El ADN de aborígenes australianos revela cómo salieron de África los primeros humanos

Un autor del trabajo tomando una muestra de saliva a un aborigen en Cape York, Australia. NATURE.

El análisis del genoma de la población aborigen australiana revela cómo se produjo la salida de los primeros humanos de África, según un estudio genético en el que ha participado el Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona.

El estudio, que publica hoy la revista Nature, ha secuenciado el genoma de 83 aborígenes australianos modernos y el de 25 habitantes de Papúa, los vecinos del norte de los australianos.
Las secuencias de ADN muestran que los aborígenes australianos y los papúes se separaron conjuntamente de los europeos y los asiáticos hace unos 58.000 años. Unos 8.000 años más tarde, coincidiendo con el momento en el que las primeras personas llegaron a Sahul, el nuevo continente guineano/australiano, el tamaño de la población disminuyó.

Los aborígenes australianos y los papúes divergieron hace aproximadamente 37.000 años, mucho antes de la separación física de Australia y Nueva Guinea, hace unos 10.000 años.

Estas personas, procedentes de Asia continental y que viajaron hacia Australia, son la población ancestral de la mayoría, pero no de todos los australianos de hoy en día. Posteriormente, la población australiana ancestral se diferenció en subgrupos hace 31.000 años con la formación del desierto central, que probablemente actuó como una barrera para las migraciones.

Alrededor del 90 % de los aborígenes australianos de hoy en día pertenecen a la familia lingüística pama-ñungana, que se originó hace sólo unos 6.000 años, pero de acuerdo con el estudio las personas que hablan hoy las lenguas pama-ñungana comenzaron a diferenciarse genéticamente en Australia hace 31.000 años.

El encaje de todo esto ha intrigado a los científicos durante décadas, hasta el trabajo publicado hoy que da respuesta a muchos interrogantes antropológicos. La investigación ha sido liderada por la Lundback Foundation, del Centro de GeoGenética de Copenhague, la Universidad de Cambridge y el Sanger Institute.

El investigador del CRG, Oscar Lao (izquierda), que dirige el grupo de Genómica de Poblaciones, es el primer coautor de este trabajo y ha contribuido al estudio analizando e interpretando la subestructura de poblaciones de los aborígenes australianos.

"El análisis de estos datos ha sido muy complejo porque la mayoría de los que hemos analizado tienen un componente europeo y del este asiático reciente muy importante", ha explicado Lao.

"En algunos casos, el 80 % del genoma de un individuo que se autodenomina como aborigen australiano es europeo, que interfiere con cualquier análisis que intente esclarecer que pasó antes de que llegasen los europeos", ha especificado el investigador.
"Reducir o eliminar del genoma este componente ha sido muy difícil y ha limitado el número de muestras que hemos podido utilizar", ha detallado Lao.


Representación gráfica de la interacción entre las líneas de humanos arcaicos y modernos, y que muestra las huellas de una temprana salida de África dentro del genoma de las poblaciones modernas Sahul.

Según el científico, los resultados apuntan a que la variación genética de los aborígenes australianos sigue unos patrones geográficos marcados, una característica que ya se había detectado en otras regiones del mundo, pero que debido a la peculiar historia australiana y de sus implicaciones para comprender el origen del hombre no estaba claro que también fuese así allí.

"En conjunto, esta subestructura genética de poblaciones presente en el continente australiano nos ha permitido predecir con una elevada precisión el origen geográfico de una muestra a partir de su variación genética", ha dicho Lao.

El debate sobre si los humanos modernos migraron del continente africano en una o varias olas sigue siendo intenso entre la comunidad científica.

Este estudio y otro liderado por el investigador de Harvard, David Reich, concluyen que los australianos son principalmente el resultado de una sola salida de África, aunque no excluyen escenarios más complejos en los que habrían existido olas más antiguas de humanos modernos que habrían tenido muy poco impacto en el paisaje genómico de Australia y Papúa.


Fuente: EL MUNDO.es | 21 de septiembre de 2016

Tutankamón y material espacial

La mezcolanza no puede ser más llamativa: Tutankamón y algo proveniente del espacio. La noticia de que, según un nuevo estudio, el hierro de una de las dagas halladas en la tumba del faraón procede de un meteorito invita a titulares tan sensacionales como Tutankamón portaba un arma extraterrestre o el cuchillo de la momia no es de este mundo, que desde luego tienen gancho. En todo caso la historia ya es bastante maravillosa sin necesidad de retorcerla.

Cuando el descubridor de Tutankamón Howard Carter desenvolvió la momia en 1923 –un año después del hallazgo de la tumba- aparecieron sobre el cuerpo del joven rey, entre otros muchísimos tesoros, dos dagas ceremoniales de asombrosa factura: una atravesada en un cinturón sobre el abdomen y la otra colocada sobre el muslo derecho. Si la primera, de 31,9 centímetros, era una auténtica joya, con mango y vaina de oro, piedras semipreciosas y pasta vítrea y la hoja enteramente de oro, la segunda (numerada 256K), un poco más larga (34,2 centímetros) e igualmente una obra de arte, con pomo de cristal de roca, reveló al sacarla de su vaina una sorpresa mayúscula: la hoja de hierro.

Desde entonces, se comenzó a especular con la procedencia de ese metal, dado que los egipcios de la época no producían aún hierro –el reinado de Tutankamón, hace más de 3.300 años, se sitúa en la Edad del Bronce- y los objetos de ese material eran extremadamente raros en su cultura y más valiosos incluso que el oro. Se dio por sentado que el hierro procedía de otros pueblos contemporáneos que sí lo forjaban como los hititas de Anatolia. De hecho, las cartas de Amarna –la correspondencia oficial de Egipto con otros estados durante el Imperio Nuevo- mencionan el regalo a los faraones de armas de hierro (y un brazalete), incluida una daga muy parecida a la de Tutankamón que le envió a su abuelo, Amenofis III, el rey Tushratta de Mitani, y que muy bien podría haber heredado el joven monarca.

La idea de que el hierro podía proceder de un meteorito –cuerpos celestes que los antiguos egipcios conocían y probablemente reverenciaban, como muchas otras culturas, desde los inuit a los tibetanos- no es nueva (se realizaron pruebas en 1970 y 1994), pero nunca se habían presentado datos concluyentes. La nueva investigación, llevada a cabo por un equipo italiano-egipcio y publicada en un pormenorizado artículo en la revista Meteoritics & Planetary Science(http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/maps.12664/full), asegura que los análisis que han realizado en dos zonas de la daga –que se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo- prueban la teoría. La composición de la hoja, determinada con exactitud mediante espectrometría de fluorescencia de rayos X, presenta un alto porcentaje de níquel (11 %) solo compatible con la procedencia de hierro de meteorito. Las trazas de cobalto en el metal confirman la hipótesis, según los estudiosos, que destacan que el análisis se produjo con un aparato portátil en el propio museo y sin que la daga sufriera ningún riesgo.

Los investigadores creen haber descubierto además el meteorito del que procede el hierro del puñal. Tras comparar las muestras con las de todos los 20 meteoritos de hierro conocidos en la región, concluyen que proviene de la octaedrita de 1 kilo bautizada como Kharga y hallada en 2000 en el puerto de Mersa Metruh, a 240 kilómetros al oeste de Alejandría. Los estudiosos subrayan que la primorosa factura de la hoja revela que los artesanos de la época de Tutankamón (Dinastía XVIII) poseían una capacidad de trabajar el hierro superior a la que se les atribuía. Apuntan también que su investigación arroja nueva luz sobre el hecho de que la palabra hierro se relacionara con el cielo en antiguos textos mesopotámicos, hititas y egipcios, con un jeroglífico incluso, en uso en la XIX Dinastía (la de Ramsés II), que podría traducirse como “hierro del cielo”.



La daga de Tutankamón no es el único objeto de hierro de meteorito hallado en Egipto. Ni el más antiguo: en una tumba en Gerzeh, cerca de El Fayum, aparecieron nueve cuentas de collar hechas martilleando cuidadosamente el metal extraterrestre que datan de hace 5.200 años. El puñal podría incluso no ser la única pieza del ajuar de Tutankamón con material resultado de la caída de un meteorito. Se ha propuesto que una rara gema amarillenta tallada como un escarabeo e incrustada en el collar del faraón es en realidad cristal formado al fundirse la arena por el calor producido al estrellarse un meteorito en el desierto.

El mayor retrato genético de las poblaciones ‘olvidadas’

El tradicional baile de una mujer de la región de Uluru en el norte de Australia. / EFE

El análisis de los genomas de individuos procedentes de más de 280 grupos étnicos de todo el mundo permite describir la diversidad genética en unas regiones hasta ahora poco estudiadas, como las de los aborígenes de Australia y Papúa Nueva Guinea. Los resultados, que se publican en tres estudios diferentes en la revista Nature, arrojan luz sobre la migración de los humanos modernos fuera de África y sobre la diversidad genética actual.


Cuándo y cómo se expandió la población humana desde África a Europa, Asia y Oceanía sigue siendo un verdadero rompecabezas para los científicos. Algunos estudios sugieren que todas las personas no africanas que viven en la actualidad pueden encontrar sus orígenes en una única población, mientras que otros trabajos proponen que la migración fuera de África se produjo en varias olas y en diferentes momentos.

Los tres estudios sostienen que la gran mayoría de los ancestros del hombre moderno no africano deriva de una única población que migró fuera de África.
Tres trabajos publicados en la revista Nature, que han contado con colaboración española, sostienen que la gran mayoría de los ancestros del humano moderno no africano deriva de una única población que migró fuera de África.
En el estudio liderado por David Reich (izquierda), de la Harvard Medical School en EE UU, los científicos han secuenciado el genoma de 300 personas pertenecientes a 142 poblaciones diferentes, que estaban infrarrepresentadas en estudios a gran escala. El objetivo del trabajo, que ha generado la mayor serie de secuencias de ADN de estas poblaciones, era describir la enorme variedad genética humana.

Los resultados han permitido identificar millones de mutaciones hasta ahora desconocidas que ayudarán a los científicos a desarrollar nuevos métodos de diagnóstico y tratamiento para mejorar la salud de estas poblaciones poco estudiadas.

“En el mundo no solo importamos las personas que vivimos en los países industrializados, ni los que formamos parte de grandes grupos numéricos. Si realmente queremos entender quiénes somos, tenemos que aceptar que algunos de los aspectos más interesantes de la variación humana están presentes solo en estas pequeñas poblaciones”, afirma Reich.

El mapa muestra las localizaciones de las variantes de ADN desconocidas hasta ahora. Los puntos rojos indican más hallazgos, los negros, menos. / Swapan Mallick

Junto a un equipo internacional de científicos, Reich empezó a seleccionar dos genomas de 51 poblaciones representadas en el Human Genome Diversity Project, y luego unió muestras de individuos de 91 grupos más, incluyendo los nativos americanos, sudasiáticos y africanos que no estaban incluidos en otros estudios genéticos.

Según el trabajo, la población que dio lugar a todos los humanos actuales empezó a divergir genéticamente hace al menos 200.000 años, y desde entonces la acumulación de mutaciones se ha acelerado en un 5% en los no africanos. Para los científicos, una posible explicación sería que el tiempo entre generaciones ha disminuido en los no africanos después de la separación, lo que ha incrementado el ritmo de cambio.

La diversidad genética dentro del continente australiano es similar en magnitud a la diversidad entre europeos y asiáticos orientales.

“Hasta ahora no quedaba claro si el grupo que se expandió fuera de África representó a un gran subconjunto de poblaciones dentro de África, pero el estudio muestra que en realidad hubo una gran cantidad de subestructuras antes de la divergencia”, indica Swapan Mallick (derecha), director de los sistemas de bioinformática en el laboratorio de Reich.

Poblaciones aborígenes a estudio

Esta conclusión es corroborada por otro estudio liderado por Eske Willerslev (izquierda), de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), que se ha centrado en las secuencias genéticas de 83 aborígenes australianos repartidos por el continente y de 25 individuos procedentes de las tierras altas de Papúa Nueva Guinea.

Los datos, que representan el primer estudio exhaustivo de todo el genoma a nivel poblacional de la diversidad genética humana en Australia, indican que todos los aborígenes australianos comparten entre ellos un ancestro común más reciente que cualquier otro grupo vecino.

El estudio revela además que la diversidad genética dentro del continente australiano es similar en magnitud a la diversidad entre europeos y asiáticos orientales. Para los científicos, esto demuestra que los aborígenes australianos han ocupado el continente desde hace mucho tiempo.

En el tercer estudio, investigadores de Estonia han añadido 379 nuevos genomas de 125 poblaciones de Europa a la base de datos. Sus resultados muestran que al menos el 2% de los habitantes actuales de Papúa tiene una ascendencia procedente de una población distinta de la que divergió de los africanos antes que los euroasiáticos. Este hallazgo aporta evidencias de una ola anterior, distinta de la expansión humana fuera de África, hace unos 120.000 años, que permitió el poblamiento de Papúa Nueva Guinea.

Los tres estudios apartan la idea de si los pueblos indígenas de Australia, Nueva Guinea y las islas de Andamán en la India descienden en gran parte de un segundo grupo que dejó antes África y bordeó la costa del océano Índico.

El profesor Eske Willerslev habla con los aborígenes del área de Kalgoorlie al sudoeste de Australia en 2012. / Preben Hjort, Mayday Film

Referencias bibliográficas:

E. Willerslev et al. “A Genomic History of Aboriginal Australia” Nature 21 de septiembre de 2016 doi:10.1038/nature18299
D. Reich et al.: “The Simons Genome Diversity Project: 300 genomes from 142 diverse populations” Nature 21 de septiembre de 2016 10.1038/nature18964
Luca Pagani et al. “Genomic analyses inform on migration events during the peopling of Eurasia” Nature 21 de septiembre de 2016 10.1038/nature19792

Fuente: Agencia SINC, 21 de septiembre de 2016

Nuevos hallazgos arqueológicos en Isla de Cedros (México) reescriben la historia del poblamiento de América

El hallazgo de instrumentos hechos por la mano del hombre con antigüedad fluctuante en los 12.000 años en Isla de Cedros (México), reescriben la teoría del poblamiento de América, exponen investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Baja California.

Este fue uno de los temas que se abordaron durante el panel de comentaristas entre expertos sobre "Islas y cultura en el Pacífico de Baja California" realizado en Museo Histórico Regional del INAH, previo a la inauguración de la exposición fotográfica que lleva el mismo nombre.

En el panel participación la ministra Sandra Luz Romo (Nativos de Isla de Cedros A.C.), Dra. Claudia E. Delgado (CINAH-BC), buzos y pescadores de la entidad, así como la Arqlga. Enah M. Fonseca Ibarra (CINAH-BC), quien expuso en la mesa la importancia de los hallazgos realizados por el Dr. Matthew Des Lauriers en la Isla de Cedros.

La teoría de poblamiento por el Estrecho de Bering está en discusión y ahora cobra fuerza la teoría de una Tradición Paleo-Costera, que sugiere que los primeros pobladores de América pudieron haber navegando hacia el sur del continente a través del Océano Pacífico, pasando por Isla de Cedros. En esta isla se tiene registrado la datación por radiocarbono más antigua de Baja California, entre estos una anzuelo hecho con hueso de pez.

Foto: Las expositoras Enah Foseca, Claudia Delgado y Sandra Luz Romo, hablaron sobre los vestigios humanos hallados en Isla de Cedros.

Por su parte, la Dra. de Antropología Social, Claudia Delgado, explicó que las fotos expuestas son el resultado de la expedición científica a la Isla de Cedros que realizó hace más de un año. Por lo que con esta exposición pretende dar a conocer no solo la belleza de los paisajes, sino principalmente mostrar la riqueza cultural que existe en la Isla de Cedros.

Señaló que esta exposición es un primer paso de divulgación para los ensenadenses y bajacalifornianos de la cultura de isleña y que aunque Isla de Cedros y Ensenada estén físicamente lejos, hay una estrecha relación comercial y cultural.

De igual manera, la ministra Sandra Luz Romo, comentó que la misión de la asociación es "Impulsar el desarrollo sustentable de Isla de Cedros mediante la conservación de sus recursos naturales, e influir en la calidad de vida de sus habitantes”. Además, destacó que les interesa mantener una relación y comunicación cercana con el CINAH BC, "para que se preserven los 150 sitios arqueológicos que el Dr. Matthew halló, y no sufran vandalismo y destrucción”.

"El CINAH BC y la Asociación Nativos de Isla de Cedros están unidos para dar respuesta a las inquietudes, que han surgido después de los hallazgos arqueológicos. El próximo año se planea continuar con las investigaciones pendientes en Isla de Cedros y la construcción de un museo comunitario. Aunque es un proceso largo, existe un punto de partida y disposición de parte del CINAH BC y Asociación Nativos de Isla de Cedros", señaló la arqueóloga Fonseca.

La exposición cuenta con fotos de la Isla Coronado Sur, Isla San Jerónimo, Isla San Benito, Isla de Cedros, Isla Natividad e Isla San Martín. Permanecerá expuesta en el Museo Histórico Regional de Ensenada, abierto al público de martes a domingo de 8:30am a 16:30pm, hasta el mes de Diciembre con admisión libre.

Fuente: elvigia.net | 19 de septiembre de 2016

Así se explica cómo salimos de África desde que apareció el ser humano

Foto: El modelo de la emigración humana durante el Pleistocenos simula la llegada al sur de Europa y este de China, a lo largo de los corredores de vegetación en el Sinaí y Península Arábiga, mucho antes de lo que se creía.

Out of Africa, además de ser la cinta que se llevó el Óscar a la mejor película en 1986, es también una de las hipótesis principales en el estudio de la evolución humana . Según esta teoría, nuestros antepasados comenzaron a salir fuera del continente africano hace entre 120.000 y 60.000 años. Lo que es menos conocido es el impacto que pudo tener el clima en las migraciones del Homo sapiens desde África. Un estudio, publicado en la revista Nature, explica cómo el ser humano salió de su lugar de origen por culpa del clima.
La dispersión de nuestros antepasados fuera de África estuvo probablemente marcada por varios cambios climáticos, según el trabajo de Axel Timmermann (izquierda) y Tobias Friedrich (derecha).
Los científicos han realizado diversas simulaciones para conocer los efectos del clima en el pasado y del aumento del nivel del mar en las migraciones ocurridas durante los últimos 125.000 años. Según sus conclusiones, estos movimientos migratorios ocurrieron en cuatro olas diferentes debido a las variaciones en el clima y a cambios en la órbita de la Tierra. Hasta la fecha, los investigadores pensaban que los cambios climáticos sólo habían influido en los períodos en los que sucedieron estas migraciones.
El ser humano pudo llegar 35.000 años antes a Europa

Nuestra especie apareció aproximadamente hace 200.000 años en África. Uno de los grandes interrogantes evolutivos es determinar por qué los antepasados tardaron tanto tiempo en salir del continente, algo que sucedió hace entre 120.000 y 90.000 años, cuando el ser humano comenzó a migrar hacia la región del Levante (este del Mediterráneo). Sin embargo, la dispersión por otras partes del planeta tuvo que esperar hasta hace 60.000 años. El modelo Out of Africa sostiene que el Homo sapiens llegó al sur de Asia, Indonesia y Australia hace 50.000 años, a Europa hace 45.000 años, al norte de Asia hace 20.000 años y al continente americano hace sólo 15.000 años. Pero, ¿qué papel jugó el clima en todos estos movimientos migratorios?
Las simulaciones realizadas por Timmermann y Friedrich identifican cuatro olas prominentes marcadas por climas helados, que explican la marcha hacia la Península Arábiga y la región del Levante. Estas migraciones ocurrieron en cuatro períodos diferentes (hace 106.000-94.000 años, 89.000-73.000 años, 59.000-47.000 años y 45.000-29.000 años, respectivamente). Estos resultados coinciden con los datos fósiles y arqueológicos de los que disponemos actualmente.
Foto: La evidencia fósil en Israel, como este individuo de la cueva Qafzeh, sugiere que los humanos modernos ya estaban viviendo fuera de África hace al menos 90.000 años.
Sin embargo, el estudio revela algo inédito hasta la fecha: el ser humano pudo llegar a Europa mucho antes de lo que se creía.
En particular, los científicos sostienen que pudo haber una ola migratoria hacia el sur de Europa 35.000 años antes de lo que pensábamos. Estos resultados, que no están apoyados por la evidencia arqueológica y fósil que tenemos a día de hoy, apuntan que un reducido número de nuestros antepasados se instaló en el continente europeo, pero que podrían haber sido "asimilados" posteriormente por poblaciones de Neandertales, mucho más numerosas.
Su hipótesis es, sin duda, arriesgada, ya que como recuerdan Peter deMenocal (izquierda) y Chris Stringer (derecha) no hay "huellas genéticas" que permitan confirmar que aquellos pioneros precoces se entremezclaron con individuos de Homo neanderthalensis. Aunque es posible rebatir que estos antepasados se extinguieron sin dejar rastro, resulta difícil imaginar que no dejaran ningún tipo de huella o marca arqueológica. O, al menos, no se ha descubierto todavía.
Entender cómo nos afecta el clima es una cuestión muy compleja. Más aún si se trata de determinar su impacto en el pasado. El trabajo publicado en Nature muestra que la interacción fue muy relevante a la hora de moldear los movimientos migratorios de nuestros antepasados. Sus conclusiones pueden incluso extrapolarse en la actualidad, cuando el cambio climático de origen antropogénico acecha y nos preguntamos sobre los efectos que tendrá en el planeta. A veces vale la pena echar la vista hacia atrás para comprender el futuro que nos espera.


Fuentes: hipertextual.com | Daily Mail | BBC | 21 de septiembre de 2016