Lucha de Gladiadores en la Ciudad de Éfeso (Turquía)

Video realizado por el director de la Red Española de Historia y Arqueología, Aníbal Clemente en las antiguas ruinas de la Ciudad grecorromana de Éfeso, en Turquía, de una escenificación de un combate entre Gladiadores romanos ante la mirada de Cleopatra y Marco Antonio. El Gladiador victorioso dedica el perdón de la vida del derrotado a la Red Española de Historia y Arqueología, la mejor web de difusión de la Historia y la Arqueología que existe, tanto en contenido como en calidad humana.

Todo un lujo en exclusiva para http://www.historiayarqueologia.com/ que hemos querido compartir en nuestro Canal de Televisión para nuestros televidentes con permiso del autor.

Museo Nacional de Israel

Video realizado en exclusiva para Historia y Ciencia Televisión por el director de la Red Española de Historia y Arqueología, D. Aníbal Clemente en su viaje a Israel durante el mes de julio de 2012 para visitar el Museo Nacional de Israel, en Jerusalem, de curiosa arquitectura que recuerda a una de las tapas de las vasijas que contenían los míticos manuscritos de Qum Ram, donde ofrece una amplia panorámica del recinto exterior del Museo donde se halla la gran maqueta de la antigua ciudad de Jerusalem en tiempos de Herodes, así como del interior donde se encuentran los restos de los rollos del Mar Muerto redactados por la secta de los Esenios.

Edificado en la llamada Colina de la Tranquilidad, rodeado por la Kneset (el Parlamento Israelí), la Universidad Hebrea y el Monasterio de la Cruz, el Museo fue construido en un estilo muy moderno que por aquel entonces rompía con la arquitectura tradicional neoclásica de los grandes museos del extranjero.

En la actualidad, a pesar de su corta historia y gracias al apoyo de sus fundadores y amigos, el Museo de Israel, que de hecho desempeña el papel de museo nacional, ocupa un lugar prestigioso entre los grandes centros del mundo.

¿Cómo era la vida de los Soldados de la Antigua Roma?

¿Es cierto que no podían casarse? ¿Eran altos o bajos? A diferencia de la gran mayoría de los romanos, los militares tenían comida, alojamiento, un buen sueldo y puede que nunca entraran en combate.

Vivir en la Antigua Roma no era fácil. Pese a la imagen que ofrecen las películas con la capital engalanada, los templos de mármol resplandeciente, los ricachones reclinados sobre los triclinum mientras comían de la mano de esclavas -que al tiempo les abanicaban-, las carreras de cuádrigas, los combates de gladiadores... La realidad era muy diferente. La mayor parte del pueblo no tenía trabajo ni nada que llevarse a la boca. Se calcula que durante el Imperio la población sería de entre 50 y 60 millones de habitantes. Pues bien, de esos, sólo unos 500 serían ricos, lo que se dice ricos.

Eran los senadores y caballeros, más forrados los primeros que los segundos. Te encontrabas a uno de estos cada 96,5 kilómetros cuadrados (sí, hay quien ha calculado esto). En torno al 65% de la población vivía al día, al límite de la subsistencia. En comparación, la actual Haití alcanza el 80% en esta triste estadística. A la vista de todo ello, muchas familias vieron una salida que hoy costaría entender: el ejército. Roma fue un imperio basado en un poderío militar sin igual en la Europa de aquellos tiempos. Las legiones dominaron buena parte del continente y del norte de África con mano de hierro durante varios siglos. Una máquina de guerra.

Virgilio plasmó en la Eneida el destino de la “ciudad de Marte”, el dios de la guerra: “No pongo a sus dominios límite en el espacio ni en el tiempo. Les he dado un imperio sin fronteras”.¿Cómo era aquel ejército?¿Qué ofrecía?¿A qué edad se podía entrar?¿Qué privilegios tenían los soldados? Bien pagados La primera gran ventaja que tenían era un sueldo garantizado, lo que muy, muy pocos podían decir en la Antigüedad. Un buen sueldo además. Ganaban al día un denario, lo mismo que un buen trabajador civil con la ventaja de que el militar trabajaba todo el año mientras que un artesano, por ejemplo, podía estar con frecuencia en paro. Cierto que no disponían de todo ese dinero -el ejército, por ejemplo, se quedaba con una parte que se iba acumulando y se les entregaba cuando se licenciaban-, pero tenían dos o tres ases al día -10 ases son un denario; la gente corriente hablaba en ases, no en denarios- para gastarlo a su gusto. Por ese dinero se podía comprar un pedazo de pan, vino o queso.

Unos dos ases también era lo que cobraban las prostitutas, muy abundantes en aquella época y otro de esos oficios con sueldo casi ‘garantizado’. A esto se le unían complementos de viaje si eran trasladados, dinero para los clavos de las botas si tenían que realizar una marcha larga, obsequios del emperador, primas cuando se licenciaban, se repartían el botín en caso de que una ciudad cayera tras un asedio -no si se rendía. Con algo tenían que motivarles- ... Aunque los ascensos tenían más que ver con los sobornos y el estatus que con el mérito, alcanzar el grado de centurión era poco menos que un chollo: cobraban 15 veces más que un soldado raso. Legalmente tenían además unas cuantas ventajas. Estaban exentos de muchos impuestos; podían hacer sus testamentos sin tener en cuenta los deseos de sus padres, que tampoco podían meter mano a sus ingresos; en caso de delito grave, no podían ser torturados ni condenados a las minas -en realidad, una condena a muerte poco disimulada- ni ejecutados como un criminal común. 25 años de servicio.

Hasta cobraban impuestos a las prostitutas


Para entrar en la milicia una condición indispensable era ser ciudadano romano. Los esclavos lo tenían completamente prohibido. Incluso los mercaderes de este oscuro negocio también. Los que habían sido liberados -libertos- solo podían acceder a algunos cuerpos auxiliares. Las limitaciones van más allá. Para algunos puestos se admitieron durante mucho tiempo únicamente a ‘italianos’, caso de la guardia de Roma -curiosamente, la guardia de corps del emperador estaba compuesta por germanos o bátavos-.

También exigían el conocimiento del latín, único idioma oficial admitido pese a la diversidad de pueblos que componían el territorio romano. Si se sabía leer, escribir y contar, tanto mejor, ya que la burocracia interna necesitaba de ellos. Otro requisito era la altura. Nadie por debajo de 1,65 metros. Según parece, el soldado romano no destacaba precisamente por su imponente físico. De hecho, eran motivo de risa para los enemigos, según cuenta Julio César en ‘Los comentarios a la guerra de las Galias’: “Nuestra baja estatura es motivo de desprecio para los galos, que son de elevada estatura”. Lo habitual era acceder hacia los 20 años y el servicio no duraba ni nueve meses ni dos años, sino 20-25 años.

Resulta chocante pero no es excepcional: en la Rusia del siglo XVIII ser reclutado suponía este mismo período de tiempo y se consideraba una sentencia de muerte. Una vez superado el periodo de prueba de cuatro meses, prestaban juramento y recibían una identificación que les distinguía como militares, bien un trozo de metal colgado de una cuerda alrededor del cuello, bien una especie de tatuaje. No se podían casar Puede parecer contradictorio, pero el principal peligro de servir en el ejército en Roma no era la guerra. Bien pudiera pasar que nunca entrasen en combate si les tocaba en una zona ‘tranquila’. El hecho es que caían más por enfermedades que por heridas en una batalla. Además, hay que tener en cuenta que la vida civil era de por sí peligrosa. La violencia y la muerte estaba presentes siempre. Los dueños de esclavos podían pegarles casi tanto como quisieran. En una sociedad tan machista, las mujeres también eran objeto de agresiones.

La mortalidad infantil era elevadísima. No era infrecuente el abandono de niños o su venta como esclavos sexuales. Y los robos no era raro que quedaran impunes. Son de esas cosas en las que uno no cae pero en Roma no existía una policía como tal. Eran los propios soldados quienes hacían algunas de estas tareas. Los responsables municipales también tenían vigilantes armados, pero nada que se pudiera llamar policía. Si te robaban, lo más seguro era buscarte la vida porque recurrir a la justicia era muy caro y generalmente poco efectivo. Otra desventaja es que en teoría no se podían casar. De hecho, si lo estaban antes de alistarse, el matrimonio quedaba en ‘suspenso’ hasta que se licenciase. En la práctica parece que no se hacía mucho caso de esta prohibición.

También vivían sometidos a una muy dura disciplina y podían ser trasladados en cualquier momento. Y, claro, el peligro era muy real si el destino estaba en la frontera del Danubio o el Rhin. Al fin y al cabo, la guerra es la guerra. La legión es la unidad más conocida del ejército romano. Formada por unos 5.000 hombres encuadrados en 10 cohortes de tres manípulos o seis centurias cada una (salvo la primera y más prestigiosa, que tenía cinco centurias pero el doble de hombres) se nombraban un número y un nombre, por ejemplo I Minervia o II Augusta.

Se alojaban en campamentos perfectamente organizados que ocupaban entre 17 y 28 hectáreas. En realidad eran pueblos con barracones, termas -normalmente fuera del mismo-, almacenes, hospital -la atención médica era bastante mejor que la que pudiera recibir un civil normal-, talleres... En los alrededores se organizaban una especie de asentamientos llamados ‘canabae’ con tabernas, prostíbulos y demás entretenimientos. Tenían además cazadores para obtener presas en tiempos de guerra y carniceros que compraban la carne cuando las cosas estaban tranquilas. Y centinelas con perros para vigilar los alrededores. La alimentación era sin duda mejor que la del común de la gente: cereales (normalmente trigo; la cebada, más como castigo), pescado, marisco, legumbres, judías, lentejas y vino. La hora de la retirada Las burlas de los enemigos sobre la estatura de los romanos es de suponer que se acababan en cuanto empezaba el combate.

El duro entrenamiento al que se sometían y la férrea organización dieron a la legión una ventaja que duró varios siglos. Normalmente era un veterano ilustre reenganchado al ejército el que se encargaba de la preparación, que incluia gimnasia, duras marchas y hasta natación. Solían ejercitarse con sus armaduras, que tenían que costearse ellos mismos. Por cierto, no hay que pensar que todos los soldados llevaban la famosa coraza con los abdominales y el pecho marcados. Ésta era más de los oficiales. En plena batalla, en el caos que debía organizarse con el ruido de cientos de hombres entrechocando sus armas y gritando, el soldado hacía caso de las órdenes de su centurión y de las señales sonoras que se hacían con tres tipos de instrumentos según lo que se quisiera transmitir. Visualmente debían seguir la enseña que correspondía a su manípulo.

La formación solía ser de cinco hombres en el frente y unas 10 filas detrás, un grupo compacto con el que arrasaron a casi todos sus enemigos. Más o menos la mitad de los soldados sobrevivía a esos 20-25 años de servicio. Llegaba la hora de licenciarse. En ese momento recibían la parte de su salario que el ejército les guardaba y recibían una gratificación económica, sustituta de las tierras que se les entregaban en los primeros tiempos. Un centurión tendría una capacidad económica similar a las de las elites de las ciudades y podía ocupar puestos municipales de relevancia. El soldado raso tendría el nivel suficiente para vivir cómodamente. Tenían entonces unos 40-45 años y algunos, no demasiados tampoco, por delante para vivir la vida. Seguramente frecuentarían las termas, una costumbre muy romana y mucho menos saludable de lo que parece a primera vista. Lo de bañarse es muy higiénico, pero parece ser que no cambiaban el agua con demasiada frecuencia. O sea, que de relajante y saludable spa tenían más bien poco.
Fuente: www.elcorreo.com / www.historiayarqueologia.com

El Sexo en la Antigüedad

El Sexo en la Antigüedad, es una que serie que consta de 3 capítulos: La Edad de Piedra, Egipto y Roma-Grecia.

Estos documentales combinan historia, arqueología y recreaciones para revivir los hábitos y costumbres sexuales de nuestros antepasados. Examina con una nueva perspectiva cómo ha sido nuestra historia sexual y proporciona las claves de los comportamientos que tenemos hoy en día.

La serie se centra en la Edad de Piedra, el Antiguo Egipto y el mundo clásico de Grecia y Roma. Aborda los orígenes del matrimonio, las primeras formas de prostitución, las actitudes antiguas ante la homosexualidad masculina y femenina y el siempre cambiante equilibrio del poder en el dormitorio.

Una serie realizada a gran escala y que, al mismo tiempo, presta atención al detalle, da respuesta a preguntas que todos siempre hemos querido hacer, como por ejemplo qué hacían en el dormitorio nuestros antepasados y porqué.

Sexo en la Antigüedad: La Edad de Piedra



Este primer capítulo se titula "La Edad de Piedra". Hace 26.000 años, en lo que ahora es la República Checa, tres jóvenes fueron enterrados en una única tumba. Habían sido ejecutados y los indicios apuntan a un crimen sexual. En este espacio examinaremos cómo llegaron a establecerse las primeras normas sobre el sexo y trazaremos una línea desde la República Checa hasta Turquía y luego hasta Skara Brae, frente a la costa de Escocia, para mostrar el desarrollo gradual de la institución sexual más famosa del mundo, el matrimonio. A lo largo del camino, descubriremos los vibradores prehistóricos, el extraño arte rupestre con connotaciones sexuales de Çatal Hüyük y algunas de las camas dobles más antiguas del mundo.

Sexo en la Antigüedad: Egipto



Este segundo capítulo se titula "Egipto". Desde el cuerpo momificado de Ramsés II y sus numerosos hijos hasta los bienes perfectamente conservados en la tumba de un matrimonio normal y corriente, en este espacio se utilizan los ricos hallazgos arqueológicos para apoyar la idea de que el sexo impregnaba prácticamente cualquier aspecto de la vida en el antiguo Egipto. El lado negativo era que las mujeres estaban totalmente sometidas a los faraones, que las coleccionaban, o a los maridos que querían controlarlas. El lado positivo era que el sexo no se consideraba una práctica sucia o degradante, sino algo que debía celebrarse e incluso reverenciarse.

Sexo en la Antigüedad: Grecia y Roma



Este tercer y último capítulo se titula "Grecia y Roma". "Tenemos chicos para nuestro placer, concubinas para nuestras necesidades sexuales y esposas para llevar la casa y darnos hijos". Este antiguo dicho griego muestra lo increíblemente compartimentado que estaba el sexo en el mundo clásico, ya que las mujeres normales se quedaban encerradas en casa, mientras los hombres se iban sin ningún reparo con prostitutas y adolescentes. Con la ayuda de las ricas imágenes de la literatura griega y romana, la escultura y la pintura, así como con la presentación de nuevas excavaciones arqueológicas, en este espacio se examina el cambio gradual de un mundo donde los hombres explotaban sexualmente a las mujeres, hasta otro cuyo comienzo marcó Jesucristo y en el que se abrió la puerta a una relación más igualitaria y duradera.

SEGOVIA: Un paseo por la Historia

Realizado por Aníbal Clemente para la Red Española de Historia y Arqueología durante en viaje a Segovia realizado entre los días 8 y 9 de diciembre.

Un paseo por la Historia es el título que le ha dado su autor para mostrarnos los lugares más emblemáticos de la Ciudad como el Acueducto romano, la Casa de los Picos, la Plaza Mayor, la Catedral de Segovia por fuera y por dentro, llegando finalmente a uno de los edificios más visitados, El Alcázar de Segovia, donde lo podréis descubrir en profundidad en éste impresionante reportaje gráfico.



Si quieres conocer la historia de los monumentos visitados, únete a nuestra Comunidad en: www.historiayarqueologia.com

Palacio de Peterhof (San Petersburgo)


Vídeo realizado por Aníbal Clemente Cristóbal para la Red Española de Historia y Arqueología durante el viaje a Rusia el 23 de julio de 2013.

El Palacio de Peterhof es un conjunto del palacio y del parque que se encuentra en la orilla meridional del Golfo de Finlandia, a unos 29 km de San Petersburgo. Está situado en el territorio de la ciudad de Peterhof, llamado antiguamente Petrodvoréts). El conjunto de palacio y parque de la ciudad de Petrodvoréts y su centro histórico forma parte, con el código 540-017 , del lugar Patrimonio de la Humanidad llamado «Centro histórico de San Petersburgo y conjuntos monumentales anexos».

El centro del conjunto lo constituye el Palacio Grande, que está construido en la terraza marítima y es de estilo barroco. Destacan parques y las fuentes. Hay dos parques: el «Parque Superior» con cinco fuentes y el «Parque Inferior», donde está el complejo de fuentes más grande del mundo.

El Parque Inferior tiene 102,5 hectáreas. Las fuentes utilizan agua que proviene de manantiales naturales, y la obtienen mediante un «recibidor» que tiene una longitud de 22 km, construido en 1721-1724 por el ingeniero V.Tuvolkov.


Descubre más historias de los viajes y expediciones de la Red Española de Historia y Arqueología en www.historiayarqueologia.com