Nuevos estudios sugieren que los neandertales fueron los primeros en colonizar América

Yacimiento en el que se encontraron los huesos de mastodonte en 1992. MUSEO HISTORIA NATURAL SAN DIEGO


Un equipo de investigadores de EE UU y Australia asegura haber encontrado los rastros de presencia humana más antiguos de América, hace 130.000 años. Hasta ahora, todas las pruebas existentes apuntan a que los primeros colonos del continente llegaron hace unos 15.000 años.

Los nuevos indicios se desprenden de los huesos de un mastodonte hallados en 1992 durante la construcción de una autopista cerca de San Diego (EE UU). Según un estudio publicado hoy en Nature, los huesos del animal tienen marcas de haber sido fracturados con piedras para extraer la médula y junto a ellos se hallaron rocas que sirvieron de yunques y martillos para hacerlo. Los investigadores han aplicado sobre los huesos un método de datación basado en la descomposición de átomos de uranio que ha arrojado una fecha de 130.000 años con un margen de error de unos 10.000. Las marcas en los huesos indican que fueron rotos cuando aún estaban frescos. Según los autores del hallazgo, liderados por científicos del Museo de Historia Natural de San Diego, la única explicación plausible es que sea obra de homínidos.

“Las pruebas que hemos encontrado en este yacimiento indican que alguna especie de homínido vivía en América del Norte 115.000 años antes de lo que se pensaba”, señala Judy Gradwohl (izquierda), presidenta del museo estadounidense, en una nota de prensa difundida por su institución.

“Los huesos y varios dientes muestran marcas claras de haber sido rotos de forma deliberada por humanos con destreza manual y conocimiento experimental”, argumenta Steve Holen (derecha), autor principal del estudio. “Este patrón de rotura se ha observado en fósiles de mamut hallados en Kansas y Nebraska, donde otras posibles explicaciones como fuerzas geológicas o actividad de carnívoros ha quedado descartada”, añade.

Fragmento de fémur de mamut de hace 130.000 años hallado en California con marcas de haber sido roto intencionadamente (Tom Deméré/Museo de Historia Natural de San Diego).

Los autores no identifican qué especie del género Homo habría sido la responsable, ni si se trató de una ola migratoria fallida que llegó a América para después desaparecer sin dejar rastro en el genoma de las poblaciones actuales.

“Si son ciertos, estos resultados bien pueden significar que los denisovanos y/o los neandertales fueron los primeros colonizadores de América, en lugar de los humanos modernos”, reconoce Chris Stringer (izquierda), investigador del Museo de Historia Natural de Londres. Esas dos especies humanas estaban presentes en Siberia hace unos 100.000 años. La primera salida de Homo sapiens de África se data en esa misma fecha, lo que haría imposible que hubiesen llegado a América 30.000 años antes.

Erella Hovers (derecha), de la Universidad Hebrea de Jerusalén, señala en un comentario publicado en Nature que los indígenas del Amazonas están emparentados genéticamente con poblaciones de Asia y Australia, y estos a su vez tienen un lejano rastro genético de los denisovanos. “Esto puede apoyar al menos una entrada temprana en las Américas, pero la fecha en la que ocurrió no está clara”, añade.

En opinión de Stringer “se necesitan más pruebas de esta ocupación temprana en más yacimientos antes de que abandonar el modelo actual que dice que los humanos modernos llegaron al continente hace 15.000 años”.

María Martinón-Torres (izquierda), investigadora del University College, plantea otras dudas. “Hacen falta más datos para poder atribuir el yacimiento a la mano del hombre, los núcleos y posibles yunques, si es que lo son, son herramientas bastante básicas y no muy diagnósticas del género Homo”, opina. “Si fuese 'Homo sapiens' esperaría que sus herramientas y comportamiento fuesen más sofisticados. Solo tenemos signos de fractura fresca y posible percusión, pero ninguna marca de corte, ¿no es extraño no encontrar marcas más claras si se tratase de un humano moderno despedazando un mastodonte, por ejemplo, algún útil de piedra tallado”, explica. “Si no es 'Homo sapiens', y se trata de otro homínido más arcaico, entonces le estaríamos presuponiendo una sofisticación sorprendente para haber podido subir hasta Beringia o cruzar el Pacífico, algo que hasta ahora solo se le ha atribuido a los humanos modernos, más de 100.000 años más tarde y con probable conocimiento de las artes de la navegación o la domesticación de perros para el tiraje de trineos o el vestido para combatir el frío”, argumenta. “Desgraciadamente, la evidencia me parece bastante equívoca y bastante aislada”, añade la paleoantropóloga española.

Concentración de restos óseos de mastodonte hallados.
 
Ruth Blasco (derecha), experta en procesos de fosilización del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, comenta que otra de las pruebas puede ser equívoca. Hay carnívoros que al partir huesos pueden producir lascas de hueso similares a las que harían los humanos con los percutores de piedra. “Los animales que producen este tipo de fracturación necesitan un potente aparato masticatorio, como los carnívoros durófagos, y uno de estos carnívoros, al que no hay que perderle la pista en el continente americano, es el lobo gigante”, advierte.
En su opinión, “este estudio es un punto de partida que anima a la exploración de contextos similares en busca de evidencias claras que ayuden a confirmar la hipótesis planteada en el artículo”.

Cuando los investigadores experimentaron rompiendo huesos de elefante con las mismas herramientas, las fracturas en los huesos resultaron iguales a las de los fósiles del yacimiento de San Diego. AFP

Fuentes: elpais.com | t13.cl | 27 de abril de 2017

Descubren un monumento erigido por Quintus Sulpicius Cratus en Denia

Monumento del siglo II d.C. Monumento erigido a mediados del siglo II d.C. por el edil Quintus Sulpicius Cratus. Foto: Ajuntament de Dénia


Quintus Sulpicius Cratus fue un personaje de la élite municipal de la Dianium romana, quien dedicó un monumento a un destinatario cuya identidad se desconoce

Unos trabajos de limpieza en un área de 2.900 m² en el Hort de Morand, donde se concentra la mayor parte de vestigios de la Dianium romana, la actual Denia, han sacado a la luz una inscripción romana del siglo II d.C., según anunció la semana pasada el Ayuntamiento de Denia. El hallazgo, de interés excepcional y realizado de manera fortuita, consiste en una inscripción sobre un bloque de piedra caliza del imponente macizo del Montgó, situado cerca de Denia, y que ha sido fechado en la segunda mitad del siglo II d.C.

En la inscripción aparecen los tria nomina (los tres nombres que distinguían a los ciudadanos romanos de los extranjeros y de los esclavos) de un personaje de la élite municipal de Dianium: el edil Quintus Sulpicius Cratus, quien dedicó el monumento a un destinatario cuya identidad se desconoce. Como magistrado municipal desempeñó las funciones de control de pesos y medidas, vital para el ejercicio del comercio, el control de la organización de los juegos y el control y funcionamiento de los mercados, según la transcripción realizada por Josep Antoni Gisbert, el director del Museo Arqueológico de Denia.

Hort de Morand. El hallazgo ha sido realizado en el Hort de Morand, donde se concentra la mayor parte de vestigios de la Dianium romana. Foto: Ajuntament de Dénia

Bloque de piedra caliza. El bloque de piedra caliza procede del imponente macizo del Montgó, situado cerca de Denia. Foto: Ajuntament de Dénia

Quintus Sulpicius Cratus. Quintus Sulpicius Cratus desempeñó las funciones de control de pesos y medidas, vital para el ejercicio del comercio, el control de la organización de los juegos y el control y funcionamiento de los mercados. Foto: Ajuntament de Dénia

Denia. La ciudad de Denia, la antigua Dianium romana, está situada en la provincia de Alicante. Imagen: Google Maps

Fuente: ALEC FORSSMANN  |  NATIONAL GEOGRAPHIC. 26 de abril de 2017

La cabeza de Livia recupera su cuerpo

Foto: La estatua de Livia, ya completa, entre las de sus nietos, expuesta en el Museo de Cádiz / Cadena SER.

En 1960 una excavación arqueológica sacó a la luz los fragmentos de tres estatuas. Eran Livia Drusila, la madre del emperador Tiberio, y sus nietos Germánico y Druso Menor, aparecidos en los restos de la ciudad romana de Asido, la actual Medina Sidonia, un municipio en pleno centro de la provincia de Cádiz. De aquellas tres esculturas, expuestas desde entonces en el Museo de Cádiz, sólo se recuperaron las cabezas. O eso se creía hasta ahora. El trabajo de investigadores de la Universidad de Sevilla y el Instituto Andaluz de Patrimonio, dependiente de la Consejería de Cultura, ha podido encontrar el cuerpo de esa mujer. Y no andaba muy lejos. Llevaba 57 años en los almacenes del Museo gaditano Esta semana la cabeza y el cuerpo de Livia han vuelto a unirse. La Historia ha vuelto a encajar.

Foto: Trabajos con la estatua de Livia

La vida de Livia Drusila comenzó 58 antes de Cristo, y terminó 29 después. En esta encrucijada en el tiempo, Livia fue coetánea de Cleopatra, esposa primero de Nerón y después del emperador Augusto, madre de su sucesor, Tiberio, abuela de Germánico y Druso Menor, quienes murieron prematuramente y no pudieron ser emperadores, y bisabuela de Calígula. Fue muy admirada, de ahí que en muchos templos se levantaron estatuas con su imagen y la de su familia.

Muchos años después, a finales de los cincuenta del siglo XX, un grupo de arqueólogos comenzó a estudiar los restos hallados en Medina Sidonia. Fue justo entre 1960 y 1961 cuando aparecieron las cabezas de estatuas de Livia, Germánico y Druso Menor, entre gran cantidad de objetos y vestigios de aquella ciudad, como unos depósitos de agua. Por su enorme valor fueron expuestas en el Museo de Cádiz, junto a otras grandes estatuas como la dedicada a Trajano, que había aparecido en Baelo Claudia.

Foto: José Beltrán y María Luisa Loza comprueban la estatua de Livia

Durante varias décadas nadie pensó que la continuación de la cabeza de la estatua de Livia podía estar tan cerca. Dos investigadores de la Universidad de Sevilla, José Beltrán y María Luisa Loza, muy interesados en el yacimiento de Medina tuvieron conocimiento hace dos años de que en las excavaciones de los cincuenta y sesenta, además de las tres cabezas, también habían aparecido otros fragmentos de esculturas de mármol, considerados entonces de menor interés. Por eso fueron guardadas en los almacenes del Museo. Gracias a la colaboración del personal y la dirección del Museo gaditano, los dos investigadores pudieron acceder a esos otros restos, y descubrieron la existencia de una estatua femenina casi completa. Le faltaba la cabeza.

AUDIO: Luis Beltrán: ‘Conseguimos encajar la pieza en su sitio’

“Planteamos la posibilidad de que pudiera corresponder el cuerpo al retrato de Livia porque las dimensiones eran parecidas, el tamaño era algo mayor que el natural, y el estilo escultórico era similar”, explica a la SER el arqueólogo José Beltrán. El cuerpo tenía el número de inventario 7.028 en el Museo de Cádiz. Mide, sin la cabeza, 165 centímetros de altura, 64 centímetros de ancho y 41 centímetros de grosor. La figura aparece fragmentada en sus rodillas. Está cubierto con túnica y manto.

El hallazgo llenó de ilusión a los arqueólogos. También a los responsables del museo, como a uno de sus restauradores, Luis Carlos Zambrano. “Fue un momento muy emocionante comprobar que cabeza y tronco encajaban. Ha sido muy gratificante”, relata tras explicar el laborioso proceso para encajar la cabeza con el tronco, encontrar un sistema para sujetar la estatua de pie y limpiar la figura con el máximo respeto tras casi 60 años en la oscuridad.

AUDIO: Luis Carlos Zambrano: ‘Ha sido una emoción tremenda’

El descubrimiento arqueológico permite grandes avances. Por ejemplo, los investigadores lo tienen ahora más fácil para datar la estatua en su momento exacto, aclarar la procedencia del mármol empleado, equiparar esta figura a la de otras representaciones de Livia en el mundo, y, sobre todo, profundizar en el estudio del uso de los colores en este tipo de esculturas. “Muchas veces se piensa que estas estatuas se hacían en mármol blanco, pero no era así. Lucían muchos colores. Al haber estado tanto tiempo en la oscuridad, el cuerpo de Livia nos permite distinguir perfectamente tonos azules y dorados”, detalla Beltrán. “Descubrir esta policromía es algo poco frecuente”, destaca el director del Museo, Juan Alonso de la Sierra.

AUDIO: Juan Alonso de la Sierra: ‘La policromía de Livia se ha conservado’

Ahora Livia, de cuerpo entero, está siendo analizada y estudiada por el Instituto Andaluz de Patrimonio. Se le va a realizar una representación en tres dimensiones, para recrear cómo podría haber sido con exactitud esta figura. “Es algo que sirve para imaginarnos cómo era la estatua intacta, pero también para ayudar a su recomposición en caso de rotura”, detalla el arqueólogo.

El Museo de Cádiz exhibe ya esta estatua tan singular. Un atractivo que se suma a un edificio que alberga los sarcófagos fenicios, el Trajano romano, cuadros de Zurbarán o la colección de títeres de La Tía Norica. Livia, ya unida, puede ser contemplada en la sala romana entre las cabezas de sus nietos. Es el rincón que se ha elegido para que el puzle de nuestro pasado sume otra pieza encajada gracias a la arqueología.


Fuente: PEDRO ESPINOSA, Cádiz | Cadena SER, 25 de abril de 2017

Unos estudiantes de instituto descubren un asentamiento judío de 2.000 años de antigüedad en Israel

La directora de la excavación, Sarah Hirshberg, en uno de los baños rituales descubiertos. (Assaf Peretz, cortesía de la Autoridad de Antigüedades de Israel)

Un grupo estudiantes de un Instituto de Jerusalén eligieron una manera original de reducir sus gastos de viaje de fin de curso a Polonia. Hasta 240 jóvenes se fueron a trabajar durante una semana en las excavaciones arqueológicas de Ramat Bet Shemesh, un asentamiento a unos 30 kilómetros al oeste de la capital de Israel, lejos de ordenadores, móviles, tablets y consolas.
Una vez allí, los estudiantes han participado en el hallazgo de un asentamiento judío de unos 2.000 años de antigüedad, un extenso complejo de baños rituales y refugios escondidos en el subsuelo que se ha encontrado en un espacio en el que está previsto construir un nuevo barrio residencial.

Vista aérea del asentamiento judío de 2000 años de antigüedad cerca de Beit Shemesh. (Emil Aladjem, cortesía del AuthorIT de Antigüedades de Israel)

En este asentamiento, cuyo nombre antiguo se desconoce, se han encontrado hasta ahora ocho baños rituales, cisternas y refugios. Aunque las casas no han sobrevivido, sus piedras se utilizaron para construir edificios en períodos posteriores, según informa la Israel Antiquities Authority.
“La importancia extraordinaria del asentamiento reside en su variedad de baños rituales privados, que fueron incorporados a los edificios residenciales. Cada hogar tenía su propio baño ritual y una cisterna. Algunos son simples y otros son más complejos e incluyen un otzar, o cuenca de recogida, en la que el agua de lluvia se drenaría“, explica la dirección de la excavación.
El complejo subterráneo, correspondiente al período Bar Kokhba proporcionó tarros de cerámica y utensilios de cocina que probablemente fueron utilizados por los rebeldes. (Autoridad de Antigüedades de Israel).

Debajo de las viviendas y las instalaciones excavadas en la roca ha aparecido un sinuoso laberinto de refugios escondidos conectados con sofisticados y elaborados complejos que data del siglo II después de Cristo, durante la Rebelión de Bar Kojba. En algunos de estos espacios, los rebeldes de la última de las grandes guerras judeo-romanas rompieron una cisterna para proporcionar a los que se escondían acceso al agua.

Los baños rituales descubiertos. (Assaf Peretz, cortesía de la Autoridad de Antigüedades de Israel).

El acto de bañarse tiene largas raíces en el judaísmo, muy preocupado en mantener una estricta adhesión a la limpieza corporal, tal y como se ordena en la Biblia. Esa ‘purificación’ también se conoce en hebreo como tvila, o “inmersión”. Durante el período Hasmoneo (siglo II aC) se puso un mayor énfasis en la pureza y se compiló un detallado código de leyes religiosas para implementar los mandamientos bíblicos en la vida cotidiana.

Fue durante este período que comenzaron a utilizarse instalaciones especiales de agua, o baños rituales, para la inmersión. El baño tiene que ser cortado en la roca madre o conectado al suelo, debe sellarse para que su agua no se filtre y sólo se debe usar agua de lluvia o agua de manantial.


Fuente: lavanguardia.com | Fotos: breakingisraelnews.com | 20 de abril de 2017

Bajo el techo del faraón Tutmosis III

Fragmento del cartonaje de un alto funcionario de la casa real del Tercer periodo intermedio (de la Dinastía XXII) hallado en la misión arqueológica del templo de Tutmosis III en Luxor,  que dirige la egiptóloga Myriam Seco.

La arqueóloga Myriam Seco presenta en Barcelona los nuevos hallazgos de la misión arqueológica que dirige en el templo de rey egipcio en Luxor

El cartonaje, decorado con vivos azules, rojos, verdes y amarillos, solo tiene un milímetro de grosor. Está muy bien conservado, pero es tan frágil que con solo tocarlo con el dedo podría romperse. En su interior, separada de la superficie por un vacío de unos cinco centímetros, descansa la momia de quien en los siglos XI o X antes de Cristo ostentó el preciado título de Sirviente de la Casa Real. “No sabemos cuál era exactamente su función pero era un alto funcionario llamado Amon Renef. Los rayos X han revelado que conservaba la dentadura completa y probablemente era una persona joven, con todos los huesos en su sitio”, relata la arqueóloga Myriam Seco (Sevilla, 1967), recién llegada al Museo Egipci de Barcelona, donde el lunes impartía un seminario sobre los últimos hallazgos de la misión arqueológica del Templo funerario del faraón Tutmosis III, conocido como el Napoléon egipcio, que dirige tenazmente en Luxor desde el 2008.

Cartonaje de un alto funcionario de la casa real del Tercer periodo intermedio (de la Dinastía XXII) hallado en la misión arqueológica del templo de Tutmosis III en Luxor,  que dirige la egiptóloga Myriam Seco.

El hallazgo de este cartonaje, “de una calidad y un colorido increíble”, ha sido premiado como uno de los 10 descubrimientos del 2016 en Egipto por la revista ‘Luxor Times’. “Estaba en un nicho muy pequeño y estrecho y para no romperlo tardamos ocho días en poder sacarlo con garantías –cuenta Seco-. Lo resguardaba un sarcófago antropomórfico que estaba totalmente comido por las termitas, solo quedaban la cara y los pies. Sobre él había una guirnalda de flores”.

La egiptóloga Myriam Seco, en el Museu Egipci de Barcelona. DANNY CAMINAL

AMULETOS PROTECTORES


La radiografía reveló que la momia de Amon Renef no tenía amuletos en su interior. “Seguramente porque el cartonaje está decorado con muchas divinidades protectoras, como Isis y Neftis, la cobra del disco solar, los cuatro hijos de Horus, una cabeza de carnero y otra de halcón y Anubis”, continúa la arqueóloga, mientras señala una pieza expuesta en el Egipci, de la misma época, el Tercer periodo intermedio, y con trazos similares, aunque con colores mucho menos vivos y sin el cuerpo de la noble dama que lo ocupó en su día.

Cartonaje expuesto en el Museu Egipci de Barcelona, de la misma época y similar al hallado por Myriam Seco y su equipo en la misión del templo de Tutmosis III.

La tumba de este relevante sirviente real lleva a Seco a pensar que puede haber otras alrededor, pues el proyecto del templo de Tutmosis III, patrocinado por la Fundación Botín, Cajason, Cemex y Santander-Universidades, no para de dar sorpresas datadas a lo largo de “1.000 años de historia”. En septiembre iniciará la décima campaña con un equipo de más de 30 especialistas -egiptólogos, topógrafos, fotógrafos, dibujantes…-, la mayoría españoles, y 150 ayudantes egipcios y calcula que dentro de unos siete años el macrocomplejo podrá por fin visitarse como un museo al aire libre.

Tutmosis III, el Napoléon egipcio que reinó tras su madrastra, Hatshepsut

Tutmosis III (1490/68-1436 a. C.) era hijo de Tutmosis II y de una esposa secundaria. La esposa oficial de Tutmosis II era Hatshepsut, que a la vez era su hermanastra (ambos eran hijos de Tutmosis I pero de distintas mujeres). Hatshepsut, al morir prematuramente el faraón y llegar Tutmosis III al trono siendo solo un niño, se convirtió en reina corregente de su hijastro y sobrino, Tutmosis III, ejerciendo durante años todo el poder como mujer faraón.

A Tutmosis III, faraón de la XVIII dinastía, no se le llama en vano “Napoleón egipcio” pues fue un faraón conquistador, que no perdió ninguna batalla. Tras la muerte de Hatshepsut tuvo un próspero reinado ya en solitario durante el cual Egipto alcanzó la máxima extensión de sus fronteras (desde el río Éufrates, al norte de Siria, hasta la cuarta catarata del Nilo, el actual Sudán) y con el botín de sus victorias militares enriqueció el país, ganándose el respeto del pueblo. Su tumba se encuentra en el Valle de los Reyes.

Cuando en el 2008 la arqueóloga sevillana inició el proyecto, los muros del templo estaban completamente cubiertos de arena y a su alrededor descubrieron lo que debió ser como el “basurero”, con toneladas de restos de cerámica de ofrendas -vasijas, ostracas, fragmentos de estelas...-. Ahora, en el perímetro del templo (de 100 metros de fachada por 160 de fondo) del próspero Tutmosis III, hijastro de la reina Hatshepsut, han hallado un complejo religioso posterior, de un sacerdote, Jonsu, que veneraba aún al faraón conquistador en la época de Ramsés II.

NECRÓPOLIS

Otra de las sorpresas de estos años ha sido el hallazgo, debajo del templo, de una necrópolis del Imperio Medio (2000 - 1800 a.C.), a finales de la dinastía XII, con 20 tumbas hoy ya excavadas. En ellas, recuerda Seco, aún fascinada, el descubrimiento de un ajuar de lujosas joyas de una mujer joven que pertenecía a la realeza. “El techo se había hundido y había aplastado su sarcófago así que cuando los ladrones llegaron no pudieron saquearla y nos ha llegado hasta hoy. Era una tumba de alto ‘standing’ con un colgante en forma de concha, un amuleto cilíndrico, dos tobilleras y dos pulseras de oro de nudo de rizo", (iguales a la que la arqueóloga luce en la muñeca y que se hizo reproducir en plata). Ahora están expuestas en el Museo de Luxor.

Imagen de cómo era en los inicios de los trabajos arqueológicos, en el 2008, la misión de Myriam Seco, en el templo funerario de Tutmosis III, en Luxor.

También ha aparecido otra necrópolis, de la más desconocida dinastía XI (2150 a 1990 a.C), con tumbas sencillas de gente humilde que no habían sido saqueadas, y tumbas de la época tardía (siglos VIII-VII a.C) con 120 momias en distintos estados de conservación.

ÁRBOLES SAGRADOS

Sobre Tutmosis III, el objetivo inicial del proyecto, apunta que, aunque la información sobre su vida aparece de momento muy fragmentada, sí puede hablar de una querencia por los jardines y los árboles. En el patio, cuenta, "había un jardín con ocho agujeros de 9,5 metros de fondo por 2,5 de ancho que llegaban hasta la capa freática y donde plantaban árboles en tierra fértil del Nilo". En concreto, las raíces y hojas halladas en su interior eran perseas, “árboles sagrados”, que también colocaron ante los pilonos de la entrada del templo, en lugar de las habituales estatuas monumentales.

Volviendo al presente, Seco, que vive buena parte del año en El Cairo, sigue muy preocupada por el hecho de que el terrorismo y la convulsa situación política haya “arruinado el sector turístico”. “Egipto necesita que el turismo regrese. Actualmente hay mucho turismo chino, pero los europeos siguen, en general, sin elegir como destino los países árabes. No creo que haya una situación de inseguridad especial en Egipto -opina-. Tal como está el mundo, el peligro terrorista está presente en cualquier sitio”.

Vía: El Periódico

Un misterioso pilar tallado en Göbekli Tepe (Turquía) podría hablar del impacto de un cometa que cambió en curso de la historia

El pilar del buitre de Göbekli Tepe - Martin B. Sweatman / Dimitrios Tsikritsis

El evento catastrófico provocó una pequeña edad de hielo que duró mil años y que pudo influir en la aparición de la agricultura. Los científicos creen que la piedra, situada en el yacimiento de Göbekli Tepe, en Turquía, es un monumento que recuerda los hechos.

Científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia) creen haber descifrado unos misteriosos símbolos esculpidos en unos pilares de piedra del yacimiento arqueológico de Göbekli Tepe, en Turquía. Y sus conclusiones son asombrosas. Según los investigadores, los relieves son la prueba de un evento catastrófico que pudo cambiar el curso de la Historia de la humanidad. La teoría es la siguiente: Hace 11.000 años, un enjambre de fragmentos de cometa impactó contra la Tierra, lo que provocó una mini edad de hielo conocida como Dryas Reciente, que duró más de mil años. Muchas especies de grandes animales, entre ellas el mamut lanudo, desaparecieron, y es posible que también causara importantes pérdidas humanas e incluso influyera en la aparición de la agricultura. La investigación aparece publicada en Mediterranean Archaeology and Archaeometry.

Los investigadores creen que estos símbolos, especialmente los de un pilar conocido como la piedra del buitre, que muestra animales tallados, están relacionados con las constelaciones. A su juicio, los animales tallados son símbolos astronómicos. Utilizando un software para emparejar sus posiciones de acuerdo a los patrones de las estrellas, los científicos fecharon el acontecimiento catastrófico en el año 10.950 antes de Cristo, el momento exacto en el que comienza el Dryas Reciente, según los datos de núcleos de hielo de Groenlandia.

El hallazgo respalda la teoría, muy controvertida, de que un impacto cósmico pudo ser la causa de la caída repentina de la temperatura. El gas tóxico envenenó el aire y nubló el cielo, lo que hizo que los grados cayeran en picado. Esto, además de influir en la fauna y la flora de la época, pudo provocar que diferentes grupos humanos se unieran para cultivar cosechas, lo que llevó al desarrollo de la agricultura.

Un observatorio de meteoritos

Según los investigadores, las tallas parecen haber sido importantes para la gente de Göbekli Tepe durante milenios, lo que sugiere que el evento y el clima frío que siguió al impacto probablemente afectaron de forma muy grave a sus vidas.

Los investigadores creen que las imágenes fueron concebidas para documentar el evento cataclísmico, y que una talla adicional que muestra a un hombre sin cabeza podía indicar un desastre humano y una extensa pérdida de vidas.

Posición del sol y las estrellas en el solsticio de verano 10950BC- Martin Sweatman, Stellarium

Además, el simbolismo en los pilares demuestra que los cambios a largo plazo en el eje de rotación de la Tierra ya fueron registrados en este momento usando una forma temprana de escritura, y que Göbekli Tepe, considerado el lugar de culto religioso más antiguo del mundo, era un observatorio de meteoritos y cometas.

El hallazgo también apoya una teoría de que nuestro planeta experimenta periodos en los que los impactos de cometas son más probables, debido a que la órbita terrestre intercepta anillos orbitantes de fragmentos de cometas en el espacio.

«Parece que Göbekli Tepe fue, entre otras cosas, un observatorio para vigilar el cielo nocturno. Uno de sus pilares parece haber servido como un monumento a este evento devastador, probablemente el peor día en la historia desde el final de la edad de hielo», señala Martin Sweatman, de la Escuela de Ingeniería de la universidad.

Vía: ABC