Cazadores del paleolítico habitaron las cuevas de Montserrat (Barcelona)

Arqueólogos de la Universidad de Barcelona (UB) han encontrado herramientas fabricadas con sílex y restos de fauna consumida por humanos hace entre 12.000 y 15.000 años. Estos son considerados por los investigadores los primeros vestigios de que cazadores del paleolítico superior habitaron las cuevas de Montserrat (Barcelona).

Investigadores del Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas (SERP) de la Universidad de Barcelona (UB) han llevado a cabo durante el pasado mes de junio excavaciones arqueológicas en las cuevas prehistóricas de Montserrat, que no eran objeto de una intervención científica desde que fueran estudiadas por primera vez hace casi un siglo, en una expedición del Institut d'Estudis Catalans en 1922.

Las excavaciones las han dirigido los profesores de la UB Josep M. Fullola, Xavier Oms y Juan Ignacio Morales, y el investigador adscrito al grupo Artur Cebrià. Las excavaciones se han hecho en la Cova Gran y en la Cova Freda de Collbató (Bacelona), yacimientos en que se definió por primera vez el estilo de decoración cerámico llamado montserratino.

La excavación en la Cova Freda ha permitido documentar que fue utilizada como cueva corral por parte de los primeros agricultores, que estabularon allí sus primeros rebaños de ovejas y cabras. En la Cova Gran también han encontrado restos de ocupaciones neolíticas (hace entre 7.500 y 7.000 años), y han recuperado fragmentos de la famosa cerámica montserratina.

El estilo de Montserrat, conocido a partir de los años cincuenta como cerámica cardial, caracteriza las producciones cerámicas de los primeros agricultores que se expandieron por el Mediterráneo desde el Próximo Oriente. Según ha informado la UB, una de las novedades principales ha sido la constatación de que en la Cova Gran también habitaron grupos de cazadores recolectores del paleolítico superior final, un hecho del que hasta ahora no se tenía constancia.

Foto: Excavaciones en las cuevas de Montserrat. | Ayuntamiento de Collbató


Herramientas de sílex y restos de fauna
Los principales hallazgos de esta época, de hace entre 12.000 y 15.000 años, han sido herramientas de sílex y restos de fauna consumida por los grupos humanos, como ciervos y conejos. Los arqueólogos han augurado que es probable que a medida que avancen las excavaciones puedan documentar niveles con ocupaciones humanas aún más antiguas.

Aunque han precisado que los resultados de la campaña de la UB todavía son bastante preliminares, han constatado "el gran potencial que ofrecen las dos cuevas" y, por tanto, las posibilidades que ofrecen para desarrollar una investigación continuada sobre el poblamiento prehistórico de las montañas de Montserrat. Por ello, el SERP se propone trabajar en esta línea en los próximos años.
Los resultados obtenidos en los dos yacimientos, además de ayudar a contextualizar el rico material cerámico, óseo y lítico publicado en 1925 por Josep Colomines y conservado en el monasterio de Montserrat, también aportan datos relevantes de la prehistoria en estas sierras de conglomerados del prelitoral catalán. Según los arqueólogos, en el caso de las ocupaciones paleolíticas, además, llenan un vacío de conocimiento de este período en toda esta región.

Fuente:lavanguardia.com | 4 de julio de 2018

150 años del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz (1867-2017) en el Museo de Cáceres

Esta exposición del Museo de Cáceres, tiene como fin conmemorar los 150 años del Museo Arqueológico Provincial de Badajoz, cuyo germen fue la definitiva constitución en 1867 de la Comisión Provincial de Monumentos, cuyo secretario don Tomás Romero de Castilla empezó inmediatamente a conformar un museo.

A lo largo de este siglo y medio, el Museo Arqueológico Provincial de Badajoz ha tenido la función principal de custodiar y difundir la arqueología de toda la provincia de Badajoz, desde los comienzos de la población humana hasta prácticamente el presente.

La muestra que se presenta ahora en el Museo de Cáceres pretende resumir dicha arqueología, llevándola fuera de su sede habitual a diferentes puntos de Extremadura y de Portugal, facilitando el acceso de sus habitantes al gran potencial de información contenido en este museo en una itinerancia facilitada por la Excma. Diputación Provincial de Badajoz.

La exposición se articula en catorce vitrinas, cada una de las cuales representa un aspecto concreto de la cultura humana del pasado, comenzando por el Paleolítico, con la primera presencia humana en el valle del Guadiana, y finalizando en la etapa medieval cristiana, tras la conquista del territorio por el rey Alfonso IX de León en 1230.

Destacan en la exposición las referencias al Período Orientalizante (800-450 a.C.), con materiales procedentes de yacimientos tan importantes como Cancho Roano, o los vestigios de la época islámica y en concreto del Reino Taifa de Badajoz, que abarca casi todo el siglo XI.
Inauguración de la exposición: 16 de julio (se ruega consultar hora)

Horario de visita:
De Martes a Sábados, de 9,00 a 20,00.
Domingos, de 10,15 a 15,00 horas.
Lunes cerrado.
Nota de Prensa: Museo de Cáceres

La lepra en la Europa medieval

Cualquier enfermedad con un origen oscuro y cuyo tratamiento sea ineficaz estará siempre cargada de significados, religiosos o no.

Por María del Carmen Sánchez Uriarte

uchas enfermedades han sido y son mucho más que una alteración biológica del cuerpo: se tornan un espacio y tema de expresión cultural o un campo semiótico amplio.

Existen muchos ejemplos de este hecho: en la Edad Media, el leproso fue emblema de redención y trasgresión; en el siglo xix, el tuberculoso representó la consunción y la debilidad, y luego, en la Edad Moderna, el sifilítico fue signo de degradación y vulgaridad. Actualmente, el enojo, la tensión, la «desviación» sexual y la incontinencia se consideran el origen de males como el cáncer y la depresión; más aún, la falta de «buenas costumbres» y el «mal comportamiento» se relacionan con otros como el sida.

Lepra en tu alma

Cualquier enfermedad afecta la existencia de quien la padece, pero la lepra —como ningún otro mal en la historia medieval— tuvo consecuencias terribles para la vida social del enfermo. Estas implicaciones se originaron en el temor a contraer un padecimiento considerado contagioso e incurable que, además, ocasionaba terribles deformaciones.

Por siglos, los leprosos sobrellevaron el sufrimiento de su dolencia, cargaron la imagen aterradora que de ella se tuvo y fueron receptores del miedo colectivo. El cuerpo del leproso, mutilado y gangrenado, ofrecía una terrible visión, despedía un olor nauseabundo y desafiaba la distinción fundamental entre la vida y la muerte al pudrirse mientras vivía. Su sola presencia provocaba horror.

El cristianismo estableció una estrecha relación entre la lepra y el pecado. Así, la sociedad medieval consideró esta enfermedad como propia de la maldad, la lascivia y la herejía, y a sus portadores, como réprobos y enfermos del alma: sobre el cuerpo de aquellos dolientes se reflejaba la podredumbre de su espíritu. En muchas ocasiones, los leprosos —al igual que judíos y herejes— fueron tratados con violencia; por ejemplo, en 1321 se acusó a un grupo de leprosos de envenenar los pozos de agua franceses y fueron enviados a la hoguera.

Para canonizarte

Al mismo tiempo, la lepra fue vista como vía de penitencia y expiación para el enfermo y como vía de santidad para quien lo atendía y procuraba. Esto provocó la imagen milagrosa de su curación y la imagen compasiva de su cuidado. La mentalidad medieval otorgó a los leprosos el purgatorio en vida —por cargar en este mundo el castigo a sus pecados— y dio especial mérito a la práctica de lavar, besar y atender a estos enfermos. San Francisco de Asís; San Luis, Rey de Francia; Santa Isabel de Hungría, y Santa Catalina de Siena encontraron su vocación y santidad en el amor y devoción a los sufrientes leprosos y éstos buscaron en aquellos virtuosos el milagro de su curación. Fue San Lázaro el santo encargado de la protección y alivio de estos enfermos y, como el medioevo designó a muchos padecimientos con el nombre de su santo protector, la lepra fue llamada también «mal de San Lázaro».

Según la oms, en 2006 se registraron poco más de 259 000 casos de enfermedad de Hansen en todo el mundo.

A pesar de lo anterior y de que la Edad Media dignificó la caridad y la piedad a pobres y enfermos, para aquellos que padecieron el mal de San Lázaro su enfermedad significó el rechazo violento de la comunidad, que evitaba el contacto y la relación con aquellos contagiosos y trasgresores, lo que los confinaba a un retraimiento social. Asimismo, marcó su declive hacia la pobreza, pues se les confiscaban bienes y derechos, y se les imponía una serie de prohibiciones, tanto civiles como eclesiásticas: entrar a iglesias, mercados y plazas, hablar con los sanos, contraer matrimonio e, incluso, ser enterrados en cementerios públicos. Además, los leprosos medievales debían avisar de su presencia sonando una matraca o campanilla a su paso y portando una capa gris, cuando iban por los caminos pidiendo limosna.

Lazaretos o malaterías

La consecuencia más terrible para los que padecían lepra fue su aislamiento obligatorio en leprosarios, también llamados lazaretos o malaterías. Como aquella enfermedad tuvo su máxima intensidad en Europa entre los siglos x y xiii, durante esos años se multiplicaron los leprosarios, que llegaron a cerca de 19 000. Esto refleja un importante esfuerzo caritativo por parte de la sociedad medieval, pero también el incremento de la hostilidad hacia los leprosos. Aunque quizá para ellos el encierro significó una mejor alternativa de vida que andar errantes y expuestos a la violencia.

Aquellos lazaretos se establecían fuera de las poblaciones, tenían escaso contacto con el exterior, solían ser bastante pequeños, se mantenían de la caridad y las limosnas y, en ocasiones, eran dirigidos por un leproso. Además, ofrecían a sus ocupantes amparo, comida y asistencia espiritual —más que tratamiento médico—, exigiéndoles a cambio un buen comportamiento.


A pesar de la ansiedad social que la lepra ocasionaba, los médicos medievales la trataron como una alteración del cuerpo y no sólo como una enfermedad del alma. Así, intentaron su paliación, curación y tratamiento por medio de la ingestión de carne —bajo la idea de que ésta producía más carne—, de la moderación en la dieta, de la aplicación de diversos ungüentos y del uso de métodos evacuativos como las sangrías. Médicamente, el mal de San Lázaro se concebía como una podredumbre extendida en el cuerpo causada por un desequilibrio humoral debido al exceso de bilis negra o humor melancólico; este desequilibrio, muchas veces, se originaba en la transgresión moral. También se le asoció con el consumo de carnes podridas o saladas en exceso, con el abuso de lentejas, con el aire corrupto, con la concepción de un hijo durante la menstruación y con las relaciones sexuales con una mujer menstruante. Además, se pensaba que se transmitía y heredaba sexualmente, y que incrementaba el apetito carnal.

Que a Dios toca juicio

Un tribunal compuesto por jueces, clérigos y, progresivamente, médicos se encargaba de hacer el iudicium leprosorum, es decir, el diagnóstico y juicio de los leprosos para, dado el caso, sacarlos de la comunidad. Las manchas y lesiones en el cuerpo, así como la falta de sensibilidad causada por la enfermedad eran decisivas. Que la aguja y el agua fría no causaran dolor era señal inequívoca de lepra; la disolución inmediata de tres granos de sal en la sangre del enfermo también era signo indudable de aquel padecimiento.

Hay muchas teorías sobre la disminución de la incidencia de lepra en Europa. Una de ellas propone que sus portadores fueron los primeros en sucumbir a la muerte negra y a las siguientes olas de peste; otra, que los médicos afinaron sus diagnósticos y dejaron de llamar leprosos a la mayoría de los que padecían una afección de la piel; otra más señala que la mayor incidencia de la tuberculosis dio cierta inmunidad contra la lepra, y otras dan crédito a una mejor higiene. Lo cierto es que, a partir de la segunda mitad del siglo xvi, muchos leprosarios europeos cerraron sus puertas o se volvieron casas de pobres u hospitales durante las incidencias de epidemias. La disminución del mal de San Lázaro coincidió con plagas de peste y episodios de sífilis, y esto contribuyó al desarrollo de políticas de salud pública más amplias que el mero confinamiento de enfermos.

Fuente: Algarabía

María Sofía, la verdadera Blancanieves

Ilustración de Carl Offterdinger sobre el popular cuento de los hermanos Grimm - Wikimedia

La crueldad del cuento de los hermanos Grimm llevó a un grupo de investigadores alemanes a preguntarse cuál pudo ser su inspiración histórica. La respuesta fue clara: la princesa alemana María Sophia

Fueron felices, comieron perdices y a la bruja le amputaron sus pies achicharrados... O al menos eso deja intuir el cuento de los hermanos Grimm. La mayoría de sus relatos infantiles fueron suavizados por Disney o por ellos mismos en sucesivas ediciones. En el final del cuento de la «Cenicienta» escrito por estos alemanes, los pájaros que cantan alegremente en la versión de dibujos animados se lanzan a arrancarles los ojos a las malvadas hermanastras. No es una versión apta para menores de edad, como no lo es que, al final de «Blancanieves», el príncipe ordene que la malvada bruja se calce un par de zapatos de hierro candente y baile hasta que caiga muerta. Se lo tenía merecido, según los Grimm, pues, al fin y al cabo, había creído comerse el corazón de Blancanieves cuando en realidad era el de un jabalí.

La crueldad del cuento de los hermanos Grimm llevó a un grupo de investigadores alemanes a preguntarse cuál pudo ser la inspiración histórica o el relato medieval en el que se basa la historia de «Blancanieves». Entre distintas teorías, la más probable apuntaba que Blancanieves estaba basada directamente en la vida de María Sofía Margarita Catalina Von Erthal, una princesa alemana del siglo XVIII que sufrió los desprecios de su madrastra.

María Sophia, la princesa ciega querida por todos

El príncipe Philipp Christoph von Erthal, condestable de Kurmainz, tenía así una hija, María Sophia, que se quedó ciega parcialmente a causa de una viruela y que perdió a su madre en 1741. Sus desgracias personales y su carácter bondadoso hacía que la población adorara a la princesa. Tras dos años viudo, su padre se casó con Claudia Elisabeth Maria von Venningen, condesa imperial de Reichenstein y aspirante a madrastra cruel. La segunda esposa de Philipp Christoph dio preeminencia a los hijos de un anterior matrimonio y, según el mito, María Sophía fue objeto de distintos episodios de maltrato y desprecio. No parece, sin embargo, que hubiera argumentos para considerarla una mujer perversa en la vida real; siendo el cariño que el pueblo tenía hacía María Sophia el que pudo dervirtuar su papel de madrastra.

Fotograma de la película «Blancanieves» (1937) - Walt Disney

Las similitudes van más allá. La familia de Philipp Christoph von Erthal estaba asentada en un poblado de Lohr, junto al río Meno, cerca de Frankfurt. En el castillo de Rieneck, de su propiedad, se conserva un «espejo parlante», es decir, un juguete acústico idéntico a uno que estuvo de moda en el siglo XVIII y era fabricado en Lohr, ciudad famosa por la manufactura de espejos y cristales. Este ingenio habría inspirado a los Grimm para el cuento de «Blancanieves».

Además, por razones que se desconocen, María Sophia entró en contacto cotidiano con un grupo de mineros de la región. Dado que las minas de Bieber eran muy estrechas y algunos túneles casi inaccesibles, se requería del trabajo de personas pequeñas o incluso de niños. Estos trabajadores llevaban gorras y capuchas de colores chillones para protegerse de los golpes, al igual que en el cuento. Pero no todo era magia en las minas de Bieber, donde el trabajo resultaba brutal y muchos morían siendo niños.

La salud de la princesa tampoco fue buena, lo que pudo dar lugar a alguna enfermedad que la obligara a guardar cama en distintos periodos. Lo que sin embargo no ocurrió es que fuese envenenada por una manzana o quedara en coma a la espera del beso de un príncipe en su ataúd de cristal. En lo referido a este ataúd de cristal, podría tener su raíz en la importante industria del vidrio de la zona. Todavía hoy se pueden encontrar algunos ejemplos, especialmente en iglesias católicas, de urnas y ataúdes hechos de cristal.

Otra teoría: Felipe II y su amor alemán

Para el historiador alemán Eckhard Sander, por el contrario, Blancanieves habría sido una joven condesa que se llamaba Margarethe Von Waldek. Esta noble vivió en Alemania en la primera mitad del siglo XVI, en la misma época en la que el entonces príncipe Felipe II realizó el «Felicísimo Viaje» por el continente europeo para conocer los límites de su futuro reino. Mujeriego y en ese momento soltero, Felipe de España habría mantenido una aventura con esta condesa alemana que devino en tragedia.

La hermosa Margarethe murió supuestamente envenenada por las intrigas de la corte, que evitaron así que se casara con Felipe II de España. Las semejanzas con el cuento, una vez más, tienen a los enanos como elemento vertebrador. La condesa jugaba desde pequeña con siete niños desnutridos y envejecidos prematuramente que trabajaban en las minas de la familia von Walked. Su pobreza les hacía vestir con harapos coloridos y largos abrigos.

Pero estas dos no son las únicas teorías. En la línea de que los relatos de esta naturaleza están presenten en distintas literaturas y culturas no relacionadas entre sí, hay quien no cree que los hermanos Grimm empleasen una única fuente. Simplente sus cuentos fueron el resultado del folklore alemán y los mitos locales.

Por César Cervera
Fuente: ABC

Descubren 24 sepulturas de la nobleza incaica en el Valle de las Pirámides de Perú

Restos humanos y cerámicos de la cultura dentro de una tumba en la huaca Las Abejas, en el Complejo Arqueológico de Túcume en Lambayeque, Perú (Reuters)

El imperio de los incas, el más extenso de la América prehispánica, llegó a dominar buena parte del actual territorio de Perú sin que se conociese apenas su presencia en el majestuoso Valle de las Pirámides, hasta que ahora, bajo esas milenarias edificaciones, se hallaron 24 sepulturas de la nobleza incaica. Una de ellas llama especialmente la atención de los arqueólogos porque los restos humanos parecen envueltos en un edredón similar a los que se confeccionan en la actualidad.

El hallazgo presentado este pasado miércoles por un grupo de arqueólogos del Ministerio de Cultura confirma que los incas consignaron un gran valor a las pirámides de Túcume, el mayor complejo arquitectónico de este tipo en el Antiguo Perú, con 26 edificios piramidales sobre un área 221 hectáreas, entre ellas las más grande de Sudamérica.

Arqueólogos excavando tumbas y restos humanos de la cultura inca en la huaca de Las Abejas, en el Complejo Arqueológico de Túcume de Perú (Reuters)

Con una altura que iguala al templo maya de Kukulkán, en Chichen Itzá (México), las pirámides de Túcume pueden parecer para el visitante una arenosa colina resquebrajada por el paso de los siglos, ya que fueron erigidas hace mil años con adobe en lugar de piedra, mucho antes de que los incas llegaran a esas tierras sobre el año 1470.

Sin embargo, bajo esas capas de polvo y tierra está el mayor exponente arquitectónico de la civilización Sicán o Lambayeque, una de las más importantes de la costa norte de Perú, que luego fue conquistada por los Chimú, y estos un poco más tarde por los incas. Tanto unos como otros siguieron confiriendo al monumental complejo el mismo rol ceremonial que le dieron sus creadores, como acreditan las tumbas incas aparecidas en la huaca (templo) Las Abejas, una de las veintiséis del complejo, gracias a la excavación hecha por la Unidad Ejecutora 005 Naylamp del Ministerio de Cultura.

Una arqueóloga trabajando en la huaca de Las Abejas
Una arqueóloga trabajando en la huaca de Las Abejas (Reuters)

"Tenemos todas las evidencias de que se trata de un grupo de elite, donde hay hombres y mujeres", explicó la directora del Museo de Túcume, Bernarda Delgado. Lo afirma así porque todos los individuos fueron sepultados junto a cerámicas y envueltos en finas telas, objetos que no acostumbran a encontrarse en los entierros del pueblo llano.

Algunas de las cerámicas están casi intactas y permiten observar con detalle la alfarería de Túcume, una fusión de arte lambayecano y Chimú, con jarros característicos por llevar en sus boquillas representaciones de cabezas, ya sea de hombres o de animales como el murciélago.
Aunque los arqueólogos aún no han determinado el género de cada individuo, intuyen que las mujeres son las que tienen consigo instrumentos para tejer y los hombres quienes están acompañados de unos remos o paletas largas de madera y conchas spondylus, molusco tan valorado por los incas como el mismo oro.

Arqueóloga desenterrando restos humanos en el Complejo Arqueológico de Túcume (Reuters)

"Tres o cuatro de ellos, que parecen tener mayor jerarquía, están envueltos en fardos, es decir, tienen entre veinte o veinticinco telas, o incluso a veces hasta treinta, que envuelven al personaje", destacó Delgado. Entre esos hay uno que llama especialmente la atención por tener más telas que los demás, un fardo tan suntuoso que recuerda al único precedente de entierro inca descubierto en las pirámides de Túcume, correspondiente al último gobernador inca de esa área.

"Lo curioso es que una de esas telas tiene las características de los edredones actuales, con un relleno de algodón nativo", detalló el arqueólogo José Manuel Escudero, director de las excavaciones en la huaca Las Abejas. Una vez que lo consigan desenvolver y lo sometan a más pruebas en el laboratorio podrán determinar si fue contemporáneo al último gobernador inca hallado en 1991 o si fue anterior a este.

Expedición arqueológica en Lambayeque, Perú (Reuters)

Otra incógnita que aún no despejan son los motivos que llevaron a estos nobles incas a enterrarse esa huaca, situada en el suroeste del Valle de las Pirámides, apartada a un kilómetro del edificio principal, la Huaca Larga, la más grande de Sudamérica, con 30 metros de alto y 700 de ancho, donde se encontró al último soberano inca del lugar.

Con 89 personas trabajando en campo, los arqueólogos creen que todavía pueden encontrar más entierros incaicos en esta cuna cultural del Antiguo Perú, pues les quedan al menos dos de las cuatro temporadas de excavaciones previstas dentro del proyecto que financia el Ministerio de Cultura con 8,3 millones de soles (unos 2,5 millones de dólares).

Fuente: lavanguardia.com | National Geographic | 5 de julio de 2018

Un estudio sitúa la Peña de los Enamorados como el primer santuario de Andalucía

Vista de la Peña de los Enamorados desde el interior del Dolmen de Menga. / J. NAZCA. REUTERS

Las pinturas rupestres del abrigo de Matacabras, dentro de la Peña de los Enamorados de Antequera, datan de 3.900 años antes de Cristo. Una fecha que se ha podido certificar de manera científica y que sitúa este enclave antequerano del Neolítico como el primer santuario andaluz, cuya existencia es anterior a la construcción de los dólmenes de Antequera, según el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla, Leonardo García Sanjuán (izquierda), coordinador de un estudio universitario que ha ofrecido una fecha más concreta del origen del conjunto arqueológico declarado Patrimonio Mundial.
«Este santuario ya estaba en uso antes de que se construyese el Dolmen de Menga, eso es lo que sugiere esta fecha», explicó ayer a SUR García Sanjuán, que añadió que este avance aproxima las pinturas rupestres a la fecha final del Neolítico y da pie a que otros estudios futuros establezcan la fecha más exacta de los monumentos megalíticos.

«Este abrigo ya era conocido antes, pero no se había hecho un estudio en profundidad», señaló el catedrático, que hizo hincapié en la aportación de esta nueva «investigación multidisciplinar basada en varios métodos científicos que permiten saber más detalles sobre este abrigo». El resultado tiene importancia por la vinculación entre estas pinturas rupestres y los dólmenes, ya que el santuario de la montaña es lo que hizo que los pobladores de la vega antequerana construyeran Menga orientada a la Peña de los Enamorados, en vez de al sol o las estrellas como el resto de dólmenes.

Antes de los poblados de la Peña, se conocen los de la «Cueva del Toro en el Torcal de Antequera, donde tenemos el asentamiento del Neolítico más antiguo de Málaga y uno de los más al sur de España», destaca Sanjuán. Al bajar a la vega, decidieron adorar al peñón, orientando el gran templo funerario de Menga hacia el santuario de La Peña y el sepulcro megalítico, Viera, al sol como en toda Europa y norte de África, según Bartolomé Ruiz, director del conjunto arqueológico.

Una de la pinturas del abrigo de Matacabras. / JAVIER PÉREZ GONZÁLEZ

«Uno de los objetivos de este trabajo era, por primera vez, intentar fechar estas pinturas, que es complicado, por un método que se llama datación de uranio torio de los motivos que se conservan», al pie de la Peña, por activación de neutrones y difracción de rayos X, así como un completo análisis estilístico de los motivos, sigue el catedrático de Prehistoria.

Alta resolución

Una vez publicado este estudio científico, «este abrigo data pintado en el siglo XXXIX antes de Cristo, que es una fecha que es muy compatible con la hipótesis de que el Dolmen de Menga se oriente hacia esta montaña porque ahí había un santuario antes», como se demostró en el estudio de valor excepcional universal para ser destacado por la Unesco.

Aparte en este estudio «se ha hecho una restitución fotogramétrica, eso es muy importante a nivel de conservación, porque por primera vez vamos a decir que tenemos un mapa en tres dimensiones completo de cómo es ese abrigo» con todos sus elementos. La investigación de alta resolución la ha desarrollado el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la universidad hispalense, con financiación del Plan Nacional I+D del Ministerio de Economía y Competitividad (MINECO), realizada por un amplio equipo con especialistas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de las universidades de Alcalá de Henares, Southampton, Lisboa y Sevilla.

Esta nueva aportación científica se tendrá que continuar con otros estudios, ya que hasta ahora se tenían una aproximaciones en cuanto a los dólmenes, 4.000 antes de Cristo era la de Menga que tras este descubrimiento, se tendrá que retrasar al menos hasta después de 3.900. Todo dentro del final del Neolítico, que engloba entre el 10.000 y 3.000 antes de nuestra era, y en el que se calcula que hay mil años de diferencia entre la creación de Menga, Viera y El Romeral.

La declaración como Patrimonio Mundial de la Unesco no solo está llevando a superar el número de visitas, o terminar el proyecto de museo, va a hacer posible que se profundice en el estudio del Sitio de los Dólmenes de Antequera, donde se podrá conocer más y mejor cómo fueron sus constructores o como dijo Michael Hoskin (científico que aportó su estudio comparativo que destacó a Menga como el único construido hacia un objeto que no fuera el sol): ¿y si hubiera más dólmenes bajo el suelo de la zona prehistórica?

Fuente: diariosur.es | 6 de julio de 2018

La exposición 'En el principio' unirá ciencia y fe a través la arqueología, la paleontología y la geología en Alba de Tormes (Salamanca)

Ídolos precolombinos

La exposición, organizada por los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús del Colegio y Seminario San Jerónimo y su Museo de Arqueología P. Belda, cuenta con la colaboración de la Diócesis de Salamanca, Junta de Castilla y León, Diputación de Salamanca y Ayuntamiento de Alba de Tormes.

Con el título “En el Principio. Geología, paleontología y arqueología en el diálogo entre Ciencia y Fe”, la exposición temporal organizada por el Colegio y Seminario San Jerónimo y el Museo de Arqueología Padre Belda, abrirá sus puertas el próximo 7 de julio hasta el 15 de agosto en un recinto único, la Basílica de Santa Teresa en Alba de Tormes. Con motivo del 10º aniversario de la inauguración del actual Museo de Arqueología Padre Belda la exposición servirá para dar a conocer parte de los fondos geológicos, paleontológicos y arqueológicos de la colección. El objetivo principal de la exposición es enseñar, de manera didáctica, el proceso evolutivo desde los inicios de la Tierra hasta la Edad Media. Asimismo se pretende presentar la figura del P. Belda, mostrando en el discurso expositivo el diálogo entre la Ciencia y la Fe a través de sus propias palabras.

La exposición supondrá todo un reto para los organizadores: “El año pasado, en diálogo con la arqueóloga albense Verónica Pérez, que, junto con un grupo de colaboradores, estudiantes de historia y arqueología y profesores, estaba llevando a cabo en el Museo la tarea de revisión del catálogo y mejora de la zona de los Fondos del Museo, surgió la idea de poder dar a conocer una dimensión del P. Belda, origen de la colección, que daba sentido a lo que hoy conocemos: su pasión por la ciencia y la fe y el modo de compaginar estas dos dimensiones en su manera de concebir el mundo, la creación, la evolución, la religión… Vimos también que era necesario poner en valor, de nuevo, la gran colección de fósiles, de la que actualmente en la exposición permanente se exponen tan sólo 6 ejemplares, así como algunas piezas de los fondos que no están visibles, tanto de geología como de arqueología. Lo que empezó siendo una pequeña idea, sencilla, se ha convertido en una exposición que queremos que tenga ese sabor “didáctico” que marcó la historia del Museo desde el inicio y que era el principal interés de Belda a la hora de crearlo”.

La muestra temporal contará con piezas singulares distribuidas en 4 capítulos: al inicio, la introducción servirá de marco de la exposición y recordará a los visitantes quién era el P. Ignacio María Belda a través de sus objetos (microscopios, imágenes, correspondencia con otros arqueólogos) y la importancia que tuvo para Alba de Tormes al recuperar, gracias a su iniciativa, las ruinas del antiguo convento jerónimo de San Leonardo, actual Colegio y Seminario San Jerónimo.
A partir de esta introducción, el visitante podrá reflexionar sobre el origen del mundo, a través de geodas, estalactitas o pequeños meteoritos (capítulo 1). Se sumergirá en el apasionante mundo de las primeras criaturas sobre la tierra, con fósiles marinos, restos de algunos dinosaurios o de los primeros mamíferos sobre la tierra (capítulo 2). Descubrirá los primeros pasos de la humanidad, con piezas del Paleolítico (algunas de las cuales se remontan a 1,5 millones de años de antigüedad), Neolítico, Edad de los Metales, Roma, época Visigoda (capítulo 3). Y terminará con una reflexión sobre la apertura de la humanidad a la trascendencia, donde el visitante podrá contemplar, por ejemplo, ídolos precolombinos, parte de un sarcófago egipcio o algunos restos del antiguo convento de San Leonardo y otros procedentes de la Villa de Alba de Tormes, como algunas piezas litúrgicas (patena, cáliz), en barro, del desaparecido convento franciscano que se encontraba en la zona del actual IES Leonardo da Vinci.

Una exposición multimedia, didáctica, guiada
La exposición, además, contará con una novedad: la posibilidad de acceder, a través del propio móvil, a la guía audiovisual que ilustra los contenidos de la exposición. No se ha pretendido, con ello, explicar cada una de las piezas, pero sí situar, de manera general, cada uno de los bloques dentro de la historia. Para ello pequeños audios y algunos videos darán a conocer, de manera breve, las características generales de la época en cuestión. También, escaneando el código que acompañará a algunas de las piezas, se podrán descargar las fichas y estudios que acompañan a esas piezas y que constituyen el catálogo de la exposición.

Guiños a Alba de Tormes y la provincia
La muestra ha querido incorporar algunos guiños a Alba de Tormes y a la provincia de Salamanca, tanto en la selección de piezas arqueológicas, incorporando algunas provenientes de yacimientos salmantinos, como la exposición de algunas piezas de interés para el público albense: bifaces y hachas de los montes de alrededor, las piezas mencionadas anteriormente del desaparecido convento franciscano, algunos ángeles de la bóveda de la iglesia conventual jerónima o un altar romano, que no podrá ser trasladado desde el actual museo, y que constituye el único resto romano aparecido en Alba de Tormes. De su historia hablará uno de los últimos espacios de la muestra.

Colaboración entre instituciones y pasión por la arqueología
La colaboración entre las diferentes instituciones ha supuesto, en palabras de los organizadores, la mayor satisfacción: “La muestra, que en un principio pretendía ser sencilla y más reducida, con la decisión de usar la Basílica como sede, se complicó en su realización. Éramos conscientes de que no podíamos llevarla a cabo nosotros solos. A la colaboración de la Diócesis, que cede el espacio, y el Ayuntamiento de la Villa, se unió, tras solicitarlo, la Diputación de Salamanca y la Junta de Castilla y León. Esta unión es, tal vez, la mayor riqueza de la muestra”.

Junto a esta colaboración, se ha contado también con la presencia e impulso de Verónica Pérez, arqueóloga y albense, “que ha actuado como una auténtica comisaria de la exposición, involucrando a todos, consiguiendo que el catálogo cuente con la colaboración de expertos, doctores y licenciados en historia, arte, biología, paleontología, de diferentes centros y universidades españolas y europeas, implicando a diferentes personas para la realización de los videos y los audios que acompañarán al visitante”. Así, la sinergia de diferentes instituciones y la pasión por la arqueología y el arte, harán posible abrir esta ventana al diálogo entre Ciencia y FE.

EN EL PRINCIPIO. Geología, Paleontología y Arqueología en el diálogo entre Ciencia y Fe
Lugar: Basílica de Santa Teresa (Alba de Tormes, Salamanca).
Organiza: Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús (Reparadores | Dehonianos) – Colegio y Seminario San Jerónimo – Museo de Arqueología Padre Belda. Colaboran: Ayto. de Alba de Tormes, Junta de Castilla y León, Diputación de Salamanca, Diócesis de Salamanca
Fechas y horarios: Del 7 de julio al 15 de agosto. De 12 a 14hh. y de 18 a 20hh.
Inauguración: 7 de julio, a las 18hh. Entrada gratuita

Fuente: salamancartvaldia.es| 6 de julio de 2018