Dinamarca busca a sus antepasados visigodos en Vicálvaro (Madrid)

Los arqueólogos de Argea, examinan dos de los cuerpos encontrados - ABC

Tras un largo periodo de luchas en Europa, a finales del siglo V, unos 300.000 visigodos envainaron la espada para alzar el arado y adentrarse en una Hispania en la que apenas habitaban un millón de humildes campesinos hispano-romanos. Llegaron hasta aquí llamados por el propio Imperio romano, que quería frenar el avance devastador del resto de tribus bárbaras y que ellos, tras expulsarlos, repoblasen los terrenos yermos. Entre otros asentamientos, los visigodos convirtieron en su próspero hogar el solar en el que ahora las excavadoras trazan un vial que conectará el desarrollo de Los Ahijones con el resto de Vicálvaro. Siguiendo su rastro, también han aterrizado aquí los investigadores de la Universidad de Copenhague, que buscan a sus antepasados en la necrópolis que fue hallada en este páramo en 2010.

Cuando se quiso iniciar la construcción de esta carretera, las piquetas se toparon con el que es el enterramiento más antiguo y más grande encontrado hasta la fecha en la Comunidad de Madrid. Si la sorpresa fue mayúscula para los investigadores españoles, más aún lo fue para los arqueólogos escandinavos, cuyo afán por reconstruir el periplo del pueblo godo por el mundo les trajo hasta esta parcela para extraer el ADN de los restos de los 894 individuos que fueron exhumados.

Las oquedades de las tumbas, una vez exhumados todos los restos - ABC


«El Museo de Historia Natural de Dinamarca y el Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague han logrado obtener la secuencia genética de los godos que proceden de Dinamarca y Suecia, y pretenden ver en qué cantidad hay ese genoma en la población que vivía en Vicálvaro», explica a ABC el arqueólogo Jorge Vega (izquierda), que dirigió la excavación junto a Roberto Menduiña.


«Este estudio, aún en proceso, permitirá determinar la huella genética de la población enterrada», añade Vega, cuyo equipo de arqueólogos independiente, Argea, colabora en este proyecto internacional. Los resultados se conocerán, si todo va según lo previsto, a lo largo de este 2019. Una veintena de este equipo de expertos extrajo durante dos años todos los cuerpos y objetos que se encontraban en un área de 9.067 metros cuadrados. En total, se documentaron y excavaron 824 tumbas, algunas de ellas con dos individuos enterrados. No obstante, dado el grado de deterioro de muchos de ellos, sólo se pudo realizar un análisis antropológico en el 30 por ciento de los cuerpos.

«Los demás estaban tan deshechos que no nos permitían estudiarlos, eran sólo la impronta. Están excavados en un terreno compuesto por yesos, y este material drena muy mal, el agua se acumula en su base y los cuerpos se diluyeron en una especie de sopa en la que no hay masa ósea que luego se pueda estudiar», arguye el experto.

Trabajos arqueológicos en una tumba de la necrópolis visigoda de Vicálvaro, en julio de 2011.

Saqueos

La necrópolis ha sido objeto de diferentes saqueos desde la antigüedad. Pese a que las piezas documentadas son muchas, es evidente que el ajuar de la mayoría de los individuos fue robado. Sin embargo, en algunos enterramientos sí que se han logrado recuperar objetos de adorno personal compuestos por hebillas de cinturón, pendientes de tipo aro, collares de cuentas de pasta vítrea, anillos de sección circular y rectangular, cuchillos y pinzas.

Una hebilla de cinturón hallada en una de las tumbas - ABC

También se rescató un pequeño conjunto de jarras y botellas con una o dos asas. «Las piezas más antiguas son de finales del siglo V, que parece coincidir con la llegada a Hispania de los visigodos, y los últimos son de principios del siglo VIII, que coincide con la llegada de los musulmanes», concluye Vega, que añade que, después, la población se trasladó a 500 metros y se islamizó. La aldea se mantuvo en pie hasta el inicio del siglo X, momento en que se abandonan la mayor parte de los asentamientos rurales en Madrid y se trasladan a vivir a las ciudades, que ya están fortificadas.

Falsa alarma

Una vez finalizada la excavación, en 2012, la Dirección General de Patrimonio autorizó las obras promovidas por la Junta de Compensación sobre los terrenos que ocupaba la necrópolis. No obstante, la crisis económica y los litigios que frenaron los desarrollos del Sureste paralizaron las obras y las oquedades quedaron a la vista hasta hace apenas unos días. «Una vez extraídos todos los restos arqueológicos quedan solo los hoyos de las estructuras, sin ningún valor arquitectónico y, al estar excavados en el terreno natural, no pueden conservarse», aclaran desde la Consejería de Cultura, ante la alarma vecinal.

El viaje de los Godos hasta Hispania
El viaje de los Godos hasta Hispania - ABC

El resultado de aquellos dos años de trabajo de campo se ha prolongado en otros seis más de investigación para traducir a hechos todos los indicios que arrojan las mediciones de los huesos, tendones y dientes. Todos los restos, tras su análisis e inventario, han sido depositados en el Museo Arqueológico Regional, donde está previsto realizar una exposición que relate todo lo que aquel yacimiento cuenta a través de sus cuerpos y sus ofrendas funerarias.

Exposición y parque arqueológico

«De la excavación también nos llevamos sedimentos para ver si en el futuro se podía hacer algún tipo de analítica con ellos, porque en algunos enterramientos hemos visto que podía haber cálculos renales en algunos individuos», cuenta Vega, que deja la puerta abierta a continuar esas investigaciones. Esa ingente cantidad de material -unas 500 cajas que se encuentran ahora en el depósito del Museo- ha arrojado una información certera sobre cómo era la vida entonces.
Otro de los objetivos de la Consejería es, precisamente, divulgar toda su historia a través de un parque arqueológico que se instalará en las inmediaciones del yacimiento, para que los vecinos tengan conocimiento de quiénes y cómo eran los vicalvareños hace más de 1.200 años.

Fuente: abc.es | 1 de febrero de 2019

Los primeros homínidos de Denisova ocuparon la cueva hace 200.000 años

Investigadores en la cámara este de la cueva Denisova, de izquierda a derecha: Michael Shunkov, Katerina Douka, Tom Higham, Maxim Kozlinkin / Sergey Zelinski, Academia de Ciencias de Rusia.

Las excavaciones en la cueva de Denisova, en el macizo de Altái, en siberia, Rusia, comenzaron hace 40 años. En las capas de material del Paleolítico Medio (hace alrededor de entre 340.000 a 45.000 años) y del Paleolítico Superior Inicial se han hallado muchas de las claves sobre la vida de algunos de los homínidos que están en la rama del árbol evolutivo de nuestra especie, Homo sapiens. Este yacimiento es único en el mundo porque estuvo ocupado por dos grupos humanos arcaicos en varias ocasiones: neandertales y denisovanos.

Un grupo de científicos aporta ahora datos más precisos sobre estos homínidos con nuevas dataciones, en las que se identifica la evidencia más temprana de su existencia en el sur de Siberia.
"Esta es la primera vez que podemos asignar con confianza una edad a todas las secuencias arqueológicas de la cueva y su contenido", declara Tom Higham, de la Unidad de Acelerador de Radiocarbono de la Universidad de Oxford (Reino Unido). Forma parte del equipo multidisciplinar formado por investigadores de Rusia, Australia, Canadá y Alemania que ha trabajado durante cinco años para datar el yacimento arqueológico de la cueva de Denisova.

Los resultados aparecen en dos nuevos estudios publicados en la revista Nature (aquí y aquí). Ambos colocan una línea de tiempo en la que los neandertales y sus enigmáticos primos, los denisovanos, estaban presentes en el yacimiento, así como las condiciones ambientales a las que se enfrentaban antes de extinguirse.

Según sus resultados, la cueva fue ocupada hace al menos 200.000 años por los denisovanos, con herramientas de piedra en los depósitos más profundos que sugieren que la ocupación humana pudo haber comenzado hace 300.000 años. Los neandertales visitaron el yacimiento hace entre 200.000 y 100.000 años, ya que Denny, la niña de ascendencia mixta, reveló que los dos grupos de homínidos se reunieron y se cruzaron en ese período de tiempo.
La mayor parte de la evidencia de neandertales en la cueva de Denisova se localiza dentro del último período interglacial, hace alrededor de 120.000 años, cuando el clima era relativamente cálido, mientras que los denisovanos sobrevivieron a períodos mucho más fríos, antes de desaparecer hace unos 50.000 años.

Los humanos modernos estaban presentes en otras partes de Asia en ese momento, pero la cuestión sobre si hubo o no encuentro entre ellos y los denisovanos permanece abierta a la especulación, en ausencia de cualquier rastro fósil o genético de los humanos modernos en el yacimiento.

Muestra de colgante del Paleolítico Superior / Tom Higham, Universidad de Oxford

La historia genética de neandertales y denisovanos

En 2010, esta cueva despertó el interés al publicarse el genoma obtenido del hueso del dedo de una niña que pertenecía a un grupo de seres humanos no identificados previamente en el registro paleoantropológico: los denisovanos. Después, otras investigaciones continuaron aportando datos sobre la historia genética de los neandertales de Denisova y Altái, basadas en el análisis de los escasos y fragmentados restos de homínidos que se hallaron en la cueva.

El año pasado, a partir de un fragmento de hueso descubierto por investigadores de las universidades de Oxford y Manchester (derecha), se analizó el genoma de la hija del cruce de neandertales y denisovanos. Era la primera prueba directa de apareamiento entre los dos grupos de homínidos arcaicos.

Sin embargo, la datación de los fósiles de los homínidos recuperados de la cueva no estaban claras, al igual que las fechas para el ADN, los artefactos y los restos de animales y plantas recuperados de los sedimentos.
Las excavaciones dirigidas por Anatoly Derevianko y Michael Shunkov, del Instituto de Arqueología y Etnografía de la Academia de Ciencias de Rusia en Novosibirsk, revelaron la secuencia arqueológica más larga de Siberia.

En estas nuevas investigaciones, que forman parte del proyecto PalaeoChron, se han obtenido cincuenta dataciones de radiocarbono a partir de fragmentos de hueso, dientes y carbón recuperados de las capas superiores del yacimiento.

Asimismo, los investigadores de la Universidad de Wollongong, en Australia, obtuvieron más de 100 edades ópticas por luminiscencia para los sedimentos de la cueva, la mayoría de los cuales eran demasiado antiguos como para utilizar la técnica por radiocarbono. Otro equipo australiano también obtuvo la edad mínima para el fragmento de hueso mixto de neandertal y denisovano mediante datación por series de uranio.

Natalia Belousova (Academia de Ciencias de Rusia) y Tom Higham tomando muestras de la Cámara Principal en la Cueva Denisova / Sergey Zelinski, Academia de Ciencias de Rusia

¿Convivieron los denisovanos y los humanos modernos?

Para determinar las edades más probables de los fósiles de homínidos arcaicos, el equipo de Oxford desarrolló un novedoso modelo bayesiano que combinó varias de estas fechas con información sobre la estratigrafía de los depósitos y las edades genéticas de los fósiles de denisovanos y neandertales. El último de ellos se basó en el número de sustituciones en las secuencias de ADN mitocondrial, que fueron analizadas por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania.
Las estimaciones de edad "incorporan toda la evidencia de datación disponible para estos fósiles pequeños y aislados, que a veces se pueden desplazar después de la deposición en una secuencia de la cueva", explica Katerina Douka, del Instituto Max Planck.

"Esta nueva cronología de la cueva Denisova proporciona un cronograma para la gran cantidad de datos generados por nuestros colegas rusos sobre la historia arqueológica y ambiental de la cueva durante los últimos tres ciclos glacial-interglacial", dijo la autora principal del estudio de datación óptica, la profesora Zenobia Jacobs, de la Universidad de Wollongong en Australia.

Puntas óseas y dientes perforados de las capas paleolíticas superiores tempranas de la cueva de Denisova muestreadas para la datación por radiocarbono en unos 45.000 años. Se especula si pudieron haber sido producidos por los denisovanos. KATERINA DOUKA.

Los científicos también identificaron la prueba más temprana hasta el momento de humanos modernos en el norte de Eurasia, al aparecer puntas de huesos y colgantes hechos de dientes de animales que generalmente señalan el inicio del Paleolítico Superior. Los restos datan de hace entre 43.000 y 49.000 años.

Richard 'Bert' Roberts, coautor de ambos artículos, apunta: “Mientras los nuevos trabajos sacan a la luz algunos de los misterios de la cueva Denisova, quedan otras preguntas interesantes por responder”.

Higham también afirma que es una pregunta abierta “si los denisovanos o los humanos modernos hicieron estos adornos personales que se encuentran en la cueva. Esperamos que, a su debido tiempo, la aplicación del análisis de ADN de sedimentos nos permita identificar a los creadores de estos elementos, que a menudo se asocian con un comportamiento simbólico y más complejo en el registro arqueológico”.

Fuentes: agenciasinc.es | sciencenews.org | 30 de enero de 2019

La tumba de Tutankamón restaurada y presentada al público tras diez años de trabajos

El Getty Conservation Institute (GCI), organización con sede en Los Ángeles (California), anunció hoy que, tras casi una década de trabajos, ha culminado la restauración de la tumba de Tutankamón, un proceso que se ha llevado a cabo en Egipto.

El proyecto, una colaboración entre el GCI y el Ministerio de Antigüedades del país africano, se centró en la conservación de la tumba y en la creación de un plan sostenible para su tratamiento en el futuro.


«Este proyecto ha ampliado enormemente nuestra comprensión de uno de los lugares más famosos de la antigüedad», dijo en un comunicado Tim Whalen, codirector del GCI.

Una de las pinturas de la tumba de Tutankamón, antes de su restauración - Reuters

Pinturas restauradas

El equipo que trabajó en la restauración encontró que las pinturas murales estaban en condiciones relativamente estables, más allá de la descamación y la pérdida de pintura causada por las inconsistencias en los materiales utilizados y su aplicación, así como por los daños causados por los visitantes.

Ahora, según informó la institución, las barreras de nuevo diseño restringen el acceso de los visitantes a estas áreas para reducir el riesgo de daños futuros. Además, las pinturas se estabilizaron mediante la eliminación del polvo y la reducción de los recubrimientos de tratamientos previos.
También se abordaron unas misteriosas manchas marrones que estaban presentes en las pinturas murales desde que el arqueólogo Howard Carter descubriera la tumba en 1922.

Otra de las pinturas de la tumba antes de su restauración - Reuters

Según la nota, se efectuaron análisis químicos y de ADN para confirmar que las manchas eran de origen microbiológico y que, al haber penetrado en la capa de pintura, se decidió no eliminarlas ya que dañarían las pinturas.



El GCI también facilitó mejoras en la protección y presentación del sitio, incluida su infraestructura en cuanto a pasillos, plataforma de observación, señalización, iluminación y un sistema de ventilación y filtración de aire para mitigar la humedad, el dióxido de carbono y el polvo.


La tumba de Tutankamón estuvo abierta durante la mayor parte del proyecto y los visitantes pudieron observar las tareas de restauración y hacer preguntas mientras los conservadores trabajaban. El resultado final con la restauración de la tumba se presentará el próximo día 31 en Luxor (Egipto).
La ciudad de Los Ángeles (California) acogió la exposición «King Tut: Treasures of the Golden Pharaoh», una muestra que presentaba más de 150 objetos reales relacionados con el faraón Tutankamón, desde marzo del año pasado hasta el 6 de enero.

Vista del interior de la tumba de Tutankamón, este jueves en Luxor, en el sur de Egipto.

Se trataba de la mayor colección de artículos procedentes de la tumba del «faraón niño» que se haya exhibido de forma pública fuera de Egipto.

Fuentes: abc.es| lanacion.com | efefuturo.com | cerodosbe.com | larepublica.pe | 29 de enero de 2019

El genocidio olvidado del emperador Vespasiano: cuando las legiones arrasaron Jerusalén

Relieve del arco de triunfal de Tito (Roma) en el que se conmemora su triunfo sobre los judíos.

La barbarie que las legiones romanas demostraron en el año 70 contra los judíos sublevados en Jerusalén asombró tanto al historiador Flavio Josefo, que este decidió dejar constancia de ella en sus escritos. «No tuvieron matanza más cruel los judíos entre todas cuantas padecieron como esta: porque en una noche abrieron las entrañas de 2.000 hombres». También añadió que los combatientes «dieron saco al templo» de la ciudad y «hurtaron muchas cosas» antes de prenderle fuego. Pero la tragedia quedó ensombrecida por la brutalidad que vendría después. Y es que, Tito Flavio Sabino Vespasiano capturó a los supervivientes, trasladó a muchos hasta la capital y les obligó a levantar el Coliseo.

En total, se calcula que unos 12.000 esclavos participaron en la edificación del monumento más famoso de la ciudad. Aunque la barbarie no quedó en ese punto ya que, poco después de que finalizara su construcción, muchos de los reos fueron arrojados a las fauces de las bestias de los juegos. Los historiadores judíos han definido este episodio como una humillación sin precedentes para un pueblo que, ya en el año 63 a.C. fue obligado a tributar a Roma como uno de sus estados vasallos.
Autores como Juan Pedro Cavero Coll respaldan la teoría de que los emperadores abusaron de los semitas y tilda a estos últimos de «súbditos molestos del Imperio» en su obra «Breve historia de los judíos» (Nowtilus, 2011).
La construcción del Coliseo se sumó a otros tantos destinos igual de terribles. Según el propio Josefo, Tito también sacrificó a más de 2.500 reos en los juegos que celebró tras la destrucción de Jerusalén, y un número indeterminado más meses después durante las fiestas romanas. Otros fueron enviados a las minas de Egipto o, incluso, se vieron obligados a participar en la edificación de todo tipo de obras públicas.

El germen del odio

¿Cómo es posible que el Imperio Romano cometiera tal atrocidad? La historia, como me afirmaba hace algunos días un investigador del CSIC, no siempre es blanca o negra. Y este caso es un ejemplo claro. Las raíces del conflicto y de la inquina de los emperadores contra el pueblo semita hay que buscarlas en el 64 d.C., cuando llegó hasta Judea el tiránico procurador Gesio Floro. Su brutalidad pronto hizo aflorar el odio de los habitantes. Al poco, los disturbios se generalizaron y, con ellos, comenzó la turbia relación entre estos dos pueblos.

Al final, el poder de las legiones se hizo valer y, apenas dos años después (en el 66 d.C.), el político aplastó los diferentes alzamientos a golpe de gladius y permitió que sus hombres saquearan los barrios más ricos de la urbe como castigo. Una pésima forma de calmar los ánimos que no logró apaciguar (ni meter el miedo en el cuerpo) a los judíos. Acababa de dar comienzo a una década de muerte.

Tras aquella tropelía, los judíos clamaron justicia ante los superiores de Floro, pero solo obtuvieron el silencio por respuesta. Fue entonces cuando las pequeñas desavenencias derivaron en una auténtica guerra. La revuelta volvió a estallar de manos de Eleazar, capitán de la guardia del templo de Jerusalén. Este guerrero puso en jaque de nuevo a Roma al sitiar con miles de soldados a una cohorte de la legión III Gallica. Por si fuera poco, los ciudadanos apoyaron su alzamiento.

Vespasiano

Pintaban mal las cosas para el Imperio. Y así quedó claro cuando, tras abandonar la urbe, se hizo recuento de los fallecidos (1.500 legionarios) y del territorio perdido (una buena parte de Judea).
Tal afrenta no fue pasada por alto. Al poco, el gobernador de Siria, Cestio Galo, tomó las armas y aplastó con fiereza la ciudad de Jotapata. Poco después se plantó ante la mismísima Jerusalén. La urbe, rodeada por tres murallas, desafiaba inmaculada el poder de Roma. Los invasores la sitiaron durante cinco días creyendo que solo era cuestión de tiempo que los defensores se rindieran... Pero no podían estar más equivocados.

Según explica el historiador Stephen Dando-Collins en su obra «Legiones de Roma», la guerrilla local desangró a los invasores a golpe de ataques sorpresa hasta que les obligaron a regresar por dónde habían venido. Su empuje fue tan fuerte que 400 valientes de la legión XII Fulminata tuvieron que sacrificarse para cubrir la retirada del resto del ejército. Su gesta permitió que sus compañeros se salvaran, pero les llevó a perder su estandarte, una de las mayores vergüenzas para una unidad de la época.

Venganza y nuevo emperador

Para Roma, aquello fue como un cuchillo clavado en el corazón. No ya por la derrota de sus legiones, sino por la pérdida del águila de la XII Fulminata. Quizá por ello, o por la mera locura del entonces emperador Nerón (despótico, belicoso y obsesionado con las conspiraciones contra su gobierno), el veterano general Tito Flavio Vespasiano recibió órdenes de sofocar la revuelta judía por la fuerza.

Tras solicitar a su hijo Tito que reuniera todas las legiones que pudiera en Egipto, el veterano líder militar (sumaba 56 años a sus espaldas e innumerables campañas) se puso en marcha durante el verano del 67. Este contingente actuó como un rodillo contras las ciudades de Jotapata, Tarichaeae y Gamala. En todas ellas, la caballería y las máquinas de asedio imperiales destrozaron a los aterrados defensores.

Pero ni las victorias aplacaron la sed de venganza de los romanos. Tal y como explica Dando-Collins en su obra, el revanchismo imperial quedó claro cuando el mismo Vespasiano se topó con el mar Muerto. El general había oído hablar de su flotabilidad, pero desconocía si era realidad o mito. ¿Cómo podía comprobarlo sin poder en riesgo a sus hombres? Al final, no se le ocurrió otra cosa que arrojar a las aguas a varios reos judíos para comprobar si las habladurías eran verdad o no. Por suerte para ellos, no se ahogaron.

Tito

Vespasiano podría haber continuado su exitosa campaña hasta la misma ciudad de Jerusalén, pero decidió volver a los cuarteles cuando recibió una carta en la que el gobernador de Hispania, Sulpicio Galba, le solicitaba ayuda para marchar sobre la mismísima Roma y acabar con el despótico Nerón. Por el momento, consideró, era mejor esperar a que los peligrosos vientos de la política amainaran.
Es probable que, por entonces, no supiera que iba a sucederse una de las épocas más turbulentas del Imperio. Y es que, mientras todavía estaba en Judea, recibió la noticia de que el emperador había sido asesinado.

A partir de entonces comenzó una carrera por el trono que terminó con la sucesión de tres emperadores hasta que el propio Vespasiano se hizo con la poltrona. Conocedor de los entresijos de la corte, militar respetado y hombre con grandes capacidades políticas, el general se hartó de ver pasar frente a sí líderes mediocres y aprovechó su poder para hacerse con la poltrona.
A la postres, no obstante se terminó convirtiendo en aquello que más odiaba al dejarse cegar por las riquezas. Así lo atestiguó el historiador Cayo Suetonio con esta curiosa anécdota: «Su hijo Tito le censuraba un día no haber olvidado un impuesto hasta sobre la orina; Vespasiano le presentó ante la nariz el primer dinero cobrado por aquel impuesto y le preguntó si olía mal».

Destrucción del Templo de Jerusalén, Francesco Hayez (1867)

Asedio y barbarie

La llegada al poder de Vespasiano no le hizo olvidar la revuelta que le esperaba en Judea. Aunque, en este caso, prefirió enviar a su hijo Tito a acabar de una vez por todas con los rebeldes. El flamante militar hizo llamar a los hombres de la XII Fulminata en un intento de que borraran el agravio hecho contra su águila.

En este caso, sin embargo, no hubo pasos previos y el general plantó a sus tropas en las mismas puertas de Jerusalén. «Estaba terminando abril cuando Tito llegó a Jerusalén con la V Macedónica, la XII Fulminata y la XV Apollinaris, que de inmediato emprendieron la construcción de un vasto campamento al oeste de la ciudad. Al día siguiente, la legión X Fretensis llegó desde Jericó y comenzó a establecer su campamento en el Monte de los Olivos», añade el autor.

El sitio se extendió hasta mayo, cuando el general se armó de valor y comenzó el ataque como tal. Durante el mismo, las catapultas y los escorpiones de la X legión se destacaron por su brutalidad. Sus armas de asedio dispararon sin descanso descargas de dardos y piedras de hasta 45 kilogramos de peso. Todo ello, contra una ciudad en la que residían, aproximadamente, un millón de judíos. Tres meses e incontables combates después, los legionarios lograron al fin acceder al corazón de Jerusalén e iniciaron una destrucción que todavía se recuerda a día de hoy. El cronista Flavio Josefo (un antiguo general judío que se había cambiado de bando) dejó constancia de esta barbarie en su obra «La guerra de los judíos»:

Flavio Josefo

«Se metieron por las callejuelas con sus espadas en las manos, mataron sin hacer distinción a todos los que se encontraron e incendiaron las casas con la gente que se había refugiado en ellas. En muchos de sus saqueos, cuando pasaban dentro para hacer sus rapiñas, se encontraban con familias enteras de cadáveres y con sus habitaciones repletas de víctimas del hambre . Entonces, llenos de horror ante la visión de este espectáculo, salían con las manos vacías. A pesar de que se compadecían de los que morían de esta forma, sin embargo, no tuvieron los mismos sentimientos con los vivos, sino que degollaron a todo el que se toparon, con sus cadáveres taponaron las estrechas calles e inundaron de sangre toda la ciudad, de modo que muchos incendios fueron también apagados por esta carnicería. Los romanos dejaron esta actividad sanguinaria al atardecer».

Al acceder a la ciudad, Tito se vanaglorió de que un poder divino había permitido a Roma vencer aquella resistencia. «Hemos luchado con la ayuda de Dios y es Dios el que ha expulsado a los judíos de estas fortalezas», afirmó. Poco después, el templo de Jerusalén comenzó a arder. Los historiadores coinciden en que fue provocado por las legiones romanas. Sin embargo, Josefo sostuvo después que, aunque había sido un soldado el que había extendido las llamas, el general había ordenado expresamente que no se atacara este edificio.

En todo caso, el saqueo se generalizó entre los legionarios romanos. De hecho, cuando Tito regresó un año después a la ciudad para saber en qué punto se encontraban las labores de reconstrucción (pues había sido derruida hasta los cimientos) se encontró con una curiosa estampa: vio como los hombres de la X Fretensis (que habían recibido la orden de quedarse en la urbe para asegurar que no se sucedía una nueva revuelta) excavaban entre los escombros con sus propias manos para desenterrar las riquezas escondidas bajo los escombros de las viviendas.

Rumbo a Roma

En palabras de Josefo, murieron un millón de personas durante el asedio y, tras la conquista, miles de supervivientes fueron capturados y diseminados por todo el Imperio como esclavos. Según explica el filósofo y estudioso Thomas A. Idinopulos en su obra «Jerusalén», «los que sobrevivieron a la masacre envidiaron a los muertos» ya que los que estaban en buenas condiciones físicas fueron enviados a «las minas de Egipto o Cerdeña» o a «construir un gran canal cuya excavación en Corinto había ordenado Nerón».

Los más robustos fueron convertidos en gladiadores y, por último, las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos. El número concreto de reos es desvelado por el propio cronista romano:

«Todos los prisioneros que fueron capturados en el conjunto de la guerra sumaron noventa y siete mil, y los que perecieron en la totalidad del asedio fueron un millón cien mil. La mayoría de éstos eran judíos, pero no eran naturales de Jerusalén, puesto que se había concentrado gente de todo el país para la fiesta de los Ácimos, cuando de repente les sorprendió la guerra. En consecuencia, en un primer momento la estrechez del lugar les propició una peste destructiva y más tarde un hambre voraz. La cantidad de habitantes que había en la ciudad se deduce del censo elaborado en tiempos de Cestio».

El mismo Josefo también incide en que, durante su estancia en Cesarea, «Tito festejó con esplendor el cumpleaños de su hermano, en cuyo honor ejecutó una gran cantidad de prisioneros judíos». En sus palabras, el número de los que «perecieron luchando con las fieras, abrasados por las llamas y en peleas entre ellos alcanzó más de dos mil quinientos».


El espectáculo, lejos de repugnar a los romanos, les agradó. Como mucho, «les pareció un castigo menor». Esta triste práctica se repitió poco después. «A continuación llegó a Berito, una ciudad fenicia colonia de los romanos. Allí hizo una parada más larga y celebró con una brillantez aún mayor el aniversario de su padre con magníficos espectáculos y con otros dispendios que desplegó con ingenio. Al igual que ocurrió antes, también fue ejecutada una gran cantidad de prisioneros de guerra», añadió el cronista.

Según explican todo tipo de historiadores decimonónicos (entre ellos el monje Ferdinand Freiherr von Geramb o Marien Vasi) el último destino de los reos judíos no fue mejor. Y es que, 12.000 de ellos (20.000, según otras fuentes) fueron enviados a Roma para terminar de levantar el Coliseo con su trabajo.

Así lo confirma, entre otros, el investigador español José María Zavala en su obra «Las páginas secretas de la historia»: «Vespasiano empezó a levantar el Coliseo en el año 69 de nuestra era, y Tito lo terminó doce años después. En realidad fueron cuatro años de intenso trabajo con la ayuda de doce mil judíos cautivos llevados a Roma por Tito tras la conquista y destrucción de Jerusalén, muchos de los cuales perecieron luego en la arena devorados por las fieras en los juegos públicos. Así pagaba el César a sus deslomados esclavos». Por si fueran pocas afrentas, el Coliseo también se financió con parte de las riquezas saqueadas de Jerusalén.

Fuente: abc.es | 29 de enero de 2019

El misterio de los Tartessos: la rica civilización ibérica que desapareció de forma abrupta

El arqueólogo y filólogo alemán Adolf Schulten no se conformó con pasar a la historia como el descubridor de las ruinas de Numancia, también quiso hallar el rastro de la antigua y misteriosa Tartessos. En un tiempo donde mitos e historia se entremezclaban, el alemán persiguió a esta civilización más allá de las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar) y excavó con toda su alma por Doñana y su entorno, pero su búsqueda resultó infructuosa. Su obsesión ha sido retomada cada pocos años por la arqueología española, fascinada por los tesoros aúreos que se le atribuye a esta civilización, de la que el periodista Javier Ramos y el historiador Javier Martínez-Pinna acaban de publicar el estudio «El enigma Tartessos: La primera civilización de la Península Ibérica».

El libro aborda las características de esta civilización, lo que se sabe de ellos, sus rastros arqueológicos, sus peculiar tránsito al más allá y sus deidades, al mismo tiempo que hace las veces de guía de viajes por la geografía española, de Huelva a Gibraltar, de Portugal a Extremadura... Muchos son los misterios aún abiertos sobre Tartessos, como también es mucho lo que se sabe a base de juntar piezas sueltas en un enorme puzle que se remonta a hace miles de años. Así lo intentan Ramos y Martínez-Pinna en su obra.


¿Cómo surgió esta civilización?
Para contestar a esta pregunta debemos recurrir sin falta a las fuentes, tanto arqueológicas como documentales. El problema es que estas son relativamente escasas y muy contradictorias, lo que ha dado lugar a interpretar Tartessos desde un punto de vista legendario e incluso esotérico. Afortunadamente, los estudios arqueológicos han evolucionado y en la actualidad podemos definir esta civilización como el resultado de un proceso de aculturización que los pueblos colonizadores procedentes del Mediterráneo Oriental (sobre todo los fenicios) y otros de procedencia atlántica llevaron a cabo sobre las poblaciones del valle del Guadalquivir y la zona de Huelva a partir del Bronce Final.

Defendéis que la arqueología no ha sido capaz de desvelar muchos de los misterios, ¿qué nos falta por saber que sea insalvable para conocerlos de verdad?
Todo lo que envuelve a esta civilización parece estar relacionado con el misterio, empezando por la naturaleza de esto que conocemos con el vago nombre de Tartessos, ya que seguimos sin saber si esta fue una región más o menos extensa situada en el sur peninsular o también una gran ciudad ubicada más allá de las Columnas de Hércules, tal y como aparece reflejado en los textos de autores grecolatinos. Tampoco sabemos a ciencia cierta los motivos por los que esta civilización terminó desapareciendo de una forma, digamos, tan abrupta, aunque en «El enigma Tartessos» proponemos al lector las hipótesis con mayor fuerza por parte de los historiadores actuales. Además de esto, sigue siendo un gran misterio la posible relación de Tartessos con la Tarsis bíblica y, sobre todo, el hallazgo de esta ciudad perdida que ha sido buscada durante más de cien años.

¿Se ha podido demostrar que existieran realmente?
Si hacemos caso a las fuentes, sin lugar a dudas. Debemos de tener en cuenta que son muchas las ocasiones en las que los autores de la talla de Heródoto, Estrabón o Plinio el Viejo insisten en la existencia de una gran ciudad que sería una especie de capital de una civilización poderosa con reyes legendarios como Argantonio. En cuanto a Tarsis, es mencionada en diversas ocasiones en el Antiguo Testamento, pero en una y otra ocasión nos falta la prueba material.

¿Qué hay de cierto en la imagen de una especie de Edad de Oro protagonizada por los Tartessos como un pueblo avanzado a su tiempo?
Probablemente la imagen que tenemos de Tartessos como una especie de Edad de Oro se deba al hecho de que cuando los primeros autores empezaron a hablar sobre este pueblo, el recuerdo que se tenía sobre Tartessos ya era muy fragmentario. Esto tuvo que contribuir a la aparición de todo tipo de fabulaciones que hablaban sobre una civilización y un reino floreciente, repleto de riquezas, que se desarrolló en el sur de la península. Autores como Heródoto resaltaron en su obra la felicidad y la longevidad de los habitantes de esta especie de El Dorado, cuyo recuerdo había quedado difuminado como consecuencia del inexorable paso del tiempo. Además, debemos de tener en cuenta que cuando estas fuentes antiguas empezaron a ser estudiadas fue el momento en el que se produjeron, a nivel internacional, alguno de los descubrimientos arqueológicos más importantes de toda la historia, como los protagonizados por Schliemann con la ciudad de Troya, y esto animó a los investigadores a emular los logros de estos grandes arqueólogos, descubriendo la ciudad perdida de Tartessos relacionada con la Tarsis bíblica e incluso con la Atlántida de Platón.


Fotografía de Javier Ramos

Una de las cosas más características de esta civilización, era su paso al más allá. ¿En qué consistían sus rituales funerarios?
En lo que se refiere al mundo tartésico, su creencia en el mundo del más allá está constatada desde el Bronce Final, en el tránsito entre el II y el I milenio antes de Cristo. De esta época son las famosas estelas de guerrero y los depósitos de armas en entornos acuáticos. Esta práctica la podemos identificar con la costumbre de abandonar los restos del difunto en el agua, acompañados por un ajuar de objetos de bronce, sobre todo de armas, que acompañarían al espíritu del fallecido hasta la otra vida. A partir del siglo VIII a.C. el panorama cambia de forma radical como consecuencia de la intensificación de las relaciones con los puebles de oriente. Es ahora cuando se generalizan las grandes necrópolis asociadas a poblados estables, con todo tipo de enterramientos, tanto de inhumación como de incineración, y en algunas ocasiones empezamos a detectar grandes tumbas principescas cubiertas por túmulos que nos informan sobre la consolidación de grupos privilegiados gracias al comercio con los fenicios.
Por el análisis de los restos materiales, sabemos que los tartesios practicaban complejos rituales tras la muerte de una persona en los que participaban todos los miembros de la comunidad. Para que el alma del difunto pudiese completar su viaje hacia el más allá debía asegurarse el favor de los dioses, por lo que se le ofrecían todo tipo de ofrendas, especialmente libaciones, al igual que se sacrificaban animales y se desarrollaban banquetes funerarios para congraciarse con los antepasados.

¿Por qué guardaban sus fabulosos tesoros?
Por dos motivos. En primer lugar, porque alguno de estos tesoros forma parte del ajuar funerario de los grupos más privilegiados desde el punto de vista económico y que se hicieron enterrar con parte de sus riquezas para poder disfrutarlas en la otra vida. El otro de tipo de tesoros que hemos encontrado aparece como consecuencia del ocultamiento de objetos de culto asociados a los santuarios tartésicos y fenicios justo en el momento en el que se produce el colapso de esta civilización, posiblemente debido a la graves crisis económica producida por la caída de Tiro (Líbano) y la paralización de las relaciones comerciales entre ambas orillas del Mediterráneo.

¿Por qué se les conoce más por el supuesto oro y plata que guardaban que por su cultura?
Porque era su principal fuente de riqueza, una riqueza abundante que sin duda atrajo el interés de los pueblos de Oriente (sobre todo fenicios y griegos) en entablar relaciones comerciales y asentamientos urbanos en el sureste peninsular. Las minas de la zona de Tartessos eran fecundas en la explotación de estaño, metal necesario para confeccionar las armas de bronce y que escaseaba en el Mediterráneo. Luego, a la vista está, con espléndidos tesoros como los del Carambolo o Aliseda, cómo trabajaban el oro y la plata para realizar ajuares de enorme belleza.

¿Qué relación existió entre los Tartessos y la Tarsis bíblica?
La relación entre Tartessos y Tarsis es uno de los grandes enigmas a los que nos referimos en el libro. Las fuentes veterotestamentarias nos informan sobre la existencia de Tartessos, pero en esta ocasión relacionándola con esta desconocida ciudad bíblica, con la que los reyes de la monarquía unificada de Israel establecieron importantes relaciones comerciales que les valieron, en el caso de Salomón, para construir el mítico templo de Jerusalén. El problema es que no todos los investigadores están de acuerdo en identificar Tartessos con Tarsis, ya que muchos piensan que estaría situada en Oriente, aunque, en los últimos años el estudio del registro arqueológico y las referencias bíblicas parece que está inclinando la balanza a favor de su ubicación aquí en la península Ibérica. En este sentido, las investigaciones arqueológicas han logrado identificar en el centro histórico de la ciudad de Huelva material de principios del primer milenio antes de Cristo que, casi sin lugar a dudas, parece corroborar la existencia de las relaciones comerciales de la que hablan las fuentes entre el mundo oriental y el sur peninsular.


Foto de Javier Martínez-Pinna

¿Por qué se ha querido ver en ella un recuerdo lejano de la mítica Atlántida?
Porque según los relatos antiguos, ambos fueron dos lugares geográficos caracterizados por una cultura muy desarrollada, muy avanzada para su tiempo. Una cultura madre del Bronce Final con conocimientos superiores de los que bebieron otros pueblos posteriores en el tiempo. Varios autores encuentran semejanzas entre ellas, como el hecho de situarse más allá de las Columnas de Hércules. También porque Platón, quien nos habló en el Timeo y en el Critias de la Atlántida, menciona una tal ciudad de nombre 'Gadeiros', que guarda muchas similitudes con la Gadir fenicia (Cádiz).

¿Qué quedó de la tradición de los tartesios en las civilizaciones ibéricas actuales?
Los turdetanos fueron, según el historiador Estrabón, «los más cultos de los iberos». Una tribu ibera asentada en el sur de la península Ibérica que recogió el legado de Tartessos en esta zona geográfica. Según las fuentes, los turdetanos desarrollaron leyes y textos históricos que heredaron de los tartesios. Nos hablan de los reyes míticos Gárgoris y Habis, así como del mítico Argantonio, el monarca que según dicen gobernó Tartessos 80 años y vivió 120 años.

Si los lectores quisieran conocer esta civilización a través de la arqueología y de lugares actuales, ¿qué les aconsejarías?
Pues el lector viajero puede realizar un estupendo viaje alrededor de Tartessos y su zona de influencia. Para empezar, en Extremadura, se recomienda la visita del santuario de Cancho Roano y cuando se abra al público, el Turuñuelo (Guareña), ambos en la provincia de Badajoz. Luego debe viajar al sur, a Huelva, el epicentro de Tartessos. En la capital está el Cerro de San Pedro, y por la provincia resultan de obligada visita Tejada la Vieja, Riotinto o Doñana. En Sevilla, su Museo Arqueológico o las zonas de Montemolín, Lora del Río... Y en Cádiz, los restos de la Gadir fenicia, el oppidum de Olvera o los yacimientos de Pocito Chico y Asta Regia. Sin olvidarnos de Gibraltar, el entorno del Guadalquivir y enclaves iberos de Jaén como Cástulo o Giribaile. Para más información, incluimos en el libro una completa guía de viajes por todos estos y muchos más lugares del suroeste peninsular que de alguna u otra forma están relacionados con la fascinante cultura tartésica.

Fuente: abc.es | 15 de enero de 2019

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