Descubren 93 misteriosas tablillas cuneiformes del Imperio asirio en la Región del Kurdistán

Las tablillas cuneiformes asirias, fechadas a partir del 1250 a.C., tal y como se encontraban en el momento del hallazgo, en el interior de una vasija de barro. Foto: Peter Pfälzner, University of Tübingen

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Tübingen (Alemania), dirigido por Peter Pfälzner, ha descubierto una colección de 93 tablillas de arcilla con escritura cuneiforme en el sitio arqueológico de Bassekti, que data de la Edad del Bronce y que está situado en la Región de Kurdistán, en el norte de Irak, según anunció ayer la Universidad de Tübingen. Las tablillas han sido fechadas alrededor del 1250 a.C., durante el Impero asirio medio.

Sesenta tablillas fueron depositadas en un recipiente de cerámica que probablemente fue escondido tras la destrucción de un edificio contiguo del Imperio asirio medio.

Excavaciones de 2017 en un sitio arqueológico del Imperio asirio medio situado en la vertiente oriental del montículo de Bassetki, en la Región de Kurdistán, al norte de Irak. Foto: Peter Pfälzner, University of Tübingen.

"La información puede que fuera ocultada con la intención de protegerla y conservarla para la posteridad", sostiene Pfälzner.

Las tablillas, que todavía no han sido descifradas, podrían contener información comercial, legal o religiosa; la tarea será larga y dificultosa para los investigadores. "Nuestra filóloga, la doctora Betina Faist, ha descifrado un pequeño fragmento de una tablilla de arcilla, que menciona un templo dedicado a la diosa Gula, por lo que el contexto podría ser religioso", añade el arqueólogo.

Trabajos arqueológicos en la ladera sur del montículo de Bassekti, donde han aparecido estratos de la época del reino de Mitanni. Foto: Peter Pfälzner, University of Tübingen.

Fuente: National Geographic | 24 de octubre de 2017

¿Cómo y dónde vivieron los últimos cazadores de la prehistoria asturiana?

TRABAJOS DE EXCAVACIÓN DEL GRUPO DEL PROFESOR ARIAS EN LA CUEVA DEL ALLORU, EN BALMORI (LLANES)

Hace cuatro años, un equipo del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria (IIIPC), perteneciente a la Universidad cántabra y dirigido por el catedrático de Prehistoria, Pablo Arias, encontraba en la cuelva del Alloru, en Balmori, la primera zona de hábitat relacionada con los asturienses, la población de transición entre los últimos nómadas cazadores y los primeros agricultores sedentarios en la costa oriental asturiana. El descubrimiento añadía un suelo inédito a lo que ya se sabía sobre los habitantes de la Asturias del Mesolítico, hace más de 8.000 años; una nueva y fundamental línea en un relato prehistórico que desde ayer busca en el enclave llanisco nuevos datos que confirmen la hipótesis de Arias corroborada en 2013: que los asturienses no habitaban en cuevas, como se ha pensado la mayor parte del tiempo, sino en campamentos más o menos estables al aire libre.

A ello se aplicarán durante al menos dos semanas una docena de investigadores encabezados de nuevo por el profesor Arias. Trabajarán, en principio, en El Alloru, pero si la progresión de resultados y el tiempo acompaña, puede que extiendan su actividad a otras posibles zonas de hábitat en los alrededores. La excavación -que forma parte de un proyecto de mayor alcance que investiga el Mesolítico en la fachada atlántica, desde el sur de Portugal hasta la costa de Bretaña- podría así añadir nuevos datos al conocimiento en suelo asturiano y en el contexto de la Europa atlántica de un periodo crucial en una de las más profundas evoluciones culturales de la humanidad.

«Cuando empezamos a trabajar en 2013 teníamos la hipótesis de que estos últimos grupos de cazadores debían de vivir al aire libre, en cabañas. Hicimos una campaña de prospección geofísica con un magnetómetro, que nos permitió detectar una serie de sitios que tenían buen aspecto para haber tenido este tipo de asentamientos, y en uno de ellos, cerca de la cueva del Alloru, encontramos lo que parecía ser parte de una estructura de este tipo: una zona de hábitat al aire libre, con una serie de agujeros de poste», relata Pablo Arias sobre los antecedentes de los trabajos que ayer reinició en el área.

Pablo Arias, en el centro, con dos colaboradores en la cueva del Alloru durante la campaña de 2013. / E. C.

A partir del descubrimiento de lo que se consideró como «el primer sitio de hábitat asociado a Asturias» en esa fase del Mesolítico, se intentará ahora ampliar la excavación en esa zona y extenderla a otros sectores, como la sierra de la Borbolla, «donde la prospección mostró alguna otra anomalía que podía ser relevante», pero no pudo ser investigada en la campaña anterior. «Ahora», añade Arias, «queremos explotar un poco más esa fuente de información a ver dónde podemos llegar».


Espacio doméstico: «en pañales»

Los yacimientos de asturienses que se conocen desde hace prácticamente un siglo eran en su mayor parte concheros, «acumulaciones de lapas y bígaros que corresponden más bien a zonas de acumulación de residuos, pero no a sitios donde vivieran o tuvieran sus campamentos y cabañas», explica Pablo Arias. Sí se dispone de información más abundante sobre su dieta y sus formas de subsistencia, así como sobre su comportamiento funerario. «Pero sobre la organización del espacio doméstico estamos totalmente en pañales», admite el catedrático de la Universidad de Cantabria: «A pesar de que hace cien años que se descubrió el asturiense y que se han excavado muchos sitios, son poco adecuados para resolver estos problemas, porque se ha buscado siempre en cuevas. Pero lo que estamos descubriendo es que ellos, normalmente, en cuevas, no vivían. Más bien, parece que vivían fuera», explica.

Sobre las expectativas con las que se emprende el trabajo, el investigador señala que «lo ideal sería definir mejor esta zona de hábitat completamente, con los hogares, la estructura de habitación». «Sabemos que hubo unos postes ahí clavados, pero aún lo tenemos todo mal definido; queremos ver con más detalle cómo son esas cabañas, cómo se distribuyen los objetos en su interior para ver cómo organizaban el espacio en esta zona de Europa; estimar si se trata de asentamientos efímeros o estaban más tiempo, unos meses o unos años en el mismo lugar…», enumera.

Trabajos en la cueva de L´Alloru, en Balmori.

Mientras que en la zona del sur de Portugal donde han excavado este mismo año se conocen bien desde hace más de medio siglo estructuras habitacionales como las que ahora se buscan en Llanes, en Quiberon -en el departamento bretón de Morbihan- no se habían hallado rastros de ellas hasta que el grupo del profesor Arias descubrió algo similar a lo hallado en Asturias. A partir de ahí -señala- «interesa comparar lo que estamos descubriendo en estas dos regiones con lo que hacían en Asturias en esa misma época». «En Bretaña se conocía bien la subsistencia y el mundo funerario, porque hay un par de cementerios impresionantes, pero la primera cabaña bien definida es la que ha aparecido en el contexto de nuestra investigación», puntualiza.

La expectativa es que la comparación llegue a revelar similitudes, pero también diferencias. «Las sociedades eran parecidas, pero el medio en el que se movían es un poco distinto. Tanto en Portugal como en Bretaña, habitaban zonas más bien de estuario, mientras que estos grupos de Asturias están en una costa rocosa. Ya lo veremos».

Fuente: lavozdeasturias.es | 24 de octubre de 2017

Un neandertal discapacitado sobrevivió hasta los 40 años gracias a la ayuda de sus compañeros

Cráneo de un neandertal conocido como Shanidar 1, el cual muestra signos de haber recibido un golpe en la cabeza (región frontal derecha) a una edad temprana. (Foto: Cortesía de Erik Trinkaus).

Los restos fósiles de un neandertal discapacitado de hace 50.000 años, conocido como Shanidar 1, fueron descubiertos en 1957 durante unas excavaciones en la cueva de Shanidar, en el Kurdistán iraquí, por Ralph Solecki, un arqueólogo estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Columbia (EE.UU.).

Lo sorprendente es que, habiendo perdido un antebrazo (derecho), teniendo una evidente cojera y siendo sordo, este individuo haya llegado a sobrevivir en el Pleistoceno hasta la edad de 40 años que se estima tenía cuando falleció. La explicación es que debió de recibir ayuda de sus congéneres para evitar a los depredadores, según indica un nuevo análisis publicado en la revista Plos One.

“Su discapacidad lo habría hecho presa fácil de los omnipresentes carnívoros de su entorno y dependía de otros miembros de su grupo social para sobrevivir", cuenta Erik Trinkaus (izquierda), coautor del estudio y profesor de Antropología en la Universidad de Washington, en St. Louis (EE.UU.).

Shanidar 1 sufrió un fuerte golpe en el costado de la cara, fracturas y la amputación del brazo derecho por el codo. Padeció lesiones en la pierna derecha y una condición degenerativa sistemática. En el nuevo análisis sobre sus restos, Trinkaus e investigadores del Centro Nacional Francés de Investigación Científica confirman, además, que los crecimientos óseos en los canales auditivos de Shanidar 1 le habrían producido una pérdida auditiva profunda. Aparte de sus otras debilidades, esta privación sensorial lo habría vuelto altamente vulnerable en el contexto del Pleistoceno.

Dos vistas de los canales auditivos del fósil de neandertal Shanidar 1, los cuales muestran deformidades sustanciales que probablemente habrían causado una sordera profunda. (Fotos: Cortesía de Erik Trinkaus).

Como señalan los autores, la supervivencia como cazadores-recolectores en su época presentaba numerosos desafíos, y todas esas dificultades habrían sido marcadamente pronunciadas de sufrir un deterioro sensorial. Al igual que otros neandertales que se han destacado por sobrevivir con diversas lesiones y uso limitado de brazos, Shanidar 1 probablemente requirió un apoyo social significativo para alcanzar la vejez.

"Las debilidades de Shanidar 1, y especialmente su pérdida de audición, refuerzan la humanidad básica de estos humanos arcaicos, muy difamados, los neandertales", concluye Trinkaus.

Fuentes: nmas1.org | Washington University in St. Louis | 24 de octubre de 2017

Las excavaciones de la necrópolis de Vilanera descubren 17 tumbas prehistóricas

Un grupo de arqueólogos trabajando en la necrópolis de Vilanera en l'Escala (Cedida por el Departament de Cultura / ACN)

La campaña de excavaciones en el yacimiento arqueológico de la necrópolis de Vilanera, en l’Escala (Alt Empordà. Gerona), han puesto al descubierto 17 nuevas estructuras funerarias datadas del Bronce final y la primera Edad de Hierro. Los resultados permitirán ampliar el conocimiento sobre el uso de esta zona y reconstruir la evolución de este territorio, anterior al enclave griego de Empúries.
Los trabajos, que se acabaron la semana pasada, están impulsados por el Departamento de Cultura y el Ayuntamiento de l’Escala. Se han centrado en el llamado sector 3, al límite sur del monte. Las excavaciones se retomaron en 2016, cuando esta zona, situada al oeste del término del municipio y su área adyacente, fueron declaradas Espacio de Protección Arqueológica por parte de la Cultura.
La primera intervención excavó la zona que protegía varias inhumaciones y una estructura megalítica central, que se pudo vincular al primer período de uso funerario durante el Neolítico medio. Los trabajos realizados a lo largo del mes de septiembre han priorizado, en cambio, excavar la necrópolis de incineración que, siglos más tarde, se extendieron a los pies del monte y que ya había quedado al descubierto en actuaciones realizadas entre 1999 y 2000.

Detalle de una de las tumbas de la necrópolis de Vilanera, en l'Escala (Cedida pel Departament de Cultura / ACN)

En concreto, se han localizado tres tumbas incineradoras que se pueden atribuir al Bronce final. Estas estructuras contenían una urna cerámica con restos de la incineración. También se han descubierto 14 estructuras más de la primera edad de Hierro (del siglo VII a.C.) y que consisten en fosas excavadas en el subsuelo donde también se depositaba una urna con restos humanos quemados y piezas cerámicas.

La campaña la ha realizado un equipo de arqueólogos dirigidos por Dolors Codina y ha contado con la participación de una treintena de estudiantes de varias universidades de la península y de Italia, en colaboración con el Museu d’Arqueologia de Catalunya-Empúries.

Fuente: lavanguardia.com | 18 de octubre de 2017

Los cultivos evolucionaron 10 milenios antes de lo pensado

Agricultores palestinos recogen trigo durante la temporada de cosecha anual en Rafah, cerca de la frontera con Israel, en el sur de Gaza. Una nueva investigación sugiere que los primeros cazadores-recolectores comenzaron a impactar en la evolución de las primeras cepas de trigo tan tempranamente como hace 30.000 años en el sur de Levante. Foto de UPI / Ismael Mohamad.

Los cazadores-recolectores prehistóricos comenzaron a afectar sistemáticamente la evolución de las cosechas hace unos 30.000 años, es decir, 10 milenios antes de lo que los expertos pensaban, según una nueva investigación de la Universidad de Warwick (Reino Unido).

El profesor Robin Allaby (izquierda), de la Escuela de Ciencias de la Vida de dicha Universidad, ha descubierto que la recolección de cultivos humanos era tan extensa, ya en la última Edad de Hielo, que comenzó a repercutir en la evolución del arroz, el trigo y la cebada, lo que desencadenó un proceso que convirtió a estas plantas de salvajes en domesticadas.

En Tell Qaramel, un enclave en el actual norte de Siria, la investigación demuestra evidencias de que el trigo einkorn se vio afectado hace unos 30.000 años, y el arroz hace más de 13.000 años en el sur, este y sudeste de Asia.
Además, se pudo comprobar que el trigo emmer se vio igualmente afectado hace 25.000 años en el sur de Levante, y la cebada, en la misma región geográfica, hace más de 21.000 años.

Los investigadores rastrearon la línea de tiempo evolutiva de los cultivos en estas áreas mediante el análisis de la evolución de las frecuencias génicas de los restos vegetales descubiertos por la arqueología en las zonas mencionadas.

Las plantas silvestres contienen un gen que les permite romper o extender sus semillas ampliamente. Cuando una planta comienza a ser recolectada a gran escala, la actividad humana altera su evolución, modificando este gen y haciendo que la planta retenga sus semillas en lugar de propagarlas, adaptándolas al entorno humano y, finalmente, a la agricultura.
El profesor Allaby y sus colegas hicieron cálculos de los restos arqueobotánicos de cultivos mencionados que contenían genes "no rompedores" -los genes que causan la retención de las semillas- y descubrieron que la recolección humana ya había comenzado a alterar su evolución milenios antes de las dataciones previamente aceptadas.

El estudio muestra que las plantas de cultivo se adaptaron a la domesticación exponencialmente hace unos 8.000 años, con el surgimiento de la tecnología de la hoz, pero también que la selección cambió propiamente con el tiempo. La investigación hace hincapié en que los orígenes de las presiones selectivas condujeron a la domesticación de cultivos mucho antes de lo que se ha venido estimando, en épocas geológicas consideradas inhóspitas para la agricultura.

La demostración de que los cultivos estaban siendo recolectados hasta el punto de ser empujados hacia la domesticación hace unos 30.000 años sugiere, por otra parte, la existencia de densas poblaciones de personas en aquellos momentos.

El profesor Robin Allaby comenta: "Este estudio cambia la naturaleza del debate sobre los orígenes de la agricultura, mostrando que los procesos naturales a muy largo plazo parecen haber conducido a la domesticación, poniéndonos a la par con el mundo natural, donde tenemos especies como las hormigas que han domesticado los hongos, por ejemplo".

Fuente: University of Warwick | 23 de octubre de 2017

Arqueólogos descubren una desconocida talla de madera de la cabeza de la reina faraónica Anjnesepepi II

Una misión de arqueólogos franceses y suizos de la Universidad de Ginebra descubrió una pieza tallada en madera que representa la cabeza y el cuello de la reina Anjnesepepi II, la madre del rey Pepi II, de la VI dinastía (2345-2181 a.C.), en la zona arqueológica de Saqara, situada al sur de El Cairo.

El secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades, Mustafa Waziri, detalló en un comunicado que la talla tiene 30 centímetros de longitud y precisó que las orejas de la reina están decoradas con pendientes de madera.

Al Waziri precisó que la hipótesis de que pertenece a Anjnesepepi II se fundamenta en que la talla fue hallada en una zona ubicada al este de la pirámide de la monarca, en la zona de Saqara.


Por su parte, el jefe de la misión, Philippe Collombert, agregó que el busto está en mal estado de conservación, por lo que será restaurado.

La semana pasada, la misión descubrió parte de un obelisco de granito rosado de la misma dinastía, de unas dimensiones de 130 centímetros de alto por 35 de ancho, también en la zona de Saqara.

Fuente: elmanana.com | 18 de octubre de 2017