Revelan la existencia de un puerto fenicio-púnico y romano situado en el antiguo archipiélago de Cádiz

Expertos de la Universidad de Cádiz, coordinados por el catedrático del área de Arqueología, Darío Bernal-Casasola, y los investigadores José Juan Díaz y Macarena Lara, del departamento de Historia, Geografía y Filosofía, han llevado a cabo diversos trabajos en el edificio Valcárcel, centro del antiguo paleocanal Bahía-Caleta, situado entre las islas Erytheia y Cotinusa en el antiguo archipiélago de Cádiz, que han permitido identificar los restos de un puerto fenicio-púnico y romano.

Este hallazgo, publicado en la prestigiosa revista Journal of Maritime Archaeology, muestra que esta zona era un refugio semiprotegido, que cuenta a día de hoy con abundantes restos cerámicos y arqueobotánicos. El acceso a este puerto tenía al menos 200 metros de ancho hacia el oeste, y la profundidad del agua disponible era inigualable en un contexto tan urbanizado, lo que no representaba ninguna limitación para el calado de los barcos (a más de 20 metros de profundidad). “La notable profundidad del puerto prerromano y romano, que supera ampliamente los calados de los mayores barcos que navegaban en la antigüedad, podría haber sido un problema para el fondeo (o anclaje), por lo que creemos que se podrían haber utilizado métodos alternativos para asegurar los barcos como el amarre, el atraque y la varada. El paleocanal todavía tenía más de 20 metros de profundidad en los primeros siglos de nuestra era, lo que revela que las dificultades para anclar todavía existían durante ese período”, como explican los investigadores en esta publicación científica.

Fotografía facilitada por la Universidad de Cádiz que recrea cómo era el archipiélago formado por dos islas (Erytheia y Cotinussa) separadas por un canal que tenía una intensa actividad. EFE

Estos estudios ponen de relieve el profundo compromiso de la Universidad de Cádiz con el estudio y conservación del patrimonio histórico y monumental y demuestran que no existe obstáculo arqueológico para la realización del proyecto de Valcárcel como futura sede de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Cádiz.

Además de ello, el relleno de este puerto, especialmente entre 20 y 40 metros, representa un archivo sedimentario de gran importancia para rastrear los primeros pasos de Cádiz desde su origen hasta el primer milenio de nuestra era. La abundancia de artefactos y biofactos muestra que este paleocanal fue un espacio “excepcional” que registró la historia de Cádiz. De hecho, se han identificado más de un centenar de fragmentos cerámicos correspondientes al período en que el canal estuvo activo y fue utilizado como puerto para actividades marítimas y comerciales, "una franja temporal que abarca desde la colonización fenicia arcaica y los primeros períodos imperiales romanos”.

Este importante descubrimiento ha sido posible gracias a dos estrategias metodológicas puestas en práctica e interrelacionadas: las excavaciones arqueológicas realizadas en la zona central del canal; y la perforación de sondeos geotécnicos profundos, una estrategia que ha sido muy eficaz en Cádiz hasta la fecha.


La importancia de la profundidad de este antiguo canal

Además de todo lo expuesto, hay que prestar especial atención a la notable profundidad de este paleocanal. “Su formación se debe a factores naturales y geológicos, y no a medios antrópicos (creados por el hombre). No se conoce la existencia de estudios geofísicos detallados realizados para determinar la profundidad máxima del canal, pero éstos deberán desarrollarse a la luz de estos nuevos hallazgos”, como defienden los investigadores de la UCA.

Asimismo, será necesario reevaluar la génesis geológica del mismo, ya que la profundidad de éste no descarta la tradicional creencia de que este antiguo canal natural fuese un paleocanal del río Guadalete, desechando con ello discusiones anteriores que aseguraban que dicho paleocanal tenía poca profundidad.

"Los trabajos desarrollados en Valcárcel, plantean otras dudas y son el punto de partida para futuros estudios que analicen, por ejemplo, la ausencia de depósitos fluviales en esta zona. Esta nueva evidencia demuestra cómo el interés de los hallazgos del Edificio Valcárcel no sólo conecta con la investigación histórico-arqueológica, sino también con la investigación geológica realizada en la Bahía de Cádiz”.

De hecho, se está llevando a cabo un estudio geoarqueológico detallado con el fin de obtener una cronología de los depósitos existentes y reconstruir las modificaciones paleogeomorfológicas (movilidad costera), pero también los cambios climáticos y los fenómenos extremos (tormentas, tsunamis, etc.) que se han dado en esta zona. La combinación de todos estos análisis proporcionará un nuevo conjunto de datos para reconstruir la paleodinámica del canal, el origen de la sedimentación teniendo en cuenta los factores humanos y naturales que afectan a este paisaje costero. Estos estudios serán realizados por especialistas de las universidades de Estrasburgo y Cádiz, junto con la colaboración de otras instituciones.

Ante todo, “debemos ser cautelosos, de manera similar a todas las investigaciones realizadas en las Ciencias Humanas y Experimentales; sin embargo, parece que estas investigaciones inician un cambio de paradigma en relación con la paleotopografía del antiguo archipiélago de Cádiz”, como concluyen los investigadores de la Universidad de Cádiz.

Fuente: Universidad de Cádiz| 23 de abril de 2020

Un momia de hace 3.600 años y su ajuar encontradas por españoles (Proyecto Djehuty) en Luxor

Detalle del sarcófago hallado.J. M. Galán/EFE

El Proyecto Djehuty, liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha hallado en la colina de Dra Abu el-Naga, en Luxor (antigua Tebas), un ataúd antropomorfo de la dinastía XVII del Antiguo Egipto (hace unos 3.600 años).
En el interior descansaba sobre el costado derecho la momia de una mujer de unos 15 o 16 años y 1,59 metros de altura con su ajuar: dos pendientes, dos anillos y cuatro collares, uno de ellos de gran valor. El hallazgo se enmarca en los trabajos de excavación llevados a cabo los pasados meses de enero y febrero en Luxor, durante la 19ª campaña de esta misión arqueológica.

El ataúd, de madera pintado de blanco, ha sido descubierto a unos metros del patio de entrada a la tumba-capilla de Djehuty (supervisor del Tesoro y de los trabajos artesanos de la reina Hatshepsut), junto a una pequeña capilla hecha en adobe del año 1600 a. C. El ataúd fue tallado en un solo tronco de árbol, probablemente sicomoro, y mide 1,75 de alto por 0,33 de ancho. Según los investigadores, el ataúd fue abandonado sobre el suelo por saqueadores de tumbas en época antigua. A pesar de ello, fue dejado con cierto cuidado y sin abrir.


Tras realizar una radiografía a la momia dentro de su ataúd, los arqueólogos descubrieron que llevaba dos pendientes en la oreja izquierda y dos anillos (uno en cada mano), uno de hueso y otro de vidrio azul con un engarce y un cordel alrededor del dedo. Sobre el pecho se habían colocado, formando un pequeño montón, cuatro collares de entre 61 y 70 centímetros de longitud. Dos de ellos están hechos con cuentas de fayenza (un tipo de cerámica artesanal con acabado vidrioso) de distintos tonos de azul. Un tercero combina cuentas de fayenza con cuentas verdes de vidrio.

“El cuarto collar es el más elaborado y valioso, pues está formado por 74 piezas de distintas formas talladas en amatista, cornalina y otras piedras semipreciosas que todavía no han sido identificadas, además de vidrio, y siete amuletos de fayenza. Un halcón de ámbar, representando al dios Horus, parece haber sido la figura central, flanqueado por dos escarabeos (amuletos egipcios con forma de escarabajo pelotero). Sorprende la riqueza del ajuar para una persona tan joven y con un ataúd relativamente modesto”, destaca José Manuel Galán (izquierda), investigador del CSIC en el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y Oriente Próximo y coordinador del Proyecto Djehuty.

En la zona de la necrópolis donde se han desenterrado estos objetos se ordenó enterrar a al menos tres reyes de la dinastía XVII y, junto a ellos, a algunos miembros de sus familias y cortesanos de la época residentes en Tebas. “En el yacimiento se ha hallado hasta la fecha una docena de ataúdes dejados sobre el suelo sin protección alguna, algo inusual. Además, el porcentaje de enterramientos infantiles y mujeres es también más elevado que en otras partes de la necrópolis”, detalla Galán.

Un pequeño ataúd dedicado a Djehuty

Al otro lado de la capilla de adobe, ha sido hallado un pequeño ataúd de barro, de 22 centímetros de largo por 15 de ancho, que todavía conservaba anudada la cuerda con la que se pretendía que permaneciera cerrado. En su interior se había depositado una figurilla humana de madera (shabti) envuelta en cuatro vendas de lino anudadas por el cuello y los tobillos. Las cuatro telas son distintas y una de ellas lleva una inscripción en horizontal, en escritura hierática con tinta negra y caracteres cursivos, que identifica al propietario como “El Osiris, Djehuty”. Esa misma etiqueta fue escrita en vertical sobre la parte delantera del cuerpo de la figurilla momiforme.


“Djehuty era un nombre relativamente popular entre 1600 y 1400 a. C. En este caso, la datación debe situarse en torno al año 1600 a. C., es decir, más de cien años antes de la existencia del personaje que da nombre al proyecto y que se hizo enterrar en una gran tumba no muy lejos del lugar de hallazgo del pequeño ataúd y su momia en miniatura. La tumba o la capilla a la que debe asociarse este último es todavía una incógnita”, explica el investigador del CSIC.

Sandalias, bolas de cuero y objetos de metal

En la misma zona del yacimiento, pero esta vez dentro de un pozo funerario, los investigadores hallaron durante la campaña del año pasado un par de sandalias de cuero teñidas y con la decoración repujada, incluyendo una pareja de gatos, íbices, una roseta, la diosa hipopótamo Tueris/Taweret y la figura del dios Bes. Por su tamaño y la presencia de dos divinidades asociadas a la gestación y el parto, las sandalias podrían haber pertenecido a una mujer que debió de vivir en torno al año 1600 a. C. Justo debajo de las sandalias, se ha descubierto una pareja de bolas de cuero rellenas de cáscara de cebada, unidas entre sí por un cordel. Podrían haber formado parte también de los bienes funerarios de una mujer.


De una época posterior (de la dinastía XX, en torno al año 900 a. C.), el proyecto ha sacado a la luz dos objetos de metal dentro del cuerpo de dos momias que habían sido descuartizadas y abiertas violentamente por los saqueadores en época antigua. “Paradójicamente, lo que buscaban con mayor ansia los ladrones, que era el metal y las piedras semipreciosas, fue los que no vieron por actuar demasiado rápido y con muy poca iluminación. Uno de los cuerpos conservaba todavía en su lugar una placa de estaño con el Ojo de Horus grabado en una de las caras, el cual protegería el cuerpo de la putrefacción. El estaño era en aquella época un metal valioso por ser muy escaso y son muy pocas las placas de este tipo que han sido halladas in situ”, explica Galán.


En el segundo cuerpo, en el lugar del corazón, se había colocado un puñado de tierra amarillenta y, sobre este, un collar de ocho plaquitas de plata recubiertas de oro. El collar debió de pasar desapercibido a los ladrones porque los encargados de la embalsamación derramaron resina sobre él, ennegreciendo así el oro. Las ocho plaquitas llevan cada una grabado un amuleto que, supuestamente, protegería de distintos males a quien lo llevara colgado al cuello. Tras limpiar de resina las placas, el collar ha vuelto a brillar como antaño.

Instalación de la réplica de un jardín funerario

La última campaña de esta misión arqueológica ha supuesto también la instalación de una réplica de un jardín funerario descubierto por los arqueólogosdel proyecto en 2017, a la entrada de una gran tumba del año 2000 a.C. Cada uno de los cuadrados en que se dividía este jardín de barro y adobe, conocido solo por la iconografía, conservaba los restos de plantas de hace 4.000 años.

Como se trata del único jardín funerario de este tipo bien conservado y documentado hasta la fecha, el proyecto, gracias a la financiación del American Research Center in Egypt (ARCE–USAID), encargó la realización de una réplica exacta del jardín en Madrid, en colaboración con Factum Arte. Esta fue trasladada a Egipto y ha sido montada sobre la estructura rígida que cubría y protegía el jardín original.

Miembros del equipo posando delante de la reproducción del jardín funerario (el original se halla debajo).

“Cuando dentro de un par de años los visitantes se acerquen a disfrutar de la decoración interior de la tumba-capilla de Djehuty y de su vecino Hery, podrán contemplar esta réplica de una de las estructuras más significativas de la necrópolis”, asegura el investigador del CSIC.

Investigación y musealización

El Proyecto Djehuty tiene como objetivo la excavación, restauración y publicación de una zona de la necrópolis de la antigua Tebas, en la orilla occidental de Luxor, en Egipto. La iniciativa toma su nombre de Djehuty, supervisor del Tesoro y de los trabajos artesanos de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres que ejerció de faraón en el antiguo Egipto y cuyo reinado se extendió durante 22 años en la dinastía XVIII, en torno al año 1470 a. C. Los trabajos arqueológicos y de restauración se centran también en la vecina tumba de Hery, fechada alrededor de 50 años antes.

Representación del ataúd de Hery cruzando el Nilo hacia su tumba.

La campaña de excavación ha contado con el apoyo y la ayuda financiera del Ministerio de Cultura y Deporte, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y, además, con el patrocinio de Técnicas Reunidas, la Fundación Palarq y casi 300 mecenas, que hicieron sus aportaciones a través de una plataforma online de crowdfunding.

Las 19 campañas de excavaciones llevadas a cabo hasta el momento por Galán y su equipo han dado numerosos frutos, como el descubrimiento del ataúd de Iqer (en torno al año 2000 a. C.), enterrado con sus arcos, flechas y bastones de mando; el ataúd alado de Neb (1600 a. C.), la cámara sepulcral del propio Djehuty, decorada por completo con pasajes del Libro de los Muertos (1470 a. C.); la denominada Tabla del Aprendiz, un pizarrín de escuela de esa misma época empleado para aprender a manejar el pincel escribiendo y dibujando; o los cincuenta ramos de flores del año 1000 a. C. aproximadamente.

El equipo en foto de familia junto al jardín funerario

Además de excavar e investigar de forma científica los hallazgos, el proyecto dedica esfuerzos y recursos a la conservación y musealización de las piezas halladas, así como a la conservación de los monumentos y musealización del yacimiento.

Fuente: csic.es | 24 de abril de 2020

Ver vídeo en este enlace.

Genomas islandeses aclaran el patrimonio genético neandertal de los europeos

Los científicos de deCODE genetics junto con colegas del Instituto Max Planck y universidades de Dinamarca e Islandia han publicado en Nature el primer estudio que utiliza los datos secuenciados de todo el genoma de una población para arrojar luz sobre el legado presente derivado del mestizaje entre humanos modernos y arcaicos hace más de 50.000 años.

En términos generales, los hallazgos respaldan estimaciones previas de que la mayoría de las personas fuera de África tienen aproximadamente un 2% de ascendencia arcaica, predominantemente el resultado de la hibridación repetida entre grupos de Homo sapiens y múltiples individuos neandertales. Los resultados también muestran más fragmentos genómicos significativos de lo que se esperaba de los denisovanos, otra especie humana arcaica que se cruzó igualmente con neandertales y Homo sapiens.

Pero la principal importancia de este estudio reside en la magnitud sin precedentes de los datos que se utilizaron para comprender la naturaleza e impacto de este legado arcaico. En su primera fase, el estudio utiliza los datos de toda la secuencia del genoma de unos 28.000 islandeses, casi un 10 por ciento de toda la población, y de 286 africanos subsaharianos analizados en el Proyecto 1000 Genomas. Un factor limitante en estudios anteriores ha sido la dependencia excesiva en buscar genomas modernos para secuenciar fragmentos derivados de solo tres individuos arcaicos de los que tenemos datos secuenciados de buena calidad: de dos neandertales y uno denisovano. Los autores le han dado la vuelta a este enfoque al utilizar las secuencias africanas como línea de base para los Homo sapiens sin introgresión de neandertales y compararlas con los datos secuenciados obtenidos de los islandeses. Los fragmentos cromosómicos resultantes encontrados en los islandeses, pero no compartidos por los africanos, incluyen un amplio catálogo de 15 millones de fragmentos arcaicos putativos.
Diagrama

Tras combinar fragmentos idénticos y superpuestos, los autores identificaron más de 50.000 fragmentos arcaicos que cubrían entre el 38 y el 48% del genoma legible. Estos contienen casi 400.000 variantes secuenciadas de una sola letra, y que están ausentes en las muestras africanas. Sorprendentemente, en las muestras islandesas los autores identificaron casi 300 "desiertos arcaicos" donde no hay fragmentos arcaicos; estos cubren casi el 25% del genoma, incluyendo todo el cromosoma X.

Para conocer mejor el impacto fenotípico de las variantes arcaicas, el equipo de deCODE las examinó en asociación con 271 fenotipos obtenidos de los datos de todo el genoma de 210.000 islandeses. Tras rechazar posibles asociaciones, en orden a eliminar las basadas en variantes casi no arcaicas, identificaron cinco variantes arcaicas con asociaciones importantes en el genoma. Una se había vinculado previamente a menores niveles del antígeno específico de la próstata (PSA) y el riesgo de padecer cáncer de próstata, pero no era conocida por tener un origen arcaico; otras dos reducen los niveles y la masa de la hemoglobina, respectivamente; una cuarta aumenta el tiempo que necesita la sangre para coagularse; y la quinta reduce muy ligeramente la altura.

"Ya sea individual o colectivamente, nuestro genoma nos permite aprender más sobre quién somos diciéndonos de dónde venimos. Este documento es como un informe ancestral para una rama de nuestro género ('Homo'), y nos dice que en este particular 'vecindario' no solo somos 'Homo sapiens', sino también descendientes de humanos arcaicos antiguos, especies primas cuyo linaje no se ha extinguido totalmente", dijo Kari Stefansson (izquierda), consejero delegado de deCODE y autor principal del trabajo de investigación.
"Estamos arañando la superficie de lo que significa este legado híbrido. Lo que sabemos es que, en los últimos 50.000 años, nuestra adaptabilidad y diversidad nos han permitido mezclarnos y desplazarnos, establecernos y prosperar en cada rincón del planeta de un modo que nuestros antepasados arcaicos no pudieron hacer. En estos días difíciles sería bueno recordar que nuestras diferencias son literalmente la huella de nuestro éxito y que por ello debemos ayudarnos unos a otros lo mejor que podamos".

Con sede en Reikiavik, Islandia, deCODE es un líder mundial en el análisis y comprensión del genoma humano. Utilizando su experiencia única en genética humana, combinada con una experiencia creciente en transcriptómica y proteómica de la población, y una gran cantidad de datos fenotípicos, deCODE ha descubierto factores de riesgo genéticos para docenas de enfermedades comunes y ha dado perspectivas claves sobre su patogénesis. El propósito de entender la genética de las enfermedades es utilizar esa información para crear nuevos medios de diagnóstico, tratamiento y prevención de las mismas. deCODE es una subsidiaria propiedad total de Amgen (NASDAQ: AMGN).

Fuentes: decode.com | prnewswire.com | 22 de abril de 2020

Perfil de una cráneo neandertal superpuesto sobre Islandia. Credit: Astrid Reitzel, Aaarhus University.

Los neandertales tenían madres mayores y padres más jóvenes

Cuando los antepasados ​​de los humanos modernos dejaron África, hace 50.000 años, se encontraron con los neandertales en Eurasia. Producto de esta hibridación, la población neandertal contribuyó con alrededor del dos por ciento de su genoma en las poblaciones no africanas actuales.
Ahora, una colaboración de científicos de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca, deCODE Genetics, en Islandia, y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, Alemania, ha llevado a cabo el estudio genético más completo hasta la fecha al utilizar datos obtenidos de 27.566 islandeses con el fin de descubrir qué partes de nuestro genoma contienen ADN neandertal y el papel que el mismo desempeña en los humanos modernos.

Como se ha dicho, cada persona de ascendencia no africana comparte alrededor de un dos por ciento de su ADN con los neandertales. Sin embargo, diferentes personas ostentan distintas piezas de este ADN neandertal, por lo que, cuando los investigadores las suman, pueden reconstruir al menos el 38 por ciento del genoma neandertal al emplear 14 millones de fragmentos de dicho ADN.
Foto: Recreación de la mujer de neandertal apodada Nana junto con la recreación de su hijo apodado Flint. Museo Nacional de Gibraltar. Kennis & Kennis reconstruction

Al comparar este ADN de origen neandertal con los genomas de los neandertales y denisovanos, los cuales se secuenciaron en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig, los investigadores encontraron que el ADN neandertal que se halla en los islandeses modernos era más similar a los restos neandertales hallados en Croacia que a los restos neandertales descubiertos en Rusia. Inesperadamente, también descubrieron que los islandeses llevan rastros de ADN de los denisovanos, pues anteriormente se pensaba que solo estaba presente en aborígenes australianos, en asiáticos orientales y en poblaciones de Papúa Nueva Guinea.

Hay dos posibles respuestas para esto último: o bien los hijos de neandertales y denisovanos hibridaron con el Homo sapiens transmitiendo el ADN de esta mezcla (neandertal y denisovana), o bien el Homo sapiens hibridó con los denisovanos antes que con los neandertales (hasta el presente, se pensaba que era al revés: que el Homo sapiens conoció a los neandertales y tuvo hijos con ellos, y solo decenas de miles de años después tuvieron hijos con los denisovanos). Ambas explicaciones son igualmente probables.

Diferencias en los patrones de mutación

En cada generación, los padres transmiten su ADN a sus hijos, y se sabe que la edad de los padres afecta en gran medida a los tipos de mutaciones que transmiten. "Al comparar las mutaciones genéticas en los fragmentos de ADN neandertal con los fragmentos correspondientes del ADN de los humanos modernos, encontramos que, en promedio, los niños neandertales tenían madres mayores y padres más jóvenes en comparación con los humanos modernos", dice Laurits Skov (izquierda), investigador de la Universidad de Aarhus y del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva.

Finalmente, los autores muestran que el ADN neandertal tiene en la actualidad un efecto relativamente poco importante en la salud y la apariencia humana. Los pocos casos en que el ADN neandertal tiene un efecto entre los islandeses conduce a padecer un riesgo bajo de cáncer de próstata, a tener, muy ligeramente, una altura más corta, una menor concentración de hemoglobina y un tiempo de coagulación de la sangre un poco más rápido.

Fuentes: phys.org | zand.news | 23 de abil de 2020

¿Qué comían los primeros homínidos?

Para realizar el trabajo los científicos compararon los datos morfológicos y el comportamiento biomecánico de la mandíbula de unas 30 especies de primates actuales con homininos extintos. / Pixabay

Hasta el año 2010, todos los estudios parecían apuntar que los homininos arcaicos y los primeros representantes del género Homo tenían una dieta basada en alimentos duros, que podían incluir nueces, semillas u otros frutos con una cáscara más o menos rígida. Pero investigaciones más recientes empezaron a plantear dudas sobre esta hipótesis.

“De hecho, los últimos estudios que se habían llevado a cabo mediante el análisis del rastro que dejan los alimentos sobre los dientes y estudios realizados con isótopos mostraban todo lo contrario”, comenta Jordi Marcé-Nogué (izquierda), profesor de la departamento de Ingeniería Mecánica de la Universitat Rovira i Virgili (URV) e investigador asociado al Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont (ICP).

Para cerrar el debate, el equipo de Marcé-Nogué durante su etapa como investigador en la Universidad de Hamburgo (Alemania), abordó el tema desde una perspectiva completamente diferente. Decidieron estudiar la morfología de la mandíbula y de la biomecánica de su aparato masticador.
Para ello, el grupo comparó datos de geometría morfométrica y biomecánica de análisis de elementos finitos de 30 especies de primates actuales y ocho especies fósiles de homininos (Australopithecus afarensis, Australopithecus africanus, Australopithecus sediba, Paranthropus robustus y Parantropus boisei, Homo rudolfensis y Homo erectus).

“El nombre de estas técnicas es enrevesado, pero básicamente consisten en estudiar la diferencia entre la geometría y el comportamiento biomecánico de distintas mandíbulas utilizando métodos computacionales que nos permiten analizar una gran cantidad de datos”, dice el investigador.
El resultado, publicado en la revista Scientific Reports, apoya la hipótesis de que los homininos como los australopitecos, los parántropos y el Homo erectus –el primer representante del género Homo– consumían mayoritariamente alimentos blandos, como frutos con cubiertas blandas (frutas y bayas).

“Estos resultados son coherentes con los últimos estudios que se han hecho utilizando otras aproximaciones y que supusieron un cambio radical en el conocimiento que teníamos de nuestros ancestros”, señala el experto.

Réplicas de cráneos de diferentes especies utilizadas en el estudio. / Jordi Marcé -Nogué

Lo que la dieta nos enseña

La dieta es uno de los elementos clave para estudiar las diferencias ecológicas y de comportamiento en los primates actuales y extintos. Las técnicas de geometría morfométrica y de análisis de elementos finitos no se habían aplicado nunca hasta ahora en este campo en combinación con técnicas de aprendizaje automático (machine learning).
“El hecho de poder disponer de tantos datos del comportamiento biomecánico de los primates actuales nos ha permitido utilizarlos para entrenar el ordenador con suficiente exactitud, y que después este haga predicciones con fiabilidad utilizando técnicas de aprendizaje automático”, explica el investigador.

En la actualidad, el equipo con el que trabaja Marcé-Nogué es el único que actualmente está utilizando la combinación de estas innovadoras técnicas para estudiar el registro fósil.

Fuente: agenciasinc.es | 22 de abril de 2020

Un estudio analiza la conducta de carnívoros salvajes en los yacimientos prehistóricos

Ejemplos de daño óseo inducido por pequeños carnívoros: (a) surcos y hoyos en el olecraneum de un cúbito (S2 / BO1); (b) surco en las epífisis proximales de un fémur (clase de tamaño 4) (S2 / OB4); (c) concurrencia de marcas de dientes y bordes crenulados en una escápula (S2 / OB3); (d) hoyos, pinchazos y puntajes en el cuello de una escápula (S2 / OB3). Escala = 1 cm. Scientific Reports.


Una investigación sorprendente ha unido en el empeño para avanzar nuestro conocimiento del pasado a prehistoriadores y… osos. Un equipo de investigadores ha publicado el lunes en la revista Scientific Reports un estudio experimental sobre la forma en que los carnívoros salvajes se aprovechaban de los restos de los animales cazados y consumidos por poblaciones humanas en el paleolítico.
El trabajo ha consistido en reproducir las condiciones de los campamentos neandertales provisionales y observar de qué manera los carnívoros alteran los espacios en que se han cocinado y luego lanzado los restos. El experimento se ha hecho con osos, dada la dificultad de encontrar en nuestro territorio lobos y no digamos hienas y leones, que eran los otros grandes carnívoros con los que se interrelacionaban entonces los cazadores paleolíticos. También porque el equipo tiene familiaridad fósil con ellos al excavar en las cuevas del Toll y Toixoneres, en Moià (Barcelona), un palacio de la fauna del cuaternario que incluye oso pardo actual (Ursus arctos) y de las cavernas (Ursus spelaeus). La investigación se ha realizado durante cinco años en el Alto Pirineo y en el Pallars (Lérida) con la colaboración de los equipos de seguimiento del oso pardo.

“Durante mucho tiempo habíamos visto que los carnívoros alteraron los yacimientos prehistóricos moviendo restos y haciéndolos desaparecer cuando se marchaban los humanos”, explica a este diario Jordi Rosell (izquierda), con Maite Arilla uno de los dos investigadores del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES) y del Àrea de Prehistòria de la Universitat Rovira i Virgili (URV) de Tarragona, que firman el artículo junto a Ruth Blasco, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CNIEH). “Así que para estudiar cómo se comportaban en el pasado hemos tratado de reconstruir las mismas condiciones y ver cómo lo hacen ahora, para extrapolar los datos”.

Rosell señala que reproducir un campamento neandertal es fácil: “Basta con encender una hoguera, hacer una costellada, con vaca y cordero, no recoger los restos, echar una siesta y marcharte, dejando cámaras con sensor de movimiento para observar lo que pasa”. Otra cosa es conseguir que los osos colaboren. “Trabajar con animales salvajes tiene eso, a veces no quieren ayudar. Por ejemplo, los osos solo quieren carne cuando salen de hibernación, de marzo a mayo, y el resto del año ni la tocan. Ha sido laborioso y hemos funcionado mucho por el sistema de acierto-error, pero tenemos vídeos muy interesantes que muestran la manera en que remueven los restos”.


El objetivo es conseguir suficiente información para crear modelos que permitan entender la forma en que estas acciones animales modificaron los yacimientos. “Los neandertales hacían campamentos provisionales que abandonaban con rapidez; los carnívoros acudían muy deprisa atraídos por los olores de la carne que se había cocinado y la posibilidad de encontrar comida fácil entre los despojos acumulados, haciendo entonces desaparecer restos, engulléndolos o llevándoselos, y modificando así lo que se convertiría en el registro fósil”. Los investigadores han podido comprobar que también los carnívoros pequeños (zorros, mustélidos como la marta y el tejón) alteraban la escena, y lo hacían asimismo aves como los cuervos, jugando un papel importante en la formación de los yacimientos.


Para Maite Arilla, "todos esos animales que merodeaban en los campamentos son auténticos fantasmas que modificaron lo que los prehistoriadores encuentran y que es con lo que han de recomponer el pasado".

Por su parte, Blasco subraya que el trabajo que han hecho abre una nueva perspectiva para entender los yacimientos paleolíticos, por ejemplo por qué hay tan pocas epífisis (extremos de los huesos largos). “Ahora empezamos a tener datos para evaluar la importancia del papel de estos animales y contraponerlo a los efectos causados por el consumo humano”.

Maite Arilla (izquierda), investigadora del IPHES, junto Ruth Blasco (CENIEH) durante uno de los experimentos - IPHES

El estudio ha contribuido a modificar la idea de que los neandertales solo cazaban animales grandes: es muy posible que los restos de los pequeños simplemente se los zamparan o se los llevaran los animales salvajes de la manera en que se ha observado en la investigación. En los campamentos de cromañón no pasaba porque los ocupaban de manera mucho más estable.

Fuentes: elpais.com | iphes-noticies.blogspot.com | 20 de abril de 2020

Los 40.000 kms de calzadas romanas en la Península: el mapa al detalle de las carreteras del Imperio

El mapa de las calzadas romanas en la Península Ibérica realizado por el arqueólogo Pau de Soto. Proyecto Viator-e.


En una de las escenas más irónicas de La vida de Brian, los integrantes del Frente Popular de Judea, tramando una operación para secuestrar a la mujer del prefecto Poncio Pilato, acaban enzarzándose en una discusión sobre los avances legados por sus invasores. La lista, culminada con la sarcástica pregunta de "¿qué han hecho los romanos por nosotros?", podría ocupar casi toda la película: el acueducto, el alcantarillado, los baños públicos, el vino, la educación, la sanidad… o las carreteras.
Roma fue una civilización pionera en muchos campos, fascinante, y que sustentó los pilares de su poder y dominio sobre medio mundo en un vasto entramado de calzadas que recorría más de 300.000 kilómetros, según los cálculos de los expertos. Los romanos construyeron vías principales que unían las grandes ciudades del Imperio y funcionaban como redes de transporte —sus trazados todavía encuentran reflejo en las infraestructuras actuales—, otras secundarias para conectar asentamientos más pequeños e incluso caminos esporádicos levantados por las propias legiones durante una campaña militar que luego eran abandonados.

Pero los habitantes de la antigua Roma y de sus provincias no disponían de un Google Maps que facilitase sus desplazamientos; tampoco de un plano preciso —más allá del Itinerario Antonino y la Tabula de Peutingeriana— en el que estuviesen dibujadas al detalle todas sus carreteras. Eso es lo que está realizando el investigador español Pau de Soto Cañamares, del Instituto Catalán de Arqueología Clásica, con el proyecto Viator-e, financiado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades: un mapa pormenorizado de las calzadas del Imperio romano de Occidente. Un monumental trabajo que nadie había ejecutado hasta ahora.

"Los estudios arqueológicos sobre vías romanas siempre están dedicados a ámbitos locales o regionales: los investigadores estudian muy detalladamente una calzada o una red local, pero cuando buscas información de un territorio amplio no existe o está incompleto, no hay ningún recurso en el que puedas ver el conjunto de las vías del Imperio romano con trazados precisos", señala Pau de Soto (izquierda) a este periódico. "Mi proyecto consiste en crear un mapa científicamente correcto para que la sociedad y los investigadores lo puedan consultar, descargar y, sobre todo, reutilizar en sus propios proyectos".

Los objetivos son documentar y digitalizar la totalidad de las calzadas que tejieron los romanos desde Germania hasta la Península Ibérica, pasando por el norte de África y Britania; así como analizar la estructura de la red de transportes para comprobar su impacto en la evolución política y económica de cada territorio y comprender la movilidad y la distribución de distintos productos, como monedas, cerámicas o ánforas. La iniciativa, lanzada en noviembre del año pasado, se encuentra todavía en fase primigenia, pero Pau de Soto ya ha completado el esqueleto de las calzadas de Hispania gracias a sus trabajos previos.


Los Vasos Apolinares (o de Vicarello). En los mismo están grabados los nombres y las distancias entre las distintas estaciones de la vía que llevaba de Gades a Roma, con unas 1.841 millas romanas.


Ampliando las 34 vías recogidas en el Itinerario Antonino, un documento del siglo III que recopilaba las rutas más transitadas del Imperio, el arqueólogo ha digitalizado "más de 1.000 tramos y unos 40.000 kilómetros de vías, tanto principales como secundarias". En el mapa, que aspira a ser dinámico y completado de forma colaborativa con los estudios aportados por otros investigadores, se detalla la información sobre cada segmento, como su cronología —es decir, cuándo se construyó y hasta cuándo se utilizó— o la vía a la que pertenecía. También se incluyen datos bibliográficos sobre los trabajos que han estudiado ese tramo concreto. Esas investigaciones son la principal fuente a la que se agarra el arqueólogo para su mapa, ahora centrado en el territorio de la Galia.

Calzada romana en el Museo Romano de Mérida. Wikimedia Commons

El mapa de Hispania

En el caso de Hispania, las primeras calzadas levantadas por los romanos, fundamentalmente de uso militar, se remontan a en torno el año 120 a.C en la zona de Cataluña. A medida que fueron conquistando la Península, dieron forma a una imponente red de infraestructuras viarias, como se puede apreciar en el mapa elaborado por Pau de Soto. Algunas de las más importantes fueron la Vía Augusta, de unos 1.500 kilómetros y que iba desde Cádiz hasta los Pirineos bordeando el Mediterráneo —como la A7 de hoy en día—, o la Vía de la Plata, desde Augusta Emerita (Mérida) hasta Asturica Augusta (Astorga).

Otro elemento epigráfico fundamental para conocer los trazados de las carreteras romanos son los miliarios, unas columnas cilíndricas de piedra de entre 2 y 4 metros de altura que indicaban el número de millas existentes desde su emplazamiento —sobre todo en puentes, en los templos cercanos o en los arcos monumentales de entrada a las ciudades— hasta el punto de origen de la vía donde se encontraban, que generalmente partía de una localidad. También podían indicar la distancia a una bifurcación de caminos o a un accidente geográfico.

Además, algunos de esos miliarios, que eran como una suerte de señales de tráfico antiguas, indicaban el nombre de la autoridad que promovió la construcción o reparación de la vía y, por lo tanto, la época de su realización. A partir de esta información, en Hispania el mayor volumen de construcción de calzadas se registró cuando Trajano y Adriano, nacidos en Itálica, fueron nombrados emperadores. "Hicieron aquí mucho gasto y mucha propaganda, pero mirando el conjunto de la Península, está todo muy repartido", explica el arqueólogo Pau de Soto.

Otros prínceps como Augusto, Claudio, Vespasiano, Domiciano o Nerva también impulsaron la red de comunicaciones hispana, que destacó por su carácter periférico: resultaba más fácil exportar los productos hasta Roma por el mar que cruzando medio continente.

Coste de transportar una mercancía desde Hispalis por vías marítimas y desde Complutum por el interior. Proyecto Viator-e

Elemento de propaganda

Además de servir como mecanismo de transporte de bienes y personas, las calzadas se revelaron como una herramienta más para consolidar el domino de Roma. "Las infraestructuras son un elemento político muy importante: los romanos premiaban o penalizaba a territorios construyendo vías o no en función de su postura en los conflictos bélicos", señala el impulsor del proyecto Viator-e. "Roma construía unas infraestructuras muy imponentes no solo por su funcionalidad, sino para demostrar el nivel de conocimiento y los beneficios de estar bajo su gobierno. Era un elemento de propaganda básico".

Pau de Soto también explica que en la actualidad han arraigado algunos mitos sobre las carreteras de la Antigua Roma por culpa de las ficciones, como los cómics de Astérix y Obélix: "Todas las calzadas romanas interurbanas no estaban pavimentadas de piedra, eso es un error tremendamente extendido. Excepto la Vía Apia (derecha) el resto no se enlosaban porque los caballos no llevaban herraduras, como mucho se les ataban unas hiposandalias. El mejor firme para ellos era de tierra apisonada, que las convertían en porosas y de grano fino".

¿Y quiénes fueron los encargados de su construcción? "Aquí hay mucha discusión", desvela De Soto. "Los investigadores tampoco se ponen de acuerdo. Una teoría que está bastante descartada es que mayoritariamente fuesen militares: los legionarios solo construían las vías que les interesaban a ellos, que se realizaban en época de conquista y eran perecederas, solo para hacer una campaña. Después, seguramente sí que se utilizó mano de obra esclava, pero también muchísimos especialistas, que podían ser libertos o esclavos. Debían de ser cuadrillas especializadas porque eran grandes infraestructuras. Únicamente en casos muy puntuales tenemos noticias del papel del ejército en la construcción de algunas infraestructuras".

Además de crear un mapa completo de la red de comunicaciones del Imperio romano de Occidente, con el proyecto de Pau de Soto también se podrá reconstruir aproximadamente la cuantía de transportar una mercancía de un punto a otro. "Pero no se trata de intentar establecer el coste concreto de un solo viaje, sino de crear patrones de movilidad o distribución", remarca. Por ejemplo, desde Hispalis, la Sevilla de la época romana, salía mucho más a cuenta comerciar con otras zonas costeras peninsulares y provincias transportando los productos por mar que con el interior, como así reflejan los hallazgos arqueológicos de ánforas cocidas en la provincia de la Bética. Y con Complutum (Alcalá de Henares), sucedía lo contrario: comerciar con la periferia resultaba mucho más caro al incrementarse la distancia a recorrer por los carros.

Es decir, el proyecto pionero de Pau de Soto no solo pretende reconstruir el monumental puzle de las calzadas del Imperio Romano, sino también convertirse en una especie de Google Maps para calcular y comprender la movilidad y distribución de los productos a lo largo de su vastísimo territorio. Un arqueólogo para ejecutar un mapa con el que hubiera soñado Julio César.

Fuente: elespañol.com | 24 de abril de 2020

Hallan evidencias de interacción entre cazadores-recolectores y los primeros agricultores prehistóricos en las orillas del Báltico

Recreación de la intereacción entre cazadores-recolectores y primeros agricultores

Los grupos de cazadores-recolectores que vivieron en las orillas del Báltico entre 7.500 y 6.000 años atrás tenían gustos culinarios culturalmente distintos, según ha revelado el análisis de fragmentos de cerámica antigua.

Un equipo internacional de investigadores analizó más de 500 vasijas de cazadores-recolectores de 61 yacimientos arqueológicos de toda la región del Báltico y publicado los resultados en Royal Society Open Science. Encontraron sorprendentes contrastes en las preferencias alimentarias y las prácticas culinarias entre los distintos grupos, incluso en zonas donde había una disponibilidad similar de recursos. Las vasijas se utilizaban para almacenar y preparar alimentos que iban desde peces marinos, focas y castores hasta jabalíes, osos, ciervos, peces de agua dulce, avellanas y plantas.
Los hallazgos sugieren que los gustos culinarios de los pueblos antiguos no sólo estaban dictados por los alimentos disponibles en una zona determinada, sino que también estaban influenciados por las tradiciones y hábitos de los grupos culturales.


Fragmentos de cerámica encontrados en el yacimiento de Havnø, al norte de Dinamarca. Crédito: Harry Robson, Universidad de York.

Rica variedad

Uno de los autores principales del estudio, el Dr. Harry K. Robson (izquierda), del Departamento de Arqueología de la Universidad de York, dijo: "A menudo la gente se sorprende al saber que los cazadores-recolectores utilizaban la alfarería para almacenar, procesar y cocinar alimentos, ya que llevar engorrosas vasijas de cerámica parece incompatible con un estilo de vida nómada. Nuestro estudio examinó cómo se utilizaba esta cerámica y encontró pruebas de una rica variedad de alimentos y tradiciones culinarias en diferentes grupos de cazadores-recolectores".

Los investigadores también identificaron pruebas inesperadas de productos lácteos en algunas de las vasijas de cerámica, lo que sugiere que algunos grupos de cazadores-recolectores estaban interactuando con los primeros agricultores para obtener este recurso.
Según Robson: "La presencia de grasas lácteas en varias vasijas de cazadores-recolectores fue un hallazgo inesperado de ‘fusión cultural’ culinaria. El descubrimiento tiene implicaciones para nuestra comprensión de la transición del estilo de vida de los cazadores-recolectores a la agricultura primitiva y demuestra que este producto fue intercambiado o tal vez incluso saqueado a los agricultores cercanos".


Mapa que muestra las ubicaciones de los lugares de caza y recolección (círculos llenos) y los primeros sitios agrícolas (círculos vacíos). También se muestra la extensión de los diferentes grupos culturales de cazadores-recolectores (rojo, Ertebølle; azul, Dąbki; amarillo, Báltico sudoriental y Neman; verde, Narva) / foto Blandine Courel et al.

Hábitos culturales

Otro de los autores principales del estudio, la Dra. Blandine Courel (derecha), del Museo Británico, añadió: "A pesar de que la biota común proporcionaba muchos recursos marinos y terrestres para su sustento, las comunidades de cazadores-recolectores de la cuenca del Mar Báltico no utilizaban la cerámica con el mismo fin".
"Nuestro estudio sugiere que las prácticas culinarias no se vieron influidas por las limitaciones ambientales, sino que probablemente estaban arraigadas en algunas tradiciones culinarias y hábitos culturales de larga tradición".

En el estudio, dirigido por el Departamento de Investigación Científica del Museo Británico, la Universidad de York y el Centro de Arqueología Báltica y Escandinava (Stiftung Schleswig-Holsteinische Landesmuseen, Alemania), se utilizaron técnicas moleculares e isotópicas para analizar los fragmentos de cerámica.

Comprensión revolucionaria
Según el profesor Oliver Craig (izquierda), del Departamento de Arqueología de la Universidad de York: "El análisis químico de los restos de alimentos y productos naturales preparados en la alfarería ya ha revolucionado nuestra comprensión de las primeras sociedades agrícolas, y ahora estamos viendo cómo estos métodos se están aplicando para estudiar la alfarería prehistórica de cazadores-recolectores. Los resultados sugieren que ellos también tenían cocinas complejas y culturalmente distintas".

Fuente: University of York | labrujulaverde.com | 22 de abril de 2020