámica y herramientas que confirman la presencia de humanos al final del Neolítico y principios de la Edad del Cobre, hace unos 6.000 años.

En su cuarta excavación, Daniel García Martínez, paleoantropólogo que lidera el grupo junto al arqueólogo Pedro Reyes Moya Maleno, ha comentado que, tras el descubrimiento de la falange humana en la anterior excavación de 2021, este 2022 se han encontrado más hallazgos de cerámicas y herramientas de hace 6.000 años, de final de Neolítico y principios de la Edad del Cobre tanto en la Cueva como alrededores. "Incluso en los alrededores hemos hallado materiales y evidencias más antiguas, del Paleolítico, así como otros fragmentos de un telar árabe, más elementos romanos y medievales, materiales que hemos de estudiar estos meses”, ha añadido García Martínez.

Punta de flecha hallada.

La intención es, una vez estudiadas y limpiadas las piezas, exponerlas en Carrizosa durante la celebración de unas jornadas divulgativas que pretende organizar el Ayuntamiento el próximo invierno, así como acompañarlo de material fotográfico para que se vea hasta qué punto han profundizado en la Cueva.

El alcalde de Carrizosa, Pedro Antonio Palomo, ha informado que el Ayuntamiento apoya al equipo también en esta excavación, en esta ocasión gracias a un proyecto que subvenciona la Asociación Alto Guadiana Mancha con fondos Leader, asociación a la que pertenece la localidad carrizoseña.

Este equipo multidisciplinar incluye arqueólogos, geólogos, paleoantropólogos y biólogos de Castilla-La Mancha, Madrid y Castilla y León, equipo de investigación que cuenta con el apoyo de diferentes instituciones científicas de ámbito local y nacional, como el Centro de Estudios del Campo de Montiel, la Universidad Complutense de Madrid y Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), vinculada al yacimiento de Atapuerca.

Falange de un hueso humano, hallada el año pasado en la cueva de los Toriles y datada ahora de hace 6.000 años / Daniel G.M.

En los trabajos del año pasado encontraron una falange de un humano de la que no sabían la antigüedad en la campaña pasada. “Sin embargo, gracias a las técnicas del carbono 14, hemos constatado que tiene entre 5.000 y 6.000 años, durante la Edad del Cobre. Esto demuestra la presencia humana en la Cueva en la Prehistoria reciente, y es una buena pista para seguir trabajando en ello”, ha explicado Daniel García.

El equipo persiste en seguir intentando encontrar evidencias de neandertales en este yacimiento, a caballo entre el Alto Guadiana Mancha y Campo de Montiel, donde ya hallaron hace años un tejón y otros mamíferos del Pleistoceno, lo que indica que puede haber fauna de gran tamaño, y cabría la posibilidad de que los humanos lo hayan traído y cazado. “Estamos bastante esperanzados de encontrar más fauna y potenciales evidencias de homínidos y neandertales de la región”, ha detallado el paleoantropólogo.

Fuente: eldiario.es | 2 de agosto de 2022

Los europeos prehistóricos consumían leche animal milenios antes de poder digerirla

Panorámica del yacimiento de El Portalón de Cueva Mayor, en la sierra de Atapuerca, del que se han recuperado cerámicas con restos de grasas lácteas y, del mismo tiempo, huesos de humanos intolerantes a la lactosa. Eneko Iriarte.

Durante cientos de miles de años, los humanos adultos no podían digerir la leche. Su organismo no la metabolizaba correctamente al no disponer de una enzima (la lactasa), que permite absorber la lactosa, el principal carbohidrato de origen lácteo. Sin embargo, hace unos pocos milenios (el momento exacto varía según la región) los europeos empezaron a consumir productos lácteos. También se produjo una mutación genética permitiendo la persistencia de la lactasa después del destete. La ciencia consideraba estos dos procesos como uno de los mayores ejemplos de convergencia evolutiva: el consumo de un líquido con tantos nutrientes era una ventaja si disponías de la capacidad de asimilarla. Ahora, uno de los mayores estudios realizados hasta la fecha muestra que no hubo tal convergencia. El trabajo, que ha analizado miles de cerámicas con restos de lácteos y el ADN antiguo de centenares de humanos prehistóricos, concluye que los europeos consumían leche mucho antes de poder digerirla.

Durante su evolución, los homínidos, pero también el resto de mamíferos de los que se tiene información, perdieron la capacidad de producir lactasa tras el destete. Para la naturaleza parecería la mejor solución a fin de favorecer la supervivencia de la especie, con unos niños dejando su puesto para la siguiente generación. Es una de las características básicas del Neolítico, los humanos corrigieron los designios naturales. La domesticación de varios animales debió ser primero por su carne. Pero, tal y como muestran muchos yacimientos, poco a poco se fue introduciendo el consumo de leche. Las primeras pruebas de su consumo se han encontrado en Anatolia (Turquía) hace más de 9.000 años. Este fue uno de los focos de llegada de la cultura neolítica, con su sedentarización, agricultura y ganadería, hasta Europa. Y ya hace unos 6.000 años, los habitantes de las islas Británicas, consumían lácteos.

Más de un centenar de investigadores han elaborado una especie de mapa de la leche de Europa. Liderados por el profesor Richard Evershed (izquierda), de la Universidad de Bristol, reunieron una base de datos con casi 7.000 restos de grasas animales detectados en miles de fragmentos de cerámica de 554 yacimientos de Anatolia, Oriente Próximo y Europa. Publicado hoy en la revista científica Nature, el mapa muestra cómo los lácteos se fueron extendiendo al ritmo marcado por la propia expansión de la cultura neolítica. Aunque hubo retrocesos y zonas donde la ingesta desaparece en un punto, para reaparecer siglos después, la corriente parece clara: llegada hasta Europa por el sur mediterráneo, con una posterior expansión por la franja atlántica del continente europeo, llegando ya hace unos 3.000 años a las regiones nórdicas.

Uno de los puntos de ese mapa es El Portalón de Cueva Mayor, en la sierra de Atapuerca (Burgos). Allí, el estudio de centenares de fragmentos de cerámicas en cuyos poros quedaron atrapados minúsculas cantidades de ácidos grasos ha ayudado a saber qué comían y bebían los prehistóricos. Eneko Iriarte (derecha), del Laboratorio de Evolución Humana de la Universidad de Burgos y coautor del estudio de Nature, destaca la amplitud temporal del yacimiento de El Portalón. “El consumo de leche se detecta desde el Neolítico, hace unos 7.400 años y, con el tiempo, la cantidad y variedad de productos lácteos van aumentando”, dice.

Sin embargo, también El Portalón ayuda a desmontar la teoría de que el consumo de leche y la persistencia de lactasa iban de la mano. En 2014, un estudio del ADN de 18 individuos neolíticos hallados en este yacimiento mostró que ninguno tenía la variación genética (alelo) que permite la producción de la enzima más allá de la niñez. De hecho, la presente investigación publicada en Nature ha analizado el ADN antiguo de 1.786 humanos prehistóricos de Asia y Europa para dibujar la emergencia y trayectoria del nuevo alelo. “A comienzos del Neolítico todos eran intolerantes”, recuerda Iriarte. La proyección de la persistencia de la lactasa sigue una gráfica en forma de S mayúscula (conocida como función sigmoidea): durante milenios eran una minoría los prehistóricos que podían beber leche sin tener dolor de barriga, flatulencias o diarrea. Solo en torno a hace 4.000-3.000 años, la curva explota hacia arriba y así se ha mantenido hasta hoy en el que un tercio de la población mundial, la mayoría de origen europeo o del Próximo Oriente, puede beber leche sin problemas.

Variación regional en el uso de la leche en la Europa prehistórica. Los círculos indican las frecuencias observadas en las ubicaciones de la fase del sitio. La amplia línea de sureste a noreste de saturación de color al comienzo del período Neolítico ilustra un sesgo de muestreo hacia la evidencia más temprana del uso de la leche. La heterogeneidad sustancial en la explotación lechera es evidente en toda Europa continental. Por el contrario, las Islas Británicas y el oeste de Francia mantienen una disminución gradual a lo largo de 7000 años después de la primera evidencia de leche alrededor del año 550. Tenga en cuenta que la interpolación puede colorear algunas áreas (particularmente islas) para las que no hay datos en la actualidad.

Que hubiera varios milenios de diferencia entre el consumo significativo de lácteos y la generalización de la capacidad de digerir la lactosa supone, para los autores de esta investigación, que se caiga la idea de la convergencia evolutiva. “El consumo de leche es un requisito necesario, pero la persistencia de la lactasa necesita de otros procesos”, sostiene Iriarte. ¿Cuáles? Hace unos años dominaba la hipótesis de la asimilación del calcio. En su versión resumida, contar con la enzima también de adultos favorecería el aporte de vitamina D y calcio (y su absorción) a aquellos que no tenían la fuente más natural de fijación: la acción de la radiación solar sobre la piel. Sin embargo, esto podría valer para los europeos del norte, pero en el sur no había problemas de horas de sol. En España, por ejemplo, hasta dos tercios de la población actual produce lactasa durante toda su vida.

El trabajo de 2014 con 18 individuos de El Portalón acaba con una última frase que entonces podría parecer una hipótesis aventurada: “En condiciones de hambruna, las consecuencias del alto consumo de alimentos con lactosa en individuos sin persistencia de la lactasa (particularmente diarrea) serían más severas que en individuos sin persistencia de la lactasa bien nutridos, lo que quizás llevase a elevadas, aunque ocasionales, diferencias de selección”. Es decir, no se trataría tanto de que la mutación genética ofreciera una ventaja en general a los que la portaban, sino que los intolerantes a la lactosa tenían menos posibilidades de salir adelante cuando venían mal dadas.

El catedrático de la Universidad de Burgos, José Miguel Carretero (izquierda), fue coautor de aquel estudio de 2014 y también firma el actual de Nature. “Entonces vimos que los neolíticos de El Portalón eran intolerantes y que ya no lo eran en la Edad del Bronce [hace entre 4.000 y 3.000 años]. Pero teníamos pocos datos. Era una hipótesis, pero ahora parece que fue un proceso global”, dice Carretero. Tal y como lo ven ellos, en vez de una sinergia positiva entre el consumo de leche y los efectos beneficiosos de consumir un líquido tan rico, como relativamente libre de patógenos, la relación entre este consumo y la persistencia de la lactasa era de otro tipo. En un contexto proclive a las crisis: primeros asentamientos convertidos en objetivos de ataques, convivencia con los animales y sus zoonosis, escasez de recursos..., la salud se vería comprometida de forma esporádica y, en esos momentos, la leche sería un recurso vital para todos, menos para los intolerantes.

“Si estás sano, eres intolerante a la lactosa y bebes mucha leche cruda, puedes tener algunos calambres, tal vez algo de diarrea, y tendrás gases. No será agradable, y puede ser embarazoso, pero no te vas a morir por ello. Sin embargo, si estás mal nutrido, y, por tanto, debilitado, y además tienes diarrea por tomar mucha leche cruda, entonces tienes problemas que ponen en peligro tu vida”, concluye Carretero.

Al principio, la leche de animales como las cabras se consumía convirtiéndola en productos como el queso.

Para defender el papel que tuvieron el hambre y la enfermedad, los autores del estudio relacionaron sus dos mapas, el de consumo de leche y el de la persistencia de la lactasa, con otros eventos y fenómenos como crisis climáticas, hambrunas conocidas, colapsos de la producción agraria... Y vieron que había una relación directa entre estos momentos de crisis y el aumento en el consumo de leche.

En una nota colectiva, los autores concluyen: “En estas condiciones, consumir leche habría resultado en un aumento de las tasas de mortalidad, siendo especialmente vulnerables las personas que carecen de persistencia de lactasa. Esta situación se habría exacerbado aún más en condiciones de hambruna, cuando aumentan las tasas de enfermedad y desnutrición. Esto llevaría a que los individuos que no portan una copia de la variante del gen de persistencia de la lactasa tuvieran más probabilidades de morir antes o durante sus años reproductivos, lo que elevaría la prevalencia de la persistencia de la lactasa en la población”.

Fuentes: elpais.com | elespanol.com | 27 de julio de 2022

Hallan lascas de sílex de hace unos 30.000 años que talló un individuo en Valdeprovedo, Atapuerca (Burgos)

Foto: Excavaciones en el asentamiento al aire libre de Valdeprovedo. / TOMÁS ALONSO/ICAL

Unas lascas de sílex de hace unos 30.000 años, que se corresponden con el Paleolítico Superior, evidencian “una acción puntual de media hora” de un individuo que estuvo tallando en el asentamiento al aire libre de Valdeprovedo, en Atapuerca (Burgos). Es la hipótesis que maneja el equipo de investigación de Atapuerca (EIA) tras encontrar en este nuevo sitio arqueológico “un bloque de sílex” o “un sitio puntual donde un individuo ha tallado unas herramientas, cuyas piezas retocadas se las ha llevado, y ha dejado solo lo que no utilizaron”, según explicó hoy una de las coordinadoras del yacimiento, Marta Navazo, investigadora de la Universidad de Burgos (UBU), junto al geólogo Alfonso Benito, del Cenieh.

Se trata, dijo, de unas piezas de sílex que es “un evento” y que podrán ser “reconstruidas”. El codirector del proyecto Atapuerca, Eudald Carbonell, que fue quien encontró estas lascas de sílex, valoró que “es una fotografía del pasado” que aporta gran información de “un evento de la Prehistoria”. “Es un evento tipo pompeyano”, exclamó.

Foto: El codirector de los yacimientos de Atapuerca, Eudald Carbonell.

En la campaña de excavaciones de este año se comenzó a trabajar en un nuevo sitio arqueológico. Se trata del yacimiento de Valdeprovedo situado en las inmediaciones de la sierra de Atapuerca y descubierto por uno de los codirectores del Proyecto Atapuerca, el profesor Eudald Carbonell.

“Hemos recogido una acción de entre quince y veinte minutos de hace unos 30.000 años (Paleolítico Superior)”, resaltó Carbonell, al tiempo que subrayó que “es importante en cuanto a que Atapuerca iniciará pronto las excavaciones en Paleolítico Superior porque estamos en Neolítico y seguramente tendremos minerales magdalenienses”.

Asimismo, apuntó que el Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) quiere que los asentamientos al aire libre “expliquen” los yacimientos de las cuevas que se excavan y no al revés; algo que “por primera vez” ocurre con los hallazgos encontrados en Valdeprovedo. En este sentido, relató que “la persona que vino a tallar estas herramientas de sílex lo hizo solo y se sentó a la orilla del río mientras tallaba las piezas dejando el resto descuartizado y el núcleo”, informa Ical.

Por ello, indicó que “probablemente sea un yacimiento del Paleolítico Superior, con una antigüedad de entre 30.000 y 40.000 años” y explicó que las piezas de sílex encontradas hasta el momento en la sierra de Atapuerca tienen unas características que "se corresponden con unas lascas muy espesas y cuadrangulares, mientras que las encontradas en este asentamiento al aire libre son de una industria muy laminar y muy finas que contrastan con las que se tenían hasta ahora”, dijo.

Durante esta campaña arqueológica, un equipo formado por nueve personas, realizó durante los quince días que ha durado el trabajo -que ya dan por “amortizado” y “finalizado”- un sondeo para verificar la existencia de nivel o niveles arqueológicos en secuencia estratigráfica. En primer lugar, se realizó una limpieza del corte, se desbrozó la superficie del terreno y se abrió una cata de entre 12-16 metros cuadrados, donde se excavaron los posibles niveles arqueológicos. Finalmente, se realizó un estudio sobre la estratigrafía y se tomaron muestras del sedimento para su estudio en el laboratorio.

Foto: Cada yacimiento cuenta con red wifi y ordenador para procesar la información, PDA para registrar los hallazgos e impresora de etiquetas. SANTI OTERO.

“Altas cantidades de progesterona”

Por otra parte, un grupo de siete personas del equipo de investigación de Atapuerca (EIA) "han extraído altas cantidades de progesterona del yacimiento de Cueva El Mirador, en Atapuerca (Ibeas de Juarros, Burgos), que habla de la buena conservación de los sedimentos". Así lo destacó hoy su coordinador Josep María Verges, quien subrayó que de la zona de redil han aparecido sedimentos de marcadores y hormonas, que hablan, explicó, de “la buena conservación de los sedimentos”.

El uso de la cueva está relacionado principalmente con el uso de la cavidad como corral por las comunidades prehistóricas agrícolas y ganaderas. En la actualidad, indicó que se excava en dos sondeos (sector 100 y sector 200) siguiendo escalonadamente la pared de la cueva donde se ha hallado un enterramiento colectivo Calcolítico y los niveles en los que la cueva se utilizó como corral.

En este sentido, Verges destacó que "lo más interesante de esta campaña es que se ha visto que aparecían restos de ovejas y cabras inmaduros (algunos fetos o neonatos) y que se ha detectado también presencia en un nivel concreto de altas cantidades de progesterona, la hormona relacionada con el ciclo menstrual, el parto, que nos está informando de que probablemente en esa zona apartaban a las hembras gestantes o que habían parido, del resto del rebaño”.

Una práctica, resaltó, que también se hace en la actualidad por parte de los pastores y que, según sostuvo, “arranca del Neolítico, de hace 6.000 años”. “Es de destacar porque necesita de una conservación excepcional del sedimento”, afirmó, al tiempo que consideró "que estas hormonas se conserven en el sedimento es muy raro ya que normalmente, con el cambio de temperatura desaparecen y aquí se han conservado”.

En el otro sector, en el que también es una zona en la que hubo rebaños, dijo, además "se trata de una zona en la que está más mezclado el material relacionado con actividades domésticas, pero que sale muchísimo objeto de vida cotidiana como cerámicas, industria lítica, hueso, punzones, ornamentos, dientes perforados, brazalete de mármol… Como si fuera el basurero porque se acumula mucho material”, apuntó.

Yacimiento de Cueva del Mirador FOTO: SANTIAGO OTERO RAMIRO.

Buscando las galerías

La Cueva de El Mirador se excava desde el año 1999 por un equipo de entre cinco a siete personas. El primer sondeo de 6 metros cuadrados, excavado en el área central de la cavidad entre los años 1999 y 2006, permitió conocer la potencia de la secuencia. Hasta el momento, se sabe que esta secuencia representa una parte importante del Holoceno, con niveles desde el Neolítico antiguo hasta la Edad del Bronce, así como un nivel Magdaleniense que corresponde al Paleolítico superior.

Durante la presente campaña en la Cueva de El Mirador se ha continuado interviniendo en los sectores 100 y 200. En el sector 100, y siguiendo la dinámica de campañas anteriores, se continuó con la estrategia de profundizar de forma escalonada, pegados a techo y a la pared norte, con el objetivo de conocer la progresión de la cavidad en el plano horizontal.

Durante la campaña de 2019 se pudo comprobar que la pared de la cavidad se cierra ligeramente debido a las irregularidades de la misma, reduciendo así la extensión prevista. En el sector 200, tal y como se ha ido realizando en las campañas anteriores, se desciende en vertical, como en un sondeo convencional. En este sector, de momento, las paredes no se abren lo suficiente como para intentar un avance en horizontal.

Así, el coordinador de este yacimiento reconoce que están a la espera de “a ver si aparece un agujero por donde nos podamos meter hacia las galerías porque se piensa que es una gran boca que tiene que dar acceso a un sistema kárstico y de galerías que se desconoce y que en el proceso de buscar las galerías, nos va saliendo mucho material”. Asimismo, durante la campaña se realiza la flotación y el lavado de sedimentos que se extraigan durante la campaña.

Fuente: larazon.es| 15 de abril de 2022