Barcelona redescubre su acueducto romano

Los cuatro arcos del acueducto, antes de la intervención.

Barcelona es fruto de la fundación ex novo de la colonia romana Iulia Augusta Paterna Faventia Barcino promovida el año 14 a.C. por el emperador Augusto en el marco de la reforma administrativa y viaria del sector noroeste de Hispania, provincia del nuevo imperio que no paraba de extenderse por el Mediterráneo. Lo primero que hicieron Augusto y sus romanos fue construir las principales calles (el cardo y decumanus que se cruzaba en la plaza de Sant Jaume) de esta ciudad de apenas diez hectáreas de extensión. Pero antes de rodearla de murallas levantaron un acueducto que abastecía de agua desde una fuente cercana al río Besós a los nuevos habitantes. Por eso, el acueducto de Barcelona es la primera obra pública de Barcelona, un edificio que se ha ido perdiendo con el tiempo; derribado por el avance y transformación de la ciudad o enmascarado bajo edificios más modernos.

Es lo que ha pasado con cuatro arcos que han permanecido en la pared medianera de un edificio del siglo XVIII de la plaza Vuit de Març, en el barrio gótico de Barcelona, que después de salir a la luz en 1988 ahora se someterán a una labor de rehabilitación y visualización para ponerlos en valor y dejen de pasar desapercibidos. Los trabajos, enmarcados dentro del Plan Barcino, que trabaja para rehabilitar los restos romanos de la ciudad, tienen un coste de 345.000 obtenidos a partir de las lonas publicitarias que cubren muchos de los edificios de la ciudad y que aporta el Institut Municipal del Paisatge Urbà.

Fachada del edificio que conserva las arcadas del acueducto romano de Barcelona. MASSIMILIANO MINOCRI

“Es una pieza clave de nuestra historia. Es el primer edificio público que se construyó con piedra de Montjuïc y estuvo en funcionamiento hasta el siglo IX o X. El ciclo y reciclaje del agua parece que lo hemos inventado ahora, pero no es verdad. En el mundo de la Roma antigua tenía mucha importancia. Lo primero que buscaban era un caudal de agua potable para captarlo. Aquí se encontró en la zona de Montcada y, después de recorrer 13 kilómetros, entraba en la ciudad por la Plaça Nova, frente a la catedral, desde donde se distribuía por las industrias, termas, fuentes y casas particulares de los más potentados”, explica Carme Miró (izquierda), responsable del Plan Barcino y especialista en este tema, tal y como avalan sus múltiples trabajos publicados sobre la captación, conducción y redistribución del agua en el imperio romano.

Los arcos estaban ocultos hasta que se derribó uno de los edificios dentro de un plan de esponjamiento para crear una plaza. “Uno de los vecinos del barrio, Alfred Lloré, detectó 'algo extraño' y avisó al museo de Historia de la Ciutat, que paró el siguiente derribo y posibilitó conservar las arcadas. En la parte superior de la fachada, tras abrirse unas ventanas se rebozará con un estucado, mientras que en la inferior se marcarán los ojos de los arcos para reforzar su profundidad, e incluso se abrirá parcialmente el último para ver su anchura”, prosigue Miró que asegura que habrá que tener en cuenta que siguen teniendo una función estructural dentro del edificio.
“Cuando hablamos de acueducto pensamos en el de Segovia o el Ferreres, de Tarragona, pero en realidad es solo el lugar por donde pasa el agua, lo otro son los arcos que lo aguantan. De hecho, la mayoría de acueductos romanos son subterráneos ya que eso garantizaba la calidad del agua, algo que era muy importante para los romanos”, subraya Miró.

La conducción de agua desdoblada a su entrada a la ciudad de Barcino.

“Siempre se ha dicho que en Barcelona el papel de los andalusíes, los musulmanes españoles, era menor, pero la arqueología nos dice que su presencia fue de unos cien años, un periodo que permite hacer muchas cosas y dejar una impronta grande. Una de ellas fue el del cambio en la gestión del agua que se produce en el siglo IX o X con la creación del Rec Comtal; momento en el que el agua pasa de ser un bien público, un derecho para todos, a ser en la época medieval un bien de consumo que genera riqueza. Algo que no ha cambiado hasta ahora”, explica la arqueóloga.
Los trabajos permitirán marcar el nivel del specus, el canal por donde discurría el agua camino de la ciudad que por dentro está rebozado con mortero de cal, el opus signinum romano. Cuando terminen los trabajos en la medianera se excavará en el subsuelo hasta localizar los cimientos de los arcos y así poder ver el alzado completo de los mismos, que llegarán más o menos a los 11 metros de altura.

Estos cuatro arcos son la zona más visible de este edificio. Pero se han conservado restos en otros lugares, como explica Miró. “En el edificio contiguo de Ca la Dona se conserva una arcada y uno de los pilares; también la entrada del acueducto a la ciudad se puede ver en la Casa de la Ardiaca, mientras que la estructura que se ve junto a la catedral es una reconstrucción de los años sesenta realizada por el arquitecto Josep Florensa a partir de localizar otro de los pilares. Recientemente en la construcción de un hotel en la calle Magdalenes se encontró otro de los pilares y se conserva un tramo subterráneo en la zona de Sant Andreu. Pero donde mejor se ve el acueducto es aquí”, sentencia Miró, que presentó la intervención (que terminarán en el primer semestre de 2019) en compañía de la concejala del distrito Gala Pin.

¿UNO O DOS ACUEDUCTOS?

Tradicionalmente se ha defendido la existencia de dos acueductos en Barcino: el de Collserola y el de Montcada, pero Miró y otros investigadores, como Héctor A. Orengo, hablan, últimamente, de uno solo: “Siempre se hablaba de uno, pero al hacer las obras de la Ardiaca y encontrar dos construcciones paralelas dentro de la torre de la muralla, empezó a hablarse de dos diferentes. Pero igual que no hay duda de la existencia del de Montcada, no existe evidencia arqueológica ni escrita del de Collserola”, explica Miró.

Orengo diseñó un algoritmo para calcular la ruta óptima de cualquier acueducto, porque el agua tiene que tener una pendiente constante y en descenso. Con él se comprobó que Collserola no funciona, porque la pendiente no es la correcta. “Además, el agua de Collserola tiene mucho carbonato, tal y como explica en 1650 Francesc Socies en su libro, en el que cuenta que eso obligaba a limpiar los conductos de las fuentes públicas y ninguno de los dos specus presenta concreciones calcáreas y por lo tanto no transportaba agua desde allí".

La media de volumen de agua proporcionada por la mina de Montcada oscilaría en unos 12.000 metros cúbicos diarios, mientras que desde Collserola rondaría los 300. Para ellos si existe una captación de agua desde Collserola sería posterior, de alrededor del siglo XIV.

Fuente: elpais.com | 7 de agosto de 2018

El Reino perdido de Mustang

Mustang (Nepal Annapurpa) © Jeanne Menj

Escrito por: Lorena Pérez

Al norte del macizo del Annapurna, en la frontera entre Nepal y Tíbet, encontramos el Reino perdido de Mustang, una región que según palabras del propio Dalai Lama es uno de los únicos lugares del mundo en los que, gracias a su situación de aislamiento, se puede encontrar aún la auténtica cultura tibetana.

Desde su fundación en 1380 el Reino de Mustang ha permanecido encerrado en sí mismo, lo que ha permitido que se conserve intacto su estilo de vida tradicional. No fue hasta 1964 cuando el primer occidental obtuvo el permiso especial del gobierno de Nepal para poder visitar y documentar este reino. Hoy en día acceder a esta región sigue siendo todo un privilegio al que pocos extranjeros tienen acceso, y sólo unas mil personas al año consiguen los permisos necesarios para poder disfrutar del Reino de Mustang.

Aunque toda su población es de origen tibetano y durante mucho tiempo fue un territorio independiente y soberano, actualmente el Reino de Mustang pertenece a Nepal. La anómala situación en la que se ha encontrado siempre este territorio hizo que,  aun siendo su monarquía tibetana, sus monarcas siempre fueron vasallos del Tíbet y de Nepal al mismo tiempo. Y es que ninguno de estos dos países querían desprenderse de un lugar tan importante como Mustang, pues gracias a su estratégica situación de paso entre montañas fue durante siglos una de las zonas más importantes de la “Ruta de la Sal” y paso obligado para todas las caravanas cargadas de sal y carne que se dirigían a la India y Nepal. No fue hasta el año 2008 cuando el gobierno de Nepal abolió la monarquía en el Reino de Mustang y se produjo la adhesión a su territorio.

© Jeanne Menj

La ubicación entre altísimas montañas ha propiciado que Mustang disfrute de un microclima en el que prácticamente nunca llueve, por ello todo el reino se ha convertido en un inmenso desierto a más de 4.000 metros de altitud. En este árido terreno merece la pena visitar la ciudad amurallada de Lo Manthang, antigua capital del reino, que actualmente cuenta con apenas 200 casas de blancas fachadas y unos mil habitantes. En ella se puede visitar numerosos monasterios del siglo XVI construidos en piedra roja, pasear por sus estrechas callejuelas y contemplar infinidad de tesoros centenarios como pinturas, tankas, pagodas y gigantescas estatuas de deidades entre las que no puede faltar una de las representaciones más grandes de Buda de todo Nepal, con sus más de 15 metros de altura.

© Jeanne Menj

Desde esta ciudad parten muchos de los trekking más interesantes de la zona que llevan a conocer algunas de las 30 villas menores que, junto a la capital, componen el Reino de Mustang. Entre todas ellas destacan como las más curiosas y pintorescas las aldeas de Tukuche, centro de la ruta Trans-himalaya con varios coloridos templos budistas, y Marpha, con un interesante sistema de drenaje medieval construido bajo sus calles. También resulta imprescindible visitar otras interesantes localidades como la ciudad de Jomsom, capital administrativa y turística del reino donde se encuentra el aeropuerto y se puede disfrutar de tiendas y restaurantes. Y por supuesto la aldea de Muktinath, que gracias a su multitud de templos es considerada el centro espiritual de todo el reino.

Fuente: La Sociedad Geográfica de las Indias

Ciudad Perdida, un tesoro arqueológico oculto en la selva colombiana

Ruinas de Ciudad Perdida, construida por los indios tayronas en la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia. / ICANH

Ciudad Perdida es un tesoro arqueológico que la selva tropical colombiana ha guardado durante cuatro siglos. El asentamiento precolombino se encuentra en lo profundo de la Sierra Nevada de Santa Marta, en la costa caribeña del norte del país. Arriba de las montañas costeras más altas del mundo, reserva de la biosfera por la UNESCO, se distribuyen más de doscientas terrazas circulares que fueron los cimientos de la civilización indígena de los tayronas.

“El sitio nos da una vista privilegiada hacia el pasado que nos permite entender cómo funcionó una sociedad indígena precolonial”, dice a Sinc Santiago Giraldo (izquierda), arqueólogo colombiano que trabaja en la zona hace más de 18 años y que actualmente dirige el departamento Latinoamericano del Global Heritage Fund, así como la Fundación-Pro Sierra Nevada de Santa Marta.

Teyuna, el nombre original de este centro político, económico y social, desapareció en el siglo XVI por motivos que se desconocen. La influencia de los colonos españoles en la costa norte era tenue. A pesar de que no llegasen a 1.200 metros de altitud, se sospecha que sí lo consiguieron los patógenos que trajeron consigo del Viejo Mundo.

“Es un mal común en todas las Américas”, comenta Giraldo sobre las altas tasas de mortalidad de pueblos indígenas por enfermedades infecciosas. Este año, un grupo internacional de científicos confirmó otro capítulo en la historia: la salmonella hizo estragos con los aztecas a mitad del siglo XVI, tal y como demuestran los datos de ADN antiguo publicados en Nature Ecology & Evolution.

Un secreto desvelado por los saqueadores de tumbas

A partir de ahí, la vegetación salvaje se encargó del resto. También contribuyó a hacer desaparecer la zona la complicidad de otras tribus indígenas que pueblan las laderas, hasta que a principios de la década de 1970 los saqueadores de tumbas llegaron a la cima y rompieron el pacto de silencio. Durante meses, Florentino Sepúlveda y sus dos hijos Julio César y Jacobo vaciaron las entrañas de Ciudad Perdida, según relatan las crónicas del momento y confirma Giraldo.

Los guaqueros, como allí los llaman, bajaron cargados a la ciudad de Santa Marta, donde vendieron las piezas a coleccionistas. La familia quiso mantener las coordenadas de aquella mina en secreto, pero la gente bebe, y después habla, más de la cuenta. Otros saqueadores llegaron con ganas de hurgar y empezaron los enfrentamientos entre pandillas por el control de la zona. En una de esas peleas, murió Julio César y fue enterrado en aquel infierno verde, sobrenombre que le pusieron al lugar.

El patrón de los guaqueros Jaime Barón acabó con las trifulcas: anunció la ubicación de Ciudad Perdida a los responsables del Museo del Oro de Bogotá y propuso saquear la zona a medias. La dirección no se doblegó ante las tentaciones del guaquero mayor y dio aviso a los arqueólogos del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH). Al final, dos de sus hombres, el Negro Rodríguez y Frankie Rey, acompañaron a pie a una expedición de arqueólogos al yacimiento, que bautizaron con el nombre de Buritaca 200, en referencia al río que recorre la ladera donde se encuentra Ciudad Perdida y al número de asentamientos.

Escalera de piedra que lleva a Ciudad Perdida. / ICANH

“Fueron jornadas muy largas”, recuerda a SINC de aquellos días Fernando Montejo, coordinador del grupo de patrimonio del ICANH, que no subió en aquel momento. Más tarde, en junio de 1976 empezaron los trabajos de excavación, conservación y restauración del yacimiento, que todavía siguen a día de hoy bajo la supervisión del ICANH.

En estos años se ha recuperado cerámica ceremonial y cotidiana de los tayronas como vasijas y copas; materiales líticos hechos de roca para la preparación de alimentos y otras tareas domésticas; restos orgánicos de carbón vegetal y algunas piezas de orfebrería que pueden verse en el Museo del Oro de Bogotá.

La zona es inabarcable. Se estima que solo se ha explorado un 10% de Ciudad Perdida, pero es que alrededor del yacimiento se han encontrado otros centenares más de asentamientos similares en un área de 3.000 km2, al costado norte y occidental de Sierra Nevada.

“Son como los principados italianos, que tenían un sustrato cultural común, pero eran independientes entre ellos”, describe Giraldo. El acceso a la zona era –y sigue siendo– tan remoto que al inicio los arqueólogos se desplazaban a la zona en helicóptero, un medio de transporte reservado ahora al ejército por razones de conservación del lugar.

Subida hacia el yacimiento. / Mireia Gallardo.

El turista no se salva y también le toca caminar. Los primeros viajeros aparecieron en 1984, acompañados por Frankie Rey, que se convirtió al sector servicios. Uno de sus discípulos orgullosos fue Isidro, cuyos gemelos delatan la dureza del camino. Hace 30 años que sube y baja a Ciudad Perdida, primero como cocinero y porteador de alimentos, en una época en que no había mulas.
Isidro es un hombre sin un gramo de grasa, de pómulos huesudos y con unos bigotes que le rebasan la comisura. Tiene pocas arrugas y solo sus orejas grandes dan una pista de la edad que tiene.

Sentirse como Indiana Jones

Ahora Ciudad Perdida se ha convertido en una de las mejores excursiones de varios días por Colombia, promete la guía de viajes Lonely Planet sobre una experiencia en la que uno se siente como Indiana Jones.

Tal y como comprobó esta redactora, el asentamiento, construido entre los siglos XI y XIV, solo es accesible a pie en una ruta de unos 44 kilómetros, que debe hacerse obligatoriamente con guía en un mínimo de cuatro días. Los que prefieran tomárselo con más calma también pueden alargar la excursión hasta seis jornadas. En la versión corta, los más intrépidos suben en un par de días, al tercero visitan el yacimiento a primera hora y el resto del tiempo lo invierten en la vuelta al pueblo base.

Al día no se caminan más de 10 kilómetros, pero se madruga mucho para completar las etapas. El camino es húmedo y caluroso y está lleno de incontables senderos empinados que suben y bajan por las montañas de Sierra Nevada. En la estación húmeda, el barro alcanza las rodillas y la lluvia inunda el camino por la tarde. Algunos de los muchos ríos que aparecen durante el recorrido no tienen puente y deben cruzarse con el agua hasta la cintura, en una lucha contra corriente.

La aventura alcanza su punto álgido con la ascensión de las 1.260 escaleras irregulares, que ponen a prueba el esfuerzo final antes de que amanezca. Una vez arriba, el madrugón y el sol abrasador le hace creer a uno que ya es mediodía. No son ni las ocho de la mañana. Delante se extienden estructuras de piedra en forma de terrazas que son los restos de una de las ciudades precolombinas más importantes descubiertas en América.

El yacimiento ocupa unas 60 hectáreas, donde se cree que vivieron entre unas 2.000 y 4.000 personas en casas circulares de madera. Las terrazas más grandes se encuentran en la parte central, reservadas para los rituales y las personas más importantes de la comunidad.

El guía Isidro. / Núria Jar

"Ciudad Perdida es uno de los muy pocos referentes de arquitectura circular que hay en el mundo”, subraya Giraldo. En este asentamiento no había puertas ni cualquier otro obstáculo que dificultara el flujo de personas. “No hay áreas de exclusión, es una arquitectura de red donde lo importante es generar más conexiones”, continúa.

La persona más importante de la comunidad se situaba en el centro, en un punto que lo conectaba con todos los demás: “Esto es lo que la hace tan interesante y fascinante”, añade Giraldo.
La vegetación ahora es exuberante, pero antes había áreas abiertas dedicadas al cultivo, explica Montejo, en un terreno con condiciones complicadas como la inclinación y la fertilidad del suelo. “Estas comunidades tenían conocimiento específico para cultivo maíz”, explica sobre una de las especies de mayor relevancia en el norte de Sudamérica.

Ahora, en la cima de Ciudad Perdida hay soldados del batallón de alta montaña del ejército del país, que, armados y enfundados en uniforme de camuflaje, vigilan este patrimonio cultural de la región que sufrió la amenaza del saqueo y la actividad paramilitar.

Actualmente, la región es segura. Hay cinco agencias locales, con sede en Santa Marta y la vecina Taganga, donde los excursionistas pasan la noche anterior al inicio de su aventura, que tiene un coste de unos 200 euros. Desde allí, un todoterreno transporta al grupo hasta El Mamey (o Machete), al final de la carretera de Santa Marta, donde empieza el recorrido.

Uno no puede hacerlo por su cuenta, es obligatorio contratar los servicios de una agencia local que acompaña al viajero todo el camino y lo provee de comida y cama –o hamaca– con mosquitera, en poblados indígenas, que reciben 30.000 (unos 9 euros) por turista, en medio de la selva.

A los indígenas lo que es de los indígenas

La Global Heritage Fund habla de un “aumento meteórico” del turismo que, en solo una década, ha pasado de 2.000 personas en 2007 a 23.400 el año pasado. “No estamos preocupados por el turismo”, aclara Giraldo, y añade que la capacidad de carga está en 44.000 personas.

Esta organización sin ánimo de lucro llegó a Ciudad Perdida en 2009 para trabajar conjuntamente con el ICANH, el Ministerio de Cultura colombiano y la Organización Gonawindúa Tayrona (OGT), en representación del gobierno indígena de las comunidades Kogui, Wiwa y Arhuaca que habitan en la Sierra de Santa Marta.

Mujer y niña de la tribu Kogui en una de las terrazas de Ciudad Perdida. / Dwayne Reilander / Wikipedia

Los siglos no han pasado por estas tribus. Los Kogui son los que preservan la cultura más antigua y han dado la espalda a comodidades como la electricidad. Cuando uno se los cruza por el camino no intercambian ni una palabra. Es más, se esconden.

Para los indígenas las montañas son sagradas. El guía Isidro cuenta, sin perder el aliento mientras camina a buen ritmo, que una vez al año cierran la ruta para ceremonias de limpieza del yacimiento y otras tradiciones. Antes lo hacían en septiembre, pero la presión turística desplazó los rituales al mes de diciembre, que es cuando no puede hacerse la excursión.

Sin embargo, los indígenas no sucumben a otras presiones como desviar la ruta por otros senderos menos arduos o vender sus tierras a compañías extranjeras. “Ellos caminan cómodos en sus botas de agua y su traje blanco, sin una sola mancha mientras que los turistas que van de barro hasta arriba”, comenta divertido el guía Isidro.

Los arqueólogos solo descansan 15 días al año. “A medida que tenemos preguntas excavamos, no se trata de abrir todo”, comenta Montejo. En consonancia, Giraldo subraya: “Hemos intentado diseñar proyectos de investigación que sean lo más sensibles y sensatosposible con respecto a las creencias y percepciones que tienen la comunidad indígena acerca del sitio arqueológico”. Esta es la razón por la cual las tumbas no se pueden excavar. En relación al resto, Giraldo admite que “puede que en algunos casos la comunidad indígena se moleste”.

La Ciudad Perdida ha dejado de ser perdida, pero todavía es algo desconocida para la mayoría de viajeros y amantes de las aventuras. Si uno viaja a Colombia y se deja caer por el norte del país, sabe que tiene una excursión de cuatro días que no olvidará. Seguramente, esta experiencia se convierta en uno de los momentos más apasionantes del viaje. Uno empieza el recorrido con ganas de llegar al yacimiento, pero a la vuelta se da cuenta que, en este caso, y por cursi que suene: lo importante es el camino.

Fuente: agenciasinc.es | 4 de agosto de 2018

Un nuevo estudio establece una posible relación entre el aumento de sequías y el asesinato de emperadores romanos

El emperador Claudio se oculta de los pretorianos tras la muerte de Calígula, en una pintura de sir Lawrence Alma Tadema.

Durante los últimos dos meses, el mundo ha estado sofocado por temperaturas excepcionales. Los incendios forestales mortales han arrasado partes de los Estados Unidos y Grecia; Japón ha declarado que su ola de calor es un desastre natural; la sequía en Gran Bretaña ha llevado a la prohibición de usar mangueras y ha causado que los granjeros sacrifiquen su ganado por falta de materia prima. A medida que el planeta se calienta, las olas de calor globales y las sequías asociadas serán cada vez más comunes. La historia ofrece numerosos relatos de advertencia sobre los efectos que estas conmociones relacionadas con el clima pueden tener en la sociedad y la política.

Una de esas lecciones es cómo una fuerte sequía afectó a la estabilidad del imperio romano hace 1.500 años. En un nuevo artículo publicado en Economics Letters, Cornelius Christian (izquierda), de la Universidad de Brock (Canadá), identifica una fuerte asociación entre los patrones de lluvia y la duración en el poder de los emperadores romanos. Los académicos plantean la hipótesis de que una menor precipitación redujo el rendimiento de los cultivos, lo que provocó la escasez de alimentos y, finalmente, el hambre de los soldados estacionados en las fronteras del imperio. Como resultado, las tropas tenían más probabilidades de organizar motines y asesinar a su emperador.

En el artículo se combinan datos sobre asesinatos -unos 25 emperadores fueron asesinados, aproximadamente una quinta parte del total- con datos de precipitaciones recolectados en anillos de robles sensibles a la lluvia a través de la frontera romana en Francia y el este de Alemania. Los expertos encontraron que una disminución de la precipitación anual (una reducción del 20% de promedio) estaba asociada con un aumento del 0,11% de probabilidades de que un emperador fuera asesinado al año siguiente. Ser un líder romano era un trabajo muy peligroso, en general. El Imperio Romano, desde el 27 a.C., hasta el 476 d.C., tuvo un total de 82 emperadores, el 20 por ciento de los cuales fueron asesinados en un ataque de motivación política. La dinastía Gordiana, desde el 235 d.C., hasta el 285 d.C. fue particularmente tumultuosa: en el transcurso de 50 años, 14 de los 26 emperadores que gobernaron fueron asesinados durante ese período. Por supuesto, las tropas hambrientas no fueron la única causa de la desaparición de los emperadores. Este período también estuvo marcado por la peste, las invasiones y la depresión económica.


"Nuestra cadena de causalidad es la siguiente. Cuando hay menos lluvia, hay rendimientos de cosecha más bajos. Esto, a su vez, hace que las tropas de la frontera romana se mueran de hambre, lo que aumenta los riesgos de motines. Tal descontento de tropas puede, a su vez, conducir a asesinatos", dijo el autor del estudio Cornelius Christian, de la Universidad de Brock, a IFLScience. "Encontramos evidencia consistente con esto".

Puede resultar fácil descartar las lecciones de hace 1.500 años. La antigua Roma tenía poca capacidad para almacenar granos durante largos períodos o regar cultivos. Sin embargo, incluso hoy en día, los dictadores dependen de un ejército obediente para retener el poder. Y de manera más amplia, se ha establecido desde hace mucho tiempo que un clima adverso puede causar choques económicos que conducen a disturbios e incluso a una guerra civil. Por ejemplo, las sequías son ampliamente citadas como causa de la guerra civil en Sudán y del ascenso de Boko Haram en Nigeria. En 1.500 años, poco ha cambiado: los fenómenos meteorológicos extremos, causados ​​por el cambio climático o no, tienden a aumentar la inestabilidad política.

Fuentes: economist.com | iflscience.com | 1 de agosto de 2018

El ajuar funerario de 'La Reina Roja' es exhibido por primera vez en México

Por primera vez en México, el Museo del Templo Mayor presentó el ajuar funerario casi completo de la señora Tz'ak-b'u Ahaw, consorte de Pakal, en la exposición La Reina Roja. El viaje al Xibalbá, la cual fue inaugurada el pasado 27 de julio.

La muestra presenta la máscara de la Reina Roja hecha de malaquita, obsidiana, jadeíta y concha, así como la diadema, el collar, el pectoral y el tocado de este personaje emblemático de la cultura maya.


El hallazgo de estas piezas, de acuerdo con Patricia Ledesma Bouchan, directora del recinto, "Fue un hito en la historia de la arqueología mexicana, estuvo muchos años en restauración y lo que ahora presenta el Museo del Templo Mayor, por primera vez, es el ajuar casi completo con la nueva interpretación que hacen los arqueólogos y restauradores de cómo debió ser este ajuar funerario que llevaba una de las mujeres más importantes en la historia de Palenque”.

La directora del Museo del Templo Mayor explicó que el sarcófago de la 'Reina Roja' fue descubierto en el Edificio XIII a un lado del Templo de las Inscripciones que resguarda la tumba de Pakal, uno de los gobernantes más importantes de Palenque hace más de mil 300 años.
En dicho edificio, se encontró un gran sarcófago de piedra con los restos de una mujer cubierta por completo de cinabrio, un mineral rojo carmesí, que la cubría de pies a cabeza. Se trata de un material que sólo se utilizaba en pequeñas cantidades, por lo que al descubrirlo en un uso tan vasto, se nombró como la 'Reina Roja'.

Estudios determinaron que el cuerpo era de la famosa Tz’ak-b’u Ahaw, consorte de Pakal y madre de dos gobernantes de Palenque, quien falleció el 13 de noviembre de 672, cuando tenía entre 60 y 70 años.

El polvo rojizo que cubría los restos de la Reina Roja es conocido como cinabrio, un mineral tóxico compuesto por mercurio y azufre, usado para conservar los restos humanos.

Aunque las piezas estaban deshechas, los arqueólogos y restauradores las han podido reconstruir para presentarlas al público, en esta ocasión a través de un maniquí con las medidas exactas de Tz’ak-b’u Ahaw.

La máscara funeraria está hecha de malaquita, una piedra verde que no es de la región, pero que es dúctil, lo que permitió a los artistas mayas delinear los rasgos de Tz’ak-b’u Ahaw y también se muestra una diadema doble.

La novedad de esta exposición es una nueva versión del tocado hecha por Constantino Armendáriz, muy diferente a la que se tenía en un principio, ya que se realizó de acuerdo a los registros epigráficos que se tienen de la Reina Roja y otros personajes encontrados en estelas.

La Reina Roja. El viaje al Xibalbá, que desde el pasado 27 de julio ha recibido más de 12.000 visitantes, estará en exhibición hasta el 9 de septiembre en el Museo del Templo Mayor, tras lo cual regresará a Palenque para integrarse a la colección permanente que exhibe el Museo Arqueológico de ese sitio, junto con otras piezas que no viajaron a la Ciudad de México ya que se encuentran en restauración, como los brazaletes de manos y pies que tenía Tz’ak- b’u Ahaw.


Fuente: elfinanciero.com.mx. | 2 de agosto de 2018
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La fascinante historia de la Reina Roja, la aristócrata cuya tumba guardaba oscuros secretos de la civilización maya

Parecía la escena de un crimen: el cadáver de un niño degollado y de una mujer, a la que le sacaron el corazón, estaban tirados a los lados del sarcófago, tallado en una sola pieza de piedra, de 2,40 metros de largo por 1,18 de ancho.

En la tapa del sarcófago, encontraron un orificio por el que el arqueólogo Arnulfo González echó un vistazo y gritó: "¡Está llena de jade! ¡Es de alucine, de alucine, de alucine!".
Era la mañana del 1 de junio de 1994.

Foto: Reconstrucción de la tumba de la Reina Roja, sus ofrendas y sus sacrificados. CONSTANTINO ARMENDÁRIZ

Además de jade, los huesos, piedras y conchas de mar que había dentro estaban cubiertos por un polvo rojizo -cinabrio, un mineral compuesto por mercurio y azufre, usado para conservar los restos humanos- que hizo que la mujer que había sido enterrada allí hacía 1.346 años, el 13 de noviembre del año 672 d.C., fuera llamada "la Reina Roja".

Sus restos han dado vueltas por Nueva York y Los Ángeles, en EE.UU.; Palenque, en México; y hasta Ontario, en Canadá. Pero ahora, 24 años después de su descubrimiento, el ajuar de esta reina maya se expone por primera vez en el Museo del Templo Mayor, en Ciudad de México, donde se podrá visitar hasta el 9 de septiembre.

Pero, ¿quién fue esta mujer y cómo la ciencia llegó a conocer su identidad? ¿Qué nos dice ella sobre el mundo maya?


Tz'ak-b'u Ajaw, la Reina Roja

El análisis de sus restos llevó a los investigadores a concluir que la Reina roja tuvo en vida 1,54 metros de estatura, murió con una edad entre los 50 y 60 años y tenía su cráneo deformado, con la frente aplanada, para seguir los cánones de belleza mayas.

Con sus restos se pudo concluir que padeció de osteoporosis, que tuvo hijos y que sufrió de sinusitis crónica. Además, en su tibia izquierda encontraron un capullo de larva de avispa. Se cree que, al morir, se encontraba discapacitada.

Los altos niveles de estroncio en sus dientes les indicaron a los investigadores que no había nacido en la zona de Palenque. Los dientes, además, mostraron que sufrió de sarro, abscesos y caries, y que tuvo una dieta rica en carne, algo que demuestra que era una persona de alto rango.

En Palenque se estima que hay cerca de 1.500 edificios, de los cuales solo se ha excavado un 15%. "Hay arqueología allí para 100 años", dice el arqueólogo mexicano Arnoldo González. Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES.

Una investigación policiaca

Sin embargo, no solo por sus dientes se supo que se trataba de una mujer de alto rango. La arqueóloga Fanny López Jiménez fue quien encontró la bóveda funeraria de la Reina Roja. En sus investigaciones, leyó una y otra vez los informes de los arqueólogos Alberto Ruz y Jorge Acosta, que habían hecho grandes hallazgos en el templo en las décadas de los años 50 y 70.
"No me explicaba cómo era posible que me hubieran dejado tal regalo, lo cual no me desagradó en lo más mínimo", escribió López en la revista Arqueología Mexicana.

Por el solo hecho de que su tumba fuera encontrada a un costado del Templo de las Inscripciones, cerca del río Usumacinta, en Chiapas, su alto rango ya era algo casi comprobado.

Ese templo fue construido para guardar los restos de Pakal el Grande, un hombre que vivió entre 603 d. C. y 683 d. C., fue rey desde los 12 años, inició una campaña militar que le dio gran renombre a Palenque e hizo que se registrara la historia de su pueblo en glifos. Sus restos fueron encontrados en 1949.

Máscara mortuoria de Pakal el Grande elaborada con 340 teselas de jadeíta, albita y cosmocolor de varias tonalidades.

Gracias a esas escrituras, Fanny pudo hacer una lista de quiénes eran las mujeres más importantes en la vida de Pakal: Yohl Ik Nal, su abuela, reina de Palenque; Sak Kuk, su madre, y Tzakbu Ajaw, su esposa.
Un análisis de ADN que hizo durante dos años el arqueólogo molecular Carney Matheson, de la Universidad de Lakehead, en Ontario, encontró que no había parentesco entre Pakal y la Reina Roja.

Así, fue posible descartar que alguno de los cadáveres fuera de la abuela o la madre de Pakal, señalando de manera directa a Tzakbu Ajaw, la esposa, como la Reina roja, quien fue madre de los dos hijos del rey: K'inich Kan Bahlam II, quien sucedió a su padre en el reinado, y K'inich K'an Joy Chitam II, rey de Palenque por nueve años.

Según el libro "La Reina roja: el secreto de los mayas en Palenque", de la periodista Adriana Malvido, los huesos de la mujer y el niño fueron analizados en Miami, en EE.UU., donde se concluyó que fueron sacrificados entre los años 620 d.C. y el 680 d.C., fechas que corresponden al tiempo en que la esposa de Pakal estaba viva.

Vera Tiesler, profesora de arqueología de la Universidad Autónoma de Yucatán, dijo en el documental "La Reina Roja: un misterio maya", del canal Discovery Channel, que si la ciencia encuentra en el futuro la tumba de alguno de ellos, se podrá arrojar más luz sobre la verdadera identidad de la Reina Roja.

El niño degollado y la mujer muerta
Los cadáveres encontrados a los lados del sarcófago de la Reina Roja también hablan de su identidad. Pero, ¿qué hacían estos cuerpos allí? Siempre se ha creído que los mayas de alto rango eran enterrados con sirvientes para acompañarlos en el más allá.

El complejo arqueológico de Palenque fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1987. Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES.

Sin embargo, el arqueólogo mexicano Arnoldo González le contó a Discovery Channel que "estos cuerpos habían sido sacrificados para una aportación de sangre nueva, fresca, para el personaje y su renovación". Esta conclusión se desprende de lo sangrientas que fueron las circunstancias de sus muertes.
En el libro "Janaab' Pakal de Palenque" (izquierda), de Vera Tiesler y Andrea Cucina, se describe que el cadáver de la mujer y el niño estaban tirados en el piso a los lados del sarcófago de la tumba de la Reina Roja. "Ninguno de los cuerpos fue depositado cuidadosamente", dicen los autores.
La mujer, de entre 20 y 30 años, sufrió varias puñaladas en dos costillas, estaba tumbada boca abajo, con los brazos cruzados sobre la espalda: "Sus cuerpos fueron desechados […] Las múltiples marcas profundas y multidireccionales indican un complejo patrón de violencia".

Incluso, "se cree que el cuerpo de la mujer sufrió una separación del cuerpo en dos mitades o simplemente de una carnicería que formó parte de una mutilación ritual del cuerpo luego de la extracción del corazón".
El niño, por su parte, fue decapitado, como indica su tercera vértebra cervical, pues tenía una marca continua de corte horizontal, la cual "únicamente puede haberse logrado con un violento impacto sobre la nuca con un implemento cortante".

La humedad del lugar hizo imposible que los restos de la Reina roja regresaran al complejo arqueológico de Palenque. Derechos de autor de la imagen: GETTY IMAGES

Este violento hallazgo habla no solo de las creencias que los mayas tenían sobre la vida más allá de la muerte, sino de la existencia de una fuerte jerarquía social, donde personas de bajo rango eran sacrificados con fines rituales.

Por ejemplo, en la tumba de la Reina Roja solo se encontraron dos cadáveres, mientras que en la de Pakal se registraron restos de seis personas.

Expertos afirman que en los más de 1.500 edificios que existen en Palenque, solo se ha escavado algo más del 15%. Así que todavía faltan muchos secretos de los mayas por revelar.

Fuente:bbc.com | 30 de julio de 2018

El consumo de vino en Laminium

Piezas de cerámica en las ceremonias romanas representadas en Alhambra (Ciudad Real) / Jesús Gómez H.

Especialistas en arqueología antigua de Hispania y Castilla-La Mancha abordaron el pasado jueves el consumo del vino en la época romana durante el ciclo de conferencias de las quintas Jornadas Ibero-Romanas Laminitanas de Alhambra (Ciudad Real).
La Casa Melilla también fue escenario de la representación ceremonial y festival del rito dionisiaco de la Anthesteria, a cargo de la asociación Tierra Roja, y de la presentación de una reproducción del lagynos de los Villares, un recipiente utilizado en el pasado para servir el vino (derecha).

La entrada del vino en Hispania

El profesor de la Universidad de Alicante y director del Museo Arqueológico de Elda, Antonio Manuel Poveda Navarro (izquierda), realizó una síntesis sobre las evidencias de comercio y consumo en el ejercito romano que conquistó Hispania entre los siglos II-I a. C.

El experto destacó el papel simbólico, cultural y alimenticio que el vino desempeñó en los estancamientos militares del Sureste hispano, las redes de transporte y el factor estratégico que en la alimentación del legionario romano y de las tropas auxiliares tenía el vino.

Existen evidencias materiales halladas en los yacimientos de la ribera hispano-mediterránea como Carthago Nova, Elo (El Monastil), Ilici (Elche), Lucemtum (Alicante); así como del interior en la Colonia Foroaugustana Libisosa (Lezuza, Albacete).

Evidencias en Laminium

El arqueólogo en los proyectos Libisosa, Ilici, Oretum, director de excavaciones e intervenciones en Laminium desde 2015, José Luis Fuentes Sánchez (derecha), presentó datos concluyentes basados en las evidencias materiales descubiertas en el trienio 2015-2018 en Alhambra.

Las intervenciones de urgencia en Calvario, 6, Los Villares y Cuesta de Pozarrón han posibilitado poner cuantitativamente el origen, tipo, vías comerciales y características de la vajilla que acompañaba al vino que se consumía en Laminium desde el siglo I antes de nuestra era.
Fuentes Sánchez presentó 17 tipos de ánforas que involucran el consumo masivo de vino procedente de Creta, Italia y la Galia Narbonense. El vino era muy apreciado, así como el garum hispano y las salsas de pescado lusitanas.

Tipologías de ánforas en Laminium / Lanza

Por último, Fuentes Sánchez presentó elementos de vajilla tardo helenística hallados en Calvario, que caracterizan a este solar como uno de los principales aportes a la arqueología de época tardo-republicana de Oretania, por la excepcionalidad del contexto, así como un espacio destinado para el consumo del vino localizado en la domus de Los Villares.

Recreación del ritual con el lagynos de Los Villares

Tras las conferencias se presentó una réplica del singular lagynos de Los Villares, una jarra de para el servicio de vino que se halló en su situación original sobre un pavimento en una de las dependencias de la domus, lo que constituye una excepcional aportación por cuanto esta pieza que se puede contemplar en la muestra del Museo de Ciudad Real.

Se trata de la única pieza hallada en contexto en la provincia de Ciudad real y uno de los escasos ejemplares de Oretania e Hispania. En el acto se entregó una réplica al Ayuntamiento de Alhambra, a la Asociación Alhambra Tierra Roja y a la doctora en Antropología, María Benito, que realizó el descubrimiento en el transcurso de la excavación.
La Asociación Cultural Alhambra Tierra Roja estrenó la representación de la celebración ceremonial de las anthesterias y utilizó como pieza vehicular en el discurso el hallazgo, estudio y musealización del lagynos de Los Villares, hallado en 2016 en el transcurso de las excavaciones que se efectúan en el ager laminitanus por OPPIDA.

La utilización de los lagynoi, como jarras cerámicas dispensadoras del vino en las mesas romanas en la Península desde época Republicana, permite hallar un nexo de unión entre la utilización de este tipo de utensilios en el servicio común de mesa laminitano de entorno al cambio de era y la utilización de los lagynoi en algunas fiestas de corte dionisíaco como las lagynophoriae.

Fuente: lanzadigital.com | 5 de agosto de 2018