Grabación de una Posesión Demoníaca en Directo

Aviso: Las imágenes pueden herir la sensibilidad del espectador.
Impactante y perturbador vídeo del que no tenemos muchos datos. Supuestamente fue una cinta encontrada en Iowa, Estados Unidos, cuando una familia, tras comprar una casa, revisaron en un baúl que encontraron en el ático.
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Entrevista a Marina Escolano-Poveda

Con sólo 23 años, Marina Escolano domina la transcripción de los jeroglíficos, la escritura hierática, el griego y el hebreo antiguo, el copto, el latín, el inglés, el alemán, el italiano, el francés, el castellano y el catalán. Y estudia el sumerio y el acadio.

Marina Escolano tiene 23 años. Es licenciada en Historia, especializada en Historia Antigua . Ha sido directora adjunta de la expedición arqueológica de la Egypt Exploration Society en la antigua ciudad egipcia de Sais y acaba de conseguir una beca Fullbright para aprender demótico, es decir, la última etapa del idioma egipcio. Sólo hay una docena de personas en el mundo que saben.

Actualmente Marina Escolano domina la transcripción de los jeroglíficos, la escritura hierática, el griego y el hebreo antiguo, el copto, el latín, el inglés, el alemán, el italiano, el francés, el castellano y el catalán. Y estudia el sumerio y el acadio.

A los 13 años empezó a leer jeroglíficos egipcios por su cuenta del Ashmolean Museum of Art and Archaeology de Oxford . Unos cuantos años más tarde, descifrar el escarabeo del Alcudia . Otros científicos no fueron capaces de hacerlo. También, de manera autodidacta, aprendió a transcribir la escritura hierática. Su héroe es el considerado padre de la egiptología, el francés Jean-François Champollion , que empezó a hablar latín a los nueve años, hebreo a los trece y árabe a los catorce. Y es una gran admiradora de Hipatia.

Marina Escolano es pasión, es ternura, es conocimiento y ganas de aprender.

Entrevista a Marina Escolano Poveda en Singulars por historiayarqueologia

Hallan en Egipto un puerto histórico con los papiros más antiguos descubiertos

Un equipo de arqueólogos ha descubierto en Egipto un puerto histórico en la costa del mar Rojo con los papiros más antiguos hallados hasta el momento, ha informado en un comunicado el Ministerio de Estado para las Antigüedades. El puerto, que se remonta a la época del faraón Keops, el segundo rey de la IV dinastía que reinó hace más de 4.500 años, se ubica en la zona de Wadi al Gurf a 180 kilómetros al sur de la ciudad de Suez, en el este de Egipto.

En él, se han encontrado cuarenta papiros con inscripciones jeroglíficas, que documentan la vida cotidiana de los egipcios, algunos de los cuales llevan fecha del año 27 del reinado de Keops.
En la nota, el ministro de Estado egipcio para las Antigüedades, Mohamed Ibrahim, explicó que esos textos incluyen registros mensuales con el número de trabajadores en el puerto y ofrecen detalles sobre sus vidas.

El arqueólogo francés Pierre Tallet, director del equipo galo que ha colaborado con arqueólogos egipcios en las excavaciones, agregó que en los papiros se refleja el estilo de vida de los ciudadanos en la antigüedad, sus derechos y obligaciones.

Los documentos han sido trasladados al Museo de Suez para que sean estudiados.

El puerto, al que llegaban barcos con bronce y metales procedentes de la península del Sinaí, cuenta con un muelle, donde se han descubierto varias anclas de piedra. Asimismo, hay restos de habitaciones en las que se alojaban los trabajadores del puerto y 30 cuevas excavadas en la roca, junto a bloques de piedra empleados para cerrarlas con el nombre de Keops escrito en tinta roja.

También se han hallado cuerdas de embarcaciones y herramientas usadas para cortarlas.

Entrevista a Manuel Martín-Loeches y Juan Luis Arsuaga

Bajo el título de “El sello indeleble” (Editorial Debate) el paleontólogo Juan Luis Arsuaga y el neurocientífico Manuel Martín-Loeches abordan el problema, aún sin resolver, de qué es exactamente un ser humano. Nuestra especie, en efecto, no dispone aún de una definición científica, y son muchas las dudas que se plantean sobre las características que hacen a los humanos tan diferentes de las demás criaturas que pueblan en planeta. ¿Seguiremos evolucionando? Y si es así, ¿Hacia dónde? ¿Se ha convertido el propio ser humano en el dueño de su propia evolución? Sobre estas y otras cuestiones, los dos especialistas charlan con ABC a lo largo de una entrevista mantenida hace dos días en Madrid.

- ¿Cuál es el motivo de este libro?
Arsuaga. Sorprendentemente, la especie humana no está aún definida. Todas las especies tienen una definición y existe un ejemplar tipo, un ejemplar de referencia con el que todos los demás se tienen que comparar. Linneo escribe sobre nuestra especie, pero no hace de ella ninguna definición biológica.
Martín-Loeches. Lo que está claro, entonces, es que había que hacer esa definición. Y este libro es precisamente eso, una definición de la especie humana, hasta donde sabemos ahora. Pero es un proyecto en marcha. Se trata de intentar conocer nuestra especie desde todos los puntos de vista.

- Y ahora que el libro está hecho y todas las ideas están ordenadas, tenemos por fin una definición para la especie humana?
Arsuaga. Yo diría que es una especie muy social…

-Y los insectos también…
Arsuaga. Si, pero de una manera muy diferente. Edward Wilson dice que las dos líneas evolutivas que han triunfado en la línea de la vida son, precisamente, dos líneas sociales. Que son, por un lado, los insectos sociales (que, por otra parte, representan la mayor parte de la biomasa de todos los invertebrados); y después nuestra propia especie. Son dos modelos diferentes de sociabilidad, pero los dos tienen mucho en común. Como decía Wilson, ambos modelos de evolución social son extremadamente intolerantes y belicosos, no conocen la paz y viven en una guerra permanente.

- Pero nuestra forma de sociabilidad no es la misma que tienen los insectos…
Arsuaga. No, no, ellos han seguido un modelo completamente distinto, en el que los individuos no importan. Solo importa el colectivo. Por eso es tan buen ejemplo para muchas doctrinas políticas, ideologías y hasta utopías científicas.

- Sin embargo, antes que nosotros, hubo otras criaturas, como los dinosaurios, que no eran sociales y que dominaron el planeta durante casi cien millones de años…
Martín-Loeches. Indudablemente, el modelo de especie social tuvo un desarrollo tardío. Hemos tardado en llegar…

- ¿Es entonces la sociabilidad (la de los humanos, no la de los insectos) una consecuencia inevitable de la evolución?
Arsuaga. Sólo conocemos un caso… que es el nuestro. Para contestar a eso deberíamos de conocer más ejemplos. Si en todos los planetas habitables aparece y se desarrolla una especie social, pues llegaríamos a la conclusión de que es una consecuencia inevitable. Como cosa curiosa, en las especulaciones de la ficción científica que proliferaron en los años siguientes a la segunda guerra mundial, y que reúnen a escritores como Arthur Clarke, o a novelistas que tienen mucha relación con la ciencia, como Aldous Huxley… todos ellos están comparando y enfrentando los dos modelos, el de los insectos sociales y el humano. Y algunos defendiendo que habría que desarrollar un modelo similar. El “mundo feliz” de Huxley es un modelo de castas, de insectos sociales.

-¿Piensan que la evolución sigue un programa concreto? Es decir, si hubiera un planeta con las mismas condiciones que la Tierra, ¿acabaría desarrollándose en él un ser humano?
Martín-Loeches. Creo que no. La nuestra es una especie en medio de una gran diversidad.
Arsuaga. J.B.S Haldane decía que de Dios, lo único que sabemos realmente es que le gustan los escarabajos, porque la mayor parte de los insectos son coleópteros. Pero la nuestra es una especie entre muchas otras, igual que los insectos sociales.
Yo formularía la pregunta de otra manera: Si en un planeta determinado emerge una especie inteligente, con capacidad tecnológica para viajar por el espacio, algo que, por cierto, en nuestro planeta ha tardado 3.800 millones de años en suceder, esa especie tendría que ser como nosotros? Y en ese caso yo me atrevería a decir que sí.

-Por qué?
Arsuaga. Porque creo que los rasgos esenciales de nuestra especie son necesarios para que surja una especie tecnológica. Es difícil imaginar que pueda surgir una especie así sin que exista, por ejemplo, la placenta. Me resulta difícil creer que, por ejemplo, una especie que ponga huevos pueda hacerse inteligente, porque la nuestra tiene un desarrollo muy prolongado dentro del útero materno, y eso hace que tengamos pocos hijos, o camadas muy cortas, pero con crías muy desarrolladas. No me imagino una inteligencia extraterrestre con capacidad tecnológica que vaya poniendo huevos por ahí…
Martín-Loeches. Aunque a lo mejor no es del todo inconcebible…
Arsuaga. Yo creo que sí. Resulta que la placenta ha aparecido en la evolución de nuestro planeta por lo menos quince veces, montones de veces, porque es un magnífico invento. Para ser inteligente hace falta tener un buen desarrollo antes de nacer.

- ¿Y qué hay del resto de nuestras características físicas?
Arsuaga. También son importantes… A ver. ¿Podrían los delfines desarrollar una civilización tecnológica? Cómo iban a hacerlo, si no tienen apéndices, brazos y manos… no pueden manipular objetos… Y si los desarrollaran, pues entonces se parecerían a los humanos. Conway Morris, uno de los mayores expertos sobre el origen de los organismos multicelulares, opinaba que si vinieran los extraterrestres a visitarnos serían, de piel para dentro, aunque por fuera tuvieran cuernos o verrugas, esencialmente como nosotros. O si no, no habrían conquistado el espacio. Y si son parecidos a nosotros, dice Morris, entonces mejor que no vengan…

-Entonces, además de sociabilidad, incorporamos la inteligencia a la definición de ser humano…
Martín-Loeches. Por supuesto. Sin lenguaje no se puede transmitir información.
Si consideramos la tecnología como una de las manifestaciones de la inteligencia, entonces se necesita ser sociales. Ninguna especie que conste de individuos aislados, que no sea social, podría realizar avances tecnológicos del nivel de los que nosotros tenemos ahora.

- Imaginemos que tuvieran delante, realmente, a un extraterreste. ¿Cuál sería la primera pregunta que le formularían?
Arsuaga. Yo lo tengo muy claro… haría algo muy simple. Me llevaría la mano al pecho y diría :”Yo, Juan Luis”. Y si él hace algo parecido, entonces ya está… Tiene consciencia, tiene “yo”, es como nosotros…
Martín-Loeches. Estoy de acuerdo con Juan Luis. Ese simple gesto marcaría el hecho de que hay un “yo” y un “otro” que están coexistiendo en ese mismo cerebro. Y eso marca un hito muy importante de nuestra forma de ser. De hecho, la nuestra es la única especie de la Tierra que es plenamente consciente de eso.

-Hay quien discutiría eso…
Arsuaga. Bueno, hay otras especies que están en el umbral de la consciencia, pero hasta qué punto eso es así es una discusión que nunca se resolverá. Hay estudios con delfines, por ejemplo, que indican que emiten sonidos con los que se identifican individualmente, y que otros delfines, cuando les quieren llamar, emiten esos sonidos concretos, les llaman por sus nombres… Pero no dejan de ser consciencias incipientes… De algún sitio habrá salido la nuestra, ¿no?
Martín-Loeches. De hecho, además, en sus cerebros hay una clase de células que sólo tienen los primates, una serie de neuronas modificadas que solo poseen las especies altamente sociales y que se han generado, de forma independiente, tanto en los cetáceos como en los primates.

- Otro de los puntos centrales del libro es la evolución. ¿Es el ser humano la especie que más influye en su propia evolución, hasta el punto de llegar a cambiar su curso?
Martín-Loeches. Ahora mismo sí, y lo lleva haciendo desde hace mucho tiempo. Es una especie que ha creado sus propias presiones de selección. Por ejemplo, tenemos tecnología y el que no tiene capacidad tecnológica, pues se queda al margen.

- ¿Creen ustedes en el transhumanismo?
Arsuaga. Genes humanos en animales ya hay. Lo que no hay son genes animales en humanos. Es decir, que la tecnología está ahí y todo se puede hacer. Pero qué es lo que va a ocurrir en el futuro? Hay dos campos en los que nadie va a discutir la modificación genética de la naturaleza humana. Uno es el campo de la salud. Si se tiene la información genética necesaria para modificar algún órgano o parte del cuerpo con el fin de que no se padezca determinada enfermedad, nadie se va a oponer a que se haga. Y el otro es la vejez, algo que nos obsesiona y para evitar la cual se aceptará sin discutir cualquier modificación genética.

- ¿Y potenciar, simplemente, las capacidades físicas o intelectuales?
Martín-Loeches. Ahí es donde creemos que puede haber más discusión y oposición.

- Aún así, ¿Piensan que es inevitable que el hombre intente perfeccionarse a sí mismo, al margen de la propia naturaleza?
Arsuaga. Cómo saberlo… Aunque las cosas podrían empezar así: primero será con la excusa de la salud, y todo el mundo aplaudirá. Después se seguirá con los procesos degenerativos y el envejecimiento, y también aplaudirá todo el mundo. ¿Y después… nos vamos a parar ahí…? No creo.
Martín-Loeches. Ahí están, por ejemplo, los proyectos para hacer un mapa milimétrico del cerebro humano, anunciados en Europa, en China y en Estados Unidos… Siempre se saca como coletilla al final que eso será útil para tratar enfermedades. Y es cierto, aunque indudablemente también servirá para otras cosas…
Arsuaga: Mi opinión es que no vamos a querer hacer modificaciones en el ser humano que no sean las que he dicho antes: para la salud o el envejecimiento. Mis hijos me parecen perfectos tal y como son y no los cambiaría. Ese es precisamente el mensaje del libro. Todas esas capacidades que la ciencia imaginaba y que a partir de los años 50 ya se veían tan próximas y que ahora ya son posibles, no van a hacer que la gente decida “diseñar” a sus hijos o a sí mismos. Otra cosa muy distinta es que se les obligue a hacerlo… Me explico, que haya una presión social en ese sentido. Eso sí que me preocupa.

- ¿Se refiere a un modelo dictatorial?
Arsuaga. Exactamente. Son las presiones que reciben, o que pueden recibir, las sociedades hacia el pensamiento único. Eso es lo espantoso y lo peligroso de las utopías y ficciones que se crearon en los años ciencuenta. Que eran impuestas desde el poder. Orwell, Huxley, etc, lo que denuncian es la planificación de la sociedad, la división en castas perfectamente planeadas, la planificación para llegar al “Mundo feliz”… Hay montones de ejemplos. O, en otro ámbito, los nazis. Son, todos ellos, modelos de sociedades planificadas desde el poder. Sin embargo, en una sociedad libre no debería haber ninguna clase de programación, ni educativa ni biológica. Entonces, ¿qué pasará con el ser humano? En mi opinión, en las sociedades libres, nada grave. Puede que a algún tarado se le ocurra hacer un hijo transgénico o algo así, pero eso no sería preocupante. Lo preocupante serían sociedades como las que proponían estas utopías, sociedades programadas, y algunas muy sutilmente, no a la manera nazi, que era demasiado obvia…

- Hay quien piensa que eso es precisamente lo que está pasando ahora…
Arsuaga. Diez años después de publicar “Un mundo Feliz”, Aldous Huxley decía que él situaba este futuro dentro de siglos, pero que se está produciendo ya…

- Entonces, incorporamos a esta definición del ser humano el hecho de que sea capaz de controlar su propia evolución?
Arsuaga. Sí, eso está claro…
Martín-Loeches. Sí, por supuesto que sí.

- Entonces, y con estas premisas, cómo creen que será el ser humano de dentro de mil años?
Arsuaga. No se como será, sino como me gustaría que fuera, que es distinto. Me gustaría que fuera libre. Mis principios filosóficos son muy sencillos: Libertad, igualdad, fraternidad… Yo soy muy sencillo, con tres palabras lo resuelvo… Entonces espero que en el futuro la gente sea libre y solidaria, y lucharé porque eso sea así…

- ¿Y biológicamente? ¿También será igual?
Arsuaga. Pues en una sociedad en la que somos libres e iguales no habrá discapacitados, ni marginados, ni oprimidos… Y biológicamente seremos iguales que ahora.
Martín-Loeches. Yo pienso lo mismo, porque nos gustamos tal y como somos y no nos cambiaremos a nosotros mismos. La tecnología se adaptará a como somos nosotros, no a cambiarnos. Además, la tecnología no cambiaría la especie, porque no cambia los genes…

- Consideran entonces que hemos llegado ya al punto más alto de la evolución humana? Es decir, como ya no nos afecta la Naturaleza y podemos vivir en cualquier clima y ambiente ecológico sin tener que adaptarnos a él, como hacen otras especies. ¿Hemos dejado de evolucionar?
Arsuaga. Evidentemente, suplimos nuestras carencias biológicas con tecnología, e incluso respiramos debajo del agua sin tener agallas, nos da igual el medio ambiente, a no ser que haya una catástrofe natural que nos deje sin tecnología… En condiciones normales y si todo sigue así, sin grandes sobresaltos, no cambiaremos mucho.

- Pero si el “motor del cambio”, sigue activo, como decían antes, ¿Cómo se va a manifestar ese cambio en el futuro?
Martín-Loeches. Yo creo que siguiendo el modelo social. Según como sea la sociedad en el futuro, entonces seremos de una forma u otra. Será la sociedad, o la mayoría de la sociedad, la que decida cómo quiere que sea la gente en el futuro. Una sociedad totalitaria, como decíamos antes, podría decidir e imponer determinados cambios. Herramientas, las hay para todo, pero podemos elegir si ir hacia un lado o hacia otro…
Arsuaga. ¿Qué habría ocurrido si en los tiempos de Stalin o de Hitler la genética hubiera estado tan desarrollada como ahora? Pues yo creo que lo peor… Y de eso hace solo cincuenta años… Entonces, ¿Hemos superado ya ese modelo para siempre? ¿Estamos seguros de que algo así no va a volver a ocurrir jamás? Esperemos que no vuelva a pasar nunca, porque esos cambios biológicos artificiales sólo se pueden producir en sociedades de ese tipo. Lo peor es que no se puede excluir que en el futuro haya sociedades controladas por el poder…

- Y mirando al pasado en vez de al futuro… Somos los humanos de hoy, como entes biológicos, iguales a los de hace mil años?
Arsuaga. Sí. Tenemos las mismas capacidades ahora que entonces, y salvo algunas adaptaciones locales y menores, como la de los tibetanos, que están más adaptados a vivir en las alturas que el resto, los humanos de hoy somos los mismos que los de la Edad Media.

- Vamos a centrarnos ahora en el cerebro, uno de los órganos más importantes del ser humano. ¿Sigue creciendo? ¿O por el contrario, se está encogiendo, como algunos piensan?
Martín-Loeches. Hasta ahora todos los cerebros que se han medido entran dentro de la misma variabilidad. Parece que en algunas áreas cerebrales concretas puede haber habido alguna reducción, pero nada reseñable.
Arsuaga. Para que el cerebro crezca, o se reduzca, tiene que producirse que los individuos que tienen el cerebro más grande, o más pequeño, tengan más descendientes que los demás. Y eso, que sepamos, no está sucediendo.

- ¿Podría considerarse Internet como una especie de inteligencia colectiva, un “espíritu de la colmena” creado por el ser humano y dentro de la cual seguimos más el modelo de insectos sociales que el de nuestra propia especie?
Arsuaga. Algo de eso hay, aunque eso no nos cambiará la biología.
Martín-Loeches. El día que apareció la escritura lo hizo también la información almacenada, pero a pesar del tiempo que ha pasado desde entonces sigue sin haber en el cerebro una adaptación especial a la escritura. A los niños les sigue costando mucho aprender a escribir. Con el habla es otra cosa, sí que existe una adaptación específica que hace que el habla surja de forma natural.
Arsuaga. Ese “cerebro colectivo” del que habla no puede cambiar la biología, aunque sí los destinos de la Humanidad. Y es cierto que hay algunos paralelismos interesantes con el tipo de sociedades que forman los insectos sociales… Y eso influirá en la Historia, pero no en la Biología, porque para cambiar la Biología es necesario intervenir activamente, modificar la genética en un laboratorio. Tanto si eres analfabeto como si eres Einstein, tus genes no se enteran. Es decir, que eso no va a cambiar nuestra biología. Con los mismos genes se puede ser de mil formas distintas.

- Les pediría, por último, una conclusión…
Arsuaga. Lo que hemos hecho, en el fondo, es un programa de investigación. Nuestro libro está sin terminar. El trabajo, en su mayor parte, está por desarrollar, nosotros lo que hemos hecho es como un programa, una lista de las cosas que quedan por hacer.

Martín-Loeches. Mi conclusión es un poco más larga. En el libro se revisa el presente, el pasado y el futuro, y no solo en relación al cerebro… Conociendo muchas cosas del pasado conocemos cómo somos hoy día. Y hoy tenemos herramientas en nuestras manos que nos van a permitir cambiar muchas cosas. Pero para eso hay que conocer el pasado, cómo somos en el presente y decidir hacia dónde queremos ir en el futuro. Dos ejemplos: Vemos en color gracias a nuestro pasado de primates frugívoros, y eso nos gusta, no lo queremos cambiar. Está en el presente y en el futuro puede seguir. Por otra parte, somos violentos porque venimos de una escasez de recursos en el pasado. Si conseguimos que no haya escasez, podría ser deseable cambiar ese rasgo de nuestro comportamiento.

Fuente: www.abc.es

Los secretos del azul maya


La receta y el proceso de elaboración del azul maya, un pigmento muy resistente que se usó durante siglos en Mesoamérica, se han perdido. Se sabe que sus ingredientes son un colorante vegetal, el índigo, y una arcilla, la paligorskita, pero los científicos desconocen cómo se ‘cocinaban’.

Ahora un equipo de químicos de las universidades de Valencia y Politécnica de Valencia plantea nuevas hipótesis sobre su preparación. Muros de palacios, esculturas, códices y piezas de cerámica de los antiguos mayas incorporan el enigmático azul maya.

Este pigmento, que también usaron otras culturas mesomericanas, se caracteriza por su intenso color azul pero, sobre todo, por su gran resistencia al deterioro químico y biológico. De hecho se empleó hace siglos y cuando se analiza hoy parece casi inalterable. Lo que continúa siendo un misterio es cómo se preparaba esta pintura, porque no hay ningún documento que lo atestigüe. En los últimos años arqueólogos y científicos han tratado de desvelar el misterio, pero parece que los investigadores no se ponen de acuerdo.

 La teoría dominante plantea que existe un único tipo de azul maya, que se preparaba también de una forma única y que un tipo de anclaje concreto enlaza a sus dos componentes: uno orgánico, el índigo –el colorante de los pantalones vaqueros, que en Mesoamérica se obtiene de la planta Indigofera suffruticosa– y otro inorgánico, la paligorskita, una arcilla caracterizada por su estructura cristalina repleta de canales.

Aparece el dehidroíndigo
Pero los trabajos de un equipo de las universidades de Valencia (UV) y Politécnica de Valencia (UPV) parecen contrariar esa versión ‘unicista’. “En las muestras hemos detectado un segundo pigmento, el dehidroíndigo, que se habría formado por oxidación del índigo durante el calentamiento que se requiere para fabricar el azul maya”, comenta Antonio Doménech, investigador de la UV.

Es posible que los mayas supieran cómo obtener el tono deseado 

“El índigo es azul y el dehidroíndigo, amarillo –explica el experto–, por lo que la presencia de ambos pigmentos en proporciones variables justificaría la tonalidad más o menos verdosa del azul maya.

Es posible que los mayas supieran cómo obtener el tono deseado variando la temperatura de preparación, por ejemplo calentando durante más o menos tiempo la mezcla o echando más o menos leña al fuego”. Otra de las cuestiones sin resolver es cómo se distribuyen las moléculas del colorante en la red cristalina de la paligorskita. Según algunos científicos, el índigo se adhiere al exterior de la estructura con forma de ‘ladrillo’ que tiene la arcilla, aunque también podría constituir una especie de ‘tapadera’ en la entrada de los canales.

Otros investigadores, sin embargo, consideran que el índigo penetra dentro los canales. Esta es la teoría que apoya el equipo valenciano, que acaba de presentar en la revista Microporous and Mesoporous Materials un estudio sobre las reacciones que pueden estar detrás de la formación del pigmento azul.

Proceso en dos etapas
Los resultados revelan que, cuando se calientan sus dos componentes a temperaturas de entre 120 y 180 ºC, se suceden dos etapas. En la primera, la más rápida, se evapora el agua de la paligorskita y el índigo se ancla a la arcilla, aunque una parte se oxida formando hidroíndigo. En la segunda fase parece que se produce una difusión del colorante por los canales arcillosos. “El proceso es parecido a lo que ocurre cuando vertemos una gota de tinta en un vaso de agua”, compara Doménech, aunque reconoce que de momento “esto es un hipótesis”.

 El equipo del investigador, como otros grupos en otras partes del mundo, también investiga el secreto de los desconocidos enlaces químicos que unen el componente orgánico al inorgánico. A ellos se debe la gran resistencia del azul maya.

Se han encontrado cuencos con azul maya en pozos del Yucatán

Además de en palacios y edificios de la nobleza maya, tradicionalmente se asocia este pigmento con ceremonias rituales presididas por sacerdotes, que incluso lo pudieron utilizar durante los sacrificios humanos.

En el fondo de algunos cenotes o pozos de la península de Yucatán, se han encontrado recipientes con restos del pigmento que apuntan hacía ese uso ceremonial. Estudios como el que antropólogos estadounidenses presentaron en 2008, sobre un cuenco del cenote sagrado de Chichén Itzá, han llevado a algunos medios a considerar zanjado el problema del azul maya. “El recipiente contenía azul maya mezclado con incienso –copal–, así que se simplificó que se fabricaba únicamente calentando incienso”, dice Doménech. El investigador considera que la composición y funcionalidad del azul maya pudo variar a lo largo de los siglos: “Aunque harían falta bastantes muestras, sería posible establecer una evolución en sus propiedades y preparación a lo largo del período la cultura maya, entre el 150 a. C. y 800 d. C. aproximadamente, de forma que se podría establecer una cronología basada en el análisis del pigmento. Esto proporcionaba una visión mucho más ‘flexible’ de esta cultura, rompiendo esa visión monolítica tradicional sobre un ritualismo inflexible”.

Bolitas verdosas en La Blanca 
Apoyando esta visión, el equipo también ha encontrado recientemente otros pigmentos distintos al azul maya pero que siguen el mismo patrón de colorante vegetal asociado con arcillas. En la antigua ciudad maya de La Blanca –actual Guatemala– han hallado bolitas verdosas con este material, que se supone se emplearon para estucar y decorar las paredes de los edificios palaciales. “Seguramente estos materiales no estaban al alcance del pueblo llano, pero ponen de manifiesto un uso más ‘cotidiano’ de los pigmentos, que no tendrían porque restringirse a actividades rituales o ceremoniales”, apunta Doménech, que concluye: “El azul maya se puede considerar un material polifuncional, por la posibilidad que tiene de incorporar distintos componentes orgánicos a un soporte inorgánico, que, además, se pueden distribuir y reaccionar de forma diferente, y así proporcionar funcionalidades también distintas”.

Referencia bibliográfica: Antonio Doménech, María Teresa Doménech-Carbó, Laura Osete-Cortina, Noemí Montoya. “Application of solid-state electrochemistry techniques to polyfunctional organic-inorganic hybrid materials: The Maya Blue problem”. Microporous and Mesoporous Materials 166 (15): 123–130, 2013.

Fuente: www.agenciasinc.es

Los carniceros existen desde hace 1,8 millones de años

Un equipo del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) ha encontrado las primeras evidencias de uso de herramientas de piedra por parte de homínidos para extraer la carne animal de los huesos, tal y como lo realizan los carniceros actuales. El hallazgo se ha producido en el yacimiento más antiguo del norte de África, el de El-Kherba (Ain Hanech), en Argelia, que tiene alrededor de 1,8 millones de años. 


Científicos del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh) de Burgos han hallado las primeras evidencias de uso por parte de homínidos de herramientas de piedra para extraer la carne animal de los huesos, tal y como lo realizan los carniceros actuales.

El descubrimiento ha tenido lugar en el yacimiento más antiguo del norte de África, el de El-Kherba (Ain Hanech), en Argelia, que tiene aproximadamente 1,8 millones de años. El trabajo ha sido publicado en la revista Journal of human evolution y se enmarca en un proyecto más amplio de investigación paleoantropológica, el Ain Hanech Paleoanthropological Project.

Mohamed Sahnouni, investigador del Cenieh y primer firmante del artículo, explica a DiCYT que este proyecto analiza las primeras ocupaciones humanas del norte de África y las adaptaciones de estos homínidos. El de El-Kherba es un yacimiento 'llave' en este sentido, ya que cuenta con una rica cuenca sedimentaria con depósitos desde el Mioceno medio (hace unos 14 millones de años), hasta el Pleistoceno y el Holoceno (hace unos 11.700 años).

Los investigadores del Cenieh, que colaboran en la iniciativa con la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y con colegas argelinos, han hallado en este yacimiento unos extraordinarios depósitos de fósiles de mamíferos, “fauna de tipo sabana africana compuesta por elefantes, rinocerontes, bóvidos grandes y pequeños, carnívoros, y otra fauna que indica la presencia de agua”.
El equipo científico ha analizado si existen modificaciones en estos huesos fósiles causadas por los homínidos, para saber si en aquel momento existía un consumo de estos animales, y han obtenido unos interesantes resultados.

“Hemos estudiado la composición anatómica de estos restos y también la composición taxonómica de la fauna, y todo indica que la acumulación de estos huesos fósiles está provocada por los homínidos, que vienen a este lugar donde había agua para la materia prima, para manufacturar artefactos líticos con filos muy eficaces para cortar la carne (hechos de caliza y sílex, como cantos tallados, poliedros, esferoides, lascas y varios fragmentos), un lugar con agua que atrae también a los animales”, detalla Sahnouni.

Pruebas en los huesos y en los utensilios
Tras observar al microscopio las superficies de estos huesos fósiles, han encontrado marcas “claras” de cortes que demuestran la utilización de artefactos líticos para extraer la carne animal, en lo que serían las evidencias más antiguas del norte de África. Los investigadores también han hallado pruebas del uso de estos artefactos hechos de caliza y sílex para cortar carne, a través del estudio microscópico de las huellas de trazas sobre las propias herramientas, principalmente las lascas, “un hecho muy raro, ya que hasta ahora no existe ningún yacimiento del que se tengan evidencias de las dos partes, tanto de los huesos como de los utensilios, en lo que reside la importancia de este estudio”, agrega el científico.

Los análisis revelan que los homínidos realizaban evisceración, desarticulación y extracción de la carne
Así, “todo indica que los homínidos de este lugar, de hace cerca de 1,8 millones de años, eran capaces de tener acceso a la carne animal”. Los análisis realizados revelan que estos homínidos realizaban varias actividades carniceras como la evisceración, desarticulación, extracción de la carne, y la fractura de los huesos de grandes mamíferos para poder obtener la nutritiva médula.
Por otro lado, al encontrarse estas evidencias en el norte de África el artículo publicado concluye "que todo el continente africano es un lugar de adaptación y desarrollo del comportamiento de los primeros homínidos", y no solo el este del continente.

Además de la adquisición de comida y la forma de subsistencia de estos homínidos, objeto del artículo publicado, el Ain Hanech Paleoanthropological Project abre otras tres líneas de investigación: la cronología de las primeras ocupaciones humanas en esta parte de África, la reconstrucción del paleoambiente de este yacimiento, de hace unos dos millones de años, y el estudio de la tecnología lítica que utilizan estos homínidos así como aspectos de su inteligencia o adaptación al medio.

Referencia bibliográfica
Sahnouni, M., Rosell, J., van der Made, J., Vergès, J. M., Ollé, A., Kandi, N., ... & Medig, M. (2013). "The first evidence of cut marks and usewear traces from the Plio-Pleistocene locality of El-Kherba (Ain Hanech), Algeria: implications for early hominin subsistence activities circa 1.8 Ma". Journal of human evolution, 64(2), 137-150.