Una concha marina de hace 18.000 años, procedente de la cueva de Marsoulas (Francia) es el instrumento de viento más antiguo de su tipo

Con 31 cm de altura, 18 cm de diámetro (en el punto más ancho) y hasta 0,8 cm de espesor, esta concha, de unos 18.000 años de antigüedad, da testimonio, a su vez, de proceder de un mar frío, y es, por tanto, más grande y gruesa que ejemplares más recientes. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021.

Casi 80 años después de su descubrimiento, un equipo multidisciplinario del CNRS, el Muséum de Toulouse, la Université Toulouse-Jean Jaurès y el Musée du quai Branly-Jacques-Chirac ha estudiado una gran concha de la ornamentada procedente de la Cueva de Marsoulas, en los Pirineos franceses. Los investigadores consideran que es el instrumento de viento más antiguo de su tipo, y han podido revelar cómo suena en un estudio publicado en la revista Science Advances.

La cueva de Marsoulas entre Haute-Garonne y Ariège fue la primera cueva decorada que se encontró en los Pirineos franceses. Descubierta en 1897, la cueva da testimonio del inicio de la cultura Magdaleniense en esta región al final del Último Máximo Glacial. Es reconocida como uno de los lugares del mundo con las más bellas representaciones de arte paleolítico. Como ejemplo de ello, está la figura de un bisonte que ha sido coloreado con los dedos mediante puntos de color ocre, y en el que se aprovecha la forma de la pared de la cueva para darle volumen. Es una obra de arte. Durante un inventario del material de las excavaciones aruqeológicas, la mayor parte del cual se conserva en el Museo de Toulouse, los científicos examinaron una gran concha de Charonia lampas (caracol de mar) que se había pasado por alto en gran medida cuando se descubrió en 1931.

Reconstrucción del instrumento de viento. Al fondo, un búfalo de puntos rojos decora las paredes de la Cueva de Marsoulas; motivos similares decoran el instrumento. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021 / dibujo: Gilles Tosello.

Los descubridores de la concha inicialmente sospecharon que servía como una taza ceremonial para beber. Pero después de un minucioso estudio con técnicas de imagen avanzadas, la arqueóloga Carole Fritz (izquierda) y sus colegas encontraron que los Homo sapiens magdalenienses de la cueva de Marsoulas la habían modificado cuidadosamente para instalar una boquilla.

Mediante técnicas de fotogrametría se pudo comprobar que estos antiguos artesanos magdalenienses habían eliminado los bordes exteriores de la boca de la caracola, la cresta acampanada que se extiende hacia afuera desde la abertura principal, los puntos de impacto a lo largo del labrum modificado, y de que había señales de que el ápice del caparazón había sido quitado cuidadosa y deliberadamente para crear una segunda abertura, al tiempo que adornaron el exterior de la concha con pigmentos de color rojo ocre, el mismo que usaron para el arte mural que se encuentra dentro de la cueva de Marsoulas y que indica también su condición de objeto simbólico.

También encontraron rastros de una sustancia orgánica marrón, probablemente una resina o cera, alrededor de la abertura del ápice, la cual pudo haber sido usada como adhesivo para fijar una boquilla.

El caparazón de 'Charonia' tiene huellas de importantes modificaciones de origen humano. (A) Eliminación del labrum (labio externo) mediante una serie de golpes. (B) Apertura del ápice por destrucción de las primeras seis espirales. (C) En la vista superior, el borde astillado de la boca indica un trabajo meticuloso. (D) Un depósito de materia orgánica pardusca cubre el borde fracturado del ápice. Fotos (A a D): C. Fritz.

(A) Sección sagital del modelo tridimensional de la concha que permite visualizar el orificio perforado a nivel de la sexta espiral (después de abrir el ápice) probablemente para introducir un tubo y facilitar la colocación de una boquilla. (B) Detalle de la perforación circular perforada desde el ápice. Las rayas en el borde se deben a una herramienta de deslizamiento. (C) Vista superior del modelo 3D que muestra la perforación. (D) Sección transversal tridimensional al nivel de la séptima espiral.

Tomografías computarizadas se llevaron a cabo para visualizar el interior del caparazón, y se encontró que se habían realizado dos orificios adicionales en las capas espirales directamente debajo del vértice del caparazón, probablemente para acomodar la extensión del tubo largo de una boquilla.

Para confirmar la hipótesis de que esta caracola se utilizaba para producir sonidos, Carole Fritz solicitó la ayuda de un musicólogo especializado que fue capaz de reproducir el sonido de la trompeta en tres notas distintas que casi coinciden con los tonos de Do, Re y Do bemol en la nomenclatura musical moderna.

Escuche el sonido de la caracola Marsoulas, la cual pudo haber sido tocada hace 18.000 años. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021 / reproducción: Jean-Michel Court / grabación: Julien Tardieu

La primera datación por carbono 14 de la cueva, realizada sobre un trozo de carbón y un fragmento de hueso de oso del mismo nivel arqueológico que la concha, arrojó una fecha de alrededor de 18.000 años. Esto hace que la caracola de Marsoulas sea el instrumento de viento más antiguo de su tipo: hasta la fecha, solo se han descubierto flautas en contextos anteriores al Paleolítico Superior europeo; hay que tener en cuenra que las caracolas que se encuentran fuera de Europa son mucho más recientes.

“En todo el mundo las caracolas han servido como instrumentos musicales, dispositivos de llamada o señalización, y objetos sagrados o mágicos según las culturas”, escriben los autores. "Hasta donde sabemos, la caracola de Marsoulas es única en el mundo en el contexto prehistórico del paleolítico".

Arqueólogos trabajado en la cueva de Marsoulas. Crédito: R. Apajou.

Pinturas de la cueva de Marsoulas posicionadas sobre un modelo 3D. Crédito: G. Tosello, C. Fritz, M. Willis.

Además de sumergirnos en los sonidos producidos por nuestros antepasados ​​magdalenienses, esta concha refuerza la idea de intercambios entre los Pirineos y la costa atlántica, a más de 200 kilómetros de distancia. “Sabemos que los magdalenienses de Marsoulas tenían vínculos con los magdalenienses de la costa cantábrica. El caparazón consolida estos contactos. Llevan el mar hacia el interior, al fondo de la cueva”.

De acuerdo con los científicos, esta concha también muestra la capacidad de los antiguos grupos humanos para transformar un objeto complejo en un instrumento de viento. “Aún debemos meditar sobre la función del sonido en el Paleolítico, pero podemos decir que la relación entre la música y el simbolismo humano es muy fuerte. En Marsoulas es difícil no establecer el paralelismo entre el sonido y el arte rupestre.

Fuentes: phys.org | elpais.com | quo.es | smithsonian.com | 10 de febrero de 2021

Una nueva datación de dientes antiguos encontrados en China muestra que tienen unos 16.000 años, no en torno a 120.000

Ubicación geográfica de la cueva Huanglong (1), la cueva Luna (2), la cueva Fuyan (3), la cueva Yangjiapo (4) y la cueva Sanyou (5). Crédito: PNAS.

Un equipo de investigadores afiliado a una serie de instituciones en China, junto con uno de Australia, uno de Taiwán y otro de los EE. UU., ha encontrado evidencias que contradicen que dientes humanos antiguos encontrados en las cuevas de Huanglong, Zhiren, Luna y Fuyan, en el sur de China, tenían 120.000 años de antigüedad. En su artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el grupo describe cómo analizaron tales dientes y qué es lo que encontraron.

La mayoría de los arqueólogos están de acuerdo en que los humanos modernos evolucionaron hace aproximadamente 500.000 a 315.000 años en África y emigraron a zonas de Eurasia de hace aproximadamente 65.000 a 45.000 años; otros homínidos humanos no modernos hicieron el viaje mucho antes, pero todos se extinguieron.

Esta línea de tiempo se cuestionó en 2015 cuando un equipo de arqueólogos encontró dientes fosilizados en cinco cuevas en una parte del sur de China, y afirmó que tenían una antigüedad de aproximadamente 120.000 años. En el nuevo análisis de los dientes llevado a cabo los investigadores han descubierto que la datación propuesta originalmente estaba equivocada: las pruebas realizadas muestran que los dientes tienen, en realidad, solo 16.000 años.

siete dientes hallados en la cueva de Huanglong vistos desde distintas perspectivas.

Al observar los métodos utilizados para datar los dientes por el equipo original, los investigadores encontraron que la mayor parte del trabajo había consistido en analizar y fechar los sedimentos que se habían encontrado en las cercanías de los dientes pero no los dientes mismos, lo cuales no se analizaron.

En el nuevo esfuerzo analítico llevado a término, los investigadores encontraron pequeños fragmentos de ADN mitocondrial en algunos de los dientes y algo de carbón en las cercaníasy que dataron mediante la técnica del carbono-14. Sus resultados mostraron que los dientes pertenecían a humanos modernos que habían vivído en el área durante el Holoceno. También encontraron que el ADN de una de las muestras analizadas coincidía con las personas que viven en el actual Tíbet y Birmania.

47 dientes hallados en la Cueva de Fuyan (Daoxian, China). / S. Xing X-J. Wu.

Concluyeron, pues, que los dientes no provienen de humanos modernos establecidos en el lugar hace 120.000 años y, por lo tanto, la teoría de que humanos modernos migraron a Eurasia hace 65.000 a 45.000 años todavía se mantiene.

En este sentido, sugieren que otros investigadores que llevan a cabo esfuerzos de investigación similares, analicen siempre directamente las muestras que encuentren utilizando la datación por carbono-14 a fin de garantizar la precisión de su datación.

Fuente: phys.org | 9 de febrero de 2021

Descubren que algunas de las piedras de Stonehenge podrían haber sido transportadas desde un monumento similar más antiguo situado en Gales

Stonehenge, completado hace unos 4.600 años, podría haberse construido en parte con elementos de monumentos megalíticos más antiguos erigidos a cientos de kilómetros. Foto Kenneth Geiger.

No es difícil ver por qué Stonehenge es uno de los sitios arqueológicos más icónicos del mundo. El círculo de piedra de 4.600 años, ubicado en Salisbury Plain, Inglaterra, fue construido por personas que no dejaron pistas claras sobre su propósito ni pruebas de su identidad. Estos misterios han fascinado durante años a arqueólogos, druidas modernos, escritores de ciencia ficción y turistas.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity ofrece otro giro argumental en la saga de Stonehenge: este lugar, Patrimonio de la Humanidad, podría no ser una creación original. Un equipo de investigadores ha descubierto un posible precursor de Stonehenge en los restos de un monumento más antiguo ubicado en Gales.

El círculo megalítico del yacimiento galés de Waun Mawn tiene dimensiones comparables a las de Stonehenge, también está alineado con el sol y parece estar compuesto de algunos de los mismos materiales de construcción. Pero a diferencia de Stonehenge, pocas piedras han sobrevivido hasta la actualidad. El equipo de investigación especula que los constructores de Waun Mawn lo desmantelaron hace cinco milenios y transportaron algunas de sus piedras de arenisca de tres toneladas 280 kilómetros al este, hasta Salisbury Plain, una tarea extremadamente ardua (y, a nivel práctico, innecesaria). Entonces ¿por qué lo hicieron?

«Los antiguos britanos debieron de haber considerado las rocas de arenisca no solo algo valioso, sino la esencia misma de quiénes eran», afirma Michael Parker Pearson (izquierda), experto en prehistoria británica en el University College London y autor principal del estudio. Pearson le dijo a The Guardian: "He estado investigando Stonehenge durante 20 años y esto es realmente lo más emocionante que hemos encontrado".

Pearson, cuyo trabajo ha sido apoyado en parte por la National Geographic Society, sospecha que el descubrimiento en Waun Mawn podría reforzar una hipótesis especialmente evocadora: las «piedras azules» de Stonehenge (que se llaman así por su color) eran las representaciones físicas de los antepasados de los migrantes o de sus recuerdos ancestrales. Los britanos neolíticos estaban literalmente transportando el peso de sus ancestros a lo largo del mundo.

Sin embargo, en esta fase de la investigación es imposible llegar a conclusiones firmes, algo que reconocen tanto los autores del estudio como los expertos externos. «Una de las cosas que siempre me han gustado sobre Stonehenge es que hay muchas preguntas que probablemente nunca podrán responderse», afirma Kate Fielden (derecha), vicepresidenta de Rescue—The British Archaeological Trust, que no participó en la investigación. «Me gusta la idea de que haya un misterio».

Pistas en las leyendas antiguas

Los avances revolucionarios en la ciencia arqueológica en las últimas décadas han reducido poco a poco las posibles historias sobre el origen de Stonehenge. Su alineación con los solsticios de verano e invierno entraña una conexión astronómica y la multitud de restos humanos incinerados en el lugar sugiere un vínculo con los difuntos o con la veneración de los ancestros.

Stonehenge no se erigió de la noche a la mañana. La construcción comenzó hace 5000 años y el monumento adoptó varias formas con el paso de los siglos. Finalmente, constó de dos tipos de piedra: sarsen —unos bloques de arenisca de 20 toneladas que componen le herradura central y el círculo de menhires exterior— y el arco interno de piedras azules de tres toneladas. El análisis geoquímico indica que las piedras sarsen de arenisca se extrajeron en West Woods, a un tiro de piedra de Stonehenge.

En cambio, se cree que las piedras azules se arrastraron por tierra a lo largo de más de 300 kilómetros desde las colinas de Preseli, en el oeste de Gales. Recientemente, Parker Pearson y otros investigadores descubrieron coincidencias perfectas para las piedras azules de Stonehenge en dos canteras galesas.

Stonehenge está compuesto de piedras sarsen de arenisca alrededor de un anillo exterior y una herradura interior, con piedras azules más pequeñas procedentes de Gales dentro del círculo. FOTOGRAFÍA DE BRUCE DALE, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

Los arqueólogos señalan que el viaje de dichas piedras azules se refleja en una antigua leyenda. En el tomo del siglo XII de la Historia de los reyes de Bretaña, Godofredo de Monmouth narra la historia de cómo el mago Merlín destrozó la Danza de los Gigantes, un antiguo círculo de piedra en Irlanda, y utilizó a 15.000 hombres para reconstruirlo en Salisbury Plain. "Mi palabra, es tentador creerlo ... Es posible que acabemos de encontrar lo que Geoffrey llamó la Danza de los Gigantes", dice Pearson. El descubrimiento será explorado en un documental en BBC Two y será presentado por la profesora Alice Roberts.

Aunque este curioso cuento sobre los caprichos de un hechicero tiene poco que ver con la realidad, el hecho de que las piedras azules de Stonehenge procedieran de Gales, justo al otro lado del mar desde Irlanda, ha hecho que algunos se pregunten si el mito podría contener algo de verdad. ¿Existió el precursor de Stonehenge en un lugar al oeste del monumento? Tentado por este reto, el equipo de Pearson —un grupo que incluía a arqueólogos, geólogos, expertos en fotogrametría aérea y especialistas en datación por carbono radioactivo y cristales— ha pasado gran parte de la última década intentando hallar la respuesta.

Alice Roberts con Mike Parker Pearson en una de las piedras restantes de Waun Mawn. Fotografía: Barney Rowe / BBC / PA.

La búsqueda de precursores

Waun Mawn, identificado como lugar de interés por su relación con Stonehenge en el 2010, no es gran cosa en la actualidad: solo consta de cuatro piedras azules dispuestas en un posible arco. En el 2011, los arqueólogos emplearon tecnología de teledetección para echar un vistazo bajo la superficie del yacimiento, pero no encontraron nada de interés.

Debido a una corazonada, el equipo regresó a Waun Mawn en el 2017 y excavó pequeñas trincheras a cada extremo del arco y descubrieron dos fosas donde en el pasado hubo dos menhires. «Aquel fue un momento en el que pensamos que quizá íbamos por el buen camino», cuenta Parker Pearson.

Imagen de Waun Mawn desde el norte durante una excavación del 2018. El círculo de piedra se encuentra en la ladera de una colina conocida como «Hillock of the Deer», con vistas distantes de Irlanda al oeste. FOTOGRAFÍA DE A. STANFORD.

Sin embargo, una vez más, los reconocimientos geofísicos no revelaron más fosas donde habría habido menhires. Las técnicas de teledetección han sido fundamentales para ver bajo la superficie en Stonehenge. Que esos métodos fracasaran en Waun Mawn, incluso después de hallar evidencias tan prometedoras en las trincheras excavadas, resultó irónico y frustrante.

«No hay nada más difícil que intentar encontrar un círculo de piedra que ya no está ahí», explica Parker Pearson.

Finalmente, el equipo de investigación se percató de que ese tramo de tierra galesa carecía de los minerales magnéticos, o de cualquier tipo de roca conductora de electricidad, necesarios para que el equipo de teledetección funcionara de forma correcta. «La alta tecnología moderna no estaba funcionando», afirma Parker Pearson. «Íbamos a tener que hacerlo a la antigua, todo a mano».

El arco de antiguos menhires de Waun Mawn, en Gales, durante las excavaciones de prueba del 2017. El perfil de un zócalo de piedra descubierto en el lugar coincide con el de una roca de arenisca hallada en Stonehenge, lo que sugiere que fue transportada deliberadamente al lugar Patrimonio de la Humanidad de Inglaterra desde una distancia de 280 kilómetros. FOTOGRAFÍA DE A. STANFORD

Las piezas perfectas del puzle

Tras meses de excavación y exámenes del suelo en busca del más mínimo cambio de textura, color y topografía, los arqueólogos descubrieron más fosas. Estos «zócalos de piedra» componían un segmento que originalmente era un círculo de 110 metros de diámetro, el mismo que el de la zanja de Stonehenge. Si todas las piedras de Waun Mawn todavía estuvieran sobre sus zócalos, el monumento se alinearía con el amanecer del solsticio de verano, como Stonehenge.

A continuación, el equipo de investigación recurrió a la datación por carbono radiactivo del carbón vegetal del yacimiento, así como a la luminiesciencia ópticamente estimulada, que revela la última vez que los sedimentos abundantes en cuarzo de los zócalos de piedra se habían expuesto a la luz solar. En conjunto, sugerían que Waun Mawn se había construido hace 5.000 a 5.600 años, anterior a la construcción de Stonehenge.

Un zócalo de piedra excavado en Waun Mawn. Los arqueólogos buscaron diferencias mínimas en el color, la textura y la topografía del suelo para identificar agujeros donde en el pasado se situaron los menhires del antiguo monumento. FOTOGRAFÍA DE M. PARKER PEARSON.

Pero ¿a dónde fueron las piedras de Waun Mawn? Una de las piedras azules de Stonehenge proporcionó una pista: una sección transversal muy específica que encaja en uno de los zócalos de piedra de Waun Mawn. Asimismo, las astillas de roca en el fondo de uno de los zócalos de Waun Mawn coincidían geológicamente con el tipo específico de piedras azules de Stonehenge, una roca que se denomina dolerita manchada.

Los análisis anteriores de los restos óseos humanos de Stonehenge revelaron evidencias químicas de que algunos de los difuntos procedían del oeste de Gales. En conjunto, los datos contaban una historia espectacular e inesperada: el círculo de piedra de Waun Mawn fue desmantelado por sus creadores y trasladado a Salisbury Plain, donde los constructores imitaron su diseño y emplearon algunas de sus piedras azules para erigir Stonehenge.

Los autores del estudio creen que esta es una teoría sólida, pero provisional, y algunos expertos independientes están de acuerdo. Richard Madgwick (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cardiff en Gales, dice que «la idea de que Stonehenge tenga al menos un precursor galés es muy convincente».

Sin embargo, otros expertos no creen que haya pruebas suficientes.

«Buscar pruebas para respaldar las tradiciones orales del relato de Godofredo de Monmouth es un enfoque interesante, pero por ahora los restos hallados en Waun Mawn no se ajustan a lo que cabría esperar de un círculo de piedra de este periodo», afirma Timothy Darvill (derecha), arqueólogo de la Universidad de Bournemouth. «Claramente, es necesario investigar más para sustanciar las alegaciones».

¿Cuál es el significado de Stonehenge?

Como solo una de las 44 piedras azules supervivientes de Stonehenge encaja (por ahora) con certeza en Waun Mawn, el equipo de investigación sugiere que podrían haberse obtenido en varios lugares de la región. De ser así, eso sugiere que Stonehenge era de especial importancia para sus constructores migratorios, pero ¿por qué?

El círculo de Gales tiene un diámetro de 110 metros, el mismo que la zanja que rodea Stonehenge. Ambos están alineados en el amanecer del solsticio de verano.

Varios estudios de ADN antiguo revelan que las personas enterradas en Salisbury Plain hace 5.000 años tenían orígenes ancestrales diferentes. Algunos procedían del oeste de Gales e Irlanda, donde se construían tumbas de piedra, mientras que otros llegaron del este de Inglaterra, donde las tumbas se creaban en forma de túmulos alargados. «Estas también eran zonas que tradicionalmente tenían estilos de vida y, por así decirlo, estilos de muerte diferentes», afirma Paker Pearson.

Stonehenge se encuentra justo entre estas zonas y Pearson cree que el monumento podría haber sido una especie de «terreno neutral» unificador donde diferentes grupos neolíticos podían reconciliar sus diferencias culturales.

Una reciente investigación dirigida por Madgwick respalda esta idea. Su equipo descubrió una gran cantidad de huesos de cerdo en Durrington Walls, un yacimiento neolítico cerca de Stonehenge. Los análisis químicos de los restos porcinos revelaron que procedían de toda Bretaña y que se consumieron en grandes festines. El yacimiento podría haber sido el «Festival de Glastombury de la época», dice Madgwick, donde personas de las islas británicas se congregaban para compartir sus identidades y experiencias.

Este nuevo estudio respalda la idea de que aquellos que participaron en Stonehenge no eran estáticos ni aislacionistas, señala Vincent Gaffney (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Bradford, en Inglaterra, que no participó en la investigación. «Estos antiguos britanos, vivían en una sociedad que no era monolítica, que no era estática, sino flexible, interactiva. Había movimiento de bienes y parece que había movimiento de partes considerables de la cultura material», afirma.

Recuerdos grabados en piedra

No está tan claro, pues, por qué esas piedras azules específicas fueron transportadas desde Gales hasta Salisbury Plain. Pero los monolitos de otro lugar del mundo podrían revelar la respuesta.

En los años noventa, Parker Pearson estaba trabajando con un arqueólogo malgache que estudiaba las obras megalíticas de Madagascar, que todavía se construyen en la actualidad. Su colega le explicó que las piedras eran para los ancestros. La madera se pudre, pero la piedra dura para siempre. Los megalitos representaban a los difuntos y básicamente mantienen viva su memoria eternamente.

Se sugiere que las piedras azules podrían haber sido movidas cuando los antiguos habitantes de la región de Preseli migraron, incluso llevándose sus piedras monumentales con ellos, como un signo de su identidad ancestral, a Stonehenge, a unos 280 kilómetros de distancia.

Lo mismo se aplica a esas piedras azules migratorias de Gales. Las colocaron en Stonehenge y, como muchas «tumbas de corredor» construidas durante esa época, se dispusieron de forma que se alinearan con los movimientos del sol, otra entidad eterna. Entonces, Stonehenge podría no haber sido solo un punto de reunión multicultural, sino también un monumento conmemorativo.

Puede que cinco milenios nos separen de estas personas, pero es fácil empatizar con su deseo de inmortalizar a sus predecesores. Estas piedras azules eran versiones de tres toneladas de los pequeños recuerdos —fotografías, cartas, baratijas— que nos han dejado nuestros seres queridos.

Y al igual que aquellos britanos, cuando nos mudamos nos llevamos esos símbolos tan queridos.

«Te llevas aquello que representa quién eres, debido a quiénes son tus ancestros», afirma Parker Pearson.

Fuentes: nationalgeographic. es | theguardian.com | dailymail.co.uk | 11 de febrero de 2021

Descubren en Roma restos de una muralla del siglo IV a.C., y la tumba de un poderoso personaje de la República en un edificio del CSIC

Restos de la muralla del siglo IV a.C. hallada durante las obras. Antonio Pizzo EEHAR-CSIC

Roma sigue arrojando hallazgos de su pasado casi sin querer. Unas obras en los sótanos de la Escuela Española de Historia y Arqueología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ubicada en un lugar privilegiado de la antigua Urbs, en el límite entre el foro de Trajano y una de las siete colinas, el Quirinal, han desenterrado un sector de la muralla que defendía la ciudad en el siglo IV a.C. y un edificio funerario del siglo I a.C., dedicado a un influyente personaje de República romana tardía.

"La importancia de estos hallazgos consiste en la posibilidad de interpretar la evolución histórica de un área de Roma antigua en un espacio restringido, testigo de una continua actividad edilicia relacionada con las grandes trasformaciones urbanas y los acontecimientos históricos más significativos de la Urbs", ha señalado Antonio Pizzo (izquierda), director de la EEHAR-CSIC y de las excavaciones realizadas en el sitio.

Los restos de la muralla son unos grandes bloques de piedra, una estructura de contención, relacionados con las importantes reformas del muro que se acometieron en el siglo IV a.C.. La línea defensiva había sido erigida en el siglo VI a.C., en tiempos del rey Servio Tulio, con un perímetro de unos siete kilómetros. Tras la invasión gala en 390 a.C., la construcción fue profundamente reformada durante unos 25 años. Con cuatro metros de anchura y 10 de altura, llegó a extenderse a lo largo de más de 11 kms y a delimitar cerca de 430 hectáreas.

Foto: restos del edificio funerario hallado.

"Esta construcción consistía, algo que sabemos por los materiales, las técnicas y su posición topográfica, en un complejo sistema de defensa que preveía la contención del terreno bajo la construcción principal", ha detallado Pizzo. "En las partes más altas de las colinas que formaban la topografía de Roma se construyó la verdadera línea de defensa, mientras que las zonas inferiores se reforzaron con estructuras que sustentaban el terreno. La que hemos encontrado en la Escuela es una de estas últimas. Se construyó en talud y servía para facilitar también el drenaje de las aguas residuales procedentes de las zonas altas a través de un canal".

Esta operación urbanística-defensiva fue una de las mayores inversiones en la historia de Roma en términos de recursos humanos y económicos, según los expertos. El sistema empleado para el muro en las laderas del Quirinal fue el opus quadratum, un tipo de aparejo de bloques de piedra puestos en hileras de grandes dimensiones. La muralla también adquirió un carácter simbólico: significó una suerte de renacer de la Urbs tras la catástrofe que supuso la invasión gala.

Influyente dueño

Los investigadores del CSIC también han sacado a la luz un gran monumento funerario fechado a comienzos del siglo I a.C., en época tardorrepublicana. Los trabajos de prospección han permitido restituir la planta completa del edificio y determinar que se componía de un zócalo inferior y un cuerpo monumental superpuesto que, en origen, contenía el enterramiento de un único personaje y que, sucesivamente, con un sistema de sepulturas colectivas, acogió los restos de sus descendientes.

Los expertos apuntan que se trata de un mausoleo "de gran importancia" por su ubicación: un lugar público de la ciudad, una parcela que la municipalidad habría asignado mediante una concesión pública. "El personaje que se enterró aquí tuvo que tener un papel relevante en la República romana tardía, al igual que Cayo Bíbulo, que se encontraba enterrado en las cercanías y al que la ciudad y el Senado romano habían concedido un terreno para su monumento funerario, en reconocimiento a sus méritos y valor", ha señalado Antonio Pizzo.

Muro con los ladrillos de la fase de Trajano./ Antonio Pizzo / EEHAR-CSIC

Cayo Publicio Bíbulo fue un edil plebeyo de la República romana durante la primera mitad del siglo I a.C. Del sepulcro construido para él y su familia, hecho con materiales de muy buena calidad, se conserva una fachada y una inscripción que confirma su identidad. Los investigadores del CSIC confían en que nuevas excavaciones ayuden a resolver el misterio de quién fue el influyente dueño del monumento recién descubierto.

Con las trasformaciones del área en época de Trajano, en el siglo II d.C., la zona arqueológica documentada bajo la EEHAR-CSIC se reconvirtió en parte del complejo sistema de edificios directamente vinculados con los mercados de Trajano, complejo monumental con la función de alojar las oficinas de la gestión imperial en el auge del Imperio romano, ha añadido el CSIC en una nota de prensa.

Vista de los mercados de Trajano.

Fuente: elespañol.com | 9 de febrero de 2021

Bankia beca a una investigadora del 'Programa para jóvenes científicos del Proyecto Atapuerca 2021'

Ana Pantoja en la Sima de los Huesos

 • La entidad financiera apoya, por segundo año consecutivo, a la Fundación Atapuerca con el objetivo común de impulsar actividades culturales y científicas en la provincia de Burgos

La investigadora Ana Pantoja Pérez realizará el trabajo de investigación ‘Los cráneos de la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca, Burgos)’ dirigida por el codirector de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca, Juan Luis Arsuaga

Burgos, 11/02/2021. Bankia ha becado este curso a una investigadora del ‘Programa para jóvenes científicos del Proyecto Atapuerca 2021’ de la Fundación Atapuerca con el objetivo de respaldar las actividades culturales y científicas que ayudan a mejorar el entorno, especialmente el de los jóvenes.

La entidad financiera respalda con la ‘Ayuda a la Investigación Bankia, de la Fundación Atapuerca’ a la investigadora Ana Pantoja Pérez para la realización del trabajo de investigación ‘Los cráneos de la Sima de los Huesos (Sierra de Atapuerca, Burgos)’, tesis que dirigirá el codirector de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca, Juan Luis Arsuaga.

La directora corporativa de la Territorial de Bankia en Castilla y León, Lola Peñas, ha subrayado “el compromiso de Bankia con las actividades culturales y científicas que ayudan a mejorar el entorno, especialmente el de los jóvenes, en un contexto de crisis como el derivado de la pandemia”. “Ahora que la ciencia se ha reivindicado como clave es más importante que nunca estar ahí, al lado de nuestros jóvenes, para que puedan desarrollar sus programas de formación predoctoral y postdoctoral”, ha reconocido.

El codirector de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca y vicepresidente de la Fundación Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, en los yacimientos de la Galería de las Estatuas exterior, acompañado de parte del equipo.

Por su parte, el director de zona de Valladolid, Burgos y Soria de Bankia, José Ángel Torres, ha puesto en valor “la importancia de respaldar, por segundo año consecutivo, el Proyecto Atapuerca, que es referente a nivel provincial, regional, nacional y, también, internacional”.

La Fundación otorga ayudas económicas para la investigación, destinadas a la formación de los jóvenes investigadores del Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA) que aseguran la continuidad del Proyecto Atapuerca. 

Asimismo, Javier Gutiérrez, director de la Fundación Atapuerca, considera “esencial el apoyo de Bankia con esta ayuda económica a un miembro del Equipo de Investigación de Atapuerca que ampliará con sus estudios el conocimiento sobre la evolución humana”.

Desde enero del 2000 a enero de 2020, la Fundación ha facilitado ayudas a 78 miembros del EIA que han estudiado o están estudiando la información obtenida en la exploración de los yacimientos de la Sierra de Atapuerca, para profundizar en el conocimiento de la evolución humana. 

De estos investigadores, 44 ya han leído sus tesis doctorales, y muchos trabajan en centros de investigación o universidades de todo el mundo. Actualmente, y gracias a las aportaciones de los patronos y colaboradores de la Fundación, el ‘Programa de Ayudas a la Investigación de la Fundación Atapuerca’ respalda a siete jóvenes científicos del EIA.

Desentrañan la relación entre cambio climático y población en la Prehistoria en la fachada atlántica de la península ibérica

Javier Fernández-López de Pablo, de la Universidad de Alicante, muestra uno de los gráficos que componen el estudio.

Un arduo estudio arqueológico ha desentrañado las dinámicas demográficas de las últimas poblaciones de cazadores-recolectores en la fachada atlántica de la península ibérica durante un periodo de la Prehistoria en el que hubo grandes cambios climáticos y transformaciones medioambientales.

Esta investigación, llevada a cabo por arqueólogos de las universidades de Alicante y Algarve (Portugal), se enmarca en la época de la transición Pleistoceno-Holoceno, hace ahora entre 18.000 y 8.000 años.

"La comunidad científica ha mostrado en los últimos años un renovado interés por conocer la relación entre cambio climático, población y recursos en la Prehistoria", ha revelado a Efe el coordinador del equipo de investigación que ha desarrollado este trabajo, Javier Fernández-López de Pablo, de la Universidad de Alicante (UA).

A su juicio, "el escenario actual de cambio climático debido al calentamiento global por las emisiones de CO2 y el efecto invernadero tiene un reflejo en el ascenso del nivel del mar y del incremento de la aridez sobre los ecosistemas, aspectos que impactan en la sociedad y la economía".

"En este contexto, el estudio del pasado humano aporta una perspectiva de largo recorrido para comprender nuestra capacidad de adaptación y resiliencia a cambios climáticos y transformaciones ambientales", según Fernández-López de Pablo.

Mapas que indican: a) la ubicación de la fachada atlántica de la península ibérica; b) la distribución de los sitios de caza y recolección posteriores al Último Máximo Glacial (conocido por sus siglas en inglés, LGM, de Last Glacial Maximum) en la región de estudio; y c, d) la concentración de sitios del Mesolítico tardío en los estuarios del Muge y el Sado, respectivamente.

El trabajo realizado por ambas universidades analiza las dataciones de Carbono-14 (técnica de datación radiocarbónica para medir la antigüedad de restos arqueológicos) con la finalidad de reconstruir los cambios relativos en el tamaño de la población y estudiar su relación con las transformaciones en la dieta y en los sistemas de asentamiento durante ese periodo.

Publicada en la prestigiosa revista científica Philosophical Transactions of the Royal Society B, la investigación tiene grandes implicaciones para el estudio de las adaptaciones poblacionales al cambio climático.

El trabajo presenta una completa evaluación de las adaptaciones humanas a los cambios climáticos y transformaciones ambientales del tránsito entre el último periodo glaciar y el primer Holoceno en la fachada atlántica de la península ibérica, un espacio en el que las últimas poblaciones de cazadores-recolectores se enfrentaron a entornos y condiciones climáticas rápidamente cambiantes. En este sentido, este estudio arqueológico ofrece una perspectiva de cómo las ecologías de la población humana del pasado cambiaron en respuesta a este escenario.

(a) El proxy de la población comparado con 1000 simulaciones bootstrap de un modelo nulo exponencial ajustado (área sombreada), con períodos de actividad significativamente altos resaltada en rojo y baja actividad resaltada en azul. (b) Tasas de crecimiento dinámico anualizadas (intervalo de confianza del 95%) basadas en la primera derivada de los KDE gaussianos temporales (ancho de banda de 150 años) para las fechas de radiocarbono de la región atlántica. (c) Distancia media entre todos los sitios en segmentos de tiempo de 500 años, escalonados a intervalos de 50 años, lo que demuestra la concentración de sitios antes del Dryas Joven y una tendencia hacia una mayor densidad de sitios a partir del Holoceno temprano. (d) Temperatura de la superficie del mar (TSM) de la costa atlántica ibérica y una media móvil de 400 años de la serie de isótopos de oxígeno del núcleo de hielo NGRIP utilizando la cronología GICC05.

Resultados

Los investigadores han identificado una primera fase de crecimiento demográfico durante el último periodo interestadial del Pleistoceno (hace unos 14.800 años) y los inicios del episodio climático frío del Dryas reciente (hace 12.800 años). Este último episodio de empeoramiento climático parece asociado a un descenso en el tamaño de la población cuya distribución territorial mostraría un patrón más disperso.

Por otro lado, el estudio señala una última fase de crecimiento demográfico que comienza hace unos 8.300 años, coincidiendo con el conocido en el ámbito científico como evento climático del 8.2, en el que la temperatura global del Planeta bajó unos 2ºC, y el cambio en las corrientes marinas incrementó la productividad biológica en los estuarios de los principales ríos Tajo y Sado.

"Los pobladores pasaron a concentrarse en torno a estos espacios, lo que permitió una explotación más intensa de los recursos acuáticos, así como un rápido crecimiento demográfico", ha explicado el arqueólogo.

Este investigador distinguido del programa Gent-T adscrito al Instituto Universitario de Investigación en Arqueología y Patrimonio Histórico (INAPH) de la Universidad de Alicante ha detallado que, a diferencia de lo observado en otras regiones de la península ibérica, este caso de estudio muestra una fuerte correlación entre crecimiento demográfico y los cambios en la productividad marina observada en los estuarios.

"Estos pobladores fueron capaces de generar respuestas adaptativas exitosas tanto en la dieta como en el patrón de asentamiento durante el periodo Mesolítico, hace unos 8.300 años, y crecieron en tamaño y densidad por una mayor dependencia de las fuentes de alimentos marinas", ha indicado.

Metodología

El equipo de investigadores ha trabajado durante dos años en el análisis y estudio de datos de alrededor de 70 yacimientos prehistóricos repartidos por toda la fachada atlántica, con más de 370 fechas de radiocarbono, y de restos humanos para obtener información sobre paleodieta.

"Sin duda es el primer estudio científico centrado en la vertiente atlántica de la península ibérica que contempla un periodo de tiempo tan largo", ha resaltado el experto de la UA.

Además, "hemos elaborado nuevos métodos cuantitativos para crear series temporales con las que trazar los cambios a lo largo del tiempo en el tamaño de la población, la distribución del poblamiento y los cambios en la dieta", ha señalado.

Fuentes: Universidad de Alicante | eldiario.es | 7 de febrero de 2021