Un libro reúne las investigaciones científicas sobre el "gran monumento megalítico" de Montelirio (Sevilla)

La biblioteca pública Infanta Elena, en Sevilla capital, acogerá el próximo martes la presentación del libro 'Montelirio: Un gran monumento megalítico de la Edad del Cobre', que reúne los resultados de los estudios científicos relacionados con esta construcción megalítica descubierta en 1998 en el municipio aljarafeño de Castilleja de Guzmán (Sevilla).

El dolmen de Montelirio, recordémoslo, está enclavado en el entorno del plan parcial número cuatro de Castilleja de Guzmán y está caracterizado por un corredor de aproximadamente 39 metros de longitud, una cámara principal de 4,75 metros de diámetro y otra cámara secundaria de 2,7 metros de diámetro, bajo un túmulo de 2,75 metros de altura.

Se encuadra, por cierto, en las 779,16 hectáreas de los municipios de Valencina de la Concepción y Castilleja declaradas como Zona Arqueológica, al estar pobladas por múltiples vestigios de la antigua cultura que habitaba este sector de la cornisa del Aljarafe, allá por la Edad del Cobre.

El libro, en ese sentido, recoge los resultados de los estudios e investigaciones científicas realizadas merced a las excavaciones arqueológicas acometidas en el dolmen y su entorno entre 2007 y 2010. En tales estudios, según la información recogida por Europa Press, han participado a lo largo de estos años 45 especialistas de 16 universidades y centros de investigación de cinco países distintos (Alemania, España, Estados Unidos de América, Nueva Zelanda y Reino Unido), con el uso de algunos de los métodos y técnicas de investigación más a la vanguardia de la arqueología moderna.

GRANDES DESCUBRIMIENTOS

Y es que las mencionadas excavaciones arqueológicas supusieron el rescate de no pocos restos óseos humanos, así como un espectacular ajuar formado por unas 4.000 cuentas de collar y numerosas figuras zoomorfas, otros utensilios y objetos de marfil, sílex o ámbar, dos altares circulares y más de cien puntas de flecha.

La obra, así, recoge no sólo un análisis del monumento megalítico y los productos artesanales y artísticos de piedra, marfil, oro y ámbar recuperados del mismo, sino además formula toda una descripción de la forma de vida de las sociedades de la Edad del Cobre, profundizando en su tecnología, artesanía, pautas de contacto e intercambio, y su organización social.

El libro, según ha señalado a Europa Press, Leonardo García Sanjuán (izquierda), del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla y uno de los editores científicos de la publicación, constituye todo un avance en materia de investigación, porque se trata del "primer monumento megalíticos español estudiado con una metodología científica de amplio espectro, que incluye los métodos más modernos de datación, análisis de restos humanos y caracterización de objetos artesanales y artísticos".

INTERPRETACIONES

"Interpretamos el colectivo enterrado en esta tumba como un posible 'colegio' de especialistas religiosos, o sea sacerdotisas, que en el siglo XXVIII antes de Cristo tuvo una gran relevancia social, y que probablemente habrían tenido fama e influencia mucho más allá de los límites de la antigua población calcolítica sevillana", resume García Sanjuán respecto a las teorías expuestas en la publicación.

Magdala: arqueología y religión en manos de una investigadora mexicana

Marcela Zapata (arriba) desentierra desde hace siete años los secretos de la bíblica Magdala con el fin de reconstruir la vida y usos de un poblado de pescadores judíos que, según el Nuevo Testamento, fue testigo del ministerio de Jesús en la Galilea.

Con una buena parte de la antigua aldea ya desenterrada, los hallazgos se acumulan uno tras otro en uno de los yacimientos más sorprendentes de toda la zona, con una bella sinagoga, típicos baños rituales ("mikve"), una dársena con amarraderos, el cardo (calle comercial romana) y restos de la actividad industrial de sus habitantes.
"Los hallazgos nos dicen que la actividad económica principal en Magdala era la pesca", asevera esta estudiosa de la Universidad Anahuac de México, que llegó a la zona en 2010 por iniciativa propia.

Esta actividad fue la que le aparentemente pudo dar su otro nombre a Magdala, Tariquea, que significa "conservación" o "preservación", y que se origina en un método de salación del pescado desarrollado allí por sus habitantes y que era conocido como "tarichos".
Entre las ruinas de la antigua ciudad, Zapata y sus investigadores han descubierto decenas de piletas que -afirma- servían a esa industria, aunque hay historiadores que aseveran que el método era conocido por toda la zona del Mar de Genasaret y que, por tanto, no se puede afirmar aún que ambas ciudades sean la misma.

"Por lo que conocemos de las fuentes judías y cristianas esta es la antigua Tariquea, que es Magdala", se reafirma Zapata, cuyo equipo de arqueólogos y voluntarios es el primero de México que recibe permiso de Israel para investigar y excavar.
El proyecto iniciático es del padre Juan Solana, de los Legionarios de Cristo y quien hace ya diez años compró un predio en una zona denominada "Migdal" en hebreo, y "Al-Majdal" en árabe, para levantar un centro de peregrinaje.

Pronto los primeros trabajos condujeron al hallazgo de una antigua sinagoga con uno de los primeros altares ("bima" en hebreo) conocidos y en sus caras una exclusiva simbología.


Otro nexo entre Magdala y Tariquea es que en el cardo ha aparecido un retén, o barrera, a base de columnas y bloques de piedra de la sinagoga y de otros edificios, bien apilados uno encima del otro.
Fue, se cree, la barrera que los habitantes de la antigua Magdala construyeron para impedir el paso de las cohortes romanas poco antes de la crucial batalla del año 67 d.C., narrada por el cronista Flavio Josefo en su libro "Las guerra de los judíos".
Antes de ser capturado en Jotapata y romanizarse, Josefo fue comandante de los rebeldes judíos en la Galilea y ayudó personalmente a fortificar Tariquea, si bien sus descripciones y datos sobre la Gran Revuelta Judía no han sido siempre exactos.

Disquisiciones arqueológicas a un lado, la importancia del yacimiento se origina en que se trata del pueblo de origen de María Magdalena.

Zapata, que se declara católica no practicante, asegura que los trabajos en el yacimiento ayudarán a conocer el estilo de vida y las costumbres de la época en el pueblo de la Magdalena, y no ve ningún conflicto a la hora de realizar un trabajo científico en un lugar religioso: "De entrada, la ciencia y la fe no se oponen, al contrario, se complementan".



"Lo que pudo haber hecho Jesús en términos de milagros eso sólo se desprende de las fuentes escritas, pero no hay ninguna descripción en los Evangelios que diga que en Magdala se realizó equis milagro. Y aunque lo dijera, nunca lo vamos a saber porque la arqueología no da, ni nunca va a dar, ese tipo de evidencias", subraya.

El pueblo de "Magdala", en el que según las descripciones de Josefo vivieron unos 40.000 habitantes, aparece en los Evangelios una sola vez, si bien es evocado otras doce al atribuir a "María Magdalena" su origen.

En colaboración con la UNAM, Zapata realiza sus investigaciones con una técnica interdisciplinaria más típica de México que de Israel, en la que todo se analiza en laboratorio hasta el último detalle.
"Aquí tienen muchas fuentes escritas que les hablan de su historia, en cambio nosotros en México no tenemos esos textos y por tanto la arqueología que hacemos es mucho más interdisciplinaria", indica sobre la participación de antropólogos, químicos, biólogos, y otros expertos que deben analizar los hallazgos en el terreno.

Para ello, entre 300 y 400 kilos de tierra del yacimiento de Magdala han sido trasladados hasta México, en una campaña en la que colabora la Secretaría de Relaciones Exteriores. EFE

Fuente: wradio.com.co | 19 de marzo de 2017

Un algoritmo de aprendizaje profundo para descifrar la escritura de la cultura del Valle del Indo

Un potente algoritmo de aprendizaje profundo, que imita el funcionamiento de las diferentes regiones del cerebro humano durante el proceso de lectura, desvelará el misterio de la cultura del Valle del Indo. Desarrollado por científicos del sur de La India, permitirá leer la escritura de esta civilización de la Edad de Bronce a partir de sellos y cerámicas encontradas en registros arqueológicos. Científicos hindúes han desarrollado un algoritmo de aprendizaje profundo para ayudar a descifrar la escritura de la cultura del Valle del Indo, perteneciente a la Edad del Bronce, cuya lengua siegue siendo todavía un misterio.

La cultura del valle del Indo fue una civilización que se desarrolló desde c. 3300 a.C. hasta c. 1300 a.C. a lo largo del valle del Indo, en Afganistán, Pakistán y el noroeste de la India. Abarcaba cerca de un centenar de asentamientos y dos ciudades importantes: Harappa y Mohenjo-Daro, ambos en Pakistán.
Esta civilización se caracteriza por un alto grado de urbanización con sitios bien desarrollados y organizados siguiendo una planificación compleja, que integraba incluso la gestión de aguas residuales. Aunque fue descubierta en el siglo XIX, poco se sabe de esta civilización, particularmente porque los textos y símbolos de su cultura siguen siendo indescifrables.

Hasta ahora se han identificado 417 símbolos de esta lengua, pero no ha sido posible descifrar su significado porque todavía no se ha encontrado un texto bilingüe. En otros casos, un texto bilingüe ha ayudado a entender las escrituras antiguas, por ejemplo, la piedra de Rosetta.


Esta piedra es un fragmento de una antigua estela egipcia de granodiorita inscrita con un decreto publicado en Menfis en el año 196 a. C. en nombre del faraón Ptolomeo V. El decreto aparece en tres escrituras distintas: el texto superior en jeroglíficos egipcios, la parte intermedia en escritura demótica y la inferior en griego antiguo. Gracias a que presenta esencialmente el mismo contenido en las tres inscripciones, con diferencias menores entre ellas, esta piedra facilitó la clave para el entendimiento moderno de los jeroglíficos egipcios.

Sin embargo, debido a la ausencia de una "piedra de Rosetta" para la cultura de la civilización del Indo, su lengua sigue todavía sin poder ser interpretada.
Algoritmo de aprendizaje profundo

Ahora, científicos de Chennai, la capital de Tamil Nadu, Estado del sur de la India, han desarrollado un algoritmo que permitirá leer la escritura de esta civilización perdida a partir de sellos y cerámicas encontrados en registros arqueológicos.

Tal como informa el diario The Hindu, Se trata de un algoritmo de aprendizaje profundo que puede reconocer una imagen a partir de un objeto, así como la parte del objeto que contiene caracteres escritos. A continuación puede separarlos en grafemas individuales y después identificarlos a partir de un cuerpo de texto estándar. El clasificador puede identificar la presencia o ausencia del grafema Indo más frecuente, el signo "jar", con una precisión del 92%, según los investigadores.


Una grafema es la unidad de «mínima e indivisible» de una escritura. En lingüística el término corpus se utiliza para describir una gran colección de textos que, entre otras cosas, se utilizan para realizar análisis estadísticos de lenguas.

El algoritmo se basa en varios niveles de redes neuronales artificiales, que imitan el funcionamiento de las diferentes regiones del cerebro humano durante el proceso de lectura. Este proceso se desarrolla en tres fases.
En la primera, las partes de la imagen que contienen caracteres son cortadas y seleccionadas, para a continuación volver a ser troceadas hasta que cada una de ellas contenga un único grafema. A continuación, cada grafema es clasificado para buscar su correspondencia con uno de los 417 caracteres de la escritura de la civilización del Valle del Indo.

Esta operación permitirá crear de forma automática un corpus estandarizado de textos de la civilización del valle del Indo a partir del conjunto de objetos encontrados en excavaciones arqueológicas, tarea que sin el algoritmo supondría un esfuerzo humano considerable.

El corpus obtenido mediante este algoritmo representa un avance científico para esta investigación y podría terminar descifrando el misterio de la escritura del Valle del Indo.


Fuente: Tendencias21, 27 de marzo de 2017
Artículo de referencia: Deep Learning the Indus Script. Satish Palaniappan, Ronojoy Adhikari.

Tras la pista del Neandertal en el Boquete de Zafarraya (Málaga)

Cueva de Zafarraya (Málaga)

Podría entenderse como un ejercicio próximo a la nostalgia. Una recurrencia sentimental, en conexión con algún tipo de trámite sagrado. O al menos, como una de esas lealtades que distinguen en sus costumbres a las aves migratorias. El boquete de Zafarraya, insertado en la sierra de Alhama (Málaga), en plena estribación de la cordillera Subbética, no destaca a simple vista por su docilidad ni por sus virtudes como caseta natural de paso. Si uno se perdiera o tuviera que buscar refugio en mitad de la noche, de la noche total y de cielo vengativo de principios de los tiempos, eligiría muchos otros puntos del entorno: cavidades, depresiones de apariencia menos fiera. Y, sobre todo, a ras del suelo, lejos de los 1.100 metros de altura que anudan la cima del monte.

Sin embargo, y en clara rebeldía contra la lógica, tal vez también contra la física, el sitio es el único de toda la zona que ha sido utilizado, y durante miles de años, como estancia provisional del hombre. La mayor evidencia está en la ingente cantidad de restos encontrados en el paraje: trozos de cerámica medieval, de sílex, de la Prehistoria. Incluso, desechos que apuntan al pastoreo reciente. Quizá sea cosa del magnetismo de la cueva. De su perfil monumental, ciclópeo. Una vistosidad que fue lo que llamó la atención del historiador Cecilio Barroso (izquierda), el artífice del descubrimiento, que inició la búsqueda guiado por el instinto y la curiosidad, en 1979, mientras veraneaba en Alcaucín con la familia.
De aquella primera subida, sin carácter oficial de expedición, emerge la secuencia de un yacimiento que todavía hoy sigue dando la vuelta al mundo. Un espacio citado constantemente en la revista Nature, y que en los noventa revolucionó el estudio de los neandertales, enrolando en el proyecto a científicos tan prestigiosos como Jean-Jacques Hublin, actual director del departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck de Alemania.
El propio Cecilio Barroso fue el que se dio cuenta deque en la cueva, entonces un muladar de piedras, había indicios de cultura musteriense. Un tipo de técnica de lascado claramente identificable, que surgió y desapareció en el periodo en el que sobre la tierra anduvieron los Neandertales. Entre 1981 y 1983 se llevaron a cabo las primeras excavaciones, muy alejadas aún del dinero francés, con apenas 50.000 de las antiguas pesetas aportadas por la Fundación Cueva de Nerja. La modestia, esta vez, no resultó ningún óbice. Los trabajos de Barroso y su equipo confirmaron la presencia de la especie. Y, además, de la manera más incontestable de todas: con restos de cuerpos humanos. Un hallazgo que, dada la escasez de asentamientos de la época en Andalucía, justifica ya de por sí el valor del enclave, pero que en este caso viene acompañado de una importancia que se mide por partida doble. Entre las piezas recuperadas, figuraba el famoso fémur, pero también una mandíbula que es considerada casi unánimemente como una de las muestras mejor conservadas del continente (arriba).

A eso se añade otra gran revelación, reconocida y propagada a nivel mundial, con seguimiento minucioso. El peso del yacimiento de Zafarraya contrasta fuertemente con la dedicación de las autoridades españolas -locales, provinciales, nacionales y autonómicas- que ni siquiera se han molestado en habilitar un centro de interpretación junto a la cueva. Son los franceses los que han invertido, sumando efectivos y esfuerzos durante los noventa al equipo de Cecilio Barroso. En una de las expediciones conjuntas, la pala reveló la existencia de una antigua hoguera en la que aparecieron huesos maltratados, carbonizados, con signos de haber sido reducidos a filamentos. Los investigadores no lo dudaron: el descubrimiento refrendaba lo que ya había sido sugerido el estudio de las piezas anteriores: que en el boquete se practicaba el canibalismo. Una posibilidad, la de la antropofagia, con la que llevaban coqueteando algunos autores desde hacía décadas y que gracias al yacimiento malagueño se ha convertido en un nuevo punto de luz bajo el que observar la vida de los Neandertales.


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En Zafarraya, en cualquier caso, no eran muchos. No, al menos, al mismo tiempo. Las dimensiones de la cueva apenas admiten la presencia simultánea de seis o siete personas, acaso miembros de una misma familia. Cazadores que hacían un alto de varios días en su errancia, quién sabe si provenientes de la costa o de Alfarnate, donde las investigaciones geológicas siluetean la presencia de una especie de campo general de operaciones. Ahora, desde la cueva, se intuye la cercanía urbana de Alcaucín, pero entonces todo era muy distinto. Un bosque mediterráneo con un bestiario que las transformaciones han hecho que parezca de barraca: leones, ciervos, jabalíes, toros, caballos, panteras. En muchos casos en disputa salvaje con los propios habitantes del boquete. «No creo que los Neandertales tuvieran el grado de desarrollo y de cooperación que se necesita para practicar la caza selectiva. Comían lo que pillaban», razona Barroso.

La excepcionalidad del yacimiento de la cueva también reside en la datación de los restos, que ha ido generando información de amplio recorrido en bibliotecas y academias científicas. Los primeros análisis hablaban de una antigüedad de 30.000 años, convirtiendo a los Neandertales de Zafarraya en los últimos en extinguirse en Europa, donde la especie hacía más de diez milenios que había sido complemente sustituida por el Homo Sapiens. Evaluaciones posteriores, con tecnología aportada por la universidad de Oxford, han introducido nuevas e importantes variaciones. Según estos, las piezas corresponderían a un asentamiento más remoto, de 46.000 años. Los diferentes resultados no invalidan el asombroso contenido histórico de la cueva

Lo cuenta Javier Noriega (izquierda), de la empresa arqueológica Nerea: «Zafarraya supone una constatación científica de primer orden con lo descubierto y lo que queda por descubrir. Nos hallamos ante un interesante diálogo entre una especie, la del hombre de Neandertal y un territorio, uno de los principales yacimientos del periodo de la Península», explica. Sin duda, la memoria del hombre. Sus huellas imprecisas. Sus angustias y movimientos iniciales.

Fuente: laopiniondemalaga.es | 26 de marzo de 2017

Identifican pigmentos utilizados en pinturas rupestres de Ares del Maestrat

Un análisis paleobotánico en el que han participado investigadores de la Universidad de Valencia ha identificado células vegetales en las pinturas rupestres de Les Dogues (Ares del Maestrat, Castellón) que revelan las especies con que se creaban los pigmentos negros de esas pinturas.
Según un comunicado de la Universidad, los pigmentos negros utilizados en el abrigo de Les Dogues (Ares del Maestrat) durante el Neolítico contienen carbón vegetal, descubierto a partir de las células vegetales fragmentadas de coníferas y angiospermas.

Esta es la principal conclusión del estudio "Identification of plant cells in black pigments of prehistoric Spa..., publicado en la revista Plos one por los profesores de la Universidad de Valencia, Clodoaldo Roldán, Ernestina Badal, Sonia Murcia y Valentín Villaverde, y por la investigadora del Centre National de la Recherche Scientifique de França Esther López.
A través de un análisis paleobotánico, que nunca se había usado, se han podido identificar las células vegetales de angiospermas y coníferas, y detallar el proceso mediante el cual se transformaban para su utilización como pigmentos.

Según los investigadores, estas células estaban muy fragmentadas y obstruidas por una sustancia aglutinante, lo cual indica un proceso mecánico de transformación intenso mediante el cual se producía un fino polvo. Posteriormente se mezclaba con una sustancia que no se ha podido identificar, aunque se cree que se trataba de grasa de animal o vegetal, con la cual se obtenía una mezcla gelatinosa.


Además, haciendo uso de carbón vegetal de las especies identificadas y mediante herramientas como las que tenían los hombres y las mujeres del Neolítico, como por ejemplo una maza y un mortero, el equipo investigador ha podido reproducir el posible abanico de pigmentos que usaban.
A falta de confirmar la naturaleza del aglutinante, sí se han podido recrear las posibles recetas de las pinturas neolíticas, y se ha comprobado que el abrigo de Les Dogues cuenta con dos estilos gráficos diferentes, que indican todo un periodo de tiempo, impreciso, de transmisión y reproducción de las técnicas de elaboración de los pigmentos.

Las células que se han identificado pertenecen a coníferas y angiospermas pero sus características son comunes a mucha de la vegetación propia del Neolítico levantino, como podrían ser el madroño, el lentisco, el nogal, la aladierna, el ciruelo o el cerezo.


El objetivo de recrear estas técnicas radica en documentar los procesos de fabricación para acercarse a cómo se ha producido la transmisión del conocimiento en las sociedades neolíticas.
La investigación está enmarcada en el proyecto "Neosocwestmed", de la Unión Europea, financiado a través de fondos para Marie Curie Actions.

Fuente:lavanguardia.com | 16 de marzo de 2017

Científicos confirman que el cráneo humano evolucionó con el bipedalismo

La evolución del bipedalismo en los seres humanos fósiles puede ser detectada recurriendo una característica clave del cráneo, un principio impugnado, pero finalmente validado en un nuevo estudio

Comparado con otros primates, el agujero grande en la base del cráneo humano por donde pasa la médula espinal, conocido como el foramen magnum, está desplazado hacia delante.

Aunque muchos científicos generalmente atribuyen este cambio a la evolución del bipedalismo y la necesidad de equilibrar la cabeza directamente sobre la columna vertebral, otros han criticado el vínculo propuesto.

La validación ahora de esta conexión por investigadores de la Universidad Stony Brook y la Universidad de Texas en Austin, proporciona otra herramienta para que los investigadores determinen si un homínido fósil caminó erguido sobre dos pies como seres humanos o sobre cuatro miembros como grandes simios modernos.

Chris Kirk (izquierda), profesor asociado de Antropología y co-autor del estudio, dice que los resultados de la investigación validan la posición del foramen magnum como una herramienta de diagnóstico en el estudio de los fósiles y arroja una mayor comprensión sobre la evolución humana.

"Ahora que sabemos que un 'foramen magnum' desplazado hacia adelante es característico de los mamíferos bípedos en general, y, por tanto, podemos estar más seguros de que las especies fósiles que muestran esta característica también eran bípedos habituales", dice Kirk. "Nuestros métodos se pueden aplicar al material fósil perteneciente a algunos de los potenciales antepasados ​​humanos tempranos".

La controversia se ha centrado en la asociación entre el foramen magnum y el bipedalismo desde 1925, cuando Raymond Dart lo discutió en su descripción del "Niño Taung", un cráneo fósil de 2.800 millones de años de la extinta especie Australopithecus africanus de Sudáfrica. Un estudio publicado el año pasado por Aidan Ruth y sus colegas continuó agitando la controversia cuando ofrecieron críticas adicionales de la idea.

Comparación de tres esqueletos de mamíferos bípedos: un jerboa egipcio, un canguro y un humano. Imagen cortesía de la Universidad de Texas

Estos particulares mamíferos evolucionaron hacia la locomoción bípeda, y, o bien posicionaron el foramen magnum de forma independiente o bien como resultado de la evolución convergente, dice Gabrielle Russo (derecha), investigadora post-doctoral en la Northeast Ohio Medical University  y principal autora del estudio.

Sin embargo, en un estudio publicado en el Journal of Human Evolution, la alumna de antropología de UT Austin, Gabrielle Russo, ahora profesora asistente en la Universidad de Stony Brook, y el antropólogo de UT Austin Chris Kirk construyeron su propia investigación previa para demostrar que un foramen magnum se encuentra no sólo en los seres humanos y sus parientes fósiles bípedos, sino que es una característica común de los mamíferos bípedos en general.

"Esta cuestión de cómo el bipedismo influye en la anatomía del cráneo sigue apareciendo en parte porque es difícil probar las diversas hipótesis si sólo se centran en los primates", dijo en un comunicado Kirk. "Sin embargo, cuando se mira la gama completa de la diversidad entre los mamíferos, la evidencia es convincente de que el bipedalismo y un foramen magnum desplazado hacia adelante van de la mano".

En este estudio, Russo y Kirk ampliaron sus investigaciones anteriores (publicadas en la misma revista en 2013) utilizando nuevos métodos para cuantificar aspectos de la anatomía del foramen magnum y muestrear el mayor número de especies de mamíferos hasta la fecha.

En su trabajo, Russo y Kirk compararon la posición y la orientación del foramen magnum en 77 especies de mamíferos incluyendo marsupiales, roedores y primates. Sus hallazgos indican que los mamíferos bípedos como los humanos, los canguros y los jerbos poseen un foramen magnum más orientado hacia adelante que sus parientes cercanos cuadrúpedos.

"Ahora hemos demostrado que el foramen magnum se desplaza hacia adelante a través de múltiples clados de mamíferos bípedos utilizando múltiples métricas del cráneo, lo que creo que es una evidencia convincente de que estamos capturando un fenómeno real", dijo Russo.

"Tal es el caso de las especies de homínidos tempranos, como Sahelanthropus tchadensis (izquierda), el cual muestra un desplazamiento hacia delante del 'foramen magnum', pero que ha suscitado cierta controversia en cuanto a si está más estrechamente relacionado con los seres humanos o con primates africanos".

Además, el estudio identifica medidas específicas que se pueden aplicar a la investigación futura para trazar la evolución del bipedalismo. "Otros investigadores deben sentirse confiados en hacer uso de nuestros datos para interpretar el registro fósil humano", dijo Russo.

Fuentes: Universidad de TexasInvestigación y Desarrollo