Obtienen el ADN nuclear más antiguo de África en Taforalt, Marruecos

Excavaciones arqueológicas en la Gruta de las Palomas en Taforalt, Marruecos. Crédito: Abdeljalil Bouzouggar.
Un equipo internacional de investigadores, dirigido por Johannes Krause (izquierda) y Choongwon Jeong (derecha), del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (Jena, Alemania), y Abdeljalil Bouzouggar (abajo, derecha) del Instituto Nacional de Ciencias de la Arquología y el Patrimonio (Rabat, Marruecos), así como científicos de la Universidad Mohammed V, en Rabat, el Museo de Historia Natural, en Londres, la Universidad de Oxford, la Universidad Mohammed Premier, en Oujda y el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, ha secuenciado ADN de individuos de Marruecos de hace aproximadamente 15.000 años, tal como se ha publicado en la revista Science. Este es el ADN nuclear más antiguo de África que se haya obtenido con éxito. Los individuos analizados, que datan de la Edad de Piedra Tardía, tenían una herencia genética que era en parte similar a las poblaciones del Cercano Oriente y en parte relacionada con las poblaciones del África subsahariana, pero no de Europa.

El norte de África es un área importante en la historia de la evolución de nuestra especie. La geografía del norte de África también la convierte en un área interesante para estudiar cómo los humanos se expandieron fuera del continente africano. Por contra, el desierto del Sahara representa una barrera sustancial para viajar hacia y desde las regiones del sur. Al mismo tiempo, es parte de la región mediterránea, pero en el pasado el mar pudo haber sido también una barrera para interactuar con otras regiones. "Una mejor comprensión de la historia de África del Norte es fundamental para comprender la historia de nuestra especie", explica el coautor Saaïd Amzazi (izquierda), de la Universidad Mohammed V, en Rabat, Marruecos.

Foto: Gruta de las Palomas en Taforalt, Marruecos.


Para abordar este panorama, el equipo observó un cementerio situado en la Gruta de las Palomas (Grotte des Pigeons), cerca de Taforalt, en Marruecos, asociado con la cultura Ibero-Mauritana (o iberomaurisiense), de la Edad de Piedra posterior. Se cree que los iberomaurisianos fueron los primeros en el área en producir pequeñas herramientas de piedra conocidas como microlitos (derecha).

"La Gruta de la Palomas es un sitio crucial para comprender la historia humana del noroeste de África, ya que los humanos modernos habitaron con frecuencia esta cueva durante períodos prolongados durante la Edad de Piedra Media y Posterior", explica la coautora Louise Humphrey (izquierda), del Museo de Historia Natural, en Londres. "Hace alrededor de 15.000 años hay evidencias de un uso muy intensivo del lugar, cuando los iberomaurisianos comenzaron a enterrar a sus muertos en la parte posterior de la cueva. Y en cuanto a su cultura material, la idea era que la elaboración de sus microcuchillas vino de la mano de la cultura Gravetiense europea".
El ADN nuclear obtenido, de 15.000 años de antigüedad, es el más antiguo recuperado en África

Los investigadores analizaron el ADN de nueve individuos de Taforalt usando métodos análiticos y de secuenciación avanzados. De este modo, fueron capaces de recuperar datos mitocondriales de siete de los individuos y datos nucleares de todo el genoma de cinco de los individuos. Debido a la antigüedad de las muestras, de aproximadamente 15.000 años, y dada la pobre preservación característica del área, esto es un logro sin precedentes. "Este es el primero y más antiguo ADN del Pleistoceno de nuestra especie que se haya recuperado en África", explica el coautor principal, Abdeljalil Bouzouggar.

"Debido a las difíciles condiciones para la preservación del ADN, relativamente pocos genomas antiguos se han recuperado en África y ninguno de ellos es anterior a la introducción de la agricultura en el norte de África". explica la investigadora, Marieke van de Loosdrecht (derecha), del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. "La reconstrucción exitosa del genoma fue posible mediante el uso de métodos de laboratorio especializados para recuperar ADN altamente degradado y métodos de análisis relativamente nuevos para caracterizar los perfiles genéticos de estos individuos".

Los investigadores encontraron dos componentes principales en el patrimonio genético de los individuos analizados. Aproximadamente dos tercios de su herencia genética están relacionados con poblaciones contemporáneas del Cercano Oriente, y aproximadamente un tercio es más similar a los africanos subsaharianos modernos, en particular a los africanos occidentales.

Los iberomaurisienses vivieron antes que los natufienses del Cercano Oriente, pero no fueron sus ancestros directos: los natufienses carecen de ADN de África. Esto sugiere que ambos grupos heredaron su ADN compartido de una población más grande que vivió en el norte de África o en el Cercano Oriente hace más de 15.000 años, advierte Krause.
En cuanto al ADN subsahariano en el genoma de los iberomaurisiensis, pudieron haberlo obtenido de los migrantes del sur que fueron sus contemporáneos. O pueden haber heredado el ADN de ancestros mucho más antiguos que lo trajeron desde el sur y se establecieron en el norte de África, donde se han encontrado algunos de los primeros miembros de nuestra especie Homo sapiens en Jebel Irhoud, Marruecos.

Foto: Restos óseos hallados en la Gruta de la Palomas y que sirvieron para recuperar ADN. Credito: Abdeljalil Bouzouggar

Ya en la Edad de Piedra las poblaciones humanas tenían vínculos que se extendían a través de los continentes

La alta proporción de ascendencia del Cercano Oriente muestra que la conexión entre el norte de África y la zona de Levante comenzó mucho antes de lo que se pensaba. Aunque las conexiones entre estas regiones se han demostrado en estudios previos para períodos de tiempo más recientes, generalmente no se creía que los humanos estuvieran interactuando a través de estas distancias durante la Edad de Piedra. "Nuestro análisis muestra que el norte de África y el Cercano Oriente, incluso en esta época temprana, formaban parte de una región sin una gran barrera genética", explica el coautor principal Choongwon Jeong.

Aunque el Sahara llegó a representar una barrera física, también hubo una clara interacción en este momento. La fuerte conexión entre los individuos de Taforalt y las poblaciones subsaharianas muestra que las interacciones a través de este vasto desierto ocurrieron mucho antes de lo que se pensaba. De hecho, la proporción de ascendencia subsahariana en los individuos de Taforalt, un tercio, es un porcentaje más alto que el encontrado en las poblaciones modernas de Marruecos y en otras muchas poblaciones del norte de África.

Foto: La coautora Marieke van de Loosdrecht recupera ADN antiguo en la sala limpia del MPI-SHH. Crédito: Vanessa Villalba

Patrimonio subsahariano de una población antigua desconocida
Aunque los científicos encontraron marcadores claros que vinculan el patrimonio genético en cuestión con el África subsahariana, ninguna población previamente identificada tiene la combinación precisa de marcadores genéticos que ostentaban los individuos de Taforalt. Si bien algunos aspectos coinciden con los modernos cazadores-recolectores Hadza de África oriental, y otros coinciden con los africanos occidentales modernos, ninguno de estos grupos tiene la misma combinación de características que los individuos de Taforalt. En consecuencia, los investigadores no pueden estar seguros exactamente de dónde proviene este patrimonio genético. Una posibilidad es que esta herencia genética pueda provenir de una población que ya no existe. Sin embargo, esta pregunta necesitaría de una mayor investigación.

"Claramente, las poblaciones humanas interactuaban mucho más con grupos de otras áreas distantes de lo que se suponía anteriormente", afirma el coautor Johannes Krause, director del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana. "Esto ilustra la capacidad de la genética antigua para aumentar nuestra comprensión de la historia humana". Más estudios en esta región podrían ayudar a aclarar cuándo y cómo interactuaron estas diferentes poblaciones y de dónde vinieron.

Fuente: PHYS.ORG | 15 de marzo de 2018

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Relaciones genéticas sorprendentes en el norte de África

Anteriormente, se pensaba que los antiguos marroquíes inmigraron originalmente del sur de Europa, un error, como muestran los análisis de ADN actuales.


Foto: El equipo del Museo de Historia Natural de Londres excavando en el sector 10 de la Gruta de las Palomas, en, Taforalt, Marruecos. © Paul Berridge.

Hace 15.000 años floreció en la costa norte de África una cultura que estaba más o menos en el umbral de una nueva era en la historia humana. Aunque todavía eran principalmente cazadores-recolectores, estos cromañones africanos ya mostraban alguna forma de sedentarismo. Esta sociedad conocida hoy como Ibero-Mauritana (o iberomaurisiense), en la frontera con el Neolítico, siguió en gran medida un estilo de vida nómada.

Supuestos paralelismos con Europa

Sus casas todavía se encontraban en cuevas de piedra y salientes de roca. Sin embargo, como herramientas y armas de caza ya estaban utilizando los llamados microlitos, hojas líticas de tamaño relativamente pequeño, finamente trabajadas, o puntas de flecha o lanza.

Al mismo tiempo existía en Europa, el Magdaleniense, una cultura que fue similar en el norte de África de muchas maneras, por lo que durante mucho tiempo se supuso que existía una cierta relación entre las poblaciones del sur de Europa y el norte de África. Pero ahora un estudio muestra que, en lo que respecta a esta teoría, obviamente fue en el camino equivocado.

Foto: Depósitos arqueológicos en la Gruta de las Palomas. El cambio de las capas amarillas inferiores a las capas superiores grises marca el cambio en el uso de la cueva. © Ian.R.Cartwright Instituto de Arqueología Universidad de Oxford.

No hubo flujo de genes desde el norte

Un equipo internacional dirigido por Johannes Krause y Choongwon Jeong, del Instituto Max Planck de la historia humana en Jena extrajo de los huesos de nueve individuos, de un lugar de enterramiento llamado Gruta de las Palomas, ADN que sugiere una relación completamente diferente. Tal como afirman los investigadores en su informe de la revista Science, sus resultados contradicen la tesis de un flujo de genes desde el sur de Europa hacia el norte de África.
Las comparaciones genéticas entre los representantes de la llamada cultura Ibero-Mauritana y otros seres humanos prehistóricos y modernos, dan como resultado una conexión con el Cercano Oriente y el África subsahariana.

Fuente: derstandard.de | 15 de marzo de 2018

Los humanos modernos y los denisovanos se mezclaron varias veces

Los restos de denisovanos se hallaron en Siberia. / José Antonio Peñas / SINC

Los humanos modernos, neandertales y denisovanos coexistieron y se cruzaron, y su mezcla sigue presente en nuestro ADN. Desde que se analizó el genoma de los denisovanos en 2010 –con las pocas piezas fósiles que se hallaron: una falange y dos molares– se sabe que algunas poblaciones de Oceanía, como los papúes, indígenas de Nueva Guinea e islas cercanas, comparten hasta un 5% de su ADN con aquellos humanos.

Esto significa que se produjo un cruce entre humanos modernos y denisovanos, que incluso marcó el genoma de las poblaciones del este y el sur de Asia, que contiene un 0,2% de ADN denisovano en la actualidad. Los científicos han supuesto que la ascendencia denisovana de los asiáticos modernos se debía a las migraciones de las poblaciones de Oceanía.

Un estudio publicado ahora en la revista Cell se ha centrado en la herencia genética de estos pueblos gracias a un nuevo método de análisis basado en la información de los proyectos UK10K, 1000 Genomes y Diversidad del Genoma Simons.

El gráfico muestra cómo se produjeron las migraciones de los Denisovanos en Asia y Oceanía. / Browning et al./Cell


Los resultados demuestran que el ADN actual de los asiáticos orientales como las etnias chinas Han y Dai y los japoneses contiene ADN denisovano gracias a un segundo cruce diferente al de los pueblos de Oceanía.

“En este nuevo trabajo con asiáticos del este encontramos un segundo conjunto de ascendencia de denisovanos que no está en los sudasiáticos y papúes”, señala Sharon Browning (izquierda) autora principal del trabajo e investigadora en la Universidad de Washington (EE UU). “Este ancestro de denisovano en los asiáticos orientales parece ser algo que ellos mismos adquirieron”, añade la investigadora.

Casi 6.000 genomas bajo lupa

El equipo de científicos analizó 5.639 secuencias de genoma completo de individuos de Europa, Asia, América y Oceanía y los comparó con el genoma de los denisovanos. Así los investigadores pudieron determinar que el genoma de estos humanos arcaicos que pudieron vivir hasta hace 40.000 años está más estrechamente relacionado con la población moderna del este asiático que con los modernos papúes.

Según los expertos, los genomas de los dos grupos de humanos modernos con ancestros denisovanos –los individuos de Oceanía y los del este de Asia– son singularmente diferentes, lo que indica que se produjeron dos episodios separados de mezcla con esos humanos arcaicos: una procedente de una población cercana a los Montes Altai en Siberia –donde se encontraron los restos de denisovanos– y otra más alejada.

“Las dos poblaciones mezcladas de denisovanos estaban genéticamente diferenciadas, lo que sugiere que estaban geográficamente separadas. Puede ser que los antepasados de los asiáticos orientales se encontraron con un grupo de denisovanos que vivían en el centro o este de Asia, mientras que los oceánicos se encontraron con los denisovanos que vivían en el sur o el sureste de Asia”, detalla a Sinc la investigadora.

El objetivo de los investigadores es encontrar evidencias de otros cruces con otros humanos arcaicos. Para ello analizarán poblaciones de todo el mundo, incluidos nativos americanos y africanos para completar el panorama de la historia demográfica humana. “Estudios como este muestran que la historia demográfica humana es muy compleja”, concluye Browning.

Fuente: SINC | 15 de marzo de 2018


Denisovanos: La herencia del pasado

La existencia de los misteriosos denisovanos llegó a todos los medios de comunicación hace ocho años, cuando la revista Nature publicó los resultados del análisis del ADN mitocondrial (ADNm) de una falange humana encontrada en 2008 en el yacimiento de una cueva de los montes Altái, en Siberia. Aunque las excavaciones habían comenzado en la década de 1980 y en 2000 ya se había encontrado un molar humano, el estudio del ADNm fue decisivo para considerar la importancia de ese lugar y de los pocos restos recuperados hasta ese momento. De no ser por ese estudio, los hallazgos en las cuevas de Denisova solo habrían trascendido por las publicaciones de alguna revista menor. Nadie hablaría de estos humanos, tan misteriosos como interesantes. Pero una serie de felices circunstancias llevaron al equipo de Svante Pääbo a buscar ADN en aquellos restos. La baja temperatura de la región permitió que el ADN se conservara razonablemente bien durante 30.000-50.000 años.

Por supuesto, el hallazgo del ADNm y los secretos que ha revelado su estudio son insuficientes para nombrar una nueva especie. Esa posibilidad no se contempla en el Código de Nomenclatura Zoológica, entre otras cosas porque las especies del pasado solo pueden nombrarse a partir de los caracteres morfológicos externos e internos de los fósiles. El ADN tiene una duración limitada, como bien sabemos, y las condiciones climáticas son críticas en su conservación. El yacimiento de Denisova (y tal vez otros de la misma región) podría proporcionar fósiles más completos, que permitirían estudios comparativos. Solo entonces se podría nombrar una especie o una subespecie del género Homo, si es que se considera necesario. Por el momento, nos conformaremos con la información genética, que no es poco.

Aquel primer estudio del ADNm reveló que los habitantes de las cuevas de Denisova tenían características genéticas diferentes a las de Homo sapiens y a las de Homo neanderthalensis, a pesar de que su antigüedad les hubiera permitido coincidir con estas dos especies. Sin duda, eran humanos diferentes, pero todos ellos unidos por un antecesor común. En aquel estudio también se propuso que ese ancestro pudo vivir hace aproximadamente un millón de años. Por cierto, se consideró que el ancestro tenía que ser africano. No sabemos en virtud de que información se formuló esta hipótesis, cuando Eurasia ya estaba llena de homínidos en esa época (Homo erectus, Homo antecessor…). Pero esa es otra historia, que más tarde o más temprano acabará por resolverse.

Excavaciones en la cueva de Denisova.

Este post viene a cuento del trabajo publicado hoy mismo (15 de marzo) por Sharon R. Browining (Universidad de Washignton) y sus colaboradores en la prestigiosa revista Cell. Los autores del trabajo han utilizado bases de datos genéticos de numerosas poblaciones recientes, hasta un total de 5.639 individuos. La muestra incluye, por cierto, una pequeña representación española, formada por 107 individuos. Con un método novedoso, los autores de la investigación han podido rastrear en estas poblaciones los haplotipos (conjunto de variaciones del ADN que suelen heredarse de manera conjunta) que pudieron ser introducidos durante su hibridación con poblaciones ancestrales en tiempos remotos. Esos haplotipos, por su propia definición, se identifican con relativa facilidad y se puede seguir su rastro a través de poblaciones cada vez más antiguas, como los neandertales o los denisovanos.

Los resultados de Browning y colaboradores demuestran una vez más que las poblaciones de Eurasia y América llevamos en nuestro genoma un pequeño porcentaje de genes neandertales, producto de nuestra hibridación con ellos durante nuestra expansión fuera de África. Pero también nos vuelve a mostrar que los denisovanos se mezclaron con nosotros. La novedad reside en probar que hibridamos con los denisovanos al menos en dos episodios temporales diferentes. La población que presenta más mezcla con neandertales y denisovanos (y con diferencia sobre las demás poblaciones) son los Papúas de Nueva Guinea, aunque ellos solo recibieron el genoma de los denisovanos en un episodio de hibridación. Los japoneses y los chinos recibieron dos aportaciones de los denisovanos. Sin duda, la proximidad de estas poblaciones eurasiáticas con los montes Altái fue determinante. Es más, si pudieran obtenerse genomas de poblaciones actuales más próximas al yacimiento de Denisova seguramente se encontraría un alto porcentaje de haplotipos heredados de los denisovanos.

En cuanto a los españoles, podemos decir que los genes de los denisovanos no forman parte de nuestra herencia genética. También podemos decir que, junto a los italianos, somos quienes llevamos un porcentaje más bajo de genes neandertales en la muestra de 5.639 individuos analizados.

Muy posiblemente las poblaciones neolíticas que llegaron a Europa y en particular al extremo más occidental de Europa, trajeron consigo un porcentaje muy bajo de haplotipos neandertales. Y también es posible que los habitantes ancestrales de la península ibérica (que se mezclaron con los neolíticos llegados del Este) procedieran de una población de Homo sapiens con escaso mestizaje neandertal. En futuros trabajos seguramente sabremos mucho más sobre la genealogía ancestral de quienes hemos nacido y tenemos una larga genealogía en Iberia, el verdadero “fondo de saco” de la península europea.

Fuente: quo.es | 15 de marzo de 2018

Los neandertales curaban a sus semejantes porque sentían compasión

Reproducción de un entierro neandertal en Shanidar (Irak). Imagen: JohnConnell, Flickr.

Hace unos meses, nos hacíamos eco del análisis de los restos fósiles de un neandertal discapacitado de hace 50.000 años conocido como Shanidar 1, fueron descubiertos en 1957 durante las excavaciones en la cueva de Shanidar en el Kurdistán iraquí por Ralph Solecki, un arqueólogo estadounidense y profesor emérito de la Universidad de Columbia (EE.UU.).
Lo sorprendente era que, habiendo perdido el antebrazo, teniendo una evidente cojera y siendo sordo, este individuo hubiera llegado a sobrevivir en el Pleistoceno hasta los 40 años que se estima tenía cuando falleció. La explicación es que debió recibir la ayuda de sus congéneres tanto a nivel personal como en la evitación de ataques de posibles depredadores.

Ahora, un trabajo publicado en la revista World Archeology, asegura que fue la compasión, y no el propio interés, lo que ayudó a los neandertales (Homo neanderthalensis) a aumentar su longevidad. Los investigadores de Universidad de York (Canadá), revelan que el cuidado de la salud entre los neandertales fue generalizado y altamente efectivo, contradiciendo las implantadas nociones de que eran brutales en comparación con los humanos modernos (Homo sapiens).

La autora principal, Penny Spikins (izquierda), profesora titular de Arqueología del origen humano en la universidad canadiense afirma: "Nuestros hallazgos sugieren que los neandertales no pensaron en términos de si otros podrían retribuir sus esfuerzos, sino que simplemente respondieron a sus sentimientos al ver sufrir a sus seres queridos".

La mayoría de los individuos neandertales estudiados por los arqueólogos tenían una lesión grave de algún tipo, con patologías detalladas que resaltan una variedad de condiciones y lesiones debilitantes, lo que parece indicar que los cuidados que les proporcionaban eran algo habitual. En algunos casos, las lesiones ocurrieron mucho antes de la muerte y habrían requerido de una atención personal, masajes, control de la fiebre y cuidado de la higiene, según sugiere el estudio.

El análisis de los restos de un hombre neandertal encontrado La Chapelle aux Saints, Francia (derecha), de entre 25 y 40 años en el momento de su muerte reveló un amplio catálogo de mala salud, con pérdida de gran parte de los dientes, una fractura en la región torácica y una enfermedad degenerativa en la columna vertebral, cadera y hombros. Estas dolencias habría debilitado su fuerza durante los últimos 12 meses de vida y restringido severamente su capacidad de contribuir al grupo. Sin embargo, los autores del estudio argumentan que él permaneció como parte del grupo ya que sus restos fueron enterrados cuidadosamente a su muerte.

La Dra Spikins agregó: "Argumentamos que la importancia social del patrón más amplio del cuidado de la salud ha sido pasada por alto y las interpretaciones de una respuesta interesada o calculada acerca de la atención a la salud han sido influenciadas por prejuicios sobre los neandertales como 'diferentes' e incluso brutales. Sin embargo, una consideración detallada de las evidencias, en su contexto social y cultural, revela una imagen diferente".

"El cuidado de la salud de modo organizado, informado y afectuoso, no es exclusivo de nuestra especie, sino que tiene una larga historia evolutiva", concluye la investigadora.


Un análisis de ADN de la dentadura de los neandertales, publicado en marzo de 2017, demostró que estos homínidos podían adaptarse a distintos tipos de alimentación, al tiempo que ingerían plantas y hongos con fines medicinales. Los autores de la investigación concluyen que pudieron adaptarse a distintas dietas dependiendo del entorno ocupado, así como de la disponibilidad de alimentos.

Fuente: nmas1.org | 14 de marzo de 2018
Beatriz de Vera
Esta noticia ha sido publicada originalmente en N+1, ciencia que suma.

El Museo Arqueológico de Murcia muestra algunas de las piezas procedentes del yacimiento de la Casa Fontes de Torre Pacheco

La conferencia titulada "Excavación arqueológica de urgencia en Los Fontes: ejemplo de ocupación del espacio en el Campo de Cartagena", impartida por el arqueólogo pachequero, Federico Fuentes Miralles dio a conocer los frutos de esta excavación, muy poco conocida.
Un total de diez piezas de gran importancia, debido a la secuencia concreta que cuenta con niveles de ocupación romanos, medievales y modernos, han permitido llevar el nombre de Torre Pacheco hasta la capital murciana.


Las piezas sorprenden por su gran diversidad y el buen estado de conservación que presentan las mismas: dos grandes jarros, pintados y de procedencia bajomedieval, una sartén, dos redomas (botellas de cuello estrecho), un ataifor (cuenco de tipo fuente también bajomedieval) y dos jarras, una de ellas con esmalte de color verde.


Además, durante los trabajos de excavación, se hallaron restos de minería y metalurgia y de lo que pudo ser un campamento militar romano.


La cronología de las piezas abarca desde el siglo II a.C. hasta la época contemporánea y, en palabras del director del Museo Arqueológico de Murcia, Luis de Miquel, algunos ejemplares son únicos o muy significativos en su serie, teniendo la oportunidad única de poder contemplarlos y disfrutarlos como "la pieza del mes", en espera de un futuro próximo que puedan, de nuevo, volver a Torre Pacheco para ser expuestas con la idea de llevar al ciudadano al conocimiento de sus raíces.

Fuente: murcia.com | 15 de marzo de 2018

Descubren un colosal fraude arqueológico relacionado con el yacimiento de Çatalhöyük (Turquía)

Un arqueólogo ya fallecido creó parte de los grabados de un conocido yacimiento neolítico en Turquía

El investigador James Mellaart fue uno de los descubridores en 1958 del yacimiento neolítico de Çatalhöyük, en Turquía. Una década después, los trabajos del arqueólogo dieron como resultado el hallazgo de soberbios grabados en piedra, y también de inscripciones en un idioma llamado Luwian. Pero, ahora, un eaquipo de expertos ha descubierto que una parte de aquellos hallazgos fueron creados por el propio Mellaart.

Para comprender bien toda la historia, hay que retroceder hasta 1995, fecha en la que Mellaart publicó su primeros estudios sobre aquelllos descubrimientos. El investigador afirmó que él no sabía descifrar aquel antiguo idioma (aunque ahora se ha descubierto que no era cierto), pero que otros especialistas (todos ya fallecidos en esa fecha), le habían ayudado a descifrar el contenido de dichas inscripciones. Mellaart explicó que estaba preparando un gran volumen con toda la información y pedía a sus colegas que la publicaran por él tras su muerte, si no le daba tiempo a acabarlo.

Fue en 2012 cuando el investigador falleció, y sus compañeros comenzaron a publicar todo aquel material. La mayoría lo hizo sin contrastarlo detalladamente, pero hubo uno llamado Eberhard Zangger que se tomó su trabajo muy en serio. Y fue así, registrando las pertenencias del fallecido, como descubrió pruebas evidentes de que Mellaart había sido el creador de al menos una parte de las inscripciones y grabados encontrados en el yacimiento turco.

Zangger explica que, de momento, es imposible saber si todos los descubrimientos son un fraude o hay alguno verdadero, pero la sospecha ya se extiende sobre todo el yacimiento.  Pero, ¿por qué hizo Mellaart algo así? Zangger cree que tenía las facultades mentales trastornadas y que poco a poco fue creando un mundo de fantasía en su cabeza en torno a aquella antigua cultura que vivió en Turquía, y en un momento determinado trató de convertirlo en realidad con sus falsificaciones.

Por un lado, Zangger está indignado. No solo por el fraude, sino también por la manera en que el fallecido comprometió el prestigio de sus colegas. Pero, por otro, afirma que, a su manera, era una especie de genio, aunque utilizase su talento de forma equivocada.

Por Vicente Fernández vía QUO.
Fuente: LiveScience.

Los engaños arqueológicos de James Mellaart

Esbozos iniciales de los murales supuestamente descubiertos por Mellaart en Çatalhöyük. Grabados en rocas de esquisto, estos bocetos se encontraron en el apartamento de Mellaart en Londres. Crédito: © Luwian Studies.

Un famoso arqueólogo, bien conocido por haber descubierto el extenso asentamiento turco de 9.000 años de antigüedad llamado Çatalhöyük, parece que falsificó varios de sus hallazgos antiguos y es posible que haya también llevado a cabo un "taller de falsificadores", según afirma un investigador.
James Mellaart, que murió en 2012, habría creado algunos de los murales "antiguos" de Çatalhöyük que supuestamente descubrió; también falsificó documentos que registraban inscripciones halladas en Beyköy, una aldea en Turquía, dijo el geoarqueólogo Eberhard Zangger, presidente de la Luwian Studies Foundation a Live Science. Zangger examinó el apartamento de Mellaart en Londres entre el 24 y el 27 de febrero pasado, encontrando "prototipos", como los llama Zangger, de los murales e inscripciones que Mellaart había afirmado que eran reales.

Foto: James Mellaart durante una entrevista.

"Usó el mismo enfoque durante más de 50 años. En primer lugar, adquiría un conocimiento tremendamente amplio y profundo sobre el área que le interesaba. Luego, intentaba utilizar este conocimiento para desarrollar un panorama histórico coherente", sostiene Zangger. Este proceso, en sí mismo, no es infrecuente para un arqueólogo o historiador. La única diferencia es que los investigadores legítimos buscan posteriormente evidencias que apoyen o refuten sus ideas. En cambio, "Mellaart fabricaba dibujos de artefactos y realizaba traducciones de presuntos documentos para reforzar sus teorías", continúa Zangger.

Foto: Eberhard Zangger inspeccionando documentos de James Mellaart.

Solicitud desde más allá de la tumba

En 1995 Mellaart le escribió a Zangger sobre varias inscripciones supuestamente procedentes de un pueblo turco llamado Beyköy, escritas en una antigua lengua llamada Luwian. Mellaart afirmó que él no podía leer ni escribir la lengua Luwian, pero que estaba planeando describir su hallazgo en una publicación científica. Mellaart había mencionado las inscripciones brevemente en un artículo que publicó en 1992 en el boletín de la revista Anglo-Israel Archaeological Society.
En una nota que Zangger encontró en el apartamento, Mellaart escribió que, si las inscripciones de Beyköy no se publicaban completamente antes de su muerte, los investigadores deberían entonces hacerlo por él.

Zangger, junto con Fred Woudhuizen, un investigador independiente, tomó entonces el proyecto y publicó detalles sobre una larga inscripción en el mes de diciembre pasado en la revista Proceedings of the Dutch Archaeological and Historical Society. Esa inscripción supuestamente data de hace 3.200 años y habla de un príncipe troyano llamado Muksus. Sin embargo, algunos especialistas sospecharon que podía ser una falsificación.

Según las notas de James Mellaart, esta inscripción en lengua Luwian fue copiada por el arqueólogo Georges Perrot en 1878 en Beyköy, Turquía. La inscripción se remonta a más de 3.200 años y trata del surgimiento de un reino llamado Mira, dirigido por un príncipe troyano llamado Muksus, y de cómo lanzó ataques contra objetivos de todo Oriente Medio, destruyendo el imperio hitita, junto con otros reinos. Crédito: James Mellaart.


Y ahora parece que muchas, si no todas, de las inscripciones no publicadas son falsificaciones, dice Zangger, señalando que no está del todo seguro de que la inscripción publicada el pasado mes de diciembre fuera completamente elaborada por Mellaart. Los documentos encontrados en el apartamento del mismo muestran que, lejos de ser incapaz de leer la lengua Luwian, Mellaart era muy hábil en este idioma antiguo, afirma Zangger.

Los supuestos documentos del Texto Beyköy creado por Mellaart. Izquierda: elementos individuales de información histórica en cartón. Centro: primer borrador escrito a mano. A la derecha: la supuesta traducción terminada y firmada: "Yo, Artahulas, escribí (esta tableta) en el día de Ura-Tarhundas". Crédito: © Luwian Studies

Zangger dijo que se sentía traicionado por el hecho de que Mellaart le pidió a los investigadores que publicaran sus falsificaciones después de su muerte. "Me siento como si hubiera abusado de mí”, se queja Zangger. La correspondencia encontrada en el apartamento indica que Mellaart intentó conseguir que otros interesados publicaran sus falsificaciones antes de morir, aduce Zangger, y agrega que “Mellart no tenía escrúpulos cuando se trataba de dañar las carreras profesionales de otras personas".

También en el apartamento encontró Zangger piezas de esquisto grabadas con bocetos iniciales de los murales que Mellaart afirmó haber descubierto en Çatalhöyük, sugiriendo que estos también eran falsificaciones. Las fotografías de los bocetos fueron publicadas online por la Luwian Studies Foundation.

Mellaart publicó por primera vez descripciones de los murales de Çatalhöyük en 1962 en la revista Archaeology, y dio a conocer más ejemplos durante las décadas siguientes. Algunos de los murales que Mellaart describió en publicaciones exhiben solo dibujos y no fotografías reales, y todavía no está claro cuántos de esos murales de Çatalhöyük son falsos. "Mellaart produjo una mezcla de hechos publicados, datos inéditos e imaginarios. Es algo prácticamente imposible de desentrañar", dice Zangger.

Foto: James Mellaart usó piezas de esquisto para grabar sobre ellos bocetos iniciales de las supuestas pinturas murales de Çatalhöyük.

El mundo de "Harry Potter"

La carrera de Mellaart no discurrió sin controversias. En 1964, fue acusado de ayudar inadvertidamente a traficantes que intentaban vender artefactos robados y se le prohibió excavar en Turquía. "Después de eso, todavía le quedaba medio siglo de vida y durante ese tiempo parece haber ingresado cada vez más en un mundo imaginario. Quizás quería vengarse de algún modo engañando a sus colegas de campo", afirma Zangger.

La carta de 1995 a Zangger muestra tanto el profundo conocimiento histórico como la fértil imaginación de Mellaart. En la misma se proporciona una descripción detallada de lo que dicen los textos de Beyköy, nombrando numerosos lugares antiguos, así como personas y eventos. Mellaart creó una elaborada historia de fondo para los textos, aduciendo su falsa declaración de que no podía leer la lengua Luwian, y diciendo que tales textos habían sido parcialmente descifrados por otros investigadores que habían muerto en 1995.

"Fred Woudhuizen y yo identificamos a unas 260 personas, así como nombres de lugares. Es muy parecido al tipo de mundo de Harry Potter. Los nombres son consistentes y aparentemente tienen sentido. Mellaart era evidentemente un genio en algunos aspectos, pero empleó mal su talento, causando así un tremendo daño al campo de la arqueología", concluye Zangger.
Ian Hodder, quien actualmente lidera las excavaciones en Çatalhöyük, se negó a comentar nada sobre la situación.

Fuentes: Live Science | Luwian Studies | 12 de marzo de 2018

Los humanos que sobrevivieron al supervolcán Toba mientras el mundo agonizaba hace 74.000 años

La ubicación arqueológica de Pinnacle Point en la costa sur de Sudáfrica. Se cree que un refugio llamado PP5-6 fue utilizado por los seres humanos hace aproximadamente 90.000 a 50.000 años, lo que pudo haberlos ayudado a sobrevivir a una erupción supervolcánica. (Curtis W. Marean / Universidad Estatal de Arizona)

Imagine un año en África en el cual el verano nunca llega. El cielo adquiere un tono gris durante el día y se ilumina de rojo por la noche. Las flores no florecen. Los árboles mueren en el invierno. Los grandes mamíferos como el antílope se vuelven delgados, se mueren de hambre y proporcionan poca grasa a los depredadores (carnívoros y cazadores humanos) que dependen de ellos. Entonces, el mismo ciclo desalentador se repite año tras año. Esta es una imagen de la vida en la Tierra después de la erupción del supervolcán del Monte Toba, en Indonesia, hace unos 74.000 años. Ahora bien, en un artículo publicado esta semana en Nature, los científicos muestran que los primeros humanos modernos de la costa de Sudáfrica prosperaron a lo largo de este evento.

Se cree que una erupción cien veces más pequeña que la del Monte Toba, la del Monte Tambora, también en Indonesia, en 1815, fue responsable de un año sin verano en 1816. Su impacto en la población humana fue nefasto, las cosechas en Eurasia y América del Norte se perdieron, y hubo hambre y migraciones masivas. El efecto del Monte Toba, un supervolcán que empequeñece incluso las masivas erupciones del pasado más profundo de Yellowstone, habría tenido un impacto mucho más grande y prolongado en las personas de todo el mundo.


La escala de la caída de cenizas atestigua la magnitud del desastre ambiental. Grandes cantidades de aerosoles inyectados hacia la atmósfera habrían reducido severamente la luz solar, con estimaciones que oscilan entre el 25 y el 90 por ciento. Bajo estas condiciones, la muerte de las plantas es predecible, y hay evidencia de sequías significativas, incendios forestales y cambios en la comunidad de las plantas en el este de África, justo después de la erupción del Toba.

Si el Monte Tambora creó tal devastación durante un año completo -y Tambora fue un contratiempo en términos comparativos- podemos imaginar una catástrofe mundial con la erupción de Toba, un evento que habría durado varios años y que llevaría la vida al borde de la extinción.

El Dr. Curtis Marean, en el centro, trabaja con sus colegas dentro de una cueva llamada PP13B el 26 de mayo de 2010, en Pinnacle Point, cerca de Mossel Bay, South Africa.

En Indonesia, la fuente de la destrucción habría sido evidente para los testigos aterrorizados, justo antes de morir. Sin embargo, una familia de cazadores-recolectores en África, hace 74.000 años, no habría tenido idea de la razón del repentino y devastador cambio del clima. El hambre se habría instalado y los muy jóvenes y viejos morirían. Los grupos sociales se habrían devastado, y su sociedad estaría al borde del colapso.

El efecto de la erupción del Toba ciertamente habría afectado a algunos ecosistemas más que a otros, posiblemente creando áreas -llamadas refugios- en las que algunos grupos humanos lo hicieron mejor que otros a lo largo del suceso. Si su grupo vivió en un refugio de ese tipo habría dependido en gran medida del tipo de recursos disponibles. Los recursos costeros, como los mariscos, son altamente nutritivos y menos susceptibles a la erupción que las plantas y los animales de las áreas del interior.


Foto: Este fragmento de vidrio volcánico del volcán Toba se encontró en un sitio arqueológico a casi 9.000 km de distancia de Pinnacle Point, en Vleesbaai, Sudáfrica. Imagen: Rachael Johnsen

Cuando la columna de fuego, humo y escombros, explotó en la cima del Monte Toba, escupió rocas, gases y pequeñas piezas microscópicas (cryptotephra) de vidrio que, bajo el microscopio, tienen una característica forma de gancho producida cuando el vidrio se fractura en una burbuja. Estos fragmentos invisibles penetran en la atmósfera y se extienden por todo el mundo.

Panagiotis (Takis) Karkanas, director del Laboratorio Malcolm H. Wiener de Ciencia Arqueológica, en la Escuela Americana de Estudios Clásicos, en Grecia, vio un solo fragmento de esta explosión bajo un microscopio en una porción de sedimento arqueológico revestido de resina.

"Era sólo una partícula de un fragmento de millones de otras partículas minerales lo que estaba investigando. Pero allí estaba, y no podía ser otra cosa", dice Karkanas.

El fragmento provenía de un sitio arqueológico en un refugio rocoso llamado Pinnacle Point 5-6, en la costa sur de Sudáfrica, cerca de la ciudad de Mossel Bay. Los sedimentos datan de hace unos 74.000 años.

"Takis y yo habíamos discutido el potencial de encontrar fragmentos de la erupción del Toba en los sedimentos de nuestro yacimiento arqueológico, y, con su ojo de águila, acabó encontrando uno", explica Curtis W. Marean (derecha), director del proyecto de las excavaciones de Pinnacle Point. Marean es el director asociado del Instituto de Orígenes Humanos en la Universidad Estatal de Arizona y profesor honorario en el Centro de Paleociencias Costeras en la Universidad Nelson Mandela, en Sudáfrica.

Marean mostró la imagen del fragmento a Eugene Smith (izquierda), un vulcanólogo de la Universidad de Nevada, en Las Vegas, el cual confirmó que era un fragmento volcánico.

"El estudio de Pinnacle Point me llevó de vuelta a los fragmentos de vidrio analizados en mi tesis de maestría de hace 40 años", dice Smith.

Al principio del estudio, el equipo trajo a la científica experta en criptotephra, Christine Lane (derecha), de la Universidad de Cambridge, quien entrenó a la estudiante graduada Amber Ciravolo en las técnicas necesarias. Luego se unió Racheal Johnsen a Ciravalo como gerente de laboratorio y desarrollaron nuevas técnicas.

Partiendo de cero,y con el apoyo de la National Science Foundation, desarrollaron el Laboratorio Cryptotephra para la Investigación Arqueológica y Geológica, el cual está ahora no solo involucrado en proyectos en África, sino también en Italia, Nevada y Utah.

Encerrado en el fragmento de vidrio volcánico mencionado hay una firma química distintiva, una huella digital que los científicos pueden usar para rastrear la erupción asesina. En su artículo de Nature, el equipo describe cómo encontró estos fragmentos en dos sitios arqueológicos de la costa de Sudáfrica, y cómo rastreó esos fragmentos del Toba a través de huellas químicas, al tiempo que documenta una ocupación humana continua durante el transcurso del evento volcánico.

"Muchos estudios previos han intentado probar la hipótesis de que la erupción del Toba devastó poblaciones humanas", señala Marean. "Pero los mismos han fracasado porque no han podido presentar pruebas definitivas que vinculen una ocupación humana con el momento exacto del evento".

"La mayoría de los estudios han analizado si la erupción del Toba causó o no un cambio ambiental. Y sí, lo hizo, pero tales estudios carecen de los datos arqueológicos necesarios para mostrar cómo afectó a los seres humanos".

El equipo de Pinnacle Point ha estado a la vanguardia del desarrollo y la aplicación de técnicas arqueológicas altamente avanzadas. Miden todo en el sitio con precisión milimétrica mediante una "estación total", un dispositivo de medición láser integrado a ordenadores portátiles que realizan una grabación precisa y sin errores.

Naomi Cleghorn (izquierda),de la Universidad de Texas, en Arlington, grabó las muestras Pinnacle Point a medida que fueron removidas.

Cleghorn explica: "Recolectamos una larga columna de muestras, sacando una pequeña cantidad de sedimento de nuestra excavación anterior. Cada vez que recogíamos una muestra, filmábamos su posición con la 'estación total'".

Las ubicaciones de las muestras de la 'estación total', así como miles de otros puntos que representan artefactos de piedra, huesos y otros restos culturales de los antiguos habitantes, se utilizaron para construir modelos digitales del yacimiento.
"Estos modelos nos dicen mucho sobre cómo vivían las personas en el lugar y cómo sus actividades cambiaron con el tiempo", dice Erich Fisher (derecha), investigador científico asociado del Institute of Human Origins, en la Universidad Estatal de Arizona, el cual construyó detallados modelos fotorrealistas en 3D a partir de los datos obtenidos. "Lo que descubrimos fue que durante y después del momento de la erupción del Toba, la gente vivió de modo continuo en el lugar y que no había evidencias de que hubiera afectado a sus vidas cotidianas".

Además de comprender cómo la erupción del Toba afectó a los humanos en esta región, el estudio tiene otras implicaciones importantes para las técnicas de datación arqueológica, pues en estos rangos de antigüedad suelen ser imprecisas: un error del 10 por ciento (miles de años) es típico. Sin embargo, aunque la caída de cenizas del Toba fue un proceso muy rápido ha sido datado de modo preciso. El tiempo de deposición de fragmentos probablemente fue de aproximadamente dos semanas de duración, es decir, algo instantáneo en términos geológicos.

Foto: Miembros del equipo de investigación realizando excavaciones en el sitio arqueológico de Vleesbaai, en la costa de Sudáfrica, donde los humanos fabricaron herramientas de piedra hace unos 74.000 años. (Curtis W. Marean / Universidad Estatal de Arizona / Reuters).

"Encontramos tales fragmentos en dos sitios", explica Marean. "En el refugio rocoso de Pinnacle Point (donde la gente vivía, comía, trabajaba y dormía) y en un sitio al aire libre, a unos 10 kilómetros de distancia, llamado Vleesbaai. En este último sitio es donde un conjunto de personas, posiblemente miembros del mismo grupo que los de Pinnacle Point, se sentaron en un pequeño círculo y crearon herramientas de piedra. Encontrar fragmentos volcánicos en ambos lugares nos permite vincular estos dos registros casi en el mismo momento".

Y no solo eso, sino que la ubicación de dichos fragmentos permite a los científicos proporcionar una prueba independiente de la antigüedad del lugar, estimada mediante otras técnicas. La gente vivía en Pinnacle Point 5-6 hace entre 90.000 y 50.000 años. Zenobia Jacobs (izquierda), de la Universidad de Wollongong, en Australia, usó luminiscencia ópticamente estimulada (OSL) para datar 90 muestras y desarrollar un modelo de la antigüedad de todas las capas de sedimentos. La OSL data la última vez que los granos de arena individuales estuvieron expuestos a la luz.

"Ha habido cierto debate sobre la precisión de la datación mediante OSL, pero el modelo de Jacobs data las capas donde encontramos los fragmentos de la erupción del Toba en hace aproximadamente 74.000 años, exactamente en lo correcto", dice Marean. Esto brinda un apoyo muy fuerte al enfoque vanguardista de Jacobs sobre la datación mediante OSL, la cual ha aplicado en sitios de todo el sur de África y otras partes del mundo.

"La datación mediante OSL es el método de trabajo en la construcción de líneas de tiempo para una gran parte de nuestra propia historia. Comprobar si el reloj marca al ritmo correcto es importante. Por lo tanto, obtener este grado de confirmación es halagüeño", dice Jacobs.
En la década de 1990, los científicos comenzaron a argumentar que esta erupción del Monte Toba, la más poderosa en los últimos dos millones de años, causó un invierno volcánico de larga duración que pudo haber devastado los ecosistemas del mundo y causado numerosos colapsos poblacionales, tal vez incluso estuvo cerca de extinguir nuestro propio linaje, en lo que se llama un 'cuello de botella'.

Foto: Una vista del mar y las rocas desde el exterior de una cueva llamada PP13B el 26 de mayo de 2010, en Pinnacle Point, cerca de Mossel Bay, South Africa. La cueva protegió a los humanos hace entre 164.000 y 35.000 años atrás, en un momento en que los Homo sapiens pudieron estar en peligro de desaparecer.

El estudio muestra que a lo largo de la costa sur de África, rica en alimentos, la gente prosperó a lo largo de esta mega erupción, tal vez debido al régimen de productos alimenticios proporcionados por vivir cerca de la costa.

Ahora otros equipos de investigación pueden tomar los nuevos métodos avanzados desarrollados en este estudio y aplicarlos en otras partes de África para poder ver si esta fue la única población que sobrevivió a esos tiempos devastadores.

En este sentido se necesitan más trabajos para desentrañar la magnitud de los efectos de esta supererupción. "Estos sitios no son suficientes por sí mismos para conocer con certeza los impactos climáticos más amplios de la erupción de Toba", explica a la BBC Jazmin Scarlett (derecha), una vulcanóloga de la Universidad de Hull, en el Reino Unido, que no participó en el trabajo .