Descubren veinte nuevos grabados paleolíticos en el Yacimiento del Côa portugués

Fotografía facilitada por la Fundación Còa Parque, de una de las rocas descubiertas donde están representadas dos cabras bajo la técnica del "piqueteado", datas en la época del Paleolítico Superior. Veinte nuevos grabados del Paleolítico Superior fueron hallados en los últimos días en el Yacimiento Arqueológico portugués del Côa, que desde 1998 es Patrimonio de la Humanidad junto con el español de Siega Verde. EFE

Veinte nuevos grabados del Paleolítico Superior fueron hallados en los últimos días en el Yacimiento Arqueológico portugués del Côa, que desde 1998 es Patrimonio de la Humanidad junto con el español de Siega Verde.

El arqueólogo portugués Mário Reis aseguró hoy a Efe que se trata de grabados sobre piedras de pizarra, todos en la margen izquierda del río Côa (cuenca del río Duero próxima a la frontera con España), donde están representados diferentes animales y que tienen una antigüedad aproximada de 20.000 años.

Foto: Grabados rupestres de Foz Côa

Según Reis, los nuevos grabados descubiertos responden a "representaciones de cabras, ciervos y uros".

El Yacimiento Arqueológico del Côa, situado en la comarca lusa de Vila Nova de Foz Côa, limítrofe con la zona española del Parque Natural Arribes del Duero, tiene una extensión de 20.000 hectáreas y 200 kilómetros cuadrados.
Un yacimiento similar y próximo al portugués, el de Siega Verde, situado en la provincia española de Salamanca, fue declarado Patrimonio Mundial como extensión del Côa en 2010, ya que tiene grabados similares y de la misma época.

Paraje de Siega Verde

Según señaló Reis, los nuevos grabados localizados están en el término municipal portugués de Quinta da Barca Sul, uno de los enclaves en los que ya estaban identificados otros grabados.
Uno de los paneles descubiertos que más ha sorprendido a los arqueólogos fue creado bajo la técnica del "piqueteado" (incisión sobre la roca) sobre una roca de pizarra en la que se aprecian algunas cabras.

Según el presidente de la Fundación Côa Parque, Bruno Navarro, en este yacimiento, que fue descubierto en 1994, están identificadas un total de 1.293 rocas de pizarra con grabados paleolíticos.
En la parte española de Siega Verde hay identificados un total de 690 grabados. EFE

Fuentes: lavanguardia.com | zap.aeiou.pt | 29 de marzo de 2018

María Martinón: “Debemos desterrar la idea de que un fósil lleva a reescribir la prehistoria”

A finales de 2017 la paleoantropóloga María Martinón Torres (Ourense, 1974) tomaba posesión como nueva directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. Su antecesor, Alfredo González Torres, declaraba un año antes la evidente brecha de género que existía en esta institución, ya que tan solo el 22% del personal investigador eran mujeres. Martinón es miembro del Equipo de Investigación de Atapuerca desde 1998 y ha participado en varios proyectos internacionales sobre la dentición en homínidos. En la actualidad analiza las piezas dentales del homínido más antiguo de Europa.

Pertenece a una familia vinculada a la ciencia en diferentes ámbitos, desde la salud a la arqueología, ¿qué le hizo decantarse por la paleoantropología?
Probablemente crecer en un ambiente en el que había pasión por las dos disciplinas que se hermanan en la paleoantropología, la medicina y la historia. Al fin y al cabo la paleoantropología es la reconstrucción de la historia del ser humano, y cómo su cuerpo ha respondido a las diferentes presiones ambientales. Ahora sabemos que hasta la enfermedad se puede leer como la historia de la evolución y la “maladaptación” del ser humano. Las enfermedades infecciosas, por ejemplo, son la otra cara de la moneda de una especie muy abundante, muy social y que vive en comunidad, a veces hacinada, favoreciendo el contagio y la propagación de los patógenos. Cada vez está más claro que la medicina y la biología evolutiva están íntimamente ligadas.

Es la actual directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana. ¿Cuál es su perspectiva de la situación de las mujeres en la ciencia y sobre todo en los altos cargos en España?
Tengo una lectura positiva y esperanzadora. Creo que las cosas están cambiando y quiero interpretar mi propia situación, humildemente, como signo de ello.

¿Cree que en España es suficientemente conocido el trabajo que se realiza en Atapuerca y la relevancia científica que tienen los hallazgos de sus yacimientos?
La verdad es que en el caso particular de Atapuerca es muy estimulante descubrir el nivel de conocimiento e interés popular general sobre los hallazgos y su significado. Mi percepción es que el trabajo que se realiza en Atapuerca es conocido y querido por la gente y en esa situación, quizá insólita en otros países, ha tenido mucho que ver el esfuerzo que se ha dedicado a la divulgación del trabajo científico que se hacía en estos yacimientos. Creo que además, en general, el periodismo científico en España es de primera categoría.

Acaba de publicar un estudio en Science sobre la dispersión del Homo sapiens por el planeta hace entre 200.000 y 175.000. ¿Puede una mandíbula o un solo hueso reescribir la prehistoria?
Debemos desterrar la idea de que un fósil o un hallazgo nos llevan a reescribir la prehistoria. Más bien la refuerzan y la definen. La reconstrucción de nuestros orígenes es como un gran edificio en continua reforma. Alguna vez, las menos, habrá que derribar una estancia, pero en la mayoría de los casos lo que hacemos es ampliarlas y abrirles ventanales que nos dan una mejor visión panorámica.

¿Cómo debemos interpretar entonces los descubrimientos sobre la evolución humana?
Teníamos visiones parciales de la historia y con cada hallazgo lo que hacemos es enriquecer nuestro alcance y comprensión, inaugurar una habitación con vistas. El estudio del maxilar humano hallado en Israel y publicado en Science nos permite adelantar la fecha de la presencia de humanos modernos fuera del continente africano al menos unos 60.000 años. No reescribe la historia pero si tiene una implicación significativa en la interpretación, por ejemplo, de los motivos por los que una especie es capaz de adentrarse en nuevo territorio. ¿Por qué migramos antes: competencia con otros humanos, necesidad de más recursos, simple explosión demográfica o curiosidad por conocer otro lugar?

Estos estudios siempre levantan polémica, ya que las dataciones y los diferentes grupos de investigación en ocasiones rebaten los resultados. ¿Por qué la paleontología está sujeta a una amplia interpretación partiendo de las dataciones y las muestras fósiles?
La ciencia construye hipótesis con las evidencias disponibles. No trabaja con verdades, sino que busca la explicación más coherente de la realidad con los datos de los que dispone. Esa explicación tiene que someterse a comprobación el resto de su vida, pero no solo en paleontología, sino en cualquier ámbito científico. Es cierto que en el caso de esta disciplina, al tratar de explicar fenómenos y episodios del pasado, nuestras evidencias, como por ejemplo los fósiles, son mucho más escasas. Así pueden existir vacíos mayores que cubrir. Pero eso, por otra parte, ha agudizado nuestro ingenio, potenciando la innovación metodológica y tecnológica que nos permita afinar o maximizar la información que se puede obtener.

¿Ocurre lo mismo con las pinturas rupestres, como las que se acaban de datar en varias cuevas españolas y que han revelado que las pintaron los neandertales?
En ese caso particular, lo que ha sucedido es que las técnicas de datación y de toma de muestras son cada vez mejores, más precisas, y ahora podemos hacer cosas que antes no podíamos como, por ejemplo, datar pinturas rupestres de esta manera tan sofisticada. No es por lo tanto que antes hubiéramos hecho las cosas mal, sino que ahora hacemos cosas que antes no podíamos.
Antes teníamos un ‘intervalo’ de tiempo para esas pinturas y ahora se ha podido afinar hacia atrás, en el tiempo, su antigüedad. Las coloca que un tiempo en el que, que sepamos, no había humanos modernos en Europa. La explicación lógica es que sus autores han sido los neandertales. Si el día de mañana encontramos humanos modernos en la península ibérica de 80.000 años, por ejemplo, tendríamos que reconsiderar la autoría de esas pinturas de nuevo. ¿Significa eso que las dataciones de las pinturas rupestres estaban mal o que nuestra interpretación de la evidencia disponible estaba mal hecha? Evidentemente no. No creo que esta revisión sea síntoma de precariedad, sino más bien de salud científica.

En este trabajo se han aplicado técnicas de microtomografía y en otro estudio reciente aplican esta misma tecnología para conocer el sexo de los fósiles de miles de años. ¿La tecnología en su campo evoluciona a la par de los avances científicos o existen nuevos retos para el análisis de los fósiles?
La necesidad de ‘exprimir’ la información que puede proporcionar los fósiles y hacerlo de una forma no destructiva ha promovido avances e innovaciones tecnológicas particularmente en el análisis de imagen. Estas han supuesto una revolución en nuestro campo. Pero lo fascinante es que nuestra especialización en este ámbito nos ha permitido proporcionar aplicaciones, por ejemplo, al campo forense.
Utilizando técnicas que son casi de rutina en la paleoantropología, como la microtomografía, hemos desarrollado una aproximación metodológica que permite estimar el sexo de un individuo a partir de las proporciones de sus tejidos dentales. Esto es particularmente útil para la identificación del sexo de víctimas, por ejemplo, en catástrofes en las que los cuerpos están incompletos y quemados. Es un bonito ejemplo de lo absurdo de diferenciar entre ciencias básicas y aplicadas. Las aplicaciones son consecuencias secundarias al avance en el conocimiento, y dirigir la investigación solo a la obtención de ‘aplicaciones’ convertiría la ciencia en un producto de supermercado.

¿En qué está trabajando en estos momentos?
En el estudio dental de la especie Homo antecessor. Existen una serie de piezas dentales que todavía no han sido publicadas y que arrojarán información, creo que muy interesante, sobre el homínido más antiguo que existe en toda Europa.

Fuente: SINC | 30 de marzo de 2018

Revelan en Italia el misterio de la mujer del Medievo que 'dio a luz' en el ataúd

Restos óseos de la mujer y del feto / Pasini et al. / World Neurosurgery

Los esqueletos fueron descubiertos en la ciudad italiana de Imola en el año 2010

Durante las excavaciones en la pequeña ciudad italiana de Imola (provincia de Bolonia) los arqueólogos encontraron en el 2010 los huesos de un feto humano en la tumba de una mujer muerta entre los siglos VII y VIII. La distribución de los huesos y un orificio en la calavera de la madre les hicieron sospechar que se trataba de un insólito parto posterior al entierro.

Los estudios detallados de ambos esqueletos y la distribución de sus fragmentos confirmaron la sospecha y ofrecieron una explicación. Los científicos plasmaron sus principales conclusiones en un artículo publicado este lunes en la revista Science Alert.

Restos óseos de la mujer y del feto (detalle) / Pasini et al. / World Neurosurgery

Para el momento del hallazgo la cabeza y el cuerpo del feto se encontraban entre las caderas de la madre, mientras que las piernas estaban en el área pélvica, como sucede durante el parto natural. A partir del desarrollo de cada hueso, los científicos pudieron determinar la edad del feto, que correspondía aproximadamente a la 38ª semana de embarazo.

El artículo destaca que la mujer, que tenía entre 25 y 35 años cuando murió, estaba a punto de dar a luz de forma normal, puesto que el embarazo dura normalmente 40 semanas.

Evidencias de haberse practicado una trepanación en el cráneo de la mujer / Pasini et al. / World Neurosurgery

Además, fue sometido a estudio el cráneo de la mujer, agujereado en su parte superior, por encima de la frente.

Desde el principio el orificio estuvo asociado con la causa de la muerte, pero los expertos lo atribuyeron finalmente a un primitivo tratamiento médico contra la subida súbita de la presión arterial (eclampsia): una enfermedad bastante típica entre las embarazadas y potencialmente mortal. Llegaron a esta conclusión debido a la recuperación parcial del tejido óseo, algo que indica que la mujer estuvo con vida durante al menos una semana después del presunto procedimiento.

Tumba y restos óseos de la mujer y del feto / Pasini et al. / World Neurosurgery

Según ha podido saber Historia y Arqueología, la escena es consistente con el fenómeno de 'parto del ataúd', sostienen los científicos. Se trata de una situación conocida también como 'extrusión fetal post-mortem', cuando el feto, ya sin vida, es expulsado del cuerpo materno por la presión de los gases fruto de la descomposición.

Fuente: RT

El mercado de Sant Antoni ocultaba un rico catálogo de los ritos funerarios romanos

Entierro infantil en una ánfora. / EMILIANO HINOJO

La necrópolis excavada muestra casi todos los formatos de cremación o exhumación del imperio. Destacan los restos de piras funerarias y de las camas decoradas en que se incineraba al difunto
La cuenta atrás para la reapertura del mercado de Sant Antoni se acerca al final. Además del edificio comercial, los visitantes podrán contemplar los muros de unos de los baluartes de las murallas de Barcelona. Pero no aún los hallazgos arqueológicos más relevantes que han aparecido durante años de trabajos: un tramo de la Via Augusta y de la necrópolis romana que se extendía a ambos lados. El pasado 19 de marzo, sin embargo, en el Muhba se avanzaron los resultados de los estudios realizados sobre el yacimiento, en el que han aparecido muestras de cada una de las variedades de rituales funerarios de los primeros habitantes de la Barcelona romana: recintos de cremación, tumbas, urnas, cupas, restos de piras y lechos funerarios…

Así que el mercado de Sant Antoni escondía en su subsuelo las pompas fúnebres de Barcino. En minúsculas y en un sentido amplio (no, no había entonces ningún Sancho de Ávila) pero también en un sentido literal: ‘pompa funebris’ era la procesión que llevaba el cuerpo del finado desde su casa hasta el lugar de cremación o inhumación, y esas pompas circularian en aquel tiempo, con trompas sonando y plañideras gimiendo, por las actuales calles de la Boqueria, Hospital y Sant Antoni Abad hasta llegar a los 50 metros de Via Augusta que aparecieron bajo el mercado.

Excavaciones en la necrópolis romana de Sant Antoni, en el 2014. / JOSEP GARCÍA
Representación exhaustiva
Carme Miró, jefa del Servei Arqueològic de Barcelona, y el arqueólogo Emiliano Hinojo, responsable de la excavación de Sant Antoni, destacan que todos los distintos formatos de rito funerario están representados en la necrópolis de Sant Antoni. Y también su antigüedad y que corresponda a una época muy acotada, no a una acumulación de sepulturas difícil de interpretar. “Son los enterramientos de la primera o segunda generación de habitantes de Barcino, de mediados del siglo I después de Cristo a mediados del siglo II. Y tanto la vía como el canal que la atraviesa son del momento fundacional”, apunta Hinojo.

En la necrópolis se han encontrado miles de fragmentos que permiten reconstruir los rituales fúnebres de los primeros barceloneses y hasta cierto punto la estructura de aquellas ciudades de los muertos que debían instalarse obligatoriamente fuera del recinto amurallado y sagrado de la ciudad, el ‘pomerium’, tanto por motivos higiénicos como religiosos. El alma del muerto debía quedar lejos, pero su recuerdo, a mano. A lo largo de los caminos, para visitarlos periódicamente y para que los viajeros pudieran ir leyendo los epitafios (aquí solo han aparecido letras sueltas) que los rememoraban. “Y esta era la vía principal de entrada por tierra a Barcino. Digamos que era una zona sepulcral de ‘alto stánding'”, valora Miró.

Los arqueólogos han identificado tanto restos de la forma de rito funerario más habitual, la cremación, como de inhumación. Han aparecido recintos de incineración: parcelas acotadas por un murete en el que se situaba el cuerpo del finado sobre una gran pira. “Tenemos casos en que sencillamente las cenizas se cubrían con tierra, y hemos encontrado los restos de la leña quemada, de los huesos y del lecho funerario en el mismo lugar de la pira; en otros casos se recogían las cenizas y se conservaban en urnas, en una cupa [una tumba parecida a un medio tonel] o incluso en un agujero en el suelo”, explica Hinojosa.

Habitantes con posibles
En otros casos se levantaban mausoleos para contenerlas, con imágenes del difunto: en Barcelona fueron desmantelados para construir a toda prisa la muralla del siglo III pero en Sant Antoni se ha encontrado también un resto de esta práctica, un realista retrato funerario de un niño labrado en el apreciado y caro mármol de Paros. “Para que alguien se hiciese traer este material para labrarlo in situ tenía que tener posibles: Barcino era una ciudad poblada por una élite acomodada”, recuerda Miró.

El hallazgo más espectacular es el de los restos de ocho lechos funerarios, un objeto del que ya apareció un ejemplar en Drassanes pero que solo muy excepcionalmente ha sido hallado fuera de Italia, así como otros elementos que recuerdan los ritos de paso de la vida a la muerte. Tras velar al muerto en su casa sobre una cama elaborada específicamente para ello y con los pies hacia la puerta (con ritos como poner monedas en sus ojos para pagar al barquero Caronte, llamar al difunto por su nombre para asegurarse que no respondía y lavar y ungir el cuerpo), era llevado en procesión al lugar donde era quemado o enterrado y se efectuaba una libación en su honor, que se repetía periódicamente. En Sant Antoni han aparecido frasquitos de cristal que contenían ungüentos que se vertían en la tumba o que, según algunas fuentes discutidas, guardaban las lágrimas de las plañideras que acompañaban al difunto.

Puzzle endiablado
Volviendo a los lechos mortuorios: se han hallado fragmentos de hueso y espigas de hierro que permiten reconstruir ocho. “Es un conjunto muy importante por su diversidad de tipologías”, se felicita Hinojosa. Su conservacion es rara y el puzzle recompuesto por la restauradora Isabel Pellejero, endiablado: poco quedaba de ellos tras colocar a difunto y lecho sobre la pira y prenderle fuego, alcanzando temperaturas de 800 a 900 grados. Un buen lecho debía ser de madera, con patas con un ánima de hierro y decoración esculpida en marfil (o de hueso, como es el caso de Barcino). Entre los ocho de Sant Antoni los hay lisos, uno decorado con motivos militares, otros con decoraciones relacionadas con el muy enológico dios Baco (sátiros, putti, ménades bailando) y uno más con motivos especialmente interesantes y aún en estudio.

Entre las inhumaciones, se cuentan cuatro cadáveres de adulto, en fosas cubiertas por tejas, el entierro más económico: llama la atención que uno de ellos esté boca abajo. Un rito que suponía una precaución adicional para asegurarse de que un dfunto infame por un motivo u otro no volviera al mundo de los vivos. “No es habitual, puede corresponder a alguien que ha muerto por una enfermedad infecciosa, o que merecía un castigo”, dice Hinojosa.

Entierro infantil en una ánfora. / EMILIANO HINOJO

No personas
Los 10 enterramientos infantiles testimonian también el trato que recibían los niños menores de 40 días, de quienes no se consideraba que fueran aún personas. No se les incineraba, y sus pequeños esqueletos han aparecido cubiertos por tejas o dentro de ánforas. Aunque alguna consideración merecían: han aparecido como ajuar funerario un biberón de arcilla, un amuleto del dios Bes y lo que parece la cabeza de una muñeca de terracota. “Tenían un área específica, porque aún no pertenecían a la sociedad”, expica el arqueólogo.

Fuente: El Periódico

Descubren una caverna con fragmentos prehispánicos durante la limpieza de un cenote en México

Equipo de investigación dentro del cenote de Xlacah, en la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, en Yucatán, México. / inah.gob.mx

En el lugar se registraron asentamientos humanos entre los años 250 y 950 d.C.

En una labor rutinaria de limpieza en el cenote Xlacah, en la zona arqueológica de Dzibilchaltún, en Yucatán (México), un grupo de buzos hizo un sorprendente hallazgo: una caverna con fragmentos de edificios prehispánicos y restos óseos de humanos y grandes animales.
En México se conoce como cenote a las depresiones geológicas o cuevas inundadas. En la zona arqueológica de Dzibilchaltún está el de Xlacah, ubicado en una superficie abierta, de 100 metros de largo y con una profundidad que va de un metro a 45, según el portal En Yucatan.

Buzos certificados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. / inah.gob.mx

Durante el aseo y conservación de este lugar, una cuadrilla de buzos especializados halló una caverna lateral pequeña donde había "piedras careadas" que posiblemente formaban parte de la mampostería de edificios prehispánicos, fragmentos de materiales de cerámica y restos óseos de humanos y grandes animales, recoge la página del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, que lleva a cabo la investigación.

Fragmentos de edificaciones prehispánicas. / inah.gob.mx

¿Qué hallaron?

Además de los restos de edificaciones, según ha podido saber Historia y Arqueología, se encontraron vestigios de algunas ollas, cuencos y utensilios. Los huesos que estaban en el lugar eran de humanos y de ganado.

Restos óseos hallados en el interior del cenote. / inah.gob.mx

En 2017 se realizaron tomografías eléctricas y sondeos electromagnéticos en el subsuelo de este lugar. En este estudio se halló que posiblemente el cenote fue transformado desde tiempos prehispánicos para adaptarlo a la vida humana.

La investigación arrojó que hubo varias adecuaciones: una de ellas en el periodo clásico Maya, entre el año 250 y 950 d.C., cuando en el sitio había una población de unas 15.000 personas; otra en el Posclásico, entre el año 1.000 y 1600 d.C; una más el siglo XIX y otra en la actualidad, debido a que la zona arqueológica ha sido abierta a los visitantes.


Equipo de buzos realiza labores de limpieza. / inah.gob.mx

Descubren 29 huellas humanas, de 13.000 años de antigüedad, frente a la costa canadiense

Fotografía de una de las huellas encontradas (izquierda) y una versión mejorada digitalmente (derecha). Imagen: Duncan McClaren.

Hace aproximadamente 13.000 años, dos adultos y un niño pisaron con sus pies descalzos arcilla húmeda cerca de la orilla del agua en una isla de Columbia Británica, Canadá, dejando huellas que aún existen en la actualidad.

Descubiertas recientemente por un equipo de antropólogos son las huellas humanas conocidas más antiguas de América del Norte, según un nuevo estudio, y proporcionan más evidencia de que los humanos estaban prosperando en la costa del Pacífico de Canadá al final de la última Edad de Hielo, dijo el investigador principal, Duncan McLaren (izquierda), antropólogo del Instituto Hakai y de la Universidad de Victoria, en Canadá.

Las huellas, 29 en total, estaban tan bien conservadas que McLaren y sus colegas pudieron asignar tamaños modernos de calzado de EE.UU a los individuos prehistóricos: un tamaño 8 de hombre o de mujer joven; un tamaño 1 de niño/a (o el tamaño 3 de una mujer); y un tamaño 8 de mujer o un tamaño 7 de hombre.
Los investigadores hicieron este notable descubrimiento en la isla Calvert, ubicada frente a la costa occidental de Columbia Británica, a unos 100 kilómetros al norte de la isla de Vancouver.

Al final de la última Edad de Hielo (hace aproximadamente 11.700 años), la capa de hielo de la Cordillera de América del Norte finalizaba a lo largo de la costa del Pacífico, dejando "refugios" o áreas sin hielo donde las plantas y los animales podían sobrevivir. La isla Calvert estaba directamente en uno de esos refugios, lo que provocó que los investigadores modernos cavaran allí en busca de artefactos. Sin embargo, las excavaciones en tales refugios no siempre son fáciles, ya que hoy en día gran parte de la región está cubierta de una densa selva tropical templada, escriben los investigadores en el estudio.

Además, la geografía allí fue diferente al final de la última Edad de Hielo, pues una gran parte del agua de la Tierra estaba congelada en enormes glaciares. Esto explica por qué los niveles del mar fueron hasta 3 metros más bajos hace entre 14.000 y 10.000 años en la isla Calvert que lo que ocurre hoy en día, recuerda McLaren.

Plano con la situación de las huellas halladas. Imagen: Duncan McClaren / PLoS One

La primera huella

"Estábamos estudiando esta línea de costa, por debajo de la playa, en la zona intermareal, cuando se descubrió la primera huella", dijo McLaren a Live Science.

Esto sucedió en 2014, cuando el equipo -que incluía a miembros de la Primera Nación Heiltsuk y de la Primera Nación Wuikinuxv- desenterró una huella humana a unos 60 centímetros por debajo de la superficie de la playa. Dos piezas de madera antigua halladas junto a la huella datan entre 13.300 y 13.000 años atrás, según los análisis de radiocarbono realizados.

Alentados por ello, los investigadores regresaron a la isla durante las temporadas de excavación de 2015 y 2016, descubriendo finalmente 28 huellas humanas más del mismo período.
Normalmente, las huellas duran solo un momento, pero en este caso "quedaron impresionadas en una arcilla húmeda que, seguidamente, se endureció y luego se llenó de arena, probablemente arrastrada desde la playa", declara McLaren.

Los investigadores del estudio Daryl Fedje (izquierda) y Duncan McLaren (derecha) excavando en la isla Calvert, en busca de vestigios humanos. Crédito: Grant Callegari / Instituto Hakai

No eran de un oso

Las 29 huellas tienen marcas claras del arco plantar, los dedos y el talón, por lo que los científicos están "seguros de que las dejaron pies humanos", escriben en el estudio. Pero dado que Columbia Británica es hogar de osos, y las patas traseras de los osos pardos y osos grizzly pueden dejar huellas similares a las de un ser humano, tuvieron que hacerse la pregunta: ¿Son estas huellas de oso?
Un análisis exhaustivo reveló que "no", que no eran huellas de oso, dijeron los investigadores.
"Las huellas excavadas en la isla Calvert tienen un arco plantar claramente definido, carecen de las características marcas de las garras, no son triangulares en su forma general ..., carecen de un tercer dedo largo, y en general son más estrechas que las de un oso", declaran los investigadores en el estudio. Además, no pudieron encontrar ninguna huella de oso en la zona.

De hecho, "en general, no existen huellas de ningún tipo en el área que fue excavada", escriben.

Huella número 22 que muestra el borde de desplazamiento de sedimentos alrededor del extremo distal del pie.

Navegación prehistórica

La isla de Calvert era todavía una isla durante la última Edad de Hielo, lo que indica que las personas prehistóricas debieron usar embarcaciones para llegar a ella, afirma McLaren. Es posible que "las huellas fueran dejadas por un grupo de personas que se bajaron de unas embarcaciones y se movieran hacia un área de actividad central más seca, hacia el norte o el noroeste".
Además, aparte de estas huellas, el equipo no ha podido encontrar ninguna otra evidencia de ocupación humana en el área inmediata.

Fotografía aérea realizada con un dron que muestra la ubicación de la unidad de excavación donde se encontraron las huellas.

El sitio documentado más antiguo de personas prehistóricas a lo largo de la costa oeste de América del Norte es Manis Mastodon, en la Península Olímpica del estado de Washington. En Manis Mastodon, los investigadores encontraron una punta de hueso alojada en una costilla de un mastodonte que data de hace unos 13.800 años. El sitio más antiguo conocido de seres humanos en Canadá es más reciente: un grupo de artefactos -incluida un arma de piedra- encontrado en la cueva Charlie Lake, en Columbia Británica, data de hace unos 12.500 años, dijeron los investigadores.

El nuevo hallazgo es "alentador para futuros investigadores que podrían emplear métodos similares para identificar sitios arqueológicos a lo largo de la costa del Pacífico", dijo Kevin Hatala (izquierda), profesor asistente de Biología en la Universidad Chatham, en Pittsburgh, el cual no participó en el estudio.

"En última instancia, los datos parecen mostrar evidencia indiscutible de la presencia humana en la costa del Pacífico de Canadá", dijo Hatala a Live Science. "Esto es importante porque los sitios arqueológicos de esta época y lugar han sido bastante raros".

El estudio fue publicado en online en la revista PLOS ONE.
Fuente: Live Science | 28 de marzo de 2018