Los humanos emplearon cráneos para fabricar cuencos durante más de 15.000 años

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Cráneos copa procedentes de la Cueva del Mirador en Atapuerca - Palmira Saladié/IPHES

El uso de cráneos humanos para celebrar rituales se ha documentado en numerosos yacimientos arqueológicos de diferentes cronologías y zonas geográficas. Su práctica pudo estar relacionada con la decapitación para la obtención de trofeos de guerra, con la producción de máscaras como elementos decorativos (incluso con grabados), o lo que se conoce como cráneos copa. De hecho, algunas sociedades pretéritas consideraron que los cráneos humanos poseían poderes o fuerza de vida, y en ocasiones se recogían como prueba de superioridad y autoridad en confrontaciones violentas.

Diferentes señales que se han conservado sobre los huesos nos ayudan a reconocer posibles prácticas ceremoniales. Las modificaciones más comunes relacionadas con el tratamiento ritual de los cráneos son las producidas con los cuchillos de piedra o metal, es decir, marcas de corte durante la extracción del cuero cabelludo. Entre los paleo-indios americanos, por ejemplo, esta práctica está bien documentada arqueológicamente y se han identificado señales de este tipo en disposición circular alrededor de la cabeza. En Europa, los cráneos copa han sido identificados en conjuntos que van desde el Paleolítico superior, de unos 20.000 años de antigüedad, hasta la edad del Bronce, hace unos 4.000 años.

Localización geográfica de los yacimientos incluidos en el estudio (IPHES).

La fracturación meticulosa de estos cráneos sugiere que no está únicamente relacionada con la necesidad de extraer el cerebro con fines nutricionales, sino que fueron producidos de manera concreta e intencional como contenedores o vasos. Así se constata en un estudio que ha llevado a cabo un equipo de investigadores integrado por miembros del IPHES (Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social), de la URV (Universidad Rovira i Virgili de Tarragona) y del Museo de Historia Natural de Londres (NHML), que han desarrollado un análisis estadístico para evaluar si las marcas de corte sobre fragmentos de cráneo del nivel TD6.2 de Gran Dolina, en Atapuerca, Gough’s Cave (Gran Bretaña), Fontbrégoua (Francia), Herxheim (Alemania), y la Cueva de El Mirador, también en Atapuerca, responden a una elaboración sistemática.

Los resultados concluyen que estas marcas ciertamente responden a un patrón concreto en los yacimientos de cronologías más recientes, y en un modo de tratar los cráneos que se perpetuó más de 15.000 años. Los resultados de esta investigación han sido publicados en la prestigiosa revista Journal of Archaeological Science. La investigación ha sido liderada por Francesc Marginedas (izquierda), que actualmente está cursando el Master Erasmus Mundus en Arqueología del Cuaternario y Evolución Humana que se imparte en la URV y paralelamente desarrolla su trabajo de investigación en el marco del IPHES bajo la dirección de la Dra. Palmira Saladié.

“Es difícil saber si ha habido una ritualización de los elementos: los sentimientos no dejan un registro fósil. Pero esta metodología nos permite de alguna forma relacionar o identificar un procesado diferente al que sería simple consumo”, explica Francesc Margineda.

El estudio ha considerado el hueso como un mapa sobre el que se pueden distribuir las modificaciones de la superficie y se ha valorado si era posible identificar un patrón específico para la fabricación de cráneos copa, comparando evidencias de los diferentes conjuntos antes mencionados. Así se han identificado modificaciones específicas relacionadas con el comportamiento humano y se ha descrito estadísticamente la importancia de la localización de las marcas de corte en zonas concretas de los cráneos. Se trata de las estrías hechas con herramientas de piedra, que se realizaron principalmente durante la extracción del cuero cabelludo y de la carne de forma meticulosa y de manera reiterada, actuaciones que nos indican la limpieza intensa de cráneos en los casos específicos de Gough’s Cave, Fontbrégoua, Herxheim y La Cueva del Mirador. Sin embargo, este modelo no ha sido observado sobre los restos de Homo antecessor procedentes del nivel TD6.2 de Atapuerca.
Al examinar las marcas hechas con herramientas líticas en el interior de los cráneos el equipo pudo reconocer evidencia potencial de prácticas ceremoniales. En la imagen, marcas en una calavera encontrada en Gough's Cave, en el Reino Unido. Las marcas de corte se muestran en azul, mientras que las coloraciones naranja y verde representan áreas de fijación muscular.

“En todos estos yacimientos hay canibalismo, pero para el mismo no es necesario toda esta cantidad de marcas o cortes. Los que identificamos es una limpieza intensiva y lo relacionamos con el uso ritual porque es un elemento ya conocido”, explica Marginedas.

La fabricación sistemática de los cráneos copa comenzaba con la extracción del cuero cabelludo y continuaba con la extracción del tejido muscular. Finalmente, la elaboración de los cráneos finalizaba con la fracturación para preservar la parte más gruesa de la bóveda craneal. Actualmente, aun no se conoce el uso que se les daba a estos huesos con forma de recipiente. La repetición de este patrón, proporciona nuevas evidencias de la preparación de los cráneos para practicas rituales, asociadas en la mayor parte de los casos al canibalismo humano durante la Prehistoria reciente.

Fuentes: iphes.com | lavanguardia.com | dailymail.co.uk| 20 de enero de 2020

Aníbal Clemente

Historia y Arqueología. Divulgando la Historia desde 1998. Bienvenidos a la Cultura.

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