Mérida encuentra a sus princesas suevas

Láminas de oro repujado aparecidas sobre la frente y el cuello de una de las aristócratas suevas. CONSORCIO CIUDAD MONUMENTAL DE MÉRIDA

En el siglo V d.C. el imperio romano ya solo representaba una sombra de lo que fue. De hecho, Augusta Emerita (Mérida), la capital de la gran diócesis de Hispania (la Península y el norte de África), se veía obligada, incluso, a levantar murallas para defenderse de los peligros exteriores que la acechaban. Se desmontaban a toda prisa monumentos funerarios, templos o edificios oficiales para extraer los sillares necesarios para erigir las defensas. Pero de nada sirvió. En el año 429, el rey suevo Heremigario logró saquear la urbe.

Esqueleto con joyas de una de las jóvenes suevas halladas en Mérida.CONSORCIO CIUDAD MONUMENTAL DE MÉRIDA

Surgió entonces una nueva clase dirigente, llegada de Europa oriental, que se mantendría en el poder, al menos, una década y que enterraba a sus muertos en los suburbios del norte de la ciudad, en lo que ahora es un solar de media hectárea de la calle de Almendralejo, 41. Y allí, los arqueólogos del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida y de la Junta de Extremadura han hallado decenas de enterramientos, de los que nueve corresponden a “princesas” suevas, con sus ajuares de oro y plata y que coinciden en su decoración con los hallados en lejanos yacimientos de Ucrania, Serbia, Polonia o Rusia.

“Nobles jóvenes extranjeras”, las denomina el estudio Novedades en la necrópolis tardorromana deMérida: las princesas bárbaras, de los arqueólogos Francisco Javier Heras Mora y Ana Belén Olmedo Gracera, donde hacen públicos los resultados de sus investigaciones.

El suburbio norte de la antigua Emerita fue durante siglos un área industrial y funeraria que incluía monumentales sepulturas, sencillos depósitos de cremaciones, inhumaciones infantiles o pequeñas fosas cerámicas. "A comienzos del V, el barrio sufrió un colapso arquitectónico drástico y definitivo, que hizo sucumbir los edificios, al encontrarse extramuros de la ciudad y ser fácil presa de los ataques. Uno de los signos más definitorios de ese dramatismo pudo ser el conjunto de cuerpos humanos atrapados y abandonados bajo los techos y piezas arquitectónicas de un posible santuario pagano”. Pero los derrumbes no provocaron que la zona fuese abandonada en las décadas siguientes, sino que durante todo el segundo cuarto del siglo V continuó siendo utilizada como necrópolis por los nuevos señores de la ciudad, los suevos. “Será pues la enésima vez que este espacio vuelva a su primitivo cometido funerario”, señala el documento.

Piezas de uno de los collares y alfileres de oro que llevaba una joven sueva hallada en Mérida. CONSORCIO CIUDAD MONUMENTAL DE MÉRIDA.

Las decenas de cuerpos exhumados aparecieron extendidos sobre la espalda, en posición de decúbito supino, con los brazos desplegados paralelos al tronco, los miembros inferiores rectos y sin flexionar. Las sepulturas son sencillas: fosas oblongas de ángulos redondeados y, en unos pocos casos, con cajas y clavos de hierro que demuestran la existencia de desaparecidos ataúdes de madera. Y entre todas las tumbas, se ha hallado “un grupo de enterramientos que escapan a lo habitual por los objetos que visten los cuerpos o los acompañan”. Se trata de los restos de nueve jóvenes que fueron inhumadas con fíbulas, pequeños broches, pendientes, colgantes, collares, anillos, láminas repujadas, una jarra cerámica y una copa de vidrio, “lo que diferencia a este grupo del resto”.

Par de fíbulas de láminas plateadas aparecidas en la sepultura nº 1

En concreto, uno de los cuerpos luce “fíbulas plateadas” (blechfibeln, en terminología germana), cuyo origen proviene del ámbito geográfico del mar Negro y, en último término, de la llamada cultura de Cernajahov. “Es, sin duda, explica el documento, uno de los más destacados exponentes del atuendo femenino y aristocrático propio de esas poblaciones que, desde comienzos del siglo V, protagonizaron las grandes migraciones europeas", explica el documento.

"Las fíbulas, por ejemplo, constituyen uno de los artefactos más relevantes de los que integran un grupo exclusivo de objetos de adorno personal desde el punto de vista material y cultural”. La mayoría de estos atavíos son parte del ornato personal femenino, del que participan además unos pendientes —de oro, plata o bronce— cuyo carácter distintivo es su remate poliédrico. Son sencillos aros formados por una fina varilla de sección circular, donde uno de sus extremos es un dodecaedro macizo. "Agujas de oro semejantes probablemente sirvieron para asir ropas o mantos, pues suelen aparecer de dos en dos junto al cuello o al pecho de la difunta. También son habituales las cuentas de collar con la misma forma, o los juegos de manicura”, explican Heras y Olmedo.

Pendientes con adornos poliédricos hallados en Mérida.CONSORCIO CIUDAD MONUMENTAL DE MÉRIDA.

Las cuentas de oro tubulares exhumadas son oriundas del ámbito de Crimea y del mar Negro. “Las diez pequeñas láminas de oro en forma lanceolada, rematadas en filigrana y con incrustación de granate, aparecidas son parte del atuendo aristocrático. Son muy parecidas a las que se guardan en el Museo de Cracovia, se lee en el artículo. En cambio, otra de las jóvenes exhumadas portaba fíbulas plateadas sobre los hombros y láminas de oro repujado —cuadradas, triangulares, circulares o en doble espiral―, lo que lleva a los arqueólogos a referirse a contextos funerarios de Ucrania, Hungría, Rumania, Rusia o Polonia.

También se ha hallado un broche con forma de insecto acompañado de un anillo de oro, a semejanza de los zoomorfos que se encontraron en la tumba del rey franco Childerico (437-481), en Tournai (Bélgica). Como señalan los autores del estudio, “parece apropiado, y hasta cierto punto lógico, pensar que estos ajuares áureos correspondieron a personajes que coparon un lugar principal en la estructura social de la comunidad emeritense, y cuyos atributos exclusivos y de alto coste económico demostraban su estatus social”.

Movimiento de los distintos pueblos de la Europa Oriental, protagonistas de las denominadas Grandes Migraciones del siglo V, conforme al “reparto” de Hispania y la extensión del reino suevo en época de Requila, entre el año 438 y el 449.

“No son romanas”, continúa el trabajo, “quienes se visten completamente a la moda bárbara. Alguna de estas tumbas es fiel reproducción —o comparable— de otros conjuntos de gentes orientales durante la primera mitad de ese siglo V a través de Europa central”. Y concluye: “Son, por tanto, llegados de fuera quienes se entierran en este lugar, al modo como lo hacían en su lugar de procedencia, sin negar tampoco que esa forma hubiera sido alterada con el paso de los años con la interacción cultural o con la creciente lejanía geográfica de la que partieron las princesas bárbaras o sus antepasados".

Fuente: elpais.com | 14 de febrero de 2021

Arkeologi Museoa recorre los últimos siglos de la historia de la arqueología vasca en la exposición 'Sobre espaldas de Gigantes'

La exposición pretende mostrar la historia de la arqueología vasca, desde los primeros estudios realizados en el siglo XVIII hasta la actualidad a través de más de cien piezas originales. “Sobre espaldas de gigantes” rinde un homenaje a la labor realizada por todas las generaciones de arqueólogos y arqueólogas precedentes y sobre cuyas investigaciones se fundamenta el conocimiento en la actualidad. La muestra se podrá visitar en el Arkeologi Museoa de la Diputación Foral de Bizkaia hasta el 7 de noviembre de 2021 y las visitas guiadas comenzarán el 1 de abril

La exposición "Sobre espaldas de Gigantes" que acoge el Arkeologi Museoa recorre los últimos siglos de la historia de la arqueología vasca a través de más de cien piezas originales expuestas en función de la fecha de su hallazgo, lo que es reflejo del patrimonio que en cada época se ha valorado.

La diputada de Euskera, Cultura y Deporte, Lorea Bilbao Ibarra, y el director del Arkeologi Museoa, Iñaki García Camino, han inaugurado esta mañana la muestra que podrá visitarse hasta el 7 de noviembre de 2021.

En la presentación la diputada ha destacado que “desde la Diputación Foral de Bizkaia consideramos imprescindible conocer nuestros orígenes, indagar en la historia en todos los ámbitos de nuestra vida. A lo largo de la historia ha habido grandes Gigantes que nos han descubierto aspectos importantes de nuestro pasado, de lo que fuimos”.

A través de los materiales expuestos en "Sobre espaldas de Gigantes" se muestra la historia y el desarrollo de la arqueología en la Comunidad Autónoma Vasca, en la Comunidad Foral de Navarra y en el País Vasco transpirenaico, desde las primeras referencias y estudios hasta los tiempos actuales. Esta muestra da a conocer, además, las distintas fases del desarrollo de la arqueología vasca: desde los pioneros hasta la actualidad, pasando por la escuela de Barandiaran, que dio carácter científico a la disciplina. Para realizar este viaje, en la exposición se presentan los materiales arqueológicos que han sido descubiertos en cada fase o periodo. Todo ello contextualizando dichos hallazgos en el marco de las corrientes y tendencias historiográficas de cada momento.

Lo más destacado de la historia de la arqueología vasca en cinco unidades expositivas

La exposición está organizada en cinco unidades expositivas que muestran el desarrollo de la arqueología, incluso siglos antes de que se convirtiera en disciplina de carácter científico a comienzos del siglo XX. Desde entonces, han ido cambiando los métodos y técnicas de conocimiento y también las preguntas que distintas generaciones de arqueólogos han formulado sobre el pasado en función de las preocupaciones sociales del tiempo que les ha tocado vivir.

Cada unidad se ilustra con los materiales recuperados en cada una de las fases en que se ha dividido la exposición.

La primera corresponde al periodo en el que la arqueología era poco más que coleccionismo y en el que se recuperaron y valoraron piezas de gran valor como el mosaico del caballo del hipocausto hallado en Iruña y que puede verse en la exposición, o la cubierta del sepulcro de Argiñeta, traída de la ermita de San Adrián en Elorrio.

Entre 1916 y 1936, la arqueología adquirió reconocimiento científico de mano de Barandiaran, Eguren y Aranzadi quienes excavaron numerosos dólmenes en Aralar y distintas cuevas en Bizkaia y Gipuzkoa, recogiendo objetos, huesos humanos y de animales por constituir las huellas de nuestros antepasados y no por ser objetos estéticamente bellos. Así, la exposición alberga un yunque de piedra de Bolinkoba (Dima) utilizado hace 15.000 años para construir herramientas o una asta de ciervo de Santimamiñe de la que se extrajeron varillas para fabricar arpones, punzones o azagayas.

Se cierra la sección expositiva con una vitrina de la cueva de Urteaga en la que estaba excavando Barandiaran cuando estalló la Guerra Civil y se vio obligado a exiliarse. En ésta podremos ver uno de los cráneos que sirvieron para describir los caracteres físicos del tipo vasco, junto a una plaqueta y un canto decorado con figuras de animales dibujados con un trazo casi imperceptible.

Con Barandiaran en el exilio, los estudios sobre prehistoria se estancaron en el País Vasco, sin embargo, en Navarra y en menor medida en Araba se estudiaron más de una docena de yacimientos de la Edad de Hierro, como los poblados de Peña Saco en Fitero o El Alto de la Cruz en Cortes, de los que podemos ver cinco recipientes de cerámica en la muestra.

En 1953 regresó Barandiaran del exilio y continuó la labor interrumpida por la guerra, reactivando las investigaciones prehistóricas y formando a una nueva generación de arqueólogos como Jesús Altuna, Juan María Apellániz, Ignacio Barandiaran, o Armando Llanos. Durante este periodo en Navarra la arqueología de época romana adquirió madurez gracias a la labor de una gran arqueológa M.A. Mezquiriz que investigó los orígenes de Iruña, la vieja Pompaelo de época romana.

En las vitrinas de los descubrimientos del periodo podremos ver cuentas de collar de Txotxinkoba (Gizaburuaga) y hachas de piedra pulimentados de los dólmenes de la Galupa (Karrantza, Bizkaia) o de las cuevas sepulcrales de Kobeaga (Ispaster) o Ereñuko Aristi. Quien visite la exposición se encontrará también con hachas de bronce que constituyen los primeros testimonios de metalurgia en el País Vasco y, lo que es más extraño, un molde de fabricación de estas hachas encontrado en Aralar. También hay que destacar una cajita de cerámica decorada de la Hoya (Araba).

La última unidad de la exposición abarca de 1980 hasta la actualidad. La fecha de inicio viene marcada por la creación de las instituciones autonómicas y forales que asumieron competencias en la gestión del Patrimonio Cultural fomentando un mayor conocimiento y reconocimiento de nuestro Patrimonio. Ello provocó nuevas intervenciones y, sobre todo, nuevas formas de conocimiento más acordes a la sociedad del momento y que permiten analizar el pasado desde diferentes perspectivas.

En las vitrinas de la muestra veremos un espectacular, por su tamaño, cuenco de terra sigillata, del siglo II encontrado en Iruña; una delicada aceitera de vidrio del siglo XV, unas monedas empleadas al final del imperio romano y escondidas en un lugar de Rigoitia, un peine de madera decorado de la Plaza del Castillo, unos anillos de oro y plata de las necrópolis de Aldaieta y Dulantzi, incluso unas sencillas llaves de Zarautz que pueden ser interpretadas desde la arqueología de la producción, de género o del conflicto, abriendo nuevas perspectivas de investigación y, en definitiva, creando un discurso histórico poliédrico y enriquecedor.

A partir del 1 de abril se harán visitas guiadas a la exposición y en septiembre se publicará el catálogo en la serie los ’Cuadernos del Arkeologi‘, en el que se recogerán no sólo las fichas técnicas de todas las piezas expuestas, sino también cuatro artículos en el que cuatro especialistas harán un recorrido por la historia de la arqueología vasca, destacando las hipótesis e investigaciones que provocaron los descubrimientos y el avance de conocimiento.

Más de cien piezas procedentes de distintos museos vascos cedidos para la ocasión

La exposición es resultado de la colaboración entre museos y centros de depósito de materiales arqueológicos de las comunidades autónomas del País Vasco y Navarra. Junto con el Arkeologi Museoa, coordinador de la muestra, participan en el proyecto el Bibat de la Diputación Foral de Álava, Gordailua de la Diputación Foral de Gipuzkoa, el Instituto Príncipe de Viana del Gobierno de Navarra y el Museo de Oiasso en Irún.

Los contenidos y selección de piezas han sido elaborados por los equipos técnicos de los citados centros de arqueología para esta muestra.

Mujeres del Paleolítico

La exposición rompe también con el sesgo de género en la evolución humana. Desde el paleolítico hasta la Edad de los Metales, las mujeres no solo realizaron tareas de reproducción y manutención, a las que tradicionalmente se les ha vinculado, sino que participaban también en los trabajos fuera del ámbito doméstico.

En la exposición, una vitrina llama la atención sobre lo que se denomina la arqueología de género. "Generalmente, inconscientemente relacionamos los objetos con hombres o mujeres, cuando en realidad no es así. Los adornos, por ejemplo, eran un símbolo de distinción que podían llevar tanto hombres como mujeres. Al igual que objetos de trabajo que se asociaban solo a hombres... Esta exposición también pretende ser una reflexión reivindicando el papel de la mujer en la prehistoria", explicó Iñaki García Camino.

Fuente: euzkadinoticias.es | 11 de febrero de 2021

Creados minicerebroides humanos modificados genéticamente para parecerse a los neandertales

El biólogo brasileño Alysson Muotri, con una placa en la que cultiva minicerebroides humanos. UCSD

El paleoantropólogo británico Chris Stringer suele decir que es muy injusto que la palabra neandertal se utilice hoy como un insulto. Los neandertales ya utilizaban innovadoras herramientas de piedra hace 300.000 años, se adornaban, manejaban el fuego, cuidaban a sus enfermos y enterraban a sus muertos. Los restos de sus cacerías de mamuts indican que se comunicaban entre ellos para trabajar en equipo. Y, sin embargo, los neandertales desaparecieron hace unos 40.000 años, desplazados por los humanos modernos.

El biólogo brasileño Alysson Muotri es uno de los investigadores que están intentando averiguar si había algo en el cerebro neandertal que contribuyó a su extinción. Es otra forma de hacerse la gran pregunta de la humanidad: ¿Quiénes somos nosotros? ¿Qué nos hace únicos? Muotri acaba de crear algo singular en su laboratorio para buscar la respuesta: minicerebroides modificados genéticamente para tener rasgos neandertales.

En cada célula humana hay unos 22.000 genes con las instrucciones necesarias para su funcionamiento. El equipo de Muotri apunta a 61 genes clave que marcan la diferencia entre los actuales sapiens y los neandertales. Uno de estos genes, llamado NOVA1, actúa de director de orquesta en el desarrollo temprano del cerebro. Los investigadores, de la Universidad de California en San Diego (EE UU), han introducido la variante neandertal de este gen en una célula humana reprogramada para poder convertirse en células cerebrales. Muotri habla de reconstruir la mente neandertal en una placa de laboratorio”, pero el resultado, en realidad, es una pelotita de células del tamaño de un grano de sal gorda.

Minicerebroides humanos con la variante neandertal del gen. UCSD
Su estudio, publicado este jueves en la revista Science, muestra que la reintroducción de la versión arcaica del gen NOVA1 desemboca en unos minicerebroides con una estructura y unas conexiones entre neuronas diferentes. Los organoides elaborados con células de humanos modernos suelen ser esféricos, mientras que los neandertalizados son más pequeños y tienen forma de palomita de maíz. “No sabemos cómo y cuándo exactamente ocurrió este cambio en nuestra historia evolutiva, pero parece ser significativo. Podría ayudar a explicar algunas de nuestras modernas capacidades en cuanto a nuestro comportamiento social, lenguaje, adaptación, creatividad y uso de la tecnología”, ha señalado Muotri en un comunicado.

La variante arcaica del gen NOVA1 no solamente se encontraba en los neandertales, también aparece en los denivosanos, otra especie humana extinta, cuyos restos se descubrieron hace una década en una cueva de Siberia (Rusia). El equipo de Muotri ha introducido la variante en el genoma humano gracias a la revolucionaria técnica de edición genética CRISPR, cuyas creadoras, la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer Doudna, ganaron el Premio Nobel de Química en 2020. Muotri ya había hecho experimentos similares con genes de chimpancés y de bonobos, pero nunca con una especie desaparecida. La comunidad científica esperaba estos resultados desde que ofreció un adelanto en un congreso en 2018.

“Es un estudio técnicamente excelente”, aplaude la bióloga Sandra Acosta (izquierda), del Instituto de Biología Evolutiva, en Barcelona. “Es un avance importante porque estamos llegando a definir cuáles son las mutaciones por las que somos humanos: qué nos diferencia del resto de las especies”, afirma. Acosta, con líneas de investigación similares a las de Muotri, está ahora volcada en estudiar el efecto del coronavirus en minicerebroides humanos creados en su laboratorio.

La bióloga subraya la importancia de este tipo de estudios para entender los trastornos neurológicos, como el autismo y la epilepsia, más allá de la evolución humana. “Estas regiones que los humanos tenemos diferentes del resto de las especies son muy interesantes, porque nos van a permitir averiguar mucho más sobre la fisiología de nuestra especie”, explica. Acosta defiende la investigación con estos minicerebroides, aunque estén muy lejos de reflejar la auténtica complejidad de un cerebro real. “Los organoides nos permiten modelar las funciones cerebrales porque son humanos. El resto de modelos de experimentación, como los ratones, no nos permiten hacerlo, porque no son humanos”, zanja.

Organoides cerebrales del tamaño de un guisante a los 10 meses de edad. (Muotri Lab/UCTV)

“Hay que evitar la simplificación de que un solo gen ha transformado el cerebro de nuestros ancestros”, subraya el neurobiólogo Alberto Ferrús (derecha), del Instituto Cajal (CSIC), en Madrid. El investigador recalca que los organoides creados en el laboratorio no son cerebros pequeñitos. “En mi opinión, son tan solo un banco de pruebas donde estudiar procesos en un ambiente reducido. No mucho más que un cultivo celular, pero algo más estructurado”, opina.

“La idea de poner un gen de nuestro parientes en un organoide actual para ver sus efectos es una buena manera de empezar, pero aún hay mucho camino por recorrer hasta saber qué hacía ese gen en el cerebro de nuestros parientes y qué hace en nuestro caso”, añade Ferrús, exdirector del Instituto Cajal.

El investigador Carles Lalueza Fox (izquierda), también del Instituto de Biología Evolutiva, advierte de que el equipo de Muotri ha cambiado un solo gen en el organoide, así que es imposible sacar conclusiones definitivas de los efectos observados. “Es un experimento interesante, en la línea de lo que hay que seguir haciendo”, opina Lalueza Fox, uno de los coautores de la secuenciación del genoma neandertal.

Fuente: elpais.com | 12 de febrero de 2021

Una concha marina de hace 18.000 años, procedente de la cueva de Marsoulas (Francia) es el instrumento de viento más antiguo de su tipo

Con 31 cm de altura, 18 cm de diámetro (en el punto más ancho) y hasta 0,8 cm de espesor, esta concha, de unos 18.000 años de antigüedad, da testimonio, a su vez, de proceder de un mar frío, y es, por tanto, más grande y gruesa que ejemplares más recientes. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021.

Casi 80 años después de su descubrimiento, un equipo multidisciplinario del CNRS, el Muséum de Toulouse, la Université Toulouse-Jean Jaurès y el Musée du quai Branly-Jacques-Chirac ha estudiado una gran concha de la ornamentada procedente de la Cueva de Marsoulas, en los Pirineos franceses. Los investigadores consideran que es el instrumento de viento más antiguo de su tipo, y han podido revelar cómo suena en un estudio publicado en la revista Science Advances.

La cueva de Marsoulas entre Haute-Garonne y Ariège fue la primera cueva decorada que se encontró en los Pirineos franceses. Descubierta en 1897, la cueva da testimonio del inicio de la cultura Magdaleniense en esta región al final del Último Máximo Glacial. Es reconocida como uno de los lugares del mundo con las más bellas representaciones de arte paleolítico. Como ejemplo de ello, está la figura de un bisonte que ha sido coloreado con los dedos mediante puntos de color ocre, y en el que se aprovecha la forma de la pared de la cueva para darle volumen. Es una obra de arte. Durante un inventario del material de las excavaciones aruqeológicas, la mayor parte del cual se conserva en el Museo de Toulouse, los científicos examinaron una gran concha de Charonia lampas (caracol de mar) que se había pasado por alto en gran medida cuando se descubrió en 1931.

Reconstrucción del instrumento de viento. Al fondo, un búfalo de puntos rojos decora las paredes de la Cueva de Marsoulas; motivos similares decoran el instrumento. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021 / dibujo: Gilles Tosello.

Los descubridores de la concha inicialmente sospecharon que servía como una taza ceremonial para beber. Pero después de un minucioso estudio con técnicas de imagen avanzadas, la arqueóloga Carole Fritz (izquierda) y sus colegas encontraron que los Homo sapiens magdalenienses de la cueva de Marsoulas la habían modificado cuidadosamente para instalar una boquilla.

Mediante técnicas de fotogrametría se pudo comprobar que estos antiguos artesanos magdalenienses habían eliminado los bordes exteriores de la boca de la caracola, la cresta acampanada que se extiende hacia afuera desde la abertura principal, los puntos de impacto a lo largo del labrum modificado, y de que había señales de que el ápice del caparazón había sido quitado cuidadosa y deliberadamente para crear una segunda abertura, al tiempo que adornaron el exterior de la concha con pigmentos de color rojo ocre, el mismo que usaron para el arte mural que se encuentra dentro de la cueva de Marsoulas y que indica también su condición de objeto simbólico.

También encontraron rastros de una sustancia orgánica marrón, probablemente una resina o cera, alrededor de la abertura del ápice, la cual pudo haber sido usada como adhesivo para fijar una boquilla.

El caparazón de 'Charonia' tiene huellas de importantes modificaciones de origen humano. (A) Eliminación del labrum (labio externo) mediante una serie de golpes. (B) Apertura del ápice por destrucción de las primeras seis espirales. (C) En la vista superior, el borde astillado de la boca indica un trabajo meticuloso. (D) Un depósito de materia orgánica pardusca cubre el borde fracturado del ápice. Fotos (A a D): C. Fritz.

(A) Sección sagital del modelo tridimensional de la concha que permite visualizar el orificio perforado a nivel de la sexta espiral (después de abrir el ápice) probablemente para introducir un tubo y facilitar la colocación de una boquilla. (B) Detalle de la perforación circular perforada desde el ápice. Las rayas en el borde se deben a una herramienta de deslizamiento. (C) Vista superior del modelo 3D que muestra la perforación. (D) Sección transversal tridimensional al nivel de la séptima espiral.

Tomografías computarizadas se llevaron a cabo para visualizar el interior del caparazón, y se encontró que se habían realizado dos orificios adicionales en las capas espirales directamente debajo del vértice del caparazón, probablemente para acomodar la extensión del tubo largo de una boquilla.

Para confirmar la hipótesis de que esta caracola se utilizaba para producir sonidos, Carole Fritz solicitó la ayuda de un musicólogo especializado que fue capaz de reproducir el sonido de la trompeta en tres notas distintas que casi coinciden con los tonos de Do, Re y Do bemol en la nomenclatura musical moderna.

Escuche el sonido de la caracola Marsoulas, la cual pudo haber sido tocada hace 18.000 años. Crédito: © Carole Fritz et al. 2021 / reproducción: Jean-Michel Court / grabación: Julien Tardieu

La primera datación por carbono 14 de la cueva, realizada sobre un trozo de carbón y un fragmento de hueso de oso del mismo nivel arqueológico que la concha, arrojó una fecha de alrededor de 18.000 años. Esto hace que la caracola de Marsoulas sea el instrumento de viento más antiguo de su tipo: hasta la fecha, solo se han descubierto flautas en contextos anteriores al Paleolítico Superior europeo; hay que tener en cuenra que las caracolas que se encuentran fuera de Europa son mucho más recientes.

“En todo el mundo las caracolas han servido como instrumentos musicales, dispositivos de llamada o señalización, y objetos sagrados o mágicos según las culturas”, escriben los autores. "Hasta donde sabemos, la caracola de Marsoulas es única en el mundo en el contexto prehistórico del paleolítico".

Arqueólogos trabajado en la cueva de Marsoulas. Crédito: R. Apajou.

Pinturas de la cueva de Marsoulas posicionadas sobre un modelo 3D. Crédito: G. Tosello, C. Fritz, M. Willis.

Además de sumergirnos en los sonidos producidos por nuestros antepasados ​​magdalenienses, esta concha refuerza la idea de intercambios entre los Pirineos y la costa atlántica, a más de 200 kilómetros de distancia. “Sabemos que los magdalenienses de Marsoulas tenían vínculos con los magdalenienses de la costa cantábrica. El caparazón consolida estos contactos. Llevan el mar hacia el interior, al fondo de la cueva”.

De acuerdo con los científicos, esta concha también muestra la capacidad de los antiguos grupos humanos para transformar un objeto complejo en un instrumento de viento. “Aún debemos meditar sobre la función del sonido en el Paleolítico, pero podemos decir que la relación entre la música y el simbolismo humano es muy fuerte. En Marsoulas es difícil no establecer el paralelismo entre el sonido y el arte rupestre.

Fuentes: phys.org | elpais.com | quo.es | smithsonian.com | 10 de febrero de 2021

Una nueva datación de dientes antiguos encontrados en China muestra que tienen unos 16.000 años, no en torno a 120.000

Ubicación geográfica de la cueva Huanglong (1), la cueva Luna (2), la cueva Fuyan (3), la cueva Yangjiapo (4) y la cueva Sanyou (5). Crédito: PNAS.

Un equipo de investigadores afiliado a una serie de instituciones en China, junto con uno de Australia, uno de Taiwán y otro de los EE. UU., ha encontrado evidencias que contradicen que dientes humanos antiguos encontrados en las cuevas de Huanglong, Zhiren, Luna y Fuyan, en el sur de China, tenían 120.000 años de antigüedad. En su artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, el grupo describe cómo analizaron tales dientes y qué es lo que encontraron.

La mayoría de los arqueólogos están de acuerdo en que los humanos modernos evolucionaron hace aproximadamente 500.000 a 315.000 años en África y emigraron a zonas de Eurasia de hace aproximadamente 65.000 a 45.000 años; otros homínidos humanos no modernos hicieron el viaje mucho antes, pero todos se extinguieron.

Esta línea de tiempo se cuestionó en 2015 cuando un equipo de arqueólogos encontró dientes fosilizados en cinco cuevas en una parte del sur de China, y afirmó que tenían una antigüedad de aproximadamente 120.000 años. En el nuevo análisis de los dientes llevado a cabo los investigadores han descubierto que la datación propuesta originalmente estaba equivocada: las pruebas realizadas muestran que los dientes tienen, en realidad, solo 16.000 años.

siete dientes hallados en la cueva de Huanglong vistos desde distintas perspectivas.

Al observar los métodos utilizados para datar los dientes por el equipo original, los investigadores encontraron que la mayor parte del trabajo había consistido en analizar y fechar los sedimentos que se habían encontrado en las cercanías de los dientes pero no los dientes mismos, lo cuales no se analizaron.

En el nuevo esfuerzo analítico llevado a término, los investigadores encontraron pequeños fragmentos de ADN mitocondrial en algunos de los dientes y algo de carbón en las cercaníasy que dataron mediante la técnica del carbono-14. Sus resultados mostraron que los dientes pertenecían a humanos modernos que habían vivído en el área durante el Holoceno. También encontraron que el ADN de una de las muestras analizadas coincidía con las personas que viven en el actual Tíbet y Birmania.

47 dientes hallados en la Cueva de Fuyan (Daoxian, China). / S. Xing X-J. Wu.

Concluyeron, pues, que los dientes no provienen de humanos modernos establecidos en el lugar hace 120.000 años y, por lo tanto, la teoría de que humanos modernos migraron a Eurasia hace 65.000 a 45.000 años todavía se mantiene.

En este sentido, sugieren que otros investigadores que llevan a cabo esfuerzos de investigación similares, analicen siempre directamente las muestras que encuentren utilizando la datación por carbono-14 a fin de garantizar la precisión de su datación.

Fuente: phys.org | 9 de febrero de 2021

Descubren que algunas de las piedras de Stonehenge podrían haber sido transportadas desde un monumento similar más antiguo situado en Gales

Stonehenge, completado hace unos 4.600 años, podría haberse construido en parte con elementos de monumentos megalíticos más antiguos erigidos a cientos de kilómetros. Foto Kenneth Geiger.

No es difícil ver por qué Stonehenge es uno de los sitios arqueológicos más icónicos del mundo. El círculo de piedra de 4.600 años, ubicado en Salisbury Plain, Inglaterra, fue construido por personas que no dejaron pistas claras sobre su propósito ni pruebas de su identidad. Estos misterios han fascinado durante años a arqueólogos, druidas modernos, escritores de ciencia ficción y turistas.

Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Antiquity ofrece otro giro argumental en la saga de Stonehenge: este lugar, Patrimonio de la Humanidad, podría no ser una creación original. Un equipo de investigadores ha descubierto un posible precursor de Stonehenge en los restos de un monumento más antiguo ubicado en Gales.

El círculo megalítico del yacimiento galés de Waun Mawn tiene dimensiones comparables a las de Stonehenge, también está alineado con el sol y parece estar compuesto de algunos de los mismos materiales de construcción. Pero a diferencia de Stonehenge, pocas piedras han sobrevivido hasta la actualidad. El equipo de investigación especula que los constructores de Waun Mawn lo desmantelaron hace cinco milenios y transportaron algunas de sus piedras de arenisca de tres toneladas 280 kilómetros al este, hasta Salisbury Plain, una tarea extremadamente ardua (y, a nivel práctico, innecesaria). Entonces ¿por qué lo hicieron?

«Los antiguos britanos debieron de haber considerado las rocas de arenisca no solo algo valioso, sino la esencia misma de quiénes eran», afirma Michael Parker Pearson (izquierda), experto en prehistoria británica en el University College London y autor principal del estudio. Pearson le dijo a The Guardian: "He estado investigando Stonehenge durante 20 años y esto es realmente lo más emocionante que hemos encontrado".

Pearson, cuyo trabajo ha sido apoyado en parte por la National Geographic Society, sospecha que el descubrimiento en Waun Mawn podría reforzar una hipótesis especialmente evocadora: las «piedras azules» de Stonehenge (que se llaman así por su color) eran las representaciones físicas de los antepasados de los migrantes o de sus recuerdos ancestrales. Los britanos neolíticos estaban literalmente transportando el peso de sus ancestros a lo largo del mundo.

Sin embargo, en esta fase de la investigación es imposible llegar a conclusiones firmes, algo que reconocen tanto los autores del estudio como los expertos externos. «Una de las cosas que siempre me han gustado sobre Stonehenge es que hay muchas preguntas que probablemente nunca podrán responderse», afirma Kate Fielden (derecha), vicepresidenta de Rescue—The British Archaeological Trust, que no participó en la investigación. «Me gusta la idea de que haya un misterio».

Pistas en las leyendas antiguas

Los avances revolucionarios en la ciencia arqueológica en las últimas décadas han reducido poco a poco las posibles historias sobre el origen de Stonehenge. Su alineación con los solsticios de verano e invierno entraña una conexión astronómica y la multitud de restos humanos incinerados en el lugar sugiere un vínculo con los difuntos o con la veneración de los ancestros.

Stonehenge no se erigió de la noche a la mañana. La construcción comenzó hace 5000 años y el monumento adoptó varias formas con el paso de los siglos. Finalmente, constó de dos tipos de piedra: sarsen —unos bloques de arenisca de 20 toneladas que componen le herradura central y el círculo de menhires exterior— y el arco interno de piedras azules de tres toneladas. El análisis geoquímico indica que las piedras sarsen de arenisca se extrajeron en West Woods, a un tiro de piedra de Stonehenge.

En cambio, se cree que las piedras azules se arrastraron por tierra a lo largo de más de 300 kilómetros desde las colinas de Preseli, en el oeste de Gales. Recientemente, Parker Pearson y otros investigadores descubrieron coincidencias perfectas para las piedras azules de Stonehenge en dos canteras galesas.

Stonehenge está compuesto de piedras sarsen de arenisca alrededor de un anillo exterior y una herradura interior, con piedras azules más pequeñas procedentes de Gales dentro del círculo. FOTOGRAFÍA DE BRUCE DALE, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

Los arqueólogos señalan que el viaje de dichas piedras azules se refleja en una antigua leyenda. En el tomo del siglo XII de la Historia de los reyes de Bretaña, Godofredo de Monmouth narra la historia de cómo el mago Merlín destrozó la Danza de los Gigantes, un antiguo círculo de piedra en Irlanda, y utilizó a 15.000 hombres para reconstruirlo en Salisbury Plain. "Mi palabra, es tentador creerlo ... Es posible que acabemos de encontrar lo que Geoffrey llamó la Danza de los Gigantes", dice Pearson. El descubrimiento será explorado en un documental en BBC Two y será presentado por la profesora Alice Roberts.

Aunque este curioso cuento sobre los caprichos de un hechicero tiene poco que ver con la realidad, el hecho de que las piedras azules de Stonehenge procedieran de Gales, justo al otro lado del mar desde Irlanda, ha hecho que algunos se pregunten si el mito podría contener algo de verdad. ¿Existió el precursor de Stonehenge en un lugar al oeste del monumento? Tentado por este reto, el equipo de Pearson —un grupo que incluía a arqueólogos, geólogos, expertos en fotogrametría aérea y especialistas en datación por carbono radioactivo y cristales— ha pasado gran parte de la última década intentando hallar la respuesta.

Alice Roberts con Mike Parker Pearson en una de las piedras restantes de Waun Mawn. Fotografía: Barney Rowe / BBC / PA.

La búsqueda de precursores

Waun Mawn, identificado como lugar de interés por su relación con Stonehenge en el 2010, no es gran cosa en la actualidad: solo consta de cuatro piedras azules dispuestas en un posible arco. En el 2011, los arqueólogos emplearon tecnología de teledetección para echar un vistazo bajo la superficie del yacimiento, pero no encontraron nada de interés.

Debido a una corazonada, el equipo regresó a Waun Mawn en el 2017 y excavó pequeñas trincheras a cada extremo del arco y descubrieron dos fosas donde en el pasado hubo dos menhires. «Aquel fue un momento en el que pensamos que quizá íbamos por el buen camino», cuenta Parker Pearson.

Imagen de Waun Mawn desde el norte durante una excavación del 2018. El círculo de piedra se encuentra en la ladera de una colina conocida como «Hillock of the Deer», con vistas distantes de Irlanda al oeste. FOTOGRAFÍA DE A. STANFORD.

Sin embargo, una vez más, los reconocimientos geofísicos no revelaron más fosas donde habría habido menhires. Las técnicas de teledetección han sido fundamentales para ver bajo la superficie en Stonehenge. Que esos métodos fracasaran en Waun Mawn, incluso después de hallar evidencias tan prometedoras en las trincheras excavadas, resultó irónico y frustrante.

«No hay nada más difícil que intentar encontrar un círculo de piedra que ya no está ahí», explica Parker Pearson.

Finalmente, el equipo de investigación se percató de que ese tramo de tierra galesa carecía de los minerales magnéticos, o de cualquier tipo de roca conductora de electricidad, necesarios para que el equipo de teledetección funcionara de forma correcta. «La alta tecnología moderna no estaba funcionando», afirma Parker Pearson. «Íbamos a tener que hacerlo a la antigua, todo a mano».

El arco de antiguos menhires de Waun Mawn, en Gales, durante las excavaciones de prueba del 2017. El perfil de un zócalo de piedra descubierto en el lugar coincide con el de una roca de arenisca hallada en Stonehenge, lo que sugiere que fue transportada deliberadamente al lugar Patrimonio de la Humanidad de Inglaterra desde una distancia de 280 kilómetros. FOTOGRAFÍA DE A. STANFORD

Las piezas perfectas del puzle

Tras meses de excavación y exámenes del suelo en busca del más mínimo cambio de textura, color y topografía, los arqueólogos descubrieron más fosas. Estos «zócalos de piedra» componían un segmento que originalmente era un círculo de 110 metros de diámetro, el mismo que el de la zanja de Stonehenge. Si todas las piedras de Waun Mawn todavía estuvieran sobre sus zócalos, el monumento se alinearía con el amanecer del solsticio de verano, como Stonehenge.

A continuación, el equipo de investigación recurrió a la datación por carbono radiactivo del carbón vegetal del yacimiento, así como a la luminiesciencia ópticamente estimulada, que revela la última vez que los sedimentos abundantes en cuarzo de los zócalos de piedra se habían expuesto a la luz solar. En conjunto, sugerían que Waun Mawn se había construido hace 5.000 a 5.600 años, anterior a la construcción de Stonehenge.

Un zócalo de piedra excavado en Waun Mawn. Los arqueólogos buscaron diferencias mínimas en el color, la textura y la topografía del suelo para identificar agujeros donde en el pasado se situaron los menhires del antiguo monumento. FOTOGRAFÍA DE M. PARKER PEARSON.

Pero ¿a dónde fueron las piedras de Waun Mawn? Una de las piedras azules de Stonehenge proporcionó una pista: una sección transversal muy específica que encaja en uno de los zócalos de piedra de Waun Mawn. Asimismo, las astillas de roca en el fondo de uno de los zócalos de Waun Mawn coincidían geológicamente con el tipo específico de piedras azules de Stonehenge, una roca que se denomina dolerita manchada.

Los análisis anteriores de los restos óseos humanos de Stonehenge revelaron evidencias químicas de que algunos de los difuntos procedían del oeste de Gales. En conjunto, los datos contaban una historia espectacular e inesperada: el círculo de piedra de Waun Mawn fue desmantelado por sus creadores y trasladado a Salisbury Plain, donde los constructores imitaron su diseño y emplearon algunas de sus piedras azules para erigir Stonehenge.

Los autores del estudio creen que esta es una teoría sólida, pero provisional, y algunos expertos independientes están de acuerdo. Richard Madgwick (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Cardiff en Gales, dice que «la idea de que Stonehenge tenga al menos un precursor galés es muy convincente».

Sin embargo, otros expertos no creen que haya pruebas suficientes.

«Buscar pruebas para respaldar las tradiciones orales del relato de Godofredo de Monmouth es un enfoque interesante, pero por ahora los restos hallados en Waun Mawn no se ajustan a lo que cabría esperar de un círculo de piedra de este periodo», afirma Timothy Darvill (derecha), arqueólogo de la Universidad de Bournemouth. «Claramente, es necesario investigar más para sustanciar las alegaciones».

¿Cuál es el significado de Stonehenge?

Como solo una de las 44 piedras azules supervivientes de Stonehenge encaja (por ahora) con certeza en Waun Mawn, el equipo de investigación sugiere que podrían haberse obtenido en varios lugares de la región. De ser así, eso sugiere que Stonehenge era de especial importancia para sus constructores migratorios, pero ¿por qué?

El círculo de Gales tiene un diámetro de 110 metros, el mismo que la zanja que rodea Stonehenge. Ambos están alineados en el amanecer del solsticio de verano.

Varios estudios de ADN antiguo revelan que las personas enterradas en Salisbury Plain hace 5.000 años tenían orígenes ancestrales diferentes. Algunos procedían del oeste de Gales e Irlanda, donde se construían tumbas de piedra, mientras que otros llegaron del este de Inglaterra, donde las tumbas se creaban en forma de túmulos alargados. «Estas también eran zonas que tradicionalmente tenían estilos de vida y, por así decirlo, estilos de muerte diferentes», afirma Paker Pearson.

Stonehenge se encuentra justo entre estas zonas y Pearson cree que el monumento podría haber sido una especie de «terreno neutral» unificador donde diferentes grupos neolíticos podían reconciliar sus diferencias culturales.

Una reciente investigación dirigida por Madgwick respalda esta idea. Su equipo descubrió una gran cantidad de huesos de cerdo en Durrington Walls, un yacimiento neolítico cerca de Stonehenge. Los análisis químicos de los restos porcinos revelaron que procedían de toda Bretaña y que se consumieron en grandes festines. El yacimiento podría haber sido el «Festival de Glastombury de la época», dice Madgwick, donde personas de las islas británicas se congregaban para compartir sus identidades y experiencias.

Este nuevo estudio respalda la idea de que aquellos que participaron en Stonehenge no eran estáticos ni aislacionistas, señala Vincent Gaffney (izquierda), arqueólogo de la Universidad de Bradford, en Inglaterra, que no participó en la investigación. «Estos antiguos britanos, vivían en una sociedad que no era monolítica, que no era estática, sino flexible, interactiva. Había movimiento de bienes y parece que había movimiento de partes considerables de la cultura material», afirma.

Recuerdos grabados en piedra

No está tan claro, pues, por qué esas piedras azules específicas fueron transportadas desde Gales hasta Salisbury Plain. Pero los monolitos de otro lugar del mundo podrían revelar la respuesta.

En los años noventa, Parker Pearson estaba trabajando con un arqueólogo malgache que estudiaba las obras megalíticas de Madagascar, que todavía se construyen en la actualidad. Su colega le explicó que las piedras eran para los ancestros. La madera se pudre, pero la piedra dura para siempre. Los megalitos representaban a los difuntos y básicamente mantienen viva su memoria eternamente.

Se sugiere que las piedras azules podrían haber sido movidas cuando los antiguos habitantes de la región de Preseli migraron, incluso llevándose sus piedras monumentales con ellos, como un signo de su identidad ancestral, a Stonehenge, a unos 280 kilómetros de distancia.

Lo mismo se aplica a esas piedras azules migratorias de Gales. Las colocaron en Stonehenge y, como muchas «tumbas de corredor» construidas durante esa época, se dispusieron de forma que se alinearan con los movimientos del sol, otra entidad eterna. Entonces, Stonehenge podría no haber sido solo un punto de reunión multicultural, sino también un monumento conmemorativo.

Puede que cinco milenios nos separen de estas personas, pero es fácil empatizar con su deseo de inmortalizar a sus predecesores. Estas piedras azules eran versiones de tres toneladas de los pequeños recuerdos —fotografías, cartas, baratijas— que nos han dejado nuestros seres queridos.

Y al igual que aquellos britanos, cuando nos mudamos nos llevamos esos símbolos tan queridos.

«Te llevas aquello que representa quién eres, debido a quiénes son tus ancestros», afirma Parker Pearson.

Fuentes: nationalgeographic. es | theguardian.com | dailymail.co.uk | 11 de febrero de 2021