Representantes de los equipos que descubrieron algunas de las piezas señeras del Museo de Málaga relatan sus hallazgos

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Del primer plano al fondo y de izquierda a derecha, los arqueólogos Ana Arancibia, Sonia López, Inés Fernández, Ildefonso Navarro, Pilar Corrales, Pedro Cantalejo, Alejandro Pérez-Malumbres y Virgilio López Martínez posan en la Aduana junto a piezas de la Colección Loringiana. / Ñito Salas

Cada pieza ofrece no sólo un testimonio de la Historia –así, con mayúsculas– sino también una anécdota, una curiosidad, una historia pequeña pero crucial para entender cómo ha llegado hasta una vitrina del Museo de Málaga en el palacio de la Aduana.

El policía que encontró unos restos humanos y dio un chivatazo antes de que la excavadora volviera a taparlos, la corazonada cumplida en la ladera de un monte, el hallazgo fortuito en el interior de una cueva prehistórica; pero, casi siempre, la confirmación sobre el terreno de muchas horas previas de estudio y documentación.


El Museo de Málaga cumple hoy tres meses abierto desde su reencuentro con el público después de dos décadas con sus colecciones almacenadas. En ese tiempo, la labor de los arqueólogos ha brindado numerosos hallazgos que ahora brillan en las salas de la Aduana. Tanto es así, que para muchos la sección de Arqueología representa la gran ‘sorpresa’ del museo provincial, a menudo identificado con sus obras de Bellas Artes.

El catálogo de fondos arqueológicos del Museo de Málaga supera las 15.000 referencias, de las que unas 2.000 están expuestas al público. SUR reúne a ocho arqueólogos como representantes de los equipos que han participado en algunos de los hallazgos más significativos ahora mostrados en el palacio de la Aduana. Una selección intergeneracional y paritaria de profesionales que quiere resumir tanto la colección del museo provincial, como la evolución de la arqueología en Málaga durante los últimos años.


Lámpara en una estalagmita de la Cueva de Ardales. / Ñito Salas


Pedro Cantalejo: Lámpara del Paleolítico superior (Cueva de Ardales)
La arqueología moderna en Málaga tiene uno de sus principales exponentes en la labor de Pedro Cantalejo. Gran investigador de los restos encontrados en la Cueva de Ardales, el especialista elige para la ocasión una lámpara del Paleolítico superior encontrada en una estalagmita. «Lo importante de esta pieza es que atesora restos de una actividad de iluminación a través de los residuos de carbones», brinda Cantalejo sobre la lámpara que los moradores de la cueva ingeniaron al partir la estalagmita y descubrir que el hueco que quedaba en el centro de la sección les servía para producir fuego y, por tanto, luz.

«De manera tradicional, los museos han expuesto piezas de ‘arqueología pura’ relacionadas con este periodo; es decir, lanzas, puntas y otro tipo de utensilios, pero en el desarrollo del Paleolítico se incorporan objetos que forman parte de los modos de vida, como en este caso las lámparas, y en ese aspecto el discurso del Museo de Málaga resulta más completo y sugerente», establece Cantalejo. De este modo, el museo ofrece «la evolución desde el uso de las cuevas hasta la aparición de la arquitectura como actividad humana», resume el especialista.


Casco griego encontrado en la ‘Tumba del guerrero’.


Sonia López: ‘La tumba del guerrero’ (s. VI-VII a. C.)
El Museo de Málaga ofrece en su sección de Arqueología el primer enterramiento descubierto en la Península Ibérica de un individuo con el ajuar funerario y la indumentaria de un guerrero griego. Sonia López Chamizo participó en la campaña realizada entre junio y julio de 2013 dirigida por David García que dio con este imponente hallazgo en la calle Jinetes de la capital.

«Lo primero que apareció fue el anillo. Era de oro y ese detalle nos hizo pensar que estábamos ante un hallazgo importante, así que decidimos ser muy prudentes a la hora de darlo a conocer», recuerda López. «Estamos ante uno de los grandes hallazgos de este tipo en todo el Mediterráneo. Es el único casco griego que ha aparecido en España en su contexto arqueológico, sin olvidar que el ajuar incluye piezas metálicas que ahora se están analizando. Una de ellas podría ser un escudo, lo que abriría una puerta a la investigación muy interesante», avanza.


Escultura de Hércules encontrada en la calle Granada. Mqabriya.


Alejandro Pérez-Malumbres: Hércules (s. I a. C)
En las vitrinas del Museo de Málaga hay expuestas más de 40 piezas arqueológicas de excavaciones en las que ha participado Alejandro Pérez-Malumbres. Quizá por eso, cuando llevó el Hércules de la calle Granada, la directora del museo, María Morente, le dijo que era un arqueólogo con baraka, la buena suerte de los musulmanes. «Apareció en un nivel del siglo I a. C., es una representación del Hércules Gaditanus, la identificación que se hizo en época romana de la principal deidad fenicia, Melqart», explica.

Junto al Hércules, el arqueólogo se decanta por la necrópolis de Campos Elíseos que investigó junto a Juan Antonio Martín Ruiz. Este último destaca unos pendientes de oro de época fenicia (izquierda) también expuestos en la Aduana: «Indicarían que en Málaga pudo haber un taller de orfebrería con su mayor producción en el siglo VI a. C».

Ana Arancibia: Jarra de bronce (siglo I d. C.)

«La pieza estaba muy deteriorada, se desintegraba con poco que la manipulases y además tenía un fuerte golpe. Estaba en muy malas condiciones y necesitaba una rehabilitación muy rápida. Entonces, el promotor de la obra donde descubrimos la pieza decidió emprender esa recuperación. Hay constructores que sí están sensibilizados con la importancia del patrimonio». Ana Arancibia rompe así una lanza en favor de los, a menudo, ‘malos de la película’ en la conservación de los restos arqueológicos.

Arancibia forma parte del equipo de Taller de Investigaciones Arqueológicas que en marzo de 2005 halló esta pieza en la calle Císter: «Jarros de bronce el siglo I hay muy pocos en la Península Ibérica. Son objetos de lujo que dan testimonio de cómo era Málaga en la época imperial, una ciudad embellecida, con teatros, mármoles... una ciudad importante en el Mediterráneo».


Pilar Corrales: Salazones y ánforas del Bajo Imperio Romano
El Teatro Romano brinda no sólo un escenario excepcional para representaciones y un potente testimonio del pasado de la provincia, también encierra numerosa información sobre cómo vivieron los moradores de esta tierra en los primeros siglos de nuestra era. La profesora de la UMA Pilar Corrales participó en 2008 y 2009 en diversos trabajos que descubrieron objetos y restos en el fondo de las piletas romanas. «El hallazgo de un tonel de madera nos confirmaba que el primer proceso de tratamiento del pescado se hacía en estos recipientes y que luego se pasaba a las ánforas», explica antes de añadir: «Esas ánforas eran habituales en esta época, en torno al siglo IV, porque la ciudad en la época bajoimperial estaba llena de factorías de salazones. Se trataba de un negocio muy rentable, hasta el punto de que estas salazones valían más que muchas joyas».

Corrales apostilla que en una de las piletas también se encontraron restos de diversos animales, lo que hizo posible elaborar una suerte de receta de aquella delicatessen. «La más preciada era la salazón de atún, pero a partir de este descubrimiento pudimos determinar que había multitud de salsas elaboradas a partir de boquerones, sardinas y jureles», detalla Corrales.

Detalle de una hebilla encontrada en Bobastro

Virgilio Martínez Enamorado. Iglesia de Bobastro (s. IX - X)
Umar Ibn-Hafsun fue el líder de la revuelta más importante a la que se enfrentaron los Omeya de Córdoba en el periodo previo al surgimiento de Al-Ándalus. Allá por el año 2001, la campaña en la participó Virgilio Martínez Enamorado descubrió diversos restos que confirmaban la presencia de la iglesia metropolitana de Bobastro. «Estos hallazgos demostraron que Umar Ibn-Hafsun construía iglesias cristianas, lo que representa una información esencial, además de muy novedosa, para comprender aquel tiempo», defiende el especialista.

Martínez Enamorado firma el vídeo que acompaña a estas piezas exhibidas en el palacio de la Aduana y añade: «La importancia de esa rebelión fue tal, que aunque Ibn-Hafsun muere años antes, Abderramán III no se proclama califa hasta derrotar por completo a sus leales. En este sentido, estos restos también ofrecen una información fundamental para comprender la composición de Al-Ándalus». El experto pone además un ejemplo para ilustrar la importancia que aquella iglesia de Bobastro tuvo en aquella época entre finales del siglo IX y principios del X: el suelo estaba realizado de almagra, un tipo de arcilla que daba al piso un aspecto rojizo.


Mqabriya y jarra de época alhomade.

Inés Fernández: Mqabriya y ajuar funerario almohade

«Hasta entonces se pensaba que en esta época se enterraba a los fallecidos en la tierra, pero durante las excavaciones se descubrieron clavos, eso indicaba que el ritual funerario había cambiado, que se enterraba en ataúdes. Además, hallamos una pequeña jarra dentro de una tumba, algo también muy poco frecuente en este tipo de enterramientos», recuerda Inés Fernández, participante en la campaña realizada en la calle Agua de la capital a principios de los años 90 que obtuvo hallazgos como esa jarra decorada y la ‘mqabriya’ (una especie de lápida) de vidriado verdoso característico de la época almohade (siglo XII).

Fernández, como otros muchos de sus compañeros, reivindica el papel pionero que Manuel Acién Almansa jugó en el desarrollo de la arqueología en Málaga. En el caso del yacimiento de la calle Aguas, Fernández recuerda que los hallazgos permitieron confirmar la ocupación continuada de una necrópolis entre los siglos X y XV. «Había documentación que hablaba de la existencia de un lugar llamado ‘El monte del faro’, situado fuera de la muralla y esta campaña logró confirmar su existencia», aporta la actual coordinadora del departamento pedagógico del CAC Málaga.


Pila de abluciones


Ildefonso Navarro. Pileta de abluciones del s. XIII

Han pasado más de veinte años, pero Ildefonso Navarro mantiene muy vivo el recuerdo de aquellos días: «Fue mi primera excavación como director y el hecho de realizar un hallazgo tan importante supuso una gran inyección de moral». Navarro relata el descubrimiento de la gran pila de abluciones encontrada allá por 1994 en la calle San Juan. «Es una pieza de alfarería islámica excepcional, tanto por sus grandes dimensiones como por su decoración», establece el arqueólogo.
El museo saca a la luz multitud de piezas encontradas durante las dos décadas que ha permanecido cerrado al público
Navarro explica que la pila para realizar los lavados previos a la oración apareció en el patio de una antigua mezquita. «Cuando la dejaron allí, la taparon con mucho cuidado, dejando constancia de la importancia que le concedían», ilustra el experto sobre la pila del periodo almohade (s. XIII) decorada en blanco, verde y negro.

Fuente: diariosur.es | 12 de marzo de 2017

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