El brutal asesinato de una familia hace 5.000 años revela aspectos violentos de la Edad del Bronce

La fosa común hallada en el sur de Polonia estaba ocupada por hasta 15 individuos de la misma familia (PNAS)

Hombres, mujeres, niños. Padres, madres, hijos, hermanos. No hubo piedad. Hasta 15 miembros de la misma familia fueron asesinados brutalmente hace 5.000 años cerca del actual pueblo de Koszyce, en el sur de Polonia. Todos, absolutamente todos, murieron de forma violenta, golpeados en la cabeza hasta provocar fracturas craneales. Así eran las tragedias familiares en la Edad del Bronce.


No todo fue, sin embargo, cruel y sanguinario en aquél suceso. Porque los sobrevivientes se tomaron mucho cuidado a la hora de enterrar a cada uno de los individuos en la posición idónea dentro de una misma fosa común, según se desprende de un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science.

Los fallecidos pertenecían a una etnia específica de Europa central y oriental conocida como la cultura de las ánforas globulares. Se ubicaba en la zona definida por la cuenca del río Elba en el oeste y la del Vístula en el este, extendiéndose hacia el sur hasta el curso medio del Dniéster y hacia el este hasta alcanzar el Dniéper.

El nombre de esta cultura -que se mantuvo activa entre el 3.400 y el 2.800 a.C.- proviene de las vasijas de cerámica con forma globular y de dos o cuatro asas que se han encontrado en las tumbas de los miembros de este grupo étnico. Además, eran vecinos de la cultura de la cerámica cordada, posibles causantes de la masacre durante un periodo de expansión.

“El tercer milenio antes de Cristo fue un período de grandes cambios culturales y demográficos en Europa que marcó el comienzo de la Edad del Bronce. La gente de la estepa póntica (de Europa oriental) se expandió hacia el oeste, lo que llevó a la formación de la compleja cultura de la cerámica cordada que transformó el panorama genético de Europa”, escriben los arqueólogos.

Una tumba de la cultura de ánforas globulares desenterrada en Weimar (Alemania) y recreada en el Museo de Prehistoria de Turingia, el 12 de agosto de 2016. Wikipedia.org / Wolfgang Sauber.

Los recientes análisis de ADN realizados por los investigadores de la Universidad de Copenhague a los esqueletos descubiertos en 2011 ha confirmado el parentesco entre los 15 individuos y ha mostrado que el entierro fue “ordenado y sistemático”. Esto sugiere que quien los puso en la fosa conocía a la perfección a esta familia numerosa formada por cuatro núcleos distintos.

Las madres, por ejemplo, estaban enterradas junto a sus hijos, de entre 5 y 15 años. Alguna incluso la pusieron “acunando” a su pequeño. Había también cuatro hermanos (aunque de distinta madre) que también ocupaban puestos unos al lado de otros. En cambio, los padres y otros parientes varones de mayor edad fueron curiosamente separados del grupo principal.

Solo hay un padre presente en la tumba y está situado junto a su pareja y su hijo. Además, hay un bebé de unos dos años que fue sepultado sin sus padres, aunque compartía estrechas relaciones de parentesco con los individuos que tenía a su alrededor. Hay un último caso extraño, el de una mujer adulta que no parece estar relacionada genéticamente con nadie más de la fosa, pero que está ubicada al lado de un chico joven “del que pudo estar tan cerca en la vida como en la muerte”.

A - Reconstrucción artística del entierro de Koszyce basado en rasgos fenotípicos inferidos de los genomas antiguos. B - Representación esquemática de los lugares de entierro y la genealogía que muestran las relaciones de parentesco. C - Red basada en coeficientes de parentesco. (Michał Podsiadło / PNAS )

El hecho de que en este trágico entierro no haya, extrañamente, más hombres adultos hace pensar a los expertos que las mujeres y los niños fueron asesinados mientras estos estaban fuera. En tal sentido, sugieren que al regresar tal vez de una expedición de caza se encontraron a sus familias asesinadas a manos de un grupo rival violento.

Se cree que las gentes de la cultura de la cerámica cordada se cruzaron y se fusionaron con la gente de la cultura yamna (o yamnaya), sobre los cuales recientemente se ha publicado que pudieron haberse constituido en un grupo muy violento en su expansión por el oeste de Europa.


“Los eventos brutales de este tipo -escriben los investigadores- pueden haber sido demasiado comunes en los inestables y tumultuosos inicios del tercer milenio antes de Cristo. Pero toda esa violencia no puede ocultar el fuerte sentido de afiliación y cohesión familiar que prevaleció entre este grupo de personas”.

Fuentes: lavanguardia.com | dailymail.co.uk | 8 de mayo de 2019

Un nuevo estudio sobre el monumento de Avebury (Inglaterra) sugiere que se comenzó como una vivienda unifamiliar

El monumento de Avenury tiene el círculo de piedras más grande del mundo (iStockphoto)

El henge de Avebury es uno de los monumentos megalíticos más grandes y famosos del Neolítico europeo. Situado en la llanura de Salisbury, en el condado de Wiltshire (Inglaterra), el círculo de piedras más grande del mundo fue construido hace unos 5.000 años y es incluso más antiguo que el de Stonehenge, que está ubicado a apenas unos kilómetros de distancia.

Aunque aún nadie sabe a ciencia cierta cuál es el significado de estos monumentos, un grupo de arqueólogos acaba de descubrir que Avebury podría estar construido en el mismo sitio que una casa más antigua, con lo que todo el complejo conmemoraría una vivienda relativamente modesta de un pasado muy vetusto.

Avebury se encuentra a unos 40 Km al norte de Stonehenge y es lo suficientemente grande como para que quepan dos círculos del tamaño de este último. (Detmar Owen a través de Wikimedia Commons)

Según un estudio publicado este miércoles en la revista Antiquity , esta enorme forma de conmemorar un edificio doméstico habría iniciado un proceso que continuó durante siglos y en el que se fueron agregando más y más detalles a la construcción. Los autores concluyen que puede haber otras casas neolíticas debajo de Avebury, con un gran potencial para futuros estudios.

“Encerrado en lo más profundo del 'henge', suponemos que fueron las conexiones que este antiguo edificio tuvo con un linaje significativo, quizás fundador, lo que lo llevó a adquirir una importancia histórica y que el sitio se transformara y pasara de ser un lugar cotidiano a otro sagrado”, escriben los investigadores.

El proceso de construir un monumento neolítico sobre una casa es una evidencia documentada en otros espacios. En Hazleton North (Gloucestershire), por ejemplo, antes del cuarto milenio se edificó una tumba sobre una antigua vivienda. “La casa de Avebury quizás duró solo una o dos generaciones, pero después de que se derrumbara ​​probablemente dejaron un restos visibles que fueron respetados cuidadosamente”, indican.

Un grabado antiguo de Avebury, con sus dos círculos interiores (iStockphoto)

Este complejo monumental, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1986, está formado por múltiples círculos de piedra, un movimiento de tierras de 420 metros de diámetro y avenidas pétreas pareadas. El problema es que este espacio ha sido mucho menos estudiado que el de Stonehenge. La última excavación importante fue, por ejemplo, en la década de 1930.

Los arqueólogos Mark Gilligins, Joshua Pollard y Kristian Strutt argumentan que "Los eventos previos a los movimientos de tierras realizados alrededor del año 2.500 antes de Cristo tuvieron una relación directa con el desarrollo posterior del monumento”. Según sus análisis, todo habría comenzado a finales del cuarto milenio antes de Cristo.

“En esa época hubo una actividad significativa en la región donde finalmente se construyó Avebury. La evidencia arqueológica muestra que había varios asentamientos dispersos y pequeños que se unieron lentamente después del 3700 a.C., y que las huellas materiales de estos espacios fueron usadas como referencia tanto en el edificio como en el entorno del monumento".

Avebury (Antiquity)


El investigador Alexander Keiller excavó en 1939 el círculo interior sur y, antes de que la Segunda Guerra Mundial interrumpiera su trabajo, descubrió una serie de detalles en el monumento, incluyendo barrancos, fosas y hoyos justo al norte de una piedra vertical a la que se conoce como el Obelisco.

En un primer momento, se creyó que estas características fueron introducidas en época medieval, algo que descartan Gilligins y sus colaboradores. “Nunca se encontró cerámica medieval en la zona y esta es una estructura notablemente similar a la de las casas más pequeñas del Neolítico temprano encontradas en Gran Bretaña e Irlanda”, consideran.

Para obtener más datos sobre la conexión entre la casa y otras características de Avebury, los investigadores utilizaron un radar para estudiar el suelo y detectar piedras de arenisca (sarsen) ocultas. Así fue como encontraron varias anomalías que indican posibles megalitos anteriores y otras características que indicarían que el monumento seguía los ejes principales de la casa. Las herramientas de pedernal en el sitio y la edad de viviendas similares en otros lugares sugieren que esto fue alrededor de 3700 a.C.

Los colores indican las zonas que ocuparía la antigua casa (Antiquity)

De aquí que los arqueólogos planteen ahora una secuencia de construcción que empezaría con la vivienda neolítica, a la que le seguiría el obelisco y, más tarde, un círculo de piedras levantado sobre la edificación anterior. Luego habría aparecido el círculo interior sur y las líneas radiales. “Es posible que esta actividad se distribuya durante 1.500 años, desde el Neolítico temprano hasta la Edad del Bronce Temprano. Esperamos que, en los próximos cinco o seis años, podamos comprender mejor la cronología precisa", dice Pollard. El equipo también quiere investigar el círculo de piedra interior del norte de Avebury para ver si eso también podría haber sido construido en el sitio de una casa anterior.

Fuentes: lavanguardia.com | newscientist.com | 10 de abril de 2019

El deshielo de Alaska revela sitios prehistóricos en áreas antes congeladas

Una máscara de madera de cientos de años fue descubierta en 2007 por un niño que se tropezó con ella mientras jugaba en la playa cerca de su casa en Quinhagak, una aldea en el oeste de Alaska, frente al mar de Bering. Fue el primer objeto de miles que datan del siglo XVII y pertenecieron a un asentamiento de esquimal Yupik.

Cestas, fustes de arpón finamente tallados, platos labiales, muñecas de madera y agujas de tatuaje de marfil fueron emergiendo de debajo de la tierra a medida que se descongela el permafrost y se incrementa la erosión por el cambio climático en esta región.

Más de una década después del primer descubrimiento, la colección llegó a unos 100 mil objetos prehistóricos yupik, la mayor de este tipo en el mundo, que se exhibe en un nuevo museo en Quinhagak, hogar de unos 700 indígenas.



"Ésta es, de lejos, la excavación más importante en mis cuarenta años de carrera, y eso que he trabajado en algunos sitios bastante espectaculares”, dice Rick Knecht, arqueólogo de la Universidad de Aberdeen, en Escocia.

Knecht ha liderado en esta década una carrera contrarreloj para preservar el mayor número de objetos posible ubicados en el sitio de excavación, a unos 5 km de Quinhagak, y bautizado Nunalleq, que significa 'Pueblo Viejo' en lengua yupik.

"El pueblo pudo haber perdido su pasado y un vínculo tangible con ese pasado, lo que habría sido una tragedia increíble”, agrega.

El árqueólogo Rick Knecht ha llegado a recuperar más de 100.000 objetos prehistóricos yupik.

Grandes pérdidas

Sitios similares probablemente están desapareciendo a medida que se derrite el suelo congelado, que preservó estos tesoros por siglos, y la erosión no para. "Salvamos éste, pero otras decenas de miles se están perdiendo ahora mismo debido al cambio climático”, lamenta. “En algunos lugares del Ártico, la costa ha retrocedido más de una milla [1,6 km] y desde que llegué a Quinhagak, ha retrocedido unos 10 a 20 metros en apenas 10 años”.

Basado en la datación por radiocarbono de los materiales orgánicos ubicados en Nunalleq, expertos creen que este sitio se remonta a los tiempos que los historiadores llaman ‘Guerra de arco y flecha’, cuando los yupik estaban involucrados en feroces conflictos, mucho antes de que los rusos llegaran a Alaska a principios del siglo XIX.


Pero no fue fácil convencer a los ancianos de las comunidades, que creen firmemente que estos lugares no deben ser perturbados.

"Le tomó dos años a Warren Jones convencer a la aldea, uno por uno, que permitiera abrir un sitio arqueológico”, cuenta Knecht. “Lo pensaron largo y tendido y algunos de los ancianos que se mostraron reacios son ahora nuestros más firmes partidarios”.


“Tragedia cultural”

Muchos residentes de la aldea se ofrecen como voluntarios para trabajar con Knecht y su equipo de arqueólogos y estudiantes mientras examinan la tierra para salvar lo que puedan.
"Uno tiene la terrible sensación de que trabaja contra el tiempo y te das cuenta de todo el alcance de la tragedia cultural que crea el cambio climático”, dice Knecht. “Es deprimente, realmente deprimente. Es un espectáculo de terror”.



Pero dentro del horror, hay un aspecto positivo.

El interés de los yupik por conocer sobre sus tradiciones y sus ancestros se ha renovado. Varios aldeanos trabajan en réplicas de los artefactos encontrados en Nunalleq, mientras que estudiantes de la escuela local organizaron una compañía de danza tradicional y otros han comenzado a aprender el idioma de sus antepasados.

A eso se suma el inmenso orgullo que tienen los locales por su espectacular colección, envidia para cualquiera de los grandes museos del mundo. "Estos objetos pertenecen a la comunidad, pero estamos dispuestos a compartirlos y enviarlos a los museos en calidad de préstamo para que la gente aprenda sobre nosotros”, asegura.

Fuentes: tribunanoticias.mx | rpp-pe | unotv.com | 5 de mayo de 2019

Demuestran que los neandertales capturaban también águilas reales para elaborar posibles adornos


Foto: Stewart finlayson

El águila real ha sido cazada y venerada por las culturas humanas durante miles de años. Sin embargo, esto pudo no haber sido una práctica exclusiva del Homo sapiens: los neandertales también pudieron haber capturado a estas impresionantes aves de presa hace unos 130.000 años, según una nueva investigación. Es más, los humanos modernos es posible que hubieran aprendido las técnicas de captura de águilas de sus primos neandertales.

Con sus luminosas plumas de color caoba y su enorme envergadura de 2,2 metros, el águila real (Aquila chrysaetos) se la ha solido asociar con deidades solares en las religiones de todo el mundo, desde las mitologías romanas y griegas hasta los sistemas de creencias tradicionales de los nativos americanos.
Un equipo de antropólogos quiso averiguar si los neandertales formaban parte de esa herencia. En este sentido, hallaron huesos y garras de águilas en docenas de yacimientos en Europa central y occidental ocupados tanto por los neandertales como por los humanos modernos, y se dispusieron a revisar las investigaciones asociadas con 154 yacimientos neandertales para comprobar si el águila real se destacaba de alguna manera.
Aunque los restos de palomas y cuervos eran las aves más numerosas, los restos de águilas reales también estaban presentes en 26 sitios. Según informan los investigadores en Quaternary Science Review, las marcas de cortes a lo largo de los huesos de las alas (donde las águilas tienen poca carne) sugieren que los neandertales extrajeron las plumas con sumo cuidado. Los cortes adicionales en los huesos de las patas de las aves indican que sus garras también estaban delicadamente separadas del resto de sus cuerpos.

No se ha descubierto ningún ornamento neandertal derivado del águila real, pero en 2015 un equipo de antropólogos informó haber encontrado garras de otro tipo de águila, el águila de cola blanca, con las que se había formado un collar de origen neandertal (derecha).

En consecuencia, debido a que los neandertales aparentemente capturaban y diseñaban adornos de grandes rapaces en Eurasia, miles de años antes de que los humanos modernos emigraran a este continente desde África, los autores sugieren que nuestros ancestros muy posiblemente pudieron haber aprendido tales prácticas al observar a sus vecinos neandertales.

Fuente: sciencemag.org | 26 de abril de 2019

El canibalismo era rentable para 'Homo antecessor'

Los científicos Jesús Rodríguez Mendez, Ana Mateos Cachorro y Guillermo Zorrilla Revilla, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), en Burgos, acaban de publicar un trabajo en la revista Journal of Human Evolution en el que analizan el comportamiento caníbal de las poblaciones de Atapuerca de hace un millón de años, cuyos resultados ponen de manifiesto que la antropofagia era una estrategia rentable para Homo antecessor.

Numerosísimos estudios han demostrado que todos los animales adaptan sus estrategias de alimentación para optimizar el balance coste-beneficio, y partiendo de este principio los investigadores del CENIEH han estudiado el comportamiento caníbal de Homo antecessor, reexaminado los datos aportados por otros estudios previos.

No solo han estimado la cantidad de alimento que podría obtenerse de cada uno de los animales consumidos por Homo antecessor (el beneficio) y el esfuerzo que habría supuesto obtener y procesar cada uno de esos animales (el coste), sino que además han calculado el coste y el beneficio de consumir otros humanos en comparación con los de otras presas.

“Nuestros análisis muestran que 'Homo antecessor', como cualquier predador, seleccionaba sus presas siguiendo el principio de optimizar el balance coste-beneficio, Y además también muestran que, considerando sólo ese balance, los humanos eran una presa de ‘alto rango’. Esto quiere decir que, en comparación con otras presas, de los humanos se podía obtener una gran cantidad de alimento a un bajo coste”, explica Jesús Rodríguez (izquierda).

Uno de los resultados más sorprendentes de este estudio ha sido que los humanos fueron consumidos en una proporción mucho mayor de lo esperable en función de su abundancia respecto a otros animales. Esto podría explicarse por una alta tasa de encuentro entre humanos.

Y es que, como explica Ana Mateos (derecha), “Para 'Homo antecessor' era más fácil encontrarse con un humano que con otro animal. Una de las posibles explicaciones de esa alta tasa de encuentro entre humanos es que los cadáveres canibalizados fueran de miembros del grupo muertos por diferentes causas”.

Ecología del comportamiento

Este artículo titulado 'Does optimal foraging theory explain the behavior of the oldest human cannibals?', se ha realizado desde un novedoso punto de vista: el de la Ecología del comportamiento humano (HBE, Human Behavioural Ecology, por sus siglas en inglés).

La HBE trata de explicar el comportamiento de los animales aplicando el principio de que las acciones de cualquier individuo buscan como fin último garantizar su supervivencia y la de su descendencia, lo que se traduce en la búsqueda del mayor beneficio posible al menor coste.

Restos canibalizados de Homo antecessor - IPHES

Fuente: dicyt.com | 6 de mayo de 2019

Los humanos evolucionaron a partir de simios que se adaptaron a vivir en el suelo

Una nueva investigación sugiere que cuando los simios africanos descendieron de los árboles, los humanos evolucionaron de un antepasado que ya había comenzado a adaptarse a la vida en el suelo y avanzaba hacia el bipedalismo. Foto por Efraimstochter / Pixabay

Los simios africanos se adaptaron a vivir en el suelo, según un hallazgo que indica que los humanos evolucionaron a partir de un ancestro que no se limitaba vivir en los árboles u otros hábitats elevados. El análisis añade un nuevo capítulo a la evolución humana, y arroja luz adicional sobre el proceso que precedió al bipedalismo.
"Nuestra forma única de locomoción humana evolucionó a partir de un antepasado que se movía de manera similar a los simios africanos vivos: chimpancés, bonobos y gorilas", explica Thomas Prang (izquierda), un candidato a Doctor en el Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York y autor del estudio, el cual aparece publicado en la revista eLife.
"En otras palabras, el ancestro común que compartimos con chimpancés y bonobos fue un simio africano que probablemente había adquirido determinadas adaptaciones para vivir en el suelo de alguna forma y de modo frecuente".

El modo en que los humanos caminan, el bipedalismo, es única entre todos los mamíferos vivos, un atributo que es resultado de innumerables cambios a lo largo del tiempo.
"El cuerpo humano se ha visto drásticamente modificado por los procesos evolutivos en los últimos millones de años de tal forma que nos han hecho mejores caminantes y corredores", señala Prang.
Gran parte de este cambio es evidente en el pie humano, el cual ha evolucionado hasta convertirse en un órgano propulsor, con un dedo gordo incapaz de asir como un mono y con un arco plantar similar a un resorte que ahorra energía y se extiende de adelante hacia atrás.
Estos rasgos plantean una pregunta largamente estudiada, pero no contestada de forma concluyente:

¿De qué tipo de antepasado evolucionó el pie humano?


A la izquierda, esqueleto de un 'Ardipithecus ramidus' hallado en Etiopía. A la derecha, una reproducción del mismo.

En el trabajo publicado en eLife, Prang se centra en la especie fósil Ardipithecus ramidus ('Ardi'), un ancestro humano de hace 4,4 millones de años hallado en Etiopía y que es un millón de años más antiguo que el conocido fósil 'Lucy' (un Australopithecus afarensis). Los huesos de Ardi fueron dados a conocer por primera vez en 2009 y han sido objeto de debate desde entonces.

En su investigación, Prang determinó las proporciones de longitud relativa de múltiples huesos del pie de Ardi para evaluar la relación entre el movimiento (locomoción) de la especie y sus características esqueléticas (morfológicas). Además, con base a los fósiles de Ardi, utilizó métodos estadísticos para reconstruir o estimar el aspecto de este antepasado común de los humanos y los chimpancés.

En consecuecia con ello encontró que los monos africanos muestran claras señales de estar adaptados a la vida en el suelo. Los resultados también revelan que el pie de Ardi y su morfología es muy similar a las especies de simios africanos.

Árbol evolutivo que representa las relaciones entre los monos vivos, Ardi y los humanos modernos. Cada rama en el árbol representa una especie y sus intersecciones representan sus ancestros comunes. Los puntos representan cambios evolutivos hipotéticos asociados con la evolución de las adaptaciones de la vida en el suelo con el ancestro común de los monos y humanos africanos, así como la evolución del bipedalismo, que se apoya en el análisis. Fotografía: Thomas Prang, Departamento de Antropología de la Universidad de Nueva York.

"Por lo tanto, los humanos evolucionaron a partir de un antepasado que ostentaba adaptaciones para vivir en el suelo, tal vez no muy diferentes a las encontradas en los simios africanos", afirma Prang. "Estos hallazgos sugieren que el bipedalismo humano derivó de una forma de locomoción similar a la de los simios africanos vivos, lo que contrasta con la interpretación original de estos fósiles".

La interpretación original de los fósiles de pie de Ardi, publicada en 2009, sugería que su pie era más parecido a un mono que a un chimpancé o gorila. La implicación de esta interpretación es que muchas de las características compartidas por los grandes simios vivos (chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes) en su pie y en otros lugares de su cuerpo, debieron haber evolucionado independientemente en cada linaje, en un momento y lugar diferente.

"Los seres humanos son parte del mundo natural y nuestra adaptación locomotora, el bipedalismo, no puede entenderse fuera de su contexto evolutivo natural", observa Prang. "Los cambios evolutivos a gran escala no parecen ocurrir espontáneamente. En cambio, están arraigados en historias más profundas reveladas por el estudio del registro fósil".

"El estudio de Ardi muestra que la evolución de nuestra propia adaptación a la vida en el suelo, el bipedalismo, fue precedida por una adaptación cuadrúpeda a la vida en el suelo por parte de los ancestros comunes que compartimos con los simios africanos", concluye.

Fuente: Universidad de Nueva York | 30 de abril de 2019