Descubren restos de 'cannabis' en un cementerio chino de hace 2.500 años

La excavación de la tumba M12, en la que se encontró el brasero para quemar canabis. En la foto, el brasero se puede ver en el borde inferior central del círculo central - Xinhua Wu

El cannabis es una de las drogas psicoactivas más populares del mundo. Siempre rodeado de polémica por su cambiante legislación en Europa y América (su venta, consumo y cultivo están prohibidos en España, con excepciones de índole medicinal), poco se sabe sobre cuándo y dónde comenzó a ser utilizado por sus propiedades para alterar la mente. Muchos historiadores han creído que esa «primera calada» de la humanidad se produjo en las antiguas estepas de Asia Central con la única evidencia de un pasaje escrito por el griego Heródoto a finales del último milenio a.C. Pero la hipótesis nunca pudo ser demostrada de forma fiable. Ahora, un equipo internacional de investigadores ha descubierto una de las primeras pruebas arqueológicas del enganche a la marihuana. Ocurrió hace 2.500 años en China. Y fue en un funeral.

Los científicos encontraron restos de cannabis conservados en quemadores de incienso funerarios de 2.500 años de antigüedad en el cementerio de Jirzankal, en las regiones montañosas de Pamir, en el este de China. Según publican en la revista Science Advances, los habitantes del lugar seleccionaban las plantas con los niveles más altos de agentes psicoactivos y las fumaban como parte de los rituales mortuorios. Quizás de esa forma conseguían comunicarse con los muertos o ahondar en su lado más espiritual.

Ubicación del cementerio de Jirzankal. (A) Mapa de Eurasia que muestra la ubicación de la meseta de Pamir y los sitios mencionados en el estudio. (B) Mapa topográfico de la meseta de Pamir y ubicación del cementerio de Jirzankal.

El más potente

El equipo exhumó diez antiguos braseros de madera que contenían piedras con huellas de quemaduras obvias de ocho de las tumbas del cementerio. Con la sospecha de que podían tener una función ritual específica, los analizaron con un sofisticado método de cromatografía de gases-espectrometría de masas. Para su sorpresa, la firma química de los compuestos de los quemadores coincidía exactamente con la del cannabis. Además, indicaba un nivel más alto detetrahidrocannabinol (THC) que el que normalmente se encuentra en las plantas de cannabis silvestre.

El cannabis se ha cultivado en el este de Asia por sus semillas aceitosas y su fibra al menos desde el año 4000 a.C. Sin embargo, esas variedades tempranas, así como la mayoría de las poblaciones silvestres, tenían niveles bajos de THC, el agente psicoactivo más potente de la planta, y de otros compuestos cannabinoides con propiedades psicoactivas. Es decir, que no «colocaba» mucho. Sin embargo, las variedades de los quemadores eran muy fuertes. Es posible que esos antiguos pobladores las cultivaran de forma activa, pero también que simplemente las buscaran en las regiones montañosas, donde crecían con altas dosis de THC en respuesta al aumento de la radiación UV y otros factores relacionados con la altitud.

Braseros arqueológicos de madera del cementerio de Jirzankal. (A) Vista en planta de la zona B del cementerio Jirzankal, (B) vista aérea de la zona B y (C) 10 braseros de madera excavados en el cementerio. Los puntos rojos en (A) se refieren a las tumbas que contienen braseros de madera; el brasero M49: 2 se excavó en la zona D. Crédito de foto: X. Wu (Instituto de Arqueología, Academia China de Ciencias Sociales).

Hablar con los muertos

Mientras que el cannabis moderno se usa principalmente como una droga recreativa o para aplicaciones médicas, en el pasado su uso pudo haber sido bastante diferente. La evidencia de Jirzankal sugiere que lo empleaban en rituales funerarios en los que podrían intentar comunicarse con el mundo divino o con sus parientes fallecidos, enterrados en tumbas sobre las que creaban montículos circulares, anillos de piedra y patrones de rayas con piedras blancas y negras.

No está claro si el cannabis también tuvo otros usos en la antigua China, aunque parece probable que la capacidad de la planta para tratar una variedad de enfermedades y síntomas fuera reconocida desde el principio. Como observa Robert Spengler (izquierda), arqueobotánico del Instituto Max Planck de Historia de la Ciencia en Berlín, «las perspectivas modernas sobre el 'cannabis' varían enormemente entre las culturas, pero está claro que la planta tiene una larga historia de uso medicinal, ritual y recreativo, durante incontables milenios».

Los hallazgos corroboran otras evidencias tempranas de cannabis de enterramientos más al norte, en la región china de Xinjiang y en las montañas de Altai en Rusia. Como señala Nicole Boivin (derecha), directora del centro del Max Planck, «los hallazgos respaldan la idea de que las plantas de 'cannabis' se utilizaron por primera vez por sus compuestos psicoactivos en las regiones montañosas del este de Asia Central, y luego se extendieron a otras regiones del mundo».

Ruta de la Seda

Según los autores, estos datos concuerdan con la idea de que los puertos de montaña de gran altitud de Asia Central y Oriental desempeñaron un papel clave en los primeros intercambios comerciales de Eurasia. De hecho, la región de Pamir, hoy tan remota, pudo haber formado parte de una antigua ruta comercial clave de la antigua Ruta de la Seda, en ciertos momentos el vector más importante para la difusión cultural en el mundo antiguo.

Cannabis silvestre en las montañas Tian Shan de Kazajistán- Robert Spengler

«Dado el clima político moderno que rodea al consumo de 'cannabis', estudios arqueológicos como este pueden ayudarnos a comprender los orígenes de la práctica cultural contemporánea y las estructuras de creencias, que a su vez pueden informar la política", puntualiza Boivin

Como lo observa el Dr. Spengler, "Las perspectivas modernas sobre el 'cannabis' varían enormemente entre las culturas, pero está claro que la planta tiene una larga historia de uso humano, medicinal, ritual y recreativo, durante incontables milenios".

Fuentes: abc.es | phys.org | 12 de junio de 2019

Una guerra civil pudo acabar con la civilización Maya

Un cráneo maya que fue utilizado como trofeo bélico por guerreros enemigos. (EFE)

La civilización maya fue una de las más longevas y con mayor poderío económico y militar durante 18 siglos en mesoamérica. Ningún pueblo de la región acaparó tanto poder, es por ello que historiadores y antropólogos siguen desentrañando cómo fue que perdieron su gran imperio.
Sin embargo, ahora podría sumarse una pista que reforzaría una de las explicaciones sobre las terribles guerras acontecidas gracias a varios fragmentos de cráneos tallados y encontrados en la ciudad de Belice que fueron usados como collares y más aún como trofeos hechos de sus enemigos.
Los mayas habitaron ​en diferentes periodos ciudades que hoy son México, Guatemala, Belice, la parte occidental de Honduras y en El Salvador.

Uno de los cráneos tallados, fue enterrado como ajuar funerario de un guerrero hace más de mil años en Pacbitun, Belice. Es muy probable que lo cargara consigo todo el tiempo como collar.

Fragmento del cráneo trofeo de Pacbitun. Dibujos de Christophe Helmke; Modelo Laserscan por Jesse Pruitt CC BY-ND

Probablemente representan macabros símbolos del poder militar: trofeos de guerra hechos con cadáveres de jefes de enemigos derrotados, consideró el arqueólogo Gabriel D. Wrobelen en The Conversation.

Durante este período, Pacbitun y otras ciudades mayas en las tierras bajas del sur estaban comenzando su declive, mientras que los centros políticos mayas en el norte, en lo que hoy es el Yucatán de México, y otras regiones de Belice, alcanzaron el dominio. Pero el momento exacto y la naturaleza de esta transición de poder siguen siendo inciertos.
En muchas de estas ciudades del norte, el arte de este período es notoriamente militarista, lleno de cráneos y huesos y, a menudo, muestra cómo los prisioneros de guerra son asesinados y decapitados.

Otro cráneo encontrado en Xuenkal, México, la Dra. Vera Tiesler y sus colegas utilizaron isótopos de estroncio para señalar el origen geográfico de un guerrero y su cráneo trofeo. El hombre que lo portada era un local del norte, sin embargo el cráneo collar-trofeo que trajo a casa, encontrado sobre su pecho en el entierro, era de un individuo que creció en el sur.

Partes del cráneo de un collar- trofeo encontrados en Pakal Na, los arqueólogos consideran que perteneció a un guerrero. Foto: Patricia A. McAnany CC BY-ND

Otra evidencia en varios sitios en las tierras altas del sur parece marcar un final repentino y violento para el orden gobernante de la comunidad. Los arqueólogos han encontrado evidencia de la ejecución de una familia gobernante y la profanación de sitios sagrados y tumbas de élite.
Los cráneos probablemente fueron adornados con plumas, correas de cuero sujetadas por agujeros que habían sido perforados en los cráneos. Otros agujeros sirvieron para anclar las mandíbulas en su lugar y suspender el cráneo alrededor del cuello del guerrero.

Los cráneos fueron seccionados y aplanados, afirman los investigadores, para hacer que lucieran los grabados sobre el pecho del portador, según la publicación.

La evidencia de cráneos de trofeos no muestra de manera concluyente que los sitios en partes de las tierras bajas del sur estuvieran siendo invadidos por guerreros del norte, según el estudio. Pero al menos apunta al papel de la violencia y, potencialmente, a la guerra como una contribución al fin del orden político establecido en el centro de Belice.

La cultura maya se asentó en los estados de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, y porciones de Chiapas y Tabasco, así como en Belice, una parte de Guatemala y la frontera noroccidental de Honduras (Foto: Google maps)

Ambos cráneos son similares a las representaciones de cráneos trofeo usados ​​por soldados en tallas de piedra y en recipientes de cerámica pintados de otros sitios mayas.
En Pakal Na, otro sitio en el sur de Belice, se descubrió un cráneo similar con un trofeo con fuego e imágenes de animales que se parecen al simbolismo militar del norte, lo que sugiere un origen en el norte del guerrero con el que fue enterrado. La presencia de parafernalia militar del norte en la forma de estos cráneos puede indicar una pérdida de control por parte de los líderes locales.
¿Los conflictos y guerras entre pueblos acabaron con esta gran civilización?

Los estudios anteriores se enfocaron en identificar una sola causa del colapso. ¿La razón podría haber sido la guerra, conflictos internos por el poder, migración obligada en ciudades superpobladas?

Uno de los estudios más detallados apuntan a una fuerte sequía. Un grupo de investigadores reveló en el lago de Chichancanab, en la Península de Yucatán, que la cultura Maya puso haber desaparecido, los pudo haber obligado a migrar o mermado su población debido a una sequía intensa.

A menudo se representaban los asesinatos para someter a los jefes de pueblos rivales. Este códice maya se fue hecho entre 1021 y 1154 D de C. Foto: INAH

Académicos de las Universidades de Cambrige en Inglaterra, y de Flo... con lo que se reconstruyó la historia del agua del lago entre 800 y 1000 d.C.
Con este modelo se halló que la precipitación anual disminuyó entre 41 y 54 por ciento, y hasta en el 70 por ciento como máximo, lo que ya representó una sequía máxima durante la caída de la civilización maya.

Ciertamente, todo esto tuvo lugar, pero ninguno explica por sí mismo lo que los investigadores saben sobre el colapso que gradualmente borró el poderío de esta magna civilización fragmentada. Hoy, los arqueólogos reconocen la complejidad de lo sucedido.

Claramente, la violencia y la guerra contribuyeron al final de algunas ciudades de las tierras bajas del sur, como lo demuestran las fortificaciones construidas rápidamente identificadas por las encuestas aéreas de LiDAR en vari...

Los calaveras de trofeos, junto con una lista creciente de hallazgos dispersos de otros sitios en Belice, Honduras y México, proporcionan evidencia intrigante de que el conflicto puede haber sido de naturaleza civil, enfrentando a las potencias en aumento en el norte contra las dinastías establecidas en el sur.

Fuente: infobae.com |elconfidencial.com | 12 de junio de 2019

Los variados usos funerarios de los indígenas canarios también llegaron a los neonatos

Feto guanche momificado de 5-6 meses, expuesto en el Museo de Naturaleza y Arqueología, en Santa Cruz de Tenerife. EFE.

"Bañaban los muertos en el mar, los secaban a la sombra y los liaban después con correas pequeñitas de cabras, y así duraban mucho sin corromperse". Este es uno de los relatos etnohistóricos sobre los variados usos funerarios de los indígenas canarios, que incluían desde la desecación a inhumaciones específicas para adultos, jóvenes y recién nacidos.

El texto es de 1552, su autor es Francisco López de Gómara y es uno de los que ha divulgado el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez González, en la página web y redes sociales de Museos de Tenerife como "ejemplo de las fuentes etnohistóricas que describen el mundo funerario de los indígenas canarios contrastándolos luego con la información arqueológica disponible".

José Juan Jiménez explica en una entrevista a EFE que estas prácticas funerarias se caracterizaron globalmente "por su heterogeneidad" a lo largo del tiempo.

En los yacimientos arqueológicos de las islas aparecen unos individuos que fueron inhumados y otros desecados o "mirlados", cuyas mortajas se realizaban con esteras vegetales y cueros curtidos de animales, explica el arqueólogo, que también es doctor en Prehistoria por la Universidad de La Laguna.

Tanto en su forma individual como colectiva se promovía el depósito de los cadáveres en el interior de cuevas cuya entrada era tapiada con muros de piedra seca o bien en fosas, oquedades y construcciones funerarias como cistas y túmulos de piedra.

También se han descubierto inhumaciones y desecaciones específicas de neonatos, lo que ya citan las fuentes etnohistóricas, como la que redactó Francisco López de Gómara en 1552.
Anteriormente, en 1528, Antonio Cedeño había escrito que a unos los ponían en ataúd de cuatro tablones, y alrededor hacían un paredón alto y redondo como un torreón, y por dentro lo llenaban de piedra menuda y lo remataban en pirámide. A la gente más pobre y común la enterraban solamente en tierra y alrededor disponían piedras grandes.

Pero a otros difuntos los "encerraban" dentro de cuevas, puestos unos en pie arrimados y otros sentados, y había mujeres con niños a los pechos, en un relato que concluye Cedeño hablando de "cuevas llenas de estas osamentas" que le causan "admiración".

También Leonardo Torriani en 1592 escribió sobre la costumbre de los canarios de sepultar a sus muertos preparando los cadáveres con yerbas y manteca al sol "para que, a modo de cosas aromáticas, se defendiesen lo más que fuese posible contra la corrupción".

"Después los envolvían con muchas pieles preparadas para el mismo objeto, y los apoyaban a las paredes, al interior de las cuevas de los montes. Los nobles también usaban otro modo de sepultura, bajo tierra, la cual se hacía en un foso, entre las piedras volcánicas quemadas: con las más largas formaban encima del cuerpo una pirámide, cuidando siempre de extender el cadáver; después llenaban todo el alrededor con piedras menudas, hasta que todo el túmulo quedaba cubierto", según el relato del ingeniero cremonés que recoge José Juan Jiménez.

Para Alonso de Espinosa (1594), después de lavar el cadáver le echaban por la boca "ciertas confecciones hechas de manteca de ganado derretida, polvos de brezo y de piedra tosca, cáscara de pino y de otras no sé qué yerbas, y embutíanle con esto cada día, poniéndolo al sol, cuando de un lado, cuando de otro, por espacio de quince días, hasta que quedaba seco y mirlado, que llamaban xaxo".

Juan de Abreu Galindo en 1602 refiere cómo al ver el crecimiento de la población y la falta de alimento para sustentarla acordaron "matar a todas las hembras que de allí en adelante naciesen, con tal que no fuesen los primeros partos que las mujeres hacían".

Asimismo, en 1646 Francisco López de Ulloa indica que la gente noble no se enterraba con la villana, pues "cada especie tenía su lugar señalado" y José de Sosa en 1688 también alude a cómo se untaban los cuerpos con manteca de ganado cabrio "poniéndolos al sol para que se secasen, que era como a manera de embalsamarla y así se conservaban sin corrupción secos y mirlados", como lo cita el conservador del Museo Arqueológico.

A López de Ulloa también le causa admiración "hallar algunos dentro de cuevas conservados tantos siglos sin corrupción", lo que hacían comúnmente "con los más principales de la casa y la familia del Rey, así varones como hembras", porque a otros nobles les hacían "ataúd o semejante a ello de tablones gruesos y le ponían multitud de tierra encima".

Thomás Arias Marín de Cubas en 1694 vuelve a relatar cómo al difunto lo lavaban con agua caliente, hierbas cocidas y con ellas llenaban los huecos de mezclas de arena, cáscaras de pino molidas y borujo de yoya o mocanes, y "muy curiosamente, lo ungían con manteca y ponían al sol de día y de noche al humo".

Además, durante quince días le lloraban haciendo exequias y cuando ya estaba "enjuto" le ponían en las cuevas con otros mirlados, a otros le hacían "torreoncillos de piedras en los malpaíses" y bóvedas y le llevaban de comer a las sepulturas, "el marido a la mujer y ella a él".

Fuente: eldiario.es | 10 de junio de 2019

Así es el misterioso sarcófago romano de plomo hallado en el Centro de Granada

Foto: Hallazgo en la placeta de Villamena. GESPAD AL-ANDALUS ARQUEOLOGÍA

El subsuelo de Granada ha deparado la última gran sorpresa. Durante las excavaciones que se están realizando en pleno centro de la ciudad, en la placeta de Villamena, ha aparecido un sarcófago de plomo de época romana datado entre los siglos III-IV d.C. que, además, está sellado.

El hallazgo tiene una gran relevancia arqueológica y, de hecho, es el segundo sarcófago de plomo encontrado en Granada después del que apareció a escasos metros en el siglo XIX durante la construcción de la Gran Vía granadina. El hallazgo de la tumba romana en Villamena está aún por contextualizar aunque el siguiente paso será trasladarlo al Museo Arqueológico para abrir el ataúd romano.

La rareza del sarcófago podría indicar que contiene un ajuar relevante para su estudio, aunque tampoco es descartable que los investigadores encuentren un cadáver momificado que, en todo caso, aportaría un caudal de información a los expertos.


El hallazgo ha aparecido durante los trabajos arqueológicos en el antiguo edificio de la Caja General de Ahorros y Monte de Piedad de Granada que lleva a cabo Gespad Al-Andalus Arqueología y ha supuesto una gran sorpresa porque, en principio, los investigadores comenzaron los trabajos con la certeza de que iban a encontrar restos de asentamientos de la época musulmana, aunque no entraba en sus cálculos iniciales encontrar un sarcófago romano y sin abrir.

Para poner en contexto la importancia del hallazgo, la revista National Geographic se hizo eco en 2016 del hallazgo de otro sarcófago de plomo en Córdoba y, remontándose más aún en el tiempo, apareció otro féretro de similares características en Cádiz con un ajuar que estaba compuesto por una lucerna, dos tacitas y un lagrimal (recipiente de vidrio de paredes muy finas).

Incluso el Museo Arqueológico Nacional, donde se encuentra la Dama de Baza, cuenta entre sus piezas con otro sarcófago de plomo del siglo I d.C. que fue encontrado en la provincia de Jaén.
También tuvo repercusión mundial el descubrimiento en 2017 de otro sarcófago romano de plomo en Basilea, cerca de un sitio arqueológico romano, la Augusta Raurica. En este caso, el sarcófago contenía una osamenta humana, restos de textiles y varios recipientes y del estudio de su contenido los expertos dedujeron que albergaba el cuerpo de una mujer de clase alta.


En el caso de Granada, y a falta de conocer qué guarda en su interior, el sarcófago pasará en los próximas días al Museo Arqueológico, como está estipulado por ley en este tipo de hallazgos, donde será estudiado por los expertos y donde podrá pasar a ser exhibido en el museo que abrió de nuevo sus puertas hace un año.

Este descubrimiento se suma a los aparecidos durante las excavaciones en Los Mondragones, donde en una primera fase se encontró el mayor molino de aceite de época romana del Sur de España y, posteriormente en una segunda fase, unas termas construidas entre los siglos III y IV d.C. y que fueron utilizadas hasta el siglo VII.

En principio, y a falta de nuevos sondeos en la zona, se ha confirmado la existencia de una calle central en la villa romana de Los Mondragones de 3,5 metros de anchura, que por sus dimensiones debía ser propiedad de una de las grandes familias romanas.

Fuente: G. CAPPA | Granada Hoy, 10 de Junio de 2019

Dos estudios arrojan luz sobre el misterioso origen de los canarios

Ídolo femenino localizado en Gáldar (Gran Canaria). EL MUSEO CANARIO

La historia de las islas Canarias antes de su conquista en el siglo XV, admiten los expertos, representa uno de los grandes misterios de la arqueología española. Con una comunidad científica muy dividida —ni siquiera se ponen de acuerdo en cuándo se produjo la primera oleada de pobladores indígenas—, arqueólogos, historiadores y genetistas han dado el primer gran paso para desentrañar el origen de los actuales isleños.

Los estudios de la profesora Rosa Fregel (izquierda), del departamento de Bioquímica, Microbiología, Biología Celular y Genética de la Universidad de La Laguna, desvelan que, dependiendo de la isla, gran parte de la población actual porta ADN mitocondrial aborigen.
A esto se une que José Farrujia de la Rosa (derecha), arqueólogo y profesor de Didáctica de las Ciencias Sociales de la misma universidad, en su reciente libro Identidad canaria (Ediciones Tamaimos), descifra los principales secretos de esta civilización cuya presencia material prácticamente ha desaparecido, pero no su impronta. Entre ellos, Farrujia de la Rosa recuerda los dos sistemas de escritura que poseían, su llegada en dos oleadas desde el norte de África o su carencia de caballos o bueyes, ya que las embarcaciones que los transportaron hasta el archipiélago resultaban demasiado pequeñas.

Todo comenzó por un liquen (orchilla) que servía para elaborar el color púrpura, una tonalidad muy deseada para teñir los ropajes de aquella época. Así que el noble normando Jean de Béthencourt consiguió del rey castellano Enrique III, a principios del siglo XV, el apoyo necesario para conquistar aquellas lejanas islas de las que se tenía constancia, al menos, desde el historiador romano Tito Livio, que las denominó Afortunadas. El choque cultural y militar entre los pobladores insulares (los indígenas canarios) y los castellanos fue brutal: se necesitaron casi 100 años de lucha para tomar las siete islas.

Alonso Fernández de Lugo conquistó las islas de La Palma y Tenerife, y dio con ello fin a la conquista de las Islas Canarias.

La cultura indígena se adentró así en las tinieblas de la historia. Entre los siglos XVI y XX, se desarrollaron diversas teorías sobre aquel pueblo: desde una supuesta procedencia celta hasta un origen indoeuropeo. Ahora, las pruebas arqueológicas y de ADN han dejado claro que los indígenas canarios no son otra cosa que bereberes (imazighen, en su lengua), un pueblo que se extendió por el norte de África hace más de 3.000 años y que ocupaba desde Libia hasta el Sáhara.

En un artículo publicado en la web de la Universidad de La Laguna, Fregel explica que "se puede determinar que la población canaria global tiene una ascendencia aborigen por línea maternal del 55,9%, mientras que los componentes europeos y africano subsahariano son de un 39,8% y un 4,3%, respectivamente".

Cuando el cálculo se realiza para cada isla por separado, los resultados son bastante variables. Los valores más altos de ascendencia indígena se observan en la población de La Gomera (55,5%) y en La Palma (41,0%), mientras que los valores más bajos se encuentran en Tenerife (22,0%) y El Hierro (0,0%). Los resultados de El Hierro, con una supervivencia nula de la población indígena, se pueden explicar por la propia evolución histórica de esta isla (es la más occidental) o por la escasez de las muestras analizadas.

Fregel añade que "Gracias a los análisis de ADN antiguo se ha podido desterrar la creencia de que los guanches eran casi vikingos: altos, rubios y de ojos azules. Todo apunta a que proceden del norte de África y que su fisonomía se asemeja bastante a la de los bereberes, de piel blanca, más bien cetrina, y ojos marrones o claros, en algunos casos. Tópicos o leyendas de la época, lo cierto es que los antiguos pobladores de Canarias no eran tan diferentes a los canarios de hoy en día".

Cerámica pintada de Gran Canaria. MUSEO CANARIO

¿Pero cómo y por qué llegaron a Canarias? Farrujia de la Rosa sostiene que lo hicieron en dos grandes oleadas. Una primera hace unos 2.500 años (las pruebas de carbono 14 no son concluyentes) y una segunda, en torno al siglo I, coincidiendo con la presencia romana en el norte del continente.

Cruzaron el mar en pequeñas embarcaciones —no se han encontrado restos de ninguna— y desembarcaron en las islas más orientales: Lanzarote (la isla que ha proporcionado las fechas más antiguas por carbono 14, mil años antes de nuestra era) y Fuerteventura. Se ignora cuántos individuos lo lograron, aunque los cálculos científicos demuestran que 14 parejas pudieron ser suficientes para que el poblamiento insular fuera exitoso en un 81%. Pero solo es una teoría, pudieron alcanzar la costa muchísimos más.
De la segunda oleada se sabe que se produjo en época romana, momento en el que se introdujo en Lanzarote y Fuerteventura, entre otros elementos culturales, la escritura latino-canaria. Con anterioridad, en la primera arribada, ya habían extendido la escritura líbico-bereber en el archipiélago. Ambas están ahora en proceso de estudio: se han realizado diversas propuestas de transcripción que recogen la presencia escrita de teóforos, teónimos o nombres personales.


Roque de Agando (La Gomera)

Sea como sea, lo más evidente es que en Canarias no existe ningún tipo de mina férrica o metalífera, por lo que los pobladores tuvieron que adaptar sus conocimientos (eran poseedores de la metalurgia) al nuevo hábitat. Surge así el empleo de obsidiana y basalto para los útiles líticos o una cerámica decorada con colores ocres, como es el caso de la de Gran Canaria, con claros paralelismos con la conocida en otras partes del ámbito amazigh del continente.

“Adoraban al sol y la luna, pero también a las montañas, a los roques y a las cuevas, al igual que los imazighen", explica Farrujia de la Rosa. Se extendieron por las siete islas y "lo importante”, señala el profesor, “es que la investigación ha fructificado, tras décadas con las más controvertidas teorías. Falta mucho, pero nos vamos acercando a encontrar una respuesta a de dónde venimos”, incide.

Fuente: elpais.com| 3 de junio de 2019

Las ‘Mary Beard’ españolas reclaman un lugar para la mujer en la historia

Escena que ilustra un poblado metalúrgico, en un libro de texto de Anaya

“La misma tecnología hay en preparar un cocido que hacer una punta de flecha". Y el auditorio rompe en aplausos. El entrecomillado reivindicativo es de Margarita Sánchez Romero, profesora de Prehistoria en la Universidad de Granada, que reclama a la arqueología la construcción de un nuevo relato de la historia, pero esta vez teniendo en cuenta a la mujer y su importancia en las culturas prehistóricas. La demanda se puede aplicar a toda la evolución de la humanidad. “Han dejado atrás a las mujeres. Hemos sido excluidas de los discursos históricos y cuando entramos es como una figura estereotipada. Como una Venus”, sostiene.

Así es como la sociedad patriarcal a pleno rendimiento y sin interrupciones ha cancelado la genealogía de las mujeres, quienes se han quedado sin modelos que seguir. Las mujeres son un agujero negro en las narrativas de la reconstrucción histórica. Y les ha sido imposible reivindicarse. Eran invisibles, han sido invisibilizadas. Un ejemplo: en las salas de los íberos, en el Museo Arqueológico Nacional, en las vitrinas, de cada cuatro representaciones solo una es de una mujer. “Cuando una niña o una mujer acude a un museo le mandamos un mensaje terrible: ellos son los protagonistas de la historia y nosotras no hemos participado”, zanja Margarita Sánchez Romero (izquierda).

Sus reivindicaciones y argumentos se suceden con solvencia, en el marco de las conferencias Tejiendo pasado, dos extraordinarias jornadas (y 17 ponencias) amparadas por la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. Ante el centenar de personas que ha acudido a escuchar sus explicaciones, asegura que es urgente y necesario transformar la disciplina arqueológica, de arriba abajo. Esto supone hablar de algo más que de poder, jerarquía y armas. Empezar a mirar a lo que no se ha mirado.

Ceguera de género

La profesora María Antonia García Luque (derecha), que imparte clases a jóvenes en un instituto y en la Universidad de Jaén, explica que en ambos casos se encuentra con una “ceguera de género”, que impide a sus alumnos ver lo que falta. Les muestra una lámina [la imagen que ilustra este artículo] que recrea una sociedad antigua y les pregunta qué ven. Cuando terminan de describirlo todo, les interroga por lo que no ven. “No saben qué decir. Están ciegos. No se dan cuenta de que la única mujer aparece en una esquina”, dice.

LA MIRADA DE LA MUJER

Las especialistas reunidas en las conferencias coinciden en que el problema es que la arqueología no ha hecho las preguntas pertinentes a las fuentes. Solo han tenido en cuenta la mirada masculina para la interpretación, la difusión, la divulgación y la enseñanza del patrimonio. Así que reivindican la incorporación del género en la difusión del patrimonio, para construir una identidad cultural acorde a esta sociedad.

Por eso reclama un relato que tenga en cuenta el papel de las mujeres. Porque son necesarias para incorporar la cotidianidad en la narración del pasado. “La cotidianidad es el tiempo más importante de la sociedad, no la guerra. Podemos vivir sin una guerra, pero no podemos vivir sin comer, sin cuidarnos, sin tener hijos, sin la educación…”. De ahí lo del cocido y la flecha. La profesora Sánchez Romero cuestiona que solo sea relevante de las sociedades el cambio, “también lo son las tareas de la cotidianidad”.

La coordinadora de las conferencias es la arqueóloga Alicia Torija (izquierda), quien asegura que la arqueología no ha creado conocimiento sobre las formas de vida de las gentes, sino que ha puesto de manifiesto la ideología de los investigadores, mayoritariamente hombres de clase alta, “generando unos resultados en gran parte racistas, etnocéntricos y machistas”. Torija se pregunta qué cosas estamos dejando para el futuro, qué pensarán sobre las mujeres de hoy los arqueólogos del futuro cuando se excaven sus restos. Y acude a la especialista británica Mary Beard, catedrática en la Universidad de Cambridge y divulgadora de historia, quien ha escrito que el 99% de las veces que lee algo sobre alguna mujer poderosa de la Antigüedad son críticas. “Las desigualdades solo cambiarán cuando deje de pasar esto: que cuando los historiadores dicen de una mujer que era ambiciosa, es un insulto. Pero si lo dicen de un hombre, es un cumplido”, cuenta Beard.

Un poco de ciencia

“Esto es lo que hacemos en la arqueología feminista: poner en primer plano las actividades de las mujeres, que no se tienen en cuenta a la hora de analizar las sociedades del pasado. Pero no hay ninguna sociedad que sobreviva sin las actividades que desempeña la mujer: las actividades cotidianas son estructurales, pero eso no significa que solo se dedicaran a ellas. Si las mujeres son quienes han hecho esos trabajos cotidianos hay que reconocérselo”, cuenta Margarita Sánchez Romero.

Piden a los arqueólogos un poco de ciencia. La ciencia no haría desaparecer a la mujer, “descubriría el lugar en el que hemos estado”. “Las mujeres tuvieron un papel decisivo, por ejemplo, en la cultura íbera", sostiene la profesora de Granada. Pero entre los estereotipos y la invisibilización tienen un contexto complicado para sacarlas del olvido de la historia. Ni siquiera aparecen en los libros de texto.

En estos, en los libros con los que se forman a las nuevas generaciones de españoles, predomina la historia política, los acontecimientos bélicos, las armas, la guerra, los espacios públicos donde las mujeres no aparecen. Porque no las han buscado, porque no las han querido encontrar. María Antonia García Luque habla de “masculinidades hegemónicas” en estos textos, en los que se destacan los personajes y no las personas. No hay ni rastro de colectivos, ni de los asuntos diarios de las sociedades. “¿Cómo puede ser que insistan tanto en la educación para la paz y la ciudadanía y los currículos hablen tanto de las armas y la guerra? Este tipo de currículos marginan la presencia femenina”, sostiene.

Fuente: elpais.com | 10 de junio de 2019