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Hallan en Moià (Barcelona) dos fragmentos de cráneo y dientes de neandertales y comprueban que se practicó el canibalismo

Restos de dientes y fragmentos craneales de neandertales hallados en Moià, Barcelona, por el IPHES.

La campaña de excavación en las Cuevas del Toll y Teixoneres (Moià, Barcelona) ha permitido recuperar dos fragmentos de cráneo de un neandertal juvenil de más de 52.000 años de antigüedad. Lo ha dado a conocer este viernes el equipo investigador del IPHES, que trabaja en el yacimiento. Se trata del cuarto individuo identificado en las Cuevas del Toll de Moià desde que se descubrió el primer resto del diente de un niño en 2016.

Además, los estudios realizados hasta ahora han permitido identificar marcas de corte en la superficie de algunos de estos huesos, lo que se ha interpretado como el resultado de actividades relacionadas con el canibalismo. Este año el yacimiento cumple 20 años y, según la codirectora de los trabajos, Anna Rufà Bonache, "todavía tiene mucho potencial".

Presentación de los hallazgos a la prensa.

Historia neandertales

Desde principios de mes trabajan una veintena de investigadores y arqueólogos en la Cueva de Teixoneres. El codirector del yacimiento, Jordi Rosell Ardèvol, remarca que este espacio concentra una secuencia estratigráfica de unos 6 metros de altura. "Guarda toda la historia de los neandertales desde los 250.000 años hasta su desaparición hace más de 35.000 años", afirma, poniendo en valor este emplazamiento.

El descubrimiento de dos fragmentos de cráneo de un individuo joven, casi adulto, situado sobre un hogar ha sido un 'regalo' para este 20º aniversario, según han coincidido muchos de ellos. Apareció por sorpresa la semana pasada mientras hacían un corte estratigráfico y, aunque lo vieron bastante claro desde un principio, requirieron la confirmación de su paleoantropólogo de referencia, Carlos Lorenzo Merino. "Subió enseguida y, al verlo, dijo que era de libro", recuerda, con emoción, Rosell.

Anna Rufà dando explicaciones sobre los hallazgos realizados.

Uno de los retos de este yacimiento es la gran concentración de restos -entre huesos de animales, homínidos y herramientas- que, además, están "muy fragmentados", según detalla la codirectora e investigadora Anna Rufà. Esto se explica porque los neandertales, que ocupaban temporalmente esta cueva, y se movían por una zona cercana, procesaban a los animales cazados, los quemaban -durante estos años de investigación han descubierto hogares y también herramientas de diferentes materiales- y los rompían al máximo para acceder a la médula y aprovechar los nutrientes. Para paliar este problema, el equipo está utilizando técnicas biomoleculares muy especializadas para identificar las muestras óseas y poder realizar estudios de ADN, tanto mitocondrial como nuclear. Se espera que con los resultados de estos estudios se aumente el número de restos humanos identificados.

Algunos de los restos humanos recuperados en el nivel IIIb de la Cueva de las Teixoneres, incluyendo los fragmentos de occipital recuperados durante la campaña de este año. Foto: Maria D. Guillén /IPHES-CERCA (piezas dentales); Leandro Zilio / CONICET (fragmentos occipital y clavícula); Ruth Blasco / IPHES-CERCA (imágenes con microscopio y edición de la lámina).

Evidencias de canibalismo

Este es el cuarto individuo identificado en la cueva de las Teixoneres y prevén que no será el último. En 2016 apareció el diente de un niño de 6 años, el primer resto de homínido. Un año después también identificaron otro diente de un joven de 11 años y el de un adulto senil. Todos los restos tienen una cronología superior a los 52.000 años y estaban dispersos y mezclados con huesos y dientes de otros animales en la entrada de la cueva.

Trabajos de excavación en el nivel IIIb de la Cueva de las Teixoneres de Moià donde han aparecido los restos humanos neandertales. Foto: Florent Rivals /ICREA /IPHES-CERCA.

Una de las dudas que existen es si estos humanos identificados tienen algún grado de parentesco y por qué presentan marcas de canibalismo. Según Rosell, aparecieron marcas de corte en huesos como una clavícula. "Ya podemos decir con seguridad que fueron procesados y comidos por sus congéneres", afirma. Y apunta que, de confirmarse que eran familia, podría ser un fenómeno de tratamiento de la muerte dentro del propio grupo. "En aquella época la mortalidad era muy elevada, sobre todo la infantil, y una forma de reverenciar su cuerpo muerto era su consumo". Este hallazgo de canibalismo entre neandertales es el primero en Cataluña, mientras que también se ha descubierto en otros puntos de la península ibérica, como el de Atapuerca que es más antiguo, y en el sur de Francia.

Foto de grupo de los arqueólogos del IPHES.

20 años de investigación

Este año se cumplen dos décadas de excavaciones del IPHES en las Cuevas del Toll. Para celebrarlo, el equipo de investigación y el ayuntamiento de Moià han organizado una jornada de puertas abiertas este sábado y el domingo en el mismo parque y con charlas de los investigadores. Aunque todavía no hay nada definido ni concretado, cree que en un futuro esta localidad debería tener un espacio donde poner en valor los restos y, al mismo tiempo, acercar el conocimiento científico para que "esté al servicio de la gente". Por eso, cree que habría que sumar esfuerzos con las administraciones y también el sector privado.

Fuentes: elperiodico.com | IPHES | 23 de junio de 2023

El hueso fósil de una pierna desvela el caso de canibalismo más antiguo, hace 1,45 millones de años

Vista completa de la tibia (KNM-ER 741) y área ampliada que muestra marcas de corte perpendiculares al eje longitudinal de la muestra. Escala = 4 cm.

La paleoantropóloga estadounidense Briana Pobiner es experta en estudiar la dieta de homínidos extintos. Un día estaba buscando rastros de mordeduras de animales en una tibia fósil de hace 1,45 millones de años cuando se dio cuenta de algo extraño. El hueso, hallado en los años 70 en Kenia y almacenado en el Museo Nacional de ese país, tenía en uno de sus extremos varias marcas rectas y paralelas que no podían haber sido hechas por los dientes de ningún animal. Hoy, Pobiner y otros colegas sostienen que este puede ser el caso de canibalismo humano más antiguo conocido.

Cuando Pobiner encontró los cortes hizo un molde con una pasta como la que usan los dentistas para reproducir las dentaduras de sus pacientes y se lo envió a Michael Pante, de la Universidad Estatal de Colorado. No le dio ninguna pista de qué podían ser las marcas. Pante las estudió y las comparó con casi 900 hendiduras en huesos hechas en experimentos de descarnamiento y descuartizamiento. El veredicto de los investigadores es que esas marcas las tuvo que hacer un homínido blandiendo una herramienta de piedra afilada, probablemente para cortar la carne y comérsela, según explican hoy lunes en un estudio en Scientific Reports.

Fotografías en primer plano de tres especímenes de animales fósiles de la misma área y horizonte temporal que la tibia de homínido fósil estudiada por el equipo de investigación. Estos fósiles muestran marcas de corte similares a las encontradas en la tibia del homínido estudiada. Las fotos muestran (a) una mandíbula de antílope, (b) un radio de antílope (hueso de la parte inferior de la pata delantera) y (c) una escápula de mamífero grande (omóplato). BRIANA POBINER.

“Tanto los humanos modernos como nuestros antepasados han practicado el canibalismo y este hallazgo nos muestra cómo de antigua es esta práctica”, explica a este diario Pobiner (izquierda), investigadora de la Institución Smithsonian, en Estados Unidos.

"Estas marcas de corte -asegura, además, Pobinae- se parecen mucho a lo que he visto en fósiles de animales que se procesaban para el consumo. Parece más probable que la carne de esta pierna se comiera, y que se comiera con fines nutricionales, y no para un ritual".

El fósil analizado no se ha podido atribuir a una especie concreta con total seguridad. Puede que fuera de un Homo habilis, un homínido capaz de fabricar herramientas; un antec, el primer homínido con un cuerpo muy parecido al nuestro y que hace dos millones de años salió de África y pobló Eurasia. Los restos también podrían ser de un paranthropus, un homínido más primitivo característico por sus potentes mandíbulas.

También resulta imposible saber si el canibalismo sucedió entre dos miembros de la misma especie y sería, por tanto, un caso propiamente de canibalismo, o por homínidos distintos, lo que lo convertiría en un caso de caza o carroñeo. A pesar de estas incertidumbres, los científicos creen que lo más plausible es que se trate de canibalismo; el más antiguo del que hay constancia. En el estudio, los especialistas argumentan que es muy poco probable que las marcas se pudieran haber hecho después del hallazgo, por ejemplo al manipularlo en el museo, pues las hendiduras mostrarían un color distinto.

Nueve marcas identificadas como marcas de corte (números de marca 1–4 y 7–11) y dos identificadas como marcas de dientes (números de marca 5 y 6) en base a la comparación con 898 modificaciones conocidas de la superficie ósea mediante un análisis discriminante cuadrático de las mediciones micromorfológicas recopiladas en el estudio. Escala = 1 cm.

Hasta ahora, el caso más antiguo de homínidos comiéndose a otros de su misma especie es el de 10 individuos, la mayoría niños y adolescentes, que fueron asesinados, descuartizados, descarnados y devorados por sus congéneres hace unos 900.000 años en la sierra de Atapuerca, en Burgos. En este caso las pruebas de canibalismo son mucho más claras, explica Palmira Saladié (derecha), del Instituto de Catalán de Paleoecología Humana. “Los huesos muestran muchas marcas de corte así como roturas de los huesos largos para consumir la médula y el cráneo para llegar al cerebro”, detalla.

Los investigadores de este yacimiento creen que estos infanticidios son el resultado de la guerra entre grupos opuestos que se disputaban la caza y los recursos de la rica sierra burgalesa. Se atacaba a los individuos más débiles, los mataban y se los comían, pero no por hambre, pues en el yacimiento, junto a los fósiles humanos, se encontraron también huesos de animales. Para los paleoantropólogos esta es la diferencia entre el canibalismo “dietético”, por hambre, y el “ritual o de guerra”, explica Saladié. “Estos comportamientos son muy parecidos a los que se observan actualmente entre grupos opuestos de chimpancés”, añade. Los investigadores de EE UU creen que en el caso del fósil vuelto a analizar de Kenia el canibalismo fue solo por alimentación.

A lo largo de la evolución humana, el canibalismo fue sucediendo de forma puntual y diversificándose. Existe por ejemplo un canibalismo por estima, cuando los miembros de un clan devoran los restos de un ser querido para que no se pudran y como gesto de respeto. También existe la vertiente opuesta, cuando se devora al enemigo para infringirle una humillación total: transformarle en heces. En Atapuerca se han hallado abundantes rastros de un ritual común antes y después de la revolución neolítica, hace unos 8.000 años, en el que el cráneo humano se usaba como una copa.

Modelo 3D de las marcas 7 y 8 identificadas como marcas de corte por el modelo discriminante cuadrático.

Para la paleoantropóloga, los hallazgos de Kenia son probablemente genuinos y representan un caso de canibalismo, aunque para demostrarlo serán necesarios más restos. “Siempre nos pareció raro que no hubiese signos de canibalismo entre los homínidos de África, cuando hay tantas evidencias posteriores, desde el 'Homo antecessor' de Atapuerca hasta los 'Homo sapiens' pasando por los neandertales”, señala. “Resulta difícil probar que es canibalismo con un solo hueso, pero es lo más probable”, añade Saladié.

El hueso de Kenia tiene unas segundas marcas que hacen su historia más interesante: tiene mordeduras de un felino. “Las marcas de mordeduras sugieren un acceso inicial por un león que consumió la masa muscular principal y los homínidos posteriormente carroñearon los pequeños restos de carne que quedaban en el extremo de la tibia, pero no la fracturaron para consumir la médula; es fascinante” resalta Antonio Rodríguez-Hidalgo (izquierda), investigador en Atapuerca.

Un primer plano de la marca 5 y el modelo tridimensional procesado en comparación con una marca de diente de león moderna.

El fósil presenta un enigma más. El hueso lo encontró en 1970 la célebre paleoantropóloga Mary Leaky en el yacimiento de Koobi Fora. Tres años después, su colega estadounidense Anna Behrensmeyer analizó el hueso. “Me intriga cómo Behrensmeyer interpretó estas marcas cuando analizó el resto en 1973, ya que es una de las principales figuras de la tafonomía [la parte de la paleontología que estudia los procesos de fosilización] a nivel mundial”, señala Rodríguez-Hidalgo. “Aunque describió todas las modificaciones que vemos en las fotografías, no identificó estas pequeñas marcas transversales que ahora se reclaman como cortes intencionados para consumir la carne”, explica el paleoantropólogo.

El caso de Kenia se suma a otros dos restos humanos más recientes hallados en África y que presentan rastros no concluyentes de canibalismo: los cráneos de Bodo (Etiopía) y Sterkfontein (Suráfrica). Pero para Hernández en ninguno de los casos hay aún pruebas concluyentes. “Este caso no es incontestable, pero creo que en algún momento saldrán más restos, ya que el canibalismo parece consustancial a la evolución humana, y, al fin y al cabo, los yacimientos más antiguos están en África. De momento, Atapuerca sigue siendo la evidencia sólida de canibalismo más antiguo en la historia humana”, concluye.

Fuentes: elpais.com | abc.es | 26 de junio de 2023

¿Cuándo empezó la guerra? Esto es lo que dice la arqueología

Cadáveres en el barro, caídos en la batalla de la Edad del Bronce en el valle de Tollense (Alemania). Foto: S. Sauer.

A finales de la Edad del Bronce, hacia el año 1250 a.C., un numeroso grupo de individuos apareció en el valle del río Tollense, en el nordeste de Alemania, y se enzarzó en una batalla campal de dimensiones colosales, la primera en la historia de Europa, con una comunidad local. En total, se calcula que en la lucha participaron unos 4.000 guerreros. Iban pertrechados con hachas de bronce, garrotes de madera con forma de bate de béisbol, arcos y flechas, lanzas y quizá cuchillos o espadas. Y lo que resulta más sorprendente: los atacantes tenían una procedencia meridional, de zonas como Bohemia, en la actual República Checa, a unos 500 kilómetros de distancia del escenario del combate.

El relato de esta batalla no aparece en ninguna inscripción o fuente antigua. Se conoce gracias a la arqueología. El Tollense llevaba décadas escupiendo objetos de la Edad del Bronce, pero no fue hasta 2008 cuando dos investigadores alemanes registraron sistemáticamente la zona y empezaron a descubrir armas, pertrechos varios, estructuras de madera y restos humanos: 12.000 huesos pertenecientes a unos 140 individuos con numerosos traumas perimortem, como flechas de sílex incrustadas, heridas perforantes causadas por puntas de bronce o cráneos partidos.

Foto: Punta de flecha de bronce clavada en un cráneo. Fuente: Picture Alliance / Dpa

Fue un hallazgo revolucionario: demostró que en el I milenio a.C., además de razias y duelos singulares, hubo otra modalidad de violencia colectiva, las batallas campales. "Tendemos a imaginarnos el mundo de la prehistoria como una multitud de pequeñas comunidades aisladas y poco conectadas entre sí, excepto por el comercio. Pero la batalla de Tollense nos habla de un conflicto que hoy llamaríamos internacional, en el que participaron grandes coaliciones y en el que se vio inmerso un territorio no menor al de las guerras del siglo XVI o XVII", escribe Alfredo González Ruibal (izquierda), arqueólogo en el Instituto de Ciencias del CSIC, en su nuevo libro Tierra arrasada: un viaje por la violencia del Paleolítico al siglo XXI (Crítica).

Conflictos, masacres, asedios, fosas comunes, destrucción de ciudades, sacrificios, genocidios, cabezas cortadas y todo tipo de horrores desde el Paleolítico hasta la actual guerra de Ucrania pueblan las páginas de este libro empíricamente terrorífico, cuyo objetivo reside en entender por qué los seres humanos se han masacrado unos a otros durante miles de años. Y lo que ofrece la arqueología es una visión íntima y cotidiana de la violencia, la experiencia humana de los guerreros, como los soldados que murieron en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, y de los civiles, como los rebeldes de Tell Brak, una de las ciudades más antiguas de Oriente Próximo, cuya revuelta contra la élite fue sofocada con sangre hace unos 4.000 años.

"La intimidad que revela la arqueología es también la de la violencia más sórdida: la descripción de una fosa común sirve de antídoto contra cualquier romantización de la guerra, contra los relatos épicos con olor a naftalina que vuelven a estar hoy de moda", sentencia González Ruibal, que se aleja de las teorías extremistas sobre la historia de la violencia —ni salvajismo inmutable ni progresivamente domado por el proceso civilizador, como defiende Steven Pinker—.

Violencia y política

El arqueólogo asegura que la brutalidad extrema existe en los grupos humanos independientemente de su forma de organización social y el periodo histórico, pero resulta excepcional, no es la norma. Hay diversos factores que la azuzan, desde los climáticos a los ideológicos. "Si la violencia extrema o la guerra ilimitada fueran el orden normal de las cosas en todas las sociedades o en las sociedades preestatales, el número de fosas comunes y sitios devastados por la guerra sería constante. Y no es así", defiende.

El ejemplo más antiguo de violencia interpersonal, letal y deliberada conocido hasta el momento se ha hallado en la Sima de los Huesos de Atapuerca (izquierda): un cráneo de hace 430.000 años con dos lesiones contusas perimortem en la parte frontal. La guerra como tal, recuerda González Ruibal, no empezó hasta el IV milenio a.C., cuando surgió una forma de violencia colectiva que se distinguía por sus ritos, instituciones, tácticas, estrategias y cultura material, como las armas diseñadas específicamente para el combate. Ingredientes que embellecieron y sublimaron el acto de matar.

Antes, en el Neolítico, hubo agresiones, razias y masacres entre distintas comunidades de cazadores-recolectores y agricultores, como la documentada en Jebel Sahaba, en Sudán: más de una veintena de hombres y mujeres de todas las edades enterrados en la necrópolis murieron de forma violenta hace unos 13.400 años. Y sociedades que acabaron colapsando en medio de un baño de sangre, como le sucedió hacia 5000 a.C. a la cultura de la Cerámica de Bandas o LBK por sus siglas en inglés, desarrollada en el centro y norte de Europa.

Enterramiento doble en Jebel Sahaba. Los lápices indican los artefactos líticos asociados. Wendorf Archives / British Museum.

Un fenómeno interesante que se aborda en el ensayo es el momento de la aparición de la violencia extrema. Puede darse a rebufo del colapso de un sistema político, cuando desaparecen los límites sociales impuestos a la guerra o se desatan tensiones que llevaban tiempo reprimidas; o con el nacimiento de nuevos regímenes, sobre todo cuando otorgan al soberano un mayor poder y lo convierten en figura divina. Esto ocurrió, por ejemplo, en el Egipto de la primera dinastía faraónica o en el primer estado chino fundado por Wu Ding, donde se practicó de forma masiva el sacrificio funerario.

La obra de Alfredo González Ruibal, experto en la arqueología de conflicto, sobre todo de la Guerra Civil española —aunque su primera excavación fue en Alesia, el lugar donde Julio César cosechó una de sus victorias más asombrosas y puso fin a la guerra de las Galias—, está plagada de historias estremecedoras de todas las épocas. Podríamos enumerar en este artículo multitud de ellas, pero es mejor leer el libro completo, acompañar al autor por esos episodios repetidos de violencia en los que siempre aparecen otras víctimas: mujeres y niños. "Para mí la arqueología es ante todo un ejercicio de compasión (...) una forma de sentir con el otro, aquel a quien nunca hemos conocido, de quien nos separan décadas, siglos o milenios", confiesa.

Reconstrucción de las defensas romanas en Alesia, actual Museo Alesia.

Y cierra: "La arqueología de la violencia nos acerca al pasado mucho más que cualquier otra porque no es necesaria traducción alguna". Los arqueólogos hacen hablar a los esqueletos. "Tierra Arrasada: un viaje por la violencia del Paleolítico al siglo XXI" muestra ese trabajo detectivesco y la historia de la humanidad a través de uno de sus principales componentes, la violencia.

Fuente: elespanol.com | 10 de mayo de 2023

Tras las huellas del fuego en Atapuerca

Los investigadores analizarán los restos de varias hogueras. - Foto: Christian Castrillo.

Tiene dos años de trabajo de investigación por delante para demostrar si en el interior de las cuevas de Atapuerca, en concreto en el nivel 19 de la Sima del Elefante, prendían hogueras o no sus habitantes.

A este reto se enfrenta el arqueólogo prehistórico Aitor Burguet-Coca en el desarrollo de su proyecto postdoctoral Herramientas para la identificación del fuego antrópico en contextos de baja visibilidad durante el Pleistoceno medio, lo que le ha llevado a Paleolítico Vivo, en Salgüero de Juarros, en dos ocasiones este año. La última este fin de semana, donde ha encendido cuatro fogatas, lo que él llama modelos de referencia, para después analizar diferentes parámetros, compararlos con restos arqueológicos y tras interpretarlos poder responder a la hipótesis que dio origen a su proyecto: ¿Hubo fuego en la sima del Elefante?

Cuatro hogueras

Pero el proceso no es tan sencillo, requiere de paciencia, minuciosidad y mucho control. Durante estos días en Paleolítico Vivo, que mantiene un convenio con el Instituto Catalán de Paleoecologia Humana y Evolución Social, del que Aitor es investigador asociado, el prehistoriador ha organizado cuatro hogueras, tratando de recrear las que pudieron prender los habitantes de ese entorno entre hace 400.000 y 300.000 años. Son hogares planos, encendidos con hierbas secas y cuyo combustible es a base de madera de pinus sylvestris, «de cuyo uso existen evidencias en el interior de las cuevas», aclara. De esta visita les interesa ver cómo el fuego se preserva a lo largo del tiempo.

Un fuego que han cuidado con mimo durante este fin de semana, noche y día, fotografiándolo y controlando todas las variables que le envuelven, como la temperatura, viento, calor que genera e incluso la coloración que va mostrando. «Vamos anotando todo lo que va pasando en él, su evolución», explica Aitor Burguet-Coca, que el lunes recogió una muestra de restos de la combustión y hará lo mismo dentro de 3, 6 y 12 meses.

Foto: Hoguera de experimentación.

Estos sedimentos del fuego los someterá a un estudio de química analítica, una técnica propia, «no muy habitual» cuyo resultados podrá comparar con los que arrojen con la misma técnica los de los sedimentos arqueológicos del interior del yacimiento de la Sima del Elefante y del de La Cansaladeta (Tarragona). «En ambas ya hay cierta evidencia de fuego en su interior. En el burgalés aparecieron en el techo microcarbones, y en el catalán se descubrieron piezas líticas quemadas», comenta el investigador, que decidió comenzar con ambos enclaves por esta circunstancia. Por delante aún tiene la labor de mostrar si los datos de los yacimientos son coincidentes o parecidos y puede concluir con la existencia de esos fuegos. «Hay que tener en cuenta muchas variables, los años de diferencia entre unos y otros o si el fuego es natural o se propició en el interior de la cueva», enumera el experto en relación a la diversidad de constantes a las que tiene que ir dando respuesta y a las que se enfrente siempre desde el «rigor científico».

Estudio referente

También analizará con esa técnica los restos de las primeras cuatro hogueras de su proyecto, que las realizó durante una semana en marzo. En este caso intentaba descubrir que tipos de elementos químicos genera la combustión y sus cantidades, cogiendo muestras antes y después de la misma.

Una vez concluido este postdoctorado, financiado a través de las prestigiosas becas de investigación Marie Curie y que realiza desde la universidad holandesa de Leiden, no solo conseguirá responder a la pregunta que se planteó como punto de partida, sino que sentará las bases, generará unos referenciales para otras personas que estén trabajando en este ámbito de investigación relacionado con el fuego. «Vamos a aportar un corpus de datos para toda la comunidad, por el camino vamos a desarrollar aproximaciones o metodologías que servirán a otros científicos», añade.

Foto

¿Y qué le ha llevado a Aitor Burguet-Coca a realizar esta investigación en este entorno? Fue becario de la Fundación Atapuerca y ha participado en varias campañas. «Ethel Allué, que está detrás del estudio del uso del fuego en la Trinchera del Ferrocarril y en toda la Sierra de Atapuerca, fue mi directora de tesis», comenta Aitor, que en ese trabajo hizo un estudio del fuego a lo largo de la Prehistoria, entre el Paleolítico Medio y la Edad de Bronce.

Cuando decidió hacer un trabajo postdoctoral pensó en dar otro paso, en este caso para atrás en el tiempo, un gran reto dada la antigüedad a la que se enfrenta. «Es un registro invisible a los ojos humanos, no aparece en yacimientos de estas cronologías. No hay certezas, por eso hay que llevar a cabo análisis más profundos con esas herramientas y que nos van a permitir visibilizar ese registro, en este caso, el de la existencia del fuego o no», afirma el investigador.

Y no había mejor sitio para recrear esos hogares de hace miles de años que Salgüero de Juarros, un entorno muy similar al de Atapuerca. Por eso, además de Aitor, hace un mes también realizaron un programa experimental para entender el papel que jugó el fuego durante la Prehistoria otros investigadores.

Fuente:diariodeburgos.es | 27 de abril de 2023

Una investigación desvela la conexión genética entre los neandertales tardíos de Gibraltar con otros que vivieron en Francia

Reacreación del neandertal 'Nana', hallado en Gilbratar, sobre un mapa de Europa donde se ubica la cueva de Mandrin (Francia).

Francia no solo acogió a los Homo sapiens más antiguos de Europa, sino también a los primeros neandertales. Un adulto llamado Thorin vivió allí hace 50.000 años y pertenecía a una población previamente desconocida cuyo linaje se separó de otros neandertales tardíos hace unos 100.000 años. Estaba, además, emparentado con los neandertales de Gibraltar.

Un equipo de científicos ha llevado a cabo una investigación sobre el mayor hallazgo de restos neandertales desde 1979 en el sur de Francia: los huesos y los dientes pertenecientes a un hombre adulto, apodado Thorin, en honor a uno de los personajes principales de El Hobbit, la novela de J. R. R. Tolkien.

Una preimpresión de este trabajo se ha publicado ahora en bioRxiv.org y complementa dos artículos anteriores sobre el mismo yacimiento publicados, uno en 2022 y otro a principios de este año.

Arqueólogos de la Universidad de Burdeos trabajando en la gruta de Mandrin. Ludovic Slimak, CNRS.

Cueva del Paleolítico

No muy lejos de la ciudad francesa de Malatavern, a orillas del río Ródano, se encuentra la Cueva Mandrin. Las excavaciones de este sitio, que han estado en curso desde 1990, han revelado 12 capas arqueológicas que datan de las eras del Paleolítico Medio y Superior.

En total, los investigadores lograron encontrar aquí cerca de 60.000 artefactos de piedra, así como más de 70.000 restos de animales, entre los que predominan los caballos, bisontes y venados.

La cueva Mandrin alcanzó gran popularidad el año pasado: arqueólogos y antropólogos descubrieron un diente que pertenecía a un individuos anatómicamente moderno: probablemente un niño de entre 2 y 6 años de edad. La antigüedad de este hallazgo oscila entre 56.800 51.700 años.

Además, entre los artefactos de esta capa, cuyo número total supera las dos mil copias, los científicos descubrieron también puntas de flecha y dardos en miniatura, los artefactos más antiguos encontrados en Europa. Una de las características de este descubrimiento es el hecho de que la capa donde se encontró el diente de Homo sapiens más antiguo de Europa está cubierta, por abajo y por arriba, de restos culturales dejados por los neandertales.

Al mismo tiempo, el diente de Homo sapiens está lejos de ser el único hallazgo antropológico realizado en los depósitos de esta gruta: los científicos ya habían informado con anterioridad sobre ocho dientes más encontrados en diferentes capas.

Foto: Este diente de leche roto puede ser el fósil humano moderno más antiguo conocido en Europa.

Nuevos descubrimientos

Ludovic Slimak (izquierda), de la Universidad de Toulouse y Martin Sikora (derecha), de la Universidad de Copenhague, junto con arqueólogos, antropólogos y genetistas de Australia, Austria, Gran Bretaña, Alemania, Dinamarca, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Francia y Suiza, han informado ahora sobre nuevos hallazgos antropológicos ocurridos en 2015 en la Cueva de Mandrin.

En la capa B2, rica en artefactos y huesos de animales, los arqueólogos descubrieron los restos de un hombre de neandertal, apodado Thorin. Según los investigadores, se trata de los restos neandertales más representativos encontrados en Francia desde 1979, cuando se descubrió el esqueleto de un hombre arcaico en el yacimiento arqueológico de Saint-Cézaire.

Restos del neandertal llamado Thorin tal como fueron encontrados en la Cueva Mandrin. LUDOVIC SLIMAK ET AL. /BIORXIV, 2023.

Huesos de la cara

A disposición de los investigadores quedaron parte del hueso palatino, un maxilar inferior fragmentario y 31 dientes con morfología típica neandertal.

Además, el premolar superior y el canino izquierdo no han sobrevivido hasta el día de hoy, pero este individuo tenía molares inferiores supernumerarios (cuartos molares): esta anomalía no se había encontrado previamente en representantes del género Homo de la era del Pleistoceno.

Los cuartos molares de Thorin tenían una forma irregular y también una sola raíz. A juzgar por el desarrollo de los molares, este neandertal era un adulto. Junto a estos restos también se encontraban cinco falanges de la mano izquierda de un adulto, que bien podrían pertenecer también a Thorin.

Huesos de ciervo rojo y garra de águila encontrados en el yacimiento. Algunos fueron retocados con sílex para darles una forma determinada. Foto: LUDOVIC SLIMAK et al. Science Advances

Otros huesos de Thorin

Además de los huesos faciales y dientes mencionados, los arqueólogos han encontrado otros 80 fragmentos óseos poco informativos que presumiblemente podrían pertenecer, asimismo, a Thorin.

Los científicos recurrieron a la toma de huellas dactilares de péptidos por espectrometría de masas (ZooMS) para determinar cuál de ellos realmente pertenecía a una persona, y luego los enviaron para realizar una datación por radiocarbono (los resultados de este análisis no se informaron en la preimpresión del trabajo de investigación).

Además, para determinar la antigüedad edad del hallazgo, los científicos recurrieron al análisis de uno de los dientes de Thorin, mediante la utilización de un método combinado de series de uranio y resonancia de espín de electrones.

Resumiendo los datos de que disponían, los investigadores concluyeron que este neandertal vivió hace entre 52.900 y 48.050 años (con una probabilidad del 95,4 por ciento) o entre 51.300 y 48.900 años (con una probabilidad del 68,2 por ciento). El análisis de la composición isotópica de carbono, nitrógeno, oxígeno y estroncio atestigua que esta persona vivía en un paisaje abierto y en condiciones climáticas frías.

Cráneo original de Gibraltar 1 expuesto en el Museo de Historia Natural de Londres

Registro genético

Luego, se extrajo ADN antiguo de la raíz del primer molar. El genoma nuclear se leyó con una cobertura media de 1,3 veces y el genoma mitocondrial con una cobertura media de 561 veces.

De este modo, los científicos han descubierto que Thorin era un hombre que, según su ADN mitocondrial, es el más cercano al neandertal 'Nana', el apodo que se dio al cráneo 'Gibraltar 1' hallado en la cantera de Forbes en 1848, que a cualquier otro neandertal del que se tenga constancia. Esta revelación representó una sorpresa total para todos: Thorin estaba más cerca de Nana que incluso de los neandertales de Europa occidental que se encontraban a menor distancia geográfica de él. La relación genética observada entre Thorin y Nana indica que los neandertales de Gibraltar eran miembros de una población extendida del suroeste de Europa, aislada de los neandertales clásicos y que resistió en diversos núcleos hasta su desaparición final.

Ambos individuos pertenecen a un clado que incluye otros genomas neandertales recientemente descubiertos en la cueva polaca de Stajnia, en el yacimiento de Atapuerca (España) llamado Galería de las Estatuas, de la cueva caucásica de Mezmaiskaya (individuo Mezmaiskaya-1). Al mismo tiempo, difieren notablemente de otros neandertales tardíos de Eurasia occidental.

Ubicación y antigüedad de cinco especímenes de neandertales tardíos y otros sitios para los que se han publicado previamente datos de todo el genoma de muestras de neandertales. Crédito de laimagen: Hajdinjak et al, doi: 10.1038/nature26151.

Ejemplar único

El estudio del genoma nuclear mostró que Thorin pertenecía a una población que era marcadamente diferente de los neandertales tardíos europeos conocidos, a los que también pertenecía el individuo Vindija 33.19, Croacia (este es el genoma del neandertal tardío europeo más leído secuencialmente, por lo que se utiliza para la comparación).

Además, en el genoma de Thorin, los científicos no encontraron evidencia de que los ancestros de este neandertal se mezclaran con individuos del tipo anatómico moderno, es decir, Homo sapiens.

Según los cálculos de los investigadores, las líneas de Thorin y Vindija 33.19 divergieron hace unos 103.000 años (con una probabilidad del 95 por ciento). A modo de comparación: la línea del neandertal caucásico Mezmaiskaya-1 se separó hace unos 83.000 años, y el neandertal de Altai Chagyrskaya-8, hace unos 80.000 años.

El estudio genético indica también que el grupo al que pertenecía Thorin no era muy numeroso y que además estaba aislado de otras poblaciones de neandertales tardíos de las que se han obtenido datos genómicos.

Reconstrucción de un neandertal. Crédito de la imagen: Museo Neandertal de Mettmann (Alemania).

Población fantasma

Además del genoma de Thorin, los investigadores dirigieron su atención a la secuencia de ADN previamente publicada de un hombre de neandertal de Les Côttes. Descubrieron que hay una mezcla en su genoma dejada por una "población fantasma" previamente desconocida de estos humanos arcaicos que se separaron del linaje que condujo al neandertal de Vindija 33.19 hace aproximadamente 89.000 años.

Esto atestigua a favor del hecho de que en Europa hubo al menos dos líneas genéticas que se separaron del tronco común con los neandertales tardíos previamente conocidos.

Fuentes: levante-emv.com | radiobahiagibraltar.es | 18 de abril de 2023

Consiguen reconstruir el cráneo del hombre de Altamura (Italia), un neandertal de hace unos 150.000 años

Solo el cráneo y parte de un hombro son visibles en el Hombre de Altamura. El resto del cuerpo está cubierto por concreciones de calcita sobre la que se han formado coraloides. Crédito: Museo Archeologico di Altamura: Soprintendenza Archeologia della Puglia.

Los avances tecnológicos en el campo de la paleoantropología virtual han sido claves a la hora de describir, por primera vez, los restos humanos conocidos como el 'Hombre de Altamura', uno de los fósiles neandertales más increíbles y enigmáticos del mundo.

Los resultados de este estudio acaban de ser publicados en la prestigiosa revista Communications Biology del grupo Nature, en un trabajo liderado por el Dr. Antonio Profico, de la Universidad de Pisa, y que ha contado con la participación del Dr. Costantino Buzi, investigador postdoctoral Marie Curie Individual Fellowship en el IPHES-CERCAA.

La morfología del cráneo de Altamura encaja perfectamente dentro de la variabilidad neandertal, aunque conserva características que se producen en muestras europeas arcaicas. Algunas de estas características nunca se habían documentado antes, lo que permite a los investigadores plantear que los rasgos arcaicos que conserva este fósil podrían estar originados por el aislamiento geográfico de las primeras poblaciones de neandertales del sur de Italia.

Se utilizaron sondas fotográficas (a) para adquirir fotogramétricamente los componentes basales y posteriores (BP) del cráneo (b), expuestos en la Cámara Trasera. Sus partes frontal y facial (FF) fueron adquiridas por escáner láser del ábside (c), donde también la mandíbula y varios huesos largos son visibles directamente en el suelo de la cueva (c , d).

Una historia increíble para unos restos humanos excepcionales

Los restos neandertales de Altamura son posiblemente uno de los más famosos del mundo, tanto por las características del lugar en el que se encuentran como por el excelente estado de conservación. Son muy conocidas las imágenes de un cráneo humano rodeado de concreciones estalagmíticas. Su historia es muy sorprendente, lo que le confiere especial relevancia.

En 1993 un grupo de espeleólogos se encontraba explorando un sistema kárstico cerca de Altamura, una ciudad de unos 70.000 habitantes del sur de Italia. En una de estas cuevas, concretamente en la cueva de Lamalunga, y después de bajar por un conducto vertical de más de 15 metros, encontraron tres pasillos. El del centro tenía unos 20 metros de largo. Cuando iluminaron esta sala, se dieron cuenta de que en las paredes estaban llenas de huesos animales atrapados entre las estalactitas y estalagmitas. Al final del pasillo accedieron a un pequeña cámara donde, en medio de una gran columna de calcita llena de coraloides (pequeños espeleotemas con forma de coral), sobresalía un cráneo humano.

La Gruta de Lamalunga, donde se hallaron (al fondo de la misma) los restos del "Hombre de Altamura".

Los científicos que bajaron a la cueva siguiendo a los espeleólogos tomaron algunas fotografías y vídeos e interpretaron que se trataba de un hombre adulto que podría haber caído por el conducto vertical en el que se acumulaban gran cantidad de animales muertos. Lo más probable es que hubiera quedado atrapado y muriera de hambre. En ese momento no sabían de qué especie se trataba ni de qué época correspondía, pero sí vieron que, además del cráneo, entre las concreciones había muchos más huesos del propio individuo. Bautizaron estos restos como el Hombre de Altamura.

Durante muchos años, estos restos humanos habían quedado en el olvido ya que la dificultad de su extracción no hacía viable su estudio detallado. En un principio se consideró que estos restos humanos correspondían al Homo heidelbergensis, pero en 2015, investigadores de la Universidad de Sapienza de Roma pudieron acceder a la cavidad y con la ayuda de un brazo robotizado consiguieron extraer una muestra ósea de su escápula derecha. Los resultados de este estudio, incluido su ADN mitocondrial, fueron publicados en la revista Journal of Human Evolution y determinaron que se trataba en realidad de un Homo neanderthalensis. Su datación, entre los 172.000 y 130.000 años, le sitúa entre los neandertales más antiguos hasta ahora conocidos.

a Se adquirieron configuraciones de hitos homólogos en el FF y BP de Altamura y de un ejemplar de referencia, el Cráneo 5, casi completo, del yacimiento de la Sima de los Huesos (SH-5), Atauerca; b las coordenadas de los puntos de referencia se procesaron por separado mediante el análisis generalizado de Procrustes (GPA); c FF y BP se alinearon de acuerdo con la muestra de referencia que mostró la mayor afinidad morfológica; d - f varias vistas del modelo virtual de Altamura alineado en SH-5; g SH-5 vista lateral.

Arqueología virtual en una cápula del tiempo

El esqueleto neandertal de Altamura ha permanecido en esta cavidad durante todos estos años. El difícil acceso a la cavidad y los problemas técnicos derivados de su extracción física, han hecho que los investigadores desarrollen técnicas virtuales para analizar los restos sin producir problemas de conservación.

De hecho, gracias a los avances tecnológicos en el campo de la paleoantropología virtual, los investigadores han sido capaces de recuperar virtualmente el cráneo neandertal del Hombre de Altamura. Para ello, los investigadores adquirieron ambas partes expuestas del cráneo con técnicas digitales por separado: la parte frontal, visible directamente, con sensores láser, y la otra mitad mediante el uso combinado de fotogrametría, ya que sólo es accesible con sondas telescópicas a través de aberturas en la cortina de columnas más allá del esqueleto. Una vez obtenidas ambas partes, mediante un proceso computacional se pudieron volver a montar ambas partes basándose en otras muestras comparativas de referencia como es el caso del Cráneo 5 de la Sima de los Huesos de Atapuerca.

Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca, junto al 'Cráneo número 5', conocido popularmente como 'Miguelón'.

Según el Dr. Antonio Profico (izquierda), de la Universidad de Pisa :“Las partes digitalizadas en la cueva no tenían puntos de unión, lo que nos obligó a desarrollar un nuevo método para poder ensamblarlas. Así pues, decidimos combinar virtualmente las dos mitades como dos porciones inconexas de un mismo cráneo”.

El estado de conservación del cráneo de Altamura es tan excepcional que se han podido conservar partes tan delicadas como los huesos de la nariz. Según Costantino Buzi (derecha), Investigador del IPHES-CERCA: “El hombre de Altamura representa un ejemplo único: es un neandertal potencialmente completo (no sabemos de otros tan representativos). El esqueleto está desarticulado y cubierto de capas de calcita cuya formación ha favorecido su conservación excepcional, incluso de las estructuras esqueléticas más frágiles, como las del interior de la apertura nasal".

Luz en la evolución de los neandertales

El estudio descriptivo y cuantitativo del cráneo revela que la morfología de este importante hallazgo encaja con la variabilidad de los neandertales, al tiempo que muestra algunos rasgos menos típicos, es decir, más arcaicos que otros fósiles europeos datados entre 300.000 y 40.000 años atrás. Algunos de estos caracteres nunca se han observado en el Homo neanderthalensis, lo que sugiere que su origen puede remontarse a largas fases de aislamiento geográfico de las poblaciones humanas en refugios ecológicos representados por las regiones del sur de la península itálica.

Reconstrucción hiperrealista del rostro y el cuerpo del 'Hombre de Altamura'', realizada sobre la base de un análisis rigurosamente científico realizado por los holandeses Adrie y Alfons Kennis.

Según Giorgio Manzi, coordinador de la investigación "en base a nuestros datos, pensamos que el cráneo de Altamura puede dar luz al debate sobre la evolución de los neandertales. La forma del cráneo del hombre de Altamura entra dentro de la variabilidad de esta especie extinguida, compartiendo características con otros ejemplares clásicos, pero al mismo tiempo muestra afinidades con los antiguos neandertales –como los de Saccopastore, aquí en Roma– o con hallazgos aún más arcaicos, como el cráneo de Ceprano (sur del Lacio), que se remonta a hace unos 400 mil años".

En esta misma línea, el Dr. Fabio Di Vincenzo (izquierda) concluye: "La estrecha similitud encontrada con hallazgos anteriores a lo largo de la línea evolutiva de los neandertales, como el Cráneo 5 de la Sima de los Huesos, datado hace unos 430.000 años, es bastante inesperada. Observamos esta similitud en la expresión de diversas características craneales, así como en la morfología general del hueso occipital, cuya anatomía se puede evaluar con precisión en Altamura”.

Fuente: comunicio.iphes.com | 28 de marzo de 2023

Confirman que los primeros habitantes de Galicia vivieron en Porriño (Pontevedra) hace más de 300.000 años

El arqueólogo, Eduardo Méndez Quintas (izquierda) y el alcalde de Porriño, Alejandro Lorenzo, en As Gándaras. D.P.

Los primeros habitantes de Galicia vivieron en Porriño (Pontevedra) hace más de 300.000 años. Así lo confirman los resultados del yacimiento paleolítico de As Gándaras de Budiño que hicieron públicos el arqueólogo de la Universidad de Vigo, Eduardo Méndez Quintas, y el alcalde de Porriño, Alejandro Lorenzo. Este último asegura que “los resultados de este estudio son de vital importancia a nivel nacional e internacional, ya que no solo cambian el conocimiento que tenemos sobre la historia en Porriño, sino que reescriben la Prehistoria en Galicia”.

Este yacimiento de As Gándaras de Budiño fue el primer enclave de la época paleolítica en ser identificado y excavado en Galicia. Inicialmente por Emiliano Aguirre en 1963, conocido por ser el impulsor del proyecto de Atapuerca.

Excavaciones de Emiliano Aguirre, donde se observan las importantes concentraciones de materiales líticos, interpretados como “suelos de taller” (AGUIRRE 1964).

En parte por ello, Budiño pasó a convertirse en un yacimiento de referencia a nivel nacional e internacional, pero altamente problemático, ya que las primeras dataciones indicaban una cronología de unos 25.000 o 15.000 años de antigüedad, cuando este tipo de enclaves tenían que tener una edad superior a los 100.000 años. “Esto llevó a la idea de que en el noroeste de la península ibérica existía un Paleolítico atípico y anacrónico con respecto a los que sucedía en el resto del suroeste de Europa”, explica Méndez Quintas, indicando que “esto suponía un argumento para defender la idea del atraso secular de Galicia, el cual arrancaba ya en el Paleolítico”.

“De ahí la relevancia de la investigación desarrollada en el yacimiento de As Gándaras por el equipo de investigadores liderados por Eduardo Méndez Quintas y el investigador Manuel Santonja, del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), que resuelven estos errores en la cronología y desmienten esta falsa creencia”, defienden desde el Concello de Porriño.

Excavación en As Gándaras do Budiño. Concello de O Porriño.

Resolver la cronología del yacimiento

Los trabajos realizados en la última campaña tenían como objetivo, precisamente, resolver la cronología del yacimiento. Para eso, entre otras medidas, se extrajeron muestras geológicas que se enviaron a la Universidad de Adelaide, en Australia, para su estudio mediante la técnica de luminiscencia ópticamente estimulada sobre los sedimentos. Los resultados confirman lo que los arqueólogos sospechaban: los niveles más antiguos del yacimiento tienen más de 310.000 años de antigüedad, mientras que los niveles superiores tienen entre 25.000 y 55.000 años.

Hasta ahora el más antiguo de Galicia, ubicado a escasos kilómetros del de Budiño era el de Porto Mayor, en As Neves, con unos 300.000 años a sus espaldas. "En este caso superamos esa datación y la situamos en unos 310.000 años, por lo que Porto Mayor pasa a ser el segundo en antigüedad".

“Podemos decir que As Gándaras de Budiño tiene el yacimiento con presencia humana más antiguo de Galicia. Vamos viendo que tenemos un poblamiento antiguo equiparable al del resto de la Península”, afirma el arqueólogo, explicando que “la cronología del yacimiento y las características de las herramientas líticas acrecientan la importancia del sitio en el contexto del desarrollo cultural y humano del final de Pleistoceno Medio europeo. Sitios como As Gándaras justifican la coexistencia en esta época de varias tecnologías diferentes, producidas a su vez por especies humanas diferentes y con orígenes geográficos diferentes: una especie africana intermedia y los neandertales”.

A una escala mayor, a nivel Europa, añade: "Con la cronología que tiene el yacimiento, y el aspecto de sus herramientas líticas, es otro yacimiento más que viene a apoyar un poblamiento peculiar del sur de Europa con respecto al Norte en esa época. Los datos de Budiño nos permiten descubrir y entender cómo ha sido el proceso del poblamiento humano en el continente europeo durante el último medio millón de años, dado que apoyan una teoría que manejábamos: que el poblamiento de la Península se desarrolla hace menos de 400.000 años con poblaciones de origen africano", concluye. "En Europa, en esa misma cronología, indica que el poblamiento es frutos de la población local, generada en Europa".

Otro de los aspectos relevantes se refiere a los materiales encontrados en la excavación en área de 30 metros cuadrados que hicieron el pasado verano y que complementa la campaña de sondeos del 2018. En esa pequeña superficie intervenida se recuperaron más de mil artefactos líticos, entre los que destacan abundantes ejemplos de bifaces y otras piezas características de las industrias de tipo achelense.

El alcalde de O Porriño, Alejandro Lorenzo (izquierda) y el arqueólogo, Eduardo Méndez Quintas, sostienen bifaces achelenses de distinto tamaño.

Las excavaciones se retomarán el próximo mes de julio

Teniendo en cuenta la importancia de los resultados obtenidos, el Concello de Porriño adelanta que los trabajos en el yacimiento se retomarán este año, previsiblemente en el mes de julio, para tratar de agotar el depósito con restos arqueológicos hasta llegar a las capas datadas en más de 300.000 años y conocerlas con mayor precisión. Ello ocupará unas tres semanas de trabajo de campo con la participación de una quincena de personas, incluidos estudiantes de la Universidad de Vigo y de otras universidades gallegas y centros universitarios de toda Europa.

Los trabajos estarán financiados por la Consellería de Cultura de la Xunta de Galicia y por el Concello de Porriño. “Eduardo y su equipo cuentan con el total respaldo del Concello para continuar avanzando en su hoja de ruta y puesta en valor de las Gándaras de Budiño”, concluye el alcalde.

Fuentes: farodevigo.es | lavozdegalicia.es | 22 de marzo de 2023

Unas puntas de 54.000 años sugieren que los ‘Homo sapiens’ ya disparaban flechas cuando contactaron con los neandertales

El coautor Ludovic Slimak muestra una nanopunta neroniana encontrada en la capa E de Grotte Mandrin. Los estudios de estas puntas muestran que las mismas se utilizaron como puntas de flecha hace 54.000 años en la Francia mediterránea. (Foto Philippe Psaila).

La historia de los primeros encuentros entre neandertales y humanos modernos podría depender de centenares de piedrecitas halladas en una gruta del sur de Francia. Talladas con mimo, estas piedras de sílex serían puntas de flechas, según los autores del descubrimiento. Datadas hace unos 54.000 años, se trataría del ejemplo más antiguo de su uso en Europa occidental. Entre los estudiosos de la evolución humana hay consenso en que el arco y la flecha fue una tecnología que dio una ventaja competitiva a los humanos modernos sobre los neandertales. De confirmarse, supondría que los Homo sapiens llegaron a los dominios de los Homo neanderthalensis milenios antes de lo que se creía. Pero la duda se extiende entre otros científicos.

En febrero del año pasado, un grupo de científicos franceses publicó un estudio que levantó tanta polvareda como escepticismo entre los paleontólogos. En aquel trabajo, detallaban el hallazgo de varios dientes en una gruta del valle del Ródano, en Francia. Todos pertenecían a neandertales, salvo uno: un diente de leche incompleto de un niño de no más de siete años. Sostienen que pertenecía a un Homo sapiens, es decir, a un humano moderno. Estimaron que debía tener 54.000 años. El problema con esta datación es que implicaría adelantar varios milenios la llegada de los cromañones a Europa occidental. De ahí la relevancia de este nuevo trabajo, publicado en Science Advances, que añade un segundo argumento, las flechas, un invento de los humanos modernos.

Desde hace unos 300.000 años, los territorios europeos fueron el dominio de los neandertales, que se extinguieron hace unos 40.000 años arrinconados, según parece, en la península ibérica. Aunque es un tema debatido, para los científicos, estos humanos habrían sucumbido en un proceso en el que la expansión de otros humanos, los modernos, fue clave. Durante ese periodo, los sapiens salieron de África por Suez y se expandieron por el resto del mundo, llegando al occidente europeo en la parte final del Paleolítico medio. Las pistas más seguras se encuentran en Alemania e Italia hace entre 48.000 y 45.000 años. Apoyar el vuelco a esta historia en un único diente es, al menos, comprometido.

Puntas líticas halladas en la Gruta Mandrin, Francia. (A) Punta grande (1) versus nanopunta (2). (B) micropuntas y nanopuntas neronianas; (1 a 3) nanopuntas alargadas, (4) nanopunta puntiaguda, (5 y 6) nanopuntas y (7 y 8) micropuntas. La escala gráfica es de 1 céntimo de euro (diámetro, 16,25 mm).

Pero los mismos investigadores que encontraron el diente de leche hallaron en la misma capa de terreno unos 1.500 artefactos de piedra. Hechos en su mayoría de sílex o pedernal, hay hojas cortantes, lascas afiladas por ambos lados y un extremo romo y centenares de pequeñas puntas de forma triangular. Para ellos, debían ser puntas de flechas. Eso implicaría que aquellos humanos usaban arcos y flechas para cazar, una tecnología con la que los neandertales no contaban y que dio una ventaja competitiva a los Homo sapiens. Las estudiaron con todo detalle, llegando a montarlas en nuevas flechas y disparándolas sobre animales para ver su desgaste y compararlas con las de la gruta.

La investigadora de la Universidad de Aix-Marsella (Francia) y primera autora del estudio, Laure Metz (izquierda), explica la relevancia de analizar estas piezas: “Al estudiar las puntas y todos los demás artefactos descubiertos en la cueva Mandrin, enriquecemos profundamente nuestro conocimiento de estas tecnologías en Europa y nos permite hacer retroceder la era del tiro con arco en Europa en más de 40.000 años”, dice la también científica de la Universidad de Connecticut (Estados Unidos). La comparación con lo encontrado en otras capas que se corresponden con la ocupación neandertal permite saber también qué armas usaban ellos. “El estudio muestra que los neandertales no desarrollaron armas propulsadas mecánicamente y continuaron usando sus armas tradicionales basadas en el uso de enormes puntas en forma de lanza que empujaban o arrojaban con la mano”, completa Metz.

Los investigadores hicieron réplicas de las puntas de piedra usando pedernal local y las incorporaron en lanzas y flechas. Crédito: Ludovic Slimak.

El autor sénior de esta investigación Ludovic Slimak (derecha), investigador de la Universidad de Toulouse-Jean Jaurès (Francia), destaca en un correo la importancia de las flechas que han encontrado: “El arco ofrece una ventaja competitiva fundamental a las poblaciones familiarizadas con esta tecnología” Entre sus argumentos recuerda que los arcos y otros sistemas de propulsión como las azagayas permiten cazar a distancia con mucha precisión a gran velocidad y mayor eficiencia. “La lista es muy larga y aporta una gran diferencia con poblaciones que solo usaban lanzas pesadas lanzadas a mano, como los neandertales”, añade. Estos necesitarían un contacto cercano con sus presas, algo que complica la caza y la hace mucho más peligrosa. “Los arcos ofrecen un acceso seguro, fácil y casi infinito a las proteínas. Y esto debe haber tenido un impacto directo también en cuántas personas puedes alimentar y, por lo tanto, a cuántos niños puedes asegurar la subsistencia de manera segura”, termina Slimak.

Joseba Ríos Garaizar (izquierda) es experto en industria lítica de los humanos antiguos, antes en el CENIEH y ahora en el Museo Arqueológico de Bilbao. Es decir, estudia sus herramientas y armas de piedra, en particular las marcas que deja su uso en ellas. Para él, la hipótesis que plantea este trabajo es muy sugerente, pero cree que van demasiado lejos. “Está claro que algunas de las puntas tienen marcas de impacto, pero no todas. Pudieron formar parte de un arma propulsada, pero que fueran flechas es mucho decir”, asegura.

Otra duda que le plantea este trabajo es la datación de las puntas. Para fechar el estrato donde las encontraron, así como al diente de leche, recurrieron al hollín de las hogueras acumulado en las paredes del refugio. La gruta Mandrin ha sido habitada durante milenios, pero no de forma continua. Así que se alternan capas de tizne con el carbonato cálcico depositado como el de las estalagmitas. Como si fueran anillos de los árboles, esto les permitió estimar que tenían 54.000 años.

Vista de las excavaciones arqueológicas a la entrada de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak.

Enrique Baquedano (derecha), director del Museo Arqueológico y Paleontológico de la Comunidad de Madrid, recuerda que esta técnica de datación hay que combinarla con otras y aún así, dice, “es una datación muy complicada”. Este científico coincide con Ríos Garaizar en resaltar lo sugerente de la hipótesis de los primeros humanos modernos con sus arcos y sus flechas. Pero también añade otro punto débil en esta idea: “Es un resultado muy potente, pero depende de un único diente de leche que ni siquiera está completo, está partido”. Baquedano, que recientemente publicó un trabajo sobre la caza y su simbolismo entre los neandertales, recuerda además que, “siendo cierto que ellos no tenían flechas, su industria lítica también incluye cosas muy pequeñas”.

Al codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga (izquierda), le gusta la idea de que sean flechas y de que fueran de los primeros humanos modernos que llegaron a Europa, pero “habría que probarlo”, dice en un correo. Como otros colegas, duda de la identificación que se hizo del diente de leche. En lo de las flechas no se mete, ya que, dice, es una cuestión que deben resolver los arqueólogos, no los paleontólogos como él. Para Arsuaga existen tres posibilidades: “O los neandertales utilizaban propulsores/arcos o los habitantes de la cueva Mandrin eran cromañones o las puntas de piedras no eran para flechas o azagayas, sino para jabalinas que se lanzaban a mano”.

Esta investigación tan relevante como cuestionada tiene un final no exento de ironía. El hollín de las paredes indica que aquella primera oleada apenas vivió 40 años en la gruta Mandrin. Después ya no hay más rastro de ellos en los estratos de la cueva que, siglos después, volverían a usar de nuevo los neandertales.

A la pregunta de por qué un grupo con una tecnología superior no sobrevive a la segunda generación, Slimak, que defiende su tesis desde que hace dos décadas empezó a excavar en Mandrin, recuerda lo siguiente: “La capacidad de llegar a un territorio no implica que tu población permanecerá para siempre en una zona determinada. Una cuestión importante para las poblaciones nómadas que viven en pequeños grupos es poder crear una red de conexiones sociales sólida con las poblaciones aborígenes. Esto es fundamental, ya que la supervivencia de cualquier población nómada tradicional requiere del intercambio de genes para reproducirse y sobrevivir”. Aunque esto sucedió milenios después, como muestra el porcentaje de ADN neandertal en los humanos actuales, parece que no fue así con los sapiens de aquella cueva.

Cortavientos

En el nivel E de la Gruta Mandrin se han encontrado también tres toneladas de rocas que parecían intencionadamente dipuestas en círculo. Según los investigadores, se trataría de un cortavientos construido cuidadosamente para proteger al refugio de los embates del mistral que transporta aire frío y húmedo desde el norte, hacia donde mira la boca del abrigo. De ser correcta la interpretación, sería una de las evidencias más tempranas de la construcción de un refugio en la historia humana.

Fuente: elpais.com | elespanol.com | 22 de febrero de 2022

Nuevo descubrimiento en el valle del Ródano: los Homo sapiens en Europa ya practicaban tiro con arco hace 54.000 años

Puntas montadas para formar flechas.

Hace un año, en febrero de 2022, nuestro equipo científico de la Gruta Mandrin, en Drôme, publicó un estudio en Science Advances que hacía retroceder entre 10 y 12 milenios la evidencia más antigua de la llegada del primer Homo sapiens a Europa. Aprendimos que los primeros humanos modernos habían llegado al continente ya en el quincuagésimo cuarto milenio.

Hoy presentamos, en un nuevo estudio publicado en la misma revista, el hecho de que estos primeros humanos modernos dominaron perfectamente el tiro con arco, lo que hace retroceder el origen de estas notables tecnologías en Eurasia en unos 40.000 años.

Encaramada a 100 metros en las laderas de los Prealpes, en Drôme, la Gruta Mandrin mira hacia el norte, en medio del valle del Ródano. Es un punto estratégico en el paisaje, porque aquí el Ródano fluye en un cuello de botella de un kilómetro de ancho entre los Prealpes al este y el Macizo Central al oeste.

Hemos descubierto, en un nivel arqueológico fechado en 54.000 años, denominado “neroniano”, unas 1.500 pequeñas puntas triangulares y estandarizadas de pedernal, algunas de ellas de menos de un centímetro de longitud. Esta industria lítica es muy especial y técnicamente muy distinta de la artesanía neandertal encontrada en esta cueva antes y después de los restos abandonados por el Homo sapiens. Por otro lado, estas artesanías nenronianas de pedernal muestran sorprendentes semejanzas con las colecciones arqueológicas contemporáneas también atribuidas al Homo sapiens y encontradas en el Mediterráneo oriental.

Vista del río Ródano en la latitud de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak

Las marcas de tiro con arco son complejas de resaltar

La aparición de armas de propulsión mecánica, basadas en el uso del arco o un propulsor, se percibe comúnmente como una característica del avance de las poblaciones modernas -Homo sapiens- en el continente europeo.

Pero la existencia del tiro con arco siempre ha sido más difícil de rastrear. Estas tecnologías se basan en el uso de materiales perecederos: madera, fibras, cuero, resinas, tendones, etc., los cuales rara vez se conservan en los yacimientos del Paleolítico europeo, lo que dificulta el reconocimiento arqueológico de estas tecnologías.

Hay que esperar a épocas muy recientes, entre hace 12.000 y 10.000 años, para encontrar elementos de tiro con arco parcialmente conservados en Eurasia y encontrados en suelos helados o en turberas, como en el yacimiento de Stellmoor en Alemania. En ausencia de estos materiales perecederos, son las armas, comúnmente de sílex, las que constituyen los principales testigos de estas tecnología durante la Prehistoria en Europa.

Según el análisis de estas armas de piedra, el reconocimiento del tiro con arco está bien documentado en África en períodos que se remontan a hace unos 70.000 años. Ciertas armas de pedernal o asta de ciervo sugieren la existencia de tiro con arco desde las primeras fases del Paleolítico Superior en Europa, hace más de 35.000 años, pero su morfología y los métodos de engarzar estas puntas no permiten acoplarlas a un modo distinto de propulsión como el arco.

El reconocimiento de estas tecnologías en el Paleolítico Superior europeo tropezó hasta ahora con superposiciones balísticas entre armas proyectadas mediante un propulsor o un arco. Este contexto general hace casi invisible, a nivel arqueológico, la posible existencia del tiro con arco en el Paleolítico europeo.

¡Esta última investigación que llevamos a cabo enriquece profundamente nuestro conocimiento de estas tecnologías en Europa y nos permite hacer retroceder la era del tiro con arco en Europa en más de 40.000 años!

Programa experimental llamado Initiarc. Las pequeñas puntas neronianas encontradas en la Gruta Mandrin se han reproducido experimentalmente utilizando el mismo pedernal y las mismas tecnologías de tallado y engarce. Ludovic Slimak.

Muchas pruebas para probar el uso de arcos

El estudio se basa en un análisis funcional de miles de puntas de pedernal encontradas en este nivel arqueológico neroniano. Las fracturas y marcas observadas muestran que estas puntas estaban encajadas en el extremo de la parte de madera de una flecha. Además, las fracturas observadas son características de un impacto violento.

Al reproducir réplicas experimentales de estas puntas disparadas con arco, propulsor o simplemente implantadas en cadáveres de animales, hemos podido observar tipos de fracturas que son precisamente las mismas que se pueden encontrar en el registro arqueológico.

También hemos probado la eficacia y los límites balísticos de las puntas más pequeñas, toda una categoría de las mismas que no alcanzan el centímetro de longitud. Pero es el ancho de estas puntas lo que nos interesa aquí. En el tiro con arco tradicional existe una correlación entre el ancho de la punta que arma una flecha al final de su eje de madera y el diámetro mismo de este eje.

Se comprueba así, experimentalmente, que una flecha es penetrante, y por tanto eficaz, sólo cuando la flecha está armada en su extremo con un refuerzo que tiene, como mínimo, una anchura equivalente o superior a la de su eje de madera.

Vista de la situación de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak.

Casi el 40% de los puntas abandonadas en la Gruta Mandrin por estos primeros Homo sapiens tienen un ancho máximo de 10 mm. Estas puntas muy pequeñas tienen muchas fracturas que solo podrían haberse desarrollado durante impactos muy violentos. Estas fracturas características, que encontramos en las pequeñas puntas experimentales, nos revelan que solo pudieron desarrollarse bajo la presión de una energía muy fuerte que afectaba su extremidad distal (el final de la punta...).

Las marcas o huellas, sumadas al ínfimo tamaño de estas puntas, y a su escasísima anchura, sólo pueden reproducirse experimentalmente cuando estos objetos se asocian a su propulsión mediante un arco, y ello con exclusión de cualquier otro modo de propulsión.

Nuestros experimentos muestran que la baja energía cinética de las flechas más ligeras (alrededor del 30% de las cuales pesan poco más de unos pocos gramos) no puede, cuando se colocan las puntas en el extremo del eje de madera, ser compensada más que por el mismo arco, el único modo de propulsión mecánica capaz de producir la velocidad necesaria para que se produzcan tales fracturas en objetos tan ligeros.

Es pues, en esta encrucijada experimental de muchísimos factores balísticos y analíticos llevada a cabo que nos ha sido posible demostrar que estas puntas, tan pequeñas y tan regulares, sin duda habían sido propulsadas por un arco.

Una mandíbula de caballo y una punta neroniana aparecen en la capa arqueológica E (neroniana) de la Gruta Mandrin. Crédito: Ludovic Slimak

Gracias a este estudio, el tiro con arco en Europa, y más ampliamente en Eurasia, da un notable salto en el tiempo. Pero nuestro estudio va mucho más allá y se interesa también por el tipo de armas de las poblaciones neandertales contemporáneas. Esta investigación muestra que los neandertales continuaron usando sus armas tradicionales basadas en el uso de grandes lanzas con puntas se sujetaban o proyectaban a mano. El tiro con arco, y más en general la propulsión mecánica, fueron utilizados exclusivamente por los Homo sapiens, los cuales ya dominaban perfectamente estas tecnologías durante su primera migración a la Europa continental hace unos 54.000 años.

Las tradiciones y tecnologías armamentísticas dominadas por estas dos poblaciones eran, por tanto, profundamente distintas, lo que confería, objetivamente, una notable ventaja tecnológica a las poblaciones modernas de Homo sapiens durante su expansión por el continente europeo.

Sin embargo, en nuestro artículo situamos este debate en un contexto mucho más amplio en el que las estrategias de las sociedades humanas no pueden limitarse a las ventajas logísticas o tecnológicas de una innovación. Las sociedades humanas comúnmente desarrollan soluciones subóptimas y contrarias a la intuición cuyas únicas razones provienen de la cultura, el mito o la representación que estas sociedades tienen de sí mismas. Este estudio, que ha requerido más de 15 años de investigación y experimentación, nos devuelve al peso de las tradiciones dentro de estas poblaciones, así como a las etologías humanas, las cuales podrían ser profundamente divergentes entre los neandertales y los humanos modernos.

Fuentes: theconversation.com | | | | phys.org | 22 de febrero de 2023