Fuertes tormentas de polvo de invierno pudieron haber causado el colapso del Imperio Acadio

Existe una clara correlación entre las antiguas anomalías climáticas de invierno (verde, azul y rojo) y el área de la civilización de Mesopotamia y el Imperio Acadio (negro) a través del tiempo, con el lado derecho del gráfico que representa la actualidad. Las anomalías están en relación con los valores actuales.

Los registros de corales fósiles proporcionan nuevas evidencias de que los frecuentes vientos shamal invernales, que producen grandes tormentas de arena, y una prolongada y fría estación invernal contribuyeron al colapso del antiguo Imperio Acadio en Mesopotamia, según un nuevo estudio.
El Imperio Acadio (siglos XXIV al XXII a.C.) fue el primer imperio unido en Mesopotamia y prosperó con el desarrollo de la irrigación. Sin embargo, los asentamientos parecen haber sido abandonados repentinamente hace unos 4.200 años, causando su colapso. La zona no se recuperaría hasta unos 300 años después.

Mapa en el que se señalan los lugares de las muestras obtenidas de corales fósiles (estrellas rojas) con respecto a Mesopotamia (puntos verdes) y la dirección del viento / foto Watanabe T.K. et al, The Geological Society of America.

Investigadores de la Universidad de Hokkaido, el Instituto de Ciencias de Arrecifes Coralinos KIKAI, la Universidad de Kyushu y la Universidad de Kiel realizaron reconstrucciones paleoclimáticas de la temperatura y los cambios hidrológicos de las áreas alrededor del yacimiento arqueológico de Tell Leilan, en Siria cerca del río Djarrah, considerado el centro del Imperio Acadio. Además examinaron seis corales fósiles Porites de 4.100 años de antigüedad procedentes del Golfo de Omán en la dirección del viento. Las muestras obtenidas fueron datadas por radiocarbono y analizadas geoquímicamente para confirmar que no estaban alteradas significativamente en su estado actual.

El Imperio Acadio en la época de Sargón I el Grande

Los datos de esos corales fósiles se compararon con muestras de coral modernas e información meteorológica. Aunque es normal que el área de estudio reciba una cantidad significativa de lluvia en el invierno, los datos de los corales sugieren que, durante el tiempo del colapso del Imperio Acadio, el área sufrió importantes períodos de sequía. Los datos anteriores y posteriores al colapso son, además, comparables a los datos modernos sobre los corales, por lo que los períodos de sequía habrían sido repentinos e intensos.

La evidencia fósil muestra que hubo una temporada prolongada de vientos shamal de invierno acompañada de días de shamal frecuentes. El impacto de las tormentas de polvo y la falta de lluvia habrían causado grandes problemas agrícolas, posiblemente conduciendo a la inestabilidad social y la hambruna, factores que anteriormente se habían asociado con el colapso del imperio.

Uno de los fósiles de 4.100 años de antigüedad / foto Hokkaido University

La evidencia fósil muestra que hubo una prolongada temporada de vientos shamal en invierno acompañada de frecuentes días de tormentas de arena. El impacto de estas tormentas y la falta de lluvias habría causado grandes problemas agrícolas que pudieron llevar a la inestabilidad social y al hambre, ambos factores que se han asociado previamente con el colapso del imperio.

"Aunque el momento oficial del colapso del Imperio Acadio es la invasión de Mesopotamia por otras poblaciones, nuestras muestras fósiles son ventanas en el tiempo que muestran que las variaciones en el clima contribuyeron significativamente al declive del imperio", dijo Tsuyoshi Watanabe del Departamento de Ciencias de Historia Natural de la Universidad de Hokkaido. "Una mayor investigación interdisciplinaria ayudará a mejorar nuestra comprensión de las conexiones entre el cambio climático y las sociedades humanas en el pasado".


Tsuyoshi Watanabe (centro) y sus colaboradores con el Mausoleo de Bibi Maryam en Qalhat en Omán en el fondo.

Fuente: Universidad de Hokkaido | 24 de octubre de 2019

Identifican veinte campamentos romanos a lo largo de Galicia y Asturias

Distribución de emplazamientos militares romanos en el noroeste de Iberia. En amarillo y numerados (ver tablas 1 y 2), los sitios estudiados en este trabajo. En rojo, otros sitios (cuadrado = campamento; círculo = castellum / puesto avanzado; cuadrado con cruz = fortaleza / fortaleza).

En la primavera del año 26 a. C., el primer emperador de Roma, César Augusto, abrió en persona las puertas del templo de Jano (el dios de las dos caras), todo un símbolo de la declaración de guerra. Se trataba de conquistar el último territorio independiente del poder imperial en la península Ibérica, las áreas de los cántabros y los astures, que mantuvieron un duro conflicto con los conquistadores que quedó para las crónicas de los historiadores. Más de 2.000 años después, una tecnología inimaginable entonces, fotografías aéreas combinadas con análisis por satélite, han permitido fijar a los investigadores toda una red de un total de 20 campamentos y fortificaciones romanas en el noroeste peninsular para asegurar el control militar de una zona tan compleja orográficamente.

La mayoría de ellos están en Galicia, y han servido también para ofrecer a los arqueólogos un nuevo enfoque sobre la entrada de las tropas romanas en las tierras de los galaicos. Publicado por los investigadores de Roman Army, el estudio parte de los trabajos de José Manuel Costa-García, de la Universidad de Santiago de Compostela; João Fonte, del CSIC; y Manuel Gago, también de la universidad compostelana. Han aprovechado imágenes obtenidas mediante la tecnología LiDAR (Light Detection and Ranging), que permite radiografiar zonas boscosas o de tupida vegetación para fijar en el mapa varias decenas de asentamientos romanos, lo que les ayudó a comprender la manera en la que los romanos fueron concretando su dominio sobre el noroeste de la península ibérica. De esta manera, los investigadores plantean la hipótesis de que los recintos estén relacionados con un episodio o escenario secundario del conflicto cántabro-astur (29-19 a.C.).

Recintos del grupo 1: O Penedo dos Lobos (A), Cova do Mexadoiro (B), O Coto do Rañadoiro (C), Alto da Pedrada (D). Visualización SAGA GIS Filtro de remuestreo. (Conrad et al., 2015).

El estudio destaca las muy escasas fuentes documentales sobre la invasión romana del territorio que en la actualidad comprende Galicia y el norte de Portugal, frente a los relatos sobre la conquista de los astures y los orígenes como fortificación militar de la capital astur en la meseta, Asturica Augusta, hoy Astorga. En este sentido apuntan que «aunque no cerramos la puerta a otras posibilidades interpretativas, planteamos la hipótesis de que estemos quizá ante recintos relacionados de algún modo con un episodio o escenario secundario del conflicto cántabro-astur (29-19 a.C.). Durante el mismo se buscaría asegurar dominio romano sobre unas áreas montañosas que en buena medida se encuentran todavía dentro de los límites de la Asturia histórica, lo que explicaría la ausencia de alusiones a los galaicos en las fuentes textuales que aluden a este conflicto».

Los arqueólogos destacaron que sus hallazgos se dividen en asentamientos de distinto tamaño. Así, los «pequeños» tendrían capacidad para entre dos o tres cohortes (entre 100 y 1.500 hombre) y se corresponderían con los identificados en O Penedo dos Lobos (Manzaneda), Cova do Mexadoiro (Trazo, A Coruña), Coto do Rañadoiro (Carballedo, Lugo) y Alto da Pedrada (Arcos de Valdevez, Viana do Castelo.

La siguiente modalidad son los campamentos «medianos», de entre 4 y 7 hectáreas y con alrededor de 4.000 legionarios. Se caracterizaban por estar en zonas con destacamentos que les permitieran defenderse con facilidad. Según lo observado, los investigadores los sitúan en Cabianca (Láncara), Campos (Vila Nova de Cerveira, Viana do Castelo), A Cortiña dos Mouros (Cervantes, Lugo / Balboa, León) y Santa Baia (A Laracha).

El tercer grupo aumenta la dimensión a las 15 hectáreas y la capacidad a 6.000 soldados. Se construyeron, en su mayoría, en la zona oriental de Galicia, en concreto en los montes de Chá, Medorra (Sarria) y Ventín (Pol), A Penaparda (A Fonsagrada, / Santalla d’ Ozcos, Asturias) y O Cornado (Negreira).

Los denominados de «enormes dimensiones» podían albergar hasta 14.000 legionarios. Se localizaban en Lomba do Mouro (Viana do Castelo, Ourense) y Chaira da Maza (Lobeira).
Mención aparte a los «castella» o fortificaciones pequeñas, que serían los campamentos encontrados en A Recacha (Navia de Suarna), Outeiro de Arnás (Verín), O Castrillón (Touro), Alto de la Cerca (Villa Real) y O Castelo (A Estrada).

Campamento de Santa Baia. Vistas oblicuas. Visualización SAGA GIS. Filtro de remuestreo (Conrad et al., 2015).

En el caso del hallazgo en Los Oscos se trata de uno de los grandes campamentos temporales (los romanos contaban entre sus tropas con especializas capaces de levantar fortificaciones en una jornada) y que podría acoeger a una legión, unos 6.000 soldados, con «gran independencia operativa, al modo de una brigada contemporánea». La descripción del terreno es de «una cima de suave pendiente desde la que se obtiene un notable control visual de los cordales próximos, pero su disposición general parece indicarnos que el recinto estaría orientado hacia el Sur. No es posible encontrar en el entorno inmediato poblados de tipo castro, ya que estos se encuentran en la comarca en terrenos de menor altitud, ocupando preferentemente elevaciones y espolones con un mejor control de los valles».

Los autores señalan que «resulta muy sugerente la hipótesis de que A Penaparda y los campamentos localizados en las sierras de Penouta-Ouroso conformen un conjunto que revele el uso estratégico por parte del ejército romano de un cordal montañoso, del mismo modo que ocurriría en áreas como La Carisa o La Mesa», un cerco de kilómetros para asediar los reductos de resistencia astur.



De la crudeza de las guerras cántabras y astures dieron cuenta los historiadores romanos. Los arquólogos han señalado que «en el ámbito astur, las fuentes indican que los romanos plantearon una estrategia militar similar, de modo que en la Meseta Norte y el piedemonte cantábrico se habrían desarrollado acciones a gran escala frente a un enemigo que parece haber mostrado una gran capacidad organizativa y de movilización de efectivos, así como una notable autonomía política».

Al norte de la cordillera, en la Asturias actual, la lucha tampoco fue sencilla: «la arqueología revela que el objetivo habría sido la división del ejército en fuertes columnas que avanzarían a un mismo tiempo siguiendo distintos cordales con el fin de controlar la totalidad del territorio y ahogar cualquier foco de resistencia».

Fuentes: lavozdegalicia.es | la vozdegalicia.es | 22 de octubre de 2019

Descubren una mochila de un guerrero de la Edad del Bronce preparado para una gran batalla

Algunos de los elementos encontrados en la mochila extraviada. Foto: Universidad de Greifswald.

Un revoltijo de herramientas en el barro: fragmentos cilíndricos de bronce, un cuchillo también de bronce, un punzón de bronce con mango de abedul, un cincel pequeño, tres alfileres y una espiral de bronce...
Todos estos artefactos fueron descubiertos en 2016 por un grupo de arqueólogos alemanes, dirigidos por Tobias Uhlig (izquierda), que excava desde hace diez años en las inmediaciones del río Tollense, una cinta estrecha de agua en el norte de Alemania, a 120 kilómetros de Berlín.

A pesar de que la bolsa que los contuvo se ha degradado, el barro ha conservado perfectamente todos estos objetos que cuentan una interesante historia. La historia de un guerrero que durante una cruenta batalla perdió –o se dejó– allí sus pertenencias.
Dicha bolsa contenía un cuchillo de bronce con una hoja curva, un punzón decorado con una escala y filas de triángulos, y un cincel de bronce, junto con una variedad de restos del mismo metal y pequeños lingotes. Las marcas de desgaste en el cincel sugieren que alguien probablemente lo usó para cortar fragmentos de bronce como los hallados. La hoja curva del cuchillo, con refuerzo estructural en la parte posterior, parece como si alguien hubiera reciclado una hoz para hacerlo. También había algunos tubos de bronce laminado que que funcionarían como una forma de monedas.

Cilindros de bronce. Foto: Volker Minkus, Copyright Agencia Estatal del Patrimonio Cultural en Mecklemburgo-Pomerania Occidental).

Esencialmente, este conjunto de elementos se parecería al tipo de cosas que uno llevaría si quisiera intercambiar o reciclar una pequeña cantidad de chatarra de bronce por otras cosas. La gente en Europa en aquellos tiempos aún no había comenzado a usar monedas, pero los lingotes y restos de bronce y cobre estaban empezando a convertirse en una forma temprana de moneda: la idea de usar pequeños trozos de metal para el intercambio se estaba imponiendo, pero aún pasarían siglos antes de que la gente decidiera estandarizarlos. Llevar algo de chatarra como medio de trueque probablemente no era inusual en ninguna parte de la Edad de Bronce en Europa, si bien el contenido de lo hallado sugiere que su propietario no era local.

Así se veían los restos del juego de herramientas y armas cuando los arqueólogos lo encontraron en el fondo del río. Fotografía de F. Nagel; dibujo de T. Uhlig.

La primera gran batalla de la historia... y una mochila perdida

En 1996, los arqueólogos descubrieron en esta zona las primeras pistas de una batalla de grandes dimensiones hacia el año 1250 a.C. Desde 2009, y a lo largo de las sucesivas campañas llevadas a cabo por arqueólogos del Departamento de Mecklenburg-Vorpommern de Preservación Histórica (MVDHP) y de la Universidad de Greifswald (UG), han salido a la luz 1.200 restos óseos pertenecientes a 140 individuos, además de numerosos restos de equinos, armas y objetos de bronce. Las fracturas que presentan los huesos hablan de un intenso combate cuerpo a cuerpo, y los investigadores piensan que en el conflicto participaron al menos 4.000 combatientes, de los que aún esperan encontrar más restos.

Según sus huesos, los muertos eran abrumadoramente masculinos, jóvenes y en buena forma. Para los arqueólogos, ese tipo de individuos sugiere fuertemente un grupo de soldados. Muchos de sus huesos muestran evidencias de fracturas y cortes óseos curados, lo que indica que muchos eran veteranos de otros conflictos en los que habían sobrevivido para acabar muriendo en esta batalla por el posible control de un cruce de ríos importante.

Los huesos estaban muy juntos en algunas partes de la excavación, tal como se ve en esta foto de 2013. Un área de 12 metros cuadrados contenía 1478 huesos, incluyendo 20 cráneos. FOTO: LANDESAMT FÜR KULTUR UND Denkmalpflege Mecklenburg-Vorpommern / LANDESARCHÄOLOGIE / C. HARTL-REITER.

La revista Antiquity acaba de publicar los resultados del estudio de los treinta y un objetos –perfectamente preservados– que aparecieron en el fondo del río Tollense, contenidos en la bolsa del guerrero desconocido, de la cual sólo se han conservado tres cilindros finos de chapa de bronce perforados con clavos, también de bronce, que aún estaban unidos en cada extremo y que parecen haber sido los cierres de esta especie de mochila.

Caja de cinturón (bronce) decorada con incrustaciones orgánicas. Foto: Joachin Krüger (Universidad de Greifswald).

Según los autores del estudio, los análisis de ADN realizados a los huesos y las pruebas con isótopos muestran que algunos de estos hombres no eran de la región, sino que llegaron de zonas muy alejadas.
El profesor Thomas Terberger, del Departamento de Historia Pre y Temprana de la Universidad de Gotinga, dice: "Este es el primer descubrimiento de pertenencias personales en un campo de batalla y proporciona información sobre el equipo de un guerrero. El bronce fragmentado probablemente se usó como una forma de moneda. El descubrimiento de este nuevo conjunto de artefactos también nos proporciona pistas sobre los orígenes de los hombres que lucharon en esta batalla y hay cada vez más pruebas de que al menos algunos de los guerreros vinieron del sur de Europa Central''.

Esta teoría quedaría confirmada con el hallazgo de este conjunto de artefactos, puesto que la similitud de los objetos de la bolsa con otros que se han descubierto en otros yacimientos del sur de Alemania y el este de Francia sugieren que, en efecto, algunos de estos guerreros recorrieron enormes distancias para participar en esta batalla. Esto demostraría que las sociedades de la Edad del Bronce europeo alcanzaron un grado de organización importante. Gracias a ello, los líderes de los distintos grupos eran capaces de movilizar a guerreros procedentes de tierras lejanas a pesar de la falta de una buena red de comunicaciones en este período.

Cráneo encontrado en el valle de Tollense con una herida mortal causada por una punta de flecha de bronce.

Una de las preguntas persistentes sobre el juego de elementos de bronce hallados, así como muchos de los huesos y armas encontrados en el fondo del río Tollense, es si estos elementos simplemente terminaron donde alguien los dejó caer en sus momentos finales o si los vencedores los arrojaron al río inmediatamente después de la batalla como ofrenda ritual. Téngase en cuenta que en los campos de batalla posteriores en el norte de Europa, la gente de la Edad del Hierro a menudo depositaba los huesos cuidadosamente preparados y las armas deliberadamente rotas de sus enemigos caídos en ríos, lagos y pantanos.

Fuente: nationalgeographic.com.es | arstechnica.com | eurekalert.org | 21 de octubre de 2019

La herramienta de hace 50.000 años que demuestra la inteligencia de los neandertales

Lasca de perdernal con alquitrán en su extremo (Rijksmuseum Van Oudheden).

Negro y espeso alquitrán y una lasca de pedernal (sílex). Esta herramienta hecha hace 50.000 años por neandertales puede parecer una construcción simple para los tiempos que corren -con superordenadores, exploración espacial...-, pero es en realidad la muestra de una inteligencia superior.
Apareció en 2016 en la playa artificial holandesa de Zandmotor, cerca de La Haya, la cual se había creado con arena dragada del fondo del Mar del Norte. El sitio se convirtió entonces en un tesoro para los arqueólogos por la gran cantidad de artefactos prehistóricos que comenzaron a aparecer. No es que surgieran por arte de magia. La tierra usada era parte de la estepa (Doggerland) que conectaba el Reino Unido y los Países Bajos durante la última glaciación.

Hallazgo

El utensilio no deja de ser lo que ya se ha visto muchas otras veces: un pequeño trozo de sílex con los bordes afilados. Hay, sin embargo, un elemento que lo convierte en excepcional. Unas cuantas gotas de alquitrán de abedul situadas en su extremo que, al endurecerse, permitió a los neandertales usar la herramienta como raspador para las pieles de animales o cuchilla para cortar fibra vegetal.
Los neandertales podrían haber usado el alquitrán de abedul para unir herramientas de piedra a mangos de madera, aunque esta en particular probablemente tenía un agarre hecho solo de alquitrán, ya que no hay huellas de un eje de madera o hueso, lo que habría permitido aplicar más presión al pedernal sin cortarse las manos.

Utensilio excepcional

“La producción de un adhesivo de este tipo fue un desarrollo tecnológico importante, que demuestra una tecnología compleja y una capacidad cognitiva avanzada. Los complejos conocimientos necesarios para su producción se mantuvieron en pequeños grupos con vidas altamente móviles del noroeste de Europa”, escriben los autores del estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS).

El equipo liderado por Marcel Niekus (izquierda), un arqueólogo de la Foundation for Stone Age Research, es que los neandertales podían realizar tareas complejas y de varios pasos, algo que se apoya en otros descubrimientos recientes como el hecho de que hacían joyas, tenían un agarre de precisión e incluso pudieron haber pintado arte rupestre.

Tecnología compleja

La datación por radiocarbono indicó que la pieza tenía 50.000 años de antigüedad, remontándose a una época anterior a la llegada de los humanos modernos a la zona. El alquitrán, que se ha preservado gracias a las condiciones frías y sin oxígeno de los sedimentos del fondo del mar, podría haber sido un elemento esencial entre las herramientas de la Edad de Piedra.

Los investigadores trataron de recrear la fabricación del utensilio, recogiendo tiras de corteza de abedul, en un proceso que necesita al menos 40 kilos de madera. Amontonaron arcilla sobre ellas y le prendieron fuego para calentar la corteza hasta los 300 o 400 grados, suficientemente caliente como para producir alquitrán espeso, ya que la corteza resinosa se desintegró.

Al comparar la composición química del alquitrán moderno y sus impurezas con el alquitrán antiguo, los expertos descubrieron que los neandertales probablemente usaban el mismo procedimiento. Pero fabricar suficiente alquitrán para adornar una herramienta poco notable fue indudablemente difícil sin cerámica para recogerlo a altas temperaturas y almacenarlo.

Los humanos modernos de Sudáfrica utilizaban adhesivos desde hace 100.000 años (Rijksmuseum Van Oudheden)

“Esta es una pequeña pieza fea que ni siquiera fue retocada ni moldeada”, admiten los arqueólogos. “El hecho de que hayan usado este procedimiento en un objeto tan simple sugiere que usaron adhesivos de manera regular”, añaden. El alquitrán de abedul también se ha encontrado en otros restos neandertales de hace 200.000 años en Campitello (Italia) y en Königsaue (Alemania), donde las evidencias tiene alrededor de 50.000 años de antigüedad.

Los neandertales de Italia también podrían haber usado resina de pino hace unos 50.000 años. El problema de esta sustancia natural es que no es tan flexible, lo que hace que los investigadores piensen que el alquitrán de abedul probablemente fue su primera opción. También hay rastros de betún encontrados en contextos neandertales hace entre 42.000 y 70.000 años.

Para poner el hallazgo en contexto, hay que saber que los humanos modernos producían adhesivos en Sudáfrica desde hace aproximadamente 100.000 años. Debido a que tales hallazgos rara vez se conservan, “esto no prueba definitivamente que no haya adhesivos de humanos modernos o neandertales más antiguos. Simplemente no los hemos encontrado todavía”, concluyen los investigadores.


Fuente: lavanguardia.com | 22 de octubre de 2019

Los melanesios heredaron secciones largas del genoma de los neandertales y denisovanos que pudo ser ventajoso

Se sabe que los melanesios tienen algunas de las tasas más altas de ascendencia de nuestros parientes humanos arcaicos ahora extintos. FOTOGRAFÍA DE MANGIWAU

Muchas personas tienen ADN que heredaron de homínidos extintos como los neandertales, y ahora sabemos que en algunos casos no se trata solo de pequeños fragmentos sino de largos tramos.
Durante la última década, el análisis genético del ADN humano ha revelado que Homo sapiens arcaicos se cruzaron muchas veces con otros homínidos como los neandertales. El resultado es que el ADN heredado de estos grupos extintos se puede encontrar en muchas poblaciones humanas de hoy en día.

En particular, todas las personas cuyos ancestros primarios salieron de África tienen ADN neandertal, mientras que muchas gentes de Asia, especialmente del sudeste asiático, tienen ADN de los misteriosos denisovanos. Parte de este ADN pudo haber sido ventajoso para los humanos modernos.

Sin embargo, estos estudios se han limitado a analizar pequeños trozos de ADN. "La mayoría se han centrado en observar los cambios en las variantes de un solo nucleótido (SNV, siglas en inglés)", dice Evan Eichler (izquierda), de la Universidad de Washington, en Seattle. Esto significa que solo una "letra" de un gen ha sido alterada.

Eichler y su equipo han ido más allá al estudiar ahora variantes en el número de copias (CNV, siglas en inglés), según publican en Science. "Este es uno de los primeros trabajos de investigación que analiza eventos más grandes como eliminaciones y duplicaciones de la secuencia genética", dice. Estos cambios genéticos más grandes, fruto de una presión selectiva más fuerte, habrán tenido efectos más importantes en la biología humana.

Los investigadores han observado el ADN de las personas de Melanesia, ya que los niveles de ADN neandertal (1-3 %) y denisovano (3-5 %) son más altos en esta población, y han encontrado en el mismo evidencias de fragmentos mucho más largos de ADN arcaico.

En concreto, dos grandes piezas de ADN que se originan a partir de estos antiguos homínidos. Uno está en el cromosoma 16 y proviene de los denisovanos, el cual contiene dos secciones duplicadas (presente en el 79% de los melanesios). El otro está en el cromosoma 8 y proviene de los neandertales, e incluye tanto una eliminación como una duplicación (presente en el 44% de los melanesios).

Grandes CNV adaptativas aquiridas por introgresión en los cromosomas 8p21.3 y 16p11.2 en los melanesios.
Las lupas resaltan las diferencias estructurales entre los genomas arcaicos (arriba) y de referencia (abajo). Los haplotipos de neandertal (rojo) y denisovano (azul) que abarcan grandes CNV ocurren a altas frecuencias en melanesios (44 y 79%, respectivamente) pero están ausentes (negro) en todos los no melanesios. Estos CNVs crean genes seleccionados positivamente (TNFRSF10D1 , TNFRSF10D2, y NPIPB16) que están ausentes en el genoma de referencia.

Las duplicaciones son significativas porque permiten mantener el gen original, si este es útil, mientras que la copia puede cambiar libremente y potencialmente desarrollar una nueva función. "Una duplicación es un tipo de mutación que te permite tener tu pastel y comerlo también", dice Eichler.

Ambos fragmentos de ADN muestran signos de haber sido seleccionados por la evolución y parecen haber sido ventajosos, razón por la cual se han vuelto más comunes en la población melanesia a lo largo de los siglos. No obstante, aunque es completamente posible que semejantes fragmentos hayan sido importantes en algún momento del pasado, puede que ya no tengan influencia en provocar riesgos de enfermedad en las poblaciones modernas. Se necesitan más análisis para descifrar tal circunstancia.
Prueba de funcionamiento

Esta duplicación de genes ha creado una variación del número de copias. El cromosoma ahora tiene dos copias de esta sección de ADN, en lugar de una.

"Los homínidos arcaicos han contribuido al éxito de los 'Homo sapiens' que abandonaron África", dice Eichler. Los neandertales y los denisovanos vivieron en Europa y Asia durante cientos de miles de años antes de que determinados humanos modernos salieran de África, sufriendo adaptaciones evolutivas debido a los diferentes climas, alimentos y enfermedades. "Estos genes útiles heredados fueron una especie de prueba en nuestros precursores", dice Eichler. "Básicamente, fueron prestados".

Ahora bien, no está claro cuáles han sido las ventajas derivadas de ello. "Creo que el mayor desafío es probar su función", dice Eichler. Lograrlo es difícil, dado que este tipo de genes solo se encuentran en humanos -los estudios en animales (simios) no pueden ayudar-, y además se han duplicado y luego se han alterado sutilmente. "Estás hablando de un conjunto de genes que son la peor pesadilla para un genetista".

Fuentes: newscientist.com |cosmosmagazine.com |skystatement.com | 17 de octubre de 2019

Descubren una cueva sepulcral de 5.000 años en Santomera (Murcia)

Los arqueólogos accediendo al interior de la Cueva de las Muelas en una complicada maniobra/ Patrimonio Santomera.


Sus descubridores la han bautizado como Cueva de las Muelas. Quizá por su inaccesibilidad, ha permanecido inadvertida durante siglos, puede que milenios. Apenas una grieta en un abrigo de la pared de la Sierra de Orihuela, en Santomera. Sin embargo, una inesperada oquedad en su interior esconde algo que podría contribuir a arrojar luz sobre el pasado remoto de la región. Se trata de los restos óseos de entre cinco y siete personas (de momento), de unos 5.000 años de antigüedad, según estiman los arqueólogos.

“Podrían ser los primeros habitantes de Santomera, nuestros antepasados más antiguos”, aventuran desde Patrimonio Santomera, la asociación responsable del hallazgo.
Consideran que los huesos “no pertenecen a la época argárica (entre el 2300 y 1500 a.C.). Con toda probabilidad, son del neolítico o calcolítico”. En todo caso, “se requiere un estudio más en profundidad para sacar conclusiones definitivas”.

Los argáricos acostumbraban a enterrar a sus muertos bajo la vivienda. Las cuevas sepulcrales, en cambio, son típicas del Calcolítico o Edad del Cobre (del 5000 al 3000 a.C.).
El hallazgo tuvo lugar el pasado mes de diciembre, cuando Miguel Pallarés, miembro de Patrimonio Santomera, se asomó a la minúscula grieta durante una prospección: “Al principio pensé que era una madriguera”, relata.

Entorno de la Sierra de Orihuela donde ha sido hallada una decena de enterramientos / Patrimonio Santomera

Ésta, sin embargo, se reveló como algo mucho más interesante: conducía a una sorprendente sima de siete metros de profundidad oculta en la montaña. Con el fin de explorar este capricho natural y ya sospechando que podría contener restos arqueológicos, dos técnicos de la asociación lograron penetrar por ella y descender con cuerdas hasta el fondo del pozo. Allí descubrieron, dispersos, los huesos.

Poblado cercano

No muy lejos de la Sima de las Muelas se alza el cabezo Malnombre. En las faldas de este monte existen evidencias de asentamientos humanos que, se cree, se remontan al Calcolítico.
“Eso y la cercanía del cabezo de la Mina nos puso sobre la pista de que debía haber enterramientos en el entorno”, explican desde Patrimonio Santomera.

De hecho, el de las Muelas es sólo uno de los diez sepulcros, algunos múltiples, que los investigadores han localizado en la zona. Se extienden a lo largo de kilómetro y medio por la pared de la sierra y en el Cabezo de la Mina, todos en pequeñas cuevas: “Algunos cuerpos están enterrados; otros, metidos en grietas”.

Según los arqueólogos, todo apunta a que los enterramientos están conectados entre sí y en relación al cabezo Malnombre.

 Interior de la Cueva de las Muelas/ Patrimonio Santomera
Interior de la Cueva de las Muelas/ Patrimonio Santomera

Culturas perdidas

En los yacimientos no han sido hallados hasta el momento adornos, armas o utensilios que puedan proporcionar pistas sobre cómo fueron las vidas de sus ocupantes. Poco o nada podemos saber sobre sus creencias o su visión del mundo.

Sí podemos aventurar que observaron algún tipo de culto animista, vinculado a la tierra y sus ciclos, que dotaba a la montaña de carácter sagrado. Por esta razón hubieran elegido los recovecos de la sierra de Orihuela para enterrar a los suyos.

Se plantea también la posibilidad de que esta gente sepultara únicamente partes del cuerpo, puesto que, por ahora, los arqueólogos sólo han encontrado fragmentos de cráneos, vértebras y costillas, mandíbulas, pelvis o falanges. En todo caso, la investigación se halla en su fase inicial y toda conclusión es precipitada.

Finalizada la primera prospección y redactada la memoria, Patrimonio Santomera se propone solicitar a la Dirección General de Bienes Culturales el permiso para iniciar una segunda campaña. Se muestran seguros de que ésta traerá nuevos hallazgos que ayudarán a comprender mejor el mundo de nuestros ancestros: “No descartamos el descubrimiento de más enterramientos”, consideran.

Contemplando el paisaje desde la Cueva de las Muelas al atardecer, esto parece más que posible: La cima del cabezo Malnombre queda a nuestros pies mientras las grajas vuelan en círculos sobre nosotros. Más allá se ve el cabezo de la Mina. Ambos montes están repletos de huellas arqueológicas de nuestro pasado como especie.

La pared de la sierra de Orihuela se extiende a ambos lados y cada recoveco parece la promesa de un inminente descubrimiento.

Fuente: eldiario.es | 20 de octubre de 2019