Excavaciones en el Patio de los Naranjos arrojan el gran edificio cristiano previo a la Mezquita de Córdoba

Excavaciones abiertas en el Patio de los Naranjos - Fotos: Valerio Merino

El Cabildo de la Mezquita-Catedral de Córdoba ha mostrado los primeros resultados de las excavaciones que se llevan a cabo en el Patio de los Naranjos dirigidas por el profesor de la Universidad de Córdoba, Alberto León, y por el arqueólogo titular del monumento, Raimundo Ortiz. Los primeros resultados, aún en clave de hipótesis, muestran, como elemento más relevante, los restos de la fachada de un gran edificio que ya estaba levantado en el siglo V, que formaba parte de un complejo aún mayor y que fue posteriormente monumentalizado.

Lo primero que hay que explicar es que las ideas simples cada vez se llevan menos. La interpretación tradicional es que antes de la Mezquita hubo una iglesia, San Vicente, y que previamente hubo un espacio de la Córdoba romana, probablemente una calle.

Las tesis más aceptadas actualmente es que, con carácter previo a la construcción de la Mezquita, el espacio estuvo ocupado por un conjunto de edificios ligados a los obispos de la época tardoantigua: un complejo episcopal de época visigoda. Una tipología de construcción muy extendida que consta de tres elementos fundamentales: una basílica, un batisterio y el palacio del obispo con algunas instalaciones añadidas de uso civil.

Esta última parte es el hallazgo más relevante. Hasta el momento, se han cubierto dos fases de la excavación y se prepara ya una tercera. El proyecto pretende volver a excavar todo lo que estudió Félix Hernández hasta el año 1934, accediendo a zonas que el arquitecto no llegó a tocar. Toda la zona se encuentra en la parte occidental del Patio de los Naranjos. Es decir, en la parte más cercana a la actual calle Torrijos.

El proceso de investigación ha documentado con las técnicas de la arqueología de hoy los elementos enunciados por Hernández o que éste pasó por alto. Por tanto, se tienen ya los elementos más destacados de la etapa previa, probablemente un barrio romano de viviendas. También la fachada principal del ese edificio que estaba totalmente levantado en el siglo V y al que se accedía desde un espacio porticado cuyos capiteles se conservan en el Museo Arqueológico de Córdoba.

En el proceso de investigación se han recabado datos que aseguran que la fachada no daba paso a un edificio diáfano que es el modo lógico de construir una iglesia. Durante el proceso de monumentalización, explicó León, se dotó al edificio de un ábside o exedra cuyos restos han conservado las dimensiones que tuvo. Se entraba por una puerta de unos cuatro metros y estaba dividido en estancias. Se le otorga una fuerte relevancia ideológica que llevó a su destrucción. Ya en etapa islámica se cegó. Recibió un tratamiento especial.

En el actual momento de la investigación, puntualizan una y otra vez los responsables del proyecto, se trabaja con la hipótesis de que fuera un edificio ligado a usos de representación. Resumiendo, el lugar donde el obispo de la época recibía a otras autoridades y realizaba las amplísimas funciones que entonces tenía encomendadas.

Las excavaciones han permitido conocer el desarrollo posterior de los acontecimientos. En concreto, una etapa de arrasamiento de las que se han salvado algunos elementos del pavimiento (de mármol) y un mosaico. A partir de ahí, se han documentado los cimientos del primer alminar que tuvo la Mezquita Aljama que, como es sabido, es fruto de un ambicioso programa de sucesivas ampliaciones que se inicia con el templo fundacional de Abderramán I.

Los cimientos han mostrado una edificación que pudo llegar a tener unos 20 metros de altura. También se ha documentado un pozo ciego con restos de animales, ninguno de los cuales es un cerdo, lo que ha llevado a pensar en que sea uno de los raros ejemplos de restos hallados entre 711 (fecha de la invasión musulmana) y 785 (el del inicio de la construcción de la Mezquita).

Una de las cuestiones sobre la que no se tiene respuesta es qué obispo u obispos de Córdoba fueron los responsables de la construcción del complejo. No se ha hallado, de momento, epigrafía alguna. Lo que sí se tiene claro, dijeron los responsables, es que responde a un conjunto que, pese disponer de distintas orientaciones, formaba parte de un plan de urbanización conjunto.

En el interior de la Mezquita, se encuentran restos que se han identificado por otros investigadores con la zona litúrgica de San Vicente. Los arqueólogos responsables del proyecto no creen que se pueda asegurar ni descartar. Lo que sí tienen claro es que formaban parte de un conjunto de varias edificaciones.

El Cabildo Catedral de Córdoba, dueño del monumento y templo, ha decidido abrir las excavaciones al conocimiento público en lo que el portavoz del órgano catedralicio, José Juan Jiménez Güeto, calificó como un ejercicio de transparencia. No es habitual que el promotor de un proyecto dé acceso al mismo y a estas excavaciones se está invitando a guías turísticos, estudiantes universitarios o periodistas. La clave radica en el debate abierto por una serie de investigadores que niegan la existencia misma de San Vicente, de una ocupación cristiana previa a que la Mezquita de Córdoba fuese construida.

Fuente: abc.es | 6 de abril de 2021

Identifican una losa grabada como la representación más antigua (Edad del Bronce) de un territorio en Europa

Foto: Vista general de la losa de Saint Bélec desde su borde inferior. INRAP.

Una losa grabada, encontrada en 1900 en la Bretaña francesa, al noroeste del país, acaba de convertirse en una nueva fuente de conocimiento cartográfico al descubrirse en ella el mapa en relieve más antiguo de Europa, que data de principios de la Edad del Bronce (2150-1600 a.C).

El estudio publicado en el Boletín de la Sociedad Prehistórica Francesa confirma que la losa de Saint-Bélec, hallada en la localidad de Leuhan por el prehistoriador Paul du Chatellier (1833-1911), posee una composición gráfica en cuatro cuadrantes.

La historia de este mapa pétreo es singular, porque se trata, más que de un hallazgo, de un redescubrimiento. La losa formó parte de una tumba-túmulo en Saint-Bélec, hasta que en 1900 fue trasladada al castillo de Kernuz, casa y museo privado de Du Chatellier, donde fue guardada. Tras su muerte, la familia vendió en 1924 su colección, incluida la losa, al Museo Nacional de Arqueologia en Saint Germain-en-Laye, cerca de París. Almacenada en el foso y posteriormente en las bodegas de este museo, la losa se desvaneció más o menos en el olvido hasta su redescubrimiento en 2014, tras una auténtica búsqueda del tesoro.

Vista de detalle de la parte inferior de la losa de Saint-Bélec. Forma de patata cruzada por líneas verticales y puntuada con tazas pequeñas. Podría corresponder a un recinto oa un elemento del relieve. © Denis Glicksman, Inrap

Vista detallada de un motivo ovalado profundamente picado con una copa en el centro. La técnica de piquete produce astillado de la pizarra, formando halos alrededor de los patrones. © Denis Glicksman, Inrap.

Vista del cuarto inferior izquierdo de la losa de Saint-Bélec. Las formas y los símbolos representados están fuertemente interlazados y unidos por una red de líneas. Una línea vertical que un motivo central con el extremo inferior de la losa podría coincidir con el curso de la Isole. En la parte superior, el triángulo revelado en bajorrelieve corresponde al sin duda al valle de Odet. © Denis Glicksman, Inrap.

A partir de 2017, los autores de la investigación registraron la topografía de su superficie y analizaron la morfología, la tecnología y la cronología de los grabados mediante técnicas fotográficas y herramientas 3D de alta resolución.

Para los científicos del Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas (Inrap), el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) y las Universidades de Bournemouth y la Bretaña Occidental, la presencia de motivos unidos por líneas daría a la composición la apariencia de un trazado cartográfico. Algunas de estas formas están grabadas profundamente, como para resaltarlas y marcar su importancia, como el dibujo trapezoidal del centro de la losa.

La misma presenta los tres elementos más probatorios de la representación cartográfica prehistórica, es decir, composición homogénea con grabados idénticos en técnica y estilo, repetición de motivos (líneas rectas o curvas, cuadrados, círculos, óvalos y motivos en forma de pera) y relación espacial entre los signos.

Escaneo 3D de alta definición de la losa grabada de Saint-Bélec. © P. Stephan, Clément Nicolas, Yvan Pailler.

Para comprobar su hipótesis, los expertos compararon otras representaciones similares extraídas de la prehistoria europea y de la etnografía de los tuareg, papúes o de los aborígenes australianos, entre otros.

El bloque descubierto, de esquisto, posee un color gris azulado y tiene unas dimensiones de 2,20 metros de largo, 1,53 de ancho y 0,16 de espesor.

Los científicos franceses examinaron la superficie grabada y concluyeron que la topografía de la losa fue modelada para representar en tres dimensiones el valle del río Odet, que atraviesa la región de Bretaña hasta desembocar en el Océano Atlántico.

Comparación entre la losa grabada de Saint-Bélec y la topografía del sector de las Montañas Negras: 1: vista de detalle del DEM al nivel de la excavación triangular (parte central izquierda de la losa). MNE: © V. Lacombe y P. Stéphan.

Topografía alrededor del túmulo de Saint-Bélec para comparar con la vista detallada de la MNE. © IGN

Interpretación de determinados grabados de la losa de Saint-Bélec como la representación del relieve y la red hidrográfica. DAO: © C. Nicolas.

Interpretación de determinados motivos grabados como la representación de un recinto, un túmulo y una parte de la calzada. DAO: © C. Nicolas

Asimismo, para comprobar la similitud entre los grabados y los elementos del paisaje, se realizaron análisis estadísticos de redes y formas, cuyo resultado muestra que el territorio representado sería una zona de unos 30 por 21 kilómetros, orientada en sentido Este-Oeste a lo largo del curso del río Odet que nace en las Montañas Negras.

Al tratarse probablemente de un mapa reconstruido mentalmente, algunos elementos representados pueden estar sobredimensionados, mientras que sus posiciones no son necesariamente proporcionales a la distancia que los separa, advierte el estudio.

Análisis de redes y formas comparando el relieve y la red hidrográfica calculada en la losa de Saint-Bélec con los de la región de las Montañas Negras: distancia desde Jaccard. MNE de la losa: © V. Lacombe y P. Stéphan; mapas base: © IGN; DAO: © J. Pierson.

Vista de detalle de la parte izquierda de la losa de Saint-Bélec. El triángulo despejado en bajorrelieve correspondería al valle de Odet que limita al norte con la línea de cresta de las Montañas Negras y al sur con las colinas de Coadri. En el extremo derecho del triángulo se encuentra el motivo central (¿recinto?) que estaba ubicado cerca de las fuentes del Odet. © Denis Glicksman, Inrap.

Los investigadores dedujeron que la losa de Saint-Bélec representa el territorio de una entidad política fuertemente jerarquizada (donde las formas más pronunciadas podrían representar centros de poder) que controlaba estrechamente un territorio a principios de la Edad del Bronce que se extendía sobre un área de unos 545 a 843 km2.

Una pregunta pendiente sobre la losa de Saint-Bélec es ¿por qué se hizo? Una posibilidad es que tal representación territorial fuera un acto material y simbólico de imposición. Junto con el desarrollo de los sistemas de campo en Bretaña, la fabricación de la losa tal vez sugiera la aparición de una nueva forma de tenencia de la tierra, mientras que la distribución de las tumbas de la élite principesca está estrechamente relacionada con la fertilidad del suelo. En este contexto, podemos plantear la hipótesis de que la losa de Saint-Bélec se utilizó como plan catastral para la gestión del territorio y el control de la tierra.

Fuentes: larazón.es | inrap.fr. | es.euronews.com | 6 de abril de 2021

Sertorio contra Metelo: la gran batalla entre romanos sale a la luz en un pueblo de Teruel

Moneda celtíbera de la ceca Bolskan (Huesca) localizada a los pies de la ciudad de Cabezo de Alcalá, Azaila, Teruel. FRANCISCO ROMEO

Hispania estaba en llamas. Los ejércitos romanos de Sertorio contra los también romanos de Pompeyo y Metelo. Cruentas batallas en los más diversos lugares de la provincia Citerior durante las llamadas guerras sertorianas (82 a 72 a. C). Los pueblos hispanos ―obligados― se ponían de uno u otro bando. El íbero que habitaba el oppidum (ciudad fortificada) de Cabezo de Alcalá (Azaila, Teruel) lo hizo a favor de Sertorio. Metelo, en consecuencia, lo asedió. Los habitantes huyeron despavoridos ante la llegada de los soldados: no había piedad con los enemigos. Solo quedaron romanos contra romanos. Profesionales contra profesionales. Las mismas técnicas, la misma preparación, idéntico armamento. Los arqueólogos creen que se trataba de las tropas de Sertorio, encerradas en una ciudad con murallas de hasta 12 metros de altura, combatiendo frente a las de Metelo, desplazadas desde Marsella y encargadas del cerco.

Cabezo de Alcalá - Archivo fotográfico del Consorcio Iberos en el Bajo Aragón.

La única solución para tomar la ciudad consistía, por tanto, en crear un auténtico cuartel general bajo la ciudadela e intentar doblegarla mediante una técnica denominada obsidio (bloqueo). ¿Pero cómo asaltarla? La solución fue crear un camino en pendiente (agger), una especie de gigantesca escalera de tierra y piedras, de unos cinco metros de anchura, desde el acuartelamiento hasta el oppidum. Por él subirían soldados y máquinas de guerra encabezando el ataque. Se han hallado hasta las barricadas que levantaron en las calles los defensores para evitar el avance.

El estudio "El sistema ofensivo y campo de batalla del entorno de la ciudad antigua del Cabezo de Alcalá de Azaila (Teruel). Primeros resultados", que va a aparecer próximamente en la revista Gladius, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), firmado por Francisco Romeo Marugán (izquierda), arqueólogo del Gobierno de Aragón, da así una respuesta a un enigma que comenzó en 1868, cuando el experto Pablo Gil y Gil se preguntó, por primera vez, qué significaban todas aquellas estructuras pétreas dispersas a los pies del oppidum en el pequeño municipio de Azaila.

La primera pista para completar el puzle la halló el arqueólogo Juan Cabré cuando en 1942 encontró “una zanja que se excavó parcialmente y cuya naturaleza no pudo precisar”, dice el estudio. Se trataba de un foso de 130 centímetros de anchura y 190 de profundidad y que en realidad, ahora se ha sabido, era parte de un sistema de siete pequeños fosos consecutivos que defendían un gran recinto de planta cuadrada.

En 2017 se realizaron campañas de prospección y teledetección en el entorno de la acrópolis utilizando la última tecnología existente. Los trabajos de investigación magnética desvelaron así “la presencia de un campo de batalla a sus pies; un complejo horizonte en el que destaca la construcción de un recinto de importantes dimensiones [el centro de mando del asedio], y un combate que, dada la conservación de los restos localizados, necesariamente tuvo que suponer la destrucción del asentamiento”, aproximadamente entre el 75 y el 74 a. C.

Excavación de la acrópolis de la ciudad de Azaila hacia 1941. J. CABRÉ

Además, al analizar los archivos topográficos del Instituto Geográfico Nacional (IGN), se confirmó que de la “estructura cuadrada”, de unas 2,2 hectáreas de extensión, partía una rampa de unos cinco metros de anchura que se dirigía directamente a la parte sur del oppidum, la zona con peores defensas. Las imágenes de los drones desvelaron también que la ciudad estaba rodeada por un muro y un foso con una anchura de entre 160 y 230 centímetros.

El estudio calcula que la rampa artificial de acceso tenía una inclinación del 3,21%. Su construcción no resultó sencilla, ya que los soldados de Sertorio dispararon todo lo que tenían a su alcance contra quienes la estaban construyendo. “La concentración de proyectiles de honda, 'pila catapultaria' [artillería] y 'pila' [jabalinas de los legionarios] es igualmente reveladora, pese a lo limitado del terreno inspeccionado; los proyectiles aparecen concentrados en el arranque de la rampa y en el frente de la línea que parece cercar la acrópolis por el este”, indica Romeo.

Excavación en 1942 de la rampa de arranque del asedio a la ciudad íbera de Azaila. J. CABRÉ.

La posterior prospección magnética realizada con detectores ha permitido, se lee en el estudio, “la localización de un repertorio relevante de armas desechables, piezas que suelen quedar en el campo de batalla tanto por su escaso valor como por su producción masiva, así como glandes de honda, dardos y acuñaciones relacionadas con el ejército y otras piezas habituales en la impedimenta”.

En concreto, en solo cuatro hectáreas, los arqueólogos han recuperado 639 piezas metálicas, pese a que la zona ha sido saqueada por los furtivos durante décadas. De estos objetos, 23 son prerromanos, 275 romanorrepublicanos, uno medieval, cuatro modernos, 23 contemporáneas, 46 de la Guerra Civil y otros 266 de cronología y función indeterminadas.

Dos arqueólogos durante las labores de detección y ubicacion de los restos en Azaila con GPS submétrico. FRANCISCO ROMEO

Fuentes: elpais.com | elperiodicodearagon.com| 7 de abril de 2021

Un revolucionario estudio adelanta el origen del hombre y postula que aún existirían fósiles 'Homo' no encontrados en África

Mandíbula de un 'Homo sapiens' hallada en 2015 en Ledi-Geraru, Etiopía, con 2,8 millones de años de antigüedad / BRIAN VILLMOARE.

El actual consenso científico estima que el origen del ser humano y su posterior evolución apunta a que el primer ancestro común de nuestro género Homo apareció hace alrededor de 3,8 millones de años.

Sin embargo, una investigación liderada por tres científicos chilenos, y publicada en la revista Nature Ecology & Evolution, modifica esta fecha, y afirma que este antiguo ancestro es alrededor de 500.000 años más antiguo que el hallazgo más temprano de un fósil reconocido como Homo.

El estudio es liderado por Hans Püschel (izquierda), estudiante de doctorado en paleontología en la Universidad de Edimburgo, su hermano Thomas Püschel y René Bobe, ambos de la Universidad de Oxford, y Joseph O’Reilly y Ornella Bertrand, de la Universidad de Edimburgo.

Sabemos que el primer miembro de nuestro género encontrado hasta ahora data de 2,8 millones de años. “Este fósil fue encontrado en Ledi-Geraru, región de Afar, Etiopía en 2015, y en ese momento hizo retroceder el origen de nuestro género en al menos medio millón de años. Lo que sugieren nuestros resultados es que el origen del género 'Homo' podría ser incluso más antiguo (3,3 millones de años), lo que retrasa la edad del origen en otro medio millón de años”, explica Hans Püschel a Qué Pasa desde Alemania.

"En cierto modo, esto podría tomarse como una predicción de que todavía hay fósiles de los primeros representantes de nuestro género esperando ser encontrados en algún lugar de África. En términos de qué especie específica de 'Homo', no podemos decirlo, ya que esto es solo una predicción basada en nuestros datos. Sin embargo, con los métodos que usamos pudimos predecir que este ancestro habría tenido un tamaño corporal cercano al de Australopithecus afarensis y una encefalización (masa cerebral relativa) muy similar a Homo floresiensis, conocido como 'El Hombre de Flores', argumenta el investigador.

Para llegar a esta conclusión, los científicos utilizaron métodos filogenéticos que les permitieron incorporar evidencia molecular (ADN) y morfológica de homínidos existentes y extintos para cuantificar los tiempos de especiación durante la evolución humana, vale decir, cuando se separan los linajes de cada especie de homínido”, señala Hans Püschel.

“Eso nos permitió estimar una edad del origen del género 'Homo'. Luego, usamos esta información temporal y filogenética para estudiar las tendencias evolutivas en la masa corporal y la encefalización (masa cerebral relativa) en los homínidos, mediante algoritmos que nos permitieron reconstruir estos caracteres en los ancestros de los mismos incluidos en el análisis”, explica el investigador.

"El método utilizado ocupa diferentes fuentes de información (molecular, morfológica y estratigráfica) y permite obtener información de los tiempos de divergencia de las especies, que en este caso, serian los distintos homínidos que incluimos en el estudio. Para explicar mejor cómo funciona el análisis, nosotros introducimos, por una lado, información sobre el cambio evolutivo, que en este caso es la morfología de cada homínido y su ADN (si es que lo hay disponible), y luego, por otro lado, utilizamos la información estratigráfica (o radioisotópica) de cada homínido para calibrar estos cambios en el tiempo, lo que nos proporciona información sobre cuándo cada especie divergió de otra”, añade Hans Püschel.

Gráfico temporal de especies de homínidos. Los rectángulos de colores representan sus rangos estratigráficos. Las siluetas de los homínidos se descargaron de http://phylopic.org/.

Homo sapiens: el homínido que más aumentó su tamaño cerebral

Uno luego puede comparar el resultado con lo que se sabe del registro fósil de nuestro linaje, y ver si aparecen patrones interesantes. “En términos científicos esto es un gran aporte, dado que no se contaba antes con este tipo de información temporal sobre cuándo ocurrieron estos eventos, por lo que podría ser el punto de partida de otros estudios, que miren en detalle otros aspectos evolutivos, o incluso, podría ayudar a justificar una campaña en terreno a sitios en donde no se espera encontrar miembros de nuestro género”, señala el investigador.

Si observamos las masas corporales estimadas de algunos de los primeros homínidos y las comparamos con especies posteriores antes de la aparición del género Homo, “tiende a haber una reducción en la masa corporal, añade.

"La encefalización de los homínidos a través del tiempo ha sido observada anteriormente. Hay varios estudios que se ocupan de eso. Sin embargo, pudimos datar específicamente cuándo ocurrieron estos aumentos de encefalización y en qué especies de homínidos aconteció. Esto es muy interesante porque se puede comparar con eventos antiguos para los que tenemos fechas. Por ejemplo, eventos paleoclimáticos, o incluso, la aparición de herramientas, fuego y otras innovaciones culturales”, prosigue Hans Püschel.

"Hemos observado que entre las diferentes especies de homínidos, el Homos sapiens fue el homínido que más aumentó su tamaño cerebral relativo respecto de sus antepasados, y es el homínido con el cerebro relativo más grande (incluso más que el Homo neanderthalensis). Pudimos ver cuándo ocurrió este aumento y qué tan rápido fue y comparar esa tasa con la tasa evolutiva de otros homínidos. Esto no se había hecho antes”, explica el estudiante de doctorado en paleontología en la Universidad de Edimburgo.

Fuente: latercera.com | 2 de abril de 2021

Un marco de tiempo para la evolución humana

Por Hans Püschel

Hay varias preguntas siempre presentes que han captado la atención tanto de los científicos como del público en general. ¿Cuándo exactamente se originaron los humanos y cuándo vivió el último ancestro común de humanos y chimpancés? ¿Cuándo comenzó a aumentar el tamaño relativo del cerebro? ¿Existe un vínculo entre la evolución del tamaño del cerebro y del cuerpo?

A pesar de muchos hallazgos fósiles importantes, cuestiones como estas siguen siendo divisivas, en parte debido a la ausencia de una escala de tiempo evolutiva común para la evolución humana. Una escala de tiempo precisa no solo proporciona un marco temporal común para la historia evolutiva de nuestro propio linaje, sino que también puede permitirnos evaluar posibles asociaciones entre cambios evolutivos clave y diferentes factores causales posibles, como influencias ambientales o cambios en las condiciones climáticas.

Durante mucho tiempo, mi hermano Thomas y yo hemos discutido este tipo de preguntas en entornos informales (por ejemplo, reuniones familiares o cerveza en mano en un bar), pero nunca pensamos en abordar seriamente este tema juntos, lo que debería haber sido obvio ya que él es paleoantropólogo, mientras que yo soy paleontólogo de mamíferos.

Dos de los autores del artículo de investigación publicado, Thomas Püschel (izquierda) y Hans Püschel (ambos hermanos) hablan sobre la idea que ha estado detrás del mismo.

Fue solo en 2019 cuando decidimos abordar seriamente algunas de estas preguntas y comenzamos a realizar algunas pruebas preliminares. Nos dimos cuenta de que la mejor manera de avanzar era formar un equipo con las habilidades adecuadas para apoyarnos. Por lo tanto, ese mismo año decidimos invitar a algunos colegas (Ornella Bertrand, Joe O'Reilly y René Bobe) a colaborar con nosotros para que pudieran enriquecer el trabajo con su experiencia (es decir, filogenética, evolución cerebral y registro fósil de homínidos, respectivamente) y mejoró aún más nuestro trabajo preliminar.

Sin embargo, fue difícil para mí encontrar el tiempo para trabajar adecuadamente en este proyecto debido a las diferentes funciones asociadas con mi doctorado. ¿Quién hubiera pensado que la serie de bloqueos debido a la pandemia de COVID-19 nos daría tiempo para trabajar más intensamente en esto? Estaba en Argentina recopilando datos de diferentes colecciones de museos, mientras mi hermano se preparaba para una serie de viajes de campo a Mozambique y Kenia cuando la pandemia paralizó todo. Esto nos llevó a repensar todos nuestros planes para el año, lo que a su vez dio como resultado videollamadas mucho más regulares que antes y días enteros de análisis en ejecución. Finalmente pudimos armar el primer borrador de nuestro trabajo que luego fue compartido con el resto del equipo cuyos comentarios mejoraron el texto original.

En nuestro trabajo nos enfocamos en el marco temporal en el que ocurrió la evolución humana. Tradicionalmente, los paleoantropólogos han estimado la escala de tiempo evolutiva humana observando rangos estratigráficos (es decir, las dataciones o edades de diferentes especies en el registro fósil) y luego registrando cuándo una determinada especie aparece por primera vez en el registro fósil, así como la última ocasión en que se observa la especie. Aunque indudablemente valioso, este enfoque tiene limitaciones ya que solo estima la primera y última aparición local de una especie en particular en el registro fósil, lo cual no se corresponde con las fechas reales de origen y extinción de la especie de interés (es decir, estas fechas no corresponden a los eventos de especiación reales).

Hipótesis topológicas alternativas probadas en los análisis TED. a, Similar a la filogenia de Dembo
et al. b, La misma topología que en 'a' pero moviendo al 'Australopithecus sediba' del clado 'Homo'
por ser el taxón hermano del 'Australopithecus africanus'. c, La misma topología que 'a' pero
cambiando la posición del 'Homo naledi' del tronco del 'Homo antecessor' y sus parientes 'Homo'
más cercanos por ser taxón hermano del 'Homo erectus' africano. d, La misma topología que 'a',
pero tomando el 'Homo floresiensis' en su posición basal dentro del género 'Homo' por ser taxón
hermano del 'Homo erectus' asiático.

Los biólogos evolutivos, por otro lado, generalmente han calculado estas fechas observando árboles evolutivos datados (es decir, filogenias) que se generan a partir de la información genética disponible tanto para especies vivas (por ejemplo, humanos, chimpancés, gorilas) como para algunas ya extintas,como los neandertales o los denisovanos. Sin embargo, este enfoque solo considera la información molecular y estratigráfica disponible para estas especies, sin tener en cuenta la información anatómica que estos fósiles pueden proporcionar. Aún más problemática es la omisión de la mayoría de los homínidos en el registro fósil para los que no se dispone de información molecular. En otras palabras,el problema con estos dos enfoques comúnmente aplicados es que se centran exclusivamente en un subconjunto de los datos disponibles, sin aprovechar al máximo toda la información disponible que tenemos actualmente (sobre chimpancés, gorilas, etc.), así como de algunas especies ya extintas como los neandertales o los denisovanos.

Por estas razones, en nuestro estudio decidimos aplicar un enfoque conocido como Datación de Evidencia Total (TED) que nos permitiría no solo incorporar la información genética existente para algunas especies de homínidos y simios, sino también integrar los datos anatómicos disponibles para la mayoría especies de homínidos, así como dataciones radiométricas (es decir, datos sobre la edad geológica de los fósiles), incorporando toda esta información directamente en las puntas del árbol. Además de estimar una escala de tiempo evolutiva para el clado homínido, también usamos los árboles evolutivos datados para llevar a cabo la reconstrucción del estado ancestral (ACSR) (es decir, un método que modela la evolución de un rasgo particular en el tiempo) de dos características evolutivas importantes: masa corporal y cociente de encefalización filogenética (PEQ) (es decir, una medida de cómo crece el tamaño del cerebro con respecto al tamaño del cuerpo que tiene en cuenta la no independencia filogenética). Al hacerlo, pudimos comprender mejor cómo estos dos rasgos clave evolucionaron en el clado de los homínidos.

En general, nuestros resultados muestran que nuestra escala de tiempo de evolución humana es consistente con estudios previos que analizaron especies vivas, pero también proporcionamos estimaciones robustas de divergencia para el resto de los homínidos fósiles para los cuales no hay datos genéticos disponibles. Además, mostramos que es probable que el último ancestro común de nuestro propio género Homo haya aparecido alrededor de 3,3 millones de años (entre 4,30 y 2,56 Ma). Además, nuestros resultados indican que la masa corporal de los homínidos disminuyó antes de la aparición de nuestro propio género, pero que mostró una tendencia general creciente después. También mostramos que los homínidos mostraron una tendencia general de encefalización gradual, pero acelerada, a través del tiempo. Finalmente, nuestros resultados indican que el Homo sapiens es la especie de homínido más encefalizada que posee la mayor tasa de encefalización positiva a lo largo de la historia evolutiva de los homínidos, mientras que el Homo floresiensis y el Homo naledi no siguieron estas tendencias generales de encefalización y masa corporal.

Puede leer nuestro artículo aquí.

Fuente: natureecoevocommunity.nature.com | 2 de abril de 2021

La Berenice helenística fue abandonada debido al cambio climático producido por una erupción volcánica

La puerta de entrada de Berenike helenística, vista desde el noreste. Crédito: SE Sidebotham / Antiquity.

Berenice, en la costa egipcia del mar Rojo, fue durante mucho tiempo una de las ciudades egipcias más prósperas. Allí atracaban barcos procedentes del Mediterráneo y de más allá que transportaban todo tipo de mercancías y productos exóticos. Pero sorprendentemente, hace más de 2.000 años la ciudad fue abandonada, al parecer cuando el suministro de agua potable se acabó. Pero ¿qué ocurrió exactamente en Berenice? Hasta ahora los arqueólogos e investigadores no lo tenían muy claro...

ABANDONO MOMENTÁNEO

Precisamente, que la ciudad fue abandonada es lo que se desprende de un reciente estudio publicado en la revista Antiquity, realizado por Marek Woźniak (izquierda), del Instituto de Culturas Mediterráneas y Orientales en Varsovia, Polonia, y por James A. Harrell (derecha), profesor emérito de Geología en la Universidad de Toledo, Ohio. Según estos investigadores, la causa del abandono de Berenice pudo haber tenido origen en una catastrófica erupción volcánica, posiblemente acaecida en el otro lado del mundo, lo que provocó en Egipto una sequía severa.

Los arqueólogos han estado excavando la ciudad de Berenice en la costa egipcia del mar Rojo de forma intermitente desde 1994. Berenice se fundó entre 275 y 260 a.C., pero, al parecer, fue abandonada temporalmente en algún momento entre los años 220 y 200 a.C., antes de volver a ser repoblada. Tras la anexión de Egipto al Imperio Romano, en 30 a.C., Berenice se convirtió en el puerto situado más al sur del Imperio. "La ciudad era una especie de combinación de ciudad y base militar", explica Woźniak.

Desde 2014, el investigador polaco ha excavado los restos de una puerta y una torre en la muralla de la fortaleza que se alzó en la ciudad junto con el geólogo James Harrell, y sus trabajos han sacado a la luz un pozo hundido en el pavimento del edificio. El pozo todavía acumula agua en la actualidad. "Sabe bastante bien, aunque en realidad un poco salada", comenta Woźniak.

Interior de un pozo de agua en el complejo de la puerta mirando hacia el sur; seremarca el pozo original (fase uno). El resto de la cámara, con cuatro nichos, representa una expansión del mismo Fotografía de J. Rądkowska.

Dentro de uno de los nichos del pozo en la puerta de entrada los investigadores descubrieron los restos de ánforas que se utilizaron para extraer agua. Crédito: SE Sidebotham / Antiquity.

UN POZO SECO

Berenice, situada en un entorno desértico, dependía de los pozos para obtener agua. Pero el pozo de la fortaleza se secó entre 220 y 200 a.C., y, con el tiempo, el viento del desierto fue cubriéndolo de arena. Los arqueólogos que excavan en Berenice han encontrado esta arena milenaria conservada en el interior pozo, en cuyo fondo se han descubierto asimismo dos monedas de bronce que datan de las décadas anteriores al año 199 a.C. En otras zonas de la fortaleza, se han hallado muy pocos objetos de ese período, lo que sugiere que, en efecto, Berenice fue abandonada.

Woźniak cree que la sequía que provocó el abandono de la ciudad tuvo que haber sido muy intensa para llegar a secar el pozo. De hecho, la erupción volcánica que pudo haberla provocado arrojó a la atmósfera toneladas de cenizas y gases (como el dióxido de azufre), que absorben la luz solar, enfrían la superficie de la Tierra y debilitan los monzones. Esto probablemente ocasionó que las lluvias de verano que estos hacían caer sobre Egipto no se produjeran. Esta falta de lluvia podría explicar que el pozo se secase.

Artefactos encontrados en la arena que llenaba el pozo: a) una moneda de bronce helenística temprana, que probablemente data del reinado de Ptolomeo IV Filopátor; b) un ánfora y el nombre del ánfora, Antíoco, es probablemente el del propietario. Fotografías de E. Sidebotham.

UNA ERUPCIÓN CATASTRÓFICA

En línea con la teoría de Woźniak de la erupción volcánica como causa principal de la sequía que obligó a los habitantes de Berenice a abandonar la ciudad, un estudio publicado en Nature Communications en 2017 y dirigido por Jennifer Marlon (izquierda), de la Universidad de Yale, analizó los rastros químicos conservados en los núcleos de hielo y descubrió que en el año 209 a.C., una erupción volcánica había liberado muchos aerosoles de sulfato en la atmósfera terrestre.

Lo que sigue sin estar claro es qué volcán fue el responsable, pero comparando los rastros químicos con la composición química de las rocas de lava de origen conocido, los geólogos identificaron cuatro posibles culpables: el Popocatéptl en México, el Pelée en la isla de Martinica (en las Antillas Menores), o el Tsurumi o el Hakusan, ambos en Japón. El mismo estudio registró otros dos picos de sulfato en el registro de hielo, que datan de los años 46 y 44 a. C., y un estudio publicado en 2020 por un grupo internacional de investigadores identificó la posible fuente como el volcán Okmok de Alaska en las Islas Aleutianas, que al parecer causó la erupción volcánica más grande de los últimos 2.500 años.

Parte occidental del complejo de la puerta con el pozo, las cuencas de almacenamiento de agua y las estructuras relacionadas, mirando hacia el norte. Fotografía de S.E. Sidebotham.

Grandes erupciones volcánicas en el hemisferio norte entre el 400 a. C. y el 400 d. C. (dibujo de J. Harrell según Manning et al.2017

La erupción del año 209 a.C. (además de otra erupción cuatro o cinco años después) causó un cambio climático que sería el culpable de una sequía severa que duró varios años, secándose el pozo de Berenice e impidiendo que el Nilo no se desbordase, lo que acabó provocando un período de malas cosechas y una hambruna devastadora en el Alto Egipto (que sería el origen de una grave revuelta tebana entre los años 207 y 186 a.C.). Este disturbio fue provocado por el descontento de la población egipcia con sus señores macedonios y solo requirió una chispa para encenderlo. Ptolomeo IV Filopátor (221-205 a.C.) perdió el control del Alto Egipto durante 20 años y, con él, el acceso a casi todas las rutas terrestres que conectan el Valle del Nilo con el Mar Rojo. Berenice quedó así impedida de la capacidad de intercambiar bienes y personal con el valle del Nilo.

Foto: Detalle del mosaico romano de Veyes (Isola Farnese, Italia) que representa a un elefante africano siendo cargado en un barco, siglos III-IV d.C., Badisches Landesmuseum Karlsruhe, Alemania - Wikipedia

Fragmentos del cráneo de un elefante joven encontrados por la bioarqueóloga Marta Osypińska en un antiguo vertedero de basura ubicado en el lado sur del muro defensivo norte. Crédito: S. E. Sidebotham / Antiquity.

Además, después del reinado de Ptolomeo IV Filopator, hay una disminución significativa en el número de referencias a la importación y uso de elefantes en Egipto. Estas interrupciones en Berenice al final del período helenístico temprano probablemente se relacionan con la revuelta aludida, y el secado del pozo de la ciudad como probable consecuencia de la erupción del 209 a. C. constituyó un segundo golpe.

Complejo de trincheras de cimentación excavadas en la roca de la torre noroeste de un edificio defensivo / industrial visto desde el sur. Crédito: S. E. Sidebotham / Antiquity.

Estructuras helenísticas marcadas en el mapa geomagnético: 1) el 'fuerte' con sus tres fases (azul: la más antigua; amarilla: fase media principal, unida a las fortificaciones de la ciudad; rojo: la más joven); 2) muro defensivo norte; 3) construcción de la puerta (mapa de T. Herbich, interpretación de M. Woźniak y J. Rądkowska).

Las excavaciones de Berenice han aportado numerosa información sobre la vida en esta ciudad helenística de la costa del este de África, y ahora también parece que van a contribuir a una mejor comprensión del efecto de los desastres naturales en las sociedades antiguas.

Fuentes: nationalgeographic.com.es | cambridge.org | archaeologynewsnetwork.blogspot.com | 23 de marzo de 2021

Hallan un 'arca ferrata' y un tesorillo romano con 52 monedas de los siglos I y III en la Casa del Mitreo de Mérida

Casa del Mitreo. Junta de Extremadura

La situación en los extramuros de Augusta Emerita, la actual ciudad de Mérida, debió tornarse peligrosa a finales del siglo III d.C., durante las temidas invasiones bárbaras, porque los residentes de la 'domus' romana que hoy conocemos como Casa del Mitreo se sintieron inseguros y corrieron a refugiarse entre los muros de la urbe. Antes de abandonar la vivienda, enterraron un dinero en una de las dependencias con idea de volver a buscarlo en cuanto fuera posible, pero quienes sabían de su escondrijo nunca regresaron.

Aquel tesorillo formado por 52 monedas (49 del s.I y tres del s.III) ha sido descubierto en las últimas excavaciones conjuntas del Consorcio de la Ciudad Monumental y la Universidad de Granada que dirigen las arqueólogas Ana María Bejarano (izquierda) y Macarena Bustamante.

'Arca ferrata'

De una habitación próxima se han recuperado los restos de un 'arca ferrata', una especie de 'caja fuerte' de madera, hierro y bronce que servía para almacenar las pertenencias más valiosas que tenían en la casa, sobre todo caudales, así como joyas y objetos preciosos. «Es uno de los objetos más excepcionales localizados y documentados en los últimos años en el panorama arqueológico emeritense», explica Ana María Bejarano, del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida. Y no solo por su estado de conservación (se encuentra desmontado aunque completo), sino por la singularidad de estos baúles. «Se conocen muy pocos en todo el Imperio Romano, únicamente 4 ó 5, y casi todos ellos en Pompeya», subraya. Se refiere a las 'cajas fuertes' halladas en Oplontis, en la citada Pompeya (casa de Lucius Crassius Tertius, Villa B o casa de los Vetii) y en Zaragoza.

«Son piezas realmente espectaculares y complejas, decoradas profusamente y con sofisticados mecanismos de cierre», describe.

Restos del 'arca ferrata' de la Casa del Mitreo de Mérida - Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida.

Se colocaban en la sala de recepción, donde el dueño de la vivienda recibía a sus visitantes, y se anclaban a la pared o al suelo con clavos o vástagos de hierro para evitar su robo. Los arqueólogos han identificado en la de Mérida los anclajes que la sujetaban al suelo, así como las barras de hierro que la reforzaban. «Era de madera forrada con bronce», explica Ana Bejarano, que destaca el hallazgo de unos elementos de adorno de bronce, a modo de remaches o tachuelas, que debían de estar soldadas por toda la superficie como decoración.

También han localizado el tirador de la caja, un mango de bronce decorado con palmeras y una pata de león que había sido encontrado anteriormente en la misma zona.

«Dentro de la caja solo hemos encontrado una moneda bastante degradada, del siglo I probablemente, idéntica a las del tesorillo», apunta la arqueóloga del Consorcio de la Ciudad Monumental. A su juicio, no es descartable que estas monedas que fueron guardadas durante dos siglos estuvieran en el 'arca ferrata' y fueran sacadas de allí para ser escondidas en un momento de temor. «Entiendo que podían venir de la caja y que la que nos salió en el verano, sola en el baúl, debió quedar allí olvidada», añade Bejarano.

Uno de los apliques de bronce, a modo de remaches o tachuelas, que debían de estar soldados en la superficie del 'arca ferrata'. - Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida.

Una reforma suspendida en el tiempo

El 'arca ferrata' de la Casa del Mitreo no se encontraba en el que hubiera sido su sitio habitual, en la sala de recepción de la vivienda. Había sido anclada al suelo de otra habitación sin suelo, a donde fueron a parar otros dos muebles. Los tres estaban arrimados a la misma pared. Los arqueólogos creen que los dueños habían emprendido un proceso de reforma en la casa y los trasladaron a esta dependencia durante las obras, pero tuvieron que abandonarla antes de que concluyeran. «Se quedó en esa fase curiosa de traslado», apunta Ana María Bejarano.

A comienzos del siglo IV hubo un incendio que afectó a esa habitación y el fuego deformó el 'arca ferrata'. Actualmente ocupa una superficie de casi tres metros de longitud por metro y medio de anchura y se cree que su baja altura, de unos cincuenta centímetros, puede deberse al aplastamiento del derrumbe que siguió al incendio.

Extracción del arca de madera y bronce de la Casa del Mitreo / J. M. ROMERO

Fue localizada durante una campaña de excavaciones arqueológicas llevada a cabo en la Casa del Mitreo en 1994, pero en aquel momento se optó por dejar en el lugar los restos tras limpiarlos y consolidarlos para que no se degradaran. A partir de 2017, con motivo del proyecto integral de restauración y consolidación acometido por el Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida, se retomó la excavación completa de esta sala y tras delimitar el arca y todos los elementos que formaban parte de ella se decidió su extracción.

Para recuperar la pieza y garantizar su seguridad se ha empleado la técnica del bloque. En una primera fase, se han consolidado los restos para evitar la oxidación de los metales y el deterioro de las zonas carbonizadas. En su superficie se han adherido unas gasas con resina como capa de protección. Tras liberar el perímetro del arca, se preparó una estructura de hierro a modo de parrilla para levantarla en bloque y repartir el peso, rellenando los huecos con espuma de poliuretano. En estos momentos ultiman su próximo traslado al Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), donde se realizarán análisis y un estudio completo para su restauración y posterior muestra al público.

Fuentes: abc.es | hoy.es | 2 de abril de 2021