Descubren en China sofisticadas herramientas óseas de hace 115.000 años

Retocadores óseos de hace 115.000 años hallados en Lingjing, provincia de Henan, en el centro de China. El corchete blanco indica el área donde están presentes las cicatrices de los impactos.

Un análisis de herramientas óseas de 115.000 años de antigüedad, descubiertas en China, sugiere que las técnicas de elaboración de las mismas eran más sofisticadas de lo que se pensaba.
Las marcas encontradas en fragmentos de huesos excavados muestran que los humanos que vivían en China a principios del Pleistoceno tardío ya estaban familiarizados con las propiedades mecánicas de los restos óseos y sabían cómo usarlos para tallar y retocar herramientas líticas. Estos humanos no eran ni Neandertales ni Homo sapiens.

Tal descubrimiento importante, en el que ha participado el arqueólogo Luc Doyon (izquierda), del Departamento de Antropología de ls Universidad de Montreal, acaba de publicarse en la revista científica PLOS ONE.
"Estos artefactos representan el primer ejemplo del uso de huesos como materia prima para modificar herramientas de piedra como las encontradas en un yacimiento del este de Asia del Pleistoceno superior temprano", dice Doyon. "Semejantes herramientas se han encontrado en el resto de Eurasia, África y el Levante, por lo que su descubrimiento en China es una oportunidad para que podamos comparar estos artefactos a escala global".
Hasta ahora, las herramientas de hueso más antiguas descubiertas en China databan de hace 35.000 años y consistían en puntas de lanza. "Antes de este descubrimiento, la investigación sobre el comportamiento técnico de los seres humanos que habitaron China durante ese período se basaba casi exclusivamente en el estudio de herramientas talladas en piedra", dice Doyon.

Tres tipos de martillos

Los siete fragmentos de huesos analizados por Luc Doyon y sus colegas fueron excavados entre 2005 y 2015 en el sitio de Lingjing, en la provincia de Henan, en el centro de China. Los artefactos fueron encontrados enterrados a una profundidad de aproximadamente 10 metros. En ese momento prehistórico, el sitio se utilizaba activamente como manantial de agua para los animales. Los humanos probablemente usaban estos lugares de suministro de agua para matar y descuartizar a sus presas.

Los fragmentos óseos se dataron utilizando la técnica de luminiscencia ópticamente estimulada (OSL), un método ampliamente empleado por los geólogos para fechar las capas de sedimentos en las que se encuentran las herramientas prehistóricas.

Doyon explicó que los investigadores identificaron tres tipos de retocadores óseos, conocidos como martillos blandos, los cuales se usaban para modificar herramientas de piedra. El primer tipo lo constituían fragmentos de extremidades óseas erosionadas, principalmente metapodios (huesos largos de las patas de animales) procedentes de cérvidos, modelados marginalmente mediante retoques y usados ​​intensamente en una sola área.


El segundo tipo procedía de las escamas óseas de las extremidades largas resultantes de la desmembración de grandes mamíferos, utilizados para realizar retoques rápidos o reafilado de herramientas de piedra.


Y el tercer tipo lo constituye un solo ejemplar de una cornamenta de un ciervo que, cerca de su punta, muestra cicatrices de impacto producidas al percusionar sobre determinadas zonas de herramientas líticas.


Los investigadores aún no han podido establecer a qué especie de homínidos pertenecían los usuarios de estas herramientas prehistóricas, aunque sí saben que vivieron durante el mismo período que los Neandertales y los Homo sapiens. "El enclave de Lingjing ha proporcionado dos cráneos humanos incompletos que sugieren el mestizaje entre esta especie sin determinar y los Neandertales", afirma Doyon. "Sin embargo, hay que decir que esta es una hipótesis que aún no se ha confirmado a través de una mayor investigación mediante estudios paleogenéticos".


Foto: Visita al yacimiento de Lingjing en 2016 por los coautores del artículo: Li Zhanyang, Francesco d'Errico, Li Hao y Luc Doyon. Crédito: Luc Doyon

Más descubrimientos por venir

Los análisis que condujeron a la identificación de las herramientas óseas fueron realizados por Doyon y sus colegas Francesco d'Errico (Universidad de Burdeos), Li Zhanyang (Universidad de Shandong) y Li Hao (Academia China de Ciencias), del Instituto Provincial de Henan de Reliquias Culturales y Arqueología.

Doyon participó en el proyecto mientras trabajaba en su tesis doctoral sobre las armas de caza fabricadas con materiales óseos por los primeros Homo sapiens que habitaron Europa hace entre 42.000 y 30.000 años. Después de obtener su doctorado en Antropología en la Universidad de Montreal, en cotutela con la Universidad de Burdeos (doctorado en Prehistoria) en septiembre de 2017, Doyon busca ahora una beca posdoctoral en la Universidad de Shandong, a fin de realizar análisis adicionales sobre las herramientas óseas descubiertas en el enclave de Lingjing.

"Solo hemos tenido acceso a una muestra pequeña, porque el objetivo inicial del proyecto era estudiar la naturaleza antropogénica de las modificaciones presentes en otros fragmentos óseos, y este proyecto todavía está en curso", dijo. "Los artefactos óseos excavados en este lugar están excepcionalmente bien conservados, y el análisis sistemático de toda la colección de restos óseos, durante mi próxima investigación posdoctoral, seguramente producirá descubrimientos más emocionantes".

Fuente: sciencedaily.com | 19 de marzo de 2018

El cambio climático que creó al hombre moderno

Fotografía de Richard Potts en el yacimiento de Olorgesailie (Kenia)-Humans Origins Program, Smithsonian.

Que la vida es muy dura es cierto, tanto en 2018 como hace dos millones de años. De hecho, esta idea es la que en esencia Richard Potts, investigador de la Institución Smithsonian, y otros muchos científicos sostienen: que la historia evolutiva del ser humano está marcada por nuestra genuina capacidad de ser flexibles y de adaptarnos a un entorno cambiante, imprevisible y complejo. A vuelapluma, se puede decir que, desde que apareció el género Homo, que le da nombre a nuestra especie, Homo sapiens, varios cambios climáticos repentinos hicieron las estaciones más extremas. Mientras que muchas especies de animales se extinguieron, la imaginación junto a una tecnología y una sociedad cada vez más refinadas permitieron que los ancestros del hombre actual salieran adelante. De sobra es conocido que nada agudiza más el ingenio que el hambre.

Tres artículos publicados en la revista Science repasan uno de los episodios de esta apasionante historia de la especie humana. Una investigación dirigida por Richard Potts, otra por Alison Brooks (izquierda, de la Universidad de George Washington) y una tercera por Alan Deino (derecha, del Centro de Geocronología de Berkeley) retratan cómo hace unos 300.000 años un cambio climático fue clave en un cambio cultural crucial para el hombre. Los investigadores adelantan a los 320.000 años de antigüedad el uso de sofisticadas herramientas y pigmentos para decoración, propios del Paleolítico Medio y del pensamiento simbólico, en un momento que coincide con la edad del fósil de Homo sapiens más antiguo conocido.

«Este cambio hacia unos comportamientos muy sofisticados que implicaron mayores capacidades mentales y vidas sociales más complejas pudieron ser la vanguardia que distinguió a nuestro linaje de otros humanos tempranos», dice Richard Potts.

Las conclusiones obtenidas por los investigadores adelantan en decenas de miles de años la aparición de herramientas sofisticadas, ciertos pigmentos y evidencias de actividades comerciales entre grupos humanos, prácticas propias del Paleolítico Medio. Y las sitúan en África Oriental, en concreto en la cuenca de Olorgesailie (Kenia), donde hay un registro de millones de años de evolución humana.

Algunas de las herramientas analizadas en el yacimiento de Olorgesailie (Kenia) - Humans Origins Program, Smithsonian.

La crisis que lo cambió todo

«Lo más relevante de los estudios es que ajustan muy bien la aparición de la cultura del Paleolítico Medio a un momento, situado en los 300.000 años de antigüedad, y en el mismo punto en que ocurrió una crisis climática», explica a ABC Carlos Varea (izquierda), profesor de Antropología de la Universidad Autónoma de Madrid.

De hecho, los análisis de isótopos en los sedimentos llevados a cabo en la investigación de Potts mostraron que a hace unos 800.000 años, la región sufrió cada vez cambios más drásticos en el clima: la meteorología llevó a que aparecieran de forma alternativa llanuras inundadas, planicies secas y a veces grandes praderas de hierba. Pruebas geológicas, geoquímicas, paleobotánicas y de fauna han mostrado que la región estaba marcada por las fluctuaciones hace 360.000 años.

En medio de estos cambios, muchos grandes animales, como caballos o elefantes, desaparecieron, y fueron sustituidos en la zona por criaturas más pequeñas. De hecho, el trabajo de Brooks ha analizado los restos animales en el yacimiento y ha confirmado que estos grupos humanos subsistieron a base de pequeñas piezas.

Esto tuvo una consecuencia directa para los ancestros del hombre. Aquellos que usaban herramientas del Paleolítico Inferior, como grandes hachas y bifaces, que constituyen la llamada cultura Achelense, se encontraron con que hacía falta algo nuevo para conseguir comida y sobrevivir. En opinión de Potts, no fue la aridez sino la fluctuación de los paisajes, la que supuso un reto para los pobladores de Olorgesailie. Tal como ocurrió entonces y en momentos anteriores, «la adversidad nos hizo inteligentes», resume Varea.

Yacmiento de Olorgesailie-Humans Origins Program, Smithsonian

Mangos, armas y bonitos pigmentos

Así fue cómo progresivamente fue apareciendo una nueva práctica cultural caracterizada por herramientas más sofisticadas y especializadas: algunas estaban diseñadas para adherirse a un mango, otras podían usarse como proyectiles, y había algunas que probablemente funcionaban como raspadores o punzones.

También cambiaron los materiales de elaboración de dichas herramientas. Mientras que antes estaban hechas de piedras de la zona, a partir de ese momento empezaron a aparecer útiles de obsidiana. De hecho, en Olorgesailie se encontraron pilas donde se almacenaban miles de piezas sin tallar. Dado que la fuente más cercana de este mineral está a 24 kilómetros, los autores han concluido que había redes de intercambio de materiales entre los grupos humanos, lo que es en sí mismo otra prueba de sofisticación social.

“Tal comportamiento significa que estos humanos primitivos en particular eran capaces de desarrollar y guardar un mapa mental de su entorno físico y social, algo que requirió señales simbólicas, posiblemente pintándose la piel o tiñéndose el pelo, para indicar alianzas y conexiones entre grupos”, sostiene Potts.

¿Cuándo ocurrió esto? El trabajo de Deino ha hecho un gran esfuerzo en la datación y ha concluido que pasó hace unos 305.000 o 320.000 años.

En la región no se han encontrado restos de los individuos que tallaron aquellas rocas y hasta hace poco no se conocían fósiles de Homo sapiens con la edad de esas herramientas. Sin embargo, el hallazgo de parte de un cráneo en el yacimiento de Jebel Irhoud, en Marruecos, con 315.000 años de edad, puede dar una idea de quienes fueron los autores del cambio tecnológico descubierto en Kenia. Por aquellos vestigios “hay indicios de que la forma de la bóveda craneal está entre los homínidos del Pleistoceno medio, conocidos como Homo heidelbergensis y datados en unos 500.000 años, y los fósiles mucho más recientes de Homo sapiens de África oriental datados en 200.000 años y menos”, señala Mohamed Sahnouni (izquierda), paleontólogo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana de Burgos.

En aquel momento, también se usaban pigmentos: se han encontrado rocas verdes, marrones o blancas. Y, junto a estas, otras brillantes y exóticas, de color negro y rojo, que probablemente se usaban como señal de estatus o de identidad, según los autores de los estudios.
«No sabemos para qué se usaban los colores, pero este fenómeno es entendido por los arqueólogos como un rasgo de comunicación simbólica compleja», dice Potts. «Al igual que hoy se usan en las banderas o en la ropa para reflejar una identidad, estos pigmentos quizás ayudaron a las personas a comunicar su pertenencia a un grupo dentro de alianzas y para mantener uniones con grupos distantes».

“La implicación de estos nuevos descubrimientos en Olorgesailie, de hace más de 300.000 años, muestra que los signos de comportamiento moderno relacionados con actividades simbólicas como el uso de ocre rojo existían mucho antes de lo que se sabía”, apunta Sahnouni.
Carlos Varea destaca que estos estudios no hablan de un cambio repentino en la cultura del hombre, sino que «la transformación tecnológica fue resultado de un largo proceso que ocurrió hace unos 600.000 años».

Lo que parece claro, tal como explica Varea, es que en medio de un panorama difícil y fluctuante, donde los recursos no siempre estaban disponibles, cualidades como la inteligencia, la imaginación, la capacidad de anticipación o la movilidad resultaron muy ventajosos. El experto explica que fue así como junto a una climatología fluctuante se produjo una profunda transformación cultural y social que ocurrió a la vez que un importante cambio biológico: el que permitió el desarrollo de un versátil cerebro.

Parece ser que en Europa, tiempo después de este momento observado en el yacimiento de Olorgesailie, cambios drásticos similares impidieron a los neandertales salir adelante mientras que los sapiens sí lograban medrar.

Fuentes: abc.es | elpais.com | 16 de marzo de 2018

En el diario EL PAÍS, Manuel Domínguez-Rodrigo (izquierda), antropólogo de la Universidad Complutense, plantea algunas dudas sobre el relato presentado, y que conviene tener en cuenta:
Recuerda que hay otros yacimientos en África, como el tanzano de Ndutu, citado en uno de los artículos publicados hoy, en los que se encontraron herramientas de la Edad de Piedra intermedia aún más antiguos, de hasta 380.000 años. “Como son dataciones más antiguas, ponen en duda que sean buenas, pero creo que se deberían comprobar antes de afirmar que estas son [las herramientas de este tipo] más antiguas de África del este".

El investigador, con una amplia experiencia en yacimientos africanos, plantea también que la existencia de esta tecnología más avanzada en tiempos anteriores cuestiona que se asocie la aparición de Homo sapiens al cambio climático que se produjo hace 300.000 años. Incluso duda de que esta tecnología avanzada se deba asociar necesariamente a miembros primitivos de nuestra especie. “En los lechos de Ndutu hay tecnología MSA [de la edad de piedra intermedia] a Homo heidelbergensis”, asegura. Por último, señala que no se sabe si los pigmentos descritos en Science se usaban necesariamente de forma simbólica. “Estos pigmentos existen de forma natural asociados a sedimentos aluviales. Hay pigmentos de más de un millón de años en Olduvai y no podemos afirmar que se utilizasen de forma simbólica”, añade.

Las dudas de Domínguez-Rodrigo se deben en buena medida a la falta de piezas con las que reconstruir el rompecabezas del linaje humano. La aparición de nuevos fósiles y nuevas tecnologías han cambiado nuestra visión de los neandertales, que en pocas décadas han pasado de ser paradigma de brutalidad a convertirse en humanos de pleno derecho y parientes. El trabajo en África, la cuna de nuestra especie, excavando literalmente en nuestros orígenes, seguirá haciéndonos cambiar de opinión para conocer mejor quienes somos.

Obtienen el ADN nuclear más antiguo de África en Taforalt, Marruecos

Excavaciones arqueológicas en la Gruta de las Palomas en Taforalt, Marruecos. Crédito: Abdeljalil Bouzouggar.
Un equipo internacional de investigadores, dirigido por Johannes Krause (izquierda) y Choongwon Jeong (derecha), del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Jena, Alemania), y Abdeljalil Bouzouggar (abajo, derecha) del Instituto Nacional de Ciencias de la Arquología y el Patrimonio (Rabat, Marruecos), así como científicos de la Universidad Mohammed V, en Rabat, el Museo de Historia Natural, en Londres, la Universidad de Oxford, la Universidad Mohammed Premier, en Oujda y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, ha secuenciado ADN de individuos de Marruecos de hace aproximadamente 15.000 años, tal como se ha publicado en la revista Science. Este es el ADN nuclear más antiguo de África que se haya obtenido con éxito. Los individuos analizados, que datan de la Edad de Piedra Tardía, tenían una herencia genética que era en parte similar a las poblaciones del Cercano Oriente y en parte relacionada con las poblaciones del África subsahariana, pero no de Europa.

El norte de África es un área importante en la historia de la evolución de nuestra especie. La geografía del norte de África también la convierte en un área interesante para estudiar cómo los humanos se expandieron fuera del continente africano. Por contra, el desierto del Sahara representa una barrera sustancial para viajar hacia y desde las regiones del sur. Al mismo tiempo, es parte de la región mediterránea, pero en el pasado el mar pudo haber sido también una barrera para interactuar con otras regiones. "Una mejor comprensión de la historia de África del Norte es fundamental para comprender la historia de nuestra especie", explica el coautor Saaïd Amzazi (izquierda), de la Universidad Mohammed V, en Rabat, Marruecos.

Foto: Gruta de las Palomas en Taforalt, Marruecos.


Para abordar este panorama, el equipo observó un cementerio situado en la Gruta de las Palomas (Grotte des Pigeons), cerca de Taforalt, en Marruecos, asociado con la cultura Ibero-Mauritana (o iberomaurisiense), de la Edad de Piedra posterior. Se cree que los iberomaurisianos fueron los primeros en el área en producir pequeñas herramientas de piedra conocidas como microlitos (derecha).

"La Gruta de la Palomas es un sitio crucial para comprender la historia humana del noroeste de África, ya que los humanos modernos habitaron con frecuencia esta cueva durante períodos prolongados durante la Edad de Piedra Media y Posterior", explica la coautora Louise Humphrey (izquierda), del Museo de Historia Natural, en Londres. "Hace alrededor de 15.000 años hay evidencias de un uso muy intensivo del lugar, cuando los iberomaurisianos comenzaron a enterrar a sus muertos en la parte posterior de la cueva. Y en cuanto a su cultura material, la idea era que la elaboración de sus microcuchillas vino de la mano de la cultura Gravetiense europea".
El ADN nuclear obtenido, de 15.000 años de antigüedad, es el más antiguo recuperado en África

Los investigadores analizaron el ADN de nueve individuos de Taforalt usando métodos análiticos y de secuenciación avanzados. De este modo, fueron capaces de recuperar datos mitocondriales de siete de los individuos y datos nucleares de todo el genoma de cinco de los individuos. Debido a la antigüedad de las muestras, de aproximadamente 15.000 años, y dada la pobre preservación característica del área, esto es un logro sin precedentes. "Este es el primero y más antiguo ADN del Pleistoceno de nuestra especie que se haya recuperado en África", explica el coautor principal, Abdeljalil Bouzouggar.

"Debido a las difíciles condiciones para la preservación del ADN, relativamente pocos genomas antiguos se han recuperado en África y ninguno de ellos es anterior a la introducción de la agricultura en el norte de África". explica la investigadora, Marieke van de Loosdrecht (derecha), del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. "La reconstrucción exitosa del genoma fue posible mediante el uso de métodos de laboratorio especializados para recuperar ADN altamente degradado y métodos de análisis relativamente nuevos para caracterizar los perfiles genéticos de estos individuos".

Los investigadores encontraron dos componentes principales en el patrimonio genético de los individuos analizados. Aproximadamente dos tercios de su herencia genética están relacionados con poblaciones contemporáneas del Cercano Oriente, y aproximadamente un tercio es más similar a los africanos subsaharianos modernos, en particular a los africanos occidentales.

Los iberomaurisienses vivieron antes que los natufienses del Cercano Oriente, pero no fueron sus ancestros directos: los natufienses carecen de ADN de África. Esto sugiere que ambos grupos heredaron su ADN compartido de una población más grande que vivió en el norte de África o en el Cercano Oriente hace más de 15.000 años, advierte Krause.
En cuanto al ADN subsahariano en el genoma de los iberomaurisiensis, pudieron haberlo obtenido de los migrantes del sur que fueron sus contemporáneos. O pueden haber heredado el ADN de ancestros mucho más antiguos que lo trajeron desde el sur y se establecieron en el norte de África, donde se han encontrado algunos de los primeros miembros de nuestra especie Homo sapiens en Jebel Irhoud, Marruecos.

Foto: Restos óseos hallados en la Gruta de la Palomas y que sirvieron para recuperar ADN. Credito: Abdeljalil Bouzouggar

Ya en la Edad de Piedra las poblaciones humanas tenían vínculos que se extendían a través de los continentes

La alta proporción de ascendencia del Cercano Oriente muestra que la conexión entre el norte de África y la zona de Levante comenzó mucho antes de lo que se pensaba. Aunque las conexiones entre estas regiones se han demostrado en estudios previos para períodos de tiempo más recientes, generalmente no se creía que los humanos estuvieran interactuando a través de estas distancias durante la Edad de Piedra. "Nuestro análisis muestra que el norte de África y el Cercano Oriente, incluso en esta época temprana, formaban parte de una región sin una gran barrera genética", explica el coautor principal Choongwon Jeong.

Aunque el Sahara llegó a representar una barrera física, también hubo una clara interacción en este momento. La fuerte conexión entre los individuos de Taforalt y las poblaciones subsaharianas muestra que las interacciones a través de este vasto desierto ocurrieron mucho antes de lo que se pensaba. De hecho, la proporción de ascendencia subsahariana en los individuos de Taforalt, un tercio, es un porcentaje más alto que el encontrado en las poblaciones modernas de Marruecos y en otras muchas poblaciones del norte de África.

Foto: La coautora Marieke van de Loosdrecht recupera ADN antiguo en la sala limpia del MPI-SHH. Crédito: Vanessa Villalba

Patrimonio subsahariano de una población antigua desconocida
Aunque los científicos encontraron marcadores claros que vinculan el patrimonio genético en cuestión con el África subsahariana, ninguna población previamente identificada tiene la combinación precisa de marcadores genéticos que ostentaban los individuos de Taforalt. Si bien algunos aspectos coinciden con los modernos cazadores-recolectores Hadza de África oriental, y otros coinciden con los africanos occidentales modernos, ninguno de estos grupos tiene la misma combinación de características que los individuos de Taforalt. En consecuencia, los investigadores no pueden estar seguros exactamente de dónde proviene este patrimonio genético. Una posibilidad es que esta herencia genética pueda provenir de una población que ya no existe. Sin embargo, esta pregunta necesitaría de una mayor investigación.

"Claramente, las poblaciones humanas interactuaban mucho más con grupos de otras áreas distantes de lo que se suponía anteriormente", afirma el coautor Johannes Krause, director del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. "Esto ilustra la capacidad de la genética antigua para aumentar nuestra comprensión de la historia humana". Más estudios en esta región podrían ayudar a aclarar cuándo y cómo interactuaron estas diferentes poblaciones y de dónde vinieron.

Fuente: PHYS.ORG | 15 de marzo de 2018

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Relaciones genéticas sorprendentes en el norte de África

Anteriormente, se pensaba que los antiguos marroquíes inmigraron originalmente del sur de Europa, un error, como muestran los análisis de ADN actuales.


Foto: El equipo del Museo de Historia Natural de Londres excavando en el sector 10 de la Gruta de las Palomas, en, Taforalt, Marruecos. © Paul Berridge.

Hace 15.000 años floreció en la costa norte de África una cultura que estaba más o menos en el umbral de una nueva era en la historia humana. Aunque todavía eran principalmente cazadores-recolectores, estos cromañones africanos ya mostraban alguna forma de sedentarismo. Esta sociedad conocida hoy como Ibero-Mauritana (o iberomaurisiense), en la frontera con el Neolítico, siguió en gran medida un estilo de vida nómada.

Supuestos paralelismos con Europa

Sus casas todavía se encontraban en cuevas de piedra y salientes de roca. Sin embargo, como herramientas y armas de caza ya estaban utilizando los llamados microlitos, hojas líticas de tamaño relativamente pequeño, finamente trabajadas, o puntas de flecha o lanza.

Al mismo tiempo existía en Europa, el Magdaleniense, una cultura que fue similar en el norte de África de muchas maneras, por lo que durante mucho tiempo se supuso que existía una cierta relación entre las poblaciones del sur de Europa y el norte de África. Pero ahora un estudio muestra que, en lo que respecta a esta teoría, obviamente fue en el camino equivocado.

Foto: Depósitos arqueológicos en la Gruta de las Palomas. El cambio de las capas amarillas inferiores a las capas superiores grises marca el cambio en el uso de la cueva. © Ian.R.Cartwright Instituto de Arqueología Universidad de Oxford.

No hubo flujo de genes desde el norte

Un equipo internacional dirigido por Johannes Krause y Choongwon Jeong, del Instituto Max Planck de la historia humana en Jena extrajo de los huesos de nueve individuos, de un lugar de enterramiento llamado Gruta de las Palomas, ADN que sugiere una relación completamente diferente. Tal como afirman los investigadores en su informe de la revista Science, sus resultados contradicen la tesis de un flujo de genes desde el sur de Europa hacia el norte de África.
Las comparaciones genéticas entre los representantes de la llamada cultura Ibero-Mauritana y otros seres humanos prehistóricos y modernos, dan como resultado una conexión con el Cercano Oriente y el África subsahariana.

Fuente: derstandard.de | 15 de marzo de 2018

Los humanos modernos y los denisovanos se mezclaron varias veces

Los restos de denisovanos se hallaron en Siberia. / José Antonio Peñas / SINC

Los humanos modernos, neandertales y denisovanos coexistieron y se cruzaron, y su mezcla sigue presente en nuestro ADN. Desde que se analizó el genoma de los denisovanos en 2010 –con las pocas piezas fósiles que se hallaron: una falange y dos molares– se sabe que algunas poblaciones de Oceanía, como los papúes, indígenas de Nueva Guinea e islas cercanas, comparten hasta un 5% de su ADN con aquellos humanos.

Esto significa que se produjo un cruce entre humanos modernos y denisovanos, que incluso marcó el genoma de las poblaciones del este y el sur de Asia, que contiene un 0,2% de ADN denisovano en la actualidad. Los científicos han supuesto que la ascendencia denisovana de los asiáticos modernos se debía a las migraciones de las poblaciones de Oceanía.

Un estudio publicado ahora en la revista Cell se ha centrado en la herencia genética de estos pueblos gracias a un nuevo método de análisis basado en la información de los proyectos UK10K, 1000 Genomes y Diversidad del Genoma Simons.

El gráfico muestra cómo se produjeron las migraciones de los Denisovanos en Asia y Oceanía. / Browning et al./Cell


Los resultados demuestran que el ADN actual de los asiáticos orientales como las etnias chinas Han y Dai y los japoneses contiene ADN denisovano gracias a un segundo cruce diferente al de los pueblos de Oceanía.

“En este nuevo trabajo con asiáticos del este encontramos un segundo conjunto de ascendencia de denisovanos que no está en los sudasiáticos y papúes”, señala Sharon Browning (izquierda) autora principal del trabajo e investigadora en la Universidad de Washington (EE UU). “Este ancestro de denisovano en los asiáticos orientales parece ser algo que ellos mismos adquirieron”, añade la investigadora.

Casi 6.000 genomas bajo lupa

El equipo de científicos analizó 5.639 secuencias de genoma completo de individuos de Europa, Asia, América y Oceanía y los comparó con el genoma de los denisovanos. Así los investigadores pudieron determinar que el genoma de estos humanos arcaicos que pudieron vivir hasta hace 40.000 años está más estrechamente relacionado con la población moderna del este asiático que con los modernos papúes.

Según los expertos, los genomas de los dos grupos de humanos modernos con ancestros denisovanos –los individuos de Oceanía y los del este de Asia– son singularmente diferentes, lo que indica que se produjeron dos episodios separados de mezcla con esos humanos arcaicos: una procedente de una población cercana a los Montes Altai en Siberia –donde se encontraron los restos de denisovanos– y otra más alejada.

“Las dos poblaciones mezcladas de denisovanos estaban genéticamente diferenciadas, lo que sugiere que estaban geográficamente separadas. Puede ser que los antepasados de los asiáticos orientales se encontraron con un grupo de denisovanos que vivían en el centro o este de Asia, mientras que los oceánicos se encontraron con los denisovanos que vivían en el sur o el sureste de Asia”, detalla a Sinc la investigadora.

El objetivo de los investigadores es encontrar evidencias de otros cruces con otros humanos arcaicos. Para ello analizarán poblaciones de todo el mundo, incluidos nativos americanos y africanos para completar el panorama de la historia demográfica humana. “Estudios como este muestran que la historia demográfica humana es muy compleja”, concluye Browning.

Fuente: SINC | 15 de marzo de 2018


Denisovanos: La herencia del pasado

La existencia de los misteriosos denisovanos llegó a todos los medios de comunicación hace ocho años, cuando la revista Nature publicó los resultados del análisis del ADN mitocondrial (ADNm) de una falange humana encontrada en 2008 en el yacimiento de una cueva de los montes Altái, en Siberia. Aunque las excavaciones habían comenzado en la década de 1980 y en 2000 ya se había encontrado un molar humano, el estudio del ADNm fue decisivo para considerar la importancia de ese lugar y de los pocos restos recuperados hasta ese momento. De no ser por ese estudio, los hallazgos en las cuevas de Denisova solo habrían trascendido por las publicaciones de alguna revista menor. Nadie hablaría de estos humanos, tan misteriosos como interesantes. Pero una serie de felices circunstancias llevaron al equipo de Svante Pääbo a buscar ADN en aquellos restos. La baja temperatura de la región permitió que el ADN se conservara razonablemente bien durante 30.000-50.000 años.

Por supuesto, el hallazgo del ADNm y los secretos que ha revelado su estudio son insuficientes para nombrar una nueva especie. Esa posibilidad no se contempla en el Código de Nomenclatura Zoológica, entre otras cosas porque las especies del pasado solo pueden nombrarse a partir de los caracteres morfológicos externos e internos de los fósiles. El ADN tiene una duración limitada, como bien sabemos, y las condiciones climáticas son críticas en su conservación. El yacimiento de Denisova (y tal vez otros de la misma región) podría proporcionar fósiles más completos, que permitirían estudios comparativos. Solo entonces se podría nombrar una especie o una subespecie del género Homo, si es que se considera necesario. Por el momento, nos conformaremos con la información genética, que no es poco.

Aquel primer estudio del ADNm reveló que los habitantes de las cuevas de Denisova tenían características genéticas diferentes a las de Homo sapiens y a las de Homo neanderthalensis, a pesar de que su antigüedad les hubiera permitido coincidir con estas dos especies. Sin duda, eran humanos diferentes, pero todos ellos unidos por un antecesor común. En aquel estudio también se propuso que ese ancestro pudo vivir hace aproximadamente un millón de años. Por cierto, se consideró que el ancestro tenía que ser africano. No sabemos en virtud de que información se formuló esta hipótesis, cuando Eurasia ya estaba llena de homínidos en esa época (Homo erectus, Homo antecessor…). Pero esa es otra historia, que más tarde o más temprano acabará por resolverse.

Excavaciones en la cueva de Denisova.

Este post viene a cuento del trabajo publicado hoy mismo (15 de marzo) por Sharon R. Browining (Universidad de Washignton) y sus colaboradores en la prestigiosa revista Cell. Los autores del trabajo han utilizado bases de datos genéticos de numerosas poblaciones recientes, hasta un total de 5.639 individuos. La muestra incluye, por cierto, una pequeña representación española, formada por 107 individuos. Con un método novedoso, los autores de la investigación han podido rastrear en estas poblaciones los haplotipos (conjunto de variaciones del ADN que suelen heredarse de manera conjunta) que pudieron ser introducidos durante su hibridación con poblaciones ancestrales en tiempos remotos. Esos haplotipos, por su propia definición, se identifican con relativa facilidad y se puede seguir su rastro a través de poblaciones cada vez más antiguas, como los neandertales o los denisovanos.

Los resultados de Browning y colaboradores demuestran una vez más que las poblaciones de Eurasia y América llevamos en nuestro genoma un pequeño porcentaje de genes neandertales, producto de nuestra hibridación con ellos durante nuestra expansión fuera de África. Pero también nos vuelve a mostrar que los denisovanos se mezclaron con nosotros. La novedad reside en probar que hibridamos con los denisovanos al menos en dos episodios temporales diferentes. La población que presenta más mezcla con neandertales y denisovanos (y con diferencia sobre las demás poblaciones) son los Papúas de Nueva Guinea, aunque ellos solo recibieron el genoma de los denisovanos en un episodio de hibridación. Los japoneses y los chinos recibieron dos aportaciones de los denisovanos. Sin duda, la proximidad de estas poblaciones eurasiáticas con los montes Altái fue determinante. Es más, si pudieran obtenerse genomas de poblaciones actuales más próximas al yacimiento de Denisova seguramente se encontraría un alto porcentaje de haplotipos heredados de los denisovanos.

En cuanto a los españoles, podemos decir que los genes de los denisovanos no forman parte de nuestra herencia genética. También podemos decir que, junto a los italianos, somos quienes llevamos un porcentaje más bajo de genes neandertales en la muestra de 5.639 individuos analizados.

Muy posiblemente las poblaciones neolíticas que llegaron a Europa y en particular al extremo más occidental de Europa, trajeron consigo un porcentaje muy bajo de haplotipos neandertales. Y también es posible que los habitantes ancestrales de la península ibérica (que se mezclaron con los neolíticos llegados del Este) procedieran de una población de Homo sapiens con escaso mestizaje neandertal. En futuros trabajos seguramente sabremos mucho más sobre la genealogía ancestral de quienes hemos nacido y tenemos una larga genealogía en Iberia, el verdadero “fondo de saco” de la península europea.

Fuente: quo.es | 15 de marzo de 2018

Los neandertales curaban a sus semejantes porque sentían compasión

Reproducción de un entierro neandertal en Shanidar (Irak). Imagen: JohnConnell, Flickr.

Hace unos meses, nos hacíamos eco del análisis de los restos fósiles de un neandertal discapacitado de hace 50.000 años conocido como Shanidar 1, fueron descubiertos en 1957 durante las excavaciones en la cueva de Shanidar en el Kurdistán iraquí por Ralph Solecki, un arqueólogo estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Columbia (EE.UU.).
Lo sorprendente era que, habiendo perdido el antebrazo, teniendo una evidente cojera y siendo sordo, este individuo hubiera llegado a sobrevivir en el Pleistoceno hasta los 40 años que se estima tenía cuando falleció. La explicación es que debió recibir la ayuda de sus congéneres tanto a nivel personal como en la evitación de ataques de posibles depredadores.

Ahora, un trabajo publicado en la revista World Archeology, asegura que fue la compasión, y no el propio interés, lo que ayudó a los neandertales (Homo neanderthalensis) a aumentar su longevidad. Los investigadores de Universidad de York (Canadá), revelan que el cuidado de la salud entre los neandertales fue generalizado y altamente efectivo, contradiciendo las implantadas nociones de que eran brutales en comparación con los humanos modernos (Homo sapiens).

La autora principal, Penny Spikins (izquierda), profesora titular de Arqueología del origen humano en la universidad canadiense afirma: "Nuestros hallazgos sugieren que los neandertales no pensaron en términos de si otros podrían retribuir sus esfuerzos, sino que simplemente respondieron a sus sentimientos al ver sufrir a sus seres queridos".

La mayoría de los individuos neandertales estudiados por los arqueólogos tenían una lesión grave de algún tipo, con patologías detalladas que resaltan una variedad de condiciones y lesiones debilitantes, lo que parece indicar que los cuidados que les proporcionaban eran algo habitual. En algunos casos, las lesiones ocurrieron mucho antes de la muerte y habrían requerido de una atención personal, masajes, control de la fiebre y cuidado de la higiene, según sugiere el estudio.

El análisis de los restos de un hombre neandertal encontrado La Chapelle aux Saints, Francia (derecha), de entre 25 y 40 años en el momento de su muerte reveló un amplio catálogo de mala salud, con pérdida de gran parte de los dientes, una fractura en la región torácica y una enfermedad degenerativa en la columna vertebral, cadera y hombros. Estas dolencias habría debilitado su fuerza durante los últimos 12 meses de vida y restringido severamente su capacidad de contribuir al grupo. Sin embargo, los autores del estudio argumentan que él permaneció como parte del grupo ya que sus restos fueron enterrados cuidadosamente a su muerte.

La Dra Spikins agregó: "Argumentamos que la importancia social del patrón más amplio del cuidado de la salud ha sido pasada por alto y las interpretaciones de una respuesta interesada o calculada acerca de la atención a la salud han sido influenciadas por prejuicios sobre los neandertales como 'diferentes' e incluso brutales. Sin embargo, una consideración detallada de las evidencias, en su contexto social y cultural, revela una imagen diferente".

"El cuidado de la salud de modo organizado, informado y afectuoso, no es exclusivo de nuestra especie, sino que tiene una larga historia evolutiva", concluye la investigadora.


Un análisis de ADN de la dentadura de los neandertales, publicado en marzo de 2017, demostró que estos homínidos podían adaptarse a distintos tipos de alimentación, al tiempo que ingerían plantas y hongos con fines medicinales. Los autores de la investigación concluyen que pudieron adaptarse a distintas dietas dependiendo del entorno ocupado, así como de la disponibilidad de alimentos.

Fuente: nmas1.org | 14 de marzo de 2018
Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.