Herba Vettonica


Por Carlos González Wagner

(Publicado originalmente en: Debita Verba. Estudios en Homenaje al prof. Julio Mangas Manjarrés, vol. 2, Oviedo, 2013, 581-596.)

Se puede comprobar como la magia y la hechicería practicada durante la Antigüedad clásica utilizaba un amplio abanico de recursos vegetales para alterar el funcionamiento de la mente, los estados ordinarios de la consciencia, hasta el punto de que el empleo de plantas y drogas obtenidas de dichas plantas, parece ser, a todas luces, uno de los componentes esenciales de la magia antigua. La magia también estaba muy relacionada con los efectos terapeúticos de las plantas, y así se creía, por ejemplo, que las virtudes curativas de la peonia  (Peonia officinalis), planta que debe su nombre al dios Peón, presentado en la Illiada como el padre de la herboristería, procedían de su relación con el astro lunar.

1. Las hierbas de Hécate.

Asimismo, magos y hechiceros extraían sus poderes de determinadas plantas a las que se les atribuía orígenes fabulosos. Esto es lo que vemos cuando Ovidio nos habla del origen del acónito (Aconitum napellus), nacido de los dientes de Equidna e introducido en Grecia por Medea desde las riberas de Escitia. La gran hechicera, paradigma de todas sus congéneres, es presentada por el poeta como mujer muy familiarizada con un amplio repertorio botánico del que extrae parte importante de sus facultades para ejercer todo tipo de sortilegios (VII, 224 ss):

Y allí estaba el carro, descendido del cielo. Tan pronto como subió a él y dio unas suaves palmadas a los embridados cuellos de los dragones y sacudió en sus manos las ligeras riendas, es arrebatada a las alturas y divisa allá abajo el tesalio Tempe y dirige sus serpientes hacia regiones bien determinadas; y va reconociendo las hierbas que produce el Osa y las que produce el alto Pelio y el Otris y el Pindo y el Olimpo mayor que el Pindo, y, de las que estima útiles, unas las arranca de raíz y otras las corta con la curva hoja de una hoz de bronce. También escogió muchos céspedes de las riberas del Apídano, y muchos también del Anfriso, y tampoco tú, Enipeo, dejaste de contribuir; como también el Peneo y también las ondas del Esperquío aportaron algo, y lo mismo las orillas, abundantes en juncos, del Bebe; cogió además en la eubea Antédone el vivaz tallo que todavía no era célebre por la transformación del cuerpo de Glauco. Y ya ocho días y ocho noches la habían visto recorriendo los campos, llevada por su carro y por las alas de los dragones, cuando volvió; los mismos dragones no tuvieron más contacto con las hierbas que el olor, y aun así se desprendieron de su piel de añosa vejez. (Ovidio, Met., VII, 224 ss).

Muncho antes, Homero había escrito, en relación a la hechicera Agamede que "conocía todos los fármacos que produce la vasta tierra" (Il., XI, 741) y refiriéndose a Helena, que vierte la bebida del olvido en la copa de los afligidos héroes: "Para ella produce la tierra fecunda abundantes fármacos y muchas mixturas, tanto saludables como funestas" (Od., IV, 229).

También, y de acuerdo con Lucio Apuleyo, este rasgo constituye un lugar común de la hechicería y magia antigua. Distinguía de esta forma entre la magia de los filósofos y los físicos -que no persigue sino el conocimiento y el acercamiento a la divinidad- y la hechicería, que se vale de toda una serie de sortilegios para conseguir sus propósitos, El mismo fue acusado de mago por los parientes de su mujer y, aunque salió absuelto, pasaría a la posteridad como uno de los mayores magos de la Antigüedad, junto con Apolonio de Tiana, según el testimonio de Lactancio o San Agustín. En su defensa, en el proceso en el que se le acusa, entre otras cosas, de buscar ciertos peces para sus artes mágicas, replica, no sin ironía:

Desde los tiempos a los que se remonta la memoria humana, sois vosotros los únicos que trasferís el poder mágico de las hierbas, de las raíces, de los retoños tiernos y de los guijarros, como si se tratase de una aportación aluvial de la naturaleza, desde la cumbre de los montes hasta el mar y lo encerráis, como en el fondo de un saco, en el vientre de los peces. (Apuleyo, Apol., 31, 8).
Virgilio, por su parte, asociaba la adormidera a los hechizos de la guardiana del templo de las Hespérides, y hablando de la magia amatoria cuyos encantamientos nublaban los sentidos menciona: "El zumo de aquellas vellosas hierbas segadas a la luz de la luna con podadera de cobre...” (En., IV, 513) y sabemos por el testimonio de otros autores, como Plinio o Dioscórides de la utilización de plantas con propiedades psicotrópicas, como el eléboro (Helleborus niger) o la mandrágora (Mandragora officinarum), por magos y hechiceros del mundo clásico. Tal debía ser el caso de la “hierba de Hécate” que cita también Ovidio en sus Metamorfosis a la que atribuye la trasformación de Aracne:
Tras estas palabras se apartó y la regó con los jugos de una hierba de Hécate, e inmediatamente sus cabellos, tocados por la droga siniestra, se consumieron y al mismo tiempo la nariz y los ojos; la cabeza se le torna diminuta y también es pequeña Aracne en el conjunto de su cuerpo; en el costado tiene incrustados, en lugar de piernas unos dedos finísimos; lo demás lo ocupa el vientre, de que, a pesar de todo, hace ella brotar el hilo, y como araña trabaja sus antiguas telas. (Ovidio, Met., IV, 140).

o las hierbas empleadas por la hechicera Canidia, en palabras de Horacio (Epodos, 5):
...rodeándose los cabellos y la cabeza despeinada con pequeñas víboras, manda que se ponga a cocer sobre las llamas de Colcos higos silvestres arrancados de los sepulcros, ramas del fúnebre ciprés, huevos untados de sangre sucia de rana y las plumas de la nocturna lechuza, hierbas enviadas desde Yolco e Iberia, fecunda en venenos, y huesos arrancados de las fauces de una perra hambrienta. (Horacio, Epodos, 5).
Estaban consagradas a Hécate, entre otras, la mandrágora, la belladona (Atropa belladona) y el solanun nigrum o hierba mora. Las “virtudes” de este tiplo de plantas, asociadas a la hechicería, y capaz de transformar a las personas en animales, eran ya conocidas desde antiguo, como se observa en el relato de Apolodoro sobre los conjuros de Circe, que Virgilio atribuía a hierbas de poderes mágicos:
Con una sola nave llegó a la isla Eea; allí vivía Circe, hija de Helios y Perse, y hermana de Eetes, experta en toda clase de brebajes mágicos. después de distribuir a sus compañeros, Odiseo, de acuerdo con el sorteo, se quedó en la nave, y a Euríloco, con otros veintidós, le correspondió ir ante Circe. A la llamada de ésta acudieron todos excepto Euríloco; ella dio a cada uno un brebaje de queso, miel, cebada y vino, mezclados con una droga. Una vez que lo hubieron bebido, tocándolos con su vara transformó a unos en lobos, a otros en cerdos, a otros en asnos y a otros en leones. Euríloco lo vio y fue a comunicárselo a Odiseo. Entonces éste se presento a Circe con el moly que había recibido de Hermes, y enchándolo en el brebaje bebió y fue el único que no sufrió el sortilegio (Apolodoro, Epit., 7, 14).

Por lo que parece existía un antídoto con el que el propio Ulises se salvó gracias a otro tipo de planta, moly, según narró también Homero:
Al terminar de hablar el dios me dio el remedio, arrancando una planta cuya naturaleza me enseñó. Tenía negra la raíz y su flor era blanca como la leche; llámanla moly y es muy difícil de arrancar para un mortal; pero no para ellos que todo lo pueden (Od., X, 302-306).

que Teofrasto identificaba con el ajo negro (Allium nigrum), aunque investigaciones farmacológicas modernas la identifican con Galanthus nivalis L., un antídoto contra los efectos de estramonio, que se cree era la droga que usaba Circe. El mismo Teofrasto nos informa de que la raíz del ciclamen (Cyclamen persicum) se utilizaba en los hechizos para provocar el parto y también como filtro amoroso. Los bulbos y rizomas de esta planta contienen un poderoso tóxico: ciclamina.

Los primeros escritores cristianos también estaban al corriente de la utilización de todos estos recursos vegetales con propiedades psicoactivas por los magos y hechiceros de la Antigüedad. El propio Eusebio de Cesaréa, en su Praeparatio evangelica, en la que trata de demostrar la excelencia del cristianismo sobre todas las religiones y filosofías paganas, alude a las plantas utilizadas por magos y sacerdotes para producir visiones.

2. Plantas mágicas en papiros griegos.
El empleo de plantas a las que se atribuye propiedades mágicas está documentado en una serie de papiros griegos encontrados en Egipto que pertenecen al periodo helenístico tardío y sobre todo a la época imperial romana. Siguiendo la tradición anterior, en este caso de doble raíz -griega y egipcia-, muchas de ellas son tóxicas o psicoactivas. En el primero de ellos, del siglo II de nuestra era, se encuentra una fórmula para conseguir un daimon asesor, en la que se puede leer lo siguiente:

Así pues de esta manera el dios sólo será comtemplado por ti y nadie eschuchará tampoco su voz cuando hable, salvo tú únicamente.Te hablará sobre la enfermedad de un hombre, si vivirá o morirá, en qué día o en qué hora de la noche. Te proporcionará también plantas silvestres y el modo de curar y recibirás homenajes propios de un dios teniendo al dios por amigo. Estas cosas las cumplirá bien el poderoso asesor. (Calvo Martínez y Sánchez Romero, I, 187 ss).

En otro de estos papiros de la misma fecha, encontramos como parte de una fórmula para comunicarse con Apolo y conseguir un oráculo:
Comunícate tu mismo con el dios de esta manera: toma un gallo enteramente blanco y una piña. haz una libación de vino en su honor, úngete, y permance suplicando hasta que la ofrenda se consuma; úngete todo el cuerpo con la siguiente mixtura: semillas de laurel, comino de Etiopía, adormidera y dedo de Hermes". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, II, 74 ss).

La planta "dedo de Hermes" se piensa que podría ser Mercurialis annua u ortiga muerta, una planta muy común pero aún poco conocida farmacológicamente que contiene pequeñas cantidades de alcaloides, utilizada como purgante y considerada muy tóxica.
En otro papiro de este grupo el mago, que pretende comunicarse con Helios, ha de coronarse con hiedra negra de la que Dioscórides señala que su jugo y sus frutos perturban el sentido. En el mismo documento se encuentra la llamada "Liturgía de Mitra" en la que se puede leer (IV, 4, 475):

Sedme propicias, Providencia y Psique, a mi que escribo estos misterios que no ueden ser vendidos, que se enseñan: para mi hijo único pediré la inmortalidad, oh iniciados en los misterios de nuestra Fuerza (es necesario pues, hija, que tomes zumos de las plantas y especias que te van a ser mostradas al final de mi escrito sagrado), Fuerza que el gran dios Helios-Mitra ordenó me fuera transmitda por su propio arcángel, para que sólo yo entre en el cielo como peticionario y lo examine todo. (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 4, 475).
Las escenas visionarias que se relatan a continuación sugieren la utilización de algún tipo de alucinógeno, por más que los nombres de las plantas permanezcan ocultos. Asimismo se afirma que el visionario estará en un estado de éxtasis y "lleno de entusiasmo profético" (IV, 4, 735).

También se ha detectado, entre este conjunto de papiros griegos sobre magia, la presencia de otras plantas psicoactivas como el beleño (Hyoscyamus niger) y una variedad de vicia, sativa o tal vez ervilia, que resulta venenosa, pero que en pequeñas dosis produce alteraciones de la mente, en fórmulas en las que están asociadas con sus efectos pero cuyo uso no produciría ninguno de ellos. Además, en al menos tres ocasiones se realizan fumigaciones de artemisa o ajenjo (Artemisa absinthium) que contiene tujona, y cuyos vapores son inhalados, y en otra (IV, 1830) el opio forma parte de un incienso:
Esta es la ofrenda que da aliento a Eros y a toda la práctica: 4 dracmas de polvo de incienso, 4 dracmas de goma, 4 dracmas de opio, 4 dracmas de mirra, incienso, azafrán y bdélla como media dracma. Añade oleosa lechetrezna, mezcla todo a partes iguales con vino oloroso y utilízala para la práctica. Al realizarla, quema primero todo ello y úsalo de este modo". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 1830).

En otra ocasión, la artemisa o ajenjo, planta que gozaba también de reputación para alejar monstruos y serpientes es mencionada, junto con otras plantas tóxicas, como un ingrediente en una fórmula de conjuro para todo fin mágico, de la que también forma parte el kyphi:
Ofrenda de la práctica: cuatro dracmas de incienso, cuatro dracmas de mirra, una hoja de laurel, unas dos onzas de pimienta blanca, una dracma de gomorresina de bálsamo africano, una dracma de semilla de asfódelo, de amono, de azafrán, unas dos dracmas de trementina de teberinto, una dracma de artemisa, planta de katanánke, kyfi hierático, el cerebro completo de un carnero negro. Mézclalo con vino blanco mendesio y con miel y has con ello una pasta. (Calvo Martínez y Sánchez Romero. IV. 11, 1305 ss).

El asfódelo (Asphodelus albus) si bien posee virtudes medicinales tiene también propiedades tóxicas debido a que contiene asfodelina que aumenta el ritmo cardiaco. La fermentación de sus tubérculos produce alcohol. Los griegos lo plantaban sobre las tumbas y se decía que cubría las praderas de los Campos Elíseos y la antesala del Hades. La planta llamada, katanánke, palabra que en griego significa "conmoción", se ha identificado con un tipo de arveja, y también con la llamada "hierba de Cupido" (catananche caerulea), y con la cornicabra (Ornithopus compressus L.) de la que en la Antigüedad se decía que era estimulante y afrodisiaca y formaba parte de muchos filtros de amor.

En un vaticinio a través de un medium que ha entrado en estado de trance y se ha desplomado, podemos leer como la artemisa es considerada una planta sagrada: "Tú siéntate sobre los adobes y pregúntale; y te expondrá la verdad minuciosamente. Tienes que coronarlo con una guirnalda de artemisa amarilla, a él y también a tí. El dios se complace también con esta planta". (Calvo Martínez y Sánchez Romero, IV, 6, 914 ss).

Otras veces, la artemisa aparece ritualmente asociada a sueños inducidos para que se aparezca en ellos la divinidad, lo que nos recuerda una visión de Elio Aristídes, retórico de la segunda sofística y seguidor de Asclepio, que permaneció en el asklepeión de Esmirna, uno de los tres principales centros de culto al dios, diecisiete años como paciente y devoto, famoso también por la facilidad con que entraba en trance para asombro de sus contemporáneos:

Era artemisa, clara de una cierta manera. Tan clara cuanto era posible, apenas como incontables otras cosas tenían claramente la presencia del dios. Era como si se tuviera la impresión de tocarlo y se percibiera que él mismo había venido en persona, como estar entre el sueño y el despertar.. y prestando oidos atentos oír algunas cosas tan en un sueño, otras como en un trance de despertar... (Discusos sagrados, II, 31-2).
También aparece en una ocasión la belladona en un conjuro en el que la artemisa forma parte de un ungüento de ingredientes extraños y en el que esta solanácea es introducida en una tinta, que contiene la planta de Artemis, que luego será quemada. En otro conjuro destinado a enviar sueños y producir visiones en estos, en el que también la artemisa está presente formando parte de un incienso, se quema madera de enebro (Juniperus oxycedrus), cuyos aceites esenciales contienen un compuesto muy similar a la tujona.

3. Herba Vettonica.
La planta que atrae ahora nuestra atención gozó también de una amplia reputación y se le atribuían un buen número de propiedades beneficiosas para la salud así como el poder de alejar las desgracias:

Los vettones descubrieron en Hispania la hierba que se llama vettonica en la Galia, en Italia serrátula, entre los griegos krestón o también psicotrofón, muy alabada entre todas. Tiene un tallo angular de dos codos de altura, y tira las hojas desde la raíz, con bordes de sierra, y muy parecidas a las del lapathum. La semilla es de color púrpura: las hojas son secadas y trituradas y se utilizan para numerosos fines. Se elabora también un vino a partir de ella, y un vinagre, notablemente beneficioso para el estómago y la vista. De hecho, esta planta goza de una reputación tan extraordinaria, que incluso es una creencia común que la casa que la contiene está asegurada contra todo tipo de desagracias. (Plinio, N.H., XXV, 84)

Parece que los romanos la conocieron ya en el siglo I, siendo Celso y Plinio los primeros que la citan. Se atribuye a Antonio Musa, médico personal de Augusto, un tratado incompleto sobre ella, De Herba Vettonica liber, si bien hay coincidencia en que su autoría es bastante posterior. A pesar de la afirmación del naturalista, Dioscórides distingue entre Kestrón o Psychotrophon, al que dice que los romanos llaman vettonica, y la Bettonike, Betónica o Vettonica, siendo los efectos de ambas distintos. Respecto a la Betónica afirma:
Sus raíces, en la parte de abajo, son finas como las del eléboro y bebidas con hidromiel provocan el vómito de flemas. Se administra el peso de 1 dracma de las hojas con hidromiel <o agua> contra espasmos, desgarros, afecciones de la matriz y los sofocos causados por ella, y 3 dracmas  con 2 cótilas de vino contra las mordeduras de animales venenosos. Aplicada como emplasto, la hierba beneficia a los mordidos por animales venenosos, y una dracma bebida con vino va bien contra los venenos mortales; si alguien la bebe previamente, ningún daño habrá de sufrir aunque tome algún veneno mortal.
Es, asimismo, diurética y purgativa del vientre. Cura a los epilépticos y a los locos si se bebe con agua, y el peso de 1 dracma disuelta en vinagre o miel cura a los que padecen afecciones del hígado o del bazo. Ayuda también a hacer la digestión si se bebe después de la comida en la cantidad de una haba disuelta en miel cocida. Asimismo se administra a quienes padecen acidez de estómago, y a los que sufren del estómago se les da a mascar o a beber [su jugo], y que después de tomarla echen un trago de vino rebajado.
Se administra también a los que escupen sangre el peso de tres óbolos disueltos en 1 ciato de vino mezclado con leche, y, disueltos en agua, se les da a los afectados de ciática, del riñón o dolores de vejiga; a los hidrópicos, cuando tienen fiebre, se les administra el peso de 2 dracmas con hidromiel, y, si no tienen fiebre, con vino mezclado con miel. El peso de una dracma bebida con vino restablece a los afectados de ictericia y provoca la menstruación. Y 4 dracmas bebidas con 10 ciatos de hidromiel purgan el vientre. Es eficaz también, bebida con miel, para los que sufren consunción y para los que supuran. Hay que almacenar las hojas, cuando están secas y majadas, en una vasija de barro. (De mat. med. IV, 2-4).

También hablaron de ella, además de Dioscórides y Plinio, Galeno, Marcelo, Paulo Egineta, Pelagonio, Sereno Sammonico, Escribonio Largo y el Pseudo Apuleyo y la encontramos en todos los grandes tratados de botánica desde la Antigüedad hasta la Edad Media y el Renacimiento. Luego cayó en un prolongado olvido hasta que ha sido rescatada por la medicina naturista.

Su identificación botánica corresponde con la Betonica officinalis o Stachys officinalis, de cuyas ojas frescas se ha dicho que tienen un efecto intoxicante, al igual que la raíz. Aunque para los antiguos se trataba de una especie de panacea aplicable a las más diversas dolencias en múltiples remedios, la farmacopea actual la considera eficaz como tónico nervioso, pues su acción es ligeramente sedante e hipnóptica y además tiene propiedades antipirépticas e hipotensoras. Dioscórides, por su parte, afirmaba que el vino hecho con las semillas maduras y las ramas de la betónica y dejado reposar durante siete meses es útil para alejar la melancolía, al igual que la misma planta.

Tambien se ha usado para cicatrizar las heridas, aliviar el asma y otras enfermedades respiratorias y resulta, con su efecto astringente, un buen tónico gastrointestinal. En infusión es ligeramente estimulante. La tradición popular la ha tenido, por otra parte, como una planta protectora contra los espíritus malignos, casi al mismo rango que la hierba de San Juan (Hypericum perforatum  L.que resulta útil contra la depresión, y a menudo ha sido utilizada por ello como amuleto pues se pensaba que alejaba a los demonios, la desesperación y las visiones que infunden temor. Colocada debajo de la almohada protegerá al que duerme de visiones y pesadillas. Parece bastante claro, por tanto, que se la ha considerado como una planta de virtudes mágicas y como tal aparece en diversos tratados medievales. Alberto Magno afirmaba que había que nombrar las virtudes de la planta y el uso que se la iba a dar según se la estaba recolectando, lo que se hacía durante toda la etapa de la floración, mientras que el Pseudo Antonio Musa recoge esta plegaria dirigida a la planta:

Betónica, tu que has sido descubierta por Asclepio o por el centauro Quirón, se favorable a mis plegarias. Te lo suplico, hierba poderosa, por aquellos que han dado la orden de que fueras creada y que sirvas a una tan grande cantidad de remedios, ayúdame a componer los 47 remedios que deseo (De herba vettonica liber,185).
Una plegaria similar encontramos en el Liber de simple medicina de Mateo Platearius, médico de la Escuela de Palermo: "Hierba betónica que fue encontrada por Esculapio, te requiero mediante esta oración, a ti que eres llamada Señora de todas las hierbas, para que me ayudes en todas las cosas que deseo."

Se dice que la recolección de las flores y las hojas, que era mejor realizar en la mañana de un día seco, producía aturdimiento, vértigos y una especie de embriaguez, lo que parece indicar la existencia de un principio narcótico en estado fresco.
Ya en el siglo XII, Hildegarda de Bingen, monja asceta y visionaria y autora de compendios de botánica y medicina, había escrito:

Para uno que es estúpido y tonto y le falta el conocimirnto, machaque betónica para sacar su jugo y póngala por la noche encima de todo su pecho. Ate por delante un paño hasta la mañana. Si esto hace a menudo, volverá a sus sentidos.
Si alguién se atormenta regularmente con sueños inoportunos, tenga al lado hojas de betónica cuando se acueste, y verá y sentirá menos pesadillas.
Si un hombre es engañado por una mujer, o una mujer por un hombre, por virtud de las artes mágicas, o tocado por alguna ilusión, o conjurado por encantaciones fantásticas y diabólicas para que el hombre esté loco de amor por la mujer o la mujer esté loca de amor por el hombre, deben buscar betónica que no se haya usado previamente para mnedicina o magia. Porque si ha sido utilizada anteriormente para magia inutilizaría su valor como remedio médico. Cuando la encuentre, debe ponerse una hoja en cada orificio nasal, y una bajo la lengoa. Sostenga una hoja en cada mano y una bajo cada pie. La persona debe fijar sus ojos atentos en la betónica. Hágalo hasta que las hojas se calienten con su cuerpo. Debe repetirlo hasta que mejore. Esto le soltará de la locura de su amor, si no ha comido o ha bebido ni ha introducido en su cuerpo nada que incite a la pasión. Si alguién, sea hombre o mujer, ha sido enganchado en la trampa del amor por palabras mágicas de otro, tenga siempre betónica con él, y mejorará. Si es invierno y las hojas de betónica no están disponibles para el remedio anterior, debe hacer lo mismo con la raíz.. Nadie debe comer betónica, pues comerla daña la comprensión y el intelecto, y lo vuelve casi demente” (Physica, CXXVIII).

La investigación farmacológica han demostrado que la betónica es rica en taninos, aceites esenciales, ácidos fenólicos y alcaloides, entre los que destacan betaína y betonicina que están presentes también en otras plantas, como la Canavalia maritima, o la Achillea millefolium, o "milenrama", otra fuente de remedios medicinales conocida desde antiguo, entre cuyos variados efectos se citan los de tónico y estimulante y que en dosis elevadas puede producir convulsiones y vértigos. Al igual que la betónica se trata de una planta a la que se otorgan propiedades mágicas y a la que se la relaciona incluso con el Demonio, pero a diferencia de ella contiene tujona. En la Antigüedad era muy utilizada por las hechiceras para preparar filtros de amor y se le atribuía poder para la adivinación y provocar visiones y ensueños amorosos.

La Canavalia, de la que Schultes y Hofmann trataron ya sucintamente carece de literatura al respecto. Al parecer se ha venido utilizando en ciertas partes de Méjico como sustituto de la marihuana y recientemente se utiliza como uno de los ingredientes de la mixtura para fumar llamada "spice", por lo que se sospecha que la betonicina puede ser el principio psicoactivo, lo que ha llevado a considerar en algunos foros de psiconautas la posible piscoactividad de la Betonica officinalis. No obstante, no debería descartarse tampoco la posible toxicidad de la betaína que puede llegar a producir confusión, somnolencia, cambios de conducta así como dolor de cabeza, vómitos, convulsiones y pérdida del conocimiento. Por otra parte, se conoce todavía bastante poco de los componentes químicos de la Betónica en la que análisis recientes han determinado la presencia de pequeñas cantidades de tujona. En fin, se trata de una cuestión que requiere mucha más investigación.

4. Los vettones

Según Plinio, como hemos visto, sus descubridores fueron los vettones, pueblo de raigambre o influencia céltica, situado al Oeste de la Meseta central, entre el Duero y el Guadiana y que limitaban al N. con los astures, al NE. con los vacceos, al E. con los carpetanos y al O. los lusitanos, ocupando las actuales provincias de Salamanca y Ávila y zona oriental de Cáceres y Badajoz. Vivían en asentamientos fortificados (castros) sobre elevaciones naturales, siendo muy conocidos el de Ulaca, en el que se ha documentado un recinto ceremonial al aire libre y una “sauna” de posible utilización ritual, y el Raso de la Candelera, ambos en Avila, además de la ciudad de Helmántica. Un rasgo característico de su cultura es la existencia de esculturas zoomorfas de cerdos, toros y jabalíes, popularmente conocidas como verracos, que tienen una indudable relación con su economía de base ganadera, pero que también pueden estar conectados con un culto de tipo funerario y tener un carácter protector sobre territorios, pastos y ganados.

Poco es lo que sabemos de su religión, en la que las prácticas mágicas, como en el conjunto del mundo celta, debieron adquirir una gran importancia, si bien conocemos el nombre de algunas de sus divinidades, el dios Vaelicus, una divinidad lobo perteneciente al inframundo, aunque otros le consideran un dios sanador que proporcionaba oráculos en sueños, y la diosa Ataecina, la "Nacida de Nuevo", según una interpretación, que en algunas inscripciones de época romana aparece sincretizada con Proserpina, por lo que se le supone una naturaleza similar a la Perséfone griega. Además había una serie de divinidades menores vinculadas a accidentes topográficos y a elementos de la naturaleza (montañas, bosques, rocas, ríos, manantiales...), a grupos familiares (genios protectores), a espacios territoriales (dioses del poblado), a imágenes astrales (sol, luna) o actividades humanas (guerra, pactos, ganadería...), siendo las más importantes las de las aguas y las de signo tutelar o protector. Por lo demás, se sospecha la existencia de hermandades de guerreros, prácticantes de ritos y ceremonias de iniciación, en las que el agua, etendida como elemento terapéutico y purificador, ocuparía un papel central, en algunos recintos ceremoniales, como el ya mencionado de Ulaca.

Tampoco sabemos mucho más acerca de sus creencias sobre el más allá, si bién en algunas tumbas de sus necrópolis han aperecido elementos (morillos, tenezas, parrillas, calderos o asadores) que se pueden relacionar con el banquete funerario y se piensa que su ancestral vinculación con un culto a las aguas debió ejercer también aquí un papel esencial. En una tumba de la necrópolis de La Osera han aparecido, formando parte del ajuar funerario contenido en un caldero que hacía las veces de urna funeraria, unas placas de bronce repujado, revestidas de chapa de plata, que presentan una escena en la que un águila captura una paloma rodeada de lo que parece, en mi opinión cápsulas de adormidera, de claro simbolismo funerario. También, y desde la perspectiva de la Arqueoastronomía, se ha relacionado la orientación de esta misma necrópolis así como variadas piezas del ajuar que contienen sus tumbas y que presentan distintos símbolos astrales, con los conocimientos astronómicos de los "sacerdotes" vettones y la posibilidad de que el espacio celeste fuera considerado la definitiva morada de ultratumba.

Por otra parte, en la tumba nº 50 de la necrópolis de Las Ruedas, perteneciente a un varón de unos 30-40 años y fechada en un momento de plenitud del siglo II a. C., se han detectado en un kernos residuos de una potente poción psicotrópica elaborada con solanaceas que habían sido disueltas en cerveza. La riqueza de las piezas de su ajuar indican que debió de pertencer a la elite guerrera, y los restos de fauna que se han encontrado junto con vestigios de un ritual de quema de sustancias aromáticas, apuntan a la celebración de un banquete ceremonial en honor al difunto en el que la droga ha podido ser consumida con una intencionalidad vehicular.

Llegados a este punto, la pregunta parece obligada: ¿Utilizaron los vettones su reputada hierba, de la que habla Plinio en numerosas ocasiones, con fines rituales o mágicos?. ¿Emplearon las hojas frescas de la planta para conseguir un efecto inebrante?. ¿Se organizaban en cofradías de licantropos (guerreros lobo) para combatir bajo sus efectos a los enemigos?. Al fin y al cabo la relación entre la licantropía y las plantas mágicas capaces de provocar un estado de la mente en el que el sujeto cree haberse convertido en el animal, está bien documentada Y no sería algo de extrañar, habida cuenta de la existencia de estas cofradías entre los pueblos célticos e íberos de la Península. No obstante, hemos de ser cautos ya que aunque la hipótesis pueda parecer atractiva, no poseemos un evidencia sólida al respecto.

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Sobre Inciensos, Trances y (algunas diosas). Una perspectiva etnobotánica

Por Carlos González Wagner

(Publicado originalmente en: ILU. Revista de Ciencias de las Religiones,2010, 15, 91-103)

1. ALGUNOS INCIENSOS Y SUS COMPONENTES.

Del incienso se ha dicho que “sus aromas estimulan la mente de forma incosnciente mediante la imitación de las feromonas sexuales”1. En la Antigüedad algunos inciensos estaban preparados para ejercer un efecto determinado sobre el espíritu. Era creencia extendida entre los filosofos y hombres de ciencia que algunos inciensos poseían propiedades perturbadoras del ánimo y la mente. Tal parece haber sido el caso del kyphi, un compuesto psicoactivo que se utilizaba en ritos y ceremonias y que es mencionado en los papiros egipcios de magia de época helenística y romana. Es citado por Dioscórides2 y Plutarco3 (De Isis et Os.) nos habla de él con más detalle:
“El Kyphi es perfume cuya mezcla está compuesta de diez y seis especies de substancias: miel, vino, pasas, juncia, resina, mirra, palo-rosa, seseli; se le añade lentisco, brea, junco oloroso, romaza, y, además de todo eso, enebro gigante y enano (porque ya sabéis que hay dos especies), cardamomo y cálamo. Estos diversos ingredientes no se mezclan al azar, sino, de acuerdo con fórmulas indicadas en los libros santos, que se leen a aquellos que preparan este perfume a medida que mezclan las substancias que lo componen. En cuanto al número diez y seis, parece haber sido adoptado a propósito, puesto que es el cuadrado y el único entre todos cuya figura, al tener todos sus lados iguales, ofrece un perímetro igual a su área, aunque esta propiedad desde luego no importa al efecto esperado. Pero, como la mayor parte de esas substancias mezcladas tienen virtud aromática, de ellas se desprende un soplo suave y salutífero. Bajo sus influencias, el estado del aire cambia, y el cuerpo, suave y agradablemente bañado por sus emanaciones, se deja caer en el sueño adquiriendo disposición evocadora. Las aflicciones y vehemencias producidas por las inquietudes cotidianas se debilitan como lazos que se aflojan, disipándose sin la ayuda de la embriaguez para recibir ensueños, se pulen y bruñen como un espejo. El efecto obtenido es tan purificador como el que alcanzaban, pulsando la lira, los pitagóricos antes entregarse al sueño, apaciguando y encauzando de este modo el elemento instintivo y apasionado de su alma”.
Resulta claro que el ingrediente psicoactivo del kyphi no es otro que el aceite de los enebros, pincipalmente el Juniperus oxycedrus, que contiene una esencia similar al tanacetol, de gran potencial estimulante y psicoactivo. El tanacenol, tambien denominado thujol, es el principal componente del aceite del cedro blanco del norte (Thuja occidentalis) y del cedro rojo (Thuja plicata) y se encuentra también en el crisantemo vulgar (Tanacetum vulgare) o atanasia. Cualquier repertorio de farmacología botánica nos dirá que también se le conoce como thujol, thuyol, absinthol, thuyone, tanacetol, y tanacetona, por lo que forma parte de los aceites esenciales del ajenjo o artemisia y la sabina albar (Juniperus thurifera)4, y resulta un potente alucinógeno.
Antes que nada, es necesario señalar que la denominación de "cedro" se aplicaba a una cierta variedad de árboles. Uno de ellos es el denominado en los textos cuneiformes erin-bad, cedro blanco o Junniperus Oxycedrus, tambien conocido como junipero, enebro albar o enebro de la nieve. Muchos de los inciensos elaborados en el Próximo Oriente y utilizados en celebraciones extáticas o rituales de adivinación, contenían, entre sus ingredientes, este aceite de cedro5. Su uso estaba muy desarrollado en la farmacopea mesopotámica6 y formaba parte de los inciensos que inspiraban los oráculos de los sacerdotes baru en Babilonia y de los inciensos utilizados por los cananeos y otros pueblos del Próximo Oriente Antiguo7. En este sentido, las palabras de K. Nielsen resultan muy ilustrativas: “The fragance of incense works like a drug which ensures the favorable disposition of the gods towards man. It make them give positive oracles, it makes them forgive sins. The fragance of incense purifies the mind of the gods as well as the mind of the man. It is the perfect medium for establishing communication between the divine and human sphere.”8
Se decía, además, que algunos de estos árboles eran sagrados. Tal sucedía con los cedros de la Montaña, morada de los dioses, cuyo protector era Humbaba. En muchos mitos y leyendas de diferentes culturas, la montaña sagrada alberga en su cumbre un espacio propicio para la estancia de los dioses mientras que a sus pies se abre el oscuro mundo subterráneo poblado por seres monstruosos. Ya que el monstruoso Humbaba había sido engendrado en la Montaña, por el Sol, cabría preguntarse que clase de criatura era. Al parecer, su esencia era divina motivo por el cual ni los propios dioses podían hacerle frente. Pero un nacimiento en un montaña como consecuencia de la acción del sol puede estar evocando también su primitiva naturaleza botánica.
En la versión sumeria del poema, Gilgamesh goza de la ayuda que le proporciona Utu en forma de "los Siete que brillan en el Cielo", lo que indica su naturaleza estelar, encargados de guiarle en su viaje. Se trata, en definitiva de las Pléyades que han de orientarle hasta alcanzar el Bosque de los Cedros, cuya localización resulta insegura9, aunque suele admitirse que se encontraba en las montañas del Líbano. Pero, ¿porqué eran sagrados estos árboles?. En el Libro de los Salmos10 aún se los denomina "divinos cedros" o "cedros de un dios". El aceite esencial de los cedros del Libáno era uno de los ingredientes fundamentales en las técnicas de momificación egipcias. Y en dosis elevadas resulta neurotóxico. “The Cedar of Lebanon is cited numerous times in religion and mythology. In addition to its significant role in the Epic of Gilgamesh, the Cedar of Lebanon is regarded as a world tree in several mythological passages”11. Según la mitología sumeria, Inanna, que en los himnos procedentes de Nipur es llamada “Señora del EDIN”, adquiere el conocimiento después de comer de uno de esos cedros. Así que el cedro es también el árbol del conocimiento.
Asimismo, el ajenjo o artemisia (Artemisia absinthium), al que Dioscórides compara con la divina ambrosía12, fue ampliamente usado en los inciensos y en las pócimas (kispu) que se utilizaban en algunas ordalias. Su uso ritual no sólo está documentada en Mesopotamia desde tiempos sumerios y luego entre los babilonios y los asirios, sino también en Palestina e incluso entre los hebreos13. Contiene muchos aceites esenciales entre los que destaca la presencia de thujone14, muy similar al tanacetol, y ha sido muy utilizada en la farmacopea antigua, gozando luego de mucho aprecio en la medicina popular15 Esta era también la planta sammu ilu que aparece en los textos acadios de magia y brujería16, y que usada en muy pequeñas dosis produce parálisis sensorial, perdida de visión y de memoria, y alucinaciones terroríficas, mientras que en dosis más altas resulta un potente veneno que puede causar la muerte.
Según estudios recientes realizados por investigadores de la John Hopkins University y de la Universidad de Jerusalem, la resina de Boswellia, uno de los ingredientes comunes del más famoso y difundido de todos los inciensos (frankincense), es psicoactiva y causa una serie de efectos sobre el cerebro como son aliviar la ansiedad y la depresión, facilitando la exaltación espiritual.17. Parece, por otro lado, que parte de la oposición de los profetas de Yavé a los inciensos utilizados en los cultos cananeos de los "lugares altos" puede proceder de su adversión hacia sus efectos narcóticos18.
2. MITO, HISTORIA Y ECOLOGÍA.
La documentación literaria más antigua procede del mismo Poema de Gilgamesh. Este, tras la muerte de Enkidu quiere llegar a los confines del mundo, donde reside Utanapishtim, conocedor del secreto de la inmortalidad. Ante la insistencia de Gilgamesh, Siduri-Sabitu, divinidad marítima sumeria, que según otra tradición mesopotámica era la protectora del Arbol de la Vida19, lo cual sugiere ciertas conotaciones botánicas y farmacológicas, y era tambián la divinidad dispensadora del Vino de la Vida Eterna y la protectora del Jardín de los Dioses20, le indica el camino, no recorrido por ningún mortal, para llegar hasta Utanapishtim "el lejano". Pero debe encontrar primero al barquero Urshanabi, que según ella, se encuentra en el bosque:
"cortando ramas de cedro de pequeño tamaño"21
para que le ayude a atravesar las "Aguas de la Muerte" y poder alcanzar su objetivo.
El propio autor de la traducción del poema22 se pregunta acerca del sentido de esta recogida de ramas. La clave está, sin embargo, en la naturaleza de tal tipo de cedro. Puesto que el viaje de Gilgamesh le lleva a los confines orientales del mundo, podemos descartar el cedro del Líbano, árbol sagrado que poblaba la Montaña de los Dioses, en cuyo bosque Gilgamesh y Enkidu derrotaron y dieron muerte a su monstruoso protector, Humbaba. En efecto, este tipo de cedro, cuyo aceite esencial23 puede resultar neurotóxico en dosis elevadas, se daba sobre todo en los bosques de montaña de Libano, Turquía y Siria, siendo su ambiente ecológico óptimo entre los los 1300 y 1800 metros de altitud24.
Pero Gilgamesh se encuentra a orillas del mar, por lo que los cedros cuyas pequeñas ramas recoge el barquero han de ser de otro tipo. Es mucho más probable que se trate del cedro blanco o junípero, una especie de muy amplia difusión por toda la región mediterránea y que a menudo se encuentra en bajas altitudes próximas al nivel del mar. Por el contrario, empieza a escasear a los 1000 metros de altura. Como se ha visto, los aceites esenciales del cedro blanco son muy similares al tanacetol, un potente neurotóxico capaz de producir en el sujeto un estado visionario y alucinatorio.
Cuando le encuentra, Utanapishtin explica a Gilgamesh, que una vez terminado el Diluvio y después que el cuervo que había soltado ya no volvió, señal inequívoca de que había encontrado tierra:
"Entonces, lo dispersé todo a los cuatro vientos.
e hice un banquete para los dioses,
poniendo los manjares
en la cima de la montaña.
Coloqué a cada lado
siete vasos rituales,
y más atrás en el quema-perfumes
cimbo(pogon), cedro y mirto"25.
Como vemos, el cedro forma parte del incienso y también la planta que el traductor del texto da como"cimbopogon", al parecer denominación erudita de una planta que podría ser cálamo o caña aromática (acorus calamus), cuyo rizoma contiene asarona, un éter fenólico cristalino, que se encuentra en aceites esenciales de plantas como la artemisa vulgar y que a dosis elevadas produce alucinaciones26, y b-asarona, susceptible de ser convertida en trimetilanfetamina, una sustancia con una potencia psicoactiva 10 veces superior a la de la mescalina27. Tras esto, no es raro que Utanapishtim tuviera una visión del propio dios Enlil subiendo a su barco para concederle la inmortalidad. Según J. Botteró28 estos versos parecen proceder de algún ritual o inspirarse en él. De ser cierto, estaríamos ante uno de los testimonios de la existencia de antiguos rituales sumerios en los que se empleaban plantas de efectos psicoactivos.
3. ARTEMIS Y LAS PLANTAS MÁGICAS.
Muy significativamente, el Juniperus oxycedrus, que en la antigua Grecia era también denominado kedros, cedro, se asociaba a la diosa Artemis, que recibía entre sus múltiples epítetos el de Kedreatis, "Señora del cedro", así como el de Orthia, "La elevada". En su templo de Orkómenos había una imagen de culto que la representaba sentada sobre el árbol29. En la cumbre del monte Lykone, en la Arcadia, densamente poblado de cipreses, árboles sagrados de Artemis y Apolo y que contienen una esencia psicoactiva similar a la del junípero o el tejo, había un santuario de Artemis Orthia. Era frecuente encontrar bosquecillos de cipreses junto a los templos de la diosa. Según una tradición el mismo Apolo había nacido en el sagrado bosque de cipreses de Ortigia, en Licia30.
La diosa aparece también asociada a el ajenjo o artemisia, otra planta psicoactiva que curiosamente crece de una manera profusa en el monte Taygetos, en la Arcadia, su lugar de caza fovorito, y que desempañaba un papel importante en los ritos mágicos de Hécate. "The Greek identification of the worwood patroness with Artemis, whose festival was in the spring, suggests the babylonian moth Aiaru, Iyyar, the time of Istar`s return. The Greek associations, then, point to original Astarte connections"31.
Fue el centauro Queirón quién dio el nombre de la diosa a la planta que había encontrado Artemis, la hermana del profético Apolo, que pasó a llamarse artemisia. Queirón, que pertenecía a una progenie distinta a la del resto de los centauros y era hermanastro de Zeus había nacido inmortal. Residía habitualmente en una cueva del monte Pelión en Tesalia, un lugar famoso en la Antigüedad por su abundancia en todo tipo de plantas medicinales y mágicas muchas de las cuales aún se dan en la actualidad32. Su propia madre ostenta una identidad botánica, ya que Filira, significa "árbol del tilo", que en la Antiguëdad era un árbol medicinal por excelencia. por lo que se sospecha que fue ella quién le proporcionó su conocimiento de las artes curativas y de las plantas medicinales33, que luego trasmitiría al propio Asclepio.
En un conocido conjunto de papiros griegos sobre magia34, podemos encontrar la presencia de diversas plantas psicoactivas como el beleño y una variedad de vicia, sativa o tal vez ervilia, que resulta venenosa, pero que en pequeñas dosis produce alteraciones de la consciencia, en fórmulas en las que están asociadas con sus efectos pero cuyo uso no produciría ninguno de ellos35. En estos textos, el kyphi, de cuyas propiedades sobre la mente ya hemos hablado, es mencionado varias veces en su uso como incienso. Además, en al menos tres ocasiones36 se realizan fumigaciones de artemisia, cuyos vapores son inhalados y en otra37 el opio forma parte de otro incienso. En otra ocasión38, la artemisia o ajenjo es mencionada, junto con otras plantas tóxicas, como un ingrediente en una fórmula de conjuro para todo fin mágico, de la que también forma parte el kyphi:
"Ofrenda de la práctica: cuatro dracmas de incienso, cuatro dracmas de mirra, una hoja de laurel, unas dos onzas de pimienta blanca, una dracma de gomorresina de bálsamo africano, una dracma de semilla de asfódelo, de amono, de azafrán, unas dos dracmas de trementina de teberinto, una dracma de artemisa, planta de katanánke, kyfi hierático, el cerebro completo de un carnero negro. Mézclalo con vino blanco mendesio y con miel y has con ello una pasta".
El asfodelo (Asphodelus albus) tiene propiedades tóxicas debido a que contiene asfodelina39. La fermentación de sus tubérculos produce alcohol. Los griegos lo plantaban sobre las tumbas y se decía que cubría las praderas de los Campos Elíseos y la antesala del Hades. La planta llamada, katanánke, palabra que en griego significa "conmoción", se ha identificado con un tipo de arveja, y también con la llamada "hierba de Cupido" (catananche caerulea), de la que en la Antigüedad se decía que era estimulante y afrodisiaca y formaba parte de muchos filtros de amor.
En un vaticinio a través de un medium que ha entrado en estado de trance y se ha desplomado, podemos leer como la artemisia es considerada una planta sagrada40:
"Tú siéntate sobre los adobes y pregúntale; y te expondrá la verdad minuciosamente. Tienes que coronarlo con una guirnalda de artemisa amarilla, a él y también a tí. El dios se complace también con esta planta".
Otras veces, la artemisia aparece ritualmente asociada a sueños inducidos para que se aparezca en ellos la divinidad, lo que nos recuerda una visión de Elio Aristídes41, retórico de la segunda sofística y seguidor de Asclepio, que permaneció en el asklepeión de Esmirna, uno de los tres principales centros de culto al dios, diecisiete años como paciente y devoto, famoso también por la facilidad con que entraba en trance para asombro de sus contemporáneos:
"Era artemisia, clara de una cierta manera. Tan clara cuanto era posible, apenas como incontables otras cosas tenían claramente la presencia del dios. Era como si se tuviera la impresión de tocarlo y se percibiera que él mismo había venido en persona, como estar entre el sueño y el despertar.. y prestando oidos atentos oír algunas cosas tan en un sueño, otras como en un trance de despertar...".
4. TRANCES, VISIONES Y ORÁCULOS DE ASTARTÉ.
El repertorio iconográfico sobre plantas “mágicas” o “sagradas” es amplio y controvertido, pero una profunda revisión de la inconografía antigua, a la luz de nuestros conocimientos recientes de etnobotánica, es un trabajo que está aún por hacer. Aún así, algunos casos resultan claros. Tal es, la asociación de la adormidera con las divinidades de la fertilidad, como Afrodita o Demeter42.
Por otra parte, en la tradición y la iconografía se asocia a Astarté con árboles como el junípero, el ciprés y el pino, además de la flor del loto y la adormidera. La diosa se vincula también en la iconografía al loto egipcio, al igual que la sumeria Inanna, la acadia Ishtar, la fenicia Anat y las egipcias Isis, Hathor y Nut, tal y como advierte J. A. McDonald43, para quién es la planta representada abundantemente como el "Arbol de la Vida", otro símbolo de Astarté.
El loto (Nymphaea lotus) era considerada por los antiguos egipcios una planta sagrada que simbolizaba la inmortalidad y la resurrección. Durante mucho tiempo, primero los botánicos y luego los egiptólogos han ignorado sus propiedades farmacológicas, señaladas sin embargo en el Papiro Ebers, pero lo cierto es que contiene potentes alcaloides narcóticos, nympherina, nuciferina, nupharidina y alfa-nupharidina, tanto en las flores como en los rizomas, que no son disolubles en agua sino en alcohol. Dioscórides44 habla de sus efectos narcóticos como inductor de sueños. Los alcaloides del loto pueden llegar a tener propiedades psicoactivas para inducir alucinaciones o un tipo de sueño muy vívido45. De hecho se trata de una cuestión de dosis.
La asociación del vino y del loto es particularmente frecuente en Egipto durante el Imperio Nuevo. La iconografía nos muestra las jarras de vino rodeadas de sus flores. En ocasiones la flor de loto se halla suspendida encima del recipiente y otras veces se encuentra en el cuello de este. Otras veces las escenas de banquetes muestran como jóvenes sirvientas mezclan el contenido de pequeñas jarritas en recipientes para beber mucho más grandes. Como ha sido observado46, esto podría ser un indicio de que los antiguos egipcios elaboraban un licor de propiedades narcóticas con los alcaloides del loto.
Astarté, a menudo identificada con Anat la hermana y consorte de Baal, era la diosa cananeo-fenicia de la fecundidad y el amor, pero también de la justicia y el derecho, y ocupaba un lugar de privilegio en el panteón común. Su nombre, una forma femenina de un teónimo que designa una divinidad estelar, se documenta desde el tercer milenio a. C. en Ebla y Mari, por lo que la podemos considerar como una gran diosa semítico/occidental47. Se la relacionaba muy estrechamente con la estrella de la mañana, esto es: Venus, y como otras grandes divinidades oriantales recibía el epíteto de "Reina de los Cielos". Como advierte J. H. Stuckey48: "Like Sumerian Inanna, she embodies change. To enter into her realm is to undergo transformation, whether by dying on the battlefield, being born, falling in love, engaging in sexual activity, or leaving the ordinary and, through ritual, entering sacred time and space".
Curiosamente, la utilización de inciensos capaces de provocar visiones en el transcurso de sus rituales había sido ya observado por alguno de los grandes orientalistas de la segunda mitad del siglo XIX, aunque luego el tema no volviera a ser muy tratado. Citando a J.P. Brown, autor del famoso The Dervishes or Oriental Spiritualism, publicado en Londres en 1868, Godbey dice: "Brown reminds us that the incense used in the worship of the paphian Venus and Syrian Astarte soothed the votary upon his temple couch and files him with visions of granted desires"49. La Venus o Afrodita de Pafos, ciudad chipriota, no es sino una representación local de la misma Astarté, venerada en un recinto del que los textos antiguos destacan su "altar fragante" y el "olor dulce de su templo", en clara relación a la utilización de inciensos y perfumes50.
Los oráculos de Astarté estaban asociados, por un lado, a su culto en cuevas, en las que la presencia de thymiateria está sugirindo la utilización de inciensos y esencias olorosas, y por otro, desde època cananea con los rituales y danzas extáticas que acompañaban a la prostitución sagrada51 como parte de los cultos de fertilidad. Los klbm, hieródulos de la diosa eran poseídos por ella y bajo la exaltación religiosa proferían sus vaticinios al igual que las sirvientas de Astarté52.
El pino, por otro lado, se asocia con la muerte de dioses como Attis o Adonis. En el mito, Astarté aparece vinculada precisamente a está ultima divinidad, durante cuyas celebraciones anuales se practicaban también rituales y trances extáticos. El fenicio Adón, un epíteo divino del Baal de Biblos, luego conocido por los griegos como Adonis, dios-espíritu de la vegetación nacido de un árbol y muerto mientras cazaba un jabalí. Astarté, diosa de la fecundidad y el amor, baja, como Inanna/Ishtar, al mundo subterráneo para buscarle y llevarle de nuevo entre los vivos, según un esquema muy difundido en los misterios de las religiones agrarias del mundo antiguo. Adonis, resucitado en la primavera, moría con el estío, y era lamentado por la diosa, que lo hacía revivir después del invierno. Era venerado en toda Fenicia, celebrándose en el verano fiestas con largas procesiones en su honor, pero particularmente en la ciudad de Biblos. También era venerado en Pafos, Chipre, en cuyo santuario de Astarté/Afrodita se celebraban según Luciano53 ritos sercretos en su honor.
Según la versión oriental del mito, había sido gestado de forma incestuosa por Esmirna, enamorada de su propio padre, a la que los dioses luego convertirán en el árbol de la mirra, del cual terminó naciendo Adonis. Según una tradición griega, la madre de Esmirna habría sido Oritya que se hallaba ausente celebrando los misterios de Demeter. Como ha sido señalado: "El nombre de Oritya es un epíteto que claramente se aplica a una mujer que experimenta el éxtasis en una montaña"54. Así que la abuela de Adonis había experimentado un trance extático que otras versiones describen como un rapto por Boreas, el viento del Norte, mientras jugaba con su amiga Farmakeia, literalmente "el uso de las drogas".
De acuerdo con otra tradición55, el nieto de Oritya, originalmente una jacíntide, no habría sido Adonis, sino Eumolpo, que fue el primer hierofante de Eleusis, así que para los antiguos griegos había cierta conexión entre estos últimos misterios y los de Adonis que se aprecia mejor en aquellas versiones del mito griego que hacen a Perséfone enamorarse de Adonis. Tambien resulta significativo que en otros relatos se relacione a Adonis con Orfeo, cuyos vínculos con el chamanismo ya habían sido observadas por Eliade56, ya que habría sido la madre de este último, Calíope, la que resolvió finalmente que cada una de las diosas, Perséfone y Afrodita, pasarán con Adonis la mitad del año. Ante el fallo, Afrodita actuó vengatívamente e incitó a las mujeres tracias a que mataran a Orfeo. Así que, aunque el Adonis griego resulte muy diferente del Adon oriental, como claramente ha demostrado S. Ribichini57 terminó siendo conectado, en la reinterpretación helénica del mito y la figura, con una serie de tradiciones vinculadas a cultos y rituales extáticos en los que intervenían plantas de propiedades psicoactivas.
También Hefaistos, el consorte de la hermosa Afrodita, aparece asociado en el mito con la magia chamánica, las plantas de carácter mágico y los trances de éxtasis, a través de Dionisos, mediante el cual se produce la reconciliación con el Olimpo, y de su hijos, Erictonio, el hombre/serpiente, y Egipto58. Por cierto, que se decía que Dionisos había nacido de un rayo59, la misma forma en que se creía nacían los hongos. Tras este primer nacimiento, Zeus cobijó a Dionisos en su muslo, de igual forma que uno de los Upanishads védicos más antiguos recoge que los dioses tomaron a Soma y lo pusieron dentro del muslo de Indra, el supremo dios celeste. Agni, el dios de la iluminación mística y el fuego sagrado, que era también identificado con Soma, nació igualmente de un relámpago que Indra lanzó hacia la tierra. Por lo demás, Hefaistos es el herrero arquetípico. además de divinidad del fuego, y en todas partes herreros y chamanes han estado siempre estrechamente relacionados ya que, como señala también Eliade60: “el oficio de herrero viene, por su importancia, inmediatmente después de la vocación del chamám... su poder sobre el fuego, y especialmente la magia de los metales, les ha conseguido en todas partes a los herreros la reputación que tienen de temibles hechiceros.”
Como ha señalado W. Burkert61 el incienso ocupaba un papel preeminente en los rituales de Adonis, que se celebraban de noche en los tejados de las casas en los que las mujeres danzaban y bebían en su honor. También había largas procesiones en las que mediante gritos, lamentos y apariencia desaliñada expresaban su dolor por la muerte del dios. Respecto a su famosos "jardines", la costumbre de sembrar plantas de corta duración en vasos o potes parece haber sido griega. En Oriente hay constancia de la existencia de jardines reales, como el mencionado en una inscripción de Laodicea, al norte de Siria. Otro tanto ocurría en Palmira y Belén. M. Detienne62 establece una clara relación con el mundo vegetal de las especias, que yo creo que habría que llevar, más bien, hacia los perfumes e inciensos. Al fin y al cabo, jardines situados en los recintos de los templos, en los que se cultivaban árboles y plantas sagradas que intervenían en el culto, los conocemos tanto en Oriente como en Egipto. Excavaciones arqueológicas han sacado a la luz en Emar (Siria) dos templos gemelos de Baal y Astarté datados en el siglo XIII a. C. que muestras vestigios de lo que podría haber sido una zona ajardinada63
5. TANIT Y UN ÚLTIMO INTERROGANTE.
Por su parte, la diosa Tanit, de origen oriental aunque durante mucho tiempo se creyó que era una divinidad exclusivamente africana, y considerada a veces como una de las manifestaciones de Astarté, alcanzó una gran popularidad en las colonias occidentales, particularmente en Cartago. Aunque no debemos confundir a Tanit con Astarté, lo cierto es que compartía con ella algunos rasgos, como el de protectora de la fertilidad y la fecundidad, debido a su carácter de divinidad ctónica, el de tributársele culto en cuevas y ser portadora de oráculos, entre otros. De hecho la función profética parce haber constituido uno de los atributos esenciales de la diosa punica, y así se conserva aún en el Africa romana bajo la advocación de Juno Caelestis64.
Pero, ¿había en este caso, alguna relación entre cuevas, oráculos e inciensos?. Parece muy probable, como se desprende al menos de los testimonios arqueológicos encontrados en la cueva de Es Culleram, en Ibiza, un lugar dedicado al culto a Tanit en el que se han hallado un buen número de lo que los arqueólogos denominan "quemaperfumes" o pebeteros, unos objetos, normalmente de terracota, en forma de cabeza femenina rematada por una cazoleta. Muchos de ellos han aparecido también en otros lugares del Mediterráneo vinculados con el culto a la diosa.
Lo que ya no parece tan claro es que fueran perfumes lo que se quemara en tales objetos. Puesto que la cazoleta, a veces en forma de kalathos sobre la que se depositan carbones o brasas, suele tener algunos orificios en su base a fin de facilitar la combustión, no podía contener ningún perfume líquido o aceite oloroso. En cualquier caso, se trataría de esencias o sustancias sólidas, como gomas o resinas. ¿Y por que no algún tipo de incienso psicoactivo?. Dado que este, sobre todo el elaborado con cedro o junípero, aparece bien relacionado con la tradición profética y oracular del Próximo Oriente Antiguo, de donde procedían precisamente los fenicios, no sería extraño imaginar que hayan podido ejercer en los oráculos de Astarté y en aquellos otros de Tanit una función similar.
1 D. M. Stoddart, El mono perfumado. Biología y cultura del olor humano, Madrid, 1994, p. 261.
2 De mat. med., I, 23.
3 De Isis et Os., 80, 29.
4 M. Albert-Puleo, “Mythobotany, Pharmacology and Chemistry of thujone-containing plants and derivates”, Economic Botany, 32 (1978), pp. 65-74.
5A. E. Godbey, "Incense and Poison ordeals in the Ancient Orient", The American Journal of Semitic Languages and Literatures, 46, 4 (1930) pp. 217-238.
6 G. Contenau, "Drogues de Canaan, d`Amurru et jardins botaniques", Mélanges Syriens offerts a René Dussaud, vol. 1, Paris, 1939, p. 12.
7 A. E. Godbey, "Incense… (cit. n. 5), pp. 236 s; cfr: A. Goetze, “An old Prayer of the Divination Priest”, JCS, 22 (1968-9), p. 26.
8 K. Nielsen, Incense in Ancient Israel, Leiden, 1986, p. 30
9 T. Bilic, "A Note on the Celestial Orientation: Was Gilgamesh guided to the Cedar Forest by the Pleyades?"; VAMZ, 3. s, XL (2007) pp. 11-14
10 80, 10.
11 R. Masri,”The Cedars of the Lebanon: Culture, History and Ecology”: http://almashriq.hiof.no/lebanon/300/360/363/363.7/transcript.html#s1
12 De mat. Med., III, 129.
13 A. E. Godbey, loc. cit., (n. 5), pp. 225 ss.
14 S. Nin et al., “Quantitative determination of some essential oil components of selected Artemisia absinthium plants”, Journal of essential oil research, 7, 3 (1995), pp. 271.277.
15 J. OTT, Pharmakotheon. Drogas enteógenas, sus fuentes vegetales, Barcelona, 2000, pp. 385 ss.
16 A. E. Godbey, loc. cit., (n. 5) p. 230.
17 A. Moussaieff et al., “Incensole acetate, an incense component, elicits psychoactivity by activating TRPV3 channels in the brain”, The FASEB Journal, 22 (2008,) pp. 3024-3034.
18 A. E. Godbey, loc. cit., (n. 5), pp. 219 s.
19 W. F. Albrigth, "The Goddess of Life and Wisdom", The American Journal of Semitic Languages and Literatures, 36, 4 (1920), pp. 258-294
20 R. S. Kluger, The Archetypal significance of Gilgamesh: a modern ancient hero, Einsiedeln, 1991pp. 171 ss.
21 X, 29.
22J. Bottero, La epopeya de Gilgamesh. El gran hombre que no quería morir, Madrid, 1998, p. 201, n. 223.
23 K. H. C. Baser, B. Demirçakmak, “The essential oil of taurus cedar (Cedrus libani A. rich): Recent results”, Chemistry of Natural Compounds, 31, 1 (1995) pp. 16-20.
24 G. Laws, “The Cedar of Lebanon”, Garden History, 4, 1 (1976), pp. 54-56; W.R. Chaney, M. Basbus, “The cedars of Lebanon witnesses of history”, Economic Botany, 32, 2 (1978), pp. 118-123.
25 XI, 155 s.
26 J. Ott, op. cit (n. 15) p. 359.
27 R. A. Miller, El uso mágico y ritual de las hierbas, Santa Fe, 1995, p. 60
28 Op cit. (n. 11), p. 228, n. 278.
29 Pausanias, 8, 13, 1 ss
30Estrabón, XIV, 1, 20.
31 Godbey, loc. cit. (n. 5) p. 227 s.
32 D. E. Brussel, "Medicinal Plants of Mt. Pelion, Greece", Economic Botany, 58, 1 (2005), pp. 174-202
33 G. Guillaume-Coirier, "Chiron Phillyride", Kernos, 8 (1995) pp. 133-122, especialmente p. 120
34 J.L. Calvo Martínez y Mª D. Sánchez Romero (eds), Textos de magia en papiros griegos, Madrid, 1987, XXXVI, 320-332.
35 J. Scarborough, “The Pharmacology of Sacred Plants, Herbs and Roots”, Magika Hiera: Ancient Greek Magic and Religion (C. Faraone and D. Obbink, eds.), New York, 1991, p. 158.
36 IV 1275-1322, 2622-2707, 2891-2942
37 IV, 1830
38 IV, 11, 1305 ss
39 V. Salvatore, “Tipo e attività dei principali fitoestratti di Aspodelus microcarpus Salzm & Viv. (Liliaceae) e specie congeneri: potenziale essenza mediterranea per la floricoltura e la fitofarmaceutica”, Il Naturalista Campano, 33 (2007), pp. 4 s.
40 IV, 6, 914 ss
41 Discursos sagrados, II, 31-2.
42 Carlos G. Wagner, “Psicoactivos, misticismo y religión en el mundo antiguo”, Gerión, 2 (1984) pp. 42 ss.
43 , J. A., McDonald “Botanical determination of the Middle Eastern tree of life”, 
Economic Botany, 56, 2 (2002) pp. 127.
44 De mat. med., III, 142.
45W. A., Emboden, “The Sacred Journey in Dynastic Egypt: Shamanistic Trance in the Context of the Narcotic Water Lily and the Mandrake”, Journal of Psychoactive Drugs, 2 (1989) pp. 61-75.
46 W. B., Harer, "Pharmacological and Biological Properties of the Egyptian Lotus", Journal of the American Research Center in Egypt, 22 (1985) pp. 49-54.
47A. L. Perlman, Asherah and Astarte in the Old Testament and Ugaritic Literature, Berkeley, 1978, Graduate Theological Union, Ph.D. dissertation; C. Bonnet, Astarte. Dossier documentaire et perspectives historiques. Contributi alla Storia della Religione Fenicio-Punica - CSRFP 2, Roma, 1996 (Consiglio Nazionale della Ricerche).
48 J. H. Stuckey, "The Great Goddesses of the Levant", JSSEA, 30 (2003) p. 145.
49 E.A. Godbey, loc. cit. (n. 5) p. 220.
50 Aeneid I, 416-17.
51 S. Ribichini, "Al servizio di Astrate. Ierpdulia e prostituzione sacra nei culti fenici e punici", II Congreso Internacional del mundo púnico, Cartagena, 2000, pp. 55-68.
52 J. G. Frazer, Adonis, Attis, Osiris: Studies in the History of Oriental religion, Chicago, 2003, pp. 70 ss; cfr: R. Dussaud, La Religion des Phéniciens, Paris, 1949, p. 283.
53 De dea syria, 6
54 R. Gordon Wasson, A. Hoffman y C.A.P: Ruck, El camino a Elusis, Mexico, 1980, p. 141 ss
55 Apolodoro, III, 15, 2.
56 M. Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Mexico, 1960, pp. 304-8.
57 Adonis. Aspetti «Orientali» di un mito greco, Roma 1981
58C. G Wagner, loc. cit. (42) pp. 51 ss.
59 Apolodoro, III, 4, 3
60 M. Eliade, op. cit. (n. 53) pp. 361 s.
61 W. Burkert, Structure and History in Greek Mythology and Ritual, Berkeley, 1979, p. 106.
62 Los jardines de Adonis, Madrid, 1983 (Akal).
63 D. Beyer, “Jardins sacrés d'Emar au Bronze Récent”, Ktema, 15 (1990) pp. 123-131 
64 G.-C. Picard, “Pertinax et les prophètes de Caelestis”, Revue d`Histoire des Religions, 155, 1 (1959) pp. 41-62.

Descubren un inusual panel de arte rupestre con representaciones de arácnidos en Egipto

Un equipo de arqueólogos ha descubierto un panel que contiene el único ejemplo conocido de arte rupestre con arañas en Egipto y, al parecer, en todo el Viejo Mundo.
El panel de roca, ahora en dos piezas, fue hallado en la pared oeste de un wadi de arenisca poco profundo (un valle) en el Oasis de Kharga, situado en el desierto occidental de Egipto, alrdedor de 175 kilometros al oeste de Luxor. Mirando hacia el este, e iluminado por el sol de la mañana, el panel es un hallazgo "muy inusual", dijo Salima Ikram (izquierda) egiptóloga y profesora en la Universidad Americana de El Cairo, la cual co-dirige el Proyecto de Investigación del Oasis Norte de Kharga.

La identificación de las criaturas como arañas es provisional y la datación de las mismas, incierta, dijo Ikram a LiveScience en un correo electrónico. Aun así, con base a otra actividad arqueológica en la zona, el arte rupestre detectado puede datarse aproximadamente en el 4000 a.C., o antes, por lo que se situaría en tiempos prehistóricos, antes de que Egipto fuera unificado, señala Ikram, quien detalla el hallazgo en la edición más reciente de la revista Sahara.

El panel principal muestra lo que parecen ser unas cuantas arañas, con una "estrella" que está posiblemente representando una red o malla al lado de una araña en el extremo izquierdo (abajo). También hay dibujos en forma de peine, los cuales son más enigmáticos; Ikram dijo que podrían ser insectos que están atrapados por las arañas, plantas o incluso hilos de seda tejidos por las arañas.

Un pedazo de roca que parece haberse desprendido del panel principal muestra criaturas dibujadas en un estilo diferente, con sus miembros no flexionados, sino con una apariencia recta (abajo). Esto podría ser un intento de representar a un opilione, un insecto que se parece a una araña.

El descubrimiento deja a los arqueólogos con un misterio. ¿Por qué las gentes del Oasis de Kharga crearon arte rupestre representando arañas, especialmente cuando no se conocen otros ejemplos similares en Egipto o, al parecer, en todo el Viejo Mundo?

¿Por qué arañas?
Hay pocas evidencias de que los antiguos egipcios tuvieran un gran interés en representar arañas. Los únicos jeroglíficos de arañas que Ikram conoce son raros ejemplos en "textos religiosos que se ocupan del ritual llamado 'Apertura de la Boca', un rito que se realizaba en una momia o en una estatua para restaurar sus sentidos y poder usarlos en el Más Allá".

El secreto para resolver el misterio puede descansar en el propio desierto occidental. Ikram consultó con Hisham El-Hennawy, un aracnólogo quien relata que arañas llamadas Argiope lobata, y que viven en tanto el desierto occidental y oriental egipcio, pudieron haber atraído el interés de los pueblos antiguos. Estas arañas se pueden encontrar "en la sombra y sobreviven en medio de su telaraña bajo el ardiente sol del mediodía", escribe Ikram.
La idea de las arañas bañándose bajo sol pudo haber tenido una significación religiosa para los antiguos pueblos de la zona. "Esta significación habría combinado la fuerza del sol y la capacidad de esta criatura solar para sobrevivir con éxito al calor, y de este modo ser digna de reverencia o lealtad totémica", escribe ella en el artículo de Sahara.
Además, algunas arañas en Egipto son conocidos por morder a la gente y ser un peligro, algo que pudo haber despertado interés en la antigüedad, y, por lo tanto, la representación de estos insectos, dice Ikram. También es posible que las arañas fueran más frecuentes en este oasis en el pasado, y, en consecuencia, la investigación medioambiental que su equipo está llevando a cabo en la zona puede arrojar luz sobre ello. Otra posibilidad es que quien dibujó estas representaciones no tenía una razón especial en mente, sino que sólo sintió, por el motivo que fuera, la necesidad de dibujar arañas. Las arañas son de interés para varias culturas alrededor del mundo, subraya ella.

Ikram señala que las arañas juegan un papel en las mitologías de varias culturas alrededor del mundo, incluyendo el griego, el acadio, y (en el Nuevo Mundo) el Cherokee. Esta imagen muestra la representación de una araña que se obtuvo en Isla de Fain, Tennessee.
Cualesquiera que fueran las razones para la creación de este arte rupestre de arañas, los antiguos pueblos del oasis dejaron algo único detrás de ellos: la forma de un horripilante insecto. "Estas imágenes son dignas de mención si, de hecho, son arácnidos, ya que serían las únicas representaciones de estas criaturas en el arte rupestre del Viejo Mundo", escribe Ikram.

Fuente: Live Science | Owen Jarus

¿Cómo era la vida de los Soldados de la Antigua Roma?

¿Es cierto que no podían casarse? ¿Eran altos o bajos? A diferencia de la gran mayoría de los romanos, los militares tenían comida, alojamiento, un buen sueldo y puede que nunca entraran en combate.

Vivir en la Antigua Roma no era fácil. Pese a la imagen que ofrecen las películas con la capital engalanada, los templos de mármol resplandeciente, los ricachones reclinados sobre los triclinum mientras comían de la mano de esclavas -que al tiempo les abanicaban-, las carreras de cuádrigas, los combates de gladiadores... La realidad era muy diferente. La mayor parte del pueblo no tenía trabajo ni nada que llevarse a la boca. Se calcula que durante el Imperio la población sería de entre 50 y 60 millones de habitantes. Pues bien, de esos, sólo unos 500 serían ricos, lo que se dice ricos.

Eran los senadores y caballeros, más forrados los primeros que los segundos. Te encontrabas a uno de estos cada 96,5 kilómetros cuadrados (sí, hay quien ha calculado esto). En torno al 65% de la población vivía al día, al límite de la subsistencia. En comparación, la actual Haití alcanza el 80% en esta triste estadística. A la vista de todo ello, muchas familias vieron una salida que hoy costaría entender: el ejército. Roma fue un imperio basado en un poderío militar sin igual en la Europa de aquellos tiempos. Las legiones dominaron buena parte del continente y del norte de África con mano de hierro durante varios siglos. Una máquina de guerra.

Virgilio plasmó en la Eneida el destino de la “ciudad de Marte”, el dios de la guerra: “No pongo a sus dominios límite en el espacio ni en el tiempo. Les he dado un imperio sin fronteras”.¿Cómo era aquel ejército?¿Qué ofrecía?¿A qué edad se podía entrar?¿Qué privilegios tenían los soldados? Bien pagados La primera gran ventaja que tenían era un sueldo garantizado, lo que muy, muy pocos podían decir en la Antigüedad. Un buen sueldo además. Ganaban al día un denario, lo mismo que un buen trabajador civil con la ventaja de que el militar trabajaba todo el año mientras que un artesano, por ejemplo, podía estar con frecuencia en paro. Cierto que no disponían de todo ese dinero -el ejército, por ejemplo, se quedaba con una parte que se iba acumulando y se les entregaba cuando se licenciaban-, pero tenían dos o tres ases al día -10 ases son un denario; la gente corriente hablaba en ases, no en denarios- para gastarlo a su gusto. Por ese dinero se podía comprar un pedazo de pan, vino o queso.

Unos dos ases también era lo que cobraban las prostitutas, muy abundantes en aquella época y otro de esos oficios con sueldo casi ‘garantizado’. A esto se le unían complementos de viaje si eran trasladados, dinero para los clavos de las botas si tenían que realizar una marcha larga, obsequios del emperador, primas cuando se licenciaban, se repartían el botín en caso de que una ciudad cayera tras un asedio -no si se rendía. Con algo tenían que motivarles- ... Aunque los ascensos tenían más que ver con los sobornos y el estatus que con el mérito, alcanzar el grado de centurión era poco menos que un chollo: cobraban 15 veces más que un soldado raso. Legalmente tenían además unas cuantas ventajas. Estaban exentos de muchos impuestos; podían hacer sus testamentos sin tener en cuenta los deseos de sus padres, que tampoco podían meter mano a sus ingresos; en caso de delito grave, no podían ser torturados ni condenados a las minas -en realidad, una condena a muerte poco disimulada- ni ejecutados como un criminal común. 25 años de servicio.

Hasta cobraban impuestos a las prostitutas


Para entrar en la milicia una condición indispensable era ser ciudadano romano. Los esclavos lo tenían completamente prohibido. Incluso los mercaderes de este oscuro negocio también. Los que habían sido liberados -libertos- solo podían acceder a algunos cuerpos auxiliares. Las limitaciones van más allá. Para algunos puestos se admitieron durante mucho tiempo únicamente a ‘italianos’, caso de la guardia de Roma -curiosamente, la guardia de corps del emperador estaba compuesta por germanos o bátavos-.

También exigían el conocimiento del latín, único idioma oficial admitido pese a la diversidad de pueblos que componían el territorio romano. Si se sabía leer, escribir y contar, tanto mejor, ya que la burocracia interna necesitaba de ellos. Otro requisito era la altura. Nadie por debajo de 1,65 metros. Según parece, el soldado romano no destacaba precisamente por su imponente físico. De hecho, eran motivo de risa para los enemigos, según cuenta Julio César en ‘Los comentarios a la guerra de las Galias’: “Nuestra baja estatura es motivo de desprecio para los galos, que son de elevada estatura”. Lo habitual era acceder hacia los 20 años y el servicio no duraba ni nueve meses ni dos años, sino 20-25 años.

Resulta chocante pero no es excepcional: en la Rusia del siglo XVIII ser reclutado suponía este mismo período de tiempo y se consideraba una sentencia de muerte. Una vez superado el periodo de prueba de cuatro meses, prestaban juramento y recibían una identificación que les distinguía como militares, bien un trozo de metal colgado de una cuerda alrededor del cuello, bien una especie de tatuaje. No se podían casar Puede parecer contradictorio, pero el principal peligro de servir en el ejército en Roma no era la guerra. Bien pudiera pasar que nunca entrasen en combate si les tocaba en una zona ‘tranquila’. El hecho es que caían más por enfermedades que por heridas en una batalla. Además, hay que tener en cuenta que la vida civil era de por sí peligrosa. La violencia y la muerte estaba presentes siempre. Los dueños de esclavos podían pegarles casi tanto como quisieran. En una sociedad tan machista, las mujeres también eran objeto de agresiones.

La mortalidad infantil era elevadísima. No era infrecuente el abandono de niños o su venta como esclavos sexuales. Y los robos no era raro que quedaran impunes. Son de esas cosas en las que uno no cae pero en Roma no existía una policía como tal. Eran los propios soldados quienes hacían algunas de estas tareas. Los responsables municipales también tenían vigilantes armados, pero nada que se pudiera llamar policía. Si te robaban, lo más seguro era buscarte la vida porque recurrir a la justicia era muy caro y generalmente poco efectivo. Otra desventaja es que en teoría no se podían casar. De hecho, si lo estaban antes de alistarse, el matrimonio quedaba en ‘suspenso’ hasta que se licenciase. En la práctica parece que no se hacía mucho caso de esta prohibición.

También vivían sometidos a una muy dura disciplina y podían ser trasladados en cualquier momento. Y, claro, el peligro era muy real si el destino estaba en la frontera del Danubio o el Rhin. Al fin y al cabo, la guerra es la guerra. La legión es la unidad más conocida del ejército romano. Formada por unos 5.000 hombres encuadrados en 10 cohortes de tres manípulos o seis centurias cada una (salvo la primera y más prestigiosa, que tenía cinco centurias pero el doble de hombres) se nombraban un número y un nombre, por ejemplo I Minervia o II Augusta.

Se alojaban en campamentos perfectamente organizados que ocupaban entre 17 y 28 hectáreas. En realidad eran pueblos con barracones, termas -normalmente fuera del mismo-, almacenes, hospital -la atención médica era bastante mejor que la que pudiera recibir un civil normal-, talleres... En los alrededores se organizaban una especie de asentamientos llamados ‘canabae’ con tabernas, prostíbulos y demás entretenimientos. Tenían además cazadores para obtener presas en tiempos de guerra y carniceros que compraban la carne cuando las cosas estaban tranquilas. Y centinelas con perros para vigilar los alrededores. La alimentación era sin duda mejor que la del común de la gente: cereales (normalmente trigo; la cebada, más como castigo), pescado, marisco, legumbres, judías, lentejas y vino. La hora de la retirada Las burlas de los enemigos sobre la estatura de los romanos es de suponer que se acababan en cuanto empezaba el combate.

El duro entrenamiento al que se sometían y la férrea organización dieron a la legión una ventaja que duró varios siglos. Normalmente era un veterano ilustre reenganchado al ejército el que se encargaba de la preparación, que incluia gimnasia, duras marchas y hasta natación. Solían ejercitarse con sus armaduras, que tenían que costearse ellos mismos. Por cierto, no hay que pensar que todos los soldados llevaban la famosa coraza con los abdominales y el pecho marcados. Ésta era más de los oficiales. En plena batalla, en el caos que debía organizarse con el ruido de cientos de hombres entrechocando sus armas y gritando, el soldado hacía caso de las órdenes de su centurión y de las señales sonoras que se hacían con tres tipos de instrumentos según lo que se quisiera transmitir. Visualmente debían seguir la enseña que correspondía a su manípulo.

La formación solía ser de cinco hombres en el frente y unas 10 filas detrás, un grupo compacto con el que arrasaron a casi todos sus enemigos. Más o menos la mitad de los soldados sobrevivía a esos 20-25 años de servicio. Llegaba la hora de licenciarse. En ese momento recibían la parte de su salario que el ejército les guardaba y recibían una gratificación económica, sustituta de las tierras que se les entregaban en los primeros tiempos. Un centurión tendría una capacidad económica similar a las de las elites de las ciudades y podía ocupar puestos municipales de relevancia. El soldado raso tendría el nivel suficiente para vivir cómodamente. Tenían entonces unos 40-45 años y algunos, no demasiados tampoco, por delante para vivir la vida. Seguramente frecuentarían las termas, una costumbre muy romana y mucho menos saludable de lo que parece a primera vista. Lo de bañarse es muy higiénico, pero parece ser que no cambiaban el agua con demasiada frecuencia. O sea, que de relajante y saludable spa tenían más bien poco.
Fuente: www.elcorreo.com / www.historiayarqueologia.com

Hallan una momia egipcia en un cubo de basura en París

Una momia egipcia rescatada de la basura protagoniza estos días la última campaña para recaudar fondos de la Fundación del Patrimonio Nacional francés. Conocida como la momia Ta-Iset de Rueil-Malmaison, por el hecho de haber sido descubierta en 2001 en dicho suburbio parisino, se trata de una antigüedad que los expertos datan entre los siglos I y III antes de Cristo y que precisa ser restaurada de urgencia.

¿Cómo fue a parar a la escombrera? ¿Quiénes han sido sus propietarios durante los últimos años y por qué se deshicieron de ella? ¿Quién la trajo a Francia y cuándo? Son algunos de los misterios que rodean la venerable mortaja de lo que aparentemente es una niña de 5 años que habría nacido entre la época de Ptolomeo y la llegada de los romanos a orillas del Nilo.
Según los habitantes de Rueil-Malmaison (en el departamento de Hauts-de-Seine, al oeste de la capital gala), la historia de su momia es digna de las más fantásticas leyendas egipcias. Al parecer, una mujer desconocida llegó en 2001 al Cuartel Guynemer, enfrente del cual hay contenedores para el reciclaje, y preguntó a los presentes dónde podía tirar un voluminoso paquete alargado. «¿Es un muerto?», bromeó alguien. «No, es una momia», explicó la anónima ciudadana.

Para los agentes de Protección Civil, que ya entonces ocupaban esta antigua sede de la guardia suiza, aquello supuso «un auténtico engorro», como bien recuerda Jean-Louis Parichon, presente aquel día y hoy adjunto al jefe del servicio. «Enseguida nos dimos cuenta de que era un objeto extraordinario. Algunos pensaron que podría ser de verdad un cadáver y dudamos en llamar a la Gendarmería. Otros se preguntaban si era una falsificación. Hubo incluso quien sugirió ponerla a la venta en eBay... Al final, decidimos entregarla al Museo de Historia Local», explica Parichon.

Una restauración de 15.000 euros

Durante meses, los eruditos del Museo del Louvre analizaron el hallazgo para determinar que era auténtico. En el pequeño ataúd de madera clara, la radiografía reveló un cuerpo entero de 92,5 centímetros de altura, envuelto en vendas y con el esqueleto bien conservado. Algunas inscripciones funerarias permitieron a los egiptólogos incluso darle un nombre a esta niña que debía de pertenecer a la clase media: Ta-Iset, que en el idioma de los faraones significa La de Isis, en honor a la diosa protectora de la mitología egipcia.
Según las especulaciones de los historiadores, este tesoro podría haber sido traído de Egipto por el General Noël Varin-Bey: un oficial de Napoleón Bonaparte que luego serviría durante dos décadas al servicio del virrey de Egipto, Mehmet Ali, llegando a fundar en Gizeh una escuela de caballería. De vuelta al Hexágono en 1857, el veterano militar se había instalado en Rueil-Malmaison trayendo consigo a Ta-Iset como recuerdo de su larga estancia en aquel país. Luego sus herederos, no sabiendo qué hacer con tan excéntrico souvenir, se habrían deshecho de él.

«Llamada a filántropos: ¿quiere usted contribuir a restaurar una auténtica momia egipcia?», pregunta la web de Patrimonio Nacional. En el site, se explica que los gastos de reparación de tan curiosa antigüedad ascienden a 15.450 euros, de los cuales el municipio correrá con 5.000 euros y la región de Ile-de-France con otros 4.000. El resto habrá de cubrirse con suscripción popular y con dinero de la Fundación, que se ha comprometido a aportar el capital que falte siempre que la iniciativa ciudadana cubra al menos un 5% del coste total presupuestado.

«Esta es la primera vez que abrimos una suscripción para una momia. No tengo duda de que va a ser un éxito dada la historia tan curiosa del objeto», señala Mary Tozer, gerente de proyectos de Patrimonio Nacional. La restauración consistirá en consolidar el cartón y reforzar los textiles del vendaje, además de una limpieza general, y correrá a cargo del Centro de Investigación y Restauración de los Museos de Francia (C2RMF) con sede en Versalles.

Para cuando se complete a finales de 2014, el Museo de Rueil-Malmaison ya tiene preparada una sala especial con todos los requisitos para la óptima conservación de la antigüedad. «Las momias son frágiles y necesitan unas condiciones de almacenamiento óptimas: humedad del 50%, temperatura de entre 18 y 20 grados», comenta a AFP Marie Aude-Picaud, la directora de la institución. Arrancada de su tierra natal hace más de 3.000 años, Ta-Iset podrá entonces descansar en paz. La única diferencia es que dormirá a orillas del Sena, en vez de al borde del Nilo.

Vía: www.elmundo.es