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EL FÓSIL DE DINOSAURIO MEJOR CONSERVADO DEL MUNDO INTRIGA A LOS CIENTÍFICOS

El dinosaurio fue encontrado en una mina de arenas de petróleo localizada en Canadá y mide cinco metros de largo. Lo realmente sorprendente del animal, además de su tamaño, es su perfecto estado de conservación: es realmente difícil ver su esqueleto ya que su piel ha quedado fosilizada formando una perfecta armadura.


Este fósil pertenece al de un dinosaurio herbívoro con ‘armadura’ conocido como nodosáurido que habitó el territorio de Canadá hace 110 millones de años.
Los científicos que encontraron el fósil aseguran que esta “momia” es la muestra mejor conservada de un nodosáurido, no solo por el estado de su piel fosilizada, sino porque se ha conservado incluso el contenido de su vientre.

Estos dinosaurios eran grandes herbívoros que caminaban a cuatro patas y cuya piel era dura como una roca, además de contar con púas para protegerse. Los expertos coinciden en que se trata del dinosaurio más antiguo conocido de Alberta, además del mejor conservado del mundo. Pese a que el hallazgo se produjo en 2011, se han necesitado seis años y más de 7.000 horas hasta poder reconstruirlo y dejarlo listo para ser expuesto.

¿El secreto de su estado?

Parece ser que, según los científicos creen, el nodosaurio fue arrastrado por un río y llevado al mar, donde finalmente se hundió. Durante los millones de años que permaneció en el fondo del océano, los minerales se posaron sobre la armadura y consiguieron preservarla en su forma original.

Investigadores descubren fósiles de ballenas y leones marinos de hace 10 millones de años en Jaén

Restos fósiles de cetáceos y pinnípedos de hace aproximadamente diez millones de años/ Universidad de Jaén

Una investigación liderada por la Universidad de Jaén ha encontrado restos de cetáceos y pinnípedos del Mioceno superior en el sector oriental de la Cuenca del Guadalquivir, entre las localidades jiennenses de Andújar y Villanueva de la Reina.

Investigadores del departamento de Geología de la Universidad de Jaén, liderados por el profesor Matías Reolid, han hallado restos fósiles de cetáceos y pinnípedos de hace aproximadamente diez millones de años. Estos restos pertenecen al Tortoniense (Mioceno superior) y los han descubierto entre las localidades jiennenses de Andújar y Villanueva de la Reina.
Se trata del primer estudio de fósiles marinos en el sector oriental de la Cuenca del Guadalquivir y ha sido publicado por la revista internacional de Ciencias de la Tierra Journal of Iberian Geology.
La investigación surgió en marzo de 2013 con la colaboración del doctor Fernando García, entonces también miembro del Departamento de Geología de la UJA y actualmente en la Universidad de Granada. Inicialmente, el trabajo se realizó en un área próxima al Arroyo Escobar, en un cauce de difícil acceso donde afloraban algunos de los restos fósiles estudiados en condiciones precarias debido a las crecidas. Los restos fueron hallados gracias a la ayuda de un agente de medioambiente que contactó con el Departamento de Geología de la UJA.
La primera medida fue contextualizar dónde se habían encontrado los restos de mamíferos para realizar una reconstrucción paleoambiental de estos depósitos a través del análisis de sedimentos, del estudio de trazas fósiles y de asociaciones fósiles de macroinvertebrados.
“Una vez analizados los macroinvertebrados, los restos de cetáceos y pinnípedos, así como otros restos potencialmente pertenecientes a un sirénido (un tipo de vaca marina), concluimos que se había tratado de un ambiente sedimentario relativamente alejado de la costa, profundo y con poca energía”, indica Matías Reolid.
Localizaron restos de varias costillas y extremidades de ballena, parte del cráneo de una ballena de pequeño tamaño (género Cephalotropis), numerosas costillas de sirénidos, parte de la caja torácica de un león marino, dientes de tiburón y numerosas conchas de macroinvertebrados (ostras y pectens, entre otros).
La depresión del Guadalquivir conectaba el Mediterráneo con el Atlántico, ya que el estrecho de Gibraltar estaba cerrado
“El interés de esta investigación radica en la escasez de hallazgos de fósiles de mamíferos marinos en Andalucía. Además, nos ayuda a reconstruir cómo eran las condiciones ambientales en este sector hace entre nueve y diez millones de años”, explica Matías Reolid. “En ese momento, lo que es actualmente la depresión del Guadalquivir era una de las principales conexiones del Mediterráneo con el Atlántico, ya que en aquel tiempo el estrecho de Gibraltar estaba cerrado”, indica el profesor de Geología de la UJA. 
El análisis de los restos encontrados, pese a estar incompletos, ha permitido aventurar que, en un contexto de ambiente de poca energía, los grandes restos fósiles de los cetáceos se encuentran dispersos e incompletos no por la acción de las corrientes sino por la actividad de otros organismos predadores y carroñeros. Algunos de los huesos fósiles muestran las marcas hechas por ellos.
Asimismo, los restos hallados corresponden a la misma edad que el diente del tiburón gigante (Carcharocles megalodon) localizado en Porcuna en 2015. “Siempre se ha interpretado al megalodón como predador de mamíferos marinos, principalmente cetáceos, por lo que cobra sentido que en el mismo lugar coincidan restos de él y de sus presas”.
Vía: Agencia SINC

Referencia bibliográfica:
"Palaeoenvironmental interpretation of a sand-dominated coastal system of the Upper Miocene of Eastern Guadalquivir Basin (south Spain): fossil assemblages, ichnology and taphonomy"Journal of Iberian Geology 42(3):275-290.  Diciembre de 2016 

Descubren de forma casual el primer fósil del cerebro de un dinosaurio

Fragmento del cerebro de dinosaurio fosilizado. JAMIE HISCOCKS

Jamie Hiscocks, aficionado a los fósiles de dinosaurios, encontró en 2004 en una playa de Sussex, al sur de Inglaterra, un fósil que a simple vista parecía un gran pedrusco.

Más de 10 años después, un equipo de investigadores de Gran Bretaña y Australia han descubierto que se trata del primer cerebro fosilizado de un dinosaurio según un estudio publicado por la Asociación de Geólogos de Londres.

Los paleontólogos utilizaron un microscopio electrónico de barrido y han descubierto que la conservación del fósil es sorprendente porque aún preserva los vasos sanguíneos y capilares, tejido de la corteza, la capa externa del cerebro y hasta las meninges que es la membrana que mantiene el cerebro en su lugar. "Lo inusual es la forma de los tejidos blandos, que son realmente frágiles y se han conservado durante 133 millones de años ", explicó David Norman, paleontólogo de la Universidad de Cambridge y autor del estudio "No es todo el cerebro pero lo más notable es la conservación de estos tejidos.

Es sorprendente que aún conservan".Los expertos sospechan que se trata de un Iguanodon, un dinosaurio herbívoro que durante el periodo cretácico cayó en una ciénaga o pantano profundo de la que no pudo salir. Allí, con el paso del tiempo su cabeza quedó enterrada bajo los sedimentos y gracias al agua estancada, los ácidos bajos en oxígeno y los minerales consiguió preservarse todo este tiempo. "La solución de ácido funcionó como escabeche con las partes del cerebro que estaban sumergidas," apuntó Normal. Asimismo, añadió que no se conserva todo el cerebro".Lo que sí ha subrayado el paleontólogo es que el escáner de alta resolución ha confirmado algo que ya se suponía: que los dinosaurios tenían un cerebro similar al de las aves y los cocodrilos.

Fuente: El Mundo

Los dinosaurios gigantes que cruzaron continentes

Recreación del Savannasaurus elliottorum - Travis Tischler / Australian Age of Dinosaurs Museum of Natural History

Titanosaurios originarios de América del Sur atravesaron la Antártida hasta alcanzar Australia hace unos 100 millones de años

Con semejante tamaño, la Tierra se les tenía que quedar pequeña. Es solo una licencia, pero parece que la recorrieron con sus majestuosos portes de un lado a otro. El hallazgo en Australia de los fósiles de dos gigantescos saurópodos, uno de ellos una especie nueva para la Ciencia, ha permitido defender una teoría acerca de la evolución global de estos míticos dinosaurios. Una investigación publicada en la revista Scientific Reports apunta que estos herbívoros de cuello largo pudieron haber cruzado continentes enteros. Originarios de América del Sur, cruzaron la Antártida hasta alcanzar Australia hace unos 95 millones de años. El aumento de temperatura que ocurrió en esa época en el planeta les permitió pasar por puentes de tierra congelada entre los continentes y llevar a cabo esa antiquísima y colosal migración.

Stephen Poropat con cinco vértebras de la espalda de la nueva especie de titanosaurio- Judy Elliott

La nueva especie fue encontrada en la formación Winton, al oeste de Queensland, y ha sido denominada como Savannasaurus elliottorum. Fue un matrimonio, el paleontólogo David Elliot y su mujer, Judy, quienes descubrieron los restos muy cerca de su casa, cuando pastoreaban ovejas en su propiedad. Al recoger los fragmentos, se dieron cuenta de que las piezas encajaban. Era un dedo completo de saurópodo.

El Savannasaurus era un titanosaurio de tamaño medio, de aproximadamente la mitad de la longitud de una cancha de baloncesto, con un cuello largo y una cola relativamente corta. «Con las caderas al menos de un metro de ancho y una enorme caja torácica en forma de barril, es el saurópodo más rotundo que hemos encontrado hasta ahora», dice Stephen Poropat, investigador del Australian Age of Dinosaurs Museum of Natural History. «Vivió junto con al menos otros dos tipos de saurópodos (Diamantinasaurus y Wintonotitan), así como con otros dinosaurios ornitópodos, incluyendo anquilosaurios blindados y el terópodo carnívoro Australovenator».

Reconstrucción del esqueleto del nuevo dinosaurio Savannasaurus elliottorum- Travis Tischler

Además, los paleontólogos también descubrieron fósiles del cráneo de otro titanosaurio, ya conocido desde 2009, el Diamantinasaurus matildae, un tanto parecido a un hipopótamo. Nunca antes se había encontrado en Australia una cabeza de saurópodo. «Este nuevo espécimen nos ha ayudado a rellenar muchos vacíos en nuestro conocimiento sobre la anatomía del esqueleto del dinosaurio», dice Poropat.

Los titanosaurios incluyen a algunos de los animales más grandes de todos los tiempos y, gracias a estos hallazgos, los investigadores creen que se expandieron por todo el mundo hace 100 millones de años. Poropat y sus colegas del University College y el Imperial College en Londres sugieren que la disposición de los continentes y el clima global durante la parte central del Cretácico permitió a los dinosaurios emprender viajes increíbles.

Así era el Diamantinasaurus matildae- T.T.

«Australia y América del Sur estuvieron conectados a la Antártida en la mayor parte del Cretácico», dice Paul Upchurch, del University College. «Hace 90 millones de años, en el tiempo en el que el Savannasaurus estaba vivo, las temperaturas medias globales eran más cálidas que las actuales. Sin embargo, hacía bastante frío en los polos en algunos momentos, lo cual parece que restringió el movimiento de los saurópodos a las latitudes polares», explica. De esta forma, los investigadorse sospechan que el Savannasaurus provenía de Sudamérica, pero no pudo entrar en Australia hasta hace aproximadamente 105 millones de años. En ese tiempo, las temperaturas medias se incrementaron permitiendo a los saurópodos atravesar masas de tierra en latitudes polares.

Fuente: ABC

El gran misterio de los huevos fósiles hallados en Lanzarote

Playa Papagayo, Lanzarote Vista de la Playa Papagayo, en Lanzarote. (FLICKR/teosaurio)

Los huevos pertenecen a un ave terrestre, no voladora, de unos 4 millones de años de antigüedad, que no pudo llegar a la isla por sus propios medios. Los trabajos se centran en averigüar cómo llegó esa especie hasta la isla, de origen volcánico y a 120 kilómetros de la costa de África.

Los huevos fósiles hallados en Lanzarote siguen generando descubrimientos sorprendentes que confirman que pertenecen a un ave terrestre, no voladora, de unos 4 millones de años de antigüedad, pero mantienen intacto todo su misterio: ¿Cómo cruzó el océano un ave que no nada ni vuela? Como el resto de Canarias, Lanzarote es una isla volcánica que emergió del océano hace millones de años, lo que significa que todas sus formas de vida, sean flora o fauna, han llegado a ella de fuera en varios momentos de un pasado más o menos remoto, a diferencia de otras islas como Madagascar, que un día fueron parte del continente. Todavía hoy le separan de la costa de África al menos 120 kilómetros de mar con profundidades de hasta 1.300 metros, una cota más que suficiente para suponer que en ningún momento, por intensa que fuera la glaciación, las aguas bajaron tanto en ese punto del Atlántico como para que hubiera un paso seco entre la isla y África.

Dos equipos científicos diferentes, uno formado por centros nacionales y otro por institutos de investigación de Francia, Suráfrica y España, publican ahora sus nuevos descubrimientos sobre el yacimiento donde se encuentran esos fósiles del Plioceno, en el macizo de Famara, en las revistas Journal of African Earth Sciencies y The Sciencie of Nature. El primero de ellos hace una revisión a fondo de los estratos fósiles que se han encontrado en el norte de Lanzarote y de su cronología, para concluir que esos depósitos se generaron en un período comprendido hace entre 4,30 millones de años (la edad de la colada volcánica sobre la que se asientan) y 3,78 millones de años (la edad de la colada que los cubrió).

En esa franja de 700.000 años de historia de la isla, los científicos han encontrado siete huevos de ratites (un antepasado de la avestruz), varios huevos de tortugas terrestres y numerosos caracoles también terrestres, unas especies que hicieron suya una planicie de al menos 16 kilómetros cuadrados cubierta por arenas arrastradas por el viento, pero también por sedimentos fluviales. Estos dos trabajos permiten conocer el clima de las islas por entonces El segundo artículo desarrolla una técnica capaz de deducir el hábitat de un ave a partir de la cáscara de sus huevos, por el rastro que deja en forma de isótopos de oxígeno el tipo de agua que ingieren directa o indirectamente (dulce o salada).

Y concluye que los huevos de Famara no son de un ave marina, sino terrestre. Estos dos trabajos permiten acotar más la datación de ese yacimiento, al que hasta ahora se atribuía casi dos millones de años más de antigüedad (entre 6 y 5,3 millones de años), explica el geólogo Alejandro Lomoschitz, investigador del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de Las Palmas de Gran Canaria, autor principal del primer artículo y partícipe en el segundo. Y, sobre todo, aportan algunas claves distintas sobre el clima que debía haber en ese momento en la isla: "Aunque la mayoría de los depósitos sean eólicos, llama la atención la gran cantidad de caracoles, lo que indica que tenía que hacer humedad", añade.

En cuanto al gran misterio que rodea al origen de las avestruces, el primer artículo defiende que la geología de Canarias permite descartar las dos hipótesis planteadas en los años setenta por los descubridores del yacimiento: que Lanzarote hubiera formado parte del continente africano o que existiera una cadena de pequeños islotes, hoy desaparecidos, entre su costa y la de Marruecos que facilitara el cruce a la fauna "en pequeños saltos entre islas". Lomoschitz asegura que él es geólogo y no se atreve a formular una hipótesis, aunque avanza que quizás la incógnita se resuelva pronto. De hecho, los autores que le acompañan en esos artículos creen haber aportado claves geológicas, cronológicas y paleogeográficas para abordar esa cuestión y anuncian que, "en breve", publicarán un nuevo trabajo con ese objetivo en concreto.

Fuente: 20 Minutos

Así se camuflaba en el bosque un pequeño dinosaurio ‘loro’

Reconstrucción del Psittacosaurio que vivía en bosques con vegetación densa. / Jakob Vinther et al.

La reconstrucción más precisa de un dinosaurio picudo ha permitido averiguar qué colores pintaban su pequeño cuerpo y deducir por primera vez cómo era su hábitat. El animal, que vivió hace más de 99 millones de años en China, se ocultaba de los depredadores gracias a un patrón de manchas claras y oscuras que lo hacían parecer plano en medio de la densa vegetación.

El color de los dinosaurios siempre ha sido un tema controvertido porque por lo general solo se preservan sus huesos. Pero recientemente un equipo de científicos ha hallado melanina fosilizada –un pigmento que da el color a la piel y las plumas de los pájaros– en restos fósiles de mamíferos de millones de años de antigüedad, lo que ha permitido concretar el color del animal.

Hasta ahora solo habían sido capaces de definir el color de algunos dinosaurios con plumas: uno se parecía a un pollo con lentejuelas y el otro era iridiscente

“Los pigmentos se encuentran en los residuos orgánicos de los fósiles de plumas o piel preservada de dinosaurios, pero hasta ahora solo hemos sido capaces de identificar el color de algunos dinosaurios con plumas: uno se parecía a un pollo cubierto de lentejuelas y el otro era iridiscente”, concreta a Sinc Jakob Vinther, de la Universidad de Bristol (Reino Unido), y autor principal del estudio que publica ahora la revista Current Biology.

El trabajo se centra en el psittacosaurio –que significa lagarto-loro por su curioso pico– y que, según los resultados, parecía un dinosaurio desnudo: era claro en su parte inferior y oscuro en la superior, unas características idóneas para camuflarse en su entorno. Este patrón, conocido como contracoloración, es una forma común de camuflaje en los animales modernos, por lo que los científicos han deducido que el dinosaurio vivió en un entorno con luz difusa, como un bosque.

Para confirmar estas conclusiones, el equipo llevó a cabo la reconstrucción más precisa de un dinosaurio en un modelo 3D a tamaño real con sus colores verdaderos, obtenidos a partir de estructuras microscópicas llamadas melanosomas –orgánulos que contienen los pigmentos de melanina– y que se creía que eran bacterias fosilizadas.



“Si tienen la forma de una salchicha dan el color negro, mientras que si son pequeñas y redondeadas dan el color marrón. Estos últimos son los que nos encontramos en este fósil”, recalca Vinther, que también indica el hallazgo de patrones de hermosos colores en los huesos.

Un modelo 3D que da pistas sobre el entorno

Gracias a la reconstrucción, los investigadores pudieron observar cómo cambiaban los patrones de sombra en función de la luz del entorno y a lo largo del cuerpo de este pequeño dinosaurio con cuernos en la cabeza y pinchos en la cola que vivió hace más de 99 millones de años en China.

Las luces y sombras del cuerpo coincidían con la iluminación del medio en el que vivía para pasar desapercibido

Al comparar el efecto de la contracoloración producida por los colores del animal con la de un modelo de color gris uniforme, los científicos certifican que este tipo de camuflaje encajaría con un entorno boscoso de densa vegetación. “Las luces y sombras del cuerpo evolucionaron hasta coincidir con la iluminación del medio en el que vivía para pasar desapercibido. Así ocurre en la actualidad con ciertos animales”, explica el científico británico.

Según el trabajo, el animal parecía plano para el ojo del que miraba. De esta manera, el contrasombreado permitió a Psittacosaurus protegerse de predadores que usaban los patrones de sombra sobre un objeto para determinar su forma, tal y como hacemos los humanos.

Otras especies de dinosaurios ‘pico’ halladas en Mongolia pudieron habitar un entorno parecido a una sabana con mucha menos vegetación. En este caso, los investigadores predicen que tuvieron otros patrones de camuflaje. Al estudiarlo entenderán cómo perciben el ambiente los predadores.

Vía. Agencia SINC

Referencia bibliográfica:

Vinther et al. "3D Camouflage in an Ornithischian Dinosaur" Current Biology 26(18) septiembre de 2015

Descubren en Arrasate (Guipúzcoa) un yacimiento paleontológico de hace 100.000 años

Excavando el yacimiento Artazu VII que se localiza en la cantera de Kobate en Arrasate (Gipuzkoa). / (UPV/EHU)

En 2012, después de realizar una voladura en una cantera de Arrasate en Guipúzcoa, los operarios se percataron de la presencia de abundantes restos óseos y decidieron paralizar la explotación. Al año siguiente, junto con investigadores de la Universidad del País Vasco, se recuperaron en el nuevo yacimiento, bautizado como Artazu VII, fósiles de al menos 40 especies, como el león de las cavernas o el bisonte estepario, del Pleistoceno Superior, un momento crítico en la historia humana.

Un equipo multidisciplinar de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) formado por investigadores del departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología y del departamento de Estratigrafía y Paleontología presenta el hallazgo del nuevo yacimiento de Artazu VII que se localiza en la cantera de Kobate en Arrasate (Guipúzcoa).

El yacimiento fue descubierto en el año 2012 por los operarios de la cantera tras realizar una voladura. Al percatarse de la presencia de abundantes restos fósiles entre la arcilla que rellenaba la cavidad, paralizaron la explotación y se pusieron en contacto con el profesor Álvaro Arrizabalaga. Tras constatar la importancia del enclave, en el año 2013, Arrizabalaga y María José Iriarte en colaboración con la empresa que explota la cantera, decidieron realizar una excavación de emergencia para recuperar en su contexto los restos óseos del yacimiento bautizado como Artazu VII.

Yacimientos del Pleistoceno Superior sin indicios de actividad humana como Artazu VII son muy escasos tanto en la región cantábrica, como en la península ibérica, sobre todo los que poseen una gran abundancia y riqueza de especies con un estado de preservación excepcional y en los que se haya realizado un estudio multidisciplinar como el que se está realizando en este proyecto.

Artazu VII es una sima que en su época funcionó como una trampa natural en la que diversos animales cayeron casualmente

El hallazgo de este yacimiento ha sido publicado en la prestigiosa revista Comptes Rendus Palevol liderado por la investigadora predoctoral Aitziber Suárez Bilbao, que actualmente desarrolla su tesis doctoral en la UPV/EHU.

Una época llena de cambios climáticos

El Pleistoceno representa una fase crítica de la historia humana. En concreto, esta época se caracteriza por sufrir diversos cambios climáticos, tanto de escala global, como regional. El interés de Artazu VII reside en que se trata de una sima que en su época funcionó como una trampa natural en la que diversos animales cayeron casualmente.

Al tratarse de una acumulación no generada por el ser humano ni por ningún otro agente biológico, la asociación faunística recuperada no se encuentra sesgada por las apetencias tróficas de ningún organismo. Es decir, la causa de la acumulación de los restos óseos fue la caída accidental de organismos en una sima, y no la acumulación de restos de organismos cazados por un depredador. Por tanto, la asociación recuperada refleja, de una manera más precisa, la fauna del entorno en el momento del relleno de la sima. Así, el empleo de bioindicadores precisos de este yacimiento está permitiendo efectuar trabajos paleoecológicos y paleoambientales de alta resolución.

En el estudio preliminar se ha numerado la lista taxonómica de al menos 40 especies presentes en Artazu VII, entre micro y macrovertebrados. Además, la mayoría de los restos se han recuperado enteros o con fracturas postdeposicionales y muchos de los huesos se han preservado en conexión anatómica. Así, para hace 100.000 años en el entorno de Arrasate, se ha constatado la presencia de especies que actualmente se encuentran extintas, o que en la actualidad están ausentes por haberse desplazado geográficamente.

Destaca la aparición del león de las cavernas (Panthera spelaea) y del leopardo (Panthera pardus) entre los carnívoros, y del bisonte estepario (Bison priscus) y el ciervo común (Cervus elaphus) entre los ungulados. La investigación llevada a cabo hasta ahora en los microvertebrados (mamíferos, anfibios y reptiles) ha constatado una serie de eventos cálidos para el momento del relleno de la sima de Artazu VII.

Referencia bibliográfica:

Suárez-Bilbao, A., Garcia-Ibaibarriaga, N., Castaños, J., Castaños, P., Iriarte-Chiapusso, M.J., Arrizabalaga, A., Torres, T., Ortiz, J.E., Murelaga, 2016. "A new Late Pleistocene non-anthropogenic vertebrate assemblage from the northern Iberian Peninsula: Artazu VII (Arrasate, Basque Country)". Comptes Rendus Palevol.

Vía: SINC

La mayor migración de dinosaurios jamás contada

Unos fósiles que fueron machacados durante la reciente revolución de Túnez han permitido reconstruir una de las mayores migraciones de dinosaurios que se conocen. La historia comenzó en otoño de 2011, cuando un equipo de paleontólogos italianos y tunecinos descubrió varios huesos de un nuevo dinosaurio en la gobernación de Tataouine, al sur del país. Los restos se embalaron cuidadosamente y se enviaron a Túnez, pero, en plena revolución, los saqueadores los rompieron en más de 200 pedazos en busca de objetos valiosos. En 2013, pasadas las revueltas, el mismo equipo volvió a Túnez, restauró las piezas dañadas y rescató más fósiles del mismo dinosaurio.

“Desde el comienzo de las excavaciones nuestro objetivo fue reconstruir su foto de familia e identificar a sus parientes más cercanos”, explica el italiano Federico Fanti, paleontólogo de la Universidad de Bolonia y líder del estudio sobre el nuevo dinosaurio de Túnez, Tataouinea hannibalis. Su equipo hizo réplicas en 3D de los fósiles dañados y además desenterró parte de la cadera y de la cola del dinosaurio en 2013, lo que ha ayudado a caracterizarlo mejor.

El Tataouniea era un dinosaurio herbívoro y con forma de diplodocus, aunque mucho más pequeño, pues medía unos 12 metros de largo. Según Fanti perteneció al grupo de los rebaquisáuridos, una familia cuyos ancestros parecen estar, curiosamente, en América del Sur. ¿Cómo pudieron estos dinosaurios llegar a África?

Los saqueadores rompieron los fósiles en más de 200 pedazos
Según explican Fanti y el resto de su equipo en un estudio publicado en PLoS One, solo hay una explicación posible: una larga migración por tierra que duró unos 30 millones de años y que fue creando especies diferentes a medida que estos dinosaurios conquistaban nuevos hábitats. Los primeros rebaquisáuridos habrían aparecido hace unos 160 millones de años en los espesos y húmedos bosques de Sudamérica. En una zona llena de agua y comida los primeros miembros del grupo eran animales enormes, como el zapalasaurio, de 25 metros de largo y tan alto como un edificio de dos plantas. Fanti mantiene que en el Cretácico Inferior, hace 135 millones de años, los rebaquisáuridos llegaron a África, que por entonces estaba unida a Sudamérica formando el supercontinente de Gondwana. La adaptación a unos hábitats muchos más secos y con menos vegetación para comer hizo que encogieran y se hiciesen mucho más ligeros. De hecho, el Tataouniea tenía los huesos neumáticos, llenos de cavidades de aire, lo que reducía drásticamente su peso, hacía su respiración más eficiente y les facilitaba la vida para moverse largas distancias en busca de alimento, explica Fanti. Estos dinosaurios eran saurópodos, no emparentados con las aves, pero sorprendentemente tenían adaptaciones similares a ellas, señala el paleontólogo. “Este es el único dinosaurio conocido que tenía los huesos de la cadera huecos”, resalta.

El arca de Noé

Unos cinco millones de años después, los rebaquisáuridos llegaron a Europa, que entonces era un conjunto de islas. Cómo lo hicieron es un misterio, pero dinosaurios como el demandasaurio, hallado en Burgos y estrechamente emparentado con el Tataouinea de Túnez, así lo demuestran. “Es posible que el mar en aquella época fuera poco profundo y pudiesen cruzarlo hasta lo que hoy es España”, argumenta Fanti.

José Ignacio Canudo, un paleontólogo de la universidad de Zaragoza experto en rebaquisáuridos de Argentina y España, reconoce que la hipótesis de la migración y la progresiva reducción de tamaño hasta llegar al demandasaurio “es buena”, aunque quedan flecos. “Por aquel entonces África e Iberia estaban separadas por pocos kilómetros de mar, pero era una barrera infranqueable debido a las intensas corrientes”, explica. “Otra opción es que estos dinosaurios llegasen a Europa a bordo de lo que hoy es la península Itálica, que formó parte de África y luego se unió a Europa como una especie de arca de Noé”, señala. Es algo parecido a lo que sucedió con lo que hoy es la India. Además, recuerda, los fósiles de rebaquisáuridos de América son más recientes que los de África y España, advierte. Es muy plausible que el grupo existiese antes en Sudamérica, opina Canudo, pero, por ahora, “no hemos encontrado restos de estos dinosaurios en estratos más antiguos”.

Después de la interrupción por la Primavera Árabe, el equipo de Fanti espera volver a excavar en noviembre a Jebel El Mra, el lugar en el que en 2013 encontraron los nuevos huesos del Tataouinea. Esperan poder seguir trabajando allí también en 2016, lo que posiblemente permita esclarecer más detalles sobre los orígenes de los rebaquisáuridos y su espectacular periplo. “Estamos ante la migración de dinosaurios mejor documentada de la que se tiene constancia”, asegura.

Fuente: www.elpais.com

Descubren un dinosaurio con cuerpo de puma y manos de tiranosaurio en Chile

Chilesaurus diegosuarez. / Gabriel Lío

Descubierto al sur de Chile, el nuevo dinosaurio terópodo, denominado Chilesaurus, vivió hace más de 145 millones de años durante el Jurásico superior. Pero lo sorprendente del hallazgo radica en su peculiar anatomía que causa desconcierto entre los paleontólogos que lo describen como “un puma con cabeza de guanaco y manos atrofiadas como las de un T. rex”. Además, aunque habitualmente este grupo de reptiles eran carnívoros, este ejemplar era herbívoro.

Un nuevo dinosaurio de finales del período Jurásico, Chilesaurus diegosuarezi, ha soprendido a los paleontólogos por su extraña anatomía. El animal, descubierto al sur de Chile en la localidad de Aysén, se ha identificado como una especie primitiva de terópodo que, excepcionalmente, era herbívoro. Su nombre hace referencia a su procedencia geográfica y a Diego Suárez, un niño de siete años que encontró el primer hueso. La descripción se publica en la revista Nature.
“Hemos hallado numerosos esqueletos, muchos de ellos bastante completos, de un nuevo dinosaurio herbívoro del tamaño de un caballo pequeño. Sus restos fueron descubiertos al sur de la Patagonia chilena, en rocas formadas hace unos 145 millones de años”, explica a Sinc Fernando Novas, autor principal del estudio en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “B. Rivadavia” en Buenos Aires.

Chilesaurus es uno de los dinosaurios más extraños descubierto hasta ahora
Chilesaurus es uno de los dinosaurios más extraños descubierto hasta ahora. Pertenece al linaje de los terópodos, grupo que incluye a los famosos carnívoros como Velociraptor, Carnotaurus y Tyrannosaurus. Sin embargo, este ejemplar tiene el cráneo pequeño, un pico córneo y los dientes en forma de espátula. Estas características revelan que Chilesaurus poseía una dieta completamente herbívora.
“Sus brazos eran robustos, pero las manos solo poseían dos dedos bastante cortos que terminaban en garras ligeramente curvas, por lo que no usaba sus manos para capturar animales. Podría describirse a este dinosaurio como un puma con cabeza de guanaco y manos atrofiadas como las de un T.rex”, añade Novas.
Su cadera recuerda a la de los dinosaurios ornitisquios, de hábitos estrictamente herbívoros, y los pies –anchos y provistos de cuatro dedos– son muy similares a los dinosaurios más primitivos conocidos.

Mandíbula derecha y dientes de Chilesaurus (Derecha). Fernando Novas.

Un linaje hasta ahora desconocido
Chilesaurus no pertenece a ninguno de los grupos de dinosaurios terópodos previamente descritos, sino que constituye el primer representante de un linaje hasta ahora desconocido para la ciencia. “Es un verdadero ‘rompecabezas evolutivo’ que causará revuelo entre los especialistas”, enfatiza Novas. “Hemos descubierto más de una decena de especímenes muy completos y articulados –apunta el experto–, por lo que no hay duda de que combinaba toda esta serie de rasgos”.
“Más de una decena de especímenes muy completos y articulados demuestran que combinaba toda esta serie de rasgos”
Además, es el primer dinosaurio del período Jurásico conocido hasta el momento en Chile, y representa a uno de dinosaurios terópodo mejor documentados del hemisferio sur. Si bien ya se conocían en América del Norte y Asia dinosaurios terópodos de hábitos herbívoros, esta es la primera vez que se registran en este hemisferio.


Chilesaurus diegosuarez. /Gabriel Lío
“La gran cantidad de restos revela que era uno de los habitantes más comunes del sector sur de la Patagonia en este período. Su descubrimiento revela que la historia de los dinosaurios fue mucho más compleja de lo que imaginábamos. No hay registros a escala mundial de que el Chilesaurus haya tenido algún pariente cercano, y menos aún, algún descendiente. Nuestro objetivo inmediato será al menos intentar desvelar cuáles fueron sus antepasados, algo que tendremos que buscar en rocas más antiguas”, concluye el investigador.

El encuentro casual protagonizado por un niño de siete años

El hallazgo del Chilesaurus se produjo el 4 de febrero de 2004, cuando el matrimonio de geólogos chilenos, Manuel Suarez y Rita de la Cruz, exploraba los Andes que rodean al Lago General Carrera (Chile). Su objetivo era estudiar las rocas que conforman esta región de la Patagonia a fin de comprender cómo habían surgido los Andes del sur.

En su recorrido los acompañaban el hijo de ambos, Diego Suárez, la hija mayor de Manuel, Macarena Suárez, y el baqueano Álvaro Saldivia. En los alrededores de un pequeño caserío llamado Mallín Grande, ubicado al sur del lago, Diego recogió huesos de vaca, y los miró y estudió atentamente porque este niño de siete años quería encontrar huesos de dinosaurios.
Fueron a caballo hacia el llamado cerro Negro, con el objetivo de revisar rocas del período Jurásico. Una vez allí, el grupo se separó y los geólogos se fueron a estudiar las rocas mientras que los niños partieron al lado opuesto. Esa misma tarde, Diego encontró unos fragmentos extraños que enseñó a su hermana.

Cuando Manuel y Rita se reencontraron con sus hijos, miraron incrédulos los fósiles hallados por su hijo. Se trataba de una pequeña vértebra de escasos centímetros y una pequeña costilla.
Los geólogos inmediatamente comenzaron a buscar más restos donde Diego informó que los había descubierto. Posteriormente, Manuel Suárez contactó con especialistas en reptiles fósiles de Argentina, con una larga experiencia basada en descubrimientos e investigaciones efectuadas al otro lado de los Andes. Así fue como se ha llegado a describir este nuevo terópodo que han bautizado Chilesaurus diegosuarezi, en honor a su joven descubridor.
Manuel Suárez contó con la financiación del Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile (FONDECYT) y Fernando Novas con el apoyo del Conicet, la Agencia Nacional de Promoción Científica (ANPCyT), y del filántropo estadounidense Coleman Burk.

Fuente: noticiasdelaciencia.com

Referencia bibliográfica:
Fernando Novas et al. “An enigmatic plant-eating theropod from the Late Jurassic period of Chile”, Nature DOI 10.1038/nature14307. 
Zona geográfica: España
Fuente: SINC

El brontosaurio vuelve a ser un género único

Recreación de cómo ven los investigadores hoy en día al brontosaurio. (Foto: Davide Bonadonna)

El brontosaurio o 'lagarto del trueno' es uno de los dinosaurios más carismáticos de todos los tiempos. Ha inspirado a generaciones de niños gracias a su tamaño y a su atractivo nombre. Sin embargo, desde 1903 denominarlo como brontosaurio es inapropiado, ya que debe ser referenciado como apatosaurio.

Esto se debe a que hace más de un siglo se decidió que las diferencias entre Brontosaurus Excelsus y Apatosaurus eran tan leves que lo mejor sería poner a ambos dentro del mismo género. Como el Apatosaurus se había definido antes, esta fue la denominación que se utilizó en virtud de las reglas de nomenclatura científica.

Ahora, un estudio que publica la revista PeerJ asegura que ha estado mal clasificado durante todo ese tiempo. Paleontólogos de Portugal y el Reino Unido proporcionan en este trabajo pruebas concluyentes –en un total de 300 páginas– de que el brontosaurio es distinto del apatosaurio y, como tal, puede ser considerado un género único.

"Nuestra investigación no hubiera sido posible con este nivel de detalle hace 15 o más años", explica el científico suizo Emanuel Tschopp, quien dirigió el trabajo en la Universidad Nova de Lisboa (Portugal) durante su doctorado. "De hecho –añade– hasta hace muy poco la afirmación de que el brontosaurio era el mismo género que el Apatosaurus era completamente razonable, basado en el conocimiento que teníamos".
En los últimos años, gracias al descubrimiento de numerosos dinosaurios similares a Apatosaurus y Brontosaurus, se ha podido llevar a cabo esta nueva investigación que detallada lo diferentes que eran en realidad.

Según Roger Benson, uno de los coautores de la investigación en la Universidad de Oxford, sus diferencias “eran al menos tan numerosas como las de otros géneros estrechamente relacionados, y mucho más de lo que normalmente se encuentra entre las especies".

Los científicos aplicaron métodos estadísticos para calcular las diferencias entre otras especies y géneros de dinosaurios diplodócido, y se sorprendieron por el resultado. "Hemos tratado siempre de ser lo más objetivos posible al tomar una decisión para diferenciar entre especies y género", apunta Tschopp.

"Es el clásico ejemplo de cómo funciona la ciencia", dice el profesor Octávio Mateus, colaborador en la investigación. "Sobre todo cuando las hipótesis se basan en fósiles fragmentarios, es posible que los nuevos hallazgos derriben años de investigación". (Fuente: SINC)

Fuente: noticiasdelaciencia.com

Demuestran que los dientes fosilizados sirven para clasificar dinosaurios

Dientes de dinosaurio fosilizados. (Foto: AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR)
El estudio de los dientes fosilizados, que hasta ahora ha servido a los paleontólogos para clasificar antiguos mamíferos, también parece ser una herramienta eficaz para diferenciar y caracterizar distintas especies de dinosaurios.

Así lo revelaron científicos de Argentina y Alemania, quienes recurrieron a esa estrategia para distinguir cuatro especies de saurópodos que convivieron, durante el Jurásico, en una región de la actual provincia de Chubut (Argentina).

Los científicos analizaron restos fósiles de cuatro saurópodos (grandes dinosaurios herbívoros de 18 a 25 metros de longitud) que, hace 175 millones de años, dominaron el hábitat de una región del centro y norte del Chubut, la formación Cañadón Asfalto. Dos pertenecían a especies ya descriptas, Patagosaurus fariasi y Volkheimeria chubutensis, y otras dos están actualmente en estudio.
El esmalte de los dientes de cada especie de saurópodo estudiada presenta rugosidades y relieves específicos, indicó a la Agencia CyTA uno de los autores, el doctor Diego Pol, paleontólogo del Museo Egidio Feruglio (MEF) de Trelew. “Identificamos los patrones que diferenciaban a las especies”, agregó el investigador del Conicet.

En este trabajo particular, los científicos analizaron, mediante microscopios de barrido electrónico, esmaltes de dientes aislados fosilizados asociados con materiales del cráneo y de la mandíbula.
“Esta herramienta también podría extenderse para mejorar el estudio de otros dinosaurios y la evolución de otras formas de vida que existieron hace millones de años en nuestro planeta”, destacó Pol.

Durante el Jurásico inferior o temprano, esa región de Chubut estaba cubierta por bosques y lagos. Cada uno de los saurópodos examinados, según la evidencia, se alimentaba de diferentes helechos y coníferas.

En el trabajo, publicado en la destacada revista científica PLoS One, también participaron los doctores Femke Holwerda y Oliver Rauhut, del Museo de Ciencias Naturales de Munich, en Alemania.
Los paleontólogos del Museo Egidio Feruglio (MEF) de Trelew y colegas de Alemania demostraron que los dientes fosilizados sirven para clasificar dinosaurios.

Los investigadores del MEF analizaron el esmalte de los dientes de cuatro especies de saurópodos e identificaron patrones en el relieve de su superficie. (Fuente: AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR/DICYT)

Fuente: noticiasdelaciencia.com

Así es el pariente lejano del monstruo del Lago Ness

Al parecer, al legendario monstruo del Lago Ness escocés le ha salido un competidor real. Un equipo de paleontólogos liderado por la Universidad de Edimburgo (Escocia) ha descubierto en la isla escocesa de Skye, los fragmentos fósiles de una nueva especie de reptil marino de la era Jurásica. Estas nuevas criaturas, similares a delfines gigantes, habrían vivido en los mares cálidos y poco profundos de Escocia hace unos 170 millones de años. El hallazgo ha sido publicado en la revista Scottish Journal of Geology.

Los científicos investigaron fragmentos fósiles de dientes, vértebras, cráneos e incluso un hueso de la aleta superior que habían sido desenterrados en esta isla escocesa a lo largo de los últimos 50 años. El análisis de estos fragmentos ha revelado que este tipo de reptil habría medido unos 14 metros de largo y se encontraba muy cerca de la parte superior de la cadena alimenticia en la época del Jurásico, esto es, un depredador de tamaño considerable que se alimentaba tanto de otros reptiles más pequeños como de peces.

“Durante la época de los dinosaurios, en las aguas de Escocia merodeaban grandes reptiles del tamaño de una lancha motora. Sus fósiles son muy raros, y sólo ahora, por primera vez, hemos encontrado una nueva especie únicamente escocesa”, explica Steve Brusatte, coautor del estudio.

La nueva especie ha sido bautizada como Dearcmhara shawcrossi en honor al aficionado a la paleontología Brian Shawcross, quien recuperó los fósiles de esta criatura en 1959. Y, según los expertos, “Esto no es sólo un descubrimiento muy especial, sino que también marca el comienzo de una nueva e importante colaboración que involucra a algunos de los paleontólogos más eminentes de Escocia... Ya estamos trabajando en nuevos hallazgos adicionales”, apunta Nick Fraser, de los Museos Nacionales de Escocia. Por lo que no habría de extrañarnos obtener nuevos descubrimientos en un futuro próximo.

Los carniceros existen desde hace 1,8 millones de años

Un equipo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) ha encontrado las primeras evidencias de uso de herramientas de piedra por parte de homínidos para extraer la carne animal de los huesos, tal y como lo realizan los carniceros actuales. El hallazgo se ha producido en el yacimiento más antiguo del norte de África, el de El-Kherba (Ain Hanech), en Argelia, que tiene alrededor de 1,8 millones de años. 


Científicos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) de Burgos han hallado las primeras evidencias de uso por parte de homínidos de herramientas de piedra para extraer la carne animal de los huesos, tal y como lo realizan los carniceros actuales.

El descubrimiento ha tenido lugar en el yacimiento más antiguo del norte de África, el de El-Kherba (Ain Hanech), en Argelia, que tiene aproximadamente 1,8 millones de años. El trabajo ha sido publicado en la revista Journal of human evolution y se enmarca en un proyecto más amplio de investigación paleoantropológica, el Ain Hanech Paleoanthropological Project.

Mohamed Sahnouni, investigador del Cenieh y primer firmante del artículo, explica a DiCYT que este proyecto analiza las primeras ocupaciones humanas del norte de África y las adaptaciones de estos homínidos. El de El-Kherba es un yacimiento 'llave' en este sentido, ya que cuenta con una rica cuenca sedimentaria con depósitos desde el Mioceno medio (hace unos 14 millones de años), hasta el Pleistoceno y el Holoceno (hace unos 11.700 años).

Los investigadores del Cenieh, que colaboran en la iniciativa con la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y con colegas argelinos, han hallado en este yacimiento unos extraordinarios depósitos de fósiles de mamíferos, “fauna de tipo sabana africana compuesta por elefantes, rinocerontes, bóvidos grandes y pequeños, carnívoros, y otra fauna que indica la presencia de agua”.
El equipo científico ha analizado si existen modificaciones en estos huesos fósiles causadas por los homínidos, para saber si en aquel momento existía un consumo de estos animales, y han obtenido unos interesantes resultados.

“Hemos estudiado la composición anatómica de estos restos y también la composición taxonómica de la fauna, y todo indica que la acumulación de estos huesos fósiles está provocada por los homínidos, que vienen a este lugar donde había agua para la materia prima, para manufacturar artefactos líticos con filos muy eficaces para cortar la carne (hechos de caliza y sílex, como cantos tallados, poliedros, esferoides, lascas y varios fragmentos), un lugar con agua que atrae también a los animales”, detalla Sahnouni.

Pruebas en los huesos y en los utensilios
Tras observar al microscopio las superficies de estos huesos fósiles, han encontrado marcas “claras” de cortes que demuestran la utilización de artefactos líticos para extraer la carne animal, en lo que serían las evidencias más antiguas del norte de África. Los investigadores también han hallado pruebas del uso de estos artefactos hechos de caliza y sílex para cortar carne, a través del estudio microscópico de las huellas de trazas sobre las propias herramientas, principalmente las lascas, “un hecho muy raro, ya que hasta ahora no existe ningún yacimiento del que se tengan evidencias de las dos partes, tanto de los huesos como de los utensilios, en lo que reside la importancia de este estudio”, agrega el científico.

Los análisis revelan que los homínidos realizaban evisceración, desarticulación y extracción de la carne
Así, “todo indica que los homínidos de este lugar, de hace cerca de 1,8 millones de años, eran capaces de tener acceso a la carne animal”. Los análisis realizados revelan que estos homínidos realizaban varias actividades carniceras como la evisceración, desarticulación, extracción de la carne, y la fractura de los huesos de grandes mamíferos para poder obtener la nutritiva médula.
Por otro lado, al encontrarse estas evidencias en el norte de África el artículo publicado concluye "que todo el continente africano es un lugar de adaptación y desarrollo del comportamiento de los primeros homínidos", y no solo el este del continente.

Además de la adquisición de comida y la forma de subsistencia de estos homínidos, objeto del artículo publicado, el Ain Hanech Paleoanthropological Project abre otras tres líneas de investigación: la cronología de las primeras ocupaciones humanas en esta parte de África, la reconstrucción del paleoambiente de este yacimiento, de hace unos dos millones de años, y el estudio de la tecnología lítica que utilizan estos homínidos así como aspectos de su inteligencia o adaptación al medio.

Referencia bibliográfica
Sahnouni, M., Rosell, J., van der Made, J., Vergès, J. M., Ollé, A., Kandi, N., ... & Medig, M. (2013). "The first evidence of cut marks and usewear traces from the Plio-Pleistocene locality of El-Kherba (Ain Hanech), Algeria: implications for early hominin subsistence activities circa 1.8 Ma". Journal of human evolution, 64(2), 137-150.

Hallan en el Ártico una especie de Camello de 3,5 millones de años

Ilustración de un grupo de camellos en el Ártico. El ambiente hace 3,5 millones de años era más cálido que en la actualidad. Foto: JULIUS CSOTONYI
Unos investigadores han identificado la primera evidencia de que en las islas del Ártico canadiense, más al norte del círculo polar, vivió en el Pleistoceno medio, hace 3,5 millones de años, una especie de camello gigante. El descubrimiento se basa en el hallazgo en la isla de Ellesmere, en el territorio autónomo de Nunavut, de 30 fragmentos óseos correspondientes a una tibia.

La investigación, encabezada por Natalia Rybczynski, del Museo Canadiense de la Naturaleza y la Universidad de Dalhousie, en Halifax (Canadá), y Mike Buckley, de la Universidad de Manchester (Reino Unido), se ha publicado en la edición electrónica de la revista Nature Communications.
El hallazgo es un argumento a favor de la hipótesis que sugiere que la familia de los camellos se originó en América del norte hace 45 millones de años. Curiosamente, los únicos camélidos en el continente viven actualmente en el sur (llamas, guanacos, alpacas y vicuñas). Los antepasados de los actuales camellos y dromedarios habrían colonizado Eurasia a partir de Beringia.

Los fósiles fueron hallados durante tres campañas de campo desarrolladas en verano (2006, 2008 y 2010). Otros fósiles descubiertos en el mismo emplazamiento sugieren que esta especie de camello vivió en un ecosistema de bosque boreal durante una fase más cálida que la actual, aunque la nieve y las temperaturas bajas no debían de escasear.

Fragmentos óseos localizados en la isla de Ellesmere, en el territorio canadiense de Nanavut. Foto: MARTIN LIPMAN

"Es un descubrimiento importante porque proporciona la primera evidencia de que los camellos vivieron en las islas del Ártico canadiense", comenta Rybczynski, paleontóloga de vertebrados. "Se amplía hacia el norte en cerca de 1.200 kilómetros el territorio ocupado por los camellos en América y sugiere que el linaje que dio origen a los camellos modernos pudo haberse adaptado a vivir en un medio ambiente forestal ártico".
Los huesos de camello fueron recogidos en el yacimiento de Bed Fyles Leaf, un depósito de arena situado cerca de Strathcona Fiord. En el mismo emplazamiento se han encontrado también fósiles de hojas, madera y otros materiales vegetales, pero el camello es el primer mamífero. Una localidad cercana, Beaver Pond, sí ha proporcionado fósiles de mamíferos del mismo periodo, como el tejón, el castor y un caballo de tres dedos.
Determinar que los huesos eran de un camello fue un reto. "La primera vez que tomé un trozo pensé que podría tratarse de madera. Solo de regreso al campamento comprobé que no solo era hueso, sino también que era de mamífero", explica Rybczynski. Algunas características físicas sugerían que los fragmentos corresponden a una gran tibia de un artiodáctilo, el grupo de animales con pezuña que incluye las vacas, los cerdos y los camellos, entre otros animales.
Gracias a un escáner en 3D, los huesos se pudieron ensamblar y alinear. El análisis concluyó que eran de un mamífero muy grande y, justamente en esa época, los mayores artiodáctilos en América del norte eran los camellos.

La plena confirmación se obtuvo gracias a una nueva técnica llamada "huella del colágeno", puesta a punto por Mike Buckley, de la Universidad de Manchester. Se extrajeron del hueso pequeñas cantidades de colágeno y con el uso de marcadores químicos se consiguió un perfil característico de los fósiles. Ese perfil se comparó con el de 37 especies de mamíferos modernos, así como el de un camello fósil encontrado en el territorio de Yukón (norte de Canadá) que se encontraba en la colección del Museo Canadiense de la Naturaleza. El perfil de colágeno para el camello del Ártico se parece tanto al de los actuales camellos de una sola joroba, conocidos como dromedarios, como al del camello gigante de Yukón, ya extinto.

"Ahora tenemos un registro fósil nuevo para entender mejor la evolución de camellos, ya que nuestra investigación muestra que el linaje de Paracamelus (el antecesor de los dromedarios y los camellos bactrianos) habitó en el norte de América durante millones de años, y la explicación más sencilla para este patrón sería que Paracamelus se originó allí -explica Rybczynski-. Así que tal vez algunas especializaciones de los camellos modernos, como los pies anchos, los ojos grandes y las jorobas de grasa, pueden ser adaptaciones derivadas de vivir en un ambiente polar.

Vía: www.elperiodicodearagon.com

Nuevo sanguinario depredador prehistórico

Emparentado con los modernos cocodrilos, este «monstruo» de gran mandíbula y dientes de sierra devoraba presas de gran tamaño hace 165 millones de años

Unos restos prehistóricos descubiertos hace más de un siglo han sido identificados por científicos de la Universidad de Edimburgo como una nueva especie de superdrepedador marino que debió de ser el terror de los mares hace 165 millones de años. El animal, con dientes de sierra y una gran mandíbula, tiene forma de delfín, pero está emparentado con los modernos cocodrilos.
Los científicos han confirmado que el esqueleto parcial -que incluye un hueso de la mandíbula y los dientes- pertenece a un grupo de antiguos cocodrilos que eran similares a los delfines. El animal se caracteriza por sus dientes de sierra y una gran mandíbula abierta adecuada para alimentarse de presas de gran tamaño.
 
La especie, que es el miembro más antiguo conocido de este grupo de animales, ayuda a los científicos a entender mejor cómo los reptiles marinos fueron evolucionando hace unos 165 millones de años. Según los investigadores, la criatura representa un eslabón perdido entre los cocodrilos marinos que se alimentan de pequeñas presas y otros que eran similares a las orcas de hoy en día, que se alimentaban de presas más grandes.

Como una cizalla

Los científicos llegaron a estas conclusiones mediante el estudio de la forma y tamaño de la mandíbula y los dientes, que mostró que el animal tenía una amplia boca abierta y un mordisco como una cizalla. Por este motivo, nombraron al animal Tyrannoneustes lythrodectikos, que significa algo así como «nadador tirano mordisco de sangre».
Un paleontólogo aficionado encontró el espécimen en un pozo de barro cerca de Peterborough en el año 1900, y desde entonces ha sido conservado por el Museo Hunterian de la Universidad de Glasgow. «Es una satisfacción poder clasificar una muestra que ha estado sin examinar desde hace más de 100 años, y por partida doble al encontrar que este descubrimiento mejora nuestra comprensión de la evolución de los reptiles marinos», ha dicho Mark Young, investigador de la Escuela de Geociencias de la Universidad de Edinburgo. La investigación aparece publicada en la revista Journal of Systematic Palaeontology.
 

Descubren nueva especie de dinosaurio con alas


Muy parecido a un pájaro, este pequeño ser emplumado pero incapaz de volar da un giro a las teorías más aceptadas sobre el origen de las aves

Investigadores de la Universidad de Southampton han descubierto en el noreste de China un nuevo dinosaurio con aspecto de ave del período Jurásico que desafía las teorías sobre el origen del vuelo ampliamente aceptadas por la comunidad científica. Este ser emplumado, de 30 cm de longitud, es anterior a los dinosaurios similares de los cuales se ha creído durante mucho tiempo habían evolucionado los pájaros.
Durante muchos años, ha sido aceptado entre los paleontólogos que las aves evolucionaron a partir de un grupo de dinosaurios terópodos del Cretácico Inferior, hace alrededor de unos 120 o 130 millones de años. Recientes descubrimientos de dinosaurios emplumados del período Jurásico tardío han reforzado esta teoría.

Sin embargo, el nuevo «dinosaurio-ave» Eosinopteryx descrito en la revista Nature Communications esta semana proporciona una evidencia adicional en este sentido. «Este descubrimiento arroja dudas sobre la teoría de que el famoso fósil de Archaeopteryx - o "primer pájaro", como se denomina a veces- fue fundamental en la evolución de las aves modernas», dice Gareth Dyke, del Centro Nacional de Oceanografía, Southampton.

Incapaz de volar

«Nuestros hallazgos sugieren que el origen del vuelo era mucho más complejo de lo que se pensaba». Los restos fosilizados encontrados en China indican que, si bien emplumado, se trataba de un dinosaurio incapaz de volar, por su pequeña envergadura y una estructura ósea que restringía su capacidad de batir las alas.

El dinosaurio, de curioso aspecto, también tenía los dedos adecuados para caminar por el suelo y un menor número de plumas en la cola y las patas, lo que habría facilitado que echara a correr.

Hallan un monstruoso teratoma con cuatro dientes y un hueso en el esqueleto de una 'catalana' de la época romana

Un equipo de investigadores liderados por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) ha encontrado los primeros restos antiguos de un teratoma ovárico calcificado en la pelvis del esqueleto de una mujer de la época romana. Este tipo de tumores llegan a ser muy grotestos o monstruosos, ya que pueden contener pelo, dientes o huesos en su interior. En este caso, dentro de la pequeña masa redonda han aparecido cuatro dientes y un pequeño fragmento de hueso. El hallazgo confirma la presencia en la antigüedad de estos tumores -formados por restos de tejidos u órganos-, muy difíciles de localizar en el estudio de restos antiguos.

Pelo, dientes y huesos

Los teratomas suelen ser benignos y contienen restos de materia orgánica, como pelo, dientes, huesos y otros tejidos. En la literatura científica no hay ningún caso referenciado de teratoma ovárico en restos antiguos como el hallado por el equipo de investigadores en este trabajo, publicado en la revista International Journal of Paleopathology.
I.J.P.
El esqueleto de la mujer (izquierda)
El tumor consiste en una formación redondeada incompleta de superficie rugosa, del mismo color y textura que los huesos, de unos 43 mm de longitud y 44 de diámetro. Se localizó en la parte derecha de la pelvis del esqueleto de una mujer de entre 30 y 40 años de edad y de unos 1.600 años de antigüedad, procedente de la necrópolis romana del yacimiento arqueológico de La Fogonussa (Lérida). El estudio macroscópico y el escáner permitieron identificar en su interior cuatro dientes de morfología anómala, dos de ellos adheridos a la pared interna del tumor, y un pequeño fragmento de hueso.

Excepcional conservación

“La calcificación y preservación de las paredes externas de este tumor son excepcionales, dado que lo normal en este tipo de restos es que se conserven sólo las estructuras internas y desaparezcan las externas, muy frágiles”, explica Assumpció Malgosa, coautora del estudio.
De hecho, hay muy pocos diagnósticos diferenciales de calcificaciones pélvicas y abdominales en contextos arqueológicos, por la dificultad de detallar con precisión su naturaleza –pueden ser cálculos renales, fibromas, teratomas, restos de arterias, etcétera -. Además, son difíciles de reconocer durante la excavación y pueden ser confundidos con piedras.
Los teratomas son asintomáticos en el 60% de los casos, pero en ocasiones provocan torsiones y problemas funcionales de los órganos cercanos por compresión cuando son voluminosos. Actualmente es difícil que crezcan y menos que se calcifiquen porque se detectan muy pronto y se intervienen rápidamente.
En el caso de la mujer romana, los investigadores no descartan que el tumor le causara la muerte, aunque no lo pueden precisar; también es posible que viviera con el tumor calcificado sin más complicaciones durante toda su vida.
El esqueleto analizado se recuperó en 2010 durante la excavación de 46 tumbas de La Fogonussa y formaba parte de un total de 87 esqueletos. Estaba completo y bien conservado, enterrado en una tumba de tejas.

Descubren una enorme criatura marina con dientes como cuchillos


Un equipo internacional de científicos ha descubierto en lo que ahora es el desierto de Nevada (EE.UU.) el fósil de un antiguo depredador marino de 8,6 metros de largo que debía de sembrar el terror en los mares del Triásico, hace 244 millones de años. Dotado de un enorme cráneo y mandíbulas armadas con grandes dientes de bordes cortantes, era capaz de atacar y devorar sin problemas a presas de su mismo gigantesco tamaño. Según los científicos, el Thalattoarchon saurophagis (soberano del mar, comedor de lagartos), como ha sido bautizado, representa el primer gran depredador en las cadenas alimentarias marinas que se alimenta de animales con un tamaño similar al propio. La investigación aparece publicada en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU. y ha sido financiada por la National Geographic Society.

El Thalattoarchon es un representante temprano de los ictiosaurios, un grupo de reptiles marinos que vivieron al mismo tiempo que los dinosaurios y que vagaron por los océanos durante 160 millones de años. Además de por su gran tamaño, el «monstruo» se caracterizaba por un cráneo enorme y sus fuertes mandíbulas, con dientes cortantes como cuchillos que utilizaba para apresar y arrancar la carne de sus presas, otros reptiles marinos también de gran tamaño. Debido a que se trataba de un metadepredador, capaz de alimentarse de animales con cuerpos de tamaño similar, el Thalattoarchon era comparable a las orcas modernas.

Éxito tras la extinción

Los científicos destacan que solo ocho millones de años antes de la aparición de Thalattoarchon se había producido la extinción severa del final del período Pérmico, que mató a entre el 80 y el 96% de las especies en los océanos de la Tierra. El surgimiento de un depredador como el Thalattoarchon «documenta la rápida recuperación y la evolución de un ecosistema de estructura moderna después de la extinción», explican los investigadores.
«Cada día aprendemos más sobre la biodiversidad de nuestro planeta, incluyendo las especies vivientes y fósiles y sus ecosistemas», afirma Nadia Fröbisch, del Instituto de la Evolución de Leibniz y coautora de la investigación. «El nuevo hallazgo caracteriza el establecimiento de un nivel nuevo y más avanzado de la estructura del ecosistema. Hallazgos como el del Thalattoarchon nos ayudan a entender la dinámica de nuestro planeta en constante cambio y, en última instancia, el impacto que los seres humanos tienen en el entorno actual».

El Dinosaurio Cíclope de Marruecos

Reconstrucción del Sauroniops pachytholus, al fondo alimentándose de un Spinosaurus juvenil. En primer plano, dos espinosaurios en pleno combate.

El depredador, que vivió hace 95 millones de años, se distinguía por una enorme protuberancia sobre la cabeza

Un nuevo dinosaurio depredador gigante, bautizado con el inquietante nombre de «Ojo de Sauron», Sauroniops pachytholus, vivió hace unos 95 millones de años en el sur de Marruecos, según un estudio publicado en la revista Cretaceous Research por un equipo de paleontólogos entre los que se encuentra Fabio M. Dalla Vecchia, del Instituto Catalán de Paleontología Miquel Crusafont.
Sauroniops fue un miembro de la familia Carcharodontosauridae, un grupo de dinosaurios bípedos, gigantes y carnívoros que vivieron durante el período Cretácico en Eurasia, África y las Américas.
La descripción de esta nueva especie de dinosaurio se basa en un único y «peculiar» hueso grande del techo del cráneo (el hueso frontal) de aproximadamente 20 cm de largo, que muestra que el dinosaurio se distinguía por poseer una prominencia en forma de cúpula por encima de sus ojos. Por esta razón, los investigadores le bautizaron en recuerdo de Sauron -el personaje de ficción del Señor de los Anillos creado por JRR Tolkien que tiene el aspecto de un ojo grande- seguido de «ops», del griego «ojo».

A cabezazo limpio

El Sauroniops vivió en el ambiente tropical deltaico que se extendía a lo largo del norte de África hace unos 95 millones de años, junto con otros depredadores gigantes como el Carcharodontosaurus y el Spinosaurus, así como con grandes cocodrilos y peces de aletas lobuladas gigantes.

El tamaño del hueso del cráneo de Sauroniops sugiere que el animal tendría entre 10 y 12 metros de longitud. Como se puede apreciar en la imagen junto a estas líneas, un enorme «monstruo» en comparación con una persona. Una cabeza humana apenas le serviría como un ligero apertivo. La función que podrían tener unos huesos tan gruesos en el cráneo y la prominencia en forma de cúpula sobre el ojo de este dinosaurio no está clara. Es posible que los machos de esta especie se enfrentaran con golpes de cabeza durante la época reproductiva, como lo hacen los bóvidos modernos que tienen un cráneo con un grosor equivalente.

Vía: www.abc.es

Descubren una nueva especie de Dinosaurio en Teruel

El hallazgo, llevado a cabo por investigadores de la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, ha tenido lugar en una mina de lignito a cielo abierto en Ariño. Se trata de por lo menos seis ejemplares de un herbívoro de unos ocho metros y cuya característica principal es el pico, muy afilado y divergente, muy distinto al pico plano de los dinosaurios conocidos.

Los restos fósiles del nuevo dinosaurio, de la infraorden de los ornitópodos, fueron presentados ayer ante los medios de comunicación por el director de la Fundación Dinópolis, Luis Alcalá, quien explicó que durante los últimos dos años y medio de trabajo se han identificado 348 huesos pertenecientes a seis ejemplares distintos, de distintos tamaños y, probablemente, de ambos sexos. Destacan tres cráneos, dos de ellos bastante completos, dientes, huesos de las escápulas y la pelvis y de extremidades, vértebras y costillas.

De todos ellos, hasta el momento sólo se ha restaurado el 16%, por lo que, en palabras del paleontólogo, "estamos en el punto cero de un proyecto espectacular y que permitirá definir estos dinosaurios como en ningún otro lugar". Sin embargo, los investigadores creen que tienen el material suficiente como para hacer una recostrucción completa del animal.

Alcalá no quiso, por ahora, revelar el nombre de la nueva especie, cuyo análisis está aún pendiente de publicación en las revistas científicas. Lo que sí dijo es que su antiguedad se cifra entre hace 113 y 100 millones de años y que se trata de un herbívoro emparentado con el Iguanodon, otra clase de dinosaurio que abunda en la zona.

Luis Alcalá también se refirió a la importancia del yacimiento, ya que data del Albiense, la última edad (o piso) de las seis de que consta el Cretácico Inferior. Una época de la que apenas si hay restos fósiles en el continente europeo.

Además de los dinosaurios, en el yacimiento han aparecido también numerosos restos de cocodrilos, tortugas, peces y otras especies (conocidas) de dinosaurio, así como diversos tipos de plantas e invertebrados. Un total de más de 5.000 huesos de los que, poco a poco, se han ido extrayendo los 348 pertenecientes a la nueva especie. Los restos, además, estaban repartidos a lo largo de una superficie de quince hectáreas. Los investigadores han identificado en ese área hasta 97 "puntos calientes" en los que había restos fósiles.

Por supuesto, la prospección continúa y todo parece indicar que se encontrarán muchos más restos en el futuro. Las primeras pistas sobre la presencia de los fósiles fueron dadas por los geólogos de la explotación minera, durante una de las prospecciones a 150 metros de profundidad. Desde ese momento, a los trabajos se añadió un grupo de investigadores de Dinópolis, en estrecha colaboración con el personal de la mina de carbón.

Por José Manuel Nieves. www.abc.es