Un software saca a la luz dibujos ocultos desde la Prehistoria en el Campo de Gibraltar (Cádiz)

La cierva seminaturalista y los trazos esquemáticos descubiertos por Hugo Mira y Salvador Escalona en la cueva de Las Palomas, en Facinas (Tarifa).

En 1916, el francés Henri Breuil y el inglés Miles Burkitt descubrieron al noreste de Facinas, en Tarifa, cuatro cuevas en cuyas paredes aparecieron frente a sus ojos figuras humanas, ciervos, aves y caballos, como si se tratara de un museo del Prado del Arte Sureño impreso en la roca desde la Prehistoria. El hallazgo lo recogieron en Rock paintings of Southern Andalusia. A Description of a neolithic and copper age Art Group, editado por la Universidad de Oxford en 1929. Entre todas las representaciones destaca una cabeza de caballo de la época Paleolítica, es decir, de hace 20.000 años.

Los dibujos fueron multiplicándose con el tiempo a través de la investigación de otros expertos como Uwe y Uta Topper 60 años más tarde. Cabría pensar que el yacimiento estaba ya completamente analizado y registrado, después de que tantos ojos hubieran escudriñado todos sus rincones. Pero no es así. Gracias a las nuevas tecnologías de fotografía, los algecireños Hugo Alberto Mira y Salvador Escalona han sacado a la luz en las últimas semanas varios motivos que no se conocían porque no se habían visto: dos figuras de posible origen Paleolítico, junto a una seminaturalista de un cérvido y otra esquemática. Los abrigos de Las Palomas esconden todavía algunas sorpresas.
En el estudio del arte rupestre se ha generalizado, desde el desarrollo de la fotografía digital, el uso de nuevas tecnologías tanto para la conservación de los yacimientos, amenazados por la erosión, como para el registro de pictografías que el paso del tiempo han hecho invisibles para el ojo humano. En el caso del escáner 3D, mediante el empleo de un rayo láser, se puede generar una nube de puntos para reproducir virtualmente, de forma precisa, todo el abrigo, así como su aspecto visual, mediante la incorporación de cámaras, preservando el yacimiento para futuras generaciones y facilitando su acceso a investigadores. Además, las fotografías de alta resolución permiten detectar marcas dejadas por las herramientas con que se realizaron las pinturas, así como profundizar en las imágenes por medio de software y aplicaciones como DStretch, que hacen visibles figuras que antes eran invisibles a simple vista.

Este sistema DStretch es una herramienta diseñada por el americano Jon Harman, concebida para el estudio del ámbito del arte rupestre con el fin de revelar posibles formas aparentemente no visibles en este tipo de yacimientos. Es decir, detecta lo que el ojo no puede y que va a resaltar ciertos colores para identificar formas que normalmente no pueden ser vistas. En el caso de las cuevas de Las Palomas, el pigmento rojo revela nuevos dibujos hasta ahora desconocidos. "Por allí han pasado los prehistoriadores más importantes de España y Europa y ninguno pudo verlos", explica Hugo Alberto Mira, quien consiguió que el prestigioso doctor Hipólito Collado Giraldo, director del proyecto Handpas, hablara con Harman para que le instalara el software en una cámara que lo permite. De este modo, el algecireño pudo ver a través del objetivo directamente lo que la piedra esconde. No necesita hacer la foto y luego aplicarle el tratamiento, lo que facilita mucho su trabajo.

Fotografía original (izquierda) junto a la misma imagen tras aplicársele el tratamiento digital. Se aprecia el dibujo del zoomorfo de grafía extraña.

Mira y Escalona ya fotografiaron en 2017 por casualidad en las cuevas de Las Palomas, en aquel caso en el abrigo 4, unas manos imperceptibles al ojo humano. Tras un exhaustivo trabajo fotográfico y un posterior análisis de las imágenes digitalmente, casi 18 meses después mediante DStretch apareció como por arte de magia la primera imagen en negativo. Fue entonces cuando contactaron con Hipólito Collado, que verificó un descubrimiento que se pudo corroborar tras una nueva visita al enclave en febrero de 2019 por un equipo multidisciplinar de diferentes universidades y comunidades autónomas encabezado, entre otros, por José Ramos Muñoz y Diego Salvador Fernández Sanchez.
Tras este gran hallazgo y con la idea fija de que este gran conjunto de las Palomas aún no estaba agotado e iba a seguir aportando al arte rupestre del extremo Sur en España magníficos paneles de diferentes cronologías, Mira y Escalona continuaron trabajando hasta que a principios de año sacaron a la luz nuevos motivos, con una cronología paleolítica, principalmente por su estilo y similitud de su trazado con otros motivos similares ya datados y enmarcados en este periodo. Estos dibujos se encuentran situados en el mismo panel Paleolítico ya conocido en la Cueva de Palomas I.
Después de aplicar el software digital Dstretch localizaron la figura de un caballo con morfología redondeada, "posiblemente una yegua preñada semiacéfala, pues solo después del tratamiento digital, se aprecian la cola, pata trasera, parte de la línea cérvicodorsal, el vientre muy abultado, plasmando el artista su posible estado de gestación y un solo trazo en parte de la cabeza", explican los descubridores. "Con una longitud aproximada de 55 cm, y casi inapreciable sin tratamiento fotográfico, la parte delantera está afectada por una capa de calcita que cubre la zona del cuello, cabeza y patas delanteras". Este motivo, es similar al grabado de la yegua y équidos en la Cueva del Moro (Cádiz), descubiertos por Lothar Berman, y también al caballo pintado en la Cueva de la Pileta (Málaga).

El otro motivo, que aparece a la derecha de la figura del caballo, está en muy mal estado de conservación. Se le han aplicado varios tratamientos digitales diferentes y aun así no se consigue definir exactamente a qué tipo de animal representa. Se puede intuir un perfil trazado que podría ser un prótomo (cabeza) de caballo o cierva. "Su longitud total es de 35 cm y está realizado con un trazo grueso. Podemos apreciar parte del cuello, cabeza y orejas en forma de V, muy similares a los prótomos de ciervas en la cueva de Covalanas (Cantabria)".

Los siguientes motivos están situados a la izquierda del panel principal Paleolítico de la cueva. En la parte derecha aparece una figura esquemática formada por barras con una longitud de unos 30 centímetros y un grosor variable que va de los 8 mm a los 20 mm. Junto a este dibujo esquemático hay una figura seminaturalista de una cierva, deteriorada en su parte delantera afectada por una capa de calcita.

En la parte superior, Mira y Escalona descubrieron una pintura que es un misterio por ahora indescifrable. "Es un motivo que nos ha descuadrado por completo, por no poder enmarcarlo en ningún tipo de estilo reconocible en arte rupestre, pues se mezcla una cabeza de caballo, cornamenta de un cérvido, y la representación de las cuatro patas con trazos finos. Después de varias consultas y tratar con el software de tratamiento digital, pensamos que puede ser una falsificación, aunque quién sabe, pues no encontramos otra explicación a esta figura. Es muy extraño puesto que no existe nada comparable en otra cueva", explican.

Los descubridores de las nuevas pinturas entienden que, "debido a la importancia que tiene dicho conjunto rupestre y más aún con los hallazgos de las últimas visitas -las manos en negativo ya verificadas, el nuevo caballo o yegua, la figura del prótomo de caballo o ciervo- este enclave se posiciona como uno de los más importantes de la provincia de Cádiz".

"Es necesario una pronta actuación sobre el mismo para definitivamente actualizar y catalogar todos estos nuevos descubrimientos y tomar las medidas necesarias para su protección y puesta en valor. Como ejemplo a seguir es el trabajo realizado en la Cueva del Moro (Tarifa) o de las Estrellas (Castellar de la Frontera)".

Fuente: europasur.es | 22 de marzo de 2020

El catedrático Diego Ruiz Mata reivindica el papel del yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca en la historia de Occidente

El catedrático de Prehistoria, Diego Ruiz Mata, en el yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca. / FERNÁNDEZ HORTELANO.


La ocupación de la ciudad fenicia de Doña Blanca fue apenas una gota de agua en el mar de la historia de la humanidad. Tan sólo duró desde el siglo VIII a. de C. hasta el año 215 a. de C. pero la huella que ha dejado en la civilización occidental ha sido profunda. Durante ese tiempo debió ser una ciudad rica y próspera, muy poblada para su época, con unos mil quinientos habitantes en un enclave amurallado con sólidas defensas. Fue un verdadero emporio, a cuyo puerto llegaban naves procedentes de todo el Mediterráneo. Solo así se entiende que la colina artificial sobre la que se asientan sus ruinas (denominada tell por los arqueólogos) esté formada por las capas superpuestas de siete ciudades, con una potencia estratigráfica de nueve metros, que tuviera tres murallas diferentes y una capacidad económica suficiente para preparar el enorme gasto militar que supuso para Cartago la segunda guerra púnica.

Los Bárcidas la mimaron, Aníbal y Asdrúbal pisaron sus calles y sus barrios, su puerto, de siete hectáreas de extensión, exportó y recibió productos durante los tiempos de paz y de conflicto, y nunca reconoció la autoridad romana, ni después de perder la segunda guerra púnica que dio a Roma el control del Mediterráneo sobre Cartago y sus colonias. Se cree que los romanos, como represalia, obligaron a sus habitantes al destierro y condenaron al olvido a la orgullosa metrópolis, ordenando a geógrafos e historiadores evitar cualquier mención a la ciudad rebelde.

Durante siglos permaneció olvidada como una apartada meseta solitaria, en la que asomaban trozos de muros, habitáculos y oquedades de piedra, donde el ganado podía alimentarse y buscar cobijo sin que sus dueños tuvieran que preocuparse de vigilarlo.
El enclave no obstante corrió riesgos de destrucción: los monjes quisieron construir la Cartuja sobre esa elevación silenciosa y apartada, pero finalmente se decidieron por otro lugar. Se libró también de ser cantera para las ciudades vecinas, debido a la cercanía de otras explotaciones mineras de piedra. Quizá la existencia de una ermita con planta de cruz griega en su solar, una torre donde se rindió culto a Santa María de Sidueña y en la que sufrió cautiverio Blanca de Borbón, ayudó también a su conservación.

El enclave arqueológico, situado en el término municipal de El Puerto de Santa María. FERNÁNDEZ HORTELANO

El olvido fue a la vez maldición y bendición para Doña Blanca, cuyo nombre nunca se ha hallado inscrito en piedra, pero que el catedrático de Prehistoria, Diego Ruiz Mata, identifica con Gadir, ya que Cádiz era entonces una isla con un poblamiento fenicio ínfimo en comparación con la pujante metrópolis de tierra firme, situada entonces en la orilla del estuario del Guadalete, al pie de la Sierra de San Cristóbal.

Hoy el paisaje es muy distinto al que conocieron los Bárcidas, pero la ciudad fenicia ha sobrevivido a los siglos, al igual que la gran necrópolis que se conserva junto a ella, y naturalmente su antiguo puerto, que yace enterrado en la marisma. También, una parte de los vestigios arqueólógicos de la actividad industrial que se generó en la Sierra de San Cristóbal para mantener y alimentar la segunda guerra púnica.

El catedrático y arqueólogo Diego Ruiz Mata, explicando los restos de la bodega.

Se trata por lo tanto de la única ciudad completa de época fenicia que se conserva intacta: “Es la única que nos queda del mundo fenicio y fue el motor de la formación de Occidente”, afirma el catedrático y arqueólogo Diego Ruiz Mata, el único que ha dirigido las excavaciones que se han realizado en ella. Este hecho, unido a la conservación de la bodega completa más antigua del mundo en una cima de la Sierra, también de época fenicia, y a la valiosa necrópolis de 100 hectáreas, transforman este yacimiento, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1991, en un auténtico incunable dentro de la arqueología.

Se compone de 200 hectáreas de yacimientos arqueológicos, situados en el entorno único de una Sierra que encierra en su interior una sucesión de grandes cuevas cantera, creadas por siglos de extracción de piedra, auténticas catedrales subterráneas; pinares, un espacio natural privilegiado y una gran cantera a cielo abierto, aún en explotación, a cierta distancia de la zona arqueológica.
Con estos elementos, el catedrático propone crear un gran Parque Cultural, Lúdico, Turístico y Arqueológico, que ocuparía toda la parte frontal de la Sierra que asoma a la Bahía de Cádiz. La propuesta y la fundación con la que quiere materializar el proyecto (Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos), similar en algunos aspectos al Starlite de Marbella, contempla tres zonas diferenciadas.

La torre de Sidueña, la única construcción antigua que sobresale en el cerro fenicio. / FERNÁNDEZ HORTELANO

En primer lugar una zona cultural que se correspondería con los terrenos propiedad del Ejército, donde existen cuevas cantera y en el que se organizarían exposiciones de arte (escultura, pintura, instalaciones, performances con imágenes y sonido), transformando las cuevas artificiales en centros culturales para un público con cierto nivel económico, incluyendo también un restaurante. En esta zona militar iría también lo que Ruiz Mata denomina ‘arqueódromo’, donde los oficios tradicionales de la Baja Andalucía serían recuperados para hacer valiosas piezas de arte (cerámica, forja y cerrajería, madera). Este núcleo se vincularía con lo que el catedrático califica “alta cultura”, dirigida a un turismo cultural de excelencia.

En la zona más lúdica, correspondiente a la cantera de áridos pegada a la Cuesta del Chorizo, se instalarían zonas de música al aire libre y actividades deportivas. El catedrático lanza también la propuesta de transformar el cortijo de Las Beatillas en un Museo de la Historia Antigua del Vino.

Los vestigios arqueológicos de siglos de historia se asoman a las marismas de la Bahía de Cádiz. / FERNÁNDEZ HORTELANO

La base de este gran proyecto turístico, lúdico y cultural, será no obstante la zona arqueológica, la más importante de todas. Incluiría el yacimiento arqueológico del Castillo de Doña Blanca, la zona portuaria, la necrópolis y la bodega más antigua del mundo. La prioridad sería en principio retomar las excavaciones en Doña Blanca, restaurar la muralla del siglo VIII a. de C., y volver a desenterrar la bodega que se encuentra junto al ‘Balcón de la Bahía’, un mirador a 100 metros de altura, para las visitas. El catedrático propone potenciar el carácter didáctico del yacimiento: que las excavaciones puedan ser seguidas en vivo y en directo por visitantes y aficionados a la arqueología, con un cuerpo de voluntarios jubilados que los atenderían, siguiendo el modelo de algunos grandes museos.

Según las previsiones económicas del catedrático, este ambicioso proyecto, que tendría un alcance internacional, requiere de inversión privada y pública; pondría en valor el patrimonio de la Sierra de San Cristóbal y serviría para crear empleo y riqueza.

La ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca, cuya memoria intentaron borrar los romanos, se transformaría así en un lugar clave para el relanzamiento económico de la Bahía de Cádiz, y en un referente imprescindible para entender la historia de Occidente.

El profesor Diego Ruiz Mata, durante la presentación de la Fundación. / ANDRÉS MORA

Presentada la Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos en Bodegas Osborne
La bodega de Mora de Osborne acogió el jueves, día 5, la presentación de la Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos (FEFeMe), de la que forman parte catedráticos e investigadores relacionados con el ámbito fenicio y púnico. Científicos de universidades de Líbano, Israel, Túnez, Francia, Italia y España, además de una junta directiva, forman el Patronato, y su objetivo es la puesta en valor del patrimonio existente en el arco de la Sierra de San Cristóbal que se asoma a la Bahía de Cádiz, mediante la creación de un Parque Cultural, Arqueológico y Lúdico, para fomentar la investigación sobre la importancia de esta zona como origen de la cultura de Occidente y el fomento de un turismo de excelencia.

La fundación ya se ha puesto en marcha y tiene el apoyo del Ayuntamiento de El Puerto y la Universidad de Cádiz (UCA). Está presidida por el catedrático de Prehistoria Diego Ruiz Mata, y tiene a su alrededor asociaciones como Amigos de FEFeMe, Amicenes o los Amigos de la bodega de la Sierra (Abosierra), que constituyen su rama social para ayudar a poner en marcha el proyecto, para el que se busca financiación.

Fuente: diariodecadiz.es | 22 de marzo de 2020

Un estudio revela la existencia de perros miniatura durante el Imperio Romano

El Chihuahua es una raza procedente de México (iStockphoto).

Arqueólogos de la Universidad de Granada (UGR), con participación de científicos del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra y el Instituto de Historia del CSIC de Madrid, han revelado en un estudio que los romanos ya tenían perros miniatura como animales de compañía hace más de 2.000 años.

El tamaño de estos perros era similar al de algunas razas pequeñas actuales como el pequinés o algunos tipos de chihuahua, ha informado este lunes la UGR en un comunicado. El trabajo presenta el estudio zooarqueológico, osteométrico, paleopatológico y de bioquímica de isótopos, relativo a varias inhumaciones de perros encontradas en la necrópolis romana de Llanos del Pretorio, extramuros de la Córdoba romana y relacionados con cerca de setenta enterramientos humanos.

Restos

“En particular destaca especialmente un perro de pequeño tamaño (algo más de 20 centímetros de altura), miembros acortados y morro achatado, que hemos hallado en una fosa próxima a enterramientos humanos infantiles”, ha explicado el autor principal de este trabajo, Rafael M. Martínez Sánchez (izquierda), del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada.

El hallazgo constituye uno de los casos de perros micromorfos más antiguos reconocidos en el conjunto del Imperio Romano. Es difícil conocer el aspecto externo de este animal solo por los huesos -pelaje largo o corto, color o morfología de las orejas-, pero su estructura esquelética resulta similar a razas de tamaño pequeño actuales.

Entre los aspectos patológicos destaca una antigua lesión en una cadera y el hecho de mostrar evidencias traumáticas que apuntan a un sacrificio deliberado. El estudio de isótopos estables a través del colágeno óseo y esmalte dental apunta a un origen diferente para este ejemplar, con seguridad ajeno al entorno de la ciudad y quizá de origen lejano.

Un esqueleto del perro encontrado por los investigadores de la Universidad de Granada (EP)

Animal de compañía desde la antigüedad clásica

La existencia de perros de pequeñas dimensiones como animales de compañía, objetos de afecto y especial consideración por sus dueños, ya es conocida desde la Antigüedad clásica, hecho corroborado por textos, epigrafía e iconografía, ha señalado Martínez Sánchez. Autores clásicos como Plinio el Viejo y Claudio Eliano citan el gusto de las clases urbanas por estos animales, de los que se han llegado a conocer incluso epígrafes funerarios no muy diferentes a los conocidos para siervos o esclavos muy queridos.

El hallazgo, entre otros ejemplares, de un animal de pequeñas dimensiones y cráneo braquicéfalo en una necrópolis de la primera mitad del siglo I d.C. en el sur de Hispania abre nuevas interpretaciones respecto al papel de este tipo de animales en las relaciones entre perros y humanos a inicios de Nuestra Era en el mundo romano occidental, y sus implicaciones simbólicas en los rituales funerarios.

Fuente: lavanguardia.com | 23 de marzo de 2020

Un misterioso petroglifo mitad hombre mitad insecto aparece en Irán

Un misterioso petroglifo mitad hombre mitad insecto aparece en Irán - MOHAMMAD NASERIFARD

Una talla de roca única encontrada en el sitio de arte rupestre iraní de Teymareh con seis extremidades se ha descrito como parte hombre, parte mantis. Las tallas en roca, o petroglifos, de animales invertebrados son raras.

Entomólogos se unieron a los arqueólogos para tratar de identificar el motivo. Compararon la talla con otros en todo el mundo y con las criaturas locales de seis patas que sus artistas prehistóricos podrían haber encontrado. Publican resultados en Journal of Orthoptera Research.


La talla de 14 centímetros se vio por primera vez durante las excavaciones entre 2017 y 2018, pero no se pudo identificar debido a su forma inusual. Las seis extremidades sugieren un insecto, mientras que la cabeza triangular con ojos grandes y los antebrazos que agarran son inconfundiblemente los de una mantis religiosa, un insecto depredador que caza y captura presas como moscas, abejas e incluso pájaros pequeños. Una extensión en su cabeza incluso ayuda a reducir la identificación a un género particular de mantis en esta región: Empusa pennata.

Aún más misteriosas son las extremidades medias, que terminan en bucles o círculos. El paralelo más cercano a esto en arqueología es el Hombre Squatter (derecha), una figura de petroglifo que se encuentra en todo el mundo que representa a una persona flanqueada por círculos. Si bien podrían representar a una persona que sostiene objetos circulares, una hipótesis alternativa es que los círculos representan auroras causadas por descargas de plasma atmosférico.
Actualmente es imposible decir exactamente cuántos años tienen los petroglifos, porque las sanciones contra Irán prohíben el uso de materiales radiactivos necesarios para la datación por radiocarbono. Sin embargo, expertos examinaron el sitio de Teymareh y estimaron que los grabados se hicieron hace 40.000-4.000 años.

La aldea de Sarkubeh (provincia de Markazi, Irán) es la habitación humana más cercana al sitio estudiado. Foto: Mahmood Kolnegari.

Solo se puede adivinar por qué las personas prehistóricas sintieron la necesidad de tallar a un hombre-mantis en la roca, pero el petroglifo sugiere que los humanos han vinculado las mantis a lo sobrenatural desde la antigüedad. Según lo declarado por los autores, "el tallado atestigua, que en la prehistoria, casi como hoy, las mantis religiosas eran animales de misticismo y aprecio".

Fuentes: m.notimerica.com | blog.pensoft.net |16 de marzo de 2020

A la busca de los elefantes de Aníbal junto al Tajo

Vista de un meandro del río Tajo desde el yacimiento arqueológico de Caraca, en Driebes (Guadalajara). EQUIPO ARQUEOLÓGICO DE CARACA


El joven general cartaginés Aníbal Barca, de 27 años, debía volver a sus cuarteles de invierno en Qart Hadasht (actual Cartagena) tras arrasar Helmática (Salamanca). Corría la primavera o el verano del 220 a. C., y el militar se enfrentaba a dos obstáculos para lograrlo: la orografía –anchos ríos y elevadas montañas difíciles de cruzar por los 40 elefantes que lo acompañaban- y las belicosas tribus locales –carpetanos, vetones y olcades- que reclamaban venganza por la destrucción de sus campos y ciudades. Sin embargo, lo logró. Con solo 25.000 soldados derrotó a 100.000, aunque nadie sabe dónde se produjo con exactitud el desigual enfrentamiento, solo que fue a orillas del Tajo.

Ahora, el estudio interdisciplinar Datos históricos, arqueológicos y geológicos para la ubicación de la batalla de Aníbal en el Tajo (220 a.C), de los arqueólogos Javier Fernández (izquierda, equipo arqueológico Caraca-Driebes) y Emilio Gamo (Museo Nacional de Arte Romano) y los geólogos Miguel Ángel Rodríguez-Pascua, Andrés Díez-Herrero, María Ángeles Perucha y José Francisco Mediato del Instituto Geológico Minero de España (IGME), propone una hipótesis de dónde pudo darse la batalla: entre los municipios de Driebes e Illana, en Guadalajara.

Desde hace más de 200 años, los expertos han barajado diferentes ubicaciones (Toledo, Talavera de la Reina, Aranjuez, Colmenar de Oreja, Fuentidueña…) basándose en la descripción de la lucha que hicieron el griego Polibio de Megalópolis y el romano Tito Livio. En muchos casos sin corresponderse estos escenarios a las descripciones antiguas o evidencias arqueológicas.

Sin embargo, el nuevo estudio no solo tiene en cuenta estos relatos, sino también las características morfológicas del Tajo y el trayecto más lógico -el más corto y rápido- que debió emprender Aníbal para regresar a Cartagena.

Los autores del estudio están convencidos de que el general usó una antigua vía –luego mejorada por los romanos- que unía Complutum (Alcalá de Henares) con Cartago Nova (Cartagena) y que cruzaba el Tajo en las cercanías de Driebes, no lejos del oppidum (asentamiento fortificado) carpetano llamado Caraca. “La decisión de atacar ahí a Aníbal fue de los carpetanos, buenos conocedores del entorno y que les confería, además, el liderazgo dentro de la coalición con vacceos y olcades”, explica Emilio Gamo (derecha).

Pero los locales no tuvieron en cuenta la genialidad del invasor, que colocó sus tropas en los vados del río –los únicos lugares por donde se podía cruzar a pie-, con lo que los carpetanos tuvieron que concentrar sus guerreros en esos sitios y perdieron así su ventaja numérica: muchas tropas, pero poco espacio para combatir.

Para forzarles a cruzar, Aníbal construyó, además, una empalizada en paralelo al cauce. En los vados colocó fundamentalmente a la caballería y, tras la empalizada, a la infantería y a la mayor parte de los elefantes. Cuando los carpetanos intentaban atravesar el río, morían arrastrados por la aguas o abatidos por los jinetes cartagineses, que se sustentaban mejor en el lecho fluvial. La profundidad en las zonas vadeables pudo alcanzar el metro y medio y la velocidad de la corriente hasta un metro por segundo. Tito Livio lo confirmó en sus escritos: “Algunos, arrastrados en dirección al enemigo por la corriente llena de rápidos, fueron aplastados por los elefantes”, un fenómeno que se produce en zonas de meandro, “donde la trayectoria helicoidal del agua hace pasar un objeto flotante de una orilla a otra”.

Sin embargo, “la dinámica fluvial en ríos meandriformes está caracterizada por la alta variabilidad [del cauce] en el tiempo”, indica el estudio. ¿Cómo se sabe, por tanto, que la batalla fue en las cercanías Driebes e Illana y no en otro lugar, si los meandros han podido cambiar en 2.200 años? El informe explica que “en Driebes los condicionantes tectónicos y geomorfológicos” han determinado sobremanera la “dinámica fluvial” del tramo. La clave está en la conjunción de distintos factores geológicos que posibilitan la persistencia de los vados, por ejemplo la existencia de fallas con actividad tectónica cuaternaria (últimos dos millones y medio de años). “Estos factores hacen posible que los vados que vemos ahora sean probablemente los mismos, o en parecida situación, que los existentes en época de Aníbal”, indica el informe.

Cerro de la Virgen de la Muela visto desde el noreste, se observa el trazado de la vía Cartago Nova-Complutum.


Además, la investigación geomorfológica realizada en torno a Caraca “revela la existencia de una estructura cuadrangular posiblemente de origen antrópico [humano]”, que podría corresponder a la empalizada de Aníbal, mientras que un surco delante de ella sería su “foso frontal”. Igualmente, se ha determinado “un elemento geográfico que pudo tener un papel importante en la batalla: el cerro de El Jardín, al sureste de la empalizada, y desde donde el general pudo observar todo el escenario de la batalla, así como el 'oppidum' de Caraca y usar el montículo para ocultar a los ojos del enemigo su escolta y la caballería ligera”.

Con las tropas carpetanas ya desorganizadas y diezmadas en el cauce del Tajo, Aníbal decidió pasar a la ofensiva, como describe Polibio: “Al final cruzó el río él mismo con su escolta, atacó a los bárbaros y puso en fuga a más de cien mil hombres”.

Este estudio se inserta en una serie de investigaciones realizadas en la ciudad carpetano-romana y que ha sido posible gracias a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación de Guadalajara y los ayuntamientos de Diebes, Illana y Brea de Tajo, así como la Asociación de Amigos del Museo de Guadalajara.

El estudio interdisciplinar anuncia, además, que en futuras campañas arqueológicas se tiene la intención de realizar “una prospección sistemática del entorno para poder localizar evidencias del paso del ejército cartaginés”, incluidos las osamentas de los elefantes, aunque las fuentes clásicas no mencionan que hubiese muerto ninguno. Por eso, señala Gamo, “de momento, nuestra propuesta es una hipótesis de trabajo”.

UNA AVENIDA, UN ACUEDUCTO Y 27 MANZANAS


Las primeras prospecciones arqueológicas sobre la ciudad carpetano-romana de Caraca se llevaron a cabo a principios de los años ochenta del siglo pasado. El hallazgo fortuito en 1945 del llamado Tesoro de Driebes –un conjunto de joyas y objetos de plata carpetanos de casi 14 kilogramos- dio lugar a esta primera investigación. Pero no fue hasta 2016 cuando se retomó el proyecto de forma sistemática y se determinó, mediante técnicas geofísicas, que la ciudad en época altoimperial romana (siglos I-II d. C.) se extendía ocho hectáreas. Se concluyó que tuvo foro y termas y que el suministro de agua le llegaba mediante un canal de unos tres kilómetros, de los que solo se conservan 113 metros, según el estudio Las termas públicas de Caraca y su contexto urbano, de los arqueólogos Emilio Gamo y Javier Fernández Ortea.

La ciudad, desde el siglo I, se estructuraba en torno al Cardo Maximus (una gran avenida), que la atravesaba en sentido noreste-sureste y la dividía en dos. En esta gran vía desembocaban 18 decumani (perpendiculares), con lo que la ciudad se estructuraba en 27 manzanas. Los expertos han podido determinar así que el número de habitantes se aproximaba a los 1.800 y que cada uno de ellos disponía de 61,6 litros de agua diarios provenientes del acueducto, aunque sólo parte del agua se destinaba al consumo humano. Igualmente, el equipo de investigación ya ha calculado las dimensiones del foro (1.330 metros cuadrados). Era de planta rectangular y tras él había un edificio, posiblemente la basílica. Al este del foro, se ha localizado un edificio público de dos alturas con un pórtico y dos tabernas. Al sur, el georradar marca una estructura de unos 25 metros cuadrados, posiblemente un pequeño templo orientado hacia el Cardo Maximus.

Fuente: elpais.com | 22 de marzo de 2020

Las hienas prehistóricas y los humanos comparten patrones de migración

Los humanos prehistóricos abandonaron África por primera vez hace unos 2 millones de años. Ahora, una nueva investigación revela que las hienas aparentemente hicieron el mismo viaje, según publican investigadores daneses y alemanes en la revista Science Advances.

"Nuestro nuevo estudio muestra que los humanos y las hienas prehistóricas abandonaron África aproximadamente al mismo tiempo. Y al igual que los humanos, las hienas manchadas han tenido una migración extensa y compleja entre continentes. Podemos observar repetidos eventos de flujo de genes entre África y Eurasia", explica Michael Westbury (izquierda), autor correspondiente y postdoctorado en el Instituto GLOBE de la Universidad de Copenhague.

Los investigadores colaboraron con investigadores de la Universidad de Potsdam y secuenciaron genomas completos tanto de hienas manchadas modernas en África como de subfósiles de la hiena de cueva extinta de Europa y Asia.

LINAJES SEPARADOS

Anteriormente se creía que los dos tipos de hiena, la manchada y la de caverna, formaban un linaje evolutivo estrechamente relacionado. Los análisis de ADN publicados hace 15 años mostraron que los dos tipos de hiena estaban genéticamente entremezclados.

Hoy, sin embargo, gracias a los avances tecnológicos, los investigadores han podido obtener muchos más datos genéticos y muestran que esta mezcla genética es limitada. El nuevo estudio revela así una antigua separación.

Hiena representada en la Cueva de Chauvet (Francia)

"Los resultados ilustran muy bien el poder de los análisis de paleogenoma. La relación de las hienas manchadas y de la cueva no se pudo resolver utilizando datos de secuencias de ADN mitocondriales cortas o morfológicas y en realidad se discutió de manera bastante controvertida durante década", señala el profesor Michael Hofreiter, de la Universidad de Potsdam.
Si bien las hienas prehistóricas muestran algunas similitudes con los humanos en sus patrones de migración transcontinentales, los investigadores también encontraron signos de que los humanos modernos de la especie Homo sapiens tuvieron un impacto perjudicial en las hienas.

"El tamaño histórico de la población de hienas manchadas parece correlacionarse negativamente con el de los humanos después de hace aproximadamente 100.000 años, haciendo eco de resultados similares que encontramos para los herbívoros", apunta Rasmus Heller (izquierda), profesor asistente del Departamento de Biología de la Universidad de Copenhague.

Además, explica que se cree que los humanos han jugado un papel en la extinción de las hienas de las cavernas alrededor del final de la última Edad del Hielo.

Mapas: eventos de dispersión de las hienas

Eso significa que la coexistencia entre humanos y hienas, como la que existe entre humanos y otros mamíferos grandes, puede haber cambiado de ser relativamente benigna a perjudicial a medida que los humanos se hicieron más avanzados.

Los investigadores sostienen que su estudio revela nuevos aspectos de cuándo y cómo los animales se movieron a través de los continentes en la prehistoria.

"Nuestros resultados se ajustan a la hipótesis de que la migración animal puede haber ocurrido en pulsos durante los cuales varias especies migraron más o menos al mismo tiempo, posiblemente como respuesta al cambio climático. No obstante, se necesita más trabajo comparativo para confirmar esta hipótesis", señala Michael Michael Westbury, postdoctorado en el Instituto GLOBE.

Fuentes: bolsamania.com | cronicasdefauna.blogspot.com | 13 de marzo de 2020