El hotel Villa Real (Madrid) añade nuevos mosaicos a su importante colección de arte antiguo

Jordi Clos, presidente de Derby Hoteles y del museo egipcio de Barcelona, en la exposición de arte del hotel Villa Real. CRISTINA BEJARANO. LA RAZÓN.

El hotel Villa Real 5* (Madrid) presenta su colección de 20 nuevos mosaicos datados del siglo II y IV d.C., procedentes de Asia Menor, que se unen a las 89 piezas ya expuestas, una de las exposiciones de arte antiguo más importantes de España. Jordi Clos, presidente de Derby Hotels Collection y de la Fundación Arqueológica Clos, presentó la muestra que se quedará en la capital de España como exposición permanente.

La piezas forman parte del trabajo durante 45 años de Jordi Clos, mecenas y apasionado del arte. A través de subastas internacionales, ha conseguido que Derby Hotels Collection, su empresa hotelera, albergue una de las colecciones privadas de mosaicos de arte antiguo más importantes de España.

"La colección de mosaicos empieza en el año 1992, con una parte de los 90 que teníamos aquí ya expuestos y que ahora se ha incrementado", dice Jordi Cruz.

“De este modo, los ciudadanos y visitantes podrán disfrutar de las piezas expuestas en las principales estancias colectivas. Creemos que es una exposición de un importante valor cultural que ponemos a disposición de la ciudad”, afirma Jordi Clos.

Situado en el eje Prado-Recoletos, la arteria cultural de Madrid, el hotel Villa Real alberga la colección de nuevos mosaicos, que destacan por su calidad artística.

Una estatua de mármol de casi un metro y medio de altura de Esculapio, dios de la Medicina, situada en el hall, da la bienvenida a los huéspedes y visitantes. Con ella, los visitantes se adentran en el arte antiguo.

Formada por más de 100 mosaicos, la mayor parte de la colección se expone en las zonas comunes, en los salones y habitaciones.

En su interior, el Villa Real exhibe en sus salones más colecciones, como la muestra de Cerámica Apulia, compuesta por 20 piezas. Bajo el nombre de vasos apulios, se trata de la producción más importante de figuras rojas definidas en la Magna Grecia.

Aparte del arte grecorromano, el hotel acoge en las habitaciones pinturas contemporáneas de artistas españoles reconocidos a nivel internacional, como Josep Guinovart y Antoni Tàpies. Además, el Villa Real posee obras de Andy Warhol, inspirador de la decoración del restaurante East 47.

Derby Hotels Collection proporciona a los huéspedes un pasaporte cultural que permite visitar las colecciones de cada uno de sus hoteles de manera gratuita, incluyendo el acceso libre al Museo Egipcio de Barcelona.

Fuentes: meet-in.es | la razon.es | 2 de diciembre de 2021

El escudo oculto que protegía el complejo aristocrático ibérico de Cabra (Córdoba)

Vista aérea del yacimiento del Cerro de la Merced (Córdoba) - J.Arroyo

Los primeros rayos del amanecer que se cuelan por el puerto cordobés del Mojón iluminan la cumbre del Cerro de la Merced antes que cualquier otro lugar de los alrededores. Sobre esa redondeada colina, tan simétrica que algunos la creyeron artificial, refulgió en otro tiempo un santuario ibérico y, siglos después, un complejo aristocrático que se veía, como un faro, desde cualquier punto de su entorno aún en sombras. Aquel imponente edificio de piedra de planta cuadrada de veinte metros de lado y unos cinco o seis de altura, que dominaba el espacio y brillaba al alba bajo la luz del sol naciente.

«Estaba pensado para ser visto desde el llano y desde los caminos que suben hacia Priego o de Carcabuey llevan a Lucena o hacia Cabra", explica Fernando Quesada (izquierda), catedrático de Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, que añade: «Es un sitio representativo, diría que un poco escenográfico".

El proyecto de investigación sobre 'Ciudades y complejos aristocráticos ibéricos en la conquista romana...' que dirige Quesada lleva una década desentrañando los secretos de este singular enclave ibérico, el cual no tiene parangón con cuanto se conoce hasta ahora. Antes de su llegada se pensaba que los restos correspondían a una antigua atalaya de vigilancia, pero sus excavaciones han sacado a la luz un complejo central de dos alturas, con 10 habitaciones en su planta baja, con muros de hasta 4,5 metros de espesor, con terrazas alrededor contenidas por muros también ciclópeos y al que se accedía por una escalinata construida con lajas de piedra de 1,5 metros de largo. No, aquel complejo no era uno de tantos que hay en la zona, conocidos como 'recintos torre'. Tampoco fue edificado solo para vigilar el entorno ya que no cuenta con buen control visual del territorio que le rodea. Ni siquiera la cercana localidad de Cabra, situada a unos cinco kilómetros, se divisa desde allí. Aquel formidable cubo geométrico de dos alturas fue concebido para ser admirado desde la llanura.

Fotografías de la manilla del escudo que se encontró embutida en un muro del Cerro de la Merced - F. Quesada y Grupo Polemos.

Los arqueólogos han descubierto que se levantó aprovechando la planta original de una construcción ibérica más antigua, posiblemente del siglo V o principios del IV a.C., que creen que pudo haber sido un santuario, con un monumento asociado o una gran puerta monumental decorada con relieves y policromada. Han encontrado al menos tres sillares con cornisa de gola de remoto origen egipcio, esquirlas de relieves de otros que fueron retallados y un espectacular sillar decorado con motivos vegetales que fue reutilizado en un muro que ha sido llevado al Museo Arqueológico de Cabra y cuyos análisis han determinado que tuvo policromía roja y blanca. «Ese sillar indica que el complejo antiguo debía ser muy espectacular. Estamos todavía trabajando para ver si formaba parte de una puerta con un dintel grande o de un monumento turriforme cuadrado con cornisas y molduras en varias caras», relata Quesada.

En el siglo IV a.C., en un periodo de transformaciones en el mundo ibérico, el santuario sufrió una remodelación total y se convirtió en un complejo aristocrático. El gran patio enlosado se compartimentó en estancias menores, se levantó un piso superior y se dispuso un vestíbulo que hacía de distribuidor. Los arqueólogos han hallado al menos tres molinos que estarían en uso al mismo tiempo y que dan fe de una producción de alimentos, así como pesas de telar y fusayolas que indican una actividad textil, restos de armamento como puntas de flecha y de lanza y cerámicas de lujo, incluyendo importaciones griegas. «Cuenta con todos los elementos que caracterizarían un complejo de tipo aristocrático palacial: evidencias de producción, armamento, productos de lujo, una monumentalidad evidente, un carácter aislado y con cierta capacidad defensiva y una masiva técnica de construcción inhabitual en la arquitectura doméstica», resume el director de las investigaciones. Incluso han descubierto una sala recóndita en el fondo del complejo, pavimentada, sin ventanas, que podría ser una capilla. Unas hachas neolíticas, como antiguas piedras de rayo, halladas en la zona así parecen indicarlo.

Dibujo de un escudo ibérico - Carlos Fernandez del Castillo y Fernando Quesada.

El mito de los pequeños escudos ibéricos

En uno de los muros de adobe del vestíbulo, erosionado por el paso de los siglos y los derrumbes, asomaba una esquina que el ojo experto de Fernando Quesada rápidamente identificó con la manilla de hierro de un escudo ibérico. No se equivocaba. Alguien ocultó deliberadamente la empuñadura del arma en aquella pared durante la segunda fase de construcción, justo enfrente de quien accediera al complejo aristocrático por su única puerta oriental. «Un escudo es un arma defensiva, que protege. Nuestra interpretación es que se trata de un elemento apotropaico, un componente protector que defiende el edificio de manera simbólica», explica el catedrático. En un artículo recientemente publicado en Abantos, un homenaje que le rinden sus colegas a Paloma Cabrera Bonet, quien fue conservadora del Museo Arqueológico Nacional, Quesada expone los resultados de su investigación sobre este escudo junto a su colega de la UAM, Eduardo Kavanagh de Prado y a Antonio Moreno Rosa, del Museo Arqueológico de Cabra.

«Se trata de una manilla del tipo de aletas triangulares, el más característico del ibérico Pleno en adelante, desde mediados del siglo V a. C. y hasta mediados del siglo I a. C. o más allá», describen en su estudio. Aunque estaba fragmentada en varios trozos y doblada por la presión, conserva el extremo doblado sobre sí mismo para abrazar la madera, por lo que han podido determinar tanto sus medidas como las del diámetro del escudo (64,8 cm). «En comparación con un escudo hoplita griego, de hasta 120 cm de diámetro, es menor, pero un escudo de 65 cm te cubre desde la barbilla hasta la ingle y de sobra desde un hombro a otro. Existe la idea de que los escudos ibéricos eran como platos soperos, extremadamente pequeños, pero no es correcta, la media de los escudos ibéricos estaba en los 50-60 cm», afirma Quesada, «y los había bastante mayores, de 70 y 80 cm de diámetro».

Lugar donde fue hallada la manilla del escudo embutida en el muro - F. Quesada y Grupo Polemos.

Aunque no es habitual encontrar un arma embutida intencionadamente en un muro, éste no es un caso único. En el yacimiento vacceo de Pintia (Valladolid), Carlos Sanz Mínguez encontró la vaina de un puñal del siglo IV a.C. en un rebanco del siglo I d.C. La ocultación de esta reliquia durante la ampliación de la vivienda también se cree que tuvo un «sentido protector» o de vinculación a un antiguo linaje. Existen más ejemplos. En la Bastida de Moixent, en Valencia, una serie de ofrendas quemadas y enterradas, que incluyen muchas armas, aparecieron bajo la puerta principal de acceso al poblado. Y en Cerdeña parece que se han encontrado espadas embutidas en muros de piedra de la cultura nurágica, mucho más antigua que la ibérica, según apunta Giovanna Fundoni, de la Universidad de Sassari. Quesada no alberga dudas de que «esto tiene un contenido simbólico y ritual».

Víctima de una demolición sistemática

El escudo no logró impedir, sin embargo, que este complejo aristocrático ibérico del Cerro de la Merced, el primero de este tipo que se excava en la Alta Andalucía, fuera concienzudamente demolido hacia la época de Aníbal o en las primeras etapas de la conquista romana, a principios del siglo II a.C. Fue vaciado por completo de cuanto fue considerado valioso y las esquinas del edificio fueron derribadas para asegurarse de que no se pudiera reconstruir. No fue objeto de un ataque militar violento, por sorpresa. «En el Cerro de la Merced fue una destrucción más deliberada, más sistemática, más pausada, que va acompañada de un saqueo», sostiene el director de las investigaciones.

Excavaciones en el Cerro de la Merced. Cabra, Córdoba.

Aunque no se sabe con certeza qué motivó esa inquina, su demolición pudo coincidir en el tiempo con la última gran sublevación de los iberos contra Roma que se da en torno al año 192 a.C. Tito Livio relata la conquista romana del oppidum ibérico (la ciudad fortificada) de Licabrum (Cabra) por Cayo Flaminio y habla de un señor de la guerra, Corribilo, que fue capturado por los romanos. Aunque los arqueólogos no pueden vincular a Corribilo con el Cerro de la Merced, porque no disponen de ningún escrito que demuestre esa relación, «aquella fue una época casi de apocalipsis para los iberos».

Quesada explica que tras siglos de tranquila existencia, la península ibérica se convirtió en escenario de las luchas entre romanos y cartagineses y los iberos se vieron envueltos en una especie de guerra mundial de la época. Unos y otros contendientes procuraban aliarse con príncipes iberos para el aprovisionamiento de sus tropas, la recluta de mercenarios o para abastecerse de plata para acuñar moneda y atacaban a los aliados de los otros.

«Pudo ocurrir que el señor del Cerro de la Merced fuera aliado de los cartagineses y los romanos le castigaran, o que años después hubiera intentado desafiar al poder de Roma y los romanos lo castigaran… no lo podemos saber. El mundo de finales del siglo III a.C. y principios del II es un mundo convulso de guerra, catástrofes, destrucciones… y también de oportunidades para señores de la guerra, gente lista que con sus pequeños ejércitos se aliaban con unos o con otros y aprovechaban el río revuelto. En este contexto es cuando desaparece el complejo del Cerro de la Merced», añade Quesada. Entre los arruinados muros quedó el simbólico escudo protector, incapaz ante quien quiso borrar todo recuerdo de aquel conjunto palaciego que refulgía al sol.

Hoy destaca sobre el horizonte la elegante cubierta que guarece el yacimiento, llamando la atención sobre el lugar como antes lo hiciera el antiguo edificio. A iniciativa del Ayuntamiento de Cabra, que financia el grueso de los gastos, se está trabajando para su puesta en valor, consolidando y restaurando los muros para hacerlo visitable. El estudio del Cerro de la Merced se enmarca en un gran proyecto de investigación de ciudades y complejos aristocráticos ibéricos en la Alta Andalucía, que abarca desde Almedinilla a Montemayor, donde en 2018 se descubrió un carro depositado como ofrenda en la tumba de un personaje de alto rango. «Se ha restaurado ya y ahora estamos en la fase de dibujo y de estudio. Va a haber novedades, pero no de inmediato», comenta Quesada. Las investigaciones avanzan.

Fuente: abc.es | 4 de diciembre de 2021

Restos óseos e instrumentos musicales: la rica ofrenda mexica descubierta en la Plaza Garibaldi

La arqueóloga Mara Becerra Amezcua muestra los 13 sahumadores encontrados en la ofrenda mexica depositada tras la conquista de Tenochtitlan. MAURICIO MARAT (INAH).

Una olla llena de restos óseos de más de un metro de diámetro, 13 enormes sahumadores con forma de serpiente de agua con mangos huecos en colores rojo, negro y azul; flautas con figurillas en forma de animales, cajetes, copal, resinas, hierbas… todos estos elementos enterrados cuatro metros bajo tierra en el patio central de una antigua casa mexica. Esta ofrenda permanecía recubierta con varias capas de adobes bien consolidados para mantenerla fuera de miradas ajenas. Se trata del último hallazgo de los arqueólogos mexicanos en el Centro Histórico, muy cerca de la Plaza Garibaldi. Más cerca de Tlatelolco, que de Tenochtitlan. El ritual, afirman los especialistas, fue realizado tras la invasión española, en el siglo XVI, posiblemente entre los años 1521 y 1610 d.C., para dar testimonio de que así terminaba un ciclo de sus vidas y su civilización.

“Yo me imagino un ritual lleno de música. Olía a copal. La gente cantaba. Se escuchaban las flautas y sonaban los sahumadores — cuando los mueves tintinean por el choque de las bolitas de arcilla que se encuentran en la boca de la serpiente —, los integrantes de la familia buscaban algún lugar para excavar y colocar los restos cremados de un infante, probablemente. Hacían una limpia, como se hace ahora con hierbas y humos que paseaban por el cuerpo”, conjetura Mara Becerra Amezcua (izquierda), arqueóloga de la Dirección de Salvamento Arqueológico, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en entrevista con EL PAÍS.

La ofrenda fue encontrada en un predio ubicado en el corazón de Eje Central, una de las avenidas más importantes de Ciudad de México que cruza de sur a norte. Mara Becerra y su colega Ximena Andrea Castro investigaron las diversas capas de un sitio que se ha mantenido como vivienda al paso de siglos, hasta llegar a los arranques de muros de esa primera casa que perteneció a Tezcatzonco, un barrio menor de Cuepopan-Tlaquechiuhca, una de las cuatro parcialidades que integraban Tenochtitlan. “A cuatro metros de profundidad fue donde ya empezamos a encontrar los restos de la vivienda mexica, que tenía un patio interior, característico de las casas de ese periodo. El patio se unía con un corredor y alrededor estaban los cuartos. Todos los pisos eran de estuco y también sus paredes. Los muros se conformaban por una cama de tezontle y tierra bien compacta y de adobes. En uno de los cuartos encontramos un fogón, seguramente destinado para la cocina. Pero, justo en el patio interior encontramos la ofrenda. Bastante interesante y bonita”, cuenta la arqueóloga.

La arqueóloga Ximena Andrea Castro. Foto Mauricio Marat. INAH.

El ritual mexica recién hallado tenía una cantidad excepcional de sahumadores: 13 en total. Aunque es sabido que toda casa mexica tenía por lo menos un sahumador, no se habían encontrado tantos en un mismo hogar, solo en sitios sagrados como el Templo Mayor. El copal — resina aromática vegetal — y el yauhtli — planta muy medicinal que tiene gusto y olor del anís — eran considerados indispensables en toda suerte de ritos, especialmente en los agrícolas y en las peticiones de lluvia, explica la antropóloga Doris Heyden en su libro Mitología y simbolismos de la flora en el México prehispánico. Se creía que el copal calentaba el aire previniendo las heladas. También se pensaba que el humo del copal atraía a las nubes que producen la lluvia, ya que al hacer combustión, de la resina emana un humo denso, muy blanquecino y muy fragante, que recuerda los cúmulos de nubes que se forman por la condensación del agua en la troposfera terrestre, similares a bolas de algodón y que se aprecian durante el verano, las nubes que presagian el buen clima.

Imagen de la olla de cuerpo globular donde los arqueólogos encontraron restos óseos y sobre la que los mexicas colocaron cuatro vasijas a modo de tapa.

Por otra parte, el número de estos objetos rituales no es casual. “El número 13 tiene muchas connotaciones en la cosmovisión tenochca, tiene que ver con las trecenas de los días”, explica la arqueóloga Mara Becerra a este diario. Una trecena es un periodo de 13 días usado en los calendarios mesoamericanos, que divide el calendario ceremonial de 260 días en 20 trecenas. Un ejemplo de esto es el tonalpohualli mexica, un libro de los días hecho en piel de venado o papel de corteza a partir del cual un sacerdote determinaba las influencias que ejercían cada día, comunicando los días fastos y nefastos del ciclo.

Evidencias materiales de los 'omichicahuaztlis' (instrumentos musicales de hueso trabajado), flautas y ocarinas, muestran que ahí tuvieron lugar diversos rituales.

“Los 13 sahumadores expresa un simbolismo particular, ya que fueron dispuestos en dos niveles y en dos orientaciones distintas: unos en sentido este-oeste, y otros en dirección norte-sur, como una evocación de las 20 trecenas que conformaban el 'tonalpohualli', el calendario ritual mexica de 260 días; asimismo, cabe mencionar que el número 13 aludía a los niveles del cielo. Las características de los sahumadores también refuerzan la concepción nahua del universo, por ejemplo, la cruz calada de las cazoletas de los sahumadores representa el quincunce, símbolo del 'axis mundi'; mientras que los mangos huecos en colores rojo, negro y azul —que servían de instrumento de viento—, y su remate con la representación de la cabeza de una serpiente de agua, remiten a las fuerzas del inframundo”, explica la arqueóloga.

En el predio de Eje Central Lázaro Cárdenas no. 53 se localizaron los restos de una vivienda que perteneció al barrio menor de Tezcatzonco.

Los antiguos creían que el carácter de una persona y su suerte en la vida estaban asociados al transcurso del calendario sagrado de 260 días: el tonalpohualli. Había un especialista en consultar aquel libro de los días, al que se conocía como tonalpouhqui: el lector de los destinos. En el siglo XVI y con la llegada de los españoles el destino estaba marcado: cambiaría el mundo que conocían en cualquier momento y para siempre. Quizá por esa razón los mexicas comenzaron aquel ritual a las orillas de Tenochtitlan con sahumerios, música y copal, como presintiendo el futuro.

Cabeza de figurilla. Representación de la diosa Cihuacóatl. Foto Mauricio Marat. INAH.

Fuentes: elpais.com | inah.gob.mx | 7 de diciembre de 2021

Así devolvió Egipto el esplendor de la antigua avenida de las esfinges que une Luxor con Karnak


La avenida une los templos de Karnak y de Luxor y podrá recorrido por aquellos que lleguen para conocer el lugar. Twitter / VANGUARDIA.COM

En el marco de una grandiosa ceremonia, el presidente de Egipto, Abdel Fattah al Sisi, inauguró en Luxor el paseo que conduce al templo de Karnak, flanqueado por centenares de esfinges con cabeza de carnero y cuerpo de león de 3.500 años de antigüedad que acaban de ser restauradas.

El objetivo, aseguró el Ministerio de Turismo, es hacer del lugar «un museo al aire libre» en un país donde el sector turístico emplea a dos millones de personas y genera más del 10% del PIB.

Karnak, un vasto complejo situado al norte de Luxor -la antigua Tebas-, sus templos y sus palacios, así como las necrópolis del Valle de los Reyes y del Valle de las Reinas son Patrimonio Mundial de la Unesco.

Cada año, millones de turistas acuden a los yacimientos del antiguo Egipto, especialmente a este paseo de las esfinges de tres kilómetros, que desde el templo de Karnak llega hasta el del dios Amón, una de las principales divinidades del panteón egipcio, en la antigua Tebas, capital de Egipto durante el Medio y el Nuevo Imperio.

Las cientos de estatuas de animales mitológicos de Luxor, descubiertas en 1949, estuvieron en el centro de una polémica a mediados de 2020, según recuerda AFP, pues cuatro de las esfinges con cabeza de carnero fueron separadas de las otras para ser instaladas en la plaza Tahrir de El Cairo, epicentro de la revolución de 2011 que llevó a la caída de Hosni Mubarak. Del templo de Luxor también fue desplazado en 1836 uno de los obeliscos, que se encuentra actualmente en la plaza de la Concordia de París, en Francia.

La egiptología es un recurso muy precioso para el gobierno egipcio, que con frecuencia se sirve de las antigüedades para brillar a nivel mundial. En abril, las televisiones del mundo entero retransmitieron las imágenes de una procesión grandiosa en El Cairo. Veintidós carrozas negras adornadas con motivos dorados y luminosos, que evocaban a las embarcaciones funerarias antiguas, transportaron las momias de reyes y reinas del antiguo Egipto hacia el nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia (NMEC).

El Gobierno egipcio lleva tiempo anunciando la futura inauguración del nuevo Gran Museo egipcio, situado al pie de las pirámides de Guiza.

Fuente: abc.es | 26 de noviembre de 2021

Localizados 18 campamentos romanos de prácticas a cuatro kilómetros de León

A la izquierda, ubicación de los 18 campamentos romanos de Trobajo del Camino (León) sobre la confluencia de los ríos Bernesga y Torío. A la derecha, lugar que ocupaba la Legio VI Victrix.

Primero llegaban los metatores, que eran los encargados de elegir el lugar idóneo. Luego, los mensores, que realizaban las mediciones exactas. Finalmente, los centuriones, que supervisaban que soldados y reclutas supieran trasladar las medidas al terreno. Así se montaban las tiendas, y poco a poco se levantaban las defensas del campamento. Allí los legionarios de Roma aprenderían a atrincherarse, a excavar fosos, a elevar terraplenes, empalizadas, trazar esquinas de ángulos redondeados y accesos. Todo formaba parte de su formación y disciplina castrense.

El estudio El conjunto de campamentos romanos para prácticas de Trobajo del Ca... (San Andrés de Rabanedo) y Oteruelo de la Valdoncina (León), de los arqueólogos Ángel Morillo (izquierda), Brais X. Currás, Almudena Orejas y Agostino Nobilini, da cuenta de la detección de 18 de estos campos de entrenamiento próximos a la actual ciudad de León, población que surgió precisamente de uno estable, de la Legio VI Victrix, poco antes de que acabase el siglo I a. C.

Los tratados antiguos dejan constancia, afirman los autores, que han publicado el informe en la revista Gladius, no solo de la importancia estratégica o para la seguridad de la construcción de los campamentos, sino también de su alto valor simbólico como demostración del poder imperial, del orden y de la disciplina. “Este tipo de instalaciones exigía un trabajo colectivo y coordinado, y se relacionaba con el mantenimiento de la moral y de la identidad, con el orden y la jerarquía”, recuerda Ángel Morillo, catedrático de Arqueología en la Universidad Complutense de Madrid. “En Alemania o Gran Bretaña son ya muy conocidas, pero es el primer conjunto de este tipo que se investiga en detalle en nuestro país”.

Tanto el ejército en campamentos estables como el que se encontraba de maniobras (ambulatio) tenían entre sus obligaciones efectuar prácticas de castrametación. Los textos antiguos indican que resultaba importante la capacidad de adaptar las proporciones de los campamentos al tamaño de las unidades militares, y la orientación a las diferentes situaciones (campamentos de marcha o campaña, de vigilancia, fijos o estables...).

Recinto 1. Curvas de nivel cada 10 cm. a) Google Earth 2016.

En todo caso, los trabajos para levantar un campamento se llevaban a cabo siempre, con independencia de su función, dividiendo las centurias (unidades de 80 hombres) en grupos de ocho legionarios (contubernium), a quienes se les asignaba un determinado sector de las defensas. Las labores de construcción las coordinaba el llamado praefectus castrorum, mientras los campi doctores enseñaban a los soldados a orientar correctamente los recintos que iban levantando, "siempre desde una profunda racionalización del trabajo y un acusado pragmatismo”, inciden los autores del trabajo.

Hace una década, durante las labores de recopilación de información de municipios cercanos a la capital leonesa, se descubrió un posible recinto militar en Trobajo del Camino, en el término municipal de San Andrés de Rabanedo. La localización del mismo llevó al equipo de Morillo y Orejas a ampliar la búsqueda en el entorno, en Oteruelo de la Valdoncina, a tres kilómetros de Trobajo y en el término municipal de León.

Recinto 2. Curvas de nivel cada 10 cm. a) Google Earth 2016; b) PNOA 2011; c) PNOA 2011

Así, con técnicas de teledetección y comparativa de fotos aéreas, se han localizado los 18 posibles recintos castrenses. Se encuentran a cuatro kilómetros en línea recta del lugar donde se asentaron la Legio VI Victrix y, más tarde, la , en lo que es ahora el casco urbano de León. La investigación de este año ha contado con el apoyo de la Junta de Castilla y León, y se han empleado técnicas como la tomografía o el georradar 3D. Los equipos de investigación estaban formados por miembros de las Universidades Complutense de Madrid (CAI de Arqueología), Murcia y León. Los vuelos con dron fueron responsabilidad del Grupo de Obtención por Sistemas Aéreos (GROSA IV/1), perteneciente al Regimiento de Inteligencia número 1 del Ejército de Tierra, con base en la Virgen del Camino (León).

Casi todos los recintos campamentales muestran en las pantallas de los ordenadores plantas cuadrangulares con las esquinas redondeadas. Fueron erigidos sobre una plataforma, en la terraza de origen cuaternario en la margen derecha del río Bernesga.

Recinto 3. Curvas de nivel cada 10 cm. a) PNOA 2011; b) PNOA 2011 falso color infrarrojo; c) PNOA 2008 falso color infrarrojo.

El tamaño de los campamentos detectados es muy variable y oscila entre las tres y la media hectárea. Sus proporciones son muy estables: 3:2 y 4:3, y tan solo uno es cuadrado. Sus superficies se muestran perfectamente niveladas, con pendientes entre el 1% y el 3%.

De los 18 recintos identificados, siete aparecen completos, en tres casos se puede restituir toda su extensión a partir de los segmentos detectados y en ocho sus trazados son parciales. “El carácter incompleto de varios de ellos podría deberse al posterior uso agrícola de la tierra, o que se trate de recintos inconclusos que respondan solo a la realización de prácticas centradas en la orientación y edificación de partes de los perímetros”, concluye el estudio. O los dejaron inconclusos porque tuvieron que ir a luchar.

Fuente: elpais.com | 7 de diciembre de 2021

Encuentran por primera vez una cocina griega en el yacimiento de Ampurias (Gerona)

Vista cenital de la estancia, una vez excavada, y de la estructura de la cocina griega del siglo VI a.C., descubierta en Ampurias. Dani Baños / Cedida por MAC-Ampurias.

Un equipo de arqueólogos ha encontrado por primera vez una cocina griega en el yacimiento de Ampurias (Gerona). Es una estructura de arcilla, que combina un horno y un fogón, y que se ha localizado en el antiguo barrio portuario. Data del siglo VI a.C., la época fundacional de la ciudad griega, y se cree que podría estar relacionada con un santuario que había en la zona, posiblemente dedicado a la diosa Deméter. Precisamente, porque en Grecia también se encontró una cocina similar que formaba parte de un lugar de culto. La campaña de excavaciones de este 2021 en Ampurias también ha acabado de hacer visible el acantilado donde se asentaba la Neápolis. Aquí destaca el descubrimiento de una gran espuela rocosa que protegía la pequeña cala natural donde había el primer puerto griego.

Ampurias es una de las sedes del Museo de Arqueología de Cataluña (MAC). Más de un siglo después de que empezara a excavarse, el yacimiento sigue dando sorpresas. El de este año ha sido un hallazgo singular. No sólo porque es inédita en Ampurias, sino también porque por todo el Mediterráneo se conocen muy pocos testimonios más.

Durante esta campaña, los trabajos arqueológicos se han focalizado en la antigua fachada litoral de Ampurias. En el siglo VI a.C., cuando los griegos levantaron la Neápolis, la morfología de la zona era muy diferente de la actual. El río Ter formaba un gran estuario y el agua del mar llegaba casi junto a donde ahora está el edificio del museo.

La estructura de la antigua cocina griega, donde había un horno y un fogón que se alimentaban con brasas. ACN.

Este 2021, los arqueólogos han seguido excavando toda esta zona. El objetivo era doble. Por una parte, hacer visible buena parte del antiguo acantilado encima del cual se asentaba la ciudad griega. Y por la otra, seguir descubriendo cómo era su barrio portuario (que se extendía hasta el límite del promontorio rocoso).

Estaba en este sector, formado por diferentes islas de edificaciones -o ínsulas- separadas por callejones, y donde los arqueólogos han desenterrado la antigua cocina griega. Es la primera que se encuentra en el yacimiento. En las casas de Ampurias, hasta ahora, aquello que se había localizado eran vestigios de chimeneas, las cuales se solían situar en el centro de las estancias y se utilizaban tanto para calentarse como para cocinar.

«En este caso, sin embargo, estamos hablando de una cocina con unas estructuras específicas, que nunca antes habíamos encontrado»
, concreta la responsable del MAC-Ampurias, Marta Santos Retolaza (izquierda). Está hecha con arcilla cocida y la formaban un horno (con una bóveda que no se ha conservado) y un pequeño fogón, que se alimentaban con brasas por la parte de debajo.

Miles de almejas

La cocina griega se fecha de la segunda mitad del siglo VI a.C., es decir, es paralela en la época fundacional de la Neápolis. Pero aparte de la estructura, aquello que la hace especial, también es la cantidad ingente de restos culinarios que los arqueólogos han encontrado dentro de la estancia donde se ha localizado

Unas arqueólogas excavando una chimenea de la estancia; en el fondo, la estructura de la cocina griega del siglo VI a.C. ACN.

Mezcladas con la tierra que las recubría, y donde también han aparecido trozos de cerámica griega, Marta Santos precisa que han salido «miles de conchas de berberechos», restos de pescados (espinas y escamas) y escasos fragmentos de huesos. De estas tierras, los arqueólogos han recogido muestras que se han enviado a laboratorios especializados, para intentar descubrir qué comidas se hacían.

Ya de entrada, sin embargo, aquello que llama la atención es la gran cantidad de almejas que se han encontrado junto a la cocina griegas. «Estamos hablando de un número extraordinario, que no es habitual en el consumo doméstico; por eso pensamos que esta cocina tenía que tener una función especial», dice la responsable del museo.

El sector norte de la ciudad griega de Empúries, donde se aprecian la espuela rocosa y todo el acantilado de la antigua fachada litoral. ACN.

Vinculada al santuario

La hipótesis con que trabajan los arqueólogos es que esta cocina tuviera relación con un santuario que había en la zona, el cual, de momento, con los vestigios que se han encontrado (ofrendas y terracotas), se cree que estaría dedicado a la diosa de la agricultura Deméter.

«Podemos pensar que esta cocina sería periférica al santuario y que estaría relacionada con sus comidas rituales», concreta Santos. «Podría servir para las comidas y celebraciones que se harían en torno a esta actividad de culto», añade a uno de los arqueólogos de Empúries, Pere Castanyer Masoliver (izquierda).

Para construir esta teoría, los arqueólogos se basan en otra cocina similar que se descubrió en Corinto. «Hay muy pocos paralelos de cocinas como esta en el mundo griego; y lo mejor, y casi lo único, se ha encontrado precisamente en un santuario», explica la responsable del MAC-Ampurias, Marta Santos. En concreto, se localizó en el yacimiento de Istmia, donde los griegos erigieron un templo en honor al rey del mar, Poseidón.

«Es una hipótesis muy sugerente y el hallazgo de la cocina es extraordinario, pero tenemos que ser cautos», explica Marta Santos, pues todavía hay interrogantes abiertos y habrá que excavar en profundidad la zona de Ampurias donde se situaba el santuario (junto al antiguo puerto griego) para «ir encajando todas las piezas del puzzle». De momento, después de volver a hacerse visible después de 1.500 años, la cocina griega se ha tapado de nuevo para preservarla.

Ciudad romana en primer plano,y ciudad griega de ampurias en segundo.

Espuela de roca
Aquello que sí que se puede ver, y que de hecho ha cambiado la fisonomía de toda esta zona del yacimiento, es el acantilado donde se asentaba la Neápolis. Este 2021, los arqueólogos han retirado toda la arena que lo cubría y han dejado a la vista buena parte del promontorio rocoso encima del cual se construyó la ciudad griega.

Aquí, subraya Pere Castanyer, destaca el descubrimiento de una gran espuela que protegía de los temporales la pequeña cala natural que acogió el primer puerto de Ampurias. Este puerto estaba situado directamente en la playa, donde habría roqueras y pantalanes, y se utilizó hasta el siglo II a.C.

«Fue entonces, coincidiendo con la llegada de los romanos, cuando este espacio dejó de ser eficiente y se construyó un puerto artificial más hacia el Levante», explica el arqueólogo de Ampurias. De este segundo puerto, precisamente, hoy día todavía se conserva parte del denominado 'espigón' (en realidad, un gran muro que aseguraba la protección ante los temporales).

En paralelo a recuperar la antigua topografía de la fachada litoral de Ampurias, los arqueólogos también han hecho sondeos y estudios para ver cuándo toda esta hondonada se cubrió de arena. Aquí, han contado con el apoyo del Centro de Arqueología Subacuática de Cataluña (CASC).

«Hemos identificado hasta donde llegaba el nivel del mar gracias a la fisura que las aguas dejaron al pie del acantilado, y también hemos podido recuperar moluscos incrustados en la roca que nos han ayudado en las dataciones», explica Pere Castanyer. «Estos sondeos revelan claramente que todo el proceso de relleno empezó a finales del siglo V d.C., y que en tan sólo cien años todo este espacio portuario quedó cubierto por la arena», precisa el arqueólogo.

Los arqueólogos descubriendo la enorme espuela rocosa que protegía la cala natural donde se estableció el primer puerto de Empúries. ACN.

Precisamente, fue entonces, durante los siglos IV y V d.C., cuando la población se trasladó hacia el interior y nació el núcleo tardoantíguo y medieval de Santa Margarida.

Las excavaciones en Ampurias se enmarcan dentro de un proyecto de investigación impulsado por el Museo de Arqueología de Cataluña (MAC) y el Departamento de Cultura dentro de la convocatoria de proyectos cuatrienales de investigación arqueológica. Profundiza en la importancia que los espacios portuarios tuvieron al yacimiento. Colaboran el Instituto Arqueológico Alemán de Madrid y el Ayuntamiento de Escala.

Este proyecto cuatrienal empezó en el 2018 y se ha acabado este 2021. Pero la intención, como subraya Castanyer, es alargarlo. «En los próximos años queremos completar el conocimiento del barrio portuario griego, del puerto artificial construido por los romanos, del sector de Santa Margarida y también incorporar otras zonas que vemos fundamentales, como la de Riells o La Clota», precisa.

Dentro de estas nuevas intervenciones, el próximo año se ha previsto seguir excavando la zona junto al antiguo puerto griego donde estaría el espacio de culto dedicado a Deméter. Por eso, como paso previo para bajar hacia niveles inferiores, ya se han desmontado varias estructuras construidas encima de esta área entre los siglos XVII y XVIII y que formaban parte de un convento de monjes servitas, así como una rampa moderna.

«La investigación nos ha permitido avanzar muchísimo, pero todavía queda trabajo por hacer», explica Pere Castanyer, recordando que Ampurias siempre ha mirado al mar. Y su historia se explica, precisamente, a través de los espacios portuarios.

Fuente: diarimes.com | 7 de diciembre de 2021