La primera fecha del calendario maya aparece en lo más profundo de la pirámide 'Las Pinturas' (El Petén, Guatemala)

Estos fragmentos recogen uno de los días del calendario Tzolkin, con el punto y la raya del número siete y la cabeza de un ciervo.

En 2001 un grupo de arqueólogos encabezados por William Saturno descubrió una nueva ciudad maya semioculta en la selva de El Petén, en Guatemala. El lugar conocido como San Bartolo destacaba por su pirámide construida en fases sucesivas, una sobre otra. La llamaron Las Pinturas, así en español, por uno de los tesoros que encontraron en la primera cámara: murales pintados en vivos colores que recuerdan a los frescos de la Pompeya romana. Entre ilustraciones de sus dioses y el origen del mundo, había una de las primeras muestras de la escritura de la civilización mesoamericana. Ahora, se ha identificado la primera referencia al calendario maya en dos fragmentos de mural encontrados en lo más profundo de Las Pinturas. El hallazgo muestra que los mayas organizaban el tiempo de forma ritual mucho antes de lo que se creía.

Pirámide maya de 'Las Pinturas'.

Boris Beltrán era estudiante de la Universidad de San Carlos de Ciudad de Guatemala cuando entró en el equipo de excavaciones de San Bartolo en 2004. Hoy es codirector del Proyecto Arqueológico Regional San Bartolo-Xultun y recuerda cómo, cuatro años más tarde, encontró la primera referencia al calendario maya: ”Cuando hallamos los fragmentos en el centro de la pirámide, no nos dimos cuenta de lo que era, pero no dejaba de repetir, son pinturas, son pinturas”. Su colega, la Dra. Heather Hurst, arqueóloga de la universidad Skidmore College (Estados Unidos) y codirectora del yacimiento, repetía que “no puede ser, no puede ser”. Pero era. Allí encontraron más de 7.000 fragmentos de murales pintados sobre el estuco de las paredes. Usando la datación por radiocarbono de restos de madera carbonizada del relleno, han podido calcular que estas pinturas de la fase temprana se habrían plasmado sobre el yeso hace entre 300 y 200 años antes de esta era, unos dos siglos antes que las pinturas de la primera cámara.

Mural norte. Detalle del Dios del Maíz con rasgos olmecas.

Mural Oeste. Detalle. Representación del Rey (Ahau) haciendo un sacrificio de sangre.

“Fueron los propios mayas los que derribaron la pared para ampliar la pirámide. Pero el cuidado con que desmontaron el mural, cómo retiraron el repello, cómo lo depositaron en el interior de la cámara... Como si fuera una regla constructiva de los mayas. Cuando se hace una nueva estructura, entierran la anterior. No se rompe y se tira sin más, es algo sagrado, como si enterraran a la familia”, dice Beltrán. “Cuando pintaban una imagen, los mayas creían que el acto de pintarla daba vida a la figura. Así que cuando llegaba el fin de su uso, debían de retirarla con respeto”, añade Hurst.

Los arqueólogos, Dra. Heather Hurst y Boris Beltrán.

Durante más de 10 años, Hurst, Beltrán y otros arqueólogos, como el director del Centro Mesoamérica de la Universidad de Texas en Austin (Estados Unidos) David Stuart, que participó en el descubrimiento inicial, han intentado resolver este rompecabezas de 7.000 fragmentos. Con el concurso de sofisticadas tecnologías de imagen y su conocimiento acumulado sobre la civilización maya han logrado recomponer escenas que muestran el origen del mundo según los mayas, de sus dioses, como el del maíz o al dios sol levantándose sobre la montaña... Pero también han encontrado glifos que dan nuevas pistas sobre aspectos claves de aquella civilización. Una es la primera referencia escrita al gobernador emparejada a una figura en un trono en pinturas de 100 años antes de esta era, primera evidencia de un rey siglos antes de los famosos reyes de Tikal, Ceibal o Palenque. Existía ya una organización social compleja y una jerarquía del poder.

Ilustración más clara del glifo.

Ilustración de detalle del día venado 7 Venado en el mural de San Bartolo #4778. Dibujos de David Stuart.

Entre los miles de fragmentos hay dos que hacen referencia al Tzolk’in, el calendario sagrado. Los detalles de su hallazgo acaban de ser publicados en la revista científica Science Advances. Clasificados como #4778, en uno de los trozos se observa un punto y una raya horizontal. Le falta un trozo y ahí, sostienen los investigadores, debía ir un segundo punto. Los mayas escribían el número 7 con dos puntos encima de una línea. Entre la parte inferior de este primer fragmento y el segundo se percibe con claridad la cabeza de un ciervo o venado. Y el siete venado es uno de los días del Tzolk’in. Formado por 260 días que “recuerdan a la duración de la gestación humana”, comenta Hurst, el almanaque no tiene meses. En su lugar, se compone con 20 días representados por glifos y contados del 1 al 13 de forma cíclica. Al siete venado le seguía 8 estrella, 9 jade/agua, 10 perro, 11 mono…

Fragmentos de pintura mural sobre bloques de mampostería asociados a la estructura de Ixbalamqué, fase arquitectónica Sub-V (300 a 200 a. C.) con imágenes digitales (izquierda) e ilustraciones (derecha) de los fragmentos: (A y B) #6366 con texto jeroglífico y pigmento rojo; (C y D) #6375 a 6376 con cuatro glifos (parciales) de un texto jeroglífico y pintura figurativa policromada; y (E y F) #6368 con la imagen del dios maya del maíz del período Preclásico Tardío. Imágenes de Heather Hurst y William Saturno y dibujos de Heather Hurst y David Stuart.

La relevancia del hallazgo del siete venado reside en que "se trataría de la fecha más antigua registrada, en este caso en un mural”, según Beltrán. Pero debían de llevar usándolo mucho tiempo. San Bartolo ya existía hace unos 400 años de esta era. El propio estilo de los escribas “tan depurado”, como destaca Hurst, sugiere una tradición que venía de más atrás. Además, aunque los mayas y otros pueblos de Mesoamérica tenían distintas formas de organizar el poder y sociedades diferentes, usaban el mismo calendario ritual visto en San Bartolo, un calendario que siguen usando las comunidades indígenas.

Para los descubridores del siete venado, San Bartolo aún tiene muchos secretos por desvelar. Algunos siguen dentro de la pirámide. Pero otros están fuera. Hasta la ciudad llegan o parten de ella cuatro calzadas. “San Bartolo está en el centro de algo, ahora tenemos los ojos puestos en saber donde acaban estos caminos”, dice la arqueóloga Heather Hurst.

Fuentes: elpais.com | dw.com | hermesinstitur.org | 13 de abril de 2022

Así influyó el clima del pasado en la distribución de las especies humanas sobre la Tierra

Hábitats de tres especies humanas (círculos coloreados) y los periodos dominantes de superposición de hábitats, que pueden considerarse como un indicador de las sucesiones de especies. Axel Timmermann.

La distribución de las especies de homininos (u homínidos) a lo largo de los últimos dos millones de años estuvo muy influenciada por los cambios en el clima de la Tierra, según revela un estudio publicado en la revista Nature. El trabajo, liderado por Axel Timmermann, director del Centro de Física del Clima del Instituto de Ciencias Básicas, en Corea del Sur, aporta importantes conclusiones sobre la historia de la evolución humana.

La Tierra gira alrededor del Sol en una elipse cuya forma cambia en periodos de entre 100.000 y 400.000 años. Además, el eje de la Tierra no solo modifica ligeramente su inclinación, sino que también se tambalea con un período de 20.000 años.

Estos fenómenos, llamados los llamados ciclos de Milankovitch, determinan la cantidad de radiación solar que recibe cada lugar de nuestro planeta en una latitud y un momento determinados, y provocan que se vayan alternando ciclos cálidos con otros fríos, y ciclos húmedos con otros secos. A su vez, los cambios en el clima influyen en la disponibilidad de alimento, que está ligada a la supervivencia humana, a la adaptación, y da lugar a migraciones.

Un mapa creado por un superordenador

Esta hipótesis ya había sido planteada con anterioridad, pero hasta ahora no se había creado un modelo que la demostrara. Los investigadores combinaron la base de datos más extensa de restos fósiles bien fechados y artefactos arqueológicos en la supercomputadora Aleph, del Instituto de Ciencias Básicas en Daejeon (Corea del Sur), una de las más avanzadas en su campo. Así, incluyendo 3.200 entradas de datos, crearon el mapa climático de los dos últimos millones de años en la Tierra y cómo el Homo sapiens, el Homo neanderthalensis y el Homo heidelbergensis (los tres grupos de homininos u homínidos más recientes) se movieron de África a Europa y Asia y las superposiciones entre especies.

“Al combinar la simulación de un modelo climático realista con una extensa base de datos fósiles y arqueológicos, hemos podido demostrar, con una alta confianza estadística, que el cambio climático del pasado determinó dónde habrían de vivir los antiguos humanos, dónde se solapaban en sus hábitats y cómo estos y sus preferencias alimentarias cambiaron con el tiempo debido a la adaptación evolutiva”, explica a SINC Timmermann (izquierda).

La investigación también describe cómo algunas especies humanas de mediados del Pleistoceno se convirtieron en migrantes y comenzaron a conquistar distintos hábitats.

Para probar la solidez del vínculo entre el clima y los hábitats humanos, los científicos repitieron su análisis, pero con las edades de los fósiles mezcladas, como si fuera una baraja de cartas. Si el cambio climático no hubiese influido en dónde y cuándo vivieron los humanos, ambos métodos darían como resultado los mismos hábitats. Sin embargo, los investigadores encontraron diferencias significativas en los patrones entre los tres grupos. "Este resultado implica que, al menos durante los últimos 500.000 años, la secuencia real del cambio climático pasado, incluidos los ciclos glaciales, desempeñaron un papel central en la determinación de dónde vivían los diferentes grupos de homínidos y dónde se han encontrado sus restos", señala Timmermann.

a - e Distribución de especies de homininos en África y Eurasia calculada a partir de un modelo de distancia de Mahalanobis utilizando datos envolventes climáticos de cuatro dimensiones de temperatura topográficamente reducida, precipitación y cambios de productividad primaria neta simulados durante 2 millones de años y las ubicaciones y edades de los yacimientos fósiles y arqueológicos. La idoneidad del hábitat promediada en el tiempo (sombreado de azul a blanco) que cubre el período de presencia de los homininos respectivos se puede interpretar en términos de probabilidad, con valores que van desde 0 (hábitat inadecuado) a 1 (hábitat extremadamente adecuado). Los círculos de colores representan las ubicaciones de los fósiles y/o artefactos arqueológicos asociados con los cinco grupos de homininos.

Condiciones climáticas adversas

En concreto, el trabajo se centra en la especiación entre el Homo heidelbergensis euroasiático y los neandertales hace 400.000 años y el Homo heidelbergensis del sur de África y el Homo sapiens hace entre 300.000 y 200.000 años.

El estudio muestra que los cambios en los parámetros climáticos que controlan la disponibilidad de recursos alimentarios, como la temperatura, las precipitaciones y la producción primaria neta terrestre —una medida de la cantidad neta de carbono capturada por las plantas cada año—, tuvieron un gran impacto en la distribución, dispersión y diversificación de los homininos.

Las perturbaciones climáticas masivas (como las sequías en el sur de África) provocaron una reducción del tamaño de las poblaciones, lo que, a su vez, pudo provocar una disminución del acervo genético. Este acervo es el catálogo de alelos —formas que pueden adoptar los genes— presentes en todos los miembros de una población, y determina su capacidad para adaptarse a circunstancias y sobrevivir. Como consecuencia, solo los subgrupos genéticamente más adaptados al entorno sobrevivirían.

“Las condiciones climáticas duras y persistentes pueden crear una presión de selección y una deriva genética que, a su vez, puede conducir a eventos de especiación y a una transición gradual de una especie a otra”, explica el investigador.

La especie humana primitiva Homo heidelbergensis (se muestra el cráneo) podría haber sido capaz de extenderse por la Tierra debido a que surgieron condiciones climáticas más húmedas y favorables a la migración, según un modelo climático. Crédito: Reuters/Félix Ordóñez/Alamy Stock Photo.

El clima determinó lo que somos

La siguiente cuestión a resolver era si los hábitats de las diferentes especies humanas se superponían en el espacio y el tiempo, para saber si el clima también fue otra de las causas de la evolución. A partir del análisis de estas zona de contacto, los investigadores derivaron un árbol genealógico de los homininos, según el cual los neandertales- y probablemente también los denisovanos- evolucionaron de la familia euroasiática del Homo heidelbergensis hace unos 500.000 a 400.000 años, mientras que las raíces del Homo sapiens -el único vivo en la actualidad- se remontan al sur de África y a poblaciones de Homo heidelbergensis tardío, hace unos 300.000 años. Y esto coincide las transformaciones más críticas del género, como el crecimiento del cerebro o la sofistificación de sus herramientas, que se corresponden con esta etapa en la que se dieron estos cambios climáticos derivados de los fenómenos astronómicos.

Las condiciones de sequía extrema en el sur de África y en Eurasia hace 400.000 y 300.000 años contribuyeron a la transformación evolutiva de las poblaciones del Homo heidelbergensis en el Homo sapiens y los neandertales, respectivamente.

Por ejemplo, los investigadores descubrieron que hace ya incluso unos 700.000 años, el Homo heidelbergensis (que se supone el progenitor tanto de los neandertales como de los humanos modernos) comenzó a expandirse desde su área de distribución tradicional. Pudieron hacerlo porque la órbita elíptica de nuestro planeta comenzó a crear condiciones climáticas más húmedas y habitables en ese momento para apoyar la expansión. La simulación computacional proyectó el movimiento de estas zonas húmedas a lo largo de la Tierra y los investigadores encontraron que había evidencias en el registro fósil que se movía junto con ellas. “La colección global de cráneos y herramientas no se distribuye aleatoriamente en el tiempo”, dice Timmermann. “Sigue un patrón que se superpone con el cambio climático impulsado por el movimiento de la Tierra. Esto es increíble para mí: aquí hay un patrón que nadie hasta ahora pudo ver.”.

Para apuntalar aún más su modelo, los investigadores compararon sus resultados con recientes estudios genéticos realizados en los últimos años, y los datos coincidían. "Es decir, que el 'Homo heidelbergensis' fue una línea básica en la evolución humana", indica Timmermann, quien añade: "Nuestro estudio documenta que el clima jugó un papel fundamental en la evolución de nuestro género 'Homo'. Somos lo que somos porque hemos logrado adaptarnos durante milenios a cambios lentos en el clima pasado".

Sobre la base de las edades fósiles, proponemos una división del 'Homo heidelbergensis' en ramas norte y sur (sombreado azul, idoneidad del hábitat) hace alrededor de 850.000–650.000 años. La transición gradual en 300.000–200.000 del 'Homo heidelbergensis' en 'Homo sapiens' en el sur de África está respaldado por datos fósiles y arqueológicos en esta región y estimaciones de superposición de hábitats. La divergencia propuesta hace 400.000–300.000 años del 'Homo heidelbergensis' en neandertales en Europa es consistente con estimaciones genéticas recientes. Este escenario también está de acuerdo con los datos del genoma completo de los neandertales que sugieren una división de población entre neandertales y denisovanos y linajes humanos modernos hace entre 765.000 y 550.000 años, y una divergencia entre neandertales y denisovanos entre 473.000 y 445.000. Las posibles ventanas moduladas por la excentricidad del planeta Tierra para las primeras migraciones no costeras de norte a sur ocurrieron alrededor de hace 700.000 años y 600.000 años, durante periodos de alta excentricidad.

Migración, encefalización y adaptación

Durante el Pleistoceno temprano, los homininos se asentaron en entornos con escasa variabilidad climática. Sin embargo, hacia el final de esta era, se convirtieron en errantes y se adaptaron a una amplia gama de condiciones climáticas.

“Esto condujo a una gran expansión de sus hábitats, desde las regiones semiáridas hasta las primeras regiones boreales”, indica el experto. La adaptación a nuevos ambientes fue posible gracias a un incremento en el tamaño del cerebro, herramientas de piedra más sofisticadas y la habilidad de controlar el fuego.

Los neandertales fueron una excepción, ya que permanecieron en un rango climático muy limitado durante toda su existencia como especie. En cambio, el Homo sapiens fue capaz de adaptarse (mediante la encefalización y las habilidades cognitivas y sociales) a entornos extremos, desde los desiertos tropicales hasta los árticos.

De esta manera, los autores proponen que la migración, la encefalización y la adaptación son tres procesos que se retroalimentan y que están detrás de la evolución de nuestra especie.

“La migración a nuevos entornos climáticos puede suponer un reto para la supervivencia humana. Esta presión puede llevar a una selección de grupos con mejores habilidades cognitivas o sociales, que a su vez tendrán una mayor ventaja para expandirse aún más en su rango geográfico y hábitat. Por lo tanto, una mejor adaptación climática conducirá a la ampliación del hábitat, lo que puede promover aún más dicha adaptación”, concluye Timmermann.

Fuentes: agenciasinc.es | abc.es | scientificamerican.com | 13 de abril de 2022

Gustavo Bueno, España. 14 de abril de 1998

España: conferencia pronunciada por Gustavo Bueno en Oviedo, el 14 de abril de 1998, en la reunión de la Asociación de Hispanismo Filosófico con ocasión de su décimo aniversario: Hispanismo en 1998.

Un núcleo de población fuera de África explica los linajes de 'Homo sapiens' en Asia oriental hace 45.000 años

Representación esquemática de la población de Eurasia a través de expansiones repetidas desde un centro de población fuera de África (representado por el área gris, cuya ubicación precisa es incierta). Las flechas rojas representan las expansiones asociadas con la cultura del Paleolítico Superior Temprano; las flechas azules representan las expansiones asociadas con la cultura del Paleolítico Superior (Imagen: Leonardo Vallini, Giulia Marciani).

De modo sorprendente, se ha informado que los antiguos restos humanos desenterrados en la cueva de Bacho Kiro (en la actual Bulgaria) y recientemente descritos genéticamente (aquí) están más estrechamente relacionados con los asiáticos orientales contemporáneos que con los europeos contemporáneos. Se han propuesto varios escenarios para explicar estos resultados, pero sus desconcertantes conclusiones han generado más preguntas que respuestas sobre los movimientos de grupos antiguos de población subyacentes que podrían explicar la presencia de individuos genéticamente asiáticos en Europa hace aproximadamente 45.000 años.

Un estudio publicado en Genome Biology and Evolution ha intentado resolver este misterio al colocar a esos individuos en el contexto más amplio de los genomas humanos paleolíticos de Eurasia y co-analizando la genética y la evidencia arqueológica. El estudio fue dirigido por los profesores Leonardo Vallini (izquierda) y Luca Pagani (derecha), de la Universidad de Padua en colaboración con la Dra. Giulia Marciani y el profesor Stefano Benazzi, de la Universidad de Bolonia, Italia.

En el escenario propuesto por los autores, la colonización de Eurasia oriental y occidental se caracterizó por varios eventos de expansión y extinción local de un centro de población, donde los antepasados ​​​​de todos los euroasiáticos prosperaron después de que se aventuraron por primera vez fuera de África hace aproximadamente 70.000-60.000 años.

Una expansión temprana y fallida del Homo sapiens tuvo lugar en algún momento antes de hace 45.000 años. El único representante de esa migración, que no está relacionado ni con los europeos modernos ni con los asiáticos modernos, es el fósil craneal recuperado en la cueva Zlatý kůň (Caballo dorado), en la actual República Checa y aún no está claro qué tan extendida fue dicha migración.

"Luego, alrededor de hace 45.000 años, una nueva expansión, emanada de un núcleo que emigró fuera de África, colonizó una amplia área que se extiende desde Europa hasta el este de Asia y Oceanía, y que está asociada con un modo de producción de herramientas de piedra conocido como Paleolítico superior inicial", dice Leonardo Vallini.

Expansiones posteriores a Eurasia desde un centro de población fuera de África. Panel A: Zlatý Kůň puede describirse como una supuesta expansión temprana de la población formada después de la gran expansión fuera de África y la hibridación con los neandertales, y podría vincularse con culturas de transición encontradas en Europa hace 48.000-45.000 años. Panel B: las muestras representativas fechadas entre 45.000 y 40.000 años en toda Eurasia se pueden atribuir a un movimiento de población con características genéticas uniformes y cultura material consistente con una afiliación del Paleolítico Superior Inicial y que también puede explicar el fósil Oase1 (Rumanía) después de permitir contribuciones genéticas neandertales adicionales; los papúes modernos pueden verse genéticamente como una extensión extrema de este movimiento. Panel C: siguiendo la diferenciación genética local, una expansión posterior de la población podría explicar los componentes genéticos encontrados en muestras antiguas <37.000 años que lo contienen sin mezclar (Kostenki14, Sunghir) o mezclado con componentes del Paleolítico Superior incial preexistentes (Goyet Q116-1, Yana1, Mal'ta). Las fechas en la parte superior derecha de cada mapa proporcionan un límite inferior, basado en el C-14 de la muestra más antigua disponible para la ola de población inferida.

El destino de estos migrantes fue diferente en el este de Asia y en Europa: mientras que en el primero perduraron y finalmente llevaron a la formación de las poblaciones modernas del este de Asia, los representantes europeos de esta expansión declinaron y desaparecieron en gran medida, dejando a los representantes fósiles de la cueva Bacho Kiro, en Bulgaria, al escurridizo individuo de Peștera cu Oase (la Cueva de los Huesos), en Rumanía, y algunos otros, como los únicos testimonios de este poblamiento temprano de Europa.

"Es curioso notar que, casi al mismo tiempo, también se extinguieron los últimos neandertales", dice Giulia Marciani (izquierda), de la Universidad de Bolonia y coautora del estudio.

"Finalmente, una última expansión ocurrió en algún momento antes de hace 38.000 años y recolonizó Europa desde el mismo núcleo de población, cuya ubicación aún no ha sido aclarada", dice Luca Pagani, autor principal del estudio.

"Aunque en Europa hubo interacciones ocasionales con sobrevivientes de la ola anterior, una mezcla extensa y generalizada entre las dos últimas olas solo tuvo lugar en Siberia, donde dio lugar a una ascendencia peculiar conocida como 'ancestral north eurasian' (ancestro euroasiático del norte), el cual finalmente contribuyó a la ascendencia de los nativos americanos".

Esta migración está asociada a un conjunto cultural diferente denominado Paleolítico Superior, que caracteriza a los principales yacimientos paleolíticos europeos. "Cabe señalar que, desde una perspectiva cultural, estas nuevas herramientas de piedra a menudo se han representado como un conjunto independiente en lugar de un desarrollo local de tecnologías preexistentes en Europa: es refrescante ver que la información genética y cultural se puede reconciliar bajo un escenario integral", concluye Telmo Pievani (derecha), de la Universidad de Padua y coautor del estudio.

Los autores advierten que se deben realizar los mayores esfuerzos para aclarar el paradero geográfico del núcleo originario de población fuera de África que dio lugar a estas tres migraciones e identificar las causas internas y externas que subyacen a estos antiguos movimientos de población, así como la dinámica cultural asociada.

Fuentes: Universidad de Bolonia | phys.org | 7 de abril de 2022

Una inscripción hallada en Marchena (Sevilla) revela la existencia de una ciudad romana inédita

Inscripción en la parte interior del pedestal romano encontrado en las ruinas del monasterio de Santa Eulalia de Marchena. SERGIO GARCIA-DILS

Los arqueólogos Salvador Ordóñez y Sergio García-Dils se fijaron en un bloque de piedra, aparentemente irrelevante, embutido en una de las esquinas de la iglesia en ruinas del convento de Santa Eulalia (Sevilla), e inmediatamente tuvieron el pálpito de que la otra cara de aquella pieza podía ocultar algo más.

En aquella misma iglesia ya habían localizado otra losa del mismo tamaño, 112 centímetros de altura y 58 de anchura, y el mismo material, un tipo de caliza micrítica de color gris, usado frecuentemente en la Hispania romana hasta el siglo I después de Cristo, con una inscripción en latín en la que un esclavo liberado rendía homenaje a su antigua dueña por favorecerlo. ¿Podía aquel bloque de piedra esconder otro epígrafe romano? Tras examinar la pared, cubierta de grietas y rodeada de cascotes, encontraron una pequeña hendidura en la parte superior que les permitió introducir una cámara digital de altas prestaciones. Iluminaron el espacio, la pantalla de la cámara se encendió y allí apareció: una superficie pulimentada sobre la que se esculpieron, hace 2.000 años, cuatro líneas en latín, una especie de piedra Rosetta de Marchena, en el formato característico que empleaban los romanos para sus monumentos, con letras capitales cuadradas.

Situación del pedestal con inscripción en el convento de Santa Eulalia (Marchena, Sevilla).

Diez meses después de aquella inspección al monasterio abandonado de Santa Eulalia, en mayo de 2021, en una finca rodeada de olivos a cuatro kilómetros de la localidad sevillana de Marchena, Ordóñez y García-Dils han presentado los resultados de su investigación sobre esta inscripción en un artículo publicado en el Ficheiro Epigráfico de la Universidad de Coimbra.

El poder de Marco Cornelio

“Lo principal, sin duda, es que este texto documenta la existencia de un municipio romano en algún punto del entorno de Marchena, una ciudad de la que hasta ahora no teníamos noticias y de la que ignoramos el nombre y la localización. Quizás se corresponda con el lugar donde se encuentra Marchena actualmente, ya que en esta localidad apenas se ha investigado ni hecho excavaciones, o quizás con otro lugar cercano y que todavía no se ha descubierto, pero en cualquier caso no muy lejos, ya que la inscripción hallada en Santa Eulalia debía encontrarse en los alrededores del monasterio”, reconocen los arqueólogos sevillanos.

Dicha losa se encontraba en el foro de esta ciudad romana desconocida y servía de pedestal a un tal Marco Cornelio. Pero, ¿quién era Marco Cornelio? Según la inscripción descifrada por Ordóñez y García-Dils no era un romano, sino un noble perteneciente a la aristocracia indígena que dominaba el sur de la península ibérica a la llegada de las tropas imperiales a partir del siglo II a. C. Para la fecha en que fue erigida esta estatua, el siglo I d. C., este grupo se encontraba plenamente integrado en la estructura del Imperio y ocupaba cargos relevantes en la comunidad, como la de sacerdote o augur, es decir, quien interpretaba los auspicios.

Detalle de la inscripción hallada. SERGIO GARCIA-DILS

Según Ordóñez y García-Dils "esta inscripción es el primer testimonio en las provincias hispanas de un augur en un municipio, pues los conocidos hasta el momento han aparecido en ciudades que son colonias romanas”. Marco Cornelio también ocupaba otros cargos importantes, ya que era uno de los integrantes del grupo de cuatro magistrados que constituía el poder ejecutivo de esa ciudad, los llamados quattuorviri. Esta inscripción es un testimonio del reconocimiento social del que disfrutaron los aristócratas locales que protagonizaron el cambio cultural que se manifiesta en toda la Península, y especialmente en el sur, en la Bética, con la aceptación de los valores romanos y la ideología imperial. “Fue a través de estas élites locales que Roma controló su imperio".

La inscripción no indica cuáles fueron los motivos concretos por los que se le dedicó a Marco Cornelio esta estatua, pero debieron ser de peso, ya que en su construcción no solo participaron los munícipes, es decir, los ciudadanos de pleno derecho, sino también los incolae, que agrupaba tanto a los extranjeros como a los indígenas con menos derechos.

La otra inscripción hallada en una de las esquinas del convento.

La respuesta a muchos de los enigmas planteados por este pedestal, como el nombre de la ciudad romana en la que se encontraba la losa, o los méritos de Marco Cornelio para recibir este homenaje, se podrían encontrar en las ruinas del monasterio de Santa Eulalia. “Puede haber otras losas embutidas dentro de las paredes y fuera de la vista. Habría que investigar y para ello es necesario excavar”, concluyen los arqueólogos sevillanos.

El abandono en que se encuentra el convento desde hace décadas, sin vallados que impidan el libre acceso u otras medidas de protección, ha llevado a las principales asociaciones dedicadas a la defensa del patrimonio en Andalucía a apoyar el manifiesto de la Asociación Amigos del convento de Santa Eulalia de Marchena. Formada por varios vecinos de la localidad, esta organización tiene como objetivo evitar la desaparición material del convento, rescatar del olvido su historia y ponerla en valor para el disfrute de vecinos y visitantes. Ya en 2019, la situación era tan grave que la asociación Hispania Nostra incluyó al convento de Santa Eulalia en su lista roja con un informe concluyente: “Si no se actúa pronto, (el monasterio) corre el riesgo de desaparecer”.

Plano general de las ruinas del monasterio de Santa Eulalia de Marchena. ENRIQUE BOCANEGRA.

Un monasterio clave en la evangelización de América

Quien visite hoy las ruinas del convento de Santa Eulalia, con sus muros cimbreantes, a los que parece que se puede llevar por delante un golpe de viento, y su interior cubierto de vegetación y de los restos de una cubierta desaparecida hace décadas, no podrá imaginarse que durante varios siglos este sitio fue el principal centro de formación espiritual de los franciscanos en Andalucía, con una biblioteca de más de 4.000 ejemplares, y de donde surgieron por lo menos dos santos de la Iglesia católica: San Diego de Alcalá, a quien le debe su nombre la ciudad californiana de San Diego, y tan popular en los siglos XVI y XVII que hasta Lope de Vega le dedicó una obra de teatro en 1613, o San Juan Grande, canonizado por Juan Pablo II en 1996, que, cuando era adolescente, descubrió su vocación de servir a los pobres durante un retiro espiritual en este convento.

Otra vista de las ruinas del monasterio de Santa Eulalia. ENRIQUE BOCANEGRA

Estos personajes sirvieron de inspiración a cientos de religiosos que durante cuatro siglos se formaron en este lugar, de donde partieron a difundir el evangelio por los confines del mundo, como Juan de Santorcaz, evangelizador en las islas Canarias, o Luis de Bolaños, protector de los indios en Argentina y Paraguay y autor del primer catecismo en guaraní. Varias calamidades en el siglo XIX, como la destrucción provocada por la invasión napoleónica de 1808, o la desamortización de Mendizábal en 1835, que privó al convento de las tierras que garantizaban su sostén, provocaron que para 1867 estuviese ya completamente abandonado.

Fuentes: elpais.com | lasexta.com | 21 de marzo de 2022

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