El Arqueológico de Murcia muestra los tesoros de las 'villae' romanas del sureste de Hispania

La consejera de cultura, Miriam Guardiola, conversando con el comisario de la exposición José Miguel Noguera.

El Museo Arqueológico de Murcia acoge la exposición Villae. Vida y producción rural en el sureste de Hispania. Permanecerá abierta hasta el 23 de junio.
A través de más de 125 objetos arqueológicos, esta muestra ofrece un recorrido por el mundo de las villas romanas. Sobre los objetos que se podrán ver en esta exposición, hablaba la consejera de cultura, Miriam Guardiola.

A través de más de 125 objetos arqueológicos, esta muestra ofrece un recorrido por el mundo de las villas (o villae) romanas en la Región de Murcia, enclaves que vertebraron la explotación económica de los recursos rurales y que estuvieron dotadas de casas con fastuosas decoraciones, necrópolis, zonas para el hábitat de la población servil e instalaciones para el almacenamiento y manufacturación de productos tales como el aceite, el vino y las salazones y salsas de pescado, entre otras.


La consejera Miriam Guardiola presentó hoy la exposición junto a uno de los comisarios, José Miguel Noguera, doctor y catedrático de Arqueología en la Universidad de Murcia, y destacó “la intensa actividad arqueológica llevada a cabo por los investigadores durante las últimas décadas en relevantes yacimientos de la Región, que está permitiendo avanzar en el conocimiento de nuestro pasado y nuestra historia; un trabajo que se complementa con la labor de los museos, donde se organizan de forma habitual exposiciones que dan a conocer parte del material hallado en estos enclaves debidamente contextualizado”.

Los datos obtenidos han servido para dibujar el panorama de las villas romanas que jalonaron los campos de la Región de Murcia y vertebraron su propiedad y explotación en época romana. Algunos de estos enclaves son conocidos arqueológicamente, como sucede con los de Los Torrejones (Yecla), Los Cipreses (Jumilla), Los Villaricos (Mula), Villa Romana del Paturro (Cartagena-La Unión), La Quintilla (Lorca) o Fuente de la Teja (Caravaca de la Cruz).

La exposición que acogerá el MAM, añadió Guardiola, “pretende ofrecer una visión de conjunto de estos enclaves a través de la cuidada selección de más de 125 objetos relevantes repartidos en diferentes secciones, algunos nunca expuestos en la región, que se complementan con piezas audiovisuales y maquetas realizadas para esta muestra”. Entre los materiales que podrán contemplarse destacan el retrato del emperador Adriano de Los Torrejones, las estatuas y la Venus de Los Cantos (derecha), el retrato funerario del Camino del Pedregal, los mosaicos de teselas y la capsella de Portmán, el instrumental de pesca de Rihuete o las antefijas del mausoleo de La Alberca (Murcia).

La exposición se organiza en siete apartados dedicados a explicar las formas de poblamiento rural y la explotación del medio en el sureste hispano; el concepto de villa y su distribución a partir del siglo I d.C. en la actual Región de Murcia; cómo eran las casas de los propietarios y su familia y cómo transcurría la vida cotidiana del hogar.

Las últimas secciones se dedican al análisis de la explotación y manufacturación de productos; a los cementerios rurales asociados a las villas, y a los procesos que marcaron el fin de este modelo de hábitat y explotación del territorio en torno a los siglos V-VI d.C. Junto a Noguera, son comisarios de la muestra Luis de Miquel, del MAM, y Salvador Martínez Sánchez, del Museo del Vino de Bullas.

La exposición, que posteriormente se programará en otros museos de la Región de Murcia, estará en el MAM hasta el 23 de junio. El horario de visita es, de martes a viernes, de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas; los sábados, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas, y domingos, de 11:00 a 14:00 horas. La sala cerrará todos los lunes, así como el Viernes Santo, el día del Bando de la Huerta y la tarde del Entierro de la Sardina.


Las villae

Los campos del sureste peninsular de la Hispania romana, entre los siglos I y V, estuvieron intensamente poblados y explotados gracias a un complejo sistema de vías de comunicación y asentamientos. En estos territorios se desarrollaron distritos mineros, grandes canteras y complejos productivos especializados, como los dedicados a elaboración de salazones y salsas de pescado o contenedores cerámicos, además de pequeñas granjas y también establecimientos de carácter agropecuario denominados villas (villae en latín). Estos asentamientos se distribuyeron por todo el territorio, aprovechando los recursos naturales y la cercanía de estos a las principales vías de comunicación terrestres y marítimas.

Una villa era el conjunto de edificios que constituían el centro de una finca (fundus) de dimensiones variables, desde pequeñas haciendas a grandes latifundios, definida por su variedad de recursos naturales (agropecuarios, boscosos, pesqueros) y por diversos tipos de instalaciones. Era un sistema socio-económico, pero también una forma de ocupación y explotación del territorio y solía estar integrada por edificaciones de carácter residencial y de servicios.


Fuente: murcia.com | 7 de marzo de 2019

¿Cómo han evolucionado la lectura y la escritura en el mundo? La neurociencia nos da una pista

Nuestros cerebros evolucionaron en un mundo en el que no existía la lectura y la escritura. Semnic / Shutterstock

Artículo realizado por Derek Hodgson (izquierda), de la Universidad de York.
La parte del cerebro que procesa la información visual, la corteza visual, evolucionó a lo largo de millones de años en un mundo donde la lectura y la escritura no existían. Por lo tanto, siempre ha sido un misterio saber cómo pudieron aparecer estas habilidades hace unos 5.000 años, es decir, cómo pudieron nuestros cerebros adquirir repentinamente la capacidad específica de dar sentido a las letras. Algunos investigadores creen que la clave para entender esta transición consiste en determinar cómo y por qué los humanos comenzaron a hacer marcas repetitivas.
Recientes imágenes de la corteza visual del cerebro, registradas en personas que leen un texto, han proporcionado información importante sobre cómo el cerebro percibe patrones simples. En mi nuevo artículo, publicado en el Journal of Archaeological Science Reports, analizo dicha investigación para argumentar que los primeros patrones hechos por el hombre fueron estéticos en lugar de simbólicos, y describo lo que eso significa para la evolución de la lectura y la escritura.

Los arqueólogos han descubierto un número creciente de patrones y grabados antiguos producidos por los primeros Homo sapiens, así como por los neandertales y el Homo erectus. Tales marcas son anteriores al primer arte representativo (dibujos que representan algo) por miles de años.
Estos motivos se han encontrado en Sudáfrica, donde hay grabados que datan de hace 100.000 años. Los arqueólogos también han hallado un grabado en una concha realizado por el Homo erectus hace unos 540.000 años. Una observación intrigante de estas primeras marcas es que todas cuentan con cuadrículas, ángulos y líneas repetitivas.

Primeras marcas realizadas: Arriba, de izquierda a derecha: concha de trinil, grabados de Blombos (dos ejemplos). Medio: dibujos sobre cáscara de huevo de avestruz (Sudáfrica). Abajo: grabado hecho por neandertales en la superficie de una roca (Gibraltar).

El filtro de patrones del cerebro

En el año 2000, sugerí por primera vez que la forma en que la "corteza visual temprana" -el lugar donde la información visual del ojo afecta primero a la corteza cerebral- procesa la información dio lugar a la capacidad de grabar patrones simples. Sabemos que esta área tiene neuronas que codifican bordes, líneas y uniones en forma de "T". Como formas abstractas, estos formas activan preferentemente la corteza visual.

Es fácil ver cómo esto pudo haber ocurrido. Las líneas, ángulos e intersecciones, son las características más abundantes integradas en el entorno natural, ya que proporcionan las primeras indicaciones cruciales para determinar el diseño de los objetos. La capacidad de nuestro cerebro para procesarlas es compartida por otros primates, pero el cerebro humano también es capaz de responder a estas señales de forma proactiva utilizando los "Principios de la Gestalt", que son reglas que permiten a la mente percibir automáticamente patrones ante un estímulo. Esto la ayuda a construir formas básicas que se transmiten a las áreas visuales del cerebro de orden superior, las cuales pueden procesarlas de manera para que podamos experimentarlas como objetos reales.

En algún momento, hace unos 700.000 años, esta sensibilidad hacia la geometría y percepción de patrones permitió a los seres humanos comenzar a hacer refinadas herramientas achelenses, las cuales muestran una cierta simetría. Esto es poco probable que hubiera sido posible sin un conocimiento implícito de la geometría.

Herramientas achelenses.

La fabricación de herramientas promovió, aún más, una mayor sensibilidad e inclinación hacia los patrones del entorno natural, por lo que nuestros antepasados comenzaron a ​​proyectarlos en materiales distintos a los de las herramientas. Por ejemplo, comenzaron a hacer marcas en rocas, conchas y en materiales como el ocre.

Del grabado a la escritura

En algún momento, estos patrones no intencionados se copiaron, intencionadamente, en dichos materiales, convirtiéndose en diseños grabados y más tarde en escritura.
Pero, ¿cómo fue esto posible? La investigación neurocientífica ha demostrado que escribir un texto involucra a la corteza premotora del cerebro, la cual impulsa las habilidades manuales. Por lo tanto, mi teoría sugiere que la lectura y la escritura evolucionaron cuando nuestra percepción pasiva para discernir las cosas comenzó a interactuar con la destreza manual.


Bloque ocre hallado en el río Klasies, Sudáfrica (c.100,000), en el que se pueden haber explotado estriaciones accidentales para hacer cruces. d'Errico et al. 2012. Revista de ciencia arqueológica. (Permiso de Elsevier)

La escritura y los patrones abstractos también activan las llamadas "neuronas espejo" del cerebro. Estas células son extraordinarias porque se activan cuando actuamos y cuando observamos cómo se comportan otras personas, lo que nos ayuda a identificar y entender a esas personas como si nosotros mismos actuáramos. Pero también se activan cuando vemos patrones y observamos textos escritos. Por consiguiente, esto puede producir un sentido de identificación con un patrón, ya sea accidental o natural, de una manera que nos inspira a replicarlo. Y estas antiguas marcas fueron los primeros pasos hacia la escritura y la lectura.

En consecuencia, estos desarrollos permitieron al cerebro reutilizar la corteza visual para un propósito completamente nuevo. En última instancia, pudo haber creado un nuevo proceso en el cerebro que hizo activarse la corteza visual, dando lugar a un área visual de formación palabras, conectándose, cada vez más, con las áreas del habla a lo largo del tiempo.

Grabado hallado en la cueva de Blombos, Sudáfrica, con unos 77.000 años de antigüedad.


Dicho esto, algunos investigadores creen que las primeras marcas realizadas fueron más simbólicas que estéticas, y que la escritura evolucionó a partir de la codificación de la información obtenida en ellas. Sin embargo, sostengo que esto parece cada vez más improbable. Las primeras marcas se parecen entre sí durante un inmenso período de tiempo. Si las marcas fueran simbólicas, esperaríamos ver mucha más variación a lo largo del espacio y el tiempo, tal como lo observamos en los sistemas de escritura modernos. Pero este no es el caso.

Todo ello apunta a la probabilidad de que las primeras marcas fueran estéticas, ya que se derivan de la preferencia de la corteza visual temprana por las configuraciones básicas. Y podría haber comenzado tan pronto como con el Homo erectus, el cual vivió desde hace aproximadamente entre 1,8 millones y 500.000 años.

Fuente: theconversation.com | 4 de marzo de 2019

El conejo formaba parte de la dieta humana hace 400.000 años

Huesos largos de conejo hallados en la cueva de La Crouzade, en el sur de Francia. Los extremos de estos huesos probablemente fueron rotos por humanos para extraer la médula de la cavidad. (EPCC-CERPTAUTAVEL)

Los conejos formaron parte de la dieta de los humanos primitivos y los neandertales en el Mediterráneo noroccidental desde hace 400.000 años, pese a que son difíciles de cazar y ofrecen poca carne.
Restos de huesos de conejo han sido excavados de ocho yacimientos del Paleolítico Inferior y Medio en la Francia actual, incluida Terra Amata, sitio al aire libre cerca de Niza, la ubicación más antigua de que los humanos cazaron estos animales en Eurasia.

El hallazgo, publicado en Science Advances por un equipo liderado por el profesor asociado de antropología de la Universidad de Trent, Eugene Morin (izquierda), desafía el consenso general de que la caza de estos pequeños y rápidos animales comenzó durante el período del Paleolítico Superior, hace unos 40.000 años.

Su trabajo muestra que, incluso durante los primeros tiempos del Paleolítico, los humanos comían una variedad más amplia de carnes que los ungulados, los cuales representaban la mayor parte de su consumo de calorías. Este hallazgo también es relevante porque significa que los neandertales pudieron expandir su dieta en contextos de escasez de alimentos, un tipo de comportamiento que se creía que era exclusivo de los humanos modernos primitivos.

“Animales grandes, como el caballo, el bisonte y el ciervo, constituían la mayor parte de la dieta de carne”, dice el profesor Morin. “Pero es probable que, en la región del noroeste del Mediterráneo, los animales difíciles de atrapar como los conejos ayudaron a cerrar la brecha en la obtención de alimentos en las temporadas en que los animales grandes se dispersaban. Esto pudo haber ayudado a los humanos a vivir en densidades de población más altas de lo que hubiera sido posible de otra manera, y podría haber permitido que más personas sobrevivieran a períodos de escasez de alimentos. La caza del conejo se convirtió en una estrategia eficaz para prolongar la supervivencia, y, dado que los conejos podían ser cazados por individuos o grupos pequeños, su caza habría implicado diferentes grados de prestigio y cooperación social que aquella que se dirigía a animales más grandes”.

En la cueva de Les Ramandils, en el sur de Francia, se encontraron muchos huesos de conejos quemados, lo que sugiere que los animales fueron devorados por los humanos. (Eugene Morin).

La investigación también demuestra que, incluso, durante los primeros tiempos del Paleolítico, hubo una diferenciación geográfica en las dietas en Europa. Los cazadores en el Mediterráneo noroccidental probablemente cazaban conejos individualmente, lo que puede indicar que trampas primitivas ya estaban en uso. La investigación también plantea preguntas sobre las importantes implicaciones sociales que pudo haber tenido la caza menor.

Julien Riel-Salvatore (derecha), profesor asociado de antropología en la Universidad de Montreal, que también investiga sobre humanos antiguos en Europa, pero que no participó en el estudio, dijo en un correo electrónico que la investigación llevada a cabo se presenta exhaustiva y ha usado métodos convincentes para demostrar que los neandertales podían cazar pequeños animales que se movían rápidamente.

"Esto requiere conocimientos sobre su comportamiento y habilidades distintas para elaborar una tecnología de caza radicalmente distinta de la que se utilizaba para cazar animales como el venado", señala. Y añadió que la investigación encaja bien con otros estudios recientes que demuestran que los neandertales tenían una dieta más diversa de lo que se creía, incluidos los hongos y una amplia gama de plantas, como los cereales silvestres, junto con las aves.

Fuentes: viruji.andaluciainformacion.es | cbc.ca | 8 de marzo de 2019

Hallan en Córcega una antigua necrópolis etrusco-romana con una misteriosa cámara funeraria

Los escalones descienden al hipogeo o cámara funeraria subterránea, fechado entre el siglo V y el III a.C. y que podría contener los restos de una o varias personas de alto rango social, además de valiosos objetos de la época. Foto: R. Haurillon, Inrap.

Un proyecto de construcción de una vivienda privada al sur de Aleria, en la costa este de la isla de Córcega, ha deparado un hallazgo inesperado: una vasta necrópolis de los periodos etrusco y romano, de una hectárea de extensión y que "presenta una densidad significativa de tumbas en un estado de conservación sin precedentes", asegura en un comunicado de prensa el Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas (Inrap), de Francia.

"La necrópolis de Lamajone, utilizada durante ocho siglos, del V a.C. al III d.C., está excepcionalmente bien conservada, incluidos los esqueletos de los individuos enterrados, lo cual es muy raro en Córcega debido a la acidez de la tierra", explica Laurent Vidal, el director de las excavaciones arqueológicas junto con Catherine Rigeade, a National Geographic España.

Laurent Vidal y Catherine Rigeade, del Inrap, en la necrópolis de Lamajone, Córcega.

Las excavaciones arqueológicas, que empezaron en junio de 2018, han revelado la existencia de un hipogeo en las capas más profundas de la necrópolis: unos escalones descienden a una misteriosa cámara funeraria subterránea que aún no ha sido excavada y que podría encerrar importantes tesoros arqueológicos. El hipogeo, fechado entre el siglo V y el III a.C., podría contener los restos de una o varias personas de alto rango social, además de valiosos objetos de la época. "Durante 40 años no se había descubierto un monumento semejante, de una importancia excepcional en el Mediterráneo occidental", subraya el comunicado.

¿Los difuntos fueron enterrados en sentido opuesto de forma intencionada? Laurent Vidal, el director de las excavaciones arqueológicas, explica a National Geographic España que "más bien se trata de una coincidencia, pues las tumbas no parecen contemporáneas". Foto: R. Haurillon, Inrap.

La excavación de la necrópolis de Lamajone está provocando sorpresa y emoción entre los arqueólogos: un contexto funerario intacto en un terreno sin construcciones previas, de uso tradicional agrícola, y que incluye varios tipos de tumbas antiguas.
"Aparte del hipogeo podemos encontrar tumbas de cremación, incluyendo al menos una hoguera rectangular, tumbas con cubierta de tégulas (tejas romanas), tumbas hechas con maderas clavadas y tumbas hechas con ladrillos que, según parece, son las más recientes, de los siglos II-III d.C.", comenta Vidal.

Esqueleto en buen estado de conservación en una tumba hecha con ladrillos. Foto: R. Haurillon, Inrap.


Tumba con cubierta de tégulas, las típicas tejas romanas. Foto: R. Haurillon, Inrap.

Los arqueólogos han inventariado hasta ahora más de 200 objetos funerarios, incluyendo un centenar de vasijas completas, ungüentarios, un anillo con la representación de un animal jugando, pendientes decorados con estrellas... "Destaca un balsamario de cristal azul y con forma de cabeza femenina, que probablemente contenía un perfume y que fue depositado junto al ser difunto", añade.

Esqueleto con una moneda en la boca y junto a un balsamario azul. La tumba debió de estar hecha con maderas clavadas. Foto: R. Haurillon, Inrap.


Este recipiente contenía un aceite perfumado. Foto: R. Haurillon, Inrap.

En las próximas semanas, los arqueólogos tratarán de acceder a la cámara funeraria y, por otro lado, se analizarán los restos óseos en un laboratorio para determinar la identidad de los difuntos, tanto el sexo como la edad, y las causas de la muerte, por ejemplo, las enfermedades que pudieron haber sufrido.

Fuentes: National Geographiclaprovence.com | 7 de marzo de 2019

Ponen al descubierto la estructura del crómlech Jaizkibel V (Guipúzcoa)

La estructura es más compleja de lo inicialmente previsto. / Ayuntamiento de Hondarribia


Los arqueólogos de Aranzadi trabajan desde hace años en la búsqueda y consolidación de los monumentos megalíticos de nuestro territorio. En esta ocasión la investigación de Jaizkibel V ha permitido el hallazgo de una estructura más compleja de lo inicialmente previsto, ya que los arqueólogos han sacado a la luz un monumento arquitectónicamente especial. La presentación se ha llevado a cabo hoy en el mismo monte Jaizkibel, en un acto que ha contado con la presencia del alcalde de Hondarribia, Txomin Sagarzazu; el secretario general de Aranzadi, Juantxi Agirre; así como de Manu Ceberio, arqueólogo y director de esta excavación.

Txomin Sagarzazu ha destacado que “el Ayuntamiento de Hondarribia lleva años en un trabajo colaborativo con Aranzadi Zientzia Elkartea. Un trabajo que está dando sus frutos como podemos ver hoy mismo. Nuestro objetivo es seguir estudiando y socializar los hallazgos y conocimientos. Creemos que es muy enriquecedor para todos”.

Manu Ceberio, director de la excavación, describe el hallazgo como “un círculo de piedras perfecto en el que se diferencian dos piedras de mayor tamaño con formas especiales y que se encuentran colocadas una en frente de la otra, con una orientación NE-SW”.


El alcalde de Hondarribia, Txomin Sagarzazu, atiende a los medios de comunicación. / Ayuntamiento de Hondarribia

Los crómlech o círculos de piedra son sepulturas prehistóricas destinadas a acoger los restos obtenidos de la incineración de una persona. Las gentes que construyeron este círculo de piedras lo hicieron en la Edad del Bronce (hace 2000-3000 años). En la parte central de este monumento megalítico construían una pequeña cámara en la que se colocaban las cenizas de las personas incineradas. Normalmente se realizaba un monumento para cada individuo y alrededor de Jaizkibel V se encuentran más estructuras de este tipo, aún sin excavar.
El trabajo arqueológico de esta estructura finalizaría con la consolidación de la pieza. “En la actualidad estos monumentos se ven en horizontal, ya que las piedras se han caído por el paso del tiempo, pero la verdadera disposición de las losas sería en vertical. El objetivo de estos crómlech, además de usarlos como sepulturas, era también marcar el territorio en el que ellos vivían”, explica el arqueólogo.

Las poblaciones de la Edad del Bronce eran sedentarias. Vivían normalmente de la ganadería y la agricultura y tenían estructuras sociales muy definidas en sus poblaciones.

Fuente: conectabidasoa.com | 6 de marzo de 2019

Hallan un «tesoro» arqueológico en una cueva de la ciudad maya de Chichén Itzá

Algunos de los objetos cerámicos hallados en la cueva de Balamkú, en Chichén Itzá - Efe

Balamkú, «la cueva del dios jaguar» de la ciudad maya de Chichén Itzá, guardaba un valioso tesoro para los arqueólogos, con al menos 200 piezas que han permanecido intactas durante más de mil años. La cueva ritual subterránea fue descubierta de forma fortuita en 1966 a 2,7 kilómetros al este de la turística pirámide de El Castillo o Templo de Kukulkán, pero permaneció inalterada durante más de 50 años al ser tapiada poco después de su hallazgo. Ahora, especialistas del proyecto Gran Acuífero Maya han regresado a este lugar de laberíntico recorrido, a 24 metros bajo la superficie, y han registrado cientos de objetos arqueológicos, según informó este lunes el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH).

«Balamkú ayudará a reescribir la historia de Chichen Itzá, en Yucatán. Los cientos de artefactos arqueológicos, pertenecientes a siete ofrendas documentadas hasta ahora, se encuentran en un extraordinario estado de preservación. Debido a que el contexto se mantuvo sellado por siglos, contiene información invaluable relacionada con la formación y caída de la antigua Ciudad de los Brujos del Agua, y acerca de quiénes fueron los fundadores de este icónico sitio», afirmó Guillermo de Anda (izquierda), investigador del INAH y director del proyecto Gran Acuífero Maya.
Tanto Anda como James Brady (derecha), profesor de la Universidad Estatal de California y codirector de la iniciativa coinciden en que este es el mayor descubrimiento en la zona desde del hallazgo de la cueva de Balamkanché en la década de los 50.
«Es un lugar abrumador; creo, sin lugar a dudas, que es una de las más importantes cuevas de Yucatán, y también creo que no exagero diciendo que este es el hallazgo más importante en la zona después de la cueva de Balamkanché», dijo el arqueólogo en rueda de prensa en Ciudad de México, según recoge Efe.

Además, Anda señaló que «el mayor tesoro de Balamkú es que no está alterado, no está saqueado y tenemos toda la información aquí».

La gran mayoría de los objetos encontrados son incensarios dedicados a Tláloc, el dios mesoamericano del agua, utilizados para rituales y ofrendas en el período clásico tardío maya (600-900). La presencia de figuras de Tláloc, propias de los pueblos prehispánicos del centro de México, en Yucatán ha abierto un debate sobre cómo llegaron a esta zona.


El arqueólogo explicó que las investigaciones han desechado la hipótesis inicial de una invasión tolteca sobre los mayas, y apuntó que «debe haber una influencia del centro de México hacia Chichén Itzá». Sin embargo, señaló que «no hay una datación concreta que nos hable de material importado en esta zona».

«En ese sentido, estos materiales nos ayudarán a establecer una cronología», declaró el investigador, quien desveló que prevén encontrar en Balamkú muchos más objetos de los dos centenares de figuras halladas.
Los incensarios y vasijas descubiertos en Balamkú conservan todavía restos carbonizados, alimentos, semillas, jade, concha y huesos, entre otros elementos que los mayas ofrecían durante esa época a sus deidades.

Restos hallados en la cueva - Efe.

El difícil acceso y la morfología de la cueva exacerban las cualidades sagradas de la misma, lo que hace inferir se trata de un contexto netamente ritual, según refirió el arqueólogo Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinador nacional de Arqueología del INAH.

Guillermo de Anda sostuvo que esta cueva es «probablemente más sagrada» que el mismo Cenote Sagrado, una depresión circular de 60 metros de diámetro y 15 metros de profundidad rellena de agua y ubicada en Chichén Itzá. Balamkú tenía más importancia porque «el esfuerzo que representa entrar es mayor que en el Cenote Sagrado, que recibía ofrendas de toda Mesoamérica y había peregrinajes», consideró el arqueólogo.

Hasta el momento, el equipo del INAH ha llevado a cabo una exploración preliminar de los primeros 450 metros de la cueva, aunque se estima que este recorrido equivaldría a una tercera parte de la longitud real.

Un investigador en la cueva de Balamkú - Efe.

Los investigadores están trabajando en la elaboración de un modelo en tres dimensiones del recorrido de la cueva bajo la premisa de evitar hacer modificaciones en la galería subterránea.
Guillermo de Anda explicó que entraron en esta cueva para investigar el rumor que se ha transmitido durante generaciones de que hay un cenote importante debajo de la pirámide de Chichén Itzá. Aunque el investigador no descartó que Balamkú pueda llevar a dicho cenote, afirmó que todavía queda mucho tiempo para encontrarlo y verificar su existencia.
De acuerdo con el INAH, Balamkú significa «dios jaguar», en alusión a la cualidad divina que los antiguos mayas atribuyeron a este animal, el cual creían que tenía la capacidad de entrar y salir del inframundo.

Fuentes: abc.es | razon.com.mx | 6 de marzo de 2019

El arqueólogo Guillermo de Anda registra una tercera ofrenda, quizás la que más material arqueológico contiene, de las 7 encontradas hasta el momento por el GAM. FOTO KARLA ORTEGA / PROYECTO GAM

Un dios extranjero en el corazón del mundo maya

El hallazgo de una gran cueva en Chichén Itza abre interrogantes sobre la relación del mundo maya con los pueblos del centro de México

Durante varios días, los arqueólogos esperaron a que la serpiente se apartara de su camino. “Era una serpiente coralillo”, recuerda el investigador Guillermo de Anda. Un reptil de unos 60 centímetros de largo, pintada de anillos rojos, amarillos, blancos y negros. El biólogo de la expedición, Arturo Bayona, aseguraba que no era venenosa, pero los vecinos del lugar, conciencia de los arqueólogos, desaconsejaban cualquier desafío. El paso era estrecho, un túnel de 80 centímetros de ancho por 40 de alto. Debían reptar junto a la serpiente, pasarla a cinco centímetros y rezar por su ignorancia: el hastío del ofidio.

Decidieron esperar. Salieron de la cueva y volvieron al día siguiente, pero la serpiente seguía allí. Lo mismo ocurrió al otro día. Y al otro. Pero por fin, al cuarto día, la serpiente se había ido. De Anda, Bayona y otros dos investigadores siguieron reptando cueva abajo.

La arqueóloga Ana Celis, registra una de las ofrendas de Balamkú. A partir de la ofrenda 3, los pasajes de una a otra cámara son aún más estrechos, casi claustrofóbicos, además de que la falta de aire es otro factor poco favorable en la exploración de la cueva. FOTO ARTURO BAYONA / PROYECTO GAM.


Era emocionante. Los arqueólogos habían encontrado la cueva por indicaciones de los vecinos, que la conocían de hacía décadas. De hecho, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el centro gravitacional de la arqueología mexicana, había sabido de la cueva en la década de 1960. Un arqueólogo llegó a verla y alertó al Instituto de su probable importancia, pero por motivos que hoy se desconocen tapió la entrada y no dejó registro alguno. Tampoco hay registro de otra actividad por parte del Instituto. Tan extraordinario el hallazgo del equipo contemporáneo, como el ocultamiento de sus colegas cinco décadas atrás.

En cualquier caso, los arqueólogos recorrieron la cueva por primera vez hace unos meses, al menos en parte, una enorme red de cavidades subterráneas en plena península de Yucatán. Encontraron cantidad de ofrendas y otros restos de hace cientos de años. Una cueva en el corazón de una de las ciudades más famosas del viejo mundo maya, Chichén Itza, imagen de los folletos vacacionales de la Riviera Maya. La cueva de Balamkú, así la han bautizado, “ayudará a reescribir la historia de Chichén Itzá, en Yucatán”, dijo De Anda en la presentación del hallazgo esta semana en Ciudad de México.

Malacate maya registrados como parte de una de las ofrendas._FOTO KARLA ORTEGA / PROYECTO GAM.

Conforme pasan los años, los investigadores dibujan una imagen peculiar de Chichén Itza, construida sobre más de una veintena de cenotes y cuevas. Y no de cualquier manera. La pirámide de Kukulcán, la de las fotos, yace sobre un cenote y figura justo en el centro de otros cuatro, dispuestos en forma de cruz bajo el vetusto templo.

Templo de Kukulcán en la zona arqueológica de Chichén Itzá.

En entrevista con EL PAÍS, De Anda, investigador principal del proyecto Gran Acuífero Maya, que mapea el subsuelo del Yucatán, dice: “Para los mayas, el subsuelo es el nivel del inframundo, donde existen las deidades, los espíritus, de donde vienen las cosas buenas, la vida misma. La salud, la lluvia, la agricultura vienen de las cuevas. Pero también pueden venir cosas malas. Si percibimos las cuevas como el punto de inicio de la vida, tal como lo percibían los mayas, podemos entender su importancia”.

Uno de los hallazgos más interesantes de esta primera inspección de las galerías son los incensarios con forma de Tláloc, dios de la fertilidad de los pueblos del centro de México, caso por ejemplo de los mexicas. Prueba, por un lado, la influencia de estos pueblos en el área maya. Ya se sabía de la presencia de artistas y personalidades mayas en el centro de México, por ejemplo en la vieja ciudad de Teotihuacán, anterior al advenimiento de los aztecas en México-Tenochtitlan. E incluso los arqueólogos dan por válido que pueblos del centro de México llegaron a Yucatán. Pero Balamkú podría llevar ese encuentro mucho más allá, matizando las condiciones de ese encuentro, su contexto.


Hay ofrendas en otros cenotes de Chichén Itzá, pero destacan las de Balamkú. ¿Por qué llevar ofrendas a galerías tan remotas, de tal difícil acceso, si podían dejarlas en cualquier otro cenote? Para De Anda podría indicar un caso extremo de sequía. Cuanto más cerca de la tierra, más cerca de los dioses, más fácil que la ofrenda les agrade y más probable que pudiera llover.
Queda abierto el gran interrogante. ¿Por qué Tláloc y no Chaac, el dios maya de la fertilidad y la lluvia?

Los próximos años de investigaciones podrían dar una respuesta.
Fuentes: elpais.com | razon.com.mx | 6 de marzo de 2019