Felipe II nunca se sentó en el altar de los vetones

Silla de Felipe II, desde donde se contempla el monasterio de El Escorial. SANTI BURGOS


La conocida como silla de Felipe II, lugar desde el cual la tradición recuerda que el monarca seguía la construcción del monasterio del Escorial, no es sino un altar vetón modificado en los últimos siglos, según los estudios de la historiadora y epigrafista, Alicia Canto. La catedrática y miembro de la Real Academia de la Historia, que ya avanzó esta teoría en 1999, la ha ratificado con nuevas y espectaculares pruebas: entre ellas el descubrimiento de una figura antropomorfa junto al monumento, así como diversos altares, más pequeños, próximos a la silla imperial.

Según avanza esta miembro del Instituto Arqueológico de Berlín, “algo no cuadraba en la historia de la silla”. “Nunca me han gustado demasiado los axiomas, así que decidí investigar tras visitarla una tarde con mis hijas”, indica. De esta manera, la especialista descubrió que no existían referencias a la pétrea poltrona real en ningún escrito de los siglos XVI y XVII y, además, el lugar —situado a varios kilómetros de distancia del monasterio— no parecía el más adecuado para seguir las obras.

Sus pesquisas la llevaron así hasta 1925, momento en el cual comenzó a circular por España un billete de 100 pesetas que reproducía un cuadro de 1889, de Luis Álvarez Catalá, donde se representaba al rey en lugar. Nacía así la leyenda.

Canto puso entonces sobre la mesa diversos elementos del entorno escurialense que la llevaron directamente al periodo de vetones, pueblo céltico que ocupó el oeste de España y Portugal hasta la llegada de los romanos. El paisaje de la Herrería, donde se alza el solio granítico del monarca, es una zona de robledales (árbol sagrado céltico), con abundante agua (indispensable en esta cultura), área de setas alucinógenas (usadas para artes adivinatorias), poblado de alimañas y águilas (el abanto, nombre de uno de los montes próximos, es una rapaz) y con una fuerte atracción a los rayos (el símbolo de los dioses) a causa de la ferrita de sus tierras (la finca se llama, de hecho, La Herrería). Todos estos elementos llevaron a la epígrafista a pensar que ese enorme túmulo de piedra que estaba considerado la silla de Felipe II era algo muy distinto. Quizás, un altar de sacrificios de los vetones dedicado a un guerrero dios céltico, parecido al Marte de los romanos.

Figura antropomorfa hallada junto a la silla de Felipe II. ALICIA CANTO

El conjunto, que fue retocado durante la Segunda República y en los años sesenta del siglo pasado para dotarlo de escaleras y pasamanos, tiene forma abarquillada, lo que hace referencia a la barca solar de los pueblos célticos. Además, la profesora halló en 2015 una figura antropomorfa (un rostro de larga cabellera movida por el viento) que lo une con las sibilas, personaje de la la mitología grecorromana que eran capaces de adivinar el futuro.

El conjunto granítico se completa con otros dos altares, a menos de un kilómetro colina abajo. Todo ello permite decir a la arqueóloga que “estamos ante todo un santuario vetón”. “Cualquier geólogo podría argumentar que la sibila, o el augur, o como queramos llamarlo, es solo una forma caprichosa del granito. Pero debemos verlo con los ojos de los antiguos. Son señales que les venían de la mano de los dioses”, incide.

La experta recuerda que cuando estos pueblos observaban determinados sucesos coincidentes no los relacionaban con el azar. “Muchas señales en un mismo lugar convertían el entorno en sagrado. Analizarlo con nuestra perspectiva hace que no veamos nada”.

Este santuario vetón, además, se situaba justo en el lugar donde este pueblo estableció su frontera con los carpetanos. Así, hoy en día, muchas localidades de la sierra madrileña siguen manteniendo en sus escudos referencias al Sexmo de Segovia, tierra, junto a Ávila y Salamanca, originaria de los vetones. “Está claro que esa división antigua de los pueblos se mantuvo de alguna manera durante la Edad Media, y de allí hasta nuestros días”.

Canto bromea al recordar que existe otro elemento más que hace “imposible” que el rey usase la conocida silla como butaca desde donde seguir la construcción de su amado monasterio. “Las ropas que llevaban entonces eran tan amplias que el trasero no le entraría. Si el rey hubiese querido seguir los trabajos desde allí, se habría hecho construir una donde por lo menos pudiese sentarse más a gusto”.

Canto hará públicos sus descubrimientos en una conferencia que impartirá el jueves a las 19.30 en la Casa de Cantabria.

Fuente: VICENTE G. OLAYA | El País, 30 de mayo de 2017

Homo helmei y Homo naledi: ¿una convivencia pacífica?

Cráneo de Florisbad, Sudáfrica.

El cráneo de Florisbad fue obtenido en 1932 por Thomas F. Dreyer en el yacimiento que lleva ese nombre. El lugar se encuentra a unos 50 kilómetros de la ciudad de Bloemfontein, capital del llamado estado Libre de Sudáfrica y situada en pleno centro de este país, a unos 1.400 metros de altitud. Este fósil conserva el lado derecho de la cara, la mayor parte del hueso frontal y parte de la bóveda craneal. Su descubridor lo denominó Homo helmei, un nombre específico que aparece de cuando en cuando en los debates sobre el origen de nuestra especie en África. La datación de este cráneo fue realizada a partir del esmalte de dientes humanos aparecidos junto al cráneo, mediante el método del ESR (electro spin resonance). La antigüedad del fósil se estimó en unos 260.000 años. La caja craneal del cráneo tiene una capacidad en torno a 1.400 centímetros cúbicos. Este dato nos lleva a considerar que el tamaño del cerebro de este individuo, de finales del Pleistoceno Medio, era similar al promedio de Homo sapiens, que se sitúa en unos 1.350 centímetros cúbicos.

La clasificación de este fósil ha sido objeto de debate. Su aspecto recuerda en varios caracteres al de Homo sapiens, por lo que algunos investigadores han incluido este cráneo en nuestra especie con el calificativo adicional de “arcaico”. Otros han preferido la denominación Homo heidelbergensis, que se hizo muy popular desde los años 1980s. También se ha clasificado en Homo rhodesiensis, atendiendo a su distinción de los fósiles europeos asignados a Homo heidelbergensis. Considerando que las herramientas asociada con este cráneo pertenecen a la tecnología denominada “Middle Stone Agepropia de las poblaciones originales de nuestra especie, los investigadores Robert Foley y Martha Mirazón Lahr prefieren mantener el nombre original de Homo helmei, precursor directo de la especie Homo sapiens.

El registro fósil tiene otros especímenes africanos relacionados con nuestra especie, de los hablaré en otra ocasión. Pero no quería dejar de presentar un ejemplar, como el de Florisbad, cuya morfología recuerda a las formas arcaicas de Homo sapiens, según puede verse claramente en la figura que acompaña al texto. Pero la reflexión de este post no está relacionada con el origen de Homo sapiens, sino con la presencia en Sudáfrica de al menos dos especies del género Homo en la misma época. El yacimiento de Florisbad no está demasiado lejos de Johannesburgo, una región donde vivió Homo naledi también en la segunda mitad del Pleistoceno Medio, según acaban de revelar los descubridores de esta nueva especie humana. Me pregunto si los ancestros más antiguos de Homo sapiens coexistieron pacíficamente en el mismo ecosistema con otros humanos de aspecto muy similar al de los pequeños Homo habilis, con su pequeño cerebro de 500 centímetros cúbicos ¿Qué nicho ecológico pudieron ocupar los miembros de Homo naledi para que sus intereses no colisionaran con los de una especie de tecnología avanzada y un cerebro tres veces mayor? Y tampoco hemos de olvidar que otras especies del género Homo (H. habilis y H. ergaster) vivieron en esas regiones desde hace al menos dos millones de años ¿Qué tenía de especial Homo naledi para haber sobrevivido a todas ellas?

Estoy convencido de que las dataciones obtenidas en relación con la especie Homo naledi (realizadas por magníficos expertos) son correctas. Pero en el ámbito de la geocronología es fundamental que las muestras de las que se obtienen resultados sean obtenidas directamente por geólogos y geocronólogos. La precisión de los métodos de datación no es un problema. Pero los resultados dependen de numerosas circunstancias, que tienen que ser controladas de manera directa por quienes los obtienen. La cámara Dinaledi, de la cueva Rising Star, es inaccesible para la mayoría, por lo que los expertos en geocronología tienen que confiar en los espeleólogos capaces de entrar en ese lugar. Siendo así, tenemos que ser muy exigentes y aspirar a que se publiquen datos adicionales. Mientras, seguiremos haciéndonos preguntas tan lógicas como la del título de este post.

Fuente: quo.es | 1 de junio de 2017

Fernando Fernánez Gómez: "Lo importante de Roma no fueron los puentes y las calzadas, sino que dio unidad a la Península a través del latín y el Derecho"

Fernando Fernández, en la Academia de Bellas Artes, durante un momento de la entrevista.

El arqueólogo que comparte calle con el ex primer ministro británico John Major. Hace ya unos 20 años fuimos al Museo Arqueológico de Sevilla y preguntamos por su director. El ordenanza nos señaló a un señor que estaba en unas escaleras cambiando una bombilla fundida. Ése es Fernando Fernández (Casarrubios del Monte, Toledo, 1940), el castellano al que no se le caía ningún anillo para mantener un museo históricamente marginado por la Junta de Andalucía; el arqueólogo que lleva más de 40 años excavando un poblado celta en las estribaciones de la Sierr..., en la localidad abulense de Candeleda; el científico que revalorizó la prehistoria sevillana... Cuando el ex primer ministro británico, John Major, dio su discurso de agradecimiento por la calle que le habían dedicado en Candeleda -pueblo en el que suele veranear- dijo que para él era un honor compatir este privilegio con el arqueólogo Fernando Fernández, también distinguido con una rúa por la localidad. Actualmente, es secretario de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y miembro del Instituto Arqueológico Alemán y de la Institución Gran Duque de Alba, del CSIC.

-Es usted de Toledo.
-Nací en un pueblo toledano llamado Casarrubios del Monte, aunque mucha gente se cree que soy de Ávila, porque llevo trabajado cuarenta años en el yacimiento de Candeleda.

-¿Y vino directamente a dirigir el Museo Arqueológico de Sevilla?
-No, cuando llegué, en 1974, estaba de directora Conchita Fernández Chicarro. No tenía carné de conducir, por lo que ella se encargaba del Museo y yo de la arqueología de la provincia. De director estuve desde 1980 -tras la muerte de Conchita-, hasta 2006, año en el que me forzaron a jubilarme como director y pasé a ser Jefe de Conservación e Investigación, cargo en el que estuve cuatro provechosos años en los que me pude dedicar a escribir muchas cosas que había dejado pendientes.

-¿Con qué museo se encontró usted?
-Quizás estaba un poco cerrado a la sociedad. Yo había trabajado en el Arqueológico Nacional, que tenía mucha actividad y movimiento, por lo que me chocó un poco la pasividad del de Sevilla. Conchita tenía hasta la última llave del edificio. Para entrar en cualquier despacho había que pedírselo a ella. Lo primero que hice fue decirle que necesitaba un equipo de gente para afrontar las excavaciones de urgencia de la provincia, que por entonces eran responsabilidad nuestra. Llegué a tener hasta cincuenta estudiantes haciendo prácticas, lo cual sacaba a Conchita un poco de quicio. "¿Pero tú los controlas?", me preguntaba preocupada.

-¿Algún discípulo que recuerde de esa época?
-Muchos. Carlos Romero, María Teresa Murillo, Ricardo Lineros, Juan Alonso Fernández, Juan Campos... Fue una cantera importante.

-¿Y cuáles cree usted que han sido sus principales aportaciones durante ese cuarto de siglo que estuvo al frente del Museo?
-Las salas dedicadas a la Prehistoria. Yo era fundamentalmente prehistoriador, materia sobre la que hice mi tesina y mi tesis doctoral. Era lo que me gustaba, entre otras cosas porque, en aquella época, a Roma se dedicaba todo el mundo.

-¿Cómo llegó a ser prehistoriador?
-Cuando acabé la carrera, el profesor Martín Almagro me ofreció trabajar con él en el Arqueológico Nacional. Un día, después de que yo llevase un año trabajando en el Argar, me abordó en las escaleras y me propuso que excavase un yacimiento que estaba muy lejos del que ningún arqueólogo se quería encargar. Puso a mi disposición su coche oficial para que fuese a verlo. Era la necrópolis de Candeleda, a los pies de la Sierra de Gredos, montes que conocía desde muy joven por mi afición al montañismo. El sitio me gustó muchísimo y me puse a poner orden en aquella necrópolis de influencia céltica. En la primera campaña nos dimos cuenta de que el yacimiento era más importante de lo que creíamos. Hablando con la gente del pueblo supe que, un poco más arriba, en la Sierra de Gredos, había un poblado amurallado, un castro. Empecé a excavar y aquello era una mina. Además, charlando con los lugareñas tuve también la fortuna de encontrar el santuario de la gente que había vivido en el castro y que se había enterrado en la necrópolis.

-¿A quién estaba dedicado el santuario?
-A un dios indígena, Velico, también llamado Vaelico. Al final teníamos el poblado, la necrópolis y el santuario. Un conjunto muy interesante.

-¿Y el santuario tuvo continuidad con las religiones posteriores?
-Después de ser un santuario indígena pasó a ser paleocristiano y visigodo. En época árabe se abandonó, pero con la reconquista se convirtió en una ermita gótica, que luego se desamortizó y, actualmente, es una casa de labor donde se guardan aperos, el tractor... Pero aún conserva la bóveda gótica y su forma de ermita, incluso en las paredes aún se pueden ver las aras votivas que los indígenas depositaban en el santuario.

-¿Cómo era el santuario indígena?
-Al aire libre, en un lugar idílico mirando a la Sierra de Gredos, en la confluencia de dos gargantas, la de Alardos y la de Santa María. No cabe duda de que es un sitio sagrado. Cuando llegué allí, en los años 60, había personas muy ancianas que recordaban cómo sus abuelos llevaban a la ermita a herrar a sus perros para preservarlos de la rabia. Existía esa creencia.

-Los celtas son un pueblo que dispara la imaginación de muchos. Hay todo un subgénero seudoesotérico sobre esta cultura. Además, muchos creen que en España se limitaron a Galicia, cuando su influencia alcanza a toda la Península.
-Siguiendo el rastro del dios Velico podemos saber que provienen del sur de Holanda. En la Península llegaron hasta el Cortijo de Évora, en Sanlúcar de Barrameda. Ya los romanos, cuando se asientan en el sur de la Península, se dan cuenta, gracias a los nombres de los ríos y de los dioses, de que los celtas habían llegado hasta aquí. No fue una invasión violenta como se cree, sino un proceso de cientos de años que acabó con la llegada de los cartagineses, que destruyeron el castro de El Raso de Candeleda.

-Esta excavación es el resultado de toda una vida.
-Sí, muchos de los arqueólogos andaluces que hicieron prácticas conmigo aprendieron allí, en Candeleda, a excavar, dibujar, restaurar...

-Regresemos a cuando usted empezó a montar las salas de prehistoria del Arqueológico de Sevilla.
-Me di cuenta de que Sevilla era lo suficientemente rica arqueológicamente como para montar unas salas que recorriesen los tiempos prehistóricos desde cuando esto era un mar.

-Dicen que en Sevilla hay poco Neolítico.
-Muy poco, algo por la Sierra Norte... La cueva de Don Juan, conocida así en Constantina porque la excavó Léon Degrelle, el nazi belga que protegió Franco, que era aficionado a la arqueología y al que allí le pusieron el nombre de don Juan. Mucho más rica en yacimientos neolíticos es la Sierra de Grazalema. Recuerdo que había un espeleólogo, Luis Gil Pérez, que me pidió que mandase a algún arqueólogo a sus excursiones por esta zona, porque las cuevas estaban llenas de materiales y ellos los pisaban sin saber muy bien que eran.

-Actualmente, ¿es el Arqueológico de Sevilla la cenicienta de los museos andaluces?
-Sí. En 1999, la Consejería de Hacienda hizo una auditoría de todos los museos de la autonomía en la que quedaba patente que, proporcionalmente, el Arqueológico de Sevilla recibía la mitad de dinero que los demás museos.

-Pero de eso hace ya muchos años.
-No creo que haya cambiado mucho la cosa. Por lo menos no lo hizo hasta 2006, que fue cuando dejé la dirección. En mi época, por ejemplo, nos daban sólo el doble que a la Sala Santa Inés, que sólo abría para exposiciones temporales. La desproporción es evidente.

-¿Y a qué cree que se debía ese maltrato en su época?
-A la falta de afinidad política entre los de arriba y yo. Nunca fui de ningún partido. Cuando Conchita me decía que le llevase en coche al Gobierno Civil a dar la cabezada por el 18 de julio, le decía que yo por ahí no pasaba. Hubiese hecho mi trabajo en el museo con cualquiera, con el Partido Comunista o con Blas Piñar.

-¿Esta marginación afecta sólo al Arqueológico?
-No, hay más casos. Fíjese en los Dólmenes de Antequera, merecido Patrimonio de la Humanidad, que reciben muchísimo dinero público. Sin embargo, Valencina de la Concepción, que es un yacimiento incluso más importante que Antequera, porque tiene un poblado de la Edad del Cobre que no tiene el yacimiento malagueño, no recibe ni un duro.

-¿Conoce el proyecto con el que se pretende remozar algún día el Arqueológico de Sevilla?
-Conozco el plan museológico y no hay por dónde agarrarlo. Destrozan el Museo. Por lo pronto se cargan los recorridos cronológicos para sustituirlos por otros temáticos. Dicen que la cronología está superada, cuando es la esencia de la Historia. La mayor locura es que quieren abrir el Arqueológico por el óvalo, la gran sala central, donde están las esculturas de los emperadores romano. De esta manera el museo se quedará sin el recorrido actual. Pero ellos quieren hacer en esta sala el vestíbulo, porque, afirman, lo importante es impresionar para ser un referente internacional... Contempla dependencias inútiles, como una sala de juegos para niños y mayores, sala de curas... Además, prevé la construcción de un nuevo edificio en la glorieta de la Virgen de los Reyes. Dicen que es una zona del parque deteriorada... ¡Hay hasta quince especies de árboles distintas!

-De los fondos del Arqueológico, ¿qué destacaría usted?
-De la prehistoria, la zona dedicada a Valencina de la Concepción; de la protohistoria, Tartessos, con el Carambolo y Astarté, que es cuando llega aquí la cultura gracias a los colonizadores. De Roma, sin duda, la sala de epigrafía jurídica.

-Esa, quizás es la menos espectacular si la comparamos con las grandes esculturas: Venus, Mercurio, Diana, Trajano...
-Tenemos la mejor colección de bronces jurídicos romanos de todo el mundo, pero la gente pasa por delante como si tal. La escultura de Trajano es impresionante, aunque la puedes ver en cualquier gran museo de Europa. Con estos bronces se da uno cuenta de cómo Roma unificó a todos esos pueblos de la Península que tenían lenguas y culturas muy distintas. Lo más importante de Roma no fueron los anfiteatros, los puentes o las calzadas, sino que fue la que dio unidad a la Península a través del latín y el derecho.

-A mí me gusta la sala dedicada a las legiones.
-Los legionarios, más que conquistadores, fueron colonizadores. Las grandes obras como las calzadas no las hizo el pueblo, sino las legiones. Cuando terminaban su periodo militar, muchos legionarios se quedaban en la Península y fundaban ciudades. Ellos fueron también los que nos trajeron la religión desde el norte de África.

-¿Desde el norte de África?
-Sí, fundamentalmente, estoy convencido. La prueba es que, durante mucho tiempo, cuando había una duda, los cristianos de aquí preguntaban a Cartago, no a Roma.

-¿Y por qué tuvo tanto éxito el cristianismo en las legiones romanas?
-El cristianismo se expandió principalmente entre las gentes más inquietas a las que no les acababa de convencer la religión oficial romana. El mensaje cristiano era verdaderamente revolucionario.

-Hace mucho tiempo leí un curioso artículo suyo sobre los juegos de mesa de los romanos.
-Ese artículo surgió ordenando los almacenes del Arqueológico. Apareció un ladrillo de Mulva que tenía grabado un juego de tres en raya. Le di la vuelta y vi que también tenía grabado un alquerque, juego recogido por Alfonso X en su libro sobre la materia y que todavía se sigue jugando en toda Europa. Alquerque es el término árabe, pero en casi todo el continente se conoce como el molino. Al fin y al cabo, alquerque es la palabra árabe para designar una parte los molinos de aceite.

Fuente: diariodesevilla.es | 4 de junio de 2017

Arqueólogos egipcios descubren 10 tumbas del Periodo Tardío en Asuán (Egipto)

Diez tumbas del Periodo Tardío (724-343 a.C.) del Egipto faraónico han sido descubiertas por un equipo de arqueólogos egipcios en Asuán, en el sur del país, según ha anunciado el jefe del departamento de Antiguo Egipto del ministerio de Antigüedades, Mahmud Afifi.


Se cree que las nuevas tumbas podrían formar parte de la necrópolis del este de Asuán por la similitud del diseño arquitectónico, según un comunicado del ministerio.


El arqueólogo Sayed al Rawi explica en el comunicado que las nuevas tumbas consisten en unas escaleras que horadan la roca y conducen a una pequeña sala en la que se han encontrado algunos sarcófagos y momias.


Aún no se ha llevado a cabo ningún estudio en profundidad sobre estos hallazgos, ni tampoco se han comenzado los oportunos trabajos de conservación, que se llevarán a cabo durante la siguiente temporada de excavación, según la nota.

Fuentes: EFE | RTVE, 1 de junio de 2017
Fotos por gentileza del Ministerio de Antigüedades Egipcio

El láser descubre los frescos de las catacumbas romanas de Santa Domitila

La magia del láser ha permitido tras meses de restauración que los frescos de dos de los más importantes cubículos de las catacumbas romanas de Santa Domitila, donde se enterraron a ricas familias romanas convertidas al cristianismo, salgan a la luz y cuenten las historia de quienes allí están enterrados.



En los 14 kilómetros de pasillos que forman las inmensas catacumbas de Santa Domitila, las más extensas de Roma, se encuentra la historia de la pintura funeraria de los primeros cristianos, desde sus orígenes hasta los siglos IV y V, cuando dejaron de ser perseguidos por el emperador Constantino.


A pesar de siglos de saqueos, en estas catacumbas excavadas en las tierras donadas por Flavia Domitila, han quedado los pequeños símbolos que adornan las tumbas de los primeros cristianos o algunos nichos más grandes con pequeños frescos, y sólo dos tumbas que pueden ser consideradas auténticos mausoleos.


Hasta ahora, las características de las catacumbas, con una humedad entre el 90 y el 100 % y una temperatura entre los 14 y 17 grados, así como el delicado estado de los frescos, había impedido que pudieran ser restaurados con los métodos tradicionales.


Ante el peligro de perderlos para siempre yacían bajo una capa negra de musgo, suciedad, sedimentos de carbonato de calcio y numerosos grafitis históricos, explicó una de las arqueólogas y restauradoras de las catacumbas de Santa Domitila, Barbara Mazzei.


Pero con la técnica del láser utilizada para la restauración se ha conseguido en dos años, trabajando en duras condiciones por la estrechez, el frío y la humedad, eliminar las impurezas de una de las tumbas más monumentales de estas catacumbas y respetar además los grafitis que fueron dejando durante los años los descubridores o visitantes históricos de las catacumbas.


Un trabajo que ha costado cerca de 60.000 euros a la Comisión vaticana que se ocupa de arqueología. “Es como si fuera la tumba de un Berlusconi de la época”, bromea Mazzei al explicar que sólo una persona muy importante y adinerada podría haberse hecho construir un cubículo de estas dimensiones, fechado en el final del Siglo IV o inicios del V, en pleno imperio de Constantino.


Los frescos que han salido a la luz reflejan una tumba de un alto dirigente de la Annona, que eran como las actuales arcas del Estado de la Antigua Roma, pero que consistían en los bienes más esenciales como los cereales o el trigo.


En una franja que recorre todo el cubículo circular se han plasmado las fases de la llegada del trigo a Roma, con el desembarco en el puerto de Ostia, cómo era molido y la posterior realización y venta del pan. Uno de los grandes frescos refleja la que se cree que es una parábola del buen pastor y en otro arco de la bóveda los doce apóstoles junto a Jesús.


Mientras que preside la tumba un retrato del difunto junto con uno de los instrumentos que se utilizaban para pesar el trigo, símbolo de su poder. Las imágenes han vuelto ahora a ser nítidas y narran así la historia de una vida, pero también de una conversión al cristianismo.



Explica Mazzei las enormes dificultades de haber sacado a la luz estos frescos sin haber borrado los grafitis, que a pesar de que estropean la obra pictórica conforman una pequeña parte de la historia del descubrimiento y excavaciones de estos lugares durante los siglos.


Pocos metros más lejos, se abre otro gran cubículo de la misma época totalmente repleto de frescos con la representación de Adán y Eva, la multiplicación de los panes y los peces, Noé y el Arca y otras escenas bíblicas.



En la bóveda, hasta ahora completamente ennegrecida, se puede observar tras casi un año de restauración la escena de los dos difuntos que junto con un Cristo joven son acompañados al paraíso con los mártires Nereo y Achilleo, enterrados en estas catacumbas. Aunque la restauración ha concluido esta semana, aún no se prevé la apertura al público y solo la prensa pudo acceder a estos cubículos, mientras que se estudia como podrán ser mostrados a los visitantes.


Lo que sí podrán visitar desde hoy es el pequeño museo que se ha creado a la entrada de las catacumbas bajo el título “el mito, el tiempo y la vida”, con restos de sarcófagos que representan escenas mitológicas, bustos y otras series de restos arqueológicos funerarios encontrados durante las excavaciones en diferentes catacumbas de todo el territorio italiano. Un breve recorrido a través de las lápidas que muestran a leñadores, pastores, oculistas o niños de pocos meses retratados con su sonajero para conocer quienes eran los primeros cristianos.


Fuente: Cristina Cabrejas, Roma, EFE | LA VANGUARDIA, 31 de mayo de 2017
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