Richard Leakey, el paleoantropólogo que descubrió un esqueleto casi completo de 'Homo erectus' en 1984

Richard Leakey muestra una vasija "Nderit" reensamblada en una foto de 2016 tomada en la Estación de Investigación Turkwel del Instituto de la Cuenca de Turkana, en el lado oeste del lago Turkana de Kenia. Este intrincado estilo de cerámica en forma de cesta es un sello distintivo de los primeros pastores de África oriental. Vasijas similares encontradas en otros lugares del noroeste de Kenia tienen una antigüedad aproximada de 5.000 años. FOTOGRAFÍA DE DAVE SCHACHT, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

El explorador de National Geographic, Richard Leakey, paleoantropólogo y conservacionista que se basó en los legendarios descubrimientos de su familia para dar forma a nuestra comprensión de los orígenes humanos, murió el pasado 2 de enero a la edad de 77 años. Además de sus contribuciones científicas, Leakey también ayudó a salvar a los elefantes de África y a luchar contra la corrupción gubernamental en su Kenia natal.

Leakey, un auténtico Indiana Jones de espíritu aventurero, consiguió esquivar la muerte en numerosas ocasiones -una fractura de cráneo en su infancia, fallos renales y hepáticos que requirieron trasplantes, palizas en público y un accidente de avión- antes de fallecer en su casa de las afueras de Nairobi. No se ha facilitado la causa de la muerte.

"Era Richard Leakey, un hombre de acción", dijo la biógrafa de la familia, Virginia Morell. "No podía quedarse quieto. Siempre tenía que estar haciendo algo".

En esta imagen de 1972, Richard Leakey (centro) y su ayudante de campo Bernard Ngeneo (derecha) empaquetan fragmentos de un cráneo de homínido encontrado en los sedimentos de la orilla oriental del lago Turkana de Kenia. FOTOGRAFÍA DE ROBERT I.M. CAMPBELL, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

El segundo de los tres hijos de los famosos cazadores de fósiles Louis y Mary Leakey, primero rechazó, y luego adoptó, el trabajo de su vida. Más tarde se dedicó a la conservación y a la política "para ser visto como alguien separado de los logros de sus padres", dijo Morell. "Quería tener los suyos propios". Se hizo famoso por sus diversos intereses: En 1994, Leakey ganó la Medalla Hubbard, el más alto honor de la National Geographic Society, "por proteger la vida salvaje de la Tierra e iluminar los orígenes de la humanidad".

Nacido Richard Erskine Frere Leakey en Nairobi (Kenia) el 19 de diciembre de 1944, nieto de misioneros ingleses, Leakey creció escarbando en la tierra de la garganta de Olduvai, en África oriental, junto a sus padres cazadores de fósiles. Tenía sólo seis años cuando encontró su primer fósil, la mandíbula de un cerdo gigante extinguido.

A pesar de su educación práctica, Leakey no tardó en desarrollar su característica vena rebelde, abandonando la escuela a los 16 años para iniciar un negocio basado en la captura de animales salvajes cuyos esqueletos luego vendía a universidades y museos. El joven empresario pronto obtuvo su licencia de piloto y comenzó a dirigir safaris fotográficos aéreos para turistas.

En esta imagen de 1969, Richard Leakey (izquierda) y su padre Louis Leakey examinan el cráneo fósil de un antiguo mono recuperado en el yacimiento de Koobi Fora, en el lago Turkana. FOTOGRAFÍA DE GORDAN GAHAN, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

Poco a poco, Leakey volvió a sus raíces de cazador de fósiles, aunque en su propio terreno. En 1967, volando entre el valle del Omo en Etiopía y Nairobi, miró hacia abajo y vio una gran zona de roca sedimentaria a orillas del lago Turkana. Leakey tuvo una corazonada sobre la cuenca que había debajo, y durante los 20 años siguientes, con la financiación de la National Geographic Society, él y su "Pandilla de los Homínidos" de cazadores de fósiles kenianos demostraron que esa corazonada era correcta. Su tesoro de artefactos llegó a rivalizar con los descubrimientos de sus padres, e incluso a superarlos.

"Hizo de África Oriental el campo de juego central para el estudio de la evolución humana", dijo Lawrence Martin, director del Instituto de la Cuenca del Turkana, que Leakey cofundó en el lago Turkana en colaboración con la Universidad Stony Brook de Nueva York (Estados Unidos). "Por suerte, buena fortuna, buena organización y mucho trabajo, dio con un lugar que resultó ser la veta madre".

Un joven Richard Leakey raspa hábilmente la roca del hueso de la pata de un caballo fósil en la excavación de sus padres en la garganta de Olduvai, Tanzania. El colmillo de un hipopótamo extinto se encuentra en el primer plano de la izquierda. FOTOGRAFÍA DE ROBERT SISSION, NAT GEO IMAGE COLLECTION.

Las excavaciones de Leakey desenterraron herramientas de la Edad de Piedra de hace 1,9 millones de años y restos de los primeros seres humanos. El descubrimiento más famoso de su equipo se produjo en 1984 en Nariokotome, en Kenia, cuando sacaron a la luz el esqueleto casi completo de un Homo erectus, u Homo ergaster, joven que murió hace 1,6 millones de años. "Turkana Boy" (derecha) sigue siendo el esqueleto humano primitivo más completo jamás encontrado y fue objeto de un especial de National Geographic en 2012, "Bones of Turkana".

"Empezamos a darnos cuenta con cierta claridad de que habíamos hecho un descubrimiento extraordinario", dijo Leakey.

A los 25 años, de vuelta al negocio familiar, Leakey fue nombrado director del Museo Nacional de Kenia y trabajó durante las tres décadas siguientes para transformarlo en una institución de investigación de categoría mundial. Orgulloso de ser keniano, insistió en que los tesoros del país se quedaran en él, una política que "molestó a muchos científicos mayores que estaban acostumbrados a venir a Kenia y hacer lo que querían bajo el régimen colonial", dijo Morell.

En 1970, Leakey se casó con la zoóloga Meave Epps, quien, junto con su hija Louise, continuaría en el negocio familiar de la caza de fósiles mucho después de que él cambiara de rumbo. Ellas, junto con otra hija, Samira, y Anna, una hija del primer matrimonio de Leakey, le sobreviven (Meave Leakey es Exploradora General de la National Geographic Society y recibió la Medalla Hubbard de la Sociedad en 2016).

En esta imagen de archivo, Richard Leakey y Meave Epps examinan fósiles en una ladera rocosa cerca de la orilla noreste del lago Turkana mientras intentan reconstruir un homínido primitivo. FOTOGRAFÍA DE BIANCA LAVIES.

Richard Leakey comenzó una nueva carrera en 1989 cuando el presidente de Kenia, Daniel arap Moi, lo nombró para dirigir lo que se convertiría en el Servicio de Vida Silvestre de Kenia (KWS). Apasionado de la conservación, pronto organizó una enorme hoguera con 12 toneladas de marfil confiscado en el Parque Nacional de Nairobi. El espectáculo -y las controvertidas órdenes del Presidente Moi de que los guardabosques dispararan a los cazadores furtivos en cuanto los vieran- ayudó a salvar las poblaciones de elefantes y rinocerontes de Kenia y llevó, durante un tiempo, a la prohibición de todo comercio de marfil. También hizo que la comunidad internacional enviara cientos de millones de dólares a Kenia para la conservación de la fauna.

Nada de esto fue posible sin ganarse algún que otro enemigo político. En 1993, aunque él lo sospechaba y nunca pudo demostrar que fuera un sabotaje, el avión de Leakey se estrelló tras experimentar un repentino fallo en el equipo. Le amputaron las dos piernas por debajo de las rodillas.

En medio de acusaciones de corrupción en el KWS por motivos políticos, Leakey no tardó en dimitir y decidió formar su propio partido de oposición, Safina. Después de esperar dos años para el reconocimiento oficial y de soportar la constante vigilancia del gobierno, las amenazas de muerte e incluso una flagelación pública por parte de los partidarios de Moi, fue elegido para el parlamento en 1997.

Richard Leakey, junto al que fuera presidente de Kenia, Daniel arap Moi, antes de incinerar toneladas de marfil incautado. SIEGFRIED MODOLA / REUTERS

Leakey, que en una ocasión comentó que "la presión probablemente me conviene", soportaría más altibajos políticos antes de dejar el Gobierno en 2001. En 2015, el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, nombró a Leakey presidente de la junta directiva del KWS, cargo que ocupó durante tres años.

"En nombre del pueblo de Kenia, de mi familia y en el mío propio, envío mis más sentidas condolencias y pésame a la familia, los amigos y los asociados del doctor Richard Leakey durante este difícil período de duelo", dijo Kenyatta en un comunicado. "Que Dios Todopoderoso conceda al alma del Dr. Richard Leakey el descanso eterno".

En los últimos años de Leakey, además de trabajar con el Instituto de la Cuenca del Turkana, cofundó WildlifeDirect para salvar especies en peligro de extinción en el Parque Nacional de Virunga, en la República Democrática del Congo, y desempeñó un papel clave en Transparencia Internacional, una organización mundial dedicada a la lucha contra la corrupción. Aunque continuó como conferenciante público, pasó más tiempo en su granja cerca de Nairobi, donde cuidaba sus viñedos y producía vinos Pinot Noir y Chardonnay.

"Su legado es enorme en muchos campos, no sólo en el de los estudios sobre la evolución humana", dijo Morell. "Era una fuerza a tener en cuenta".

Fuente: nationalgeographic.es | 3 de enero de 2022

Los grupos humanos del Paleolítico colonizaron nuevas áreas y adoptaron nuevas técnicas coincidiendo con los cambios climáticos

Nuestros ancestros paleolíticos colonizaron nuevas áreas y adoptaron nuevas técnicas para hacer frente a grandes cambios medioambientales. Así lo ha desvelado un equipo internacional de arqueólogos, liderado por Aitor Ruiz-Redondo, investigador Juan de la Cierva en el Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza, tras analizar el poblamiento humano en la cuenca del Adriático durante el Último Máximo Glacial y el Tardiglaciar (c. 35.000-12.000 años antes del presente).
Los resultados de la investigación revelan las estrategias que adoptaron los grupos humanos del Paleolítico para hacer frente a grandes cambios medioambientales. Entre ellas, la migración hacia las nuevas zonas costeras y la colonización de los espacios de montaña sub-alpinos.

El investigador Aitor Ruiz-Redondo. UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA

La cuenca del Adriático resulta un entorno privilegiado para observar las adaptaciones de los grupos humanos a los cambios climáticos debido a su particular geografía. Por un lado, toda la mitad norte de lo que ahora es el mar Adriático es muy poco profunda, por lo que durante los momentos de máxima glaciación fue una llanura emergida.

Por otro, la relativa cercanía de los Alpes, Apeninos y Alpes Dináricos provoca que durante algunos periodos un porcentaje significativo de la superficie de la cuenca adriática estuviera ocupado por glaciares. Así, a lo largo del periodo analizado, el territorio disponible en la gran llanura central se fue reduciendo por el aumento del nivel marino, mientras que la zona habitable en los piedemontes se fue ampliando a medida que retrocedieron los glaciares.

En el estudio, publicado en la revista líder Quaternary Science Reviews, se han analizado todas las dataciones radiocarbónicas disponibles para el periodo, un total de 278 provenientes de 66 yacimientos arqueológicos de Italia, Eslovenia, Croacia, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Albania y Grecia.

Distribución de todos los yacimientos incluidos en la base de datos del estudio.

Los resultados muestran, por un lado, un incremento exponencial de la población a partir del Último Máximo Glacial en las áreas emergidas en la actualidad, posiblemente provenientes de la cada vez más reducida llanura adriática.

Por otro, una rápida colonización de los espacios de montaña liberados por la recesión de los glaciares. Por último, los periodos de adopción de determinadas innovaciones técnicas coinciden con los de otras zonas europeas, por lo que se puede deducir la existencia de redes de contactos e intercambios con estas, bien de ideas y conocimientos o directamente poblacionales.
Este tipo de investigaciones arqueológicas puede no ser solo útil para el estudio del pasado, sino también de ejemplo de cómo los seres humanos nos adaptamos a cambios climáticos y medioambientales drásticos, como el que se nos presenta en la actualidad.

Aitor Ruiz-Redondo es investigador Juan de la Cierva-incorporación del Instituto Universitario de investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) y del Dpto. de Ciencias de la Antigüedad de la Universidad de Zaragoza e investigador asociado de las universidades de Southampton (Reino Unido) y Burdeos (Francia). En el estudio han participado investigadores de las universidades de Southampton (Reino Unido), Bournemouth (Reino Unido), Zagreb (Croacia), Ferrara (Italia), el Instituto de Arqueológico de Austria y el Servicio de Arqueología del Departamento de Var (Francia). La publicación está accesible online en Open Access gracias a un convenio de la Universidad de Zaragoza.

Fuente: Universidad de Zaragoza | 3 de enero de 2022

Un nuevo análisis data los cascos de Viksø (Dinamarca): no son de origen vikingo y se especula con una posible influencia mediterránea

Los cascos de Viksø, con cuernos elaborados, se han asociado con los vikingos medievales. Pero un nuevo estudio fija su fecha alrededor del 900 a. C., más de mil años antes que cualquier vikingo. Crédito de la imagen: Museo Nacional de Dinamarca.

Dos cascos de bronce espectaculares decorados con cuernos curvos en forma de toro pudo haber inspirado, más de 1.500 años después, de que los vikingos usaban cuernos de toro en sus cascos, aunque no haya evidencia de que alguna vez lo hicieran. En realidad, los dos cascos eran probablemente emblemas del creciente poder de los líderes en la Escandinavia de la Edad del Bronce, tal como se sugiere en un nuevo estudio publicado en la revista Praehistorische Zeitschrift.

En 1942, un trabajador que cortaba turba para combustible descubrió los dos cascos -que lucen "ojos" y "picos"- en un pantano en Brøns Mose, cerca de la ciudad de Viksø (también deletreada Veksø) en el este de Dinamarca, a unos pocos kilómetros al noroeste de Copenhague. El diseño de los cascos sugirió a algunos arqueólogos que los artefactos se originaron en la Edad del Bronce nórdica (aproximadamente desde 1750 a.C. hasta 500 a.C.), pero hasta ahora no se había logrado obtener una datación firme. En el nuevo estudio realizado, un equipo de investigadores ha llevado a cabo una medición cronológica mediante radiocarbono de un tapón de alquitrán de abedul encontrado en los cuernos de uno de los cascos.

"Durante muchos años, en la cultura popular, la gente asoció los cascos de Viksø con los vikingos", dice Helle Vandkilde (izquierda), arqueóloga de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. "Pero, en realidad, es una tontería. El tema de los cuernos es de la Edad del Bronce y se remonta al antiguo Oriente Próximo".

La nueva investigación de Vandkilde y sus colegas confirma que los cascos fueron depositaron en el pantano de Brøns Mose alrededor del año 900 a. C., hace casi 3.000 años, y muchos siglos antes de que los vikingos o los nórdicos dominaran la región.

Eso hace que los cascos daten de finales de la Edad del Bronce nórdica, una época en la que los arqueólogos creen que el comercio regular de metales y otros artículos se había vuelto común en toda Europa, al tiempo que las ideas extranjeras estaban influyendo en las culturas indígenas.

Una inscripción recuerda el lugar donde se descubrieron los cascos | Orf3us en Wikimedia Commons

Cascos con cuernos

Cuando se descubrieron por primera vez los fragmentos embarrados de los cascos, el hombre que los encontró pensó que eran trozos de basura enterrada, por lo que los dejó a un lado. Más tarde, un capataz observó los fragmentos y los almacenó en un cobertizo para su posterior examen. Análisis posteriores realizados por arqueólogos del Museo Nacional de Dinamarca mostraron que tales fragmentos eran, en realidad, partes de dos cascos de bronce decorados con cuernos curvos. Al excavar el pozo de turba, los investigadores también encontraron los restos de una plataforma de madera sobre la que parecía haber estado los cascos, lo que sugería que podrían sido depositados deliberadamente en el pantano a modo de ofrendas o exvotos.

Ambos cascos son casi idénticos en su diseño. Están hechos de bronce con un alto contenido de estaño (un 16,8 por ciento), y se asemejan a los cascos de la Cultura de los Campos de Urnas encontrados en otros lugares de Europa entre el Danubio y el Báltico, e incluso en la península ibérica. Están formados por dos piezas martilladas y unidas con remaches mediante una costura que iba de delante a atrás en la parte superior, rematada con una cresta. Cada extremo de ésta termina en un gancho que apunta hacia abajo, y que quizá representa el pico de un ave rapaz. En el centro de la cresta hay una ranura profunda en la que se podían montar plumas o mechones de pelo, y en la placa transversal que atraviesa la cresta hay también pequeños soportes cilíndricos para plumas o mechones, uno a cada lado.

Los cuernos están firmemente remachados con la ayuda de accesorios circulares fijos y tienen forma de S, con un giro similar a los cuernos de un toro o a los de un lur (un instrumento de viento utilizado en Escandinavia durante la Edad del Bronce). Curiosamente los lur también se suelen encontrar por parejas en antiguos pantanos. Las sagas islandesas dicen que estos lur eran instrumentos de guerra que servían para reunir a las tropas y asustar al enemigo.

Los investigadores creen que los cascos de Viksø estaban elaboradamente decorados con plumas, una melena de pelo de caballo y el pico y los ojos redondos de un pájaro, además de los cuernos de toro curvados. THOMAS BREDSDORFF / MUSEO NACIONAL DE DINAMARCA.

Datación por carbono-14

Pero el metal no se puede fechar de manera fiable, y una investigación adicional sugirió que la plataforma de madera podría haber sido colocada en el pantano antes que los cascos. No fue hasta 2019 que una colega de Vandkilde, Heide Wrobel Nørgaard (izquierda), vio alquitrán de abedul en los cuernos de uno de los cascos cuando se estaba preparando para tomar nuevas fotografías de los mismos en el Museo Nacional de Dinamarca.

"Ella notó que había material orgánico en los cuernos de un casco y habló con el responsable de la colección en el Museo Nacional, y acordaron tomar una muestra a fin de enviarla a un laboratorio y obtener una datación más segura", explica Vandkilde.

"Anteriormente, cualquier información sobre los cascos se basaba en su tipología, esto es, el estilo en el que estaban hechos y los símbolos con los que se habían decorado. Pero la nueva datación se basa en la desintegración radiactiva del isótopo de carbono-14, el cual puede determinar cuándo se originó la materia orgánica. Este método ha permitido determinar cuándo se crearon los cascos y teorizar sobre su propósito".

"La tipología es a menudo un buen primer paso, hablando en términos cronológicos, pero es mucho mejor cuando podemos obtener una datación más segura, tal como podemos hacer con el carbono-14. Y ahora sabemos, con esta nueva datación, que los cascos fueron depositados en la ciénaga quizás por alguien que estaba encima de una plataforma de madera, alrededor del 900 a.C.", añade Vandkilde.

Cascos con cuernos de la Edad de Bronce de Brøns Mose en Viksø (Veksø), en Zelanda, Dinamarca. Se exhiben en el Nationalmuseet (Museo Nacional de Dinamarca) en Copenhague. Wikimedia Commons.

Simbolismo del sol

Además de sus prominentes cuernos, los cascos de Viksø están adornados con símbolos que parecen los ojos y el pico de un ave de presa. Un plumaje, que se ha erosionado desde entonces, probablemente estaba pegado en los extremos de los cuernos con alquitrán de abedul, y cada casco también pudo haber tenido una especie de cola caballo, tal como se ha dicho.

Tanto los cuernos de toro como la decoración de un ave de rapiña eran probablemente símbolos del Sol, ya que se ha encontrado iconografía similar de la época en otras partes de Europa, como en la isla mediterránea de Cerdeña y en el suroeste de Iberia. "Estos elementos, ciertamente, no son una coincidencia; debió haber algún tipo de conexión con estas zonas mediterráneas", asevera Vandkilde.

La presencia del barco solar haría referencia a un mito central en las concepciones religiosas de la Edad de Bronce, el del viaje eterno del Sol, que da vueltas y vueltas en la nave solar tirada por un caballo, que es el más noble y sagrado de los animales. El caballo estaría representado en los cascos en forma de la crin que se inserta en la ranura de la cresta.

En este sentido, es posible que la simbología del culto al Sol haya llegado, a través de una ruta marítima, a Escandinavia desde el Mediterráneo y a lo largo de la costa atlántica, la cual fue utilizada por los fenicios en su actividad comercial después de aproximadamente el año 1000 a. C., e independientemente de la floreciente ruta comercial transalpina, mantienen los investigadores.

Conjunto de de representaciones de cascos con cuernos. A. Iberia: 1. El Viso I, Córdoba, H. 121 cm (H. Vandkilde photo, Museo Arqueológico Nacional, Madrid), 2. Esparragosa de Lares, Badajoz, H. 176 cm (Pavón Soldevilla/Duque Espino 2010, Fig. 4); B. Ecandinavia: 3. Petroglifos Lövsåsen Tanum SHFA (Ling/Bertilsson 1994), 4. petroglifo de Vestrup Mark con miniaturas de gemelos, 5. Cascos de Viksø, Sealand (cortesía del Museo Nacional de Dinamarca (Foto de Lennart Larsen, bajo licencia CC BY-SA 4.0), 6. Dos esculturillas procedentes de la colección Grevensvænge, Sealand, (cortesía del Museo Nacional de Dinamarca; (Foto de Lennart Larsen bajo una licencia CC BY-SA 4.0); C. Cerdeña: 7. Escultura de un guerrero con un casco con cuernos procedente de Monte Parma (Foto de H. Vandkilde, Museo Arqueologico Nacional de Cagliari), 8–9. Bronces realizados por el llamado 'artista de los ojos redondos', procedente de la tradición Uta-Abini (Lilliu 1966). No están a escala.

Cascos de otros contextos

Los cascos con cuernos no son raros en yacimientos de la Edad del Bronce en contextos mediterráneos asociados a los Pueblos del Mar, y algunos han aparecido también en Oriente Próximo. Determinados investigadores creen que, en este caso, los cascos son de fabricación escandinava, mientras que otros sugieren que pueden haber sido importados de la península itálica, ya que la forma de los cuernos recuerda a los uros (Bos primigenius). Europa Central o el norte de Alemania también se han propuesto como lugares de su origen.

Según indica la reseña del propio Museo Nacional de Copenhague, donde se guardan, el artesano que los fabricó tenía una gran influencia de los trabajos en bronce de la zona oriental de los Alpes. Asimismo, numerosas tallas rupestres, sobre todo en el oeste de Suecia, muestran a hombres que llevan cascos con cuernos.

También se los ha relacionado con el motivo de los gemelos divinos, un tema recurrente en las religiones protoindoeuropeas, cuyos ejemplos más conocidos incluyen a los Dioscuros griegos, Cástor y Pólux, o a los gemelos romanos Rómulo y Remo.

Figuras de la colección Grevensvænge (Dinamarca). Wikimedia Commons.

En este sentido, los cascos se parecen mucho a los que portan unas esculturillas de bronce datadas entre 800 y 500 a.C. encontradas en la misma isla, en el municipio de Næstved, Zelanda, Dinamarca, a finales del siglo XVIII, las figuras de Grevensvænge. Son siete figuras de guerreros que llevan unos cascos con cuernos y portan hachas, uno de ellos haciendo lo que parece una acrobacia. Cinco de ellas se han perdido, y el conjunto se interpreta como representación de Alcis, los gemelos divinos adorados por la tribu germánica de los Naharvalos.

Entre estos últimos se muestra una arboleda de santidad inmemorial. Un sacerdote vestido de mujer está a cargo de él. Pero las deidades se describen en lenguaje romano como Cástor y Pólux. Tales son los atributos de la divinidad, cuyo nombre es Alcis. No tienen imágenes ni, de hecho, ningún vestigio de superstición extranjera, pero es como hermanos y como jóvenes que las deidades son adoradas.

Tácito. Germania, 43

Las tres zonas geográficas con representaciones de cascos con cuernos analizadas en el nuevo estudio: Cerdeña, suroeste de Iberia y sur de Escandinavia, con sitios clave seleccionados indicados en amarillo. (De Gruyter / Praehistorische Zeitschrift).

Su función era meramente ritual y simbólica

"Hay que decir, por otra parte, que no hay indicios de que los cascos de Viksø se hubieran utilizado alguna vez para la guerra, pues generalmente se llevaba a cabo la misma, en la Escandinavia de la Edad del Bronce, con solo cascos rudimentarios o sin cascos en absoluto. Nunca fueron utilizados para la batalla", advierte Vandkilde.

"En cambio, los jefes de las comunidades o pueblos de la zona probablemente usaban estos cascos como símbolos de autoridad en un momento en que la región se estaba volviendo más politizada y centralizada".

"Hay muchas señales de esto, y nuestra nueva datación de los cascos de Viksø realmente se adapta muy bien a estas circunstancias, es decir, a esta imagen de centralización cada vez mayor y a un incremento del liderazgo político", dice Vandkilde. "Esos líderes debieron haber empleado determinadas creencias religiosas e introducido rasgos innovadores, como los cuernos de estos cascos, para subrayar y reflejar la imagen de su creciente poder. Su función era meramente ritual y simbólica".

Vandkilde y sus colegas sugieren que el "sombrero de poder" y sus primos o semejantes con cuernos comunicaban autoridad sobrenatural al recurrir a imágenes e ideas importadas del Mediterráneo junto con el cobre y el estaño empleados para hacer bronce. Los cascos probablemente fueron utilizados durante generaciones por los líderes reinantes, proponen.

Discrepancia

Sin embargo, no todo el mundo está convencido. Nicola Ialongo (izquierda), arqueólogo de la Universidad Georg August de Göttingen, dice que el estudio deja muchas cosas sin explicar. Si había una ruta comercial atlántica muy transitada que unía el Mediterráneo con el extremo norte, argumenta, ¿por qué se encuentran cascos con cuernos y otra iconografía en Cerdeña y Escandinavia, pero no en Bélgica, Francia, el Reino Unido o los Países Bajos? "Incluso si se asume que los comerciantes marineros fueron directamente de Cerdeña a Escandinavia, deberían haberse detenido en el camino".

Fuentes: livescience.com | labrujulaverde.com | science.org | 6 de enero de 2022

Un mustélido desenterró en una cueva de Asturias el mayor conjunto de monedas romanas del norte de España, que varios expertos califican de “excepcional”

Monedas romanas halladas en La Cuesta de Berció (Asturias). CONSEJERÍA DE CULTURA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

El invierno de 2021 fue cruelmente duro en la península ibérica. La borrasca Filomena había cubierto de nieve buena parte de España, por lo que al tejón le resultaba sumamente difícil encontrar bayas, lombrices o pequeños invertebrados para comer. Salió entonces de su madriguera en el interior de la gruta de La Cuesta (Berció, Grado, Asturias) a escarbar e introdujo sus patitas en una pequeña grieta abierta junto a su refugio. No encontró nada para alimentarse, solo un conjunto de piezas metálicas. Estaban duras y frías, así que abandonó algunas frente a su guarida. Poco después, Roberto García, vecino de la zona, y dos arqueólogos que visitaban la cueva hallaron el resultado de la desesperada excavación del mustélido, según su hipótesis principal.

El 5 de abril del año pasado comenzaron los trabajos de investigación con el apoyo de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias. El informe El tesorillo tardorromano de la cueva de La Cuesta de Berció (Grado, Asturias). Primeras valoraciones en su contexto cantábrico desvela lo que el pequeño tasugo omnívoro halló realmente: el mayor tesorillo de monedas romanas del norte de España en una cueva. Un total de 209 piezas, de entre los siglos III y V d. C, algunas procedentes de las lejanas cecas de Londres o Antioquía, que alguien escondió en la cueva ante la inminente llegada de los suevos, un pueblo germánico que invadió la Península en el 409 procedente de l...

Tres arqueólogos trabajan en el lugar donde se ha hallado el tesorillo astur-romano de La Cuesta de Berció (Asturias). CONSEJERÍA DE CULTURA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

Señala el informe de los expertos Alfonso Fanjul Peraza, Alberto Ceballos Hornero, Antonio Juaneda Gavelas, Emilio Muñoz Fernández, Roberto García Flórez y Carmen Llamosas San Miguel, y que acaba de ser publicado por los Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, que la cavidad de Berció se adentra 16 metros en una pared del río Nalón. Esta oquedad, a la que se accede por una ladera arcillosa muy inclinada y cubierta de bosque, “siempre fue acosada por los llamados ayalgueros o cazatesoros, que buscaban lo que desde el siglo XVIII se conoce como la gruta de un rey bárbaro llamado Godulfo, monarca que solo reinó en la imaginación popular.

Reversos de piezas n.º 134, 135 y 136 (dos victorias. Constans o Constancio II 342-348 d. C.

Los especialistas creen que las piezas encontradas junto a la madriguera son solo “un depósito secundario, procedente de un depósito de piezas mayor, hoy inexistente, del cual una parte cayó a través de una grieta sumidero al suelo. Se encontraban, por lo tanto, en una poza vertical natural estrecha que, vaciada en su tramo inferior por el animal, había sacado desde la entrada de la madriguera parte del depósito, quedando más piezas en la parte profunda”.

El sumidero tiene una profundidad de unos 40 centímetros. Al excavarlo, los arqueólogos exhumaron más monedas, hasta un total de 209. Su cronología abarca desde mediados del siglo III hasta una pieza acuñada en época de Valentiniano III, en el año 430. “Este marco temporal nos permite fechar el depósito, de momento, y a falta de nuevas excavaciones en el interior y exterior de la cavidad, en la segunda mitad del siglo V d. C. Un momento interesante de la expansión sueva en el noroeste peninsular, siendo la zona de Grado un área límite del territorio astur-romano”, sostiene Alfonso Fanjul (izquierda).

En los años treinta del siglo pasado, también en el valle de Grado, se halló el llamado tesoro de Chapipi, 14 monedas de oro de la época de Constantino (reinó entre el 306 y el 337), así como un anillo del mismo material. “Esta acumulación de importantes hallazgos, siendo prudentes, podría responder a ese contexto de intensa conflictividad en un territorio de frontera”, añade Fanjul. Es decir, y como ocurrió en otras partes de la Península y en diferentes siglos, cuando el invasor o el enemigo se acercaba, los dueños de las monedas las ocultaban en los lugares más insospechados para, una vez pasado el peligro, recuperarlas. Pero no siempre lo lograban.

Reverso de pieza n.º 131. Follis de Constantino realizado en Londinium (Londres), única pieza de esta ceca en todo el conjunto.

El conjunto desenterrado por el tejón está muy desgastado, “salvo en las emisiones de mayor calidad, como son las producciones orientales, y de forma excepcional uno de los tres follis encontrados [moneda de la Antigua Roma introducida alrededor de 294 por el emperador Diocleciano]. Se trata de una pieza de bronce, con un peso de entre ocho y 10 gramos, con un 4% aproximado de plata, que procede de la ceca de Londres”. El resto de las monedas, excepto tres, son centenionales, las de menores dimensiones del imperio. Proceden de cecas de Antioquía, Constantinopla, Tesalónica, Arlés, Lyon, Roma o el Adriático. Todo lo excavado está siendo sometido, en la actualidad, a un proceso de limpieza en el Museo Arqueológico de Asturias.

Dos arqueólogos trabajan directamente en la oquedad que escarbó el tejón en La Cuesta de Berció, en Asturias. CONSEJERÍA DE CULTURA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

El informe añade que el depósito de piezas rescatado es, no obstante, una mínima parte de “un conjunto monetario mucho mayor, hoy desaparecido, tal como demuestra el haber encontrado varias monedas en distintas zonas de la cavidad. Su localización acumulada en el sumidero se debe al abandono, erosión natural o el uso ganadero”.

Reverso laureado de Constancio II con ceca en Antioquía del tesoro de la cueva de La Cuesta.

Los arqueólogos anuncian que el número de monedas en la cueva puede ser incluso mayor, ya que solo han realizado la primera fase del rescate de emergencia. De hecho, a falta de las pruebas de laboratorio, solo pueden asegurar que el tesorillo se ocultó a mediados del siglo V, aunque podría ser un par de siglos posterior. Si fuese del siglo V, tienen claro que se ocultó en “un contexto de inestabilidad política debido a la expansión sueva en la mitad occidental de la actual Asturias, donde el territorio entre el río Nalón y el Narcea parece constituir un espacio fronterizo entre el poder suevo y la sociedad astur-romana. Sea como fuere, la cantidad de monedas recuperadas, así como el indudable interés arqueológico del momento de transición a la génesis altomedieval, hacen del tesorillo descubierto en Berció un hallazgo excepcional”. Aunque, de momento, solo el tejón puede saber dónde se encuentra el resto del tesoro.

Fuente: elpais.com | 8 de enero de 2022

20.000 romanos contra 40.000 íberos: localizan el posible escenario de la Batalla de Ampurias (Gerona)

Un equipo de arqueólogos en la sierra de Ventalló buscando el escenario de la Batalla de Ampurias. MUSEO DE ARQUEOLOGÍA DE CATALUÑA (MAC).

En el año 195 a.C., ante la antigua ciudad griega de Ampurias, el mar se llenó de velas. Eran las naves romanas que traían a unos 24.000 hombres de infantería, unos 1.600 de caballería, y todo el avituallamiento necesario para mantenerlos y para el combate. El cónsul Marco Porcio Catón, el Censor, estaba al frente de las tropas y su misión era acabar con la rebelión íbera que se había iniciado hacía dos años, en el nordeste de Hispania, contra la creación de la provincia romana Citerior. Primero, los romanos construyeron un campamento junto a Ampurias y, semanas después, recorrieron cuatro kilómetros hasta montar un segundo campamento, cerca del mar, donde actualmente está la playa de Riells (La Escala).

Cuando ya estaban preparados, Catón y sus hombres se pusieron en marcha a medianoche, desde Riells, y se plantaron a primera luz ante el campamento íbero. Había poca luz, por lo cual los íberos no debían de tener claro ni siquiera quién se les echaba encima. El ataque por sorpresa organizado por Catón, que nunca dejaba nada al azar, funcionó: los romanos derrotaron a los íberos después de un día de batalla y Roma ya no se tuvo que preocupar nunca más por los rebeldes, al menos en la zona nordeste peninsular.

Después de más de dos años de investigación, el equipo de arqueólogos que lidera el Museo Arqueológico de Cataluña, y del cual forman parte investigadores de la Universidad de Gerona (UdG) y la empresa BACHE Prospección Arqueológica, cree que tiene localizados tres escenarios relacionados de una manera u otra con la Batalla de Ampurias, que sofocó la rebelión íbera. A partir de aquí podrán saber muchas más cosas de cómo fue el enfrentamiento. Uno de los escenarios localizados es el segundo campamento, en Riells, donde los hombres de Catón se prepararon para el ataque, después de obtener información fiable sobre dónde había acampado el enemigo, en total unos 40.000 guerreros, provenientes de diferentes puntos de las actuales Cataluña y Aragón, que se habían unido contra Roma.

Mapa con los tres puntos clave de la batalla. EDUARD FORROLL.

El campamento romano de Riells no era improvisado, estaba bien condicionado y tenía acceso a las naves desde donde recibía el avituallamiento. El segundo y tercer punto estarían estrechamente relacionados: el campamento íbero, donde los guerreros tuvieron un terrible despertar cuando, bien temprano, las formaciones romanas, que los habían rodeado sigilosamente, se les aparecieron a un palmo de la cara, y el escenario de la batalla sería la zona occidental a partir de las sierras de la Cruz y de Ventalló, y de la montaña de Santo Grau. Es decir, el lugar donde íberos y romanos se lanzaron dardos y jabalinas y, después, espada en mano, se enfrentaron cuerpo a cuerpo.

La importancia de las sandalias

El próximo verano se empezarán las prospecciones. "Creemos que encontraremos armas arrojadizas, como lanzas y jabalinas, proyectiles, los objetos que llevaban los combatientes encima, desde hebillas de cinturón hasta monedas y botones pasando por colgantes", detalla Jordi Principal (izquierda), que lidera el proyecto.

Otro elemento importante, que esperan encontrar, son clavos de sandalias romanas: "Fueron 20.000 hombres y los clavos se van cayendo, no se trata tan solo de localizarlos y recogerlos sino de georreferenciarlos y, a partir de allí, poder reconstruir la batalla", añade Principal. Es lo que se ha hecho con otras batallas célebres, como la Batalla de Baecula, en Jaén. En otros casos, como Waterloo, que enfrentó a las tropas imperiales francesas de Napoleón Bonaparte con las fuerzas angloprusianas comandadas por Wellington, se han georreferenciado balas de plomo.

Hasta que no empiecen las prospecciones, sin embargo, no se podrá saber del todo si el lugar localizado por los arqueólogos fue realmente el escenario del enfrentamiento. "Hablando en términos judiciales, ahora tenemos pruebas circunstanciales pero necesitamos evidencias contrastadas y demostrarlo", asegura el arqueólogo responsable del proyecto.

Catón escribió las Orationes y los Origines, donde narra los hechos de Hispania. Los dos libros están desaparecidos, pero Tito Livio reprodujo en parte la narración de Catón en Ab urbe condita. Es una de las principales fuentes sobre la Batalla de Ampurias: "Encontramos mucha información de cómo fue la batalla pero ningún detalle del lugar donde fue", explica Principal. "La información escrita también tiene que ser pasada por la criba, porque toda la que se ha encontrado la ha escrito un mismo bando: el de los vencedores", añade.

Para intentar localizar estos lugares, los arqueólogos han trabajado con las fuentes escritas, la cartografía, el paisaje y sobre el terreno. Y lo han relacionado todo: aquello que explican los textos clásicos con la cartografía histórica y los estudios sobre paleopaisaje. En Riells, donde habría estado el segundo campamento romano, no ha sido fácil explorar el terreno porque está muy construido. En las pocas parcelas sin urbanizar se han encontrado trozos de cerámica del siglo II a.C., y, en algunos puntos, las prospecciones geofísicas han marcado la existencia de estructuras enterradas, que podrían ser fosos. De todos modos, para confirmarlo, habrá que excavar en los próximos meses.

Un equipo de arqueólogos buscando el escenario de la batalla MUSEU D'ARQUEOLOGIA DE CATALUNYA (MAC)

Una marcha sigilosa de 20.000 hombres

Jordi Principal cree que Catón decidió trasladar sus hombres a Riellls para evitar crear problemas a la población de Ampurias, así como entrenarlos para moverse por la noche en los humedales. Tenía que estar cerca del mar, porque con las razias, a pesar de que era época de cosecha, era imposible conseguir suficiente alimento para tantos hombres, y el avituallamiento llegaba desde las naves. Para ubicar el campo de batalla, el equipo ha calculado el recorrido que podrían haber hecho 20.000 hombres en una sola noche. Ahora bien, ¿cómo pueden moverse 20.000 hombres y que nadie se diera cuenta ni alertara a los íberos? En aquel momento, Ampurias era pro-romana, pero estaba prácticamente aislada y rodeada de rebeldes.

Catón era un buen estratega: "Seguramente les debía adiestrar haciéndoles salir muchas noches y organizando razias nocturnas, cada vez por un lugar diferente. La población íbera estaba atemorizada y, cuando salieron para ir a la batalla, debían de pensar que era otra razia", dice Principal. Catón tuvo que esperar hasta el verano, cuando el nivel freático era más bajo, a fin de iniciar la verdadera campaña. "Las fuentes históricas no relatan ningún problema ni obstáculo durante el largo camino de las tropas romanas hasta el campamento íbero", detalla Principal.

La rebelión íbera se había producido en el 197 a.C., cuando los romanos quisieron delimitar territorialmente la extensión de dos nuevas provincias, Ulterior y Citerior y, en consecuencia, poner las bases de una estructura administrativa. Esto implicaba más sumisión, pero los íberos se rebelaron cansados de los abusos. Estos eran unos guerreros temibles. Hasta la llegada de Catón, los contingentes romanos habían sido derrotados en diferentes ocasiones e, incluso, el primero pretor romano de la provincia Citerior había muerto a consecuencia de una batalla. La derrota de los íberos en la Batalla de Ampurias fue más que considerable. Al día siguiente, para acabar de someter al enemigo, Catón envió al ejército a asolar el territorio, con acciones de pillaje y rapiña, y la rendición de los íberos fue definitiva.

Catón se marchó dando el conflicto por cerrado y continuó su campaña de pacificación hacia el sur y el interior de la península ibérica, sometiendo a todo el mundo a su paso. Hizo un buen uso político de la victoria: el Senado decretó su triunfo oficial y esto le dio puntos sobre algunos de sus enemigos políticos, como Escipión el Africano.

Fuente: es.ara.cat | 30 de diciembre de 2021