La vieira que puso a Mula (Murcia) en el mapa mundial prehistórico

Las dos caras de la media vieira, usada como adorno personal, encontrada en Cueva Antón (Mula). / Joao Zilhao

La última ocupación neandertal de Cueva Antón (según el radiocarbono, hace unos 37.000 años) dejó una serie de vestigios, no muy numerosos, compuestos por una docena de útiles y restos de talla asociados a una treintena de huesos -casi todos de ciervo y muchos de ellos claramente fracturados por el hombre- pero entre las piezas recogidas, una llama la atención por su excepcionalidad: una concha de vieira rota por la mitad con una gran perforación central y cuya cara externa había sido pintada con un pigmento de color anaranjado obtenido mediante la mezcla de dos minerales de hierro, la hematita (roja) y la goetita (amarilla). Su descubrimiento y la información que de ella se desprende han llevado a que se hable de esta pieza por todo el mundo.

Según palabras de João Zilhão (izquierda), «la pérdida del color original de la cara que fue pintada y las múltiples microperforaciones producidas por esponjas indican que se trata de una concha arrojada desde los fondos marinos a la playa donde fue recogida; es decir, que procede de una distancia de por lo menos 60 km, que es la que separa Cueva Antón del punto más cercano de la costa de Murcia».
Atendiendo a esa distancia, al carácter esporádico de la ocupación y a la naturaleza relativamente frágil del material, la interpretación lógica de esta pieza es que cumpliera un rol no utilitario sino simbólico. «Con toda probabilidad, se trata de un objeto de adorno que circulaba por el territorio con la persona que lo portaba; al romperse cuando estaba por Cueva Antón, esa persona ahí mismo lo tiró; si no es que, más sencillamente, ahí es donde lo perdió», explica el arqueólogo.
Esta conclusión gana especial relevancia debido a que la tecnología de talla de la piedra que se desprende de los útiles y restos de talla en sílex asociados a esta concha pintada es idéntica a la observada en los niveles de base del yacimiento formados hace unos 75.000 años.

En esta tecnología, que los arqueólogos denominan como de tipo Paleolítico Medio o Musteriense, la intención del artesano es obtener lascas cuya forma viene predeterminada por el modo en que se desprenden del núcleo de piedra. «En Europa, solo los neandertales habían empleado esa tecnología, por lo que, en el caso de Cueva Antón, su presencia constituye prueba sólida, aunque indirecta, de la identidad del grupo humano al que pertenecía el propietario de la vieira».
A pesar de su número reducido, aparente sencillez y falta de espectacularidad, el investigador de la Universidad de Murcia, Ignacio Martín Lerma (derecha), asegura que «los hallazgos de esta cueva prueban que los neandertales practicaban la ornamentación personal y que, por lo menos en el Sureste peninsular, la desaparición de estos grupos hubo de darse hace menos de 37.000 años».

¿Y por qué son estas dos conclusiones de gran importancia? En el caso del uso de complementos, asegura que «la ornamentación del cuerpo es una forma de transmitir información sobre el estatus social de la persona, por ejemplo, sobre su identidad étnica, su grupo de edad, si tiene o no pareja, etc. Todo ello a través de la utilización de elementos como colgantes, anillos, brazaletes, botones, collares, tatuajes o pinturas, entre otros, cuyo significado deriva de unos códigos arbitrarios que son independientes de sus propiedades intrínsecas».

Se trata por lo tanto de cómo la utilización de símbolos constituye el fundamento mismo del pensamiento y del lenguaje humano. A modo de conclusión, la profesora de la Universidad de Murcia, Josefina Zapata (izquierda), señala que, «tanto estos aspectos culturales como los datos genéticos obtenidos en los últimos años, muestran que la relación entre las poblaciones de neandertales y modernos era más estrecha de lo que tradicionalmente se ha venido ofreciendo al presentarlos como especies diferentes».

En cuanto a la desaparición de los neandertales del Sureste español, el dato obtenido en Cueva Antón es importante porque, junto con informaciones recabadas de algunas áreas de Gibraltar y Portugal, se pone de manifiesto que mientras al Norte de la depresión del Ebro, la sustitución de los neandertales por los modernos se dio hace no menos de 41.000 años; los neandertales habrían persistido cuatro milenios más en el Sur y el Oeste de la Península Ibérica que en el resto de Europa.

Fuente: laverdad.es | 19 de junio de 2017


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¿Quiénes fueron los primeros murcianos?

La región ha sido lugar de paso y asentamiento de numerosas poblaciones a lo largo de la historia. El yacimiento de la Bastida (Totana), perteneciente a la cultura argárica, es uno de los poblados más extensos (4,5 hectáreas como estimación mínima) de los inicios de la Edad de Bronce en Europa continental y está considerado como uno de los asentamientos más importantes de la Prehistoria reciente europea. No es por tanto de extrañar que mucho antes de esa época, otros hubiesen ocupado la zona.

Era el año 2005 cuando el investigador portugués João Zilhão, del Instituto Catalán de Investigación y Estudios Avanzados (ICREA), comenzaba a excavar en el yacimiento de Cueva Antón (Mula). Allí, ubicado en el embalse de La Cierva y tras varias campañas, se descubriría uno de los hábitats de época neandertal más relevantes de la región. Este proyecto le sirvió para dar el salto a dos abrigos situados en Rambla Perea: Finca de Doña Martina y La Boja. Algo que, según el arqueólogo y profesor del Área de Prehistoria de la Universidad de Murcia, Ignacio Martín Lerma, sucedió «gracias a su gran intuición y a una enorme experiencia en excavaciones paleolíticas».

Excavación de uno de los hogares encontrados en el yacimiento de La Boja (Mula). / Joao Zilhao

Señala que «Zilhão es, sin duda, uno de los grandes investigadores de la Prehistoria del momento. La investigación del Paleolítico en Murcia es un referente gracias a sus estudios en la zona de Mula. Su visión innovadora y su indiscutible trayectoria en este campo está arrojando mucha luz a todas esas incógnitas que rodean a los grupos que habitaron nuestra Región en el Pleistoceno».

Hace más de diez años, pues, que se está trabajando en ese enclave, siempre con la colaboración de la Universidad de Valencia -donde se encuentra el catedrático de Prehistoria, Valentín Villaverde- y con la financiación de varios proyectos del Ministerio de Economía y Competitividad Español, de la Fundación Séneca y la Universidad de Murcia, así como con el respaldo del Ayuntamiento de Mula y el Museo El Cigarralejo. En el equipo, formado por especialistas de índole internacional, también se encuentran Josefa Zapata e Ignacio Martín, ambos de la UMU.

Estos yacimientos arrojan luz sobre un intervalo de tiempo durante el cual se dieron, de modo global, importantes transformaciones a nivel climático, geológico, biogeográfico y evolutivo que sentaron las bases del mundo actual. A lo largo de sus secuencias estratigráficas, se observa cómo las sociedades de cazadores-recolectores de tiempos no solo muy antiguos sino también muy diferentes se buscaban la vida: inicialmente, hasta hace unos 75.000 años, en el marco de climas y paisajes semejantes a los actuales (pero sin los cambios introducidos por la agricultura, la industria y la urbanización); después, en el contexto de los climas más fríos y secos y los paisajes consecuentemente más agrestes que caracterizaron la última época glacial, terminada hace unos 11.500 años.

Precisamente, Ignacio Martín Lerma destaca que «lo más importante de estos yacimientos es que si analizamos, en conjunto, las estratigrafías de Cueva Antón y de los yacimientos de Rambla Perea, tenemos ante nuestros ojos una secuencia temporal completa del Paleolítico Medio al Paleolítico Superior, y esto es algo único y excepcional. Por primera vez, de una manera tan detallada y en un mismo sitio, se obtienen datos de todo este gran periodo que abarca tantos miles de años».
Foto: Arriba: situación de la Cueva Antón, en las inmediaciones del embalse de La Cierva, Murcia. Abajo: Vista de las excavaciones en su interior.

Hacia las dos terceras partes de este recorrido, hace no más de 40.000 años y no menos de 35.000, se produjo un cambio en torno a la cultura material en relación con un evento de gran importancia como fue la desaparición de las poblaciones de neandertales. Teniendo en cuenta lo larga que había sido su trayectoria evolutiva -sus orígenes se remontan a los fósiles de hace medio millón de años encontrados en la Sima de los Huesos de Atapuerca- esa desaparición se muestra como un proceso repentino, algo misterioso, cuya explicación es desde hace más de un siglo objeto de interés persistente e inagotable.

Un interés más que justificado si se tiene en cuenta que las poblaciones que aparecen a continuación son aquellas que los científicos, por su parecido con la Humanidad actual en términos de morfología esquelética y fisonomía, han acordado designar como 'modernas', por ser las primeras que intuitivamente se reconocen como ancestros 'iguales a nosotros'. A ese respecto, «los yacimientos de la cuenca de Mula aportan un gran conocimiento sobre ambas poblaciones, la de los neandertales y la de los modernos», en palabras de Josefina Zapata, profesora de Antropología de la UMU.

Como explica Martín Lerma, «la excelente conservación de los vestigios arqueológicos se debe a dos circunstancias. Por una parte, el hecho de que los restos abandonados quedaban rápidamente enterrados bajo las arenas traídas por las crecidas (mecanismo que es fácil de entender recordando que las condiciones climáticas de la época eran parecidas a las actuales). Basta imaginar a la gente acampando en el lugar a principios de septiembre y, como suele pasar a día de hoy, una gota fría cayendo sobre la cuenca de Mula a finales de mes, trayendo consigo la inundación del abrigo y sepultando los restos dejados en el campamento abandonado días atrás».
«Por otra parte, está el hecho de que estos campamentos eran cosa de poca duración y poca gente, con lo que los vestigios no sufrían los efectos redistribuidores y homogeneizadores que, en un espacio restringido, son la inevitable consecuencia de la circulación de personas».

De los habitantes de esta zona de la región se conoce que los grupos contaban con entre diez y quince miembros que buscaban lugares en los que resguardarse durante breves periodos de tiempo para posteriormente volver a moverse.

Por supuesto, el hecho de que ocuparan dichos lugares no era casualidad, sino que son vías de paso naturales ubicadas en lugares estratégicos, por su proximidad a fuentes de agua, acceso a fuentes de materias primas -sobre todo de sílex- o eran zonas de altura que ofrecían mucha visibilidad. El clima del momento era algo más cálido (dentro de los fríos paleolíticos) por lo que el Sureste, siempre se ha dicho, pudo ser el último refugio de los neandertales.

También cuenta Ignacio Martín que «las hogueras encontradas están aportando gran cantidad de información, ya que en otros yacimientos están alteradas y erosionadas, mientras que aquí se encuentran en muy buen estado de conservación. Datando los carbones que se encuentran en el interior de estas estructuras de combustión sabemos en qué momento cronológico nos encontramos y, por ejemplo, en el abrigo de la Boja hay más de 40 fechas radiocarbónicas».


Foto: Cueva del Arco (Cieza, Murcia).

En este momento también existe una gran expectativa en torno a otro yacimiento, emplazado en el Cañón de Almadenes, en la Cueva del Arco (Cieza), del que Ignacio Martín es codirector junto a Didac Román, de la Universidad de Barcelona. «Se trata de un lugar muy especial porque, tras un par de pequeñas campañas iniciales, podemos confirmar que se trata de un yacimiento único, ya que además de contener también una importante secuencia desde el Neolítico al Paleolítico Medio, en las paredes de la cavidad hay pintado arte paleolítico del Magdaleniense y del Solutrense. Aunque todavía no se sabe con exactitud lo que pueda aparecer en la próxima campaña (planificada para el próximo mes de septiembre), las expectativas son muy altas, ya que queda una gran potencia de sedimentos por excavar e, incluso, tenemos una cavidad completamente sellada que puede albergar más pinturas», apunta el profesor de la Universidad de Murcia.

A eso hay que añadirle el hecho de que ya se conoce que en este lugar existieron ocupaciones anteriores a la época de la que datan las pinturas, como por ejemplo del Gravetiense -con un hogar fechado que tiene 30.500 años- o piezas líticas que se asocian ya directamente a tecnología musteriense, propia de los neandertales.

Fuente: laverdad.es | 19 de junio de 2017

Tu gato desciende del gato salvaje africano

"El ser humano es civilizado en la medida en que comprende a un gato", afirma una cita atribuida habitualmente al escritor irlandés George Bernard Shaw, la primera persona que ganó un premio Nobel y un Oscar. La frase es presumiblemente apócrifa, pero sirve para resumir la historia común de humanos y felinos, detallada hoy por un equipo internacional de científicos.


Los investigadores han analizado el ADN de los restos de unos 200 gatos, tomados de momias egipcias, yacimientos vikingos y cuevas de la Edad de Piedra, entre otros lugares variopintos. Los indicios sugieren que todos los mininos domésticos actuales descienden del gato salvaje africano, una subespecie del gato montés euroasiático.

“Hemos detectado dos centros de domesticación independientes: uno en Próximo Oriente hace unos 10.000 años y otro posterior en Egipto”, explica Arturo Morales (izquierda), un biólogo de la Universidad Autónoma de Madrid implicado en la investigación.
Los científicos han dibujado la biografía del gato más exhaustiva hasta la fecha. Su amistad con los humanos habría surgido hace 10 milenios, cuando los gatos salvajes africanos se acercaron a los primeros asentamientos agrícolas, probablemente atraídos por los roedores que infestaban las cosechas. La convivencia durante el Neolítico en el Próximo Oriente habría dado lugar a una selección de los gatos más sociables, que acabaron saliendo de la península de Anatolia en un primer linaje que conquistó la actual Bulgaria hace más de 6.400 años.

Un segundo linaje posterior dominó el Antiguo Egipto, según muestra el análisis de ADN de las momias felinas egipcias. Los investigadores —dirigidos por los genetistas Eva-Maria Geigl y Thierry Grange, del CNRS francés— creen que estos gatos conquistaron el Mediterráneo hace unos 3.000 años a lomos de los barcos mercantes, en los que eran introducidos para acabar con ratas y ratones. El estudio constata la presencia de estos gatos de origen egipcio en el puerto vikingo de Ralswiek, en la actual costa alemana, en el siglo VII. También aparecen en el puerto persa de Siraf, en lo que hoy es Irán, en el siglo VIII.

El ADN analizado confirma lo que ya sugerían las pinturas del Antiguo Egipto: por entonces predominaban los gatos atigrados listados, con bandas en su pelaje, como sus hermanos salvajes. El patrón a manchas en los felinos domésticos no se hizo habitual hasta la Edad Media, tras aparecer en el siglo XIV en Turquía occidental.

En el estudio, publicado hoy en la revista especializada Nature Ecology & Evolution, también ha participado la paleontóloga española Laura Llorente (derecha), de la Universidad de York (Reino Unido). Llorente y Morales han aportado el análisis de restos de gatos prehistóricos hallados en Tabernas (Almería) y Cova Fosca (Ares del Maestrat, Castellón).

Hace 10 años, un estudio pionero en el que participó el biólogo Miguel Delibes de Castro ya conectó el origen del gato doméstico con la revolución agrícola en Próximo Oriente. A juicio de Llorente, la fortaleza del nuevo trabajo deriva de los restos analizados, que cubren un periodo desde el siglo XIX hasta hace unos 9.000 años. "La información que proporcionan estas muestras es muy potente y más detallada que la que hasta ahora habían proporcionado estudios anteriores que habían utilizado muestras actuales o, en caso de ser de museos, muy recientes", opina la paleontóloga.

Cueva de la Victoria (Málaga), un refugio 'único' con 30.000 años de historia

Investigadores estudian la llamada galería de las Conchas de la cueva de la Victoria. RAQUEL GARRIDO


Hace sólo una semana saltó a la actualidad informativa por una desgraciada noticia relacionada con el progresivo abandono que ha sufrido y las pintadas realizadas en su interior. Pero enfrascados en la habitual batalla política y entre administraciones por buscar culpables, de lo que se ha hablado poco es de la necesidad de valorar y conservar el patrimonio único que atesora la Cueva de la Victoria por ser uno de los 400 yacimientos estudiados en todo el mundo con arte Paleolítico en sus paredes.

No es la única característica que lo convierte en un espacio digno de los mayores honores de protección. Lo sabe bien el arqueólogo Pedro Cantalejo (izquierda), que junto a su equipo fue el último investigador de esta cavidad de la que analizó y catalogó el arte que los prehistóricos de hace 30.000 años ya dejaron plasmado en sus paredes. "Su principal valor es que todo el proceso histórico de la bahía de Málaga está contado en su interior durante 30.000 años de uso, en los que se produjo la transformación de los dos grandes modos de vida de la prehistoria", aseguró el también técnico del área de Patrimonio del Ayuntamiento de Ardales.

Su primer uso como refugio data de hace 30.000 años. Las cuevas del Cantal -a la que pertenece la de la Victoria-, los acantilados y las grandes playas de la Cala y Rincón de la Victoria que durante los picos fríos constituían unas plataformas continentales con mayor superficie dado el bajo nivel del Mediterráneo en esos momentos, constituyeron el espacio vital idóneo de uno de los grupos humanos estables de la bahía de Málaga.

Según el estudio realizado por el equipo de Cantalejo, titulado Prehistoria en las cuevas del Cantal, las claves de la ocupación de un espacio como éste son que "los ecosistemas que se abren al aprovechamiento de sus recursos son extraordinarios y permitieron afrontar la vida con suficientes garantías de supervivencia, afrontando una movilidad estacional necesaria para el aprovisionamiento económico e imprescindible y evitar el aislamiento social".

Y es que los pobladores de la provincia de Málaga durante el Paleolítico superior se beneficiaban ya de las bondades de un tiempo tan benévolo como el de la Costa del Sol instalando en las cuevas de la bahía de Málaga su residencia invernal para únicamente ir al interior, donde el frío hacía muy difíciles las condiciones de vida, a cazar los grandes mamíferos y recolectar frutos, hierbas y todos los alimentos más difíciles de encontrar en la costa.

Los cazadores, recolectores y pescadores que vivieron en Málaga hace entre 40.000 y 10.000 años, periodo que abarca el Paleolítico superior, mantenían lo que se conoce como un nomadismo restringido al usar distintos territorios de la provincia en función de las estaciones del año para sacarle el máximo partido a los recursos y el clima de cada momento.

Eso hacía que durante la estación cálida, es decir, la mitad de la primavera, el verano y parte del otoño, los grupos humanos trasladaban sus campamentos a las sierras interiores, como es el caso detectado en la Cueva de Ardales, para aprovisionarse de cara al invierno. Cuando terminaban todas estas tareas y el sombrío invierno amenazaba con llegar, justo después de la berrea de los ciervos, estos grupos hacían el equipaje de vuelta a la Costa con el río Guadalhorce como guía.
A partir de recorrer los 40 kilómetros que separan uno y otro punto, cada grupo se distribuía entre las cuevas de La Araña, Torremolinos, Benalmádena y, por supuesto, Rincón de la Victoria. La gran ventaja que les daba su cercanía con el mar, cuyo nivel en ese momento estaba más lejos que el actual, era la pesca y el marisqueo.

El estudio del grupo d investigación de Cantalejo determinó que estos comportamientos vitales hicieron que los emplazamientos quedaran consolidados, lo que explica "la gran importancia que tiene la conservación y estudio de unos yacimientos que se encuentran en el origen de una relación de miles de años con los seres humanos".

La pintura rupestre esquemática es una de los singularidades de la Cueva de la Victoria. / SUR

Se cree que los primeros pobladores de las cuevas del Cantal, un complejo subterráneo de más de de dos kilómetros de recorrido que incluye también las cavidades llamadas del Tesoro y del Higuerón y donde se han encontrado 80 zonas pintadas durante la prehistoria, se adentraron primero en la cueva de la Victoria y con sus lámparas de grasa de tuétano exploraron su interior en busca de un refugio sin alejarse demasiado de la luz natural.

El lenguaje gráfico que estos primeros grupos de exploradores empleó consistió en tocar las paredes con las manos y los dedos manchados de pintura roja mediante la aplicación directa del polvo extraído del raspado de óxido de hierro. Con estos gestos, que estaban presentes en su cultura, el arqueólogo explicó que trataban de legitimar el uso de los territorios y constituían elementos de apropiación e identificación de los grupos humanos y los recursos de la zona. La cueva de la Victoria atesora, por tanto, una pequeña pero importante colección de arte rupestre paleolítico cuyo estado de conservación general es malo.

El legado artístico dejado por las poblaciones de cazadores que usaron la cueva como refugio hasta hace aproximadamente 10.000 años no es lo único que la hace distinta, sino el hecho de que se complemente con el arte esquemático posterior de los primeros pastores y cazadores del Neolítico. Según el arqueólogo, el final de la glaciación favoreció los primeros asentamientos humanos fuera de las cuevas con el desarrollo de la agricultura y la pesca, por lo que éstas se transformaron en un lugar de los antepasados y en lugares de enterramiento.


La cueva de la Victoria lo fue a partir de hace 6.000 años y en torno a ese depósito funerario se realizaron nuevas pinturas en las paredes. "La conocida como sala del Dosel representa el culmen artístico de aquel periodo, un espacio artístico-funerario en el que fueron dispuestos dos grandes frisos enfrentados de forma simétrica con motivos de arte esquemático que hacen de este lugar un conjunto extremadamente excepcional y donde radica la verdadera importancia de este enclave".

Los temas representados son fundamentalmente antropomorfos y signos, e incluso pudo querer representarse algún tipo de armamento. La mayoría de las figuras humanas se basan en un esquema simple que representa el tronco y las extremidades superiores. Sin embargo, aparece uno también con las extremidades inferiores, de mayor tamaño que el resto y el único caso en el que el sexo parece haberse representado de forma explícita.

Precisamente el mismo sitio donde aparecieron las pintadas vandálicas representa, aseguró Cantalejo, "el ejemplo estudiado más claro y evidente ritual de hacer un espacio subterráneo en un panteón decorado y que supone un modelo sepulcral que 3.000 años después fue usado por grandes civilizaciones mediterráneos como los egipcios". En definitiva, un lugar único.

Un museo de la Prehistoria en el absoluto olvido

El estudio del arquitecto Luis Machuca resultó en 2010 el ganador del concurso convocado por el Ayuntamiento de Rincón de la Victoria para construir el que sería el Centro de Interpretación de la Prehistoria de Andalucía y musealización de la Cueva del Tesoro, llamado a ser referente de la Prehistoria del litoral. El proyecto, que contaba para su ejecución fondos europeos, contemplaba el propio edificio del museo, la puesta en valor de las cuevas del Cantal, declaradas Bien de Interés Cultural (BIC), y el diseño de un parque arqueológico en torno al conjunto. El equipo de investigación de Pedro Cantalejo participó en la redacción de la parte expositiva del proyecto que nunca se ejecutó.

Fuente: malagahoy.es | 18 de junio de 2017

Científicos rusos descubren con qué herramienta tallaron 'la estatua más antigua del mundo'

El ídolo de Shiguir, con 11.000 años de antigüedad y con un mensaje codificado dejado por un antiguo hombre del Mesolítico, es casi tres veces más antiguo que las pirámides egipcias. Nuevos hallazgos científicos sugieren que las imágenes y los jeroglíficos de la estatua de madera se tallaron con… los dientes de un castor.


La estatua se descubrió mientras excavaban en un pantano de turba en una mina de oro en los montes Urales ya en 1890. Recientemente, los investigadores alemanes pusieron, por fin, la fecha para su creación: hace 11.000 años, informa Siberian Times.

​Según el profesor Mijaíl Zhilin, la estatua de madera, originalmente de 5,3 metros de altura, estaba hecha de alerce, con la base y la cabeza tallada con herramientas de facetas de silicio.

Según el experto, la superficie se pulió con un abrasivo de grano fino, después de lo cual el ornamento se talló con un cincel y representa información cifrada.
El ídolo se usaba para trasmitir conocimientos. Si bien los mensajes siguen siendo "un misterio absoluto para el hombre moderno", estaba claro que sus creadores "vivían en total armonía con el mundo, tenían un avanzado desarrollo intelectual y denotaban un complejo mundo espiritual".
​"Las siete caras del artefacto eran lo último que se tallaba porque aparte de los cinceles, se usaban algunas herramientas muy interesantes, hechas de mitades de mandíbulas inferiores de castor".
El ídolo no se sostenía enterrado en el suelo sino que lo colocaron sobre una base de piedra, dijo Zhilin. Se mantuvo así durante unos 50 años antes de caer a un estanque y posteriormente se cubrió de césped. La turba lo conservó como en una cápsula del tiempo.
El notable ídolo de siete caras está ahora expuesto en un sarcófago de cristal en un museo de Ekaterimburgo.
Fuente: mundo.sputniknews.com | 17 de junio de 2017

Los científicos siguen ahondando en el origen africano del ‘Homo sapiens’

Las modernas técnicas de análisis genético sostienen que los hombres actuales provienen de una pequeña población de Homo sapiens que vivió hace unos 200.000 años en África. Es lo que se conoce como reloj molecular: teniendo en cuenta la diversidad genética entre individuos y las mutaciones que se producen de forma natural, que siguen patrones de cambio evolutivo más o menos estables, es posible retroceder en el tiempo y encontrar la convergencia.

Según subrayan los manuales de paleontología, diversos fósiles humanos anatómicamente modernos localizados en el este y el sur del continente avalan está hipótesis. Por ejemplo, un yacimiento bien documentado es el de Kibish, cercano al río Mo, en Etiopía, donde en 1967 se localizó un cráneo de hace 195.000 años con un volumen cerebral de 1.435 centímetros cúbicos.

Sin embargo, los restos humanos localizados en el yacimiento marroquí de Jebel Irhour, presentados esta semana por la revista Nature, desafían los dogmas: no solo han aparecido en el noroeste de África, una región alejada de los grandes yacimientos de la considerada cuna de la humanidad, sino que tienen una antigüedad estimada de 315.000-286.000 años, 100.000 más que los restos más antiguos atribuidos hasta ahora a Homo sapiens.



La cronología se ha obtenido tras datar con varios métodos las herramientas de piedra que aparecieron en los estratos de los huesos. «El descubrimiento reescribe los libros de texto sobre la aparición de nuestra especie», consideró al presentar los resultados el primer autor del estudio, Jean-Jacques Hublin, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, en Leipzig (Alemania).

COMBINACIÓN DE RASGOS

Los huesos de Jebel Irhour, sin embargo, no son exactamente iguales que los de un humano actual. Son incluso diferentes a los de Kibish. La parte delantera del cráneo muestra rasgos faciales muy modernos, pero la posterior es más arcaica. Pese a ello, los autores del trabajo no tienen dudas de que se trata de Homo sapiens, no de antepasados, y para confirmarlo presentan análisis anatómicos de huesos y de dientes. Los mismos trabajos sirven para alejarlos de otras especies como Homo heidelbergensis, supuesto antepasado común de los neandertales y de los hombres modernos.

¿Cuándo son humanos modernos y cuando son antecesores? El problema, considera Carles Lalueza Fox (izquierda), especialista del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (CSIC-UPF), es que el concepto de «especie» es muy poco preciso. Lalueza, que ha participado en proyectos sobre el genoma del neandertal, dice que la moderna evolución del Homo sapiens es un «complejo proceso» de constantes cruces entre poblaciones. «Nos empeñamos en ver la evolución como un árbol que se bifurca en ramas, una de las cuales acaba siendo la nuestra, pero la realidad es que es mejor hablar de un arbusto lleno de interconexiones».

Sin ir más lejos, en el yacimiento sudafricano de Florisbad se han localizado unos restos de hace 260.000 años vinculados al precursor Homo heidelbergensis. Y un poco posteriores (235.000 años) son los fósiles de Rising Star, también en Sudáfrica, atribuidos a una especie humana de cerebro muy pequeño, Homo naledi.

«Normalmente se considera que dos animales son de la misma especie cuando se pueden reproducir entre ellos, pero eso, en la mayoría de las ocasiones, no lo podemos determinar con los fósiles», explica Assumpció Malgosa (derecha), profesora de Antropología Física de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).

«Cuando no hay ADN no hay más remedio que basarse en los restos morfológicos, y es entonces cuando aparece la subjetividad», prosigue la investigadora, que lidera el GROB, grupo de investigación dedicado a la reconstrucción de personas y poblaciones a partir de sus restos. Ante un mismo cráneo con una característica más primitiva, insiste Malgosa, «un investigador puede considerarlo una reminiscencia arcaica dentro de una especie moderna y otro puede opinar que se trata de una especie arcaica».

En la misma línea se pronuncia María Martinón Torres (izquierda), paleontropóloga del University College de Londres: «En los fósiles de Jebel Irhour vemos características que nos permiten vincularlos a los sapiens, como el cerebro grande y una cara más grácil parecida a la nuestra». «Podemos ver un ancestro, un grupo de población que está cambiando a lo que luego seremos nosotros, pero no tiene todos los rasgos. El nombre que le pongamos seguirá siendo una convención».
En principio, dos poblaciones de una misma especie pueden desarrollar incompatibilidades reproductivas con el paso del tiempo. Sin embargo, la teoría está «llena de excepciones», concluye Lalueza. Los lobos y los coyotes, y también los osos pardos y los osos polares, los consideramos especies diferentes pero se pueden aparear y tener descendencia viable.

Fuente: diariocordoba.com | 11 de junio de 2017

La aventura del ‘Homo sapiens’ empezó antes de salir de África

Por María Martinón-Torres

El origen de nuestra especie está en África. Esta es una de las teorías de mayor consenso en el campo de la evolución humana. Los estudios genéticos de las últimas décadas apuntan de forma uniforme al continente africano como origen de toda la diversidad humana actual. La evidencia “dura” la proporcionaban los restos fósiles hallados en yacimientos como los de Herto y Omo en Etiopía que, con 180.000 años de antigüedad, mostraban ya algunos de los rasgos que consideramos exclusivos de nuestra propia especie.

Sin embargo, y a pesar de dedicar tanto esfuerzo a descifrar nuestros orígenes, Homo sapiens era irónicamente la especie sin pasado, la que aparecía de la nada, sin un antepasado claro en el continente africano. En otras palabras, sabíamos que veníamos de África, pero apenas teníamos idea de qué había sucedido allí.
Los hallazgos fósiles del yacimiento de Jebel Irhoud en Marruecos, y su nueva datación –en torno a los 300.000 años– comienzan a cubrir un vacío importante. Estos huesos, de gran tamaño cerebral y una cara muy parecida a la nuestra, podrían representar a los ancestros directos de los humanos modernos.

Aunque carecen todavía de los rasgos que se consideran exclusivos de Homo sapiens –como la frente vertical, el cráneo alto y abombado o nuestro característico mentón–, son mucho más gráciles y parecidos a nosotros que la mayoría de los restos conocidos para este periodo. Por eso, bien pueden representar la raíz del linaje que culminó con nuestro propio origen.

El hallazgo no está exento de sorpresas. Además de cubrir un periodo mudo en la historia de nuestra propia especie, sorprende su localización geográfica. Hasta ahora, fósiles humanos de antigüedad similar solo se habían encontrado en el este y el sur de África, y el único que presentaba características similares a los de Jebel Irhoud era el cráneo de Florisbad (derecha), en el extremo opuesto del continente, en Sudáfrica, datado en 260.000 años y clasificado por algunos investigadores dentro de la especie Homo helmei.

El descubrimiento de Jebel Irhoud nos recuerda que África es grande, y que los paleoantropólogos hemos sido ingenuos creyendo que lo complicado de nuestra historia comenzaba cuando Homo sapiens abandonaba su cuna hace unos 100.000 años. Creíamos que solo al salir de África empezaban las aventuras para los humanos modernos, al enfrentarnos a un clima mucho más cambiante y árido, a paisajes quebrados de montañas y a otros grupos de humanos, como los neandertales y los denisovanos, con los que habríamos de tener descendencia.
Un crisol de poblaciones diversas
Gracias a este yacimiento marroquí comprendemos que toda África puede potencialmente tener algo que ver con nuestro origen. En sus raíces más profundas, Homo sapiens era ya un crisol de poblaciones diversas que habitaron y llegaron a dispersarse por diferentes regiones de la gran África, y no solo el producto de la evolución lineal en un único lugar.
Homo sapiens se revela como una especie cosmopolita que conoció mundo antes de adentrarse en él. Esto incluye la fascinante posibilidad de que nuestros ancestros hayan conocido, ya en África, otras especies humanas. La revelación de que Homo naledi, una especie descubierta en Sudáfrica, solo tiene 300.000 años a pesar de su aspecto casi 'australopitecino', plantea el apasionante escenario de que quizá nuestros antepasados se cruzaron, en todos sus sentidos, con otra especie que hoy ya no existe.

En la novela En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, su protagonista recupera la memoria enterrada de su infancia al probar una magdalena mojada en leche. Esa experiencia sensorial le devuelve los recuerdos que no sabía que tenía y a partir de ahí pasa a recorrer su pasado y explorar su visión del mundo. Con los fósiles de Jebel Irhoud destapamos el pasado desconocido de nuestra especie, la infancia del linaje Homo sapiens. Como la magdalena de Proust, esto fósiles nos han devuelto la memoria.

Fuente: SINC | 12 de junio de 2017

Los vuelcos de la evolución humana

Estamos habituados a que muchas noticias de carácter científico se magnifiquen con titulares llamativos. En el ámbito de la evolución humana, la mayoría de los hallazgos realizados en los últimos años aparecen en los medios con la calificación de acontecimientos extraordinarios. Cada uno de esos hallazgos parece que nos obliga a reescribir la historia de la evolución humana. La noticia suele ir acompañada de titulares que invitan a la lectura. Es lo que toca. De ese modo, la evolución humana se nos muestra como una ciencia convulsa, con pies de barro, que “da un vuelco” cada vez que se encuentra algún yacimiento o fósil merecedor de ser publicado en revistas como Science o Nature. Si los/as lectores/as no conocen bien este ámbito científico, su confianza en las investigaciones que tratan los orígenes de la humanidad será más bien escasa ¿Tiene todo que empezar de cero cada vez que se encuentra algo interesante? Por supuesto, la respuesta es un rotundo NO. Aunque muchos hallazgos resulten sorprendentes, tan solo se necesita reformar una parte del edificio, que se lleva construyendo desde hace muchas décadas. Así funciona la Ciencia.

El caso de los dos últimos artículos recién publicados en la revista Nature son un claro ejemplo. Vaya por delante que los dos trabajos sobre el yacimiento de Jebel Irhoud, en Marruecos son excelentes y representan un paso adelante muy importante. Este yacimiento se conoce desde 1960. Los trabajos de cantería en un macizo de caliza cercana a la ciudad costera de Safi, situada a unos 400 kilómetros al sur de Rabat, dieron con resultado el hallazgo de un yacimiento arqueológico-paleontológico. Los primeros restos humanos se encontraron en 1961 y 1962, junto a abundantes restos de fauna y de herramientas de piedra. La interpretación de este lugar y su cronología han pasado por numerosas vicisitudes. Los métodos de datación han mejorado sensiblemente en estas últimas décadas, y de los iniciales 40.000 años de antigüedad hemos pasado a los 300.000 años, como nos revela uno de los artículos de la revista Nature. Este ha sido un paso crucial para comprender los hallazgos del yacimiento de Jebel Irhoud, que incluso fueron clasificados como una población neandertal del norte de África.


El científico Jean Jaques Hublin en Jebel Irhoud. Fuente: Los Angeles Time.

El método de la termoluminiscencia ha sido empleado para datar las herramientas asociadas a los fósiles humanos que fueron calentadas en las hogueras intencionadas realizadas en aquel lugar. El promedio de las fechas obtenidas fue de 315.000±34 años, que concuerda bien con otras dataciones obtenidas por medio de las series de uranio y ESR: 286.000±32 años. La cronología también es consistente con los restos fósiles de las especies halladas en Jebel Irhoud. Daniel Richter (Instituto Max Planck, Alemania) lidera uno de los dos artículos de Nature, junto a varios geocronólogos de primera línea.
Estas dataciones envejecen en casi 150.000 años las dataciones anteriores y llevan la industria asociada, clasificada en una tecnología conocida como “Middle Stone Age”, a una cronología muy antigua. Seguramente algunos arqueólogos no estarán muy satisfechos con este dato, porque esta tecnología siempre se ha considerado más reciente y asociada a los orígenes de nuestra especie. Y aquí llega el lío.

El artículo que describe los fósiles humanos ha sido liderado por Jean-Jaques Hublin, actual director del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck y Philip Günz, uno de los más reputados expertos en evolución del cerebro.

Las recientes excavaciones en Jebel Irhoud dieron como resultado el hallazgo de más fósiles humanos, rodeados de un contexto muy claro de herramientas y fósiles. Todos los hallazgos proceden del mismo nivel y, por primera vez, las excavaciones se han realizado con rigurosidad. Este nivel (el número 7) ha proporcionado los restos de al menos cinco individuos: tres adultos, un adolescente y un niño. Aunque el último cráneo recuperado ha tenido que ser restaurado de manera digital, su aspecto recuerda al primer cráneo encontrado en los años 1960s.


Comparación del cráneo 1 de Jebel Irhoud (izquierda de la imagen) con el cráneo de Cro-Magnon.

La morfología de los restos de Jebel Irhoud puede ser interpretado de manera diferente por distintos expertos. La mandíbula no tiene un mentón propiamente dicho, como el de la humanidad actual; pero su aspecto general no dista mucho del nuestro. Lo mismo sucede con el primer cráneo encontrado en 1961 (número 1) y con la reconstrucción del nuevo cráneo (número 10). Su parte posterior no es tan esférica como la nuestra. El cráneo es más bajo y carece de la notable expansión de las bolsas parietales. Pero la frente es muy vertical y la cara es prácticamente como la nuestra. Así que nos encontramos ante unos restos, que muchos se atreverían a incluir en la especie Homo sapiens, mientras que otros/as serían más cautos/as. El cráneo de Florisbad, en Sudáfrica (260.000 años) tiene un aspecto muy similar a los cráneos de Jebel Irhoud y fue incluido por su descubridor en la especie Homo helmei.

¿Qué reflexiones podemos hacer sobre este dilema? Una posible solución consistirá en ampliar la variabilidad admitida para nuestra especie y así poder incluir el ella los restos de Jebel Irhoud. También podemos discrepar de las conclusiones de Hublin y sus colegas y reconocer que estamos ante los restos de la especie que sin duda precedió a la verdadera especie Homo sapiens, con todos sus atributos esqueléticos.

El mismo problema ha surgido en Europa con el hallazgo de los humanos de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Nos lo recuerda el investigador Chris Stringer en su artículo de la sección de News & Views del mismo número de la revista Nature. Los humanos de la Sima de los Huesos no son “Neandertales clásicos”, con todos los rasgos que caracterizan a esta población europea; pero su aspecto era ya muy similar al de los Neandertales. Desde 2014, los humanos de la Sima de los Huesos dejaron de tener un nombre oficial, al haber sido separados (pienso que acertadamente) de la especie Homo heidelbergensis. Los humanos de Jebel Irhoud y Sima de los Huesos precedieron a los “sapiens clásicos” y a los Neandertales clásicos, respectivamente. Si fueran incluidos en Homo sapiens y en Homo neanderthalensis tan solo tendríamos que ampliar nuestros horizontes mentales. La segunda solución pasa por incrementar el repertorio de especies de nuestra genealogía. Cualquiera de las dos soluciones supondría una pequeña reforma del edificio.

Los yacimientos de Florisbad y los de Jebel Irhoud distan unos 11.000 kilómetros. Su cronología y la morfología de los cráneos es muy similar. Todos estos hechos nos llevan a otra reflexión. Tenemos dos opciones: 1) La especie ancestral a Homo sapiens (quizá Homo helmei) estaba bien repartida por todo el continente africano hace 300.000 años y solo una de las poblaciones de esta especie dio lugar a la nuestra; y 2) La especie Homo sapiens es más antigua de lo que se pensaba hace tan solo unos días y hace 300.000 ya se había expandido por toda África. En el próximo post trataré de responder a esta cuestión con nuevos datos procedentes del campo de la genética.

Descubren un baño ritual "Mikve" en Maqueronte (Jordania), dónde Herodes decapitó a Juan el Bautista

Una misión arqueológica húngara que excava en las ruinas de la fortaleza de Maqueronte en Jordania, ha descubierto una monumental Mikve, un gran baño ritual que probablemente fue construido para el uso del rey Herodes y su familia, según informan Haaretz y Jewish Press.



Fotos: Reconstrucción de la fortaleza de Maqueronte. Por cortesía de Hungarian Archaeological Mission to Machaerus.

La piscina de purificación hallada, con 12 escalones, es la mayor de su tipo que se ha encontrado en Jordania. Su arquitectura es muy similar a los baños rituales descubiertos en las cercanías de Qumran, al otro lado del Mar Muerto, en Israel, que hasta ahora se consideraban únicos. Los restos de esta Mikve han sido localizados a tres metros bajo el patio real y debía de haber estado cubierta por un techo de bóveda de piedra que probablemente fue demolido por los romanos durante la represión de la gran revuelta judía en el año 71 después de Cristo. Las excavaciones han sacado a la luz restos de paredes y columnas que fueron derribados.


Fotos: El magnífico enclave de la fortaleza. Por cortesía de Hungarian Archaeological Mission to Machaerus.

Los trabajos arqueológicos del equipo húngaro-jordano dirigido por Győző Vörös han descubierto enormes paredes intactas del interior de la fortificación occidental, de alrededor de 9,2 metros de altura, que por primera vez muestran las dimensiones que debió tener esta ciudadela de Herodes en el desierto jordano.


En realidad, Herodes no construyó la fortaleza de Maqueronte. Había sido erigida por el rey hasmoneo Alejandro Janneo (104-78 a.C.) en torno al año 90 a.C., pero Herodes I el Grande la reconstruyó para defender sus territorios y, a su muerte, pasó a manos de su hijo Herodes Antipas. Fue durante esta etapa cuando fue encarcelado entre sus muros el profeta Juan el Bautista. Allí bailó Salomé para Herodes Antipas en la celebración de su cumpleaños poco antes de la Pascua.


Según el relato bíblico, Herodes quedó tan satisfecho del baile que prometió darle a Salomé lo que quisiera y ésta, aconsejada por su madre Herodías, pidió la cabeza de Juan el Bautista. «Aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso desairarla. Y al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y él fue y lo decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre», recoge el evangelio de Marcos (6, 26-28).

Flavio Josefo narra en sus «Antigüedades Judías» (Libro 18, cap.5), que el Bautista fue llevado a Maqueronte encadenado y fue condenado a muerte.

La fortaleza de Maqueronte fue de vital importancia para la defensa de Judea, en parte porque desde ella se divisaba Jerusalén. Cualquier ejército que quisiera acercarse a la ciudad por el este, tenía que ocupar primero Maqueronte y las señales de fuego en esta fortaleza advertían a las otras ciudadelas de la invasión enemiga. Plinio el Viejo consideraba a Maqueronte como la mejor fortificación de Judea, después de Jerusalén. Más fuerte que Herodión o Masada.

Fue destruida por los romanos al mando de Lucilio Baso durante la primera guerra romano-judía, aunque Plinio el Viejo no dice que quedara reducida a cenizas como Jerusalén.

Fuente: ABC, 17 de junio de 2017