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Fundación Caja Rural y la Fundación Atapuerca inauguran la exposición 'Mujeres en Atapuerca' en el marco del 25 aniversario de la Fundación Atapuerca

 Burgos, 24 de septiembre de 2024. Fundación Atapuerca y Fundación Caja Rural inauguran la exposición "Mujeres en Atapuerca", una iniciativa destinada a visibilizar y reconocer el papel que han desempeñado las mujeres en el Proyecto Atapuerca desde sus inicios en 1978 hasta la actualidad.

A lo largo de estas décadas, la participación femenina en el proyecto ha crecido de manera significativa, con la incorporación progresiva de mujeres en puestos de dirección en diversas instituciones, así como en la coordinación de yacimientos arqueológicos y proyectos de investigación vinculados a Atapuerca.


“Mujeres en Atapuerca”
es una pequeña muestra de mujeres, en su mayoría científicas, reconocidas tanto en el ámbito nacional como internacional por su relevante labor científico-técnica en diferentes disciplinas vinculadas al estudio de la evolución humana. Estas mujeres son una fuente de inspiración y un referente para las nuevas generaciones de jóvenes investigadoras.

La Fundación Atapuerca y el Equipo Investigador de Atapuerca (EIA) han sido pioneros en la promoción de la igualdad de género, alineándose con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 5 de la ONU, que aboga por la equidad de género. Hace 20 años, la Fundación Atapuerca, junto con la actual comisaria y otros colaboradores, inauguró una exposición sobre esta misma temática. Hoy, el propósito se mantiene intacto: visibilizar el trabajo de las mujeres que han formado parte del Proyecto Atapuerca.


En esta ocasión, la Fundación y la comisaria han seleccionado 30 fotografías que retratan a mujeres que han participado en el proyecto desde sus inicios hasta la actualidad. Estas imágenes muestran la diversidad de perfiles profesionales —científicos, técnicos y de coordinación— que han contribuido al éxito del proyecto, destacando la evolución de su papel a lo largo del tiempo. Muchas de estas mujeres cuentan con un reconocimiento internacional por su contribución a la investigación y a la ciencia.

La comisaria de la exposición, María Cristina Fernández Laso, doctora en Prehistoria por la Universidad Rovira i Virgili (URV) de Tarragona y profesora titular en el área de Geografía Humana en la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), estuvo vinculada al Proyecto Atapuerca entre 1994 y 2010. Fernández Laso subraya que "Mujeres en Atapuerca" es “un recurso imprescindible para las jóvenes interesadas en la evolución humana y la arqueología”.


Esta iniciativa cuenta con la colaboración principal de la Fundación Caja Rural, benefactor de la Fundación Atapuerca, que ha ampliado su apoyo para la realización de esta exposición en el marco del 25º aniversario de la Fundación Atapuerca. La relación entre ambas entidades, que comenzó en 2008, sigue siendo fundamental para el desarrollo de proyectos que impulsan el avance científico y cultural en el entorno rural.

Los créditos de las fotografías son: César Manso / Diario de Burgos. Miguel Ángel Martín Merino. Archivo fotográfico Federico Vélez. José María Bermúdez de Castro. Jordi Mestre / IPHES-CERCA. Javier Trueba / Madrid Scientific Films. Alberto Rodrigo / Diario de Burgos. Gerard Campeny / IPHES-CERCA. Susana Sarmiento / Fundación Atapuerca. Xabier Santakiteria. Susana Santamaría / Fundación Atapuerca.



Detalles de la exposición

Exposición: "Mujeres en Atapuerca"

Organiza: Fundación Atapuerca

Colaborador principal: Cajaviva-Fundación Caja Rural

Comisaria: María Cristina Fernández Laso

Fechas: Del 24 de septiembre al 3 de noviembre de 2024

Lugar: Sala de Exposiciones de Cajaviva Caja Rural, Avenida de la Paz, 2. (Burgos).

Horario: de martes a viernes: 19:00 h – 21:00 h. Sábados: 12:00 h – 14:00 h y 19:00 h – 21:00 h. Domingos: 12:00 h – 14:00 h. Lunes: Cerrado

Para matar mamuts en la Edad de Hielo, la gente usaba picas apoyadas en el suelo y no lanzas arrojadizas

Si bien la narrativa dominante y la cultura popular consideran que las puntas y lanzas de Clovis eran armas arrojadizas, los investigadores de la UC Berkeley dicen que estas herramientas pueden haber sido diseñadas para apoyarse contra el suelo como una pica durante un enfrentamiento con la megafauna. Cortesía del Parque Nacional White Sands.

Cómo utilizaban los primeros humanos herramientas líticas afiladas para abatir la megafauna hace 13.000 años? ¿Arrojaban lanzas con puntas de piedra afiladas y cuidadosamente trabajadas llamadas puntas de Clovis? ¿Rodeaban y apuñalaban a mamuts y mastodontes? ¿O buscaban animales heridos, utilizando tales puntas de Clovis como una herramienta versátil para obtener carne y huesos con el fin de alimentarse y abastecerse?

Los arqueólogos de la Universidad de California Berkeley dicen que la respuesta podría no ser ninguna de las anteriores.

En cambio, afirman que los humanos podrían haber apoyado la parte trasera de sus lanzas puntiagudas contra el suelo y haber inclinado el arma hacia arriba de forma que pudiera atravesar al animal que atacaba. La fuerza habría hecho que la lanza se hundiera más profundamente en el cuerpo del animal, provocando un golpe más dañino del que los cazadores prehistóricos más fuertes hubieran podido realizar por sí solos.

Caza de osos con armas de fuego y picas (estilo Clovis) en el norte de Eurasia, siglo XIX. Pávlov Sokolov. Colección Leningrado de la Fundación Blavatnik.

Basándose en múltiples fuentes de escritos y obras de arte, un equipo de arqueólogos de Berkeley revisó evidencias históricas de todo el mundo sobre personas que cazaban con lanzas hincadas en el suelo.

También realizaron el primer estudio experimental de armas de piedra centrado en las técnicas de caza mediante puntas, revelando cómo reaccionan las lanzas a la fuerza simulada de un animal que se aproxima. Una vez que la punta de piedra afilada atraviesa la piel del animal se activa el sistema de montaje diseñado de hincar la lanza en el suelo, la cual -dicen- funciona como una bala de punta hueca moderna que puede infligir graves heridas a mastodontes, bisontes y felinos dientes de sable.

“Este antiguo diseño de los nativos americanos fue una innovación sorprendente en las estrategias de caza”, dijo Scott Byram (izquierda), investigador asociado del Centro de Investigación Arqueológica de Berkeley y primer autor de un artículo sobre el tema publicado en la revista PLOS ONE . “Esta distintiva tecnología indígena ofrece una ventana de información sobre las técnicas de caza y supervivencia utilizadas durante milenios en gran parte del mundo”.

La revisión histórica y los experimentos al respecto pueden ayudar a resolver un enigma que ha alimentado décadas de debate en los círculos de arqueología: ¿Cómo utilizaban realmente las comunidades de América del Norte las puntas Clovis, las cuales se hallan entre los elementos desenterrados con mayor frecuencia durante la Edad del Hielo?

Las puntas Clovis, que deben su nombre a la ciudad de Clovis, Nuevo México, donde se recuperaron por primera vez hace casi un siglo, se realizaron a partir de rocas como sílex, pedernal o jaspe. Su tamaño varía desde el pulgar de una persona hasta la altura de un iPhone mediano, y tienen, además, un borde afilado con hendiduras estriadas en ambos lados de su base. Se han recuperado miles de ellas en todo Estados Unidos; algunas incluso se han desenterrado dentro de esqueletos de mamut preservados.

Las puntas de Clovis se distinguen por su cicatriz en forma de flauta o canal cerca de la base, como se muestra en estas réplicas. Cortesía de Scott Byram.

También han sido un tema central de la cultura pop. Los personajes del videojuego Far Cry Primal utilizan lanzas con puntas de piedra para emboscar a los mastodontes. La película 10.000 B.C. muestra una lanza similar para cazar mamuts. Los académicos y aficionados reconstruyen las puntas Clovis, y algunos incluso documentan en YouTube el proceso de construcción y uso de las mismas para cazar bisontes.

Esas descripciones son muy buenas para contar una historia, pero probablemente no tengan en cuenta las realidades de la vida en la Edad del Hielo, afirmaron Byram y su coautor, Jun Sunseri, profesor asociado de antropología de la Universidad de California Berkeley.

Réplica 4 colocada entre un peso de caída de 8,1 kg y una tabla de roble en la torre de caída libre utilizada en los experimentos de fase I-III en Bear Bones Lab, UC Berkeley.

Las puntas de Clovis suelen ser la única parte recuperada de una lanza. A veces se encuentran los ejes o enmangues de hueso, de diseño intrincado, en el extremo del arma, pero la madera en la base de la lanza y la resina de pino y los cordones que ayudan a que funcionen como un sistema completo se han perdido en el tiempo.

"Además, los silos de investigación limitan ese tipo de pensamiento sistemático sobre las armas prehistóricas", dijo Sunseri (derecha). "Y si los especialistas en piedra no son expertos en huesos, es posible que no vean el panorama completo".

“Hay que mirar más allá del simple artefacto”, dice Sunseri. “Una de las cosas clave aquí es que estamos considerando esto como un sistema de ingeniería que requiere múltiples tipos de subespecialidades dentro de nuestro campo y otros”.

Hace 13.000 años, las comunidades probablemente priorizaron la elaboración de herramientas como sistemas fuertes y efectivos. Las herramientas debían ser resistentes. La gente tenía un número limitado de rocas adecuadas con las que trabajar mientras atravesaba la Tierra. Podían recorrer cientos de kilómetros sin acceso al tipo adecuado de palos largos y rectos con los que fabricar una lanza. Por lo tanto, es lógico que no quisieran correr el riesgo de arrojar o destruir sus herramientas sin saber siquiera si podrían atrapar al animal, comenta Byram, quien examinó registros de archivos, que abarcaban desde la antropología hasta el arte y la historia griega, a fin de rastrear el arco de las picas plantadas como armas.

“Quienes se dedican al análisis de artefactos militares de metal lo saben todo sobre el particular, puesto que se utilizaba para detener a los caballos en la guerra”, advierte Byram. “Pero antes de eso, y en otros contextos relacionados con la caza del jabalí o del oso, no era muy conocido. Es un tema que vuelve a aparecer en la literatura con bastante frecuencia, pero por alguna razón, no se ha hablado demasiado de él en antropología”.

Los investigadores utilizaron una réplica de lanza para probar cómo respondería a diferentes cantidades de fuerza. Cortesía de Scott Byram.

Para evaluar su hipótesis sobre la pica, el equipo de Berkeley construyó una plataforma de prueba para medir la fuerza que podía soportar un sistema de lanza antes de que la punta se rompiera o el asta se expandiera. Su versión estática y de baja tecnología de un ataque animal, mediante la utilizando una réplica reforzada de una lanza con punta Clovis, les permitió probar cómo diferentes lanzas alcanzaban sus puntos de ruptura y cómo respondía el sistema de expansión.

Se basó en experimentos previos en los que los investigadores dispararon lanzas con puntas de piedra sobre arcilla y gel balístico, algo que para un mamut de nueve toneladas podría parecer un pinchazo.

“El tipo de energía que se puede generar con el brazo humano no se parece en nada al tipo de energía que genera un animal que ataca. Es un orden de magnitud diferente”, dice Sunseri. “Estas lanzas fueron diseñadas para hacer lo que hacen, para proteger al usuario”.

Una secuencia de fotografías de alta velocidad durante una prueba después de que se dejó caer un peso de 11,34 kg desde una altura de 35 cm muestra varios momentos en los que la punta de piedra retrocede y astilla el mango de la pica. Los investigadores dijeron que la forma en que la punta de piedra podría haber perforado la carne del animal y el mango de madera y hueso se abrió sugiere que la lanza como sistema funcionaba de manera similar a una bala de punta hueca. Cortesía de Scott Byram

El experimento puso a prueba algo que Byram ya había meditado durante décadas. Cuando estaba en la escuela de posgrado y analizaba herramientas de piedra prehistóricas, fabricó réplicas de puntas Clovis y fabricó lanzas utilizando técnicas tradicionales. Recordó haber pensado en el tiempo que exigía el proceso de elaboración de una punta Clovis de piedra y en lo importante que sería que la misma funcionara de manera eficaz.

“Comencé a entender que, en realidad, tenía un propósito diferente al de otras herramientas”, explica Byram. “A diferencia de algunas de las puntas de flecha con muescas, era un arma más sustancial, y probablemente también se usaba con fines defensivos”.

Las conversaciones en torno a una fogata al comienzo de la pandemia entre Sunseri, un zooarqueólogo que aprendió de las comunidades locales durante su estancia en África, y Kent Lightfoot, profesor emérito de antropología de Berkeley, los impulsaron a investigar el misterio. A través de las conversaciones con sus mentores de VhaVenda, Sunseri aprendió que la ingeniería que se utilizaba en la parte baja de algunas lanzas era tan crucial como el trabajo que se realizaba en las puntas.

“La sofisticada tecnología Clovis que se desarrolló independientemente en América del Norte es testimonio del ingenio y las habilidades que los primeros pueblos indígenas emplearon en su cohabitación del antiguo paisaje con la megafauna ahora extinta”, dijo Lightfoot, coautor del estudio (izquierda).

En los próximos meses, el equipo planea seguir probando su teoría construyendo algo parecido a una réplica de un mamut. Mediante un tipo de tobogán o péndulo, esperan simular cómo habría sido un ataque de un animal si una pica con punta de Clovis plantada en el suelo impactara contra el mismo de forma enorme y veloz.

“A veces, en arqueología, las piezas simplemente empiezan a encajar, como parece ocurrir ahora con la tecnología de Clovis, y esto pone la caza con pica en e primer plano junto con la megafauna extinta”, concluye Byram. “Abre una nueva forma de ver cómo vivían las personas entre estos increíbles animales durante gran parte de la historia humana”.

Fuente: Universidad de California Berkely | 21 de agosto de 2024

Nuevas evidencias de Papúa Occidental ofrecen nuevas pistas sobre cómo y cuándo los humanos se trasladaron por primera vez al Pacífico

Proyecto arqueológico Tristan Russell/Raja Ampat.

En el pasado remoto de la humanidad, navegantes muy hábiles emprendieron audaces travesías desde Asia hasta las islas del Pacífico. Fue una migración de importancia mundial que dio forma a la distribución de nuestra especie, el Homo sapiens, en todo el planeta.

Estos marineros se convirtieron en los antepasados ​​de las personas que hoy viven en la región, desde Papúa Occidental hasta Aotearoa Nueva Zelanda. Sin embargo, para los arqueólogos, el momento preciso, la ubicación y la naturaleza de estas dispersiones marítimas no están claros.

Por primera vez, nuestra nueva investigación proporciona evidencia directa de que los marineros viajaron a lo largo del ecuador para llegar a las islas cercanas a la costa de Papúa Occidental hace más de 50 milenios.

Excavaciones en la puerta de entrada al Pacífico

Nuestro trabajo de campo arqueológico en la isla Waigeo, en el archipiélago Raja Ampat de Papúa Occidental, representa la primera colaboración internacional importante de este tipo, en la que participan académicos de Nueva Zelanda, Papúa Occidental, Indonesia y otros lugares.

Centramos nuestras excavaciones en la cueva Mololo, una colosal cámara de piedra caliza rodeada de selva tropical. Se extiende a lo largo de cien metros de profundidad y es el hogar de colonias de murciélagos, lagartos varanos y alguna que otra serpiente. En el idioma local Ambel, Mololo significa el lugar donde se juntan las corrientes, un nombre apropiado para las aguas agitadas y los grandes remolinos en los estrechos cercanos.

Los arqueólogos Daud Tanudirjo y Moses Dailom excavando en la cueva de Mololo. Tristan Russell , CC BY-SA

La excavación descubrió varias capas de ocupación humana asociadas con artefactos de piedra, huesos de animales, conchas y carbón, todos restos físicos descartados por los antiguos humanos que vivían en la cueva.

Estos hallazgos arqueológicos fueron raros en las capas más profundas, pero la datación por radiocarbono en la Universidad de Oxford y la Universidad de Waikato demostró que los humanos vivían en Mololo al menos 55.000 años antes de la actualidad.

Búsqueda de alimentos en la selva tropical

Un hallazgo clave de la excavación fue un artefacto de resina de árbol fabricado en esa época. Se trata del ejemplo más antiguo de resina utilizada por personas fuera de África y pone de manifiesto las complejas habilidades que los humanos desarrollaron para vivir en las selvas tropicales.

El artefacto de resina de árbol encontrado en la cueva de Mololo data de hace entre 55.000 y 50.000 años. El gráfico muestra cómo pudo haberse fabricado y utilizado. Dylan Gaffney , CC BY-SA.

El análisis con microscopio electrónico de barrido indicó que el artefacto se produjo en varias etapas. Primero se cortó la corteza de un árbol productor de resina y se dejó que ésta goteara por el tronco y se endureciera. Luego, la resina endurecida se moldeó.

Se desconoce la función del artefacto, pero es posible que se haya utilizado como fuente de combustible para las hogueras dentro de la cueva. Durante el siglo XX se recogió resina similar en Papúa Occidental y se utilizó para hacer fuego antes de que se introdujeran el gas y la iluminación eléctrica.

Nuestro estudio de los huesos de animales de Mololo indica que la gente cazaba aves terrestres, marsupiales y posiblemente murciélagos gigantes. A pesar de que la isla Waigeo es el hogar de animales pequeños que son difíciles de capturar, la gente se estaba adaptando a utilizar los recursos de la selva tropical junto con los alimentos costeros que las islas ofrecen con facilidad. Este es un ejemplo importante de la adaptación y flexibilidad humanas en condiciones difíciles.

Ejemplo moderno de resina de árbol de las islas Raja Ampat utilizada para encender un fuego. Dylan Gaffney , CC BY-SA

Rutas marítimas hacia el Pacífico

La excavación de Mololo nos ayuda a aclarar el momento preciso en que los humanos se trasladaron al Pacífico. Este momento es objeto de un intenso debate porque tiene importantes implicaciones para la rapidez con la que nuestra especie se dispersó desde África hacia Asia y Oceanía.

También tiene implicaciones sobre si las personas llevaron a la extinción a la megafauna oceánica, como los canguros gigantes (Protemnodon) y los wombats gigantes (Diprotodontids), y cómo interactuaron con otras especies de homínidos como el "hobbit" (Homo floresiensis) que vivió en las islas de Indonesia hasta hace unos 50.000 años.

Los arqueólogos han propuesto dos corredores marítimos hipotéticos que conducen al Pacífico: una ruta hacia el sur hasta Australia, y otra ruta hacia el norte, hasta Papúa Occidental.

En lo que hoy es el norte de Australia, las excavaciones indican que los humanos pueden haberse asentado en el antiguo continente de Sahul, que conectaba Papúa Occidental con Australia, hace 65.000 años.

Sin embargo, los hallazgos de Timor sugieren que la gente se desplazaba por la ruta del sur hace solo 44.000 años. Nuestro trabajo respalda la idea de que los primeros navegantes cruzaron por la ruta del norte hacia Papúa Occidental y luego se trasladaron a Australia.

Dos posibles rutas marítimas desde Asia hasta la región del Pacífico: una ruta septentrional a lo largo del ecuador hasta Raja Ampat y una ruta meridional vía Timor hasta Australia. Dylan Gaffney , CC BY-SA.

Papúa Occidental: un enigma arqueológico

A pesar de nuestras investigaciones, todavía sabemos muy poco sobre el pasado humano profundo en Papúa Occidental. La investigación ha sido limitada debido principalmente a la crisis política y social de la región.

Es importante destacar que nuestra investigación muestra que los primeros habitantes de Papúa Occidental eran sofisticados, muy móviles y capaces de idear soluciones creativas para vivir en pequeñas islas tropicales. Las excavaciones en curso de nuestro proyecto tienen como objetivo proporcionar más información sobre cómo la gente se adaptó a los cambios climáticos y ambientales en la región.

Sabemos por otros sitios arqueológicos en el país independiente de Papúa Nueva Guinea que una vez que los humanos llegaron a la región del Pacífico, siguieron aventurándose hasta las Tierras Altas de Nueva Guinea, el Archipiélago de Bismarck y las Islas Salomón hace 30.000 años.

No fue hasta hace unos 3.000 años que los navegantes se trasladaron más allá de las Islas Salomón para colonizar las islas más pequeñas de Vanuatu, Fiji, Samoa y Tonga. Sus descendientes viajaron más tarde hasta Hawái, Rapa Nui y Aotearoa.

Trazar un mapa de la arqueología de Papúa Occidental es vital porque nos ayuda a entender de dónde vinieron los antepasados ​​del Pacífico en general y cómo se adaptaron a vivir en este nuevo y desconocido mar de islas.

Plantillas de manos de edad desconocida de las islas Raja Ampat. Tristan Russell , CC BY-SA

Fuentes: theconversation | ox.ac.uk| 13 de agosto de 2024

Los autores agradecen la contribución de Abdul Razak Macap, antropólogo social del Centro Regional de Patrimonio Cultural en Manokwari.

Utilizan un algoritmo que analiza rasgos dentales, en lugar de ADN antiguo, para mapear movimientos de poblaciones prehistóricas

Reconstrucción artística de un grupo de cazadores-recolectores de la Edad del Hielo.

Mediante el análisis del mayor conjunto de datos de fósiles humanos de la Edad del Hielo en Europa hasta la fecha, un equipo de investigación internacional ha podido demostrar cómo los cazadores-recolectores prehistóricos se enfrentaron a un cambio climático en el período comprendido entre 47.000 y 7.000 años atrás. El tamaño de las poblaciones disminuyó drásticamente durante el período más frío, y en Occidente incluso se enfrentaron a la extinción, según el estudio publicado hoy en la revista Science Advances.

El investigador principal, el Dr. Hannes Rathmann (izquierda), del Centro Senckenberg para la Evolución Humana y el Paleoambiente de la Universidad de Tübingen (Alemania), desarrolló un nuevo método para analizar los fósiles basado en un algoritmo de aprendizaje automático, en colaboración con colegas de la Universidad de Tübingen, la Universidad de Ferrara (Italia) y la Universidad de Nueva York (EE. UU.).

Hace unos 45.000 años, los primeros humanos modernos migraron a Europa durante la última Edad del Hielo, lo que marcó el comienzo del llamado “Paleolítico Superior”. Estos primeros grupos poblaron continuamente el continente europeo, incluso durante el llamado “Último Máximo Glacial”, hace unos 25.000 años, cuando los glaciares cubrían grandes partes del norte y centro de Europa.

“Los arqueólogos han debatido durante mucho tiempo sobre la influencia de los cambios climáticos y las nuevas condiciones ambientales asociadas con la demografía de los cazadores-recolectores de esa época. Debido al número limitado de fósiles disponibles, y a su conservación molecular, a menudo deficiente para el análisis de ADN antiguo, ha sido muy difícil sacar conclusiones sobre el impacto de los factores climáticos en la migración, el crecimiento de la población, el declive y la extinción”, explica el Dr. Hannes Rathmann.

Junto con un equipo de investigadores de Italia, Estados Unidos y Alemania, Rathmann optó por un nuevo enfoque para aclarar esta cuestión: en lugar de analizar los pocos individuos prehistóricos dispersos de los que se dispone de ADN antiguo, el equipo examinó sus dientes.

"Los dientes son el tejido más duro del cuerpo humano y, por lo tanto, son los elementos esqueléticos fósiles más comunes encontrados por los arqueólogos. Esto nos ha permitido recopilar un conjunto de datos sin precedentes que es significativamente más grande que los conjuntos de datos genéticos y esqueléticos anteriores. Nuestra nueva colección incluye datos dentales de 450 humanos prehistóricos de toda Europa, que abarcan el período comprendido entre 47.000 y 7.000 años atrás”, explica Rathmann.

Tres cráneos humanos de la cueva de Hohlenstein-Stadel, en el sur de Alemania, que datan de hace unos 8.500 años, probablemente pertenecientes a una familia: un hombre (izquierda), una mujer (derecha) y un niño (centro).

Los investigadores focalizaron su atención en los rasgos dentales “morfológicos”, es decir, pequeñas variaciones dentro de la dentición, como el número y la forma de las cúspides de la corona, los patrones de crestas y surcos en la superficie de masticación o la presencia o ausencia de muelas del juicio. “Estos rasgos son hereditarios, lo que significa que podemos usarlos para rastrear relaciones genéticas entre humanos de la Edad del Hielo sin necesidad de ADN antiguo bien conservado”, explica Rathmann. Como estas características se pueden observar a simple vista, el equipo también examinó cientos de fotografías publicadas de fósiles. “Examinar fotografías históricas en busca de rasgos dentales fue particularmente emocionante, ya que nos permitió incluir fósiles importantes que lamentablemente ya no existen, como los que se perdieron o destruyeron durante la Segunda Guerra Mundial”, dice Rathmann.

Los resultados del estudio muestran que hace entre 47.000 y 28.000 años, durante el Pleniglacial Medio (glaciación Würm), las poblaciones de Europa occidental y oriental estaban bien conectadas genéticamente.

“Este hallazgo es coherente con nuestros conocimientos previos de estudios arqueológicos, que identificaron similitudes generalizadas en herramientas de piedra, armas de caza y arte portátil de las diferentes regiones”, explica la coautora Dra. Judith Beier (izquierda), del Centro de Estudios Avanzados DFG 'Palabras, Huesos, Genes, Herramientas' de la Universidad de Tubinga. Durante este período Europa se caracterizaba principalmente por paisajes esteparios abiertos que podían albergar grandes manadas de mamíferos, la principal fuente de alimento para los cazadores-recolectores. Estas condiciones probablemente favorecieron la interconexión de las poblaciones.

En el periodo posterior, el “pleniglacial tardío”, entre hace 28.000 y 14.700 años, los investigadores no encontraron vínculos genéticos entre Europa occidental y oriental. Además, los análisis muestran que ambas regiones experimentaron una reducción significativa del tamaño de la población, lo que condujo a una pérdida de diversidad genética.

“Este drástico cambio demográfico probablemente fue causado por cambios climáticos masivos: las temperaturas durante este periodo cayeron a los valores más bajos de todo el Paleolítico superior y culminaron en el Último Máximo Glacial, un momento en el que las capas de hielo alcanzaron su mayor extensión y cubrieron la mayor parte del norte y centro de Europa”, explica Rathmann, y añade: “El deterioro del clima provocó un cambio en la vegetación de estepa que pasó a ser un paisaje predominantemente de tundra, lo que afectó a los hábitats de los animales de presa y, en consecuencia, a los cazadores-recolectores que dependían de ellos”.

“Nuestros resultados respaldan la teoría, sostenida durante mucho tiempo, de que las poblaciones no solo fueron empujadas hacia el sur por el avance de las capas de hielo, sino que también se separaron en refugios en gran parte aislados con condiciones ambientales más favorables”, añade Beier.

Distribución espaciotemporal de 450 denticiones de cazadores-recolectores europeos utilizadas para el modelado demográfico.

En el lado izquierdo se muestra el registro climático δ 18 O del Proyecto de Núcleos de Hielo del Norte de Groenlandia (NGRIP) (escala temporal de la Cronología de Núcleos de Hielo de Groenlandia 2005) en ‰ desde 47 hasta 7 ka, junto con tres períodos de tiempo cuyos límites están definidos por los principales cambios climáticos: Pleniglacial Medio (MPG; ~47 a 28 ka), Pleniglacial Tardío (LPG; ~28 a 14,7 ka) y Glacial Tardío a Holoceno Temprano (LG&EH; ~14,7 a 7 ka). En el medio, se presenta la distribución temporal de los especímenes dividida en un grupo occidental (que se extiende desde el actual Portugal hasta Alemania) y un grupo oriental (que se extiende desde la actual Italia hasta Rusia occidental). Se muestran las fechas de radiocarbono calibradas promedio, con una fluctuación aleatoria aplicada para evitar la superposición de gráficos. Se indican los tamaños de muestra por grupo espacio-temporal. A la derecha, se muestran las coordenadas geográficas de los especímenes, con un código de colores que indica la afiliación al grupo occidental (azul) o oriental (rosa). Las ubicaciones geográficas se han calculado de forma aproximada y se han organizado en cuadrícula para evitar la superposición de los gráficos. El mapa se subdivide temporalmente en períodos MPG, LPG y LG&EH, con una ilustración del avance y retroceso de las capas de hielo del hemisferio norte y los cambios asociados en el nivel del mar.

Reemplazo poblacional

Otro hallazgo notable del estudio es el descubrimiento de que las poblaciones de Europa occidental se extinguieron en la transición del Pleniglacial medio al tardío y fueron reemplazadas por una nueva población que migró desde Europa oriental.

Después del Pleniglacial tardío, las temperaturas volvieron a aumentar de forma constante, los glaciares retrocedieron y la vegetación esteparia y forestal volvió a aparecer, lo que permitió la primera recolonización de zonas que antes habían sido abandonadas. El equipo de investigación observó que durante este período, las poblaciones de Europa occidental y oriental, que anterioemente habían quedado muy aisladas y reducido considerablemente, comenzaron a aumentar de nuevo en número y se reanudó la migración entre las regiones.

“Nuestro nuevo método, que se basa en un algoritmo de aprendizaje automático que llamamos 'Pheno-ABC', nos ha permitido, por primera vez, reconstruir eventos demográficos prehistóricos complejos utilizando datos morfológicos. Hasta donde sabemos, esto nunca se había logrado antes”, dice la coautora principal, la Dra. Maria Teresa Vizzari (izquierda), quien jugó un papel clave en el desarrollo del algoritmo junto con la profesora Silvia Ghirotto (derecha), ambas de la Universidad de Ferrara. La nueva herramienta analítica permite identificar el escenario demográfico más probable entre los muchos que se probaron. La misma es capaz de analizar una enorme cantidad de datos morfológicos de los dientes e identificar patrones (tendencias recurrentes) ocultas que revelan relaciones genealógicas entre individuos. Por tanto, mediante la utilización del mayor volumen de información disponible hasta el momento sobre fósiles humanos de la Edad del Hielo europea, ha sido posible reconstruir complejos eventos demográficos prehistóricos.

Según los investigadores, el método 'Pheno-ABC', en combinación con herramientas de inteligencia artificial, podría revolucionar el análisis de la morfología de los esqueletos fósiles en el futuro, por lo que representa un importante paso adelante en el estudio de la evolución humana, abriendo nuevas perspectivas para investigar los orígenes de diferentes poblaciones humanas y los procesos que han dado forma a nuestra diversidad genética .

“Nuestro estudio aporta información importante sobre la historia demográfica de los europeos de la Edad del Hielo y pone de relieve el profundo impacto de los cambios climáticos y medioambientales en la vida de los seres humanos prehistóricos. Debemos aprender urgentemente de nuestro pasado si queremos abordar los complejos problemas medioambientales del futuro”, concluye Rathmann.

Fuentes: Universidad de Tubinga | pikaia.eu | 16 de agosto de 2024

¿Cómo desaparecieron los neandertales? Nuevos análisis de ADN arrojan luz sobre el misterio

Reconstrucción de un hombre 'Homo neanderthalensis' (La-Chapelle-aux-Saints 1, Francia) con un niño (Gibraltar 2, Devil's Tower, Reino Unido). Museo de Historia Natural, Viena (Austria).

El descubrimiento en 2010 de que los primeros humanos y los neandertales se habían cruzado fue una bomba científica: la revelación de un legado genético que, desde entonces, se ha descubierto que desempeña un papel en la vida de las personas modernas, influyendo en los ritmos circadianos, el funcionamiento del sistema inmunitario y la forma en que algunos sienten dolor.

Sin embargo, a los científicos les ha resultado sorprendentemente difícil reconstruir el flujo genético en la dirección opuesta: cómo el mestizaje entre los dos grupos puede haber dado forma a los neandertales, que se extinguieron hace unos 40.000 años. Con la ayuda de nuevas técnicas, un nuevo estudio ofrece una imagen más clara.

El análisis, publicado en la revista Science, muestra que los dos grupos intercambiaron ADN en múltiples momentos a lo largo de los últimos 250.000 años, lo que arroja luz sobre cómo desaparecieron los neandertales y podría reescribir la historia de cómo y cuándo nuestros antepasados Homo sapiens abandonaron África.

"Hasta la fecha, la mayoría de los datos genéticos sugieren que los humanos modernos evolucionaron en África hace 250.000 años, permanecieron allí durante los siguientes 200.000 años y luego decidieron dispersarse fuera de África hace 50.000 años para poblar el resto del mundo", afirma Joshua Akey (izquierda), profesor del Instituto Lewis-Sigler de la Universidad de Princeton y autor principal del estudio.

"Pero la genética es esencialmente ciega a cualquier cosa que no deje ascendencia a las poblaciones actuales. Lo que me parece interesante de este trabajo es que aporta información genética sobre estas dispersiones fuera de África que antes no podíamos ver", afirma Akey.

Los hallazgos sugieren que la historia de los primeros humanos fue compleja y que éstos probablemente interactuaron con los neandertales —y otros tipos de humanos arcaicos, incluidos los enigmáticos denisovanos— con mucha más frecuencia de lo que se pensaba desde nuestra aparición como especie hace entre 250.000 y 300.000 años.

Múltiples episodios de apareamiento

Mediante la comparación de secuencias de ADN en bases de datos, los científicos pueden reconstruir las relaciones entre distintas poblaciones o especies y, dado que los cambios genéticos se producen a un ritmo constante a lo largo de una generación, los genetistas pueden calcular el tiempo transcurrido entre el momento en que dos grupos intercambiaron ADN, como las marcas de un reloj molecular.

Según el estudio, cuando los humanos salieron de África se encontraron y se cruzaron con los neandertales en tres oleadas: una, hace entre 200.000 y 250.000 años, poco después de que aparecieran los primeros fósiles de Homo sapiens en África; otra, hace 100.000 años; y la última, hace entre 60.000 y 50.000 años.

Foto: El equipo que logró secuenciar el genoma neandertal en 2010. De izquierda a derecha: Adrian Briggs, Johannes Krause, Svante Pääbo y Richard E. Green, del Instituto Max Planck.

El episodio más reciente está ampliamente reconocido y se identificó por primera vez en 2010, cuando el genetista Svante Pääbo, ganador del Premio Nobel por ello, secuenció el primer genoma neandertal. Sin embargo, la nueva investigación llevada a cabo demuestra que las dos primeras oleadas diferían significativamente de la tercera, una migración arrolladora que, en última instancia, llevó a los humanos modernos a residir en todos los rincones del planeta.

Los científicos han descubierto que el porcentaje de ADN del Homo sapiens en el genoma neandertal podría haber alcanzado el 10% hace más de 200.000 años y haber disminuido con el tiempo; de media, era del 2,5% al 3,7%.

"Un estudio similar publicado el año pasado había identificado rastros genéticos de un encuentro entre ambos grupos hace unos 250.000 años, pero la aportación de ADN del Homo sapiens a los neandertales hace unos 100.000 años es un hallazgo novedoso", dice Laurits Skov (izquierda), genetista e investigador postdoctoral de la Universidad de California Berkeley, el cual no participó en el estudio. "Lo que parece seguro es que la historia de los humanos y los neandertales está mucho más entrelazada de lo que creíamos", afirma en un correo electrónico.

Trabajo de detective genético

Durante las dos primeras oleadas de mestizaje, la población neandertal absorbió genes humanos y la descendencia permaneció dentro de los grupos neandertales, según el nuevo estudio.

"Estos primeros episodios de apareamiento, resultado de la migración fuera de África de pequeños grupos de 'Homo sapiens' pioneros que no llegaron a establecerse con fuerza, apenas dejaron huella en el acervo genético de las poblaciones humanas actuales, pero sí tuvieron un gran impacto en el genoma neandertal", según Akey. "Creo que la explicación más sencilla es que esto refleja cambios en el tamaño de las poblaciones a lo largo del tiempo", añadió al respecto.

"Al principio, los humanos modernos salían de África y las poblaciones neandertales eran lo suficientemente grandes como para absorber estas dispersiones iniciales de humanos y sus genes en la población neandertal", explicó Akey.

"Sin embargo, cuando el 'Homo sapiens' abandonó África en la tercera oleada, hace unos 60.000 años en una migración duradera alrededor del mundo, la descendencia resultante de los encuentros entre 'Homo sapiens' y neandertales creció en las poblaciones humanas modernas y su firma genética permaneció en el acervo genético de las mismas, influyendo en nuestras vidas actuales", explicita Akey.

En el estudio, el equipo utilizó técnicas de aprendizaje automático para descodificar y secuenciar los genomas de los restos de tres neandertales, que databan de hace entre 80.000 y 50.000 años y se encontraron en tres lugares distintos: Vindija, en Croacia, y las cuevas de Denísova y Chagyrskaya, en las montañas de Altai. A continuación, los investigadores compararon esos datos con los genomas de 2.000 humanos actuales.

"Hemos desarrollado un marco para determinar si se produjo flujo genético entre humanos y neandertales, al tiempo que estimar cuántas secuencias de humanos modernos hay en los genomas neandertales, e identificar los lugares específicos del genoma neandertal que portan secuencias de los humanos modernos", dijo Akey.

Detección del flujo genético de humanos modernos a neandertales (H→N) y sus consecuencias.
La mezcla de humanos modernos con neandertales provoca un aumento local de la heterocigosidad en el genoma neandertal, una característica que permitió enfoques para cuantificar y detectar secuencias introgresadas. Aprovechamos las secuencias introgresadas de humanos modernos en el genoma neandertal para refinar las estimaciones de la ascendencia neandertal en humanos contemporáneos al descomponer los segmentos detectados por IBDmix en aquellos atribuibles al flujo genético de humano a neandertal (H→N) versus neandertal a humano (N→H) en 2000 individuos humanos modernos. También usamos secuencias introgresadas de humanos modernos para descubrir que los neandertales tenían un tamaño de población efectivo más pequeño (N e) de lo que se había estimado previamente y que una segunda ola de flujo genético de humano moderno a neandertal ocurrió hace ~100 a 120 mil años (ka). pb=pares de bases.

El misterio de la desaparición de los neandertales

"Hay un puñado de fósiles de 'Homo sapiens' que podrían reflejar los primeros viajes, menos exitosos, de la especie desde África a Medio Oriente y Europa", según Chris Stringer (izquierda), investigador principal de evolución humana en el Museo de Historia Natural de Londres, que no participó en el estudio.

Entre estas reliquias figuran un fósil de Homo sapiens hallado en la cueva de Apidima, en el sur de Grecia, datado hace 210.000 años, y restos encontrados en los yacimientos israelíes de Skhūl y Qafzeh. Los fósiles hallados en Israel tenían "rasgos primitivos", como cejas más grandes, cráneos más planos y barbillas variables.

"He interpretado estos rasgos como herencia de antepasados no neandertales más primitivos, pero alternativamente podrían ser signos del flujo genético con los neandertales, y tal vez tales características deberían ser examinadas de nuevo ahora, a la luz de este nuevo trabajo", precisa Stringer.

"La dinámica de población identificada en esta investigación podría ser una de las principales razones por las que los neandertales desaparecieron hace 40.000 años", señaló Akey. "El análisis de los investigadores sugiere que el tamaño de la población neandertal en aquella época era un 20% menor de lo que se pensaba".

"Las poblaciones humanas eran mayores y, como las olas que rompen en la playa, acabaron erosionando a los neandertales, y es probable que el acervo genético neandertal fuera absorbido por la población humana en la última oleada de mestizaje", explica Akey.

"La extinción es complicada, por lo que no me atrevería a decir que es la única explicación..., pero creo que la absorción de los neandertales por parte de las poblaciones humanas explica en gran medida la desaparición de los neandertales", añadió.

Stringer se mostró de acuerdo en que la última fase del mestizaje puede haber contribuido a la extinción de los neandertales, ya que la población neandertal se hizo aún más pequeña y menos diversa a medida que el ADN neandertal se incorporaba a la mayor reserva genética humana.

"Creo que es un punto importante", dijo Stringer. "Si se tiene en cuenta el aumento de la diversidad genética neandertal por el mestizaje con los 'Homo sapiens' también se reduce significativamente el tamaño efectivo de su población, lo que añade más pruebas de que los neandertales tardíos podrían haber sido ya una especie en peligro de extinción, incluso sin la competencia de una población de 'Homo sapiens' en expansión".

Fuente: cnnespanol.conn.com | 1 de agosto de 2024

Descubren en la remota isla de Flores (Indonesia) un homínido más bajo que el 'hobbit': medía un metro y vivió hace 700.000 años

El fragmento de húmero excavado en 2013 y ahora reconocido como perteneciente a un antepasado de 'Homo floresiensis'. Yousuke Kaifu

Fue apodado hobbit por su baja estatura, de poco más de un metro. El hallazgo hace 20 años en la isla indonesia de Flores de una especie extinta del género Homo bautizada como Homo floresiensis fue uno de los descubrimientos paleontológicos más importantes de la historia de la evolución humana.

Conocido como el hombre de Flores, al principio se pensó que tenía 18.000 años de antigüedad y se habría extinguido hace 12.000 años, pero estudios posteriores estimaron que probablemente este homínido de unos 25 kilos de peso tenía unos 60.000 años y se extinguió hace 50.000 años, coincidiendo con la expansión en esa zona del Homo sapiens, nuestra especie.

Sin embargo, sigue abierto el debate científico sobre el origen del hobbit, encontrado en los yacimientos de Liang Bua de esa remota isla indonesia. Una de las teorías sugiere que se trataba de un descendiente de menor estatura de los primeros Homo erectus que habitaron la zona que actualmente es Asia, y que tenían una talla parecida a la de los humanos modernos. Otra hipótesis sostiene que Homo floresiensis habría sido un superviviente tardío de otro homínido de África más antiguo y anterior al Homo erectus que podría haber sido el Homo habilis (que medía 120 cm aproximadamente) o el Australopithecus afarensis (entre 115 y 138 cm según el sexo), aunque no existen pruebas fósiles que respalden una salida de África tan el temprana de alguna de esas especies.

Posteriormente, un equipo de investigadores encontró también en la isla de Flores, pero en un emplazamiento diferente -el yacimiento al aire libre de Mata Menge, situado a 75 kilómetros de Liang Bua- fósiles de otro homínido mucho más antiguo, de hace 700.000 años, que está ayudando a esclarecer el origen del hobbit, tal y como explican este martes en un artículo publicado en Nature Communications.

Foto: Los restos fósiles hallados en Mata Menge en 2016 (imagen cortesía de of Yousuke Kaifu y Susan Hayes)

Vivió hace unos 700.000 años y los primeros restos, un fragmento de una mandíbula y seis dientes pertenecientes a al menos tres individuos, fueron encontrados hace una década y presentados en 2016. Aunque eran más pequeños que los de Homo floresiensis, al no encontrarse fósiles postcraneales (de una parte diferente al cráneo) no pudieron afirmar que se tratara un homínido de menor estatura.

"En el estudio publicado este martes, sin embargo, describe el hallazgo en Mata Monge de más fósiles entre los que figuran los primeros restos postcraneales de este homínido: un húmero que "no sólo es más corto que el de Homo floresiensis, sino que es el hueso de la parte superior del brazo más pequeño conocido en el registro fósil de homínidos de todo el mundo", tal y como asegura Adam Brumm (izquierda), del Centro Australiano de Investigación sobre la Evolución Humana de la Universidad de Griffith y coautor del artículo.

Un metro de altura

Los análisis por microscopía han revelado que este pequeño húmero, desenterrado en 2013, pertenecía a un adulto. Como cuenta Gerrit van den Bergh (derecha), investigador de la Universidad de Wollongong y coautor del estudio, el fragmento de húmero hallado estaba roto en varias piezas, y al principio no lo identificaron como un hueso de un homínido.

"Cuando vi por primera vez el pequeño húmero, pensé que era un hueso de niño, pero me picó la curiosidad y me sorprendí cuando busqué su etapa de desarrollo", afirma por su parte Yousuke Kaifu (izquierda), de la Universidad de Tokio, que admite que "estimar la edad y la longitud fue difícil".

Basándose en la longitud estimada del hueso (211-220 milímetros), calculan que la estatura de este homínido de hace 700.000 años era de 100 centímetros, lo que suponen seis centímetros menos de la altura estimada para un esqueleto de Homo floresiensis de 60.000 años de antigüedad encontrado en Liang Bua (basándose en la longitud de su fémur estimaron que medía 106 centímetros). Si se compara el mismo hueso, el húmero del Homo floresiensis de Liang Bua medía 243 mm frente a los 211-220 mm del de Mata Menge.

A la izquierda, el fragmento de húmero del individuo de hace 700.000 años comparado con un húmero de 'Homo floresiensis' de hace 60.000 años. Yousuke Kaifu.

"Este rarísimo espécimen confirma nuestra hipótesis de que los antepasados de 'Homo floresiensis' tenían un tamaño corporal extremadamente pequeño; sin embargo, ahora resulta evidente, por las diminutas proporciones de este hueso de una de sus extremidades, que eran aún más pequeños de lo que habíamos pensado", sostiene Brumm en un comunicado de prensa.

Los otros dos dientes encontrados en Mata Menge también son de pequeño tamaño y uno de ellos presenta características que concuerdan con los primeros Homo erectus de Java. Una similitud que no respalda la hipótesis de que Homo floresiensis evolucionara a partir de un tipo de homínido anterior y más primitivo, que nunca se ha encontrado en Indonesia ni en ninguna otra región fuera de África.

Lugares de descubrimiento del 'Homo erectus' javanés y del 'Homo floresiensis'. Las zonas de tierra expuestas por el descenso del nivel del mar durante el periodo glaciar se muestran en gris. / Mapa realizado por Yousuke Kaifu con GeoMapApp.

Con los últimos restos encontrados en el yacimiento de Mata Menge hay ya 10 fósiles pertenecientes a al menos cuatro individuos, entre ellos dos niños. Todos son muy similares anatómicamente al Homo floresiensis encontrado hace 20 años en el yacimiento de Liang Bua y, según apuntan los autores, pueden considerarse una variante más antigua de este homínido. Sin embargo, aunque se trate de un antepasado directo del hobbit, tenía una dentición menos especializada, es decir, dientes más primitivos.

"La historia evolutiva de los homínidos de Flores sigue siendo en gran parte desconocida. Sin embargo, los nuevos fósiles sugieren claramente que comenzó cuando un grupo de los primeros homínidos asiáticos conocidos como 'Homo erectus' quedó aislado en esta remota isla indonesia, hace quizá un millón de años, y sufrió una drástica reducción del tamaño corporal con el paso del tiempo", propone Brumm.

El yacimiento de Mata Mege en 2014. Gerrit van den Bergh.

Según comenta a SINC el arqueólogo y coautor del nuevo trabajo, Gerrit van den Bergh, de la Universidad de Wollongong (Australia), “el yacimiento a cielo abierto de Mata Menge (MM) es muy diferente de la cueva de Liang Bua”.

Explica que “se trata de un lugar situado en una pequeña cuenca –llamada So'a, por la ciudad del mismo nombre– rodeado de montañas, en su mayoría volcanes activos e inactivos, que fue rellenada por una secuencia de sedimentos que abarcó un periodo comprendido entre hace 1,4 millones de años y hace 0,5 millones de años”.

El diminuto hueso del brazo demuestra, según los autores, que la reducción extrema del tamaño corporal se produjo al principio de la historia de los homínidos de Flores a lo largo de un periodo de 300.000 años. La drástica reducción temprana y la posterior estabilidad del tamaño corporal respaldaría que tener un tamaño corporal más pequeño en esta isla aislada era beneficioso para su supervivencia, como ocurre con muchas otras especies que evolucionan hacia un tamaño más pequeño con más frecuencia en las islas (un mecanismo que se conoce como enanismo insular).

Por otro lado, el registro arqueológico muestra que la isla de Flores también estuvo habitada por diminutos estegodontes (una especie de elefante extinto), ratas de diversos tamaños, cocodrilos y dragones de Komodo. Los reptiles depredadores podían alcanzar los tres metros de longitud, pero no eran una amenaza significativa para las poblaciones arcaicas de estos homínidos.

Fuentes: elmundo.es | elpais.com | agenciasinc.es | 6 de agosto de 2024

Reconstruyen las condiciones ambientales y prácticas de cultivos cuando surgió la agricultura en la Europa occidental

Recreación del poblado neolítico de La Draga (Banyoles, Gerona). Autor: Raül Soteras (Instituto Arqueológico Alemán/Universidad de Basilea).

Hace unos 7.000 años, los primeros agricultores del Mediterráneo occidental seleccionaban las tierras más fértiles disponibles, cultivaban variedades de cereales muy parecidas a las actuales y usaban de forma moderada el estiércol de animales domésticos como se hace hoy en día. Estos son algunos de los elementos que caracterizan la expansión de la agricultura durante el Neolítico en Europa occidental, según un artículo de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), en el que participa el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Barcelona (UB).

El trabajo reconstruye las condiciones ambientales, las prácticas en la gestión de los cultivos y las características de los vegetales existentes cuando apareció la agricultura en la Europa occidental, y tiene como referente el yacimiento de la Draga (Banyoles, Gerona), uno de los más significativos y complejos de la península ibérica, además de incluir datos sobre otros 16 yacimientos de los inicios de la agricultura en la región.

Según las conclusiones, en el momento de su aparición en la península ibérica, la agricultura ya había logrado un nivel consolidado en técnicas agrícolas de cultivo de cereales, lo que sugiere una evolución a lo largo de su migración a través de Europa de los métodos y el material genético originario del creciente fértil, la cuna de la revolución neolítica en Oriente Medio.

Arqueólogos en el yacimiento lacustre de la Draga de Banyoles. acn

¿Cuáles eran los principales cultivos en la Draga?

Desde que apareció hace cerca de 12.000 años en los territorios del denominado Creciente Fértil, la agricultura ha transformado la relación con el medio natural y la estructura socioeconómica de las poblaciones humanas. Ahora, el equipo de investigadores ha aplicado técnicas de reconstrucción paleoambiental y arqueobotánica para identificar las condiciones del poblado de la Draga cuando surgió la agricultura. Situado en la orilla oriental del lago de Banyoles, es uno de los asentamientos de agricultores y ganaderos más antiguos del noreste de la península ibérica (5.200-4.800 a. C.), y un testimonio extraordinario de las primeras sociedades agrícolas y ganaderas de la península ibérica. Para darle una dimensión regional al estudio, también se ha examinado datos cerealísticos provenientes de otros yacimientos neolíticos de la Península y del sur de Francia.

"Aunque se trataba de una agricultura pionera, pues se iniciaba en zonas que antes no habían sido cultivadas, las condiciones de cultivo parecen haber sido favorables, posiblemente debido a una elección deliberada por los agricultores de los terrenos más adecuados. Los cultivos no parecen ser demasiado diferentes a las variedades tradicionales que se han ido cultivando en los milenios posteriores”, detalla Josep Lluís Araus (izquierda), primer autor del artículo y catedrático de la Sección de Biología Vegetal del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Biología de la UB y miembro de Agrotecnio, Centro CERCA de Investigación en Agrotecnología.

Araus ha liderado la reconstrucción de las condiciones agronómicas y características de los cultivos a partir del análisis de las muestras recolectadas e identificadas por los arqueobotánicos de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), el Instituto Arqueológico Alemán (DAI, Alemania) y la Universidad de Basilea.

Restos de trigo desnudo (Triticum aestivum-durum) del yacimiento de La Draga analizados en el estudio. Izquierda: acumulación de semillas de trigo asociadas a los restos de una cesta (autor: Josep Tarrús i Galter, Museu Arqueològic de la Draga). Derecha: espiga desnuda de trigo (autor: Ferran Antolín (Instituto Arqueológico Alemán/Universidad de Basilea).

"La fuente principal de información para estudiar las prácticas de la agricultura en la prehistoria son los restos arqueobotánicos (semillas y frutos) que encontramos en los depósitos arqueológicos que excavamos. Los restos que se encuentran más frecuentemente son granos de cereal carbonizados. Así, los estudios isotópicos sobre estos restos permiten abrir una línea interpretativa alternativa para caracterizar las prácticas agrícolas pasadas", explica Ferran Antolín (derecha), del Instituto Arqueológico Alemán.

El trigo duro y la adormidera (la amapola) fueron las especies que se cultivaron principalmente en la Draga. “Adicionalmente, aparece también la cebada, aunque siempre en pequeñas cantidades y de forma puntual, algunos restos de escanda menor, trigo farro y trigo Triticum timopheevii. Además, las proporciones entre los cereales durante las fases de ocupación prácticamente no varían”, señala Antolín.

Los restos arqueobotánicos, semillas y frutos, son la fuente principal de información para estudiar las prácticas de la agricultura en la prehistoria. Anna Barberà Berrocal

Tal como explica Juan Pedro Ferrio (izquierda), investigador científico del CSIC en la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD-CSIC), “aunque la domesticación de animales no es el foco del artículo, varias evidencias nos indican que pastaban en los mismos campos de cultivo. Este hecho podría explicar la aportación moderada de abonos orgánicos de origen animal que nos sugiere la composición isotópica de nitrógeno de las semillas de cereales”.

Un clima favorable para las prácticas agrícolas

En la Draga, las buenas condiciones ambientales favorecieron la práctica de la agricultura cuando esta población neolítica se asentó en la orilla del lago de Banyoles. “El estudio isotópico de la madera carbonizada y las semillas de cereales confirma que la disponibilidad de agua en el entorno era mejor que en la actualidad. Estudios arqueobotánicos previos habían evidenciado que en el entorno del yacimiento crecía una vegetación bastante diferente a la que encontramos ahora. El robledal y los bosques de ribera donde abundaban los laureles habrían dominado el entorno, y este tipo de vegetación requiere condiciones climáticas más húmedas que las actuales”, explica la catedrática Raquel Piqué, del Departamento de Prehistoria de la UAB.

Raquel Piqué en el yacimiento de la Draga.

“Estas evidencias de condiciones más húmedas que en la actualidad, y, por tanto, más adecuadas para la agricultura, se podrían extrapolar a otros yacimientos de los inicios de la agricultura en el Mediterráneo occidental”, apunta Josep Lluís Araus. “Es bastante probable que la agricultura no se habría adoptado como respuesta a unas condiciones ambientales negativas —como, por ejemplo, un cambio climático— y la necesidad de asegurar el alimento a la población, sino más bien como una forma de aumentar los recursos y hacerlos más estables comparado con una economía de caza y recolección”.

¿Cómo se expandió la agricultura en la península ibérica?

Comprender los detalles de la explotación del nuevo sistema de subsistencia agrícola es fundamental para entender el proceso más general de cambio económico, cultural y social del Neolítico. "En el caso de la península ibérica, las evidencias arqueobotánicas recogidas en las últimas décadas han sugerido una rápida expansión de la agricultura, con la aparición casi simultánea de las primeras plantas domesticadas en diferentes regiones", detalla Jordi Voltas (izquierda), catedrático de la UdL y la unidad de investigación conjunta CTFC-Agrotecnio. “El nuevo trabajo apuntala los modelos arqueológicos existentes de difusión de las prácticas agrícolas basados fundamentalmente en fenómenos migratorios (difusión démica). En especial, denotan una agricultura consolidada en términos de buenas condiciones agronómicas y características evolucionadas de los cultivos en el momento en que la agricultura llega a la orilla occidental de Europa”.

Hoces y palos de cavar de madera procedentes de La Draga (Banyoles, Gerona). ©Museo Arqueológico de Banyoles. Autor: Salvador Comalat.

Todavía hay un conocimiento limitado de la naturaleza de las prácticas de cultivo en las primeras poblaciones neolíticas. “Estamos hablando de sociedades prehistóricas, que excepto por yacimientos excepcionales como el de la Draga, han dejado unos restos materiales relativamente escasos que solo se pueden estudiar de forma adecuada con trabajos minuciosos a través de sucesivas campañas de excavación. En estos contextos, la ecofisiología de cultivos y todas las metodologías relacionales —isótopos estables, etc.— han sido decisivos para aportar nuevos conocimientos durante las pasadas décadas en el debate científico sobre los orígenes y la difusión de la agricultura. Tal como demuestra este estudio, lo serán también en el futuro”, concluye Josep Lluís Araus.

En el artículo participan también expertos de la Universitat de Lérida (UdL) y la unidad de investigación conjunta CTFC-Agrotecnio, la Universidad de Valencia, la Universidad de Basilea (Suiza) y el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA). Las excavaciones en la Draga las coordina el Museo Arqueológico de Banyoles, en el marco de los proyectos cuadrienales de excavaciones arqueológicas del Departamento de Cultura de la Generalidad de Cataluña.

Fuente: Universidad Autónoma de Barcelona | 30 de julio de 2030