Una investigación desmiente que la metalurgia del cobre se iniciara hace 8.500 años en Çatalhöyük (Turquía)

Cuentas con pigmento azul depositadas en uno de los enterramientos de Çatalhöyük, Turquía. El pigmento azul de este tipo contendría cobre. Proyecto Çatalhöyük / © Elsevier o Revista de Ciencias Arqueológicas.


Quince minúsculas "escorias metalúrgicas" incrustadas en resina para su análisis. Crédito: Miljana Radivojevic



Çatalhöyük, enclave de una protociudad neolítica y calcolítica en el sur de Anatolia, Turquía: Crédito: Omar Hoftun




Miljana Radivojević et al, Repealing the Çatalhöyük extractive metallurgy: The green, the fire and the 'slag', Journal of Archaeological Science (2017). DOI: 10.1016/j.jas.2017.0...

Fuentes: pulsoslp.com.mx |haaretz.com | 11 de septiembre de 2017

Descubren en Cantabria nuevas pinturas rupestres más antiguas que Altamira

Trazo pareado, motivo prototípico de las fases más antiguas del arte paleolítico cantábrico construido a base de dos trazos convergentes en su parte superior, de la cueva de Los Murciélagos (Entrambasaguas, Cantabria). MUSEO DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA DE CANTABRIA

Las técnicas científicas más punteras están siendo utilizadas para ampliar nuestro conocimiento de la memoria más remota de la humanidad. Un equipo del Museo de Prehistoria de Cantabria dirigido por el investigador Roberto Ontañón está recorriendo cuevas en las que había indicios de la presencia de arte paleolítico, pero no había sido totalmente confirmado. Ahora, gracias a nuevas técnicas de fotometría y de imagen, se han descubierto cuatro cavidades con dibujos geométricos, según anunció este lunes el propio Ontañón. Actualmente existen unas 70 cuevas decoradas en la cornisa cantábrica, en el norte de España, y los científicos esperan que, con estas nuevas técnicas, el patrimonio se amplíe en un 10%.

"Nuestro objetivo es visitar las cuevas con nuevas tecnologías y revisar viejos avisos de presencia de arte que nunca había sido totalmente comprobados. Queremos dar una batida por estos sitios con sensores de última tecnología y poder ver y estudiar lo que no se puede percibir con el ojo desnudo. Estos descubrimientos suman nuevos puntos al mapa del arte paleolítico en esta zona", explica por teléfono Ontañón (izquierda), uno de los más prestigiosos prehistoriadores españoles, que también es asesor de la Unesco.

Los yacimientos en los que se han descubierto nuevas manifestaciones artísticas son El Rejo (Val de San Vicente), Las Graciosas (Medio Cudeyo), Los Murciélagos (Entrambasaguas), Solviejo (Voto). Se trata de un proyecto de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de Cantabria, que se puso en marcha el año pasado y que continuará hasta que se trillen de nuevo otras cuatro cuevas. En la mayoría se descubren dibujos geométricos, sobre todo de puntos de color entre rojo y ocre, que son muy característicos del arte parietal de la cornisa cantábrica. Muchos dibujos prehistóricos son muy difíciles de reconocer a simple vista, mucho más en las condiciones lumínicas de una cueva y miles de años después de haber sido realizados.

Imagen de síntesis que integra datos de fotogrametría y sensor multiespectral tomados del panel principal de la cueva de El Rejo (Val de San Vicente, Cantabria). MUSEO DE PREHISTORIA Y ARQUEOLOGÍA DE CANTABRIA


El equipo del Museo de Prehistoria de Cantabria utiliza la topografía mediante láser y escáner en 3D de las cuevas y la ortofotografía y fotogrametría de los paneles decorados, con vistas a la obtención de imágenes 3D de alta calidad y resolución. En otras palabras, reproducen en un ordenador lo que no se ve claramente en las paredes con una precisión absoluta. Los trazos localizados son, en general, puntos aislados o formando hileras. No se han encontrado nuevas representaciones de animales, salvo dibujos de ciervos en El Rejo.



Los dibujos están datados entre 28.000 y 22.000 años antes del presente, más antiguos que los bisontes de Altamira (pintados hace unos 16.000 años). No se encuentran entre el arte más antiguo de la zona (en Altamira hay muestras mucho más remotos y en la cueva del Castillo, en Cantabria, se encuentran dibujos parecidos realizados hace unos 40.000 años, que se encuentran entre los más antiguos del mundo).

La cornisa cantábrica es uno de los lugares del mundo con mayor concentración de arte prehistórico. "Era un lugar muy bueno para vivir durante los periodos glaciales", explica Ontañón. "El mar cantábrico tenía un efecto atemperador del clima y por esa estrecha franja entre las montañas y el mar pasaban manadas de animales salvajes como los caballos". La cornisa es, además, el lugar del mundo en el que cambió nuestra percepción de la prehistoria: el descubrimiento en 1868 de la cueva de Altamira abrió una nueva perspectiva sobre la humanidad. Tras años de debates e incredulidad, quedó claro que los seres humanos que vivían hace miles de años eran como nosotros, habitantes de un mundo espiritual.

Foto: Vista general del panel de una de las cuevas.

Fuente: elpais.com | 11 de septiembre de 2017

Neandertales, la extinción de los otros humanos

Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, junto a la reproducción de un esqueleto de neandertal. JUAN MILLÁS

Hace 70.000 años, un pequeño grupo humano, dos o tres individuos, pescó unos cuantos mejillones, se acercó a un abrigo rocoso, encendió un fuego y, mientras se comía los moluscos, se dedicó a tallar piedras. Las huellas de aquella escena quedaron fosilizadas y esto ha permitido su reconstrucción a los científicos que trabajan en dos yacimientos arqueológicos del peñón de Gibraltar, las cuevas de Vanguard y Gorham.



Es un momento muy cercano, familiar, aunque a la vez muy alejado. Y no solo en el tiempo: aquellos humanos no eran sapiens como nosotros. Como neandertales, pertenecían a una especie humana distinta. Sus últimos miembros vivieron en este rincón del sur de Europa. Junto a otros yacimientos peninsulares, como El Sidrón en Asturias, estas cuevas han contribuido a transformar la imagen de aquella especie que habitó durante cientos de miles de años en Europa: la arqueología ha revelado que no fueron unos homínidos brutos y apenas dotados de razón, como se les ha descrito muy a menudo, sino unos seres muy parecidos a nosotros aunque, a la vez, distintos, y no solo anatómicamente.

Los neandertales tenían la capacidad del lenguaje, enterraban a sus muertos, eran solidarios con aquellos que no podían valerse por sí mismos, se decoraban con plumas y conchas, comían de todo (hasta atún y focas), e incluso se ha encontrado en Gibraltar un dibujo geométrico (aunque ninguna representación de animales o cosas) que indicaría que eran capaces de plasmar un pensamiento simbólico. Nuestra cercanía a esos otros humanos agranda el mayor misterio que les rodea: ¿por qué desaparecieron? Aunque la pregunta clave es aún más inquietante: ¿por qué ellos se fueron y nosotros seguimos aquí?


“Estas cuevas son muy generosas, nos acercan al día a día de los neandertales. La escena de los mejillones no puede ser más humana: dos personas junto al fuego, que comen y, a la vez, trabajan un poco. Por eso es tan emocionante”, señala Geraldine Finlayson, que, junto a su marido, Clive, director del Museo de Gibraltar, lleva 27 años dirigiendo la excavación de aquellas grutas con un equipo internacional en el que también trabajan un gaditano y un neozelandés afincado en Liverpool. Clive es, además, autor de un excelente ensayo sobre la evolución humana, El sueño neandertal (Crítica). Batidas ahora por el mar, en la vertiente oriental del Peñón, hace miles de años esas cuevas se encontraban a unos cuatro kilómetros tierra adentro, con un paisaje similar al de la actual Doñana y un excepcional clima cálido en Europa cuando el resto del continente vivía periodos glaciales.


Declaradas en 2016 Patrimonio de la Humanidad de la Unesco por su extraordinario valor arqueológico, en Vanguard y Gorham han aparecido todo tipo de restos relacionados con los neandertales, aunque solo un indicio humano: un diente de leche de un ejemplar de cuatro o cinco años de hace unos 50.000 años encontrado a principios de julio (izquierda). Dado que la presencia de los neandertales allí se prolongó durante 100.000 años, es tal vez el mejor lugar del mundo para tratar de comprender la vida material y simbólica de esta especie. De hecho, las cuevas han recibido el apodo de neandertalandia.
El nombre de neandertales viene del valle de Neander, en Alemania, donde se descubrieron algunos de los primeros restos. Se trata de una especie humana que vivió en Europa, desde el extremo sur del Mediterráneo hasta Siberia, y en algunas zonas de Oriente Próximo. Aunque muchos datos siguen discutiéndose y, como ocurre siempre con el estudio de la prehistoria, nuevos descubrimientos pueden cambiar el panorama, la mayoría de los científicos cree que evolucionaron desde una especie anterior de homínidos hace unos 250.000-300.000 años (algunos expertos hablan de 400.000). Su misteriosa desaparición, hace unos 40.000 años (el equipo de los Finlayson discrepa y cree que hubo neandertales en Gibraltar hasta hace 28.000), coincide con la llegada a Europa desde África de los sapiens, nuestra especie.
La cueva de Gorham, en Gibraltar. JUAN MILLÁS

En cualquier caso, el consenso científico nos habla de una especie que habitó Europa durante un periodo larguísimo: unos 200.000 años como mínimo. Para hacernos una idea de esta dimensión, baste recordar que nuestra civilización, que arranca con la agricultura, solo tiene 10.000 años; Altamira se pintó hace unos 15.000 y la pirámide de Keops se construyó hace 4.500. Los neandertales lograron sobrevivir todo ese tiempo adaptados a unas condiciones climáticas variables y en ocasiones tremendamente frías (inviernos como los siberianos en todo el continente), pero se desvanecieron en un espacio de tiempo relativamente breve.

“En la extinción de las especies nunca hay una sola causa, aunque casi siempre existe una por encima: la degradación del medio”, explica Antonio Rosas, director del Grupo de Paleoantropología del Museo Nacional de Ciencias Naturales, uno de los máximos expertos españoles en esta especie y autor del libro de divulgación Los neandertales (Catarata).
“En el caso de los neandertales se trata de un fenómeno multifactorial”, prosigue Rosas. “En un periodo especialmente frío, los bosques desaparecen, algo que ocurrió durante el último máximo glacial. Es muy posible que ese deterioro climático y ecológico influyese en la extinción. El número de efectivos era muy bajo y muy variable. Además, llegaron poblaciones nuevas, con una tecnología distinta y un aparato cultural muy potente”. Aquellas poblaciones somos nosotros, los sapiens. Los hombres modernos comenzaron a entrar en contacto con los neandertales hace unos 70.000 años en Oriente Próximo: los sapiens llegaban desde África y ellos desde Europa, en busca de tierras cálidas ante un periodo glacial especialmente intenso.

Desde el despacho del paleoantropólogo Rosas, junto a la Residencia de Estudiantes, se contempla una soberbia vista de Madrid, pero lo más interesante está dentro. En un armario refrigerado detrás de su mesa se guarda la mayor colección de restos óseos neandertales de la Península, pertenecientes a 13 individuos de la cueva de El Sidrón (Asturias). Después de más de una década excavando, y tras haber encontrado 2.100 restos humanos, el trabajo de laboratorio sigue dando frutos. Gracias a esos vestigios se confirmó que eran caníbales —por los cortes en los huesos—, pero también se descubrió hace unos meses, por el estudio del sarro dental, que se medicaban: un individuo con un doloroso absceso masticó corteza de álamo, una fuente natural de ácido salicílico, el ingrediente analgésico de la aspirina.
Reconstrucciones forenses a partir de cráneos neandertales, en el Museo de Gibraltar. JUAN MILLÁS

Un equipo del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania), dirigido por el biólogo sueco Svante Pääbo, secuenció el genoma neandertal en 2010, lo que llevó a descubrir que pese a tratarse de dos especies diferentes, se produjeron hibridaciones entre neandertales y sapiens en Oriente Próximo hace 70.000 años. El resultado de esos encuentros sexuales es que los humanos no africanos tenemos entre un 2% y un 4% de genes neandertales que han contribuido, por ejemplo, a una mayor resistencia a ciertas enfermedades infecciosas.

La historia de los neandertales ha despertado un interés inagotable porque habla de un mundo en el que los sapiens no éramos los únicos humanos —hace 150.000 años coincidían cuatro especies: Homo sapiens, Homo neanderthalensis, Homo floresiensis y Homo erectus—. Esos encuentros con otra humanidad, confirmados por la genética aunque casi nunca por la arqueología, han sido imaginados en las mejores novelas sobre la prehistoria: En busca del fuego, de J. H. Rosny, que Jean-Jacques Annaud llevó al cine; en la saga de El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel, o la menos conocida Los herederos, del premio Nobel, William Golding. En todos los casos, los neandertales salen perdiendo, retratados como seres menos inteligentes que los sapiens, que dominan una tecnología más sofisticada.

Resto óseo de ave con marcas de cortes neandertales encontrado en los yacimientos de Gibraltar, ahora en el Museo de Gibraltar. JUAN MILLÁS

Golding, el autor de El señor de las moscas, incluso inventa un lenguaje menos evolucionado, sin pensamiento lógico. En el filme de Annaud, los neandertales solo emiten gruñidos y no dominan el fuego (apenas saben conservarlo, y no prenderlo). La arqueología ha desmentido esas teorías.
“Los neandertales nos fascinan porque nos recuerdan demasiado a nosotros”, explica el biólogo mallorquín Lluís Quintana-Murci, director de la Unidad de Genética Evolutiva Humana en el Instituto Pasteur de París. “Es una mezcla de miedo y curiosidad, de amor y odio, porque somos nosotros mismos, pero a la vez no”.
“Nos apasionan porque en el árbol filogenético humano es la criatura más cercana a los hombres y, al mismo tiempo, es diferente. Es otra humanidad, como si encontrásemos extraterrestres inteligentes”, señala el paleoantropólogo francés Jean-Jacques Hublin (derecha), director del Departamento de Evolución Humana del Instituto Max Planck. Él dirige el equipo que ha realizado uno de los descubrimientos más extraordinarios de los últimos años, que ha desplazado el nacimiento de nuestra especie desde Etiopía hace 195.000 años hasta la cueva de Jebel Irhoud (Marruecos) hace 300.000. “Cuando hablamos de los neandertales, nos movemos entre dos caricaturas. Por un lado son presentados como hombres-mono muy primitivos, una especie de chimpancés escapados de un zoo. Pero también hay otra caricatura: decir que son como nosotros, que no hay diferencias”.

Las diferencias son, primero, anatómicas. Un neandertal en el metro dejaría alucinados a sus compañeros de vagón. Su frente prominente, que dibuja una especie de visera sobre los ojos, o su ancha nariz no pasarían inadvertidas. Tampoco su estructura ósea, mucho más maciza que la nuestra, ni su corpulencia. Sin embargo, su cerebro era más grande que el de los humanos modernos. Dependían, como nosotros, de una cultura material para su supervivencia y tenían la misma mutación en el gen FoxP2, asociada en los humanos al habla. Eso significa que disponían de la capacidad anatómica y genética para el lenguaje, y los expertos creen muy difícil que se coordinasen para tantas actividades sociales sin algún tipo de comunicación.
Clive Finlayson, director del Museo de Gibraltar y de las excavaciones en los yacimientos de Vanguard y Gorham. JUAN MILLÁS

Muchos de esos descubrimientos se han realizado en laboratorios, pero primero hay que encontrar los vestigios de su presencia. Y para ello existen pocos lugares tan importantes como las cuevas en las que vivieron los últimos neandertales. Acceder a Vanguard y ­Gorham requiere un permiso porque hay que cruzar una zona militar británica. Existe un cupo para visitas turísticas que gestiona el Museo de Gibraltar. Para llegar es necesario bajar (y lo peor, volver a subir) 344 escalones hasta la cueva. Cuando el mar está bravo, lo que ocurre a menudo, el acceso a Gorham es imposible. No así a Vanguard. “Los descubrimientos realizados han contribuido a cambiar la imagen de los neandertales. Lo que consideramos moderno ya aparece aquí”, explica Clive Finlayson.

Una excavación de este tipo se realiza con pinceles y con pequeñas paletas, manejados por un equipo multidisciplinar. Se avanza muy lentamente, en diferentes niveles, y luego en el laboratorio se trilla minuciosamente lo que se descubre: restos de carbón que indican hogueras, huesos de animales que pueden ayudar a la datación o a determinar el tipo de alimentación (comían de todo, focas monje, mariscos, delfines, atunes o cabras), polen y plantas que permiten recomponer el paisaje (es la especialidad de Geraldine Finlayson). Los coprolitos de hienas —las heces fosilizadas—, muy frecuentes, son también una mina de información. En las cuevas de Gibraltar solo faltan los huesos —menos el diente hallado en julio—. En otros yacimientos de la Península se han encontrado restos humanos: las colecciones más completas han aparecido en El Sidrón (Asturias) y en la Sima de las Palomas (Murcia).

¿Cómo se sabe que se decoraban con plumas? Por las marcas de cortes que se han encontrado en huesos de pájaros, en partes donde no había nada comestible. De hecho, el equipo ha diseccionado buitres hallados muertos para comprobar si, al sacar las plumas con tejidos, los cortes eran iguales. Resulta increíble cómo, a través de los más pequeños indicios, se puede recomponer el puzle del pasado. Son necesarias muchas horas de laboratorio —el diente se encontró trillando la arena con una pinza — y análisis realizados por expertos en diferentes campos. “Estamos en un sitio donde la arena lo tapa todo muy rápido y guarda el pasado casi como en una fotografía”, explica el arqueólogo gaditano Francisco Giles Guzmán, del equipo del Museo de Gibraltar. Los restos líticos, piedras talladas y utilizadas como instrumentos, se encuentran por todas partes, a veces sin excavar.

Detalle de la excavación en el abrigo de la cueva de Gorham. JUAN MILLÁS

“Es una zona en la que siempre hubo un clima benigno. Ni en los peores momentos de frío llegó la fauna de la era glacial que se encuentra muy cerca, por ejemplo en Granada. Aquí no vagaron mamuts ni rinocerontes lanudos, ni renos”, asegura Clive Finlayson. “Por eso no me gusta hablar de último refugio: estuvieron siempre aquí, no se trata de poblaciones que se replegaron, sino que sobrevivieron ayudadas por el clima”.

La mayoría de los expertos cree que se trata de los últimos neandertales —también hay restos tardíos en Croacia—, pero polemizan sobre las dataciones, difíciles de calcular con el procedimiento del carbono 14. Lo que sí está claro es que la especie fue avanzando hacia el sur, hacia la península Ibérica, conforme las poblaciones se hacían más pequeñas e iban desapareciendo de otros lugares. La ubicación de esas dos cuevas plantea otra incógnita: ¿por qué no cruzaron el Estrecho? Se han descubierto asentamientos humanos al otro lado, en la costa de Marruecos pero no se han encontrado hasta ahora restos de neandertales en África.

El retrato que se extrae de esas últimas poblaciones de neandertales es el de una sociedad compleja. Pero, al igual que no pasaron a la costa africana mientras que los sapiens atravesaron 100 kilómetros de mar abierto para alcanzar Australia, nunca superaron ciertas límitaciones tecnológicas. Los neandertales cazaban con lanzas de contacto, escondiéndose, no habían inventado el arco o las lanzas que se arrojaban desde la distancia. Tenían pensamiento simbólico y se decoraban el cuerpo, pero no produjeron el arte figurativo característico de los sapiens. Al igual que nosotros, dominaban el fuego, procesaban los alimentos y, sobre todo, sobrevivieron en un ambiente inimaginablemente hostil. Conocían a fondo el entorno en el que vivían, como demuestra su manejo de la corteza de álamo para el dolor o su consumo de criaturas marinas. ¿Es superior nuestra tecnología o solo diferente? La llegada de los humanos modernos a Australia y América coincidió con extinciones masivas de megafauna, lo que prueba que nuestros inventos plantean enormes problemas, como queda claro con lo que está ocurriendo en el planeta desde la revolución industrial.

“¿Qué es una especie humana?”, se pregunta Antonio Rosas. “Nos hemos creído durante mucho tiempo que los sapiens somos superiores. Durante gran parte de la historia, el concepto de humanidad no incluía a otras poblaciones, basta con ver lo que se decía y escribía en la época del colonialismo. Ellos habían desarrollado todos los atributos que consideramos humanos y, sin embargo, no son iguales a nosotros. Es una humanidad diferente, seguramente con una psicología distinta. La inteligencia es una potencialidad, una capacidad para aprender, que se manifiesta de diferentes maneras”.

Clive Finlayson señala por su parte: “Las diferencias con nosotros son culturales y la cultura material no es un indicador de inteligencia. ¿Eran menos inteligentes que nosotros en el Renacimiento porque no tenían Internet? ¿Eran menos inteligentes mis abuelos porque no tenían aviones?”.

Escena tomada durante unas recientes tareas de investigación sobre los neandertales llevadas a cabo en las cuevas de Vanguard y Gorham (Gibraltar). JUAN MILLÁS

Su habilidad técnica, su capacidad para adaptarse a diferentes ambientes, su larguísima presencia en hábitats cambiantes hace todavía más profundo el misterio de su desaparición. Los estudios genéticos trazan un panorama con muy pocos individuos en un espacio muy grande. Una cifra aceptada es la de 30.000 neandertales en Europa (algunos expertos hablan de 100.000). Cuando una población así sufre una crisis, por motivos climáticos o porque disputan unos recursos escasos con otra especie cuya tecnología es más eficaz, su supervivencia se convierte en muy frágil. Tal vez, sencillamente, no superaron una de esas crisis y los grupos dispersos, sin contacto, se extinguieron poco a poco.

Sin embargo, resulta imposible esquivar un dato: ellos se van cuando llegamos nosotros. “Su desaparición está ligada a la llegada de los hombres modernos”, señala Jean-Jacques Hublin. “Fueron reemplazados y en parte absorbidos por los sapiens. El problema no es por qué desaparecieron los neandertales, sino por qué los hombres modernos conocieron esa expansión planetaria. Todas las formas humanas que se encontraron a su paso fueron extinguiéndose”.
El descubrimiento de varios cráneos de neandertal a mediados del siglo XIX se produjo más o menos cuando Darwin estaba a punto de publicar El origen de las especies. De hecho, el científico tuvo en sus manos un cráneo encontrado en Gibraltar en 1848. Esos restos probaban que habían existido otros humanos diferentes. Ahora las preguntas que nos plantean los neandertales son diferentes, pero igualmente significativas. ¿Por qué desaparece una especie? ¿Qué nos convierte en humanos? ¿La tecnología nos hace superiores? Y, en tiempos de cambio climático, resulta especialmente importante preguntarse hasta qué punto es posible sobrevivir a una transformación drástica en el medio ambiente. Aquellos otros humanos cambiaron una vez nuestra forma de ver el mundo y está ocurriendo de nuevo. El lugar donde sobrevivieron los últimos neandertales es ahora una cata en el suelo húmedo de la cueva de Gorham, donde un grupo internacional de arqueólogos excava pacientemente, mientras otros científicos escrutan restos milimétricos en un laboratorio. Tratan de entender quiénes fueron esos otros humanos y, por lo tanto, quiénes somos nosotros.

Fuente: elpais.com | Guillermo Altares / 4 de septiembre de 2017

Hallan una impresionante tumba de un orfebre del dios Amón en Dra Abu El Naga (Luxor, Egipto)

Más de cinco meses de trabajos bajo el sol del verano egipcio y superando los rigores del mes de ayuno musulmán del Ramadán han dado sus frutos para el equipo de arqueólogos egipcios que excavaban en la necrópolis de Dra Abu El Naga, en la orilla oeste del Nilo y vecina de otras conocidas necrópolis faraónicas como Deir el Bahari o el Valle de los Reyes.

Según ha anunciado la mañana del sábado desde el mismo Luxor el ministro de Antigüedades egipcio, Jaled El Anany, la misión arqueológica egipcia se ha adentrado en una tumba del Reino Nuevo hasta el momento desconocida y que ha conservado grandes riquezas funerarias, así como varias momias.




«Se trata de una tumba de un orfebre, datada hacia la dinastía XVII (entre 1550 y 1295 a. C.), y reutilizada más tarde al comienzo del Periodo Tardío. Dentro hemos encontrado un gran número de objetos de la colección funeraria (...); se trata de un importante descubrimiento científico», ha declarado el El Anany en rueda de prensa en Luxor.





Dentro de la tumba, de un tamaño tan estrecho que se ha solicitado a los periodistas que entren sólo en grupos de dos, la expedición arqueológica encontró una gran colección de vasijas de barro y otras piezas de arcilla, momias, cuatro sarcófagos decorados, cerca de 150 estatuas rituales (ushabti) y doradas máscaras funerarias.

Dos estatuas de piedra arenisca

Dos estatuas de piedra arenisca parcialmente dañadas han permitido la identificación del honrado, un orfebre del dios Amón con el nombre de Amenemhat. Una de las estatuas representa a Amenemhat sentado en una gran silla de amplio respaldo junto a su mujer, ataviada con un largo vestido y una peluca, común en las mujeres de posición desahogada en la época. Entre sus piernas aparece tallado, en una escala menor, uno de los hijos del matrimonio, llamado Neb Nefir.




La entrada a la tumba del orfebre -que comparte patio exterior con un complejo funerario descubierto y anunciado el pasado abril, y se coloca entre las ya documentadas TT148 y TT300 de la necrópolis de Dra Abu el Naga-, conduce hasta una cámara cuadrada, con un nicho en la pared opuesta (dirección norte) y dos habitaciones adyacentes, una a la derecha, de unos siete metros de profundidad y construido para albergar –según las hipótesis de los egiptólogos- la momia de Amenemhat y su mujer. En una segunda cámara se han encontrado varios sarcófagos de las dinastías XXI y XXII que no han logrado conservarse en buen estado.

Una familia en un pozo funerario

Además de la tumba de Amenemhat, en el patio delantero, se ha encontrado un pozo funerario que «probablemente se remonte al Reino Medio (c. 2000 - 1800 a. C.)», según las primeras hipótesis desveladas este sábado en Luxor por el director de la excavación y del departamento de Antigüedades en la provincia sureña, Mustafa Waziri. Se trata de un enterramiento familiar: en el interior de dos sarcófagos de madera se han encontrado los restos de una mujer y dos de sus hijos. La mujer respondería al nombre de Amun el Hat, «que para mí sonaba masculino, de hombre, pero encontramos inscripciones que la identificaban como "la dama de la casa"», ha bromeado Waziri a los periodistas.







La mujer habría muerto alrededor de los 50 años y sufría de varias enfermedades, según ha detallado la egiptóloga Sherine Ahmed Shawqi, especializada en el estudio antropológico de restos óseos humanos. Los primeros estudios de la momia de la mujer encontrada en Dra Abu el Naga apuntan a que sufría de caries que le provocaron infecciones y abscesos en la mandíbula. «Esta mujer probablemente hubo de lamentarse extensamente (por el dolor), ya que el tamaño de su forúnculo es anormalmente grande», ha señalado. El segundo sarcófago lo comparten dos de sus hijos, de entre 20 y 30 años, cuyas momias están «en muy buen estado de conservación».

Pistas para nuevos descubrimientos

Pero quizá el descubrimiento más prometedor sea el de cincuenta conos funerarios, una suerte de sellos de arcilla con jeroglíficos estampados colocados a la entrada de las capillas de las tumbas, cuarenta de los cuales apuntan a la presencia de otras cuatro tumbas todavía por descubrir perteneciente a funcionarios de la dinastía XVIII. Los nombres estampados en los conos son de oficiales como Maati, Bengy, Rourou y el visir Ptahmes. «Si seguimos excavando, encontraremos cuatro nuevas tumbas, inshallah (si dios quiere)», ha apuntado Waziri, quien en declaraciones anteriores había insistido en la «riqueza» del complejo funerario anunciado este sábado, «mayor y más histórico» que el complejo funerario del juez y magistrado tebano Userhat (anunciado a bombo y platillo en abril pasado).


«El trabajo no ha terminado todavía, creo que el mes que viene anunciaremos un nuevo descubrimiento también dentro de esta tumba», ha adelantado por su parte el ministro El Anany. «Este será año de las excavaciones, de los descubrimientos», ha concluido Waziri, que como el Ministerio de Antigüedades egipcio ve en Dra Abu el Naga el escenario de nuevos descubrimientos en el extenso campo de la egiptología.

Fuente: Alicia Alamillos | ABC, 9 de septiembre de 2017

Arqueólogos descubren dos nuevos mausoleos en la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia (Cádiz)

Dos nuevos mausoleos alto imperiales han aparecido en la necrópolis oriental de la ciudad hispanorromana de Baelo Claudia, en Tarifa (Cádiz), situada junto a la puerta oriental de la ciudad o “puerta de Carteia”.

Caídas encima de la calle también se han localizado hasta el momento tres columnas de mármol pertenecientes a los monumentos funerarios. Todo apunta a que su caída debió producirse a causa de un terremoto acompañado de un tsunami que tuvo lugar a mediados del siglo IV d.C.
Esta necrópolis es una de las mejor conservadas del panorama hispano y se halla enclavada en un atractivo paraje de la costa gaditana que se ubica entre los parques naturales del Estrecho de Gibraltar y el de Los Alcornocales.


El proyecto “Muerte y Ritual Funerario en Baelo Claudia”, formado por especialistas en arqueología romana, arquitectura, antropología y arqueosismología, hacía estos hallazgo desde el pasado lunes 7 de septiembre.

Coordinado por el profesor de la Universidad de Alicante, Fernando Prados Martínez, el equipo científico lo compone la doctora Helena Jiménez, de la Universidad Isabel I, los licenciados Octavio Torres, de la UA, e Iván García, de la Junta de Andalucía, y el doctor Carlos Arteaga, de la Universidad Autónoma de Madrid. Junto a ellos participan cuatro voluntarios procedentes de las universidades de Cádiz y Bruselas.


Los resultados que se están obteniendo vienen a confirmar el periodo de esplendor que disfrutó Baelo Claudia durante el siglo I d.C., premiada por el emperador Claudio con el estatuto de municipio, tal y como queda patente en los dos monumentales mausoleos que se excavan en estos días y que ocupan un espacio privilegiado próximo a la puerta oriental de la ciudad.

La ciudad y su necrópolis son uno de los mejores laboratorios de estudio de la romanización y de las transferencias culturales entre las poblaciones nativas, norteafricanas y los aportes itálicos a lo largo del siglo I d.C.

Fuente: cadenaser.com | 7 de septiembre de 2017

Arqueólogos descubren una nueva galería en túmulos prehistóricos en el yacimiento de Terrinches

Los arqueólogos, trabajando en la nueva galería descubierta - ABC

El equipo de investigación contratado por el Ayuntamiento de Terrinches ha hallado una nueva galería repleta de materiales arqueológicos en el yacimiento Castillejo del Bonete de esta localidad ciudadrealeña, declarado Bien de Interés Cultural (BIC).

En la nueva galería se ha localizado al fondo de los corredores subterráneos y estancias sobre los cuales fueron edificados, orientados al sol, un conjunto de túmulos y corredores en el borde meridional de la Meseta, en cuyo interior se ha detectado un depósito de muertos prehistóricos con sus ajuares, ha informado el Ayuntamiento en nota de prensa.

El alcalde de Terrinches, Nicasio Peláez, ha mostrado su satisfacción por los resultados científicos que se han obtenido gracias al dinero público invertido y porque la Junta aumente cada año el porcentaje de cofinanciación en las investigaciones que se realizando en este yacimiento, declarado BIC en 2014.

«Los técnicos y evaluadores de la Junta son conscientes de que el dinero utilizado por nosotros está bien invertido, ya que la mayor parte se utiliza para emplear a gente de esta comarca deprimida, para estudiar, promover y conservar estos túmulos prehistóricos», ha subrayado Peláez.
El regidor ha recordado que se trata de «un enclave único del acervo cultural de Castilla-La Mancha y un referente internacional para la investigación de los aspectos simbólicos de la Cultura de las Motillas».


Uno de los arqueólogos, con una de las piezas encontradas- ABC

Por su parte, el arqueólogo y director de las investigaciones, Luis Benítez de Lugo, ha señalado que «nadie desde la Edad del Bronce había pasado a través de la abertura que conduce a la Galería 4 de Castillejo del Bonete, descubierta ahora» y ha agregado que «lo que hemos encontrado permitirá conocer cómo se enfrentaban la vida y a la muerte hace 4.000 años».

El experto ha subrayado que el «Castillejo del Bonete es una reserva arqueológica excepcional», cuya gestión permite fomentar el empleo rural y la transformación de los recursos en productos científicos, culturales y turísticos, «con lo que conseguimos que nuestro trabajo de arqueología antropológica alcance una alta rentabilidad social».

Los estudios en este yacimiento arqueológico, situado al sur de Campo de Montiel, cuentan con el apoyo de la Viceconsejería de Cultura, que en 2014 concedió una ayuda de 11.000 euros para investigar este lugar, mientras que el Ayuntamiento aportó 24.060 euros para completar la inversión prevista en el proyecto de ese año.

En 2015 el Gobierno regional destinó 18.639 euros, el 34% del presupuesto total de esa campaña, mientras que el consistorio financió los 33.085 euros restantes, ha subrayado el alcalde de Terrinches.

La ayuda de la Junta ha ido incrementándose anualmente hasta alcanzar este año los 19.479 euros, el 64,48% del coste global de la campaña, frente a los 10.727 euros que ha asumido el Ayuntamiento.

Fuente: ABC.es | 8 de septiembre de 2017